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Este argumento me fue sugerido y esbozado gentilmente por el forista Carlos a quien le agradezco su valioso aporte
EL VIEJO DE PLAYA CÁRDENAS Parte 1
Miraba a mi esposa sonreír y pensé que había valido la pena.
Valía la pena estar viajando en un jeep descapotable por una carretera mejicana rumbo a un ignoto lugar como Playa Cárdenas.
_Sé dónde hay un lugar como el que estás buscando_ me había dicho mi amigo Javi.
_Un lugar alejado de todo, donde solo seamos tú y yo, con playa y una casita frente al mar ¿no sería hermoso? _Había dicho Ana, mi esposa
En verdad nada podía seducirme menos, siempre me he considerado un bicho de ciudad, una playita estaba muy bien, algo como Ibiza o Marbella o Mallorca, playa y ciudad y luz y sitios con gente, naturaleza, vale pero con conexión a internet.
Sin embargo allí estaba, dispuesto a complacer esta fantasía de Ana.
Había sido un año duro para ella, es lo que pasa, te conviertes en una abogada exitosa, tienes 37 años, una familia, dos hijas increíbles de 12 y 11 años, lo tienes todo y de pronto aparece un caso que te hace parir y lo empiezas a ver todo negro y surge luego esto, la fantasía de huir, lejos, a un lugar donde ya no eres la abogada pija que gana la pasta gansa, que trabaja en un gran estudio sino una alocada muchachita otra vez con su novio, rumbo a una playa perdida del océano pacifico.
Sonriendo en un jeep descapotable, rentado en Oaxaca.
Y yo estaba encantado de verla sonreír y no con esa cara tensa de los últimos meses, desencajada, irritada, de mal humor.
Ana era lo mejor de mi vida, había tenido suerte, yo era un ingeniero industrial con suerte.
Su largo cabello rubio era muy fino y muy liso con un sensual flequillo sobre la frente, sus ojos eran muy hermosos, color gris, pero eran pequeños y rasgados, como si le costara esfuerzo abrirlos completamente, pequeños al lado de sus pómulos prominentes y salientes y su boca, grande, ancha, carnosa. Su cara no era un pequeño óvalo perfecto como muchas mujeres bellas, sino algo cuadrada, maciza, de huesos fuertes, como toda ella en verdad.
Sus muslos, macizos y gruesos y musculados la acomplejaban un poco, pero sus finos tobillos compensaban y sus piernas en general eran perfectas y luego su pequeña cintura y su culo rotundo, macizo y compacto y redondo y luego de la pequeña cintura, un torso arqueado y de espalda pequeña aunque de hombros redondeados y luego, tal vez lo mejor de su cuerpo o quizás lo que a mí me volvía loco en particular.
Sus pechos eran de otro mundo, dos tetazas redondas y grandes, turgentes y macizas.
Y era una mujer alta además, 1,74 que con taconazos llegaba al 1, 80 con facilidad.
Muy deportista desde pequeña, había sido atleta en su juventud, corredora de 800 metros en pista.
No sé si había sido buena idea para ella la abogacía, tal vez por seguir los pasos de su padre, luego era inteligente y muy competitiva pero tal vez ahora, viéndola sonreír aferrada a la barandilla de hierro del jeep, con su fino vestidito corto de verano a lunares, que dejaba ver esos muslos tan macizos y fuertes, espectaculares, podía pensar que la abogacía era una profesión demasiado cargante y rutinaria para ella.
_Ay cariño, estoy tan emocionada, como una bobita_
_No eres una bobita, eres mi bobita_ dije y le acaricie el rostro.
Ella presionó mi mano entre su cara y su hombro y me sonrió, sus dientes eran blanquísimos y fuertes.
También es que nos habíamos casado bastante jóvenes y luego enseguida las niñas y luego todo el paquete, del piso y el curro y la vida de casados.
El sexo siempre había sido bueno entre nosotros, de su vida antes de conocerme no había preguntado nunca, ya había tenido una mala experiencia por preguntón, preguntas, preguntas y luego surgen las comparaciones y es una tontería.
Así que hasta donde yo podía suponer, ella estaba tan satisfecha en el sexo como yo, pero el último año había sido difícil en todo sentido y también en eso habían surgido las tensiones y la falta de relajación.
En síntesis, el puto stress nos había jodido la vida, por lo menos del lado de Ana, yo vengo de una familia de currantes y el trabajo me la suda, puedo ser una bestia de carga como cualquiera y luego llego a casa, veo a las niñas y a semejante mujer que tengo por esposa y que le den por culo a todo, a la empresa, a los edificios por construir, a mi jefe y a todo.
_ ¿Estamos cerca?_ dijo ella
_Ya pronto, primero pasamos por el pueblo, me dijo Javi, que es un villorrio, son cuatro o cinco casas con algunos comercios, compramos provisiones y seguimos viaje_
_Playa Cárdenas, ni siquiera sabía que existía_ dijo ella, el viento pegó la fina tela a su cuerpo escultural, el escote cuadrado del vestidillo marcaba el canalito de su pechos generosos.
Joder, era el sueño de cualquiera, una mujer así, en una playa desierta, solo que esperaba que no fuera tan desierta al fin y al cabo.
La calle principal del pueblecillo era la misma carretera, casas bajas y blancas, con las aceras muy pequeñas y altas.
_Joder, que bonito…mira allí hay una tienda de artesanías, que guay__ dijo ella
Ana estaba encantada. Desde el principio habíamos pensado en dejar a las niñas con mis suegros, también creo que ella necesitaba un descanso de la maternidad.
Aparcamos el jeep y bajé para mirar en una tienda de ultramarinos, al lado había una carnicería. En un banco de piedra estaban sentados tres viejos, uno de ellos sería el carnicero por su delantal blanco machado de sangre animal.
Ana cruzó la carretera, para husmear en la tienda de artesanías, dentro de la tienda de ultramarinos había una fresca y oscura sombra, una mujer con un niño pequeño cargado a su espalda enumeraba el pedido al tendero con morosidad.
