Fantasías sexuales de las españolas 2º parte (sección infidelidad)

----------------------------------- Chus ----------------------------------------------------​



Chus contrae los muslos atrapando sus dedos en la vulva. Con la mano libre se pellizca un pezón tirando de él con fuerza, casi haciéndose daño, pero sin el casi. Es algo que la pone muy cachonda, el complemento ideal del orgasmo intenso que llega de repente. Juega a acariciarse lentamente, despacito, luego las caricias que al principio se limitan a sus labios mayores y al capuchón del clítoris se hacen más intensas y más profundas, penetrando sus dedos en la vagina que a esas alturas ya suele ser estar húmeda. Consigue empaparse porque usa la imaginación. Ha probado varias veces a masturbarse viendo porno o simplemente haciendo el acto mecánico y poniendo la mente en blanco, pero no es igual, no consigue ni de lejos el mismo grado de excitación y casi nunca logra lubricar, pero cuando pone en marcha su mente, cuando desarrolla una fantasía, entonces sí, conforme se va metiendo en el papel, conforme va fijando los detalles, conforme va añadiendo capas que la hacen cada vez más real y más currada, su cuerpo responde aumentando la sensibilidad, secretando los flujos que la empapan, palpitando sus centros de placer, llamando al orgasmo. Y esta fantasía es de las buenas, porque es una fantasía muy recurrente y ya la tiene muy explorada, de tal forma que cada vez añade nuevos detalles, nuevas situaciones que hacen que se desarrolle toda una historia. Se mete de tal manera en la fantasía que es como si la viviera en la realidad y entonces, como le pasa ahora, el orgasmo se precipita. Ha preparado su cuerpo y sus sentidos y de repente, casi sin avisar, en pocos segundos se viene. Balbucea intentando no gritar a pesar de que está sola en el piso. Su cuerpo se tensa, sus dedos se introducen más hondo, el frote aumenta, su pezón recibe un castigo doble y entonces percibe como su vagina se derrama en fluidos, mientras oye el chapoteo que indica que está teniendo un squirt.

- Joder, joder, joder, joder, joder… - resopla mientras se retuerce a un lado y a otro moviendo las caderas, intentando eludir las cosquillas y atrapar hasta el último resto de placer.

Finalmente se queda quieta, retira la mano pegajosa, abre las piernas y su boca húmeda de saliva se abre hacia el techo mientras mantiene todavía los ojos cerrados. Le ha dado hipo. No sabe por qué, pero a veces le pasa cuando tiene un orgasmo muy intenso. El pecho se eleva el estómago se contrae y varios hipidos incontrolables brotan de su garganta. Ya le ha ocurrido otras ocasiones y sabe que es inútil intentar controlarlo, hasta que no pasa un rato no se le pasará. Se queda pues reposando. Le encanta la sensación de dejarse llevar por la modorra después de alcanzar el clímax. Pero esta vez no se duerme, precisamente se acaba de despertar de la siesta. Por el contrario, su mente se ha activado y no deja de pensar en lo elaborada y placentera que está resultando su novísima fantasía recurrente. De hecho, últimamente es su fantasía de cabecera y no recuerda la última vez que se masturbó pensando en otra cosa.

Hace balance de sus sueños eróticos desde que era joven, comprobando como han cambiado con el tiempo. Le llama la atención la evolución y se divierte recordando aquella primera fase de adolescente cuando empezó a tener sexo, masturbándose mucho antes de tener novio. Su cuerpo juvenil ya ansiaba contacto y caricias. Como todas las chicas de su edad, tenía las hormonas revueltas y aunque de cara a los chavales se hacían las duras, la verdad es que estaban deseando pillar cacho. Lo que pasa es que en aquella época tan inocente la calentura iba pareja de los sentimientos. Esas primeras fantasías incluían por supuesto sexo intenso y apasionado, pero siempre era con alguien de quien ella soñaba que se enamoraba. De su actor o cantante favorito, del chico guapo del instituto al que todas miraban poniéndole ojitos, el policía municipal de proximidad, un chulazo guapo y alto al que el uniforme le sentaba impecablemente y que siempre lo tenían dando vueltas por el barrio. A pesar de la diferencia de edad la tenía loca. Ahora se ríe de aquellos sueños juveniles y se le ocurren otras cosas más interesantes que hacer con las esposas y la porra, la de juego que podrían dar. Y sin necesidad de que el cuento acabe en boda.

