Corelli
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- 22 Jun 2023
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1.
Conocí a Johana (quien actualmente es mi esposa) en la universidad. Ambos teníamos 18 años en ese momento. Nos llevamos bien desde nuestro primer encuentro y en cuestión de semanas de comenzar a salir, nos decíamos “Te amo”. Ella fue la que empezó mostrando iniciativa y estoy muy orgulloso de que lo hiciera, pues a mí me cuesta dar el primer paso. Compartimos nuestras inseguridades más profundas y secretos el uno con el otro. Y cuando su padre falleció en su último año de universidad, estuve allí para ella durante todo el proceso. Su padre tenía cáncer de páncreas. Y cuando él fue hospitalizado, pasaba las noches en el hospital con ella para que no estuviera sola. Lo superamos juntos. Ese momento fortaleció nuestro vínculo. Ella me dijo que no sabía qué hubiera hecho si yo no hubiera estado allí para ella. Me llamaba su alma gemela. Sabía que iba a casarme con esta chica, y efectivamente, le hice la propuesta unos dos años después de graduarnos. En ese momento, la vida no podía ser mejor para mí; me casé con la chica de mis sueños, conseguí un trabajo bien remunerado inmediatamente después de graduarme, y ambas familias nos amaban.
Mi mejor amigo, David, él y yo teníamos lo que solo puedo describir como un lazo fraternal irrompible, o eso pensaba. Nos conocíamos desde el tercer grado y él era el hermano que nunca tuve. También estaba casado y se mudó con su esposa porque ella consiguió un trabajo lucrativo en un bufete de abogados importante. Hace aproximadamente un año, su esposa murió en un accidente automovilístico, y eso lo destrozó. Regresó a nuestra ciudad natal después, pero ya no era el mismo. Intenté estar allí para él, pero él no se abría con nadie. Nadie entendía el dolor que atravesaba. Así que pensé que mi esposa si podía hablar con él, considerando que ella también había perdido a un ser querido y tal vez David podría relacionarse mejor con alguien que había pasado por algo similar.
Es importante mencionar que David y Johana nunca se habían llevado bien. Esto se debía a que Johana pensaba que él era un imbécil. Antes de casarse con su esposa, David saltaba de relación en relación, e incluso después de estar con su difunta esposa, constantemente le era infiel. Como resultado, Johana sentía un profundo desprecio por él y siempre cuestionaba cómo podía ser amigo de alguien con tan bajos valores morales.
—Lamento mucho lo que le pasó a David, pero él y yo nunca fuimos cercanos. Sabes que nunca me agradó —se cruzaba de brazos mi esposa.
—Lo sé cariño. Es solo que me duele verlo así y pensé que quizás tu sabrías como ayudarlo a pasar por esto, ya qué tú… bueno, ya sabes por lo que has pasado.
—Lo pensaré, pero no prometo nada —terminó de decir Johana.
Entonces hicimos nuestra primera visita a mi mejor amigo. Su casa seguía siendo un desastre y David se la pasaba acostado. Mi esposa se ofreció a limpiar y hacer algo de buena comida. Al parecer David se había estado alimentando a base de pura comida chatarra al ver los cartones de pizzas y otros alimentos de comida rápida.
—Está peor de lo que pensé —dijo Johana compadeciéndose.
Y así, comenzamos a dar una vuelta por la casa de David cada fin de semana. Cada que nos íbamos, mi amigo nos rogaba que no nos fuéramos, que, al estar solo, empezaba a sentirse muy mal. Por las noches no podía dormir, sus pensamientos se apoderaban de él atormentándolo. Como yo no podía visitarlo entresemana, mi esposa se ofreció a ir checar como estaba entresemana. No puedo negar que me incomodo al principio la idea, pero era por el bien de mi mejor amigo.
