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Este argumento me fue sugerido y esbozado gentilmente por el forista Carlos a quien le agradezco su valioso aporte

EL VIEJO DE PLAYA CÁRDENAS Parte 1

Miraba a mi esposa sonreír y pensé que había valido la pena.

Valía la pena estar viajando en un jeep descapotable por una carretera mejicana rumbo a un ignoto lugar como Playa Cárdenas.

_Sé dónde hay un lugar como el que estás buscando_ me había dicho mi amigo Javi.

_Un lugar alejado de todo, donde solo seamos tú y yo, con playa y una casita frente al mar ¿no sería hermoso? _Había dicho Ana, mi esposa

En verdad nada podía seducirme menos, siempre me he considerado un bicho de ciudad, una playita estaba muy bien, algo como Ibiza o Marbella o Mallorca, playa y ciudad y luz y sitios con gente, naturaleza, vale pero con conexión a internet.

Sin embargo allí estaba, dispuesto a complacer esta fantasía de Ana.

Había sido un año duro para ella, es lo que pasa, te conviertes en una abogada exitosa, tienes 37 años, una familia, dos hijas increíbles de 12 y 11 años, lo tienes todo y de pronto aparece un caso que te hace parir y lo empiezas a ver todo negro y surge luego esto, la fantasía de huir, lejos, a un lugar donde ya no eres la abogada pija que gana la pasta gansa, que trabaja en un gran estudio sino una alocada muchachita otra vez con su novio, rumbo a una playa perdida del océano pacifico.

Sonriendo en un jeep descapotable, rentado en Oaxaca.

Y yo estaba encantado de verla sonreír y no con esa cara tensa de los últimos meses, desencajada, irritada, de mal humor.

Ana era lo mejor de mi vida, había tenido suerte, yo era un ingeniero industrial con suerte.

Su largo cabello rubio era muy fino y muy liso con un sensual flequillo sobre la frente, sus ojos eran muy hermosos, color gris, pero eran pequeños y rasgados, como si le costara esfuerzo abrirlos completamente, pequeños al lado de sus pómulos prominentes y salientes y su boca, grande, ancha, carnosa. Su cara no era un pequeño óvalo perfecto como muchas mujeres bellas, sino algo cuadrada, maciza, de huesos fuertes, como toda ella en verdad.

Sus muslos, macizos y gruesos y musculados la acomplejaban un poco, pero sus finos tobillos compensaban y sus piernas en general eran perfectas y luego su pequeña cintura y su culo rotundo, macizo y compacto y redondo y luego de la pequeña cintura, un torso arqueado y de espalda pequeña aunque de hombros redondeados y luego, tal vez lo mejor de su cuerpo o quizás lo que a mí me volvía loco en particular.

Sus pechos eran de otro mundo, dos tetazas redondas y grandes, turgentes y macizas.

Y era una mujer alta además, 1,74 que con taconazos llegaba al 1, 80 con facilidad.

Muy deportista desde pequeña, había sido atleta en su juventud, corredora de 800 metros en pista.

No sé si había sido buena idea para ella la abogacía, tal vez por seguir los pasos de su padre, luego era inteligente y muy competitiva pero tal vez ahora, viéndola sonreír aferrada a la barandilla de hierro del jeep, con su fino vestidito corto de verano a lunares, que dejaba ver esos muslos tan macizos y fuertes, espectaculares, podía pensar que la abogacía era una profesión demasiado cargante y rutinaria para ella.

_Ay cariño, estoy tan emocionada, como una bobita_

_No eres una bobita, eres mi bobita_ dije y le acaricie el rostro.

Ella presionó mi mano entre su cara y su hombro y me sonrió, sus dientes eran blanquísimos y fuertes.

También es que nos habíamos casado bastante jóvenes y luego enseguida las niñas y luego todo el paquete, del piso y el curro y la vida de casados.

El sexo siempre había sido bueno entre nosotros, de su vida antes de conocerme no había preguntado nunca, ya había tenido una mala experiencia por preguntón, preguntas, preguntas y luego surgen las comparaciones y es una tontería.

Así que hasta donde yo podía suponer, ella estaba tan satisfecha en el sexo como yo, pero el último año había sido difícil en todo sentido y también en eso habían surgido las tensiones y la falta de relajación.

En síntesis, el puto stress nos había jodido la vida, por lo menos del lado de Ana, yo vengo de una familia de currantes y el trabajo me la suda, puedo ser una bestia de carga como cualquiera y luego llego a casa, veo a las niñas y a semejante mujer que tengo por esposa y que le den por culo a todo, a la empresa, a los edificios por construir, a mi jefe y a todo.

_ ¿Estamos cerca?_ dijo ella

_Ya pronto, primero pasamos por el pueblo, me dijo Javi, que es un villorrio, son cuatro o cinco casas con algunos comercios, compramos provisiones y seguimos viaje_

_Playa Cárdenas, ni siquiera sabía que existía_ dijo ella, el viento pegó la fina tela a su cuerpo escultural, el escote cuadrado del vestidillo marcaba el canalito de su pechos generosos.

Joder, era el sueño de cualquiera, una mujer así, en una playa desierta, solo que esperaba que no fuera tan desierta al fin y al cabo.

La calle principal del pueblecillo era la misma carretera, casas bajas y blancas, con las aceras muy pequeñas y altas.

_Joder, que bonito…mira allí hay una tienda de artesanías, que guay__ dijo ella

Ana estaba encantada. Desde el principio habíamos pensado en dejar a las niñas con mis suegros, también creo que ella necesitaba un descanso de la maternidad.

Aparcamos el jeep y bajé para mirar en una tienda de ultramarinos, al lado había una carnicería. En un banco de piedra estaban sentados tres viejos, uno de ellos sería el carnicero por su delantal blanco machado de sangre animal.

Ana cruzó la carretera, para husmear en la tienda de artesanías, dentro de la tienda de ultramarinos había una fresca y oscura sombra, una mujer con un niño pequeño cargado a su espalda enumeraba el pedido al tendero con morosidad.

Y entonces escuché por primera vez esa voz aguardentosa, que se arrastraba como una inmensa lagartija sonora.

_ ¿Usted ve mi carnal lo que estoy viendo ahorita yo?_

_Pero que chingo mi guey, que piernototas la güerita esa_ dijo otro

_Y que nalgas, carnal, para perder la cabeza ahí dentro_ dijo un tercero

_Y que chichotas compadre, es que está chingona la nena_ volvió a decir la voz de lagartija

_Está para quedarse a vivir en ese culete_

No precisé comprender cada palabra para entender que se estaban refiriendo a Ana y que estaban alabando sus piernas, su culo y sus pechos.

No sentí enojo sino más bien me lo tomé con humor, las palabras soeces en mejicano me hacían gracia.

_Como le metería la verga hasta hacerla chillar a esa mamacita_

_Es que está demasiado buena, carnal ¿será una gringa yanqui esta rubita?_

Me asomé y comprobé que los tres sujetos tenían la vista fija en mi esposa, quien se paseaba por la acera de enfrente mirando las artesanías que le mostraba un chico flaco y moreno.

Estos tíos tendrían unos sesenta años, dos de ellos un poco panzones, el carnicero y otro vestido con un viejo overol azul, desgastado, de albañil, el otro muy flaco y macilento, de grandes bigotazos, parecido a Don Ramón del chavo del ocho.

El carnicero llevaba un bigotillo fino, de otra época y una barba candado, tenía una gran nariz aguileña y los ojos un poco saltones y de párpados abotargados, su pelo oscuro, empezaba a ralear en algunos sitios pero llevaba unas chuzas más largas a los costados de la cabeza,

El albañil tenía el cabello cano y una coleta ridícula y una pequeña chiva por barba.

_Mírela compadre como mira de interesada con ese vestidito que se le pega a la panochita_

_Que chido, que buena está la nena_ dijo el carnicero de la voz arrastrada

_Esas piernotas, se me sale la verga de verla_ dijo el flaco

Entonces me hice para atrás dentro de la tienda para que no me vieran y Ana comenzó a cruzar la carretera.

Era una maldita aparición, su altura, su pelo liso ondeando al viento, llevaba las gafas de sol en la manito y es que joder, estaba tan potente, llevaba unos borceguíes acordonados en los pies, con unos zoquetes que sobresalían un poco.

En verdad el fino vestido se le pegaba al cuerpo por el viento y se marcaban todas sus curvas mientras venía en dirección a mí.

Y de pronto tuve una sensación de extraña sensualidad y extrañeza, entre el sol que quemaba la carretera y las voces de esos viejos y casi podía sentir esas miradas llenas de lujuria atravesando el cuerpo de Ana, quemándola con la mirada.

_Buen día señito ¿qué onda las chucherías enfrente?_ dijo el carnicero, ya podía identificar su voz con facilidad

_Buen día, muy bonito todo_ dijo ella y se paró frente a ellos

_ ¿Española es usted mi seño?_

_Si, de Bilbao_

_Las españolas son las mujeres más bellas del mundo_ dijo el albañil

_ Las más chingonas_ dijo el flaco

_ ¿Se va a quedar aquí en playa Cárdenas, mi princesa?_

_Si…en una casa en la playa_ dijo ella y me buscó con la mirada dentro de la tienda, la mujer con el niño traspuso el umbral

_ ¿Y no estará solita, mi reina?_ dijo el carnicero

_ Estoy con mi marido_

_Órale, ya le hemos jodido, compadre_ dijo el flaco

_Permiso, buen día_ dijo ella y entró a la tienda justo cuando el tendero me hablaba

Compramos algunas provisiones, chiles también y encurtidos y latas de conserva.

