Relatos de un treintañero

Fructívoro

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¡Hola! Me llamo Gabriel y he creado este hilo para publicar algún que otro relato que me he atrevido a publicar.
Aparte de los demás que vaya escribiendo de aquí en adelante.

¡Espero que os gusten!

No dudéis en comentar vuestras opiniones y aspectos en los que mejorar.


Pd: Estos relatos también están publicados en otra web.
 
A continuación un relato dividido en 3 partes, si llegáis hasta el final (el primero es un poco flojete) no dudo en que no os decepcionará).

Marina, mi nueva vecina

24 de junio de 2019


¡Aquí estoy! por fin lo logré, lo que quería, por lo que tanto había luchado, por fin estabilidad en mi vida.


Atrás dejo más de 6 años en Madrid, los de después de terminar la carrera de económicas, siendo "explotado" por todos los jefes de las diferentes empresas por las que he pasado. Una vida donde el horario partido de 8 a 5 se había convertido en trabajar de 8 a 9 sábados incluidos, lo normal, y si lograba salir el viernes antes de las 8 de la tarde todavía tenía que decir gracias, con un sueldo curioso que al menos me permitía ahorrar algo debido a que mi tía, viuda, residía allí y no le importó que durante el tiempo que viví en la urbe me quedara a vivir en una de las habitaciones vacías de su piso.


Al menos coges experiencia te decían todos cuando les contabas que apenas tenías vida social, mientras en mi interior me preguntabas si serviría para algo... y sí.


Ahora, ya en mi ciudad y después de un buen tiempo echando currículums, logré el chollazo que perseguía. Personal laboral fijo en el órgano de gobierno y administración de mi comunidad autónoma, buen sueldo, trabajando a 7 minutos de casa en coche, con horario de funcionario y con un trabajo ameno, que me gustaba y que no me creaba grandes quebraderos de cabeza debido a toda la experiencia adquirida, me dedicaba a enlazar productores locales con empresas de importación de países europeos y no europeos, vender el grandioso producto de la comunidad y acudir a ferias de comercio por Europa en representación de la comunidad; un caramelito, una estrella fugaz, una plaza de esas que tocan cada muchos años, ya que la mayoría de las veces se adjudican por enchufe o por quién conoce a quién. Pero que me había tocado a mí.





Ahora tenía todas las tardes libres para poder hacer lo que me diera la real gana, para aprovechar lo que no había podido aprovechar hasta ahora, amigos, gimnasio, viajes, planes... una sonrisa se me dibujaba en la cara solo de pensarlo.





¿Cuál fue la mejor idea que tuve para empezar esta "nueva vida"? Gastarme esos pocos ahorros que logré años atrás en la entrada de un chalet adosado de nueva construcción en unos de los nuevos barrios surgidos en los últimos años a las afueras de mi ciudad, hipotecado para el resto de mi vida vamos.


Era un barrio nuevo, joven, lleno de calles arboladas, bancos, plazas y parques infantiles, donde zonas de chalets y torres de edificios se repartían el terreno.





Fue una gran oportunidad, se lo compré al banco a un precio reducido debido a que sus anteriores propietarios, una joven pareja que se había separado antes de ni siquiera entrar a vivir, se separó y por disputas con el reparto de bienes dejaron de pagar la hipoteca y fue embargado.





Contaba con dos plantas, en la baja, la cocina con una puerta que comunicaba con el garaje y con el tamaño justo para poner una pequeña mesa y unas sillas para desayunar, un pequeño aseo y un buen comedor, bastante amplio, pidiendo a gritos un sofá con chaiselongue, una buena mesa de comedor y una gran televisión, todas las habitaciones de la casa tenían bastante luz pero el comedor se llevaba la palma, el par de puertas correderas con las que contaba que daban a un pequeño porche, conector con la zona común de la comunidad de chalets, permitía que la luz atravesará los cristales iluminando perfectamente la estancia.


La planta de arriba contaba con 3 habitaciones desde sus ventanas podías echar un vistazo a toda la comunidad, las casas de al lado, la zona común de la comunidad, que contaba con una pequeña piscina rodeada de jardín y una pista de pádel, espectacular. Dos de esas habitaciones eran gemelas dando a los laterales de la casa y a la fachada principal y teniendo a disposición un baño nada más subir por la escalera. La otra la habitación, la principal, contaba con su propio baño, era un poco más amplia y contaba con un mini balcón que asomaba a la parte trasera de la casa y a su vez con la zona comunitaria.


Una casa perfecta para ti y en la que habías estado inmerso los últimos tres días, colocando y montando los pocos muebles que tenías, ordenando tu ropa, limpiando y en definitiva dejándola preparada para dar pistoletazo a la vida qué harías en su interior, te habías marcado esa semana para finalizar todas las tarreas pendientes, habías quedado con tus amigos en que el sábado harías una cena de inauguración en tu casa antes de salir a tomar unas copas por el centro.





Era lunes en torno a las nueve y media, y la noche se preparaba para hacer acto de presencia, saboreaba una Estrella Galicia sentado en el pequeño porche trasero de mi reluciente casa, mientras esperaba la pizza barbacoa que había pedido por internet, mi favorita. Mientras redactaba mentalmente una interminable lista de todas las cosas que iba a tener que comprar mañana por la mañana en el supermercado, no podía estar pidiendo de nuevo comida para llevar, un balón de playa multicolor se coló por encima del seto cayendo a mis pies, escuché voces y risas infantiles provenientes del chalet número 7, el construido a la izquierda del mío y último de la calle, y al poco tiempo el timbre sonó.


Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, mi pizza barbacoa, un olor embriagador se introdujo por mis fosas nasales, di las gracias al repartidor y me dirigí al salón para ver una película y quedarme dormido en el sofá del cansancio.





A la mañana siguiente me desperté sobre las diez, me enfundé unas bermudas vaqueras, una camiseta de Adidas blanca, unos playeros y me dirigí al Mercadona más cercano, a unas 4 o 5 calles de distancia, tenía mucha tarea acumulada y no había tiempo que perder. Me perdí durante aproximadamente una hora y media por los diferentes pasillos del supermercado, es conocido por todos que cuando vas a un supermercado con el que no estás familiarizado, vas como pollo sin cabeza deambulando de un lugar a otro. Cuando más o menos estuve convencido de todo lo seleccionado le pregunté a una atractiva empleada pelirroja del supermercado y con un culo de diez sobre la posibilidad de que me llevaran la compra a casa, listo de mí y con la gran cantidad de cosas que tenía que comprar no había traído el coche, vaya cabeza. Mientras hablaba con la chica, pensaba que tendrán esos pantalones que les hacen un culo tan estupendo...





Me respondió afirmativamente y la acompañé hasta una de las cajas vacías que había donde me tomó los datos, pagué y seleccioné unos cuantos productos para la comida de ese día que yo mismo me llevaría ya que me dijo que los repartos se realizaban por la tarde. Al salir del supermercado y a pocos metros de la entrada me fijé en que uno de los cordones de mis playeros se había desatado, por lo que apoyé el pie en un resalto para favorecer la postura y me lo até. Al recobrar la postura e iniciar de nuevo la marcha fui adelantado por una mujer que llevaba dos bolsas, continué caminando detrás de ella cargando con mi compra, fijándome en sus hipnóticos andares y en el bamboleo de sus nalgas con cada paso que daba hasta que ambos nos detuvimos en un semáforo.





Momento en el que a un metro de ella y aprovechando que se situaba un poco más adelantada la hice un buen repaso de arriba abajo. Medía unos 160cm, tendría en torno a los cuarenta y seis años, era rubia y llevaba el pelo suelto, con melenita hasta los hombros, tenía buenas curvas, vestía con unas sandalias con suela de esparto, típicas de verano, unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su figura y recubrían un culo grande y con forma y unos pechos que parecían bastante grandes y que parecían querer salirse de esa camiseta. No pude hacer otra cosa que morderme el labio imaginando que habría debajo de esas ropas.





Cuando el semáforo se puso en verde continué con mi estrategia, seguí caminando unos metros por detrás, deleitándome con el bamboleo de su culo, aprovechando el momento durara lo que durara. Por suerte y sorpresa para mí la mujer estaba realizando el mismo camino que el mío para ir a casa, cuando giró por mi calle creo que incluso di las gracias mirando al cielo. Continuó unos metros más y se detuvo frente a la puerta del número 7 al mismo tiempo que yo lo hice en el 5, cuando dejó las bolsas en el suelo la miré de reojo, no me pude contener, su culo era grande y apetitoso, la comisura de mis labios sonrió en un acto reflejo. Al percatarse de mi presencia, miro en mi dirección y yo disimulando hice lo mismo...


  • ¡Ey hola! pensábamos que ahí no vivía nadie...!
  • ¡Hola, buenos días! me acabo de mudar, llevo tres o cuatro días, no más...
  • Bueno, pues bienvenido al barrio, seguro que te gusta, ya verás...
  • Sí, eso seguro...
  • Oye, por cierto, creo que mis hijos han colado un balón en tu casa, ¿puede pasar mi marido en un rato a recogerlo?
  • ¡Sí, por supuesto! no hay problema voy a estar en casa...
  • ¡Perfecto! muchas gracias, hasta luego...
  • No hay de que, hasta luego...

Entré en casa y me dirigí a la cocina depositando la bolsa del supermercado con la comida de hoy sobre la encimera, el calor se apoderó de mi cuerpo, mezcla de los 27º que había en la calle y de la maravilla de mujer que acababa de ver, y ¡era mi vecina!. Me pasé los siguientes minutos rememorando ese instante cuando dejó las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Como su culo sobresalía hacia afuera pidiendo guerra y como sus grandes pechos caían hacia el suelo por el peso y volumen. El sonido del timbre me devolvió a la realidad, ¿cuánto tiempo llevaba ahí parado?





Me encaminé a la puerta recordando la visita pendiente del afortunado hombre que degusta esa mujer, me había creado curiosidad saber cómo sería su marido.





Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, debí de poner cara mitad susto mitad sorpresa...


  • ¡Hola de nuevo!
  • ¡Uy!
  • ¡Ay perdón! ¿Te he asustado?
  • No, no, es que no te esperaba, como me habías dicho lo de tu marido...
  • Ya...bueno... es que está liado y al final he tenido que venir yo...
  • Bueno no pasa nada, voy en un momento a por el balón...
  • ¡Perfecto!

Me día la vuelta y me dirigí al porche pensando que ahí estaba de nuevo, y ahora al estar más cerca podía verla mejor...su melenita rubia, su cuerpazo con curvas, sus ojos marrones con una mirada profunda y picante,sus cejas bien retocadas, su nariz graciosa y sus labios grandes, carnosos, apetecibles y de gran sonrisa, vestía la misma ropa que antes y ahora podía apreciar que tenía pintadas las uñas de los pies de un color entre rojo y granate, llevaba la misma camiseta azul que escondía esas grandes tetas, un pelín caídas debido a la experiencia, la edad y los hijos pero que no podía ocultar lo que parecían dos grades pezones que se marcaban bajo la tela.


Esa escena me provocó de nuevos unos grandes calores, mi pene recibió grandes cantidades de sangre endureciéndose bajo las bermudas vaqueras, el tacto del pantalón no ayudaba endureciendo aún más la situación, al llegar de nuevo con el balón pienso que sin duda se notaba, al ir llegando a la puerta ella observó mi bulto para a continuación mirar hacia los lados nerviosa, colocarse el lado derecho del pelo detrás de la oreja y evitando mirar de frente. Yo al percatarme intenté ocultar la situación con el balón de playa hasta llegar a la puerta. El color rojizo se había apoderado de las caras de ambos.


  • Bueno pues aquí tienes el balón.
  • Mu-muchas gracias...
  • ¡De nada mujer!, por cierto me llamo Gabriel, Gabriel Vera.
  • Yo Marina encantada, bueno ¡hasta luego!
  • ¡Hasta luego!

Cuando se giró para ir a su casa noté como de reojo, como sin querer, como si de un acto reflejo se tratara volvió a mirar a mi zona inferior, palpable debajo del vaquero.





Cerré la puerta con la esperanza de poder volver a verla cada día, el calor era el dueño de mi cuerpo por lo que me fui directo a la ducha, me quité la ropa y me introduje debajo del chorro de agua caliente, el vapor fue empañando la estancia y yo no podía dejar de pensar en Marina, su cuerpo, su voz, su olor, esas curvas y ese movimiento... mi pene erecto esperaba ser domado. Con mi mano derecha empecé a dar sacudidas a mi falo mientras con la izquierda me apoyaba en la pared, no paraba de imaginarme como sería degustar ese culo, esos pechos, esos pezones, como serían sus aureolas y como sería su sabor. El ritmo de masturbación fue creciendo poco a poco, las venas se fueron hinchando, hasta tal punto que las notaba con la palma de la mano en cada sacudida, el glande estaba grande y palpitante con un color escarlata que denotaba la cantidad de sangre acumulada en la zona, me empleé con insistencia en las salvajes sacudidas hasta que al final estallé, una descarga potente de néctar blanco se derramó sobre el grifo y los azulejos. La explosión de placer y sensaciones junto con el calor producido por el agua caliente y el vapor provocó en mí una bajada de tensión que hasta casi pierdo el equilibrio. Todo por ella, por Marina.





---Continuará---
 
2 de julio de 2019


La resaca del sábado aún se dejaba notar en el cuerpo, la cena y las copas con amigos habían ido bien, o al menos eso te habían contado, unas cuantas lagunas hacen acto de aparición cuando intentas recordar que pasó el sábado noche. Los gim tonics, los chupitos son significado de una buena noche pero de una mala mañana.


Había pasado más de una semana desde que había llegado a la casa y no había vuelto a ver a Marina, la vecina, al menos no en persona ya que en mi mente rememoraba el recuerdo del encuentro en la puerta.


Era una mañana pegajosa, típica de verano, cercano el mediodía el sol castigaba con justicia, la piel brillaba por el incipiente sudor que desprendían los poros y caminaba por la casa únicamente con mi bóxer color blanco. Me dirigí a la habitación del piso superior dónde había colocado el pequeño gimnasio “made in Decathlon”, una esterilla, unas pesas, un banco, una barra de dominadas... Lo justo para ir tirando y hacer algo de ejercicio, mantenerse en forma ahora que es verano es importante para tener algo de éxito en el ámbito amoroso.


Esto va a costar pensé mientras me encaramaba a la barra de dominadas y empezaba el sube y baja, la clave es la concentración me dije.


Y mi concentración se centró en un pequeño cuadro con letras colgado en la pared del chalet de al lado que podía observar a través de la ventana. ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! No voy a aguantar mucho más pensé cuando de repente algo se movió delante del cuadro, una sombra que no enfoque hasta un segundo después. Marina con el pelo recogido en un moño improvisado que se aguantaba gracias a una pinza de color negro y un vestido ligero y blanco de tirantes, cogía ropa del armario de sus hijos. Allí estaba ella despampanante incluso con esa ropa tan sencilla y cómoda, incluso desde aquella distancia y gracias a la holgura de los tirantes se podían percibir por el lateral unos grandes y redondeados pechos y debido a la poca opacidad del vestido se apreciaban unos oscuros y grandes pezones. La largura del vestido o mejor dicho la escasez de ella hacía que cada vez que se agachaba a coger ropa para colocarla en los cajones bajos dejara entrever una braguita de encaje azul... y allí estaba yo, colgado de una barra, completamente parado, con una erección bastante palpable incluso a esa distancia de unos cuantos metros y mirándola embobado.


En uno de sus movimientos por la habitación se percató de mi presencia, yo inmediatamente al notarlo miré hacia arriba y sacando fuerzas de no sé dónde empecé de nuevo con las dominadas, pero la noté ahí, en frente, parada, observándome. Al hacer 3 dominadas más fruto del cansancio y de la falta de sangre me dejé caer de la barra momento en el cual miré de frente buscando su mirada.


Nuestros ojos se enlazaron y una sonrisa invadió nuestras caras, la saludé con la mano acompañada de un gesto con la cabeza. A lo que respondió con un: ¡Hola vecino!, para a continuación acercarse a la ventana y haciéndome un repaso de arriba abajo bajar la persiana. Pero yo sabía que no se había ido, notaba su presencia allí, detrás de la persiana, observándome. Anduve en círculos varias veces recuperando la respiración y la fuerza en los músculos, el sudor era patente por todo mi cuerpo y las gotas se deslizaban por mi espalda cayendo una a una, las venas de los brazos estaban hinchadas, al igual que las de mi rabo, duro por pensar en Marina y si seguiría ahí, a solo unos metros de distancia. Hice otro par de series de dominadas y cuando estaba demasiado agotado por el calor y por la situación, me quité el bóxer, liberando mi rabo venoso y firme, que salió como un resorte de su prisión. Me coloqué de tal manera que desde la ventana se le pudiera apreciar con claridad, dejando que la posible espectadora se regalara con la visión de mi miembro. Me quedé ahí parado unos segundos, de pie, desnudo, mirando esa persiana fijamente para a continuación dirigirme a la ducha a rebajar la tensión pensando que eso no quedaría ahí.





3 de julio de 2019


Se acercaba la hora de la siesta y mientras recogía la mesa y limpiaba los platos oí voces en el exterior de la calle. Voces de niños riendo y adultos hablando. Me acerqué a la ventana como buen cotilla y observe a Marina y su familia.