Mi esposa pasaba horas en su casa estuviera yo o no. Salían de excursión juntos, veían películas y no me invitaban, almorzaban juntos, todas las cosas que hacen las parejas. Obviamente, esto fue una interacción mucho más intensa de lo que tenía previsto y me incomodaba, pero David estaba mejorando mucho gracias a ello. Me tranquilizaba un poco saber que Johana sabía que clase de hombre era David y el desprecio que le llegó a tener por haber sido un mujeriego.
Johana y David se volvieron inseparables, al punto de que ella lo invitaba a cosas que yo había planeado para nosotros como pareja. Mi esposa pasaba mucho tiempo viendo su teléfono, se volvía cada vez más distante, había poca o ninguna intimidad.
—Es el segundo día seguido que llegas tarde a casa —le recriminaba a Johana al verla llegar.
—Lo sé cariño, pero me es difícil dejar a David en ese estado. Ya sabes como se deprime cuando nos vamos.
—Sí Johana, pero tampoco es tu responsabilidad estar para él todo tiempo.
—No sé porque te molestas, tú fuiste la que me animó a ayudarlo, cuando lo veo a él me recuerda a mí, pasar por esa situación… bueno, ya no quiero hablar de eso.
Mi esposa se subió al cuarto y dimos por cerrada la conversación. Hablar de la muerte de su padre era un tema delicado, que hasta el día de hoy no ha podido superar.
Un día ella estaba enviando mensajes de texto y le pregunté con quién estaba hablando. Ella dijo que era una de sus amigas y cuando le pedí ver lo que estaban diciendo, se mostró muy irritada y me llamó posesivo. Cuando hablé con David sobre lo incómodo que me hacía su "amistad", me aseguró que no había nada e incluso me acusó de no confiar en él ni en mi propia esposa.
No sabía bien como sentirme. Por una parte, me alegraba que David comenzara a recuperarse, pero por otra, no podía evitar sentir celos. ¿Acaso eran mis inseguridades? Quizá le estaba dando muchas vueltas a todo esto, así que me puse a ver una película para distraerme mientras esperaba el regreso de mi mujer.
Cuando Johana llegó, tenía en mi mente los diálogos de las cosas que me gustaría discutir con ella, había tenido tiempo suficiente para repasarlos, pero cuando abrí la puerta, mi esposa se lanzó sobre mi besándome.
—Johana para… ¿qué es lo que te pasa?
—¿Qué? ahora no puedo besar a mi esposo —dijo sonriéndome.
—Sí… es solo que me parece raro. Quería hablar…
Johana interrumpió lo que iba a decir abalanzándose sobre mí. Se pegó a mi pecho y me encerró con sus piernas, buscando todo el tiempo el contacto con mis labios.
—Me he dado cuenta de que he sido una tonta contigo —me desabrocha los botones de mi camisa— olvidé que tú también tienes tus necesidades.
No necesitaba mucho para encenderme, llevaba tiempo sin hacerlo, así que la tomé del culo y la llevé hacía la habitación. Mientras nos besamos le quité rápidamente su blusa y pantalón. No llevaba ropa interior y su coño estaba visiblemente chorreando, por lo que mi polla entró con suma facilidad. Tuvimos una buena noche de sexo, como en nuestros mejores años.
Pensé que las cosas volverían a la normalidad. Qué volveríamos a tener sexo con cierta regularidad y que pasaríamos más tiempo en pareja, pero no fue así. Ella seguía llegando tarde a casa, pasaba más tiempo con David que conmigo y las discusiones no se hicieron esperar.
Esto continuó hasta que un día Johana salió de nuevo. Dijo que iba a visitar a su hermana durante el fin de semana porque necesitaba espacio de mí, ya que la estaba volviendo loca con mis acusaciones. Aún desconfiaba mucho, por lo que llamé a su hermana para confirmar si realmente esperaba la visita de Johana. Ella confirmó que sí, pero que Johana aún no había llegado. Cabe mencionar que mi esposa se había ido alrededor de las 3 de la tarde y el lugar de su hermana está a unas 4 horas de distancia de donde vivimos. Ahora eran las 10 de la noche. Algo en mi interior me dijo que fuera a la casa de mi amigo, así que lo hice. Y efectivamente, el auto de mi esposa estaba estacionado a unos metros de la casa de mi amigo. En ese momento estaba claro como el día lo que estaba sucediendo. Lagrimas empezaban a salir de mis ojos, no sé si de tristeza o de rabia.
