Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento personal.
3 de diciembre de 2019 18:39h
Llevaba dos semanas esquivando a Mara. La veía junto a Juan, su pareja, en la zona de musculación o entrando en alguna clase. Descubrí quién era él preguntando de pasada a unos de mis amiguetes del gym, sin darle importancia, para no llamar mucho la atención. Al parecer llevaban más de un año apuntados y eran regulares en eso de acudir al gimnasio, sus cuerpos eran buen reflejo de ello. Con respecto a ella, me daba demasiado corte cruzármela en cortas distancias. Aún no estaba convencido si le había parecido bien mi sesión de voyeur en su pequeña escenificación. Pero ella tenía algo que me encantaba, tanto que diría que me sabía su vestidor de memoria ya que mis ojos inconscientemente conectaban con su figura a través de las diferentes máquinas del gimnasio... su conjunto color negro, mi preferido, el verde, el rojo y gris... Me resultaba demasiado difícil no fijarme mientras hacía sentadillas, o estaba sentada en la máquina de abductores o haciendo algún estiramiento... La manera en que sus pezones se marcan en los tops de deporte, duros y redondeados, presionando por ser liberados... me volvía loco, también como su duro y apretado culo se movía y encajaba perfectamente en las mallas o como lo lucía en los ejercicios cuando arqueaba la espalda y una curva perfecta se le marcaba... hacía que mis hormonas se revolucionaran, mi garganta se humedeciera y que mi pantalón corto estuviera... digamos, más apretado de lo habitual.
Aquella tarde llevaba recorridos 3 kilómetros encima de la cinta de correr, un buen ritmo hacía que mi cuerpo se exigiese y el sudor se hacía presente en mi frente y espalda. Mi mirada, centrada en un punto fijo en el horizonte enfocaba mi concentración mientras en mis cascos sonaba Symmetry de Klangkarussell (prometo que no me lo he inventado) motivándome para da una zancada más. Mi respiración acompasada resonaba en mi pecho y mi corazón latía con potencia cuando por el rabillo del ojo observe como una silueta morada entraba por el Hall del recinto. Mi mirada se separó durante un segundo del punto de concentración y Mara, como un caramelo de mora recién sacado del envoltorio, caminaba hacia el vestuario. Mi concentración se derrumbó, mi fondo físico tocó el suelo, hasta tal punto que mis pies golpeándose el uno con el otro casi me hacen perder la verticalidad. Ese conjunto no me le conocía, pensé para mí sonriendo... Top por encima del ombligo, sus perfectos pechos marcados y dejando ver un buen escote, su piel bronceada, el pelo suelto y unas mallas bien apretadas que delimitaban su espectacular figura. ¡Está tremenda!
El resto de la tarde compaginé mis ejercicios de la rutina con furtivos vistazos que recorrían toda la estancia intentando localizarla, sin éxito, por cierto. Continuaba mi tarde de entrenamiento realizando ejercicios de bíceps con mancuernas en uno de los bancos de musculación en la zona de peso libre, cuando por el reflejo del espejo vi a una figura morada aproximarse. Mientras realizaba el ejercicio, ella se encontraba próxima, de pie, mirando el estante de las mancuernas, pasados aproximadamente cuatro o cinco segundos se acercó a coger una mancuerna de 10 kilos.
- Uff que va que va, esto es mucho para mí... Hola, perdona, ¿Gabriel verdad?
- Ey si, hola ummm ¿Mara? respondí como sino recordara su nombre.
- Que te iba a preguntar a ti que te veo fuerte... (clavándome una mirada de arriba abajo mientras sonreía) ¿Que peso me aconsejarías?
- ¿Quién yo...? ¡uy jaja no se! yo tampoco entiendo mucho de esto...
- ¡Uy pues yo menos! mira que acabo de salir de una clase de GAP y estoy agotada...
- Bueno pues puedes empezar con unas de 4kg y vas probando... ¿Lo ves bien?
- ¡Perfecto! Y si me va bien te ficho como mi entrenador personal ¿te parece?
- Podemos llegar a un trato si jaja, tendremos que negociar el precio eso si...
- Bueno, no creo que haya problema en eso dijo, seguro que llegaríamos a un acuerdo... dijo inclinándose para atarse un cordón marcando sus glúteos en su ajustada malla.
Inmediatamente un impulso sanguíneo bombardeo mi rabo. Ese culo con el que había fantaseado estaba a pocos centímetros de mi cara y por mi mente sólo pasaba un pensamiento, bajar esas mallas un palmo, para incrustar mi cara en él, empezar saboreando su sexo para acabar deleitándome con su culo, y no parar hasta que su cuerpo derrotado por tanto orgasmo me pidiera clemencia.
