Relatos de un treintañero

La clínica de masajes de Sonia, segunda sesión.


Miércoles, 8 de febrero de 2023

Habían pasado ya unos cuantos días desde mi visita a la clínica, Rafa me llamó posteriormente pidiéndome disculpas por olvidarse de mí. Yo me hice el ofendido con la intención de sacarme unas cañas gratis, táctica que dos días después gratificantemente funcionó. Obviamente no le comenté nada al respecto de la "sesión de relajación" con Sonia. Era un trabajo que le encantaba y mi última intención era hacerle estar incomodo. Pasamos un buen rato recordando viejos tiempos y animando la garganta.
No había retomado las sesiones con él debido a que mi espalda había recuperado su buen estado y el bono se quedó con 6 sesiones. Aunque mi mente no paraba de introducirme una y otra vez la misma idea "los bonos son para gastarlos", y si no es en la fisioterapia tendría que ser en la "relajación". Después de un día de idas y venidas, de dura lucha interior, decidí concertar cita para un masaje relajante vía web. Al poco una notificación pop-up apareció en mi móvil.

"Su cita ha sido concertada. Sábado 11 de febrero a las 12:00. Gracias por contar con su confianza.
Dacosta clínica de fisioterapia y relajación."



Sábado, 11 de febrero de 2023 - 11:45 - 2da sesión.

Pum pum, pum pum, pum pum, ese era el sonido de mi corazón resonando en mi caja torácica, las pulsaciones, algo fuera de lo normal retumbaban en mi cabeza y mis manos estaban ya sin uñas desde que decidiera el momento de concertar la cita. Miles de ideas me venían a la cabeza, desde espectaculares polvos, ordinarios masajes, hasta el peor escenario posible, que ella no estuviera. Ese día, sí que me había preparado. Rasurado completo, ropa que me gustaba y mis calzoncillos de la suerte enfundados. Además, llevaba unos días sin masturbarme con su recuerdo, por lo que mis depósitos de energía estaban bien cargados.

A pocos metros de la entrada pude observar que la puerta estaba cerrada y la verja a medio bajar, cosa que me pareció extraña. En ese momento el pensamiento de que no iba a estar cogió fuerza en mi cabeza... ¡si es la jefa, como va a trabajar un sábado! Llamé con dos toques en el marco de chapa y a los pocos segundos oí girar la llave al otro lado del marco.
Sonia me abrió con una amplia sonrisa, me recibió como de costumbre, con su imagen blanca impoluta salpicada de una nota de color por sus labios color granate. La sensación de desasosiego desapareció y los nervios entraron en su lugar.

  • ¡ya pensaba que estaba cerrado!
  • los sábados solo abrimos para los clientes "vips" (dijo imitando las comillas con las manos y guiñando un ojo), ¡pasa anda! no vayas a coger frío... y ya sabes dónde está el box, mientras voy a cerrar la verja y a apagar el ordenador, que estaba finiquitando un tema de números.

Pasé hasta el box 2 y seguí las indicaciones de la anterior vez. Me desnudé por completo dejando mi polla al aire, estaba ya algo morcillona debido al nerviosismo y todo lo que había imaginado de camino, así que tuve que colocármela al tumbarme en la camilla, que en el día de hoy sentía un poco más dura de lo normal, menos cómoda que las otras veces, serían los nervios, pensé. Al meter la cabeza por el agujero pude comprobar que era diferente a la anterior ya que esta contaba con la patas de madera de color negro rematadas con unos tacos de goma, en vez de la camilla de aluminio blanco tradicional.
A los pocos minutos oí los pasos de Sonia acercándose a la habitación. Al entrar cerró la puerta e inicio el ritual, bajó la tonalidad de la luz, puso música relajante oriental y encendió una varilla de sándalo para crear una atmósfera "zen".

  • Bueno, bueno así que te has animado a otra sesión...
  • Sí, la verdad es que salí bastante contento del trato del otro día...
  • Jajaja, esperemos que hoy quedes igual de satisfecho... y olvides la semana de trabajo que seguro que ha sido intensa...

Las gotas de un cálido aceite cayeron en mi espalda desde el cuello hasta la zona lumbar, una a una, gota a gota, hasta que las manos de Sonia me palparon por fin. Cada poro de mi cuerpo se activó y mis pelos se erizaron por competo al sentir el tacto de su cálida piel contra la mía. Mi polla se endureció recordando los momentos pasados, aprisionada entre mi cuerpo y la camilla, parecía también recordarlo y la sentía crecer poco a poco con cada movimiento arriba y abajo sobre mi espalda.

  • La verdad Gabriel, es que me tomo muy en serio que mis clientes salgan contentos de la clínica. Por eso te he guardado un par de sorpresas...
  • ¿Si? vaya no... no sé qué decir...
Abrí los ojos dentro de la abertura de la camilla al escuchar un extraño ruido, la ropa de color blanco de Sonia estaba esparcida por el suelo, alcé la cabeza y la observé vestida de una forma espectacular. Contaba con unos ligueros de color violeta a juego con un sujetador que a duras penas podía controlar sus pechos, carecía de tanga así que a la tenue luz observé su coño rasurado con grandes y apetitosos labios. ¡Ya has visto suficiente! dijo rápidamente cuando con una mano obligó a mi cabeza a meterse de nuevo en el agujero. Mi polla ahora sí estaba en todo su esplendor, la visión había conseguido que estuviera aún más dura, la prisión en la que se encontraba no ayudaba desde luego, ya que el roce del cuero me producía cierto placer.

  • Como te he dicho, guardo un par de sorpresas... esa, era una... y ahora... (acercó su boca a mi oreja, tanto que note su aliento caliente en ella y dijo) voy a ordeñarte...

Sonia se agachó lentamente, se puso a cuatro patas como una gata pasando debajo de la camilla y abrió otra apertura en ella en la zona central, haciendo que mi polla apareciera de repente por un agujero apuntando al suelo. Mordiéndose el labio empezó con sus manos aceitosas a lubricar lentamente mi nabo y mis pelotas con las dos manos. Arriba y abajo engrasaba la zona provocando que mi cuerpo se estremeciera y mi temperatura corporal se elevara. Aplicando una fuerza desigual fue batiendo mi tallo, propinándole unas sacudidas que pasaron de ser tiernas y delicadas a bestiales. No se olvidaba de mis pelotas con las que jugueteaba y acariciaba intermitentemente, aplicándolas raciones diferentes de presión.
Mis gemidos se escuchaban por encima de la música relajante y mis manos se agarraban con fuerza a las patas de madera de la camilla, aguantando las ganas de correrme. La situación era morbosa y excitante y poco tiempo después Sonia sacó la artillería pesada, noté como sus húmedos labios abrazaron mi capullo con lujuria, paladeando mi polla y haciendo fuerza contra las paredes de su cálida boca.
Lo que me ofrecía la apertura de la camilla era una imagen magnífica... ella, de rodillas, con su liguero violeta, ofreciéndome una apetitosa visión de su culo gracias a la postura, mamando sin piedad de mi rabo arriba y abajo, dándome lametones desde el tallo hasta él capullo mientras que con la mano derecha aguantaba mis pelotas, y con la izquierda me masturbaba. Saboreaba mi glande con su experimentada lengua, sorbiendo cada uno de mis jugos e intercambiándolos por grandes cantidades de saliva que resbalaban por tallo, boca, pechos y tras ello, al suelo. Sonia quería extraer realmente mi jugo, pasó a agarrarse a las patas de la camilla tragando vorazmente mi falo propiciándome una garganta profunda cargada de saliva. El sonido que producía su garganta se juntaba con mis gemidos ahogando el hilo musical de la sala. La calidez y la humedad de su garganta me estaban dando una sesión incapaz de aguantar. Sucumbí al placer y con un grito ahogado la comuniqué que me corría.
Sonia rápidamente cambió su posición abriendo las piernas y echando su cuerpo hacia atrás apoyándose con el brazo izquierdo en el suelo para ganar estabilidad. Con su mano derecha agarró mi polla llena de saliva y la agitó extrayendo unos potentes chorros de leche blanca que cayeron sobre su sujetador violeta y su abdomen. Mi cuerpo vacío de energía se dejó fundir con el cuero de la camilla mientras Sonia jugueteaba con su abdomen lefado, llevándose a la boca uno a uno los dedos de su mano, degustando así el líquido de mi interior.

  • Bueno, no creerás que me voy a quedar así... Dijo Sonia saliendo de debajo de la camilla y acercándose al mueble para coger una toalla de algodón y limpiarse los restos que quedaban sobre su abdomen.
La verdad es que la imagen que me regalaba era difícil de desaprovechar, vestida con ese sujetador y liguero violeta, dándome la espalda dejando observar su monumental culo, que botaba con cada movimiento que realizaba al limpiarse el abdomen. Mi mente se imaginó por un momento disfrutando de ese cuerpo y no lo pensé, necesitaba complacerla como ella me había complacido a mí.
Mi cuerpo recobró energía y me puse de pie acercándome a ella por detrás. Llegando a su posición me arrodillé, y ayudándola con una mano en la zona lumbar hice que su torso se echara para adelante agarrándose ella a la estantería de madera que guardaba las toallas dejándome así, fácil acceso a su zona baja. Inmediatamente incrusté mi lengua en su ya encharcado sexo, degustando a fondo las mieles que me regalaba. La zona estaba ya candente, altas temperaturas, signo de que lo que había ocurrido hace escasos minutos le había encantado. Con mi lengua recorrí cada pliegue de su vulva, llenando mi boca de sus calientes flujos que se mezclaban con mi saliva. Alternaba profusos lametones en sus labios menores, para pasar a succionarlos después. Aproveché la circunstancia para saborear de igual modo su ano a la perfección, el tremendo ojal con el que contaba no me había pasado desapercibido desde la primera vez que la vi, y desde entonces había soñado con ese momento. Los gemidos de Sonia eran cada vez más potentes y próximos con cada incursión de mi lengua en su cavidad.

