luis5acont
Miembro muy activo
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- Lo has disfrutado.
No es una pregunta sino una afirmación. Es lo que tiene poseer la suficiente experiencia de cama y el suficiente instinto como para darse perfecta cuenta de que ella ha llegado al orgasmo y que ha quedado satisfecha. Chus no responde, se limita a apartar la verga cuando morcillona, la vuelve a poner sobre su coño. Ella no es multiorgásmica y después de correrse, especialmente si ha sido un orgasmo tan intenso como este, tiene tan sensible su concha que mejor que ni la rocen. En eso se parece a su marido y a la mayoría de los hombres, necesita un periodo refractario, un tiempo para volver a entrar en juego.
- Ahora mismo lo tengo muy sensible y me hace cosquillas - es toda la explicación que le da cuando le empuja un poco hacia atrás con la mano.
- Bueno, tampoco podemos estar toda la tarde aquí. Si te parece déjame tu teléfono y ya estamos en contacto.
- A ver, ha estado bien, pero otra cosa es que quiera repetir.
- ¿Y por qué no íbamos a repetir? creo que a los dos nos ha gustado mucho.
- Ya sabes el refrán: una y no más santo Tomás.
- Ese refrán no es de mi tierra.
- Pues aplícatelo.
- Venga mujer, no seas sosa, dime al menos cómo te llamas…
- No necesitas saberlo.
- ¿Y cómo voy a llamarte entonces la próxima vez que nos veamos?
- Si nos vemos otra vez mas te vale hacerte el loco y hacer como que no me conoces.
- Mira - insiste inasequible al desaliento - te dejo mi teléfono y si te lo piensas mejor o si alguna vez te apetece, me llamas.
A Chus ahora le cuesta negarse, se lo ha puesto en bandeja para tener ella el control. Siempre puede tirar el número de teléfono una vez que salga a la calle.
- De acuerdo.
Él se mueve hacia una de las mesas, toma un trozo de papel y con el bolígrafo que tiene en el batín le deja su contacto. Ella lo toma, lo guarda en el bolsillo su pantalón y luego se pone las bragas para decepción de Yoel, que la mira rogándole con los ojos un segundo asalto. Recuerda a la compañera de su marido hablando de una tal Pilar, aquella que dejó de salir con él porque le daba demasiada caña. Se ve que el tío es intenso.
- ¿Qué pasa, no te cansas?
- ¡Cómo me voy a cansar si apenas hemos echado un polvo! Con una mujaraza como tú tendría que estar un mes sin salir de la cama para empezar a estar solo un poquito harto.
“Tiene labia el cabrón”, cavila Chus. No se deja engañar porque a estas alturas ya se las sabe todas, pero donde no miente el cubano es en la mirada lujuriosa que le lanza. Realmente parece gustarte lo que ve. Se ha quedado con ganas de ella. Si esto sucede porque es un salido simplemente o porque Chus es una mujer potente está por ver, pero ella prefiere pensar lo segundo. Lo cierto es que puede que no ande muy descaminada. A pesar de que las bragas que se acaba de poner no son las más sensuales, sus muslos, su culazo y sus pechos constituyen un apetitoso bocado que hacen relamerse al cubano, que se ha quedado con ganas de postre. Lo de una y no más santo Tomás parece que va quedando un poco arrinconado mientras ella vuelve a sentirse primero divertida, y luego excitada por el morbo de la situación. Las dudas, los remordimientos o las comeduras de tarro no han llegado, o al menos no han llegado todavía. Su cuerpo y su mente se ofuscan en mantenerla solo en el limbo del deseo.
Ya que la hemos liado aprovechemos porque no sé si habrá otra oportunidad. Una vez que ya no hay vuelta atrás, al menos que la experiencia sea lo más completa posible, trata de justificarse. A pesar de que todavía no está al 100% lista para copular de nuevo, no puede evitar fijar otra vez sus ojos en el miembro que cuelga entre las piernas de Yoel, mientras él lo acaricia cómo mostrándole el camino o tal vez tratando de provocarla. Chus se acerca y la toma con la mano como hizo la primera vez. Llevada por un súbito impulso, lo empuja para que se siente en la camilla y ahora es ella la que se arrodilla y empieza a masturbarlo. Quiere jugar con aquel pene inmenso, grabarse cada detalle que sabe que no podrá contar (ni está dispuesta a hacerlo), pero sí que será gasolina para su imaginación durante mucho tiempo.