El marido, un poco más alto que ella, pelo cano, pequeña barriga y vestido con camisa y pantalones chinos y a sus dos hijos de unos 9 y 11 años de pelo castaño, vestidos de deporte y con dos maletas de la mano que introducían en el todoterreno de sus padres. Por los gestos, los abrazos y los besos parece que se despedían, intenté afinar el oído y pude escuchar la palabra campamento, por lo que todo encajaba. Cuando terminaron de despedirse, los niños subieron al vehículo y Marina y su marido se besaron para a continuación él subirse al coche y emprender la marcha.


Marina se quedó allí, parada, de pie, con la mano a la altura de los ojos tapándose de la claridad del sol viendo como el automóvil se alejaba por la calle. Cuando el todoterreno negro torció la calle Marina se giró hacia su casa y en el camino antes de introducirse en su hogar noté como su mirada se posaba en las ventanas de mi fachada principal, como buscando mi presencia. ¡Qué mujer por favor!


Terminaba de recoger todo, la mesa los cacharros y me disponía a guardar la ropa que por la mañana había planchado en el armario de mi habitación cuando oí proveniente de la habitación del gimnasio como una persiana se bajaba en la casa de en frente. Me la imaginé allí, expectante, detrás de esa persiana de color blanco, en la habitación de sus hijos, vestida con ese vestido blanco esperando mi aparición. Y por qué no decidí ir a probar suerte.


Como el día anterior me dispuse a ir a la habitación a hacer dominadas, me bajé el pantalón corto de deporte que usaba para estar por casa y me presenté en la habitación solamente con un bóxer color negro. No me lo pensé y me agarré a la barra empezando con el ejercicio. ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! El imaginarme lo que estaría pasando detrás de esa persiana me recorría la cabeza y la erección no tardó en aparecer… ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis!, por lo que decidí hacer un “all in” y a la octava dominada me bajé de la barra, me bajé los bóxer, dejé caer algo de saliva en mi mano y agarre fuerte mi polla, agitándola una y otra vez. Con cada sacudida podía sentir las venas hinchadas, notaba como el endurecimiento iba en aumento y como el color rojizo era cada vez más fuerte. Mi mirada se clavaba en la ventana de en frente, retándola, a sabiendas de que allí al otro lado estaba ella.


La reté y gané, ganamos ambos. Un rápido movimiento y la persiana se alzó hasta arriba dejando ver lo que escondía tras ella. Sentada en una silla estaba ella, con los pies levantados del suelo y apoyados en el asiento dejando la vista todo lo que me podía ofrecer. Marina con su pelo rubio suelto disfrutaba del momento, con una mirada que desbordaba pasión en esos ojos profundos marrones, mordiéndose sus mojados y grandes labios fruto de la excitación, uno de los tirantes del vestido blanco estaba colocado sobre el brazo dejando a la luz uno de sus enormes pechos con su oscurecida aureola y su grande y firme pezón que una y otra vez era acariciado por su mano izquierda, haciéndose cada vez más y más duro. Eran movimientos suaves pero firmes que se acompañaban de pequeños pellizcos en la punta, que provocaban gemidos ahogados y calambres en su cuerpo. La saliva estaba presente en grandes cantidades sobre su pezón descubierto, algo que lo hacía irresistible.


El vestido recogido a la altura de sus poderosas caderas dejaba ver la falta de ropa interior y como su mano derecha se perdía en su zona baja, donde Marina jugaba con su sexo hinchado y encharcado de excitación. Sus movimientos se alternaban superficialmente entre ambos orificios, perfectamente depilados y lubricados por el jugo que emanaba su cuerpo.


En el momento en que nuestras miradas se cruzaron Marina se introdujo dos de sus dedos en la boca, poniendo especial atención en saborear los flujos que su mano tenía y lubricar bien sus dedos pasando su lengua entre ellos para con un movimiento rápido y violento introducírselos en su coño, acción que repetiría una y otra vez. Nuestras respiraciones se hacían cada vez más intensas, nuestras espaldas se curvaban del placer y los movimientos de nuestras manos se acompasaban como si de un baile se tratara. Los flujos que desprendía Marina se iban derramando por su culo, encharcando de igual manera su ano, haciéndolo apetecible y demandante de polla.


El cuerpo de Marina, el calor, la excitación por vivir ese episodio nuevo para mí y lleno de emociones me estaba llevando cerca del éxtasis. Marina cambio su postura, se dio la vuelta y se puso encima de la silla, de rodillas, regalándome una visión perfecta de su culo, con la mano izquierda se agarró en el respaldo para con la derecha seguir masturbándose introduciéndose ahora varios de sus dedos.


¡Joder! Exclamé, esa visión hizo que acelerara el ritmo, jadeando fuertemente, al igual que Marina a la que oía gemir una y otra vez al otro lado de la ventana. Su juego de mano era excelente, los flujos se resbalaban por sus piernas y su mano jugueteaba alternando entre introducirse en su coño y pasar superficialmente por su ano.


Yo no podía más y cuando notaba que el final estaba cerca solté un ¡me voy a correr! por mi boca, en alto comunicándoselo a ella, algo que surtió efecto ya que sus gemidos se aceleraron más si cabe.


¡Joder! ¡Joder! ¡Que gusto dioooos! Gritaba Marina mientras movimientos eléctricos hacían que su cuerpo se contrajera una y otra vez, mientras que con la mano aún en el interior de su raja sus piernas se cerraban en un movimiento espontáneo.


Esa imagen fue la señal para que yo descargara un potente chorro de leche que se esparció por toda la habitación, salpicando el suelo y un disco de 5 kg que usaba con las mancuernas.


Ambos nos quedamos allí, parados, mirando nuestros cuerpos agotados, Marina era espectacular, sus grandes pechos ambos visibles ahora se notaban húmedos por el sudor, deseosos aún de ser lamidos. Pasaron unos minutos y el motor de un coche se hizo notar. El todoterreno negro hizo presencia en la calle, momento en el que la cara de Marina cambió por completo, volviéndose roja y devolviéndola a la realidad. Rápidamente se acercó a la ventana bajando la persiana y escabulléndose tras ella.


Yo me dejé caer al suelo, exhausto e impactado por lo que acababa de ocurrir. Recordando esos momentos donde la lujuria lo envolvía todo, recordando su cara, como se mordía los labios, el bamboleo de sus pechos y sus enormes pezones. Cómo se acariciaba y como su culo grande pedía más. Un recuerdo que difícilmente podría sacar de mi cabeza y con total seguridad la mejor paja de mi vida.


Los días posteriores transcurrieron con normalidad, yo intentaba volver a recrear el momento, yendo a esa habitación cada vez que oía un ruido en la casa de al lado, pero no dio sus frutos.


El contacto con Marina en las dos siguientes semanas se limitó a verla un par de días acompañada de su marido. En nuestro cruce de miradas sentí su vergüenza pero a la vez pude observar una sonrisa pícara en la comisura de su boca. Mensajes confusos que no sabía interpretar. ¿Se habría acabado? ¿Hasta ahí? ¿No se volvería a repetir?


Por su comportamiento yo lo daba todo por perdido, todo hasta ese día.


Ese 18 de julio.


--Continuará--
 
18 de julio de 2019, 9: 37 de la mañana


El jueves amanecía como cualquier otro día de verano, unos placidos 18 grados alegraban el ambiente y daban fin a unos insufribles días de ola de calor. El vecindario se sentía tranquilo, sonidos de pájaros resonaban en el ambiente y el cielo azul estaba adornado con un par de nubes blancas.


La mañana se desarrollaba con normalidad realizando tareas del hogar y planeando los últimos detalles del viaje a la costa sur con los amigos que realizaría unos días después y que ocupaba gran parte de mi tiempo. Mi cabeza no podía evitar dejar entrar algún recuerdo de Marina y la necesidad de verla, como cuando empiezas una serie nueva que te engancha y necesitas alimentarte de capítulos. Iba completando la maleta cogiendo cosas de aquí y allá, camisetas, camisas, bermudas... En el momento de preparar el neceser comprobé que no tenía crema de protección solar y mi pasta de dientes daba sus últimos coletazos. Por lo que me puse una bermuda negra, una camiseta gris holgada y me dirigí al supermercado que se encontraba cerca de mi casa.


Sección de verduras, no, charcutería tampoco, panes diversos, no en este momento.... Perfumería y droguería, aquí es, si señor. Agarré un par de cajas de pasta de dientes y me acerqué al estante de la crema para el sol. Crema solar, crema bronceadora, fijador del bronceado, resistente al agua, protección 30, protección 50, protección total... Un estante repleto de botes de diferentes colores y tamaños se plantaba frente a mí y yo a un metro observándolos a todo sin saber cuál elegir. Una señorita se me acercó preguntándome si necesitaba ayuda, al ver mi cara descompuesta se rio y me empezó a explicar las diferencias entre los numerosos tipos y marcas que había. Inmerso en la explicación de la trabajadora pasó por el fondo de mi campo de visión una silueta que me resultaba familiar... Enfocando en ese punto la vi a ella, parecía que viniera del gimnasio por la ropa que llevaba. Un conjunto de Nike de color negro y con detalles en rosa y naranja, Los leggins apretados y con la inscripción en el lateral hacían resaltar su culo, redondeándolo y llevándolo hacia arriba. La parte de arriba era de tirantes y la hacían un escote de otro mundo, me preguntaba como esa tela podía contener ella sola las grandes tetas que albergaba. Marina llevaba el pelo suelto y aunque no iba muy maquillada si tenía algún tipo de colorete en la cara.


Al verla a ella desconecte por completo de la conversación, allí estaba yo recibiendo una charla de protección solar en segundo plano mientras no la quitaba ojo de encima. Nuestros ojos se cruzaron y una sonrisa pícara apareció en su cara mientras me levantaba la mano saludándome, yo la correspondí educadamente con una sonrisa y un gesto con la cabeza.


Marina soltó el carrito de la compra que llevaba en la mano con fruta y cereales y se fue desplazando hacia su derecha, llegado al final del pasillo donde se situaban los baños del supermercado, abrió la puerta y lentamente se introdujo en su interior echando la vista atrás y mirándome con ojos de excitación, dejo la puerta entreabierta invitándome a su juego.


Enseguida corté la explicación acerca de los protectores solares y pregunté a la empleada acerca de donde se encontraban los baños, "esa puerta de ahí" me dijo señalando la puerta negra entreabierta que había dejado Marina.


Los pasos que me llevaron hasta la puerta estuvieron cargados de agitación, expectación y calentura.


Entré por esa puerta buscándola a ella y la encontré, nada más atravesar el marco una mano detrás mío cerró la puerta poniendo el pestillo y me arrinconó contra ella pegando su cuerpo al mío.


Marina ganaba en las distancias cortas, sus ojos marrones y profundos imponían demasiado y su olor era embriagador, la temperatura de mi cuerpo subía rápidamente y el flujo de sangre estaba descontrolado.


Acercó su boca a mi oído lentamente, pude sentir su respiración, la presión de sus grandes pechos contra mi cuerpo y el tacto de sus pezones bajo la ropa. Entonces empezó a susurrarme...


  • Llevo muchos días pensando en ti. Desde aquel día ando como loca y estoy muy caliente.
  • A mí también me pasa. No logro sacarte de mi cabeza desde que te vi tocándote en esa silla.
  • ¿Te gustó? A mí me puso a mil ver tu polla bien dura y como te pajeabas para mí. Además, creo que está por aquí. Llevo muchos días pensando cómo sería tenerla entre mis dedos.

Su mano acariciaba de arriba abajo mi polla por encima de los pantalones, el tacto de la mano y el frote con la tela del pantalón y el calzoncillo fue poniéndola cada vez más y más dura.





- Uff (suspiró), está muy grande... ¿me dejas tocarla?





- Si, por favor, la dije


Con la mano izquierda agarró el borde del pantalón y el calzoncillo introduciendo su mano derecha en mi entrepierna. Sus uñas largas y de color granate fueron bajando por la polla hasta acariciar mis huevos.


Sus dedos acariciaron el tallo, palpando las venas duras y llenas de sangre para posteriormente pasar al glande donde realizó varios movimientos circulares. Mis manos irremediablemente se fueron a su culo grande y duro, al que acariciaba y agarraba con fuerza de manera intermitente.


- Será mejor que mojemos la zona no queremos hacerte daño ¿verdad?





Se llevó la mano derecha a la boca, descargando sobre ella gran cantidad de saliva para a continuación volverme a acariciar la polla y sacudirla de arriba abajo.


Nuestras bocas se fundieron en un beso cargado de excitación y saliva. Las lenguas se entrelazaban y ella realizaba pequeños mordiscos en la comisura de mis labios. Era toda una profesional, sus labios eran grandes y suaves y su lengua correteaba por cada rincón de mi boca.


Las sacudidas arriba y abajo que me estaba regalando me estaban poniendo a mil, su maestría en la técnica me estaba acercando al límite de mis fuerzas. La lubricación producida por la saliva calentó aún más la zona, sus dedos jugueteaban con mi glande y con la piel que le une al resto del tallo. Realizaba movimientos circulares de muñeca profundos, haciendo que mi prepucio se encogiera y estirara arriba y abajo. Esos largos minutos eran los mejores de mi vida.





- Que gorda la tienes vecino, lo que me he estado perdiendo yo todos estos días.






- Puff, como me estás poniendo Marina, no voy a aguantar mucho más...


- ¿Si? ¿Puedes correrte en mi boca? Necesito probar tu sabor... necesito que me des tu leche.





Esas palabras retumbaron en mi cabeza y automáticamente mis ganas de correrme aparecieron.


- Me corro Marina.


- ¡Dame tu leche! ¡Dame tu leche!


Decía Marina a la vez que se ponía de rodillas frente a mí y abría su boca suplicando mi néctar sin parar de ordeñarme. Su escote desde esta perfectiva era inmenso, sus dos grandes tetas pedían ser liberadas, pero yo ya no podía más.


Un potente chorro de leche se introdujo en su boca acariciando su lenga y llenando la cavidad. Un alarido hueco salió de mi boca, demasiado alto y potente para estar en un sitio público. Su cabeza inmediatamente se acercó a mi pene pero sin tocarlo, dejándolo a escasos centímetros para no derramar nada de aquel placer convertido en jugo. Su lengua relamía sus labios con el líquida caliente y blanco, sus ojos cerrados denotaban el placer que ese momento le producía.


¡¿Hola?! ¡¿Quién anda ahí?! ¡¿qué estáis haciendo?! gritaba una voz femenina desde el otro lado de la puerta mientras aporreaba la puerta. ¡voy a llamar al de seguridad!


Nuestros corazones dieron un profundo vuelco y empezaron a palpitar aún más rápido si cabe. La cara de Marina se transformó, su cara de placer pasó a ser una cara pícara, como la de una persona que gasta una broma pesada.


Rápidamente ella se incorporó y limpiándose la comisura de los labios salió pitando del servicio sin ni siquiera mirarme.


Yo como pude, saque fuerzas que no tenía para volverme a subir los pantalones y calzoncillos y salí pitado del servicio, casi tropezando con la dependienta pelirroja del culo diez que estaba afuera con cara de asombro.


Salí del supermercado y me dirigí rápidamente de nuevo a casa sin tener noticias de Marina.


18 de julio de 2019, 19:47 de la tarde





Llevaba todo el día nervioso, agitado y como no, caliente. Desde el episodio del supermercado tenía la necesidad de hablar con Marina acerca de lo ocurrido, pero la presencia de su marido en la casa lo evitaba. Buscaba el momento en el que este se fuera para poder llamar a su timbre y verla. Tampoco podía hacerlo de otro modo ya que no tenía ni su móvil, solo quedaba esperar y aprovechar el momento.


Estando en el pequeño jardín de mi casa reposando en una silla mientras me tomaba una cerveza y me entretenía con el móvil, una bola de papel se coló por encima del seto y aterrizó a mi lado. Lo cogí y leí lo que ponía en su interior


"En mi garaje en 5 minutos, no llames al timbre, solo espera que se abra la puerta"





Pegué un salto de la silla, corrí al baño a lavarme los dientes y me dirigí a la puerta de la casa de Marina esperando alguna señal. A los 5 minutos la puerta corredera de la casa se abrió y consigo se elevó la puerta de la cochera.


En su interior al lado del todoterreno negro aguardaba Marina con el vestido blanco de estar por casa y con una cara de auténtica diabla que me indicaba con el dedo que me acercara.


- Creo que tú y yo tenemos algo pendiente


- Por supuesto no hemos podido hablar de lo suced...


- No, no me refiero a hablar. Yo también necesito cierto tipo de cuidados que yo sí que te he dado.


- Pero, ¿aquí? ¿ahora? ¿y tu marido?, yo no quiero problemas...


- Mi marido está viendo el partido que acaba de comenzar y no se entera de nada...


De pronto, Marina se despojó de su vestido blanco, debajo de él no llevaba ropa interior con lo que pude observar en primer plano sus grandes pechos y su rajita bien depilada. No me pude refrenar y me lancé a saborear sus grandes tetas, sus pezones oscuros y sus grandes aureolas se introducían en mi boca una y otra vez, soltando grandes cantidades de saliva que se derramaban por su cuerpo fui dando buena cuenta de esos dos cántaros que me volvían loco. Los leves gemidos de Marina no hacían otra cosa que indicarme lo bien que lo hacía, "sigue por favor, así, así..." exclamaba ella mientras su mano izquierda me acariciaba la nuca atrayéndome hacia su cuerpo y con la derecha se apoyaba en el cristal de la puerta del coche para no caerse.


