Hombre, no nos dejes con las ganas de saber esas practicas que ella te pedía y que tuviste que poner tu mismo como límite...
Cuando la conocí me sorprendió su entrega, de un modo que fuese un juguete, que la usase. Hay que decir que era multiorgásmica.
Las poquitas veces que pude llevarla a cenar, casi siempre quedábamos en motel por el tema de discreción, le decía que fuese de tal o cual forma, generalmente, que fuese sin bragas, minifalda y escote.
Pero cuando empecé a intuir algo fue en las mamadas donde ella buscaba meterla entera en la boca. Luego fui yo quien la agarraba la cabeza hasta casi ahogarla con la polla dentro estilo peli porno, fue en una de esas cuando me lo soltó lo de ser mi sumisa. Decirle que se bebiese la leche ya era casi norma y limpiarme la polla también. Recuerdo, en alguna mamada en el coche le decía algo así que pobre de ella si caía algo en la tapicería... me hacía una limpieza que ni el KH7 ese.
A partir de ahí fue yendo a más, encularla hasta llegar al fondo, palmadas incluídas. Como tengo mucho aguante, aunque me pidiese parar yo seguía. O cuando le hacía unos dedos, tenía un coño supersensible con lo que tenía que atarla para que no encogiese las piernas con unas cintas que llevaba en el coche y que, por cierto, tenía que esconder. Pero, insisto, era su entrega, con una componente más emocional que otra cosa, como si fuese yo su dueño y le decía haz esto y lo otro y obedecía sin rechistar.
El punto de inflexión fue cuando un día me tiré a la piscina y le dije de azotarla. Me acordaré toda la vida de su respuesta: "que no me deje mucha marca". Me quedé helado. Usábamos mi cinturón, uno que tenía más delgado que lo habitual, y siempre el mismo número de azotes: 16. Culo y espalda. Te puedo asegurar que no eran golpes suaves. Y como en todas estas relacioneas teníamos una palabra clave que me reservo, y no, no era rojo. Nunca la pronunció, salvo una vez haciéndole unos dedos, donde obviamente paré de inmediato.
El límite fue cuando llegó el tema de los azotes, porque el resto era más o menos sexo "normal" aunque fuerte. Y es que si le hubiese dicho 30 azotes, colaba igual y en la fuerza yo tenía que poner límite. Llegué a darle algún azote que en ese momento pensé: "tío, te has pasado" y ella no se quejaba más allá del gemido o grito. Otra cosa, no quería tirones del pelo, era lo único que me pedía.
Pero, ya lo he dicho, lo que más me ponía, no era el sexo, las mamadas o los azotes, era su obediencia. Esa para mí es la clave de la relación amo-sumisa, la sumisión emocional, más allá cuerdas, azotes, velas encendidas o pinzas en las tetas y toda esa parafernalia.
Yo que sé, si le decía sírveme el café desnuda lo hacía sin rechistar, vístete así o asá, o si íbamos en el coche y le decía quítate el pantalón y la braga también, como estas muchas. Y era eso lo que me ponía ciego de placer, y lo cojonudo, sin tocarla.
Me queda la duda de hasta donde habríamos llegado. En fin...
Respondiendo a Sumisa Alfa.
Fueron cuestiones de responsabilidades familiares. No fue fácil decirle que lo teníamos que dejar. Largo de explicar. Y en otras circunstancias me hubiese tirado de cabeza.