_ ¿Quieres algo de carne? Creo que al lado hay una carnicería_ dijo ella

Ana era vegetariana desde muy joven, pero yo seguía sucumbiendo ante la carne, había intentado plegarme a la dieta vegetariana de mi esposa pero sin éxito.

_Ahora vengo a recoger las cajas de la compra_ dije al tendero y salimos a la acera, el sol nos recibió otra vez con su golpe de luz y calor.

Los viejos nos siguieron con las miradas, entramos a la carnicería que estaba vacía.

Como preví, el carnicero de la voz arrastrada era el carnicero en verdad.

Entró detrás de nosotros y su mirada se perdió en el culo de mi esposa, esta vez sí sentí una incomodidad manifiesta.

Pasó por nuestro lado y se situó detrás del mostrador.

_ ¿En qué les puedo servir, amiguitos?_

_Buscábamos algo de pollo y unos filetes_ dije

_Un pollito asado para estar contento y filetes, mire este diezmillo ¿Qué le parece mi cuate?_ dijo, su mirada iba de mi esposa a mí, como estudiándonos.

_ Tiene buena pinta, pensaba en algo más delgado, un solomillo quizás_

_Algo más fino, unos filetitos, un filete mignon, mire que buena carne, mi rey, para chuparse los deditos _ y esta vez miró a mi esposa con toda intención

_Si eso puede ser_ dije, en realidad no tenía muy buena pinta la carne pero ya quería irme de allí.

_ ¿Y usted mi seño? ¿Qué le va a cocinar de rico al maridito?_

_Yo no cocino carne, soy vegetariana_ dijo ella

_ ¿No? Órale pero aquí en Méjico le va a empezar a gustar…… la carne, mi señito….la carne tira_

_No, la carne no es para mí, me gustan los animales vivos_

_Eso está muy bien, muy bonito pensamiento _ dijo con ironía mientras cortaba los filetes con una gran cuchilla.

_Te espero fuera, Mikel_ dijo ella y salió a la acera

_ ¿Disculpe, donde puedo comprar verduras?_ dijo ella a uno de los otros viejos que seguían al sol.

_Va hasta el final de la calle y dobla a la derecha mi seño ¿Quiere que la acompañe mi reina?_

_Gracias, estoy esperando a mi esposo_ respondió

_Pero que bien hecha está su señora esposa, mi güey_ me dijo el carnicero

_Si…_ dije, asombrado de su descaro

_Además que no es como esas desnutridas de ahora, esta es bien carnosita, así me gustan las mujeres a mi_ dijo mientras embolsaba los filetes y el pollo.

_ ¿Van a la casa de Villalibre?_ dijo

_Si, esa es la casa_ respondí

_Ya han venido otros españoles antes, mi nombre es don Chepe, para lo que me mande, patrón_

_Gracias, Mikel_ dije

_ ¿Y su esposa?_

_ ¿Mi esposa? Ah sí, Ana es su nombre_ dije

_Anita_ dijo él con su voz reptante, como para sí mismo.

Pasamos por un mercado muy pintoresco donde compramos frutas y verduras y pescado y al salir del pueblo vimos un una especie de chiringo que nos llamó la atención.

_ ¿Bebemos algo?_ dije

_Vale_ dijo ella, todo nos llamaba la atención, todo era novedoso.

El bareto tenía una rockola y una mesa de billar y algunas mesas y sillas y una barra con taburetes y en una de las paredes una tabla de surf colgada.

Pedimos una lima con gin y nos sentamos, las piernas de Ana eran devoradas por los ojos del camarero.

_ ¿Recién llegados o de paso?_ dijo cuándo trajo las bebidas

_Recién llegados, aún no nos instalamos_ dije

_ ¿Adónde paran, pues?_

_En lo de Villalibre_

_Ah que chido, es bonita la casa, aquí los viernes se pone muy chingón, se baila muy padre también_

Ana me sonrió, le gustaba bailar.

_Que bonito sitio_ dijo, su fino pelo rubio le caía por los hombros como una llovizna.

Sus muslos cruzados eran una conjunción de carne tersa y firme.

Sorprendí los ojos del camarero fijos en ella. Debía acostumbrarme, iba ser así durante toda nuestra estadía, pensé.

La casa era un sueño, algo despojada tal vez, las paredes blancas y encaladas, el techo a dos aguas, una entrada de coches con grava y una hermosa vista del mar desde la sala, con puertas francesas que daban a una galería fresca de baldosas rojas.

_Amor….esto es…..esto es lo que soñaba_ dijo ella y nos abrazamos

Descendimos a la playa, Ana llevaba un diminuto bikini brasileño, el tanga se metía en medio de las nalgas carnosas y las dejaba al desnudo y la parte de arriba a duras penas sostenía esas inmensidades de carne con las que la naturaleza le había obsequiado.

Corrimos hacia las olas azules cogidos de la mano, era una maldita postal y nosotros nos comportábamos en consonancia.

Nunca había estado inmerso en las aguas del pacífico, el cuerpazo de Ana se pegó al mío.

_Mikel, te amo_ dijo y sentí sus tetones en mi pecho y sus piernas poderosas envolviéndome.

Y el agua salada y pesada hacía que ella fuese ingrávida, pegada a mí cuerpo y mi polla estaba erecta ya y chocó con su coño por sobre el bikini y nos besamos y luego ella corrió la tira del tanga y sus ojos rasgados se dilataron.

Y la penetré lentamente, en ese ambiente líquido, bajo el sol quemante y el viento de ese mediodía mejicano.

Luego almorzamos en la blanca y fresca galería, ensalada con atún para mí y con huevos para ella.

Ella seguía con el bikini húmedo todavía aunque se había quitado la parte de arriba y lucía orgullosa sus pechos sin sujetador bajo una pequeña camiseta con tirantes.

En la sala había una hamaca colgando allí, invitante, junto a las puertas francesas que daban a la galería y al mar.

_Ven que te tomo una foto en la hamaca_ dije a mi esposa

_ ¿Si? ¿Así en bikini?_ dijo ella divertida

_Quítate la camiseta_

_Joder, Mikel ¿En tetas?_ su flequillo rubio caía sobre su frente, los ojos rasgados, la pequeña naricita, los pómulos tan marcados.

_Te puedes cubrir con los brazos_

_Bueno, tal vez sea el momento de hacer cosas locas_ dijo ella

Y luego siempre recordaría ese momento, la frase dicha por ella, la visión de su culazo con el tanga del bikini metido en medio de sus nalgas, ella subiéndose a la hamaca, casi cayendo en la red de forma voluptuosa, su largo y rubio pelo agitándose, su espaldita pequeña y bien formada, levemente musculada, esas tetazas oscilando, sus grandes pezones rosados, sus muslos tan carnosos, sus delicados pies desnudos.

Ella mirándome con esos ojos grises, sus pechos contra la red de la hamaca, un bracito cubriendo las tetas de perfil, la manito cerca de su cara, también apoyada en la hamaca y luego la curva de su cintura, esa sinuosidad, las rodillas juntas, perfectas, simétricas, casi saliéndose de la hamaca, la curva de su culazo, su tobillo, su pie desnudo.

Luego he vuelto a mirar esa foto mil veces y es impresionante, destila sexo, entrega, lujuria latente y reprimida y su mirada, anhelante, invitante también, era esa misma mirada de los día de tensión en el trabajo pero transformada y también una sombra de melancolía, cierta extraña tristeza.

Supongo que capté esa mirada tal vez de casualidad, porque en la foto siguiente, ella sonríe levemente y su mirada es otra, más acorde a lo risueño de como venía ese momento, recuerdo que preguntó.

_Oye, Mikel, no se me ven las tetas ¿no?_

_No, cariño, quédate tranquila_

Y luego ella insistió en sacarme una foto a mi sobre la hamaca y allí estoy sonriendo, él que era yo en ese momento tan lejano.

Así pasamos tres días maravillosos, follando todos los días, nadando, disfrutando del sol y de esa naturaleza un poco salvaje que contagia parte de su salvajismo al viajero. Nuestro cuarto también daba al mar y el techo tenía una claraboya, una hermosa ventana en el techo que se abría y cerraba con un dispositivo y en la que por las noches podíamos ver las estrellas.

Durante el día el cuarto se inundaba de luz.

Ana salía a correr por la playa todas las mañanas y su piel iba a adquiriendo un leve bronceado dorado, todos los días hacía toples y ya me era común verla en tetas por la arena blanca y a veces se bañaba completamente en pelotas y verla salir del agua era como contemplar una diosa de otro mundo surgiendo del mar, esa cintura tan pequeña que contrastaba con esos muslazos gruesos y musculados y luego las piernas que se afinaban hasta esos tobillos delicados y sus pies descalzos casi parecían flotar sobre la arena, tan fina y blanca como hecha de harina.

