Relatos de Famosas

Adriana, una chica lista y obediente Parte 2

Adriana volvió del baño. Su manera de andar, tan femenina, contoneando sus caderas, era
hipnótica. Ella lo sabía. Se gustaba de su feminidad. Se sentó y vio que las copas estaban
vacías.
-“Creía que habrías aprovechado para pedir un poco más de vino”. -Dijo ella riendo. Fabrizio rio
también-.
-"¿Sabes una cosa?" -Contestó él-. "Este sitio está muy bien, me gusta mucho, pero he pensado
que podríamos cambiar".
Adriana se quedó callada, expectante. No sabía cómo interpretar al italiano. Finalmente se
atrevió a preguntar.
-"¿Y qué has pensado?"
-"Mira. A mí no me gustan los hoteles. Estoy instalado en casa de un buen amigo que vive entre
Madrid e Ibiza, y ahora la tengo toda para mí. La casa tiene una selección de vinos
espectacular. Además hay una piscina climatizada. Como veo que disfrutas de una copa de
buen vino... No sé, he pensado que podemos continuar allí nuestra velada, los dos solos, más
tranquilos. Charlando de nuestras cosas. Si te apetece, claro". -Respondió el italiano, sonriendo
al final. Estaba ansioso por catar a la rubia. No podía dejar de pensar en ello-.
Adriana continuaba callada. Ya conocía cuales eran las intenciones de Fabrizio. Invitaciones
como aquella eran inequívocas para mujeres como ella. Tras unos segundos dándole vueltas a
sus opciones finalmente aceptó la invitación, un poco resignada y con sonrisa forzada,
fingiendo estar conforme y consciente de que en su delicada situación no podía hacer otra
cosa que ser complaciente. El italiano, satisfecho por la respuesta afirmativa de la aragonesa,
no quería demorar más todo lo que llevaba horas rondando por su cabeza desde que viera las
fotos y vídeos de la rubia en **********
-"¿Entonces, a qué esperamos?" -Dijo él-.
Así pues, salieron de aquel local y pidieron un taxi. Ya acomodados, Fabrizio le indicó la
dirección al taxista, que puso rumbo hacia la casa. Al escucharla, Adriana supo perfectamente
adonde se dirigían. La casa en la que iba a continuar aquella cita estaba situada en una lujosa y
discreta urbanización madrileña. Aunque pertenecía a uno de los consejeros de Mediaset,
prácticamente era una multipropiedad para un selecto círculo. Aquella casa había sido testigo
de muchas veladas de todo tipo: íntimas, multitudinarias, salvajes... pero todas con mucho
sexo y desenfreno como denominador común. Allí los peces gordos -y alguno mediano- daban
rienda suelta a sus fantasías y a todo aquello que era mejor para ellos mismos que no saliera
de aquellas paredes. Por esa casa habían desfilado escorts, aspirantes a modelo y a actriz,
rostros conocidos de la pequeña pantalla y del cine... y no exclusivamente de sexo femenino.

Adriana, que había estado en un par de ocasiones hacía unos años, sabía lo que ocurría
habitualmente en aquel lujoso picadero. Era *** populi en los pasillos de Mediaset.
-"Estás muy callada". -Le dijo Fabrizio-.
Adriana le sonrió como respuesta.
Finalmente llegaron a su destino. Fabrizio sacó las llaves, abrió la puerta y le cedió el paso a
Adriana que entró la primera. La casa era enorme, de dos plantas y decoración moderna, con
muy buen gusto. No le faltaban lujos. Estaba impoluta, el italiano se había asegurado de que el
servicio la dejara perfecta para su cita. Mientras Fabrizio se dirigía directamente a la cocina a
por una botella de vino y unas copas, Adriana paseaba por las habitaciones y pasillos
curioseando, recordando su paso por allí. Los días de Sálvame y aquella primera invitación a la
lujosa vivienda quedaban ya muy lejos en el tiempo para ella. Tras unos minutos deambulando
por la casa se reunió con Fabrizio en el salón. Le estaba esperando en el sofá. Se sentó a su
lado y tomó la copa que le acababa de servir. Continuaron la agradable cita que habían
comenzado un par de horas antes. Hablaban sobre vino, sobre aquella casa, arquitectura,
decoración... Fabrizio era un hombre culto y con conversación, algo que Adriana agradecía -
más si cabe en esta situación-.
-"Y dime Adriana, estás casada por lo que veo". -Le preguntó el italiano cambiando de tema y
entrando en un terreno más personal-.
-"Sí, sí. Me casé hace poco". -Contestó ella-.
-"Aprovecha ahora, los primeros años son los más bonitos". -Dijo Fabrizio con cierta
melancolía-.
-"No veo que tú lleves anillo". -Continuó ella-.
-"Es complicado". -Respondió él escabulléndose sin contestar-. "Dime, ¿cómo lleva tu marido
eso de que trabajes en un mundo como la televisión?"
-"Lo lleva muy bien... está acostumbrado".
-"¿Lo lleva bien eh? Supongo que no será fácil. Al fin y al cabo no se lo puedes contar todo".
-"Bueno..." -Acertó a decir Adriana, algo titubeante y desconcertada-.
-"Quiero decir... que no le cuentas que a veces tienes que acceder a ciertas cosas... O ir a ciertos
sitios. Ya sabes". -Fabrizio empezaba a dirigir la conversación hacia un terreno más morboso-.
-"Pues no se..." -Adriana se sentía algo incómoda-.
-"Una chica tan guapa como tú. Con esta figura. Tienes que tener a todos los españoles locos
por ti". -Fabrizio la miraba con lascivia mientras pronunciaba estas palabras-. "Los que te ven
por televisión... y a los que trabajan contigo". -Continuó-.
Adriana no sabía qué contestar.

-"Soy modelo y trabajo en televisión desde hace bastantes años. Está acostumbrado a que los
hombres me miren si es a eso a lo que te refieres". -Acertó a responder. Mientras lo hacía, el
italiano comenzaba a acariciarle lentamente el brazo. Mirándola a los ojos-.
-"No. No me refiero a eso. Ya sabes a lo que me refiero". -Le respondió él-. "Ahora estás aquí,
conmigo, en lugar de estar con él. En una casa extraña. ¿Sabe dónde estás o le has mentido?
¿Adónde le has dicho que ibas esta noche?" -Valerse del poder que le procuraba su cargo, y
ejercerlo sobre mujeres como la rubia presentadora era una situación que le excitaba
sobremanera. Aprovechó para bajarle el tirante del vestido y acariciar su hombro desnudo-.
-"Yo..." -Adriana volvía a no saber qué responder. El caballero italiano que hace tan solo unos
minutos le despertaba admiración ahora la tenía intimidada-. "A veces..."
En ese momento Fabrizio se acercó aún más a ella. Tomó la mano izquierda de Adriana y la
llevó hacia su paquete, dejándola sobre el mismo para que ella hiciera lo que ya sabía que
debía hacer. Él, mientras tanto, le apartaba el pelo de la cara poniéndolo detrás de la oreja,
comenzando a besarle la mejilla y el cuello. A la vez, le bajaba el otro tirante del vestido. Ya
con los dos retirados, deslizó lentamente la parte superior de aquel vestido rojo dejando a la
vista el sujetador de color negro y los firmes pechos de la aragonesa. El italiano se deleitaba
con la visión de esas pequeñas tetitas bien realzadas por las copas de aquel sostén sin tirantes.
"Qué maravilla" -musitaba sin dejar de mirarlas, medio en castellano medio en italiano,
mordiéndose el labio inferior-. A continuación, volvió a atacar el cuello y la clavícula de
Adriana. Calentándola, haciéndola disfrutar a ella también. Y así era. La rubia había comenzado
a dejarse llevar, y el italiano sabía muy bien lo que hacía. Buscó su boca con anhelo. Besaba la
comisura de sus labios, el labio inferior... ambos jugaban con sus bocas haciendo aumentar la
excitación del otro.
Tras un rato dedicándose exclusivamente a darse besos, Fabrizio paró y se separó de Adriana.
Sin más dilación se desbrochó el pantalón, bajó la cremallera, se apartó el calzoncillo y liberó
su polla mirando a Adriana para observar su reacción. Ella no se inmutó. Ya tenía asumido lo
que iba a suceder aquella noche y con total naturalidad, sin necesidad de que el italiano le
indicara nada, alargó su mano derecha y comenzó a acariciarla. Volvieron a besarse en la boca.
Fabrizio buscaba el cuello, el escote y los hombros desnudos de Adriana mientras esta pajeaba
su polla con suavidad, haciéndola crecer y endurecerse poco a poco. Adriana subía y bajaba su
mano despacio, pasaba la yema de sus dedos por el glande y el frenillo, dibujaba figuras con
ellos sobre aquella polla madura ya casi totalmente erecta. La polla de Fabrizio era de un
tamaño medio, nada fuera de lo común que pudiera sorprender a Adriana -por muy grande o
por muy pequeña-. Conforme la polla se iba poniendo completamente dura, la rubia le iba
pajeando más rápido. Ella también se estaba excitando con aquel rabo en su mano. A Adriana
le fascinaban las pollas. Su forma, sus pliegues, las venas, el pulso. Disfrutaba con una polla en
sus manos -aunque no tanto como cuando las tenía en su boca- A la vez que pajeaba al
italiano, aprovechaba para acariciarle los huevos. Con delicadeza. Fabrizio quería
corresponderle y dirigió su mano hacia la entrepierna de la rubia, que abrió ligeramente sus
piernas dejándose hacer, procurando un acceso cómodo.
El italiano llegó a su coñito, y al palpar delicadamente pudo notar que sus braguitas estaban
mojadas. Miró a Adriana, que le devolvió la mirada con una risita entre vergonzosa y culpable.

