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Cuando acabaron la visita a la cabaña, no tardaron mucho, la cabaña era pequeña, cada pareja recogió las bolsas del coche para instalarse.
-¿Aquí pasaremos las vacaciones, mamá?- Preguntaba uno de los niños de la subinspectora García.
-Sí, aquí pasaremos unos días, pasearemos por el bosque y jugaremos mucho ¡Vale!- Les decía Vicente, su preocupación era que los niños no se aburrieran.
-Sabéis que también tendréis que estudiar, papá os dará clases un rato cada día.- Le recordaba García.
-Eso no son vacaciones papá.- Se quejaba uno de los niños.
-Bueno… serán, medias vacaciones, venga, vamos a ver la tienda donde dormiremos.
La familia caminaba para entrar en su tienda, Mónica y Álex ya se estaban acomodando en la suya, dejaron las bolsas en el suelo y se sentaron en unas sillas, eso es todo lo que hicieron. Álex miraba la tienda.
-Aquí, para follar lo tenemos claro.- Le susurraba Álex a Mónica.
-Si a cagar tenemos que ir al bosque, a follar también.- Respondía Mónica riéndose.
Elvira y Fran, entraban con el coche a una ciudad, circulaba lentamente, buscando una dirección, estacionaron el coche.
-¿Es aquí?- Preguntó Fran.
-Sí, es aquí, estuve en una ocasión. En teoría no tendría que haber nadie dentro.
-Lo comprobaré.- Dijo Fran.
Bajó del automóvil, caminó con las manos en los bolsillos de la chaqueta, se acercó a la puerta principal de edificio, disimuló como si se atara un cordón de la zapatilla y al levantarse intentó abrir la puerta, confirmó que estaba cerrada, caminó lentamente por la fachada, mirando a través de los cristales si veía alguien dentro, un guardia de seguridad por ejemplo. Dio la vuelta al edificio, comprobó otra puerta que había en la parte de atrás, cerrada, acercó el oído a la puerta, por si oía alguna voz dentro, no escuchó nada. Volvió al coche.
-No hay nadie, y muy poca gente por la calle, va a ser muy fácil.- Le decía a Elvira.
-¿Cómo lo harías tú?- Le preguntaba ella.
Fran miraba por la ventanilla.
-Yo, acercaría el coche a aquella zona, debajo de aquellos arboles, tú me esperas, yo salgo, me escondo con el lanzagranadas en los arboles, disparo cuando vea que es un buen momento, la poca gente que hay en la calle, al sentir la explosión miraran al edificio, aprovecho para meterme en el coche y nos vamos tan tranquilamente ¿Qué te parece?
-Genial.
-Pues vamos.
Lo hicieron tal como lo dijo Fran, desde los arboles, le pegó un pepinazo al edificio, la granada entró por un ventanal y explotó dentro, rompiendo todas las ventanas prendiéndose fuego al interior. Se subió al coche y Elvira salió de la ciudad tranquilamente, sin prisas. Al edificio llegaron los bomberos, la policía y la prensa… descubrieron un sótano, claro, allí sacrificaban y enterraban a las víctimas.
-Otra sucursal a tomar por culo, los vamos a tener distraídos, estos no saben con quién se la están jugando.- Le decía Elvira a Fran conduciendo por la autopista.
-Cuanto más distraídos estén, menos tiempo tendrán para buscarte a ti y a tus amigos.
-Esa es la idea, mañana iremos a por otra, se van a enterar.
Cuando faltaban quince minutos para las nueve de la noche, el padre de Elvira le dio un teléfono móvil, bastante viejo por cierto, a Álex.
-A partir de ahora, tú te encargarás de esto.- Le dijo el padre de Elvira.
-¿Qué es esto?- Preguntaba extrañado Álex.
- La única manera de comunicarnos con el exterior, ven, te enseñaré algo.
Salieron fuera de la cabaña, dieron la vuelta a la casita… y le enseñó un caminito estrecho.
-Por ese camino llegarás a la cima, allí tienes cobertura, te llamarán…
-¿Quién me llamará?
El padre de Elvira se moría de risa.