Así pues, recorre los testículos con los dedos apretándolos, sopesándolos, comparándolos. La base del pene es más gruesa. Luego sube por el falo como contando los centímetros, siguiendo el rastro de sus venas hasta llegar al glande que aprieta como queriendo abarcarlo, dejarlo encerrado en su palma de la mano. Él le pone el brazo en la cabeza y la trae hacia sí. Chus accede a la petición silenciosa y sin dejar de masturbarlo se mete la punta en la boca. Juega con ella. La chupetea, la lame, succiona, se la introduce hasta donde puede sin provocarse ansias y nota como va creciendo por momentos. Se va hinchando conforme se llena de sangre y alcanza de nuevo la dureza que tenía cuando se la introdujo entre sus piernas la primera vez.
Esto la pone perra, muy perra.
Ahora sí, su vulva reacciona, su clítoris también se hincha y su vagina se vuelve a encharcar. A la humedad que ya tenían sus bragas se añade una nueva capa de flujo y a la reacción física sigue la reacción mental, porque ella vuelve a desconectar de todo, del lugar donde está, de lo que está haciendo y de lo que puede significar si la pillan, de las consecuencias que puede tener si el tipo acaba averiguando quién es ella y se va de la lengua, de todo lo que no sea ese pene negro y ancho que ahora mismo saborea, recreándose y archivando en su memoria cada detalle del mismo.
No tiene mucha experiencia con vergas tan grandes y se siente un poco torpe, como si le costara encontrar la forma de hacerle una felación con ritmo y adecuada, de forma que llegara a correrse en sus labios, pero no es su intención darle ese placer. Eso requeriría que se convirtieran en amantes y que pasaran bastante tiempo en la cama para ir habituándose a esa herramienta, a cómo jugar con ella, y eso es algo que ahora mismo no se plantea, solo aprovechar el momento, de modo que se dedica a ensalivarla porque lo que quiere (ya puestos a una segunda ronda), es sentirla otra vez dentro de su vagina.
Yoel parece leerle la mente el muy cabrón. No sabe si será igual de listo para todo lo demás, pero en el sexo te adivina los pensamientos porque cuando ya está bien escurridiza de saliva, él mismo es el que se levanta, la toma abrazándola por detrás y la empuja contra la camilla sin violencia pero de forma decidida. Las bragas acaban de nuevo en el suelo. Yoel busca con su verga entre los cachetes y sus muslos, dando envites mientras Chus se apoya bien, facilitando que aquello encuentre su lugar y temiendo que, si no, no va a entrar a pesar de lo resbaladiza que ella está también. Se escupe en la mano y se lubrica por fuera, aunque casi no es necesario porque sigue muy mojada. Yoel la agarra por los cachetes separándole un poco las nalgas y empuja, mientras ella mete la mano entre las piernas y dirige la verga emitiendo pequeños gritos que actúan como indicadores de si debe parar o continuar, hasta que al final la postura adecuada y el ángulo correcto facilitan que entre de nuevo toda la polla.
Otra vez la sensación de dilatación de aquel trozo de carne caliente que entra en su cuerpo llenando cada milímetro de su vagina, buscando el final. Esta vez pareciera que ya hay más confianza, que Joel cree que ella está más dilatada después del polvo anterior o simplemente pudiera ser que estuviera aún más caliente, pero Chus percibe perfectamente como las manazas se aferran con más dureza a sus caderas hasta casi hacerle daño y los empellones son más profundos. Ella mantiene la mano entre sus piernas, tocando con las yemas de los dedos la verga húmeda y sintiéndola resbalar. Cada vez que empuja y resbala sobre sus yemas ella gime anticipando la embestida. El roce le provoca un placer intenso. El glande apretando contra el fondo de su vagina también la estimula y pronto los dedos se cierran como una pinza sobre su clítoris. A pesar de la postura, el morbo, la excitación y el placer pueden a la incomodidad y ella levanta el culo para sentirla más si es posible, mientras empieza a agitarse anticipando el orgasmo.
- ¡Cuidado! no tan fuerte - le pide a un desbocado Yoel que parece haberse entusiasmado y se permite incluso darle una palmotada en las nalgas.
El cubano afloja el ritmo y la intensidad lo justo para que ella lo disfrute y al final se corra, retorciéndose mientras él empuja hacia dentro. Chus se sorprende gimiendo como hace mucho que no lo hace en la cama con su marido. Los músculos de su vagina se contraen en una pulsación rítmica, presionando y cerrándose sobre la polla, arrancando bufidos de gusto a Yoel que cada vez acelera más su ritmo conduciéndola hasta una explosión de placer.