Y entonces escuché por primera vez esa voz aguardentosa, que se arrastraba como una inmensa lagartija sonora.
_ ¿Usted ve mi carnal lo que estoy viendo ahorita yo?_
_Pero que chingo mi guey, que piernototas la güerita esa_ dijo otro
_Y que nalgas, carnal, para perder la cabeza ahí dentro_ dijo un tercero
_Y que chichotas compadre, es que está chingona la nena_ volvió a decir la voz de lagartija
_Está para quedarse a vivir en ese culete_
No precisé comprender cada palabra para entender que se estaban refiriendo a Ana y que estaban alabando sus piernas, su culo y sus pechos.
No sentí enojo sino más bien me lo tomé con humor, las palabras soeces en mejicano me hacían gracia.
_Como le metería la verga hasta hacerla chillar a esa mamacita_
_Es que está demasiado buena, carnal ¿será una gringa yanqui esta rubita?_
Me asomé y comprobé que los tres sujetos tenían la vista fija en mi esposa, quien se paseaba por la acera de enfrente mirando las artesanías que le mostraba un chico flaco y moreno.
Estos tíos tendrían unos sesenta años, dos de ellos un poco panzones, el carnicero y otro vestido con un viejo overol azul, desgastado, de albañil, el otro muy flaco y macilento, de grandes bigotazos, parecido a Don Ramón del chavo del ocho.
El carnicero llevaba un bigotillo fino, de otra época y una barba candado, tenía una gran nariz aguileña y los ojos un poco saltones y de párpados abotargados, su pelo oscuro, empezaba a ralear en algunos sitios pero llevaba unas chuzas más largas a los costados de la cabeza,
El albañil tenía el cabello cano y una coleta ridícula y una pequeña chiva por barba.
_Mírela compadre como mira de interesada con ese vestidito que se le pega a la panochita_
_Que chido, que buena está la nena_ dijo el carnicero de la voz arrastrada
_Esas piernotas, se me sale la verga de verla_ dijo el flaco
Entonces me hice para atrás dentro de la tienda para que no me vieran y Ana comenzó a cruzar la carretera.
Era una maldita aparición, su altura, su pelo liso ondeando al viento, llevaba las gafas de sol en la manito y es que joder, estaba tan potente, llevaba unos borceguíes acordonados en los pies, con unos zoquetes que sobresalían un poco.
En verdad el fino vestido se le pegaba al cuerpo por el viento y se marcaban todas sus curvas mientras venía en dirección a mí.
Y de pronto tuve una sensación de extraña sensualidad y extrañeza, entre el sol que quemaba la carretera y las voces de esos viejos y casi podía sentir esas miradas llenas de lujuria atravesando el cuerpo de Ana, quemándola con la mirada.
_Buen día señito ¿qué onda las chucherías enfrente?_ dijo el carnicero, ya podía identificar su voz con facilidad
_Buen día, muy bonito todo_ dijo ella y se paró frente a ellos
_ ¿Española es usted mi seño?_
_Si, de Bilbao_
_Las españolas son las mujeres más bellas del mundo_ dijo el albañil
_ Las más chingonas_ dijo el flaco
_ ¿Se va a quedar aquí en playa Cárdenas, mi princesa?_
_Si…en una casa en la playa_ dijo ella y me buscó con la mirada dentro de la tienda, la mujer con el niño traspuso el umbral
_ ¿Y no estará solita, mi reina?_ dijo el carnicero
_ Estoy con mi marido_
_Órale, ya le hemos jodido, compadre_ dijo el flaco
_Permiso, buen día_ dijo ella y entró a la tienda justo cuando el tendero me hablaba
Compramos algunas provisiones, chiles también y encurtidos y latas de conserva.
_ ¿Quieres algo de carne? Creo que al lado hay una carnicería_ dijo ella
Ana era vegetariana desde muy joven, pero yo seguía sucumbiendo ante la carne, había intentado plegarme a la dieta vegetariana de mi esposa pero sin éxito.
_Ahora vengo a recoger las cajas de la compra_ dije al tendero y salimos a la acera, el sol nos recibió otra vez con su golpe de luz y calor.
Los viejos nos siguieron con las miradas, entramos a la carnicería que estaba vacía.
Como preví, el carnicero de la voz arrastrada era el carnicero en verdad.
Entró detrás de nosotros y su mirada se perdió en el culo de mi esposa, esta vez sí sentí una incomodidad manifiesta.
Pasó por nuestro lado y se situó detrás del mostrador.
_ ¿En qué les puedo servir, amiguitos?_
_Buscábamos algo de pollo y unos filetes_ dije
_Un pollito asado para estar contento y filetes, mire este diezmillo ¿Qué le parece mi cuate?_ dijo, su mirada iba de mi esposa a mí, como estudiándonos.
_ Tiene buena pinta, pensaba en algo más delgado, un solomillo quizás_
_Algo más fino, unos filetitos, un filete mignon, mire que buena carne, mi rey, para chuparse los deditos _ y esta vez miró a mi esposa con toda intención
_Si eso puede ser_ dije, en realidad no tenía muy buena pinta la carne pero ya quería irme de allí.
_ ¿Y usted mi seño? ¿Qué le va a cocinar de rico al maridito?_
_Yo no cocino carne, soy vegetariana_ dijo ella
_ ¿No? Órale pero aquí en Méjico le va a empezar a gustar…… la carne, mi señito….la carne tira_
_No, la carne no es para mí, me gustan los animales vivos_
_Eso está muy bien, muy bonito pensamiento _ dijo con ironía mientras cortaba los filetes con una gran cuchilla.
_Te espero fuera, Mikel_ dijo ella y salió a la acera
_ ¿Disculpe, donde puedo comprar verduras?_ dijo ella a uno de los otros viejos que seguían al sol.
