TERCERA PARTE
Cuando salimos los cuatro del jacuzzi nos metimos en la primera habitación que encontramos libre; sin embargo nos dimos cuenta de que era la dedicada a cuarto oscuro, con una colchoneta central enorme y sin puerta, con lo que seguimos buscando ya que el modo “orgía-follamos-todos-con-todos-sin-saber-con-quién” no era lo que necesitábamos. Un poco más allá sí que había una vacía, así que nos metimos y cerramos la puerta.
La experiencia de nuestros compañeros se demostró rápidamente en el hecho de que ellos sacaron los condones que nos habían dado a la entrada, algo de lo que nosotros dos ni nos acordábamos (que son muchos años follando a pelo ya). Tenía dos, así que todo quedó solucionado. Pusimos las toallas en la colchoneta y nos volvimos a quedar desnudos los cuatro con la mayor naturalidad. En aquel momento no nos dábamos cuenta, pero el alcohol que habíamos tomado hizo que perdiéramos la consciencia de algunas cosas, pero al mismo tiempo también facilitó que todo fluyera sin complicaciones. Tengo que reconocer que hay algunos momentos que ya no recuerdo bien qué pasó y quién chupó a quién, aunque lo principal sigue estando en mi memoria.
En un primer momento la otra chica se tumbó en su toalla, mientras su marido de pie se la metió en la boca y ella empezó a chupársela con ansia. Quizás fue el alcohol que he mencionado, quizás el morbo de la situación, pero en aquel momento deseé que mi mujer se pusiera a comérsela también, una mamada a dos bocas tan de peli porno. La cogí por la cintura y la acerqué a ellos, incluso le empujé un poco la cabeza, pero ella no parecía estar por la labor en aquel momento, quedándose a cuatro patas frente a ellos.
La otra pareja se dio cuenta y él se colocó detrás de mi mujer y le giró la cara para besarla. Mientras, la otra chica se puso a chuparle un pezón mientras que le vi ensalivarse los dedos para a continuación empezar a masturbar despacio a mi mujer. Fue uno de los pocos momentos en que hice de espectador y no pude evitar pensar que ella debía estar en la gloria (ya he comentado que me encanta el sexo entre mujeres)
Esta situación no duró mucho, porque enseguida ella dejó a mi mujer, se acercó a mí y yo le cogí la cabeza con las manos para besarnos de pie, mientras que perdí completamente de vista lo que estaban haciendo mi pareja con el chico. Como dije en la descripción tenía un culo maravilloso, duro y redondeado y fue una sensación atraerlo hacia mí y poderle pasar mi mano entre sus nalgas, jugueteando un poco entre su coñito y su culo. También aproveché a comerle las tetas, que era lo que me faltaba, haciendo que se le escapara algún gemido mientras le rodeaba un pezón con la lengua y la apretaba contra mi cuerpo.
En aquel momento yo ya solo pensaba en follarla, así que la puse en el tatami a cuatro mientras yo acerqué mi cara a sus muslos, separándolos para poder chuparle desde el clítoris hasta el interior de su rajita. En esta postura no pude evitar comerle el culo un poco también, aunque no sabía cómo se lo tomaría porque es algo que no siempre está en el menú, pero se dejó hacer sin problemas y yo disfruté de todo ello.
Al poco ella decidió que ahora era mi turno, así que cambiamos de posición y fui yo el que se puso bocarriba y ella encima. Sin más preámbulos se metió mi polla en la boca y se puso chupármela con un deseo que pocas veces había experimentado. También me comió los huevos con mucha delicadeza y es verdad que en aquel momento sí llegué a cuestionar lo que estaría pensando su marido si la estaba viendo, pero no me dio para mucho más que un pensamiento fugaz, porque ni siquiera giré la cara para ver en qué estaba mi mujer y él.
No sabía cuánto iba a aguantar sin correrme si ella seguía así, así que me incorporé, nos besamos y le pedí el condón que tenía ella. En ese momento de parón en el que me lo estaba poniendo, pude ver que mi mujer estaba a cuatro y él se la estaba follando duro, oyendo un `plas, plas` continuo cada vez que golpeaba sus nalgas. La primera idea que me vino fue que a ella no le va el ritmo fuerte, porque para llegar al orgasmo se estimula principalmente con la mano, pero pensé que esa no era mi batalla en aquel momento.
Cuando me coloqué el condón, ella se puso a cabalgarme encime y entendí que a ella sí que le iba el ritmo duro, porque empezó a moverse encima de mí con toda la intensidad posible mientras yo le agarraba con fuerza sus pequeñas tetas. Después de estar así un rato, ella paró de repente con una sonrisa y me dijo “Tengo que ir a por el satisfyer, si no no voy a correrme”. Yo lo entendí perfectamente y ella le preguntó a su marido por las llaves de la taquilla mientras rebuscaba entre las toallas.