-"Tú también estás disfrutando por lo que noto aquí abajo". -Le dijo. Ella rio-. "¿Sabes una
cosa? Me encanta tu boca Adriana". -Continuó él, acariciando su labio inferior-.
-"¿Si?" -Respondió ella presumida-.
-"Sí... Y seguro que la sabes usar muy bien. Vamos, ponla sobre mi polla. Métetela en la boca y
chúpala. Seguro que lo haces de cine, preciosa. Venga, no hagas que te lo ruegue más".
Fabrizio estaba ansioso por que Adriana se la mamara. Desde que viera aquellos selfies y
vídeos grabados en primer plano no había dejado de imaginarse aquellos labios carnosos
alrededor de su rabo, envolviéndolo y jugando con él.
Adriana, muy obediente, se dispuso a complacer a su jefe. Le miró a los ojos, se retiró el pelo
de ambos lados de la cara tras sus orejas de manera coqueta y sentada como estaba en el sofá,
se inclinó sobre su rabo. Comenzó besándolo despacio. Besaba el glande y el tronco. A
continuación pasó a usar la lengua. La pasaba por el frenillo dando pequeños lametones,
jugando con esa zona tan sensible al contacto. Rodeaba el capullo, la pasaba por la punta,
sobre la rajita... para después lamerlo de arriba a abajo hasta los huevos, que también tuvieron
sus minutos de dedicación. Fabrizio gozaba enormemente de la maña de la rubia, que ahora
lamía sus cojones. Se los introducía en la boca y los chupaba. En aquella boca tan grande
incluso le cabían los dos huevos del italiano, maravillado ante esa imagen. Tras un rato
entregada a esta tarea, llenándolos de babas, atacó de nuevo su polla. La cogió con su mano,
se la metió en la boca y comenzó a mamarla fuerte y a buen ritmo desde el primer momento.
Sin manos, centrándose en el capullo, lamiéndolo y devorándolo con ansia. Fabrizio se
encontraba en el puto cielo con Adriana Abenia inclinada sobre él en aquel sofá de piel,
haciéndole una de las mejores mamadas que había recibido en su vida. La cabeza rubia subía y
bajaba sin parar sobre su rabo, haciendo el ruidito propio de la succión que hacen las buenas
mamadoras de pollas. Él se limitaba a disfrutar y a acompañar el cabeceo de la presentadora
con una mano apoyada sobre su cabecita rubia. De vez en cuando, Adriana levantaba la mirada
para buscar la aprobación de Fabrizio. Aunque no la necesitaba porque sabía lo bien que lo
hacía, era algo que alimentaba su ego. Ella continuaba a lo suyo, intercalando lametones
mientras la chupaba para así descansar, y ayudándose de la mano pajeándolo a la vez.
En este punto Fabrizio le pidió que parara. Aquello iba demasiado rápido para él y a ese ritmo
estaba a punto de correrse, algo que no pasaba por su cabeza si podía evitarlo. Adriana paró.
Aquella noche no pensaba poner pegas a nada, iba a hacer todo lo que le pidiera su jefe
italiano. Como una buena zorrita.
-"Vamos preciosa, enséñame ese cuerpazo". -Le dijo a la rubia. Ella se incorporó, se pasó la
mano por la boca para limpiarse la saliva por la mamada que estaba haciendo y se puso de pie
frente a él-. "¡Guau! Pero qué maravilla. ¡Qué mujer!" -Acertó a decir Fabrizio. Para Adriana
esto era música en sus oídos. Otro hombre halagando su cuerpo, maravillado ante ella, loco de
deseo por follársela-. "Adelante". -Continuó-. "Desnúdate para mí".
Adriana se dispuso a complacer el deseo de su jefe. Comenzó quitándose los zapatos,
tirándolos a un lado con un gesto gracioso.

A continuación procedió a deshacerse de su vestido, que ya llevaba casi por la mitad de su
cuerpo después de que Fabrizio se lo bajara un rato antes para admirar sus pechos. Se lo
desabrochó y fue bajando la cremallera sin prisa pero sin pausa, gustándose. Se notaba que
había hecho este numerito en incontables ocasiones. Comenzó a deslizarlo por su cuerpo
hasta llegar a sus caderas, las pasó y lo dejó caer hasta los tobillos. Se lo quitó de en medio
igual que hiciera con los zapatos. Ya solo con la ropa interior decidió animar su numerito
contoneándose ante Fabrizio, poniéndolo a mil. Aquello era un jodido espectáculo, y el italiano
un afortunado espectador. Con las manos en su espalda, buscó el cierre del sujetador. Una vez
abierto lo fue retirando poco a poco con una mano, mientras con la otra y ayudada del brazo
se cubría las tetas. Le lanzó el sujetador a Fabrizio. Tras unos segundos haciéndose de rogar,
finalmente destapó sus pechos desnudos para gozo del italiano. Eran unas tetitas pequeñas,
con areola mediana y pezón gordo, rosados, sin marcas de ningún tipo porque Adriana hacía
topless. La cara de su jefe le confirmó que estaba complacido con lo que veía. Ya solo le
quedaba por quitarse el tanguita. Sabedora de que su culazo era posiblemente el punto fuerte
de su anatomía, quiso darse un homenaje. Primero se puso de espaldas a Fabrizio para que se
deleitara con aquella visión. El tanguita no era muy fino, lo cierto es que cubría buena parte de
la piel, pero le hacía un culo rotundo. Se puso de frente y lo bajó un poquito, lo justo para que
se viera algo de pelito en el pubis. Volvió a girarse dando la espalda a su jefe. Se inclinó
ligeramente hacia adelante y continuó bajándolo. Poco a poco el impresionante culo de
Adriana iba quedando al desnudo. Siguió bajando a la vez que se inclinaba un poco más. Ahora
lo que se estaba empezando a ver era su coñito. Perfectamente plegado y cerrado, gordito y
apetitoso. Un manjar de dioses. Fabrizio apenas podía contenerse ante aquella visión. Se
incorporó hacia adelante y alargó sus manos hacia los cachetes de Adriana, que se dejaba
hacer. Comenzó a amasarlos, masajearlos y sobarlos a su antojo. Tampoco pudo resistirse a
ese coñito. Lamió la rajita de Adriana de arriba a abajo, metiendo primero su lengua y después
sus dedos con delicadeza. Acabó con la lengua en su ano. Era demasiado para él. Ella solo se
dejaba manosear.
-"Enséñame bien ese culo. Muévelo para mi". -Le dijo Fabrizio. Y ella lo movía para él-. "Ponte a
cuatro patas que quiero verlo como Dios manda". -Adriana, de nuevo sumisa aquella noche,
hizo lo que le ordenaban poniéndose a cuatro patas a sus pies. Ofrecía su culo y su coñito a su
jefe, que ya solo pensaba en follársela salvajemente-.
El aprovechó para terminar de desnudarse por completo. Volvió a sentarse en el sofá y le
ordenó a Adriana que se la volviera a chupar tal como estaba en el suelo, como una perrita.
Ella se acercó gateando, dirigió la boca hacia su rabo, lo engulló y comenzó a mamar de nuevo.
La estampa del salón en aquel momento era la de Adriana Abenia desnuda y mamando una
polla a cuatro patas, salivando sin cesar, cayéndole su propia baba por la barbilla. El ritmo de
sus cabezazos había conseguido poner el rabo de Fabrizio completamente duro otra vez.
Mientras, este sujetaba su cabeza con ambas manos y la acompañaba en cada acometida
sobre su polla, forzándola un poquito incluso. Al poco rato, Fabrizio decidió que ya era
suficiente. Quería follarse ya a la rubia presentadora, que estaba totalmente a su merced.