En fin, esas fueron sus primeras y morbosas pajas cuando todavía tenía la sensación de estar haciendo algo prohibido, donde se sentía turbada cuando se lo confesaba a sus amigas, cuando hacerse un dedo era casi un acto transgresor… ¡qué pava era! piensa sabiendo que en los tiempos actuales ninguna chica consideraría eso algo extraordinario o rebelde. Eran pajas Disney que decían sus amigas, porque todas acababan en orgasmo y además tenían un final feliz: terminaban en boda.

Luego empezó el sexo con chicos, sus primeras experiencias, su primer polvo (en el asiento de atrás de un viejo Mercedes). Demasiado rápido, demasiado decepcionante y pronto aparcado al rincón de los recuerdos insulsos. Pero la cosa fue de peor a mejor. Las siguientes experiencias fueron más gratificantes, aprendió a tomar la iniciativa y a exigir implicación a sus parejas, aunque fueran de una sola noche. A los tíos hay que dirigirlos, si no, van a lo suyo y ya está. Eso lo aprendió pronto.

Finalmente vino el noviazgo con David. No fue un flechazo como tal. Quizás por eso han durado tanto, porque no fue un subidón de estos que te dan y que estás súper enamorada y te sale la pasión por las orejas, pero que luego se viene abajo como un soufflé cuando apagas el horno. Con David fue un “vamos a ver qué pasa”, un chico más bien normal con el que comenzó a salir, simplemente porque no tenía ninguno más que le interesara a la vista y éste le caía bien. Rápidamente se hizo un hueco en su cama y en su vida. Follaba normalito, pero aprendía pronto lo que a ella le gustaba y siempre estaba pendiente de que disfrutara en primer lugar. Y eso le gustó a Chus. Fue un novio cómodo en el sentido que siempre estaba cuando había que estar y hacía lo que había que hacer para que ella se sintiera a gusto. Y poco a poco empezó a volverse indispensable en su vida. Lo suyo había sido un voy a salir con este hasta que aparezca el de verdad, ese que va a hacer que me tiemblen las rodillas, ese que me voy a enamorar hasta las trancas. Hasta que un día se dio cuenta de que no quería que apareciera nadie más, que a quien de verdad quería era a David. A partir de ahí empezó una época en que sus fantasías masturbatorias (porque se seguía haciendo dedos por supuesto y además con mucha frecuencia), giraban siempre en torno a David, como si se sintiera culpable de infidelidad si pensaba en otro. En fin, que no le resultó muy difícil porque en esa época los sentimientos estaban muy a flor de piel y estaban muy ilusionados por haber encontrado su primer amor. Ese que esperas que te dure toda la vida. Lo único, es que como siempre versaban sobre él, al final tenía que introducir distintas variantes para darle un poquito de picante y no caer en la rutina. Que si montárselo con David en la playa; que si follando en el apartamento estando allí sus padres, en silencio para que no los descubrieran; que sin montárselo en la boda de un familiar en los servicios; que si David volviéndose loco mientras ella le enseñaba ropa interior... Fantasías (todo hay que decirlo) que en la mayoría de los casos se cumplieron.

