15
Dos días después. Sábado noche
Carmen
Llamé a Jamal y le dije:
- Voy de camino para recoger los juguetes
- No hace falta
- ¿No?
- No
- ¿Y eso?
- No sé, lo ha dicho el cliente
- ¿Se ha arrepentido de la sesión de azotes?
- Ni idea, solo sé que le he preguntado que le gustaría y ha dicho que no es necesario
- Oh
Sentí algo contrariada, no sabía si porque no me iban a azotar o por perder algo de dinero. Me encogí de hombros y dije:
- ¿Dónde he quedado?
Me dijo el nombre del restaurante y exclamé sorprendida. Era un restaurante de moda y caro, sabía que era difícil conseguir una reserva un sábado. Me dijo:
- Pregunta por la mesa del Sr. Gunter
- Ok, ok
- Y no le pidas el dinero, te lo daré yo
- ¿Por qué?
- Porque a este nivel se hacen así las cosas
- Bueno, vale
Llegué al sitio y aparqué cerca. Entré en el restaurante y me quité la chaqueta. Observé la cantidad de tíos que me miraban, y era normal, estaba espectacular con un vestido corto, con la espalda al aire y un pequeño pero sugerente escote. Además, llevaba taconazos de aguja y unas medias de encaje que me había asegurado que se vieran el encaje un poquito por debajo de la falda. Muchos iban a envidiar al alemán, estaba segura.
Pregunté por la mesa y me llevaron. En cuanto llegué se levantó un hombre alto, por lo menos 1,90, de unos 45 pero muy bien llevados. Pelo algo cano y bastante guapo y con muy buena percha, se notaba que se cuidaba. “Guau, está muy bueno” pensé sonriéndole mientras le daba dos besos en las mejillas. Él me apartó una silla de forma galante y me senté mientras empezábamos una conversación en inglés. Era seductor, caballeroso y cortés. Pensé “A ti te follaba gratis, hombre” riéndome por dentro.
Carlos
Escuché como llamaban a mi puerta suavemente. Me levanté y abrí. Era Silvia que dijo:
- Perdona, es que he visto luz por debajo de la puerta y, como me voy a hacer una infusión, he pensado que quizás te apetecería una
La miré sonriendo y asentí. Dijo:
- Ponte una rebeca o algo, que en el jardín hace fresquito, voy bajando
La miré. Iba con calcetines y un pijama largo, y encima, una rebeca. No era ropa seductora pero, a la vez, me gustó. Meneé la cabeza y busqué algo para ponerme encima de mi pijama.
Nos sacamos la bebida fuera y, en efecto, ya no se podía estar fuera sin rebeca. Le dije:
- ¿No tienes sueño?
- Sí, pero me molesta un poco el estómago, hemos comido demasiado
Estábamos de nuevo en mi casa del campo y habíamos hecho otra barbacoa a lo grande. Me reí y dije:
- Sí, esta vez nos hemos pasado, hemos comido demasiado
- Antonio ha caído redondo en la cama
- Jeje
Bebimos tranquilamente, observando el cielo estrellado. Ella se rebulló en la silla con un gemido de placer y dijo:
- Que bien se está aquí, que buen ojo tuviste al comprarlo
- Sí, fue una buena decisión
- Esto es genial y nosotros somos unos caraduras aprovechando lo generoso que eres
- Jeje, ya sabes que no me importa
- Lo sé, por eso me aprovecho, pero me entran remordimientos
- Anda ya
Me miró de forma tímida y dijo muy bajito:
- No he podido poner en práctica los consejos de mi ginecóloga
- ¿No?
- Que va, si no paro ¿Cuándo me voy a poner a ver porno? Si llega la noche y estoy reventada
- Ya
- Y tampoco es que tenga mucha intimidad, que estoy todo el día con la niña, y si no, con Antonio
- ¿Y por qué no le dices de ver el porno juntos?
Me miró como si estuviera loco y dijo:
- No quiero que piense que hay algún problema entre nosotros
- Pero enfócalo como una ocurrencia divertida, para echar picante al… acto, no sé
- Que va, no… no me veo así
- Piénsalo
- No, no, es… sería raro, creo que eso me pondría aún menos
- Pues no sé
Nos callamos otro rato hasta que dijo:
- Y lo otro, lo de ponerme pensando en otros, ni de broma
- Ya me lo dijiste
- Además, esta semana no lo hemos hecho, pensaba que querría esta noche pero se ha dormido
Sonreí. Ella dijo:
- Casi mejor, ganas no tengo, como siempre
- Necesitas relajarte… Quizás sea el momento de lo que te aconsejé
- ¿El qué?