_Va hasta el final de la calle y dobla a la derecha mi seño ¿Quiere que la acompañe mi reina?_
_Gracias, estoy esperando a mi esposo_ respondió
_Pero que bien hecha está su señora esposa, mi güey_ me dijo el carnicero
_Si…_ dije, asombrado de su descaro
_Además que no es como esas desnutridas de ahora, esta es bien carnosita, así me gustan las mujeres a mi_ dijo mientras embolsaba los filetes y el pollo.
_ ¿Van a la casa de Villalibre?_ dijo
_Si, esa es la casa_ respondí
_Ya han venido otros españoles antes, mi nombre es don Chepe, para lo que me mande, patrón_
_Gracias, Mikel_ dije
_ ¿Y su esposa?_
_ ¿Mi esposa? Ah sí, Ana es su nombre_ dije
_Anita_ dijo él con su voz reptante, como para sí mismo.
Pasamos por un mercado muy pintoresco donde compramos frutas y verduras y pescado y al salir del pueblo vimos un una especie de chiringo que nos llamó la atención.
_ ¿Bebemos algo?_ dije
_Vale_ dijo ella, todo nos llamaba la atención, todo era novedoso.
El bareto tenía una rockola y una mesa de billar y algunas mesas y sillas y una barra con taburetes y en una de las paredes una tabla de surf colgada.
Pedimos una lima con gin y nos sentamos, las piernas de Ana eran devoradas por los ojos del camarero.
_ ¿Recién llegados o de paso?_ dijo cuándo trajo las bebidas
_Recién llegados, aún no nos instalamos_ dije
_ ¿Adónde paran, pues?_
_En lo de Villalibre_
_Ah que chido, es bonita la casa, aquí los viernes se pone muy chingón, se baila muy padre también_
Ana me sonrió, le gustaba bailar.
_Que bonito sitio_ dijo, su fino pelo rubio le caía por los hombros como una llovizna.
Sus muslos cruzados eran una conjunción de carne tersa y firme.
Sorprendí los ojos del camarero fijos en ella. Debía acostumbrarme, iba ser así durante toda nuestra estadía, pensé.
La casa era un sueño, algo despojada tal vez, las paredes blancas y encaladas, el techo a dos aguas, una entrada de coches con grava y una hermosa vista del mar desde la sala, con puertas francesas que daban a una galería fresca de baldosas rojas.
_Amor….esto es…..esto es lo que soñaba_ dijo ella y nos abrazamos
Descendimos a la playa, Ana llevaba un diminuto bikini brasileño, el tanga se metía en medio de las nalgas carnosas y las dejaba al desnudo y la parte de arriba a duras penas sostenía esas inmensidades de carne con las que la naturaleza le había obsequiado.
Corrimos hacia las olas azules cogidos de la mano, era una maldita postal y nosotros nos comportábamos en consonancia.
Nunca había estado inmerso en las aguas del pacífico, el cuerpazo de Ana se pegó al mío.
_Mikel, te amo_ dijo y sentí sus tetones en mi pecho y sus piernas poderosas envolviéndome.
Y el agua salada y pesada hacía que ella fuese ingrávida, pegada a mí cuerpo y mi polla estaba erecta ya y chocó con su coño por sobre el bikini y nos besamos y luego ella corrió la tira del tanga y sus ojos rasgados se dilataron.
Y la penetré lentamente, en ese ambiente líquido, bajo el sol quemante y el viento de ese mediodía mejicano.
Luego almorzamos en la blanca y fresca galería, ensalada con atún para mí y con huevos para ella.
Ella seguía con el bikini húmedo todavía aunque se había quitado la parte de arriba y lucía orgullosa sus pechos sin sujetador bajo una pequeña camiseta con tirantes.
En la sala había una hamaca colgando allí, invitante, junto a las puertas francesas que daban a la galería y al mar.
_Ven que te tomo una foto en la hamaca_ dije a mi esposa
_ ¿Si? ¿Así en bikini?_ dijo ella divertida
_Quítate la camiseta_
_Joder, Mikel ¿En tetas?_ su flequillo rubio caía sobre su frente, los ojos rasgados, la pequeña naricita, los pómulos tan marcados.
_Te puedes cubrir con los brazos_
_Bueno, tal vez sea el momento de hacer cosas locas_ dijo ella
Y luego siempre recordaría ese momento, la frase dicha por ella, la visión de su culazo con el tanga del bikini metido en medio de sus nalgas, ella subiéndose a la hamaca, casi cayendo en la red de forma voluptuosa, su largo y rubio pelo agitándose, su espaldita pequeña y bien formada, levemente musculada, esas tetazas oscilando, sus grandes pezones rosados, sus muslos tan carnosos, sus delicados pies desnudos.
Ella mirándome con esos ojos grises, sus pechos contra la red de la hamaca, un bracito cubriendo las tetas de perfil, la manito cerca de su cara, también apoyada en la hamaca y luego la curva de su cintura, esa sinuosidad, las rodillas juntas, perfectas, simétricas, casi saliéndose de la hamaca, la curva de su culazo, su tobillo, su pie desnudo.
Luego he vuelto a mirar esa foto mil veces y es impresionante, destila sexo, entrega, lujuria latente y reprimida y su mirada, anhelante, invitante también, era esa misma mirada de los día de tensión en el trabajo pero transformada y también una sombra de melancolía, cierta extraña tristeza.
Supongo que capté esa mirada tal vez de casualidad, porque en la foto siguiente, ella sonríe levemente y su mirada es otra, más acorde a lo risueño de como venía ese momento, recuerdo que preguntó.
_Oye, Mikel, no se me ven las tetas ¿no?_
_No, cariño, quédate tranquila_
Y luego ella insistió en sacarme una foto a mi sobre la hamaca y allí estoy sonriendo, él que era yo en ese momento tan lejano.
Así pasamos tres días maravillosos, follando todos los días, nadando, disfrutando del sol y de esa naturaleza un poco salvaje que contagia parte de su salvajismo al viajero. Nuestro cuarto también daba al mar y el techo tenía una claraboya, una hermosa ventana en el techo que se abría y cerraba con un dispositivo y en la que por las noches podíamos ver las estrellas.
Durante el día el cuarto se inundaba de luz.