Después de unos minutos de respiración profunda, me armé de valor y decidí entrar a ver si lo que pensaba era lo que realmente estaba sucediendo. Entré por la puerta trasera, que sabía que estaría abierta. Entré sigilosamente y pude escuchar a mi esposa reír a lo lejos. Estaba temblando. Cuando llegué a la puerta de su habitación, pude ver a través de una rendija. Mi esposa, con la lencería de encaje negra que había usado en nuestro aniversario, sentada sobre el regazo de David, quien solo estaba en calzoncillos y con un bulto pronunciado. Se besaban como dos adolescentes buscando el contacto a todo momento. Las manos de mi amigo se paseaban por el culo de mi mujer para luego recorrer sus muslos. En ocasiones separaban sus bocas y podía ver la saliva que chorreaba de sus bocas.
Me sentía colapsado, las emociones me estaban desbordando. Estaba bloqueado, realmente bloqueado. David en una sola maniobra le quita el sujetador. Pasó su lengua por uno de los pezones de Johana, quien, al ser muy sensible en esa área, no pudo evitar mirar hacia arriba soltando un gemido de placer.
Mi esposa se aparta, mientras él se quita sus calzoncillos revelando su polla flácida meneándola con su mano. No ocupó hacerle una seña, Johana automáticamente se arrodilló y comenzó a mamarle la polla. Cuando estuvo completamente erecta, ambos se levantaron. Johana con sus tacones se inclinó sobre una mesita de noche entregándole el culo a David, quién simplemente apartó un poco su tanga, y sin quitársela, introdujo levente su polla.
— Ufff sí… —gemía mi esposa.
David se movía lentamente en círculos mientras la penetraba, con una mano en su cadera y otra en su cabello jalando la cabeza de mi mujer hacia atrás.
—Mmm sí… así… sigue lento… ahh
Así estuvieron en un ritmo lento, hasta que David empezó a embestirla rápidamente. Ya no eran gemidos sino gritos de placer lo que provenía de la boca de mi mujer. Jamás la había visto así conmigo. A mi rara vez me daba una mamada de polla, además nunca lo hacía después de haber pasado mi polla dentro de su coño, porque le parecía grotesco y sin embargo… ahí estaba, dándole una segunda mamada de campeonato a su amante para que se pudiera correr. Nunca olvidaré esa imagen.
Empujé la puerta de par en par y ambos se quedaron inmóviles, mirándome. Me costó mucho contenerme para no golpear a David hasta dejarlo sin vida. Simplemente me alejé y entré en mi auto. Podía escuchar cómo se apresuraban y mi esposa empezó a gritarme que me detuviera. No quería mirarla. No sé qué habría hecho, así que simplemente me fui conduciendo. Lloré durante todo el camino a casa y ambos me inundaron de llamadas. Apagué el celular y me dirigí rumbo a casa de uno de mis amigos de la universidad, donde he permanecido hasta ahora.
No he podido comer, dormir y no puedo pensar en nada más. Informé a mi trabajo sobre lo que está sucediendo y fueron lo suficientemente amables como para darme tiempo libre. He estado recibiendo llamadas telefónicas tanto de David como de Johana, así como de nuestras familias. Les informé a mi familia que estoy bien y que regresaré pronto, pero no he respondido a nadie más desde entonces. Esto duele. Mucho. Quiero morir. Quiero desaparecer de este mundo, pero soy demasiado cobarde para hacerlo yo mismo. Estoy tratando de ser fuerte, pero mi determinación está tambaleándose. ¿Cómo puede alguien a quien amé tan desinteresadamente hacer esto? No sé qué hacer.