Muchas cosas pasan en ese momento atropelladamente por su cabeza, como si Chus hubiera perdido el control de su mente y los pensamientos brotaran sin orden ni concierto en una amalgama de imágenes locas, provocándole flashes inconexos donde se mezcla todo y donde, de repente, aparece una anticipación de lo que puede venir con Joel corriéndose en su vagina, llenándola de leche, desbordándola. Se imagina todo lo que antes había soltado sobre el pubis, sobre las tetas, esperma que ha tardado un buen rato en limpiarse y aún no tiene claro que no quede algún grumo por ahí pegado, y se imagina ahora todo eso dentro de ella mientras la verga sigue percutiendo y su coño rebosa. Quiere volverle a repetir lo que le dijo en el primer polvo, no te vayas a correr dentro, pero las palabras no salen de su boca, no puede hablar, solo rabiar de gusto como una vez oyó decir a una amiga mexicana.
Pues eso es lo que está haciendo ahora ella, rabiando de placer y no sabe si no puede o si simplemente no quiere advertir a Yoel que se retire, lo único que quiere, de lo único que está segura, es que desea seguir sintiéndola dentro hasta que termine de correrse, así que no dice nada, se limita a encoger los músculos, auparse un poco y hacer de nuevo pinza sobre su nódulo dos, tres, cuatro, cinco veces hasta que el orgasmo que ya había empezado culmina y provoca que se tenga que retorcer de gusto, que tenga que arañar con la mano libre la camilla sujetándose con fuerza al borde, que su culo se menee como si estuviera perreando, que su vientre se contraiga al ritmo de los calambres que le provoca el gusto en uno de los orgasmos más largos e intensos que ha tenido en su vida. Por fin sí, cierra todo lo que puede sus piernas y es ella misma la que con el movimiento de su culo se la saca y se la mete dos o tres veces más, hasta que saca la mano de su entrepierna chorreando y su cuerpo se afloja, quedando tirada sobre la camilla, las piernas flojas, sin poder hacer ni decir nada, simplemente dejando su cuerpo que sea recorrido por los últimos temblores, gimiendo cada vez que el cubano empuja ahora buscando su placer. El tío ha aguantado hasta la llegada de su orgasmo, pero ahora ya necesita descargar. Ella lo nota, percibe que llega también su momento, pero sigue sin poder reaccionar ni decir nada. En el último instante en la saca y un chorro caliente de semen moja su espalda y luego, varios más descargan sobre sus nalgas mientras él frota la verga por su culo. Nota unos muslos duros que se pegan a los suyos, pegajosos ambos por el sudor. Un inmenso abandono (más que cansancio) la mantiene todavía postrada, hasta que por fin deja de sentir la polla entre sus nalgas y el empuje del cuerpo de Yoel. Unos instantes después, él vuelve a limpiarla usando el rollo de papel y también las sábanas. Chus nota como las piernas le flaquean cuando se pone de pie, está incluso un poco mareada. Él la agarra con una mano y le pasa su propio brazo por la cintura con la otra. Tiene una sonrisa en los labios y los dos están con la cara muy pegada.
- No voy a besarle - se repite Chus - si eso es lo que espera, no voy a hacerlo. Aquí hemos venido solo a follar.
Pasan unos segundos interminables hasta que ella se considera ya lo suficientemente segura para moverse sola. Entonces deshace el abrazo y comienza a vestirse. El cubano lo hace rápidamente y luego la espera. Ya se la han jugado demasiado, incluso para él que no quiere tentar más a la suerte, no vaya a ser que los acaben pillando. Recogen la habitación, hacen una bola con las sábanas sucias que ponen sobre el carrito, el papel lo tiran a una de las papeleras y luego se asoman con cuidado a la sala. Allí no hay nadie, sigue todo a oscuras. Apagan la luz del despacho y salen como dos fugitivos, procurando no pisar fuerte. Yoel sale al pasillo y cuando comprueba que no hay nadie, le hace una señal para que lo siga. Al final, otro corto tramo girando a la derecha los lleva a urgencias. No hay despedida. Los dos tienen prisa, especialmente Chus.
- Llámame - es lo único que le dice él señalándole el bolsillo del pantalón. Ella se lo toca y nota dentro del papel con el teléfono que le ha dado antes.
- Ya veremos - se limita a indicar y se marcha rápidamente: no quiere que la vean hablar con él.
