Me acerqué a Fernanda y le pregunté si no quería invitarlo a tomar la última a casa. Yo vivía solo en un apartamento de un dormitorio no muy lejos de ahí. Los dos teníamos claro lo que podía pasar, Estás seguro? me preguntó, Sí, si vos querés, contesté. Me miró, asintió, me tomó la mano y me llevó hacia él, llamándolo.
Esperá un poco, Mario, no te vayas. Dice mi marido, (recalcando "marido") si no querés venir a casa a tomar la última con nosotros. Lo agarró del brazo mientras continuaba, No es tan tarde y vivimos cerca, agregó.
Él me miró, intrigado.
Estás seguro Pedro, que querés eso? yo voy encantado, me gustan mucho Uds! sobre todo tu mujer, no te ofendas. Capaz que te diste cuenta! jajaja pero voy, claro, cómo vamos?
Yo voy contigo en el auto, le dijo Fernanda, y te muestro el camino, Pedro no se va a perder, hahaha, verdad, mi amor? me dijo. No me voy a olvidar de ese diálogo, fue casi textual así.
Y así fue, ellos iban adelante y yo los seguía. Me encantaba, el buen cornudo.
Cuando llegamos a casa los hice pasar, me sentía yo el anfitrión de ellos dos.
Fernanda siguió en su rol alfa, me hizo preparar las bebidas, traerlas a la mesa, para él y para ella. Me senté en un sillón individual para dejarlos ocupar el grande, juntos, si querían. Fernanda me hizo poner música, desde luego diciéndome que poner.
Atendé a tus invitados como se debe, jajaja, no te olvides de nada eh?.
Eso estaba haciendo, le ofrecía bebida, algo de comida y mujer, que más podría querer?
Se sentaron juntos en el sofá, uno al lado del otro, sin dejar un espacio libre entre ellos. Les alcancé sus bebidas, vino blanco para mi esposa, escocés con un hielo para él. Traje de la cocina una aceitunas y unas papitas en unos platitos, servilletas, posa vasos, etc. Todo como un buen marido con el macho de su mujer. Así me sentía yo. Y me gustaba el papel que estaba haciendo.
Ellos ya no necesitaban música ni disimulaban nada. La situación era muy clara, mi invitación no dejaba espacio para las dudas, para los dos.
El pasó su brazo por los hombros de mi esposa y, atrayéndola hacia él, la besó en los labios, -gracias Fer, me encanta esto, dijo, volviendo a besarla en el cuello y en la boca. La abrazó, me miró y volvió a besarla, un beso cortito seguido de otro con la boca abierta, mostrando lengua.
Mi mujer le agarró la cara y lo besó fuertemente, con pasión, mordiéndole los labios y enroscando las lenguas. Los dos se miraban y luego me miraban a mí, supongo que a ver que hacía yo, sentado frente a ellos. O tal vez para mostrarme mejor lo que estaban haciendo.
Yo tenía un vaso en la mano y con la otra, inconscientemente, me acariciaba mi pija dura por sobre la ropa. Estaba todo dicho.
El me miró, sonrió, soberbio. Estiró el brazo y, sin dejar de mirarme a la cara, le agarró una teta a mi mujer, sobre la ropa. Ella se dejaba tocar y, también descarada, le agarró el paquete que se marcaba bajo su pantalón, dejando una adivinar una verga grande y bien parada, a esta altura de la noche. Gimió suavemente cuando la acarició, apreciando su tamaño y su dureza. Cuando lo tocó ella me volvió a mirar, como diciendo mirá lo que tiene acá!
La mano de él bajó y se apoyó sobre su muslo desnudo. La mini estaba muy alta, dejando ver la tanga roja entre los muslos, inmediato objetivo de la mano de Mario. Fernanda separó los muslos facilitando el acceso de la mano a su coño. Me imaginaba cómo estaría a esta hora, hinchada, entreabierta y empapada de jugos, preparada para que la penetraran, como tanto le gustaba. Eso habría encontrado Mario con su mano exploratoria. Fernanda suspiró cuando el la tocó finalmente ahí.
Mientras ella buscaba abrirle el cinturón, pero no podía con una mano. Se le ocurrió nueva humillación.
Pedro, vení, ayudame, me ordenó, desprendele el cinturón y el pantalón, dale, dejáte de mirar y pajearte como un mono...
Me gustó que me pidiera ayuda y desde luego que se la dí. Solté el cinturón, desprendí el botón del pantalón y bajé el cierre. Él levantó el culo del sillón, ayudando, y con Fernanda le bajamos pantalón y calzoncillo de una. Saltó una buena verga, no enorme, pero de buen tamaño y bien dura.
Fernanda la agarró con lujuria, la pajeó un par de veces y se agachó para tragársela en su boquita de puta chupapijas. Mario se estiró, soltando la concha y ofreciendo toda su verga, dejando que mi mujer exhibiera toda su habilidad de garganta profunda para tragársela toda, como hace muy bien.