  • Ahh si si, joder si, no pares por favor... Ahhhh sigue lamiendo, ahí ahí...

Mi lengua aumentó el ritmo de las vibraciones y lametones, alternando cada pocos segundos ambos orificios, perforándolos húmedamente. Mis manos, que agarraban fuertemente su cadera, acariciaban ahora arriba y abajo sus piernas y abdomen, pasando por encima de la suave tela del liguero, palpando su cada vez más sudada pero suave piel. Mi polla cada vez más morcillona por la excitación del momento empezaba a endurecerse de nuevo preparada para un nuevo asalto.

  • Joder Gabriel, ahhh, estoy mojadísima, no aguanto más, métemela por favor, ¡voy a estallar!, ¡métemela!

Me levanté y di la vuelta a Sonia, juntando sus labios a los míos, su lengua a la mía, mientras con mis dos manos me apoderaba de ese monumental culo. Jugueteaba con mi lengua en su boca intercambiando saliva mientras magreaba una y otra vez su trasero. Así, fundiéndonos el uno en el otro, la fui desplazando hacia la camilla y una vez allí la puse de nuevo de espaldas regalándome de nuevo con la vista. Sonia se apoyó con los dos brazos en la camilla y elevando una de sus piernas la apoyó en ella para ganar equilibrio. En ese momento ensarté a Sonia con mi venoso rabo, chocando contra su ardiente cuerpo. Su cavidad recibió mi regalo con facilidad debido a la gran cantidad de jugos que chorreaba y que lubricaban la zona a la perfección, embestí a esa mujer una y otra vez empujando con mis caderas hacia adelante. El sonido de palmadas retumbaba en la habitación, que juntos a los gemidos de ambos enmudecían por completo el hilo musical. Sonia colaboraba balanceando sus caderas hacia atrás para recibir el premio. Teniendo su culo a mi antojo no pude refrenar el deseo de azotarla con la palma de la mano, provocando que gimiera a mi gusto.

Cada penetración nos otorgaba una dosis de profundo placer. Sonia empezó a realizar círculos con sus caderas salvajemente, mientras que uno de sus brazos pasó de la camilla a acariciarme los huevos en las embestidas, sus gemidos se incrementaron en volumen y secuencia, signo de que estaba cerca del éxtasis.

  • ¡Dame más!, ¡dame más!, ¡haz que esta zorra se corra! Gritó Sonia dejando de tocar mis pelotas para acariciarse con saña el clítoris.

Llegado ese punto decidí que era el momento de jugar con su culo y aprovechando la humedad que me regalaba, acaricié su coño con mi mano derecha. Cuando sus flujos recorrían cada uno de mis dedos, llevé mi dedo corazón a su ano y lo fui introduciendo suavemente. Después de un segundo de resistencia, mi dedo se deslizó en su interior a la par que un gemido disonante retumbó en el ambiente, nota que aquel movimiento no le disgustó. Mis embestidas ahora fueron controladas con la intención de no dañarla, sin prisa, pero sin pausa la fui penetrando mientras que mi dedo la enculaba. Cuando noté que la dilatada cavidad se había hecho a mi dedo corazón, cambié y mi dedo pulgar tomó el relevo. Mis embestidas ahora fueron más feroces, al igual que sus gemidos. La lujuria y la excitación nos marcaban las pautas y ambos disfrutábamos, llegado el momento el cuerpo de Sonia se tensó, cayendo en un profundo y placentero orgasmo, los aspavientos de su cuerpo junto con las contracciones de su coño hicieron que una profunda sensación de estrechez recorriera mi cuerpo desde los talones hasta la cabeza. Saqué mi polla del interior de Sonia y apuntando a la entrada de su ano, eyaculé varios chorros de leche en su tremendo culo. No podía haber mejor lugar para terminar ese polvo.
Ambos, derrotados, nos apoyamos en la maltrecha camilla de madera intentando recuperar fuerzas y respiración.
  • Espero que no hagas esto con todos tus clientes, reí.
  • Solo tú tienes este trato de favor, ya lo sabes... Espero que el cliente haya quedado satisfecho con el masaje.
  • Solo te digo, que estoy pensando en sacarme otro bono. Dije dando una última cachetada a su culo.


--Fin--


¡No dudéis en comentar vuestras impresiones!
La clínica de masajes de Sonia, segunda sesión.


Miércoles, 8 de febrero de 2023

Habían pasado ya unos cuantos días desde mi visita a la clínica, Rafa me llamó posteriormente pidiéndome disculpas por olvidarse de mí. Yo me hice el ofendido con la intención de sacarme unas cañas gratis, táctica que dos días después gratificantemente funcionó. Obviamente no le comenté nada al respecto de la "sesión de relajación" con Sonia. Era un trabajo que le encantaba y mi última intención era hacerle estar incomodo. Pasamos un buen rato recordando viejos tiempos y animando la garganta.
No había retomado las sesiones con él debido a que mi espalda había recuperado su buen estado y el bono se quedó con 6 sesiones. Aunque mi mente no paraba de introducirme una y otra vez la misma idea "los bonos son para gastarlos", y si no es en la fisioterapia tendría que ser en la "relajación". Después de un día de idas y venidas, de dura lucha interior, decidí concertar cita para un masaje relajante vía web. Al poco una notificación pop-up apareció en mi móvil.

"Su cita ha sido concertada. Sábado 11 de febrero a las 12:00. Gracias por contar con su confianza.
Dacosta clínica de fisioterapia y relajación."



Sábado, 11 de febrero de 2023 - 11:45 - 2da sesión.

Pum pum, pum pum, pum pum, ese era el sonido de mi corazón resonando en mi caja torácica, las pulsaciones, algo fuera de lo normal retumbaban en mi cabeza y mis manos estaban ya sin uñas desde que decidiera el momento de concertar la cita. Miles de ideas me venían a la cabeza, desde espectaculares polvos, ordinarios masajes, hasta el peor escenario posible, que ella no estuviera. Ese día, sí que me había preparado. Rasurado completo, ropa que me gustaba y mis calzoncillos de la suerte enfundados. Además, llevaba unos días sin masturbarme con su recuerdo, por lo que mis depósitos de energía estaban bien cargados.

A pocos metros de la entrada pude observar que la puerta estaba cerrada y la verja a medio bajar, cosa que me pareció extraña. En ese momento el pensamiento de que no iba a estar cogió fuerza en mi cabeza... ¡si es la jefa, como va a trabajar un sábado! Llamé con dos toques en el marco de chapa y a los pocos segundos oí girar la llave al otro lado del marco.
Sonia me abrió con una amplia sonrisa, me recibió como de costumbre, con su imagen blanca impoluta salpicada de una nota de color por sus labios color granate. La sensación de desasosiego desapareció y los nervios entraron en su lugar.

  • ¡ya pensaba que estaba cerrado!
  • los sábados solo abrimos para los clientes "vips" (dijo imitando las comillas con las manos y guiñando un ojo), ¡pasa anda! no vayas a coger frío... y ya sabes dónde está el box, mientras voy a cerrar la verja y a apagar el ordenador, que estaba finiquitando un tema de números.

Pasé hasta el box 2 y seguí las indicaciones de la anterior vez. Me desnudé por completo dejando mi polla al aire, estaba ya algo morcillona debido al nerviosismo y todo lo que había imaginado de camino, así que tuve que colocármela al tumbarme en la camilla, que en el día de hoy sentía un poco más dura de lo normal, menos cómoda que las otras veces, serían los nervios, pensé. Al meter la cabeza por el agujero pude comprobar que era diferente a la anterior ya que esta contaba con la patas de madera de color negro rematadas con unos tacos de goma, en vez de la camilla de aluminio blanco tradicional.
A los pocos minutos oí los pasos de Sonia acercándose a la habitación. Al entrar cerró la puerta e inicio el ritual, bajó la tonalidad de la luz, puso música relajante oriental y encendió una varilla de sándalo para crear una atmósfera "zen".

  • Bueno, bueno así que te has animado a otra sesión...
  • Sí, la verdad es que salí bastante contento del trato del otro día...
  • Jajaja, esperemos que hoy quedes igual de satisfecho... y olvides la semana de trabajo que seguro que ha sido intensa...

Las gotas de un cálido aceite cayeron en mi espalda desde el cuello hasta la zona lumbar, una a una, gota a gota, hasta que las manos de Sonia me palparon por fin. Cada poro de mi cuerpo se activó y mis pelos se erizaron por competo al sentir el tacto de su cálida piel contra la mía. Mi polla se endureció recordando los momentos pasados, aprisionada entre mi cuerpo y la camilla, parecía también recordarlo y la sentía crecer poco a poco con cada movimiento arriba y abajo sobre mi espalda.

  • La verdad Gabriel, es que me tomo muy en serio que mis clientes salgan contentos de la clínica. Por eso te he guardado un par de sorpresas...
  • ¿Si? vaya no... no sé qué decir...
Abrí los ojos dentro de la abertura de la camilla al escuchar un extraño ruido, la ropa de color blanco de Sonia estaba esparcida por el suelo, alcé la cabeza y la observé vestida de una forma espectacular. Contaba con unos ligueros de color violeta a juego con un sujetador que a duras penas podía controlar sus pechos, carecía de tanga así que a la tenue luz observé su coño rasurado con grandes y apetitosos labios. ¡Ya has visto suficiente! dijo rápidamente cuando con una mano obligó a mi cabeza a meterse de nuevo en el agujero. Mi polla ahora sí estaba en todo su esplendor, la visión había conseguido que estuviera aún más dura, la prisión en la que se encontraba no ayudaba desde luego, ya que el roce del cuero me producía cierto placer.