Conduce hacia su casa. Se da cuenta de que circula apresurada, como si escapara de algo y levanta el pie del acelerador. Trata de tranquilizarse, está extrañamente nerviosa. O no tan extrañamente, teniendo en cuenta que le acaba de poner los cuernos a su marido con un cubano superdotado. Le entra una llamada precisamente de su pareja, lo que la sobresalta. Joder, vaya casualidad, piensa deseando que sea eso, solo una casualidad.
- Dime - le habla al manos libres.
- Oye ¿vienes ya? estoy calentando la cena.
- Tardo dos minutos, ya estoy casi en casa.
- Vale.
Cuando llega a su vivienda, efectivamente su marido la está esperando con la mesa puesta.
- Tenía hambre así que he preparado yo la cena.
- Estupendo, voy a darme una ducha y enseguida bajo.
- ¡Que se va a enfriar! come antes…
Chus decide sentarse.
- Tranquilízate, tranquilízate hostia - piensa - que al final te vas a delatar tú sola.
Se sirve una copa de vino y apura la mitad de un tirón. No sabe si es su imaginación o simple aprensión, pero cree que está roja como un tomate, despeinada, sucia de sudor y de cosas que prefiere no pensar, delante de su marido. Le parece increíble que él no se dé cuenta de toda esa suma de detalles, añadido a que la visita al familiar en el hospital parece haberse prolongado y que tiene demasiada prisa por ducharse.
- Estás paranoica, relájate - se vuelve a decir a sí misma mientras apura el resto de la copa de vino que se sirve.
Intenta darle conversación a su esposo. Si siguen callados le va a dar un patatús y se va a poner todavía más nerviosa, pero ese “qué tal te ha ido el día” no acaba de salir de los labios. Una contracción en la garganta que le paraliza las cuerdas vocales le impide hablar. Lo intenta y le sale un hipido. Luego otro. De repente el hipo se le vuelve incontenible y desiste de pronunciar palabra, mientras su marido la mira sorprendido.
- ¿Qué te pasa?
- Na-da - consigue articular ella entre dos hipos mientras se señala la garganta y se dirige al fregadero a ponerse un vaso de agua.
- ¿Te ha dado un ataque de hipo? Creí que eso solo te pasaba cuando follabas - comenta su marido jocoso.
A Chus no le gustaría ver su propia cara que se le acaba de descomponer, mientras la mano con el vaso de agua queda a medio camino de la boca. Afortunadamente está de espaldas y su marido tampoco puede verla. Da un trago largo y trata de contener un poco la respiración a ver si se le pasa, pero nada, sigue igual.
- De-be ser el vi-no - responde entrecortada. Mira, mejor subo ducharme vaya a ser que me atragante. Termina tú que ahora ceno yo - consigue soltar del tirón.
- Vale.
Chus se dirige a las escaleras y sube los peldaños conteniéndose para no correr. Cuando llega a su habitación de matrimonio se sienta en la cama y entre hipos mira hacia el techo, pone los ojos en blanco y murmura:
- ¡Joder! ¡joder!
Tras ponerse en pie y quitarse toda la ropa, la hace una bola para echarla a la canastilla de la ropa sucia. Por ahí no hay cuidado porque es un sitio donde jamás se le ha ocurrido a su marido meter la nariz. De repente se acuerda y saca del bolsillo del pantalón el papel con el teléfono de Yoel. Abre el váter dispuesta a tirarlo dentro, pero en el último momento su mano se detiene.
- ¡Tíralo! - ordena la Chus buena, la de una y no más santo Tomás.
- ¡Guárdalo! - ordena la Chus lógica que piensa que mejor tener el número por si más adelante tiene que llamar a este para decirle que sea prudente en caso de que corra algún rumor o para ponerle las pilas para que niegue haber tenido ningún contacto con ella.
Está así, casi un minuto en pelotas, con el papel en la mano levantada y el váter esperando. Finalmente cierra el puño y se sienta a mear. Es mejor no tomar decisiones en caliente, mejor esperar a pensarlo tranquilamente, rumia mientras dobla el papel y cavila dónde lo va a guardar. Mira hacia la ducha y piensa que ojalá todo se vaya con el agua, aunque sabe que no es así, que el agua y el jabón no eliminan la mala conciencia, ni tampoco el deseo, ni el morbo, ni la tentación, ni lo que una ha hecho. Pero sí que relaja joder....