Conocí a Johana (quien actualmente es mi esposa) en la universidad. Ambos teníamos 18 años en ese momento. Nos llevamos bien desde nuestro primer encuentro y en cuestión de semanas de comenzar a salir, nos decíamos “Te amo”. Ella fue la que empezó mostrando iniciativa y estoy muy orgulloso de que lo hiciera, pues a mí me cuesta dar el primer paso. Compartimos nuestras inseguridades más profundas y secretos el uno con el otro. Y cuando su padre falleció en su último año de universidad, estuve allí para ella durante todo el proceso. Su padre tenía cáncer de páncreas. Y cuando él fue hospitalizado, pasaba las noches en el hospital con ella para que no estuviera sola. Lo superamos juntos. Ese momento fortaleció nuestro vínculo. Ella me dijo que no sabía qué hubiera hecho si yo no hubiera estado allí para ella. Me llamaba su alma gemela. Sabía que iba a casarme con esta chica, y efectivamente, le hice la propuesta unos dos años después de graduarnos. En ese momento, la vida no podía ser mejor para mí; me casé con la chica de mis sueños, conseguí un trabajo bien remunerado inmediatamente después de graduarme, y ambas familias nos amaban.
Mi mejor amigo, David, él y yo teníamos lo que solo puedo describir como un lazo fraternal irrompible, o eso pensaba. Nos conocíamos desde el tercer grado y él era el hermano que nunca tuve. También estaba casado y se mudó con su esposa porque ella consiguió un trabajo lucrativo en un bufete de abogados importante. Hace aproximadamente un año, su esposa murió en un accidente automovilístico, y eso lo destrozó. Regresó a nuestra ciudad natal después, pero ya no era el mismo. Intenté estar allí para él, pero él no se abría con nadie. Nadie entendía el dolor que atravesaba. Así que pensé que mi esposa si podía hablar con él, considerando que ella también había perdido a un ser querido y tal vez David podría relacionarse mejor con alguien que había pasado por algo similar.
Es importante mencionar que David y Johana nunca se habían llevado bien. Esto se debía a que Johana pensaba que él era un imbécil. Antes de casarse con su esposa, David saltaba de relación en relación, e incluso después de estar con su difunta esposa, constantemente le era infiel. Como resultado, Johana sentía un profundo desprecio por él y siempre cuestionaba cómo podía ser amigo de alguien con tan bajos valores morales.
—Lamento mucho lo que le pasó a David, pero él y yo nunca fuimos cercanos. Sabes que nunca me agradó —se cruzaba de brazos mi esposa.
—Lo sé cariño. Es solo que me duele verlo así y pensé que quizás tu sabrías como ayudarlo a pasar por esto, ya qué tú… bueno, ya sabes por lo que has pasado.
—Lo pensaré, pero no prometo nada —terminó de decir Johana.
Entonces hicimos nuestra primera visita a mi mejor amigo. Su casa seguía siendo un desastre y David se la pasaba acostado. Mi esposa se ofreció a limpiar y hacer algo de buena comida. Al parecer David se había estado alimentando a base de pura comida chatarra al ver los cartones de pizzas y otros alimentos de comida rápida.
—Está peor de lo que pensé —dijo Johana compadeciéndose.
Y así, comenzamos a dar una vuelta por la casa de David cada fin de semana. Cada que nos íbamos, mi amigo nos rogaba que no nos fuéramos, que, al estar solo, empezaba a sentirse muy mal. Por las noches no podía dormir, sus pensamientos se apoderaban de él atormentándolo. Como yo no podía visitarlo entresemana, mi esposa se ofreció a ir checar como estaba entresemana. No puedo negar que me incomodo al principio la idea, pero era por el bien de mi mejor amigo.
