En una tarde del pasado mes de julio, cuando el sol ya no pegaba con tanta fuerza, fui con mi pareja Laura a nuestra playa favorita. Al llegar, nos dimos cuenta de que justo al lado se había instalado otra pareja de edad parecida a la nuestra, unos treinta. Ella era rubia y delgada, con un bikini que marcaba unos pechos no muy grandes pero redonditos y muy bien puestos, y un culito, la verdad, muy respingón y apetecible.
Laura, nada más llegar, se fue directa al agua, y yo me quedé un momento estirando las toallas y poniendo el parasol. Justo en aquel momento, la chica de al lado se empezó a bajar los tirantes del bikini, justo en el límite para no quitárselos del todo, y comenzó a ponerse crema por la parte superior de sus pechos, sus hombros, barriga y bajó por sus piernas. Yo estaba bastante cerca y aquello me empezó a alegrar la tarde. Rápidamente me fui al agua con Laura y nos bañamos un buen rato.
Al volver a las toallas, ellos se habían apartado un poco y estaban jugando a las palas. Nos echamos sobre las toallas y Laura se quitó la parte de arriba del bikini, como hace habitualmente, y sus grandes pechos salieron a tomar el sol. Al cabo de un rato, una de las pelotas con la que jugaban cayó casi dentro de la bolsa de Laura, y la chica vino enseguida a disculparse. Laura le dijo que no pasaba nada y que nosotros también jugábamos a menudo a las palas y que también nos pasaba a veces. Así que empezaron a hablar un poco: de dónde eran, si estaban de paso y no sé qué más.
Al empezar a hablar, el otro chico también vino y se disculpó. Primero me miró a mí, y le sonreí y le dije que no pasaba nada. Después se dirigió hacia Laura, le dio la mano y, acto seguido, se inclinó un poco más de la cuenta, lo que permitió que sus ojos se deslizaran por el cuerpo de Laura, deteniéndose en sus pechos. Laura, notando su mirada, le sonrió de manera coqueta, lo que hizo que el chico le devolviera la sonrisa con un gesto aún más apreciativo.
Después de un rato de conversación, las chicas decidieron acercar sus toallas para seguir charlando más cómodamente. Mientras hablaban, noté que el otro chico no podía dejar de mirar a Laura, especialmente a sus pechos. Sus ojos se desviaban constantemente hacia ella, y aunque intentaba disimular, era bastante obvio. Laura, que se dio cuenta, parecía disfrutar de la atención y se movía con una confianza y sensualidad que hacían que el chico se sonrojara y sonriera nerviosamente.
Laura y yo decidimos ponernos a jugar a las palas, y mientras lo hacíamos, noté que el otro chico no podía quitarle ojo a Laura, especialmente a cómo le botaban los pechos con cada movimiento. Sus pechos, grandes y firmes, se movían al compás de sus acciones, y el chico parecía hipnotizado por el espectáculo. Cada salto, cada golpe, hacía que sus pechos se balancearan de una manera que era imposible ignorar. Laura parecía que le gustaba la atención que recibía i, a veces sonreía al chaval.
El chico intentaba disimular, pero sus ojos siempre volvían a Laura, siguiendo cada curva y cada movimiento. Después de un rato, nos fuimos a dar un paseo por la playa, dejando atrás a la otra pareja con una sonrisa cómplice. Mientras caminábamos, Laura me susurró al oído que había notado la mirada del chico y que se había puesto cachonda y entramos en el agua y echamos un polvete.