---------------------------------------------------- FIN -----------------------------------------------------------------------------------------
No es una pregunta sino una afirmación. Es lo que tiene poseer la suficiente experiencia de cama y el suficiente instinto como para darse perfecta cuenta de que ella ha llegado al orgasmo y que ha quedado satisfecha. Chus no responde, se limita a apartar la verga cuando morcillona, la vuelve a poner sobre su coño. Ella no es multiorgásmica y después de correrse, especialmente si ha sido un orgasmo tan intenso como este, tiene tan sensible su concha que mejor que ni la rocen. En eso se parece a su marido y a la mayoría de los hombres, necesita un periodo refractario, un tiempo para volver a entrar en juego.
- Ahora mismo lo tengo muy sensible y me hace cosquillas - es toda la explicación que le da cuando le empuja un poco hacia atrás con la mano.
- Bueno, tampoco podemos estar toda la tarde aquí. Si te parece déjame tu teléfono y ya estamos en contacto.
- A ver, ha estado bien, pero otra cosa es que quiera repetir.
- ¿Y por qué no íbamos a repetir? creo que a los dos nos ha gustado mucho.
- Ya sabes el refrán: una y no más santo Tomás.
- Ese refrán no es de mi tierra.
- Pues aplícatelo.
- Venga mujer, no seas sosa, dime al menos cómo te llamas…
- No necesitas saberlo.
- ¿Y cómo voy a llamarte entonces la próxima vez que nos veamos?
- Si nos vemos otra vez mas te vale hacerte el loco y hacer como que no me conoces.
- Mira - insiste inasequible al desaliento - te dejo mi teléfono y si te lo piensas mejor o si alguna vez te apetece, me llamas.
A Chus ahora le cuesta negarse, se lo ha puesto en bandeja para tener ella el control. Siempre puede tirar el número de teléfono una vez que salga a la calle.
- De acuerdo.
Él se mueve hacia una de las mesas, toma un trozo de papel y con el bolígrafo que tiene en el batín le deja su contacto. Ella lo toma, lo guarda en el bolsillo su pantalón y luego se pone las bragas para decepción de Yoel, que la mira rogándole con los ojos un segundo asalto. Recuerda a la compañera de su marido hablando de una tal Pilar, aquella que dejó de salir con él porque le daba demasiada caña. Se ve que el tío es intenso.
- ¿Qué pasa, no te cansas?
- ¡Cómo me voy a cansar si apenas hemos echado un polvo! Con una mujaraza como tú tendría que estar un mes sin salir de la cama para empezar a estar solo un poquito harto.
“Tiene labia el cabrón”, cavila Chus. No se deja engañar porque a estas alturas ya se las sabe todas, pero donde no miente el cubano es en la mirada lujuriosa que le lanza. Realmente parece gustarte lo que ve. Se ha quedado con ganas de ella. Si esto sucede porque es un salido simplemente o porque Chus es una mujer potente está por ver, pero ella prefiere pensar lo segundo. Lo cierto es que puede que no ande muy descaminada. A pesar de que las bragas que se acaba de poner no son las más sensuales, sus muslos, su culazo y sus pechos constituyen un apetitoso bocado que hacen relamerse al cubano, que se ha quedado con ganas de postre. Lo de una y no más santo Tomás parece que va quedando un poco arrinconado mientras ella vuelve a sentirse primero divertida, y luego excitada por el morbo de la situación. Las dudas, los remordimientos o las comeduras de tarro no han llegado, o al menos no han llegado todavía. Su cuerpo y su mente se ofuscan en mantenerla solo en el limbo del deseo.
Ya que la hemos liado aprovechemos porque no sé si habrá otra oportunidad. Una vez que ya no hay vuelta atrás, al menos que la experiencia sea lo más completa posible, trata de justificarse. A pesar de que todavía no está al 100% lista para copular de nuevo, no puede evitar fijar otra vez sus ojos en el miembro que cuelga entre las piernas de Yoel, mientras él lo acaricia cómo mostrándole el camino o tal vez tratando de provocarla. Chus se acerca y la toma con la mano como hizo la primera vez. Llevada por un súbito impulso, lo empuja para que se siente en la camilla y ahora es ella la que se arrodilla y empieza a masturbarlo. Quiere jugar con aquel pene inmenso, grabarse cada detalle que sabe que no podrá contar (ni está dispuesta a hacerlo), pero sí que será gasolina para su imaginación durante mucho tiempo.
