Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Me haces pegarme a la pantalla cada vez que continúas la historia, me encanta como la relatas y la tensión que le das, todo muy detallado pero dando rienda suelta a la imaginación
 
Me haces pegarme a la pantalla cada vez que continúas la historia, me encanta como la relatas y la tensión que le das, todo muy detallado pero dando rienda suelta a la imaginación
Intento ceñirme lo más posible a todos los detalles y a todo lo que iba sintiendo yo. Esta noche continúo.
 
Continúo donde lo dejé...

Pues allí estaba yo, con la polla en la mano a punto de entrar en el baño con la expectación de no saber cómo encontraría a mi sobrina.

Entré despacio, y lo primero con lo que me crucé fue con su mirada. Directa, primero a mi cara y de inmediato a mi polla.

Sin duda, estaba esperándome, no solo porque ella me lo confirmara días después, sino porque, además de desnudarme de arriba a abajo con su mirada, tenía las bragas a la altura de los muslos (donde se las había subido el día anterior cuando entré en el baño y la sorprendí) y no en los tobillos.

Yo me sonreí y ella tenía la respiración agitada, agitación que fue a más cuando empecé a masturbarme lentamente, con parsimonia, haciendo que ella viera perfectamente cómo estaba yo.

A todo esto, se me pasó por la cabeza avanzar un poco y acercarme a ella, pero por si las moscas de inmediato me quedé quieto en el mismo sitio en el que lo había estado la noche anterior (esto es, con el lavabo y la lavadora entre los dos).

Teresa cada vez respiraba más deprisa, y movía sus piernas nerviosa, pero sin separarlas.

Yo no podía aguantar mucho más, así que al igual que la noche pasada, fui hasta el final, corriéndome encima de un poco de papel y siempre haciendo que mi sobrina lo viera todo claramente.

Antes de abandonar el baño, volví a mirarla. Tenía fuego en su mirada, la boca entreabierta y la respiración agitada.

Le mandé un beso, sonreí y me fui a la cama.

Poco después salió ella y se detuvo unos segundos en la puerta de nuestra habitación buscándome con la mirada. Yo me agarré la polla por encima del pantalón para que se diera cuenta de que la estaba viendo. No debía esperárselo y desapareció del umbral de la puerta.

Como la noche anterior, me costó mucho dormir. Estaba alucinando con lo que estaba pasando, y no sabía muy bien cómo gestionarlo, pues no sabía muy bien qué podía pasar o hasta dónde podía llegar (si es que tenía que llegar a algún sitio).

Solo podía esperar a que llegara el día siguiente. Y mereció la pena, porque algo cambió.

En cuanto pueda, sigo contando.

Gracias.
 
Continúo donde lo dejé...

Pues allí estaba yo, con la polla en la mano a punto de entrar en el baño con la expectación de no saber cómo encontraría a mi sobrina.

Entré despacio, y lo primero con lo que me crucé fue con su mirada. Directa, primero a mi cara y de inmediato a mi polla.

Sin duda, estaba esperándome, no solo porque ella me lo confirmara días después, sino porque, además de desnudarme de arriba a abajo con su mirada, tenía las bragas a la altura de los muslos (donde se las había subido el día anterior cuando entré en el baño y la sorprendí) y no en los tobillos.

Yo me sonreí y ella tenía la respiración agitada, agitación que fue a más cuando empecé a masturbarme lentamente, con parsimonia, haciendo que ella viera perfectamente cómo estaba yo.

A todo esto, se me pasó por la cabeza avanzar un poco y acercarme a ella, pero por si las moscas de inmediato me quedé quieto en el mismo sitio en el que lo había estado la noche anterior (esto es, con el lavabo y la lavadora entre los dos).

Teresa cada vez respiraba más deprisa, y movía sus piernas nerviosa, pero sin separarlas.

Yo no podía aguantar mucho más, así que al igual que la noche pasada, fui hasta el final, corriéndome encima de un poco de papel y siempre haciendo que mi sobrina lo viera todo claramente.

Antes de abandonar el baño, volví a mirarla. Tenía fuego en su mirada, la boca entreabierta y la respiración agitada.

Le mandé un beso, sonreí y me fui a la cama.

Poco después salió ella y se detuvo unos segundos en la puerta de nuestra habitación buscándome con la mirada. Yo me agarré la polla por encima del pantalón para que se diera cuenta de que la estaba viendo. No debía esperárselo y desapareció del umbral de la puerta.

