berserk37
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Volviendo a sentir 3
Gritaba el nombre de mi hija mientras intentaba con todas mis fuerzas que Illia me soltara para entrar a rescatar a mi familia, Illia no aflojaba ni un ápice, decidí darle un codazo en la boca del estómago y funciono, hinco la rodilla intentando tomar una bocanada de aire mientras yo corría hacia ese edificio que estaba siendo consumido por las llamas. No habría ni cien metros entre nosotros y la casa, pero se me hicieron eternos, Illia trataba de gritar mi nombre en un fútil intento de que me detuviera, pero debido al golpe solo podía susurrar.
Podía notar ese abrasador calor en mi rostro cuando mi móvil empezó a sonar, mi primera opción fue ignorarlo, pero algo dentro de mí, llamémoslo instinto, me dijo que me detuviera y cogiera esa llamada. En la pantalla aparecía el nombre de Aurelio, recuerdo que grite y caí de rodillas llorando incapaz de poder hablar, Illia se acercó y fue quien contesto a la llamada. Pasados unos minutos y ya recuperada de la impresión, le pedí el móvil a mi recién estrenado novio.
• Aurelio, ¿cómo estáis todos?, ¿cómo está Isabella? – pregunte aterrada.
• Estamos bien, por fortuna tengo oídos y ojos en todos los lados y pude enterarme a tiempo, te paso a tu hija que está deseando hablar con su mami.
• ¡Mami! – grito Isabella con esa alegría que la caracterizaba.
• Estás bien pequeña, me alegro mucho de oír tu voz – llorando a mares.
• Si mami, con muchas ganas de verte.
No podía contener las lágrimas, estuve un buen rato hablando con mi hija, Aurelio me dio una dirección, me dijo que Illia sabría llegar. Illia, no me atrevía a mirarle a la cara, el codazo que le di tuvo que dolerle mucho. Me acerqué a él, él mirándome serio, al principio fue dulcificando el rostro según me acercaba.
• Lo siento mucho Illia.
• No te preocupes, de haber sido mi madre, yo hubiera hecho lo mismo, pero eres consciente que entrar ahí hubiera sido una sentencia de muerte.
• Sí, lo sé, pero, ¿qué podía hacer?
Illia se levantó de donde estaba sentado y me abrazo, le di la dirección que Aurelio me había dicho, vi una sonrisa en el rostro de Illia. Nos montamos en el todoterreno, durante el viaje no dijimos nada, solo nos cogimos de la mano, mientras escuchábamos el silencio, entonces mire a Illia.
• ¿Cómo conoces ese lugar? – pegunte con mucha curiosidad.
• Aurelio y yo somos amigos desde niños, pero por obvias razones a nuestros padres no les gustaba que jugáramos juntos y menos que fuéramos amigos.
• Es comprensible conociendo a tu padre y el mío.
• Es posible, pero nosotros solo éramos unos niños, ese lugar era donde jugábamos a escondidas, solo nosotros conocíamos su existencia.
• Ya veo.
Cada vez que lo miraba sonreía, no lo podía evitar, el viaje fue largo, llegamos de noche, el lugar parecía muy bonito, pero al estar oscuro no se apreciaba bien. Seguimos el camino que nos indicó Aurelio y llegamos a una casa, según parece Aurelio construyo esa casa para poder irse de vacaciones y estar ilocalizable. Cuando el coche se detuvo allí estaba mi hija cogida de la mano por sus dos primas. Salte del coche y corrí para abrazarla, esa noche estaba segura de que la había perdido y jamás había sentido tanto miedo. Tenerla entre mis brazos fue como volver a nacer, Isabella reía, siendo ajena a la tragedia que estuvo a punto de suceder.
• ¿Qué pasa hermanita?, ¿qué no nos vas a abrazar a los demás?
Sonreí y fui abrazando a todos, ver a Chiara y las niñas bien, me tranquilizo mucho. Si llegan a morir esa noche no me lo hubiera perdonado. Entramos en aquella casa, pequeña, pero muy acogedora, la cena estaba preparada y nos pusimos a cenar, yo tenía tanta hambre y la comida estaba tan buena que repetí el primer y el segundo plato, mi cuñada se reía. Me decía que si seguía así no pasaría por la puerta, todos reíamos menos Illia.