Y las gotitas de agua que se desprendían de su pelo y sus tetazas opulentas, esa humedad que era parte del ambiente y que se desprendía de ella también y el sol quemante ya secaba ese rocío sobre su piel.

Y si ella era extrañamente nórdica en ese lugar tropical, siendo una mujer vasca de pura cepa como era, su piel y todo en ella se amalgamaba con el paisaje de un modo perturbador, había una suerte de acoplamiento con ese clima y esas playas y un florecimiento también, aunque subsistía una tensión en ella que no lograba diferenciar a qué se debía.

Y todo eso lo notaba en el sexo también.

_Si!!......dame.,…dame……dame….joder…._ me pedía en cuatro patas sobre la cama con la luz de la luna y las estrellas entrando por la claraboya en el techo.

Y hacía mucho tiempo que no me pedía o me exigía esa fogosidad durante el acto sexual, como si el ambiente le despertara ese deseo salvaje de ser montada y follada.

También es verdad que no estaban las niñas y ya no era la madre que follaba en silencio para no perturbar el sueño del hogar.

Y yo hacía lo que podía porque no recordaba a Ana tan sexual y entregada y sus gritos cuando berreaba sus orgasmos me parecían exquisitos, pero nuevos, salvajemente nuevos, provenientes de esas playas, de esas olas de mar embravecido que a veces era el pacífico, de esa jungla acechante tan cerca de nosotros.

Tal vez por todo eso no me sorprendió cuando el viernes por la tarde me propuso ir al bar donde habíamos estado bebiendo algo la última vez.

_Tal vez podamos bailar algo y nos entonamos un poquillo ¿Qué te parece?_ me dijo picara

_Me parece de lujo_ dije, dejando sobre la tumbona el libro que estaba leyendo, llevaba bastante mal el tener una deficiente conexión de internet y esperaba que en el pueblo pudiera conectarme y revisar mi correo.

_Así hablamos con las niñas y mi madre también_ dijo ella

_Muy bien, salimos de marcha en Playa Cárdenas_ dije

Pero creo que no estaba preparado para ver a Ana en el minivestido blanco en el que se embutió esa noche. Estaba espectacular y por un momento recordé como la miraban todos en el pueblo y sentí un ramalazo de temor.

La fina tela se pegaba a su cuerpo, su perfecta espalda y sus hombros al desnudo, los breteles que bajaban y aprisionaban sus pechos colosales a duras penas por delante, y un triángulo que dejaba ver su ombligo y su vientre liso, y la corta falda que marcaba su culazo y traslucía el tanga sin poder disimularlo.

_Debiera animarme a andar sin bragas con éste vestido_ dijo ella mirándose el culo de espaldas

_ ¿Si?_ dije incrédulo

_Y eso que llevo el tanga más pequeño que tengo_

Y todo ese dialogo me parecía surrealista y extraño, como si no fuera ella.

Y luego se puso las sandalias de fino tacón de unos ocho centímetros por los menos y cuando se incorporó de la cama era la maldita estatua de la libertad cobrando vida.

Era colosal y era demasiado, sus piernas sobre esas sandalias eran demasiado y pensé por un momento si no sería un error que ella luciera esos muslos carnosos ligeramente bronceados por los días de sol y esos gemelos fuertes y esos delicados dedos de los pies dejados al desnudo por las tiras plateadas de las sandalias en ese pueblo alejado de Méjico.

Claro que no sería la primera turista guapa que veían por allí, pero no tenía idea de cómo podía ser el ambiente de ese bar de pueblo.

Y podía ponerme en el papel del padre que regaña a su hija por cómo sale vestida para ir a la disco.

Hubiese sido arruinar el momento.

_ ¿Cómo me veo?_ dijo ella

_Estás de muerte_ dije con un nudo en la garganta

_ ¿Voy demasiado cañón? ¿Me pongo otra cosa?_ dijo de pronto asustada

Retomando la personalidad de mí esposa que podía reconocer.

_No, estas guapísima así_

Y luego ver esas largas piernas en el jeep y se había levantado un vientecillo que templaba el bochorno del día y llegaba hasta mi el perfume de ella y su pelo rubio y fino mecido por el aire fresco. Y su rostro estaba finamente maquillado y sus ojos rasgados se veían un poco más grandes por el iluminador y el delineado de las pestañas y en las muñecas unas finas pulseras y sus pómulos marcados en ese rostro fuerte y a la vez un poco aniñado.

Y nos aparcamos cerca del pueblo y ya la señal de internet era lo suficientemente buena para poder revisar mi correo y luego para hablar con las niñas y en ese momento olvidé todos mis resquemores anteriores respecto de lo espectacular que se veía Ana.

Pero todas esas aprensiones volvieron en cuanto pusimos un pie en ese chiringo, pues todos los rostros se volvieron hacia nosotros, hacia ella en verdad y esos rostros reflejaban el asombro, la incredulidad y el deseo de todos los cobrizos y torvos machos del lugar y la envidia de las mujeres que había allí y sonaba una música alegre y el paso elástico y sensual de mi esposa acalló todas la voces y por suerte sonaba esa música chillona y festiva porque si no el silencio hubiese atronado mis oídos y su mano larga y afilada aferró la mía y pensé que era un error y mis aprensiones se renovaron al punto casi del terror y más aún porque entre esos rostros torvos de los machos del lugar estaban los de los tres viejos que habíamos conocido unos días antes y la boca carnosa de don Chepe se abrió y casi pude leer sus labios dentro de la barba candado.

_La hija de la chingada y su puta madre_ escuché en silencio
 
EL VIEJO DE PLAYA CÁRDENAS Parte 2

En realidad no sé qué dijo Don Chepe, pudo haber sido eso o cualquier otra cosa, pero si pude ver su expresión anhelante, volcado hacia adelante, su mirada ávida de deseo, comiéndose a Ana con los ojos. Y los otros viejos también casi se caen de los taburetes donde estaban.

Y nosotros no sabíamos para donde ir y fue como una atracción natural que fuésemos hasta la barra y allí estaban ellos, los únicos que conocíamos en ese lugar.

_ ¿Cómo está mi seño? Como se nos vino hoy mi señito_ dijo don Chepe

_Pero como está_ dijo afirmativamente el albañil que ahora llevaba una camisa chillona de color morado

_Hola, don Chepe_ dije yo y Ana me miró, extrañada de que yo supiera el nombre de aquel sujeto.

_Como está don Mikel, le presento a mis compadres, este es Memo y aquel Ramón, pa lo que mande usted_

Memo era el albañil y Ramón era precisamente aquel que me había parecido igual a don Ramón el del Chavo del 8.

_Mi esposa Ana_ dije yo, ellos le extendieron la mano de forma muy ceremoniosa, don Chepe se llevó la mano de ella a sus labios.

_Es usted una muñequita mi seño_ dijo Ramón, también llevaba una camisa chillona, suelta sobre la ropa, todos ellos llevaban una camisa así, la de don Chepe era de color rojo con flores blancas estampadas. El olor de colonia barata se mezclaba con el de alcohol y tabaco

_No mames pinche pendejo, es una diosa, una princesa_ dijo el Memo

Con mi esposa estábamos alelados del descaro de estos viejos, todos tenían un color cobrizo pero la piel de don Chepe era más cetrina y apagada.

_ ¿Y qué tal la casita? ¿Se encuentran bien a sus anchas?_

_Sí, estamos muy bien_

_Bebemos un tequilita, eh_ dijo don Chepe.

Todas las mesas estaban ocupadas, hombres y mujeres seguían mirando a mi esposa, aunque más disimuladamente ahora.

_No sé….._dijo ella, incomoda

_Venga mi reinita, yo invito_ dijo Chepe

_Siéntese, muñeca, ándele_ dijo Ramón, y le cedió su taburete junto a la barra.

Todos ellos eran bajos de estatura, Chepe y memo no pasaban del 1,65 y don Ramón estaría por el 1,70, quedaban enanos ante Ana y yo. Don Chepe estaba de pie al lado de Ana, ella sentada en un taburete junto a la barra.

Había un platito de gajos de limón y un salero.

_Esto se hace así, Anita, mire, se pone un poquito de sal en la manito y le pasa la lengüita, debe lamer, mi seño_ dijo él y se puso sal en su manota cobriza.

El mismo puso sal en la delicada y larga mano de mi esposa.

Por primera vez, creo, comencé a sentir más fascinación que incomodidad, el ver a ese viejo coger la mano de Ana y verter sal en el dorso, sus dedos gordos y gruesos sobre los dedos finos de ella, me produjo un asombro y una expectación difícil de explicar.

Y luego la fascinación con que miraban a mi esposa inclinarse sobre su propia mano y lamer la sal que estaba en el dorso de la mano y vi como ellos contenían la respiración cuando la lengua de mi esposa se lamió a la sal sobre la mano.

_Usted también compadre_ dijo Memo, era el que más cara de indio tenía, la nariz muy aguileña y la chiva blanca en el mentón y su coleta.

Puse sal en mi mano y lamí.