- Irte con él a un hotel el fin de semana y…
- Que va, ni loca dejo yo ahora a Gema, ni loca, me daría una ansiedad enorme aunque la dejara contigo, me sentiría como una mala madre... Ni hablar
- Pero eso no es ser mala madre, lo sabes
- Pero lo sentiría, no, no puedo
Seguimos charlando un buen rato hasta que dijo de subir. Nos despedimos con un buenas noches.
Cristina
Me acosté en mi cama bastante deprimida. Sara y Alberto habían salido a celebrar que ya se había mudado con nosotras. Hoy había traído toda su ropa y la había puesto en mi armario que era el que estaba más vacío. Luego había dicho de salir pero yo estaba sin un euro. Salir con Alberto era muy caro porque como no trabajaba, le invitábamos a las bebidas, y bebía mucho. Y como no quería decirles que estaba sin dinero, me inventé que estaba mala.
Ahora, me moría de ganas de estar con ellos. Encima, cuando volvieran, follarían juntos y yo no me uniría porque Sara y yo habíamos hablado tras su interrupción la otra noche en mi habitación. Ella decía que se arrepentía, que no debería haber entrado pero que no lo pudo evitar. Quedamos en no volver a hacer eso ninguna, que si una noche teníamos a Alberto, la que lo tenía decidía si había trío o no, la otra no podía decir nada. Me pareció bien, así que esta noche cuando volvieran, no podía ir con ellos.
Suspiré y me removí en la cama. Me iba a costar dormirme con esta pesadumbre que sentía.
Carmen
Entramos en la habitación del alemán y me quedé con la boca abierta, era más grande que mi casa. Él sirvió una copa para ambos y bebimos riéndonos. Yo ya estaba bastante achispada y lo que tenía era ganas de follar.
Él me llevó a una mesa donde estaban preparadas varias rayas de coca. Yo no era de eso, lo había probado pero no era lo mío. Vi como él aspiraba una y me ofrecía su tubito. Me dije que por una noche no pasaba nada y aspiré una. Tosí un poco y él rio antes de esnifar otra y me volvió a dar el tubito pero negué, ya lo estaba notando. Él se tiró la última y me dijo algo. Se me había subido tanto que ni siquiera podía entenderle bien hablando inglés, no tenía la cabeza para eso, pero tampoco es que en ese momento hiciera falta hablar.
Lo levanté y le besé ardientemente. Cada vez lo veía más atractivo y follable, me moría de ganas de tirármelo. Me quitó el vestido y luego se alejó un par de pasos de mí para admirarme. “Te voy a matar a polvos” pensé y me lancé hacia él, pero él me cogió de una mano y me llevó a otro lado de la amplia habitación. Me dejé llevar, ya solo con los tacones, las medias y el tanga. Entonces se paró y dijo algo señalando una mesa. Miré y abrí la boca sorprendida. Había una gran cantidad de juguetes sexuales en sus cajas, recién comprados. Le sonreí pasando la mano por ellos. Muchos ni los conocía. Él cogió uno y lo abrió. Luego me movió el pelo a mi espalda para dejar mis pechos al aire y me pellizcó los pezones. Una vez duros, me puso unas pinzas muy apretadas. Gemí y más aún cuando tiró de la cadenita que unía ambas pinzas.
Señaló los juguetes y los revisé. Vi varios plugs anales de diferentes tamaños y colores. Había uno enorme y lo señalé y negué sonriendo. Luego, puse mi dedo en otro de tamaño mediano y lo abrí. Le puse lubricante de un bote que había allí mismo, y se lo di. Me giré para darle la espalda y me incliné. Me lo metió lentamente y volví a gemir.
Me volví a poner frente a él, sonriendo. Señaló de nuevo la mesa y miré. Entonces vi la cantidad de fustas, palas y látigos que había comprado le dije en español:
- Ahhh, al final sí que quieres darme unos azotes ¿No, cariño?
Sabía que no me había entendido pero me daba igual. Pasé mi mano por todos hasta que cogí una pala de cuero. La saqué del envoltorio y se la di. Él la cogió y me señaló la cama. Fui lentamente hacia ella, moviendo mis caderas. Sabía que me miraba atentamente y quería que disfrutara de mi culo. Me puse a 4 sobre la cama y esperé. Él se acercó y me acarició el culo. Luego, se separó y me dio el primer azote, muy fuerte. Grité sorprendida y dolorida.