En un momento dado abrió la puerta del coche y se recostó contra el asiento, invitándome a dar cuenta de su encharcado sexo. Los labios grandes y jugosos eran lamidos por mi lengua que no dejaba ningún recoveco falto de mi saliva, su clítoris estaba hinchado fruto de la excitación y del sobeteo al que le tenía sometido bien con mi lengua, bien succionándolo suavemente, mis manos se apoderaban como podían de sus dos grandes tetas mientras ella movía sus caderas en círculos para aumentar su placer.


Toda esta combinación de fluidos no hizo otra cosa de ponerme la polla dura como nunca antes lo había estado, intente liberar poco a poco mi entrepierna con la mano izquierda sin dejar de masajear las tetas con mi derecha. Cuando por fin liberé la presión mi pene dio un resalto que no pasó inadvertido para Marina, mientras yo devolvía mi mano al pecho izquierdo, su pie desnudo acariciaba mi polla sutilmente palpando su dureza y recorriéndolo de arriba abajo.


Mientras tanto mi lengua ya se había encaminado a senderos más oscuros y aprovechando la inclinación, se había desviado al perineo y de ahí al jugoso ano de la mujer. La combinación de fluidos convertía ambos orificios en auténticos lagos de placer, mi lengua no hacía otra cosa que dar batidas una y otra vez, notando cada pliegue de ambos agujeros. Los gemidos de Marina no hacían otra cosa que incrementarse segundo a segundo.


- Métemela por favor, necesita sentirla dentro.... gemía Marina mientras se mordía el brazo para parar de chillar.


Me introduje en la parte trasera del interior del vehículo, sentándome en la parte central. A continuación, vino ella, colocando sus pies encima del asiento, agarró mi lubricado miembro con su mano firme y se le introdujo lentamente en su también lubricada raja. Su interior era puro fuego lleno de lava, cabalgaba arriba y abajo una y otra vez, provocando el choque de nuestros cuerpos y creando un sonido de platillos. Sus enormes pechos eran lamidos por mi lengua mientras rebotaban contra mi cara, debido a su enorme tamaño chocaban entre ellos provocando un sonido de palmadas que se acompasaban con el de nuestros cuerpos. Una sinfonía perfecta.


Nuestros cuerpos sudorosos se movían arriba y abajo una y otra vez y las gotas de sudor se derramaban por la espalda, humedeciendo así el asiento del coche.


En cierto momento Marina dejó de cabalgarme. Con mi polla aún en su interior empezó a realizar círculos con la cadera mientras que pegó su cuerpo al mío acercando su boca a mi oído y gimió una frase


  • Quiero que me la metas por el culo

Cambiando la postura se recostó en el asiento dejando su pequeño agujero a mi alcance, a pesar de que estaba bien lubricado introduje primero un dedo para acomodar la zona. Un profundo gemido inundo el interior del garaje, "sí por favor, sigue..." repetía ella una y otra vez,de un dedo pasé a dos y cuando el hueco estaba lo suficientemente grande introduje con cuidado mi rabo en su interior. Las primeras sacudidas fueron suaves pero su cuerpo pedía más a los pocos segundos, tuve que agarrarla por la cadera con fuerza para satisfacer sus deseos mientras que ella intentaba controlar sus gemidos sin fruto alguno. Agarraba sus grandes nalgas con ambas manos, las apretaba y las golpeaba con la palama dejándolas rojas.


Mi bombeo era continuo y acompasado, mis pelotas rebotaban en su sexo mientras ella se masturbaba con su mano derecha y sus tetas chocaban la una contra la otra sin parar. Nuestros fluidos se derramaban por el asiento del vehículo que más bien parecía ya una sauna. El clímax estaba próximo, los ojos en blanco de ella y la cada vez menos frecuencia entre gemidos lo anunciaba. En un momento dado un calambre recorrió el cuerpo de Marina, un profundo orgasmo se apoderó de ella, dejándola inmóvil encima del asiento del vehículo por un momento. Extasiada, pero con ganas de devolver el favor se arrodillo a mis pies e introdujo mi miembro entre sus dos grandes pechos, sus grandes pezones se movían arriba y abajo en la mejor cubana que me habían hecho en la vida. "Vamos córrete, córrete..." me suplicaba. Mi polla se deslizaba con si en un tobogán de agua estuviera.





Un gran chorro de semen bañó sus cara y tetas, culminando la obra que habíamos interpretado. Ha sido el mejor polvo de mi vida Marina, le dije.Entonces habrá que repetirlo respondió ella.


Allí nos quedamos en ese garaje durante algunos minutos, hasta que ruido desde el interior de la vivienda nos alarmó.


Es hora de irse dije...
 
18 de julio de 2019, 9: 37 de la mañana


El jueves amanecía como cualquier otro día de verano, unos placidos 18 grados alegraban el ambiente y daban fin a unos insufribles días de ola de calor. El vecindario se sentía tranquilo, sonidos de pájaros resonaban en el ambiente y el cielo azul estaba adornado con un par de nubes blancas.


La mañana se desarrollaba con normalidad realizando tareas del hogar y planeando los últimos detalles del viaje a la costa sur con los amigos que realizaría unos días después y que ocupaba gran parte de mi tiempo. Mi cabeza no podía evitar dejar entrar algún recuerdo de Marina y la necesidad de verla, como cuando empiezas una serie nueva que te engancha y necesitas alimentarte de capítulos. Iba completando la maleta cogiendo cosas de aquí y allá, camisetas, camisas, bermudas... En el momento de preparar el neceser comprobé que no tenía crema de protección solar y mi pasta de dientes daba sus últimos coletazos. Por lo que me puse una bermuda negra, una camiseta gris holgada y me dirigí al supermercado que se encontraba cerca de mi casa.


Sección de verduras, no, charcutería tampoco, panes diversos, no en este momento.... Perfumería y droguería, aquí es, si señor. Agarré un par de cajas de pasta de dientes y me acerqué al estante de la crema para el sol. Crema solar, crema bronceadora, fijador del bronceado, resistente al agua, protección 30, protección 50, protección total... Un estante repleto de botes de diferentes colores y tamaños se plantaba frente a mí y yo a un metro observándolos a todo sin saber cuál elegir. Una señorita se me acercó preguntándome si necesitaba ayuda, al ver mi cara descompuesta se rio y me empezó a explicar las diferencias entre los numerosos tipos y marcas que había. Inmerso en la explicación de la trabajadora pasó por el fondo de mi campo de visión una silueta que me resultaba familiar... Enfocando en ese punto la vi a ella, parecía que viniera del gimnasio por la ropa que llevaba. Un conjunto de Nike de color negro y con detalles en rosa y naranja, Los leggins apretados y con la inscripción en el lateral hacían resaltar su culo, redondeándolo y llevándolo hacia arriba. La parte de arriba era de tirantes y la hacían un escote de otro mundo, me preguntaba como esa tela podía contener ella sola las grandes tetas que albergaba. Marina llevaba el pelo suelto y aunque no iba muy maquillada si tenía algún tipo de colorete en la cara.


Al verla a ella desconecte por completo de la conversación, allí estaba yo recibiendo una charla de protección solar en segundo plano mientras no la quitaba ojo de encima. Nuestros ojos se cruzaron y una sonrisa pícara apareció en su cara mientras me levantaba la mano saludándome, yo la correspondí educadamente con una sonrisa y un gesto con la cabeza.


Marina soltó el carrito de la compra que llevaba en la mano con fruta y cereales y se fue desplazando hacia su derecha, llegado al final del pasillo donde se situaban los baños del supermercado, abrió la puerta y lentamente se introdujo en su interior echando la vista atrás y mirándome con ojos de excitación, dejo la puerta entreabierta invitándome a su juego.


Enseguida corté la explicación acerca de los protectores solares y pregunté a la empleada acerca de donde se encontraban los baños, "esa puerta de ahí" me dijo señalando la puerta negra entreabierta que había dejado Marina.


Los pasos que me llevaron hasta la puerta estuvieron cargados de agitación, expectación y calentura.


Entré por esa puerta buscándola a ella y la encontré, nada más atravesar el marco una mano detrás mío cerró la puerta poniendo el pestillo y me arrinconó contra ella pegando su cuerpo al mío.


Marina ganaba en las distancias cortas, sus ojos marrones y profundos imponían demasiado y su olor era embriagador, la temperatura de mi cuerpo subía rápidamente y el flujo de sangre estaba descontrolado.


Acercó su boca a mi oído lentamente, pude sentir su respiración, la presión de sus grandes pechos contra mi cuerpo y el tacto de sus pezones bajo la ropa. Entonces empezó a susurrarme...


  • Llevo muchos días pensando en ti. Desde aquel día ando como loca y estoy muy caliente.
  • A mí también me pasa. No logro sacarte de mi cabeza desde que te vi tocándote en esa silla.
  • ¿Te gustó? A mí me puso a mil ver tu polla bien dura y como te pajeabas para mí. Además, creo que está por aquí. Llevo muchos días pensando cómo sería tenerla entre mis dedos.

Su mano acariciaba de arriba abajo mi polla por encima de los pantalones, el tacto de la mano y el frote con la tela del pantalón y el calzoncillo fue poniéndola cada vez más y más dura.





- Uff (suspiró), está muy grande... ¿me dejas tocarla?





- Si, por favor, la dije


Con la mano izquierda agarró el borde del pantalón y el calzoncillo introduciendo su mano derecha en mi entrepierna. Sus uñas largas y de color granate fueron bajando por la polla hasta acariciar mis huevos.


Sus dedos acariciaron el tallo, palpando las venas duras y llenas de sangre para posteriormente pasar al glande donde realizó varios movimientos circulares. Mis manos irremediablemente se fueron a su culo grande y duro, al que acariciaba y agarraba con fuerza de manera intermitente.


- Será mejor que mojemos la zona no queremos hacerte daño ¿verdad?





Se llevó la mano derecha a la boca, descargando sobre ella gran cantidad de saliva para a continuación volverme a acariciar la polla y sacudirla de arriba abajo.


Nuestras bocas se fundieron en un beso cargado de excitación y saliva. Las lenguas se entrelazaban y ella realizaba pequeños mordiscos en la comisura de mis labios. Era toda una profesional, sus labios eran grandes y suaves y su lengua correteaba por cada rincón de mi boca.


Las sacudidas arriba y abajo que me estaba regalando me estaban poniendo a mil, su maestría en la técnica me estaba acercando al límite de mis fuerzas. La lubricación producida por la saliva calentó aún más la zona, sus dedos jugueteaban con mi glande y con la piel que le une al resto del tallo. Realizaba movimientos circulares de muñeca profundos, haciendo que mi prepucio se encogiera y estirara arriba y abajo. Esos largos minutos eran los mejores de mi vida.





- Que gorda la tienes vecino, lo que me he estado perdiendo yo todos estos días.






- Puff, como me estás poniendo Marina, no voy a aguantar mucho más...


- ¿Si? ¿Puedes correrte en mi boca? Necesito probar tu sabor... necesito que me des tu leche.





Esas palabras retumbaron en mi cabeza y automáticamente mis ganas de correrme aparecieron.


- Me corro Marina.


- ¡Dame tu leche! ¡Dame tu leche!


Decía Marina a la vez que se ponía de rodillas frente a mí y abría su boca suplicando mi néctar sin parar de ordeñarme. Su escote desde esta perfectiva era inmenso, sus dos grandes tetas pedían ser liberadas, pero yo ya no podía más.


Un potente chorro de leche se introdujo en su boca acariciando su lenga y llenando la cavidad. Un alarido hueco salió de mi boca, demasiado alto y potente para estar en un sitio público. Su cabeza inmediatamente se acercó a mi pene pero sin tocarlo, dejándolo a escasos centímetros para no derramar nada de aquel placer convertido en jugo. Su lengua relamía sus labios con el líquida caliente y blanco, sus ojos cerrados denotaban el placer que ese momento le producía.


¡¿Hola?! ¡¿Quién anda ahí?! ¡¿qué estáis haciendo?! gritaba una voz femenina desde el otro lado de la puerta mientras aporreaba la puerta. ¡voy a llamar al de seguridad!


Nuestros corazones dieron un profundo vuelco y empezaron a palpitar aún más rápido si cabe. La cara de Marina se transformó, su cara de placer pasó a ser una cara pícara, como la de una persona que gasta una broma pesada.


Rápidamente ella se incorporó y limpiándose la comisura de los labios salió pitando del servicio sin ni siquiera mirarme.


Yo como pude, saque fuerzas que no tenía para volverme a subir los pantalones y calzoncillos y salí pitado del servicio, casi tropezando con la dependienta pelirroja del culo diez que estaba afuera con cara de asombro.


Salí del supermercado y me dirigí rápidamente de nuevo a casa sin tener noticias de Marina.


18 de julio de 2019, 19:47 de la tarde





Llevaba todo el día nervioso, agitado y como no, caliente. Desde el episodio del supermercado tenía la necesidad de hablar con Marina acerca de lo ocurrido, pero la presencia de su marido en la casa lo evitaba. Buscaba el momento en el que este se fuera para poder llamar a su timbre y verla. Tampoco podía hacerlo de otro modo ya que no tenía ni su móvil, solo quedaba esperar y aprovechar el momento.


Estando en el pequeño jardín de mi casa reposando en una silla mientras me tomaba una cerveza y me entretenía con el móvil, una bola de papel se coló por encima del seto y aterrizó a mi lado. Lo cogí y leí lo que ponía en su interior


"En mi garaje en 5 minutos, no llames al timbre, solo espera que se abra la puerta"





Pegué un salto de la silla, corrí al baño a lavarme los dientes y me dirigí a la puerta de la casa de Marina esperando alguna señal. A los 5 minutos la puerta corredera de la casa se abrió y consigo se elevó la puerta de la cochera.


En su interior al lado del todoterreno negro aguardaba Marina con el vestido blanco de estar por casa y con una cara de auténtica diabla que me indicaba con el dedo que me acercara.


- Creo que tú y yo tenemos algo pendiente


- Por supuesto no hemos podido hablar de lo suced...


- No, no me refiero a hablar. Yo también necesito cierto tipo de cuidados que yo sí que te he dado.


- Pero, ¿aquí? ¿ahora? ¿y tu marido?, yo no quiero problemas...


- Mi marido está viendo el partido que acaba de comenzar y no se entera de nada...


De pronto, Marina se despojó de su vestido blanco, debajo de él no llevaba ropa interior con lo que pude observar en primer plano sus grandes pechos y su rajita bien depilada. No me pude refrenar y me lancé a saborear sus grandes tetas, sus pezones oscuros y sus grandes aureolas se introducían en mi boca una y otra vez, soltando grandes cantidades de saliva que se derramaban por su cuerpo fui dando buena cuenta de esos dos cántaros que me volvían loco. Los leves gemidos de Marina no hacían otra cosa que indicarme lo bien que lo hacía, "sigue por favor, así, así..." exclamaba ella mientras su mano izquierda me acariciaba la nuca atrayéndome hacia su cuerpo y con la derecha se apoyaba en el cristal de la puerta del coche para no caerse.


En un momento dado abrió la puerta del coche y se recostó contra el asiento, invitándome a dar cuenta de su encharcado sexo. Los labios grandes y jugosos eran lamidos por mi lengua que no dejaba ningún recoveco falto de mi saliva, su clítoris estaba hinchado fruto de la excitación y del sobeteo al que le tenía sometido bien con mi lengua, bien succionándolo suavemente, mis manos se apoderaban como podían de sus dos grandes tetas mientras ella movía sus caderas en círculos para aumentar su placer.


Toda esta combinación de fluidos no hizo otra cosa de ponerme la polla dura como nunca antes lo había estado, intente liberar poco a poco mi entrepierna con la mano izquierda sin dejar de masajear las tetas con mi derecha. Cuando por fin liberé la presión mi pene dio un resalto que no pasó inadvertido para Marina, mientras yo devolvía mi mano al pecho izquierdo, su pie desnudo acariciaba mi polla sutilmente palpando su dureza y recorriéndolo de arriba abajo.


Mientras tanto mi lengua ya se había encaminado a senderos más oscuros y aprovechando la inclinación, se había desviado al perineo y de ahí al jugoso ano de la mujer. La combinación de fluidos convertía ambos orificios en auténticos lagos de placer, mi lengua no hacía otra cosa que dar batidas una y otra vez, notando cada pliegue de ambos agujeros. Los gemidos de Marina no hacían otra cosa que incrementarse segundo a segundo.


- Métemela por favor, necesita sentirla dentro.... gemía Marina mientras se mordía el brazo para parar de chillar.


Me introduje en la parte trasera del interior del vehículo, sentándome en la parte central. A continuación, vino ella, colocando sus pies encima del asiento, agarró mi lubricado miembro con su mano firme y se le introdujo lentamente en su también lubricada raja. Su interior era puro fuego lleno de lava, cabalgaba arriba y abajo una y otra vez, provocando el choque de nuestros cuerpos y creando un sonido de platillos. Sus enormes pechos eran lamidos por mi lengua mientras rebotaban contra mi cara, debido a su enorme tamaño chocaban entre ellos provocando un sonido de palmadas que se acompasaban con el de nuestros cuerpos. Una sinfonía perfecta.


Nuestros cuerpos sudorosos se movían arriba y abajo una y otra vez y las gotas de sudor se derramaban por la espalda, humedeciendo así el asiento del coche.