Como la noche anterior, me costó mucho dormir. Estaba alucinando con lo que estaba pasando, y no sabía muy bien cómo gestionarlo, pues no sabía muy bien qué podía pasar o hasta dónde podía llegar (si es que tenía que llegar a algún sitio).

Solo podía esperar a que llegara el día siguiente. Y mereció la pena, porque algo cambió.

En cuanto pueda, sigo contando.

Gracias.
Me está encantando la historia, muchas gracias.
 
Continúo donde lo dejé...

Pues allí estaba yo, con la polla en la mano a punto de entrar en el baño con la expectación de no saber cómo encontraría a mi sobrina.

Entré despacio, y lo primero con lo que me crucé fue con su mirada. Directa, primero a mi cara y de inmediato a mi polla.

Sin duda, estaba esperándome, no solo porque ella me lo confirmara días después, sino porque, además de desnudarme de arriba a abajo con su mirada, tenía las bragas a la altura de los muslos (donde se las había subido el día anterior cuando entré en el baño y la sorprendí) y no en los tobillos.

Yo me sonreí y ella tenía la respiración agitada, agitación que fue a más cuando empecé a masturbarme lentamente, con parsimonia, haciendo que ella viera perfectamente cómo estaba yo.

A todo esto, se me pasó por la cabeza avanzar un poco y acercarme a ella, pero por si las moscas de inmediato me quedé quieto en el mismo sitio en el que lo había estado la noche anterior (esto es, con el lavabo y la lavadora entre los dos).

Teresa cada vez respiraba más deprisa, y movía sus piernas nerviosa, pero sin separarlas.

Yo no podía aguantar mucho más, así que al igual que la noche pasada, fui hasta el final, corriéndome encima de un poco de papel y siempre haciendo que mi sobrina lo viera todo claramente.

Antes de abandonar el baño, volví a mirarla. Tenía fuego en su mirada, la boca entreabierta y la respiración agitada.

Le mandé un beso, sonreí y me fui a la cama.

Poco después salió ella y se detuvo unos segundos en la puerta de nuestra habitación buscándome con la mirada. Yo me agarré la polla por encima del pantalón para que se diera cuenta de que la estaba viendo. No debía esperárselo y desapareció del umbral de la puerta.

Como la noche anterior, me costó mucho dormir. Estaba alucinando con lo que estaba pasando, y no sabía muy bien cómo gestionarlo, pues no sabía muy bien qué podía pasar o hasta dónde podía llegar (si es que tenía que llegar a algún sitio).

Solo podía esperar a que llegara el día siguiente. Y mereció la pena, porque algo cambió.

En cuanto pueda, sigo contando.

Gracias.
Me alegro mucho de que hayas retomado el relato, es una historia excepcional que merece ser contada tan bien como lo estás haciendo.
Muchas gracias
 
Continúo donde lo dejé...

Pues allí estaba yo, con la polla en la mano a punto de entrar en el baño con la expectación de no saber cómo encontraría a mi sobrina.

Entré despacio, y lo primero con lo que me crucé fue con su mirada. Directa, primero a mi cara y de inmediato a mi polla.

Sin duda, estaba esperándome, no solo porque ella me lo confirmara días después, sino porque, además de desnudarme de arriba a abajo con su mirada, tenía las bragas a la altura de los muslos (donde se las había subido el día anterior cuando entré en el baño y la sorprendí) y no en los tobillos.

Yo me sonreí y ella tenía la respiración agitada, agitación que fue a más cuando empecé a masturbarme lentamente, con parsimonia, haciendo que ella viera perfectamente cómo estaba yo.

A todo esto, se me pasó por la cabeza avanzar un poco y acercarme a ella, pero por si las moscas de inmediato me quedé quieto en el mismo sitio en el que lo había estado la noche anterior (esto es, con el lavabo y la lavadora entre los dos).

Teresa cada vez respiraba más deprisa, y movía sus piernas nerviosa, pero sin separarlas.

Yo no podía aguantar mucho más, así que al igual que la noche pasada, fui hasta el final, corriéndome encima de un poco de papel y siempre haciendo que mi sobrina lo viera todo claramente.

Antes de abandonar el baño, volví a mirarla. Tenía fuego en su mirada, la boca entreabierta y la respiración agitada.

Le mandé un beso, sonreí y me fui a la cama.