Así pues, recorre los testículos con los dedos apretándolos, sopesándolos, comparándolos. La base del pene es más gruesa. Luego sube por el falo como contando los centímetros, siguiendo el rastro de sus venas hasta llegar al glande que aprieta como queriendo abarcarlo, dejarlo encerrado en su palma de la mano. Él le pone el brazo en la cabeza y la trae hacia sí. Chus accede a la petición silenciosa y sin dejar de masturbarlo se mete la punta en la boca. Juega con ella. La chupetea, la lame, succiona, se la introduce hasta donde puede sin provocarse ansias y nota como va creciendo por momentos. Se va hinchando conforme se llena de sangre y alcanza de nuevo la dureza que tenía cuando se la introdujo entre sus piernas la primera vez.
Esto la pone perra, muy perra.
Ahora sí, su vulva reacciona, su clítoris también se hincha y su vagina se vuelve a encharcar. A la humedad que ya tenían sus bragas se añade una nueva capa de flujo y a la reacción física sigue la reacción mental, porque ella vuelve a desconectar de todo, del lugar donde está, de lo que está haciendo y de lo que puede significar si la pillan, de las consecuencias que puede tener si el tipo acaba averiguando quién es ella y se va de la lengua, de todo lo que no sea ese pene negro y ancho que ahora mismo saborea, recreándose y archivando en su memoria cada detalle del mismo.
No tiene mucha experiencia con vergas tan grandes y se siente un poco torpe, como si le costara encontrar la forma de hacerle una felación con ritmo y adecuada, de forma que llegara a correrse en sus labios, pero no es su intención darle ese placer. Eso requeriría que se convirtieran en amantes y que pasaran bastante tiempo en la cama para ir habituándose a esa herramienta, a cómo jugar con ella, y eso es algo que ahora mismo no se plantea, solo aprovechar el momento, de modo que se dedica a ensalivarla porque lo que quiere (ya puestos a una segunda ronda), es sentirla otra vez dentro de su vagina.
Yoel parece leerle la mente el muy cabrón. No sabe si será igual de listo para todo lo demás, pero en el sexo te adivina los pensamientos porque cuando ya está bien escurridiza de saliva, él mismo es el que se levanta, la toma abrazándola por detrás y la empuja contra la camilla sin violencia pero de forma decidida. Las bragas acaban de nuevo en el suelo. Yoel busca con su verga entre los cachetes y sus muslos, dando envites mientras Chus se apoya bien, facilitando que aquello encuentre su lugar y temiendo que, si no, no va a entrar a pesar de lo resbaladiza que ella está también. Se escupe en la mano y se lubrica por fuera, aunque casi no es necesario porque sigue muy mojada. Yoel la agarra por los cachetes separándole un poco las nalgas y empuja, mientras ella mete la mano entre las piernas y dirige la verga emitiendo pequeños gritos que actúan como indicadores de si debe parar o continuar, hasta que al final la postura adecuada y el ángulo correcto facilitan que entre de nuevo toda la polla.
Otra vez la sensación de dilatación de aquel trozo de carne caliente que entra en su cuerpo llenando cada milímetro de su vagina, buscando el final. Esta vez pareciera que ya hay más confianza, que Joel cree que ella está más dilatada después del polvo anterior o simplemente pudiera ser que estuviera aún más caliente, pero Chus percibe perfectamente como las manazas se aferran con más dureza a sus caderas hasta casi hacerle daño y los empellones son más profundos. Ella mantiene la mano entre sus piernas, tocando con las yemas de los dedos la verga húmeda y sintiéndola resbalar. Cada vez que empuja y resbala sobre sus yemas ella gime anticipando la embestida. El roce le provoca un placer intenso. El glande apretando contra el fondo de su vagina también la estimula y pronto los dedos se cierran como una pinza sobre su clítoris. A pesar de la postura, el morbo, la excitación y el placer pueden a la incomodidad y ella levanta el culo para sentirla más si es posible, mientras empieza a agitarse anticipando el orgasmo.
- ¡Cuidado! no tan fuerte - le pide a un desbocado Yoel que parece haberse entusiasmado y se permite incluso darle una palmotada en las nalgas.
El cubano afloja el ritmo y la intensidad lo justo para que ella lo disfrute y al final se corra, retorciéndose mientras él empuja hacia dentro. Chus se sorprende gimiendo como hace mucho que no lo hace en la cama con su marido. Los músculos de su vagina se contraen en una pulsación rítmica, presionando y cerrándose sobre la polla, arrancando bufidos de gusto a Yoel que cada vez acelera más su ritmo conduciéndola hasta una explosión de placer.