  • Como te he dicho, guardo un par de sorpresas... esa, era una... y ahora... (acercó su boca a mi oreja, tanto que note su aliento caliente en ella y dijo) voy a ordeñarte...

Sonia se agachó lentamente, se puso a cuatro patas como una gata pasando debajo de la camilla y abrió otra apertura en ella en la zona central, haciendo que mi polla apareciera de repente por un agujero apuntando al suelo. Mordiéndose el labio empezó con sus manos aceitosas a lubricar lentamente mi nabo y mis pelotas con las dos manos. Arriba y abajo engrasaba la zona provocando que mi cuerpo se estremeciera y mi temperatura corporal se elevara. Aplicando una fuerza desigual fue batiendo mi tallo, propinándole unas sacudidas que pasaron de ser tiernas y delicadas a bestiales. No se olvidaba de mis pelotas con las que jugueteaba y acariciaba intermitentemente, aplicándolas raciones diferentes de presión.
Mis gemidos se escuchaban por encima de la música relajante y mis manos se agarraban con fuerza a las patas de madera de la camilla, aguantando las ganas de correrme. La situación era morbosa y excitante y poco tiempo después Sonia sacó la artillería pesada, noté como sus húmedos labios abrazaron mi capullo con lujuria, paladeando mi polla y haciendo fuerza contra las paredes de su cálida boca.
Lo que me ofrecía la apertura de la camilla era una imagen magnífica... ella, de rodillas, con su liguero violeta, ofreciéndome una apetitosa visión de su culo gracias a la postura, mamando sin piedad de mi rabo arriba y abajo, dándome lametones desde el tallo hasta él capullo mientras que con la mano derecha aguantaba mis pelotas, y con la izquierda me masturbaba. Saboreaba mi glande con su experimentada lengua, sorbiendo cada uno de mis jugos e intercambiándolos por grandes cantidades de saliva que resbalaban por tallo, boca, pechos y tras ello, al suelo. Sonia quería extraer realmente mi jugo, pasó a agarrarse a las patas de la camilla tragando vorazmente mi falo propiciándome una garganta profunda cargada de saliva. El sonido que producía su garganta se juntaba con mis gemidos ahogando el hilo musical de la sala. La calidez y la humedad de su garganta me estaban dando una sesión incapaz de aguantar. Sucumbí al placer y con un grito ahogado la comuniqué que me corría.
Sonia rápidamente cambió su posición abriendo las piernas y echando su cuerpo hacia atrás apoyándose con el brazo izquierdo en el suelo para ganar estabilidad. Con su mano derecha agarró mi polla llena de saliva y la agitó extrayendo unos potentes chorros de leche blanca que cayeron sobre su sujetador violeta y su abdomen. Mi cuerpo vacío de energía se dejó fundir con el cuero de la camilla mientras Sonia jugueteaba con su abdomen lefado, llevándose a la boca uno a uno los dedos de su mano, degustando así el líquido de mi interior.

  • Bueno, no creerás que me voy a quedar así... Dijo Sonia saliendo de debajo de la camilla y acercándose al mueble para coger una toalla de algodón y limpiarse los restos que quedaban sobre su abdomen.
La verdad es que la imagen que me regalaba era difícil de desaprovechar, vestida con ese sujetador y liguero violeta, dándome la espalda dejando observar su monumental culo, que botaba con cada movimiento que realizaba al limpiarse el abdomen. Mi mente se imaginó por un momento disfrutando de ese cuerpo y no lo pensé, necesitaba complacerla como ella me había complacido a mí.
Mi cuerpo recobró energía y me puse de pie acercándome a ella por detrás. Llegando a su posición me arrodillé, y ayudándola con una mano en la zona lumbar hice que su torso se echara para adelante agarrándose ella a la estantería de madera que guardaba las toallas dejándome así, fácil acceso a su zona baja. Inmediatamente incrusté mi lengua en su ya encharcado sexo, degustando a fondo las mieles que me regalaba. La zona estaba ya candente, altas temperaturas, signo de que lo que había ocurrido hace escasos minutos le había encantado. Con mi lengua recorrí cada pliegue de su vulva, llenando mi boca de sus calientes flujos que se mezclaban con mi saliva. Alternaba profusos lametones en sus labios menores, para pasar a succionarlos después. Aproveché la circunstancia para saborear de igual modo su ano a la perfección, el tremendo ojal con el que contaba no me había pasado desapercibido desde la primera vez que la vi, y desde entonces había soñado con ese momento. Los gemidos de Sonia eran cada vez más potentes y próximos con cada incursión de mi lengua en su cavidad.

  • Ahh si si, joder si, no pares por favor... Ahhhh sigue lamiendo, ahí ahí...

Mi lengua aumentó el ritmo de las vibraciones y lametones, alternando cada pocos segundos ambos orificios, perforándolos húmedamente. Mis manos, que agarraban fuertemente su cadera, acariciaban ahora arriba y abajo sus piernas y abdomen, pasando por encima de la suave tela del liguero, palpando su cada vez más sudada pero suave piel. Mi polla cada vez más morcillona por la excitación del momento empezaba a endurecerse de nuevo preparada para un nuevo asalto.

  • Joder Gabriel, ahhh, estoy mojadísima, no aguanto más, métemela por favor, ¡voy a estallar!, ¡métemela!

Me levanté y di la vuelta a Sonia, juntando sus labios a los míos, su lengua a la mía, mientras con mis dos manos me apoderaba de ese monumental culo. Jugueteaba con mi lengua en su boca intercambiando saliva mientras magreaba una y otra vez su trasero. Así, fundiéndonos el uno en el otro, la fui desplazando hacia la camilla y una vez allí la puse de nuevo de espaldas regalándome de nuevo con la vista. Sonia se apoyó con los dos brazos en la camilla y elevando una de sus piernas la apoyó en ella para ganar equilibrio. En ese momento ensarté a Sonia con mi venoso rabo, chocando contra su ardiente cuerpo. Su cavidad recibió mi regalo con facilidad debido a la gran cantidad de jugos que chorreaba y que lubricaban la zona a la perfección, embestí a esa mujer una y otra vez empujando con mis caderas hacia adelante. El sonido de palmadas retumbaba en la habitación, que juntos a los gemidos de ambos enmudecían por completo el hilo musical. Sonia colaboraba balanceando sus caderas hacia atrás para recibir el premio. Teniendo su culo a mi antojo no pude refrenar el deseo de azotarla con la palma de la mano, provocando que gimiera a mi gusto.

Cada penetración nos otorgaba una dosis de profundo placer. Sonia empezó a realizar círculos con sus caderas salvajemente, mientras que uno de sus brazos pasó de la camilla a acariciarme los huevos en las embestidas, sus gemidos se incrementaron en volumen y secuencia, signo de que estaba cerca del éxtasis.

  • ¡Dame más!, ¡dame más!, ¡haz que esta zorra se corra! Gritó Sonia dejando de tocar mis pelotas para acariciarse con saña el clítoris.

Llegado ese punto decidí que era el momento de jugar con su culo y aprovechando la humedad que me regalaba, acaricié su coño con mi mano derecha. Cuando sus flujos recorrían cada uno de mis dedos, llevé mi dedo corazón a su ano y lo fui introduciendo suavemente. Después de un segundo de resistencia, mi dedo se deslizó en su interior a la par que un gemido disonante retumbó en el ambiente, nota que aquel movimiento no le disgustó. Mis embestidas ahora fueron controladas con la intención de no dañarla, sin prisa, pero sin pausa la fui penetrando mientras que mi dedo la enculaba. Cuando noté que la dilatada cavidad se había hecho a mi dedo corazón, cambié y mi dedo pulgar tomó el relevo. Mis embestidas ahora fueron más feroces, al igual que sus gemidos. La lujuria y la excitación nos marcaban las pautas y ambos disfrutábamos, llegado el momento el cuerpo de Sonia se tensó, cayendo en un profundo y placentero orgasmo, los aspavientos de su cuerpo junto con las contracciones de su coño hicieron que una profunda sensación de estrechez recorriera mi cuerpo desde los talones hasta la cabeza. Saqué mi polla del interior de Sonia y apuntando a la entrada de su ano, eyaculé varios chorros de leche en su tremendo culo. No podía haber mejor lugar para terminar ese polvo.
Ambos, derrotados, nos apoyamos en la maltrecha camilla de madera intentando recuperar fuerzas y respiración.
  • Espero que no hagas esto con todos tus clientes, reí.
  • Solo tú tienes este trato de favor, ya lo sabes... Espero que el cliente haya quedado satisfecho con el masaje.
  • Solo te digo, que estoy pensando en sacarme otro bono. Dije dando una última cachetada a su culo.


--Fin--


¡No dudéis en comentar vuestras impresiones!
Magnífico relato… tienes un nuevo seguidor/lector
 
Pues me tienes enganchado a todas las historias,son reales? Me quedo con unas ganas de pajearme con todas....ufffff
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento en casa.
"8 de diciembre 21:00, C/ Lope de Vega 3 4ºH, Te espero" Así decía la nota que Mara me dejó en la cazadora, escrita con un trazo ligero y limpio en color azul.

Eran las 9 del domingo y mi cuerpo había decidido que era buen momento para despertarse, puede que los nervios por el cercano encuentro con Mara fueran el causante del desvelo o quizá por la costumbre semanal de no aguantar mucho en la cama.
Había pasado unos días movidos en el trabajo, pero eso no me quitó de la mente la idea de la reunión. Incluso uno de esos días a la salida del trabajo sin pensarlo me desvié de camino a casa y pasé con el coche por la calle Lope de vega, su dirección, realmente no sé qué pretendía conseguir, si verla a ella, tener una primera visión del portal, no sentirme tan extraño ese día 8... no lo sé bien, pero lo hice.
Ese día me incorporé aún somnoliento y me hice un esquema mental de lo que tenía que hacer antes de las nueve de la noche. Sólo con pensar en esa hora mi pene se endurecía ligeramente en el interior del pijama. Esos días me había prometido no masturbarme y guardar todas las fuerzas para aquella noche, pero tres fueron las veces que sucumbí al deseo y los recuerdos de su cuerpo y habilidades.