Yo me quedé parado, al lado del sillón, viendo cómo mi mujer se la chupaba. Él, con los ojos cerrados, echado hacia atrás, se dejaba hacer. En un momento abrió los ojos y me vio, parado, mirándolos. Me hizo una guiñada y me sacó la lengua, mientras me decía:
Mirá como la chupa tu mujer, cornudo. Y dirigiéndose a Fernanda le dijo, tu marido está acá al lado, viendo como la chupas, le gusta vernos, sabés, no?
Fernanda levantó la vista y me miró, soltó la verga liberando la boca, se sonrió y me dijo que si quería seguir mirando iba a tener que desnudarme, que no quería putos mirones vestidos.
Sin mirar que hacía yo, volvió a meterse la pija en la boca, la chupó tragándola toda y después la fue soltando despacito, hasta exponer el glande. Se estaba exhibiendo. Lo lamió como si fuera un helado y luego, sosteniendo la verga con la mano, le pasó la lengua por todo el tronco hasta llegar a la base. Ahí siguió en el abdomen y entre la piernas, buscando tragarse los huevos, siempre sosteniendo el tronco en su mano. Cuando le lamió los huevos Mario gimió y le agarro la cabeza, acariciándola.
Así siguieron un poco más. Yo, desnudo, excitado, con mi pija bien dura segregando jugos, me pajeaba despacio, cuidándome de no acabar todavía.
Mi mujer me dijo que se iban al dormitorio, preguntándome si había puesto sábanas limpias. Cuando le aseguré que así era, asintió y tomando de la mano a Mario lo llevó a mi dormitorio, desnudándose por el camino.
Riéndose de mí, Mario me agarró de la mano, vení vos también, dale, así seguís mirando, y me hizo ir con ellos al dormitorio. Yo estaba desnudo, como había pedido mi mujer. Él tenía puesta la camisa y las medias.
Traéte una silla y sentate a mirar Pedro, me ordenó Fernanda.
Dejalo acostarse en la cama si quiere, Fernanda, no seas tan dura con él, me defendió Mario.
Pero yo fui a buscar la silla y me senté como quería ella.
Cuando se la iba a meter Fernanda lo paró y le dijo que quería que se la metiera yo. Los dos la entendimos mal y quedamos mirándola. Entendiendo la confusión, aclaró que quería que yo le metiera la pija de Mario, que la agarrara y la metiera. Mario se sonrió y me apuntó con ella. Estaba grande, dura, apuntando para adelante, la cabeza jugosa y brillante de sus jugos y la saliva de ella.
Me paré y me arrodillé en la cama, a su lado. Él se arrodilló entre las piernas de mi mujer y yo le agarré la verga, asombrándome de lo dura que estaba y la dirigí a la entrada de la vagina de Fernanda, la acerqué y frotándola la hice entrar un pedacito
Muy bien cornudo, dale soltala que sigo yo, me dijo Mario. Me gustaba que me dijera cornudo, se acostó sobre ella, metiéndola toda, frente a mí. Por fin la veía follar!
No voy a contar todo lo que siguió en detalle. Se cogieron en todas las posiciones, misionero, luego en cucharita, en 4, etc. Mi esposa acabó no sé cuántas veces y él una, todo adentro, pero seguía dura como si no lo hubiera hecho.
A veces mi mujer me pedía que participara, que la besara, que le pusiera mi verga en la boca mientras Mario la cogía. Me parecía muy morboso besarla en los labios, meterle la lengua mientras otro tío le metía la polla. También me pidió que la masturbara mientras follaba o que le metiera un dedo en el culo. En otro momento quiso que le hiciéramos como el jamón de un sandwich, uno por delante y otro por detrás. Pero no me aguantó en el culo al mismo tiempo, pese a lo lubricada y dilatada que estaba con mis dedos.
Así estuvieron un buen rato. Finalmente, cansados, se separaron y se quedaron así dormidos. Yo me acosté al lado de mi mujer y nos quedamos los tres dormidos.
A la mañana desperté yo abrazado a Fernanda, a su espalda, en cucharita. Mario dormía, desnudo, boca arriba del otro lado.
Mi polla estaba bien dura y empecé a frotarla suavemente contra su culo. Se despertó y le gustó. Se acomodó para que pudiera entrar y dado que estaba bien lubricada por el intento fallido de DP, entré sin dificultades. Era un goce estar adentro de ella así, recordando la locura de la noche. Suavemente entraba y salía, penetrándola totalmente. Ella suspiraba y también se movía, con lo que Mario se despertó.
Veo que empezaron sin mí, que hago yo ahora? preguntó, volviendo del baño.
