Un joven corneador inesperado.

AFRODITAA

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2 May 2025
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Con unos 25 años mi chica y yo nos independizamos. Al poco hicimos un trío con un amigo mío que se hizo asiduo por casa (Trío). Por causas laborales dejamos de vernos. Al poco tiempo Ángel, mi primo, acababa de alcanzar la mayoría de edad y como en aquella época era un friki empedernido -como yo, por las consolas y el FIFA- comenzó a venir a casa algunos viernes por la tarde noche a echar unas partidas ya que él flipaba con la tele grande, la última xbox, etc.

A pesar de coincidir varias veces con mi novia, nunca hubo insinuaciones de ningún tipo. Pero una noche de verano, en la que mi chica iba a quedarse a dormir en casa de sus padres, salí a comprar algo para cenar. Mi primo me dijo que mientras tanto iba a ducharse (habíamos estado en la playa toda la tarde). Estando yo aún comprando mi novia se presentó en casa. Ella no sabía que estaba mi primo, entró en el baño creyendo que era yo (la ducha tenía una cortina blanca opaca) y se desvistió rápido para meterse conmigo. Ella pensaba que era yo quien estaba duchándose.

Cuando subí a casa mi primo estaba en el salón jugando. Tenía la cara colorada como un tomate. Escuché ruido en el cuarto de baño. Le dije a mi primo ¿Está aquí Sara? Y con una sonrisa me dijo: Sí, entra y que te cuente anda. Fui al baño, corrí la cortina de la ducha, le di un beso y me contó lo que pasó.

Preparamos la mesa, la cena y durante la misma ellos procuraban no mirarse a la cara, ambos estaban encendidos de rubor. Yo le quité hierro al asunto y dije: 'Hala, se me ha olvidado hacer unas salchichas'. Las carcajadas las dimos los tres, rompiéndose el hielo, y tras una breve conversación mi chica emprendió rumbo al dormitorio. La acompañé en la cama un rato, aunque sabía que mi primo me esperaba en el salón para reanudar las partidas pendientes.

Mi novia me dijo 'Que vergüenza, tu primo me ha visto todo'. Me puse cachondo al pensar que el enano de mi primo había visto a mi chica y que ella lo había visto a él también. De repente un morboso mundo se abrió ante mí. Le pregunté a Sara ¿bueno y que te ha parecido lo que le cuelga? Ella me dio un leve puñetazo en el estómago:
-Pero que dices, si es un niñato.
-Sí, sí, un niñato. Pero ese te coge y te deja las piernas temblando.


La dejé un poco enfadada y me dirigí al salón. Mi primo estaba esperando para seguir nuestra noche de copas y consola. En aquella época él fumaba porros por lo que o podéis imaginar el ambiente que se respiraba en el salón. Cuando ya íbamos bastante pedos, nos fuimos a la terraza contigua a hablar y reírnos un poco. Cuando pasó un rato le dije:
- Oye y que te ha parecido mi novia en la ducha? ¿te ha gustado eh?
- Joder primo menudo susto, del grito que he pegado se me ha metido la espuma del champú en los ojos.
- Anda ¿No le has visto nada?

- Sí claro que la he visto, de arriba abajo ¡Pero si se ha metido en la ducha conmigo!
En esos momentos noté como el alcohol y los porros estaban haciéndonos efecto, desinhibiéndonos por completo para soltarnos prendas sin pudor el uno al otro:
- Bueno ¿y qué te ha parecido Sara?
- Primo pfff tu novia tiene un culito...
- Jajaja ¿te gusta?
- Pues claro tío, está buenísima.

- Vamos que te la hubieses follado.
- ¿Qué dices primo? Pero si es tu novia.
- Imagínate que no lo es y que aparece ahora por aquí y yo no estoy ¿te la follarías?

- Pues claro primo, le metía una follada toda la noche. La pondría aquí en la terraza mirando hacia la playa y ufff...
Me animé a continuar a ver a lo que estaba dispuesto mi primo. Yo sabía que pese a que no tenía ni 20 años, ya había tenido varias novietas. Empezó a contarme lo que le daba más morbo: que las tías le hicieran caricias y que le comieran su culo.
- ¿Cómo que te coman el culo?
- Primo tío, no sabes el morbo que me da eso. Que una tía me coma el culito y con la lengua mmm...
- Ángel ¿Qué es lo más pervertido que has hecho?
- Mmmm. ¡Follarme a una de mi clase en la cama de sus padres cuando ella tenía la regla!
Ambos nos reímos con la descripción de su hazaña y me tocó su interrogatorio.
- ¿Y tú qué es lo más guarro?
Me armé de valor y le solté:
- Un trío con Sara.
- ¡Hostias! ¿Y con una de sus amigas?
- No. Con un amigo mío del instituto.

- Que dices primo. Yo eso no podría, me cortaría el rollo otro tío con la polla ahí al lado.
Entonces le narré cómo hicimos el trio con mi amigo Dani, con todo lujo de detalles. Mientras se lo contaba vi que no paraba de llevarse las manos a los bóxer clásicos que tenía puestos:
- Primo mira cómo me ha puesto lo que me has contado ¿te daba morbo ver como se follan a tu novia?
No llegó a terminar la frase cuando se levantó la camiseta y se llevó la mano derecha al prominente bulto que marcaba su rabo. Se sacó una tranca que nunca imaginaría que tendría un niñato como él. Totalmente depilado, me mostró un pedazo de rabo curvado hacía abajo, sin circuncidar, acompañado de dos huevazos de esos que les ves a los toros de lidia de espaldas. Mira que yo no tengo queja de mi herramienta pero ver aquello me dejó perplejo.
En ese momento se encendió la luz de la cocina y mi primo ocultó rápidamente su impresionante sable bajo los calzoncillos. Sara buscaba en el frigorífico una botella de agua. Nos vio en la terraza y se acercó con nosotros.
- ¿Qué hacéis aquí? Anda que los vecinos estarán contentos con vuestras carcajadas. Estáis cieguísimos.
Sara llevaba solo una camiseta que la tapaba hasta las braguitas. Observé como mi primo -aunque aún un poco cortado- miraba de reojo a Sara. Le pregunté a ella si le pasaba algo, ya que se llevaba ambas manos a la espalda, a la altura de los riñones.
- Creo que me he lastimado en la playa, en la toalla de la arena, una mala postura...
No sé ni donde ni como pero mi primo sacó un vaso y le sirvió a mi chica una copa de ron que, a pesar de un rechazo inicial, aceptó. Así pasamos cerca de hora y media fumando, bebiendo y riendo las tonterías que se nos ocurrían. Sara con dos copas se desinhibe y una de las veces que fue al baño a orinar mi primo me dijo:
- Primo en realidad no veas como está tu novia y con lo que me has contado no paro de imaginármela. Me estaba hablando y en mi cabeza me la imagino ahí a cuatro patas...
- ¿Quieres follar con nosotros?

- ¡Qué dices! Estás loco primo... Además, ¿Ella querría que me la follase?
Ese además quería decir mucho más. Quería decir que estaba loco por metérsela. Mi confesión lo había disparado todo.
A los pocos minutos Sara volvió a la terraza. Estaba a gusto pero con un gesto y agarrándome de mis bóxer me indicó que se quería ir a la cama. La rodeé con mis brazos y le dije:
- ¿Oye porque no te da Ángel un masaje en los riñones?
- ¿El enano este sabe a caso dar masajes?
Me contestó ella.
Él me miró, entendió la jugada y rápidamente improvisó, soltándonos una historia rocambolesca de que si daba masajes en su tiempo libre para sacar algún dinero.

Total que al final nos fuimos los tres a la cama de matrimonio, mi chica sacó un gel relajante de la mesita de noche, se puso boca abajo y
se lo dio a mi primo. Yo me coloqué tumbado mirando hacia ella mientras mi primo me hacia gestos como queriéndome preguntar sobre qué pasos debía seguir. Con una mano le indiqué que se pusiera de rodillas, al lado de ella y que fuese restregando la crema sobre la parte baja de su espalda.