Adriana se puso de pie y procedió a subirse a horcajadas de Fabrizio, que continuaba sentado
en el sofá. Ya encima de él, se metió la polla en su coñito y comenzó a cabalgar a buen ritmo.
Se movía como una auténtica diosa. Haciendo círculos con las caderas o moviéndose sobre el
italiano como si bailara sensualmente. La rubia era una folladora de primera. Después se echó
para atrás apoyando sus manos sobre las piernas de su jefe, para volver a subir y bajar sobre
su polla. Tras unos minutos en esta postura, Fabrizio quiso cambiar y ser él quien llevara el
ritmo. Tal como estaban, cogió a Adriana por la cintura, la levantó y la tumbó bocarriba sobre
el sofá. Él se puso encima y se la metió para continuar la faena. Excitadísimo por la
impresionante hembra que se estaba follando, empezaba a sentirse fatigado, pero no quería
rebajar la velocidad de su mete-saca a la rubia, que a su vez se tocaba el clítoris para
estimularse. Él, mientras tanto, agarraba sus tetitas, la sujetaba por la cintura y la sobaba por
toda su piel desnuda. Su deseo ahora era comerse ese coñito. Sacó su polla y dirigió su boca
hacia la vulva de Adriana, devorándola. Usando los labios y la lengua le daba un repaso al
chochito de la rubia, que ahora sí empezaba a gozar de verdad. Jugaba con sus labios mayores
y los chupaba. Mientras le metía un par de dedos fue a por su delicioso clítoris. Ella gemía más
y más, pero se iba a quedar a medias. Decidido ya a concluir y descargar sus huevos, Fabrizio le
ordenó a Adriana que se diera la vuelta y se pusiera a cuatro patas, no quería dejar pasar la
oportunidad de follársela en esa postura.
Con la rubia ofreciéndole su coñito, él se acomodó y se la metió de nuevo para continuar el
polvazo. El italiano bombeaba a buen ritmo, esta era una postura que le ponía muchísimo. Era
la alegoría perfecta de todo el poder que estaba ejerciendo aquella noche sobre Adriana: ella a
cuatro patas, totalmente a merced de su jefe, siendo usada y follada sin compasión, como si
ese fuera el único interés que despertaba en los hombres. Como si no valiera para otra cosa
que para satisfacer el deseo sexual de los afortunados que se la podían follar. Porque ella solo
era una zorrita que se dejaba follar por unos minutos en televisión. Fabrizio lo sabía. Había
conocido a muchas "Adrianas" en su vida.
Él continuaba empujando duro y fuerte, dándole cachetes en el culo totalmente fuera de sí. La
rubia solo podía gemir y soltar algún pequeño gritito mientras recibía las embestidas. El
italiano, apunto de correrse, apuró todavía más y aumentó la velocidad del mete-saca hasta
que ya no pudo aguantar y se dejó ir corriéndose dentro del coñito de Adriana. Dejando
escapar largos gemidos de puro placer. Totalmente exhausto se salió de ella, cogió una de las
copas de vino que estaban en la mesita y tomó un sorbo. A continuación agarró la cara de
Adriana -que todavía se estaba incorporando tras acabar la faena, con su chochito rebosante
de semen y goteando- y le dio un morreo.
-"Si quieres marcharte puedes pedir un taxi, el teléfono está en esa mesita". -Le dijo a la rubia a
la vez que le acariciaba la cara. A continuación salió del enorme salón y se dirigió desnudo
como estaba hacia la piscina-.
Adriana, por su parte, después de haber sido follada por su jefe pensó que lo mejor era volver
a casa. Cogió el teléfono y pidió un taxi. Como aquella urbanización estaba relativamente lejos
del centro de Madrid, aprovechó que tenía tiempo de sobra y fue al baño a limpiarse y
arreglarse para volver a estar presentable. Unos minutos después regresó al salón donde
todavía estaba su ropa tirada por el suelo y se vistió.

A continuación salió fuera a despedirse de Fabrizio.
-"Bueno, mi taxi ya está llegando. Yo me marcho ya. Gracias por invitarme". -Dijo ella-.
-"Ha sido una noche magnífica ¿vedad? ¿Te lo pasaste bien?"
-"Sí, claro. Ha estado muy bien". -Respondió la rubia riendo con algo de falsedad-.
-"Me alegra que hayas disfrutado tanto como yo". -Le contestó él-. "Y no te preocupes Adriana,
que no me olvido de nada de lo que hemos hablado esta noche". -Concluyó, lanzándole una
sonrisa.
Adriana le devolvió la sonrisa satisfecha. Aquella noche quizás significaba su salto definitivo, o
al menos, una nueva oportunidad para seguir labrándose una carrera.
 
Adriana, una chica lista y obediente Parte 3 FINAL

Dos días más tarde, mientras Adriana estaba en la cocina preparando el desayuno en su ritual
matutino, sonó su teléfono:
-"¿Sí?" -Respondió.
-"Hola Adriana. Soy Fabrizio, ¿me recuerdas?" -Dijo la voz masculina al otro lado de la línea-.
-"Claro, claro. ¿Cómo no?" -Dijo ella riendo nerviosamente. El italiano también rio-.
-"Te llamaba porque no he podido dejar de pensar en ti, ¿sabes? Le he estado dando vueltas a
todo aquello que me contaste el otro día y... ¿por qué no te pasas mañana sábado por la casa,
y terminamos esa conversación? Te prometo que no te arrepentirás". -Fabrizio no mentía. No
había dejado de pensar en Adriana y la tremenda follada de un par de días antes-.
-"¿Mañana dices? Es que no sé si será posible". -La rubia dudaba. Sabía lo que significaba
volver a esa casa-.
-"Vamos preciosa, no hagas que te lo pida dos veces". -Le respondió su jefe con un tono severo
que, incluso a través del teléfono intimidó a la presentadora. Tuvo claro que lo más
conveniente para ella era aceptar aquella invitación-.
-"Pues no se hable más, mañana me tienes allí".
-"No sabes la alegría que me das. Tengo muchas ganas de volver a verte. Por cierto, tráete un
bikini bonito, así pruebas la piscina, que el otro día te fuiste muy pronto. Te espero a las 12".
Tras colgar, su marido le preguntó por su conversación telefónica.
-"Ay nada, era Lourdes. Que me ha pedido que mañana la acompañe a comprarle un regalo
para su sobrino. Ya ves tú, si yo de niños... No he sabido decirle que no. No podremos comer
juntos. No te importa ¿verdad?"

Con esta mentira continuó con lo suyo, dedicada a su blog y yendo a Mediaset a trabajar una
tarde más.
Al día siguiente se levantó a la misma hora de siempre y siguió con su ritual habitual. Después
fue al armario y cogió unos cuantos bikinis para probárselos en el baño. Tras elegir uno de ellos
se lo dejó puesto, se puso encima un vestido de vuelo y se maquilló un poquito.
Tras despedirse de su marido bajó a la calle y pidió un taxi para dirigirse a la casa. Adriana ya
no estaba nerviosa. Sabía a lo que iba y lo que quería tratar Fabrizio. Se decía así misma que
valía la pena pasar por esto. Que esta vez iba a ser la buena. Tras un trayecto algo largo por fin
llegó a la urbanización y a la puerta de la casa. Puntual. Llamó al timbre. Fabrizio abrió la
puerta, y se le iluminó la cara al ver a la rubia presentadora. Iba vestido solamente con una
camisa abierta y el bañador. Tras darle dos besos la invitó a entrar.
-"Hola bellísima. Qué puntual. Pasa, te estábamos esperando". Adriana se quedó extrañada. Su
jefe había hablado en plural. Pasó al recibidor y su jefe le instó a que lo acompañara al salón.
Para sorpresa de la rubia, Fabrizio no estaba solo.
-"Mira, te presento a Juan Carlos. Estás en su casa". -Rio. Juan Carlos era el dueño de aquella
impresionante vivienda y uno de los consejeros de Mediaset. Había vuelto a Madrid ese fin de
semana-.
-"Encantado de conocerte guapísima. Tenía muchas ganas de coincidir contigo. Hay que ver lo
que ganas en persona". -Dijo este-.
-"El placer es mío". -Acertó a decir ella, que no sabía muy bien cómo reaccionar ante aquella
sorpresa-.
Juan Carlos no era un tipo maduro y atractivo como Fabrizio. Pasaría de los 50. Era algo bajito,
llevaba gafas y su cabeza hacía tiempo que había empezado a clarear. Además tenía algo de
barriga, bastante evidente al ir también vestido únicamente con una camisa medio abierta y el
bañador. Estaba bebiendo una copa de whisky y no dudó en ofrecerle otra a la rubia, que la
rechazó.
-"Siéntate guapa, no te quedes ahí. ¿Sabes qué, Adriana?" -Dijo Juan Carlos iniciando la
conversación-. "Fabrizio me ha contado lo que estuvisteis hablando el otro día. De hecho ahora
mismo estábamos hablando de ti mientras te esperábamos". -Ella le miraba atenta, todavía
incómoda. Intentaba relajarse aunque le estaba costando en esa situación tan inesperada-
"Creo que tienes mucha razón en quejarte". -Prosiguió-.
-"¿Ah sí?" -Respondió ella-.
-"Sí. Yo creo que eres una chica muy válida para nuestra cadena. Y con muchas virtudes para la
televisión. No hay más que verte". -Juan Carlos la miraba de arriba a abajo, sin cortarse ni un
pelo, admirando sus largas piernas cruzadas, llegando a incomodar a la aragonesa-. "Pero en
este negocio no basta con eso. Ojalá fuera todo así de sencillo. El problema es que no termino
de ver donde podrías encajar ahora mismo". -Continuaba con su explicación a la presentadora,
que lo escuchaba expectante-.