-Ya me dijeron que no sería tan fácil hablar contigo…
-¡Coño! Elvira.
El padre le daba a Álex un golpe cariñoso en la espalda, no podía parar de reír.
-Anda vete, que todavía llegarás tarde.
Mientras Álex subía el caminito, oía descojonarse de risa al padre de Elvira. Pues no le veo la gracia, no es para tanto ¡Coño! Pensaba Álex. Llegó a la cima un poco antes de las nueve, a las nueve en punto sonó el aviso de llamada del móvil.
-¿Eres tú?- Preguntaba Álex.
-Siiiií… soy yooo…- Respondía de forma fantasmagórica Elvira, riéndose después.
-¿Tú también te cachondeas, como tu padre?
-Vale ya, escúchame, que no quiero estar conectada demasiado tiempo ¿Cómo estáis?
-Bien, colocados en nuestros sitios y… algo aburridos…
-Ya sabes lo que pienso, si os aburrís…
-Follamos, ya.
-Eso, escucha, Mónica, García y tú, sois los encargados de proteger a los demás, por algo sois policías…
-E…
-No digas nada, tranquilo que no pasará nada, nadie sabe dónde estáis, estoy segura que mi padre cumplió con todos los protocolos para asegurarse de que nadie os seguía, estáis en el lugar más seguro del mundo ¿Vale?
-Vale.- Confirmaba Álex.
-Mañana volveré a contactar contigo a las diez.
-¿A las diez?
-Sí, un poco más tarde, antes no creo que pueda…
-Es la hora de cenar, no sé si yo podré estar.- Le decía Álex.
-¡La madre que te parió!
Álex se descojonaba de risa, Elvira colgaba la llamada. Álex se giró y vio que aparecía por el camino Mónica.
-¿Qué haces aquí?- Preguntaba Álex.
-El padre de Elvira me ha dicho dónde estabas ¿Bajamos?
-Vale.
Mónica le agarró de una mano, iniciaron el descenso por el caminito, Mónica se giró, colocó a Álex de espaldas en un árbol, le miró a los ojos y le metió la lengua en la boca, lo besaba con pasión, Álex le devolvía el beso, por supuesto. Ella no perdía el tiempo agarrándole la polla, se agachó, le bajó los pantalones y la ropa interior a Álex, le agarró la polla, volvió a mirar a los ojos a su novio, cerró los ojos y se metió la polla en la boca, disfrutando la mamada, haciendo disfrutar a Álex, que también cerraba los ojos por el gusto que le daba, cuando le puso a Álex la polla como una estaca de tiesa, Mónica se levantó.
-Fóllame, saber que allí abajo no podremos hacerlo cuando queramos, me entran más ganas.- Le decía Mónica sin vocalizar muy bien de lo excitada que estaba.
Álex la sujetaba por las caderas, la giraba, Mónica se sujetaba con las manos en el árbol agachándose un poco, él le desabrochaba el pantalón, se lo bajaba, después le bajaba las bragas, se mojaba con saliva un par de dedos y le lubricó, metiéndole la mano por debajo del culo, el chichi a Mónica, se dio cuenta que no hacía falta, ya lo tenía lo suficientemente lubricado, se había puesto cachonda chupándole la polla. Se agarró el pene ¿El pene? No, se agarró la polla, se la apuntó en la entrada de la vagina ¿La vagina? No, del coño, y la penetró, se la metió, lentamente, a ella le temblaron tímidamente las piernas de lo excitada que estaba, resopló de gusto, resoplaron los dos, al principio, Álex fue follando lentamente, hasta que notó que con los flujos vaginales de Mónica, la polla entraba y salía muy suavemente, a partir de ahí fue aumentando el ritmo, hasta acabar a todo tren, golpeando con su cuerpo el culo de Mónica como si no hubiera un mañana, ella gemía muy fuerte, aguantándose los gritos, porque sabía que la podían escuchar desde el campamento si gritaba como estaba acostumbrada, como le hacía gritar Álex cada vez que follaban, como la ponía aquel hombre, era empezar a follar con él y volverse loca. Mónica se empezó a correr, y Álex la siguió, le llenó el coño de semen ¿Semen? No, de leche. Álex la agarraba por las caderas, parecía que las piernas de Mónica no soportarían el peso de su propio peso. Se recuperó Mónica, Álex le sacó lentamente la polla, ella se agachó, dejó que la leche cayera al suelo, después meó, mientras Álex se subía la ropa interior y los pantalones. Se secó el chichi con un pañuelo de papel que le entregó Álex, se levantó, se colocó las braguitas y el pantalón, le dio un beso en la boca a Álex y se abrazaron. Después, tranquilamente, fueron bajando por el caminito.
