La propuesta

No. Esta historia se cierra con el segundo libro. Ya no tendría sentido una tercera parte.
Si el autor cierra la historia, no hay mas que hablar.
Yo me había hecho ilusiones con la vuelta de Hans y Beatriz y con que Jorge siguiera trabajando para la empresa de Hans. Algo extraño después de ponerle los cuernos con su mujer. También una posible venganza de Jorge contra Cayetana, boicoteando su nueva relación con el medico, pagándole con la misma moneda de alguna forma.
 
Si el autor cierra la historia, no hay mas que hablar.
Yo me había hecho ilusiones con la vuelta de Hans y Beatriz y con que Jorge siguiera trabajando para la empresa de Hans. Algo extraño después de ponerle los cuernos con su mujer. También una posible venganza de Jorge contra Cayetana, boicoteando su nueva relación con el medico, pagándole con la misma moneda de alguna forma.
Ya sabes lo que opino yo de esto y por tanto estoy de acuerdo con lo que dices.
 
FINAL



Tuve unas semanas de tranquilidad en las que pude centrarme en mi proyecto de fin de carrera, en entrenar y quedar con Cayetana, con la que hice un par de escapadas a la sierra. Esos días de desconexión me venían muy bien y me ayudaban a enfocarme de nuevo en mi vida rutinaria y olvidar todo lo que estaba sucediendo con Beatriz.

Pero cada mes tenía una cita inexcusable con ella, salvo que se quedara embarazada, cosa que de momento no había sucedido, así que esa calma era relativa y muy efímera. Además, los dos últimos encuentros con Beatriz se habían alejado bastante de lo que en principio era el plan acordado con su marido y nos habíamos abandonado a nuestras más bajas pasiones, por lo que cada vez tenía más ganas de quedar con ella.

Yo no sabía ya si realmente Beatriz quería que la fecundara o que me la follara. O las dos cosas. También me intrigaba mucho el papel que jugaba Hans en todo este asunto. Le había pillado un par de veces espiándonos y yo me preguntaba si sería un voyeur y todo esto de la propuesta no había sido más que una farsa para que me acostara con su mujer.

Veinte días más tarde, recibí una llamada suya y me citó en su empresa. Lo de siempre, me llevó a su despacho, documentación, dinero, bla, bla, bla y me comunicó que Beatriz tampoco estaba encinta ese mes. Al parecer estuvieron viendo a un importante ginecólogo en Madrid, que le hizo varias pruebas a su mujer y todo estaba en orden, por lo que podíamos continuar y concertamos tres nuevos encuentros en los días fértiles de Beatriz.

Ese mes tampoco se quedó embarazada, ni el siguiente ni el siguiente. Ni los dos posteriores. Cinco meses follando con Beatriz y nada. Y ya os podéis imaginar que en cada encuentro fue subiendo la temperatura entre nosotros. Todo valía para dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios y lo que empezó meses atrás con un tímido misionero, en el que Beatriz se cubría con una toalla, derivó con el tiempo en una follada descomunal, en la que se ponía a cuatro patas y me corría dentro de ella mientras la tiraba del pelo y azotaba su culo.

Y al final ocurrió lo inevitable: terminamos quedando a escondidas fuera de la mansión, ocultando los encuentros a Hans.

Yo estaba enamoradísimo de Cayetana, eso no lo podía negar, pero después de cada cita con Beatriz sentía la imperiosa necesidad de volver a verme con ella. Y llegamos a un punto en el que ya no pudimos esperar al siguiente mes para vernos otra vez.

Fui yo el que se lo propuso, y por supuesto que Beatriz se negó en un principio, pero no me costó mucho convencerla y unas semanas después acordamos una cita clandestina en un hotel de superlujo, acorde a la categoría de Beatriz Beguer. A esa mujer no podía follármela en cualquier hotelucho de mala muerte y yo podía permitírmelo gracias a lo que me pagaba su marido.

Allí le pedí que dejara de ser esa mujer elegante, comedida, discreta y recatada. Quería que saliera la Beatriz más lujuriosa, que me mostrara su cara oculta, esa que cada vez le costaba menos reprimir mientras follábamos. Que se soltara del todo.

Que se convirtiera en una jodida zorra.

Le ordené que viniera con el pelo suelto, que vistiera más informal y que se pusiera ropa interior obscena, y Beatriz cumplió mis peticiones desde el principio. Os podéis imaginar lo que sentí cuando la vi con un conjuntito de color negro que se había comprado en un sex-shop. Constaba de un tanguita transparente que apenas cubría su coño y una copa de sujetador sin tela en el medio, por la que asomaban sus pechos de manera vulgar.