Mi mujer, de frente a él lo agarró y le hacía una paja, también suave, al mismo ritmo que nosotros. El se arrodilló frente a su cara, frotando su verga contra sus labios, haciéndola abrir los labios y chupársela, ummmmmmmmm gemía ella, que bueno así, siii, otra vez dos a la vez.
Yo lo veía muy de cerca al abrazarla y cuando besaba su cuello. Viendo lo que él hacía, mi esposa ordenó: Agarrásela Pedro, como anoche, pajealo y frotámela en la cara que me encanta verte. Le obedecí y me encantó, estaba otra vez dura y era grande, gruesa, potente. Me pareció más que anoche. Ay, Pedro, cómo te gusta!, no querés vos tambien? pero claro que querés,para qué te pregunto, chupásela, dale, me pidió. Yo estaba con muchas ganas, pero de daba verguenza, la orden lo decidió y no dudé, metiéndomela en la boca, Así que además de cornudo sos chupapija? que puto que resultaste, ya me parecía a mí, aprovechó Mario para humillarme algo más.
Fernanda, que quería verme bien, se sacó mi pija del culo y se dio vuelta, mirándonos, encantada.
Se arrodilló al lado de Mario, tomándose de su cintura y me miraba y me daba instrucciones sobre cómo hacerlo mejor. Él la acariciaba y me insultaba, puto, chupapijas, qué bien que lo hacés, seguro que no es la primera, etc.
Vamos a hacer una cosa, decidió Fernanda. Yo me acuesto, el cornudo me la mete y mientras él me coge vos, Mario, te lo cogés a él, me encantaría hacer ese trencito, me dan el gusto, siiii? y así nos la das a los dos, se bueno Mario, dame el gusto... A mi no me preguntó nada.
Daba por descontado que si ella quería yo obedecía. Y así era. Y así fue.
No dije nada pero esa era también una de mis fantasías
Nos pusimos en la posición y, con un poco de dificultad, finalmente estuvo todo adentro, en su lugar. Yo dentro de Fernanda, que estaba divina, caliente, suave, muy lubricada por sus jugos y los de Mario de anoche. Mi mujer me separó las nalgas con sus manos, ofreciéndole mi culo a su amante. Yo estaba muy excitado por toda la situación. Cuando sentí la presión de su verga en mi culo, preparado, por supuesto, me aflojé y me la metió, despacio, con mucha habilidad. Se deslizó abriéndome al penetrarme, dilatándome, sin dolor y con mucho placer, hasta que entró toda, bien adentro. Nos acompasamos al ritmo, bien sincronizados los tres. Fernanda decía que cuando él me entraba a fondo sentía mi pija más adentro que nunca antes, y se acabó dos veces antes de que Mario lo hiciera dentro mío y yo dentro de ella, casi enseguida.
No podíamos más y nos volvimos a quedar dormidos hasta el mediodía.
Después de todo lo que pasó estábamos un poco incómodos entre nosotros al despertar.. Nos duchamos, de a uno. Él se vistió, agradeció y se fue. Fernanda lo acompañó a la puerta y oi que él le pedía el teléfono para volver a verla.
Ella me abrazó, el pelo mojado, oliendo a jabón y shampoo. Fresquita. Me besó y me agradeció. Fue increíble, me dijo. Me encantó. A vos?
La miré, asombrado, porque no era frecuente que me tratara así, con tanta consideración. En realidad había vivido una sumisión a ella y a su amante muy fuerte, muy intensa. Inesperada y a la que debería adaptarme.
Mi di cuenta que sus humillaciones sexuales cotidianas eran intencionales, eran para mí. Desde luego que a ella también le gustaba pero sabía el efecto que tenían en mí. Todo era actuado, premeditado y medido, para no exceder. Y seguramente ese día temió haberse excedido.
En la realidad, si uno lo mira objetivamente, hay poca sumisión mayor a dejarse coger. Para hacerlo más intenso aún,, dejarse coger y chuparle la pija al tipo que se folló a tu mujer. Fue una sumisión creciente, desde el bar, el baile, los chistes con mi ropa, el exhibirse ligando con mi esposa. Luego la actitud de ella, sometida a él, apoyando la humillación a su marido. Todo culmina en mi casa, mi sillón y mi cama, donde se folló a mi mujer. Vi como le besó, le desnudó, ¡con mi ayuda!. Y seguí yo viendo como ella le chupa la verga y después se la folla, también con mi colaboración ¡al agarrársela yo y ponérsela a ella!. Pero la sumisión no terminó ahí. Ella subió la apuesta y la entrega, me hizo agarrarle la polla, pajearlo, chupársela y finalmente, la mayor humillación, dejar que el macho de mi mujer me cogiera y me llenara el culo de lefa. Todo eso además con la ayuda y la complicidad de ella.
Fue inolvidable. Nunca lo repetimos.