Navidades con mi prima.

Darco13

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23 May 2025
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¡Hola a todos!

Soy nuevo en el foro, bueno, más bien en todos los foros. Este es el primero al que me agrego. Me presento: me llamo Darko, un juego de letras de mis nombres. Me describo como un chico normal, delgado y de estatura media. Diría que soy tirando a guapo, pero sin destacar, y bueno, no me han faltado amantes. Aunque de adolescente, he de confesar, que espiaba a mi vecina cuando se duchaba. Me pillaron muchas veces, lo que me valió la fama de “salido” o “depravado” y otros apodos no muy agradables. ¿Pero sabéis qué? Me la sudaba; estaba muy buena y las pajas que me hacía a su costa eran legendarias. He visto por aquí la temática del incesto en uno de los hilos, y tras leer varios relatos, quiero contaros mi experiencia en el tema.

De crío tenía bastante relación con mis primos. Me quedaba a comer en sus casas o venían a la mía. Nos íbamos a la playa a echar el día; como otras familias, debo deciros que cuando nos juntamos, aquello parece una boda. Somos cerca de 50 primos. Mi padre es el pequeño de ocho hermanos y algunos de mis tíos han tenido seis hijos. Mi padre es el “raro” en mi familia: solo estamos mi hermana, a quien alguna vez también espié en la ducha, y yo. Por cosas de la vida que no entiendes, porque eres un niño, dejé de tener contacto con la mayoría de ellos. Tras la pandemia retomamos las relaciones, ¡y todo gracias al grupo de WhatsApp que creé con otros dos primos! Empezamos a realizar quedadas dos veces al año: una en verano y otra en Navidades.

Actualmente tengo 44 años pero, mi historia ocurrió en 2023, durante una mala racha en mi matrimonio que casi acaba con él. El novio de mi prima Mercedes, le organizó una fiesta sorpresa por su cincuenta cumpleaños. Después de la tarta, cuando los cubatas calentaban el ambiente, le contaba mis penas a la cumpleañera y a su hermana Eli, en un rincón apartado.

Les contaba lo mal que me sentía y lo solo que estaba incluso compartiendo techo con alguien. Las dos me escuchaban atentas. De pronto, Mercedes me abrazó y Eli la imitó por el otro lado. Me susurraron al oído que todo iba a salir bien; sentía sus labios en mi cuello, suaves, juguetones, como si intentaran borrar mis penas a base de besos. Sin pensarlo, deslicé mis manos por sus espaldas, hasta que acariciaba sus culos de forma discreta pero evidente. Ellas no se apartaron; ni protestaron, al contrario, sus besos se hicieron más lentos, provocadores y atrevidos, como si disfrutaran al ponerme a mil.

Cuando lleguemos a casa y apenas cerré la puerta, me lancé sobre mi esposa. No hablé, no titubeé, no aceptaba un no por respuesta; casi la forcé. Con el deseo bruto y animal que despertaron mis primas. No fue el típico polvo apagado y automático al que estábamos condenados desde meses. Me la follé como nunca antes: con hambre, con fuerza, con una intensidad que nos hizo olvidar todas las peleas, por lo menos esa noche. La agarré fuerte y la tiré contra la mesa del salón. Le subí el vestido y le aparté las bragas. Le escupí en el coño y se la metí directamente. Gritó, pero no se quejó. La embestía con fuerza, agarrándola de las caderas; gemía como hacía tiempo que no lo hacía. Le agarré del pelo, le hablé sucio al oído, le dije que era mi puta y me iba a correr dentro. No puso resistencia; al contrario, me rogaba más. Al terminar, me dijo con una sonrisa en los labios, con las piernas temblando y mi semen aún resbaladole por su muslo:

—Voy a tener que pedirles a tus primas que te abracen más veces así…

Ese comentario me arrancó una carcajada, pero me dejó pensativo. Esa noche, creo que despertó algo en mí que no sabía que existía.

si os gusta continuo con la hisotiria.
 
¡Hola a todos!