_Y ahora el tequilita, pero no lo trague mi reina, manténgalo en la gargantita_

Y entonces, con ese gusto de sal en mi boca, lo supe, me fascinaba que ese viejo estuviera pendiente de ella, que le diera ordenes, que lo intentara con ella, que estaba tan lejos de su alcance, completamente, que no tenía la más mínima chance con ella y aun así la persiguiera, como un perro viejo y tuerto husmeando en el culo de una perra joven y bella y los otros viejos eran la manada que los siguen como poseídos.

Y observé como ella se llevaba el chupito de tequila a la boca con ese grácil movimiento de su brazo y los viejos pendientes de ella, fascinados, encantados.

Y luego yo mismo bebí y ya sabía que debía chupar el gajo de limón a continuación.

_Y ahora chupe este limoncito, mi reina, muérdalo_ dijo don Chepe y le puso el limón en la mano y los pechos de esos tres viejos se agitaron cuando ella chupó y mordió ese gajo de limón con los ojos cerrados y su fina naricita por encima del gajo de limón en la mano y entonces los viejos aprovecharon para mirarla entera, sus tetones haciendo presión sobre los breteles del vestido, su ombligo al desnudo, la curva de su culazo.

_Y ahora tráguelo, pa dentro, princesa_ dijo Don Chepe y ella frunció la carita perfecta y por dios, yo tenía una erección, estaba sorprendido ¿Qué era todo esto?

¿Era que ella seguía las órdenes de ese viejo mejicano en ese bar de mala muerte?

¿Tanto podía ponerme eso?

_Ah que fuerte es_ dijo ella haciendo un gesto de desagrado con la cara

_Tómese una chela pa refrescarse pues_ dijo Ramón y le acercó un vaso de cerveza y ella bebió.

El tequila me quemaba la garganta y rápidamente el efecto del alcohol, cálido y agresivo a la vez recorrió todo mi cuerpo de los pies a la cabeza.

Y entonces vi la mano de don Chepe en la espalda de mi esposa y la mano cobriza resaltaba en el blanco del vestido, por arriba de la línea del culo, allí donde la espalda se arqueaba y la pompa de ese culo asomaba hacía afuera.

Pero el toque era tan leve que no sé si ella lo advertía.

_ ¿Me la presta don Mikel? Pa bailar solamente_ dijo Don Chepe y la sonrisa en su rostro le daba un aire Mefistofélico, diabólico.

Y Ana me miró, extrañada y comprendí que ella también estaba sobrepasada por la atención de esos sujetos, por ese baile de cortejo a su alrededor que rozaba el acoso liso y llano.

Y yo sabía que Ana no se opondría porque le gustaba bailar, porque se había vestido para bailar, porque a sus 37 años quería volver el tiempo atrás, a un tiempo que yo no conocía en realidad, no sabía de la vida de Ana antes de mí, antes de que fuera una abogada joven y luego una madre primeriza y preocupada y luego el trabajo y las responsabilidades.

_Ponga esa rola que me gusta a mi_ dijo don Chepe a Ramón y este fue hasta la rockola y puso una moneda en la máquina y comenzó a sonar un corrido o música ranchera.

_ ¿Baila usted conmigo, mi reina?_ dijo Chepe

_Si…si, como no_ dijo ella y me miró intencionadamente y hasta divertida me pareció

Y ya Don Chepe llevaba a mi esposa hasta la pista de baile, cogida de la mano y otras parejas que bailaban desganadamente los acogieron, haciéndoles lugar.

Y esa extraña música, alegre, festiva, con un acordeón marcando las melodías y que se bailaba un poco dando pequeños saltitos pero abrazados y la mano de don Chepe en la baja espalda de mi esposa y la otra mano entrelazada a la de ella y los cuerpos tan pegados y tan contrapuestos y la pierna del carnicero en medio de los muslos de mi esposa y no podía decir que se estaba propasando pues el resto de las parejas bailaban así y seguía sintiendo esa extraña sensación de excitación sexual, mi erección persistía, y de alejamiento de mi esposa, sentía como Ana se alejaba de mi indefectiblemente, dando esos cortos pasitos, saltarines, abrazada a don Chepe y él le decía algo en la orejita y sonreía y ella muy seria, pero……notaba que ella estaba bien, que hasta lo estaba disfrutando.

_No mames wey no puede estar más buena esta vieja_ dijo Ramon

_Que nalgotas y que chichotas, me estoy quedando ciego, carnal_ dijo el Memo

_Yo le daba hasta que chille la rata, wey_

_ ¿Tú crees que el Chepe se la tira a esta vieja?_

_Cuando ella sienta esa lagartija que tiene el compadre entre las piernas se enamora, carnal_

_ Órale, lo que debe ser estar dentro de esas nalgotas, hacer el delicioso con esa nena_

Decían estas frases soeces sobre mi esposa en voz baja, pero yo no podía dejar de escucharlas y bebí otro trago de cerveza y ver ese cuerpazo estilizado de ella bailando, pegada al cuerpo voluminoso de ese viejo, con su ridícula camisa estampada de flores blancas sobre rojo y la mano de él estaba sobre la cintura y a veces bajaba un poco y ya estaba sobre el nacimiento del culo.

Don Chepe llevaba unas botas tejanas con arabescos dibujados en ellas y un pequeño tacón que elevaba un poco su estatura

Y alguien puso otra música en la rockola, una cumbia norteña y los cuerpos seguían pegados,

Y comencé a aturdirme, a obnubilarme y por momentos sentía enojo hacia Ana por seguir bailando con ese hombre.

_Mírele mi cuate como está esa muñeca, pegadita con don Chepe_

_Lo que debe ser tener las manos en ese cuerpito, compadre_

_La neta, deben temblar esas nalgotas cuando baila_

_La verga de don Chepe debe estar como hierro al rojo vivo_

Y ahora el mentón de Ana se apoyaba en el hombro de don Chepe y su hermosa mano en la espalda seboso de ese hombre, e imagine el tacto húmedo de la camisa sudada y ya los cuerpos era un escándalo de lo pegados que bailaban y la pierna gorda del carnicero entre las piernazas de ella y esa mención que habían hecho los otros dos de que tenía una gran polla, una lagartija entre las piernas.

Y las canciones se sucedían alegres, festivas, aunque la voz que cantaba a veces era lastimosa, como una queja.

Y la última canción acabó y por fin se separaron y las manos estilizadas de ella se apoyaron en los hombros sebosos de él y sus ojos rasgados se entrecerraron y sonrió.

¿Y cómo interpretar esa sonrisa apenas esbozada y ese entrecerrar de ojos?

Y luego él la cogió de la mano y la trajo hasta la barra y ella caminaba con paso lánguido y felino detrás de él ¿Y desde cuando ella era capaz de caminar así?

Me estremecí ¿Realmente conocía a mi esposa? ¿Conocía realmente cual había sido el motivo de la tensión y el desgano y la tristeza de ella en los últimos meses?

Y luego este deseo de soledad, de aislamiento y vida natural para acabar poniéndose un minivestido infartante, marcando culo y tetazas y estar bailando pegada a este viejo ligón en un bar de carretera.

_Pues que bien ha bailado la música ranchera, mi seño_ dijo Ramón, mostrando una boca donde faltaban dientes.

_Don Chepe es un gran bailarín_ dijo ella

_Es que con una reina como usted cualquiera se las hace_ dijo Chepe

Y si, realmente estaba sudado, los chorros de transpiración caían por su frente y sus mofletes de gordo y sacó un pañuelo y se secó con él.

_ ¿Quieres que bailemos tu y yo, cariño?_ dijo ella, su flequillo liso, lucia impecable sobre su frente

_No sabría cómo bailar esta música, cielo_ dije

_Ven, vamos a movernos un poco_ dijo ella

Y salimos a la pista y fue penoso, no sabía cogerle el ritmo y mis movimientos eran tan torpes comparados con lo que había visto antes y acabamos bailando con los cuerpos separados y por Dios, noté cierta frustración en ella.

Y veía como los viejos comentaban entre ellos y se sonreían y las cosas que estarían diciendo de nosotros.

Ella acercó su boca a mi oído, pude sentir su aliento denso y perfumado.

_Vámonos de aquí, estoy cachondilla_ dijo entrecerrando nuevamente los ojos.

_ ¿Te ha puesto cachonda bailar con ese viejo?_ dije

_Me ha puesta calentita la música y el tequila ¿y a ti?_

_Me ha puesto lo pegada que estabas a él_ dije

_Vale, cariño_ dijo ella sonriendo y me dio un beso en la mejilla y noté que estaba un poco empitonada, sus pezones se marcaban en la tela del vestido.

Y al fin al cabo a eso habíamos venido a estas tierras de sol y playa, a calentarnos, a encendernos a recuperar la fogosidad perdida, solo nosotros, sin las preocupaciones, sin siquiera lo que más amábamos en el mundo que eran nuestras hijas.

Y al llegar a la barra, notamos que Ramón no estaba allí.

_Vamos a beber un submarino, parejita_

_ ¿Cómo es eso? _

_ Ya verán que cosa más chido_ dijo don Chepe

Se trataba de arrojar dentro de un vaso de cerveza, un shot de tequila, el pequeño vaso con tequila era arrojado desde cierta altura dentro de la cerveza y mi esposa lanzó un gritito cuando el vaso de cerveza se derramó y ella se hizo para atrás y otra vez la mano de don Chepe en su espaldita y bebimos ese extraño coctel.