Esperé al siguiente pero lo escuché andar. De pronto, noté como me tiraba del pelo para incorporarme y ponerme de rodillas en la cama. Protesté pero él me puso algo en la boca. Era una mordaza de bola. Le dejé ponérmela y la ató detrás de mi cuello. Luego, antes de ponerme de nuevo a 4, me acarició las tetas y me metió dos dedos en mi coño. Pensé “Sí, cabrón, estoy muy mojada”. Él rio y me empujó hacia adelante. Me volví a poner en posición y no tardó en llegar un nuevo azote, tan fuerte como el primero. Respiré hondo y me preparé para una dura y excitante sesión.
Domingo por la mañana
Cristina
Me levanté temprano, con el mismo mal ánimo con el que me acosté. Tras pasar por el baño y vestirme, fui a la cocina. Vi la puerta del dormitorio de Sara abierta y miré. Los dos dormían profundamente, con Sara sobre Alberto y arropados por una sábana. Los había escuchado llegar bastante tarde, muy alegres y echaron un polvo rápido, ruidoso y muy intenso.
Cerré la puerta para no molestarlos. En la cocina, preparé el café y me puse a buscar el pan de molde. Me extrañó no verlo en su sitio. Busqué más y no lo encontré. Tampoco el segundo que había comprado. Me quedé pensativa ¿No los compré? Pero negué con la cabeza, claro que los había comprado, me acordaba porque nos habíamos quedado sin pan tras hacerle un sándwich a Alberto y bajé para comprar un par con mis últimos euros “¿Dónde los metí?” Rebusqué por toda la cocina sin éxito. Al final, extrañada me senté a tomarme el café. No había nada más para desayunar, hacía tiempo que se habían terminado los bollos y magdalenas, con Alberto la comida volaba, comía un montón. “Y mañana para el trabajo ¿Qué me llevo para desayunar?” pensé intranquila.
Tras terminar el café, pensé que hacer. Al final, empecé a sacar los trastos de limpieza. A Sara no le gustaba limpiar ni cocinar, por eso me encargaba yo siempre. Limpiar no es que me gustara pero cocinar sí, me encantaba.
Tras tres horas trabajando, había terminado con la cocina, el baño, el salón y me quedaba poco de mi habitación, cambiar las sábanas y llevar las sucias a la lavadora. Entonces escuché ruido y fui a la cocina. Me encontré a Alberto de espalda y desnudo, bebiendo directamente de la última botella de zumo. Me quedé tonta mirando su espalda y culo. Cuando se la bebió entera, la dejó en la encimera y se giró. Al verme, sonrió:
- Uff, estaba seco
Se me acercó y sentí un escalofrío recorriéndome todo el cuerpo. Me dio un beso largo y tierno mientras su mano acariciaba mi pelo y bajaba por mi espalda hasta agarrarme el culo. Cuando terminó el beso, me dijo:
- Anoche te eché de menos, nena
- Yo también
Me sonrió y empecé a temblar de excitación, cuanto me ponía Alberto, me dejaba atontada. Entonces dijo:
- Me voy a duchar ¿Me preparas el desayuno?
- Va… vale
Me apretó de nuevo el culo y se fue hacia fuera. Entonces me acordé:
- Ah, no tenemos nada para desayunar
- ¿No?
- No encuentro el pan de molde
- Ah, eso… Me lo llevé ayer cuando fui con los amigos
- ¿Qué?
- Nos entra mucha hambre con tanto ejercicio, ya sabes… Me llevé también los fiambres y las Coca colas
- Oh
- Perdona, se me olvidó avisarte para que compraras
Lo miré sin decir nada. Él sonrió y dijo:
- Anda, ve a la panadería y compra pan mientras me ducho
- No puedo
- ¿Por qué?
- Porque…. (me moría de vergüenza pero no sabía que excusa dar) porque no tengo dinero
- Pues ve al cajero antes
- No puedo
Me miró fastidiado y suspiró diciendo:
- Bueno, pues me voy a desayunar a mi casa
Se giró para irse y le pregunté:
- ¿Quieres… quieres que me duche contigo?
- Mejor no, voy con prisas, he quedado con los amigos y ahora no tengo otra que ir a mi casa para comer algo, voy ya tarde
Y lo miré irse sintiéndome culpable aunque no fuera culpa mía.