Poco después salió ella y se detuvo unos segundos en la puerta de nuestra habitación buscándome con la mirada. Yo me agarré la polla por encima del pantalón para que se diera cuenta de que la estaba viendo. No debía esperárselo y desapareció del umbral de la puerta.

Como la noche anterior, me costó mucho dormir. Estaba alucinando con lo que estaba pasando, y no sabía muy bien cómo gestionarlo, pues no sabía muy bien qué podía pasar o hasta dónde podía llegar (si es que tenía que llegar a algún sitio).

Solo podía esperar a que llegara el día siguiente. Y mereció la pena, porque algo cambió.

En cuanto pueda, sigo contando.

Gracias.
Un relato muy morboso, no dejes de escribir ,
 
Sigo contando...

La mañana siguiente fue muy parecida a la anterior. Yo me levanté totalmente empalmado, mi sobrina se levantó tarde, miradas furtivas...

Por mi parte, no quería arriesgar lo más mínimo, esto es, no quería dar un paso en falso con ella, con lo que el juego de miradas (yo a sus ojos, ella a mi polla) era lo único que teníamos.

Lo que sí empezó a cambiar en mí fue mi modo de verla físicamente. Seguía sin parecerme especialmente atractiva, pero fue inevitable empezar a imaginármela desnuda. Más que atracción, era curiosidad imaginando cómo serían sus tetitas o cómo tendría el coño. Y este tipo de pensamientos me tuvieron todo el día con un calentón descomunal.

Y de nuevo llegó la noche. Yo ya daba por hecho que volvería a pasar lo mismo de las anteriores, así que no me dormí esperando ese momento. Y ese momento llegó.

Alrededor de las 3, Teresa hizo su paseo hacia el baño. En el umbral de nuestra habitación miró hacia dentro, y al cruzar su mirada con la mía no pude evitar sacarme la polla.

Mi sobrina sonrió y entró en el baño.

Yo estaba cardíaco. Al menos estaba claro que se iba a repetir lo de las noches anteriores. Me levanté sin volver a guardarme la polla en el pijama, y al entrar en el baño... Su mirada. Una vez más. Primero a mis ojos y luego a mi polla.

Empecé a repetir lo mismo de las dos noches anteriores, esto es, a masturbarme desde la posición en la que estaba, pero en un momento dado y sin pensarlo mucho empecé a caminar despacio, sin dejar de masturbarme, hacía ella.

Teresa abrió los ojos sorprendida (también excitada, como me contó posteriormente), y sin parar de tocarme dejé atrás el lavabo y la lavadora para situarme a escasos centímetros de ella.

Imaginaos la escena: mi sobrina sentada en el aseo, con las bragas en los muslos. Yo, a escasos 30 centímetros de ella, masturbándome a la altura de su cara...

Por supuesto, me masturbaba muuuuy lentamente, quería que ese momento durase una eternidad.

La respiración de Teresa era agitadísima, y pude comprobar cómo se le marcaban sus pequeños pezones en el camisón.

Inconscientemente o no, detuve un momento mi masturbación y, estirando mi brazo derecho, cogí su mano derecha y la llevé hasta mi polla.

Ella sonrió, asi que aproveché esa respuesta para colocar su mano en la base de mis huevos y moverla por la parte de abajo de mi polla, hasta el capullo.

Aquello era lo máximo. Teresa no dejaba de mirar mi polla, ahora con más "admiración" al tiempo que yo movía su mano de los huevos al capullo, lentamente.

Yo ya no podía aguantar más. Cogí un poco de papel higiénico con mi mano izquierda, y con la derecha (con la que me estaba masturbando) envolví su mano dentro de la mía para que me ayudara a correrme.

Esa momento final de mi paja era lo más morboso que me había pasado nunca. Sentir la mano de Teresa, ayudada por la mía, haciéndome llegar al orgasmo...

Y el orgasmo llegó. Me corrí sobre el papel de una manera increíble, a centímetros de la cara de mi sobrina, a la que vi cómo se estaba pasando la lengua por sus labios mientras mi leche salía disparada.

Ella no retiró la mano de mi polla en ningún momento. Fui yo quien se la quitó cuando mi polla empezó a aflojar.

Entonces cruzamos miradas. Sonrisas. Y yo, en silencio, le di las gracias. Y, sin nada más que poder hacer ni decir, salí del baño.

Tenía el cuerpo revolucionado. Lo que acababa de pasar superaba cualquier expectativa (si es que tenía alguna anterior).