Ana salía a correr por la playa todas las mañanas y su piel iba a adquiriendo un leve bronceado dorado, todos los días hacía toples y ya me era común verla en tetas por la arena blanca y a veces se bañaba completamente en pelotas y verla salir del agua era como contemplar una diosa de otro mundo surgiendo del mar, esa cintura tan pequeña que contrastaba con esos muslazos gruesos y musculados y luego las piernas que se afinaban hasta esos tobillos delicados y sus pies descalzos casi parecían flotar sobre la arena, tan fina y blanca como hecha de harina.
Y las gotitas de agua que se desprendían de su pelo y sus tetazas opulentas, esa humedad que era parte del ambiente y que se desprendía de ella también y el sol quemante ya secaba ese rocío sobre su piel.
Y si ella era extrañamente nórdica en ese lugar tropical, siendo una mujer vasca de pura cepa como era, su piel y todo en ella se amalgamaba con el paisaje de un modo perturbador, había una suerte de acoplamiento con ese clima y esas playas y un florecimiento también, aunque subsistía una tensión en ella que no lograba diferenciar a qué se debía.
Y todo eso lo notaba en el sexo también.
_Si!!......dame.,…dame……dame….joder…._ me pedía en cuatro patas sobre la cama con la luz de la luna y las estrellas entrando por la claraboya en el techo.
Y hacía mucho tiempo que no me pedía o me exigía esa fogosidad durante el acto sexual, como si el ambiente le despertara ese deseo salvaje de ser montada y follada.
También es verdad que no estaban las niñas y ya no era la madre que follaba en silencio para no perturbar el sueño del hogar.
Y yo hacía lo que podía porque no recordaba a Ana tan sexual y entregada y sus gritos cuando berreaba sus orgasmos me parecían exquisitos, pero nuevos, salvajemente nuevos, provenientes de esas playas, de esas olas de mar embravecido que a veces era el pacífico, de esa jungla acechante tan cerca de nosotros.
Tal vez por todo eso no me sorprendió cuando el viernes por la tarde me propuso ir al bar donde habíamos estado bebiendo algo la última vez.
_Tal vez podamos bailar algo y nos entonamos un poquillo ¿Qué te parece?_ me dijo picara
_Me parece de lujo_ dije, dejando sobre la tumbona el libro que estaba leyendo, llevaba bastante mal el tener una deficiente conexión de internet y esperaba que en el pueblo pudiera conectarme y revisar mi correo.
_Así hablamos con las niñas y mi madre también_ dijo ella
_Muy bien, salimos de marcha en Playa Cárdenas_ dije
Pero creo que no estaba preparado para ver a Ana en el minivestido blanco en el que se embutió esa noche. Estaba espectacular y por un momento recordé como la miraban todos en el pueblo y sentí un ramalazo de temor.
La fina tela se pegaba a su cuerpo, su perfecta espalda y sus hombros al desnudo, los breteles que bajaban y aprisionaban sus pechos colosales a duras penas por delante, y un triángulo que dejaba ver su ombligo y su vientre liso, y la corta falda que marcaba su culazo y traslucía el tanga sin poder disimularlo.
_Debiera animarme a andar sin bragas con éste vestido_ dijo ella mirándose el culo de espaldas
_ ¿Si?_ dije incrédulo
_Y eso que llevo el tanga más pequeño que tengo_
Y todo ese dialogo me parecía surrealista y extraño, como si no fuera ella.
Y luego se puso las sandalias de fino tacón de unos ocho centímetros por los menos y cuando se incorporó de la cama era la maldita estatua de la libertad cobrando vida.
Era colosal y era demasiado, sus piernas sobre esas sandalias eran demasiado y pensé por un momento si no sería un error que ella luciera esos muslos carnosos ligeramente bronceados por los días de sol y esos gemelos fuertes y esos delicados dedos de los pies dejados al desnudo por las tiras plateadas de las sandalias en ese pueblo alejado de Méjico.
Claro que no sería la primera turista guapa que veían por allí, pero no tenía idea de cómo podía ser el ambiente de ese bar de pueblo.
Y podía ponerme en el papel del padre que regaña a su hija por cómo sale vestida para ir a la disco.
Hubiese sido arruinar el momento.
_ ¿Cómo me veo?_ dijo ella
_Estás de muerte_ dije con un nudo en la garganta
_ ¿Voy demasiado cañón? ¿Me pongo otra cosa?_ dijo de pronto asustada
Retomando la personalidad de mí esposa que podía reconocer.
_No, estas guapísima así_
Y luego ver esas largas piernas en el jeep y se había levantado un vientecillo que templaba el bochorno del día y llegaba hasta mi el perfume de ella y su pelo rubio y fino mecido por el aire fresco. Y su rostro estaba finamente maquillado y sus ojos rasgados se veían un poco más grandes por el iluminador y el delineado de las pestañas y en las muñecas unas finas pulseras y sus pómulos marcados en ese rostro fuerte y a la vez un poco aniñado.
Y nos aparcamos cerca del pueblo y ya la señal de internet era lo suficientemente buena para poder revisar mi correo y luego para hablar con las niñas y en ese momento olvidé todos mis resquemores anteriores respecto de lo espectacular que se veía Ana.
Pero todas esas aprensiones volvieron en cuanto pusimos un pie en ese chiringo, pues todos los rostros se volvieron hacia nosotros, hacia ella en verdad y esos rostros reflejaban el asombro, la incredulidad y el deseo de todos los cobrizos y torvos machos del lugar y la envidia de las mujeres que había allí y sonaba una música alegre y el paso elástico y sensual de mi esposa acalló todas la voces y por suerte sonaba esa música chillona y festiva porque si no el silencio hubiese atronado mis oídos y su mano larga y afilada aferró la mía y pensé que era un error y mis aprensiones se renovaron al punto casi del terror y más aún porque entre esos rostros torvos de los machos del lugar estaban los de los tres viejos que habíamos conocido unos días antes y la boca carnosa de don Chepe se abrió y casi pude leer sus labios dentro de la barba candado.