- Si si... seguro que algo se nos ocurriría... Acerté a decir mientras clavaba mi mirada en su perfecto trasero.
- Pues voy a hacer unos ejercicios y a ver si encuentro a mi marido, que no sé dónde se ha metido. ¿Luego nos vemos guapo? Dijo mientras se incorporaba.
- ¿Eso es una pregunta?
- Es una afirmación... pero que quede entre nosotros... Respondió mientras me guiñaba un ojo para luego alejarse con mancuernas en mano.
Desde luego que aquella conversación me descolocó. Por cómo me habló diría que no le molestó mi sesión de voyeur si no todo lo contrario, que además le gustó. ¿Era aquello una invitación? ¿Que debía hacer ahora? Miles de dudas me asaltaban la cabeza. Intenté seguir el entrenamiento como pude, pero para nada estaba concentrado, la música era un hilo en la lejanía y mi polla no había vuelto a su estado de reposo lo que me hacía estar incómodo al tener que estar paseando de un lado a otro de las máquinas.
Pasados 20 minutos no pude más. Abandoné la zona de musculación y me dirigí al vestuario con la intención de localizarla. Como en aquella ocasión me cambié y dirigí mis pasos hacia la zona de la sauna. Abriendo una puerta tras otra en menos de 5 minutos estaba caminando por encima del material aislante. Según me aproximaba escuché voces hablando, algo que me alegró e impulsó mi corazón aumentando la cadencia de bombeo. Unos pasos más adelante pude ver de dónde provenían las voces, un monitor del gimnasio con su camiseta con el nombre GoProFit en la espalda conversaba con un joven atleta en la zona de baños fríos. Pero para frío el que me entró a mí al comprobar esa escena...
No entendía la situación, al lado de la sauna, había dos toallas del mismo color del otro día. Pero ellos no estaban dentro. No podía ser coincidencia.
- ¿Perdona, las toallas de la sauna son vuestras? Le pregunté al monitor acercándome a la zona de baños fríos.
- Umm no que va, era de una pareja que estaba en la sauna, ¡nosotros las tenemos aquí!
- Ah vale perdona, ¡gracias!
Eso me descolocó aún más. ¿Dónde se podían haber metido? La zona no tenía muchas estancias, así que me di una pequeña vuelta, pero... como se dice, "mi gozo en un pozo".
¿Quizá haya más zonas en el gimnasio que no conozca? Llevaba poco tiempo allí, podía ser una posibilidad.
Por entonces mi excitación se había esfumado y con la humedad del ambiente me estaban entrando ganas de ir al baño. Fui para allá y entré en uno de los cubículos, al cerrar la puerta y echar el cierre algo allí me dio una extraña sensación.
Me puse de cuclillas y miré por debajo de la placa de material plástico de color negrizo que era parte del baño... unos metros más allá, dos cubículos más allá, justo en el de al lado de la pared observé cuatro playeros y me quedé inmóvil, escuchando. Lentamente y sin hacer ruido me desplacé hacia el cubículo más próximo y entré cerrando la puerta con cuidado, me descalcé y me subí al retrete mirando por encima de la pared que separaba ambos espacios.
Observando por encima de la pared del cubículo observé como Juan lentamente se ponía de rodillas, colocando a Mara en un ángulo de 90º con sus manos apoyadas a la pared. Con delicadeza colocó sus manos sobre las nalgas de la mujer, las abrió y empezó a lamer humedeciendo la zona. Su cabeza se movía arriba y abajo aplicando varias capas de saliva al rosado coño. Los músculos de Mara se contraían, la piel se tornaba de gallina y las rodillas se flexionaban fruto del buen hacer de Juan.
El cabello rubio de Mara caía sobre sus hombros, sus ondas se movían con cada movimiento de la cabeza del hombre arriba y abajo, la zona parecía encharcada y Juan succionaba cada uno de los jugos que ella emanaba. Después de unos minutos él se incorporó, se puso de pies y se bajó el pantalón de chándal corto que llevaba, de un respingo una gruesa polla apareció, Juan, un hombre musculado, moreno y con pelo rasurado en el pecho, agarró firmemente su nabo con la mano derecha encaminándolo a la encharcada apertura, derramó un hilo de saliva sobre ella y empaló a Mara. Un gemido se escapó de los labios carnosos de la mujer al ser penetrada y un baile de sexo y lujuria comenzó.
Juan recogió su pelo con la mano izquierda mientras posaba la derecha en sus caderas, favoreciendo el empuje. Los movimientos atrás y adelante resonaban en las paredes del baño. Mara aguantaba las envestidas apoyándose como podía en la pared, sus uñas parecían querer atravesar el azulejo color blanco y sus gemidos ahogados de placer se encadenaban uno tras otro. La polla rojiza de Juan aparecía y desaparecía tras los rosados e hinchados labios de Mara.
- Jodeeeer si, ah, dame, si...
- ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te la meto?
- Si joder, que mojada estoy Juan, no pares... uff.... me encanta...
Los jugos se derramaban por las caras internas de los músculos de Mara, cayendo lentamente dirección al suelo por la tonificada pierna.
- ¿Me vas a dar tu leche? ¿He sido una perra obediente?
- ¿La quieres verdad?, la tengo preparada para ti...
- Si... me gusta bien calentita...
Mientras yo, de puntillas sobre la taza del wáter, me agarraba con ambas manos a la pared y observaba la escena inmóvil, queriendo pasar por un fantasma. Por entonces la erección dentro de mis calzoncillos ya era notable, y mi nabo palpitaba contra la apretada tela del calzoncillo, notaba incluso el líquido preseminal que hacía presencia y humedecía la zona fruto de la excitación que sentía.
Los gemidos se hacían más profundos con cada movimiento, el final estaba cerca y sus músculos daban cuenta de ello. Su cuerpo se tensaba, la mano derecha apretaba fuertemente las caderas favoreciendo que las embestidas fueran más profundas e incrementando de velocidad, su mano izquierda tiraba hacia atrás del pelo de Mara, llevando su cabeza hacia arriba. El hipnotizante sonido de los gemidos, de los sexos encharcados y el choque de la pelvis de Juan contra el grandioso y firme trasero de Mara me envolvió en un momento de obnubilación extrema. Tanto que no me percaté que, gracias a la postura de su cabeza, los ojos de Mara ahora se centraban en mí, mi cabeza aparecía por encima de la separación de los retretes y si yo podía verlos, ellos a mí también.
Cuando nuestras miradas conectaron una sonrisa pícara apareció en su rostro. Abrió la boca y empezó a gemir a mayor volumen mientras me miraba fijamente. Jugueteaba con su lengua, humedeciendo sus labios, gemía una y otra vez provocándome. Mi polla no podía más, estaba a punto de reventar y eso que nadie la tocaba. La excitación del momento era superior a mí y solo tenía ganas de correrme en aquel rostro.
- ¿Te gusta? ¿Te gusta como lo hago? Dijo mirándome sin pestañear dedicándome la frase con la mirada.
- Siiiii ohhhh Exclamó Juan
Esas palabras fueron el principio del final, rápidamente Juan se separó, agarró su rabo con la mano derecha y masturbó su miembro apoyado en la raja de Mara. Poco a poco gran cantidad de leche fue adornando los aún enrojecidos labios, cayendo al suelo y salpicando las paredes del baño, los gemidos de Juan, profundos y graves acompañaban el momento y se emparejaban con los agudos gemidos de Mara, que se encontraba aún inmóvil pero que con su mano derecha se pajeaba el clítoris con movimiento circulares buscando su ansiado orgasmo.
Juan agarró papel higiénico y limpió su falo con cuidado, se puso de cuclillas e inyectó su lengua en el ano de su compañera. Lo lamió profusamente intercalando movimientos circulares con pequeñas incursiones en la apretada cavidad que se dilataba poco a poco. Cuanto más se humedecía su orificio más caliente y próxima al orgasmo estaba ella. Pocos segundos después un potente orgasmo se escapó de aquel retrete, su espalda arqueada hacía juego con las pequeñas gotas de sudor que recorrían su piel, sus rodillas se volvieron rígidas para a continuación doblarse sin control. Sin duda una sesión cargada de emociones para todos.
Al observar la finalización, rápidamente volví a meter la cabeza en mi cubículo. Colocándome encima del retrete con silencio. Al llevar mi mirada a la entrepierna, un prominente bulto se encontraba bajo el pantalón. Mi deseo irrefrenable se antepuso y me saqué la polla, humedecida por el líquido preseminal que ya derramaba. Empecé a pajearme con la presencia de la pareja a un metro y con solo una pared de plástico entre nosotros. Mi polla venosa agradecida por haberla liberado, estaba ardiendo, llena de sangre y con un generoso tamaño.
- Cariño hay que ir a la ducha eh, tengo que bajar este calentón como sea jejeje.
- ¡Vale amor!
- ¿Crees que nos habrá oído el monitor?
- ¡Lo dudo! ellos están a los suyo, de todas formas, ¿si no fuera así? ¿que? ¿menudo morbo no?
- Jeje ¡Como te gusta jugar! bueno, ¿vamos?
- Adelántate que yo voy a terminar de limpiarme y así aprovecho y hago pis.
- Vale, de acuerdo.
El sonido de la puerta del baño cerrándose ni siquiera me inmuto, seguí masturbándome intentando bajar el calentón y la tremenda erección que tenía. Oí algo, no sabía diferenciar que era, pero en pocos segundos la puerta de mi retrete se abrió lentamente. Allí apareció Mara, sin leggins, sólo con unas calcetas largas de gimnasio y el top recogido por encima de sus pechos, maravillosos, rosados y con unos pezones erizados que invitaban a lamer. Me observaba allí, sentado en la taza del wáter y con mi miembro en la mano... Aún podía observar restos de lefa en su coño y piernas. Pero ella no quería descanso y a mi eso no me importaba.
- Hemos disfrutado.Mi marido...se ha corrido. yo... me he corrido, pero.... ¿y tú? Creo que tú no...
- "Silencio"
- Y eso, Gabriel... no es justo para ti... pero tampoco para mí... ¿puedo? dijo señalando con su dedo índice mi zona baja.
- Si claro...por supuesto, adelante.
- Las ganas que tenía de esto... Dijo mientras se podía de rodillas delante del retrete y me retiraba la mano de mi polla, sustituyendola por las suyas.
Allí estaba yo, sentado sobre el retrete, mis brazos colgando a ambos lados y con Mara empezando su particular sesión de cardio.
Agarró mi nabo con la mano derecha suavemente, poco a poco y empezó acariciando la parte de arriba, pasando las yemas de sus dedos por cada una de las venas que tenía. Mientras observaba mi polla detenidamente a pocos centímetros de su cara, inconscientemente se humedecía y mordía los labios mientras los míos por el contrario se secaban por la ansiedad de que se la llevara a la boca.
Sonrió y con su húmeda lengua lamió lentamente el glande de mi rabo, un fino hilo de líquido preseminal colgaba de su lengua, el cual saboreó gustosamente. Continuó... lamía y sonreía, lamía y sonreía... era un juego para ella, y a mí, también me gusta jugar.
Deseaba que se la metiera en la boca, y después de hacerme sufrir durante un largo minuto así lo hizo. Con su lengua empezó a recorrer toda mi polla, desde los testículos, pasando por el tallo y de ahí al glande, después de dos movimientos circulares con su lengua se introdujo la cabeza en su húmeda y cálida boca. Podría haberme corrido en ese mismo instante, pero contuve la sensación y apreté cada músculo de mi cuerpo evitándolo.
La devoró entera, enterrándola por completo en su garganta, y así continuó sacándola y volviendo a tragarla, sacándola y volviendo a tragarla. Sus labios recorrían cada milímetro de mi piel y se sentía increíble. Mi mano derecha inconscientemente se colocó en su cabeza, acompañando los movimientos que realizaba, haciéndolos más profundos, mientras mi brazo izquierdo aún colgaba hacia el suelo. Sus manos se acomodaban en mis piernas. acariciándolas y arañándolas con sus uñas color violeta.
Poco a poco se sacó la polla de su boca y se introdujo los testículos en ella. Me pajeó mientras succionaba y jugaba con mis huevos. Toda mi polla estaba repleta de su saliva y mis defensas estaban llegando a su límite.
No podía más, así que me la saqué de su boca y me incorporé. Me empecé a masturbar, ella apretó sus pechos, sus pezones estaban duros y grandes, los pellizcaba suavemente, y sacó la lengua esperando, me miraba a los ojos, impaciente. Me concentré en darle su merecido premio. Agité con brío mi polla una y otra vez, la saliva me lo ponía fácil...
¡Me corro! la dije mientras mi lefa brotaba de mi polla dirección a su cara y boca. Ella la recibió con gula, saboreó cada gota que pudo y tuvo a su alcancé, el resto impregnó la pared para el recuerdo.
- Ahora creo que estamos todos igual... Me dijo mientras me sonreía
Se incorporó y saliendo de retrete me dejo allí, sólo y sin fuerzas. Apoyado contra el depósito del retrete intenté procesar todo lo que había ocurrido. Allí estuve durante unos largos 5 minutos. Cuando reuní las fuerzas necesarias volví al vestuario a darme una ducha, vestirme e irme a casa.
Salí del gimnasio e introduje la mano en el bolsillo de mi cazadora, en ella una nota que decía:
8 de diciembre 21:00
C/ Lope de Vega 3 4ºH
Te espero
--Continuará--