Desfiló delante de mí mientras me pajeaba. Ella contorsionaba las caderas, se atusaba el pelo y se movía de un lado a otro como una modelo de lencería. Aquella tarde follamos durante cuatro horas, y lo mejor es que no me corrí ni una sola vez dentro de ella. La primera vez eyaculé sobre sus tetas y después le dije que me apetecía hacerlo en su cara.

Y ella accedió.

En aquella habitación de hotel, Beatriz se puso de rodillas delante de mí y descargué por su precioso rostro y después por su pelo, lo que me pareció todavía más guarro. Luego le ordené que se quedara así, con su melena pegajosa y empapada, oliendo a semen.

Oliendo a puta.

Y las buenas putas tienen que chupar pollas. Y eso fue lo siguiente que hizo Beatriz, que terminó haciéndome una mamada sublime hasta que me corrí en su boca. Acabamos el día exhaustos, sudorosos, desnudos sobre la cama, sin parar de tocarnos, de acariciarnos, y lo mejor fue cuando nos metimos juntos a la ducha y Beatriz dejó que la enjabonara de arriba abajo.

Así estuvimos unos cuantos meses más. Follando en sus días fértiles en la mansión y viéndonos un par de veces al mes en el hotel de lujo y siempre en la misma habitación.

Cuando nos tocaba en su casa, ya no nos valía con hacerlo solo una vez. En cada encuentro echábamos dos o incluso tres polvos, y había tardes en las que me encerraba con ella en la habitación durante varias horas.

―Te estaría follando todo el día ―dije dejándome caer a su lado y besando su cuello después de correrme.
―Tienes que irte ya, Jorge, hoy llevamos demasiado tiempo y Hans está esperando en el salón…
―¿Y luego no te dice nada cuando me voy?, ¿no te pregunta por lo que hacemos tanto tiempo?
―Ya lo sabe. Le he dicho que nos acostamos varias veces para que así haya más posibilidades de fecundarme…
―¿Y no le importa?
―No ―contestó en un tono seco.
―Si te soy sincero, ahora ya no quiero que te quedes embarazada, eso significaría que dejaríamos de vernos y creo que a ti te pasa igual, o no permitirías que eyaculara fuera ―susurré tocando el semen que bañaba su abdomen.
―Me siento fatal por hacer esto…, no es lo que había pactado con Hans…, deberíamos ceñirnos al plan…
―Hoy me he corrido dos veces dentro, pero antes de irme quería echártelo por encima…, ¡me encanta verte así!, es como dejarte una marca para que pienses en mí y estés deseando quedar conmigo. ¿Cuándo volveremos a vernos? ―pregunté comenzando a vestirme sin dejar de mirar a Beatriz, completamente desnuda sobre la cama con las piernas abiertas.
―Dentro de dos semanas, vamos a celebrar una fiesta en casa, ya sabes, es mi cumple y el de Marta…
―Ah, es verdad, pero eso no cuenta, me refería a vernos en el hotel. Además ese día estará toda la familia y va a ser casi imposible…, ¿no? Aunque, si te digo la verdad, me gustaría follarte el día de tu cumpleaños, quizás podríamos perdernos y te daría mi regalo en privado…
―No, Jorge, te voy a pedir que no te acerques a mí durante la fiesta. No podemos llamar la atención… y, bueno, también, eeeeh… ―dijo cariacontecida.
―¿Qué pasa, Beatriz?
―Eh, nada, da igual…
―¿Seguro?, ¿estás bien? ―Me senté a su lado y acaricié sus pechos.
―Sí, tranquilo, tienes que irte, Jorge, nos vemos en un par de semanas…
―De acuerdo.
―Y, por favor, haz caso a lo que te he pedido.


Dos semanas más tarde, pasé a buscar a Cayetana por su casa para ir al cumpleaños de Marta y Beatriz. Ya había pasado un año desde que Hans me hiciera la propuesta en su despacho, y acudimos a la fiesta en mi coche. Al entrar allí estaba toda la familia Beguer al completo, empezando por los abuelos de Cayetana, sus padres, Marta y Álex, todos sus tíos y primos y por supuesto los anfitriones de la fiesta.

Hans y Beatriz.

Los saludamos y pasamos al jardín con el resto. Junto a mis suegros se encontraban Martita y Álex. Estaba vez habían llegado puntuales, algo raro en ellos.

―¡Felicidades, Marta! ―dije dándole dos efusivos besos y tirando de sus orejas.
―Muchas gracias…

Como siempre, mi cuñada iba echa un cuadro, llevaba un vestido negro de tirantes ridículamente corto, aunque con ese cuerpo se lo podía permitir, y unas zapatillas deportivas verde pistacho, que no le pegaban nada, pero así era Marta. Siempre tenía que llamar la atención. Y a mi lado Cayetana, discreta con un vestido de fiesta color morado, sin escote y con la falda por encima de las rodillas.