Más tarde vino un amplio periodo de tiempo en el que se estabilizaron como matrimonio, tuvieron sus hijos, donde el sexo impetuoso y adictivo dejó pasó a una relación más tranquila, la fase esa del matrimonio en que se tienen que dar varias coincidencias para que acabasen en la cama. Ya no había tanta urgencia, sino más bien otras prioridades y el sexo entró en una fase de rutina. Fue ahí donde cambiaron de nuevo sus fantasías y lo hicieron poco a poco, con un goteo lento pero constante por el cual esa necesidad de encontrar nuevas formas de alcanzar una gran excitación y de salir de la rutina abrieron la puerta a nuevas imaginaciones más osadas, más extremas, que incluían a más personas y no solo a actores, modelos o chicos guapos, sino que por primera vez ella empezó a fantasear con gente de su entorno. Primero evidentemente, aquellos que más la atraían, sin que eso significara que estuviera dispuesta a cometer una infidelidad. Era solo un juego, una forma de ponerse a tono, una forma de alcanzar un desahogo más rápido y más completo cuando se masturbaba. E incluso a veces, también lo introdujo en sus relaciones con su marido cuando tenían sexo y ella no estaba especialmente motivada. Todo hay que decirlo, en aquellas primeras ocasiones se sentía también culpable, como si pensar en otros mientras follaba con él fuera un adulterio, pero el ser humano es un animal de costumbres y al final se fue haciendo a ello, normalizándolo. También incorporó nuevas técnicas utilizando aparatos como las bolas chinas, dildos y últimamente incorporando ese invento del satisfyer, aunque solo recurre a él cuando busca placer rápido y no tiene tiempo de recrearse.

Esta nueva fase fue prolongada en el tiempo y no supuso un cambio radical, sino una evolución. En contraste con la mayoría de los hombres que apenas necesitan fantasear y que no buscan historias muy elaboradas para excitarse, ella cada vez necesitaba añadir más detalles y por tanto, cuanto más desarrollaba la fantasía repitiéndola una y otra vez y añadiendo más contexto y más cosas, más placer obtenía. Que no es que a veces no recurra al alivio rápido, solo físico, estimulando intensamente y poniendo la cabeza en blanco, pero los verdaderos orgasmos que obtiene cuando se da placer sola, vienen de una buena fantasía bien construida, elaborada y recreada de forma que parece casi real. En eso se ha vuelto una especialista y por eso fantasear con gente conocida y cercana le provoca doble placer. Por el morbo de romper un tabú, el de la infidelidad con alguien conocido y también porque lo siente como algo muy cercano y real que podría llegar a producirse. El pensar que solo su voluntad impide que un compañero de trabajo, un vecino, un amigo o el frutero de la esquina acabe entre sus piernas la pone a cien. Porque esa es otra, lo que más le pone en sus fantasías es pensar en gente que sí estaría totalmente dispuesta a meterse la cama con ella. Que no es que tenga el convencimiento absoluto (alguno puede salir rana), pero que intuye que si ella se ofreciera caerían sin remedio entre sus brazos.

Quien pone la ocasión pone el peligro y Chus ha bordeado ya un par de veces el abismo de la infidelidad. No le ha costado resistirse, en parte porque era consciente que aquello era más producto de su imaginación que de una atracción real hacía los posibles candidatos, y en parte también porque aún guarda ese es resquicio de cordura que le pone difícil engañar a su esposo.

Es cierto que han entrado en rutina, que salvo excepciones muy puntuales, su sexo se ha vuelto monótono, previsible y aburrido, y también es cierto que los polvos que echa con su marido últimamente, difícilmente alcanzan el grado de excitación y placer al que llega ella masturbándose y poniendo en marcha sus fantasías. Desde luego, el mejor objeto de excitación es la propia imaginación, y el puntito que se da una misma, no se lo da nadie.

Sus amigas tampoco ayudan porque en su círculo de confianza hay dos divorciadas que han descubierto la magia del ****** y no paran. El tema recurrente de conversación es cómo van cambiando de pareja cada fin de semana. Han establecido un ranking de puntuación y valoran a sus amantes ocasionales. Antes de quedar enseñan la foto del candidato elegido y hacen apuestas. Los lunes, que en estas cosas es mejor no puntuar en caliente, ponen en el grupo el resultado del examen. En la siguiente quedada las que aciertan son invitadas a la primera ronda por las perdedoras. Después de un largo periodo de matrimonio ninguna de las dos parece tener prisa por volver a comprometerse.

