----------------------------------- Chus ----------------------------------------------------
Chus contrae los muslos atrapando sus dedos en la vulva. Con la mano libre se pellizca un pezón tirando de él con fuerza, casi haciéndose daño, pero sin el casi. Es algo que la pone muy cachonda, el complemento ideal del orgasmo intenso que llega de repente. Juega a acariciarse lentamente, despacito, luego las caricias que al principio se limitan a sus labios mayores y al capuchón del clítoris se hacen más intensas y más profundas, penetrando sus dedos en la vagina que a esas alturas ya suele ser estar húmeda. Consigue empaparse porque usa la imaginación. Ha probado varias veces a masturbarse viendo porno o simplemente haciendo el acto mecánico y poniendo la mente en blanco, pero no es igual, no consigue ni de lejos el mismo grado de excitación y casi nunca logra lubricar, pero cuando pone en marcha su mente, cuando desarrolla una fantasía, entonces sí, conforme se va metiendo en el papel, conforme va fijando los detalles, conforme va añadiendo capas que la hacen cada vez más real y más currada, su cuerpo responde aumentando la sensibilidad, secretando los flujos que la empapan, palpitando sus centros de placer, llamando al orgasmo. Y esta fantasía es de las buenas, porque es una fantasía muy recurrente y ya la tiene muy explorada, de tal forma que cada vez añade nuevos detalles, nuevas situaciones que hacen que se desarrolle toda una historia. Se mete de tal manera en la fantasía que es como si la viviera en la realidad y entonces, como le pasa ahora, el orgasmo se precipita. Ha preparado su cuerpo y sus sentidos y de repente, casi sin avisar, en pocos segundos se viene. Balbucea intentando no gritar a pesar de que está sola en el piso. Su cuerpo se tensa, sus dedos se introducen más hondo, el frote aumenta, su pezón recibe un castigo doble y entonces percibe como su vagina se derrama en fluidos, mientras oye el chapoteo que indica que está teniendo un squirt.
- Joder, joder, joder, joder, joder… - resopla mientras se retuerce a un lado y a otro moviendo las caderas, intentando eludir las cosquillas y atrapar hasta el último resto de placer.
Finalmente se queda quieta, retira la mano pegajosa, abre las piernas y su boca húmeda de saliva se abre hacia el techo mientras mantiene todavía los ojos cerrados. Le ha dado hipo. No sabe por qué, pero a veces le pasa cuando tiene un orgasmo muy intenso. El pecho se eleva el estómago se contrae y varios hipidos incontrolables brotan de su garganta. Ya le ha ocurrido otras ocasiones y sabe que es inútil intentar controlarlo, hasta que no pasa un rato no se le pasará. Se queda pues reposando. Le encanta la sensación de dejarse llevar por la modorra después de alcanzar el clímax. Pero esta vez no se duerme, precisamente se acaba de despertar de la siesta. Por el contrario, su mente se ha activado y no deja de pensar en lo elaborada y placentera que está resultando su novísima fantasía recurrente. De hecho, últimamente es su fantasía de cabecera y no recuerda la última vez que se masturbó pensando en otra cosa.
Hace balance de sus sueños eróticos desde que era joven, comprobando como han cambiado con el tiempo. Le llama la atención la evolución y se divierte recordando aquella primera fase de adolescente cuando empezó a tener sexo, masturbándose mucho antes de tener novio. Su cuerpo juvenil ya ansiaba contacto y caricias. Como todas las chicas de su edad, tenía las hormonas revueltas y aunque de cara a los chavales se hacían las duras, la verdad es que estaban deseando pillar cacho. Lo que pasa es que en aquella época tan inocente la calentura iba pareja de los sentimientos. Esas primeras fantasías incluían por supuesto sexo intenso y apasionado, pero siempre era con alguien de quien ella soñaba que se enamoraba. De su actor o cantante favorito, del chico guapo del instituto al que todas miraban poniéndole ojitos, el policía municipal de proximidad, un chulazo guapo y alto al que el uniforme le sentaba impecablemente y que siempre lo tenían dando vueltas por el barrio. A pesar de la diferencia de edad la tenía loca. Ahora se ríe de aquellos sueños juveniles y se le ocurren otras cosas más interesantes que hacer con las esposas y la porra, la de juego que podrían dar. Y sin necesidad de que el cuento acabe en boda.
En fin, esas fueron sus primeras y morbosas pajas cuando todavía tenía la sensación de estar haciendo algo prohibido, donde se sentía turbada cuando se lo confesaba a sus amigas, cuando hacerse un dedo era casi un acto transgresor… ¡qué pava era! piensa sabiendo que en los tiempos actuales ninguna chica consideraría eso algo extraordinario o rebelde. Eran pajas Disney que decían sus amigas, porque todas acababan en orgasmo y además tenían un final feliz: terminaban en boda.