_La hija de la chingada y su puta madre_ escuché en silencio
EL VIEJO DE PLAYA CÁRDENAS Parte 1
Miraba a mi esposa sonreír y pensé que había valido la pena.
Valía la pena estar viajando en un jeep descapotable por una carretera mejicana rumbo a un ignoto lugar como Playa Cárdenas.
_Sé dónde hay un lugar como el que estás buscando_ me había dicho mi amigo Javi.
_Un lugar alejado de todo, donde solo seamos tú y yo, con playa y una casita frente al mar ¿no sería hermoso? _Había dicho Ana, mi esposa
En verdad nada podía seducirme menos, siempre me he considerado un bicho de ciudad, una playita estaba muy bien, algo como Ibiza o Marbella o Mallorca, playa y ciudad y luz y sitios con gente, naturaleza, vale pero con conexión a internet.
Sin embargo allí estaba, dispuesto a complacer esta fantasía de Ana.
Había sido un año duro para ella, es lo que pasa, te conviertes en una abogada exitosa, tienes 37 años, una familia, dos hijas increíbles de 12 y 11 años, lo tienes todo y de pronto aparece un caso que te hace parir y lo empiezas a ver todo negro y surge luego esto, la fantasía de huir, lejos, a un lugar donde ya no eres la abogada pija que gana la pasta gansa, que trabaja en un gran estudio sino una alocada muchachita otra vez con su novio, rumbo a una playa perdida del océano pacifico.
Sonriendo en un jeep descapotable, rentado en Oaxaca.
Y yo estaba encantado de verla sonreír y no con esa cara tensa de los últimos meses, desencajada, irritada, de mal humor.
Ana era lo mejor de mi vida, había tenido suerte, yo era un ingeniero industrial con suerte.
Su largo cabello rubio era muy fino y muy liso con un sensual flequillo sobre la frente, sus ojos eran muy hermosos, color gris, pero eran pequeños y rasgados, como si le costara esfuerzo abrirlos completamente, pequeños al lado de sus pómulos prominentes y salientes y su boca, grande, ancha, carnosa. Su cara no era un pequeño óvalo perfecto como muchas mujeres bellas, sino algo cuadrada, maciza, de huesos fuertes, como toda ella en verdad.
Sus muslos, macizos y gruesos y musculados la acomplejaban un poco, pero sus finos tobillos compensaban y sus piernas en general eran perfectas y luego su pequeña cintura y su culo rotundo, macizo y compacto y redondo y luego de la pequeña cintura, un torso arqueado y de espalda pequeña aunque de hombros redondeados y luego, tal vez lo mejor de su cuerpo o quizás lo que a mí me volvía loco en particular.
Sus pechos eran de otro mundo, dos tetazas redondas y grandes, turgentes y macizas.
Y era una mujer alta además, 1,74 que con taconazos llegaba al 1, 80 con facilidad.
Muy deportista desde pequeña, había sido atleta en su juventud, corredora de 800 metros en pista.
No sé si había sido buena idea para ella la abogacía, tal vez por seguir los pasos de su padre, luego era inteligente y muy competitiva pero tal vez ahora, viéndola sonreír aferrada a la barandilla de hierro del jeep, con su fino vestidito corto de verano a lunares, que dejaba ver esos muslos tan macizos y fuertes, espectaculares, podía pensar que la abogacía era una profesión demasiado cargante y rutinaria para ella.
_Ay cariño, estoy tan emocionada, como una bobita_
_No eres una bobita, eres mi bobita_ dije y le acaricie el rostro.
Ella presionó mi mano entre su cara y su hombro y me sonrió, sus dientes eran blanquísimos y fuertes.
También es que nos habíamos casado bastante jóvenes y luego enseguida las niñas y luego todo el paquete, del piso y el curro y la vida de casados.
El sexo siempre había sido bueno entre nosotros, de su vida antes de conocerme no había preguntado nunca, ya había tenido una mala experiencia por preguntón, preguntas, preguntas y luego surgen las comparaciones y es una tontería.
Así que hasta donde yo podía suponer, ella estaba tan satisfecha en el sexo como yo, pero el último año había sido difícil en todo sentido y también en eso habían surgido las tensiones y la falta de relajación.
En síntesis, el puto stress nos había jodido la vida, por lo menos del lado de Ana, yo vengo de una familia de currantes y el trabajo me la suda, puedo ser una bestia de carga como cualquiera y luego llego a casa, veo a las niñas y a semejante mujer que tengo por esposa y que le den por culo a todo, a la empresa, a los edificios por construir, a mi jefe y a todo.
_ ¿Estamos cerca?_ dijo ella
_Ya pronto, primero pasamos por el pueblo, me dijo Javi, que es un villorrio, son cuatro o cinco casas con algunos comercios, compramos provisiones y seguimos viaje_
_Playa Cárdenas, ni siquiera sabía que existía_ dijo ella, el viento pegó la fina tela a su cuerpo escultural, el escote cuadrado del vestidillo marcaba el canalito de su pechos generosos.
Joder, era el sueño de cualquiera, una mujer así, en una playa desierta, solo que esperaba que no fuera tan desierta al fin y al cabo.
La calle principal del pueblecillo era la misma carretera, casas bajas y blancas, con las aceras muy pequeñas y altas.
_Joder, que bonito…mira allí hay una tienda de artesanías, que guay__ dijo ella
Ana estaba encantada. Desde el principio habíamos pensado en dejar a las niñas con mis suegros, también creo que ella necesitaba un descanso de la maternidad.
Aparcamos el jeep y bajé para mirar en una tienda de ultramarinos, al lado había una carnicería. En un banco de piedra estaban sentados tres viejos, uno de ellos sería el carnicero por su delantal blanco machado de sangre animal.
Ana cruzó la carretera, para husmear en la tienda de artesanías, dentro de la tienda de ultramarinos había una fresca y oscura sombra, una mujer con un niño pequeño cargado a su espalda enumeraba el pedido al tendero con morosidad.