Algo se le estaba pasando por la cabeza, llevaba toda la cena ausente. Aurelio también se dio cuenta, los dos lo miramos y entonces Aurelio dijo.
• ¿Qué ocurre Illia?
• Lo de esta noche ha sido una distracción, algo se me escapa – decía muy serio.
Se disculpó y le pidió permiso a Aurelio para poder usar su despacho. Este le dijo que estaba en su casa, llevaba enfrascado entre números y planos más de dos horas, cuando Isabella ajena a todo eso se sentó al lado de Illia haciéndole muchas preguntas. Pensé que eso le molestaría, pero no fue así, Illia trataba de explicar a Isabella todo lo que había descubierto de forma que la niña lo pudiera entenderlo. Isabella estaba poniendo una atención semejante a la que ponía cuando le leía un libro.
• Illia es mejor padre de lo que Lisandro fue jamás.
• Tienes mucha razón, hermano.
• Aurelio, ¿cómo supiste que esa noche atacarían tu casa?
• Soy el dueño del restaurante donde cenasteis esa noche, lo compre cuando el anterior dueño se jubiló y sus hijos, no querían seguir con el negocio.
• ¿Por qué Illia no me dijo nada?
• Porque no lo sabe, ese restaurante era el sitio favorito de Irina, la madre de Illia.
• No entiendo tanto secretismo.
• Si Irina hubiese sabido que yo había comprado el restaurante no hubiese vuelto, para ella era otro ser despreciable como nuestro abuelo o su marido.
• No le falta razón, en aquella época los dos dábamos una imagen cruel ante los demás.
• Así es, las noches que Irina iba con Illia al restaurante eran las más felices para los dos, el anterior dueño quería vender el terreno para hacer edificaciones, no podía permitir que madre e hijo perdieran un lugar tan especial.
• Tienes buen corazón, hermano, deberías dejar que la gente lo viera.
• Eso me debilitaría ante mis enemigos.
• Estás muy equivocado y verás como el tiempo me da la razón.
• Contestando a tu pregunta, mis empleados me llamaron para contarme lo ocurrido, después puse vigilancia a ese gusano y desde entonces fui diez pasos por delante de él.
Los dos empezamos a reír, haciendo que Isabella e Illia se giraran para mirarnos, Isabella salto a mis brazos, Aurelio y yo nos acercamos a Illia. Este había descubierto que por lo menos en dos zonas más del planeta se podía usar la máquina para fabricar diamantes, una era en una mina de África, excavada en un extinto volcán, la otra era en el parque nacional de Yellowstone.
Pude ver el terror de Illia al nombrar ese nombre, según él, aquel volcán era un VEI8, posiblemente el volcán más poderoso y peligroso del mundo. Si erupcionaba pondría en peligro todos los Estados Unidos, pero ese no era el mayor peligro. Según nos contó Yellowstone era la punta de lanza del anillo de fuego del pacífico, si este se activaba millones de vidas se extinguirían. Provocando la extinción de la vida en el planeta, mire las manos a Illia y le temblaban.
• No puedo entender que alguien quiera llegar tan lejos por ganar dinero – dijo Aurelio.
• Si el cinturón de fuego se activa, ese dinero no le servirá de nada, ¿verdad? – pregunte.
• Nadie puede esconderse de esto, ni tan siquiera Nikolai – dijo Illia.
• Bueno, lo que tenemos que hacer es encontrar a Andrei y preguntar por el paradero de su padre – dijo Aurelio.
• No será nada fácil, Andrei es un cobarde y seguro que habrá corrido a esconderse después de averiguar que sigues con vida – dijo Illia.
• Andrei todavía no ha salido de Italia y en este país no puede esconderse de mí, además ha cabreado a las personas equivocadas y tiene que pagar - dijo Aurelio.
• Eso quiere decir que sabes donde está, ¿verdad Hermano?
• Casi lo tengo localizado, como muy tarde para mañana sabré su ubicación exacta.
Illia se levantó y se acercó a Isabella y a mí, parecía que éramos las únicas dos personas que le dábamos paz y tranquilidad, eso me sorprendía, porque Isabella era un terremoto que no paraba quieta. Esta noche volvemos a cenar toda la familia junta, volver a ver a mi hija jugando con sus primas, mientras reían me lleno de felicidad. Ver a mi hermano reírse, os parecerá exagerado, pero llego un momento en mi vida que llegue a pensar que no había aprendido a hacerlo.
