Yo nací enamorada de la feminidad. Tanto, que he dedicado mi vida a amarla, por fuera y por dentro.
Se puede. Si.
Se puede llegar a amar tanto la feminidad que no te basta ya con admirarla y saborearla como hombre sino que necesitas vivirla por dentro, como una mujer, aunque sea simulada.
Y es que la feminidad puede habitar cualquier mínimo gesto, expresión… palabra.
Unas bonitas piernas, en la posición adecuada, unos tacones de intrincado diseño, una sugerencia velada que incita a hacernos soñarte…
Eelena, con esa E electrizante, como una metálica valla de alto voltaje prohibiendo el acceso a tu nombre. Cuantos la treparían y se dejarían carbonizar brazos y corazón solo por poder caer detrás a tus pies.