- No queremos a un tío dando por culo todo el día en casa. Salimos, nos lo pasamos bien, bebemos, bailamos, casi siempre son ellos los que nos invitan a cenar y acabamos echando un polvo que unas veces es regular, otras malo (más no hubiera valido a hacernos una paja en casa) y otras se le da el aprobado, algunas veces incluso notable alto. Pero luego vuelta a casa y a la bendita rutina, donde no tienes que soportar a nadie ni hacer de chacha de ningún señoro, sin discutir porque como estás sola lo haces todo a tu manera y como te da la gana.

Esa es su filosofía. Todo aparentemente perfecto, aunque a veces dejan traslucir cierta melancolía. No renuncian a la posibilidad de un último amor, establecer una relación que le permitan una vez que se pase esa etapa de madurez, llegar acompañadas a la última etapa de la vida, tener alguien con quien compartir. Saben que esto va por fases y ahora mismo ellas están en una fase disoluta, liberada y hedonista, pero son conscientes de que esto no durará y no quieren acabar sus días de solteronas.

El resto de sus amigas están casadas como ella y se dividen entre las dos que le han puesto los cuernos alguna vez a su pareja, cada una con sus circunstancias y sus motivos pero que no se arrepienten (o si lo hacen lo disimulan muy bien) y Valeria, que como le pasa a ella se mantiene fiel a su marido aunque con dudas, como puede leer en sus ojos cuando sus amigas cuentan sus aventuras de fin de semana ¿A quién no le gustaría quedar con un desconocido un fin de semana para un desahogo rápido e intenso y luego volver a su rutina normal sin problemas ni complicaciones? ¿a quién no le seduce la idea de tener un rollo fuera del matrimonio con ese amigo, ese compañero de la oficina o ese monitor de gimnasio que tanto te atrae? aunque luego te asalten la duda y los remordimientos, pero en el momento del calentón, en el momento que te estás tocando y necesitas un chute de morbo y de energía sexual para culminar ¿quién no ha pensado en eso? Ella sí, desde luego, aunque le cuesta admitirlo delante del resto. Las otras ya han cruzado la línea y no tienen tantos complejos. Y eso es lo que a la vez desea y teme Chus, que de tanto pisar la línea acabe cruzándola algún día.
 
Lo voy avisando ya. No me gusta absolutamente nada Chus. Y como está cantado lo que va a pasar, yo espero que si pasa lo que sabemos que va a pasar con el compañero del marido, cuando esté se entere le pida el divorcio.
 
Maldad la de la protagonista, que se ve que está deseando serle infiel.
Te pregunto, a ti te gustaría que tú pareja se toque pensando en alguien que no fueras tú o bien, como ya sabemos por el adelanto que hizo el autor, está claro que va a serle infiel con el compañero negro (no soy racista, pero ya me cae mal antes de que aparezca en el relato).
Esto es muy fácil, están los que no nos nos parece bien la infidelidad y creemos que no debe ser perdonada.
Y luego están los que si creen que una infidelidad no es tan grave, cosa que respeto, pero no comparto.
 
El problema es que en este relato se enganche a ese tío.
Oye, que a lo mejor al final no pasa de ser una fantasía y ya está, pero estando en la categoría de infidelidades, lo normal es que va a pasar.
 
Ha estado a punto dos veces. La primera con un compañero de la clínica odontológica donde trabaja con el que llegó a tener muy buena sintonía. Tanta sintonía y también tanta confianza que se lo contaban todo, incluidos detalles de su vida sexual. Empezaron intimando por su buena conexión en el trabajo y casi siempre este era el tema de conversación hasta que en los desayunos, en alguna que otra caña después del trabajo o incluso en algún almuerzo cuando hacían jornada partida, aprovechaban para confiarse temas más íntimos.