Sara estaba totalmente relajada, no había luz en la habitación salvo la claridad de la Luna que entraba por el ventanal. Mi primo empezó a darle el masaje tímidamente, no se movía de la misma zona. Viendo que estaba más cortado que otra cosa, lo animé:
- Pero dale gel sin miedo, a ella le encantan los masajes.
Sara le cogió una mano y la llevó a la parte de la espalda cercana a sus braguitas.
- Dame por aquí, sin miedo que no me duele.
Mi primo extendió más gel, y yo observaba como los ojos se salían de sus órbitas. Acerqué mi cara a mi novia y comencé a besarla, sabía por su tono de voz que se estaba poniendo cachonda y que las copas que había tomado la habían ayudado a quitarse prejuicios de encima.
- ¿Te gusta el masaje que te está dando mi primo, nena?
- Sí, pero quiero que me de más arriba ahora.

Ella lo volvió a guiar de tal forma que ahora mi primo estaba entre sus piernas abiertas, quitándose ella la camiseta para que siguiese con su masaje.
Mi primo de vez en cuando me miraba, mordiéndose el labio, indicando que estaba cachondo como una perra, como él me decía.
Pasé una mano por debajo de la barriga de mi novia y comencé a acariciarle el coño. Lejos de rechazarla y cortar la situación, llevó una mano a mis calzoncillos, apretándome la polla y los huevos con fuerza. Comenzó a gemir, a contonearse. Aproveché que tenía su oído a mi vera para decirle:
- ¿Te gustado la polla de mi primo en la ducha?
Mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos y gemidos me afirmó con la cabeza y también se mordió los labios.
-¿Quieres follártelo?
- Dile que me folle.

- No. Díselo tú, venga.
Me alejé unos centímetros para poder recrearme en la escena. Mi novia boca abajo, ya sin mi mano en sus partes, continuaba estirándose de placer, con sus braguitas blancas. Mi primo de rodillas, entre sus piernas, se había despojado de su camiseta. Llevaba un bóxer (de esos sueltos clásicos) y la tienda de campaña que mostraba indicaba que estaba a punto de explotar.
- Bájame las braguitas, Ángel.
Mi primo me miró pidiendo permiso y yo con un gesto le indiqué que se las quitase. Él puso cada una de sus manos en un extremo de las braguitas, deslizándolas muy lentamente, recreándose en el tesoro descubierto, hasta bajarlas y desprenderlas más allá de los tobillos. Volvió a subir las manos por las piernas de mi novia, extendiéndolas muy lentamente, como queriendo que no se acabasen los muslos. Abrió los cachetes de mi chica y metió su cara entre sus muslos para adorar aquella conquista:
- Joder, que culazo y que coño tienes Sara - Exclamó mientras dejó de masajear la espalda.

Aún extendida boca abajo, ella alargó sus brazos sus manos todo lo que pudo y le bajó los calzoncillos, dejando la herramienta de mi primo al aire. La agarró, tocó, y palpó. Examinaba sin poder ver la polla y los huevos y aún así soltó un 'joder que pollón tiene el niñato'.

Mi primo metía los dedos a mi novia con delicadeza. Me acerqué a él y le dije:
- Primo dale con fuerza, como en las porno. Dile cosas guarras y se duro que es lo que le gusta a ella.
Para qué diría yo eso. Me convertí en espectador de una porno brutal. El hijo de puta era un pervertido como yo. Lo lleva en los genes, pensé. Encima presumía de un físico espectacular, muy fibrado y completamente depilado. De piel muy pálida contrastaba en la noche con el cuerpo moreno de mi novia que le espetó:
- Venga fóllame, dame fuerte.
Mi primo cogió su pelo para arrastrarla y llevarle la boca a su polla. Comenzó un mete saca tremendo y a mi novia no le entraba semejante trozo de carne, provocándole arcadas. Para colmo tenía unos huevazos enormes, los más grandes que he visto en persona. De esos que cuelgan bastante y que a Sara vuelven loca. Mientras le metía la polla en la boca, los huevos -brillantes y llenos de saliva- golpeaban su barbilla.
- Dime cosas Ángel.
- ¿Qué quieres que te diga?
- Dime que me vas a follar sin piedad y dime lo que soy.
- Eres una pedazo de puta y voy a hacer contigo lo que quiera.
Cuando escuchó eso, Sara convulsionó. Le encanta ser sumisa, que hagan con ella lo que quieran. Ángel colocó a mi novia tumbada boca arriba y se sentó sobre sus pechos, llenando su cara con los huevos.
- Saca la lengua, Puta.
Mi primo comenzó a pasarle los huevos y el culo por la boca, haciéndome una señal para que entrase en acción. El mamón solo me dejaba lamerle el coño a mi chica.
- Abre la boca, Sara.
Comencé a escuchar como mi primo se buscaba saliva y escupía en la boca de mi novia. Mi visión se reducía a los muslos y el coño de ella y al culo depilado de mi primo pero por los contorneos, los gemidos y los orgasmos de Sara, sabía que lo que había surgido esa noche le estaba encantando.​

Mi chica no aguantaba más. Le pidió a Ángel que se corriese. Éste la puso al estilo perrito y empezó una follada durísima, ruidosa, llena de sudor y con el plaf plaf de sus huevos balanceándose y golpeando el coño de Sara. Que regalo para la vista me estaban dando y es que los huevos de mi primo rebotando en el coño de mi novia eran un espectáculo.
- Me corro, ¡Me corro pedazo de puta!
- Córrete donde quieras.


Ángel sacó la polla y soltó enormes trazos de leche sobre el culo y la espalda de mi novia, cayendo los dos fulminados en la cama. Me marché a la terraza a fumar un cigarro y a intentar digerir todo lo que había pasado. Cuando regresé al interior, mi primo estaba en pelotas dormido en el sofá del salón. El dormitorio olía a humanidad y Sara yacía boca abajo con los restos de semen aún en la espalda. Me eché a su lado y rendido me dormí en segundos.

A partir de la mañana siguiente todo sería diferente.​
 
Con unos 25 años mi chica y yo nos independizamos. Al poco hicimos un trío con un amigo mío que se hizo asiduo por casa (Trío). Por causas laborales dejamos de vernos. Al poco tiempo Ángel, mi primo, acababa de alcanzar la mayoría de edad y como en aquella época era un friki empedernido -como yo, por las consolas y el FIFA- comenzó a venir a casa algunos viernes por la tarde noche a echar unas partidas ya que él flipaba con la tele grande, la última xbox, etc.

A pesar de coincidir varias veces con mi novia, nunca hubo insinuaciones de ningún tipo. Pero una noche de verano, en la que mi chica iba a quedarse a dormir en casa de sus padres, salí a comprar algo para cenar. Mi primo me dijo que mientras tanto iba a ducharse (habíamos estado en la playa toda la tarde). Estando yo aún comprando mi novia se presentó en casa. Ella no sabía que estaba mi primo, entró en el baño creyendo que era yo (la ducha tenía una cortina blanca opaca) y se desvistió rápido para meterse conmigo. Ella pensaba que era yo quien estaba duchándose.

Cuando subí a casa mi primo estaba en el salón jugando. Tenía la cara colorada como un tomate. Escuché ruido en el cuarto de baño. Le dije a mi primo ¿Está aquí Sara? Y con una sonrisa me dijo: Sí, entra y que te cuente anda. Fui al baño, corrí la cortina de la ducha, le di un beso y me contó lo que pasó.

Preparamos la mesa, la cena y durante la misma ellos procuraban no mirarse a la cara, ambos estaban encendidos de rubor. Yo le quité hierro al asunto y dije: 'Hala, se me ha olvidado hacer unas salchichas'. Las carcajadas las dimos los tres, rompiéndose el hielo, y tras una breve conversación mi chica emprendió rumbo al dormitorio. La acompañé en la cama un rato, aunque sabía que mi primo me esperaba en el salón para reanudar las partidas pendientes.

Mi novia me dijo 'Que vergüenza, tu primo me ha visto todo'. Me puse cachondo al pensar que el enano de mi primo había visto a mi chica y que ella lo había visto a él también. De repente un morboso mundo se abrió ante mí. Le pregunté a Sara ¿bueno y que te ha parecido lo que le cuelga? Ella me dio un leve puñetazo en el estómago:
-Pero que dices, si es un niñato.
-Sí, sí, un niñato. Pero ese te coge y te deja las piernas temblando.


