Érase una vez ....
Érase una vez un día como muchos otros; desde mi ventana, con la taza aún humeante, del primer café del día, contemplaba como comenzaba a romper el alba, mientras por el río descendía un brazo de niebla que poco a poco se apoderaba de la ría. Lo dicho, todo normal.
Entonces, entre la niebla, surgió la proa de un velero, que poco a poco la fue abandonando; noté algo extraño en su deriva, así que fui a por unos prismáticos. Daba la impresión de estar abandonado; la vela mayor estaba suelta, y el foque recogido.
Me puse un prenda de abrigo, pués, aunque el día estaba despejado, la niebla pronto desaparecería con el Sol, ahora eran las seis y media de la mañana y hacía frío.
Me dirigí al pequeño embarcadero de la playa, dónde tenía una Zodiac, para tratar de detener al velero que iba cara a las rocas.
Cuándo lo alcancé, tiré el rizón, lo aseguré, e hice lo mismo con el velero. Entonces subí a bordo para comprobar su estado; al pasar para popa, la vi, era una mujer hermosa, tal vez en los treinta; cabello negro, algo ondulado, yacía desmayada sobré la cubierta, al lado de de su cabeza un pequeño charco de sangre, al igual que la botavara, que también tenía rastros, seguramente al maniobrar perdió la escota y un golpe de viento hizo que le golpease.
Comprobé que seguía viva, aunque con respiración débil. Vestía una camiseta, una camisa anudada a la cintura y un short vaquero. Todo ello empapado, el cuerpo frío, probablemente a punto de una hipotermia, así que llamé a urgencias y a Capitanía, para que acudieran al rescaté. Mientras esperaba su llegada, sabía que tenía que hacer algo para evitar la hipotermia, la bajé al camarote y busqué una manta o algo de abrigo; sólo encontré una pequeña y ligera, algo insuficiente me pareció, y cuando me di cuenta, la tenía abrazada, desnudos los dos, ella estaba tiritando, aunque sus mejillas comenzaban a tener color.
Habría transcurrido cerca de una hora, cuando oí el ruido de un motor y al poco tiempo una sirena. El barco de salvamento había llegado, así como la ambulancia.
En el barco llegó una doctora, que al verme abrazado a ella, comentó, después de examinarla, con su actuación probablemente le ha salvado la vida.
La verdad no sé cómo lo hice; tal vez el recuerdo de una película.
La trasladaron a la ambulancia, mientras que al velero lo llevaban a Capitania. Cuando se alejaba, alcancé a ver sobre la popa.
GAMBER, y debajo
VALENCIA.
No volví a saber de ella, ni su nombre, ni su domicilio.
Igual que apareció en mi vida, desapareció de ella.