En cierto momento Marina dejó de cabalgarme. Con mi polla aún en su interior empezó a realizar círculos con la cadera mientras que pegó su cuerpo al mío acercando su boca a mi oído y gimió una frase


  • Quiero que me la metas por el culo

Cambiando la postura se recostó en el asiento dejando su pequeño agujero a mi alcance, a pesar de que estaba bien lubricado introduje primero un dedo para acomodar la zona. Un profundo gemido inundo el interior del garaje, "sí por favor, sigue..." repetía ella una y otra vez,de un dedo pasé a dos y cuando el hueco estaba lo suficientemente grande introduje con cuidado mi rabo en su interior. Las primeras sacudidas fueron suaves pero su cuerpo pedía más a los pocos segundos, tuve que agarrarla por la cadera con fuerza para satisfacer sus deseos mientras que ella intentaba controlar sus gemidos sin fruto alguno. Agarraba sus grandes nalgas con ambas manos, las apretaba y las golpeaba con la palama dejándolas rojas.


Mi bombeo era continuo y acompasado, mis pelotas rebotaban en su sexo mientras ella se masturbaba con su mano derecha y sus tetas chocaban la una contra la otra sin parar. Nuestros fluidos se derramaban por el asiento del vehículo que más bien parecía ya una sauna. El clímax estaba próximo, los ojos en blanco de ella y la cada vez menos frecuencia entre gemidos lo anunciaba. En un momento dado un calambre recorrió el cuerpo de Marina, un profundo orgasmo se apoderó de ella, dejándola inmóvil encima del asiento del vehículo por un momento. Extasiada, pero con ganas de devolver el favor se arrodillo a mis pies e introdujo mi miembro entre sus dos grandes pechos, sus grandes pezones se movían arriba y abajo en la mejor cubana que me habían hecho en la vida. "Vamos córrete, córrete..." me suplicaba. Mi polla se deslizaba con si en un tobogán de agua estuviera.





Un gran chorro de semen bañó sus cara y tetas, culminando la obra que habíamos interpretado. Ha sido el mejor polvo de mi vida Marina, le dije.Entonces habrá que repetirlo respondió ella.


Allí nos quedamos en ese garaje durante algunos minutos, hasta que ruido desde el interior de la vivienda nos alarmó.


Es hora de irse dije...
Joderrrrrr!! 🤤🤤🤤
 
La clínica de masajes de Sonia, primera sesión.


Jueves 26 de enero de 2023 - 1ra sesión.

Seis grados centígrados y allí estaba yo, caminando bajo la tenue luz amarilla de las farolas con un paso rápido y firme provocado por una mezcla de sensaciones, el frío que recorría la ciudad en el primer mes del año y el nerviosismo de volver a ver a Sonia la dueña del negocio donde mi amigo Rafael trabajaba como fisio. Y es que hoy era la última de las sesiones que habíamos programado para acabar con un tedioso tirón en la parte alta de la espalda que convertía mirar hacia los lados en una auténtica tortura. Me había hecho precio amigo en un bono de 10 sesiones que adquirí.
Después de 15 minutos de caminata me encontraba delante de "Álvarez Dacosta Clínica de Fisioterapia y Relajación" y una sonrisa se dibujó en mi cara. Llegaba 15 minutos antes a mi cita programada, pero es que llevaba acudiendo un par de semanas cada dos o tres días y en los momentos de espera había mantenido buenas, llamémoslas conversaciones, con Sonia, aunque en realidad era puro flirteo. Era una mujer de unos 41 años, morena de piel, una larga melena castaña y unos ojos verdes escandalosos, su nariz tenía una perfecta curvatura hacia arriba, señal de que probablemente habría pasado por el cirujano y su sonrisa era blanca y amplia. Mediría unos 157cm y tenía un gran culo que destacaba en su silueta, propio de una mujer mucho más ancha. Sus pechos parecían bastante correctos, digo parecían debido a que la ropa tipo sanitaria que siempre llevaba poco dejaba vislumbrar.
Álvarez Dacosta Clínica de Fisioterapia y Relajación era la clínica que junto a su marido habían montado hace ya unos 9 años. Su marido se encargaba de la parte de la fisioterapia junto a más especialistas y ella y alguna chica más se encargaba de los masajes orientados a la relajación y cuidado de la piel. Hace 2 años se separó y Rafa entró como fisioterapeuta principal de la clínica ocupando el hueco que dejo su exmarido.

El sonido de una campanilla sobre la puerta anunció mi entrada en el negocio, un espacio blanco, amplio y elegantemente decorado con muebles de madera de pino me dio la bienvenida, a los pocos segundos ella apareció con una sonrisa en la boca.
  • ¡Pero bueno Gabriel! ¡No te esperaba a ti hoy por aquí!, si lo llego a saber....
  • Jaja pues sí, tenía cita con Rafa a ver si acabamos por fin y rematamos mi espalda...
  • ¿Ah sí? ¿Y no te ha avisado? después de comer ha debido de tener algún problema con el coche y no ha podido venir, me dijo que avisaría a los clientes y los recolocaría en algunos huecos...
  • ¡No me digas eso! ¡Vaya faena!, bueno bueno pues nada yo que no quería irme con lo bueno que hace aquí dentro y el frío que hace fuera jaja
  • Jajaja ¡Aquí dentro hace buenísimo si, que sino la gente se me pone mala! oye cómo no quieras que te dé yo un masaje y así no te vas en balde... yo no te voy a arreglar el estropicio, ya sabes que no soy fisio, pero seguro que te quedan sesiones en el bono, y así le aprovechas de todo...
  • ¡Pues sí que me quedan... hoy era la sexta sesión, así que me sobran unos cuantos!
  • Entonces que, ¿te animas?
  • Venga vale, ¡por que no!
  • Pues vete pasando a la sala 2 y ahora mismo voy

Entré en esa sala con el corazón a mil, en mis pensamientos no estaba la situación en la que me acababa de meter, rápidamente hice un repaso rápido a varios pensamientos que me vinieron a la cabeza, tales como si estaba depilado o que calzoncillos llevaba, no quería dejar mala impresión a Sonia. Con mi amigo Rafa me daba igual, pero en esta situación no era plan.
La sala era una habitación de aproximadamente 3x3 metros de amplitud, una luz tenue y cálida iluminaba el espacio, varias estanterías de madera clara con toallas blancas y diferentes botes de lo que parecía aceite corporal comportaban el mobiliario junto con la camilla central que parecía bastante cómoda, todo ello culminado con un hilo musical con sonidos budistas y un olor a sándalo que inundaba el ambiente completaban una atmósfera de pura relajación.

  • Esto es bastante diferente al box de Rafa (le dije a ella cuando entró a la habitación)
  • ¡Hombre es que si pongo la luz blanca y no le doy mi toque la gente no se relaja! jaja
  • Ya me imagino ya.... Bueno, ¿qué hago? ¿me quito la camiseta y me tumbo?
  • A ver, aquí tenemos varias opciones, como tú estés más cómodo... la primera opción es que te quedes con tu ropa interior, la segunda es que te pongas uno de estos... son una especie de tanga de papel que se usan para los masajes y el tercero es que estés desnudo. Sinceramente recomiendo la tercera opción porque lo demás con el aceite y el movimiento es un engorro. Elige en lo que voy a cerrar la puerta de la entrada, que está Carla también con un cliente y túmbate sobre la camilla.

Sonia salió de la habitación quedándome realmente en shock, si la situación ya era inesperada, el oír la palabra desnudo, irremediablemente hizo que mi polla diera un respingo dentro de mi bóxer color azul. Mi corazón latía rápidamente de la emoción y mil ideas se me pasaban por la cabeza. Mi subconsciente decidió por mí y en menos de un minuto la esperaba completamente desnudo sobre la camilla con la cara dentro de un agujero mirando al suelo y con solo una toalla de algodón blanco tapando mi culo.
Aproximadamente dos minutos después la puerta se abrió y ella apareció, encendió unas varillas de sándalo para crear ambiente, subió dos tonos la música y atenuó la luz más si cabe creando una atmósfera de lo más peculiar. El masaje inició con unas gotas de aceite cálido cayendo sobre mi espalda y continuó durante 20 minutos por toda ella, la zona lumbar y las piernas. Todos los escenarios sexuales que se pasaron por mi cabeza se habían olvidado y asumía que ese sería un masaje más, muy relajante sí, pero uno más.
Un rato después me indicó para darme la vuelta y masajearme la zona de los hombros y el pectoral. Al darme la vuelta y sacar la cara de ese agujero, abrí los ojos y mi visión estaba borrosa, somnolienta, poco a poco la fui recuperando y me pude volver a fijar en ella. La verdad es que era una mujer bastante atractiva, la forma en la que vestía en ese momento le daba un morbo muy especial. Si bien en los pies calzaba unas zapatillas tipo Crocs color blanco se apreciaban unas uñas pintadas de amarillo pastel a medio quitar que combinaban con su piel morena, los pantalones y la camisa eran de color blanco, como si de un médico se tratara, pero la chaquetilla sin todos los botones abrochados dejaba ver un pronunciado escote y un sujetador color verde esmeralda. Con cada movimiento de sus manos efectuando fuerza sobre mis hombros provocaba que sus grandes pechos se movieran con sutileza creando unos excitantes movimientos de oleaje en su piel, como si de dos flanes recién sacados del molde se tratara. Esos movimientos no pasaron desapercibidos para mi cuerpo y un bulto fue creciendo bajo la suave toalla colocada en mi entrepierna, tanto que llegado el momento era imposible de ocultar o hacer pasar por una arruga.
Sería mi sensación o no, pero el ambiente cambió y la temperatura de la habitación iba subiendo, desde mi posición no lograba cruzar la mirada con ella, pero sí que me fijé que en ocasiones se mordía y humedecía los labios rosados recubiertos de gloss con delicadeza. Unos instantes después cogió el bote de aceite aplicando un gran chorro de líquido cálido en mi zona abdominal.
  • Bueno ahora vamos a trabajar esta zona por si la tienes cargada... dijo con una voz dulce y un tono calmado.
Sus manos se desplazaron hacia mis abdominales realizando círculos en ellos, noté que poco a poco esos círculos se iban acercando peligrosamente a la toalla, por entonces el bulto de mi entrepierna estaba ya descontrolado y mi polla pedía su liberación con pequeños golpecitos en el tejido de la blanca toalla.
Las manos de Sonia cada vez realizaban incursiones más profundas debajo de la toalla llegando incluso a rozar parte del tallo de mi rabo con la punta de sus dedos, mi respiración entrecortada a veces incluso se percibía por encima de la música budista que llenaba la habitación, pero la situación me estaba pudiendo, estaba demasiado cachondo como para controlarme. Apretaba los dientes y cerraba los ojos con fuerza en un último intento de no estallar.
Pero Sonia no ayudaba para nada, de la zona abdominal pasó a retirar parcialmente la toalla de un lado y a centrar sus movimientos en mi zona pélvica, en esa zona sus manos rozaban ya sin descaro mi polla llegando incluso a mis huevos, mi excitación me podía y varios jadeos se escaparon de mi boca.

  • Joder Sonia, Ahhh lo siento de verdad, lo estoy pasando realmente mal, esto no me había pasado nunca, pero... es que no lo puedo controlar.
  • ¿Lo estás pasando mal? la verdad que no lo parece jejeje, por mí no te preocupes de verdad...
  • Es que claro entre el ambiente, el aceite y tú, es una combinación a la que no me puedo resistir....
  • Anda anda, no me regales los oídos... ya te digo que no te preocupes, es más común de lo que crees además así contigo me regalo la vista... dijo mientras se mordía el labio.
  • Bueno con la toalla no creo que te regales mucho...
  • La quitamos si te parece...
  • "Asentí con la cabeza"
Retiró la toalla lentamente y mi pene apareció erecto, enrojecido y con síntomas de haber sufrido todo un calvario. Un líquido transparente y pegajoso se apreciaba en la punta, fruto de una sesión de masaje más que placentera, ahora sí, un poco más retirada, podía ver su cara perfectamente y como sus ojos verdes se clavaron en mi estaca durante unos largos segundos. Su dulce sonrisa de siempre había cambiado y un autentica diabla parecía haberse apoderado de su rostro. Con un movimiento que pasó casi desapercibido se desabrochó dos botones más de la camisa, provocando que el canalillo que se vislumbraba pasará a ser una plena visión de sus dos grandes pechos dentro de ese sujetador de tela. Echó de nuevo en sus manos un buen chorro de aceite y lo dejó caer lentamente gota a gota por la zona alta de mis piernas y mi pelvis. Con cada gota que rozaba mi piel, una sacudida eléctrica se apoderaba de mi zona baja, provocando sacudidas en mi polla. Acariciaba lentamente mi pelvis, rodeando la zona de excitación con sutileza, sus manos resbalaban de un lado a otro por el aceite y castigaban con su indiferencia mi rabo venoso. Una sensación de dolor y tirantez apareció en mi zona lumbar arqueando cada vez más y más mi torso. Por mi cabeza pasó el pensamiento de levantarme e irme rápidamente al baño para acabar con esa sensación, pero decidí que era hora de dar un cambio a la sesión.

  • Creo que la zona central se me está cargando un poco
  • Sí... ya lo veo... creo que hay que trabajar la zona un poco... ¿me dejas?
  • Por supuesto... adelante... es la palabra de una experta...
Casi sin darme cuenta un chorro de aceite salpicó mi polla y dos manos aparecieron sobre ella. Sus uñas amarillas hacían juego ahora con el color rojizo de mi miembro además de con su piel morena. Un sube y baja hacía que la punta de mi capullo apareciera y desapareciera constantemente bajo mí prepucio. Debido a la hinchazón de mis venas notaba el roce con el anillo que llevaba en su mano izquierda, una sensación extraña, casi de dolor que me rasgaba, pero placentera... mientras su mano izquierda hacía círculos a la izquierda su mano derecha giraba hacia el lado contrario provocando que mi piel se estirara llevándome el éxtasis en cada segundo. Me centré en regalarme al placer y la vida, disfrutar de ese momento, mi mirada se centró en sus dos pechos que se movían al unísono en compás con el sube y baja de mi miembro.
Su mano izquierda, lubricada y llena de aceite pasó instantes después a acariciar mis dos huevos, jugueteaba con ellos acariciándolos y moviéndoles de arriba abajo, estirando con delicadeza la piel sobrante mientras su mano derecha seguía acribillándome con cada sacudida. La gran cantidad de aceite en la zona se escurría por cada pliegue de mi piel acabando irremediablemente sobre la camilla. Su mano izquierda siguió masajeando mis pelotas esta vez por la parte de abajo alternaba mis testículos con agarrones firmes en el tallo de mí miembro.
De reojo vi como ella se percató de mi fijación con sus pechos y sus ondulantes movimientos, por lo que en un momento determinado paró sus sacudidas para desabrochar todos los botones de la chaquetilla. Sensualmente y ayudándose de sus dos manos se sacó las tetas por encima del sujetador verde saliendo a relucir esas dos maravillas de la naturaleza. Sus pezones rosados y ovalados estaban culminados de unos pezones duros y jugosos, ambas dos brillaban con una luz especial debido al aceite que sus manos habían dejado en ellas. Siguió con su placentero masaje alternado polla y testículos, con su pulgar de la mano derecha inició unos movimientos circulares en el pliegue del glande mientras seguía trabajando mis pelotas con la mano izquierda.
Sonia cambió de posición y fue acercando su cuerpo a mi cara, cuando esos dos pezones estuvieron a mi alcance no me lo pensé, con mi mano izquierda agarré su abultado culo, palpándolo con lujuria notando el detalle de un fino tanga bajo el pantalón blanco y mi boca se fue directa hacia su pezón derecho, mamando del como si de un recién nacido se tratara. En ese momento la oí gemir por primera vez, perfecta. Su pezón se endureció en la boca con cada pase de mi lengua por él, juguetee con la punta haciéndolo crecer y endurecer, lo notaba terso y cálido. Seguí lamiéndolo escuchando sus leves gemidos que no hacían otra cosa que calentarme más y más.
Mientras con su mano derecha me acariciaba la nuca su mano izquierda siguió jugando con mis pelotas, pasando a acariciar también la zona del perineo. Su mano lubricó la zona y la masajeó placenteramente. Las yemas de sus dedos se acercaban con las sacudidas a la zona de mi ano, acariciándolo por momentos. Era una sensación nueva para mí, pero lejos de disgustarme elevó mi calentura.
Mis jadeos eran constantes y sentía como el momento de acabar estaba próximo, mis labios liberaron su duro pezón, dejándolo empapado de saliva que escurría por su pecho, apoyé la cabeza en la camilla y esperé el dulce final.
Entrelazó sus manos y martilleo mi lubricado nabo sin piedad, mis venas hinchadas notaban el palpitar de sus manos empleándose a fondo con saña esperando su premio. La hice una señal en forma de gemido y un potente hilo de caliente leche salió disparado hacia arriba, ella relajó sus movimientos, pero continuó exprimiéndome, mis fluidos aterrizaron en el suelo, sobre mi cuerpo y sus brazos, entre sus dedos se escurría el néctar blanco y yo estaba completamente extasiado de placer. Sin duda había sido la mejor paja de mi vida, cada gota de mi semen fue arrancado de mi interior por esa masajista con alma de meretriz.

Sin tiempo para descansar, Clara la otra masajista, llamó sutilmente a la puerta y desde el pasillo tras la puerta señaló que su cliente ya se había ido y que la esperaba para cerrar la clínica y marchar a casa.

