66
Dos días después. Lunes
Carlos
Entré en mi despacho y me senté, sin encender las luces ni sacar el portátil. Llevaba dos días sin dormir, intentando hablar con Silvia que siempre me cortaba las llamadas. Había ido a su casa pero no me había abierto. Había llamado a Antonio y discutido fuertemente con él aunque me había llorado diciendo que sí que lo había dejado con Rosa pero que recientemente había vuelto. No le creí, ya no me creía nada de él, y estuve a punto de despedirlos, a los dos, a él y a Rosa, pero me contuve.
Y me quería morir. Sabía lo importante que era para Silvia la amistad, la confianza, la fidelidad, y sabiéndolo, no le había contado lo que sabía. Y ahora, muy tarde, me daba cuenta de mi gran error. Y Silvia tenía razón, no me merecía ser su amigo, la había traicionado, sin mala intención pero lo había hecho. Otra vez había vuelto a fallar a quien más me importaba en este mundo, primero a mi familia y ahora a Silvia.
Me había obligado a venir al trabajo porque quedarme en casa sumido en mis pensamientos me estaba matando, necesitaba hacer algo para dejar de machacarme. Entonces miré hacia las mesas y vi la Silvia y pensé que ya nunca la vería ahí y me hundí sin poder evitar las lágrimas. Y no sé cuanto tiempo estuve así cuando, de repente, se encendieron las luces y vi a Cris y Héctor en mi puerta, ambos con cara de sorpresa. Cris dijo:
- Carlos ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
Intenté hablar pero no pude, tenía sobre mí un sentimiento tan grande de pérdida y culpa que ni podía hablar. Solo los miré, notando como las lágrimas me caían por las mejillas. La cara de alarma de los dos fue evidente y entraron rápidamente en el despacho. Cris se acuclilló junto a mí y dijo de forma apremiante y angustiada:
- Carlos, Carlos, dime ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
Aparté la mirada para que no vieran mi patetismo, pero ella me cogió la cara y la giró para mirarme:
- Carlos, por favor ¿Qué ocurre? Dime, por favor ¿Te pasa algo? ¿Te duele algo?
Héctor dijo:
- Voy a llamar a Silvia
Y salió fuera mientras Cris me cogía de las manos y me llamaba. Al poco entró Héctor y dijo:
- Cris
- ¿Qué pasa?
- Silvia dice… dice que ha dejado el trabajo
- ¿QUÉ????
Entonces logré decir:
- La he perdido, la he perdido… Otra vez he perdido lo más importante de mi vida
Cris me miró y dijo:
- ¿A Silvia? ¿Es eso?
Y me derrumbé sobre la mesa, ocultando mi rostro. Sentía vergüenza pero, a la vez, no podía evitarlo, era algo superior a mí, había perdido lo único por lo que merecía seguir viviendo, sin ella estaba totalmente vacío. Cris se levantó y le dijo a Héctor:
- Voy a llamarla, quédate con él
- Claro
Cuando Cris se fue, Héctor se acercó a mí y dijo:
- Tranquilo, Carlos, vamos a arreglarlo, Cris lo arreglará
- No tiene arreglo, es por mi culpa
- No, seguro que Cris lo arregla, ya verás
Y negué con la cabeza aunque me di cuenta en la fe ciega de Héctor sobre Cris.
Tras un buen rato, entró Cris y dijo:
- Carlos, voy a ir a ver a Silvia ¿vale?
- Déjalo, Cris, esto no se puede solucionar
- Claro que se puede, sois vosotros, sois los mejores, claro que se solucionará
Entonces miró a Héctor y le dijo:
- Ven, cariño
Héctor
Salí fuera y Cris me dijo:
- No me he enterado bien porque Silvia se ha puesto a llorar, pero creo que algo ha pasado con Antonio
- ¿Con… con su marido?
- Sí
- ¿Y Carlos qué tiene que ver? Oh ¿Silvia y Carlos tienen un lío?
- No lo sé, pero voy a ir a verla, está muy afectada. Cuida tú de Carlos ¿Vale?
- Claro
Cris me miró angustiada. Le cogí las manos y le di un piquito rápido. Ella me sonrió tristemente y le dije:
- Sé lo mucho que te afecta ver así a Carlos
- Claro, y a Silvia
- Tranquila, vamos a ayudarlos, a los dos
Ahora me sonrió decidida y me dijo:
- Sí, vamos a ayudarlos
Cris se fue rápidamente y yo entré en el despacho, no pensaba dejarlo solo. El trabajo y las llamadas tendrían que esperar.