El día transcurrió con total normalidad, un leve trote de 40 minutos por un pinar cercano y vuelta a casa para hacerme un desayuno completo, uno de esos de los domingos, donde el tiempo te permite recrearte, convertirte o eso crees, en todo un chef y poder hacerte unos huevos revueltos, pelar un poco de fruta y hacerte un zumo de naranja natural para tomarlo todo mientras lees la prensa deportiva y ves algún video entretenido en internet. Después del banquete proseguí con un afeitado recortando la barba, al número 3, que no pinche pero que quede perfecta y una larga ducha de agua caliente, de esas donde el espejo se empaña por completo para continuar. Para finalizar la mañana había quedado con unos amigos para tomar un vermoutito, de esos que se alargan un poco y se convierten en comida.
A eso de las 5 de la tarde estaba llegando a casa para tumbarme en el sofá y dormir una reparadora siesta de 30 minutos (fue hora y media, pero queda mejor decir media hora).
Pasada la siesta me encontraba yo delante del armario, escogiendo que ponerme, debía de ser algo adecuado, perfecto para una quedada informal y que causara buena impresión. Debo recordar que iba a ser la primera vez que nos veíamos fuera del gimnasio, sin estar cubiertos de sudor y enfundados en ropa deportiva.
Después de la elección me di otra ducha rápida y a continuación cogía las llaves para salir por la puerta de mi casa dirección a la calle Lope de Vega. No estaba lo suficientemente lejos como para tener que ir coche si o si, así que con la intención de quitarme aquel nudo que tenía en el estómago y el objetivo de matar el tiempo restante me puse en camino.
Al final la elección de mi outfit fue unas botas marrones, un vaquero con su cinto color marrón y una camisa blanca acompañada con un jersey de ochos verde botella y sobre todo ello una cazadora azul marino para combatir el frío, deseaba que la elección fuera la correcta, al final... todo cuenta.

Eran las 20:57 y me encontraba delante del portal nº 3 ded la calle Lope de Vega, me dirigí al telefonillo para marcar el piso adecuado y mientras localizaba el pulsador la puerta se abrió, saliendo por ella un anciano con boina junto a su teckel color negro. Aproveché la situación y entré en el amplio portal de color blanco dirigiéndome al ascensor.
En un par de minutos llegué al tercer piso y me planté delante de la puerta H.

El sonido del timbre retumbo al otro lado de la puerta de madera, a los pocos segundos la puerta se abrió y Mara apareció tras ella.
Su boca cambió la mueca de sorpresa por una estimulante sonrisa en fracciones de segundos.
Mara, vestida con tacones, una falda de tela larga color beige con una apertura lateral y una blusa color blanca se postraba bajo el marco de la puerta resplandeciente como nunca antes. Siempre la había visto con ropa de deporte y aunque eso no me disgustaba para nada, el cambio era más que notable.

  • ¡Hombre! Pero ¿quién te ha abierto?
  • ¿Como se dice? un mago nunca revela sus trucos...
  • Jajaja, anda pasa al salón por favor, no te quedes ahí...
Entre en el hall de la vivienda que, tras un marco de madera sin puertas daba paso a un bonito salón. Siéntate exclamo Mara detrás de mí.
Me senté en el mullido sofá sin saber muy bien que hacer o responder, casi como un autómata.

  • No sabía si te atreverías a venir...
  • No das tanto miedo jaja... además... una invitación nunca se rechaza y menos viniendo de ti ¿no crees?
  • Bueno... quizás no habías visto la nota en tu cazadora... o quizá tenías cosas más interesantes que hacer... que se yo...
  • Ahora mismo no se me ocurre nada más interesante que tu, la verdad...
  • Hummm... ¿te apetece algo de beber? Te noto la garganta seca (dijo esbozando una pícara sonrisa)
  • Por favor... una cerveza o una copa de vino blanco estaría bien.
  • Veré que encuentro... no te escapes.

Se dirigió a la cocina por el próximo pasillo que salía del comedor, el sonido de sus tacones color burdeos chocando contra el parquet marrón resonaba con cada paso que daba.
En la espera me dio tiempo a echar un vistazo al salón donde me encontraba.
Un par de sofás color gris oscuro acaparaban el centro de la habitación junto con una mesa baja de cristal y hierro que se situaba sobre una alfombra de pelo beige. En el frontal unas grandes estanterías blancas llenas de libros, marcos de fotos y figuras de madera arropaban un gran televisor color negro frente a los sofás.
Una lámpara de pie y su luz tenue otorgaban calidez al salón, adornado con unos lirios, ficus y potos verdes que coloreaban la estancia. Tras los sofás una mesa de comedor de madera, con una vasija gris de barro en el medio, seis sillas y un gran cuadro con trazos en diferentes colores remataban la estancia.

A los pocos minutos Mara volvió a aparecer en la habitación, traía dos copas de vino banco y tras beber de una de ellas y dejar muestra de su carmín burdeos sobre ella, la posó en la mesa y se sentó en el sofá junto a mí acariciando mi pierna.
Estuvimos varios minutos hablando y riendo sobre cosas banales, el gimnasio y su fauna y demás temas que iban saliendo poco a poco... Hasta que en un momento dado...

  • Por cierto... estás mucho más guapo vestido así tengo que decir...
  • Gracias por el cumplido. Me vas a poner rojo... Tú también por supuesto, aunque tengo que decir que la ropa de deporte te queda de diez.
  • Jaja bueno... una intenta cuidarse... ya sabes... ya soy una madurita...
  • ¿Te gustan las maduritas Gabriel?
  • ¿Te consideras madurita?
  • 44 añazos... ¿tu que crees?
  • Que no, pero si te lo consideras... entonces sí, me gustan las maduritas....
Mara sonreía mientras cogía la copa de vino sobre la mesa, sus ojos se clavaban en mí, su mirada profundizaba en mi interior... casi parecía que queriendo leer mi mente. Y es que sus ojos, imponentes de por sí adquirían aún más poder con el rímel negro sobre sus pestañas. Al volver a posar la copa de vino su falda color beige se abrió por su apertura lateral dejando ver un fabuloso liguero color negro alrededor de su pierna.
Si no lo he comentado nunca aprovecho para decir que la lencería en uno de mis puntos débiles y si tuviera que elegir un color, ese sería el negro. Aquella revelación hizo que mis ojos se clavaran en él, mi corazón aumentara su ritmo y mi entrepierna se tensara.

  • No te iba a gustar tanto si me conocieras... Me gusta mandar mucho, ¿sabes?... mandar, ordenar... como lo quieras llamar vamos... O eso dice mi marido...
  • Bueno... hay veces en las que me gusta que me manden... también en las que me gusta ordenar... ¿tú que prefieres?
  • Pues me gusta tanto ordenar como que me ordenen. Así que sería divertido, ¿no te parece?
  • Creo que lo pasaríamos bien... además...luego se pueden cambiar los roles, ¿no? ...primero uno ordena y luego el otro...
  • No sé si tú serás muy obediente pero siempre puede ser un reto domesticarte...
  • Como los buenos caballos pura sangre... La doma cuesta....Pero una vez la consigues...
  • Lo disfrutas más.
  • Exacto... ¿eres buena amazona?
  • ¿Hablamos de equitación?
  • Por supuesto Sonreí
  • Es una de mis preferidas por no decir la que más...
  • Ver ese pelo suelto botar arriba y abajo... tiene que ser una gozada.
  • ¿De frente o de espaldas?
  • No me hagas elegir... no puedo.
  • Reconozco que me gusta de frente para coger el cuello de quien está debajo.
  • ¿Apretarías un poquito?
  • Y un muchito....
  • Me lo estás poniendo difícil esta noche... (Dije bebiéndome el resto de la copa de un sólo trago)
  • Creo que te lo estoy poniendo bastante fácil...

Mara se abalanzó sobre mí, su lengua húmeda y con sabor aún al vino blanco se introdujo en mi boca, enlazándose con la mía, tan profundo fue ese beso, ese contacto, que puede saborear cada tanino del vino en su paladar.
Sus labios carnosos tocaban los míos. Y su mano izquierda empezó a acariciar mi miembro ya erecto sobre el pantalón. Lo hacía arriba y abajo, recorriendo cada centímetro de tela y carne que se encontraba en mi entrepierna.
La pasión hizo entrada en la habitación, mis manos irremediablemente ganaron terreno y mientras mi mano izquierda acariciaba su cara y nuca, atrayéndola aún más a mi boca, mi mano derecha empezó a recorrer su falda y cada curva de su cuerpo. El tacto de la falda era como lo había imaginado, suave. El tacto de sus curvas también lo era, caliente y provocador.
Pasados unos minutos devorando nuestras lenguas y labios. Mara hizo que nos incorporásemos. Me quito el jersey de ochos y desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, mientras lo hacía su mirada se clavaba en la mía, salvaje, dominante, felina.
Se mordía sus carnosos labios invitando a continuar la lujuria del momento, su carmín color burdeos, o más bien lo que quedaba de él estaba ya desdibujado alrededor de su boca. Con el último de los botones Mara se deshizo de la camisa deslizándola por mis brazos dejando al descubierto mi torso. Justo antes de soltarla por completo se reclino hacia mí besando lentamente mis abdominales.
Mi corazón latía con fuerza y mi erección era por entonces tan marcada que mi glande aparecía por encima del pantalón, dejando al descubierto el enrojecido capullo.

