Cómo cuáles? Ser cornudo es viejo como el propio sexo
Pues, por ejemplo, un día al acabar de comer, mi padre sacó un tema y empezó a hablar de que había un restaurante en un lugar relativamente distante de donde vivíamos, como a ciento y pico kilómetros, pero al que ellos iban con cierta frecuencia, en el que el encargado, maitre, o no sé qué cargo tenía el tipo, los atendía estupendamente y tenía siempre muchísimas atenciones con ellos.
Mi madre se había levantado para recoger un poco todo y estaba rondando por allí cerca. Llegado a un punto de su relato, mi padre la interpeló para preguntarle: ¿Te acuerdas fulanita?. Mi madre negó con cierta displicencia sin siquiera levantar la mirada. Mi padre, como si tal cosa, continuó contando anécdotas del individuo.
Al poco rato de nuevo: ¿Pero no te acuerdas? Tienes que acordarte. Sí mujer. Y le daba algún detalle para ayudarla a recordar. Ella no solo decía no acordarse, sino que no parecía hacer el mínimo esfuerzo por hacer memoria. Ni siquiera se detenía o le hacía alguna pregunta de vuelta. Cabría pensar que estaba concentrada en su actividad, pero tampoco estaba haciendo algo especial que requiriese concentración y la tuviese abstraída. Estaba pasando una bayeta. Tan evidente fue la displicencia de ella por el asunto, que siendo yo poco más que un crío y que no estaba nunca al tanto de esos detalles, me llamó la atención su actitud y pensé: aquí está pasando algo raro.
Otra vez llegué del colegio y me encontré un tipo al que no conocía de nada en casa. Mi madre me dijo quién era, pero no presté mucha atención. Me importaba poco quién pudiese ser. Ella estaba dándole los últimos toques a la comida y él, creo recordar que estaba sentado en el salón con un vaso de algo. A mi madre no la noté nerviosa, estresada, ni nada parecido. Iba a la cocina y venía continuamente a intercambiar algunas frases con él. Me parece que el fulano me preguntó algo, lo típico que se pregunta a los chavales sobre el cole o algo así. Mi mente no se iba entonces a temas sexuales, pero sí me rechinaba un poco su presencia a aquella hora siendo un señor que no había visto antes nunca.
Fueron llegando mis hermanos y finalmente llegó mi padre. Cuando éste entró en casa, mi madre le dijo a modo de presentación algo como: éste es fulanito de tal, el.... ¿Te acuerdas?. Mi padre hizo un leve gesto afirmativo, pero su cara no fue de alegría, ni siquiera la que se esperaría de un buen anfitrión. Lo saludo con un gesto que denotaba cierta contrariedad, pero cuidándose de exteriorizar demasiado su sentir.
El tipo permaneció un ratito más. No pareció afectarle nada la actitud de mi padre. Éste había desaparecido rumbo a su habitación a cambiarse y no recuerdo si llegó a aparecer antes de que el intruso, llegado un momento, dijese que ya se iba y se despidiese de mi madre y del resto de nosotros.