Soy nuevo en el foro, bueno, más bien en todos los foros. Este es el primero al que me agrego. Me presento: me llamo Darko, un juego de letras de mis nombres. Me describo como un chico normal, delgado y de estatura media. Diría que soy tirando a guapo, pero sin destacar, y bueno, no me han faltado amantes. Aunque de adolescente, he de confesar, que espiaba a mi vecina cuando se duchaba. Me pillaron muchas veces, lo que me valió la fama de “salido” o “depravado” y otros apodos no muy agradables. ¿Pero sabéis qué? Me la sudaba; estaba muy buena y las pajas que me hacía a su costa eran legendarias. He visto por aquí la temática del incesto en uno de los hilos, y tras leer varios relatos, quiero contaros mi experiencia en el tema.

De crío tenía bastante relación con mis primos. Me quedaba a comer en sus casas o venían a la mía. Nos íbamos a la playa a echar el día; como otras familias, debo deciros que cuando nos juntamos, aquello parece una boda. Somos cerca de 50 primos. Mi padre es el pequeño de ocho hermanos y algunos de mis tíos han tenido seis hijos. Mi padre es el “raro” en mi familia: solo estamos mi hermana, a quien alguna vez también espié en la ducha, y yo. Por cosas de la vida que no entiendes, porque eres un niño, dejé de tener contacto con la mayoría de ellos. Tras la pandemia retomamos las relaciones, ¡y todo gracias al grupo de WhatsApp que creé con otros dos primos! Empezamos a realizar quedadas dos veces al año: una en verano y otra en Navidades.

Actualmente tengo 44 años pero, mi historia ocurrió en 2023, durante una mala racha en mi matrimonio que casi acaba con él. El novio de mi prima Mercedes, le organizó una fiesta sorpresa por su cincuenta cumpleaños. Después de la tarta, cuando los cubatas calentaban el ambiente, le contaba mis penas a la cumpleañera y a su hermana Eli, en un rincón apartado.

Les contaba lo mal que me sentía y lo solo que estaba incluso compartiendo techo con alguien. Las dos me escuchaban atentas. De pronto, Mercedes me abrazó y Eli la imitó por el otro lado. Me susurraron al oído que todo iba a salir bien; sentía sus labios en mi cuello, suaves, juguetones, como si intentaran borrar mis penas a base de besos. Sin pensarlo, deslicé mis manos por sus espaldas, hasta que acariciaba sus culos de forma discreta pero evidente. Ellas no se apartaron; ni protestaron, al contrario, sus besos se hicieron más lentos, provocadores y atrevidos, como si disfrutaran al ponerme a mil.

Cuando lleguemos a casa y apenas cerré la puerta, me lancé sobre mi esposa. No hablé, no titubeé, no aceptaba un no por respuesta; casi la forcé. Con el deseo bruto y animal que despertaron mis primas. No fue el típico polvo apagado y automático al que estábamos condenados desde meses. Me la follé como nunca antes: con hambre, con fuerza, con una intensidad que nos hizo olvidar todas las peleas, por lo menos esa noche. La agarré fuerte y la tiré contra la mesa del salón. Le subí el vestido y le aparté las bragas. Le escupí en el coño y se la metí directamente. Gritó, pero no se quejó. La embestía con fuerza, agarrándola de las caderas; gemía como hacía tiempo que no lo hacía. Le agarré del pelo, le hablé sucio al oído, le dije que era mi puta y me iba a correr dentro. No puso resistencia; al contrario, me rogaba más. Al terminar, me dijo con una sonrisa en los labios, con las piernas temblando y mi semen aún resbaladole por su muslo:

—Voy a tener que pedirles a tus primas que te abracen más veces así…

Ese comentario me arrancó una carcajada, pero me dejó pensativo. Esa noche, creo que despertó algo en mí que no sabía que existía.

si os gusta continuo con la hisotiria.
Sisi sigue porfavor
 
Buenas historia compañero, sigue q estamos deseando saber más 👋🏻👋🏻👋🏻
 
Hola de nuevo, continuo con mi historia:

En esas mismas navidades, tuvimos la tradicional quedada de primos. Acudí sin mi mujer, ya que ella trabajaba y no pudo acompañarme. La reunión fue en un salón de celebraciones abarrotado de comidas de empresa. Mi prima Eli se sentó a mi lado, la cual es mayor que yo unos años, aunque no recuerdo exactamente cuántos nos separan. Desde el principio estuvo especialmente cariñosa, diría más de lo normal. El vino, seguramente, fue la razón. Me abrazaba con frecuencia y cada vez que lo hacía, sentía sus tetas, maravillosas, grandes y firmes, negándose a caer por la edad, se aplastaban contra mí. Yo resoplaba cada vez que notaba sus melones sobre mi brazo, como si los restregara a propósito.