Y entonces escuché por primera vez esa voz aguardentosa, que se arrastraba como una inmensa lagartija sonora.
_ ¿Usted ve mi carnal lo que estoy viendo ahorita yo?_
_Pero que chingo mi guey, que piernototas la güerita esa_ dijo otro
_Y que nalgas, carnal, para perder la cabeza ahí dentro_ dijo un tercero
_Y que chichotas compadre, es que está chingona la nena_ volvió a decir la voz de lagartija
_Está para quedarse a vivir en ese culete_
No precisé comprender cada palabra para entender que se estaban refiriendo a Ana y que estaban alabando sus piernas, su culo y sus pechos.
No sentí enojo sino más bien me lo tomé con humor, las palabras soeces en mejicano me hacían gracia.
_Como le metería la verga hasta hacerla chillar a esa mamacita_
_Es que está demasiado buena, carnal ¿será una gringa yanqui esta rubita?_
Me asomé y comprobé que los tres sujetos tenían la vista fija en mi esposa, quien se paseaba por la acera de enfrente mirando las artesanías que le mostraba un chico flaco y moreno.
Estos tíos tendrían unos sesenta años, dos de ellos un poco panzones, el carnicero y otro vestido con un viejo overol azul, desgastado, de albañil, el otro muy flaco y macilento, de grandes bigotazos, parecido a Don Ramón del chavo del ocho.
El carnicero llevaba un bigotillo fino, de otra época y una barba candado, tenía una gran nariz aguileña y los ojos un poco saltones y de párpados abotargados, su pelo oscuro, empezaba a ralear en algunos sitios pero llevaba unas chuzas más largas a los costados de la cabeza,
El albañil tenía el cabello cano y una coleta ridícula y una pequeña chiva por barba.
_Mírela compadre como mira de interesada con ese vestidito que se le pega a la panochita_
_Que chido, que buena está la nena_ dijo el carnicero de la voz arrastrada
_Esas piernotas, se me sale la verga de verla_ dijo el flaco
Entonces me hice para atrás dentro de la tienda para que no me vieran y Ana comenzó a cruzar la carretera.
Era una maldita aparición, su altura, su pelo liso ondeando al viento, llevaba las gafas de sol en la manito y es que joder, estaba tan potente, llevaba unos borceguíes acordonados en los pies, con unos zoquetes que sobresalían un poco.
En verdad el fino vestido se le pegaba al cuerpo por el viento y se marcaban todas sus curvas mientras venía en dirección a mí.
Y de pronto tuve una sensación de extraña sensualidad y extrañeza, entre el sol que quemaba la carretera y las voces de esos viejos y casi podía sentir esas miradas llenas de lujuria atravesando el cuerpo de Ana, quemándola con la mirada.
_Buen día señito ¿qué onda las chucherías enfrente?_ dijo el carnicero, ya podía identificar su voz con facilidad
_Buen día, muy bonito todo_ dijo ella y se paró frente a ellos
_ ¿Española es usted mi seño?_
_Si, de Bilbao_
_Las españolas son las mujeres más bellas del mundo_ dijo el albañil
_ Las más chingonas_ dijo el flaco
_ ¿Se va a quedar aquí en playa Cárdenas, mi princesa?_
_Si…en una casa en la playa_ dijo ella y me buscó con la mirada dentro de la tienda, la mujer con el niño traspuso el umbral
_ ¿Y no estará solita, mi reina?_ dijo el carnicero
_ Estoy con mi marido_
_Órale, ya le hemos jodido, compadre_ dijo el flaco
_Permiso, buen día_ dijo ella y entró a la tienda justo cuando el tendero me hablaba
Compramos algunas provisiones, chiles también y encurtidos y latas de conserva.
_ ¿Quieres algo de carne? Creo que al lado hay una carnicería_ dijo ella
Ana era vegetariana desde muy joven, pero yo seguía sucumbiendo ante la carne, había intentado plegarme a la dieta vegetariana de mi esposa pero sin éxito.
_Ahora vengo a recoger las cajas de la compra_ dije al tendero y salimos a la acera, el sol nos recibió otra vez con su golpe de luz y calor.
Los viejos nos siguieron con las miradas, entramos a la carnicería que estaba vacía.
Como preví, el carnicero de la voz arrastrada era el carnicero en verdad.
Entró detrás de nosotros y su mirada se perdió en el culo de mi esposa, esta vez sí sentí una incomodidad manifiesta.
Pasó por nuestro lado y se situó detrás del mostrador.
_ ¿En qué les puedo servir, amiguitos?_
_Buscábamos algo de pollo y unos filetes_ dije
_Un pollito asado para estar contento y filetes, mire este diezmillo ¿Qué le parece mi cuate?_ dijo, su mirada iba de mi esposa a mí, como estudiándonos.
_ Tiene buena pinta, pensaba en algo más delgado, un solomillo quizás_
_Algo más fino, unos filetitos, un filete mignon, mire que buena carne, mi rey, para chuparse los deditos _ y esta vez miró a mi esposa con toda intención
_Si eso puede ser_ dije, en realidad no tenía muy buena pinta la carne pero ya quería irme de allí.
_ ¿Y usted mi seño? ¿Qué le va a cocinar de rico al maridito?_
_Yo no cocino carne, soy vegetariana_ dijo ella
_ ¿No? Órale pero aquí en Méjico le va a empezar a gustar…… la carne, mi señito….la carne tira_
_No, la carne no es para mí, me gustan los animales vivos_
_Eso está muy bien, muy bonito pensamiento _ dijo con ironía mientras cortaba los filetes con una gran cuchilla.
_Te espero fuera, Mikel_ dijo ella y salió a la acera
_ ¿Disculpe, donde puedo comprar verduras?_ dijo ella a uno de los otros viejos que seguían al sol.
_Va hasta el final de la calle y dobla a la derecha mi seño ¿Quiere que la acompañe mi reina?_
_Gracias, estoy esperando a mi esposo_ respondió
_Pero que bien hecha está su señora esposa, mi güey_ me dijo el carnicero
_Si…_ dije, asombrado de su descaro
_Además que no es como esas desnutridas de ahora, esta es bien carnosita, así me gustan las mujeres a mi_ dijo mientras embolsaba los filetes y el pollo.