Carlos
Llevé los últimos platos a la cocina y me puse a limpiarlos. Entonces entró Silvia y dijo:
- Quita, eso es cosa mía
- No, no, a ver si te crees que no limpio en mi casa
- Pues a ver si enseñas a Antonio, que él ni ayuda a hacer la comida, ni el desayuno ni a limpiar
- Porque eres una blanda
- Tonto (riéndose)
Terminamos de limpiar todos los cacharros del desayuno cuando entró corriendo Gema y tiró de mis pantalones:
- Cajlos, Cajlos, piscina, venga, piscina
- Pero, Gemita, que aún es temprano y el agua estará muy fría
- Pero quiero piscina, venga, vamos (tirando de mí)
Silvia, riendo, dijo:
- ¿Y te vas a tirar al agua así? ¿Sin bañador ni crema?
Gema abrió la boca y se miró la ropa:
- ¿Y mi bañadoj?
- Arriba, aún estás con el pijama
- Que tonta (poniéndose la mano en la cabeza)
Silvia y yo nos partimos de risa. Entonces ella tiró de Silvia:
- Mami, mami, deprisa, mi bañadoj
Las dos subieron a la habitación de Gema. Me sequé las manos y subí a la mía donde me puse el bañador. Cuando salí, las escuché abajo en la piscina, sobre todo a Gema gritando. Sonreí y fui hacia las escaleras. Al pasar por la habitación de Sara y Antonio vi los juguetes de la piscina de Gema y entré a recogerlos para bajarlos.
Iba a irme cuando vi un cajón abierto. Miré y vi la ropa interior de Silvia. Me acerqué casi sin darme cuenta y cogí, sorprendido, un tanga negro. Pensé “No hacía a Silvia de tangas” pero se ve que me equivocaba porque tenía varios. Entonces escuché un ruido fuera de la habitación y me entró un pánico total. Sin pensar, me escondí dentro del armario empotrado. No me dio tiempo a cerrar del todo la puerta porque en ese momento entró Silvia canturreando mientras cerraba la puerta de su habitación.
Vi como dejaba uno de sus bikinis en la cama y supuse que lo había recogido del tendedero de abajo. Se giró y, dándome la espalda, fue hacia un pequeño tocador con espejo que había en la habitación. Comenzó a desnudarse. Primero la camiseta y el sujetador, y luego el pantalón del chándal y sus bragas, quedándose totalmente desnuda a escasos metros mía.
Observé atentamente su culo mientras ella doblaba y ponía su ropa en una silla. Me gustaba su culo, tanto que noté como se me ponía dura al instante. No podía quitar la vista de ese culo mientras ella cogía un spray y se echaba en el cuerpo. Imaginé que sería bronceador o algo así y al final pude apartar la vista de su culo para ver como se lo expandía por su piel. Entonces apoyó un pie en la silla y se extendió por todo la pierna, y luego repitió por la otra. Satisfecha, se giró para ir a la cama y la vi de frente.
Me gustaron sus pechos, pequeños pero muy redondos y con areolas y pezones grandes. Y su sexo con una delgada franja de pelo. Se puso la parte de abajo, y luego la de arriba. Se escuchó a Gema llamarla y Silvia, gritó:
- Ya voy, tesoro
Luego, cogió un pareo y se lo puso en la cintura. Salió fuera llevándose el spray.
Me quedé quieto un minuto más, con una erección como hacía años que no tenía. Luego, salí y me fui corriendo a mi dormitorio. Cerré la puerta y me tranquilicé. Me sentía culpable pero también excitado. Entonces me di cuenta que seguía con los juguetes de Gema en una mano y con el tanga en la otra. Salí para dejar el tanga pero vi la puerta cerrada y escuché ruido dentro. Volví a mi habitación y escondí el tanga entre la ropa de mi mochila con intención de devolverlo luego a su sitio.
Salí de mi habitación para encontrarme a Antonio que se había cambiado para ponerse el bañador. Me dijo:
- Bueno, preparado para una dura jornada de juegos con Gema
Le sonreí, avergonzado. Bajamos, le di los juguetes a Gema y me metí en la piscina, pero me costaba mirar a Silvia, la culpabilidad me lo impedía. Estaba tan turbado que al final salí de la piscina y, al poco, llegó Silvia:
- ¿Te pasa algo?
- No, no
- Tienes mala cara
- Creo… creo que me voy a ir ya a casa
Me miró preocupada. Yo ni la quería mirar. Me dijo:
- Pero ¿Te duele algo?