No podía evitar mirar a Illia, por un momento había perdido esa tristeza que le acompañaba desde la muerte de su madre, mientras reía con las ocurrencias de mi hermano. Se notaba la gran sintonía que había entre los dos, el gesto de mi hermano hacia Illia y su madre, sin que ninguno de los dos lo supiera, me pareció muy bonito. Lo malo era que me prohibió que le dijera nada, a ojos de Illia ese restaurante seguía siendo regentado por ese amable matrimonio y punto.
Llego la hora de acostar a mi hija, Allegra y Alessandra también decidieron ir a acostarse, el día había sido duro entre juegos y carreras. Para ellas Isabella era como su hermana pequeña, viendo eso, todavía quedaba esperanza para nuestra familia. Fui a la habitación a coger el libro que Dante y Lisa habían comprado a Isabella. Como Isabella compartía habitación con sus primas, las tres quisieron que les leyera el libro. Según las palabras iban saliendo de mi boca, lágrimas de felicidad caían por mis mejillas. Ninguna de las tres perdía detalle de la trama del libro, entonces pude ver tres sombras asomadas por el resquicio que dejaba la puerta entreabierta. Poco a poco el sueño les pudo a las tres y se durmieron, le di un beso en la frente a cada una y apagando la luz salí de la habitación. Fuera me encontré a Chiara llorando como una magdalena, Illia con las mejillas llenas de lágrimas y a mi hermano intentando contener el llanto sin poder conseguirlo.
La casa era pequeña y nuestra habitación estaba pegando a la de Allegra, Alessandra e Isabella. Al venir nos dimos cuenta de que a unos doscientos metros estaba el garaje que Aurelio hizo construir para guardar sus coches, teníamos la combinación para poder entrar, pues aparcamos nuestro todoterreno dentro de él. Estar cerca de Illia me ponía muy caliente, los dos nos miramos y pensamos lo mismo. El todoterreno era espacioso y podríamos dar rienda suelta a nuestro amor sin molestar a nadie.
Salimos a ortadillas como un par de ladrones, las noches eran frías, pero nos daba igual, pronto entraríamos en calor. Llegamos al garaje e introduje la combinación, Illia apretó el mando del coche y este se abrió, Illia traía una tienda de campaña en el pantalón que yo atendí con mucha gula, baje el pantalón de su pijama, introduciéndome su herramienta en mi boca. Suspiro y se agarró al techo del todoterreno. Me esmeré en darle todo el placer posible, me introducía su polla en lo más profundo de mi garganta provocándome arcadas, pero sus suspiros de placer eran música para mis oídos.
No tardo en correrse, llenándome toda la garganta con su corrida, empezando a toser al ser incapaz de tragármelo todo. Mientras nos recuperáramos los dos me di cuenta de que solo con mirar mi desnudo cuerpo, Illia se encendía como una moto y volvía a estar dispuesto para otro combate. Esta vez le tocaba a el darme placer a mí, me tumbé sobre el asiento trasero con las piernas abiertas, podía sentir la humedad de mi coñito resbalando hacia mi culo. Pude notar el aliento de Illia en mi coñito y acto seguido como su lengua jugaba con mi clítoris, eran descargas eléctricas constantes recorriendo todo mi cuerpo proporcionándome el mayor de los placeres, me agarre al respaldo del asiento con tanta fuerza que creí que lo había desgarrado.
Cuando me llego el orgasmo, y me corrí, sentí como si las puertas de una presa se abrieran, Illia también se atragantó intentando tragarse todo lo que mi caliente y palpitante coñito le estaba ofreciendo. Tenía la esperanza que esos doscientos metros fueran suficientes, porque el grito que pegue no fue pequeño y si nos llegan a oír menuda vergüenza pasaría al día siguiente. Pero todavía faltaba lo mejor, en esa misma postura en la que estaba Illia me penetro introduciendo su polla en mí de una sola vez, sentí cierto dolor, pero sobre todo mucho placer.