Conmigo aún de pies ella se volvió a sentar en el sofá, su cabeza a la altura de mi entrepierna se encontraba en el lugar perfecto. Esa lengua que segundos antes había estado en mi boca ahora lamía mi glande una y otra vez, sentía su calor, su saliva, su respiración... La erección crecía cada vez más y Mara no paraba de lamer y succionar mi glande. Con un movimiento firme me desabrochó el cinto y posteriormente el pantalón, sus dos manos envolvieron mis nalgas e hicieron que mi pantalón bajara hacia abajo. Mi pene aún encarcelado por el bóxer crecía sin control bajo la tela y empezaba a derramar las primeras gotas de líquido que ella degustaba con gula.

Inconscientemente mi pene empezó a dar saltos dentro del pantalón, buscando la salida de su cárcel. Mara lo notó y con sus manos bajo de un golpe el calzoncillo liberando mi erecto falo. Sin pensárselo dos veces lo engulló por completo haciendo que mi cabeza se echará para atrás, mirando al techo mientras emití un profundo gemido del gusto.

  • Como lo echaba de menos... Exclamo mientras chupaba.

Mientras con su mano derecha agarraba la polla con firmeza, propinaba profundas engullidas con su húmeda boca haciendo que mi glande rozara con los laterales de su boca. Todo ello lo alternaba con pasadas de arriba abajo con su lengua, desde los testículos hasta el capullo, recorriendo centímetro a centímetros el firme tallo que encontraba para acabar en el glande con el que jugueteaba con su lengua. Su mano izquierdo acariciaba mi cadera, piernas y culo, el cual arañaba suavemente con la punta de sus uñas. La excitación y el morbo del momento junto a la mamada que me estaba regalando me provocaban unas irrefrenables ganas de correrme, tensaba cada uno de mis dedos evitando el momento, luchando contra él. Cuando sentí cerca el momento separé a Mara de mi miembro, empujándola contra el sofá.

Con ella tumbada en él, me puse de rodillas y arranqué los botones de su blusa de un movimiento dejando sus pechos al descubierto. Los botones saltaron por los aires, y el sonido de ellos contra el parqué rechinaron en la melodía de jadeos.
No llevaba sujetador, detalle que sorprendentemente me había pasado por alto. No me lo perdoné y para redimirme devoré sus ya erectos pezones, primero humedeciendo la zona con la lengua y luego succionando profusamente cada uno de ellos. Amasaba sus pechos con suavidad y firmeza, lamía sus areolas mientras escuchaba sus gemidos, era una sinfonía para mí, una sinfonía que me invitaba a seguir con la degustación. Su temperatura corporal se elevaba, la mía también y el olor a sexo inundaba ya la habitación.

Quería probarla, deseaba probarla, necesitaba probarla, así que levanté su falda color beige dejando el delicado liguero negro a la luz, observé por completo su depilada rajita, húmeda, encharcada, hinchada....

  • Sin nada de ropa interior... Como una buena anfitriona... poniéndolo fácil a sus invitados...
  • Calla y come joder... Mara me cogió de la nuca empujándome contra ella.

Mi cara aterrizó en su sexo encharcado, pronto mi boca se llenó de sus fluidos, mi garganta dio buena cuenta de ellos. El sabor era dulce y el olor placentero, como degustar un algodón de azúcar. Mi lengua saboreó cada rincón de su entrepierna, sus labios hinchados fueron lamidos arriba y abajo una y otra vez, su clítoris chupado y succionado, mi lengua penetraba su agujero firmemente mientras mis manos acariciaban desde abajo sus pechos. Los gemidos de Mara acompañaban mis juegos bucales, señalándome el buen trabajo que realizaba.

  • Jodeeeer, me voy a correr. Quiero follarte, ¡vamos ponte ahí! Ordenó Mara.


Se incorporó posicionándome en el sofá, intercambiando mi posición con la suya. Ahora era yo quien estaba a su merced.
Con mi venosa polla apuntando al techo, Mara se colocó a horcajadas clavándosela por completo. Empezó a cabalgar arriba y abajo. La vista era maravillosa. Su cara, con la mirada perdida, mientras se mordía los labios y gemía del gusto. Su pelo suelto y moviéndose en sus hombros, sus pechos con ese bamboleo hipnótico que atraían mis manos a sus duros y erectos pezones...

En un momento determinado Mara incrementó la potencia y la dureza, su cadera se tensó, aprisionando con fuerza mi cuerpo, el bamboleo arriba y abajo cambió por adelante y atrás, nuestros cuerpos no se despegaban, sus caderas se movían con rabia, apretándose haca mí, sus labios vaginales abrazaban mi polla, lubricandola, nuestros fluidos mojaban mi vientre... Su mano se colocó en mi cuello, apretando con fuerza. Mi pene ya no podía bombear más sangre, mi respiración se veía limitada. Mis manos agarraban con fuerza su culo, lo palmeaban una y otra vez poniéndolo rojo.
Ella no cedía, seguía cabalgando, gimiendo, apretando. Mis gemidos ahogados por la falta de aire se acompasaban a los suyos.

  • SI AHHH JODER, SIGUE DIOS SIGUE.... AHHH METEME UN DEDO POR DETRAS, ¡HAZLO!.

Su orden fue un dogma para mí, llevé mi dedo corazón a su boca, introduciéndolo. Ella lo lubricó profusamente con su lengua y con las últimas fuerzas que tenía lo introduje en su ano de una estacada.
Un profundo y desgarrador gemido se escapó de su boca. Sus ojos en blanco la envolvieron en un trance, y sus caderas aniquilaron las mías con sus movimientos.
En pocos segundos la electricidad invadió nuestras columnas vertebrales y un profundo y combinado orgasmo puso fin al ejercicio eyaculando cálidamente en su interior.
Nuestros cuerpos abatidos, sudorosos y aún con la ropa puesta descansaron en aquel sofá durante minutos.
Sin duda la mejora entrenadora personal que podía haber encontrado.

---Fin---
 
Espero que me digáis que os ha parecido y si os ha gustado!
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento en casa.
"8 de diciembre 21:00, C/ Lope de Vega 3 4ºH, Te espero" Así decía la nota que Mara me dejó en la cazadora, escrita con un trazo ligero y limpio en color azul.

Eran las 9 del domingo y mi cuerpo había decidido que era buen momento para despertarse, puede que los nervios por el cercano encuentro con Mara fueran el causante del desvelo o quizá por la costumbre semanal de no aguantar mucho en la cama.
Había pasado unos días movidos en el trabajo, pero eso no me quitó de la mente la idea de la reunión. Incluso uno de esos días a la salida del trabajo sin pensarlo me desvié de camino a casa y pasé con el coche por la calle Lope de vega, su dirección, realmente no sé qué pretendía conseguir, si verla a ella, tener una primera visión del portal, no sentirme tan extraño ese día 8... no lo sé bien, pero lo hice.
Ese día me incorporé aún somnoliento y me hice un esquema mental de lo que tenía que hacer antes de las nueve de la noche. Sólo con pensar en esa hora mi pene se endurecía ligeramente en el interior del pijama. Esos días me había prometido no masturbarme y guardar todas las fuerzas para aquella noche, pero tres fueron las veces que sucumbí al deseo y los recuerdos de su cuerpo y habilidades.

El día transcurrió con total normalidad, un leve trote de 40 minutos por un pinar cercano y vuelta a casa para hacerme un desayuno completo, uno de esos de los domingos, donde el tiempo te permite recrearte, convertirte o eso crees, en todo un chef y poder hacerte unos huevos revueltos, pelar un poco de fruta y hacerte un zumo de naranja natural para tomarlo todo mientras lees la prensa deportiva y ves algún video entretenido en internet. Después del banquete proseguí con un afeitado recortando la barba, al número 3, que no pinche pero que quede perfecta y una larga ducha de agua caliente, de esas donde el espejo se empaña por completo para continuar. Para finalizar la mañana había quedado con unos amigos para tomar un vermoutito, de esos que se alargan un poco y se convierten en comida.
A eso de las 5 de la tarde estaba llegando a casa para tumbarme en el sofá y dormir una reparadora siesta de 30 minutos (fue hora y media, pero queda mejor decir media hora).
Pasada la siesta me encontraba yo delante del armario, escogiendo que ponerme, debía de ser algo adecuado, perfecto para una quedada informal y que causara buena impresión. Debo recordar que iba a ser la primera vez que nos veíamos fuera del gimnasio, sin estar cubiertos de sudor y enfundados en ropa deportiva.
Después de la elección me di otra ducha rápida y a continuación cogía las llaves para salir por la puerta de mi casa dirección a la calle Lope de Vega. No estaba lo suficientemente lejos como para tener que ir coche si o si, así que con la intención de quitarme aquel nudo que tenía en el estómago y el objetivo de matar el tiempo restante me puse en camino.
Al final la elección de mi outfit fue unas botas marrones, un vaquero con su cinto color marrón y una camisa blanca acompañada con un jersey de ochos verde botella y sobre todo ello una cazadora azul marino para combatir el frío, deseaba que la elección fuera la correcta, al final... todo cuenta.

Eran las 20:57 y me encontraba delante del portal nº 3 ded la calle Lope de Vega, me dirigí al telefonillo para marcar el piso adecuado y mientras localizaba el pulsador la puerta se abrió, saliendo por ella un anciano con boina junto a su teckel color negro. Aproveché la situación y entré en el amplio portal de color blanco dirigiéndome al ascensor.
En un par de minutos llegué al tercer piso y me planté delante de la puerta H.