Cristina
Miré a Silvia que lloraba sin parar. Poco a poco me había ido enterando de la historia. Resultaba que Carlos y Silvia no tenían un lío, el del lío era Antonio. Eso me había quedado claro, pero seguía sin saber el por qué del enfado entre Silvia y Carlos. Me senté a su lado y la abracé esperando a que se calmara.
Silvia había estado conmigo durante los peores momentos de mi ruptura con Alberto y Sara, y no pensaba dejarla sola por nada del mundo. Me quedaría con ella el tiempo que hiciera falta y me encargaría de Gema, que ahora mismo estaba en el cole.
Cuando Silvia se calmó, aproveché para preguntarle:
- Pero ¿Carlos que tiene que ver con todo esto?
- Él… él lo sabía
La miré sorprendida y pregunté:
- ¿Sabía lo del lío de Antonio?
- Sí, desde hace meses, y no me lo dijo, prefirió encubrir a Antonio y no decirme nada, me traicionó, yo que confiaba totalmente en él, que hasta le confiaba a mi hija, lo más importante de mi vida, y me ha traicionado, me ha engañado, me…
Y rompió otra vez a llorar. Al fin entendía todo pero no me cuadraba nada esa actitud de Carlos. Entonces se puso a hablarme de Antonio, que no se esperaba eso de él, que jamás lo pensó, que confiaba en él, que había sido muy tonta sin enterarse de nada en tantos meses,… No dije nada, pero desde el verano me había dado cuenta que Antonio era un mirón, y no se cortaba nada de nada, así que tampoco es que me extrañara mucho que tonteara con otras. Y tras desahogarse con Antonio, pasó a Carlos, y tras un rato, la corté:
- Silvia, Silvia, espera
- ¿Qué?
- Entiendo que te sientas así, estás en tu derecho de enfadarte y de sentirte engañada, está clarísimo
Me miró esperando. Entonces inspiré porque sabía que lo que le iba a decir no le gustaría, y lo solté rápido:
- Pero estamos hablando de Carlos, el hombre más bueno y generoso que he conocido junto a mi Héctor, un hombre que no tiene ni una célula de maldad en su cuerpo, que siempre está pensando en los demás, que siempre está ahí para apoyar, que se desvive por los demás
Me miró sin decir nada. Continué:
- Y me estás diciendo que ese hombre, de repente, decidió engañarte para… ¿para qué?
- Para encubrir a Antonio y…
- No, eso no puede ser, Silvia, y lo sabes en el fondo
- Lo sabía todo, Cris, desde hacía meses
- Sí, pero si no te lo dijo no fue por eso, fue porque pensó que era lo mejor para ti, no para él o para Antonio, para ti y para Gema
- Pues estaba equivocado
- Sí, eso sí puede ser, pero es que no es infalible, es bueno, generoso, pero se equivoca, como todos
Me miró mientras las lágrimas surcaban su rostro. Se las limpié y dijo:
- Yo se lo conté todo cuando me enteré de lo de Carmen, se lo debía, era mi obligación como amiga
En verano, Carlos me había contado un poco de esa historia y sabía que gracias a Silvia había conocido una infidelidad de ella. Le dije:
- Y tomaste una buena decisión y él ahora no, pero no por maldad, estoy totalmente convencida
Silvia no dijo nada. Miró al frente, a la pared. Le dije:
- Silvia, sabes que Carlos te quiere con locura, cuando estuvimos juntos en verano, su tema de conversación favorito eras tú, cada dos por tres me contaba anécdotas sobre ti, sobre tus ideas, tus éxitos, le brillaban los ojos recordándote
Silvia no reaccionó. Le dije:
- ¿Te acuerdas cuando rompió con Carmen? A los dos días estaba en la oficina, abatido, cabizbajo, pero trabajando… Han pasado dos días desde que rompiste con él y ¿Sabes como está? Destrozado, llorando, totalmente hundido, casi incapaz de hablar y mucho menos de trabajar
Silvia empezó a llorar de nuevo, pero silenciosamente, sin mirarme. Continué:
- Solo ha conseguido decir que ha perdido lo más importante de su vida, Silvia, a ti, te ha perdido a ti y está totalmente destrozado
Entonces me miró, llorando sin parar. La abracé y le dije:
- Sé que es difícil perdonar tal como te sientes, pero, por favor, no tomes una decisión radical ahora mismo, por favor, deja pasar unos días, piensa detenidamente en todo, en tu relación con Antonio y con Carlos, y tienes que pensar en Gema
- Lo sé, Gema es lo más importante
- Sí, lo es, y también tú, y Antonio, y Carlos…
- ¿Me estás diciendo que perdone a Antonio?
