Un día por la noche, volvíamos de pasear de las afueras de la ciudad, pensando, recordando y hablando sobre momentos eróticos y morbosos que habíamos vivido juntos. De repente me vi de rodillas sin darme cuenta, con la lengua chorreando saliva, como si de un animal hambriento se tratase. En efecto, estaba haciéndole a mi pareja una mamada, que terminó como veis en la foto.
Primero jugué con mi lengua sobre su glande. Sensualmente le daba lengüetazos. Así estuve un rato, disfrutando a lametones su polla caliente a punto de reventar. También le masturbé con las manos, suavemente para provocarle más excitación si cabe, y luego con mi boca. Me encanta sentir las venas palpitantes de la polla, como se hinchan por el morbo de estar conmigo, de recibir una caliente mamada. Luego me introducía la polla de mi pareja en mi boca, y lo introducía y lo sacaba, como si de un helado se tratase.
Mientras se la chupo como una desatada me encanta mirarle a los ojos y ver como disfruta, como lo dejo con los ojos en blanco. Así que, ahí estaba de rodillas en un camino de las afueras, a oscuras, y él a punto de reventar sobre mí. Me quité la camiseta temiendo lo peor. Él me dijo que fuéramos a otro lugar, seguramente a casa para terminar follando. Pero lo deseaba ahí, así que le pedí que se corriese en mi cara y pecho, y que me bañara en leche. No sé pudo negar, jiji, me vería con esa cara de zorra que se me pone cuando quiero rabo, y no se lo pensó dos veces. Derramo su leche sobre mí. Me encantó sentir su semen caliente sobre mí, y sentir como se deslizaba por mi barbilla, hasta caer en mis pechos.
Solo de recordarlo me pongo de nuevo cachonda. Mmmm, me encanta.