Oscuro secreto

Incognito1

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27 May 2025
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Hace poco fui protagonista de una historia que jamás pensé que me fuese a suceder. Soy asiduo del foro, pero para evitar que alguien me reconozca, o reconozca a los demas protagonistas del relato, he decidido hacerme un perfil aparte en el que contar todo lo que aún da vueltas en mi cabeza como si fuese una verdadera bomba. Voy a cambiar datos, lugares y nombres, para evitar lo lógico y normal. Pero voy a mantener todos los detalles descriptivos para intentar que todo el morbo que sentí, y aún siento, lo podáis tener vosotros. Solo espero que disfrutéis. Voy con ello...


Una tarde cualquiera.​
Intentaré poneros en contexto para que entendáis un poco la historia. Toda mi vida he tenido la clásica pandilla de instituto. Nos juntamos desde la época de la ESO y creamos un grupo mixto que compartía bastantes cosas. Conciertos, vacaciones, fiestas, celebraciones de fechas concretas como carnavales, cumpleaños, nocheviejas... El grupo de amigos que pensabas que te iban a acompañar al cajón. No fue así. Según fuimos profundizando en la veintena y saliendo de nuestros estudios para ir engordando el mercado laboral, las vidas de unos y otros empezaron a tomar distintos rumbos. Parejas que se habían creado dentro de esa atmósfera común de amistad no fueron ajenas a esos cambios y también se rompieron. El grupo tuvo su eje principal en una pareja de hermanos (chico y chica) que fueron la bisagra sobre la que dos grupos (uno de chicos y otro de chicas) empezaron a fusionarse en uno solo.

Como dije antes, el grupo se empezó a fragmentar con el paso de los años. Cada uno tiramos nuestro camino y fuimos desarrollando nuestras vidas sin tener en cuenta ese colectivo que nos había dado los mejores años de nuestras vidas. Alguno se fue a vivir en pareja, otros empezaron a hacer planes con otra gente, otros se marcharon enfadados con alguno de los miembros... Y ella, la hermana, a la que llamaremos Inma, se marchó unos años fuera.

Todo fue un poco extraño. Yo me enteré cuando ella ya llevaba unos meses en su nuevo destino: Estados Unidos. Vi un par de fotos en sus redes sociales y le pregunté lanzándole un privado. Me tomé sus explicaciones como evasivas. Aludía siempre a un cambio de aires y una faceta suya algo aventurera que durante todos los años que compartimos jamás salió. Igual no la conocía tan bien, o igual el motivo por el que puso tierra de por medio era tan fuerte que ni yo, que había tenido una confianza brutal con ella durante años, iba a saber.

El caso es que la conversación quedó ahí. Compartimos una charla amena, pero no profundizamos poco más allá. Las preguntas eran banales, para ponernos al día de nuestras vidas de manera breve, pero más con intención de resultar simpáticos que realmente de querer saber lo que había. Al menos por lo que noté por su parte.

Estuvo fuera casi dos años. Durante ese tiempo solía subir de vez en cuando alguna publicación o historia breve a sus redes, que daban cuenta de que allí ya iba teniendo una vida. Etiquetaba a otros españoles que imaginaba había conocido allí y también a amistades americanas. Se la veía feliz.

Hace unos meses supe que había vuelto. No recuerdo bien de qué forma, si a través de una historia, porque me encontré a su madre y le habló de mi, pero el caso es que quedamos para vernos y tomar un café. Estaba cambiada. Su cara era más madura, había perdido ese rollo dulce que tenía en la mirada y que le daba un atractivo especial, y además estaba más delgada, pero me seguía atrayendo brutalmente.

Inma era bajita. No llegaba a medir ni siquiera el 1.60. Anchita de caderas y con un cuerpo algo gordito pero morboso. No estaba gorda, no la sobraba un kilo, pero estaba lejos de ser un palo. Pelazo extraordinariamente largo y ojos marrones redondos que al mirarte te daban la sensación de una chica que se comía el mundo. Era de esas chicas a las que la palabra morbo se le queda corta. Más que atractiva, más que guapa, era morbosa. Tanto que durante años estuve dedicándole pajas y pajas. Con sus fotos de redes, con fotos que guardábamos de escapadas con amigos y hasta con recuerdos. Incluso encontré a una actriz porno que era casi una copia de ella.

Aquella tarde, sentados en una terraza de un bar, mientras compartíamos charla y unos cafés, todas mis fantasías se empezaron a disparar. Días más tarde descubrí que me había quedado corto...

(Es un relato real que aún dudo si contar. Si veo que este adelanto os ha gustado y queréis más, seguiré. La historia desde luego es digna de película.)
 
Te animo a que continúes… parece que relatas bien y has sabido engancharnos..
 
Me intriga el motivo de su marcha a Estados Unidos... Será ése el " oscuro secreto"?
🤔
Relato interesante, espero con interés la continuación.
 
¿Que ha pasado?​

Aquella tarde quedamos en vernos. La recogí cerca de dónde ahora vivía. Cuando volvió de Estados Unidos, y después de un tiempo viviendo sola, lo que menos le apetecía era regresar al hogar familiar. Encontró un piso compartido en la otra punta de la ciudad y se estableció. Me comentó que la quedaban algunos ahorros y que, mientras buscaba trabajo, iba a tirar de ellos. Me impresionó el colchón de dinero que tenía, puesto que el tope de tiempo que se había planteado para volverse a casa si no salía algún trabajo era alto. Aunque también sus hábitos habían cambiado. Salía menos y sus hobbies eran bastante más light y baratos. Comprobé como había dejado de fumar y también tomaba menos alcohol. Si acaso, de forma esporádica, alguna copa. Atrás quedaron las cervezas en las terrazas en época veraniega. Montó en mi coche con un pantalón vaquero ceñido, como queriendo decirme que su tremendo culo seguía ahí. Arriba llevaba un jersey ancho que ocultaba sus formas corporales. Calzaba converse blancas. Nos dimos dos besos. Sonrió. Parecía que el tiempo no había pasado. Solo lo parecía.

Durante el trayecto, de un par de minutos, estuvimos hablando un poco por encima de todo. Me puso al día, aunque muy por encima, de su estancia en Estados Unidos y de su posterior llegada. Aparcamos y nos sentamos en la terraza. No paraba de mirarla. Era como si no hubiese pasado el tiempo, como si tuviese la misma cara, pero como si no fuese la misma persona de la cual me despedí unos años antes. Jamás había sentido una sensación así con una persona. Era como si no la conociese y a la vez su cara me resultase familiar.

Hablamos. Hablamos mucho. Me explicó el final de su relación con otro chico del grupo. Como al final se dio cuenta de que el único vínculo que mantenían era el del cariño a tantos y tantos años de vivencias. Solo les quedaba eso, el recuerdo. Y entre tanto los meses seguían pasando, mientras se esforzaban por mantener unos planes de un futuro que ya no les pertenecía. Me resultó triste. Me jodió no haberme dado cuenta y haberle echado una mano a tiempo. No iba a meterme en una relación, claro, pero si a tenderle una mano y sentarme a escucharle. O incluso aconsejarle. Me sentí mal por no haber estado ahí cuando ella, que tan bien se había portado otras veces, me necesitaba.

Pero no fue por eso por lo que un día cogió sus cosas y cruzó el charco. Me di cuenta enseguida. Me habló de problemas en casa. De la relación de sus padres, que llevaba años haciendo aguas. Yo lo recordaba. Recordaba cómo algunos del grupo empezamos a chismosear sobre el tema. Sobre ciertas situaciones que parecían muy raras. Al final llevamos razón. Se mantuvieron con cierta cordialidad durante casi una década, pero los últimos dos años antes de que Inma cogiese la maleta fueron bastante duros. Su hermano, más pasota, lo llevó mejor. Pero ella, que siempre había tenido una inteligencia emocional superior a la mayoría, pasó un bache que necesito de tierra de por medio para poder sanar.

Cerró el capítulo con una sonrisa cuando estaba a punto de caer una lágrima de su ojo derecho.

-Bueno, que no he venido a hablar de eso.- volvió a sonreír.- Estados Unidos es alucinante. Vivi en Seattle, pero de vez en cuando nos movíamos por el país. He estado en bastantes sitios.

-Yo tengo pendiente ir allí. Al menos antes de morir... - sonreí. Y me sentí gratificado al ver qué ella me respondía con el mismo gesto. - ¿Pero de qué currabas? ¿Au pair?

Ella se tomó unos segundos para responder.

-Fui de Au pair. Pero al tiempo, la familia que me acogió decidió prescindir de mí. Yo prácticamente vivía al día. No tenía apenas ahorros porque todo lo que ganaba me lo gastaba en comer o viajar cuando tenía libre y salíamos. Fue una época jodida. Me vi absolutamente sin dinero y teniendo que buscar rápidamente un sitio en el que vivir. La verdad es que lo pasé muy mal... Ahora estoy yendo a terapia para sobrellevar esa época.

(continuará)
 
Supervivencia

Me quedé petrificado. No sabía si profundizar en aquella historia o dejarlo pasar por alto. Cuando alguien me habla de que va a terapia tiendo a coger con pinzas el tema. Aunque ahora es cada vez menos tabú reconocer que se necesita ayuda de un profesional y cada vez se habla más, todavía me saltan las alarmas que me piden cuidado a la hora de tocar ese tema. No tuve que elegir, porque ya fue ella la que siguió la conversación.

-La familia fue buena conmigo, me dio un tiempo para que encontrase algo. Tanto para vivir como para poder pagarlo. Encontré trabajo a los pocos días en un edificio de apartamentos para estudiantes. Hacía labores parecidas a las de un conserje. Me encargaba de dar llaves, gestionar alguna llamada y limpiar los apartamentos. Bueno, apartamentos... Eran prácticamente habitaciones con cocina incorporada. Una mierda jajaja. Pero pagaban medianamente bien y además me daban la habitación. No estaba mal.

Me quedé sorprendido, aunque no dije nada. Escuchaba atentamente como Inma iba desgranando su historia mientras no podía dejar de imaginarmela limpiando como si fuese una chacha. Y no me lo toméis a mal, no es en plan despectivo. Pero es que Inma jamás me había dado esa impresión. Me la imaginaba más gestionando el protocolo de algún evento o explicando a un grupo de turistas algún monumento (había estudiado arte.) Sin embargo ahí estaba, limpiando.

Siguió desgranando sus historietas. Cómo se escabullía a veces por el edificio para evitar que la mandasen más trabajos si la veían parada, como se las arreglaba para conseguir cupones descuento y poder ahorrar en la cesta de la compra... Demostraba una madurez y un sentido de la supervivencia apabullante. Cómo si en esos casi dos años hubiese vivido lo que otros no viviremos en treinta. O incluso jamás.

-Algun día nos tendremos que sentar en condiciones, con grabadora y eso, y haré un libro sobre ti y tú viaje.

Sonrió. Aunque esta vez de manera algo menos real, como forzada. Cómo si algo dentro de ella luchase por salir o no salir.

-Bueno, la historia da para libro. Pero no todo es bonito.

-Ya, bueno, la parte en la que quitas esa mancha marrón extraña de la moqueta no la contaremos.

Volvió a reír. Esta vez más creíble.

-Bueno, eso es lo más normal...

Dejo la frase en el aire.

-¿Y cuál es lo menos normal?

Hice un gesto como si empezase a apuntar en una libreta imaginaria. Seguía sonriendo.

-Bueno... Lo del edificio ese duró un tiempo. Después encontraron a alguien que lo hacía más barato... This is América. A mí me dejaron seguir en el apartamento, pero ahora tenía que pagarlo. El dueño del edificio, un mejicano, me hizo un precio especial, pero aún así seguía siendo algo caro. Me llamaba españolita y pude torearle un poco con los plazos de pago.

Cogió aire.

-Estuve un tiempo en el que no salía nada. Tuve la suerte de que ya había aprendido la lección y en este caso sí había ahorrado. Así me permití un tiempecito de poder buscar sin agobios. Pero el dinero se acababa y el mejicano tocaba la puerta casi todos los días...
 
¿Esto es moral?
Su voz comenzó a sonar entrecortada. No sabía porque, pero empecé a intuirlo.

-Te noto triste hablando de este tema... Si quieres no tienes porque contármelo.

-No, tranquilo. No pasa nada. Solo que es algo que pasó y que jamás pensé que viviría. Estoy avanzando gracias a la terapia, créeme. Hace unas semanas no me hubieses visto sentada aquí contigo.
Empezaba a sonar verdaderamente dura. Real y dura.

-Bueno, yo no quiero forzar las cosas. Me ha gustado mucho verte, pero no hace falta que me cuentes más...

Ella me interrumpió.

-Hay veces que tienes que hacer cosas que no quieres hacer, solo por el mero hecho de poder seguir adelante y subsistir.

Se calló de repente. Su mirada se fue perdiendo y clavándose en el horizonte. Miraba profundamente a la nada.

-Me estás preocupando, Inma...

Movia la cuchara del café mientras hablaba, pero seguía sin mirarme a la cara.

-Aquel mejicano... Bueno, se encaprichó de mí. Me confesó que tenía una mezcla que me hacía atractiva.- puso una sonrisa sarcástica.- Era muy blanca de piel y rubia, como las de allí o las inglesas. Pero hablaba español y podía entenderme. Y... Pedirme.

La corté antes de que siguiese.

-Inma... Te... ¿Te metiste en la cama con aquel tipo?

Volvió a la sonrisa, pero está vez mirándome. Me recordó a las preguntas que los niños hacen a los adultos de manera inocente. Esas cosas que la gente que ha vivido más responde de manera sencilla ante la mirada atónita de aquellos a los que aún les queda mucho por recorrer.

-Carlos, no todo es meterse en una cama. Hay cosas más sencillas que igual... Se te quedan grabadas en la mente.

No hubo más recorrido en aquella conversación. Acabamos cambiando a otros temas más sencillos en los que pude arrancarle una sonrisa. Por momentos, volví a parecerse a la Inma que en su día conocí. Del café pasamos a un Nestea y horas después la estaba dejando en el mismo sitio donde la recogí. Nos dimos dos besos y noté el olor de su perfume calandose dentro de mi.

No deje de darle vueltas a la conversación durante días. Ni de imaginarme a Inma, arrodillada de manera completamente servicial delante de un mejicano, intentando que una mamada le alargase unos días el plazo para pagar. Por mi mente pasaban imágenes de aquella sensual boca de labios carnosos succionando con habilidad la polla de algún hombre maduro. Dándole placer. Ofreciendo sus servicios.

Y sí, me pajee. Volví a buscar todas las fotos que en su día me habían servido para ello y descargué bastantes veces imaginando que yo era testigo de la escena e intentando ficcionar como sería. Las conversaciones, los gestos, las miradas... Todo. Pero me sentía sucio. ¿Acaso aquello era moralmente bueno?
 
A mí también me parece una gran historia.
Se ve que ha tenido que ser duro eso pir lo que tú o que pasar con el cerdo Mexicano ese, pero espero que mi tocayo le ayude a seguir adelante y aproveche para declararle sus sentimientos, porque creo que es mutuo.
 
Otro más que ha leído el relato y le está gustando mucho. Es un placer leer relatos bien escritos y con una trama interesante. Aunque prefiero no hacer conjeturas sobre que senda tomará el argumento de la historia, no sea que acierte en algo y haga una especie de spoiler. Deseando leer la próxima entrega
 
Cambio de mentalidad

Pasé varios días con la maldita duda. Por un lado, Inma había vuelto a despertar un morbo en mi que parecía ya olvidado. Por el otro, me estaba masturbando imaginando situaciones que a mí amiga le habían costado visitas al psicólogo. El dilema que tenía en esos momentos era complicado. Aún así creía que ese tema ya había llegado a su punto más álgido. Que aquella tarde los planetas se habían alineado para que Inma contase todo aquello. Que nunca más se iba a hablar del tema. Ni ella lo iba a mencionar ni yo intentaría sacarlo. Me equivoqué.

Pasaron unos días, no sé exactamente cuántos, cuando mi móvil vibró y vi una notificación de WhatsApp. A Inma le apetecía volver a vernos y comer juntos. Yo no me lo creía, porque pensé que después de aquella tarde en la que me sugirió ciertos temas había entrado en un bucle de vergüenza que la impedía quedar con nadie. Charlamos un rato y quedamos en vernos ese fin de semana.

La volví a recoger con mi coche en el mismo sitio de la última vez. Parecía estar más suelta. Sonreia, hacía alguna pequeña broma... La confianza y la complicidad entre ambos estaba volviendo a florecer.

Elegí un restaurante de cocina moderna que había abierto hacia poco. Acerté. Cuando vimos la carta queríamos pedir de todo. Nos pusimos al día de lo que habíamos hecho cada uno en los últimos días y volvimos a reír recordando anécdotas pasadas. Pero llegó un momento en el que ella empezó a hablar de su estancia en Estados Unidos.

Yo seguía con mi predisposición a no sacar el tema, a pesar de que en mi mente el morbo se agolpaba intentando averiguar cada detalle de aquella historia. Fue ella la que volvió a esa etapa. Lo hizo, además, con los mismos gestos que la vez anterior: mirada perdida, sonrisa sarcástica, tono solemne...

-El otro día nos quedamos a medias con mi viaje.

Dijo. Y yo ya sabía por dónde iban a venir los tiros, así que intenté ser educado.

-Inma, no tienes porqué contarme nada. De verdad. Yo te escucho atentamente si lo necesitas, pero no hay porque remover.

-La verdad es que lo del mejicano no fue para tanto, si tenemos en cuenta todo lo que vino después. Quizá me preparó. Me hizo saltar al vacío y empezar a no pensar las cosas demasiado. - Continuo haciendo caso omiso a mí frase. Cómo si yo no hubiese dicho nada y tuviese el speech ya creado en su cabeza.

Me quedé callado y me límite a escuchar.

-Los trabajos no salían y ya estaba bastante harta de ponerme de rodillas delante de aquel tío. Y él también parecía haberse aburrido de la rutina, por mucho que yo le gustase. Necesitaba encontrar algo rápido. Me presenté a varias entrevistas que buscaban gente de limpieza, pero eran demasiadas horas y ni siquiera me llegaba para mantenerme. Me salía más a cuenta quedarme a dormir en el trabajo que estar pagando un piso que apenas iba a pisar.

Escuchaba atentamente a Inma, que seguía sin mirarme.

-Un día me pararon por la calle. Yo pensaba que iban a robarme y estaba super tensa. Eran dos chicos de color. Supongo que me vieron la cara de miedo y rápido se disculparon por haberme abordado así. Me comentaron, medio en español medio en inglés, que estaban buscando chicas para un club que había abierto un año antes en la zona.

Interrumpí.

-¿Cómo que un Club?- la miré sorprendido.

-No, no es tan heavy. - volvió a poner esa maldita sonrisa que me daba escalofríos al verla entre estos temas tan jodidos.- Era un rollo Bar Coyote.

- ¿Un Club de Striptease?- dije. Y mi tono de voz subió tanto que la mujer que estaba en la mesa de al lado junto con su familia se giró con cara de enfado.

-Si, pero no. Nunca me desnudé completamente.

La miré sorprendido. La Inma de la que me despedí hace años era súper pudorosa. Recuerdo una vez que estando en el jardín de un amigo bañándonos en su piscina, un hombre se asomó por encima del muro. Inma fue una de las que más nerviosa se puso. Solo porque aquel hombre la había visto en bikini y había invadido su privacidad. Y ahora estaba frente a mí, contándome su periplo por Estados Unidos, mientras restaba importancia a quedarse en tanga mientras bailaba delante de decenas de tíos que la decían burradas.

Rompí el silencio que se había creado.

-No me esperaba para nada esto...

-¿Por qué? - otra vez la maldita sonrisa. Esta vez mirandome.

-¿Solo baile?- devolví la pregunta para dar una respuesta más acertada.

-Bueno, lo típico, ¿No? Baile y algo de juego..

-¿Algo de juego?- inquirí.

- Sí, si te enseñaban un billete te tenías que acercar. Le bailabas cerca, le dejabas tocar un poco... Y dependiendo de la cantidad te quitabas una prenda y se la dabas o le permitias acercar su boca a.. algún sitio.

No estaba entendiendo nada. Ni las decisiones que tomó, ni la naturalidad con la que empezaba a contar esos temas, muy alejada de las casi lágrimas del primer día. Empecé a pensar que en aquel momento alguien nos estaba grabando. Que pronto entraría una maraña de cámaras y me dirían que era un inocente más y que en unos meses sería protagonista de un episodio del nuevo programa de moda para cualquier cadena de televisión. Pero no pasó. Todo aquello era real. Así que le di otro enfoque, que con el tiempo descubrí que era el verdadero. Inma había comentado con su terapeuta nuestro primer encuentro. Lo poco que me escandalice y la predisposición que tenía a escucharla. Ella le había propuesto que me contase su historia a modo de sanar. De no guardarse todo para si misma. Con el tiempo, y tras diversos encuentros, descubrí que aquello solo era la punta de un iceberg que bien valdría para guión cinematográfico.

Nos despedimos y volvimos a dar dos besos. Esta vez también la abracé, intentando que aquel gesto, sin palabras, hablase. Aquí me tienes para lo que necesites. Esperaba que lo entendiese.

Me alejé con el coche a la par que mi cabeza seguía dando vueltas al tema. ¿Habría muchos clubes de esos en Seattle? ¿Tendrían página web? El morbo de ver a mi amiga anunciada como si fuese un producto más aumentaba y marché a casa con una erección galopante en mis pantalones.
 

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