-Que mierda de móvil ¿No?- Comentaba Mónica.
-Hace veinte años que no veía uno de estos.- Contestaba Álex.
-Será para que sea más difícil localizarlo.
-Puede ser.
Llegaron al campamento, se lavaron y arreglaron un poco antes de entrar en la cabaña, los demás estaban preparando la cena, la mesa ya estaba organizada.
-Sentaros, ya lo tenemos todo a punto.- Les decía, con una sonrisilla cachonda, el padre de Elvira.
Él le dijo a Mónica donde estaba Álex, pensando precisamente en que pudieran tener un rato de intimidad, al verles la cara y los ojos, sabía que habían pegado un polvo. También es verdad, que se lo dijo para que fueran los dos los que conectaran con Elvira, mejor dos que uno por si acaso, nunca se sabía que podría pasar. Se sentaron alrededor de la mesa, de la mesa y un añadido más que se puso para que se pudieran sentar todos.
-¿Qué te ha dicho?- Preguntó la madre de Elvira. Álex la miraba tranquilo.
-Nada, bueno, ha sido una prueba, para confirmar que podíamos hablar y eso ¡Ah! Y que Mónica, García y yo, estamos encargados de la seguridad del campamento.
-¡Coño! Eso ya me lo imaginaba, sois policías ¿No?- Exclamaba la madre de Álex.
-Nosotros lo haremos señora.- Contestaba la subinspectora García.
-¿Tenéis armas?- Preguntó el padre de Álex.
-Nosotros sí.- Contestaba Mónica.
-Yo también.- Confirmaba García.
-Algo es algo.- Opinaba el padre de Elvira.
-¿No te ha dicho cuando vendrá?- Preguntaba la madre de Elvira.
-Cuándo vendrá ¿Elvira?- Preguntaba Álex.
-¡Álex hijo! ¿Quién va a venir? ¿Bob Esponja?
-No me lo ha dicho.
-Supongo que no viene por seguridad.- Opinaba Mónica.
-¿Y te ha dicho que hace? Por qué algo estará haciendo.
-No me ha dicho nada, de verdad, no me ha explicado nada, ni lo que hace, ni lo que no hace, nada de nada.
-Es que esta hija mía, es tan suya.- Se quejaba la madre.
-Algo estará haciendo, si nos ha traído hasta aquí será por algo, ella sabe que así no podemos vivir siempre.- Daba su opinión el marido de García.
-Buena observación, sí señor.- Opinaba el padre de Elvira.
-Se nota que ha ‘estudiao’.- Acababa diciendo la madre de Elvira, los demás reían.
Al día siguiente, Elvira y Fran, volvían a estar de viaje en el coche, llegaron a otra ciudad. Conducía Fran.
-¿Dónde vamos?- Preguntaba Fran.
-Está grabado en el navegador, es un cementerio.- Contestaba Elvira.
-¿Otro cementerio? Qué manía tiene esa gente con los cementerios.
-Es el mejor lugar para lo que hacen, entierran a la víctimas allí mismo y nadie se entera.
Fran siguió conduciendo, siguiendo las indicaciones del navegador del coche, salió de nuevo de la ciudad, bastante alejado llegaron a un cementerio.
-En este lo tienen a huevo, apartado de la civilización, que bien se lo montan estos cabrones.- Decía Elvira.
Bajaron del vehículo, comprobaron que la verja de la entrada estaba cerrada.
-Está cerrado ¿Qué raro, no?- Se extrañaba Fran.