Y conversamos un poco más y mientras yo le preguntaba a Memo si era albañil y este me respondía que sí, don Chepe hablaba al oído de Ana y esta sonreía y negaba con la cabeza.

_ ¿Y Ramón a que se dedica?_ pregunté mientras veía la mano de don Chepe en la pequeña cintura de mi esposa.

_Es mecánico el cabrón_ dijo Memo y él también estaba mirando fijamente los tetones de Ana.

Y ella se sacudió la lisa melena hacía atrás y su piel levemente dorada por el sol, brillaba bajo las luces difusas del lugar.

_Vamos a irnos ya_ dijo ella

_ ¿Tan prontito, mi reina?_ dijo don Chepe

_Si, no puedo dejar que mi esposo siga bebiendo, debe conducir_

_Pues si se emborracha nosotros la llevamos, señito_ dijo el Memo

_Gracias, pero no será necesario_ dije

En eso regresó Ramón, querían invitarnos a otra ronda de chupitos pero finalmente conseguimos irnos de allí.

El aire fresco de la noche me despejó súbitamente, me parecía un sueño lo que acabábamos de vivir, miré a mi esposa ¿había sido ella la que había bailado con ese viejo? Parecía un poco avergonzada y cohibida.

Fuimos hasta el jeep.

_Debí haber traído un abrigo_ dijo Ana

_ Que personajes ¿no?_

_Si, que ambiente había_

_Tendremos algo que contar, yo creo_

Ella me miró como diciendo ¿A quién vamos a contar esto?

Comencé a conducir por la carretera fantasmal y desierta, dejamos atrás las pocas casas, el mar era una cinta de plata a mi izquierda.

_ ¿Qué te decía ese viejo mientras bailaban?_ pregunté a mi esposa

_Tonterías_ dijo ella

_ ¿Si? ¿Groserías?_

_Tú has visto como son, ese modo de hablar tan meloso, me exasperan, siempre al borde de la….._

Ella no llegó a acabar la frase, el motor del jeep hizo un ruido extraño.

_ ¿Que fue eso?_ dijo ella

_No lo sé_

Y luego el motor volvió a toser, como si se ahogara.

Pareció recobrarse y seguimos como cosa de un kilómetro en silencio, miraba las fantásticas piernas de mi esposa, las sandalias con su fino tacón, esos increíbles muslos, parecía pensativa y reconcentrada en sus propios recuerdos.

Y luego ese ruido extraño del motor otra vez, como si fuera un animal moribundo pugnando por seguir adelante sin conseguirlo.

_Algo no va bien_ dije, estábamos a mitad de camino ya.

El jeep comenzó a morirse entre mis manos, tosió secamente varias veces más y luego el motor se extinguió con un ruido sordo, aproveche el impulso que llevábamos y el camino en bajada para dejar ir al jeep al costado de la carretera y de repente todo fue silencio.

_Que putada_ dijo mi esposa

Bajé del vehículo, la luna nos iluminaba con su luz lechosa, levanté el capot del jeep como un acto reflejo, no sabía nada de mecánica, iluminé con el móvil, todo parecía estar bien.

_No hay señal aquí_ dijo mi esposa con el móvil en la mano.

Miré la carretera desierta, episodios de robos violentos en las carreteras de Méjico vinieron a mi memoria.

_ ¿Qué hacemos?_ dijo mi esposa

_Esperar que alguien pasé y pueda ayudarnos o comenzar a caminar hasta la casa_

_Dios, no puedo creerlo_ dijo ella con fastidio

_Creo que no fue una buena idea haber ido a ese bar_

_ ¿Por qué lo dices?_ dijo ella desafiante

_Por esto, Ana, por lo del motor_

_Vale, pensé que te referías a otra cosa_ ella seguía sentada en su butaca

_ ¿Lo dices por lo del viejo? No me molesta que hayas bailado tanto con él_

_No sé…..tal vez no estuvo bien que bailara…tanto como dices tú_

_Lo estabas pasando bien y ya_ dije

_Es que no se explicarlo….pero era una sensación como de ser otra persona_ dijo ella

_ Lo entiendo, además era un buen bailarín, no como yo_

_Ven aquí bobo_ dijo ella

Me acerqué a su lado, yo de pie y ella todavía sentada, nos besamos.

_ ¿Tienes miedo?_ dije

_Si, pero estamos juntos, nada puede salir mal_ dijo ella

Entonces vi la luz de unos faros que descendían por la lomada. Creo que no tenía opción, debía confiar y hacer señas para que se detuvieran, crucé los brazos por sobre mi cabeza, el coche comenzó a detenerse.

Y luego el corazón me dio un vuelco cuando el conductor descendió con cierta torpeza.

_Que onda mis amigos ¿Qué les pasó, pues?_

Era don Chepe, con los otros dos, en un viejo Volkswagen.

_No sé qué le sucedió al motor_ dije

_Ah que suerte que hayamos pasado por aquí entonces, hay mucho bandido por esta zona_ dijo don Chepe

Ramón se acercó al motor, lo inspeccionó, mi esposa se puso al volante.

_Dele arranque, señito_ le decía él

_Pise el embriague, mi reina_

El motor quiso volver a toser una vez más pero se ahogó definitivamente.

_Podemos acercarles a su casa, no se van a quedar aquí, es peligroso_ dijo don Chepe

Mi esposa dudaba, comencé a pensar si todo esto no era una trampa, si querían violarnos y matarnos, estábamos perdidos

_No tenga miedo, mi seño, somos gente honrada_ dijo don Chepe

Y abrió la puerta del coche a mi esposa, caballerosamente.

Ella alargó una larga pierna musculada y se deslizó en el asiento del copiloto.

Memo me dio paso y de pronto me encontré en medio de los dos hombres en el asiento trasero del pequeño vehículo.

Nos pusimos en marcha, sorprendí la mirada de don Chepe sobre mi esposa, sus piernas estarían expuestas a sus ojos en toda su largura.

Memo llevaba una nevera portátil entre sus piernas, sacó de allí unas cervezas, me pasó una y otra a Ramón.

_Beba compadre, a su salud_ dijo, me llevé el botellín a los labios, no me quedaba otra cosa por hacer, bebí un buen trago y sentí un gusto amargo pero seguí bebiendo, los cuerpazos de los viejos me comprimían como una sardina enlatada.

_Que piernas tiene usted, mi reinita, hace mucho deporte, seguro_ dijo don Chepe

_Fui atleta de pequeña_

_Ya me parecía a mí ¿Y nunca trabajó de modelo?_

_Nunca fui tan flaca como para ser modelo _

_ Claro, las modelos son unas flacas escuálidas y usted, mi princesa, tiene la carne justa, en su sitio y bien puesta_

Ramón pasó unos botellines para adelante, mi esposa bebió también, la intimidad entre don Chepe y ella me dolía y me atemorizaba otra vez.

_Ya estamos llegando, pero yo mirando sus piernas viajaría hasta Sinaloa mismo_ dijo el viejo

Ella no respondió.

El coche entró en nuestra propiedad, sentí un poco de alivio, aunque tenía la cabeza pesada y comenzaba a estar soñoliento, estas últimas impresiones me habían agotado.

_Mañana a primera hora voy a por su jeep y lo reviso en mi taller, no se preocupe don Mikel_ dijo Ramón.

Si, tal vez eran realmente buenas personas y honradas, todo estaba bien.

_Bueno, supongo que nos invitarán un traguito antes de que continuemos viaje_ dijo don Chepe

_Si, por supuesto_ dijo mi esposa

Entramos a la casa, el ruido de las olas al romper era la música de fondo, mi esposa encendió las luces.

_Pero que chingón está esto, compadre_ dijo Memo

_Solo tenemos un poco de vodka y zumo de naranja_ dijo mi esposa trasteando con largos pasos en la cocina, escuchaba el abrir y cerrar de las alacenas.

_Pues eso estará muy bien, mi reina_ dijo don Chepe

Quise decir algo pero notaba mi lengua como de trapo, no podía articular palabra, me dejé caer en el sofá, Memo se sentó pesadamente a mi lado, tenía un botellín en la mano.

Don Chepe sonreía cómplice con Ramón, mi esposa preparaba los tragos en la cocina.

_Me quedé con ganas de bailar una última rola con usted, mi princesa_ dijo Don Chepe alzando la voz.

Ella apareció trayendo una bandeja con los tragos, sus tetones y sus piernas y su ombligo denudo con esa fuente de tragos era algo obsceno y esos viejos en nuestra sala y yo que me caía de sueño.

_ ¿Estás bien, cariño?_ me dijo ella

Y entonces comenzó a sonar una música desde un móvil, era una ranchera muy lenta, distinguí un acordeón y una tuba con sus sonidos graves y profundos que me recordaban una procesión religiosa que parecía venir desde mi infancia.

_Esto quería bailar con usted, mi seño_ dijo don Chepe

_Creo que no es momento_ dijo ella, alcanzándole un trago color naranja

_Ándele princesa, escuche lo que dice la letra_

“La verdad no pensamos ni imaginamos todo lo que pasaría” cantó una voz grave.