Luego empezó el sexo con chicos, sus primeras experiencias, su primer polvo (en el asiento de atrás de un viejo Mercedes). Demasiado rápido, demasiado decepcionante y pronto aparcado al rincón de los recuerdos insulsos. Pero la cosa fue de peor a mejor. Las siguientes experiencias fueron más gratificantes, aprendió a tomar la iniciativa y a exigir implicación a sus parejas, aunque fueran de una sola noche. A los tíos hay que dirigirlos, si no, van a lo suyo y ya está. Eso lo aprendió pronto.
Finalmente vino el noviazgo con David. No fue un flechazo como tal. Quizás por eso han durado tanto, porque no fue un subidón de estos que te dan y que estás súper enamorada y te sale la pasión por las orejas, pero que luego se viene abajo como un soufflé cuando apagas el horno. Con David fue un “
vamos a ver qué pasa”, un chico más bien normal con el que comenzó a salir, simplemente porque no tenía ninguno más que le interesara a la vista y éste le caía bien. Rápidamente se hizo un hueco en su cama y en su vida. Follaba normalito, pero aprendía pronto lo que a ella le gustaba y siempre estaba pendiente de que disfrutara en primer lugar. Y eso le gustó a Chus. Fue un novio cómodo en el sentido que siempre estaba cuando había que estar y hacía lo que había que hacer para que ella se sintiera a gusto. Y poco a poco empezó a volverse indispensable en su vida. Lo suyo había sido un voy a salir con este hasta que aparezca el de verdad, ese que va a hacer que me tiemblen las rodillas, ese que me voy a enamorar hasta las trancas. Hasta que un día se dio cuenta de que no quería que apareciera nadie más, que a quien de verdad quería era a David. A partir de ahí empezó una época en que sus fantasías masturbatorias (porque se seguía haciendo dedos por supuesto y además con mucha frecuencia), giraban siempre en torno a David, como si se sintiera culpable de infidelidad si pensaba en otro. En fin, que no le resultó muy difícil porque en esa época los sentimientos estaban muy a flor de piel y estaban muy ilusionados por haber encontrado su primer amor. Ese que esperas que te dure toda la vida. Lo único, es que como siempre versaban sobre él, al final tenía que introducir distintas variantes para darle un poquito de picante y no caer en la rutina. Que si montárselo con David en la playa; que si follando en el apartamento estando allí sus padres, en silencio para que no los descubrieran; que sin montárselo en la boda de un familiar en los servicios; que si David volviéndose loco mientras ella le enseñaba ropa interior... Fantasías (todo hay que decirlo) que en la mayoría de los casos se cumplieron.
Más tarde vino un amplio periodo de tiempo en el que se estabilizaron como matrimonio, tuvieron sus hijos, donde el sexo impetuoso y adictivo dejó pasó a una relación más tranquila, la fase esa del matrimonio en que se tienen que dar varias coincidencias para que acabasen en la cama. Ya no había tanta urgencia, sino más bien otras prioridades y el sexo entró en una fase de rutina. Fue ahí donde cambiaron de nuevo sus fantasías y lo hicieron poco a poco, con un goteo lento pero constante por el cual esa necesidad de encontrar nuevas formas de alcanzar una gran excitación y de salir de la rutina abrieron la puerta a nuevas imaginaciones más osadas, más extremas, que incluían a más personas y no solo a actores, modelos o chicos guapos, sino que por primera vez ella empezó a fantasear con gente de su entorno. Primero evidentemente, aquellos que más la atraían, sin que eso significara que estuviera dispuesta a cometer una infidelidad. Era solo un juego, una forma de ponerse a tono, una forma de alcanzar un desahogo más rápido y más completo cuando se masturbaba. E incluso a veces, también lo introdujo en sus relaciones con su marido cuando tenían sexo y ella no estaba especialmente motivada. Todo hay que decirlo, en aquellas primeras ocasiones se sentía también culpable, como si pensar en otros mientras follaba con él fuera un adulterio, pero el ser humano es un animal de costumbres y al final se fue haciendo a ello, normalizándolo. También incorporó nuevas técnicas utilizando aparatos como las bolas chinas, dildos y últimamente incorporando ese invento del satisfyer, aunque solo recurre a él cuando busca placer rápido y no tiene tiempo de recrearse.