Rivalizaba en belleza con Beatriz, que había elegido para la ocasión un vestido de una marca española que le pagaba un buen dinero para que se pusiera su ropa. Y es que la prima de mi novia estaba espectacular con ese vestido largo amarillo apagado y un recogido en el pelo, con el que mostraba su cuello y unos pendientes de perla.

¡Mi intención era portarme bien, pero en cuanto la vi me entraron unas ganas locas de follármela!

Aun así, no me separé ni un segundo del lado de Cayetana. El pesado de Álex no le quitaba el ojo de encima a mi chica y es verdad que en los últimos tres o cuatro meses se llevaban mucho mejor y Cayetana ahora le trataba de manera distinta, era más agradable con él, pero es como si estuviera cortada en su presencia y no entendía el porqué.

Y es que, en cuanto me separaba un instante de ella, allí estaba Álex, intentando hablar con Caye, o agasajándola para tomarse una copa juntos.

―¡Qué pesado es el pobre! ―me dijo mi novia una de las veces cuando regresé del baño.
―No sé qué le pasa contigo, pero te está mirando todo el rato…
―¿Lo has visto?, pensé que eran imaginaciones mías…

Después del tardeo en el jardín, con merienda incluida, llegó la hora de los regalos. Hans y Beatriz sorprendieron a Marta con una moto eléctrica, que les descompuso la cara a mis suegros. Todo lo contrario que a la hermana de Cayetana, que se dio un abrazo efusivo con su prima mayor, pero sobre todo con Hans.

Y, cuando terminamos con los regalos, cogió el micrófono Hans y se puso al lado de Beatriz. Me pareció muy raro que tomara la palabra, pues solía ser muy reservado, y lo primero que se me pasó por la cabeza es que iban a anunciar el embarazo de su mujer.

―Un momento, por favor ―anunció el alemán con su extraño acento, dando golpecitos al micrófono.

Tragué saliva y rompí a sudar con un temblor de cuerpo desmesurado y crucé la mirada con Beatriz un segundo, pero ella bajó la cabeza, tímida, esperando a que todo el mundo se callara para que pudiera hablar su marido. Ojalá que no fuera lo que me estaba temiendo, no podía ser eso. Apenas habían pasado quince días desde nuestro último encuentro.

―Ya sabéis que teníamos un proyecto muy importante en Dubái, al final se ha retrasado un poco, pero ya estamos listos para empezar. Nos han llamado recientemente y queríamos anunciaros que dentro de diez días Beatriz y yo nos vamos a ir. Estaremos fuera unos meses, aunque intentaremos venir todo lo que podamos. Os vamos a echar mucho de menos.

Se formó un pequeño murmullo entre los familiares y después Hans le pasó el micro a su mujer, que tomó la palabra. Ya ni escuché lo que dijo Beatriz, era una noticia que no me esperaba y me quedé allí plantado, con la mirada perdida. Y, cuando terminó su discurso, todos nos acercamos a despedirnos de ellos.

―Eh, no quiero caras tristes, todavía queda mucha fiesta, ¡tenéis que prometerme que os los vais a pasar en grande! ―Fue lo último que dijo Beatriz antes de que nos acercáramos a ellos para felicitarles.

¡No podía creérmelo!, habíamos estado follando quince días atrás y ella no me había dicho nada, o quizás es que no lo sabía todavía. Y al estrecharle la mano a Hans me susurró al oído que quería hablar conmigo.

―Te espero en mi despacho dentro de quince minutos… ―Y afirmó con la cabeza.

Me puse muy nervioso con sus palabras. Así es como empezó toda esta historia y al girarme me encontré con Beatriz, que esbozó una falsa sonrisa antes de darme dos besos. No nos pudimos decir nada, pero con la mirada nos lo dijimos todo.

Unos minutos más tarde entré en la casa y subí las escaleras directo al despacho de Hans. La fiesta ya se había reanudado y tenía muchas ganas de saber qué es lo que quería de mí. Me podía esperar cualquier cosa. Tenía la puerta abierta y la luz encendida. Ya estaba sentado detrás de su enorme mesa de escritorio y esta vez no le acompañaba su inseparable amigo el whisky. Con los dedos entrelazados me pidió que cerrara la puerta y me situara frente a él.

Sobre la mesa había unos documentos, un sobre abultado y un móvil.

―Bueno, Jorge, pues hasta aquí hemos llegado… Siento mucho que no hayamos logrado nuestro propósito. Este mes tampoco ha habido suerte, hace un par de días a Beatriz le bajó la…
―Vaya…
―Me hubiera gustado que esto terminara de una manera distinta, pero a veces las cosas no salen como uno quiere. Sé que has puesto todo de tu parte, quizás más de lo que te pedí, incluso os he permitido ciertas «licencias» porque quiero mucho a Beatriz y conozco bien su deseo de ser madre, pero lo hemos estado hablando estos días y tendremos que asumir que nunca vamos a tener hijos. La semana que viene nos vamos a Dubái y ya no tendrás más encuentros con ella.