Le mentí diciendo:
- Un poco el estómago, ya sabes que estoy mayor (sonriéndole para quitar peso al asunto)
Silvia me dijo:
- Te preparo una infusión y…
- No, no, de verdad, son solo molestias
Entré dentro y me fui a mi habitación. Me cambié de ropa y cogí mi mochila metiendo todo. Al abrir la puerta me esperaba Silvia con el pareo puesto:
- Me dejas preocupada
- Que no es nada
- A ver si es un corte de digestión o…
- O nada, son solo molestias
- Pues te quedas y descansas, luego a la tarde, cuando estés mejor…
- No, de verdad, me voy
Me cogió del brazo y dijo:
- No me gusta que estés solo si te encuentras mal
- ¿Has visto como tengo razón? Me ves como la persona mayor que soy
Dije bromeando pero ella no se rio y dijo:
- Hazme ese favor, túmbate un rato, me quedaré más tranquila
- Que no es nada
Y la esquivé para bajar. Ella me siguió y dijo:
- Eres un cabezón
- Eso me dices siempre
- Pues es la pura verdad
- Lo sé
Me despedí de Gema y Antonio. Gema protestó como siempre que me iba pero Antonio la entretuvo. Salí fuera a por el coche con Silvia detrás mía:
- Te voy a estar llamando cada hora
- Claro, claro, a ver si me he muerto
- No seas tonto
- No me llames que me voy a echar en la cama, ya te llamo yo
- Pero…
Me metí en el coche y le señalé para que abriera el portón de la calle. Ella suspiró y abrió diciendo:
- Me jode que te vayas a tu casa estando en tu casa
Sonreí sin mirarla. Arranqué y dijo:
- Si te sientes peor, llámame
- Sí, mamá
- Eres idiota
- Lo sé
Y me fui, totalmente turbado aún.
Carmen
Me miré en el espejo del cuarto de baño de la habitación del hotel y contuve la respiración. Me acababa de despertar y no sabía ni que hora era. El alemán no estaba. Me miré incrédula y asombrada “Que hijo de puta” pensé mirando mi reflejo. Tenía señales del puto látigo por todo el cuerpo: las tetas, el estómago, los muslos…
Me giré para mirarme por detrás y lo mismo, la espalda y el culo llenos de marcas. El tío me había tenido una eternidad entre el dolor y el placer. Me había provocado unos orgasmos de muerte, sí, pero “coño, como me ha dejado el cabrón”. Algunas marcas me escocían bastante y me metí en la ducha para limpiarme y echarme la crema de la vieja, que me había traído por si acaso.
Salí y me puse la crema sintiendo un alivio rápido en el cuerpo. Entonces escuché como se abría la puerta de la habitación y me cubrí con una toalla. El alemán entró sin llamar antes y, sonriente, me deseó los buenos días. Yo no estaba de buen humor pero se las devolví. Entonces él, con cuidado, me quitó la toalla y me miró atentamente. Dijo:
- Nice
Y me sonrió con lascivia. Pensé “Puto degenerado, nice tu puta madre, nice con todas las putas marcas que me has dejado, cabrón”. El tío me giró para verme por detrás y ya me harté y lo eché.
Al poco, volvió a entrar desnudo. Quiso llevarme a la bañera pero le dije que no, que el servicio había acabado. Nerviosa le dije “finish, close, lo que sea, cabrón, pero yo me voy”. Quería irme a casa y descansar, me pensaba tirar todo el día entre la cama y la bañera.
Entonces él soltó una parrafada en inglés mientras yo salía del cuarto de baño buscando mi ropa, pero no le presté atención. De repente, me cogió del brazo y me giró hacia él. Le iba a dar un empujón pero levantó la mano con un fajo de billetes. Me contuve y lo escuché. Quería que me quedara todo el día, que me pagaría. Lo miré pensando. Mi ex me llevaría a mi hijo sobre las 8 de la tarde y vi en un reloj que ya eran las 12 del medio día.
El tío me preguntaba mi tarifa por todo el día. Negué con la cabeza y él insistió. Lo miré, no es que tuviera ganas de follar, ni de lejos, pero por lo menos el tío estaba bueno y follar, follaba bien. Lo pensé y le dije:
- 4.000€ for 5 hours, but no spanking, just sex, it hurts (señalándome el cuerpo)
Y, sorprendentemente, él asintió sonriente. Me dio el dinero que guardé en el bolso y luego me fui con él a la bañera. Allí lo enjaboné y nos besamos mientras él acariciaba las marcas que me había hecho repitiendo lo de nice y más cosas. Era un degenerado total, pero pagaba bien. Le quité el jabón y me arrodillé. La tenía totalmente dura y me la metí en la boca. Tenía una polla extraña, no era larga pero sí muy gruesa, no estaba mal. Comencé a mamársela lentamente y lo miré pensando “A ver que me pide este tío por ese dinero, pero lo de azotar que se olvide, ni hablar”.