Hay que decir que en el local se oían toda clase de ruidos, tanto de la música de la zona del bar como las conversaciones y los gemidos (en ocasiones, gritos) de las parejas de las habitaciones de al lado. Esto hacía que para hablar tuvieras que acercarte hasta casi el oído de la otra persona, aunque también permitía espacio para las confidencias en medio del sexo. Hubo un momento en que ella me susurró en pleno polvo “No te imaginaba así” y yo no supe cómo interpretarlo la verdad, aunque como nadie me va a llevar la contraria, prefiero pensar que fue algo positivo
Por todo ello, y aprovechando en el momento en que los cuatro habíamos dejado de follar y ella salía para el vestuario, le dije al otro chico discretamente “le gusta bocabajo con las piernas juntas”. Supongo que lo que yo quería es que mi mujer disfrutara al máximo (lo que tiene el amor…), porque le cuesta a veces llegar a correrse en otras posturas. Él asintió agradecido y así colocó a mi mujer, mientras él se puso detrás y empezó a penetrarla esta vez con más calma.
Como yo estaba solo, pude ser perfectamente consciente de lo que estaban haciendo ellos, y de nuevo me vino el morbo de darle a mi mujer un momento especial, de esos que quizás se había imaginado pero que son muy complicados de llevar a la realidad. Quería que sintiera dos pollas para ella, dos hombres follándosela al mismo tiempo, así que me acerqué y le cogí la cabeza para que me la chupara mientras el otro se la estaba metiendo detrás de ella. Pude sentir que esta vez accedió sin problemas, y aunque la postura para mí era un poco incómoda al ser tan baja la cama, me encantó hacer que mi mujer tuviera su momento de zorra sin escrúpulos.
Seguimos así hasta que la puerta se abrió y volvió la chica con su juguete (no sé qué pensaría de la escena que se encontró), con todo preparado para culminar lo que habíamos empezado antes. Mi idea era la de volverme a poner el condón de antes, pero he tenido que llegar a los 40 para descubrir que es casi imposible volver a usar un condón ya desenrollado. Lo intenté un par de veces pero fue imposible, así que esta vez nos fuimos la chica y yo a los vestuarios a por el preservativo que nos habían dado a nosotros en la entrada y que habíamos olvidado hasta ese momento.
Esta fue la única vez en toda la noche que estuvimos separados cada uno con la pareja del otro, y tengo que reconocer que también tuvo su morbo el pequeño viaje que hicimos los dos a las taquillas. No pasó nada especial, apenas un beso después de haber encontrado el condón, pero la intimidad es el punto en el que gira todo esto y no quería que las cosas fueran distintas a como estaban siendo con los cuatro.
Volvimos al tatami y los encontramos en la misma postura, supongo que ambos buscando el orgasmo de mi mujer. Nosotros nos dedicamos a lo nuestro, pero para entonces yo ya había perdido la erección (que bastante había durado ya), con lo que ella se puso encima de mí y volvió a comérmela tan maravillosamente como antes. Tanto, que hubo un momento en el que le dije “para, que vas a hacer que me corra”, a lo que ella respondió con una sonrisa pícara.
Se puso a cuatro patas mientras yo me puse el condón y empecé a follármela en esta postura, pero al poco me susurró “más fuerte”, con lo que la agarré bien de las caderas y empecé a darle con un ritmo muy distinto del que estaba acostumbrado. Ahora estábamos centrados en buscar el orgasmo de ella, con lo que pude percatarme de que mi mujer ya había terminado y que estaban mirándonos. Yo podía oír cómo él le preguntaba “¿No te da celos?”, puesto que estaba viendo cómo su marido se estaba follando con fuerza a otra mujer a cuatro patas, pero ella respondió muy tranquila “Qué va, para nada”, con una voz alegre y relajada.
Escuchar esto también me dejó más tranquilo e hizo que me concentrara en lo mío, tratando de acoplarme a los ritmo de la mujer que estaba deseando correrse conmigo. En un momento dado, ella alargó la mano y puso en funcionamiento el Satisfyer mientras yo seguía dándole con intensidad. Seguimos así hasta que noté que se tensaba y empezó a gemir con fuerza, corriéndose en un orgasmo que duró más de lo que yo esperaba. No me fue demasiado difícil acompañarla, porque yo estaba deseando correrme desde hacía rato, con lo que me bastó con unas cuantas embestidas más para hacer que todo mi semen acabara dentro de ella.
Se la saqué, hice el nudo al condón y nos recostamos los cuatro en el colchón a recobrar el aliento, cada uno ya con su pareja de siempre. El ambiente entre todos era de relajación total, con la felicidad de haber compartido unos momentos intensos y sin ningún pensamiento extraño. Los cuatro desnudos, sin nada que ocultar y sabiendo que aquella experiencia había conseguido llevarnos más allá de lo que habíamos podido imaginar en un principio.