  • Creo que la sesión ha finalizado jeje
  • Sin duda toda una experiencia a repetir, necesitaré más sesiones para relajarme del todo
  • Las puertas están abiertas para ti, ya lo sabes... Ahora voy con Clara...
  • Si por supuesto, tranquila, yo me voy vistiendo...

--Continuará--
 
La clínica de masajes de Sonia, primera sesión.


Jueves 26 de enero de 2023 - 1ra sesión.

Seis grados centígrados y allí estaba yo, caminando bajo la tenue luz amarilla de las farolas con un paso rápido y firme provocado por una mezcla de sensaciones, el frío que recorría la ciudad en el primer mes del año y el nerviosismo de volver a ver a Sonia la dueña del negocio donde mi amigo Rafael trabajaba como fisio. Y es que hoy era la última de las sesiones que habíamos programado para acabar con un tedioso tirón en la parte alta de la espalda que convertía mirar hacia los lados en una auténtica tortura. Me había hecho precio amigo en un bono de 10 sesiones que adquirí.
Después de 15 minutos de caminata me encontraba delante de "Álvarez Dacosta Clínica de Fisioterapia y Relajación" y una sonrisa se dibujó en mi cara. Llegaba 15 minutos antes a mi cita programada, pero es que llevaba acudiendo un par de semanas cada dos o tres días y en los momentos de espera había mantenido buenas, llamémoslas conversaciones, con Sonia, aunque en realidad era puro flirteo. Era una mujer de unos 41 años, morena de piel, una larga melena castaña y unos ojos verdes escandalosos, su nariz tenía una perfecta curvatura hacia arriba, señal de que probablemente habría pasado por el cirujano y su sonrisa era blanca y amplia. Mediría unos 157cm y tenía un gran culo que destacaba en su silueta, propio de una mujer mucho más ancha. Sus pechos parecían bastante correctos, digo parecían debido a que la ropa tipo sanitaria que siempre llevaba poco dejaba vislumbrar.
Álvarez Dacosta Clínica de Fisioterapia y Relajación era la clínica que junto a su marido habían montado hace ya unos 9 años. Su marido se encargaba de la parte de la fisioterapia junto a más especialistas y ella y alguna chica más se encargaba de los masajes orientados a la relajación y cuidado de la piel. Hace 2 años se separó y Rafa entró como fisioterapeuta principal de la clínica ocupando el hueco que dejo su exmarido.

El sonido de una campanilla sobre la puerta anunció mi entrada en el negocio, un espacio blanco, amplio y elegantemente decorado con muebles de madera de pino me dio la bienvenida, a los pocos segundos ella apareció con una sonrisa en la boca.
  • ¡Pero bueno Gabriel! ¡No te esperaba a ti hoy por aquí!, si lo llego a saber....
  • Jaja pues sí, tenía cita con Rafa a ver si acabamos por fin y rematamos mi espalda...
  • ¿Ah sí? ¿Y no te ha avisado? después de comer ha debido de tener algún problema con el coche y no ha podido venir, me dijo que avisaría a los clientes y los recolocaría en algunos huecos...
  • ¡No me digas eso! ¡Vaya faena!, bueno bueno pues nada yo que no quería irme con lo bueno que hace aquí dentro y el frío que hace fuera jaja
  • Jajaja ¡Aquí dentro hace buenísimo si, que sino la gente se me pone mala! oye cómo no quieras que te dé yo un masaje y así no te vas en balde... yo no te voy a arreglar el estropicio, ya sabes que no soy fisio, pero seguro que te quedan sesiones en el bono, y así le aprovechas de todo...
  • ¡Pues sí que me quedan... hoy era la sexta sesión, así que me sobran unos cuantos!
  • Entonces que, ¿te animas?
  • Venga vale, ¡por que no!
  • Pues vete pasando a la sala 2 y ahora mismo voy

Entré en esa sala con el corazón a mil, en mis pensamientos no estaba la situación en la que me acababa de meter, rápidamente hice un repaso rápido a varios pensamientos que me vinieron a la cabeza, tales como si estaba depilado o que calzoncillos llevaba, no quería dejar mala impresión a Sonia. Con mi amigo Rafa me daba igual, pero en esta situación no era plan.
La sala era una habitación de aproximadamente 3x3 metros de amplitud, una luz tenue y cálida iluminaba el espacio, varias estanterías de madera clara con toallas blancas y diferentes botes de lo que parecía aceite corporal comportaban el mobiliario junto con la camilla central que parecía bastante cómoda, todo ello culminado con un hilo musical con sonidos budistas y un olor a sándalo que inundaba el ambiente completaban una atmósfera de pura relajación.

  • Esto es bastante diferente al box de Rafa (le dije a ella cuando entró a la habitación)
  • ¡Hombre es que si pongo la luz blanca y no le doy mi toque la gente no se relaja! jaja
  • Ya me imagino ya.... Bueno, ¿qué hago? ¿me quito la camiseta y me tumbo?
  • A ver, aquí tenemos varias opciones, como tú estés más cómodo... la primera opción es que te quedes con tu ropa interior, la segunda es que te pongas uno de estos... son una especie de tanga de papel que se usan para los masajes y el tercero es que estés desnudo. Sinceramente recomiendo la tercera opción porque lo demás con el aceite y el movimiento es un engorro. Elige en lo que voy a cerrar la puerta de la entrada, que está Carla también con un cliente y túmbate sobre la camilla.

Sonia salió de la habitación quedándome realmente en shock, si la situación ya era inesperada, el oír la palabra desnudo, irremediablemente hizo que mi polla diera un respingo dentro de mi bóxer color azul. Mi corazón latía rápidamente de la emoción y mil ideas se me pasaban por la cabeza. Mi subconsciente decidió por mí y en menos de un minuto la esperaba completamente desnudo sobre la camilla con la cara dentro de un agujero mirando al suelo y con solo una toalla de algodón blanco tapando mi culo.
Aproximadamente dos minutos después la puerta se abrió y ella apareció, encendió unas varillas de sándalo para crear ambiente, subió dos tonos la música y atenuó la luz más si cabe creando una atmósfera de lo más peculiar. El masaje inició con unas gotas de aceite cálido cayendo sobre mi espalda y continuó durante 20 minutos por toda ella, la zona lumbar y las piernas. Todos los escenarios sexuales que se pasaron por mi cabeza se habían olvidado y asumía que ese sería un masaje más, muy relajante sí, pero uno más.
Un rato después me indicó para darme la vuelta y masajearme la zona de los hombros y el pectoral. Al darme la vuelta y sacar la cara de ese agujero, abrí los ojos y mi visión estaba borrosa, somnolienta, poco a poco la fui recuperando y me pude volver a fijar en ella. La verdad es que era una mujer bastante atractiva, la forma en la que vestía en ese momento le daba un morbo muy especial. Si bien en los pies calzaba unas zapatillas tipo Crocs color blanco se apreciaban unas uñas pintadas de amarillo pastel a medio quitar que combinaban con su piel morena, los pantalones y la camisa eran de color blanco, como si de un médico se tratara, pero la chaquetilla sin todos los botones abrochados dejaba ver un pronunciado escote y un sujetador color verde esmeralda. Con cada movimiento de sus manos efectuando fuerza sobre mis hombros provocaba que sus grandes pechos se movieran con sutileza creando unos excitantes movimientos de oleaje en su piel, como si de dos flanes recién sacados del molde se tratara. Esos movimientos no pasaron desapercibidos para mi cuerpo y un bulto fue creciendo bajo la suave toalla colocada en mi entrepierna, tanto que llegado el momento era imposible de ocultar o hacer pasar por una arruga.
Sería mi sensación o no, pero el ambiente cambió y la temperatura de la habitación iba subiendo, desde mi posición no lograba cruzar la mirada con ella, pero sí que me fijé que en ocasiones se mordía y humedecía los labios rosados recubiertos de gloss con delicadeza. Unos instantes después cogió el bote de aceite aplicando un gran chorro de líquido cálido en mi zona abdominal.
  • Bueno ahora vamos a trabajar esta zona por si la tienes cargada... dijo con una voz dulce y un tono calmado.
Sus manos se desplazaron hacia mis abdominales realizando círculos en ellos, noté que poco a poco esos círculos se iban acercando peligrosamente a la toalla, por entonces el bulto de mi entrepierna estaba ya descontrolado y mi polla pedía su liberación con pequeños golpecitos en el tejido de la blanca toalla.
Las manos de Sonia cada vez realizaban incursiones más profundas debajo de la toalla llegando incluso a rozar parte del tallo de mi rabo con la punta de sus dedos, mi respiración entrecortada a veces incluso se percibía por encima de la música budista que llenaba la habitación, pero la situación me estaba pudiendo, estaba demasiado cachondo como para controlarme. Apretaba los dientes y cerraba los ojos con fuerza en un último intento de no estallar.
Pero Sonia no ayudaba para nada, de la zona abdominal pasó a retirar parcialmente la toalla de un lado y a centrar sus movimientos en mi zona pélvica, en esa zona sus manos rozaban ya sin descaro mi polla llegando incluso a mis huevos, mi excitación me podía y varios jadeos se escaparon de mi boca.

  • Joder Sonia, Ahhh lo siento de verdad, lo estoy pasando realmente mal, esto no me había pasado nunca, pero... es que no lo puedo controlar.
  • ¿Lo estás pasando mal? la verdad que no lo parece jejeje, por mí no te preocupes de verdad...
  • Es que claro entre el ambiente, el aceite y tú, es una combinación a la que no me puedo resistir....
  • Anda anda, no me regales los oídos... ya te digo que no te preocupes, es más común de lo que crees además así contigo me regalo la vista... dijo mientras se mordía el labio.
  • Bueno con la toalla no creo que te regales mucho...
  • La quitamos si te parece...
  • "Asentí con la cabeza"
Retiró la toalla lentamente y mi pene apareció erecto, enrojecido y con síntomas de haber sufrido todo un calvario. Un líquido transparente y pegajoso se apreciaba en la punta, fruto de una sesión de masaje más que placentera, ahora sí, un poco más retirada, podía ver su cara perfectamente y como sus ojos verdes se clavaron en mi estaca durante unos largos segundos. Su dulce sonrisa de siempre había cambiado y un autentica diabla parecía haberse apoderado de su rostro. Con un movimiento que pasó casi desapercibido se desabrochó dos botones más de la camisa, provocando que el canalillo que se vislumbraba pasará a ser una plena visión de sus dos grandes pechos dentro de ese sujetador de tela. Echó de nuevo en sus manos un buen chorro de aceite y lo dejó caer lentamente gota a gota por la zona alta de mis piernas y mi pelvis. Con cada gota que rozaba mi piel, una sacudida eléctrica se apoderaba de mi zona baja, provocando sacudidas en mi polla. Acariciaba lentamente mi pelvis, rodeando la zona de excitación con sutileza, sus manos resbalaban de un lado a otro por el aceite y castigaban con su indiferencia mi rabo venoso. Una sensación de dolor y tirantez apareció en mi zona lumbar arqueando cada vez más y más mi torso. Por mi cabeza pasó el pensamiento de levantarme e irme rápidamente al baño para acabar con esa sensación, pero decidí que era hora de dar un cambio a la sesión.

  • Creo que la zona central se me está cargando un poco
  • Sí... ya lo veo... creo que hay que trabajar la zona un poco... ¿me dejas?
  • Por supuesto... adelante... es la palabra de una experta...
Casi sin darme cuenta un chorro de aceite salpicó mi polla y dos manos aparecieron sobre ella. Sus uñas amarillas hacían juego ahora con el color rojizo de mi miembro además de con su piel morena. Un sube y baja hacía que la punta de mi capullo apareciera y desapareciera constantemente bajo mí prepucio. Debido a la hinchazón de mis venas notaba el roce con el anillo que llevaba en su mano izquierda, una sensación extraña, casi de dolor que me rasgaba, pero placentera... mientras su mano izquierda hacía círculos a la izquierda su mano derecha giraba hacia el lado contrario provocando que mi piel se estirara llevándome el éxtasis en cada segundo. Me centré en regalarme al placer y la vida, disfrutar de ese momento, mi mirada se centró en sus dos pechos que se movían al unísono en compás con el sube y baja de mi miembro.
Su mano izquierda, lubricada y llena de aceite pasó instantes después a acariciar mis dos huevos, jugueteaba con ellos acariciándolos y moviéndoles de arriba abajo, estirando con delicadeza la piel sobrante mientras su mano derecha seguía acribillándome con cada sacudida. La gran cantidad de aceite en la zona se escurría por cada pliegue de mi piel acabando irremediablemente sobre la camilla. Su mano izquierda siguió masajeando mis pelotas esta vez por la parte de abajo alternaba mis testículos con agarrones firmes en el tallo de mí miembro.
De reojo vi como ella se percató de mi fijación con sus pechos y sus ondulantes movimientos, por lo que en un momento determinado paró sus sacudidas para desabrochar todos los botones de la chaquetilla. Sensualmente y ayudándose de sus dos manos se sacó las tetas por encima del sujetador verde saliendo a relucir esas dos maravillas de la naturaleza. Sus pezones rosados y ovalados estaban culminados de unos pezones duros y jugosos, ambas dos brillaban con una luz especial debido al aceite que sus manos habían dejado en ellas. Siguió con su placentero masaje alternado polla y testículos, con su pulgar de la mano derecha inició unos movimientos circulares en el pliegue del glande mientras seguía trabajando mis pelotas con la mano izquierda.
Sonia cambió de posición y fue acercando su cuerpo a mi cara, cuando esos dos pezones estuvieron a mi alcance no me lo pensé, con mi mano izquierda agarré su abultado culo, palpándolo con lujuria notando el detalle de un fino tanga bajo el pantalón blanco y mi boca se fue directa hacia su pezón derecho, mamando del como si de un recién nacido se tratara. En ese momento la oí gemir por primera vez, perfecta. Su pezón se endureció en la boca con cada pase de mi lengua por él, juguetee con la punta haciéndolo crecer y endurecer, lo notaba terso y cálido. Seguí lamiéndolo escuchando sus leves gemidos que no hacían otra cosa que calentarme más y más.
Mientras con su mano derecha me acariciaba la nuca su mano izquierda siguió jugando con mis pelotas, pasando a acariciar también la zona del perineo. Su mano lubricó la zona y la masajeó placenteramente. Las yemas de sus dedos se acercaban con las sacudidas a la zona de mi ano, acariciándolo por momentos. Era una sensación nueva para mí, pero lejos de disgustarme elevó mi calentura.
Mis jadeos eran constantes y sentía como el momento de acabar estaba próximo, mis labios liberaron su duro pezón, dejándolo empapado de saliva que escurría por su pecho, apoyé la cabeza en la camilla y esperé el dulce final.
Entrelazó sus manos y martilleo mi lubricado nabo sin piedad, mis venas hinchadas notaban el palpitar de sus manos empleándose a fondo con saña esperando su premio. La hice una señal en forma de gemido y un potente hilo de caliente leche salió disparado hacia arriba, ella relajó sus movimientos, pero continuó exprimiéndome, mis fluidos aterrizaron en el suelo, sobre mi cuerpo y sus brazos, entre sus dedos se escurría el néctar blanco y yo estaba completamente extasiado de placer. Sin duda había sido la mejor paja de mi vida, cada gota de mi semen fue arrancado de mi interior por esa masajista con alma de meretriz.

Sin tiempo para descansar, Clara la otra masajista, llamó sutilmente a la puerta y desde el pasillo tras la puerta señaló que su cliente ya se había ido y que la esperaba para cerrar la clínica y marchar a casa.

  • Creo que la sesión ha finalizado jeje
  • Sin duda toda una experiencia a repetir, necesitaré más sesiones para relajarme del todo
  • Las puertas están abiertas para ti, ya lo sabes... Ahora voy con Clara...
  • Si por supuesto, tranquila, yo me voy vistiendo...

--Continuará--
Menudo pajote me ha arrancado!!😋
 
La clínica de masajes de Sonia, segunda sesión.


Miércoles, 8 de febrero de 2023

Habían pasado ya unos cuantos días desde mi visita a la clínica, Rafa me llamó posteriormente pidiéndome disculpas por olvidarse de mí. Yo me hice el ofendido con la intención de sacarme unas cañas gratis, táctica que dos días después gratificantemente funcionó. Obviamente no le comenté nada al respecto de la "sesión de relajación" con Sonia. Era un trabajo que le encantaba y mi última intención era hacerle estar incomodo. Pasamos un buen rato recordando viejos tiempos y animando la garganta.
No había retomado las sesiones con él debido a que mi espalda había recuperado su buen estado y el bono se quedó con 6 sesiones. Aunque mi mente no paraba de introducirme una y otra vez la misma idea "los bonos son para gastarlos", y si no es en la fisioterapia tendría que ser en la "relajación". Después de un día de idas y venidas, de dura lucha interior, decidí concertar cita para un masaje relajante vía web. Al poco una notificación pop-up apareció en mi móvil.

"Su cita ha sido concertada. Sábado 11 de febrero a las 12:00. Gracias por contar con su confianza.
Dacosta clínica de fisioterapia y relajación."



Sábado, 11 de febrero de 2023 - 11:45 - 2da sesión.