Teresa salió del baño, y en el umbral de la puerta de nuestra habitación sonrió mirándome, antes de ir a acostarse.

Yo no podía pensar mucho más, tanta excitación me hizo caer rendido sin poder siquiera imaginar lo que vendría en días sucesivos.

Seguiré contándolo pronto.

Gracias.
 
Sigo contando...

La mañana siguiente fue muy parecida a la anterior. Yo me levanté totalmente empalmado, mi sobrina se levantó tarde, miradas furtivas...

Por mi parte, no quería arriesgar lo más mínimo, esto es, no quería dar un paso en falso con ella, con lo que el juego de miradas (yo a sus ojos, ella a mi polla) era lo único que teníamos.

Lo que sí empezó a cambiar en mí fue mi modo de verla físicamente. Seguía sin parecerme especialmente atractiva, pero fue inevitable empezar a imaginármela desnuda. Más que atracción, era curiosidad imaginando cómo serían sus tetitas o cómo tendría el coño. Y este tipo de pensamientos me tuvieron todo el día con un calentón descomunal.

Y de nuevo llegó la noche. Yo ya daba por hecho que volvería a pasar lo mismo de las anteriores, así que no me dormí esperando ese momento. Y ese momento llegó.

Alrededor de las 3, Teresa hizo su paseo hacia el baño. En el umbral de nuestra habitación miró hacia dentro, y al cruzar su mirada con la mía no pude evitar sacarme la polla.

Mi sobrina sonrió y entró en el baño.

Yo estaba cardíaco. Al menos estaba claro que se iba a repetir lo de las noches anteriores. Me levanté sin volver a guardarme la polla en el pijama, y al entrar en el baño... Su mirada. Una vez más. Primero a mis ojos y luego a mi polla.

Empecé a repetir lo mismo de las dos noches anteriores, esto es, a masturbarme desde la posición en la que estaba, pero en un momento dado y sin pensarlo mucho empecé a caminar despacio, sin dejar de masturbarme, hacía ella.

Teresa abrió los ojos sorprendida (también excitada, como me contó posteriormente), y sin parar de tocarme dejé atrás el lavabo y la lavadora para situarme a escasos centímetros de ella.

Imaginaos la escena: mi sobrina sentada en el aseo, con las bragas en los muslos. Yo, a escasos 30 centímetros de ella, masturbándome a la altura de su cara...

Por supuesto, me masturbaba muuuuy lentamente, quería que ese momento durase una eternidad.

La respiración de Teresa era agitadísima, y pude comprobar cómo se le marcaban sus pequeños pezones en el camisón.

Inconscientemente o no, detuve un momento mi masturbación y, estirando mi brazo derecho, cogí su mano derecha y la llevé hasta mi polla.

Ella sonrió, asi que aproveché esa respuesta para colocar su mano en la base de mis huevos y moverla por la parte de abajo de mi polla, hasta el capullo.

Aquello era lo máximo. Teresa no dejaba de mirar mi polla, ahora con más "admiración" al tiempo que yo movía su mano de los huevos al capullo, lentamente.

Yo ya no podía aguantar más. Cogí un poco de papel higiénico con mi mano izquierda, y con la derecha (con la que me estaba masturbando) envolví su mano dentro de la mía para que me ayudara a correrme.

Esa momento final de mi paja era lo más morboso que me había pasado nunca. Sentir la mano de Teresa, ayudada por la mía, haciéndome llegar al orgasmo...

Y el orgasmo llegó. Me corrí sobre el papel de una manera increíble, a centímetros de la cara de mi sobrina, a la que vi cómo se estaba pasando la lengua por sus labios mientras mi leche salía disparada.

Ella no retiró la mano de mi polla en ningún momento. Fui yo quien se la quitó cuando mi polla empezó a aflojar.

Entonces cruzamos miradas. Sonrisas. Y yo, en silencio, le di las gracias. Y, sin nada más que poder hacer ni decir, salí del baño.

Tenía el cuerpo revolucionado. Lo que acababa de pasar superaba cualquier expectativa (si es que tenía alguna anterior).

Teresa salió del baño, y en el umbral de la puerta de nuestra habitación sonrió mirándome, antes de ir a acostarse.

Yo no podía pensar mucho más, tanta excitación me hizo caer rendido sin poder siquiera imaginar lo que vendría en días sucesivos.

Seguiré contándolo pronto.

Gracias.
Gracias a ti por compartir esta morbosa experiencia con nosotros.
 

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