"Aunque estoy seguro de que en un futuro podríamos hacerte un hueco en algún proyecto
nuevo o alguno que vayamos a renovar..."
-"Bueno, eso es lo que le comentaba a Fa..." -Juan Carlos la interrumpió con un gesto-.
-"Ya sé lo que hablaste con Fabrizio. Pero ¿sabes qué otra cosa pasa Adriana?" -La rubia hizo
mención de contestar, pero la volvió a callar levantando su mano-. "Chicas así, tan guapas
como tú, tan extrovertidas, que no les importa hacer lo que sea necesario por mantener al
espectador pegado a la tele... ya me entiendes... chicas como tú hay muchas. Nos llegan unas
cuantas cada semana, ¿sabes? Así que con eso no basta. No. Por no decir que a ti la gente ya te
tiene muy vista. No sé, no es tan fácil". -Adriana aguantaba la charla y el desprecio como podía.
Estaba a punto de echarse a llorar-.
-"Cuando hablé con Fabrizio yo creía que..." -De nuevo, su jefe la interrumpió.
-"Ahora estás hablando conmigo, y me tienes que convencer a mí. ¿Qué crees que puedes
hacer tú para que yo cambie de idea o te empiece a ver de otra forma? Vamos, no seas tímida.
Dime". -En este punto, la rubia ya sabía que era aquello que podía hacer cambiar de idea a
Juan Carlos.
-"Creo que Fabrizio podrá decirte cuanto quiero seguir trabajando en el grupo..."
Él le sonrió por respuesta.
-"Me puedo hacer una idea sí... algo me ha contado ¿Por qué no me lo demuestras? Levántate
guapa, déjame verte bien".
Adriana se levantó y se puso frente a su jefe. Giraba sobre sí misma, posando.
-"Esto está muy bien, pero no es suficiente. Quítate el vestido, que veamos aquí mi amigo y yo
ese cuerpazo que tanto te gusta enseñar por el ******* y el ********* ese". -Decía él mientras
se tocaba la polla por encima del bañador.
Adriana obedeció sin decir ni mú y comenzó a desvestirse. Se quitó el bonito vestido que
llevaba y quedó únicamente con el bikini que había elegido por la mañana.
-"¿Ves? Esto ya es otra cosa. Date la vuelta, que te vea bien". -Y Adriana se giró para que Juan
Carlos apreciara en primer plano su espléndido culo-. "Ay que ver que señor culo tienes
Adriana. Y qué me dices de estos muslos ¿eh?”
Sin contarse un pelo, alargó su mano y palpó las carnes bien puestas de la presentadora. Y no
se conformó con eso. Masajeó su culo, agarró ambas nalgas e incluso les dio un par de azotes
comprobando lo firme y trabajado que estaba. Se encontraba maravillado con el culazo que
tenía delante. Impaciente, comenzó a bajarle la braguita del bikini.
Quería verlo desnudo en todo su esplendor. Cuando ya la llevaba por las rodillas ella le ayudó,
quedando únicamente con la parte de arriba del bikini.

A continuación, Juan Carlos pasó de tocar a besar y morder el culo de Adriana. Separó sus
nalgas y lamió su ano. Ella no ponía ningún impedimento. Tras un rato, tal como estaba, la giró
para atacar su coñito. Le encantó comprobar que la rubia no se depilaba el pubis por
completo, llevaba el pelito bien arreglado. Esto le hizo desear aún más el chochito que tenía a
escasos centímetros y comenzó a sobarlo a su antojo. Juan Carlos jugaba con sus labios, la
masturbaba metiéndole un par de dedos y frotando su clítoris con frenesí. Se acercó aún más
para olerlo, lamerlo y chuparlo. Adriana no decía nada, solo se dejaba hacer. Tras unos
minutos así, dedicado al culo y coñito de la presentadora, le ordenó que se desnudara del
todo. Quería ver esas tetitas. Cuando las tuvo a la vista se levantó, agarró a Adriana por la
cintura y comenzó a chuparlas y a jugar con los pezones. Aprovechó para besarla en la boca
efusivamente, algo que a ella le dio bastante asco.
Mientras tanto, Fabrizio observaba toda la escena sentado en uno de los sillones del salón,
degustando su copa. Juan Carlos se bajó el bañador y se sentó.
-"Vamos guapa, ahora me vas a demostrar si de verdad quieres ser una estrella de la tele. De
rodillas y a mamar polla. Que se note cuanto lo deseas".
Adriana se agachó sin rechistar y se dispuso a trabajar el rabo de su jefe. La polla de Juan
Carlos era más o menos de la longitud de la supuesta media española, pero bastante gorda,
con un capullo especialmente generoso. Así pues, la rubia se la metió en su preciosa boca y
comenzó a chuparla despacio. Al principio, centrada en el glande. Salivándolo, lamiéndolo con
su lengua y estimulando el frenillo con esta y con uno de sus dedos. Después pasó a cabecear,
cada vez más rápido, llegando incluso a metérsela completamente en la boca. Juan Carlos
disfrutaba de la técnica feladora de Adriana y de su anhelo por triunfar definitivamente en el
mundillo.
-"Joooder Adriana. No pares cariño, así así. ¿Está rica eh? Hay que ver como os gusta chupar
pollas a las golfas como tú".
Aunque a Adriana no le gustaban nada estos comentarios, prefirió callarse y seguir a lo suyo. Si
que protestó cuando su jefe, dejándose llevar, agarró su cabeza y la movió arriba y abajo sobre
su rabo forzándola y provocándole alguna arcada.
-"¿Quién te ha dicho que puedes hablar?" -Le replicó él-. "Tú aquí harás lo que yo te diga,
¿entendido? Ahora cómeme los cojones, venga".
Y Adriana, que se había puesto de cuclillas para descansar sus rodillas, pasó a comerse sus
cojones. Lamiéndolos, chupándolos y metiéndoselos en la boca mientras le hacía una paja. La
mamada continuó hasta que Juan Carlos se cansó y le ordenó que se pusiera a cuatro patas
sobre el sofá para follarla. Ella obedeció y se puso en posición para ser penetrada. Su jefe la
embestía con toda su fuerza y energía. Mientras, Adriana esperaba que a ese ritmo se corriera
pronto. Deseaba que aquello terminara ya.
En ese momento Fabrizio, que todo este rato había permanecido callado como mero
espectador -aunque durante la mamada ya se había sacado la polla para pajearse viendo el
espectáculo- se levantó y se dirigió hacia la rubia.