Mi esposa pasaba horas en su casa estuviera yo o no. Salían de excursión juntos, veían películas y no me invitaban, almorzaban juntos, todas las cosas que hacen las parejas. Obviamente, esto fue una interacción mucho más intensa de lo que tenía previsto y me incomodaba, pero David estaba mejorando mucho gracias a ello. Me tranquilizaba un poco saber que Johana sabía que clase de hombre era David y el desprecio que le llegó a tener por haber sido un mujeriego.
Johana y David se volvieron inseparables, al punto de que ella lo invitaba a cosas que yo había planeado para nosotros como pareja. Mi esposa pasaba mucho tiempo viendo su teléfono, se volvía cada vez más distante, había poca o ninguna intimidad.
—Es el segundo día seguido que llegas tarde a casa —le recriminaba a Johana al verla llegar.
—Lo sé cariño, pero me es difícil dejar a David en ese estado. Ya sabes como se deprime cuando nos vamos.
—Sí Johana, pero tampoco es tu responsabilidad estar para él todo tiempo.
—No sé porque te molestas, tú fuiste la que me animó a ayudarlo, cuando lo veo a él me recuerda a mí, pasar por esa situación… bueno, ya no quiero hablar de eso.
Mi esposa se subió al cuarto y dimos por cerrada la conversación. Hablar de la muerte de su padre era un tema delicado, que hasta el día de hoy no ha podido superar.
Un día ella estaba enviando mensajes de texto y le pregunté con quién estaba hablando. Ella dijo que era una de sus amigas y cuando le pedí ver lo que estaban diciendo, se mostró muy irritada y me llamó posesivo. Cuando hablé con David sobre lo incómodo que me hacía su "amistad", me aseguró que no había nada e incluso me acusó de no confiar en él ni en mi propia esposa.
No sabía bien como sentirme. Por una parte, me alegraba que David comenzara a recuperarse, pero por otra, no podía evitar sentir celos. ¿Acaso eran mis inseguridades? Quizá le estaba dando muchas vueltas a todo esto, así que me puse a ver una película para distraerme mientras esperaba el regreso de mi mujer.
Cuando Johana llegó, tenía en mi mente los diálogos de las cosas que me gustaría discutir con ella, había tenido tiempo suficiente para repasarlos, pero cuando abrí la puerta, mi esposa se lanzó sobre mi besándome.
—Johana para… ¿qué es lo que te pasa?
—¿Qué? ahora no puedo besar a mi esposo —dijo sonriéndome.
—Sí… es solo que me parece raro. Quería hablar…
Johana interrumpió lo que iba a decir abalanzándose sobre mí. Se pegó a mi pecho y me encerró con sus piernas, buscando todo el tiempo el contacto con mis labios.
—Me he dado cuenta de que he sido una tonta contigo —me desabrocha los botones de mi camisa— olvidé que tú también tienes tus necesidades.
No necesitaba mucho para encenderme, llevaba tiempo sin hacerlo, así que la tomé del culo y la llevé hacía la habitación. Mientras nos besamos le quité rápidamente su blusa y pantalón. No llevaba ropa interior y su coño estaba visiblemente chorreando, por lo que mi polla entró con suma facilidad. Tuvimos una buena noche de sexo, como en nuestros mejores años.
Pensé que las cosas volverían a la normalidad. Qué volveríamos a tener sexo con cierta regularidad y que pasaríamos más tiempo en pareja, pero no fue así. Ella seguía llegando tarde a casa, pasaba más tiempo con David que conmigo y las discusiones no se hicieron esperar.
Esto continuó hasta que un día Johana salió de nuevo. Dijo que iba a visitar a su hermana durante el fin de semana porque necesitaba espacio de mí, ya que la estaba volviendo loca con mis acusaciones. Aún desconfiaba mucho, por lo que llamé a su hermana para confirmar si realmente esperaba la visita de Johana. Ella confirmó que sí, pero que Johana aún no había llegado. Cabe mencionar que mi esposa se había ido alrededor de las 3 de la tarde y el lugar de su hermana está a unas 4 horas de distancia de donde vivimos. Ahora eran las 10 de la noche. Algo en mi interior me dijo que fuera a la casa de mi amigo, así que lo hice. Y efectivamente, el auto de mi esposa estaba estacionado a unos metros de la casa de mi amigo. En ese momento estaba claro como el día lo que estaba sucediendo. Lagrimas empezaban a salir de mis ojos, no sé si de tristeza o de rabia.