Se quedó unos segundos mirándome, auscultando mi cara para ver mi reacción. Yo estaba bastante nervioso a la vez que decepcionado y triste, pues no me esperaba la noticia de la marcha de Beatriz y mucho menos saber que ya no íbamos a volver a vernos más. Por las palabras de Hans se podía deducir que estaba al tanto de nuestros encuentros «casuales» fuera de la mansión, o quizás no, pero ese silencio y su mirada me intimidaron, provocando que todavía me asustara más de lo que ya estaba.

―¿No tienes nada que decir? ―me preguntó.
―No, Hans, ¿qué quieres que diga?, he hecho lo que me has pedido, yo no quería esto, pero tú me convenciste…
―Tienes razón… y supongo que ahora estarás fastidiado por no seguir teniendo encuentros con Beatriz. Cuando se está con una mujer así es adictivo, ¿verdad?, aunque tarde o temprano esto tenía que terminar.
―¿Tienes algo más que decirme, Hans? ―le apremié con ganas de irme de aquel despacho.
―Te preguntarás qué es todo esto que tengo aquí…
―Sí…
―Bueno, hoy voy a ser sincero contigo. Cuando empezamos con esto, mi idea era que al final, una vez cumplido el objetivo, no siguieras en la familia, que rompieras con Cayetana …
―¿Cómo dices?
―Tranquilo, Jorge. Ese era mi plan inicial. Tú mismo lo dijiste, sería muy extraño cuando nos reuniéramos todos que nuestro hijo se pareciera a ti, y no me gustaría que mi mujer se encontrara en esa situación tan incómoda de manera permanente…; pero al final Beatriz no se ha quedado embarazada y me pareces un buen tío, así que a veces lo correcto es cambiar de opinión. No creo que Cayetana encuentre a nadie mejor que tú, ¡eres un gran chico!, por eso te elegí, así que lo mejor será olvidar este año y confío en tu discreción.
―Claro, no voy a decir nada…
―De todas formas soy un hombre de negocios y las palabras a veces se las lleva el viento, por lo que siempre me gusta asegurarme y por si acaso acostumbro a cubrirme las espaldas. ―Y encendió el móvil, que estaba sobre la mesa.


Shhh, habla más bajo, por favor, no grites…, yo no quería hacerlo, yo no, eeeeeh.

―Se parece mucho a tu voz ―dijo Hans.

Me quedé helado al reconocerme e intenté recordar de cuándo era esa conversación. Claro, joder, ¡Marta!, el día de la fiesta ibicenca en las escaleras. La muy hija de puta lo había grabado.


No puedes negarlo, ¿no?

Lo provocaste tú, pero si ni tan siquiera llevabas ropa interior, ¡lo tenías todo planeado!, te sentaste encima de mí y subiste la pierna en el asiento…

Me metes el puto dedo en el coño y todavía dices que fue por mi culpa…

Mira, Marta, me caes fenomenal, eres una tía de puta madre. Siempre hemos tenido muy buen rollo entre nosotros y me gustaría seguir teniéndolo… Siento mucho lo que pasó en el coche, de verdad, quizás malinterpreté tu actitud. Tampoco era nada fácil para mí, el espacio era reducido, hacía mucho calor y tenerte encima, botando sobre mi cuerpo, puede que me equivocara, pero moviste la cadera y pensé… No sé ni lo que pensé. Perdona, intenté no tocarte…, tienes que creerme…