- Noooo, no te voy a decir nada de eso, eso es una decisión tuya, pero sí te digo que te tomes un tiempo
Seguimos hablando toda la mañana. Después fui a recoger a Gema y les hice el almuerzo. Me quedé también por la tarde, entreteniendo a Gema mientras Silvia se quedaba en su dormitorio, medio durmiendo, medio llorando. A Gema le dijimos que su madre estaba malita, y su padre de viaje de trabajo.
A media tarde, Silvia se levantó y aproveché para decirle que iba a casa a coger algunas cosas, que esa noche me quedaba con ellas. Silvia fue a protestar pero se lo pensó mejor y me sonrió agradecida. Y cuando me iba a ir, me dijo:
- Dile a Carlos que…
Esperé mientras ella pensaba. Al cabo de unos segundos dijo:
- Dile que hablaremos en unos días, que no le prometo nada pero que hablaremos
Sonreí complacida, pero Silvia me advirtió:
- No le des esperanzas, solo dile eso, que necesito pensar y que hablaremos
- Vale… Vengo en un ratito… Hasta ahora, Gemita
Y me fui rápido. Me acerqué a la casa de Carlos donde sabía que Héctor lo había llevado antes de comer. Héctor estaba con él y cuando me abrió la puerta lo abracé con fuerza, todo esto estaba siendo muy duro para mí y Héctor era mi gran apoyo. Cuando entré en el salón, vi a Carlos sentado, mirando por la ventana, totalmente abatido, ahora sí que parecía un viejo. Casi ni me saludó. Me acerqué a él, acuclillándome a su lado, y le dije:
- Silvia me ha dicho...
De inmediato levantó la cabeza, esperanzado. Negué con la cabeza y seguí:
- Está muy mal, pero dice que tiene mucho que pensar y luego hablaréis
- ¿Quiere hablar conmigo?
- Sí, pero no ahora, dale un tiempo ¿Vale?
- ¿Cómo… está? ¿Y Gema?
- Silvia mal, claro, y Gema no se ha enterado de nada, cree que su madre está malita y su padre de viaje
- Ah
Le apreté una mano con cariño y, mirando a Héctor, le dije:
- Héctor y yo hemos hablado y vamos a hacer lo siguiente, yo me quedo con Silvia por las tardes y noches, y Héctor contigo
- No hace falta que se quede conmigo, pero tú sí con Silvia, por favor, apóyala en todo lo que necesite y…
- Nos vamos a quedar con los dos, no vais a estar solos
- Pero…
- Pero ya está
- No obligues a Héctor a…
- Yo no obligo a nada, ha salido de él ¿Verdad, amor?
Héctor dijo:
- Claro, yo me echo en el sofá y…
- Tiene cuarto de invitado
- Ah, vale, mejor jeje, y ya verás, Carlos, que buenos desayunos preparo ¿no, Cris?
- Los mejores jiji
Entonces miré a Carlos y seguí contándole el plan:
- Por las mañanas iremos a trabajar, no podemos dejar aquello abandonado, pero en cuanto terminemos, nos vendremos, aunque si necesitáis algo, venimos corriendo, claro
Carlos sonrió tristemente y asintió. No tenía ni ganas de protestar.
En los días siguientes todo se fue tranquilizando, que no normalizando. Las personas nos acostumbramos a todo, incluso a la muerte de un ser querido o de un cambio brusco en nuestra vida, y eso les fue pasando a Silvia y Carlos.
Vi como Carlos volvía al trabajo, aunque era una sombra de él. Trabajaba como siempre, pero no sonreía, no bromeaba, casi no comía…
Una tarde apareció Antonio en casa de Silvia. Quería hablar con Silvia sobre su matrimonio y sobre Gema. Cogí a Gema y me la llevé al parque para que hablaran sin que Gema escuchara gritos entre sus padres. Al rato, Silvia me llamó para que volviera. No lloraba y habían llegado a un acuerdo sobre Gema ya que Silvia veía normal y sano que Gema siguiera viendo a su padre a diario, pero no quiso que él volviera a la casa. Entre los dos le explicaron a Gema, de forma simplificada y dulcificada, la nueva situación.
Esa noche, cuando Gema se iba a ir a dormir, preguntó por Carlos. Miré a Silvia. Yo le había dicho que todos los días él preguntaba por ambas. Silvia dudó antes de decir:
- Ahora lo llamamos y hablas con él
Me alegré de corazón, para Carlos iba a significar mucho, y era un paso adelante de Silvia. Me hizo un gesto y llamé a Carlos. Cuando se puso, le pasé el móvil a Gema:
- Hola, Carlos
Y se escuchó sollozar a Carlos que, como pudo, se recompuso y dijo:
- Gema, preciosa, que alegría ¿Cómo estás?