Esta nueva fase fue prolongada en el tiempo y no supuso un cambio radical, sino una evolución. En contraste con la mayoría de los hombres que apenas necesitan fantasear y que no buscan historias muy elaboradas para excitarse, ella cada vez necesitaba añadir más detalles y por tanto, cuanto más desarrollaba la fantasía repitiéndola una y otra vez y añadiendo más contexto y más cosas, más placer obtenía. Que no es que a veces no recurra al alivio rápido, solo físico, estimulando intensamente y poniendo la cabeza en blanco, pero los verdaderos orgasmos que obtiene cuando se da placer sola, vienen de una buena fantasía bien construida, elaborada y recreada de forma que parece casi real. En eso se ha vuelto una especialista y por eso fantasear con gente conocida y cercana le provoca doble placer. Por el morbo de romper un tabú, el de la infidelidad con alguien conocido y también porque lo siente como algo muy cercano y real que podría llegar a producirse. El pensar que solo su voluntad impide que un compañero de trabajo, un vecino, un amigo o el frutero de la esquina acabe entre sus piernas la pone a cien. Porque esa es otra, lo que más le pone en sus fantasías es pensar en gente que sí estaría totalmente dispuesta a meterse la cama con ella. Que no es que tenga el convencimiento absoluto (alguno puede salir rana), pero que intuye que si ella se ofreciera caerían sin remedio entre sus brazos.
Quien pone la ocasión pone el peligro y Chus ha bordeado ya un par de veces el abismo de la infidelidad. No le ha costado resistirse, en parte porque era consciente que aquello era más producto de su imaginación que de una atracción real hacía los posibles candidatos, y en parte también porque aún guarda ese es resquicio de cordura que le pone difícil engañar a su esposo.
Es cierto que han entrado en rutina, que salvo excepciones muy puntuales, su sexo se ha vuelto monótono, previsible y aburrido, y también es cierto que los polvos que echa con su marido últimamente, difícilmente alcanzan el grado de excitación y placer al que llega ella masturbándose y poniendo en marcha sus fantasías. Desde luego, el mejor objeto de excitación es la propia imaginación, y el puntito que se da una misma, no se lo da nadie.
Sus amigas tampoco ayudan porque en su círculo de confianza hay dos divorciadas que han descubierto la magia del ****** y no paran. El tema recurrente de conversación es cómo van cambiando de pareja cada fin de semana. Han establecido un ranking de puntuación y valoran a sus amantes ocasionales. Antes de quedar enseñan la foto del candidato elegido y hacen apuestas. Los lunes, que en estas cosas es mejor no puntuar en caliente, ponen en el grupo el resultado del examen. En la siguiente quedada las que aciertan son invitadas a la primera ronda por las perdedoras. Después de un largo periodo de matrimonio ninguna de las dos parece tener prisa por volver a comprometerse.
- No queremos a un tío dando por culo todo el día en casa. Salimos, nos lo pasamos bien, bebemos, bailamos, casi siempre son ellos los que nos invitan a cenar y acabamos echando un polvo que unas veces es regular, otras malo (más no hubiera valido a hacernos una paja en casa) y otras se le da el aprobado, algunas veces incluso notable alto. Pero luego vuelta a casa y a la bendita rutina, donde no tienes que soportar a nadie ni hacer de chacha de ningún señoro, sin discutir porque como estás sola lo haces todo a tu manera y como te da la gana.
Esa es su filosofía. Todo aparentemente perfecto, aunque a veces dejan traslucir cierta melancolía. No renuncian a la posibilidad de un último amor, establecer una relación que le permitan una vez que se pase esa etapa de madurez, llegar acompañadas a la última etapa de la vida, tener alguien con quien compartir. Saben que esto va por fases y ahora mismo ellas están en una fase disoluta, liberada y hedonista, pero son conscientes de que esto no durará y no quieren acabar sus días de solteronas.
El resto de sus amigas están casadas como ella y se dividen entre las dos que le han puesto los cuernos alguna vez a su pareja, cada una con sus circunstancias y sus motivos pero que no se arrepienten (o si lo hacen lo disimulan muy bien) y Valeria, que como le pasa a ella se mantiene fiel a su marido aunque con dudas, como puede leer en sus ojos cuando sus amigas cuentan sus aventuras de fin de semana ¿A quién no le gustaría quedar con un desconocido un fin de semana para un desahogo rápido e intenso y luego volver a su rutina normal sin problemas ni complicaciones? ¿a quién no le seduce la idea de tener un rollo fuera del matrimonio con ese amigo, ese compañero de la oficina o ese monitor de gimnasio que tanto te atrae? aunque luego te asalten la duda y los remordimientos, pero en el momento del calentón, en el momento que te estás tocando y necesitas un chute de morbo y de energía sexual para culminar ¿quién no ha pensado en eso? Ella sí, desde luego, aunque le cuesta admitirlo delante del resto. Las otras ya han cruzado la línea y no tienen tantos complejos. Y eso es lo que a la vez desea y teme Chus, que de tanto pisar la línea acabe cruzándola algún día.