Illia era como un martillo percutor, estimulando la parte más sensible de mi vagina hasta llevarla al más atronador de los orgasmos, después me empezó a hacer el amor, sus embestidas eran suaves y acompasadas, llenas de cariño. Eso sí, seguía demostrando la misma destreza, proporcionándome tanto placer o más que antes. Los dos nos miramos a los ojos y nos dijimos a la vez que nos amábamos sellando esa declaración con un beso mientras los dos llegábamos al orgasmo a la vez.
Tardamos un rato en recuperarnos, mientras no dejábamos de besarnos, mire a Illia y le dije.
• ¿Tú crees que nos habrán oído?
• No lo sé, estas paredes, parecen gruesas y hay cierta distancia hasta la casa.
• ¿De verdad importa? – pregunto Illia.
• Pues la verdad es que no, me da corte que mi hermano pueda escucharme gritar de placer, pero merece la pena el riesgo.
Los dos nos echamos a reír, una vez recuperados volvimos como dos ninjas a la casa. Hacía más frió que antes, entramos y nos fuimos directos a la ducha. Tuvimos que ducharnos con agua fría, pues la caldera hacía ruido y podíamos despertarlos. Notar el contacto del líquido frió en mi cuerpo casi me hace gritar, de hecho no lo hice, porque Illia tapo mi boca con su mano. Los dos nos metimos en la cama temblando, pero enseguida entramos en calor.
Al día siguiente, durante el desayuno no notamos ninguna mirada extraña, parecía que nadie había sido consciente de nuestro combate amoroso. Menudos ilusos, al rato entro Chiara en la cocina con las toallas que usamos la noche anterior. Su mirada estaba llena de cachondeo y mi hermano disimulaba su risa detrás del periódico. Por suerte dejaron el tema quieto.
• Tengo el paradero exacto de Andrei, esta noche le aremos una visita – dijo Aurelio.
• ¿Por qué no ha huido de Italia?, ha tenido tiempo – dijo Illia.
• Andrei nunca ha demostrado tener mucha inteligencia, de no ser el hijo de Nikolai, seguramente hacía mucho tiempo que habría muerto.
A mí también me mosqueaba que se hubiera escondido en un territorio que mi hermano controlaba y conocía al dedillo. Pasamos el día jugando con las niñas. Fue un buen día, pero con la llegada de la noche, llegaba el momento de ponernos manos a la obra, otra cosa que me preocupaba era dejar a Chiara y a las niñas solas en la casa, entonces Aurelio nos izó acompañarlo al sótano. En él había construido un pequeño bunquer con unas paredes de un metro de espesor y una puerta que parecía la de una caja acorazada.
Chiara y las niñas, nos esperarían allí dentro, que era como una gran sala de estar, equipada con todo, para que las niñas estuvieran entretenidas. La verdad es que eso me tranquilizo, Illia y Aurelio serían los que entrarían en el edificio, mientras yo les cubría desde la distancia con mi rifle de francotiradora. Cogimos un todoterreno de mi hermano y nos pusimos en marcha, el edificio era un bloque de viviendas a medio terminar. Según nos contó Aurelio, iba a ser una urbanización de lujo, pero a los constructores les pillo la crisis y terminaron en bancarrota.
Me bajé del auto a unos doscientos metros del edificio y escogí un sitio alto, monte el rifle y desde la mira de este, pude ver como Illia y Aurelio se bajaban del todoterreno y se introducían en el edificio que se encontraba sin vigilancia. Me parecía muy extraño, entonces pude escuchar la voz de mi hermano por el pinganillo.
• Antonella, ven, no te vas a creer lo que nos hemos encontrado.
Recogí el rifle y lo metí en su maleta, recorrí el camino hasta el edificio y por fin pude llegar al sitio donde se encontraban Aurelio e Illia, frente a ellos se encontraba un cuerpo atado a una silla con signos de haber sido torturado brutalmente, era Andrei no había ninguna duda, en el pecho tenía escritos unos números que parecían unas coordenadas, mientras mi hermano revisaba la estancia por si nos habían dejado algún regalito en forma de explosivo, pude ver la expresión de Illia, tenía una mirada llena de terror y sus manos temblaban sin que pudiera parar de hacerlo.
Me acerqué a él, cogí una de sus manos, parece que mi contacto le tranquilizo un poco, le mire y le dije.
• ¿Qué ocurre Illia?
• La forma de esos números, me es muy familiar.