El sonido del timbre retumbo al otro lado de la puerta de madera, a los pocos segundos la puerta se abrió y Mara apareció tras ella.
Su boca cambió la mueca de sorpresa por una estimulante sonrisa en fracciones de segundos.
Mara, vestida con tacones, una falda de tela larga color beige con una apertura lateral y una blusa color blanca se postraba bajo el marco de la puerta resplandeciente como nunca antes. Siempre la había visto con ropa de deporte y aunque eso no me disgustaba para nada, el cambio era más que notable.

  • ¡Hombre! Pero ¿quién te ha abierto?
  • ¿Como se dice? un mago nunca revela sus trucos...
  • Jajaja, anda pasa al salón por favor, no te quedes ahí...
Entre en el hall de la vivienda que, tras un marco de madera sin puertas daba paso a un bonito salón. Siéntate exclamo Mara detrás de mí.
Me senté en el mullido sofá sin saber muy bien que hacer o responder, casi como un autómata.

  • No sabía si te atreverías a venir...
  • No das tanto miedo jaja... además... una invitación nunca se rechaza y menos viniendo de ti ¿no crees?
  • Bueno... quizás no habías visto la nota en tu cazadora... o quizá tenías cosas más interesantes que hacer... que se yo...
  • Ahora mismo no se me ocurre nada más interesante que tu, la verdad...
  • Hummm... ¿te apetece algo de beber? Te noto la garganta seca (dijo esbozando una pícara sonrisa)
  • Por favor... una cerveza o una copa de vino blanco estaría bien.
  • Veré que encuentro... no te escapes.

Se dirigió a la cocina por el próximo pasillo que salía del comedor, el sonido de sus tacones color burdeos chocando contra el parquet marrón resonaba con cada paso que daba.
En la espera me dio tiempo a echar un vistazo al salón donde me encontraba.
Un par de sofás color gris oscuro acaparaban el centro de la habitación junto con una mesa baja de cristal y hierro que se situaba sobre una alfombra de pelo beige. En el frontal unas grandes estanterías blancas llenas de libros, marcos de fotos y figuras de madera arropaban un gran televisor color negro frente a los sofás.
Una lámpara de pie y su luz tenue otorgaban calidez al salón, adornado con unos lirios, ficus y potos verdes que coloreaban la estancia. Tras los sofás una mesa de comedor de madera, con una vasija gris de barro en el medio, seis sillas y un gran cuadro con trazos en diferentes colores remataban la estancia.

A los pocos minutos Mara volvió a aparecer en la habitación, traía dos copas de vino banco y tras beber de una de ellas y dejar muestra de su carmín burdeos sobre ella, la posó en la mesa y se sentó en el sofá junto a mí acariciando mi pierna.
Estuvimos varios minutos hablando y riendo sobre cosas banales, el gimnasio y su fauna y demás temas que iban saliendo poco a poco... Hasta que en un momento dado...

  • Por cierto... estás mucho más guapo vestido así tengo que decir...
  • Gracias por el cumplido. Me vas a poner rojo... Tú también por supuesto, aunque tengo que decir que la ropa de deporte te queda de diez.
  • Jaja bueno... una intenta cuidarse... ya sabes... ya soy una madurita...
  • ¿Te gustan las maduritas Gabriel?
  • ¿Te consideras madurita?
  • 44 añazos... ¿tu que crees?
  • Que no, pero si te lo consideras... entonces sí, me gustan las maduritas....
Mara sonreía mientras cogía la copa de vino sobre la mesa, sus ojos se clavaban en mí, su mirada profundizaba en mi interior... casi parecía que queriendo leer mi mente. Y es que sus ojos, imponentes de por sí adquirían aún más poder con el rímel negro sobre sus pestañas. Al volver a posar la copa de vino su falda color beige se abrió por su apertura lateral dejando ver un fabuloso liguero color negro alrededor de su pierna.
Si no lo he comentado nunca aprovecho para decir que la lencería en uno de mis puntos débiles y si tuviera que elegir un color, ese sería el negro. Aquella revelación hizo que mis ojos se clavaran en él, mi corazón aumentara su ritmo y mi entrepierna se tensara.

  • No te iba a gustar tanto si me conocieras... Me gusta mandar mucho, ¿sabes?... mandar, ordenar... como lo quieras llamar vamos... O eso dice mi marido...
  • Bueno... hay veces en las que me gusta que me manden... también en las que me gusta ordenar... ¿tú que prefieres?
  • Pues me gusta tanto ordenar como que me ordenen. Así que sería divertido, ¿no te parece?
  • Creo que lo pasaríamos bien... además...luego se pueden cambiar los roles, ¿no? ...primero uno ordena y luego el otro...
  • No sé si tú serás muy obediente pero siempre puede ser un reto domesticarte...
  • Como los buenos caballos pura sangre... La doma cuesta....Pero una vez la consigues...
  • Lo disfrutas más.
  • Exacto... ¿eres buena amazona?
  • ¿Hablamos de equitación?
  • Por supuesto Sonreí
  • Es una de mis preferidas por no decir la que más...
  • Ver ese pelo suelto botar arriba y abajo... tiene que ser una gozada.
  • ¿De frente o de espaldas?
  • No me hagas elegir... no puedo.
  • Reconozco que me gusta de frente para coger el cuello de quien está debajo.
  • ¿Apretarías un poquito?
  • Y un muchito....
  • Me lo estás poniendo difícil esta noche... (Dije bebiéndome el resto de la copa de un sólo trago)
  • Creo que te lo estoy poniendo bastante fácil...

Mara se abalanzó sobre mí, su lengua húmeda y con sabor aún al vino blanco se introdujo en mi boca, enlazándose con la mía, tan profundo fue ese beso, ese contacto, que puede saborear cada tanino del vino en su paladar.
Sus labios carnosos tocaban los míos. Y su mano izquierda empezó a acariciar mi miembro ya erecto sobre el pantalón. Lo hacía arriba y abajo, recorriendo cada centímetro de tela y carne que se encontraba en mi entrepierna.
La pasión hizo entrada en la habitación, mis manos irremediablemente ganaron terreno y mientras mi mano izquierda acariciaba su cara y nuca, atrayéndola aún más a mi boca, mi mano derecha empezó a recorrer su falda y cada curva de su cuerpo. El tacto de la falda era como lo había imaginado, suave. El tacto de sus curvas también lo era, caliente y provocador.
Pasados unos minutos devorando nuestras lenguas y labios. Mara hizo que nos incorporásemos. Me quito el jersey de ochos y desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, mientras lo hacía su mirada se clavaba en la mía, salvaje, dominante, felina.
Se mordía sus carnosos labios invitando a continuar la lujuria del momento, su carmín color burdeos, o más bien lo que quedaba de él estaba ya desdibujado alrededor de su boca. Con el último de los botones Mara se deshizo de la camisa deslizándola por mis brazos dejando al descubierto mi torso. Justo antes de soltarla por completo se reclino hacia mí besando lentamente mis abdominales.
Mi corazón latía con fuerza y mi erección era por entonces tan marcada que mi glande aparecía por encima del pantalón, dejando al descubierto el enrojecido capullo.

Conmigo aún de pies ella se volvió a sentar en el sofá, su cabeza a la altura de mi entrepierna se encontraba en el lugar perfecto. Esa lengua que segundos antes había estado en mi boca ahora lamía mi glande una y otra vez, sentía su calor, su saliva, su respiración... La erección crecía cada vez más y Mara no paraba de lamer y succionar mi glande. Con un movimiento firme me desabrochó el cinto y posteriormente el pantalón, sus dos manos envolvieron mis nalgas e hicieron que mi pantalón bajara hacia abajo. Mi pene aún encarcelado por el bóxer crecía sin control bajo la tela y empezaba a derramar las primeras gotas de líquido que ella degustaba con gula.

Inconscientemente mi pene empezó a dar saltos dentro del pantalón, buscando la salida de su cárcel. Mara lo notó y con sus manos bajo de un golpe el calzoncillo liberando mi erecto falo. Sin pensárselo dos veces lo engulló por completo haciendo que mi cabeza se echará para atrás, mirando al techo mientras emití un profundo gemido del gusto.

  • Como lo echaba de menos... Exclamo mientras chupaba.

Mientras con su mano derecha agarraba la polla con firmeza, propinaba profundas engullidas con su húmeda boca haciendo que mi glande rozara con los laterales de su boca. Todo ello lo alternaba con pasadas de arriba abajo con su lengua, desde los testículos hasta el capullo, recorriendo centímetro a centímetros el firme tallo que encontraba para acabar en el glande con el que jugueteaba con su lengua. Su mano izquierdo acariciaba mi cadera, piernas y culo, el cual arañaba suavemente con la punta de sus uñas. La excitación y el morbo del momento junto a la mamada que me estaba regalando me provocaban unas irrefrenables ganas de correrme, tensaba cada uno de mis dedos evitando el momento, luchando contra él. Cuando sentí cerca el momento separé a Mara de mi miembro, empujándola contra el sofá.

Con ella tumbada en él, me puse de rodillas y arranqué los botones de su blusa de un movimiento dejando sus pechos al descubierto. Los botones saltaron por los aires, y el sonido de ellos contra el parqué rechinaron en la melodía de jadeos.
No llevaba sujetador, detalle que sorprendentemente me había pasado por alto. No me lo perdoné y para redimirme devoré sus ya erectos pezones, primero humedeciendo la zona con la lengua y luego succionando profusamente cada uno de ellos. Amasaba sus pechos con suavidad y firmeza, lamía sus areolas mientras escuchaba sus gemidos, era una sinfonía para mí, una sinfonía que me invitaba a seguir con la degustación. Su temperatura corporal se elevaba, la mía también y el olor a sexo inundaba ya la habitación.