Después del almuerzo, empezó la barra libre y el baile. El ambiente se volvió más distendido, bailando entre risas y buen rollo. Me acerqué al mostrador para pedir una copa, y se acercó una chica rubia de otra mesa, una de las comidas de empresa. Era una cincuentona que no estaba nada mal. Su mirada era segura y tenía una sonrisa pícara. Me habló directa desde el primer momento. Sin rodeos ni juegos innecesarios. Poseía esa mezcla de mujer madura y desinhibida que sabía exactamente lo que deseaba. No buscaba amor y no le importaba que estuviera casado. Quería follar. Me quedé medio pillado. Me entró la risa nerviosa, pero la polla me latía fuerte. Llevaba más de un mes sin meterla en caliente. Entre las peleas con mi esposa y el estrés del curro, me subía por las paredes.

Cuando Eli me vio hablando con esa chica, no le hizo ni puta gracia. Ella la conocía porque era una antigua compañera de trabajo o algo parecido. No me enteré muy bien y tampoco me importaba. Solo sabía que tenía la posibilidad de follar, después de tanta sequía y frustración, no quería desaprovecharla.

Al terminar la barra libre, algunos de nosotros decidimos continuar con la fiesta y nos fuimos a una disco. Mi prima se vino conmigo en el coche. Iba seria, intentando hacerme entrar en razón para que no me follara a la compañera, soltándome sermones de fidelidad y mierdas por el estilo. Yo solo asentía con la cabeza, pero pensaba en lo buena que estaba la cincuentona y en verla en la discoteca, como habíamos quedado antes de salir del salón. De camino al pub, íbamos abrazados como una pareja de enamorados. No sé en qué momento, comenzamos a hablar de sexo y ahí solté la típica broma de borracho que digo sin filtros:

—¡¡Prima, entre primos y hermanos, con más ganas le damos!!

Se partió el culo de risa, y me soltó: “¡Qué bruto eres!”. Me abrazaba con fuerza, restregándome las tetas como si nada. Ya en el local, y tras pedirnos una copa, empezamos a bailar. Ella se volvió el centro de las miradas de todos los hombres, por el vestido ceñido de punto neutro. El tejido se adhería a su silueta como una segunda piel, delineando y realzando su figura con elegancia, con una precisión que no dejaba lugar al azar. Sin embargo, caminaba con la seguridad de quien sabe que es observada y no temía serlo; al contrario, lo disfrutaba.

A mí no me gusta mucho el reguetón, pero esa noche y con las copas que había bebido, me dejé llevar por la música. Eli bailaba pegada a mí; como si no hubiera nadie más en el mundo. Yo observaba sus contoneos al ritmo de la música, con una sensualidad que me volvía loco. De pronto, se puso a perrear conmigo. Restregaba su culo firme, trabajado en el gimnasio y respingón, contra mi polla. Sus movimientos me pusieron el rabo duro como una piedra. Al notarlo, giró su cabeza y vi una sonrisa pícara dibujada en sus rojos y carnosos labios.

—¿Y ahora qué, primito? —me susurró al oído, mordiéndome el lóbulo—. ¿Te vas a portar bien… o vas a pórtate…?

Al apartarse, muestras bocas se rozaron. No fue un beso completo, pero lo suficiente como para cruzar esa línea que no tiene vuelta atrás. Nos apartamos a una esquina del local, lejos de los demás y no nos vieran. Ella seguía moviéndome el culo con intensidad, más atrevida, frotándose con frenesí contra mi polla, que estaba a punto de explotar. La agarré por la cintura y movía mis caderas, como si estuviéramos follando con la ropa puesta.

Y entonces me corrí como un chaval de instituto. El roce, la tensión y el tiempo sin sexo, me pasaron factura. Tuve que derramarme lo que quedaba de la copa para que la mancha blanca no se notara. Y ella volvió con los demás con una sonrisa, como si se sintiera orgullosa de lo sucedido.

Continuará...
 