―Vaya, vaya, y aquí te tengo reconociendo que te propasaste con Marta.
―¡Eso no fue exactamente así!, ¡¡fue ella!!
―Y yo te creo, sé muy bien de lo que es capaz Martita, pero los otros no te iban a creer si escucharan esto. Digamos que esto es mi seguro para que seas discreto y tienes mi palabra de que esta conversación jamás saldrá a la luz, y ya de paso tampoco vuelvas a acercarte a Beatriz…
―Si alguien escucha ese audio y fastidias mi relación con Cayetana, lo contaré todo…
―Ja, ja, ja, ¿seguro?, ¿y quién te va a creer?, ¡¡pensarán que te has vuelto loco!!
―¡¡Eres un…!!
―¡Cuidado!, todavía puedo cambiar de planes, no hagas que me arrepienta. Podemos solucionar esto por las buenas, y además me gustaría recompensarte por los servicios prestados. ―Y me dio el sobre que estaba sobre la mesa.
―No quiero tu dinero ―dije sin tan siquiera abrirlo―. Solo que me digas qué tiene que ver Marta en todo esto.
―Digamos que me debía un pequeño favor y me lo he cobrado. Hace años tuvo un incidente muy feo con el ex de Cayetana, algo muy desagradable que prefiero no recordar, y Marta acudió a mí para resolverlo en privado. Esto no lo sabe nadie, ni tan siquiera Beatriz. Y esa fue la excusa, no queríamos que volviera a pasar lo mismo contigo que con su ex; y, como vi que Marta se llevaba muy bien contigo, le propuse un juego con una gran recompensa. Hoy se la he dado.
―¡La moto!
―¡Exacto!
―Te has aprovechado de una cría…
―Marta no es tan niña, y es muy competitiva, no pensé que tanto. Desde el principio se tomó lo de seducirte como un reto. Solo queríamos saber si eras tan perfecto como parecías para Cayetana, no podíamos permitir que a su hermana le volviera a pasar lo mismo que con su ex y Marta terminó consiguiéndome la conversación. Por supuesto, ella no sabe lo de tus encuentros con Beatriz ni nada de mi propuesta. Eso es algo que espero que quede entre nosotros. Y yo creo que así será, ¿verdad?
―Me voy, Hans, no quiero seguir escuchando cómo me habéis utilizado.
―No creo que sea para tanto y tampoco te pega el papel de víctima, creo que te lo has pasado muy bien con todo esto… Espera, no te vayas así, me gustaría que después de todo pudiéramos seguir teniendo la misma relación que antes, así que, por favor, te pido que aceptes esto. ―Y me pasó la carpetilla que estaba sobre la mesa―. Es un contrato de trabajo, pero de verdad.
―Y ahora encima quieres que trabaje para ti…
―No es para mí, sería para mi grupo de empresas exactamente y nadie sabrá que somos «familia». Es un buen trabajo, con un sueldo con el que le podrás dar a Cayetana la vida que se merece.
―Paso, no voy a trabajar para ti ni quiero tu dinero. No lo necesito.
―Al menos piénsalo, toma, coge la carpeta y estudia la oferta, no la rechaces en caliente. Comprendo que ahora estés enfadado, pero dentro de unos días verás las cosas de otra manera…
―Adiós, Hans, que os vaya muy bien en Dubái.
―Siento mucho lo que ha pasado ahora y te doy las gracias por todo. Sabía que eras el candidato perfecto cuando te elegí y no me equivoqué contigo ―dijo estirando el brazo.

No le negué el saludo y estrechamos las manos antes de salir de su despacho. Regresé a la fiesta demasiado confundido por la conversación que acabábamos de tener. Necesitaba unos días para aclararme y asimilar cómo me habían utilizado a su antojo, y yo había caído en su juego. Jamás debí aceptar su propuesta, pero las ganas de follar con Beatriz nublaron mi razón.

Me acerqué cabizbajo a la barra y pedí una Coca Cola. Ni tan siquiera tenía ganas de ahogar mis penas en el alcohol. Y entre la gente observé a Cayetana con Álex. Merecía que me pusiera los cuernos con él, me había comportado como un cabrón siéndole infiel con Beatriz y con Marta. Al ritmo de una bachata y entre risas, el niñato desacompasado intentaba llevar durante el baile a mi novia, aunque no era más que una excusa para poner sus manazas encima de ella y me quedé mirándolos en la distancia, se lo estaban pasando realmente bien y no quise interrumpir su momento.

De repente sentí que me rozaban en mi hombro.

―¿Qué haces aquí tan solo? ―escuché la voz de zorrita de Marta.

Ni tan siquiera me giré para ver su cara, no me apetecía hablar con ella después de saber lo que había hecho y cómo estaba dispuesta a todo con tal de conseguir una jodida moto.

―Tic, tac, tic, tac…, ya queda poquito…
―¿Para qué…?
―¿No ves a mi hermana con Álex?, cada vez se estrecha más el cerco, ja, ja, ja…

Lo que me faltaba, que encima viniera a provocarme y tocarme los huevos, con el cabreo que tenía encima.