Quería probarla, deseaba probarla, necesitaba probarla, así que levanté su falda color beige dejando el delicado liguero negro a la luz, observé por completo su depilada rajita, húmeda, encharcada, hinchada....

  • Sin nada de ropa interior... Como una buena anfitriona... poniéndolo fácil a sus invitados...
  • Calla y come joder... Mara me cogió de la nuca empujándome contra ella.

Mi cara aterrizó en su sexo encharcado, pronto mi boca se llenó de sus fluidos, mi garganta dio buena cuenta de ellos. El sabor era dulce y el olor placentero, como degustar un algodón de azúcar. Mi lengua saboreó cada rincón de su entrepierna, sus labios hinchados fueron lamidos arriba y abajo una y otra vez, su clítoris chupado y succionado, mi lengua penetraba su agujero firmemente mientras mis manos acariciaban desde abajo sus pechos. Los gemidos de Mara acompañaban mis juegos bucales, señalándome el buen trabajo que realizaba.

  • Jodeeeer, me voy a correr. Quiero follarte, ¡vamos ponte ahí! Ordenó Mara.


Se incorporó posicionándome en el sofá, intercambiando mi posición con la suya. Ahora era yo quien estaba a su merced.
Con mi venosa polla apuntando al techo, Mara se colocó a horcajadas clavándosela por completo. Empezó a cabalgar arriba y abajo. La vista era maravillosa. Su cara, con la mirada perdida, mientras se mordía los labios y gemía del gusto. Su pelo suelto y moviéndose en sus hombros, sus pechos con ese bamboleo hipnótico que atraían mis manos a sus duros y erectos pezones...

En un momento determinado Mara incrementó la potencia y la dureza, su cadera se tensó, aprisionando con fuerza mi cuerpo, el bamboleo arriba y abajo cambió por adelante y atrás, nuestros cuerpos no se despegaban, sus caderas se movían con rabia, apretándose haca mí, sus labios vaginales abrazaban mi polla, lubricandola, nuestros fluidos mojaban mi vientre... Su mano se colocó en mi cuello, apretando con fuerza. Mi pene ya no podía bombear más sangre, mi respiración se veía limitada. Mis manos agarraban con fuerza su culo, lo palmeaban una y otra vez poniéndolo rojo.
Ella no cedía, seguía cabalgando, gimiendo, apretando. Mis gemidos ahogados por la falta de aire se acompasaban a los suyos.

  • SI AHHH JODER, SIGUE DIOS SIGUE.... AHHH METEME UN DEDO POR DETRAS, ¡HAZLO!.

Su orden fue un dogma para mí, llevé mi dedo corazón a su boca, introduciéndolo. Ella lo lubricó profusamente con su lengua y con las últimas fuerzas que tenía lo introduje en su ano de una estacada.
Un profundo y desgarrador gemido se escapó de su boca. Sus ojos en blanco la envolvieron en un trance, y sus caderas aniquilaron las mías con sus movimientos.
En pocos segundos la electricidad invadió nuestras columnas vertebrales y un profundo y combinado orgasmo puso fin al ejercicio eyaculando cálidamente en su interior.
Nuestros cuerpos abatidos, sudorosos y aún con la ropa puesta descansaron en aquel sofá durante minutos.
Sin duda la mejora entrenadora personal que podía haber encontrado.

---Fin---
uffff he terminado leyéndolo con una tremenda erección... me ha encantado, como todos los anteriores
 
Última edición:
18 de julio de 2019, 9: 37 de la mañana


El jueves amanecía como cualquier otro día de verano, unos placidos 18 grados alegraban el ambiente y daban fin a unos insufribles días de ola de calor. El vecindario se sentía tranquilo, sonidos de pájaros resonaban en el ambiente y el cielo azul estaba adornado con un par de nubes blancas.


La mañana se desarrollaba con normalidad realizando tareas del hogar y planeando los últimos detalles del viaje a la costa sur con los amigos que realizaría unos días después y que ocupaba gran parte de mi tiempo. Mi cabeza no podía evitar dejar entrar algún recuerdo de Marina y la necesidad de verla, como cuando empiezas una serie nueva que te engancha y necesitas alimentarte de capítulos. Iba completando la maleta cogiendo cosas de aquí y allá, camisetas, camisas, bermudas... En el momento de preparar el neceser comprobé que no tenía crema de protección solar y mi pasta de dientes daba sus últimos coletazos. Por lo que me puse una bermuda negra, una camiseta gris holgada y me dirigí al supermercado que se encontraba cerca de mi casa.


Sección de verduras, no, charcutería tampoco, panes diversos, no en este momento.... Perfumería y droguería, aquí es, si señor. Agarré un par de cajas de pasta de dientes y me acerqué al estante de la crema para el sol. Crema solar, crema bronceadora, fijador del bronceado, resistente al agua, protección 30, protección 50, protección total... Un estante repleto de botes de diferentes colores y tamaños se plantaba frente a mí y yo a un metro observándolos a todo sin saber cuál elegir. Una señorita se me acercó preguntándome si necesitaba ayuda, al ver mi cara descompuesta se rio y me empezó a explicar las diferencias entre los numerosos tipos y marcas que había. Inmerso en la explicación de la trabajadora pasó por el fondo de mi campo de visión una silueta que me resultaba familiar... Enfocando en ese punto la vi a ella, parecía que viniera del gimnasio por la ropa que llevaba. Un conjunto de Nike de color negro y con detalles en rosa y naranja, Los leggins apretados y con la inscripción en el lateral hacían resaltar su culo, redondeándolo y llevándolo hacia arriba. La parte de arriba era de tirantes y la hacían un escote de otro mundo, me preguntaba como esa tela podía contener ella sola las grandes tetas que albergaba. Marina llevaba el pelo suelto y aunque no iba muy maquillada si tenía algún tipo de colorete en la cara.


Al verla a ella desconecte por completo de la conversación, allí estaba yo recibiendo una charla de protección solar en segundo plano mientras no la quitaba ojo de encima. Nuestros ojos se cruzaron y una sonrisa pícara apareció en su cara mientras me levantaba la mano saludándome, yo la correspondí educadamente con una sonrisa y un gesto con la cabeza.


Marina soltó el carrito de la compra que llevaba en la mano con fruta y cereales y se fue desplazando hacia su derecha, llegado al final del pasillo donde se situaban los baños del supermercado, abrió la puerta y lentamente se introdujo en su interior echando la vista atrás y mirándome con ojos de excitación, dejo la puerta entreabierta invitándome a su juego.


Enseguida corté la explicación acerca de los protectores solares y pregunté a la empleada acerca de donde se encontraban los baños, "esa puerta de ahí" me dijo señalando la puerta negra entreabierta que había dejado Marina.


Los pasos que me llevaron hasta la puerta estuvieron cargados de agitación, expectación y calentura.


Entré por esa puerta buscándola a ella y la encontré, nada más atravesar el marco una mano detrás mío cerró la puerta poniendo el pestillo y me arrinconó contra ella pegando su cuerpo al mío.


Marina ganaba en las distancias cortas, sus ojos marrones y profundos imponían demasiado y su olor era embriagador, la temperatura de mi cuerpo subía rápidamente y el flujo de sangre estaba descontrolado.


Acercó su boca a mi oído lentamente, pude sentir su respiración, la presión de sus grandes pechos contra mi cuerpo y el tacto de sus pezones bajo la ropa. Entonces empezó a susurrarme...


  • Llevo muchos días pensando en ti. Desde aquel día ando como loca y estoy muy caliente.
  • A mí también me pasa. No logro sacarte de mi cabeza desde que te vi tocándote en esa silla.
  • ¿Te gustó? A mí me puso a mil ver tu polla bien dura y como te pajeabas para mí. Además, creo que está por aquí. Llevo muchos días pensando cómo sería tenerla entre mis dedos.

Su mano acariciaba de arriba abajo mi polla por encima de los pantalones, el tacto de la mano y el frote con la tela del pantalón y el calzoncillo fue poniéndola cada vez más y más dura.





- Uff (suspiró), está muy grande... ¿me dejas tocarla?





- Si, por favor, la dije


Con la mano izquierda agarró el borde del pantalón y el calzoncillo introduciendo su mano derecha en mi entrepierna. Sus uñas largas y de color granate fueron bajando por la polla hasta acariciar mis huevos.


Sus dedos acariciaron el tallo, palpando las venas duras y llenas de sangre para posteriormente pasar al glande donde realizó varios movimientos circulares. Mis manos irremediablemente se fueron a su culo grande y duro, al que acariciaba y agarraba con fuerza de manera intermitente.


- Será mejor que mojemos la zona no queremos hacerte daño ¿verdad?





Se llevó la mano derecha a la boca, descargando sobre ella gran cantidad de saliva para a continuación volverme a acariciar la polla y sacudirla de arriba abajo.


Nuestras bocas se fundieron en un beso cargado de excitación y saliva. Las lenguas se entrelazaban y ella realizaba pequeños mordiscos en la comisura de mis labios. Era toda una profesional, sus labios eran grandes y suaves y su lengua correteaba por cada rincón de mi boca.


Las sacudidas arriba y abajo que me estaba regalando me estaban poniendo a mil, su maestría en la técnica me estaba acercando al límite de mis fuerzas. La lubricación producida por la saliva calentó aún más la zona, sus dedos jugueteaban con mi glande y con la piel que le une al resto del tallo. Realizaba movimientos circulares de muñeca profundos, haciendo que mi prepucio se encogiera y estirara arriba y abajo. Esos largos minutos eran los mejores de mi vida.





- Que gorda la tienes vecino, lo que me he estado perdiendo yo todos estos días.






- Puff, como me estás poniendo Marina, no voy a aguantar mucho más...


- ¿Si? ¿Puedes correrte en mi boca? Necesito probar tu sabor... necesito que me des tu leche.





Esas palabras retumbaron en mi cabeza y automáticamente mis ganas de correrme aparecieron.


- Me corro Marina.


- ¡Dame tu leche! ¡Dame tu leche!


Decía Marina a la vez que se ponía de rodillas frente a mí y abría su boca suplicando mi néctar sin parar de ordeñarme. Su escote desde esta perfectiva era inmenso, sus dos grandes tetas pedían ser liberadas, pero yo ya no podía más.


Un potente chorro de leche se introdujo en su boca acariciando su lenga y llenando la cavidad. Un alarido hueco salió de mi boca, demasiado alto y potente para estar en un sitio público. Su cabeza inmediatamente se acercó a mi pene pero sin tocarlo, dejándolo a escasos centímetros para no derramar nada de aquel placer convertido en jugo. Su lengua relamía sus labios con el líquida caliente y blanco, sus ojos cerrados denotaban el placer que ese momento le producía.


¡¿Hola?! ¡¿Quién anda ahí?! ¡¿qué estáis haciendo?! gritaba una voz femenina desde el otro lado de la puerta mientras aporreaba la puerta. ¡voy a llamar al de seguridad!


Nuestros corazones dieron un profundo vuelco y empezaron a palpitar aún más rápido si cabe. La cara de Marina se transformó, su cara de placer pasó a ser una cara pícara, como la de una persona que gasta una broma pesada.


Rápidamente ella se incorporó y limpiándose la comisura de los labios salió pitando del servicio sin ni siquiera mirarme.


Yo como pude, saque fuerzas que no tenía para volverme a subir los pantalones y calzoncillos y salí pitado del servicio, casi tropezando con la dependienta pelirroja del culo diez que estaba afuera con cara de asombro.


Salí del supermercado y me dirigí rápidamente de nuevo a casa sin tener noticias de Marina.


18 de julio de 2019, 19:47 de la tarde





Llevaba todo el día nervioso, agitado y como no, caliente. Desde el episodio del supermercado tenía la necesidad de hablar con Marina acerca de lo ocurrido, pero la presencia de su marido en la casa lo evitaba. Buscaba el momento en el que este se fuera para poder llamar a su timbre y verla. Tampoco podía hacerlo de otro modo ya que no tenía ni su móvil, solo quedaba esperar y aprovechar el momento.


Estando en el pequeño jardín de mi casa reposando en una silla mientras me tomaba una cerveza y me entretenía con el móvil, una bola de papel se coló por encima del seto y aterrizó a mi lado. Lo cogí y leí lo que ponía en su interior


"En mi garaje en 5 minutos, no llames al timbre, solo espera que se abra la puerta"





Pegué un salto de la silla, corrí al baño a lavarme los dientes y me dirigí a la puerta de la casa de Marina esperando alguna señal. A los 5 minutos la puerta corredera de la casa se abrió y consigo se elevó la puerta de la cochera.


En su interior al lado del todoterreno negro aguardaba Marina con el vestido blanco de estar por casa y con una cara de auténtica diabla que me indicaba con el dedo que me acercara.


- Creo que tú y yo tenemos algo pendiente


- Por supuesto no hemos podido hablar de lo suced...


- No, no me refiero a hablar. Yo también necesito cierto tipo de cuidados que yo sí que te he dado.


- Pero, ¿aquí? ¿ahora? ¿y tu marido?, yo no quiero problemas...


- Mi marido está viendo el partido que acaba de comenzar y no se entera de nada...


De pronto, Marina se despojó de su vestido blanco, debajo de él no llevaba ropa interior con lo que pude observar en primer plano sus grandes pechos y su rajita bien depilada. No me pude refrenar y me lancé a saborear sus grandes tetas, sus pezones oscuros y sus grandes aureolas se introducían en mi boca una y otra vez, soltando grandes cantidades de saliva que se derramaban por su cuerpo fui dando buena cuenta de esos dos cántaros que me volvían loco. Los leves gemidos de Marina no hacían otra cosa que indicarme lo bien que lo hacía, "sigue por favor, así, así..." exclamaba ella mientras su mano izquierda me acariciaba la nuca atrayéndome hacia su cuerpo y con la derecha se apoyaba en el cristal de la puerta del coche para no caerse.


En un momento dado abrió la puerta del coche y se recostó contra el asiento, invitándome a dar cuenta de su encharcado sexo. Los labios grandes y jugosos eran lamidos por mi lengua que no dejaba ningún recoveco falto de mi saliva, su clítoris estaba hinchado fruto de la excitación y del sobeteo al que le tenía sometido bien con mi lengua, bien succionándolo suavemente, mis manos se apoderaban como podían de sus dos grandes tetas mientras ella movía sus caderas en círculos para aumentar su placer.


Toda esta combinación de fluidos no hizo otra cosa de ponerme la polla dura como nunca antes lo había estado, intente liberar poco a poco mi entrepierna con la mano izquierda sin dejar de masajear las tetas con mi derecha. Cuando por fin liberé la presión mi pene dio un resalto que no pasó inadvertido para Marina, mientras yo devolvía mi mano al pecho izquierdo, su pie desnudo acariciaba mi polla sutilmente palpando su dureza y recorriéndolo de arriba abajo.


Mientras tanto mi lengua ya se había encaminado a senderos más oscuros y aprovechando la inclinación, se había desviado al perineo y de ahí al jugoso ano de la mujer. La combinación de fluidos convertía ambos orificios en auténticos lagos de placer, mi lengua no hacía otra cosa que dar batidas una y otra vez, notando cada pliegue de ambos agujeros. Los gemidos de Marina no hacían otra cosa que incrementarse segundo a segundo.


- Métemela por favor, necesita sentirla dentro.... gemía Marina mientras se mordía el brazo para parar de chillar.


Me introduje en la parte trasera del interior del vehículo, sentándome en la parte central. A continuación, vino ella, colocando sus pies encima del asiento, agarró mi lubricado miembro con su mano firme y se le introdujo lentamente en su también lubricada raja. Su interior era puro fuego lleno de lava, cabalgaba arriba y abajo una y otra vez, provocando el choque de nuestros cuerpos y creando un sonido de platillos. Sus enormes pechos eran lamidos por mi lengua mientras rebotaban contra mi cara, debido a su enorme tamaño chocaban entre ellos provocando un sonido de palmadas que se acompasaban con el de nuestros cuerpos. Una sinfonía perfecta.


Nuestros cuerpos sudorosos se movían arriba y abajo una y otra vez y las gotas de sudor se derramaban por la espalda, humedeciendo así el asiento del coche.


En cierto momento Marina dejó de cabalgarme. Con mi polla aún en su interior empezó a realizar círculos con la cadera mientras que pegó su cuerpo al mío acercando su boca a mi oído y gimió una frase


  • Quiero que me la metas por el culo

Cambiando la postura se recostó en el asiento dejando su pequeño agujero a mi alcance, a pesar de que estaba bien lubricado introduje primero un dedo para acomodar la zona. Un profundo gemido inundo el interior del garaje, "sí por favor, sigue..." repetía ella una y otra vez,de un dedo pasé a dos y cuando el hueco estaba lo suficientemente grande introduje con cuidado mi rabo en su interior. Las primeras sacudidas fueron suaves pero su cuerpo pedía más a los pocos segundos, tuve que agarrarla por la cadera con fuerza para satisfacer sus deseos mientras que ella intentaba controlar sus gemidos sin fruto alguno. Agarraba sus grandes nalgas con ambas manos, las apretaba y las golpeaba con la palama dejándolas rojas.


Mi bombeo era continuo y acompasado, mis pelotas rebotaban en su sexo mientras ella se masturbaba con su mano derecha y sus tetas chocaban la una contra la otra sin parar. Nuestros fluidos se derramaban por el asiento del vehículo que más bien parecía ya una sauna. El clímax estaba próximo, los ojos en blanco de ella y la cada vez menos frecuencia entre gemidos lo anunciaba. En un momento dado un calambre recorrió el cuerpo de Marina, un profundo orgasmo se apoderó de ella, dejándola inmóvil encima del asiento del vehículo por un momento. Extasiada, pero con ganas de devolver el favor se arrodillo a mis pies e introdujo mi miembro entre sus dos grandes pechos, sus grandes pezones se movían arriba y abajo en la mejor cubana que me habían hecho en la vida. "Vamos córrete, córrete..." me suplicaba. Mi polla se deslizaba con si en un tobogán de agua estuviera.





Un gran chorro de semen bañó sus cara y tetas, culminando la obra que habíamos interpretado. Ha sido el mejor polvo de mi vida Marina, le dije.Entonces habrá que repetirlo respondió ella.


Allí nos quedamos en ese garaje durante algunos minutos, hasta que ruido desde el interior de la vivienda nos alarmó.


Es hora de irse dije...

ESPECTACULAR

Para alguien que valora los detalles, brilla por su elaboración meticulosa y diálogos INCENDIARIOS. Este primer relato es, sin duda, una verdadera obra de arte.

Seguiré atento a los siguientes. No sé si hay continuación de este, supongo que no, sirva este mensaje para añadir una petición más(porque supongo que las hay) para que escriba más de Marina.

Saludos ;)
 
Última edición:
ESPECTACULAR

Para alguien que valora los detalles, brilla por su elaboración meticulosa y diálogos INCENDIARIOS. Este primer relato es, sin duda, una verdadera obra de arte.

Seguiré atento a los siguientes. No sé si hay continuación de este, supongo que no, sirva este mensaje para añadir una petición más(porque supongo que las hay) para que escriba más de Marina.

Saludos ;)
Creo que ya conoce más de Marina...
Póngase cómodo y siga leyendo...

No es la única amiga que tengo, puede ir conociéndolas!

Además que hay alguna sorpresa que creo le gustará!

Muchas gracias!
 
Atrás
Top