La dejé un poco enfadada y me dirigí al salón. Mi primo estaba esperando para seguir nuestra noche de copas y consola. En aquella época él fumaba porros por lo que o podéis imaginar el ambiente que se respiraba en el salón. Cuando ya íbamos bastante pedos, nos fuimos a la terraza contigua a hablar y reírnos un poco. Cuando pasó un rato le dije:
- Oye y que te ha parecido mi novia en la ducha? ¿te ha gustado eh?
- Joder primo menudo susto, del grito que he pegado se me ha metido la espuma del champú en los ojos.
- Anda ¿No le has visto nada?

- Sí claro que la he visto, de arriba abajo ¡Pero si se ha metido en la ducha conmigo!
En esos momentos noté como el alcohol y los porros estaban haciéndonos efecto, desinhibiéndonos por completo para soltarnos prendas sin pudor el uno al otro:
- Bueno ¿y qué te ha parecido Sara?
- Primo pfff tu novia tiene un culito...
- Jajaja ¿te gusta?
- Pues claro tío, está buenísima.

- Vamos que te la hubieses follado.
- ¿Qué dices primo? Pero si es tu novia.
- Imagínate que no lo es y que aparece ahora por aquí y yo no estoy ¿te la follarías?

- Pues claro primo, le metía una follada toda la noche. La pondría aquí en la terraza mirando hacia la playa y ufff...
Me animé a continuar a ver a lo que estaba dispuesto mi primo. Yo sabía que pese a que no tenía ni 20 años, ya había tenido varias novietas. Empezó a contarme lo que le daba más morbo: que las tías le hicieran caricias y que le comieran su culo.
- ¿Cómo que te coman el culo?
- Primo tío, no sabes el morbo que me da eso. Que una tía me coma el culito y con la lengua mmm...
- Ángel ¿Qué es lo más pervertido que has hecho?
- Mmmm. ¡Follarme a una de mi clase en la cama de sus padres cuando ella tenía la regla!
Ambos nos reímos con la descripción de su hazaña y me tocó su interrogatorio.
- ¿Y tú qué es lo más guarro?
Me armé de valor y le solté:
- Un trío con Sara.
- ¡Hostias! ¿Y con una de sus amigas?
- No. Con un amigo mío del instituto.

- Que dices primo. Yo eso no podría, me cortaría el rollo otro tío con la polla ahí al lado.
Entonces le narré cómo hicimos el trio con mi amigo Dani, con todo lujo de detalles. Mientras se lo contaba vi que no paraba de llevarse las manos a los bóxer clásicos que tenía puestos:
- Primo mira cómo me ha puesto lo que me has contado ¿te daba morbo ver como se follan a tu novia?
No llegó a terminar la frase cuando se levantó la camiseta y se llevó la mano derecha al prominente bulto que marcaba su rabo. Se sacó una tranca que nunca imaginaría que tendría un niñato como él. Totalmente depilado, me mostró un pedazo de rabo curvado hacía abajo, sin circuncidar, acompañado de dos huevazos de esos que les ves a los toros de lidia de espaldas. Mira que yo no tengo queja de mi herramienta pero ver aquello me dejó perplejo.
En ese momento se encendió la luz de la cocina y mi primo ocultó rápidamente su impresionante sable bajo los calzoncillos. Sara buscaba en el frigorífico una botella de agua. Nos vio en la terraza y se acercó con nosotros.
- ¿Qué hacéis aquí? Anda que los vecinos estarán contentos con vuestras carcajadas. Estáis cieguísimos.
Sara llevaba solo una camiseta que la tapaba hasta las braguitas. Observé como mi primo -aunque aún un poco cortado- miraba de reojo a Sara. Le pregunté a ella si le pasaba algo, ya que se llevaba ambas manos a la espalda, a la altura de los riñones.
- Creo que me he lastimado en la playa, en la toalla de la arena, una mala postura...
No sé ni donde ni como pero mi primo sacó un vaso y le sirvió a mi chica una copa de ron que, a pesar de un rechazo inicial, aceptó. Así pasamos cerca de hora y media fumando, bebiendo y riendo las tonterías que se nos ocurrían. Sara con dos copas se desinhibe y una de las veces que fue al baño a orinar mi primo me dijo:
- Primo en realidad no veas como está tu novia y con lo que me has contado no paro de imaginármela. Me estaba hablando y en mi cabeza me la imagino ahí a cuatro patas...
- ¿Quieres follar con nosotros?

- ¡Qué dices! Estás loco primo... Además, ¿Ella querría que me la follase?
Ese además quería decir mucho más. Quería decir que estaba loco por metérsela. Mi confesión lo había disparado todo.
A los pocos minutos Sara volvió a la terraza. Estaba a gusto pero con un gesto y agarrándome de mis bóxer me indicó que se quería ir a la cama. La rodeé con mis brazos y le dije:
- ¿Oye porque no te da Ángel un masaje en los riñones?
- ¿El enano este sabe a caso dar masajes?
Me contestó ella.
Él me miró, entendió la jugada y rápidamente improvisó, soltándonos una historia rocambolesca de que si daba masajes en su tiempo libre para sacar algún dinero.

Total que al final nos fuimos los tres a la cama de matrimonio, mi chica sacó un gel relajante de la mesita de noche, se puso boca abajo y
se lo dio a mi primo. Yo me coloqué tumbado mirando hacia ella mientras mi primo me hacia gestos como queriéndome preguntar sobre qué pasos debía seguir. Con una mano le indiqué que se pusiera de rodillas, al lado de ella y que fuese restregando la crema sobre la parte baja de su espalda.

Sara estaba totalmente relajada, no había luz en la habitación salvo la claridad de la Luna que entraba por el ventanal. Mi primo empezó a darle el masaje tímidamente, no se movía de la misma zona. Viendo que estaba más cortado que otra cosa, lo animé:
- Pero dale gel sin miedo, a ella le encantan los masajes.
Sara le cogió una mano y la llevó a la parte de la espalda cercana a sus braguitas.
- Dame por aquí, sin miedo que no me duele.
Mi primo extendió más gel, y yo observaba como los ojos se salían de sus órbitas. Acerqué mi cara a mi novia y comencé a besarla, sabía por su tono de voz que se estaba poniendo cachonda y que las copas que había tomado la habían ayudado a quitarse prejuicios de encima.
- ¿Te gusta el masaje que te está dando mi primo, nena?
- Sí, pero quiero que me de más arriba ahora.

Ella lo volvió a guiar de tal forma que ahora mi primo estaba entre sus piernas abiertas, quitándose ella la camiseta para que siguiese con su masaje.
Mi primo de vez en cuando me miraba, mordiéndose el labio, indicando que estaba cachondo como una perra, como él me decía.
Pasé una mano por debajo de la barriga de mi novia y comencé a acariciarle el coño. Lejos de rechazarla y cortar la situación, llevó una mano a mis calzoncillos, apretándome la polla y los huevos con fuerza. Comenzó a gemir, a contonearse. Aproveché que tenía su oído a mi vera para decirle:
- ¿Te gustado la polla de mi primo en la ducha?
Mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos y gemidos me afirmó con la cabeza y también se mordió los labios.
-¿Quieres follártelo?
- Dile que me folle.

- No. Díselo tú, venga.
Me alejé unos centímetros para poder recrearme en la escena. Mi novia boca abajo, ya sin mi mano en sus partes, continuaba estirándose de placer, con sus braguitas blancas. Mi primo de rodillas, entre sus piernas, se había despojado de su camiseta. Llevaba un bóxer (de esos sueltos clásicos) y la tienda de campaña que mostraba indicaba que estaba a punto de explotar.
- Bájame las braguitas, Ángel.
Mi primo me miró pidiendo permiso y yo con un gesto le indiqué que se las quitase. Él puso cada una de sus manos en un extremo de las braguitas, deslizándolas muy lentamente, recreándose en el tesoro descubierto, hasta bajarlas y desprenderlas más allá de los tobillos. Volvió a subir las manos por las piernas de mi novia, extendiéndolas muy lentamente, como queriendo que no se acabasen los muslos. Abrió los cachetes de mi chica y metió su cara entre sus muslos para adorar aquella conquista:
- Joder, que culazo y que coño tienes Sara - Exclamó mientras dejó de masajear la espalda.

Aún extendida boca abajo, ella alargó sus brazos sus manos todo lo que pudo y le bajó los calzoncillos, dejando la herramienta de mi primo al aire. La agarró, tocó, y palpó. Examinaba sin poder ver la polla y los huevos y aún así soltó un 'joder que pollón tiene el niñato'.

Mi primo metía los dedos a mi novia con delicadeza. Me acerqué a él y le dije:
- Primo dale con fuerza, como en las porno. Dile cosas guarras y se duro que es lo que le gusta a ella.
Para qué diría yo eso. Me convertí en espectador de una porno brutal. El hijo de puta era un pervertido como yo. Lo lleva en los genes, pensé. Encima presumía de un físico espectacular, muy fibrado y completamente depilado. De piel muy pálida contrastaba en la noche con el cuerpo moreno de mi novia que le espetó:
- Venga fóllame, dame fuerte.
Mi primo cogió su pelo para arrastrarla y llevarle la boca a su polla. Comenzó un mete saca tremendo y a mi novia no le entraba semejante trozo de carne, provocándole arcadas. Para colmo tenía unos huevazos enormes, los más grandes que he visto en persona. De esos que cuelgan bastante y que a Sara vuelven loca. Mientras le metía la polla en la boca, los huevos -brillantes y llenos de saliva- golpeaban su barbilla.
- Dime cosas Ángel.
- ¿Qué quieres que te diga?
- Dime que me vas a follar sin piedad y dime lo que soy.
- Eres una pedazo de puta y voy a hacer contigo lo que quiera.
Cuando escuchó eso, Sara convulsionó. Le encanta ser sumisa, que hagan con ella lo que quieran. Ángel colocó a mi novia tumbada boca arriba y se sentó sobre sus pechos, llenando su cara con los huevos.
- Saca la lengua, Puta.
Mi primo comenzó a pasarle los huevos y el culo por la boca, haciéndome una señal para que entrase en acción. El mamón solo me dejaba lamerle el coño a mi chica.
- Abre la boca, Sara.
Comencé a escuchar como mi primo se buscaba saliva y escupía en la boca de mi novia. Mi visión se reducía a los muslos y el coño de ella y al culo depilado de mi primo pero por los contorneos, los gemidos y los orgasmos de Sara, sabía que lo que había surgido esa noche le estaba encantando.​

Mi chica no aguantaba más. Le pidió a Ángel que se corriese. Éste la puso al estilo perrito y empezó una follada durísima, ruidosa, llena de sudor y con el plaf plaf de sus huevos balanceándose y golpeando el coño de Sara. Que regalo para la vista me estaban dando y es que los huevos de mi primo rebotando en el coño de mi novia eran un espectáculo.
- Me corro, ¡Me corro pedazo de puta!
- Córrete donde quieras.


Ángel sacó la polla y soltó enormes trazos de leche sobre el culo y la espalda de mi novia, cayendo los dos fulminados en la cama. Me marché a la terraza a fumar un cigarro y a intentar digerir todo lo que había pasado. Cuando regresé al interior, mi primo estaba en pelotas dormido en el sofá del salón. El dormitorio olía a humanidad y Sara yacía boca abajo con los restos de semen aún en la espalda. Me eché a su lado y rendido me dormí en segundos.

A partir de la mañana siguiente todo sería diferente.​
Muy morboso, esperando continuación.
 
Morboso relato. Muy muy bueno. Esperando la continuación.
 
Con unos 25 años mi chica y yo nos independizamos. Al poco hicimos un trío con un amigo mío que se hizo asiduo por casa (Trío). Por causas laborales dejamos de vernos. Al poco tiempo Ángel, mi primo, acababa de alcanzar la mayoría de edad y como en aquella época era un friki empedernido -como yo, por las consolas y el FIFA- comenzó a venir a casa algunos viernes por la tarde noche a echar unas partidas ya que él flipaba con la tele grande, la última xbox, etc.

A pesar de coincidir varias veces con mi novia, nunca hubo insinuaciones de ningún tipo. Pero una noche de verano, en la que mi chica iba a quedarse a dormir en casa de sus padres, salí a comprar algo para cenar. Mi primo me dijo que mientras tanto iba a ducharse (habíamos estado en la playa toda la tarde). Estando yo aún comprando mi novia se presentó en casa. Ella no sabía que estaba mi primo, entró en el baño creyendo que era yo (la ducha tenía una cortina blanca opaca) y se desvistió rápido para meterse conmigo. Ella pensaba que era yo quien estaba duchándose.

Cuando subí a casa mi primo estaba en el salón jugando. Tenía la cara colorada como un tomate. Escuché ruido en el cuarto de baño. Le dije a mi primo ¿Está aquí Sara? Y con una sonrisa me dijo: Sí, entra y que te cuente anda. Fui al baño, corrí la cortina de la ducha, le di un beso y me contó lo que pasó.

Preparamos la mesa, la cena y durante la misma ellos procuraban no mirarse a la cara, ambos estaban encendidos de rubor. Yo le quité hierro al asunto y dije: 'Hala, se me ha olvidado hacer unas salchichas'. Las carcajadas las dimos los tres, rompiéndose el hielo, y tras una breve conversación mi chica emprendió rumbo al dormitorio. La acompañé en la cama un rato, aunque sabía que mi primo me esperaba en el salón para reanudar las partidas pendientes.

Mi novia me dijo 'Que vergüenza, tu primo me ha visto todo'. Me puse cachondo al pensar que el enano de mi primo había visto a mi chica y que ella lo había visto a él también. De repente un morboso mundo se abrió ante mí. Le pregunté a Sara ¿bueno y que te ha parecido lo que le cuelga? Ella me dio un leve puñetazo en el estómago:
-Pero que dices, si es un niñato.
-Sí, sí, un niñato. Pero ese te coge y te deja las piernas temblando.


La dejé un poco enfadada y me dirigí al salón. Mi primo estaba esperando para seguir nuestra noche de copas y consola. En aquella época él fumaba porros por lo que o podéis imaginar el ambiente que se respiraba en el salón. Cuando ya íbamos bastante pedos, nos fuimos a la terraza contigua a hablar y reírnos un poco. Cuando pasó un rato le dije:
- Oye y que te ha parecido mi novia en la ducha? ¿te ha gustado eh?
- Joder primo menudo susto, del grito que he pegado se me ha metido la espuma del champú en los ojos.
- Anda ¿No le has visto nada?

- Sí claro que la he visto, de arriba abajo ¡Pero si se ha metido en la ducha conmigo!
En esos momentos noté como el alcohol y los porros estaban haciéndonos efecto, desinhibiéndonos por completo para soltarnos prendas sin pudor el uno al otro:
- Bueno ¿y qué te ha parecido Sara?
- Primo pfff tu novia tiene un culito...
- Jajaja ¿te gusta?
- Pues claro tío, está buenísima.

- Vamos que te la hubieses follado.
- ¿Qué dices primo? Pero si es tu novia.
- Imagínate que no lo es y que aparece ahora por aquí y yo no estoy ¿te la follarías?

- Pues claro primo, le metía una follada toda la noche. La pondría aquí en la terraza mirando hacia la playa y ufff...
Me animé a continuar a ver a lo que estaba dispuesto mi primo. Yo sabía que pese a que no tenía ni 20 años, ya había tenido varias novietas. Empezó a contarme lo que le daba más morbo: que las tías le hicieran caricias y que le comieran su culo.
- ¿Cómo que te coman el culo?
- Primo tío, no sabes el morbo que me da eso. Que una tía me coma el culito y con la lengua mmm...
- Ángel ¿Qué es lo más pervertido que has hecho?
- Mmmm. ¡Follarme a una de mi clase en la cama de sus padres cuando ella tenía la regla!
Ambos nos reímos con la descripción de su hazaña y me tocó su interrogatorio.
- ¿Y tú qué es lo más guarro?
Me armé de valor y le solté:
- Un trío con Sara.
- ¡Hostias! ¿Y con una de sus amigas?
- No. Con un amigo mío del instituto.

- Que dices primo. Yo eso no podría, me cortaría el rollo otro tío con la polla ahí al lado.
Entonces le narré cómo hicimos el trio con mi amigo Dani, con todo lujo de detalles. Mientras se lo contaba vi que no paraba de llevarse las manos a los bóxer clásicos que tenía puestos:
- Primo mira cómo me ha puesto lo que me has contado ¿te daba morbo ver como se follan a tu novia?
No llegó a terminar la frase cuando se levantó la camiseta y se llevó la mano derecha al prominente bulto que marcaba su rabo. Se sacó una tranca que nunca imaginaría que tendría un niñato como él. Totalmente depilado, me mostró un pedazo de rabo curvado hacía abajo, sin circuncidar, acompañado de dos huevazos de esos que les ves a los toros de lidia de espaldas. Mira que yo no tengo queja de mi herramienta pero ver aquello me dejó perplejo.
En ese momento se encendió la luz de la cocina y mi primo ocultó rápidamente su impresionante sable bajo los calzoncillos. Sara buscaba en el frigorífico una botella de agua. Nos vio en la terraza y se acercó con nosotros.
- ¿Qué hacéis aquí? Anda que los vecinos estarán contentos con vuestras carcajadas. Estáis cieguísimos.
Sara llevaba solo una camiseta que la tapaba hasta las braguitas. Observé como mi primo -aunque aún un poco cortado- miraba de reojo a Sara. Le pregunté a ella si le pasaba algo, ya que se llevaba ambas manos a la espalda, a la altura de los riñones.
- Creo que me he lastimado en la playa, en la toalla de la arena, una mala postura...
No sé ni donde ni como pero mi primo sacó un vaso y le sirvió a mi chica una copa de ron que, a pesar de un rechazo inicial, aceptó. Así pasamos cerca de hora y media fumando, bebiendo y riendo las tonterías que se nos ocurrían. Sara con dos copas se desinhibe y una de las veces que fue al baño a orinar mi primo me dijo:
- Primo en realidad no veas como está tu novia y con lo que me has contado no paro de imaginármela. Me estaba hablando y en mi cabeza me la imagino ahí a cuatro patas...
- ¿Quieres follar con nosotros?

- ¡Qué dices! Estás loco primo... Además, ¿Ella querría que me la follase?
Ese además quería decir mucho más. Quería decir que estaba loco por metérsela. Mi confesión lo había disparado todo.
A los pocos minutos Sara volvió a la terraza. Estaba a gusto pero con un gesto y agarrándome de mis bóxer me indicó que se quería ir a la cama. La rodeé con mis brazos y le dije:
- ¿Oye porque no te da Ángel un masaje en los riñones?
- ¿El enano este sabe a caso dar masajes?
Me contestó ella.
Él me miró, entendió la jugada y rápidamente improvisó, soltándonos una historia rocambolesca de que si daba masajes en su tiempo libre para sacar algún dinero.

Total que al final nos fuimos los tres a la cama de matrimonio, mi chica sacó un gel relajante de la mesita de noche, se puso boca abajo y
se lo dio a mi primo. Yo me coloqué tumbado mirando hacia ella mientras mi primo me hacia gestos como queriéndome preguntar sobre qué pasos debía seguir. Con una mano le indiqué que se pusiera de rodillas, al lado de ella y que fuese restregando la crema sobre la parte baja de su espalda.

Sara estaba totalmente relajada, no había luz en la habitación salvo la claridad de la Luna que entraba por el ventanal. Mi primo empezó a darle el masaje tímidamente, no se movía de la misma zona. Viendo que estaba más cortado que otra cosa, lo animé:
- Pero dale gel sin miedo, a ella le encantan los masajes.
Sara le cogió una mano y la llevó a la parte de la espalda cercana a sus braguitas.
- Dame por aquí, sin miedo que no me duele.
Mi primo extendió más gel, y yo observaba como los ojos se salían de sus órbitas. Acerqué mi cara a mi novia y comencé a besarla, sabía por su tono de voz que se estaba poniendo cachonda y que las copas que había tomado la habían ayudado a quitarse prejuicios de encima.
- ¿Te gusta el masaje que te está dando mi primo, nena?
- Sí, pero quiero que me de más arriba ahora.

Ella lo volvió a guiar de tal forma que ahora mi primo estaba entre sus piernas abiertas, quitándose ella la camiseta para que siguiese con su masaje.
Mi primo de vez en cuando me miraba, mordiéndose el labio, indicando que estaba cachondo como una perra, como él me decía.
Pasé una mano por debajo de la barriga de mi novia y comencé a acariciarle el coño. Lejos de rechazarla y cortar la situación, llevó una mano a mis calzoncillos, apretándome la polla y los huevos con fuerza. Comenzó a gemir, a contonearse. Aproveché que tenía su oído a mi vera para decirle:
- ¿Te gustado la polla de mi primo en la ducha?
Mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos y gemidos me afirmó con la cabeza y también se mordió los labios.
-¿Quieres follártelo?
- Dile que me folle.

- No. Díselo tú, venga.
Me alejé unos centímetros para poder recrearme en la escena. Mi novia boca abajo, ya sin mi mano en sus partes, continuaba estirándose de placer, con sus braguitas blancas. Mi primo de rodillas, entre sus piernas, se había despojado de su camiseta. Llevaba un bóxer (de esos sueltos clásicos) y la tienda de campaña que mostraba indicaba que estaba a punto de explotar.
- Bájame las braguitas, Ángel.
Mi primo me miró pidiendo permiso y yo con un gesto le indiqué que se las quitase. Él puso cada una de sus manos en un extremo de las braguitas, deslizándolas muy lentamente, recreándose en el tesoro descubierto, hasta bajarlas y desprenderlas más allá de los tobillos. Volvió a subir las manos por las piernas de mi novia, extendiéndolas muy lentamente, como queriendo que no se acabasen los muslos. Abrió los cachetes de mi chica y metió su cara entre sus muslos para adorar aquella conquista:
- Joder, que culazo y que coño tienes Sara - Exclamó mientras dejó de masajear la espalda.

Aún extendida boca abajo, ella alargó sus brazos sus manos todo lo que pudo y le bajó los calzoncillos, dejando la herramienta de mi primo al aire. La agarró, tocó, y palpó. Examinaba sin poder ver la polla y los huevos y aún así soltó un 'joder que pollón tiene el niñato'.

Mi primo metía los dedos a mi novia con delicadeza. Me acerqué a él y le dije:
- Primo dale con fuerza, como en las porno. Dile cosas guarras y se duro que es lo que le gusta a ella.
Para qué diría yo eso. Me convertí en espectador de una porno brutal. El hijo de puta era un pervertido como yo. Lo lleva en los genes, pensé. Encima presumía de un físico espectacular, muy fibrado y completamente depilado. De piel muy pálida contrastaba en la noche con el cuerpo moreno de mi novia que le espetó:
- Venga fóllame, dame fuerte.
Mi primo cogió su pelo para arrastrarla y llevarle la boca a su polla. Comenzó un mete saca tremendo y a mi novia no le entraba semejante trozo de carne, provocándole arcadas. Para colmo tenía unos huevazos enormes, los más grandes que he visto en persona. De esos que cuelgan bastante y que a Sara vuelven loca. Mientras le metía la polla en la boca, los huevos -brillantes y llenos de saliva- golpeaban su barbilla.
- Dime cosas Ángel.
- ¿Qué quieres que te diga?
- Dime que me vas a follar sin piedad y dime lo que soy.
- Eres una pedazo de puta y voy a hacer contigo lo que quiera.
Cuando escuchó eso, Sara convulsionó. Le encanta ser sumisa, que hagan con ella lo que quieran. Ángel colocó a mi novia tumbada boca arriba y se sentó sobre sus pechos, llenando su cara con los huevos.
- Saca la lengua, Puta.
Mi primo comenzó a pasarle los huevos y el culo por la boca, haciéndome una señal para que entrase en acción. El mamón solo me dejaba lamerle el coño a mi chica.
- Abre la boca, Sara.
Comencé a escuchar como mi primo se buscaba saliva y escupía en la boca de mi novia. Mi visión se reducía a los muslos y el coño de ella y al culo depilado de mi primo pero por los contorneos, los gemidos y los orgasmos de Sara, sabía que lo que había surgido esa noche le estaba encantando.​

Mi chica no aguantaba más. Le pidió a Ángel que se corriese. Éste la puso al estilo perrito y empezó una follada durísima, ruidosa, llena de sudor y con el plaf plaf de sus huevos balanceándose y golpeando el coño de Sara. Que regalo para la vista me estaban dando y es que los huevos de mi primo rebotando en el coño de mi novia eran un espectáculo.
- Me corro, ¡Me corro pedazo de puta!
- Córrete donde quieras.


Ángel sacó la polla y soltó enormes trazos de leche sobre el culo y la espalda de mi novia, cayendo los dos fulminados en la cama. Me marché a la terraza a fumar un cigarro y a intentar digerir todo lo que había pasado. Cuando regresé al interior, mi primo estaba en pelotas dormido en el sofá del salón. El dormitorio olía a humanidad y Sara yacía boca abajo con los restos de semen aún en la espalda. Me eché a su lado y rendido me dormí en segundos.

A partir de la mañana siguiente todo sería diferente.​
Buenísimo
 

Noche de confesiones

Mi primo Ángel me esperó puntual a la salida del trabajo, apoyado en el sillón de su moto, con una mano sosteniendo un cigarro y esa sonrisa que mezcla picardía y despreocupación juvenil.
—¿Listo para unas copas, primo? —dijo, mientras me invitaba a montar en la moto.
—Más que listo —respondí, colocándome el casco en la cabeza.

Condujo hasta acercarnos a una de las terrazas de bares de copas en el paseo marítimo de la ciudad. Nos sentamos en una mesa a beber y tomar el fresco y tras hablar un rato de la vida me dijo:
—Estuve pensando en... lo del otro día —dijo, sin mirarme.
¿Sí? —respondí, intentando sonar neutral.
No te he puesto nada por wassap pero fue... inesperado. No puedo sacármelo de la cabeza. —Giró un poco el rostro, sin dejar de mirar al frente—. ¿Tú cómo lo viviste?

Lo miré unos segundos antes de hablar. Sentía cómo la piel se me erizaba solo de recordar los suspiros de mi novia, su entrega, sus ojos clavados en los míos mientras lo dejaba hacer.
—Fue increíble —dije, al fin—. Más que verlo... fue sentir que era para mí, aunque no lo fuera. Entender que su placer me pertenece, aunque lo reparta.

Ángel soltó una leve carcajada, entre incómoda y provocadora.
—¿Así que te va eso? ¿Mirarla... excitado?
—Cuckold
—dije, mirándolo de frente—. No se trata solo de mirar. Es algo más mental, más profundo. Me calienta verla con otro. Ver cómo se deja, cómo disfruta. Saber que confía tanto en mí que puede entregarse sin barreras. Y luego estás tú, con tanta confianza conmigo y el pedazo rabo que gastas, cabrón.

Ángel soltó una carcajada. Luego se humedeció los labios.
—¿Y ella? ¿Qué dice?
—Más suelta que nunca. A veces creo que lo estaba deseando desde antes. No deja de provocarme desde ese día.
—¿Y si quieren repetir? —preguntó Ángel.
—Ella me lo insinuó. —Bebí un sorbo antes de continuar—. Me dijo que, si tú querías... podríamos explorar más. Sin guiones, sin presión. Solo dejar que las cosas pasen.

Ángel me miró en silencio, sin perder una sonrisa forzada y transmitiendo un poco de nerviosismo mezcla de la excitación producida por la charla.
—¿Tú te excitarías de verdad viéndola otra vez... conmigo?
—Más que viéndolo. Lo que me excita es ver quién se atreve a cruzar esa línea. Ver cómo ella se transforma. Y cómo tú reaccionas. Ese juego de poder, de deseo sin disimulo.

Se inclinó hacia mí, con una sonrisa ladeada.
—Entonces ya sabes, primo. Yo... estoy dispuesto. Si quieren jugar, yo me apunto.

La tensión entre ambos quedó flotando unos segundos. No hacía falta decir más. Ya no era solo una fantasía. Era una invitación.

Ángel bebió un trago largo, como para darse valor. Luego me miró, serio, pero con los ojos entrecerrados, como si midiera hasta dónde podía llegar.
—Entonces... dime. ¿Qué es lo que más te excita de todo esto?

Apoyé los codos sobre la mesa, entrelazando las manos.
—Es el contraste —dije, bajando un poco la voz—. Ver a mi chica desbordada, caliente, revolcándose con otro y comportándose de forma tan distinta. Algo cambia en su cuerpo, en su mirada. Se transforma en alguien más... y sin embargo, sigue siendo mía. Sentirme incluso humillado.
—Entonces ¿Te gusta que ella disfrute con otro tío?
—Mucho. Me excita verla perder el control. Oír los sonidos que hace. Sentir que lo que está viviendo es real, que no lo finge para mí mientras follamos. Me calienta saber que no hay necesidad de mentiras. Que puedo mirarla directamente a los ojos mientras otro la hace temblar y que disfruta de otro rabo.


Ángel bajó la mirada al vaso, sonriendo de lado.
—Joder... —murmuró—. No sabía que eso podía dar morbo.
—Sí. Hace unos años sería impensable. Pero de un tiempo hasta ahora empezamos a hablar de fantasías y lo de meter a un tercero aunque fuese imaginativo nos comenzó a dar mucho morbo.


Él me miró, esta vez sin reservas.
—¿Y qué es lo que más le gusta a ella?
—La Paella —respondí—.

Mi primo soltó una carcajada.
—Venga ya cabrón. Bueno, en realidad es lo que eres, jajaja. Un cabrón de primo -continuó carcajeando.
—¿Ves? Eso que has dicho me ha dado morbazo y a ella también le daría si estuviese aquí- Y sentirse deseada sin culpa. Le encanta cómo la miro cuando la toca otro... y que el otro la utilice sin miramientos. -Me acerqué un poco a su oído y continué- Lo que más le gusta de un tío en la cama son sus huevos. Es su fetiche. Para ella un tio tiene que tener los huevos 'colgando' y mientras más grandes y más le cuelguen más le excitan. Y los tuyos le fliparon.

Ángel se rió suavemente. Se hizo un breve silencio. Luego Ángel alzó la mirada, más serio.
—Joder primo ¿Y hasta dónde queréis llegar?

Lo miré, dejando que mis palabras fluyeran con naturalidad.
—¿Sabes lo que es un corneador? Pues eso buscamos. Un tío que se la folle cuando quiera, que le meta caña, que me humille y haga con ella lo que quiera. Queremos explorar. Sin reglas estrictas. Que el deseo decida por nosotros. Si un día ella quiere provocarte más… que lo haga. Si quiere hacerlo delante de mí, o si yo quiero guiar lo que pasa... que podamos hacerlo sin tapujos. Y creo que tú eres perfecto: buena polla, buenos huevos, no tienes ni veinte tacos ni novia.

Ángel tragó saliva, pensativo.
—¿Y si ella quiere un ‘masaje’… como el otro día?
—Entonces dáselo
—dije—. No te contengas. Ella quiere sentir que tú lo deseas de verdad, que no lo haces solo por el morbo del juego. Eso es lo que la enciende. Pero sobre todo la enciende que el tío tenga la iniciativa tanto de follar como follando. En realidad, Sara es muy sumisa en la cama.

Me miró fijamente. Sus ojos no tenían ya dudas, solo un brillo desafiante.
—Entonces prepárate, primo. Te voy a hacer el cornudo más grande del mundo, jajaja.
—¿Y a ti que te da morbo de esto?
—Hombre tu novia está tremenda, tiene un culazo que te cagas y me estás diciendo que me la puedo follar cuando quiera… ahora mismo me la empotraba.
—Que morbo primo que me hables así , tío.

—Jajaja ¿No es lo que quieres? – Me dijo mientras observé que se frotaba el paquete por debajo de la mesa.
—Te estás poniendo hasta palote.
—Tío es que me imagino a Sara chupándome el culito ufff

—Jajaja ¿Chupándote el culito? – le pregunté para ver si podía obtener información de qué le daba morbo a él.
—Claro primo el culito mientras uno está ahí tumbado… ¡Oh que maravilla! ¿Y tú que vas a hacer mientras me follo a tu novia?
—Pues lo que tú digas que para eso eres nuestro corneador.
—Corneador. Que raro suena eso tio. Pero vale seré eso.

En ese momento se acercaron a la mesa unos amigos y dejamos la conversación.
 

El Juego se Repite


El verano seguía instalado como una segunda piel. El calor pegajoso hacía que los días fueran lentos y las noches, intensas. En casa, vivíamos casi sin ropa, sin rutinas fijas, y con una nueva energía latiendo bajo cada conversación, cada gesto. Sara y yo habíamos hablado muchas veces de lo que ocurrió con Ángel. En la cama, entre susurros, en medio de caricias cada vez más desesperadas, ella me confesaba una y otra vez que no podía sacarse de la cabeza la imagen de él. No por amor, sino por deseo puro y sucio, como le gustaba describirlo.

—Me encanta cómo me mira... como si no supiera si puede tocarme o no. Eso me vuelve loca. Me da morbo que sea tan joven y que esté descubriendo todo esto conmigo...

Yo asentía, y a veces incluso le pedía que me lo contara otra vez. Cómo fue. Qué sintió. Qué pensó cuando lo vio con el pantalón bajado, cómo reaccionó cuando notó su mano en su cintura, cómo se dejó llevar. Y ella, con una sonrisa y la voz ronca de excitación, lo contaba una y otra vez. Fue ella quien sugirió que lo invitáramos de nuevo. Esta vez, sin que pareciera tan improvisado. Ella tenía en mente repetir... pero con una diferencia.

—Quiero que esta vez él tome la iniciativa. Que no sea solo obediente. Quiero verlo decidir. Quiero que me diga lo que tengo que hacer. Aunque no sepa cómo, que lo intente.

Ángel no sabía nada de eso. O no conscientemente. Pero desde que vino aquella noche, su actitud había cambiado. Los mensajes de wassap que me enviaba eran distintos. Más atrevidos, más sueltos. Ya no hablaba solo de jugar a la consola, sino de “echar unas risas con ustedes”, o “ver si cae otra noche de esas”. Y por dentro, sabía que él también lo deseaba.

Le dije que viniese el viernes a pasar la noche. No me preguntó que iba a pasar ni qué tenía planeado. Supongo que él se excitaría y pajearía tan solo al recibir la notificación. Y, de todos modos, si no pasaba nada sería una noche como tantas otras echó en mi casa, entre risas, consola, alcohol y tabaco. Incluso algún porro se trajo en alguna ocasión.

Pegó en el timbre ese viernes por la tarde, con el sol aún alto. Camiseta blanca sin mangas, mochila al hombro, y sus clásicos boxers grises asomando por encima del pantalón deportivo negro que ni siquiera se molestaba en ajustarse bien.

En cuanto entró me saludó con dos besos tanto a mí como a Sara. Nos fuimos al sofá, se quitó la camiseta y se dejó caer en el sofá como si la casa fuera suya. Era la actitud que siempre había tenido en casa, en la casa de su primo.
—Hace un calor de locos. Voy a andar en boxers, si no les molesta.
—¿Desde cuándo te molesta algo a ti?
—bromeó Sara, desde la cocina, con un tono que no era del todo inocente.
Él sonrió y se encogió de hombros, me dirigió la mirada y, sin hablar, me hizo un gesto con la mano y su cara como diciendo ¿tu novia quiere follar?

Pasaron apenas unos minutos antes de que se quitara el pantalón corto. Quedó con sus boxers sueltos, de algodón claro, sin marca visible. El tipo clásico, de esos que no marcan pero no disimulan nada. De esos que si te descuidas se te salen los huevos al estar con las piernas abiertas. Y más de una vez se le salieron en otras noches de consola. Pero esas otras veces no había pasado nada con Sara y si a Sara hay algo que le da morbo de un hombre son unos testículos grandes que ella pueda agarrar con su mano, masajearlos y jugar con ellos.

Mi novia lo miró de reojo desde detrás del sofá. Creía que yo no la veía, pero su atención estaba en su cuerpo. El torso blanco, depilado. Los abdominales marcados, tensos. Las piernas largas, musculosas. Y esa forma de sentarse… tan descuidada como provocadora. Una pierna levantada sobre la otra, el boxer subido en la ingle, dejando entrever más piel de la que debería. Ella tragó saliva mientras yo la observaba.
Nos pusimos a jugar a la consola, como de costumbre. Sara se colocó sentada en el suelo entre nosotros, como si estuviera en un altar. Jugábamos rápido, pero con pocas ganas. La tensión era ya parte del aire.​

En un momento, Ángel se echó hacia atrás, con la pierna abierta, y al moverse su boxer se estiró. Sara, de espaldas a él, fingió rascarse el cuello y giró apenas la cabeza. No necesitaba mucho para ver lo que había allí. Yo también lo vi. Y vi su reacción: se acomodó el vestido por la parte de atrás, dejando la espalda más descubierta. Se mordió el labio.

¿Hace falta que pongas eso tan a la vista nene? —dijo, medio en broma, medio en serio.
Él bajó la pierna un poco, pero sin demasiado apuro.
Perdón. Es el calor. No controlo a veces.

Sara se levantó. Fue a la cocina a buscar más hielo. Cuando volvió, se quedó detrás del sofá, justo detrás de Ángel. Su mirada descendía lentamente, explorando su cuello, sus hombros, y finalmente su cintura. Se inclinó un poco más y le habló al oído.

—¿Te molesta si me siento aquí?
Él negó con la cabeza, sin atreverse a mirarla.

Sara se sentó en el respaldo del sofá, dejando caer sus piernas a los lados de sus hombros. Desde mi punto de vista, tenía a mi novia semiabierta encima de mi primo, y él sin moverse, tieso como una estatua, el cuello apenas inclinado hacia atrás, respirando con dificultad.

Ella le puso las manos sobre el pecho.

—Tienes el cuerpo más duro que la otra vez. ¿Estás entrenando más...?
Él asintió.
—Sí... un poco. Jugando mucho baloncesto. Aunque ahora en verano solo voy a la playa.

Sara bajó las manos hasta su abdomen. Lo acarició suavemente.
—Me gusta que estés duro. Pero no solo aquí...

Ángel tragó saliva. Sus ojos me buscaron por un instante. No dijo nada. Yo tampoco. Sabía que esta vez, todo iba a ser diferente.

Sara se levantó lentamente y se marchó en dirección al baño.

Nos quedamos solos frente a la televisión, con los mandos en la mano, simulando una concentración que no sentíamos realmente. El juego estaba encendido, pero nuestras cabezas estaban en otra parte. Ángel seguía en boxers, sentado a pierna suelta, con el cuerpo al descubierto y la piel ligeramente húmeda por el calor. Su respiración aún algo acelerada desde aquel roce con Sara.

Yo, en cambio, trataba de mantenerme neutro. Pero no podía evitar observarlo de reojo. Esa mezcla de inocencia y tensión, de cuerpo trabajado y actitud sin pulir, lo convertía en una presencia poderosa en el salón. Y lo sabía. O empezaba a saberlo.

Sara no había vuelto al sofá. Estaba cerca, pero no presente. Iba y venía de la cocina, del baño, del pasillo... caminando despacio, dejando que el vestido ondeara con cada paso. Se notaba que no llevaba ropa interior. Lo hacía a propósito. Se agachaba de espaldas cuando quería, se inclinaba hacia delante para recoger algo inexistente. Ángel la miraba cada vez que podía. Yo lo notaba. Y lo dejaba hacer.

En un momento, Sara se quedó apoyada en la puerta del pasillo, con un vaso de agua en la mano. Nos miraba como si fuéramos parte de un espectáculo íntimo, como si disfrutara sabiendo que era observada, incluso cuando no la veíamos directamente.

—¿Vais a estar jugando toda la noche o vais a hacer algo útil con esa energía...? —dijo con una sonrisa traviesa.

Ángel soltó una pequeña risa, pero no respondió.

Sara se acercó, caminando lenta, felina. Se detuvo justo al lado del sofá, detrás de él. Le pasó una mano por el cuello, por la nuca, por el pecho. Lo hizo como si lo conociera de siempre. Como si él ya le perteneciera un poco.

—Estás sudando... ¿Por qué no te das una ducha rápida? Después... podrías venir al dormitorio. Me vendría bien un masaje. Otra vez.

Ángel se quedó quieto. El mando de la consola cayó ligeramente sobre su muslo. Miró de reojo, primero a ella, luego a mí.

No hizo falta más.

Sara sonrió y caminó lentamente hacia el pasillo. Esta vez, sin mirar atrás. Solo dijo:
—No tardes. Estoy... esperándote.

El silencio que quedó después fue tan espeso como el calor. Ángel no dijo nada. Se levantó. Tomó su mochila. Y desapareció por el pasillo. Yo lo seguí con la mirada, con el pecho latiendo fuerte, sabiendo que el juego apenas había comenzado. Y que ya no habría botón de pausa.
 
Mi primo tardó unos minutos en salir del baño. Se acercó, situándose entre mi y la televisión. Se encendió un cigarro nervioso perdido, entre excitado y angustiado y me dijo:
—Loco que me voy a follar a tu novia. Es que me la voy a follar.
—Jajaja. —me hizo gracia la forma que me la dijo—
—¿Esto es lo que te gusta no, primo?
—Sí tío, me está dando un morbazo de locos.
—Tío primo yo creo que tú no estás bien de la cabeza.


Siguió fumando rápidamente con la mirada perdida en el partido del Fifa que estaba jugando yo en la consola y me soltó:
—Bueno ¿Y tú qué vas a hacer?
—Pues jugar a la xbox y si me dejas pues unirme en un trío, o mirar, o lo que tú digas. ya te lo dije el otro día. Queremos que tú mandes.
—¿Que yo mande? Pues mira, esto para tu novia
—abriendo la toalla y mostrándome su depilada polla morcillona y sus huevos colganderos.

Lo imaginé caminando así, con la toalla envuelta en la cintura, todavía húmedo, con el cuerpo joven y tonificado brillando bajo la luz cálida del pasillo. Y su destino era claro: mi dormitorio. Mi cama. Con mi chica dentro.

Sara estaba recostada boca abajo cuando él entró. El vestido había desaparecido. Solo llevaba una braguita ligera.

Él se detuvo en la puerta.
—Buenas... ¿Es aquí donde han pedido masaje a domicilio?
—Sí. Lo necesito...
—le respondió ella sin moverse. —Empieza cuando quieras.
—Pero esta vez, lo vas a hacer a mi manera.
—añadió mi primo con voz baja pero firme.
Ella levantó la cabeza, sorprendida. Luego sonrió.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es tu manera...?
—Tú callada. Y yo diciendo lo que quiero.
—Entonces... hazlo bien.
—murmuró, bajando el rostro otra vez sobre la almohada.

Aproveché para ir en silencio y colocarme bajo el quicio de la puerta del dormitorio y comencé a observar: Ángel se acercó. Se arrodilló sobre el colchón, con las piernas a ambos lados de sus caderas. Su respiración se volvió más pesada mientras dejaba que sus manos exploraran la espalda de Sara, desde la base del cuello hasta la curva de la cintura. Ella suspiraba en cada roce.

Sus dedos comenzaron a aplicar más presión. Pasaban lento, con intención, como si quisieran memorizar cada músculo. No era torpe, pero tampoco experto. Tenía algo crudo, algo sincero. Y eso a Sara la excitaba más que cualquier técnica aprendida.

Los pulgares de Ángel bajaron por los costados, rozando la parte baja de su espalda, y luego más abajo, hasta la base de sus glúteos. Se detuvo ahí, con las manos abiertas, presionando suavemente.
—¿Así te gusta...?
—Más fuerte... y más abajo... —jadeó ella.

Él obedeció. Bajó aún más. Ella se arqueó suavemente. En ese momento, Ángel se inclinó sobre su espalda, y sin aviso, susurró al oído:
—Ahora te toca a ti.
—¿Qué...?
—preguntó ella, aún entrecortada.
—Tú también vas a darme un masaje. Pero no con las manos.
—dijo, tajante.

Sara giró el rostro apenas para mirarlo. Su expresión mezclaba deseo y sorpresa.
—¿Y con qué quieres que lo haga...? —susurró, ya entregada.
—Con todo tu lengua. —le respondió, con la voz firme, colocando una mano en su cintura para voltearla.

Ella se dejó hacer. Se giró boca arriba, los pechos al descubierto, respirando con fuerza. Ángel la tomó de las muñecas y la empujó suavemente hacia el borde de la cama.
—Quiero que te pongas sobre mí.
—Mmm... ¿quieres que te "masajee" así...?
—preguntó, subiendo una pierna por encima de él.
—Exacto. Pero tú sigues sin hablar... Ya te dije: yo mando.
—Entonces mándame bien.
—susurró ella, con los ojos brillantes, completamente sumisa al juego.
—Comienza a masajearme con tu lengua, dame placer.

Sara comenzó a pasar su boca por el pecho de mi primo, recreándose en sus pezones. Ángel empezaba a arquear sus piernas ante las cosquillas placenteras. Mi chica, que había levantado su culo mostraba unas braguitas totalmente empapadas, un coño brilloso y acuoso en la penumbra. Dirigió una mano a acariciarse y a retirarse las braguitas mientras bajaba con su boca a los boxers empalmados de mi primo.

Ángel colocó sus manos tras su cabeza. Quería ver como mi novia descubría su polla y disfrutar de las vistas. Entonces empezó a soltar ese vocabulario que enciende tanto a mi novia:
—Sara... —preguntó, mientras se erguía presuntuoso en la almohada.
—Dime.
—¿Vas a ser mi puta?
—susurró ella, con los ojos brillantes, completamente sumisa al juego.
—Joder... —replicó jadeante mientras deslizaba el bóxer de mi primo y dejaba al aire su pollón universitario.
—Dime ¿Vas a ser mi puta?
—Siii
—Pues empieza a tragar polla.
—mmm
—susurró ella, mientras mi primo le agarraba la cabeza y la hacía tragar a fondo.

Me alejé un poco, necesitaba cascármela y no quería distraerlos. Quería que follasen y disfrutasen sin la presión de tenerme allí. Desde el salón, tumbado en el sofá, solo oía a mi chica jadear cada vez más fuerte y a mi primo decirle improperios: Empieza a comerme el culo; límpiame el nabo; métete los huevos en la boca zorra; cachetazos y escupitajos. El crujido leve del colchón pasó a ser un temblor con mi primo comenzando a sentirse cómodo con el poder, con el dominio, con tenerla bajo sus órdenes.

Me corrí varias veces en el sofá, quedándome totalmente dormido mientras en el dormitorio mi primo llenaba de semen el cuerpo de mi chica.

Esa noche, algo cambió. Ángel ya no era solo el primo joven y curioso. Algo en su mirada, en su voz, en sus manos... lo había transformado. Había sentido que podía tomar el control.

Y Sara... Sara estaba confirmando cuánto le gustaba obedecer.
 

Jugar para la Cámara


Ese verano parecía no acabarse nunca.

El calor adormecía los cuerpos, pero en casa el ambiente era otro. Una mezcla de confianza, deseo y complicidad que flotaba en cada rincón. Yo había salido por la tarde. Una excusa cualquiera. Y ellos ya sabían lo que eso significaba.

No me llamaron. No me escribieron. No hacía falta. La única señal que necesitaba era ese icono verde en la nube, horas después, cuando el archivo apareciera titulado simplemente con la fecha. Yo salía muy tarde de trabajar y Ángel ya venía a casa a follar con Sara sin estar yo delante. Se había convertido en un magnífico corneador. Con apenas veinte años tenía ímpetu y ganas de follar a todas horas y mientras sus colegas perdían horas intentando ligar en la noche o en apps, él tenía una tía maciza, con experiencia y ganas de buen rabo. Encima era el niño de nuestros ojos, al que consentíamos caprichos y que usara nuestro piso como centro de ocio.

Les pedí que se grabasen y que me lo subieran a la nube. Quería ver como mi primo se había convertido en todo un macho alfa y se zumbaba a mi novia cuando, como y donde quería. Ya se la había follado en la playa, en el cine, en el coche y en una atracción de playa.

El día que se grabaron Sara estaba tumbada en el sofá, vestida con lo mínimo: una camiseta fina sin sujetador y una braguita pequeña que apenas tapaba lo necesario. El ventilador giraba lento. El aire olía a verano, a electricidad contenida. Ángel estaba en sus habituales camiseta y bóxers. Nada más. Esa prenda clásica que usaba sin vergüenza desde el principio. Se sentaba con una pierna cruzada, despreocupado, sin reparar —o sí— en que cada vez que se movía dejaba asomar más de lo que debía.

Sara lo miraba. Lo hacía desde siempre. Pero ahora lo hacía con hambre de polla. Él ya no era ese primo joven, inseguro, que se ponía rojo al tocarla. Ahora sabía lo que ella buscaba. Sabía que podía dárselo. Y también sabía que tú —que yo— deseaba verlo todo.

¿Estás seguro de que quieres grabar esto…? —le preguntó ella, acariciando la pantalla del móvil.
Coño que sí, que ya está más que hablado. Más que seguro. —respondió él, sin mirarla, ajustando la posición del trípode en la mesita del salón.
Entonces dime… ¿qué quieres que grabe? —sonrió, sentándose sobre sus rodillas.
Todo. Desde que te toco hasta que te lleno de leche la boca.

La cámara parpadeó una vez, y comenzó a grabar.​

 

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