La puso de nuevo erguida y le metió la polla en la boca. Le sujetaba la cabeza con ambas
manos mientras le follaba la boca a un ritmo brutal.
Adriana aguantaba aquello como podía, siendo follada por delante y por detrás. Dándole duro
en esa postura, la tentación era demasiado grande para Juan Carlos. Pese a que estaba
disfrutando del coñito de Adriana, decidió atacar su otro agujero. Así pues, comenzó a
estimularlo lamiéndolo, salivando y metiendo poco a poco un dedo. La rubia presentadora no
podía ni quejarse con el rabo del italiano entrando y saliendo de su boca sin parar. A Juan
Carlos no le costó mucho que su ano se fuera abriendo poco a poco. Cuando creyó que ya
estaba lo suficientemente dilatado, la penetró y comenzó a follarle el culo. Aquello le hacía
gozar más que meterla en su chochito, y sus gemidos de placer así lo atestiguaban. Tras un
rato así, follándola por el culo y la boca, ambos acordaron cambiar de postura. Juan Carlos se
sentó en el sofá y Adriana se subió sobre él para cabalgarlo. Era una marioneta en manos de
sus jefes. A su vez, Fabrizio aprovechaba que el trabajo ya estaba hecho y le metía el rabo por
su culito dilatado. Y así, ensartada por dos pollas a la vez era como Adriana Abenia se estaba
ganando una nueva oportunidad después de su enésimo tropiezo. Ella apenas se podía mover
y se limitaba a recibir el mete-saca de ambos rabos en sus agujeros. A los pocos minutos, Juan
Carlos le dijo a su compañero de aventuras que estaba a punto y no iba a aguantar más.
Ambos se salieron de Adriana y le ordenaron que se pusiera de rodillas en el suelo. A
continuación la rodearon, de pie. La rubia, sin que se lo pidieran, comenzó a chupar sus pollas
una vez más ante las caras de satisfacción de sus jefes por su iniciativa. Mientras mamaba una,
pajeaba la otra. Con gran destreza y habilidad, demostrando su experiencia con más de una
polla a la vez. Y así iba alternando los rabos de sus jefes hasta que Juan Carlos la cogió por la
barbilla, y pajéandose él mismo para culminar, se corrió en la cara y en la boca de Adriana, que
la había abierto instintivamente. Ahora le tocaba el turno al italiano, que hizo exactamente lo
mismo. Apuntando a la preciosa cara ya lefada de la rubia, vació sus huevos salpicando su
frente, el pelo y su escote.
-"Termina de limpiarnos las pollas, guarra". -Le ordenó Juan Carlos. Y Adriana obedeció
chupándolas nuevamente hasta no dejar ningún rastro en ellas. "Qué razón tenías Fabrizio.
Adriana es una putita de primera. ¿Cómo me había perdido yo esto?" -Continuó diciendo,
riéndose al final.
Su compañero italiano cogió el paquete de tabaco de la mesita y desapareció. Él se fue a la
piscina a darse un baño. Adriana, por su parte, permanecía en el suelo cubierta de semen y
babas. Se levantó y fue al baño a limpiarse. Se sentía humillada y vejada, pero no se iba a
permitir a si misma darles la satisfacción de que la vieran así. Un rato después, más serena y
sin fluidos corporales sobre su piel, volvió al salón. Salió fuera y decidió darse un chapuzón en
la piscina, desnuda como continuaba.
Juan Carlos la observaba tumbado en una tumbona del jardín, también desnudo y aún
empalmado. Las viagras que se había tomado para dar la talla todavía hacían su función. Ante
este panorama llamó a Adriana. Ella se acercó. Desnuda, mojadita y caminando con esa
feminidad que desprende por cada poro de su piel. Un espectáculo digno de ver.

-"¿Has visto preciosa? ¿Qué hacemos con esto?" -Dijo el jefe señalando su miembro-.
-"No se..." -Respondió ella.
-"¿Cómo que no sabes?" -Adriana le miraba con cierto temor. No le gustaban los modales de
Juan Carlos ni como la trataba-.
-"Si quieres te la chupo otra vez..." -La rubia pensó que era lo menos desagradable que podía
hacerle-.
-"¿Ves como si sabes? Chica lista. Si yo se que a ti te encanta comerte una polla Adriana, que a
mí no me engañas. Que ya me han contado que eres una comepollas profesional. Venga.
Chúpamela con esa boquita que tienes para el pecado”.
Adriana se volvió a arrodillar ante su jefe y comenzó a chuparle la polla de nuevo, esta vez
inclinada sobre aquella tumbona. Una mamada rápida, cabeceando fuerte y velozmente desde
el principio, pajeándolo a la vez y directa al capullo para que se corriera pronto. Y así fue. A los
pocos minutos de comenzar una nueva demostración de su maestría felando pollas, la
presentadora consiguió que Juan Carlos se corriera. Esta vez lo hizo directamente en su boca,
obligándola a tragárselo todo. Hasta la última gota de semen. Ya totalmente satisfecho le dio
su permiso para recoger sus cosas y que se marchara si lo deseaba. Adriana no se lo pensó ni
un momento y se dirigió a por su ropa.
En el salón se encontró con Fabrizio, que trasteaba con su Smartphone mientras fumaba un
cigarrillo.
-"¿Ya te vas?" -Le preguntó-.
-"Sí, es tarde y prefiero marcharme a casa". -Respondió ella mientras se volvía a poner el bikini
y el vestido-.
-"No te preocupes preciosa, después de lo hoy todo te irá bien". -Ella le respondió con una
sonrisa forzada-.
Adriana salió de aquella lujosa casa tan rápido como pudo y desde la calle pidió un taxi.
Prefería esperar fuera. Aquella fue una de las pocas veces de las que se había arrepentido de
haber accedido a entrar en aquel juego. Nunca antes la habían usado de esa forma, como si
fuera una puta sin valor.
Solo el tiempo diría si aquel sábado en el que se convirtió en el juguete sexual de sus jefazos le
proporcionarían el éxito que tanto ambicionaba.
 
Millie Bobby Brown - Primera parte

Buenas a todos, compajeros: me lanzo a escribir mi primer relato en público, que escribí a petición de un usuario sobre Millie Bobby Brown y los directores de su última película de la famosa plataforma (dejo la foto de los 3). Constará de varias partes, ya que he intentado describir todo lo posible para entrar de lleno en la historia y provocar más morbo con la situación. Espero que lo disfrutéis!

------

Con la cálida luz de la media tarde, una agradable brisa resultaba de lo más reconfortante cuando Millie Bobby Brown, en su descapotable de lujo, se dirigía a las oficinas de Netflix en la siempre calurosa California. El asfalto desprendía un calor sin igual a esas horas del día, aunque no tardaría mucho en bajar el sol y empezar, así, a bajar las temperaturas.

Aparcando el descapotable a la sombra en el parking reservado de las sede central de la productora, la joven apagó el motor, se miró al espejo y se recolocó su ahora alborotada por el viento melena rubia. Sacó de su mini bolso un lápiz de labios y un brillo para darse unos retoques. Un poco de colorete y una línea de ojos hicieron ahora que la joven actriz se viera totalmente radiante y sensual. Y ella, lo sabía de sobra.

Salió del coche y, con paso firme, se dirigió a la entrada del recinto.

-¡Buenas tardes! -Dijo Millie al personal de seguridad de la puerta, dedicándole siempre una sincera y agradable sonrisa-.
-Buenas tardes, Millie. Bienvenida a casa -Le respondió amablemente, haciéndole una leve reverencia-.

Ante este sincero y amable gesto, Millie volteó la cabeza y, sin perder la sonrisa, le guiñó un ojo. El guardia de seguridad no pudo evitar sonreír y ponerse algo nervioso… Y es que el diminuto short de color blanco que remarcaba tan sensualmente sus glúteos, dejando sus largas y esbeltas piernas al descubierto, rematadas con unas sandalias con plataformas altas, no ayudaban a que no empezara a subir la temperatura… No pudo apartar la mirada de ese culo a medida que se alejaba, contorneándose sensual e hipnóticamente.

Ya en el ascensor, aprovechó el gran espejo para darse unos últimos retoques estéticos, ajustándose el escote de su prieta camiseta tipo top de color violeta pastel. Dicho sea de paso, tampoco pudo resistirse a mirarse y pensar: “joder, pero qué buena estoy”. Ella era perfectamente consciente de cómo le estaba sentando la madurez.

“DING”, sonó el ascensor al llegar a su destino y, con paso decidido, fue directa a la puerta del despacho de los hermanos Russo, directores de la última película protagonizada por Millie.

(Knock, knock) Llamó a la puerta.

-¡Adelante! -Dijo una voz desde el interior.

Con cautela, abrió la puerta y entró al despacho, saludando con su siempre amplia y radiante sonrisa. Dentro estaban ambos directores: Anthony, sentado en una enorme silla de piel, tras un lujoso escritorio y, sentado en la esquina de la mesa, estaba Joe, con su pelo plateado algo alborotado y engominado, con cierto aspecto juvenil.

Si existe una situación en la que se pueda describir la expresión “escanear con la mirada”, sin duda esta era una de esas. Ambos directores analizaron de arriba a abajo a la joven actriz mientras se acercaba a su posición, tendiéndoles un cariñoso y amable abrazo a ambos. Parecía que se acercaba a cámara lenta, con sus generosas pero bien repartidas carnes meneándose a cada paso decidido que daba. Nunca llegaban a acostumbrarse a la sensualidad que desprendía la actriz.

