Mi novia se tumba, de nuevo sumisa y dócil, para recibir el miembro del turco, que la clava sin necesidad de ningún lubricante y empieza a menear rítmicamente las caderas, señal de que está penetrando hasta el fondo ese coño que hasta hace nada ya estaba acostumbrado al tamaño y forma de mi pene. Él se la reventaba a gusto, a veces levantando el torso y magreándole una teta.
Mi novia es de fácil orgasmo y disfrutamos mucho del sexo, pero es silenciosa, en parte por pudor de que no la escuchen los vecinos. Cuando follamos gime de forma cautelosa y cuando se corre se estremece y retuerce de forma silenciosa. Pero ese día no, ese día mi chica empezó a gemir sin pudor con las embestidas del turco, que cada cierto número de penetraciones hacía una embestida exagerada que le estaría llegando hasta el fondo de su ser. Mi novia le agarraba las nalgas y le invitaba a seguir embistiendo su coño, mientras se besaban y gemían. Ahí mi novia se corrió al menos una vez, porque en un momento dado le dijo entre gemidos: “quédate ahí, así, no te muevas”. Él también se debió correr, porque tuvo alguna embestida espasmódica seguida de un gruñido gutural.
Yo mientras tanto como podréis imaginar, disfrutando como un loco de la escena, pero me faltaba más espectáculo, y sabiendo que mi novia folla maravillosamente bien y cabalga como una valquiria, me animé a decirle: “ponte encima un rato, ¿no?”
pero aunque aceptaron el cambio, yo no decidía las posturas, es el turco quien estaba al mando, y le pidió a mi chica que se pusiera de perrito. Una postura que no solemos practicar porque ella dice que no le gusta, que le hace algo de daño, pero ese día su amo y señor le dijo que así debía ponerse y así hizo, y bien que aceptó su coño de nuevo las embestidas, ésta vez a cuatro mientras le rebotaban las tetas.
Yo, muy caliente ante la nueva escena, se me ocurrió meterle un dedo de la mano en la boca mi novia, que al principio recibió con la lengua pero que rápidamente rechazó con un “quita”, dejándome claro que era su momento de disfrutar y que con eso no hacía más que molestar.
Ahí siguió taladrándosela e incluso se permitió darle una palmada en el culo a mi novia, pero hasta ese gesto le salió respetuoso, con la justa medida de ímpetu. El cabrón era todo un corneador profesional.
Yo volví a insistir: "pero ponte encima, ¿no?", y ella, con quizás la única iniciativa del acto, lo hizo tumbar e hizo el amago de meterse la polla dentro de nuevo, pero el turco estaba ya exhausto y dijo que no podía más, que estaba ya hasta mareado.
Se levantaron ambos y él le dió un beso corto en los labios y luego le dio un tierno beso en la frente y le dijo “gracias”. Hasta en eso tuvo arte el tío, decirlo en castellano en lugar del portugués.
Y luego, como si fuera la primera vez que reparaba en mi presencia, dijo: “y gracias a ti también” y me estrechó la mano.
Salimos de allí y nos fuimos a unas duchas, donde se refrescó un poco y luego me dijo de irnos, pero yo le pedí que no me dejara así, y que nos fueramos al privado, ésta vez solos.
Ahí ya llegó mi turno de hacer el amor con ella, con su vulva aún caliente y holgada por el turco embestidor. Como podéis imaginar, duré poco.
Luego en el hotel volvimos a follar y la siguiente semana fue la más activa sexualmente de nuestra relación, donde ya me reconoció que tenía razón y que sentía haber sido tan tozuda.
Y eso es todo, ¿Qué os parece mi experiencia?