Pum pum, pum pum, pum pum, ese era el sonido de mi corazón resonando en mi caja torácica, las pulsaciones, algo fuera de lo normal retumbaban en mi cabeza y mis manos estaban ya sin uñas desde que decidiera el momento de concertar la cita. Miles de ideas me venían a la cabeza, desde espectaculares polvos, ordinarios masajes, hasta el peor escenario posible, que ella no estuviera. Ese día, sí que me había preparado. Rasurado completo, ropa que me gustaba y mis calzoncillos de la suerte enfundados. Además, llevaba unos días sin masturbarme con su recuerdo, por lo que mis depósitos de energía estaban bien cargados.

A pocos metros de la entrada pude observar que la puerta estaba cerrada y la verja a medio bajar, cosa que me pareció extraña. En ese momento el pensamiento de que no iba a estar cogió fuerza en mi cabeza... ¡si es la jefa, como va a trabajar un sábado! Llamé con dos toques en el marco de chapa y a los pocos segundos oí girar la llave al otro lado del marco.
Sonia me abrió con una amplia sonrisa, me recibió como de costumbre, con su imagen blanca impoluta salpicada de una nota de color por sus labios color granate. La sensación de desasosiego desapareció y los nervios entraron en su lugar.

  • ¡ya pensaba que estaba cerrado!
  • los sábados solo abrimos para los clientes "vips" (dijo imitando las comillas con las manos y guiñando un ojo), ¡pasa anda! no vayas a coger frío... y ya sabes dónde está el box, mientras voy a cerrar la verja y a apagar el ordenador, que estaba finiquitando un tema de números.

Pasé hasta el box 2 y seguí las indicaciones de la anterior vez. Me desnudé por completo dejando mi polla al aire, estaba ya algo morcillona debido al nerviosismo y todo lo que había imaginado de camino, así que tuve que colocármela al tumbarme en la camilla, que en el día de hoy sentía un poco más dura de lo normal, menos cómoda que las otras veces, serían los nervios, pensé. Al meter la cabeza por el agujero pude comprobar que era diferente a la anterior ya que esta contaba con la patas de madera de color negro rematadas con unos tacos de goma, en vez de la camilla de aluminio blanco tradicional.
A los pocos minutos oí los pasos de Sonia acercándose a la habitación. Al entrar cerró la puerta e inicio el ritual, bajó la tonalidad de la luz, puso música relajante oriental y encendió una varilla de sándalo para crear una atmósfera "zen".

  • Bueno, bueno así que te has animado a otra sesión...
  • Sí, la verdad es que salí bastante contento del trato del otro día...
  • Jajaja, esperemos que hoy quedes igual de satisfecho... y olvides la semana de trabajo que seguro que ha sido intensa...

Las gotas de un cálido aceite cayeron en mi espalda desde el cuello hasta la zona lumbar, una a una, gota a gota, hasta que las manos de Sonia me palparon por fin. Cada poro de mi cuerpo se activó y mis pelos se erizaron por competo al sentir el tacto de su cálida piel contra la mía. Mi polla se endureció recordando los momentos pasados, aprisionada entre mi cuerpo y la camilla, parecía también recordarlo y la sentía crecer poco a poco con cada movimiento arriba y abajo sobre mi espalda.

  • La verdad Gabriel, es que me tomo muy en serio que mis clientes salgan contentos de la clínica. Por eso te he guardado un par de sorpresas...
  • ¿Si? vaya no... no sé qué decir...
Abrí los ojos dentro de la abertura de la camilla al escuchar un extraño ruido, la ropa de color blanco de Sonia estaba esparcida por el suelo, alcé la cabeza y la observé vestida de una forma espectacular. Contaba con unos ligueros de color violeta a juego con un sujetador que a duras penas podía controlar sus pechos, carecía de tanga así que a la tenue luz observé su coño rasurado con grandes y apetitosos labios. ¡Ya has visto suficiente! dijo rápidamente cuando con una mano obligó a mi cabeza a meterse de nuevo en el agujero. Mi polla ahora sí estaba en todo su esplendor, la visión había conseguido que estuviera aún más dura, la prisión en la que se encontraba no ayudaba desde luego, ya que el roce del cuero me producía cierto placer.

  • Como te he dicho, guardo un par de sorpresas... esa, era una... y ahora... (acercó su boca a mi oreja, tanto que note su aliento caliente en ella y dijo) voy a ordeñarte...

Sonia se agachó lentamente, se puso a cuatro patas como una gata pasando debajo de la camilla y abrió otra apertura en ella en la zona central, haciendo que mi polla apareciera de repente por un agujero apuntando al suelo. Mordiéndose el labio empezó con sus manos aceitosas a lubricar lentamente mi nabo y mis pelotas con las dos manos. Arriba y abajo engrasaba la zona provocando que mi cuerpo se estremeciera y mi temperatura corporal se elevara. Aplicando una fuerza desigual fue batiendo mi tallo, propinándole unas sacudidas que pasaron de ser tiernas y delicadas a bestiales. No se olvidaba de mis pelotas con las que jugueteaba y acariciaba intermitentemente, aplicándolas raciones diferentes de presión.
Mis gemidos se escuchaban por encima de la música relajante y mis manos se agarraban con fuerza a las patas de madera de la camilla, aguantando las ganas de correrme. La situación era morbosa y excitante y poco tiempo después Sonia sacó la artillería pesada, noté como sus húmedos labios abrazaron mi capullo con lujuria, paladeando mi polla y haciendo fuerza contra las paredes de su cálida boca.
Lo que me ofrecía la apertura de la camilla era una imagen magnífica... ella, de rodillas, con su liguero violeta, ofreciéndome una apetitosa visión de su culo gracias a la postura, mamando sin piedad de mi rabo arriba y abajo, dándome lametones desde el tallo hasta él capullo mientras que con la mano derecha aguantaba mis pelotas, y con la izquierda me masturbaba. Saboreaba mi glande con su experimentada lengua, sorbiendo cada uno de mis jugos e intercambiándolos por grandes cantidades de saliva que resbalaban por tallo, boca, pechos y tras ello, al suelo. Sonia quería extraer realmente mi jugo, pasó a agarrarse a las patas de la camilla tragando vorazmente mi falo propiciándome una garganta profunda cargada de saliva. El sonido que producía su garganta se juntaba con mis gemidos ahogando el hilo musical de la sala. La calidez y la humedad de su garganta me estaban dando una sesión incapaz de aguantar. Sucumbí al placer y con un grito ahogado la comuniqué que me corría.
Sonia rápidamente cambió su posición abriendo las piernas y echando su cuerpo hacia atrás apoyándose con el brazo izquierdo en el suelo para ganar estabilidad. Con su mano derecha agarró mi polla llena de saliva y la agitó extrayendo unos potentes chorros de leche blanca que cayeron sobre su sujetador violeta y su abdomen. Mi cuerpo vacío de energía se dejó fundir con el cuero de la camilla mientras Sonia jugueteaba con su abdomen lefado, llevándose a la boca uno a uno los dedos de su mano, degustando así el líquido de mi interior.

  • Bueno, no creerás que me voy a quedar así... Dijo Sonia saliendo de debajo de la camilla y acercándose al mueble para coger una toalla de algodón y limpiarse los restos que quedaban sobre su abdomen.
La verdad es que la imagen que me regalaba era difícil de desaprovechar, vestida con ese sujetador y liguero violeta, dándome la espalda dejando observar su monumental culo, que botaba con cada movimiento que realizaba al limpiarse el abdomen. Mi mente se imaginó por un momento disfrutando de ese cuerpo y no lo pensé, necesitaba complacerla como ella me había complacido a mí.
Mi cuerpo recobró energía y me puse de pie acercándome a ella por detrás. Llegando a su posición me arrodillé, y ayudándola con una mano en la zona lumbar hice que su torso se echara para adelante agarrándose ella a la estantería de madera que guardaba las toallas dejándome así, fácil acceso a su zona baja. Inmediatamente incrusté mi lengua en su ya encharcado sexo, degustando a fondo las mieles que me regalaba. La zona estaba ya candente, altas temperaturas, signo de que lo que había ocurrido hace escasos minutos le había encantado. Con mi lengua recorrí cada pliegue de su vulva, llenando mi boca de sus calientes flujos que se mezclaban con mi saliva. Alternaba profusos lametones en sus labios menores, para pasar a succionarlos después. Aproveché la circunstancia para saborear de igual modo su ano a la perfección, el tremendo ojal con el que contaba no me había pasado desapercibido desde la primera vez que la vi, y desde entonces había soñado con ese momento. Los gemidos de Sonia eran cada vez más potentes y próximos con cada incursión de mi lengua en su cavidad.

  • Ahh si si, joder si, no pares por favor... Ahhhh sigue lamiendo, ahí ahí...

Mi lengua aumentó el ritmo de las vibraciones y lametones, alternando cada pocos segundos ambos orificios, perforándolos húmedamente. Mis manos, que agarraban fuertemente su cadera, acariciaban ahora arriba y abajo sus piernas y abdomen, pasando por encima de la suave tela del liguero, palpando su cada vez más sudada pero suave piel. Mi polla cada vez más morcillona por la excitación del momento empezaba a endurecerse de nuevo preparada para un nuevo asalto.

  • Joder Gabriel, ahhh, estoy mojadísima, no aguanto más, métemela por favor, ¡voy a estallar!, ¡métemela!

Me levanté y di la vuelta a Sonia, juntando sus labios a los míos, su lengua a la mía, mientras con mis dos manos me apoderaba de ese monumental culo. Jugueteaba con mi lengua en su boca intercambiando saliva mientras magreaba una y otra vez su trasero. Así, fundiéndonos el uno en el otro, la fui desplazando hacia la camilla y una vez allí la puse de nuevo de espaldas regalándome de nuevo con la vista. Sonia se apoyó con los dos brazos en la camilla y elevando una de sus piernas la apoyó en ella para ganar equilibrio. En ese momento ensarté a Sonia con mi venoso rabo, chocando contra su ardiente cuerpo. Su cavidad recibió mi regalo con facilidad debido a la gran cantidad de jugos que chorreaba y que lubricaban la zona a la perfección, embestí a esa mujer una y otra vez empujando con mis caderas hacia adelante. El sonido de palmadas retumbaba en la habitación, que juntos a los gemidos de ambos enmudecían por completo el hilo musical. Sonia colaboraba balanceando sus caderas hacia atrás para recibir el premio. Teniendo su culo a mi antojo no pude refrenar el deseo de azotarla con la palma de la mano, provocando que gimiera a mi gusto.

Cada penetración nos otorgaba una dosis de profundo placer. Sonia empezó a realizar círculos con sus caderas salvajemente, mientras que uno de sus brazos pasó de la camilla a acariciarme los huevos en las embestidas, sus gemidos se incrementaron en volumen y secuencia, signo de que estaba cerca del éxtasis.

  • ¡Dame más!, ¡dame más!, ¡haz que esta zorra se corra! Gritó Sonia dejando de tocar mis pelotas para acariciarse con saña el clítoris.

Llegado ese punto decidí que era el momento de jugar con su culo y aprovechando la humedad que me regalaba, acaricié su coño con mi mano derecha. Cuando sus flujos recorrían cada uno de mis dedos, llevé mi dedo corazón a su ano y lo fui introduciendo suavemente. Después de un segundo de resistencia, mi dedo se deslizó en su interior a la par que un gemido disonante retumbó en el ambiente, nota que aquel movimiento no le disgustó. Mis embestidas ahora fueron controladas con la intención de no dañarla, sin prisa, pero sin pausa la fui penetrando mientras que mi dedo la enculaba. Cuando noté que la dilatada cavidad se había hecho a mi dedo corazón, cambié y mi dedo pulgar tomó el relevo. Mis embestidas ahora fueron más feroces, al igual que sus gemidos. La lujuria y la excitación nos marcaban las pautas y ambos disfrutábamos, llegado el momento el cuerpo de Sonia se tensó, cayendo en un profundo y placentero orgasmo, los aspavientos de su cuerpo junto con las contracciones de su coño hicieron que una profunda sensación de estrechez recorriera mi cuerpo desde los talones hasta la cabeza. Saqué mi polla del interior de Sonia y apuntando a la entrada de su ano, eyaculé varios chorros de leche en su tremendo culo. No podía haber mejor lugar para terminar ese polvo.
Ambos, derrotados, nos apoyamos en la maltrecha camilla de madera intentando recuperar fuerzas y respiración.
  • Espero que no hagas esto con todos tus clientes, reí.
  • Solo tú tienes este trato de favor, ya lo sabes... Espero que el cliente haya quedado satisfecho con el masaje.
  • Solo te digo, que estoy pensando en sacarme otro bono. Dije dando una última cachetada a su culo.


--Fin--


¡No dudéis en comentar vuestras impresiones!
 
La clínica de masajes de Sonia, segunda sesión.


Miércoles, 8 de febrero de 2023

Habían pasado ya unos cuantos días desde mi visita a la clínica, Rafa me llamó posteriormente pidiéndome disculpas por olvidarse de mí. Yo me hice el ofendido con la intención de sacarme unas cañas gratis, táctica que dos días después gratificantemente funcionó. Obviamente no le comenté nada al respecto de la "sesión de relajación" con Sonia. Era un trabajo que le encantaba y mi última intención era hacerle estar incomodo. Pasamos un buen rato recordando viejos tiempos y animando la garganta.
No había retomado las sesiones con él debido a que mi espalda había recuperado su buen estado y el bono se quedó con 6 sesiones. Aunque mi mente no paraba de introducirme una y otra vez la misma idea "los bonos son para gastarlos", y si no es en la fisioterapia tendría que ser en la "relajación". Después de un día de idas y venidas, de dura lucha interior, decidí concertar cita para un masaje relajante vía web. Al poco una notificación pop-up apareció en mi móvil.

"Su cita ha sido concertada. Sábado 11 de febrero a las 12:00. Gracias por contar con su confianza.
Dacosta clínica de fisioterapia y relajación."



Sábado, 11 de febrero de 2023 - 11:45 - 2da sesión.

Pum pum, pum pum, pum pum, ese era el sonido de mi corazón resonando en mi caja torácica, las pulsaciones, algo fuera de lo normal retumbaban en mi cabeza y mis manos estaban ya sin uñas desde que decidiera el momento de concertar la cita. Miles de ideas me venían a la cabeza, desde espectaculares polvos, ordinarios masajes, hasta el peor escenario posible, que ella no estuviera. Ese día, sí que me había preparado. Rasurado completo, ropa que me gustaba y mis calzoncillos de la suerte enfundados. Además, llevaba unos días sin masturbarme con su recuerdo, por lo que mis depósitos de energía estaban bien cargados.

A pocos metros de la entrada pude observar que la puerta estaba cerrada y la verja a medio bajar, cosa que me pareció extraña. En ese momento el pensamiento de que no iba a estar cogió fuerza en mi cabeza... ¡si es la jefa, como va a trabajar un sábado! Llamé con dos toques en el marco de chapa y a los pocos segundos oí girar la llave al otro lado del marco.
Sonia me abrió con una amplia sonrisa, me recibió como de costumbre, con su imagen blanca impoluta salpicada de una nota de color por sus labios color granate. La sensación de desasosiego desapareció y los nervios entraron en su lugar.

  • ¡ya pensaba que estaba cerrado!
  • los sábados solo abrimos para los clientes "vips" (dijo imitando las comillas con las manos y guiñando un ojo), ¡pasa anda! no vayas a coger frío... y ya sabes dónde está el box, mientras voy a cerrar la verja y a apagar el ordenador, que estaba finiquitando un tema de números.

Pasé hasta el box 2 y seguí las indicaciones de la anterior vez. Me desnudé por completo dejando mi polla al aire, estaba ya algo morcillona debido al nerviosismo y todo lo que había imaginado de camino, así que tuve que colocármela al tumbarme en la camilla, que en el día de hoy sentía un poco más dura de lo normal, menos cómoda que las otras veces, serían los nervios, pensé. Al meter la cabeza por el agujero pude comprobar que era diferente a la anterior ya que esta contaba con la patas de madera de color negro rematadas con unos tacos de goma, en vez de la camilla de aluminio blanco tradicional.
A los pocos minutos oí los pasos de Sonia acercándose a la habitación. Al entrar cerró la puerta e inicio el ritual, bajó la tonalidad de la luz, puso música relajante oriental y encendió una varilla de sándalo para crear una atmósfera "zen".

  • Bueno, bueno así que te has animado a otra sesión...
  • Sí, la verdad es que salí bastante contento del trato del otro día...
  • Jajaja, esperemos que hoy quedes igual de satisfecho... y olvides la semana de trabajo que seguro que ha sido intensa...

Las gotas de un cálido aceite cayeron en mi espalda desde el cuello hasta la zona lumbar, una a una, gota a gota, hasta que las manos de Sonia me palparon por fin. Cada poro de mi cuerpo se activó y mis pelos se erizaron por competo al sentir el tacto de su cálida piel contra la mía. Mi polla se endureció recordando los momentos pasados, aprisionada entre mi cuerpo y la camilla, parecía también recordarlo y la sentía crecer poco a poco con cada movimiento arriba y abajo sobre mi espalda.

  • La verdad Gabriel, es que me tomo muy en serio que mis clientes salgan contentos de la clínica. Por eso te he guardado un par de sorpresas...
  • ¿Si? vaya no... no sé qué decir...
Abrí los ojos dentro de la abertura de la camilla al escuchar un extraño ruido, la ropa de color blanco de Sonia estaba esparcida por el suelo, alcé la cabeza y la observé vestida de una forma espectacular. Contaba con unos ligueros de color violeta a juego con un sujetador que a duras penas podía controlar sus pechos, carecía de tanga así que a la tenue luz observé su coño rasurado con grandes y apetitosos labios. ¡Ya has visto suficiente! dijo rápidamente cuando con una mano obligó a mi cabeza a meterse de nuevo en el agujero. Mi polla ahora sí estaba en todo su esplendor, la visión había conseguido que estuviera aún más dura, la prisión en la que se encontraba no ayudaba desde luego, ya que el roce del cuero me producía cierto placer.