El caso es que se ve que los dos estaban más o menos en la misma edad, más o menos en la misma situación sentimental, más o menos pidiéndole el cuerpo guerra y una salida de la rutina en la que estaban establecidos. Tanto más o menos que los ponía cachondos, que diría la más deslenguada de sus amigas. Se hizo habitual que en los momentos de relajación (que no eran muchos), aprovecharan para el intercambiar experiencias, como cual había sido su primera vez, que prácticas le gustaban hacer en la cama y que les gustaría hacer ahora y que sus parejas no quieren.

Todo era tan claro qué Chus se acojonó. Tuvo miedo de dar el paso.

Después de cada una de esas conversaciones se tenía que masturbar al volver a casa y cuando tenía tiempo de recrearse y podía tomarse todo el tiempo necesario, las fantasías que orbitaban en el entorno aquella aventura platónica todavía eran tremendas. Hubo una temporada que los orgasmos que tenía eran intensísimos, tan bestiales como hacía tiempo que no recordaba tener. Incluso una vez, copulando con su marido e imaginándose que era su compañero quien la penetraba, llegó a correrse sin necesidad de tocarse y de estimular su clítoris, cosa muy rara en ella.

Chus ha fantaseado muchas veces con su compañero en distintas situaciones, la que más le gustaba y la que más utilizaba para masturbarse era la de que se enrollaba en el ático de la clínica. Es una fantasía que nació sin pulir, directa, como casi todas de forma impulsiva, pensando un día donde podrían enrollarse si por fin les daba un arrebato allí mismo en el trabajo, y llegó la conclusión de que el mejor lugar era el último piso que usan de almacén y de desván, donde guardan trastos que ya no utilizan, documentación, radiografías viejas y parte de los muebles que había en el inmueble antes de que lo reformaran para construir la clínica. La primera vez que pensó en eso, simplemente fue que subía allí y echaban un polvo en la hora del descanso para luego bajar y continuar su trabajo. Luego fue añadiendo capas, como ella misma dice, le resultó tan excitante que cada vez que repetía la fantasía añadía nuevos detalles. Como que por ejemplo era un día lluvioso y ella y su compañero salen como siempre a tomar un café al bar de enfrente. No cogen paraguas porque piensan que ya no cae agua, sin embargo, un nubarrón repentino hace que apenas pongan los pies en la acera descargue una lluvia intensa que los fuerza a retroceder al portal, calándose toda la ropa. Deciden subir al ático donde tienen uniformes de trabajo limpios que se guardan allí procedentes de la lavandería. Ambos bromean acerca de si es conveniente bajar empapados y cambiarse en los vestuarios o hacerlo allí mismo. Medio en serio medio en guasa se retan. Están acostumbrados a darse bromas y hablar de sexo. Ella le dice riendo que si no le importa ver un culo tamaño brasileño que se quita el pantalón y la camisa de enfermera. Él le contesta que estaría encantado de mirar, a lo que Chus responde que de encantado nada, que si ella se quita la ropa él tiene que hacer igual.

Hasta ese momento no está claro hasta dónde va a llegar la broma, los dos parecen dudar hasta que Chus, en un arranque se desabotona la camisa y se baja el pantalón echándolos en un rincón. Su pelo está mojado, las gotas todavía caen por su cuello provocándole escalofríos a pesar del calentón. El sujetador se ajusta bien a sus pechos levantándolos, los muy juntos, se notan perfectamente sus pezones erectos por el fresco. Se da cuenta que sin planearlo se ha puesto una combinación de la favorece: unas bragas de seda verdes a juego con el sujetador que le marcan los labios del coño y definen su trasero, haciéndolo más llamativo aun si cabe y dejando buena parte de sus cachetes fuera.