Después de unos minutos de respiración profunda, me armé de valor y decidí entrar a ver si lo que pensaba era lo que realmente estaba sucediendo. Entré por la puerta trasera, que sabía que estaría abierta. Entré sigilosamente y pude escuchar a mi esposa reír a lo lejos. Estaba temblando. Cuando llegué a la puerta de su habitación, pude ver a través de una rendija. Mi esposa, con la lencería de encaje negra que había usado en nuestro aniversario, sentada sobre el regazo de David, quien solo estaba en calzoncillos y con un bulto pronunciado. Se besaban como dos adolescentes buscando el contacto a todo momento. Las manos de mi amigo se paseaban por el culo de mi mujer para luego recorrer sus muslos. En ocasiones separaban sus bocas y podía ver la saliva que chorreaba de sus bocas.
Me sentía colapsado, las emociones me estaban desbordando. Estaba bloqueado, realmente bloqueado. David en una sola maniobra le quita el sujetador. Pasó su lengua por uno de los pezones de Johana, quien, al ser muy sensible en esa área, no pudo evitar mirar hacia arriba soltando un gemido de placer.
Mi esposa se aparta, mientras él se quita sus calzoncillos revelando su polla flácida meneándola con su mano. No ocupó hacerle una seña, Johana automáticamente se arrodilló y comenzó a mamarle la polla. Cuando estuvo completamente erecta, ambos se levantaron. Johana con sus tacones se inclinó sobre una mesita de noche entregándole el culo a David, quién simplemente apartó un poco su tanga, y sin quitársela, introdujo levente su polla.
— Ufff sí… —gemía mi esposa.
David se movía lentamente en círculos mientras la penetraba, con una mano en su cadera y otra en su cabello jalando la cabeza de mi mujer hacia atrás.
—Mmm sí… así… sigue lento… ahh
Así estuvieron en un ritmo lento, hasta que David empezó a embestirla rápidamente. Ya no eran gemidos sino gritos de placer lo que provenía de la boca de mi mujer. Jamás la había visto así conmigo. A mi rara vez me daba una mamada de polla, además nunca lo hacía después de haber pasado mi polla dentro de su coño, porque le parecía grotesco y sin embargo… ahí estaba, dándole una segunda mamada de campeonato a su amante para que se pudiera correr. Nunca olvidaré esa imagen.
Empujé la puerta de par en par y ambos se quedaron inmóviles, mirándome. Me costó mucho contenerme para no golpear a David hasta dejarlo sin vida. Simplemente me alejé y entré en mi auto. Podía escuchar cómo se apresuraban y mi esposa empezó a gritarme que me detuviera. No quería mirarla. No sé qué habría hecho, así que simplemente me fui conduciendo. Lloré durante todo el camino a casa y ambos me inundaron de llamadas. Apagué el celular y me dirigí rumbo a casa de uno de mis amigos de la universidad, donde he permanecido hasta ahora.
No he podido comer, dormir y no puedo pensar en nada más. Informé a mi trabajo sobre lo que está sucediendo y fueron lo suficientemente amables como para darme tiempo libre. He estado recibiendo llamadas telefónicas tanto de David como de Johana, así como de nuestras familias. Les informé a mi familia que estoy bien y que regresaré pronto, pero no he respondido a nadie más desde entonces. Esto duele. Mucho. Quiero morir. Quiero desaparecer de este mundo, pero soy demasiado cobarde para hacerlo yo mismo. Estoy tratando de ser fuerte, pero mi determinación está tambaleándose. ¿Cómo puede alguien a quien amé tan desinteresadamente hacer esto? No sé qué hacer.
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