-Ya ves donde está ¿Quién va a venir hasta aquí?
-¡Coño! Algún familiar a visitar a sus muertos.
-No ves como está esto, aquí no han enterrado a nadie en mucho tiempo, lo utilizan para lo que lo utilizan, un cementerio abandonado es perfecto.
Elvira sacaba del maletero del coche dos lanzagranadas, se los colgaba en la espalda y trepaba como una ardilla por la pared, hasta sentarse encima. Fran la siguió, se sentó a su lado mirando el cementerio.
-¿A qué le vas a disparar?- Preguntaba Fran.
-Niño, no sé si es que te despistas o no piensas, pero a veces pareces tonto…
-¿Ya te estás metiendo conmigo?
-¿Qué es esa caseta que hay en medio?
-Es una cosa antigua, ahora ya no lo tienen los nuevos cementerios, es donde… ¡Hostia! Es verdad, ahí es donde ponían a los muertos antiguamente antes de enterrarlos, hay una mesa de mármol…
-Correcto, una mesa que les va perfecto para sacrificar a las víctimas.
Elvira agarró uno de los lanzagranadas, apuntó a la caseta y le pegó un chupinazo que la envió a tomar por culo, después agarró el otro lanzagranadas, apuntó a un conjunto de tumbas en el suelo y volvió a disparar, saltaron por los aires las lapidas y algunos cuerpos.
-¡Hostia! Han salido cuerpos muy enteros ¿No? Para no enterrar a nadie hace tanto tiempo no es normal.
-Son los cuerpos de las chicas sacrificadas, vámonos.
Bajaron de la pared, Elvira sacó una pistola, apuntó al candado que cerraba la puerta de entrada, disparó y la abrió de par en par, después, guardó en el maletero los tubos de los lanzagranadas, Fran puso el motor del coche en marcha, Elvira se subió y salieron de allí. Mientras Fran conducía Elvira enviaba un mensaje.
-Ya está, la prensa está de camino, llegaran los primeros y lo sacaran a la luz.
-¿Servirá de algo?- Preguntaba Fran.
-Por lo menos aquí no volverán a matar a nadie, seguro que eso ya les tocará los cojones.
Como había calculado Elvira, por el tiempo que tardaron en ir y volver, llegaron al apartamento a las nueve y media de la noche. A las diez llamaba de nuevo a Álex.
-Hola.
-Hola Álex ¿Cómo estáis?
-Bien, los demás cenando, Mónica y yo lo haremos cuando bajemos.
-Me alegro de que estéis bien.
-Elvira, tú madre… está preocupada por ti, le gustaría verte.
Elvira pensaba, se hizo un silencio.
-Ahora no puedo venir, tal vez en unos días.
-De acuerdo, tú sabrás que es lo mejor. Otra cosa ¿Crees que tendremos que estar aquí muchos días?
-No lo sé, tener un poco de paciencia, no creo que tarden en reaccionar…
-¿Reaccionar? ¿Reaccionar a qué?- Preguntaba Álex preocupado.
-A algunas cosas que estoy haciendo, no te preocupes.
-¡Hostia Elvira! ¿Cómo no me voy a preocupar? Eres muy bestia tía, no quiero ni imaginarme lo que haces.
Se hizo un silencio, aquella expresión de ‘¡Hostia Elvira!’ era una expresión muy de Álex cuando vivían juntos, cuando se amaban con desmesura, cuando eran incapaces de parar de follar, follaban a todas horas, unos polvazos increíbles que los dejaban destrozados, después de una buena follada, se quedaban abrazados en la cama, sintiendo la piel del otro rozar con su cuerpo, en ese momento, en ese preciso momento todo daba igual, podía haber caído un meteorito en la tierra destruyéndola para siempre que les hubiera dado igual, se amaban y estaban uno con el otro, todo lo demás sobraba. Esos recuerdos, cuando cualquier cosa le hacía acordarse a Elvira de aquellos momentos, le hacían daño, a Elvira le caía una lágrima, ya no solo por Álex, no solo por aquellos maravillosos recuerdos, también por Fran, él no tenía culpa, la quería mucho y ella lo quería mucho a él, Elvira pensaba que Fran no se merecía que ella tuviera aquellos recuerdos, que se ablandara y le diera por llorar ¿Pero qué podía hacer? Era una parte de su vida a la que no podía renunciar, ella no podía renunciar a recordar, ni renunciar a Álex, tal vez sexualmente no podía estar con él, pero… sentimentalmente, como amiga, o, como algo más que amiga sin tocarlo, sin poder sentirlo dentro de ella, sí podía hacerlo, Álex siempre sería Álex.