Continuará.
Gritaba el nombre de mi hija mientras intentaba con todas mis fuerzas que Illia me soltara para entrar a rescatar a mi familia, Illia no aflojaba ni un ápice, decidí darle un codazo en la boca del estómago y funciono, hinco la rodilla intentando tomar una bocanada de aire mientras yo corría hacia ese edificio que estaba siendo consumido por las llamas. No habría ni cien metros entre nosotros y la casa, pero se me hicieron eternos, Illia trataba de gritar mi nombre en un fútil intento de que me detuviera, pero debido al golpe solo podía susurrar.
Podía notar ese abrasador calor en mi rostro cuando mi móvil empezó a sonar, mi primera opción fue ignorarlo, pero algo dentro de mí, llamémoslo instinto, me dijo que me detuviera y cogiera esa llamada. En la pantalla aparecía el nombre de Aurelio, recuerdo que grite y caí de rodillas llorando incapaz de poder hablar, Illia se acercó y fue quien contesto a la llamada. Pasados unos minutos y ya recuperada de la impresión, le pedí el móvil a mi recién estrenado novio.
• Aurelio, ¿cómo estáis todos?, ¿cómo está Isabella? – pregunte aterrada.
• Estamos bien, por fortuna tengo oídos y ojos en todos los lados y pude enterarme a tiempo, te paso a tu hija que está deseando hablar con su mami.
• ¡Mami! – grito Isabella con esa alegría que la caracterizaba.
• Estás bien pequeña, me alegro mucho de oír tu voz – llorando a mares.
• Si mami, con muchas ganas de verte.
No podía contener las lágrimas, estuve un buen rato hablando con mi hija, Aurelio me dio una dirección, me dijo que Illia sabría llegar. Illia, no me atrevía a mirarle a la cara, el codazo que le di tuvo que dolerle mucho. Me acerqué a él, él mirándome serio, al principio fue dulcificando el rostro según me acercaba.
• Lo siento mucho Illia.
• No te preocupes, de haber sido mi madre, yo hubiera hecho lo mismo, pero eres consciente que entrar ahí hubiera sido una sentencia de muerte.
• Sí, lo sé, pero, ¿qué podía hacer?
Illia se levantó de donde estaba sentado y me abrazo, le di la dirección que Aurelio me había dicho, vi una sonrisa en el rostro de Illia. Nos montamos en el todoterreno, durante el viaje no dijimos nada, solo nos cogimos de la mano, mientras escuchábamos el silencio, entonces mire a Illia.
• ¿Cómo conoces ese lugar? – pegunte con mucha curiosidad.
• Aurelio y yo somos amigos desde niños, pero por obvias razones a nuestros padres no les gustaba que jugáramos juntos y menos que fuéramos amigos.
• Es comprensible conociendo a tu padre y el mío.
• Es posible, pero nosotros solo éramos unos niños, ese lugar era donde jugábamos a escondidas, solo nosotros conocíamos su existencia.
• Ya veo.
Cada vez que lo miraba sonreía, no lo podía evitar, el viaje fue largo, llegamos de noche, el lugar parecía muy bonito, pero al estar oscuro no se apreciaba bien. Seguimos el camino que nos indicó Aurelio y llegamos a una casa, según parece Aurelio construyo esa casa para poder irse de vacaciones y estar ilocalizable. Cuando el coche se detuvo allí estaba mi hija cogida de la mano por sus dos primas. Salte del coche y corrí para abrazarla, esa noche estaba segura de que la había perdido y jamás había sentido tanto miedo. Tenerla entre mis brazos fue como volver a nacer, Isabella reía, siendo ajena a la tragedia que estuvo a punto de suceder.
• ¿Qué pasa hermanita?, ¿qué no nos vas a abrazar a los demás?
Sonreí y fui abrazando a todos, ver a Chiara y las niñas bien, me tranquilizo mucho. Si llegan a morir esa noche no me lo hubiera perdonado. Entramos en aquella casa, pequeña, pero muy acogedora, la cena estaba preparada y nos pusimos a cenar, yo tenía tanta hambre y la comida estaba tan buena que repetí el primer y el segundo plato, mi cuñada se reía. Me decía que si seguía así no pasaría por la puerta, todos reíamos menos Illia.
Algo se le estaba pasando por la cabeza, llevaba toda la cena ausente. Aurelio también se dio cuenta, los dos lo miramos y entonces Aurelio dijo.
• ¿Qué ocurre Illia?
• Lo de esta noche ha sido una distracción, algo se me escapa – decía muy serio.
Se disculpó y le pidió permiso a Aurelio para poder usar su despacho. Este le dijo que estaba en su casa, llevaba enfrascado entre números y planos más de dos horas, cuando Isabella ajena a todo eso se sentó al lado de Illia haciéndole muchas preguntas. Pensé que eso le molestaría, pero no fue así, Illia trataba de explicar a Isabella todo lo que había descubierto de forma que la niña lo pudiera entenderlo. Isabella estaba poniendo una atención semejante a la que ponía cuando le leía un libro.
• Illia es mejor padre de lo que Lisandro fue jamás.
• Tienes mucha razón, hermano.
• Aurelio, ¿cómo supiste que esa noche atacarían tu casa?
• Soy el dueño del restaurante donde cenasteis esa noche, lo compre cuando el anterior dueño se jubiló y sus hijos, no querían seguir con el negocio.
• ¿Por qué Illia no me dijo nada?
• Porque no lo sabe, ese restaurante era el sitio favorito de Irina, la madre de Illia.
• No entiendo tanto secretismo.
• Si Irina hubiese sabido que yo había comprado el restaurante no hubiese vuelto, para ella era otro ser despreciable como nuestro abuelo o su marido.
• No le falta razón, en aquella época los dos dábamos una imagen cruel ante los demás.
• Así es, las noches que Irina iba con Illia al restaurante eran las más felices para los dos, el anterior dueño quería vender el terreno para hacer edificaciones, no podía permitir que madre e hijo perdieran un lugar tan especial.
• Tienes buen corazón, hermano, deberías dejar que la gente lo viera.
• Eso me debilitaría ante mis enemigos.
• Estás muy equivocado y verás como el tiempo me da la razón.
• Contestando a tu pregunta, mis empleados me llamaron para contarme lo ocurrido, después puse vigilancia a ese gusano y desde entonces fui diez pasos por delante de él.
Los dos empezamos a reír, haciendo que Isabella e Illia se giraran para mirarnos, Isabella salto a mis brazos, Aurelio y yo nos acercamos a Illia. Este había descubierto que por lo menos en dos zonas más del planeta se podía usar la máquina para fabricar diamantes, una era en una mina de África, excavada en un extinto volcán, la otra era en el parque nacional de Yellowstone.
Pude ver el terror de Illia al nombrar ese nombre, según él, aquel volcán era un VEI8, posiblemente el volcán más poderoso y peligroso del mundo. Si erupcionaba pondría en peligro todos los Estados Unidos, pero ese no era el mayor peligro. Según nos contó Yellowstone era la punta de lanza del anillo de fuego del pacífico, si este se activaba millones de vidas se extinguirían. Provocando la extinción de la vida en el planeta, mire las manos a Illia y le temblaban.
• No puedo entender que alguien quiera llegar tan lejos por ganar dinero – dijo Aurelio.
• Si el cinturón de fuego se activa, ese dinero no le servirá de nada, ¿verdad? – pregunte.
• Nadie puede esconderse de esto, ni tan siquiera Nikolai – dijo Illia.
• Bueno, lo que tenemos que hacer es encontrar a Andrei y preguntar por el paradero de su padre – dijo Aurelio.
• No será nada fácil, Andrei es un cobarde y seguro que habrá corrido a esconderse después de averiguar que sigues con vida – dijo Illia.
• Andrei todavía no ha salido de Italia y en este país no puede esconderse de mí, además ha cabreado a las personas equivocadas y tiene que pagar - dijo Aurelio.
• Eso quiere decir que sabes donde está, ¿verdad Hermano?
• Casi lo tengo localizado, como muy tarde para mañana sabré su ubicación exacta.
Illia se levantó y se acercó a Isabella y a mí, parecía que éramos las únicas dos personas que le dábamos paz y tranquilidad, eso me sorprendía, porque Isabella era un terremoto que no paraba quieta. Esta noche volvemos a cenar toda la familia junta, volver a ver a mi hija jugando con sus primas, mientras reían me lleno de felicidad. Ver a mi hermano reírse, os parecerá exagerado, pero llego un momento en mi vida que llegue a pensar que no había aprendido a hacerlo.
No podía evitar mirar a Illia, por un momento había perdido esa tristeza que le acompañaba desde la muerte de su madre, mientras reía con las ocurrencias de mi hermano. Se notaba la gran sintonía que había entre los dos, el gesto de mi hermano hacia Illia y su madre, sin que ninguno de los dos lo supiera, me pareció muy bonito. Lo malo era que me prohibió que le dijera nada, a ojos de Illia ese restaurante seguía siendo regentado por ese amable matrimonio y punto.
Llego la hora de acostar a mi hija, Allegra y Alessandra también decidieron ir a acostarse, el día había sido duro entre juegos y carreras. Para ellas Isabella era como su hermana pequeña, viendo eso, todavía quedaba esperanza para nuestra familia. Fui a la habitación a coger el libro que Dante y Lisa habían comprado a Isabella. Como Isabella compartía habitación con sus primas, las tres quisieron que les leyera el libro. Según las palabras iban saliendo de mi boca, lágrimas de felicidad caían por mis mejillas. Ninguna de las tres perdía detalle de la trama del libro, entonces pude ver tres sombras asomadas por el resquicio que dejaba la puerta entreabierta. Poco a poco el sueño les pudo a las tres y se durmieron, le di un beso en la frente a cada una y apagando la luz salí de la habitación. Fuera me encontré a Chiara llorando como una magdalena, Illia con las mejillas llenas de lágrimas y a mi hermano intentando contener el llanto sin poder conseguirlo.
La casa era pequeña y nuestra habitación estaba pegando a la de Allegra, Alessandra e Isabella. Al venir nos dimos cuenta de que a unos doscientos metros estaba el garaje que Aurelio hizo construir para guardar sus coches, teníamos la combinación para poder entrar, pues aparcamos nuestro todoterreno dentro de él. Estar cerca de Illia me ponía muy caliente, los dos nos miramos y pensamos lo mismo. El todoterreno era espacioso y podríamos dar rienda suelta a nuestro amor sin molestar a nadie.
Salimos a ortadillas como un par de ladrones, las noches eran frías, pero nos daba igual, pronto entraríamos en calor. Llegamos al garaje e introduje la combinación, Illia apretó el mando del coche y este se abrió, Illia traía una tienda de campaña en el pantalón que yo atendí con mucha gula, baje el pantalón de su pijama, introduciéndome su herramienta en mi boca. Suspiro y se agarró al techo del todoterreno. Me esmeré en darle todo el placer posible, me introducía su polla en lo más profundo de mi garganta provocándome arcadas, pero sus suspiros de placer eran música para mis oídos.
No tardo en correrse, llenándome toda la garganta con su corrida, empezando a toser al ser incapaz de tragármelo todo. Mientras nos recuperáramos los dos me di cuenta de que solo con mirar mi desnudo cuerpo, Illia se encendía como una moto y volvía a estar dispuesto para otro combate. Esta vez le tocaba a el darme placer a mí, me tumbé sobre el asiento trasero con las piernas abiertas, podía sentir la humedad de mi coñito resbalando hacia mi culo. Pude notar el aliento de Illia en mi coñito y acto seguido como su lengua jugaba con mi clítoris, eran descargas eléctricas constantes recorriendo todo mi cuerpo proporcionándome el mayor de los placeres, me agarre al respaldo del asiento con tanta fuerza que creí que lo había desgarrado.
Cuando me llego el orgasmo, y me corrí, sentí como si las puertas de una presa se abrieran, Illia también se atragantó intentando tragarse todo lo que mi caliente y palpitante coñito le estaba ofreciendo. Tenía la esperanza que esos doscientos metros fueran suficientes, porque el grito que pegue no fue pequeño y si nos llegan a oír menuda vergüenza pasaría al día siguiente. Pero todavía faltaba lo mejor, en esa misma postura en la que estaba Illia me penetro introduciendo su polla en mí de una sola vez, sentí cierto dolor, pero sobre todo mucho placer.
Illia era como un martillo percutor, estimulando la parte más sensible de mi vagina hasta llevarla al más atronador de los orgasmos, después me empezó a hacer el amor, sus embestidas eran suaves y acompasadas, llenas de cariño. Eso sí, seguía demostrando la misma destreza, proporcionándome tanto placer o más que antes. Los dos nos miramos a los ojos y nos dijimos a la vez que nos amábamos sellando esa declaración con un beso mientras los dos llegábamos al orgasmo a la vez.
Tardamos un rato en recuperarnos, mientras no dejábamos de besarnos, mire a Illia y le dije.
• ¿Tú crees que nos habrán oído?
• No lo sé, estas paredes, parecen gruesas y hay cierta distancia hasta la casa.
• ¿De verdad importa? – pregunto Illia.
• Pues la verdad es que no, me da corte que mi hermano pueda escucharme gritar de placer, pero merece la pena el riesgo.
Los dos nos echamos a reír, una vez recuperados volvimos como dos ninjas a la casa. Hacía más frió que antes, entramos y nos fuimos directos a la ducha. Tuvimos que ducharnos con agua fría, pues la caldera hacía ruido y podíamos despertarlos. Notar el contacto del líquido frió en mi cuerpo casi me hace gritar, de hecho no lo hice, porque Illia tapo mi boca con su mano. Los dos nos metimos en la cama temblando, pero enseguida entramos en calor.
Al día siguiente, durante el desayuno no notamos ninguna mirada extraña, parecía que nadie había sido consciente de nuestro combate amoroso. Menudos ilusos, al rato entro Chiara en la cocina con las toallas que usamos la noche anterior. Su mirada estaba llena de cachondeo y mi hermano disimulaba su risa detrás del periódico. Por suerte dejaron el tema quieto.
• Tengo el paradero exacto de Andrei, esta noche le aremos una visita – dijo Aurelio.
• ¿Por qué no ha huido de Italia?, ha tenido tiempo – dijo Illia.
• Andrei nunca ha demostrado tener mucha inteligencia, de no ser el hijo de Nikolai, seguramente hacía mucho tiempo que habría muerto.
A mí también me mosqueaba que se hubiera escondido en un territorio que mi hermano controlaba y conocía al dedillo. Pasamos el día jugando con las niñas. Fue un buen día, pero con la llegada de la noche, llegaba el momento de ponernos manos a la obra, otra cosa que me preocupaba era dejar a Chiara y a las niñas solas en la casa, entonces Aurelio nos izó acompañarlo al sótano. En él había construido un pequeño bunquer con unas paredes de un metro de espesor y una puerta que parecía la de una caja acorazada.
Chiara y las niñas, nos esperarían allí dentro, que era como una gran sala de estar, equipada con todo, para que las niñas estuvieran entretenidas. La verdad es que eso me tranquilizo, Illia y Aurelio serían los que entrarían en el edificio, mientras yo les cubría desde la distancia con mi rifle de francotiradora. Cogimos un todoterreno de mi hermano y nos pusimos en marcha, el edificio era un bloque de viviendas a medio terminar. Según nos contó Aurelio, iba a ser una urbanización de lujo, pero a los constructores les pillo la crisis y terminaron en bancarrota.
Me bajé del auto a unos doscientos metros del edificio y escogí un sitio alto, monte el rifle y desde la mira de este, pude ver como Illia y Aurelio se bajaban del todoterreno y se introducían en el edificio que se encontraba sin vigilancia. Me parecía muy extraño, entonces pude escuchar la voz de mi hermano por el pinganillo.
• Antonella, ven, no te vas a creer lo que nos hemos encontrado.
Recogí el rifle y lo metí en su maleta, recorrí el camino hasta el edificio y por fin pude llegar al sitio donde se encontraban Aurelio e Illia, frente a ellos se encontraba un cuerpo atado a una silla con signos de haber sido torturado brutalmente, era Andrei no había ninguna duda, en el pecho tenía escritos unos números que parecían unas coordenadas, mientras mi hermano revisaba la estancia por si nos habían dejado algún regalito en forma de explosivo, pude ver la expresión de Illia, tenía una mirada llena de terror y sus manos temblaban sin que pudiera parar de hacerlo.
Me acerqué a él, cogí una de sus manos, parece que mi contacto le tranquilizo un poco, le mire y le dije.
• ¿Qué ocurre Illia?
• La forma de esos números, me es muy familiar.
Continuará.