Don Chepe bebió de su trago.

_Que rico, bien fresquito_

“Solo con una mirada” siguió cantando la voz.

Ana me miró con temor, Ramón cogió su trago de la bandeja, muy cerca de mi esposa

“te acercaste de una forma misteriosa y en ese preciso instante” cantó la voz

¿De dónde viene esa voz? Me pregunte y esa tuba marcando el compás y el acordeón

_Ándele, muñequita, esto es pa bailarlo con una nena como usted_ dijo don Chepe y cogió la mano de mi esposa y se acercó a ella

“te confieso me gustabas” cantó la voz, mis parpados se cerraron, volví a abrirlos, don Chepe y Ana bailaban ahora con los cuerpos muy pegados, la mano cobriza de ese hombre en la cintura pequeña de mi esposa.

Volví a cerrar los ojos, me dormía indefectiblemente quise gritar y no pude.

“Y es que ya estaba escrito que me tocaban tus besos” cantó la voz, miré por última vez a la pareja que bailaba, el mentón de Ana estaba sobre el hombro de don Chepe y la mano de él casi en el culo redondo y prieto por el vestido blanco.

_Que culazo tiene esta vieja_ escuché susurrar al Memo para sí mismo y cerré los ojos y todo fue tinieblas y me dormí.

Luego la voz de Ana y su rostro en primer plano, el maquillaje corrido.

_Cariño ¿Estás bien?_ decía ella, había luz natural, estaba amaneciendo

_Tengo mucho sueño_ dije y volví a cerrar los ojos

Luego me despertó el romper de las olas, mi cabeza pesaba una tonelada, la sala estaba desierta, vi sobre la mesilla al lado del sofá los vasos vacíos, el olor del tabaco, alguien había fumado allí, recordé los sucesos de la noche anterior.

Me incorporé, mi cabeza iba a salírseme del cuerpo de un momento a otro, miré un reloj colgado en la pared, eran las diez de la mañana, el sol penetraba todo con su luz.

Caminé con paso torpe hasta el cuarto, lo primero que vi fueron las sandalias tiradas en el suelo, una lejos de la otra y luego el vestido blanco hecho un guiñapo, arrugado, arrojado al suelo sin miramientos y en la cama el cuerpazo de mi esposa, durmiendo boca abajo.

Estaba completamente desnuda, su pequeña cintura y el culazo redondo y pleno y las nalgas opulentas y parte de su coño rosado y abultado se veía también y el pelo liso le caía por los hombros y parte cubría su carita y sus piernazas interminables despatarradas, la pierna derecha flexionada y la izquierda extendida y las arruguillas de las plantas de los delicados pies, un brazo doblado bajo la cabeza.

Respiraba acompasadamente en forma tranquila y serena.

Volví a la cocina, puse a hervir agua para hacer café, regresé a la sala, las olas seguían golpeando rítmicamente en la orilla, debajo de la mesa había una mancha blanca, fui hasta allí, me agaché a recoger la prenda, era el diminuto tanga blanco de mi esposa, abandonado y arrugado bajo una silla.
 
EL VIEJO DE PLAYA CÁRDENAS Parte 3

Cogí el tanga blanco, de encaje, me lo llevé a la nariz, fue un acto reflejo, lo hice sin pensar, tenía el olor fuerte de su sexo y también el aroma del perfume que ella usaba, el olor corporal se mezclaba con la esencia florida y acida, respiré de ese olor con avidez, la recordé bailando pegada al cuerpo gordo y fornido de don Chepe ¿Había pasado algo entre ellos?

No, era imposible pero ¿qué hacía la prenda íntima allí, debajo de la silla?

Me habían puesto algo en la cerveza, no era normal como me había desmayado, no estaba borracho ni mucho menos.

El día parecía tan calmo, tan como siempre, ese paraíso terrenal que era el paisaje, las olas rompiendo sobre la arena una y otra vez, el sol, el aire saturado de naturaleza y de oxígeno. Me guardé el tanga en el bolsillo del pantalón.

Preparé café ¿Y si ella no hubiese tenido más opción que entregarse a esos viejos? Habíamos estado en su poder de alguna manera. Pero si la hubiesen violado, Ana no estaría durmiendo tan tranquila ¿O también la habían drogado? Todas esas hipótesis violentas que mi mente planteaba no eran tomadas en serio por mi subconsciente, estaba extrañamente tranquilo y ansioso a la vez, pero no me animaba a despertar a mi esposa.

El sabor del café me reanimó, me dio hambre y preparé unas tostadas.

En ese momento vi aparecer a Ana, con su liso cabello revuelto y el bikini puesto y una camiseta, caminando descalza, los hermosos pies sobre el suelo de terracota.

_Que guay el olor a pan tostado_ dijo ella

_Buen día, cariño ¿Quieres café?

_Claro, te has despertado al fin, dormilón_

_ Ana ¿Sucedió algo anoche?_

Su mirada era lánguida y esquiva, extraña.

_Sucedió que te dormiste y me dejaste sola con esos tres_ dijo ella

_ ¿Te hicieron algo?_

_Tuve que bailar con don Chepe y escuchar sus tonterías y luego les dije que tenía sueño y se marcharon_

_ ¿Se marcharon así como así?_

_Querían beber otra copa y seguir bailando, pero ya no daba más de sueño_ dijo ella

_Vi el vestido en el suelo_

_Me desnudé como pude, estaba un poco borrachita también_ dijo ella como una niña que se ha portado mal y lo sabe

¿Cómo una niña que está mintiendo con descaro?

Pensé en preguntar por qué había dormido desnuda, por qué estaban sus bragas en la sala, pero no podía, ya comenzaba a parecer un interrogatorio.

Bebimos el café y comimos tostados con mantequilla y mermelada de melocotón.

_Voy a la playa ¿vienes?_ dijo ella luego

_Si, ahora te alcanzó_ dije

Me cambie de ropa, la de la noche tenía olor a tabaco, habían fumado mientras yo dormía en el sofá.

Salí a la galería, vi como ese cuerpazo increíble de mi esposa se sumergía en las olas, era una buena nadadora también.

Me quedé pensativo y preocupado, nunca antes había tenido esa sensación de que Ana me estaba mintiendo.

Escuché el ruido de coches que se acercaban, me puse en pie, en nuestro jeep venía conduciendo Ramón y en el viejo volkswagen venía don Chepe.

_ Qué onda, patrón_ dijo el mecánico cuando bajó del jeep

_Buen día, ¿ha podido repararlo? ¿Qué le pasó?_

_Seguro le han echado gasolina adulterada, don Mikel, solo lo he purgado y ya lo ve, como nuevecito_

_ ¿Cuánto le debo?_ dije

_Ya está bien pago, mi cuate_ dijo don Chepe, con el delantal blanco, pringado de carne reseca de animal

_ ¿Por qué dice eso?_ pregunté

_No es nada, don Mikel, ya invitará unas rondas en el bar_ dijo Ramón

Mi esposa venía caminando lentamente con su bikini, goteando agua, secándose el pelo con una toalla.

_ ¿Me regala un vaso de agua, patrón? _ dijo Ramón

_Si, venga_ dije

Entramos a la casa, por las puertas francesas, vi como don Chepe cogía la mano de Ana y se la llevaba a los labios.

_Como se ha dormido usted ayer, patrón_ dijo el hombre

_ ¿No sucedió nada aquí, anoche?_ pregunté

Ramón parpadeó, su bigotón se agitó por la risa

_ ¿Pues qué va a suceder? la señito tenía sueño y nos echó_ dijo con una risa torcida, era flaco, extremadamente flaco y huesudo.

Bebió el vaso de agua helada y vi como don Chepe hablaba con Ana y esta bajaba la cabeza y se cruzaba de brazos, como tapando los tetones opulentos y él la cogía del codo.

¿Qué coño era todo aquello?

Salí a la galería.

_Usted es como una sirenita, saliendo del mar_ decía don Chepe

_ No se cansa de decirme cosas tontas_ dijo ella

_Cosas bonitas para una bella flor como usted_

_Gracias por traer el jeep, ahora deben irse_ dije yo

_Ya está bien, mi carnal, ya nos vamos, ha valido la pena el viajecito para ver estas vistas_ dijo mirando el cuerpazo de mi esposa que aún descalza le sacaba una cabeza de altura, su tono seguía siendo zumbón y falso pero en sus ojos noté el enfado por lo que le había dicho.

Se fueron, me metí en el mar, nadé un poco, almorzamos, dormimos la siesta, luego más playa y luego me tumbé en la hamaca que estaba en la sala para leer un poco.

Y entonces vi a mi esposa salir del baño, se había duchado y llevaba un short vaquero ajustado a su culo, era muy corto y desflecado y sus piernazas estaban bien marcadas y torneadas porque llevaba en los pies las sandalias plateadas de la noche anterior y arriba una camiseta con tirantes que dejaba ver sus hombros redondeados.

_ ¿Vas a salir?_ dije

_Pensaba ir al pueblo, hoy funciona una feria de artesanías, supuse que preferirías quedarte_

_Si, se está bien aquí, con un libro y esta hamaca ¿para qué más?_ dije

Pero por dentro mi mente bullía ¿para qué diablos te has puesto ese short de puta y esas sandalias de noche? Quería gritar, pero no podía hacerlo.