Muchas cosas pasan en ese momento atropelladamente por su cabeza, como si Chus hubiera perdido el control de su mente y los pensamientos brotaran sin orden ni concierto en una amalgama de imágenes locas, provocándole flashes inconexos donde se mezcla todo y donde, de repente, aparece una anticipación de lo que puede venir con Joel corriéndose en su vagina, llenándola de leche, desbordándola. Se imagina todo lo que antes había soltado sobre el pubis, sobre las tetas, esperma que ha tardado un buen rato en limpiarse y aún no tiene claro que no quede algún grumo por ahí pegado, y se imagina ahora todo eso dentro de ella mientras la verga sigue percutiendo y su coño rebosa. Quiere volverle a repetir lo que le dijo en el primer polvo, no te vayas a correr dentro, pero las palabras no salen de su boca, no puede hablar, solo rabiar de gusto como una vez oyó decir a una amiga mexicana.
Pues eso es lo que está haciendo ahora ella, rabiando de placer y no sabe si no puede o si simplemente no quiere advertir a Yoel que se retire, lo único que quiere, de lo único que está segura, es que desea seguir sintiéndola dentro hasta que termine de correrse, así que no dice nada, se limita a encoger los músculos, auparse un poco y hacer de nuevo pinza sobre su nódulo dos, tres, cuatro, cinco veces hasta que el orgasmo que ya había empezado culmina y provoca que se tenga que retorcer de gusto, que tenga que arañar con la mano libre la camilla sujetándose con fuerza al borde, que su culo se menee como si estuviera perreando, que su vientre se contraiga al ritmo de los calambres que le provoca el gusto en uno de los orgasmos más largos e intensos que ha tenido en su vida. Por fin sí, cierra todo lo que puede sus piernas y es ella misma la que con el movimiento de su culo se la saca y se la mete dos o tres veces más, hasta que saca la mano de su entrepierna chorreando y su cuerpo se afloja, quedando tirada sobre la camilla, las piernas flojas, sin poder hacer ni decir nada, simplemente dejando su cuerpo que sea recorrido por los últimos temblores, gimiendo cada vez que el cubano empuja ahora buscando su placer. El tío ha aguantado hasta la llegada de su orgasmo, pero ahora ya necesita descargar. Ella lo nota, percibe que llega también su momento, pero sigue sin poder reaccionar ni decir nada. En el último instante en la saca y un chorro caliente de semen moja su espalda y luego, varios más descargan sobre sus nalgas mientras él frota la verga por su culo. Nota unos muslos duros que se pegan a los suyos, pegajosos ambos por el sudor. Un inmenso abandono (más que cansancio) la mantiene todavía postrada, hasta que por fin deja de sentir la polla entre sus nalgas y el empuje del cuerpo de Yoel. Unos instantes después, él vuelve a limpiarla usando el rollo de papel y también las sábanas. Chus nota como las piernas le flaquean cuando se pone de pie, está incluso un poco mareada. Él la agarra con una mano y le pasa su propio brazo por la cintura con la otra. Tiene una sonrisa en los labios y los dos están con la cara muy pegada.
- No voy a besarle - se repite Chus - si eso es lo que espera, no voy a hacerlo. Aquí hemos venido solo a follar.
Pasan unos segundos interminables hasta que ella se considera ya lo suficientemente segura para moverse sola. Entonces deshace el abrazo y comienza a vestirse. El cubano lo hace rápidamente y luego la espera. Ya se la han jugado demasiado, incluso para él que no quiere tentar más a la suerte, no vaya a ser que los acaben pillando. Recogen la habitación, hacen una bola con las sábanas sucias que ponen sobre el carrito, el papel lo tiran a una de las papeleras y luego se asoman con cuidado a la sala. Allí no hay nadie, sigue todo a oscuras. Apagan la luz del despacho y salen como dos fugitivos, procurando no pisar fuerte. Yoel sale al pasillo y cuando comprueba que no hay nadie, le hace una señal para que lo siga. Al final, otro corto tramo girando a la derecha los lleva a urgencias. No hay despedida. Los dos tienen prisa, especialmente Chus.
- Llámame - es lo único que le dice él señalándole el bolsillo del pantalón. Ella se lo toca y nota dentro del papel con el teléfono que le ha dado antes.
- Ya veremos - se limita a indicar y se marcha rápidamente: no quiere que la vean hablar con él.