-¿Cómo estáis, chicos? Menudo calor hace fuera, menos mal que aquí estáis fresquitos -dijo, mientras se abanicaba con la mano y resoplaba–.
-Todo bien, Millie, aquí discutiendo sobre futuros proyectos.
-... ¿va todo bien? Os noto muy serios…

Buena observación. Algo no estaba muy bien, apenas esbozaron ni media sonrisa cuando entró por la puerta.

-Decidme, ¿cuál era la urgencia? He venido todo lo rápido que he podido.
-Te lo agradecemos de veras, Millie. Verás…

Anthony, desde su escritorio, comenzó a teclear en su portátil y lo giró para que la actriz lo pudiera ver con claridad.

–...la última película que hemos sacado no ha ido demasiado bien, y la productora no está muy contenta. Estamos tratando de analizar qué ha sucedido, y estrujándonos los sesos para pensar un nuevo proyecto atractivo que capte la atención de un mayor número de público y así compensar un poco este… “batacazo”, por así decirlo.
-Vaya, no tenía ni idea… Quizá podemos pen…
-Creo que hay que desencasillarte, Millie. -le cortó tajantemente Joe-.
-¿Perdón? -exclamó la actriz, no sin cierta sorpresa en su rostro-.
-La gente aún te ve como “la niña de Stranger Things”. Es normal, le pasa a muchas figuras de este mundillo, pero tú tienes mucho potencial.

Hubo un breve momento de silencio en la sala, mientras la joven actriz trataba de asimilar hacia dónde se iba a dirigir todo esto.

-A ver si lo he entendido… ¿Estáis insinuando que este fracaso ha sido culpa mía? -exclamó, a la defensiva-.
-Nadie ha hablado de fracaso, no como tal, Millie… Y no estamos buscando culpables de nada. Simplemente, queremos soluciones y que tu carrera siga avanzando. Eso es todo.
-Vaya, pues parece que esas soluciones solamente las tengo yo. No veo a nadie más de la producción aquí, en este despacho -comenzaba a sentirse dolida y cabreada-.
-Tranquilízate, Millie. Te repito que no te estamos echando la culpa de nada. Es más, a la larga, desencasillarte te va a venir mejor a ti, que a nosotros. Eso te lo aseguro.
-¿Y qué es lo que proponéis, exactamente? -exclamó alzando la voz y levantándose de la silla. Esto pilló con cierta sorpresa a ambos directores-.

Congelados por la sorpresa durante unos instantes, Anthony tomó de nuevo su portátil y le marcó un par de párrafos en un documento firmado por el padre de la joven actriz.

-¿Has leído estos puntos en tu contrato, Millie? Llevamos días examinando diferentes maneras de reconducir esta situación, y creemos que esto será la mejor manera de empezar.

Joe se levantó de la mesa y caminó unos pasos hacia adelante, pasando por el lado de la joven actriz, que seguía de pie y sin entender nada de nada.
Millie se acercó al portátil para leer su contrato, inclinándose ligeramente hacia adelante. En este momento, Joe se dio la vuelta y clavó la mirada directamente en el culo en shorts de la actriz, redondo y bien firme, sin dejar casi nada a la imaginación.

----- FIN DE LA PRIMERA PARTE
 

Archivos adjuntos

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Millie Bobby Brown - Segunda parte

-”Hacer publicaciones provocativas en sus redes, en bikini o ropa interior.” ¿qué mierda es esta, Anthony?
-¿Has leído alguna vez tu contrato, Millie?
-No, lo hizo mi padre. Yo era muy niña cuando empecé en esto.
-Efectivamente, y está firmado por él. Hubo muchas negociaciones cuando se reunió con la productora y estuvo de acuerdo en cada punto.
-Pero vamos a ver, yo ya estoy publicando fotos en mis redes, en bikini, con escotes, shorts, minifaldas… En cada alfombra roja y en las promos de las películas voy enseñando cada vez más carne. No tenía ni idea de esto en mi contrato, pero creo que ya lo estoy haciendo.
-Es cierto: cada vez se te ve más provocativa en redes. Ahí fuera hay toda una comunidad que se derrite por verte, Millie. Tus fotos y vídeos se viralizan, y eres la fantasía de mucha gente en este momento.
-Entonces, digo yo que ya estoy dejando atrás el papel de “niña de Stranger Things”, ¿no?
-Todavía falta mucho camino, Millie. Pero lo estás haciendo bien.

Ella estaba cada vez más confusa con todo. No estaba entendiendo nada de esta situación.

-Creo que vamos a tener que dar un salto más en tu carrera -expresó Joe desde el otro lado de la sala. Ella giró la cabeza para mirarle, aún inclinada y con ambas manos apoyadas en la mesa del escritorio-.
-¿A qué salto te refieres?
-... Hablo de desnudos. De mostrar tu cuerpo ante la cámara. Es el paso lógico en el mundillo, si quieres triunfar.
-¿PER-DO-NA? No podéis obligarme a mostrar mi cuerpo.
-De hecho, en cierto modo, sí podemos -digo Anthony, marcando otro punto en el contrato para que lo leyera la joven e indignada actriz-.
-”Mantener relaciones sexuales con los directores.” ¿QUÉ COJONES ES ESTO? ¿OS HABÉIS VUELTO LOCOS LOS DOS? ME LARGO DE AQUÍ, OS VOY A DENUNCIAR A LOS DOS.
-¡ES LÍCITO, MILLIE! - exclamó Anthony, dando un golpe en la mesa a la vez que se levantaba de la silla-. Este contrato está firmado y es válido a todos los efectos. Sé que es difícil de asumir, y no siempre se lleva a cabo. Pero este mundillo nos obliga a dejar todo esto por escrito para evitar demandas y complicaciones legales con el gremio. Tu padre fue muy consciente de que la carrera de un niño pasa por este trámite tarde o temprano. Es inevitable, y él firmó pensando en lo mejor para ti y para tu futuro como actriz.

El ambiente estaba muy tenso. Millie respiraba con rapidez y no podía ocultar la furia en su rostro.

-Por favor, toma asiento, Millie. Vamos a relajarnos -le dijo calmadamente Anthony mientras le servía un vaso de agua-.

Tras unos segundos recapacitando, la joven calmó su respiración y se sentó de nuevo en la silla, agradeciendo el vaso de agua y tomando un ligero sorbo.

-Efectivamente, ese es un caso extremo, Millie. Nosotros solo queremos que tu carrera no se deshinche. Como te hemos dicho, tienes mucho talento y un futuro prometedor por delante. No queremos que eso se pierda.
-Perdonad mi reacción, es que esto es muy difícil de asimilar… En cierto modo, siempre he sabido que mi carrera llegaría a este punto. Ya no soy una niña mona, haciendo una serie con otros niños. Ahora tengo una carrera en el cine y la televisión, soy una mujer, y debo tener amplitud de miras si no quiero quedar en el olvido. Es difícil asumir que un día estás tan arriba, y que al siguiente se pueden olvidar de ti…
-Sabemos que es así, Millie. Todo el mundo ha visto u oído algo así en muchas ocasiones en esta industria -expresó Joe, con un tono calmado-. Pero queremos que estés arriba, y que te abras a nuevos proyectos. Ya tendrás tiempo de elegir tú misma qué hacer y qué no. Pero para eso, necesitas estar un poco más asentada en el mundillo.

Joe se acercó lentamente hacia Millie, que estaba de espaldas a él, sentada en la silla, con la cabeza gacha.

-Además -dijo, tomándole cariñosamente de los hombros, sintiendo su cálida piel al descubierto-, ¿qué es eso de que ya no eres una niña mona? ¿Eh?

Millie le miró, estando él de pie detrás de ella, agarrándole dulcemente una de las manos que tenía apoyadas en su hombro, dedicándole una tierna sonrisa.

-Eres una de las chicas más guapas y con mejor físico del panorama actual, Millie. Si hacemos esto, es porque creemos en ti -dijo Joe, agitándola levemente para darle convicción a sus palabras y, así, tratar de animarla-.

Ella rió al fin, relajada y calmada, y apoyó la mejilla sobre el hombro con la mano de Joe, y le propinó un cariñoso y dulce beso de aprobación. Al mismo tiempo, Millie extendió la mano hacia Anthony para cogérsela en muestra de cariño y agradecimiento. Los aires estaban más calmados, al fin.

----- FIN DE LA SEGUNDA PARTE
 
Millie Bobby Brown - Tercera parte

-Gracias a ambos, de verdad -dijo con voz cariñosa Millie-. De verdad, perdonad por mi reacción.
-Tranquila cariño, todo bien. Sabíamos que esta conversación iba a ser difícil, pero ya nos estamos entendiendo -dijo Joe, que ahora le estaba masajeando los hombros y el cuello a la actriz-. Vamos, relájate, que todo saldrá bien. Tienes mucha tensión ahora, te lo noto.

Millie ahora estaba totalmente entregada a ese masaje improvisado. Le estaba viniendo realmente bien, después de lo vivido hace unos instantes. Estaba empezando a calmarse y a relajarse, y los brazos le cayeron pesadamente entre sus piernas.

La joven actriz comenzó a soltar ligeros jadeos y a respirar por la boca, con los ojos cerrados. El masaje estaba resultando ahora más estimulante que relajante…

Joe, con la boca entreabierta y mostrando su fila inferior de dientes, guiñó un ojo a Anthony, quien se había acomodado en la silla y se había comenzado a acariciar su cada vez más abultado pantalón. La tenían exactamente como la querían.

Pausadamente, Millie agarró dulcemente ambas manos de Joe, sin abrir los ojos. Al cabo de unos instantes, y sin dejar de jadear, le forzó a bajar ambas manos en dirección a su torso, aún enfundado en su sencillo top. El cuerpo de Millie estaba reaccionando muy positivamente ante esta situación. Sus pezones se habían endurecido de manera notable, marcándose clarísimamente bajo la tela. Y no podía evitar el acto reflejo de morderse el labio inferior al ritmo del masaje.

-Tócame las tetas… -alcanzó a decir Millie, quien acompañó ambas manos del director por dentro del top para tocar ambos pechos-.

Ella siguió bajando sus propias manos para bajarse el top hasta la cintura, dejando su torso al descubierto ante la atónita mirada de ambos directores. Aprovechó para abrirse de piernas y colocar su pierna izquierda encima de la mesa, dejando una excelente vista de sus muslos y sexo embutidos aún en esos mini shorts al cada vez más caliente Anthony.

Sin dudarlo, se levantó de su escritorio y comenzó a desabrochar la sandalia que tenía sobre el escritorio, acariciando cariñosamente la pierna y el pie de la actriz. Dejando caer al suelo el calzado, el director siguió recreándose en el precioso y cuidado pie que tenía ante él, oliendolo y pasando sus manos, cara y labios sobre él, lo que provocó cada vez más altos jadeos por parte de Millie, quien se estaba acariciando la vulva por encima del short.

-Ufff me está encantando… -dijo, totalmente entregada a las manos de ambos directores. Sus pechos estaban siendo más que amasados por Joe, aún detrás de la actriz, quien ya contaba con una erección más que notable, mientras que Anthony lamía y besaba los dedos y pie de la actriz, tocándose con una mano el bulto del pantalón-. Teníais razón: es hora de dar el salto… -exclamó entre jadeos y abriendo los ojos-.

Se levantó lentamente de la silla. Quitándose el top y tirándolo al suelo, se desprendió del otro calzado e invitó a Anthony a salir de detrás de su escritorio, cogiéndole de la mano. Al mismo tiempo, le tendió la otra mano a Joe, invitándole también a acercarse, quien retiró la silla para dejar más espacio.

Apoyada sobre el escritorio, Millie tenía agarrados por la cintura a ambos directores y les miraba con deseo, mientras que ellos hicieron lo propio y no paraban de acariciar el hermoso y bien formado cuerpo de la actriz: la espalda, los pechos, el abdomen, su sexo… Las 4 manos de los directores estaban más que ocupadas en ese momento.

Entregada totalmente a la escena de desenfreno que se venía por delante, Joe tomó a Millie dulcemente de la mejilla y le propinó un beso de lo más tórrido, ardiendo de deseo, donde ambas lenguas se fundieron y desataron una danza de pasión. Ella se giró hacia él y le rodeó por el cuello con ambos brazos, facilitando la interacción entre sus bocas, entrelazando las lenguas cada vez con más ganas.

-Qué buena estás, Millie… -alcanzó a decir Joe en un pequeño receso-. Eres una cachonda…
-Ya lo sé, cariño… Pero no dejes de besarme, que tengo un futuro que labrarme… -le respondió ella, con mirada picarona y pasándole la lengua a Joe desde la barbilla hasta la nariz, de una manera extremadamente sensual…-.

Joe jadeó y rió, y prosiguió comiéndole la boca a Millie.

Entretanto, Anthony, para no ser un mero espectador, se colocó detrás de la actriz y se puso de rodillas, agarrándola por las caderas. Besando sus piernas y muslos, propinó un par de dulces bocados a ambas nalgas de la actriz -que ahora había sacado un poco el culo hacia afuera, para facilitarle la tarea–.

Con el short dejando entrever la mitad de sus glúteos, el director decidió que o todo o nada y, desabrochando hábilmente el pantalón por alante, bajó el diminuto pantalón y se lo quitó, dejando ahora un minúsculo tanga de color rosa pálido como única prenda que vestía ahora la actriz.

-Dios, menudo culazo tiene la niña -dijo Anthony, justo antes de hundir la cara entre esos glúteos-.
-¡Uy! ¡No me esperaba eso tan de golpe! Pero no te pares, que me gusta… -exclamó Millie, dejando de besar a Joe y mirando hacia Anthony-.
-Qué rica estás, cariño… Esto está buenísimo… -apartando a un lado el tanga con la mano, Anthony jugaba a su antojo con el ahora liberado culo y vulva de la actriz-.

Provocando sonoros y lascivos jadeos, Millie puso los ojos en blanco mientras se agarraba a Joe para no caer al suelo de puro placer, y éste aprovechaba para besarle y lamerle el cuello, los hombros y lo que pudiera…

Reincorporándola un poco, Joe consiguió bajar su cabeza a la altura de sus senos, que comenzó a lamer de uno a otro indistintamente: lametones, mordisquitos a los pezones, escupitajos… Los tenía 100% a su antojo y deseo.

Y Millie, agradecida, solo acertaba a decir:

-...cómetelas… Son todas tuyas… -agarrándole de la cabeza y pegándola para su busto-.
-Qué ricas tetas tienes, Millie… Estaba deseando comértelas…

En estos momentos, la joven actriz era el objeto de deseo de ambos directores. Anthony, pegándose el banquete de su vida con el culo y coño de Millie, y Joe haciendo lo propio con los pechos de la actriz…

-Esperad, chicos, que yo también tengo hambre… -dijo de pronto, recuperando la compostura y apartando picarona y elegantemente a ambos directores-.

------FIN DE LA TERCERA PARTE
 
Millie Bobby Brown - Cuarta parte

Levantando a Anthony del suelo, se puso de rodillas y acarició ambos paquetes, que estaban a punto de estallar.

-Vamos, a ver qué tenéis para mí…

Y fue en ese momento cuando ambos se desabrocharon y bajaron los pantalones, dejando al descubierto dos erectas pollas con un grueso tronco a la altura de la cara de Millie.

-Uuuuuh, me voy a poner bien las botas…-

Y, acariciando ambas pollas con manos, les dio un suave beso a cada una en el glande, seguido de un lametazo a cada una y pasando a comérselas al instante en paralelo, pasando de una a la otra, tratando de meterse ambas a la vez y… Bueno, cualquier cerdería que se le ocurriera. Estaban los tres totalmente abiertos a todo.

-Joder, qué ricas pollas tenéis los dos… Están buenísimas… -decía pasando de una polla a la otra, cada vez más lubricadas y con sus babas chorreando por todo lo largo de ambas-. A ver hasta dónde me llegan…

Y, sin avisar, se metió la polla de Joe hasta el fondo de la garganta, provocándole alguna que otra arcada pero aguantando la situación. Una pequeña lágrima le recorrió el rostro, llevándose parte del rímel, pero aguantó durante varios segundos como una campeona.

-Ufff, ahora la otra -dijo, tomando aire y dirigiendo la boca a la polla de Anthony-.

Repitiendo la operación, pero con algo más de pericia, se atrevió incluso a mover alante y atrás la cabeza para simular una “follada” a su boca, apretando al máximo la cara contra el pubis del director intentando meterse los testículos en la boca.

-UAAAAGH, DIOS… Qué follada… -dijo, tomando aire y escupiendo espesas babas, con las lágrimas cayéndole por la cara y realmente exhausta-. Joder, estoy super cachonda… -confesó, mientras masturbaba ambas pollas al unísono-.

Desde su baja posición, y mirando a ambos directores a los ojos sin parar de acariciar ambos miembros de manera lenta y sensual, la joven actriz les indicó que se inclinaran sobre la mesa.