_ ¿Van a la casa de Villalibre?_ dijo
_Si, esa es la casa_ respondí
_Ya han venido otros españoles antes, mi nombre es don Chepe, para lo que me mande, patrón_
_Gracias, Mikel_ dije
_ ¿Y su esposa?_
_ ¿Mi esposa? Ah sí, Ana es su nombre_ dije
_Anita_ dijo él con su voz reptante, como para sí mismo.
Pasamos por un mercado muy pintoresco donde compramos frutas y verduras y pescado y al salir del pueblo vimos un una especie de chiringo que nos llamó la atención.
_ ¿Bebemos algo?_ dije
_Vale_ dijo ella, todo nos llamaba la atención, todo era novedoso.
El bareto tenía una rockola y una mesa de billar y algunas mesas y sillas y una barra con taburetes y en una de las paredes una tabla de surf colgada.
Pedimos una lima con gin y nos sentamos, las piernas de Ana eran devoradas por los ojos del camarero.
_ ¿Recién llegados o de paso?_ dijo cuándo trajo las bebidas
_Recién llegados, aún no nos instalamos_ dije
_ ¿Adónde paran, pues?_
_En lo de Villalibre_
_Ah que chido, es bonita la casa, aquí los viernes se pone muy chingón, se baila muy padre también_
Ana me sonrió, le gustaba bailar.
_Que bonito sitio_ dijo, su fino pelo rubio le caía por los hombros como una llovizna.
Sus muslos cruzados eran una conjunción de carne tersa y firme.
Sorprendí los ojos del camarero fijos en ella. Debía acostumbrarme, iba ser así durante toda nuestra estadía, pensé.
La casa era un sueño, algo despojada tal vez, las paredes blancas y encaladas, el techo a dos aguas, una entrada de coches con grava y una hermosa vista del mar desde la sala, con puertas francesas que daban a una galería fresca de baldosas rojas.
_Amor….esto es…..esto es lo que soñaba_ dijo ella y nos abrazamos
Descendimos a la playa, Ana llevaba un diminuto bikini brasileño, el tanga se metía en medio de las nalgas carnosas y las dejaba al desnudo y la parte de arriba a duras penas sostenía esas inmensidades de carne con las que la naturaleza le había obsequiado.
Corrimos hacia las olas azules cogidos de la mano, era una maldita postal y nosotros nos comportábamos en consonancia.
Nunca había estado inmerso en las aguas del pacífico, el cuerpazo de Ana se pegó al mío.
_Mikel, te amo_ dijo y sentí sus tetones en mi pecho y sus piernas poderosas envolviéndome.
Y el agua salada y pesada hacía que ella fuese ingrávida, pegada a mí cuerpo y mi polla estaba erecta ya y chocó con su coño por sobre el bikini y nos besamos y luego ella corrió la tira del tanga y sus ojos rasgados se dilataron.
Y la penetré lentamente, en ese ambiente líquido, bajo el sol quemante y el viento de ese mediodía mejicano.
Luego almorzamos en la blanca y fresca galería, ensalada con atún para mí y con huevos para ella.
Ella seguía con el bikini húmedo todavía aunque se había quitado la parte de arriba y lucía orgullosa sus pechos sin sujetador bajo una pequeña camiseta con tirantes.
En la sala había una hamaca colgando allí, invitante, junto a las puertas francesas que daban a la galería y al mar.
_Ven que te tomo una foto en la hamaca_ dije a mi esposa
_ ¿Si? ¿Así en bikini?_ dijo ella divertida
_Quítate la camiseta_
_Joder, Mikel ¿En tetas?_ su flequillo rubio caía sobre su frente, los ojos rasgados, la pequeña naricita, los pómulos tan marcados.
_Te puedes cubrir con los brazos_
_Bueno, tal vez sea el momento de hacer cosas locas_ dijo ella
Y luego siempre recordaría ese momento, la frase dicha por ella, la visión de su culazo con el tanga del bikini metido en medio de sus nalgas, ella subiéndose a la hamaca, casi cayendo en la red de forma voluptuosa, su largo y rubio pelo agitándose, su espaldita pequeña y bien formada, levemente musculada, esas tetazas oscilando, sus grandes pezones rosados, sus muslos tan carnosos, sus delicados pies desnudos.
Ella mirándome con esos ojos grises, sus pechos contra la red de la hamaca, un bracito cubriendo las tetas de perfil, la manito cerca de su cara, también apoyada en la hamaca y luego la curva de su cintura, esa sinuosidad, las rodillas juntas, perfectas, simétricas, casi saliéndose de la hamaca, la curva de su culazo, su tobillo, su pie desnudo.
Luego he vuelto a mirar esa foto mil veces y es impresionante, destila sexo, entrega, lujuria latente y reprimida y su mirada, anhelante, invitante también, era esa misma mirada de los día de tensión en el trabajo pero transformada y también una sombra de melancolía, cierta extraña tristeza.
Supongo que capté esa mirada tal vez de casualidad, porque en la foto siguiente, ella sonríe levemente y su mirada es otra, más acorde a lo risueño de como venía ese momento, recuerdo que preguntó.
_Oye, Mikel, no se me ven las tetas ¿no?_
_No, cariño, quédate tranquila_
Y luego ella insistió en sacarme una foto a mi sobre la hamaca y allí estoy sonriendo, él que era yo en ese momento tan lejano.
Así pasamos tres días maravillosos, follando todos los días, nadando, disfrutando del sol y de esa naturaleza un poco salvaje que contagia parte de su salvajismo al viajero. Nuestro cuarto también daba al mar y el techo tenía una claraboya, una hermosa ventana en el techo que se abría y cerraba con un dispositivo y en la que por las noches podíamos ver las estrellas.
Durante el día el cuarto se inundaba de luz.