Conduce hacia su casa. Se da cuenta de que circula apresurada, como si escapara de algo y levanta el pie del acelerador. Trata de tranquilizarse, está extrañamente nerviosa. O no tan extrañamente, teniendo en cuenta que le acaba de poner los cuernos a su marido con un cubano superdotado. Le entra una llamada precisamente de su pareja, lo que la sobresalta. Joder, vaya casualidad, piensa deseando que sea eso, solo una casualidad.
- Dime - le habla al manos libres.
- Oye ¿vienes ya? estoy calentando la cena.
- Tardo dos minutos, ya estoy casi en casa.
- Vale.
Cuando llega a su vivienda, efectivamente su marido la está esperando con la mesa puesta.
- Tenía hambre así que he preparado yo la cena.
- Estupendo, voy a darme una ducha y enseguida bajo.
- ¡Que se va a enfriar! come antes…
Chus decide sentarse.
- Tranquilízate, tranquilízate hostia - piensa - que al final te vas a delatar tú sola.
Se sirve una copa de vino y apura la mitad de un tirón. No sabe si es su imaginación o simple aprensión, pero cree que está roja como un tomate, despeinada, sucia de sudor y de cosas que prefiere no pensar, delante de su marido. Le parece increíble que él no se dé cuenta de toda esa suma de detalles, añadido a que la visita al familiar en el hospital parece haberse prolongado y que tiene demasiada prisa por ducharse.
- Estás paranoica, relájate - se vuelve a decir a sí misma mientras apura el resto de la copa de vino que se sirve.
Intenta darle conversación a su esposo. Si siguen callados le va a dar un patatús y se va a poner todavía más nerviosa, pero ese “qué tal te ha ido el día” no acaba de salir de los labios. Una contracción en la garganta que le paraliza las cuerdas vocales le impide hablar. Lo intenta y le sale un hipido. Luego otro. De repente el hipo se le vuelve incontenible y desiste de pronunciar palabra, mientras su marido la mira sorprendido.
- ¿Qué te pasa?
- Na-da - consigue articular ella entre dos hipos mientras se señala la garganta y se dirige al fregadero a ponerse un vaso de agua.
- ¿Te ha dado un ataque de hipo? Creí que eso solo te pasaba cuando follabas - comenta su marido jocoso.
A Chus no le gustaría ver su propia cara que se le acaba de descomponer, mientras la mano con el vaso de agua queda a medio camino de la boca. Afortunadamente está de espaldas y su marido tampoco puede verla. Da un trago largo y trata de contener un poco la respiración a ver si se le pasa, pero nada, sigue igual.
- De-be ser el vi-no - responde entrecortada. Mira, mejor subo ducharme vaya a ser que me atragante. Termina tú que ahora ceno yo - consigue soltar del tirón.
- Vale.
Chus se dirige a las escaleras y sube los peldaños conteniéndose para no correr. Cuando llega a su habitación de matrimonio se sienta en la cama y entre hipos mira hacia el techo, pone los ojos en blanco y murmura:
- ¡Joder! ¡joder!
Tras ponerse en pie y quitarse toda la ropa, la hace una bola para echarla a la canastilla de la ropa sucia. Por ahí no hay cuidado porque es un sitio donde jamás se le ha ocurrido a su marido meter la nariz. De repente se acuerda y saca del bolsillo del pantalón el papel con el teléfono de Yoel. Abre el váter dispuesta a tirarlo dentro, pero en el último momento su mano se detiene.
- ¡Tíralo! - ordena la Chus buena, la de una y no más santo Tomás.
- ¡Guárdalo! - ordena la Chus lógica que piensa que mejor tener el número por si más adelante tiene que llamar a este para decirle que sea prudente en caso de que corra algún rumor o para ponerle las pilas para que niegue haber tenido ningún contacto con ella.
Está así, casi un minuto en pelotas, con el papel en la mano levantada y el váter esperando. Finalmente cierra el puño y se sienta a mear. Es mejor no tomar decisiones en caliente, mejor esperar a pensarlo tranquilamente, rumia mientras dobla el papel y cavila dónde lo va a guardar. Mira hacia la ducha y piensa que ojalá todo se vaya con el agua, aunque sabe que no es así, que el agua y el jabón no eliminan la mala conciencia, ni tampoco el deseo, ni el morbo, ni la tentación, ni lo que una ha hecho. Pero sí que relaja joder....
---------------------------------------------------- FIN -----------------------------------------------------------------------------------------