-¿Estás bien?- Le preguntaba Fran.
Salía en ese momento de la cocina para preparar la mesa. Elvira lo miró con cariño, Fran era un buen hombre que se lo merecía todo.
-Sí, me da pena que tengan que estar allí para estar a salvo, Álex me ha dicho que mi madre quiere verme, me echa de menos la pobre.
-Esperemos que pronto os podáis ver.
Le contestó Fran, él no es tonto, sabía que no era solo por eso, pasaban días que no hablaba con su madre y no pasaba nada, no se ponía triste, había algo más, prefería callar, dejar que ella hiciera el proceso o se atreviera a hablarlo con él.
Elvira dejó el móvil encima de la mesita de centro, agarró otro de los tres que tenía encima de la mesa, enviaba un mensaje.
-¿Cómo está todo jefe?
-Mañana habrá una cumbre con el presidente, se reúne con las cinco personas de más confianza, los ha llamado de urgencia, esas explosiones lo están poniendo nervioso.
-¿Sabrás de que hablarán?
-Cuando acabe la reunión, tengo un infiltrado.
-Ok, espero noticias.
Elvira dejó el móvil, miró a Fran que salía de la cocina con la cena.
-¿Bien?- Volvió a preguntar Fran.
-Parece que se están poniendo nerviosos.
-Mejor, la gente nerviosa comete errores, vamos a cenar.
Al día siguiente, volvía a conducir Fran por una autovía, en el maletero del coche de Elvira, debajo de la moqueta en un hueco construido para ello, lo tenían lleno de armas y explosivos de todo tipo.
-Hoy va a ser diferente.- Comentaba Elvira.
-¿Por?
-Vamos en busca de una biblioteca, una biblioteca que está activa, tendremos que esperar a que se desaloje para actuar, no quiero que ningún inocente salga herido.
-Vale, como tú digas.
-Tendremos que entrar y repartir explosivos por dentro, en lugares claves para que se venga abajo entera, lo que tenemos que sacar a la luz está en el sótano.
-¿Vamos a entrar?
-Sí.
-¡Coño! Por eso te has puesto esa peluca y la gorra…
-Y por eso tú te pondrás una gorra y un bigote falso que te he traído.
-¿De dónde sacas estas cosas tía?- Le preguntaba riéndose Fran.
-En mi apartamento tengo muchos secretitos, guapo.- Reía también Elvira.
Dejaron el vehículo a un par de calles de la biblioteca, Fran, en el espejo retrovisor del coche se colocó el bigote falso, Elvira lo miró y le acabó de dar los últimos retoques, después, los dos con la gorra ya puesta, abrían el maletero del coche, cada uno se colgaba una mochila, por arriba de la mochila se podía ver el extremo de un ordenador portátil, así no levantarían sospechas al entrar en la biblioteca. Llegaron junto al edificio, lo miraban desde el otro lado de la calle, un edificio en medio de una plaza con sus jardines y bancos con sus jubilados sentados hablando.
-No vamos bien.- Dijo Fran mirando el entorno.
-¿Por qué? ¿Qué ves?
-La plaza, aunque cierren la biblioteca y no quede nadie dentro, con la explosión y la demolición del edificio, algún inocente resultará herido o algo peor, hay demasiada gente en esta plaza y demasiado cerca.
-Es verdad- Decía Elvira mirando la plaza y la gente que había, gente de todas las edades.- Parece que en esta plaza siempre hay gente ¡Me cago en todo!
Fran, seguía mirando, pensando.