―Tic, tac, tic, tac… y, si te digo la verdad, estoy deseando que lo hagan ―me susurró en el oído.
―Déjalo, Marta, hoy no estoy para chorradas.
―Así ya tendría una excusa para que tú y yo… No sé ni por qué sigo saliendo con Álex, hace tiempo que he decidido cortar con él, es un cabrón y me ha puesto los cuernos muchas veces, pero como últimamente se lleva tan bien con Cayetana, ya hasta me intriga si va conseguirlo. Le voy a dar de plazo este verano y después, adiós.
―¿Tú te escuchas cuando hablas?, me estás diciendo que quieres que el idiota ese se folle a tu hermana…, que casualmente es mi novia.
―Sí, eso he dicho, así nosotros podríamos, mmmm…, todavía tenemos algo pendiente. ―Me pasó la mano por la espalda y acarició la parte baja, demasiado cerca de mi culo.
―No hace falta que sigas con esto. Vete a dar una vuelta y disfruta de tu moto…
―¿Perdona?
―¡Que disfrutes de tu moto!, ya no hace falta que sigas jugando a la calientapollas…
―¡¡¡¿Y tú cómo sabes lo de la…?!!! ―me preguntó muy sorprendida poniéndose delante de mí con los brazos cruzados.
―Ya ves de qué cosas se entera uno… Preferiría no seguir hablando contigo, Marta. ¡Anda, pírate!
―Deja que te lo explique, Jorge, no te enfades conmigo. Solo era un juego y…
―¡Para ya, Marta!, no quiero escucharte, vete a zorrear por ahí con otro, hoy no estoy para tus chorradas ni para que me calientes la polla.
―Lo siento, no quiero que estés así, ¿es que ha pasado algo con Hans?, ¿qué te ha dicho?, yo no pretendía que tú…
―No voy a hablar contigo de esto. ―Me acerqué a ella y la agarré con fuerza del brazo―. Ya me he cansado de tus gilipolleces… Entonces, ¿quieres que te folle o no? ―le pregunté mirándola directamente a los ojos.

Se le cambió la cara y borró su estúpida sonrisa de niñata. Me aguantó el pulso visual y colocándose los tirantes de su vestido acercó su cara a la mía.

―¿Qué has dicho?
―Que si quieres que te folle, joder…, ¿no me has escuchado?

Se mordió los labios y miró hacia abajo.

―Sí…, te he escuchado.
―¿Y…?
―Sí, sí que quiero.
―Pues vamos a terminar con esto ahora mismo…
―¿A… ahora? ―tartamudeó Marta, que ya no parecía tan segura de sí misma.
―Sí. Sube por la escalera y vete arriba…, justo después del baño donde me pillaste con tu tanguita hay una habitación ―murmuré en su oído, colocándome la erección que me acababa de provocar la conversación con mi cuñada.
―¿Estás seguro, Jorge?
―Yo sí, la que creo que no estás segura eres tú. ¿O es otro de tus juegos?
―No, está bien, tú lo has querido, arriba te espero ―me susurró al oído.
―Entra en la habitación. Sobre la mesilla hay una lamparita, enciéndela con la mínima intensidad; a la derecha hay una cómoda, apoya las manos allí. Estarás de espaldas a la puerta. Levántate el vestido y espérame de pie… Yo entraré un par de minutos más tarde y te follaré desde atrás…
―Pero podría venir cualquiera y pillarme así… ¿Cómo vamos a…?
―¿Y eso no te da más morbo? ―la interrumpí―. Pensé que te gustaba jugar…

Cogió mi vaso y le pegó un trago, pensando que estaba bebiendo alcohol, y negó con la cabeza al darse cuenta de que solo era un refresco. Con decisión dio media vuelta y se dirigió a la puerta de acceso al jardín. Yo me quedé mirando cómo se bajaba su minivestido, tratando de taparse el culazo, y la seguí hasta que se perdió en el interior de la mansión.

Se me puso muy dura fantaseando con que levantaba su falda, apartaba su tanguita y me la follaba de pie desde atrás. Tenía que ser una gozada embestir esos glúteos pequeños, duros y compactos, y un minuto más tarde seguí su camino. Antes de entrar en la casa eché una ojeada, comprobando que nadie estaba pendiente de mí. En la puerta de acceso divisé a Hans, que salía de la cocina, por lo que estaba seguro de que no se había cruzado con Marta. Entonces cogí el móvil y le mandé un whatsapp.

Jorge 23:17
Siento haberme ido así de tu despacho. Gracias por la oferta de trabajo, me lo pensaré estos días y la semana que viene te digo algo.

Y para que veas que ya no estoy enfadado yo también te he dejado un detalle sobre la cómoda de la habitación de arriba, en la que quedo con Beatriz.

Espero que te guste…

Me escondí en un lateral y justo cuando Hans apareció en el patio le vibró el móvil. Lo sacó del bolsillo, leyó mi mensaje y al momento se dio media vuelta. Cuando me asomé al interior de la casa, vi que ya subía por las escaleras y una sonrisa de cabroncete iluminó mi rostro. No podía creerme lo que acababa de hacer y lo bien que había salido mi plan.

Era mi pequeña venganza personal.