La cara de su compañero es tan transparente como el cristal de un escaparate, no necesita entrar para ver lo que hay dentro. Lentamente, él también se quita la ropa mojada y se queda en calzoncillos, unos bóxer ajustados que no pueden ocultar la erección que sufre. Sin saber cómo ha empezado a hacerlo, Chus se da cuenta que está contoneándose a un lado y otro, moviendo despacio la cintura, frotando sus muslos, haciendo que sus pechos se bamboleen. Su compañero la observa fijamente, el deseo extendiéndose en forma de endorfinas por todo su cuerpo, la adrenalina haciendo que se le erice el vello, la erección es todavía más evidente. Chus solo desea que se quite el calzoncillo y para animarlo, ella misma se desabrocha el sostén. Sus pechos botan juntos, mostrándose erguidos y en punta, lo cual la hace sentirse orgullosa y también muy cachonda por el efecto que adivina en el hombre que tiene enfrente. Mete los pulgares entre las bragas y su cadera tirando hacia abajo. Cuando se agacha, las tetas cuelgan durante un momento mientras ella se quita las bragas y las deja caer en el suelo. Después se yergue desafiante, mostrando todas sus curvas, toda su voluptuosidad. De forma casi inconsciente se pasa la mano por el vientre y palpa su clítoris un momento para después llevarla a su cadera. El movimiento hace estremecer a su compañero que la observa fascinado. Ninguno de los dos puede creer lo que están haciendo, pero ya no hay marcha atrás, ya no hay dudas ni preguntas, ni nadie calcula consecuencias, es uno de esos instantes en los que solo vives el momento y no puedes pensar en nada más. El deseo de copular es tan intenso que casi se vuelve físico, casi se podría materializar en forma de vapor que se podría cortar como mantequilla con un cuchillo caliente.

Finalmente, se quita el calzoncillo y lo arroja también al suelo. La verga es de buen tamaño, está totalmente erecta y en la punta brilla una gota de líquido preseminal. Siguen entendiéndose sin palabras, ninguno propone nada, ninguno da ninguna instrucción, sus cuerpos se ocupan de todo sin que ellos tengan que decidir ni pensar. Un abrazo que hace saltar chispas al tocar piel contra piel, cuando él la abraza y la empuja hacia la pared. Allí no hay nada ni remotamente parecido a una cama ni tampoco ningún sofá. Chus nota el tabique rugoso contra la espalda y sus nalgas. La besa en la boca, un beso ansiado y voluptuoso donde intercambian saliva y enredan sus lenguas. De ahí baja al cuello y luego a sus pechos, apretándolos con las manos y mordiéndolos a la vez que con su pelvis frota el bajo vientre de Chus. Ella ignora si en realidad sus alturas coinciden para hacer eso, pero en su sueño encajan perfectamente. La polla se introduce entre sus muslos alcanzando sus labios vaginales y jugando con ellos, provocándole un placer indescriptible. Ella la toma con la mano y la utiliza para masturbarse, traveseando con la punta, frotando su clítoris, pasándola por su raja y probando a meterse la punta. Esta muy mojada y el capullo entra sin dificultad. Una de las veces él empuja, lo hace de forma decidida, lenta pero decidida y Chus puede sentir como el pene se abre paso por su vagina hasta hacer tope. Se besan en la boca de nuevo y estrechan sus cuerpos mientras la saca y la vuelve a introducir despacito, lentamente, provocando un roce placentero que hace que ella se encharque todavía más. El roce del pubis contra su coño cuando la tiene metida hasta el fondo le da un extra de placer. El abrazo es intenso, se pegan con tanta fuerza que parecen soldados el uno al otro. Cuando se separan, al moverse para continuar fornicando de pie con algún movimiento, enseguida buscan de nuevo el contacto. Ella se lleva una mano al monte de Venus, separa sus labios, roza con los dedos la verga que entra y sale despacito, recreándose, tomándose su tiempo. Forma una uve rozando con la intersección del dedo índice y anular su clítoris a la vez que estimula sus labios y hace pinza en la verga. Ahora su compañero ya va más desbocado y las embestidas se hacen más continuos y más fuertes, aunque imposible más profundas.