-Creo que tengo la solución, vamos a entrar, repartiremos los explosivos, en las columnas importantes y escondidos en los baños, ya lo hablamos anoche, solo tienes que activarlos y colocarlos, no tienen luces ni nada que los delaten, aprovecharemos las cajas de los extintores y cosas así, esperaremos a la hora de almorzar, al medio día será un buen momento, a esa hora no habrá tanta gente, ni dentro ni fuera.
-Vale, confío en ti, ya podemos empezar, tenemos más de veinte explosivos que colocar cada uno, lo haremos sin prisas, tenemos tiempo.
Comentaba, medio ordenaba Elvira. Atravesaron la calle, subieron unas pocas escaleras y entraron en el edifico, nada más entrar vieron las indicaciones de donde estaban los baños, allí mismo. Fran miró a Elvira, se entendieron a la primera, cada uno entró en su baño, se encerró en un váter y abriendo un poco el falso techo, colocó dentro un explosivo activado. Salieron, fueron paseando por el edifico de dos plantas, se cubrían uno al otro para, disimuladamente, colocar los explosivos en lugares estratégicos. Se sentaron un rato en una mesa, abrieron el portátil y estuvieron atentos a él, disimulando, tenían que parecer uno más, tenían tiempo, un par de horas tranquilamente. Así fue, al medio día habían acabado de ‘sembrar’ las dos plantas del edifico de explosivos, estaban sentados con el ordenador abierto en una de las mesas cercanas a la salida.
-Tendrías que avisar a la prensa.- Le decía Fran.
-¿Ya?- Preguntaba extrañada Elvira.
Fran acercó la boca al oído de Elvira, le explicó el plan, ella asentía con la cabeza, cuando Fran acabó de hablar, Elvira sacó su móvil y envió un mensaje, esperaron quince minutos, Fran se levantó, Elvira lo perdió de vista un momento, a los pocos segundos, empezó a sonar la alarma de incendios o de emergencia, no se sabía. Elvira se levantó y gritó.
-Tenemos que abandonar el edifico.
Fran por otro lado también gritaba.
-Rápido, rápido, es una emergencia, salgan, salgan.
La gente que había dentro, entró en pánico, salían a toda prisa, asustados, cuando salieron ellos, se escuchaban las sirenas de la policía y los bomberos, atravesaron la calle y esperaron. Llegó la policía, salió un agente de un coche pegando gritos.
-Rápido, rápido, desalojen la plaza y pongan un cinta policial para que nadie entre.
Elvira y Fran sonreían, esperaron a que la policía desalojara la plaza, ahora ya estaban tranquilos, dentro no quedaba nadie y fuera, cerca del edificio tampoco, empezaron a caminar en dirección al coche, justo antes de girar por la esquina de la calle donde tenían el vehículo aparcado, le dieron un último vistazo al edifico y la plaza, en ese momento llegaban los bomberos y los artificieros. Fran sacó de la mochila un pequeño mando a distancia, levantó una tapa, accionó una palanca y puso el dedo encima del botón rojo, miró a Elvira, ella confirmó con la cabeza, apretó el botón… y el edificio, el bonito edificio de la biblioteca, se fue a tomar por culo, una enorme explosión hizo que todos los que estaban cerca dieran un paso atrás, el edificio se tambaleó y cayó de lado, ocupando el lugar de la plaza, desde lejos, se podía ver el agujero en medio, el agujero del sótano. Los periodistas ya estaban por allí.
-Mis contactos en la prensa se han portado muy bien.- Le decía Elvira mientras Fran conducía.
-Han seguido tus indicaciones, tampoco era tan difícil avisar a la policía de una posible bomba.
-Dirán que ha sido un chivatazo de un confidente.
-Bueno, pues una sucursal menos.
-Que bien has pensado el plan, cuando he visto a tanta gente en la plaza, te aseguro que por un momento me he bloqueado.- Reconocía Elvira.
-Estoy acostumbrado a cosas así, es el trabajo.
-Yo creía que solo disparabas, y ya ves, eres muy apañado.
-A veces pienso un poquito, solo a veces.
Los dos reían mientras se incorporaban de nuevo a la autovía.
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