Entró temblando en el cuarto. Las indicaciones de Jorge eran bastante precisas, como si conociera con detalle la habitación, y encendió la lámpara que había sobre la mesilla. Apenas iluminaba la estancia, aunque daba la suficiente luz para ver bien el interior. Estaba muy nerviosa y excitada. El novio de su hermana le gustaba mucho, pero jamás pensó llegar tan lejos con él y menos en un sitio como ese y en el día de su cumpleaños.

Ahora ya no había vuelta atrás. Jorge le había tirado un órdago y ella era demasiado orgullosa como para ceder y quedar como una niñata calientapollas. Apoyó las manos en la cómoda, de espaldas a la puerta, como le había pedido su cuñado, y sintió un calor exagerado en su entrepierna.

El coño le ardía y ya tenía la tela del tanguita pegada a sus labios vaginales. Aquel trapo estaba húmedo, empapado, chorreando, hasta la cara interna de los muslos la notaba pegajosa. Se bajó el tanguita y lo dejó por encima de las rodillas. Después procedió a subirse el vestido lentamente y se acarició unos segundos.

Estaba cachondísima.

Podría entrar cualquiera en ese momento, un familiar, un primo, una tía, incluso alguno de sus padres…, aunque era poco probable; pues nadie frecuentaba la parte alta de la mansión en las fiestas, salvo que los baños de abajo estuvieran demasiado ocupados. Y esa situación hacía que estuviera muy nerviosa. No paraba de temblar, pero también le daba muchísimo morbo.

Demasiado.

Se le escapó un gemido cuando se metió un dedo en el coño. Debía parecer una putita con el vestido subido, el culo levantado, y se abrió más de piernas, orgullosa de su trasero, mostrándolo bien para que Jorge lo viera en cuanto entrara en la habitación.

El sonido de la puerta fue muy tenue, casi imperceptible, y Marta todavía se puso más nerviosa; Jorge la acababa de pillar metiéndose dos putos dedos en el coño. Ella los retiró como si le diera vergüenza y se quedó abierta y expuesta para su cuñado. Sintió su presencia, parado junto a la puerta, y permaneció con la cabeza agachada, sin mirar hacia atrás.

Notó las dudas de Jorge, que no se atrevía a entrar. Ella bajó la mano y tiró de los labios vaginales, en un gesto soez, demostrándole que no era un juego y que estaba dispuesta a todo. Se inclinó más sobre la mesa y sacó el culazo hacia fuera, ofreciéndoselo.

Lista para que se la follara.

La espera la puso más cachonda si cabe. No paraba de temblar y jadeaba con la boca abierta cuando por fin se cerró la puerta. Durante unos segundos pensó que Jorge se había marchado, pero enseguida lo escuchó dentro de la habitación y después notó que se aproximaba despacio, paso a paso.

―Mmmmm, ¡no puedo esperar más!, ¿por fin vas a follarme? ―preguntó Marta sin girarse, impaciente porque se la metieran.



Pasó uno de los camareros del catering y cogí una cerveza de su bandeja. Entonces vi a Beatriz separada del resto, a unos metros, semioculta en la oscuridad del porche junto a la piscina. Caminando con disimulo, y sin que nadie me viera, me acerqué a ella. Estaba seria, con una copa de champán en la mano y miraba hacia el jardín, viendo cómo disfrutaban los miembros de su familia de la fiesta que había organizado.

No cambió la postura cuando me vio y dejó que me situara a su lado.

―Hola, Beatriz.
―Hola.
―¡Lo primero, felicidades!
―Gracias.
―He hablado antes con Hans…
―Lo sé… y siento no haberte avisado, pero ha sido todo bastante repentino…
―Me imagino. Me he llevado una buena desilusión, Hans me ha dicho que se acabó y que ya no va a haber más encuentros.
―Alguna vez teníamos que poner punto final.
―Creo que sabe que nos hemos estado viendo en el hotel…
―Puede ser…
―¿Te ha comentado algo?
―No, pero a Hans le gusta estar bien informado. Supongo que en cuanto lo ha sospechado me ha puesto vigilancia…
―¿Y no te molesta que te tenga tan controlada?
―Eso no es de tu incumbencia.
―¿Y, entonces, ya está?, ¿se va a acabar así lo nuestro?
―Entre nosotros no hay nada, Jorge. Era una… mera transacción comercial.
―¿En serio?, ¡no te lo crees ni tú! ¿Y, cuando me la chupabas hace dos semanas, era también una mera transacción comercial?
―No seas vulgar, Jorge. Entiendo que ahora estés molesto. A mí también me hubiera gustado que el final fuera otro ―dijo apesadumbrada tocándose la tripa―. Todo esto empezó por un motivo y últimamente creo que hemos perdido un poco el norte…
―Quizás podríamos intentarlo una última vez antes de que te vayas a Dubái, estamos a tiempo. Me gustaría volver a verte, quedarme con un buen recuerdo. Estar contigo sabiendo que va a ser nuestra última vez…
―Lo siento, Jorge… Hans y yo ya hemos decidido que hasta aquí hemos llegado.
―¿Y no hay ninguna posibilidad?
―No.
―Por favor, Beatriz, sé que tú también…
―No me lo pongas más difícil, Jorge. Acepta que esto se ha acabado. Voy a volver a la fiesta.
―Espera, no te vayas así. No quiero que terminemos mal. Antes quería decirte que…, eeeeh, que, bueno, que eres una mujer increíble y me alegro de haber estado contigo. Espero que te vaya todo muy bien en Dubái y por mi parte puedes estar tranquila, que no volveré a molestarte más cuando vuelvas.
―Muchas gracias. Lo mismo digo. Me has hecho sentir muy cómoda y dentro de unos años, cuando estés casado con mi prima y tengáis muchos hijos, esto será solo un recuerdo…
―No lo pienso olvidar nunca…
―Gracias por todo, Jorge. ―Se inclinó sobre mí y me besó con ternura en la mejilla para después regresar a la fiesta y dejarme allí solo.