Cristina
Estaba sentada en el sofá leyendo. Escuché ruido y de pronto apareció Sara con muy mala cara:
- Me muero
Dijo mientras se derrumbaba al lado mía en el sofá. Le sonreí y le dije:
- Buenos días, dormilona, ya pensaba que iba a almorzar sola
- No me hables de comida que poto
Puso su cabeza en mis muslos y dijo:
- Putas pastillas, que mal me sientan al día siguiente
- Ya
- Y todo lo que bebimos, dios, me muero, en serio
Le acaricié el pelo y ella se quedó callada un rato hasta que dijo:
- ¿Y Al?
- Se fue con los amigos
- Ah… Deberías haberte venido anoche, nos lo pasamos de puta madre
- Ya
- Porfi ¿Me traes algo para el dolor de cabeza?
- Claro
Me levanté con cuidado y la dejé tumbada. Volví con una pastilla y un vaso de agua. Se lo tomó y dije:
- No tenemos nada para desayunar, aunque ya a estas horas, pega más almorzar
- Paso de comer, en serio, vomito seguro
- Vale, vale
- Pero necesito cafeína ¿Has hecho café?
- Sí
- ¿Me traes?
- Sí
Cuando volví, ya estaba incorporada y miraba por la ventana. Dijo:
- Está nublado
- Ya
Cogió la taza y se sentó. Le dije:
- Te estaba esperando para poner la lavadora, tienes ropa ¿no?
- Sí ¿La coges tú?
- ¿Cuál?
- Las sábanas y lo que veas sucio, no sé
- Bueno
Fue a su cuarto y cogí ropa del suelo y sus sábanas. Las metí en la lavadora y la puse en marcha. Volví y me dijo:
- ¿Has limpiado?
- Sí
- Estoy muerta ¿Puedes limpiar mi cuarto, porfi?
- Vale
- Y pon las sábanas azules, las blancas no
- De acuerdo
Terminé su cuarto y al volver al salón, ella miraba la tele. Le dije:
- Yo voy a comer
- Yo no puedo
- ¿Seguro?
- ¿Qué te vas a hacer?
- Un poco de ensalada con filetes de ayer
- Pufff, que va, no puedo
Me fui a la cocina y al rato escuché:
- ¿Me haces algo a la plancha?
- ¿El qué?
- ¿Qué hay?
Miré y vi que no había nada. Dije:
- No queda nada, habrá que ir a comprar
- Joe
Al rato, llegó Sara vestida con mallas y una camiseta y dijo:
- Voy a comer fuera, he quedado con Carla y Trini
- Pero si no tenías hambre
- Ahora sí, pero no de lechuga, chao guapa
La vi irse. “Pues parece que tan mal no estabas” pensé.
Carmen
Cogí el móvil que sonaba y vi que era Jamal. Me metí en el baño y contesté:
- Dime, cariño
- Carmen, me tenías preocupado
- ¿Por?
- No te has pasado para cobrar
- Ah, mañana, es que estoy fundida
- ¿Se portó bien el alemán?
- Un hijo de puta, me ha dejado para el arrastre
- ¿De tanto follar?
- De eso y de tanto pegar, el cabrón
- ¿Sí?
- Sí, hijo, sí, menudo bruto
- Pero ¿Estás mal?
- No, no
- ¿Lo pasaste mal?
- Mal y bien, el cabrón sabía pegar y follar
- Ahhhh, entonces todo bien ¿No?
- Sí, mañana me paso, no te gastes mi dinero
- No, tranquila jeje
- Chao
Y colgué. Salí al dormitorio y fui a la mesa de los juguetes. Cogí un consolador pequeño y delgado y luego fui a la cama. Miré al alemán. Lo tenía atado a cada esquina de la cama, con la polla apretada con un juguete, que le tenía los huevos rojos e hinchados, al igual que la polla. Cogí la fusta y le golpeé la polla con ella, pero flojo. Habíamos intercambiado los papeles y, aunque me divertía, no era para nada tan excitante ser la ama a ser la sumisa.