  • Como te he dicho, guardo un par de sorpresas... esa, era una... y ahora... (acercó su boca a mi oreja, tanto que note su aliento caliente en ella y dijo) voy a ordeñarte...

Sonia se agachó lentamente, se puso a cuatro patas como una gata pasando debajo de la camilla y abrió otra apertura en ella en la zona central, haciendo que mi polla apareciera de repente por un agujero apuntando al suelo. Mordiéndose el labio empezó con sus manos aceitosas a lubricar lentamente mi nabo y mis pelotas con las dos manos. Arriba y abajo engrasaba la zona provocando que mi cuerpo se estremeciera y mi temperatura corporal se elevara. Aplicando una fuerza desigual fue batiendo mi tallo, propinándole unas sacudidas que pasaron de ser tiernas y delicadas a bestiales. No se olvidaba de mis pelotas con las que jugueteaba y acariciaba intermitentemente, aplicándolas raciones diferentes de presión.
Mis gemidos se escuchaban por encima de la música relajante y mis manos se agarraban con fuerza a las patas de madera de la camilla, aguantando las ganas de correrme. La situación era morbosa y excitante y poco tiempo después Sonia sacó la artillería pesada, noté como sus húmedos labios abrazaron mi capullo con lujuria, paladeando mi polla y haciendo fuerza contra las paredes de su cálida boca.
Lo que me ofrecía la apertura de la camilla era una imagen magnífica... ella, de rodillas, con su liguero violeta, ofreciéndome una apetitosa visión de su culo gracias a la postura, mamando sin piedad de mi rabo arriba y abajo, dándome lametones desde el tallo hasta él capullo mientras que con la mano derecha aguantaba mis pelotas, y con la izquierda me masturbaba. Saboreaba mi glande con su experimentada lengua, sorbiendo cada uno de mis jugos e intercambiándolos por grandes cantidades de saliva que resbalaban por tallo, boca, pechos y tras ello, al suelo. Sonia quería extraer realmente mi jugo, pasó a agarrarse a las patas de la camilla tragando vorazmente mi falo propiciándome una garganta profunda cargada de saliva. El sonido que producía su garganta se juntaba con mis gemidos ahogando el hilo musical de la sala. La calidez y la humedad de su garganta me estaban dando una sesión incapaz de aguantar. Sucumbí al placer y con un grito ahogado la comuniqué que me corría.
Sonia rápidamente cambió su posición abriendo las piernas y echando su cuerpo hacia atrás apoyándose con el brazo izquierdo en el suelo para ganar estabilidad. Con su mano derecha agarró mi polla llena de saliva y la agitó extrayendo unos potentes chorros de leche blanca que cayeron sobre su sujetador violeta y su abdomen. Mi cuerpo vacío de energía se dejó fundir con el cuero de la camilla mientras Sonia jugueteaba con su abdomen lefado, llevándose a la boca uno a uno los dedos de su mano, degustando así el líquido de mi interior.

  • Bueno, no creerás que me voy a quedar así... Dijo Sonia saliendo de debajo de la camilla y acercándose al mueble para coger una toalla de algodón y limpiarse los restos que quedaban sobre su abdomen.
La verdad es que la imagen que me regalaba era difícil de desaprovechar, vestida con ese sujetador y liguero violeta, dándome la espalda dejando observar su monumental culo, que botaba con cada movimiento que realizaba al limpiarse el abdomen. Mi mente se imaginó por un momento disfrutando de ese cuerpo y no lo pensé, necesitaba complacerla como ella me había complacido a mí.
Mi cuerpo recobró energía y me puse de pie acercándome a ella por detrás. Llegando a su posición me arrodillé, y ayudándola con una mano en la zona lumbar hice que su torso se echara para adelante agarrándose ella a la estantería de madera que guardaba las toallas dejándome así, fácil acceso a su zona baja. Inmediatamente incrusté mi lengua en su ya encharcado sexo, degustando a fondo las mieles que me regalaba. La zona estaba ya candente, altas temperaturas, signo de que lo que había ocurrido hace escasos minutos le había encantado. Con mi lengua recorrí cada pliegue de su vulva, llenando mi boca de sus calientes flujos que se mezclaban con mi saliva. Alternaba profusos lametones en sus labios menores, para pasar a succionarlos después. Aproveché la circunstancia para saborear de igual modo su ano a la perfección, el tremendo ojal con el que contaba no me había pasado desapercibido desde la primera vez que la vi, y desde entonces había soñado con ese momento. Los gemidos de Sonia eran cada vez más potentes y próximos con cada incursión de mi lengua en su cavidad.

  • Ahh si si, joder si, no pares por favor... Ahhhh sigue lamiendo, ahí ahí...

Mi lengua aumentó el ritmo de las vibraciones y lametones, alternando cada pocos segundos ambos orificios, perforándolos húmedamente. Mis manos, que agarraban fuertemente su cadera, acariciaban ahora arriba y abajo sus piernas y abdomen, pasando por encima de la suave tela del liguero, palpando su cada vez más sudada pero suave piel. Mi polla cada vez más morcillona por la excitación del momento empezaba a endurecerse de nuevo preparada para un nuevo asalto.

  • Joder Gabriel, ahhh, estoy mojadísima, no aguanto más, métemela por favor, ¡voy a estallar!, ¡métemela!

Me levanté y di la vuelta a Sonia, juntando sus labios a los míos, su lengua a la mía, mientras con mis dos manos me apoderaba de ese monumental culo. Jugueteaba con mi lengua en su boca intercambiando saliva mientras magreaba una y otra vez su trasero. Así, fundiéndonos el uno en el otro, la fui desplazando hacia la camilla y una vez allí la puse de nuevo de espaldas regalándome de nuevo con la vista. Sonia se apoyó con los dos brazos en la camilla y elevando una de sus piernas la apoyó en ella para ganar equilibrio. En ese momento ensarté a Sonia con mi venoso rabo, chocando contra su ardiente cuerpo. Su cavidad recibió mi regalo con facilidad debido a la gran cantidad de jugos que chorreaba y que lubricaban la zona a la perfección, embestí a esa mujer una y otra vez empujando con mis caderas hacia adelante. El sonido de palmadas retumbaba en la habitación, que juntos a los gemidos de ambos enmudecían por completo el hilo musical. Sonia colaboraba balanceando sus caderas hacia atrás para recibir el premio. Teniendo su culo a mi antojo no pude refrenar el deseo de azotarla con la palma de la mano, provocando que gimiera a mi gusto.

Cada penetración nos otorgaba una dosis de profundo placer. Sonia empezó a realizar círculos con sus caderas salvajemente, mientras que uno de sus brazos pasó de la camilla a acariciarme los huevos en las embestidas, sus gemidos se incrementaron en volumen y secuencia, signo de que estaba cerca del éxtasis.

  • ¡Dame más!, ¡dame más!, ¡haz que esta zorra se corra! Gritó Sonia dejando de tocar mis pelotas para acariciarse con saña el clítoris.

Llegado ese punto decidí que era el momento de jugar con su culo y aprovechando la humedad que me regalaba, acaricié su coño con mi mano derecha. Cuando sus flujos recorrían cada uno de mis dedos, llevé mi dedo corazón a su ano y lo fui introduciendo suavemente. Después de un segundo de resistencia, mi dedo se deslizó en su interior a la par que un gemido disonante retumbó en el ambiente, nota que aquel movimiento no le disgustó. Mis embestidas ahora fueron controladas con la intención de no dañarla, sin prisa, pero sin pausa la fui penetrando mientras que mi dedo la enculaba. Cuando noté que la dilatada cavidad se había hecho a mi dedo corazón, cambié y mi dedo pulgar tomó el relevo. Mis embestidas ahora fueron más feroces, al igual que sus gemidos. La lujuria y la excitación nos marcaban las pautas y ambos disfrutábamos, llegado el momento el cuerpo de Sonia se tensó, cayendo en un profundo y placentero orgasmo, los aspavientos de su cuerpo junto con las contracciones de su coño hicieron que una profunda sensación de estrechez recorriera mi cuerpo desde los talones hasta la cabeza. Saqué mi polla del interior de Sonia y apuntando a la entrada de su ano, eyaculé varios chorros de leche en su tremendo culo. No podía haber mejor lugar para terminar ese polvo.
Ambos, derrotados, nos apoyamos en la maltrecha camilla de madera intentando recuperar fuerzas y respiración.
  • Espero que no hagas esto con todos tus clientes, reí.
  • Solo tú tienes este trato de favor, ya lo sabes... Espero que el cliente haya quedado satisfecho con el masaje.
  • Solo te digo, que estoy pensando en sacarme otro bono. Dije dando una última cachetada a su culo.


--Fin--


¡No dudéis en comentar vuestras impresiones!
Tremendo y erotizante relato,bufff
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, toma de contacto.


Noviembre de 2019


No sé bien si era por que el gimnasio que me había montado en casa se me quedaba corto o porque en invierno sentía la necesidad de salir a relacionarme con gente, pero decidí apuntarme al gimnasio más cercano a mi casa y probar la experiencia. Veía el edificio cada mañana al ir a trabajar con él coche, me llamaba la atención su amplitud y los vivos colores de su fachada con fotos de gente haciendo deporte. Puro marketing con el objetico de atraer gente e introducirles en un modo de vida saludable.


GoProFit estaba construido en un edificio de nueva planta a tan solo 8 minutos de mi casa andando. En la visita que me hizo el monitor cuando fui a inscribirme me enseñó las instalaciones. Grandes ventanales al exterior comportaban el perímetro, todos ellos acompañados de paredes pintadas en color azul clarito y tonos blancos y verdes. Había varias salas para dar clases, otras con bicis de spinning, una gran zona de musculación, otra sala de máquinas de fitness y sumado a todo esto, contaba con una zona exterior con piscina y solarium que se podía disfrutar en los meses de verano.


La zona de vestuarios estaba situada a pocos metros de la entrada, era amplia y contaba con dos pasillos diferenciados para hombres y mujeres, en el largo pasillo estaban colocados casilleros y taquillas para dejar las pertenencias, dentro del vestuario, decorado de un sobrio color negro, se encontraban la multitud de duchas y cambiadores para no tener problemas en horas punta por la acumulación de gente. Los pasillos de los vestuarios tenían una puerta final que daba paso a una sala donde ambos pasillos se conectaban de nuevo y ahí un área reservada para clientes que contrataran la zona de spa.


Esta zona contaba con una sauna, zona de baños fríos y posibilidad de darte masajes recuperadores, obviamente bajo pago y un incremente de la cuota. Era una zona alejada y reservada, no muy frecuentada por los usuarios del gimnasio, pero muy útil para entrenamientos intensos.


La visita me convenció y por supuesto me apunté, llevaba un par de semanas acudiendo y la verdad es que la experiencia me estaba gustando. El ambiente era difícilmente mejorable, un gimnasio amplio y limpio, con buena música y al que acudía bastante gente. Incluso había hecho un par de amiguetes en la zona de musculación, con los que hablar y entretenerme mientras realizaba la rutina que el monitor me había asignado. Casi siempre charlábamos acerca de fútbol, ejercicios y tías que veíamos por allí. Verdad es que la variedad era enorme... Cada cual tenía donde elegir, y los cuerpazos de la mayoría eran de impresión.


Aproveché una promoción por nuevo usuario y dentro del uso del gimnasio podía usar durante 3 meses el área de spa, que podría prolongar después a un precio reducido.


Lunes, 17 de noviembre de 2019 17:23h.


Buena tarde, para ir al gym. Hacía fresco en la calle, pero me preparé como cualquier otra, pantalón negro y camiseta gris de cierta marca estadounidense, una sudadera, playeras a juego con la camiseta y en menos de 10 minutos entraba por la puerta del gimnasio con mi pequeña mochila en la que guardaba la botella de agua, un par de toallas, unas chanclas, el bañador y el neceser para la posterior ducha. La rutina como cualquier otro día sería correr, algo de musculación y para rematar un ratito en la sauna y una buena ducha para quedarme como nuevo. La verdad me parecía sorprendente la poca gente que usaba la sauna en ese gimnasio, fuera como fuere yo me aprovechaba de esa circunstancia y aprovechaba ese momento solitario para relajarme y terminar de sudar todo.


Después de una hora y media trabajando pecho y hombro en un sorprendente y poco abarrotado gimnasio me dirigí a los vestuarios para ponerme el bañador y las chanclas e ir a pasar unos 15 minutos de relajación en la sauna.


Salí del vestuario y anduve por el largo pasillo hasta llegar a la sala previa a la zona de spa, esta sala se usaba como punto diferenciador de ambientes, a partir de esta zona la humedad y la temperatura de las instalaciones se incrementaba sensiblemente. Entré en la zona, donde resaltaban azulejos blancos y madera, salpicados por detalles en azul marino, caminé por el sendero de material antideslizante como cualquier otro día, pero cuando estaba a pocos metros de la estructura forrada de madera de color pino que conformaba la sauna me di cuenta que en los colgadores exteriores había dos toallas, una de color azul y otra verde, signo de que alguien estaba usando la sauna. Lentamente me acerqué sorprendido, como ya dije, solía estar solo en esta zona, procesaba la información y dudaba si entrar y acompañar a las personas, volver al vestuario a hacer tiempo o directamente cambiarme e irme a casa.


En ese momento por la parte acristalada con la que contaba la puerta, observé algo que me llamó la atención. Por un momento me hizo dudar y pensé que habría visto mal. La curiosidad me pudo y me acerqué más quedándome de refilón y oculto tras la puerta, asomé un poco la cabeza y descubrí que había visto bien.


Lo que observe entre la bruma fue un cuidado y delicado pie femenino, con su planta apuntando al techo, uñas pintadas de color rosa palo balanceándose de un lado a otro. Tras la puerta la imagen era escandalosa y no pude refrenar mi lado voyeur.


Una mujer rubia, con su piel bronceada, con un culo de impresión redondo y que parecía realmente duro le estaba haciendo una mamada a un hombre. Ella se encontraba a 4 patas, con sus rodillas apoyadas en el banco de madera, su brazo izquierdo apoyado en la pierna de él, mientras su mano derecha agarraba la larga y dura polla que estaba degustando. Vestía con un pantalón de deporte ligero y con vuelo de color azul celeste junto con un top a juego que recubría unos muy apetitosos pechos. El en cambio, contaba con tan solo un pantalón de deporte negro que tenía ya por las rodillas favoreciendo el trabajito que su acompañante le regalaba mientras su camiseta roja aguardaba en un revoltijo a los pies del asiento de madera.


Los carnosos labios de la mujer jugueteaban con el tallo de la erecta polla arriba y abajo, salivando abundantemente la zona, que se derramaba ya por los testículos del varón. Esa boca hacía desaparecer el rojizo capullo, devorándolo una y otra vez mientras su mano derecha ayudaba pajeando. El hombre con los ojos cerrados y reclinado contra el banco expiraba con fuerza signo del buen hacer de su acompañante...


Ahhhh, joder, si Mara, sigue chupando... Exclamaba el mientras echaba su cabeza hacia atrás, rindiéndose a la lujuria.

Ella, respondiendo con un sonido de afirmación, incrementó el ritmo de sus sacudidas. Su cabeza martilleaba sin parar la polla, paladeando con cada bajada las gruesas venas con las que contaba el rabo.


El hombre, impulsado por el placer agarró el pelo de la mujer, sosteniéndolo en una coleta con su mano izquierda facilitando la tarea. Mientras, con su mano derecha acariciaba y apretaba el magnífico culo con dificultad debido a la postura de la mujer.


Sus alargados dedos, se introducían por dentro del borde del pantalón celeste de ella, intentando deshacerse de él. Ella, dejando de mamar por unos segundos, se incorporó bajando el pantalón hasta la zona de las rodillas junto a el, también bajó una diminuta braguita de color negro dejando a la luz, su precioso culo.


La imagen era arrebatadora y mi cuerpo reaccionó a ello, si nada más acercarme a la puerta mi polla se puso morcillona, por entonces y con el culo al descubierto de la mujer, no podía otra que empezar a masturbarme... mirando para atrás, asegurándome de que no venía nadie, introduje mi mano en el pantalón y empecé a acariciarme lentamente. Notaba la alta temperatura de mi rabo y las gruesas venas que lo comportaban. El morbo de la situación sumado al hecho de poder ser descubierto me inyectaba una sensación nueva y placentera.


Una vez retirado el pantalón, la mujer volvió a la faena, arqueando su espalda se acercó de nuevo a la salivada polla, con la lengua recorrió de arriba abajo su dureza deteniéndose a juguetear con su lengua en el rojizo glande. Fruto de la excitación, el hombre no se pudo refrenar y empezó a follarla la boca. Ella, inmóvil, recibía las sacudidas con placer provocando que su cuerpo se estremeciera con cada una de ellas, el cuerpo del varón se levantaba unos centímetros cada vez presionando su verga contra la húmeda garganta. Debido a esos movimientos me fijé en un detalle que antes se me pasó por desapercibido, en la zona trasera de la mujer, en su espectacular culo, un destello verde llamó mi atención, y es que su tentador ano estaba decorado con una joya de color verde, un plug anal que completaba la fantástica postal.


Por entonces yo, confiado de mi furtiva posición, había liberado mi endurecida polla de su escondite. Con el pantalón por debajo de mis pelotas me masturbaba arriba y abajo, intercambiando la posición de mi mano. Deleitándome con una de mis mejores pajas observando el regalo que se realizaba ante mí. Salivé mi mano, humedeciendo la zona y haciendo que todo fluyera con facilidad.


¿Te gusta? Dijo Mara sacándose el miembro de la boca. ¿Te gusta como lo hago?
Si, ahhh , lo haces perfecto... sigue así....
Ummmm está muy dura... Afirmó golpeando contra su lengua el glande varias veces... Como a mí me gusta...
Dios... como me pones...
¿Te quieres correr? ¿Quieres darme ya tu lechita?
Sigue... sigue...

Mara inclinó su cabeza, aprisionando el tallo del rabo con sus labios, se deslizaba arriba y abajo por la brillante polla mientras acariciaba con su mano izquierda las pelotas de su acompañante. Su mano derecha, hacía ya tiempo que se había desplazado a su húmedo clítoris. Primero lo acariciaba superficialmente, para después pasar a darle un trato especial. Con sus dedos, jugueteaba con su sexo introduciendo dos de ellos en su candente interior una y otra vez, encharcándolo aún más. Los gemidos de ambos cada vez más intensos y rápidos denotaban que el final estaba cerca. Los tres, disfrutábamos del momento.


Los gemidos de él copaban el lugar, no pudo más y unos potentes chorros de leche salieron dirección al techo cayendo posteriormente sobre la cara y el hombro de la mujer. Ella con la polla aún en la boca rebañaba con su lengua cualquier resto de flujo, metiéndose los dedos hasta el fondo arrancando de su interior un profuso orgasmo que finalizó la sesión.


¡Que calor! Ufff ¡Cómo nos hemos puesto! jajaja



Yo mientras, con la polla aún en la mano, observaba como los amantes finalizaban la sesión, hablaban y reían. Aún sin ganas de correrme, me subí rápidamente los pantalones al ver como se ponían de pie. Mientras a duras penas me la guardaba en el pantalón, miré otra vez al interior percatándome que había sido detectado por la parte femenina. Rápidamente me escabullí hacia el vestuario, rezando por que la bruma y el vapor jugara en mi favor y no se me hubiera reconocido. Una vez en el vestuario, fui directo a la ducha a terminar, a terminarme.


Minutos después, más relajado y dispuesto a regresar a casa, apoyando mi pie en uno de los bancos del vestuario para atarme los cordones, rememoraba esa sesión más digna de una película X que de la realidad. Era la primera vez que veía a alguien tener sexo en directo delante de mí y había sido algo apoteósico. Cogí mi cazadora, me la puse y salí por la puerta del vestuario recorriendo el pasillo dirección al hall principal. Al doblar la esquina del hall choqué con algo, con alguien, despertándome del dulce recuerdo.


Uy! vaya golpe!
Ey! perdona lo siento! Le dije recogiendo la mochila que había caído al suelo.
Nada, no ha sido nada, es cosa mía... que me he puesto aquí en mal sitio, ¡en todo el medio vamos!

Al verla la cara, un choque me sacudió la cabeza, rubia, bronceada, con el pelo en una coleta... Vestida con unas mallas de color negro que realzaban su bestial trasero... No había duda, era la mujer de la sauna.
Nuestros ojos se cruzaron, su mirada, dudó por un momento, pero su cabeza sin duda me reconoció. El vapor de la ducha no había sido suficiente aliado.


Vaya... bueno,¡Hola! ¡Me llamo Mara!
¡Hola!, encantado, yo Gabriel. Estas bien,¿no?
Si si, no te preocupes, ya te digo... en todo el medio. Estoy esperando a mi pareja y ni me he dado cuenta.
Vale, ¡perfecto!
No te había visto antes por aquí... ¿llevas viniendo mucho tiempo?
Pues la verdad es que no, un par de semanitas vamos...
Muy bien muy bien, bueno... pues ya nos iremos viendo... al parecer tenemos las mismas... aficiones...Dijo ella, esbozando una sonrisa pícara mientras me mantenía la mirada.
Jaja puede ser, puede ser... bueno Mara, me tengo que ir, encantado y... que tengas un buen día...
Igualmente!

Salí del gimnasio con una sonrisa en la boca y un calentón en el cuerpo, la verdad es que la rutina de hoy, había sido mucho mejor que las de otros días... Podría aficionarme a eso pensé.


--Continuará--
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, toma de contacto.


Noviembre de 2019


No sé bien si era por que el gimnasio que me había montado en casa se me quedaba corto o porque en invierno sentía la necesidad de salir a relacionarme con gente, pero decidí apuntarme al gimnasio más cercano a mi casa y probar la experiencia. Veía el edificio cada mañana al ir a trabajar con él coche, me llamaba la atención su amplitud y los vivos colores de su fachada con fotos de gente haciendo deporte. Puro marketing con el objetico de atraer gente e introducirles en un modo de vida saludable.


GoProFit estaba construido en un edificio de nueva planta a tan solo 8 minutos de mi casa andando. En la visita que me hizo el monitor cuando fui a inscribirme me enseñó las instalaciones. Grandes ventanales al exterior comportaban el perímetro, todos ellos acompañados de paredes pintadas en color azul clarito y tonos blancos y verdes. Había varias salas para dar clases, otras con bicis de spinning, una gran zona de musculación, otra sala de máquinas de fitness y sumado a todo esto, contaba con una zona exterior con piscina y solarium que se podía disfrutar en los meses de verano.


La zona de vestuarios estaba situada a pocos metros de la entrada, era amplia y contaba con dos pasillos diferenciados para hombres y mujeres, en el largo pasillo estaban colocados casilleros y taquillas para dejar las pertenencias, dentro del vestuario, decorado de un sobrio color negro, se encontraban la multitud de duchas y cambiadores para no tener problemas en horas punta por la acumulación de gente. Los pasillos de los vestuarios tenían una puerta final que daba paso a una sala donde ambos pasillos se conectaban de nuevo y ahí un área reservada para clientes que contrataran la zona de spa.


Esta zona contaba con una sauna, zona de baños fríos y posibilidad de darte masajes recuperadores, obviamente bajo pago y un incremente de la cuota. Era una zona alejada y reservada, no muy frecuentada por los usuarios del gimnasio, pero muy útil para entrenamientos intensos.


La visita me convenció y por supuesto me apunté, llevaba un par de semanas acudiendo y la verdad es que la experiencia me estaba gustando. El ambiente era difícilmente mejorable, un gimnasio amplio y limpio, con buena música y al que acudía bastante gente. Incluso había hecho un par de amiguetes en la zona de musculación, con los que hablar y entretenerme mientras realizaba la rutina que el monitor me había asignado. Casi siempre charlábamos acerca de fútbol, ejercicios y tías que veíamos por allí. Verdad es que la variedad era enorme... Cada cual tenía donde elegir, y los cuerpazos de la mayoría eran de impresión.


Aproveché una promoción por nuevo usuario y dentro del uso del gimnasio podía usar durante 3 meses el área de spa, que podría prolongar después a un precio reducido.


Lunes, 17 de noviembre de 2019 17:23h.


Buena tarde, para ir al gym. Hacía fresco en la calle, pero me preparé como cualquier otra, pantalón negro y camiseta gris de cierta marca estadounidense, una sudadera, playeras a juego con la camiseta y en menos de 10 minutos entraba por la puerta del gimnasio con mi pequeña mochila en la que guardaba la botella de agua, un par de toallas, unas chanclas, el bañador y el neceser para la posterior ducha. La rutina como cualquier otro día sería correr, algo de musculación y para rematar un ratito en la sauna y una buena ducha para quedarme como nuevo. La verdad me parecía sorprendente la poca gente que usaba la sauna en ese gimnasio, fuera como fuere yo me aprovechaba de esa circunstancia y aprovechaba ese momento solitario para relajarme y terminar de sudar todo.


Después de una hora y media trabajando pecho y hombro en un sorprendente y poco abarrotado gimnasio me dirigí a los vestuarios para ponerme el bañador y las chanclas e ir a pasar unos 15 minutos de relajación en la sauna.


Salí del vestuario y anduve por el largo pasillo hasta llegar a la sala previa a la zona de spa, esta sala se usaba como punto diferenciador de ambientes, a partir de esta zona la humedad y la temperatura de las instalaciones se incrementaba sensiblemente. Entré en la zona, donde resaltaban azulejos blancos y madera, salpicados por detalles en azul marino, caminé por el sendero de material antideslizante como cualquier otro día, pero cuando estaba a pocos metros de la estructura forrada de madera de color pino que conformaba la sauna me di cuenta que en los colgadores exteriores había dos toallas, una de color azul y otra verde, signo de que alguien estaba usando la sauna. Lentamente me acerqué sorprendido, como ya dije, solía estar solo en esta zona, procesaba la información y dudaba si entrar y acompañar a las personas, volver al vestuario a hacer tiempo o directamente cambiarme e irme a casa.


En ese momento por la parte acristalada con la que contaba la puerta, observé algo que me llamó la atención. Por un momento me hizo dudar y pensé que habría visto mal. La curiosidad me pudo y me acerqué más quedándome de refilón y oculto tras la puerta, asomé un poco la cabeza y descubrí que había visto bien.


Lo que observe entre la bruma fue un cuidado y delicado pie femenino, con su planta apuntando al techo, uñas pintadas de color rosa palo balanceándose de un lado a otro. Tras la puerta la imagen era escandalosa y no pude refrenar mi lado voyeur.


Una mujer rubia, con su piel bronceada, con un culo de impresión redondo y que parecía realmente duro le estaba haciendo una mamada a un hombre. Ella se encontraba a 4 patas, con sus rodillas apoyadas en el banco de madera, su brazo izquierdo apoyado en la pierna de él, mientras su mano derecha agarraba la larga y dura polla que estaba degustando. Vestía con un pantalón de deporte ligero y con vuelo de color azul celeste junto con un top a juego que recubría unos muy apetitosos pechos. El en cambio, contaba con tan solo un pantalón de deporte negro que tenía ya por las rodillas favoreciendo el trabajito que su acompañante le regalaba mientras su camiseta roja aguardaba en un revoltijo a los pies del asiento de madera.


Los carnosos labios de la mujer jugueteaban con el tallo de la erecta polla arriba y abajo, salivando abundantemente la zona, que se derramaba ya por los testículos del varón. Esa boca hacía desaparecer el rojizo capullo, devorándolo una y otra vez mientras su mano derecha ayudaba pajeando. El hombre con los ojos cerrados y reclinado contra el banco expiraba con fuerza signo del buen hacer de su acompañante...


Ahhhh, joder, si Mara, sigue chupando... Exclamaba el mientras echaba su cabeza hacia atrás, rindiéndose a la lujuria.

Ella, respondiendo con un sonido de afirmación, incrementó el ritmo de sus sacudidas. Su cabeza martilleaba sin parar la polla, paladeando con cada bajada las gruesas venas con las que contaba el rabo.


El hombre, impulsado por el placer agarró el pelo de la mujer, sosteniéndolo en una coleta con su mano izquierda facilitando la tarea. Mientras, con su mano derecha acariciaba y apretaba el magnífico culo con dificultad debido a la postura de la mujer.


Sus alargados dedos, se introducían por dentro del borde del pantalón celeste de ella, intentando deshacerse de él. Ella, dejando de mamar por unos segundos, se incorporó bajando el pantalón hasta la zona de las rodillas junto a el, también bajó una diminuta braguita de color negro dejando a la luz, su precioso culo.


La imagen era arrebatadora y mi cuerpo reaccionó a ello, si nada más acercarme a la puerta mi polla se puso morcillona, por entonces y con el culo al descubierto de la mujer, no podía otra que empezar a masturbarme... mirando para atrás, asegurándome de que no venía nadie, introduje mi mano en el pantalón y empecé a acariciarme lentamente. Notaba la alta temperatura de mi rabo y las gruesas venas que lo comportaban. El morbo de la situación sumado al hecho de poder ser descubierto me inyectaba una sensación nueva y placentera.


Una vez retirado el pantalón, la mujer volvió a la faena, arqueando su espalda se acercó de nuevo a la salivada polla, con la lengua recorrió de arriba abajo su dureza deteniéndose a juguetear con su lengua en el rojizo glande. Fruto de la excitación, el hombre no se pudo refrenar y empezó a follarla la boca. Ella, inmóvil, recibía las sacudidas con placer provocando que su cuerpo se estremeciera con cada una de ellas, el cuerpo del varón se levantaba unos centímetros cada vez presionando su verga contra la húmeda garganta. Debido a esos movimientos me fijé en un detalle que antes se me pasó por desapercibido, en la zona trasera de la mujer, en su espectacular culo, un destello verde llamó mi atención, y es que su tentador ano estaba decorado con una joya de color verde, un plug anal que completaba la fantástica postal.


Por entonces yo, confiado de mi furtiva posición, había liberado mi endurecida polla de su escondite. Con el pantalón por debajo de mis pelotas me masturbaba arriba y abajo, intercambiando la posición de mi mano. Deleitándome con una de mis mejores pajas observando el regalo que se realizaba ante mí. Salivé mi mano, humedeciendo la zona y haciendo que todo fluyera con facilidad.


¿Te gusta? Dijo Mara sacándose el miembro de la boca. ¿Te gusta como lo hago?
Si, ahhh , lo haces perfecto... sigue así....
Ummmm está muy dura... Afirmó golpeando contra su lengua el glande varias veces... Como a mí me gusta...
Dios... como me pones...
¿Te quieres correr? ¿Quieres darme ya tu lechita?
Sigue... sigue...

Mara inclinó su cabeza, aprisionando el tallo del rabo con sus labios, se deslizaba arriba y abajo por la brillante polla mientras acariciaba con su mano izquierda las pelotas de su acompañante. Su mano derecha, hacía ya tiempo que se había desplazado a su húmedo clítoris. Primero lo acariciaba superficialmente, para después pasar a darle un trato especial. Con sus dedos, jugueteaba con su sexo introduciendo dos de ellos en su candente interior una y otra vez, encharcándolo aún más. Los gemidos de ambos cada vez más intensos y rápidos denotaban que el final estaba cerca. Los tres, disfrutábamos del momento.


Los gemidos de él copaban el lugar, no pudo más y unos potentes chorros de leche salieron dirección al techo cayendo posteriormente sobre la cara y el hombro de la mujer. Ella con la polla aún en la boca rebañaba con su lengua cualquier resto de flujo, metiéndose los dedos hasta el fondo arrancando de su interior un profuso orgasmo que finalizó la sesión.


¡Que calor! Ufff ¡Cómo nos hemos puesto! jajaja



Yo mientras, con la polla aún en la mano, observaba como los amantes finalizaban la sesión, hablaban y reían. Aún sin ganas de correrme, me subí rápidamente los pantalones al ver como se ponían de pie. Mientras a duras penas me la guardaba en el pantalón, miré otra vez al interior percatándome que había sido detectado por la parte femenina. Rápidamente me escabullí hacia el vestuario, rezando por que la bruma y el vapor jugara en mi favor y no se me hubiera reconocido. Una vez en el vestuario, fui directo a la ducha a terminar, a terminarme.


Minutos después, más relajado y dispuesto a regresar a casa, apoyando mi pie en uno de los bancos del vestuario para atarme los cordones, rememoraba esa sesión más digna de una película X que de la realidad. Era la primera vez que veía a alguien tener sexo en directo delante de mí y había sido algo apoteósico. Cogí mi cazadora, me la puse y salí por la puerta del vestuario recorriendo el pasillo dirección al hall principal. Al doblar la esquina del hall choqué con algo, con alguien, despertándome del dulce recuerdo.


Uy! vaya golpe!
Ey! perdona lo siento! Le dije recogiendo la mochila que había caído al suelo.
Nada, no ha sido nada, es cosa mía... que me he puesto aquí en mal sitio, ¡en todo el medio vamos!

Al verla la cara, un choque me sacudió la cabeza, rubia, bronceada, con el pelo en una coleta... Vestida con unas mallas de color negro que realzaban su bestial trasero... No había duda, era la mujer de la sauna.
Nuestros ojos se cruzaron, su mirada, dudó por un momento, pero su cabeza sin duda me reconoció. El vapor de la ducha no había sido suficiente aliado.


Vaya... bueno,¡Hola! ¡Me llamo Mara!
¡Hola!, encantado, yo Gabriel. Estas bien,¿no?
Si si, no te preocupes, ya te digo... en todo el medio. Estoy esperando a mi pareja y ni me he dado cuenta.
Vale, ¡perfecto!
No te había visto antes por aquí... ¿llevas viniendo mucho tiempo?
Pues la verdad es que no, un par de semanitas vamos...
Muy bien muy bien, bueno... pues ya nos iremos viendo... al parecer tenemos las mismas... aficiones...Dijo ella, esbozando una sonrisa pícara mientras me mantenía la mirada.
Jaja puede ser, puede ser... bueno Mara, me tengo que ir, encantado y... que tengas un buen día...
Igualmente!

Salí del gimnasio con una sonrisa en la boca y un calentón en el cuerpo, la verdad es que la rutina de hoy, había sido mucho mejor que las de otros días... Podría aficionarme a eso pensé.


--Continuará--
Esto promete,mmm
 
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