En ese punto de la fantasía Chus ya no puede contenerse y tiene un orgasmo que emerge desde el fondo de su vagina, con la matriz dando pinchazos de placer, cosquillas que la recorren por todo su cuello uterino, su vagina que es una fuente de flujo y su clítoris que irradia calambres de gusto. El broche final es su amante, que se abraza a ella y la besa en la boca, pero es tanto el placer que tienen que separar sus labios para poder respirar, cosa que él aprovecha para morderle el cuello, pasar su lengua por su oreja y darle chupetones que son su punto débil, todo eso mientras coincidiendo con el clímax de su orgasmo, su compañero empieza a eyacular y se vacía dentro de ella, con fuertes golpes de pelvis y manteniendo su verga muy enterrada en sus entrañas. Puestas a soñar hagamos que todo sea perfecto que nos va a costar lo mismo, es el lema de Chus que elabora su fantasía hasta los más mínimos detalles y siente hasta el último estremecimiento, el último roce, el último coletazo de placer mientras ensartada y emparedada entre su amante y la pared, se mantienen abrazados un largo tiempo como si no quisieran que aquello acabara.

Ahí suele terminar la fantasía, aunque algunas veces también piensa en qué harían después, suponiendo que se vestirían rápido con ropa limpia y luego, mientras trabajan con la mascarilla puesta, van intercambiando miradas cada vez que se cruzan, miradas de complicidad, miradas que son una promesa de nuevos encuentros excitantes y morbosos.

Volviendo a la realidad, lo cierto es que con su compañero todo estaba a punto de caramelo, pero como decíamos, se acojonó. Por mucho que deseara una aventura no quería poner en peligro su matrimonio, a pesar de todo seguía amando a su marido y lo de su compañero era algo que no sabía dónde podía desembocar. Si hubiera sido una cuestión de una aventura de una noche, un aquí te pilló y aquí te mato con un desconocido que no hubiera dejado rastro, que no pudiera contactar de nuevo con ella, una relación que hubiera podido controlar simplemente borrando un contacto de un móvil, quizás habría caído, pero se trataba de su compañero que también estaba casado, que conocía a la mujer, que sabía que tenía hijos igual que ella y que además le gustaba lo suficiente como para saber que las dos opciones que se le presentaban podían ser complicadas.

La primera es que fuera una decepción en la cama. Entonces habría puesto en peligro su matrimonio y había cometido una infidelidad para nada, seguramente se arrepentiría y no podría borrar esa culpa arrinconándola en un oscuro rincón de su mente porque seguiría viendo a su compañero todos los días. No era una relación que pudiera cortar de raíz, por fuerza tenían que continuar viéndose y es más que probable que ambas parejas coincidieran porque hubieran resultado sospechoso cortar todo contacto de golpe.

La otra opción era que todo hubiese sido espectacular en la cama y que se hubiesen convertido en amantes estables, cosa que también asustaba a Chus ¿Que hubiera sucedido con su familia si llegaban a enterarse? ¿Cómo hubiera podido manejar la situación? De modo que nunca dieron al paso. Ella está convencida que si hubiera tomado la iniciativa habían acabado en la cama, pero su compañero era demasiado formal, demasiado cuidadoso, igual que ella tenía reparos y también era lo suficientemente irresoluto como para no atreverse a meter la pata en una cosa así sin estar del todo seguro, de forma que esperaba una señal, una señal que nunca llegó. Unos meses después, un cambio de clínica por una mejor oferta laboral los separó. Chus todavía tuvo durante algún tiempo fantasías con él, que levitaban en torno a un encuentro casual que acababa en la cama, pero ese encuentro no se llegó a producir.
 
Con el adelanto que ya hizo nuestro amigo Luis, y viendo que ella se masturba pensando en otro , podemos saber lo que va a pasar .
 
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