Yo tuve una historia con una prima increíble. Le sobé todas las tetas dormimos juntos y solo hubo beso tristemente...
 
Hola de nuevo, continuo con mi historia:

En esas mismas navidades, tuvimos la tradicional quedada de primos. Acudí sin mi mujer, ya que ella trabajaba y no pudo acompañarme. La reunión fue en un salón de celebraciones abarrotado de comidas de empresa. Mi prima Eli se sentó a mi lado, la cual es mayor que yo unos años, aunque no recuerdo exactamente cuántos nos separan. Desde el principio estuvo especialmente cariñosa, diría más de lo normal. El vino, seguramente, fue la razón. Me abrazaba con frecuencia y cada vez que lo hacía, sentía sus tetas, maravillosas, grandes y firmes, negándose a caer por la edad, se aplastaban contra mí. Yo resoplaba cada vez que notaba sus melones sobre mi brazo, como si los restregara a propósito.

Después del almuerzo, empezó la barra libre y el baile. El ambiente se volvió más distendido, bailando entre risas y buen rollo. Me acerqué al mostrador para pedir una copa, y se acercó una chica rubia de otra mesa, una de las comidas de empresa. Era una cincuentona que no estaba nada mal. Su mirada era segura y tenía una sonrisa pícara. Me habló directa desde el primer momento. Sin rodeos ni juegos innecesarios. Poseía esa mezcla de mujer madura y desinhibida que sabía exactamente lo que deseaba. No buscaba amor y no le importaba que estuviera casado. Quería follar. Me quedé medio pillado. Me entró la risa nerviosa, pero la polla me latía fuerte. Llevaba más de un mes sin meterla en caliente. Entre las peleas con mi esposa y el estrés del curro, me subía por las paredes.

Cuando Eli me vio hablando con esa chica, no le hizo ni puta gracia. Ella la conocía porque era una antigua compañera de trabajo o algo parecido. No me enteré muy bien y tampoco me importaba. Solo sabía que tenía la posibilidad de follar, después de tanta sequía y frustración, no quería desaprovecharla.

Al terminar la barra libre, algunos de nosotros decidimos continuar con la fiesta y nos fuimos a una disco. Mi prima se vino conmigo en el coche. Iba seria, intentando hacerme entrar en razón para que no me follara a la compañera, soltándome sermones de fidelidad y mierdas por el estilo. Yo solo asentía con la cabeza, pero pensaba en lo buena que estaba la cincuentona y en verla en la discoteca, como habíamos quedado antes de salir del salón. De camino al pub, íbamos abrazados como una pareja de enamorados. No sé en qué momento, comenzamos a hablar de sexo y ahí solté la típica broma de borracho que digo sin filtros:

—¡¡Prima, entre primos y hermanos, con más ganas le damos!!

Se partió el culo de risa, y me soltó: “¡Qué bruto eres!”. Me abrazaba con fuerza, restregándome las tetas como si nada. Ya en el local, y tras pedirnos una copa, empezamos a bailar. Ella se volvió el centro de las miradas de todos los hombres, por el vestido ceñido de punto neutro. El tejido se adhería a su silueta como una segunda piel, delineando y realzando su figura con elegancia, con una precisión que no dejaba lugar al azar. Sin embargo, caminaba con la seguridad de quien sabe que es observada y no temía serlo; al contrario, lo disfrutaba.

A mí no me gusta mucho el reguetón, pero esa noche y con las copas que había bebido, me dejé llevar por la música. Eli bailaba pegada a mí; como si no hubiera nadie más en el mundo. Yo observaba sus contoneos al ritmo de la música, con una sensualidad que me volvía loco. De pronto, se puso a perrear conmigo. Restregaba su culo firme, trabajado en el gimnasio y respingón, contra mi polla. Sus movimientos me pusieron el rabo duro como una piedra. Al notarlo, giró su cabeza y vi una sonrisa pícara dibujada en sus rojos y carnosos labios.

—¿Y ahora qué, primito? —me susurró al oído, mordiéndome el lóbulo—. ¿Te vas a portar bien… o vas a pórtate…?

Al apartarse, muestras bocas se rozaron. No fue un beso completo, pero lo suficiente como para cruzar esa línea que no tiene vuelta atrás. Nos apartamos a una esquina del local, lejos de los demás y no nos vieran. Ella seguía moviéndome el culo con intensidad, más atrevida, frotándose con frenesí contra mi polla, que estaba a punto de explotar. La agarré por la cintura y movía mis caderas, como si estuviéramos follando con la ropa puesta.

Y entonces me corrí como un chaval de instituto. El roce, la tensión y el tiempo sin sexo, me pasaron factura. Tuve que derramarme lo que quedaba de la copa para que la mancha blanca no se notara. Y ella volvió con los demás con una sonrisa, como si se sintiera orgullosa de lo sucedido.

Continuará...
Continúa porfa...
 
A la prima se le arrima y a la hermana con mas gana !! 😉
 
Continuo con mi historia:

Di la noche por terminada y decidí irme a casa. Pero como vivo en otra ciudad, mis primos no me dejaron coger el coche, ya que había bebido mucho. Unos pocos me ofrecieron quedarme con ellos. Sin embargo, Eli fue la más insistente, ya que estaba sola, no tenía a los niños y su sofá era cómodo. Así que, después de hablar con la parienta y contarle que me quedaba por responsabilidad, accedí a quedarme.

En su casa continuamos bebiendo y veíamos la televisión. Estaban dando una de esas películas cargadas de sexo, rollo Cincuenta sombras de Grey. Las escenas eran subidas de tono, con gemidos y cuerpos sudando en la pantalla. Yo miraba de reojo a mi prima y en sus ojos pardos, pude apreciar cómo se encendía la lujuria en su mirada. Durante la película, no paraba de alabar los pechos de la protagonista. Hablaba de sexo como quien comenta un partido de fútbol. Ella se pegaba más a mí y nos ventilamos la botella; no había mucho: dos copas para cada uno.

Al terminar la película, Eli se levantó y me dijo que iba a la cama. Me invitó a dormir con ella, asegurándome que no se repetiría lo de la discoteca. Entré en el cuarto; ya estaba metida en el sobre. Al no tener pijama, me metí en calzoncillos. Al poco me pidió, con voz dulce:

—Tengo frío… ven, abrázame.

Sin pensarlo, me giré y la abracé por detrás, y al adoptar la postura de la cucharita, descubrí que se encontraba totalmente desnuda. Mi polla, que apenas se había calmado desde la discoteca, volvió a endurecerse al instante; nunca la tuve tan dura como esa noche. Ya no podía más, así que me saqué el rabo y se la metí despacito, completamente, no dejando ni un centímetro fuera; ella estaba empapada y, al sentirme dentro, soltó un leve suspiro y se mordió el labio. Me quedé quieto un momento, disfrutando el calor y la presión de su coño y luego, comencé a moverme de forma suave, marcando el ritmo. Establecí otra pausa y se la volví a meter con una embestida seca y profunda; gimió con fuerza y, al oírla, le di como si me fuera la vida en ello. La sensación era brutal: su coño caliente, apretado, tragándose cada milímetro. Ella me pedía más, más fuerte, más a dentro.

Mi dulce prima se transformó en una terrible bestia, sedienta de polla. Le sujetaba su melena de tonos dorados y castaños, mientras desaparecía mi miembro en su boca. No soy un hombre con un físico formidable. No obstante, he sido bendecido con una salchicha de veinte centímetros que muy pocas, o no han querido o no han podido tragársela entera. Me la mamaba con ganas, con ruido, mirándome con ojos de zorra que me volvían loco. La tuve que parar para no correrme en su boca. No os equivoquéis: solo quería continuar con ese maravilloso polvo.

Le acariciaba con delicadeza las curvas de su escultural cuerpo. Al acariciar la parte interna de sus muslos, ella cerró sus ojos y su respiración se entrecortaba. Me agarró la cabeza y la empujó contra su clítoris; me coloqué sus piernas por encima de mis hombros y se lo comí con energía. Mientras le hacía un dedo, pero en realidad eran tres los que le metí, le pellizcaba los pezones. Me tomé mi tiempo, porque era el mejor coño que me he comido. Ella se retorcía del gozo y gemía como una perra, hasta provocarle un gran orgasmo tragándome todos sus fluidos.

Luego, cachonda perdida, se montó encima de mí y me cabalgó con energía como una amazona desbocada; yo le mordisqueaba los pezones y lamía las aureolas. Sin avisarla, la levanté y bajé con fuerza, haciendo que ella lanzara un gran grito; no despertó a los vecinos de milagro. La tumbé en la cama y le di con mucha intensidad; con cada embestida sus tetas botaban con un movimiento hipnótico que me ponía aún más cachondo. La puse a cuatro patas, le di una palmada en el culo con tanta potencia que se salió y, con el ciego, se la volvía a introducir. Notaba algo raro, estaba más apretado que antes, aunque entraba entera sin mucha resistencia. Hasta que no me dijo que le destrozara el culo, no supe dónde se la había colado.

Lo hicimos toda la noche; disfruté de todos sus agujeros. Me corrí a chorros y ella se bebió mi leche, aunque tampoco tuve problema en correrme en su cara, en su coño, en su culo. Se convirtió en mi puta particular y eso le excitaba mucho. Follamos tantas veces que ya los últimos polvos apenas soltaba esperma; fue la mejor experiencia de mi vida. Acabamos exhaustos y dormimos como bebés.

Por la mañana, más bien mediodía, nos despertó la llamada de mi mujer para saber cuándo volvería a casa, sin imaginar que mientras hablaba por teléfono, mi prima me la estaba comiendo como una loca. Me costó disimular lo que ocurría con la increíble mamada que recibía. Pensaba que era el alcohol lo que nos llevó a dar el paso prohibido. Nada parecido; aun así, estuvimos un par de horas follando, hasta la inevitable despedida.

Por desgracia, tal como salí de su casa, ya no volvimos a tener sexo. Ni siquiera hemos quedado a tomar algo solos; siempre han estado presentes mi esposa u otros primos. No hablamos de lo que sucedió. En otras palabras, me estuvo evitando. Por lo menos hasta la boda de su hermana.

Continurá
 
Continuo con mi historia:

Di la noche por terminada y decidí irme a casa. Pero como vivo en otra ciudad, mis primos no me dejaron coger el coche, ya que había bebido mucho. Unos pocos me ofrecieron quedarme con ellos. Sin embargo, Eli fue la más insistente, ya que estaba sola, no tenía a los niños y su sofá era cómodo. Así que, después de hablar con la parienta y contarle que me quedaba por responsabilidad, accedí a quedarme.

En su casa continuamos bebiendo y veíamos la televisión. Estaban dando una de esas películas cargadas de sexo, rollo Cincuenta sombras de Grey. Las escenas eran subidas de tono, con gemidos y cuerpos sudando en la pantalla. Yo miraba de reojo a mi prima y en sus ojos pardos, pude apreciar cómo se encendía la lujuria en su mirada. Durante la película, no paraba de alabar los pechos de la protagonista. Hablaba de sexo como quien comenta un partido de fútbol. Ella se pegaba más a mí y nos ventilamos la botella; no había mucho: dos copas para cada uno.

Al terminar la película, Eli se levantó y me dijo que iba a la cama. Me invitó a dormir con ella, asegurándome que no se repetiría lo de la discoteca. Entré en el cuarto; ya estaba metida en el sobre. Al no tener pijama, me metí en calzoncillos. Al poco me pidió, con voz dulce:

—Tengo frío… ven, abrázame.

Sin pensarlo, me giré y la abracé por detrás, y al adoptar la postura de la cucharita, descubrí que se encontraba totalmente desnuda. Mi polla, que apenas se había calmado desde la discoteca, volvió a endurecerse al instante; nunca la tuve tan dura como esa noche. Ya no podía más, así que me saqué el rabo y se la metí despacito, completamente, no dejando ni un centímetro fuera; ella estaba empapada y, al sentirme dentro, soltó un leve suspiro y se mordió el labio. Me quedé quieto un momento, disfrutando el calor y la presión de su coño y luego, comencé a moverme de forma suave, marcando el ritmo. Establecí otra pausa y se la volví a meter con una embestida seca y profunda; gimió con fuerza y, al oírla, le di como si me fuera la vida en ello. La sensación era brutal: su coño caliente, apretado, tragándose cada milímetro. Ella me pedía más, más fuerte, más a dentro.

Mi dulce prima se transformó en una terrible bestia, sedienta de polla. Le sujetaba su melena de tonos dorados y castaños, mientras desaparecía mi miembro en su boca. No soy un hombre con un físico formidable. No obstante, he sido bendecido con una salchicha de veinte centímetros que muy pocas, o no han querido o no han podido tragársela entera. Me la mamaba con ganas, con ruido, mirándome con ojos de zorra que me volvían loco. La tuve que parar para no correrme en su boca. No os equivoquéis: solo quería continuar con ese maravilloso polvo.

Le acariciaba con delicadeza las curvas de su escultural cuerpo. Al acariciar la parte interna de sus muslos, ella cerró sus ojos y su respiración se entrecortaba. Me agarró la cabeza y la empujó contra su clítoris; me coloqué sus piernas por encima de mis hombros y se lo comí con energía. Mientras le hacía un dedo, pero en realidad eran tres los que le metí, le pellizcaba los pezones. Me tomé mi tiempo, porque era el mejor coño que me he comido. Ella se retorcía del gozo y gemía como una perra, hasta provocarle un gran orgasmo tragándome todos sus fluidos.

Luego, cachonda perdida, se montó encima de mí y me cabalgó con energía como una amazona desbocada; yo le mordisqueaba los pezones y lamía las aureolas. Sin avisarla, la levanté y bajé con fuerza, haciendo que ella lanzara un gran grito; no despertó a los vecinos de milagro. La tumbé en la cama y le di con mucha intensidad; con cada embestida sus tetas botaban con un movimiento hipnótico que me ponía aún más cachondo. La puse a cuatro patas, le di una palmada en el culo con tanta potencia que se salió y, con el ciego, se la volvía a introducir. Notaba algo raro, estaba más apretado que antes, aunque entraba entera sin mucha resistencia. Hasta que no me dijo que le destrozara el culo, no supe dónde se la había colado.

Lo hicimos toda la noche; disfruté de todos sus agujeros. Me corrí a chorros y ella se bebió mi leche, aunque tampoco tuve problema en correrme en su cara, en su coño, en su culo. Se convirtió en mi puta particular y eso le excitaba mucho. Follamos tantas veces que ya los últimos polvos apenas soltaba esperma; fue la mejor experiencia de mi vida. Acabamos exhaustos y dormimos como bebés.

Por la mañana, más bien mediodía, nos despertó la llamada de mi mujer para saber cuándo volvería a casa, sin imaginar que mientras hablaba por teléfono, mi prima me la estaba comiendo como una loca. Me costó disimular lo que ocurría con la increíble mamada que recibía. Pensaba que era el alcohol lo que nos llevó a dar el paso prohibido. Nada parecido; aun así, estuvimos un par de horas follando, hasta la inevitable despedida.

Por desgracia, tal como salí de su casa, ya no volvimos a tener sexo. Ni siquiera hemos quedado a tomar algo solos; siempre han estado presentes mi esposa u otros primos. No hablamos de lo que sucedió. En otras palabras, me estuvo evitando. Por lo menos hasta la boda de su hermana.

Continurá
Te hiciste de rogar pero mereció la pena!!!! 🤗🤗
 
Continuo con mi historia:

Di la noche por terminada y decidí irme a casa. Pero como vivo en otra ciudad, mis primos no me dejaron coger el coche, ya que había bebido mucho. Unos pocos me ofrecieron quedarme con ellos. Sin embargo, Eli fue la más insistente, ya que estaba sola, no tenía a los niños y su sofá era cómodo. Así que, después de hablar con la parienta y contarle que me quedaba por responsabilidad, accedí a quedarme.

En su casa continuamos bebiendo y veíamos la televisión. Estaban dando una de esas películas cargadas de sexo, rollo Cincuenta sombras de Grey. Las escenas eran subidas de tono, con gemidos y cuerpos sudando en la pantalla. Yo miraba de reojo a mi prima y en sus ojos pardos, pude apreciar cómo se encendía la lujuria en su mirada. Durante la película, no paraba de alabar los pechos de la protagonista. Hablaba de sexo como quien comenta un partido de fútbol. Ella se pegaba más a mí y nos ventilamos la botella; no había mucho: dos copas para cada uno.

Al terminar la película, Eli se levantó y me dijo que iba a la cama. Me invitó a dormir con ella, asegurándome que no se repetiría lo de la discoteca. Entré en el cuarto; ya estaba metida en el sobre. Al no tener pijama, me metí en calzoncillos. Al poco me pidió, con voz dulce:

—Tengo frío… ven, abrázame.

Sin pensarlo, me giré y la abracé por detrás, y al adoptar la postura de la cucharita, descubrí que se encontraba totalmente desnuda. Mi polla, que apenas se había calmado desde la discoteca, volvió a endurecerse al instante; nunca la tuve tan dura como esa noche. Ya no podía más, así que me saqué el rabo y se la metí despacito, completamente, no dejando ni un centímetro fuera; ella estaba empapada y, al sentirme dentro, soltó un leve suspiro y se mordió el labio. Me quedé quieto un momento, disfrutando el calor y la presión de su coño y luego, comencé a moverme de forma suave, marcando el ritmo. Establecí otra pausa y se la volví a meter con una embestida seca y profunda; gimió con fuerza y, al oírla, le di como si me fuera la vida en ello. La sensación era brutal: su coño caliente, apretado, tragándose cada milímetro. Ella me pedía más, más fuerte, más a dentro.

Mi dulce prima se transformó en una terrible bestia, sedienta de polla. Le sujetaba su melena de tonos dorados y castaños, mientras desaparecía mi miembro en su boca. No soy un hombre con un físico formidable. No obstante, he sido bendecido con una salchicha de veinte centímetros que muy pocas, o no han querido o no han podido tragársela entera. Me la mamaba con ganas, con ruido, mirándome con ojos de zorra que me volvían loco. La tuve que parar para no correrme en su boca. No os equivoquéis: solo quería continuar con ese maravilloso polvo.

Le acariciaba con delicadeza las curvas de su escultural cuerpo. Al acariciar la parte interna de sus muslos, ella cerró sus ojos y su respiración se entrecortaba. Me agarró la cabeza y la empujó contra su clítoris; me coloqué sus piernas por encima de mis hombros y se lo comí con energía. Mientras le hacía un dedo, pero en realidad eran tres los que le metí, le pellizcaba los pezones. Me tomé mi tiempo, porque era el mejor coño que me he comido. Ella se retorcía del gozo y gemía como una perra, hasta provocarle un gran orgasmo tragándome todos sus fluidos.

Luego, cachonda perdida, se montó encima de mí y me cabalgó con energía como una amazona desbocada; yo le mordisqueaba los pezones y lamía las aureolas. Sin avisarla, la levanté y bajé con fuerza, haciendo que ella lanzara un gran grito; no despertó a los vecinos de milagro. La tumbé en la cama y le di con mucha intensidad; con cada embestida sus tetas botaban con un movimiento hipnótico que me ponía aún más cachondo. La puse a cuatro patas, le di una palmada en el culo con tanta potencia que se salió y, con el ciego, se la volvía a introducir. Notaba algo raro, estaba más apretado que antes, aunque entraba entera sin mucha resistencia. Hasta que no me dijo que le destrozara el culo, no supe dónde se la había colado.

Lo hicimos toda la noche; disfruté de todos sus agujeros. Me corrí a chorros y ella se bebió mi leche, aunque tampoco tuve problema en correrme en su cara, en su coño, en su culo. Se convirtió en mi puta particular y eso le excitaba mucho. Follamos tantas veces que ya los últimos polvos apenas soltaba esperma; fue la mejor experiencia de mi vida. Acabamos exhaustos y dormimos como bebés.

Por la mañana, más bien mediodía, nos despertó la llamada de mi mujer para saber cuándo volvería a casa, sin imaginar que mientras hablaba por teléfono, mi prima me la estaba comiendo como una loca. Me costó disimular lo que ocurría con la increíble mamada que recibía. Pensaba que era el alcohol lo que nos llevó a dar el paso prohibido. Nada parecido; aun así, estuvimos un par de horas follando, hasta la inevitable despedida.

Por desgracia, tal como salí de su casa, ya no volvimos a tener sexo. Ni siquiera hemos quedado a tomar algo solos; siempre han estado presentes mi esposa u otros primos. No hablamos de lo que sucedió. En otras palabras, me estuvo evitando. Por lo menos hasta la boda de su hermana.

Continurá
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