Ana salía a correr por la playa todas las mañanas y su piel iba a adquiriendo un leve bronceado dorado, todos los días hacía toples y ya me era común verla en tetas por la arena blanca y a veces se bañaba completamente en pelotas y verla salir del agua era como contemplar una diosa de otro mundo surgiendo del mar, esa cintura tan pequeña que contrastaba con esos muslazos gruesos y musculados y luego las piernas que se afinaban hasta esos tobillos delicados y sus pies descalzos casi parecían flotar sobre la arena, tan fina y blanca como hecha de harina.
Y las gotitas de agua que se desprendían de su pelo y sus tetazas opulentas, esa humedad que era parte del ambiente y que se desprendía de ella también y el sol quemante ya secaba ese rocío sobre su piel.
Y si ella era extrañamente nórdica en ese lugar tropical, siendo una mujer vasca de pura cepa como era, su piel y todo en ella se amalgamaba con el paisaje de un modo perturbador, había una suerte de acoplamiento con ese clima y esas playas y un florecimiento también, aunque subsistía una tensión en ella que no lograba diferenciar a qué se debía.
Y todo eso lo notaba en el sexo también.
_Si!!......dame.,…dame……dame….joder…._ me pedía en cuatro patas sobre la cama con la luz de la luna y las estrellas entrando por la claraboya en el techo.
Y hacía mucho tiempo que no me pedía o me exigía esa fogosidad durante el acto sexual, como si el ambiente le despertara ese deseo salvaje de ser montada y follada.
También es verdad que no estaban las niñas y ya no era la madre que follaba en silencio para no perturbar el sueño del hogar.
Y yo hacía lo que podía porque no recordaba a Ana tan sexual y entregada y sus gritos cuando berreaba sus orgasmos me parecían exquisitos, pero nuevos, salvajemente nuevos, provenientes de esas playas, de esas olas de mar embravecido que a veces era el pacífico, de esa jungla acechante tan cerca de nosotros.
Tal vez por todo eso no me sorprendió cuando el viernes por la tarde me propuso ir al bar donde habíamos estado bebiendo algo la última vez.
_Tal vez podamos bailar algo y nos entonamos un poquillo ¿Qué te parece?_ me dijo picara
_Me parece de lujo_ dije, dejando sobre la tumbona el libro que estaba leyendo, llevaba bastante mal el tener una deficiente conexión de internet y esperaba que en el pueblo pudiera conectarme y revisar mi correo.
_Así hablamos con las niñas y mi madre también_ dijo ella
_Muy bien, salimos de marcha en Playa Cárdenas_ dije
Pero creo que no estaba preparado para ver a Ana en el minivestido blanco en el que se embutió esa noche. Estaba espectacular y por un momento recordé como la miraban todos en el pueblo y sentí un ramalazo de temor.
La fina tela se pegaba a su cuerpo, su perfecta espalda y sus hombros al desnudo, los breteles que bajaban y aprisionaban sus pechos colosales a duras penas por delante, y un triángulo que dejaba ver su ombligo y su vientre liso, y la corta falda que marcaba su culazo y traslucía el tanga sin poder disimularlo.
_Debiera animarme a andar sin bragas con éste vestido_ dijo ella mirándose el culo de espaldas
_ ¿Si?_ dije incrédulo
_Y eso que llevo el tanga más pequeño que tengo_
Y todo ese dialogo me parecía surrealista y extraño, como si no fuera ella.
Y luego se puso las sandalias de fino tacón de unos ocho centímetros por los menos y cuando se incorporó de la cama era la maldita estatua de la libertad cobrando vida.
Era colosal y era demasiado, sus piernas sobre esas sandalias eran demasiado y pensé por un momento si no sería un error que ella luciera esos muslos carnosos ligeramente bronceados por los días de sol y esos gemelos fuertes y esos delicados dedos de los pies dejados al desnudo por las tiras plateadas de las sandalias en ese pueblo alejado de Méjico.
Claro que no sería la primera turista guapa que veían por allí, pero no tenía idea de cómo podía ser el ambiente de ese bar de pueblo.
Y podía ponerme en el papel del padre que regaña a su hija por cómo sale vestida para ir a la disco.
Hubiese sido arruinar el momento.
_ ¿Cómo me veo?_ dijo ella
_Estás de muerte_ dije con un nudo en la garganta
_ ¿Voy demasiado cañón? ¿Me pongo otra cosa?_ dijo de pronto asustada
Retomando la personalidad de mí esposa que podía reconocer.
_No, estas guapísima así_
Y luego ver esas largas piernas en el jeep y se había levantado un vientecillo que templaba el bochorno del día y llegaba hasta mi el perfume de ella y su pelo rubio y fino mecido por el aire fresco. Y su rostro estaba finamente maquillado y sus ojos rasgados se veían un poco más grandes por el iluminador y el delineado de las pestañas y en las muñecas unas finas pulseras y sus pómulos marcados en ese rostro fuerte y a la vez un poco aniñado.
Y nos aparcamos cerca del pueblo y ya la señal de internet era lo suficientemente buena para poder revisar mi correo y luego para hablar con las niñas y en ese momento olvidé todos mis resquemores anteriores respecto de lo espectacular que se veía Ana.
Pero todas esas aprensiones volvieron en cuanto pusimos un pie en ese chiringo, pues todos los rostros se volvieron hacia nosotros, hacia ella en verdad y esos rostros reflejaban el asombro, la incredulidad y el deseo de todos los cobrizos y torvos machos del lugar y la envidia de las mujeres que había allí y sonaba una música alegre y el paso elástico y sensual de mi esposa acalló todas la voces y por suerte sonaba esa música chillona y festiva porque si no el silencio hubiese atronado mis oídos y su mano larga y afilada aferró la mía y pensé que era un error y mis aprensiones se renovaron al punto casi del terror y más aún porque entre esos rostros torvos de los machos del lugar estaban los de los tres viejos que habíamos conocido unos días antes y la boca carnosa de don Chepe se abrió y casi pude leer sus labios dentro de la barba candado.
_La hija de la chingada y su puta madre_ escuché en silencio