Nunca antes me había sucedido algo así con ella.

_ ¿Quieres venir?_ dijo ella con culpa, era tan evidente que lo preguntaba sin convicción, esperando que me negara

_No, ve tú, diviértete_

_Vale_ dijo

Me recosté en la hamaca, ella se detuvo en la puerta francesa, pareció vacilar, se giró, su cara era tan hermosa, con esa gran boca carnosa, la fina nariz, esos pómulos.

_Te amo, Mikel ¿lo sabes, no?_

_Si, lo sé y yo te amo a ti_

Entonces vino hasta la hamaca y me besó, sentí, su perfume, parecía angustiada, acaricié su pelo tan rubio y tan liso.

_No precisas ir_ dije

_Nadie me obliga_ dijo

Y eso me sumió en nuevas dudas, fue tan enigmático. Vi su culo alejarse, el short apenas cubría la parte de debajo de sus nalgas, esos muslazos carnosos, subió al jeep con un largo paso de sus largas piernas.

Verla caminar sobre esos taconazos con ese diminuto short era brutal.

Escuché el jeep alejarse y salté de la hamaca.

Tuve suerte, al llegar a la carretera un autobús desvencijado se arrastraba con estrepito.

Subí y me dejé caer en un asiento vacío, los rostros cobrizos de algunos campesinos me miraban con curiosidad.

El traqueteo del bus se me hizo interminable, llegamos al pueblo.

El jeep estaba aparcado junto a la carnicería, me estremecí.

La carnicería tenía un cartel de cerrado. Una mujer bajita y morena se paró frente a la puerta, con una bolsa de la compra.

_Órale, este don Chepe con alguna de sus nenas otra vez_ dijo como recriminándome a mí esa conducta.

De un lado estaba la tienda de ultramarinos y del otro lado un largo pasillo abierto entre la carnicería y la otra casa que estaba tapiada.

Me metí por el pasillo y al llegar casi al final, había una puerta enrejada que parecía dar a la parte trasera de la carnicería.

Empujé esa puerta oxidada y se abrió, chirriando un poco, pasé a un patio lleno de trastos y basuras, había ruedas de coche tiradas y cubetas de plástico y hierros oxidados.

Vi una puerta de madera un poco astillada con la parte superior de vidrio, que daba a la casa y una ventana pequeña como esas que suelen estar encima del fregadero.

Y escuché una voz y luego vi aparecer una figura a través del cristal sucio de la puerta.

Era Ana, me oculté o más bien me agaché lo que más pude procurando hacerme invisible.

Ella se giró de perfil y se cruzó de brazos, una figura se puso a su lado, los dos quedaron de perfil a mí.

Don Chepe acarició una mejilla de mi esposa con el dorso de la mano, no lograba distinguir las palabras.

Ella seguía de brazos cruzados, cubriendo los tetones, él hizo que ella descruzara los brazos, la boca carnosa de mi esposa le estaba diciendo algo, él volvió a acariciar la mejilla con el dorso de la mano y llevó una mano a la nuca de ella por debajo del largo y liso pelo rubio y logró que el largo cuello se inclinara hacía abajo.

Y ella cerró los ojos y una mano cobriza de él fue hasta la cintura de ella. Y una mano delicada de ella se apoyó en el brazo velludo y grueso de aquel hombre y me di cuenta que su delantal de carnicero estaba puesto sobre el torso desnudo.

Y no podía suceder lo que estaba a punto de suceder, mi corazón bombeaba como enloquecido.

La boca carnosa y fresca de Ana se acercaba a la boca de labios agrietados de ese hombre, con esa barba candado y el fino bigotillo.

La mano que estaba en la cintura fue hasta uno de los pechos de ella y apretó por sobre la camiseta.

Y las bocas se encontraron en un beso soez y guarro, los labios de él devoraban la boca de mi esposa y ella correspondía el beso, entrelazando su lengüita rosada con la lengua carnosa y grande de él y se morreaban en toda regla ladeando las cabezas y ella tenía sus finos dedos en la nuca de ese hombre y una mano de ese hombre estaba detrás de ella, tocando su culo y la otra se metía por debajo de la camiseta, sobando una teta descaradamente.

Y de pronto ella se apartó un poco y lo miró y dijo algo, muy sería, el rostro demudado y las bocas volvieron a chocar, desaforadamente, con pasión, con un deseo que me sorprendía y conmovía al mismo tiempo.

Las sienes me latían y mis ojos se dilataban y estaba paralizado.

Y de pronto él la cogió de la mano y la arrastró hacía el interior de la casa y vi su culazo redondo bambolearse embutido en ese diminuto short vaquero.

Muchas veces había escuchado la expresión estar alelado, aunque siempre había creído que era estar helado, congelado, en realidad significa estar tonto o quedarse tonto.

Ahora yo estaba de las dos maneras, me había quedado tonto y congelado a la vez, sentía la sangre latir en mis venas, me di cuenta que me mano estaba aferrando un trozo de hierro oxidado desde hacía rato, lo solté con horror.

Mis pasos se movieron solos, hasta la casa, hasta la desvencijada puerta de madera.

La abrí, el olor me detuvo. Era olor a carne, fuerte, olor a carne no diría en mal estado pero si un olor fuerte y desagradable.

Ana me ha sido infiel, Ana me es infiel, Ana me ha puesto cuernos, pensé.

En el fregadero había platos sucios, todo estaba sucio.

Escuché gemidos, claros, inconfundibles.

Todo ha terminado entre Ana y yo me dije y esa idea me aterró aún más que el hecho de su infidelidad.

Caminé por un pasillo, al fondo se veía la puerta de entrada de la carnicería, el frigorífico mostrador con las carne en él, volaban algunas moscas.

_Ahhh!!.....mmmm!!....._

Un nuevo gemido y provenía de mi izquierda, había una puerta entornada, la empujé como un sonámbulo, estaba completamente aturdido.

El culo de don Chepe era plano y seboso, más pálido que el resto de su cuerpo, estaba de rodillas y tenía el delantal de carnicero puesto y nada más, veía el lazo de tela que lo sujetaba por detrás, arriba de ese culo seboso. Y las plantas de sus pies eran planas y toscas y se veían dos huevos gordos y lampiños.

Estaba de rodillas en la cama matrimonial, detrás de Ana quien también estaba de rodillas en la cama sucia y deshecha y los dos de costado y de espaldas a mí, mirando hacía el cabecero y a la pared descascarada.

El short vaquero y el tanga habían sido bajados hasta las rodillas y la cabeza casi calva de don Chepe con sus dos chuzas a los costados, estaba metida en medio de las nalgas carnosas y tersas de mi esposa y sus manos toscas y bastas sobre cada nalga, abriendo ese culo para que la lengua se clavara en lo más íntimo de Ana, haciendo que su espaldita se arqueara y su boca profiriera esos gemidos lastimosos.

_Mmmm!!.....dios………si….si…_ dijo ella

Y luego me pregunté cómo no grité y los insulté y como no intenté dar una paliza a don Chepe y arrancar a mi esposa de sus manos, impedir que su lengua grande y glotona siguiera martirizando el coño y el culo de Ana.

Pero estaba alelado, había sufrido un shock mental como nunca antes en mi vida.

Supongo que así se debe sentir el que ve un fantasma o un vampiro o un extraterrestre.

No podía reaccionar y ellos no podían verme.

¡¡¡PLAASSSS!!

Las manos de don Chepe habían golpeado al unísono los soberbios cachetes del culo y su lengua se enterró en el ano humedecido y esa lengua era enorme y gorda, podía verla con claridad.

Y la polla erecta se me mostró por un breve momento y me estremecí.

Primero por ver una polla desnuda tan cerca de Ana y segundo porque esa polla era como la lengua, gorda y enorme, era una polla brutal y obscena en su tamaño.

Una lagartija entre las piernas habían dicho Memo y Ramón y no habían exagerado.

Y el cuerpazo de mi esposa a cuatro patas sobre esa cutre cama, en esa sórdida habitación con olor a carne de animal muerto y pensé en lo cachonda que debía estar para soportar ese olor, para que no le importara, para estar gimiendo como una perra en celo.

Para dejarse husmear y chupar y sorber por esa boca y esa lengua bestial y el ruido acuoso de su coño me ofendía, no podía ser ella, ser la misma Ana que yo conocía, pero su rostro se giró un poco a su derecha y pude verla, ella con los ojos cerrados y la carita fruncida en una fea mueca, su boquita, sus pómulos, los huesos fuertes y poderosos de su cara.

_Que rica panochita tienes, mi nenita_ dijo don Chepe con esa voz de aguardiente, que se arrastraba como lagartija también, polla y voz de lagartija.

Y me sorprendí de que hablara también, de que fuera humano

¡¡¡PLASSS!!!

Otro azote a dos manos sobre las nalgas de mi esposa

_AY!!....cabrón……que hijoputa eres……_ dijo ella

_No se queje mi reinita….no te quejabas anoche, eh putita_

Y las manos toscas separaron las nalgas y la lengua gorda dio un gran lametón de abajo hacia arriba, chupando coño y culo de un solo envión.

Y casi me caigo, juro que me tambaleé, porque era la confirmación de que habían follado anoche y porque jamás en los casi catorce años que la conocía había escuchado a mi esposa decir eso de “hijoputa”.

Era una expresión que no iba con ella, no iba con ese flequillo rubio y liso sobre su frente, no iba con esos aires de abogada pija y consentida, no iba con la chica ingenua de la que me había enamorado.

Y un beso sonoro sobre la nalga izquierda de Ana y la mano derecha de ese paleto comenzó a frotar todo el coño como enloquecida y el dedo pulgar de la mano izquierda, que era grueso como una salchicha, se hundió sin piedad en el ano prieto de ella y las manos se movían al unísono, sincronizadamente, penetrando culo y frotando el clítoris y la raja del chochete encarnado y enrojecido y sus torneadas piernazas flaquearon y su mejilla se inclinó sobre el sucio colchón y ella todavía tenía las sandalias puestas.

_AHHHH!!!!.....DIOS………. ¿QUE ME HACES HIJOPUTA?...._ Gritó ella con una voz histérica

_ TE FRIEGO ESTA CONCHA DE PUTA QUE TIENES….PENDEJA….PARA QUE ACABES…..PINCHE PENDEJA……..COMO ANOCHE……_

_DIOS!!!!.......ME CORROOOOO………¡¡VIEJO DE MIERDA!!!!………._

_ÁNDALE….…ACABA DE UNA VEZ….ACABA….PINCHE PUTITA….TETONA MARICONA QUE ERES……._

Sus piernas temblaban como nunca la había visto antes, con los tacos de las sandalias, temblando también, bien de puta del porno, follando en taconazos y el viejo aferró uno de esos finos taconazos y pegó una violenta bofetada a mano llena sobre el coño empapado y la polla monstruosa hacía una carpa sobre el delantal roñoso con manchas de sangre reseca de carne de vaca y de cerdo.

Ella sollozaba con el rostro sobre las sabanas mugrientas, aferrando una almohada con sus finos nudillos.

_Te lo dije anoche que ibas a querer repetir, mi reinita…..y mira que pronto ha sido…..no, si la neta, la vieja que prueba mi verga quiere repetir……_

Y se levantó el delantal y refregó esa monstruosidad por el coño de Ana y empujó con un movimiento de pelvis, de costado y empujé un poco más la puerta y entonces me vio, en el mismo momento en que se hundía en ella.

Y el suspiro de Ana fue tan grande que me aterró y supongo que el maldito viejo vio que mi cara era de terror, que estaba alelado, que no suponía ningún peligro para él, pues sonrió.

Y esa sonrisa me heló aún más, sus ojos saltones también sonrieron y sus cejas estaban como depiladas y eran siniestras y así sin dejar de mirarme, soltó un brutal azote sobre el culo de Ana.

PLASSS!!!

Y sacó más de la mitad de la polla y la volvió a enterrar

_Auugggh!!!......dios……más…..despacio…hijoputa……_

_Mira si te viera tu maridito……rubita…..la pinche pendeja puta que eres mi reina_

_AUUUGGHHHH!!!....¡¡¡¡DIOS!!!....QUE POLLA…TIENES…..CABRÓN……_ Grito Ana y yo no daba crédito de que ella pudiera hablar y gritar así

El viejo se giró ahora, dejo de mirarme y aferró el largo y liso cabello rubio de Ana y lo asió como una rienda y jaló hacía si mismo violentamente y el torso de ella se arqueo hacía atrás y un pecho se escapó por debajo de la camiseta.

Y el viejo se hundió sin piedad y un nuevo azote dejó su nalga temblando.

Y él estiró un brazo para aferrar y sobar ese pecho colosal y jaló del cabello y la pelvis sebosa chocó varias veces contra las nalgas turgentes.

_Que nalgonas tienes…pendeja…bien puta como todas las españolas…..a que tu maridito no te coge así…pendeja_

_AHHHHH!!!!.........AHH!....AH!....AH!----AH!......._

-¿A qué?…………..¿te coge o no te coge bien tu esposo……?...dímelo o no sigo, pendeja_

Y se puso los puños en jarra y se quedó inmóvil y entonces sucedió una de las cosas más terribles que vi esa tarde.

Ana lanzaba su culo contra la polla de don Chepe, buscando ensartarse ella misma, el viejo se quitó el delantal y se secó el sudor de su cuerpo gordo y velludo y la cara y luego lo arrojó al suelo.

_Fóllame….fóllame…por favor…no pares…_ suplicó mi esposa y giró su cara hacía él mientras seguía follándose ella misma, echando su cuerpo hacia atrás en un vaivén desesperado.

Y mi corazón se paralizó porque pensé que podía verme, pero estaba ella tan fuera de sí que no lo hizo.

_Dime si tu esposo sabe cogerte como a ti te gusta o no y te sigo echando pasión, mi nena_

Ella se lanzó contra la polla y él se apartó un poco, martirizándola

_No….no sabe……..no sabe follarme…no sabe follarme como tú…._dijo ella en un susurro ahogado

Fue como si me hubiesen clavado un puñal en el corazón

Me quité de la puerta y lloré, las lágrimas caían por mi rostro como un manantial y el viejo comenzó a follarla duro otra vez y esta vez solo escuchaba los golpes de pelvis contra nalgas y los gruñidos de cerdo de él y los gemido enloquecidos de ella y los azotes en el culo y el chirriar de la cama y todo era un pandemónium y veía el sol entrar débilmente por las cortinas corridas de la tienda y las moscas sobrevolar.

¿Cómo habíamos llegado hasta este momento crucial y determinado? ¿Cómo?

Volví a asomarme al cuarto y me sorprendió el olor denso del sexo que se mezclaba con el olor a carne. Y Ana estaba totalmente volcada hacia adelante, los brazos extendidos hacia adelante y los dedos largos y finos extendidos y rígidos y ya no gemía, berreaba con su boca ahogada contra las sábanas mugrientas y don Chepe se hundía dentro de ella y con sus manos separaba las nalgas para ver bien como su polla entraba hasta los cojones y entonces escupió sobre el ano y un espumarajo de saliva caracoleó en ese agujero prohibido y el dedo pulgar volvió a hundirse en el culo y ella comenzó a correrse por segunda vez y los gemidos de mi esposa no eran humanos, eran berridos de bestia que va al matadero.

Y don Chepe se salió de ella y su polla erecta y goteante era una monstruosidad y el viejo fue mi cómplice, no dejo que ella se volteara y pudiera verme, le quitó la camiseta y el short y el tanga y luego se su puso de pie sobre la cama y colocó a Ana de medio perfil y de rodillas en esa misma cama mugrosa.

Podía ver su culo grande redondo y la pequeña espalda con una fina línea que la dividía en dos mitades simétricas y la pequeña cintura y los finos tacones de sus sandalias debajo del culo portentoso.

_Ahora me vas a mamar bien la verga, pendeja y luego a tragar toda mi lechita bendita_

Ella se hizo a un lado el largo pelo y pude ver la boca tragar, lo que podía de esa enormidad, ese rostro perfecto de medio perfil y una mano en los grandes huevos lampiños.

Y el viejo puso una manaza debajo del mentón delicado de ella y la otra aferró el pelo otra vez como una rienda.

_Pon tus pinches manos a la espalda, pendejita, yo te cojo la boca, así_

Ana llevó sus manos a la espalda y las puso en su cintura, un poco más arriba de su culo y me dolía verla tan sumisa, tan entregada y recién en ese momento comprendí que yo también tenía una gran erección, mi polla estaba a punto de explotar dentro de mis calzoncillos.

Y el viejo follaba la boca de Ana de forma salvaje, sacando la polla de su boquita con un gran reguero de saliva y frotaba la polla y los huevos por toda la cara de ella, congestionada, con los ojos cerrados, su flequillo todavía armado sobre la frente aunque pegoteado por el sudor.

Y los hermosos y largos brazos a su espalda en esa dolorosa posición de esclava y entonces el viejo puso sus pelotas al alcance de la lengüita de ella.

Y Ana lamió y recorrió esos huevos con delectación, con entusiasmo de mascota que quiere complacer a su amo.

_Órale, mi reina…así….mi muñequita….así…todos mis huevos envueltos con su salivita_

Y ella parecía excitarse con esas palabras y más lamía y envolvía esas pelotas, con la mano cobriza asiendo su pelo rubio y sus propias menos delicadas a su espalda cumpliendo la orden del viejo.

_ ¿Está preparada para tomar su leche, mi nenita?_ dijo el viejo otra vez con su voz melosa que chorreaba una falsa dulzura

_ Si…..si dame…….. tu leche…_ dijo ella y volvió a lamer los huevos.

Y don Chepe metió su enorme verga en la boca de Ana e hizo un movimiento de pelvis, follando otra vez la boca.

_Mira si te viera tu maridito, pendeja….lo puta que eres, pinche pendeja_ dijo Don Chepe mirándome y entonces metí mi mano por dentro del pantalón, sentí que había enloquecido por completo, ya nada me importaba, ya había cruzado el umbral de la locura, yo no era yo mismo.
 
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