-¿Qué pretendes, cariño? -exclamó Joe, mostrando cierta sorpresa-.
-Ahora lo veréis… Vosotros dejaos llevar…

Dicho y hecho, ambos directores se miraron extrañados, pero obedientemente, y sin pantalones, se inclinaron ligeramente sobre la mesa, dando la espalda a Millie, quien aprovechó para desprenderse del diminuto tanga, que ahora estaba completamente empapado con sus jugos.

-Abrid un poco las piernas -ordenó dulcemente-.

Poco a poco, la actriz comenzó a besar suave y sensualmente la parte trasera de los muslos de ambos directores, rozando los labios por sus nalgas y propinándoles pequeños besos…

Sacando la lengua, recorrió de abajo a arriba los testículos de Joe, quien soltó un sentido jadeo ante la sorpresa de semejante acción.

Lo mismo hizo con Anthony: su lengua pasó por sus huevos, que colgaban con un tamaño considerable, e incluso se los metió en la boca durante unos instantes, succionando con puro deseo.

Los jadeos ahogados resonaban por todo el despacho, acompañados de los ruidos emitidos por la succión de Millie.

Alejándose, la actriz hizo la pregunta del millón:

-¿Preparados? -dijo, con una sonrisa socarrona esbozada en su boca, al tiempo que acariciaba lentamente los culos de los directores-.

Y, sin apenas dejar tiempo para que respondieran, Millie separó las nalgas de Joe y comenzó a pasar su lengua por toda la raja y ano del director, provocando, ahora sí, un sonoro grito de placer.

-¡Joder, niña, qué bueno! -dijo con total seguridad-.

Millie, orgullosa de lo que acababa de hacer, continuó dejando constancia de sus artes orales con el canoso director, quien tenía la cabeza levantada mientras jadeaba con los ojos en blanco.

La joven siguió recreándose con el culo de Joe, dándole pasadas por la raja, besando las nalgas y, lo mejor de todo: trazando círculos y propinándole lascivos lenguetazos directamente en el ano.

Su lengua entraba y salía del cada vez más húmedo y lleno de babas agujero del director, quien se retorcía de puro placer al tiempo que la joven le masturbaba desde atrás.

¡Qué increíble sensación! Una desatada Millie Bobby Brown jugaba con su lengua como si fuera un torbellino con el culo del director. Por la red circulaban rumores, por culpa de un ex novio de la joven, sobre lo bien que se le daba comer culos… Pero claro, uno nunca sabe qué creerse de lo que se lee por ahí.

Durante varios minutos, la lengua de Millie y el ano de Joe fueron inseparables. Los lametazos y escupitajos eran constantes, y escuchar a la actriz jadear mientras tomaba aire en una situación tan morbosa era la mejor sensación del mundo.

-Ahora me toca a mi, cariño -dijo Anthony, que tenía la polla a punto de reventar-.

Y Millie, separándose del culo de Joe -con un hilillo de baba entre el ano y la lengua-, sonrió y se dirigió hacia el expuesto culo del director, con quien repitió el mismo juego: lametazos en los huevos, alrededores, ano e incursiones al interior de su anatomía, trazando círculos y propinándole escupitajos para lubricar la zona.

En cierto momento, la joven liberó su mano de la polla de Anthony, a quien masturbaba mientras le comía el culo, y separó ambas nalgas con las manos para meter completamente la cara entre ellas.

Ahora Millie degustaba los olores más íntimos del director, mientras seguía jugando con su lengua por cada rincón que tenía su alcance, y Anthony estaba más que extasiado.

Alejándose para respirar, la joven tomó aire ruidosamente, con la cara roja y todo el maquillaje en un estado lamentable. Ahora tenía un aspecto de putón total y absoluto, y… Por qué no decirlo: le estaba encantando enormemente.

-Joder, chicos, qué comidas de culo os acabo de hacer… Estoy super cachonda…

Y sí: un ligero charco en el suelo y unas brillantes gotas de jugo que asomaban por su depilado coño le delataban…


------FIN DE LA CUARTA PARTE
 
Millie Bobby Brown - Quinta y última parte

Recuperando la compostura y tumbándose en el escritorio, Joe invitó a Millie a que se pusiera encima de él. Ella, sensualmente, se colocó como una jinete encima de su montura, escupiéndose la mano y lubricando, aún más si cabe, su coño antes de pasar a la acción.

Con cautela, se introdujo el erecto pene de Joe en su empapado y caliente coño, que enseguida tomó ritmo de bombeo y provocó el incesante jadeo de la actriz. Sus pechos se balanceaban al mismo tiempo que Joe golpeaba su cadera contra sus glúteos, al ritmo del “choc-choc-choc” de ambos cuerpos entrechocando de manera rítmica.

Desde esa posición, Joe aprovechaba para besar los labios y los pechos de Millie cada vez que tenía ocasión.

De pronto, Joe chasqueó los dedos e hizo señas a Anthony, señalando el culo de la actriz con la mano. Las manos de Joe frenaron los movimientos pélvicos de la actriz y abrieron ambas nalgas para que lo que vendría a continuación…

Notando la cabeza del glande en la entrada de su ano, Millie dio un pequeño sobresalto:

-Ey ey, chicos, esperad…
-Sssssh tranquila, querida… Vamos poco a poco, ya lo verás…
-No es que no me guste por el culo, que me encanta… Pero nunca he tenido 2 a la vez…
-Bueno, siempre hay una primera vez para todo… Además tranquila, que si vemos que hay algún problema, paramos.

No muy convencida, Millie puso toda su voluntad en seguir con la follada. Anthony lanzó varios escupitajos al ano de la actriz, e introdujo un par de dedos para ir adaptando el diámetro del mismo, y probó a meter la polla…

-Así, así, despacio, cariño… -dijo Anthony para tranquilizar a Millie-.

No hizo mucha falta, ya que con un par de movimientos su polla entraba y salía con total libertad. Ahora sí, los dos directores bombeaban rítmicamente en ambos agujeros de Millie, quien no paraba de jadear con los ojos en blanco y de gritar lo cachonda que estaba.

El escritorio tenía un charco cada vez más considerable provocado por los jugos de la joven, que no había estado tan cachonda en toda su vida…

Estuvieron varios minutos en esta posición, con las piernas de Millie temblando por los incontables orgasmos que ya había tenido. Se dejaba hacer con total sumisión.

-Uff, me queda poco para correrme -dijo Anthony-
-Vamos, dádmela toda en la boca…

Incorporándose, ella volvió a ponerse de rodillas y a comerse ambas pollas.

-Hmmmm, ahora sabe a mi culo… -dijo a Anthony, con su polla en la boca y guiñandole un ojo, haciendo un ligero amago de arcada que enseguida se convirtió en un gemido ahogado de placer mientras devoraba con ansia el miembro, ahora reluciente, del director-.

Siguió chupando hasta que ambas pollas comenzaron a lanzar su semilla sobre la cara y boca de la joven, que hizo lo imposible para que toda la corrida le cayera sobre la lengua…

Con ambas pollas flaqueando, ella siguió masturbando tímidamente y lamiendo ambos glandes, sacando hasta la última gota de néctar.

Tenía la cara totalmente rociada de esperma, mezclado con sudor y rímel corrido. Sin dudarlo, recogió todo lo que pudo con los dedos para llevárselo a la boca y tragárselo, ante la atónita mirada de ambos directores.

-Hmmmmm qué rico estaba todo… Esto dicen que es bueno para la piel, así me mantendré siempre joven -bromeó ella mientras reían los 3-.

Tratando de recomponerse, los directores se vistieron de nuevo y se secaron el sudor de la frente y la cara.

-Qué, ¿aceptas el trato de desnudarte frente a la cámara?
-No sé… ¿Creéis que tengo un cuerpo apetecible? -dijo ella, haciéndose la inocente, levantándose y dando una vuelta completa, con los restos de corrida por todo su precioso cuerpo…-.
-Tienes el mejor cuerpo del mercado, cariño… Y sabes sacarle partido -dijo Joe-.
-Ooooh, ¡muchas gracias, guapo! Entonces, habrá que firmar contratos, ¿no?
-Te van a llover, ya lo verás…
-Eso espero… -dijo ella, lanzándoles un beso a ambos mientras se esparcía la corrida por las tetas…

De pronto, sonó su teléfono móvil.

-Uy, es mi marido. ¡Dime, amor! Sí, estoy en la oficina, ya salgo. Tranquilo, que he estado asegurándome algún que otro proyecto nuevo…


------FIN.

Espero que os haya gustado, pensaré en un nuevo relato de otra famosa.
 

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