Levanté el consolador para que lo viera y le puse lubricante lentamente. Él gimió con la mordaza en la boca y le sonreí pensando “Bueno, cabrón, anoche te divertías mucho rompiéndome el culo con esta polla gorda que tienes ¿No? A ver si esto te gusta también”.
Me agaché y le puse lubricante en el culo y luego le metí el consolador lentamente mientras él protestaba. Cuando estuvo dentro lo encendí para que vibrara. Le puse un condón y cogí la fusta que tantas señales me había dejado. Me puse encima de él, metiéndome su polla lentamente. “Joder, que polla tienes, cabrón, me llena toda” le dije aunque no me entendiera. Lo cabalgué lentamente mientras le azotaba en el pecho con la fusta.
Carlos
Respondí al móvil:
- Dime, Silvia
- ¿Cómo estás?
- Bien, bien
- ¿Seguro?
- Sí, era solo que algo me ha sentado mal, no sé
- Mmmmm
- Ya estoy bien
- Bueno, que sepas que Gema ha preguntado por ti
- ¿Sí? Jeje
- Claro, te has ido de esa forma tan… tan rara
- Lo siento, no me sentía bien
- Pero si no te sientes bien, te quedas en tu cama, joder, que estabas en tu casa
- Déjalo, Silvia
- Vale, vale, pero no entiendo nada
- No hay nada que entenderla
Se quedó callada y preguntó:
- ¿He hecho algo mal?
- ¿Qué? Claro que no ¿Por qué dices eso?
- Por… no sé, has estado raro en la piscina, como evitándome
- No era eso, eran esas molestias
- Pero cuando uno tiene molestias no se aparta de alguien de esa forma
- No pienses cosas raras, no has hecho nada, joe ¿Qué ibas a hacer?
- No lo sé, llevo pensándolo toda la tarde y no caigo en nada
- Porque no has hecho nada
- ¿Seguro?
- Y tanto, tú misma no encuentras nada ¿No?
- No, pero algo me dice que te pasa algo conmigo
Me reí, joe con Silvia, menuda intuición. Le dije:
- Que cosas tienes, como tu gran cáncer de vagina
- Eso era diferente, eso era un miedo, esto es… no sé, intuición femenina
- Jajaja
- Y nunca me falla
- Bueno, no te voy a convencer y estoy cansado ¿Hablamos mañana?
- Lo ves, jamás cortas tan pronto, nunca, nos enrollamos a hablar, bueno, yo a hablar y tú a escuchar y nunca eres el que corta, y hoy…
- Silvia, es solo que estoy cansado
- Carlos, si he hecho algo que haya molestado me lo dirías ¿No?
- Que no has hecho nada, sigues tan Silvia como siempre
- ¿Es eso? ¿Que soy una pesada y te estás hartando?
- Jajaja, que tontería
- Sé que me paso contándome mis miedos y… y cosas, pero no… no había pensado si eso te molestaba ¿Es eso?
- No, Silvia, de verdad ¿Hablamos mañana?
- Mmmmm
- Hasta mañana
- Buenas noches
Y colgué. No le podía contar lo mal que me sentía por haberme escondido y haberla visto desnuda. Me sentía como si hubiera roto la confianza que ella tenía conmigo. Era cierto que no lo había hecho queriendo pero eso no quitaba el hecho de que había invadido su intimidad por segunda vez, y esta vez mucho más grave. Dejaría de ir allí, me estaba tomando demasiadas libertades con ella y eso no era correcto.
Suspiré. De pronto, recordé otra cosa y me levanté corriendo. Miré en la mochila y saqué su tanga “Mierda, me lo he traído”. Lo miré avergonzado. Yo no era nada fetichista, no lo había cogido y me lo había traído inconscientemente por ser un fetichista de la ropa íntima femenina, es que con los nervios lo había olvidado totalmente. Me pasé una mano por la cara, más avergonzado aún.
Escondí el tanga entre varios jerséis míos en un cajón y volví a mi sofá. “Que mal, que mal, lo hago todo mal, menuda semana entre lo de Carmen, luego Héctor y, lo peor de todo, esta cagada con Silvia”.
Carmen
Me metí en la bañera. Necesitaba un baño largo y relajante. Daniel ya llevaba un rato acostado y dormía profundamente. Tenía la bañera llena de espuma y olía genial. Cerré los ojos e intenté no pensar en nada. De pronto, sonreí “más de 5.000 euros limpios, no está mal por unas horas, aunque me lo he ganado ¿eh? Que tengo el cuerpo fundido” pensé.
Recordé como me había despedido el alemán. El tío estaba emocionado y feliz. Se lo había pasado de puta madre y yo también, aunque mejor por la noche que por el día, más excitante. Por el día solo me había corrido un par de veces, por la noche había perdido la cuenta, una noche muy larga con mucho dolor pero también mucho placer. Incluso me había dado una propia de 300 € sin yo pedirle nada. Y había insistido que me llevara todos los juguetes. “Que alegría ser un puto rico, gastándote la pasta en vicios sin preocupaciones”.
De lo del día no pensaba contarle nada a Jamal, que capaz era de pedirme una parte “No, eso me lo he ganado yo solita, todo para mí”. Esta vez tenía que gestionar mejor el dinero, aunque esperaba tener más servicios de este estilo. “Así da gusto ser puta” y metí la cabeza debajo del agua, sonriendo.
Cristina
Miré como Alberto dormía profundamente en mi cama. No habíamos tenido sexo, había llegado tarde y cansado y no me había dado tiempo a calentarle antes de que se quedara dormido. Suspiré, era el remate perfecto de una mierda de fin de semana sin sexo, y sola casi todo el tiempo. “Pero bueno, ya lo tenemos aquí con nosotras, habrá muchas más noches” mientras paseaba mis dedos por su cuerpo.
Silvia
Me acosté en la cama donde Antonio leía algo en el móvil. Lo dejó y le pregunté:
- Nene, tú no le habrás dicho nada a Carlos ¿No?
- ¿Decir de qué?
- Que le haya molestado
- Que va
- ¿Seguro?
- Joe ¿Y qué le voy a decir?
- No sé, algunas de tus bromitas tontas
- Bromeo mucho con él pero dudo que alguna le moleste
Lo miré. Dijo:
- El tío es plasta todos los fines de semana con nosotros, pero bueno, tampoco es tan coñazo como para que le diga algo
- Pero ¿Eres tonto? Estamos en su casa, los plastas somos nosotros
- Ya, ya, me refiero a que ¿Por qué no se busca a una mujer y sale? Es un poco raro
- No es raro, ya sabes lo que le pasó, eso marca mucho
- Ya, bueno, que no me importa que esté por aquí, y sé que Gema se lo pasa bien con él ¿Qué le voy a decir?
Lo miré atentamente y asentí, es que nada tenía sentido. Le di un beso de buenas noches y apagué la luz, girándome hacia la ventana y dándole la espalda porque solo podía dormir sobre ese lado. Entonces pensé que íbamos a terminar la semana sin hacerlo y eso no me gustaba. Me giré para mirarlo y le comencé a acariciar. Antonio me cogió las tetas y empezamos a besarnos. Pronto, metí mi mano dentro de su pantalón y empecé a pajearle. Cuando la tuvo casi erecta, me bajé para quitarle el pantalón y chupársela hasta ponérsela dura del todo. Luego, me quité mi pantalón y me puse encima.
Comencé a follarlo despacio mientras él me quitaba la parte de arriba del pijama y me masajeaba las tetas. Intenté excitarme pero nada, me ofuscaba cada vez más y me rendí. Empecé a fingir mis gemidos buscando que se corriera pero no había forma. Entonces paré y le pregunté:
- ¿Te pasa algo?
- No
- Estás tardando
- Ya, es que…
- ¿Qué?
- Me hice una paja antes en la ducha
- Joder
- Es que no pensaba que fuéramos a hacer algo
Lo miré, era culpa mía que se tuviera que hacer pajas. Me quité de encima y le dije:
- ¿Te corres en mi boca?
- Claro
Las mamadas se me daban muy bien y sabía que no tardaría en correrse. Me la metí en la boca y empecé lentamente mientras le acariciaba los huevos. Luego, le lamí los huevos y se los chupé, llenándolos de saliva para poder masajeárselos bien con la mano. Me concentré en su polla, chupando y lamiendo rápidamente mientras seguía con mi mano acariciándole los huevos. No tardé en notar que estaba a punto y chupé más rápido hasta que empezó a correrse. Me lo tragué todo mientras iba echándolo.
Cuando terminó y estaba segura que no salía más, me incorporé y le dije:
- Cuando tengas ganas, dímelo
- Siempre tengo ganas de ti, nena
- Ya, pero… lo siento, sé que llevo una temporada que no estoy muy…
- Ya lo hemos hablado, tienes mucho estrés, lo sé, no te preocupes
Me sentía culpable. Le di un pico y nos volvimos a poner los pijamas. Nos dimos las buenas noches y me puse a pensar, me iba a costar dormir.