Apuré la cerveza y después salí de mi escondite. Me acerqué a Cayetana y Álex, que estaban saltando al ritmo de una canción de Dua Lipa, y me situé entre ellos.

―¿Dónde estabas? ―me preguntó mi chica.
―Resolviendo unos asuntos, pero, tranquila, que ya no me voy a ir más ―dije pegándome a su espalda y rodeando su cuerpo con mis brazos.
―Ni se te ocurra, eh, no consigo quitarme de encima al pesado este. Es que tampoco sé dónde se ha metido mi hermanita…
―Ni idea… y me da igual… Hoy estás preciosa con ese vestido, no me extraña que a este le tengas loquito…
―No seas tonto…
―No pienso separarme de ti en toda la noche y espero que el resto de nuestras vidas…
―¡Me encanta que me digas esas cosas!
―Oye, Caye, una cosa, ¿te importaría si nos fuéramos ahora de la fiesta?
―¿Ahora?, todavía es muy pronto…
―Algunos ya se han ido…
―Sí, pero es el cumple de mi hermana y… todavía están por ahí mis padres también…
―No te suelo pedir estas cosas, pero hoy me gustaría irme ya. Si te quieres quedar, no me importa, me voy solo y no pasa nada…, aunque me apetece mucho estar contigo…
―¿Ha pasado algo?
―No, solo quiero salir de aquí, cuanto antes…
―Me estás asustando, Jorge.
―Por favor, Caye…
―Como quieras, ¿pero estás bien de verdad? ―me preguntó mirándome extrañada.
―Perfectamente.

Fuimos hasta donde los padres de Cayetana para despedirnos de ellos y después nos acercamos a Beatriz. Quedamos en volver a vernos antes de que se marchara a Dubái y se excusó por la ausencia de su marido, que seguía sin aparecer por la fiesta.

Unos minutos más tarde salimos de la mansión. Fue un gran alivio, como si me acabara de quitar un peso de encima. No tenía intención de volver allí en muchísimo tiempo y la decepción inicial por el anuncio de Beatriz y Hans se fue transformando con el paso de las horas en una liberación para mí.

Por fin se acababa esta historia tan surrealista.

Todavía tendría que seguir aguantando a Marta, a Álex y a todos los Beguer, eso era inevitable, pero ya tendría tiempo de preocuparme por eso en el futuro, porque en ese momento lo único que tenía en mente era llevarme a Cayetana con el coche a un lugar apartado y terminar la noche como se merecía…



LA PROPUESTA
 
Pues hasta aquí llega el primer libro. Espero que os haya gustado.

Mi idea era que fuera un único libro, pero los lectores me pidieron una continuación de La propuesta así que no me ha quedado más remedio (es broma), que escribir una segunda parte, que salió hace poquito publicada por si la queréis leer. Ya sabéis dónde está. Esta sí es la definitiva y el cierre de la historia.

La propuesta solo tendrá dos libros.

Un saludo!
 

Archivos adjuntos

  • IMG_20250710_165450.jpg
Vaya forma de terminar esa historia entre Beatriz y Jorge. No sé lo cree ni ella
Está casada con otro ser despreciable como está demostrando ser Hans, que además es un patético consentidor.
Por otra parte, para mí si daba para un tercer libro porque la historia con Beatriz, por mucho que ella diga, no acaba aquí.
 
Deseando leer la segunda parte!!
La putada es que me dejé el kindle en mi otra vivienda 😱
 
Jorge podría haber dejado algún dispositivo para haber grabado la follada que se supone Hans le está pegando a Marta y con ello, tener herramientas de defensa contra Hans
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo