Incognito1
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Hace poco fui protagonista de una historia que jamás pensé que me fuese a suceder. Soy asiduo del foro, pero para evitar que alguien me reconozca, o reconozca a los demas protagonistas del relato, he decidido hacerme un perfil aparte en el que contar todo lo que aún da vueltas en mi cabeza como si fuese una verdadera bomba. Voy a cambiar datos, lugares y nombres, para evitar lo lógico y normal. Pero voy a mantener todos los detalles descriptivos para intentar que todo el morbo que sentí, y aún siento, lo podáis tener vosotros. Solo espero que disfrutéis. Voy con ello...
Como dije antes, el grupo se empezó a fragmentar con el paso de los años. Cada uno tiramos nuestro camino y fuimos desarrollando nuestras vidas sin tener en cuenta ese colectivo que nos había dado los mejores años de nuestras vidas. Alguno se fue a vivir en pareja, otros empezaron a hacer planes con otra gente, otros se marcharon enfadados con alguno de los miembros... Y ella, la hermana, a la que llamaremos Inma, se marchó unos años fuera.
Todo fue un poco extraño. Yo me enteré cuando ella ya llevaba unos meses en su nuevo destino: Estados Unidos. Vi un par de fotos en sus redes sociales y le pregunté lanzándole un privado. Me tomé sus explicaciones como evasivas. Aludía siempre a un cambio de aires y una faceta suya algo aventurera que durante todos los años que compartimos jamás salió. Igual no la conocía tan bien, o igual el motivo por el que puso tierra de por medio era tan fuerte que ni yo, que había tenido una confianza brutal con ella durante años, iba a saber.
El caso es que la conversación quedó ahí. Compartimos una charla amena, pero no profundizamos poco más allá. Las preguntas eran banales, para ponernos al día de nuestras vidas de manera breve, pero más con intención de resultar simpáticos que realmente de querer saber lo que había. Al menos por lo que noté por su parte.
Estuvo fuera casi dos años. Durante ese tiempo solía subir de vez en cuando alguna publicación o historia breve a sus redes, que daban cuenta de que allí ya iba teniendo una vida. Etiquetaba a otros españoles que imaginaba había conocido allí y también a amistades americanas. Se la veía feliz.
Hace unos meses supe que había vuelto. No recuerdo bien de qué forma, si a través de una historia, porque me encontré a su madre y le habló de mi, pero el caso es que quedamos para vernos y tomar un café. Estaba cambiada. Su cara era más madura, había perdido ese rollo dulce que tenía en la mirada y que le daba un atractivo especial, y además estaba más delgada, pero me seguía atrayendo brutalmente.
Inma era bajita. No llegaba a medir ni siquiera el 1.60. Anchita de caderas y con un cuerpo algo gordito pero morboso. No estaba gorda, no la sobraba un kilo, pero estaba lejos de ser un palo. Pelazo extraordinariamente largo y ojos marrones redondos que al mirarte te daban la sensación de una chica que se comía el mundo. Era de esas chicas a las que la palabra morbo se le queda corta. Más que atractiva, más que guapa, era morbosa. Tanto que durante años estuve dedicándole pajas y pajas. Con sus fotos de redes, con fotos que guardábamos de escapadas con amigos y hasta con recuerdos. Incluso encontré a una actriz porno que era casi una copia de ella.
Aquella tarde, sentados en una terraza de un bar, mientras compartíamos charla y unos cafés, todas mis fantasías se empezaron a disparar. Días más tarde descubrí que me había quedado corto...
(Es un relato real que aún dudo si contar. Si veo que este adelanto os ha gustado y queréis más, seguiré. La historia desde luego es digna de película.)
Una tarde cualquiera.
Intentaré poneros en contexto para que entendáis un poco la historia. Toda mi vida he tenido la clásica pandilla de instituto. Nos juntamos desde la época de la ESO y creamos un grupo mixto que compartía bastantes cosas. Conciertos, vacaciones, fiestas, celebraciones de fechas concretas como carnavales, cumpleaños, nocheviejas... El grupo de amigos que pensabas que te iban a acompañar al cajón. No fue así. Según fuimos profundizando en la veintena y saliendo de nuestros estudios para ir engordando el mercado laboral, las vidas de unos y otros empezaron a tomar distintos rumbos. Parejas que se habían creado dentro de esa atmósfera común de amistad no fueron ajenas a esos cambios y también se rompieron. El grupo tuvo su eje principal en una pareja de hermanos (chico y chica) que fueron la bisagra sobre la que dos grupos (uno de chicos y otro de chicas) empezaron a fusionarse en uno solo.Como dije antes, el grupo se empezó a fragmentar con el paso de los años. Cada uno tiramos nuestro camino y fuimos desarrollando nuestras vidas sin tener en cuenta ese colectivo que nos había dado los mejores años de nuestras vidas. Alguno se fue a vivir en pareja, otros empezaron a hacer planes con otra gente, otros se marcharon enfadados con alguno de los miembros... Y ella, la hermana, a la que llamaremos Inma, se marchó unos años fuera.
Todo fue un poco extraño. Yo me enteré cuando ella ya llevaba unos meses en su nuevo destino: Estados Unidos. Vi un par de fotos en sus redes sociales y le pregunté lanzándole un privado. Me tomé sus explicaciones como evasivas. Aludía siempre a un cambio de aires y una faceta suya algo aventurera que durante todos los años que compartimos jamás salió. Igual no la conocía tan bien, o igual el motivo por el que puso tierra de por medio era tan fuerte que ni yo, que había tenido una confianza brutal con ella durante años, iba a saber.
El caso es que la conversación quedó ahí. Compartimos una charla amena, pero no profundizamos poco más allá. Las preguntas eran banales, para ponernos al día de nuestras vidas de manera breve, pero más con intención de resultar simpáticos que realmente de querer saber lo que había. Al menos por lo que noté por su parte.
Estuvo fuera casi dos años. Durante ese tiempo solía subir de vez en cuando alguna publicación o historia breve a sus redes, que daban cuenta de que allí ya iba teniendo una vida. Etiquetaba a otros españoles que imaginaba había conocido allí y también a amistades americanas. Se la veía feliz.
Hace unos meses supe que había vuelto. No recuerdo bien de qué forma, si a través de una historia, porque me encontré a su madre y le habló de mi, pero el caso es que quedamos para vernos y tomar un café. Estaba cambiada. Su cara era más madura, había perdido ese rollo dulce que tenía en la mirada y que le daba un atractivo especial, y además estaba más delgada, pero me seguía atrayendo brutalmente.
Inma era bajita. No llegaba a medir ni siquiera el 1.60. Anchita de caderas y con un cuerpo algo gordito pero morboso. No estaba gorda, no la sobraba un kilo, pero estaba lejos de ser un palo. Pelazo extraordinariamente largo y ojos marrones redondos que al mirarte te daban la sensación de una chica que se comía el mundo. Era de esas chicas a las que la palabra morbo se le queda corta. Más que atractiva, más que guapa, era morbosa. Tanto que durante años estuve dedicándole pajas y pajas. Con sus fotos de redes, con fotos que guardábamos de escapadas con amigos y hasta con recuerdos. Incluso encontré a una actriz porno que era casi una copia de ella.
Aquella tarde, sentados en una terraza de un bar, mientras compartíamos charla y unos cafés, todas mis fantasías se empezaron a disparar. Días más tarde descubrí que me había quedado corto...
(Es un relato real que aún dudo si contar. Si veo que este adelanto os ha gustado y queréis más, seguiré. La historia desde luego es digna de película.)