- Bien
- ¿Y tu mamá?
- Está malita, y llora mucho
- Oh, vaya
- ¿Tú también estás malito?
- Un poco
- ¿Y cuándo vienes?
- No lo sé, preciosa
- Te echo de menos
- Y yo a ti, mucho
Se notaba claramente que Carlos hacía esfuerzos por no llorar. Miré a Silvia que, desde la puerta, escuchaba. Le caían lágrimas por las mejillas. Gema dijo:
- Mi papá tiene otra casa
- Oh
- No la he visto
- Ya
- Está aquí Cris, me gusta Cris, pero quiero que esté aquí mi papá y tú
- Lo sé, cariño ¿Me has hecho algún dibujo?
- Sí, ven y te los enseño
- Sí, pero cuéntame que has dibujado
- He dibujado construcciones, y tu piscina, y...
Gema se puso a hablar algo más animada. Carlos le preguntaba cosas para distraerla hasta que dijo:
- Bueno, cariño, será mejor que te acuestes
- Sí
- Buenas noches, preciosa, que sueñes con los angelitos
- Buenas noches, ven pronto, Carlos
Cuando acostamos a Gema, Silvia me dijo:
- Sé que lo está pasando muy mal, lo conozco bien
- Sí, está muy mal
- No quiero hacerle daño pero es que… no sé si podré perdonarle
- Silvia, en esto no puedo ser imparcial aunque os quiera a los dos un montón, pero es que se me rompe el alma veros así, por eso solo te puedo decir que es Carlos, si fuera otro tendría dudas, pero es que con Carlos sé que hizo eso porque le pareció lo mejor para ti, no pensó en él ni en Antonio, solo en ti, estoy segurísima
- Lo sé
- Habla con él, por favor
- No… no me atrevo
- ¿Por qué?
- ¿Y si me enfado y le digo…?
Suspiró y se calló unos segundos antes de decir:
- Le dije que no quería verlo nunca más
- ¿Y aún sientes eso?
Silvia se volvió a callar. Al cabo de un rato dijo:
- No, y estoy muy arrepentida de haberle dicho eso… Le echo de menos, mucho
- Llámalo, por favor, o ve a verlo mañana y…
- No puedo, aún me duele lo que hizo, y tengo muy mal carácter y le puedo decir otra barbaridad y...
Se quedó callada, mirando al frente. Dijo:
- ¿Ves esa foto?
Miré hacia donde ella miraba. Vi una foto de Silvia y Gema riendo. Ya la había visto y me había gustado, estaban las dos felices y contentas. Dijo:
- Fue en los primeros días tras enterarnos de la diabetes de Gema, yo me moría de preocupación, estaba fatal, hundida. Antonio tampoco reaccionaba. En cambio, Carlos no paró de ayudarnos, me dio todo tipo de facilidades en el trabajo, leyó muchísimo sobre la diabetes, preguntaba constantemente por Gema y por mí, nos dejó su casa… y… y el día de esa foto yo estaba especialmente desanimada, sentía todo el peso del mundo sobre mí, me sentía abrumada por lo de Gema, y Carlos se dio cuenta y vino a por nosotras y nos llevó a dar un paseo, y se dedicó a tontear con Gema, a entretenerla, a entretenernos a las dos, consiguió que me olvidara de todas las preocupaciones… Y eso es solo un ejemplo, cosas así te podría contar a decenas… Carlos siempre… siempre… siempre ha estado ahí para mí
Y se calló. Quería decirle algo más, pero ella no necesitaba que le recordara como era Carlos, lo sabía perfectamente. Entonces, de repente, se levantó y dijo:
- ¿Te puedes quedar pendiente de Gema?
- Eeee, claro
- Voy… voy a ir a verlo
- ¿A Carlos?
- Sí
Y sonreí feliz. Tenía claro que necesitaban hablar, y que el cariño que sentían ambos sería suficiente para aclarar la situación. Silvia miró alrededor, confusa. Entonces se dio cuenta que estaba en bata y pijama y se fue a su dormitorio. Salió al poco con vaqueros y un jersey de cuello alto. Dijo:
- No sé… no sé donde he dejado las llaves del coche
Buscamos un poco y al final dijo:
- Mejor voy en taxi, estoy muy nerviosa para conducir
Nos miramos y me dijo:
- No… no tardaré mucho, solo quiero decirle… No sé que quiero decirle, pero tengo que decirle algo, no puedo seguir así sabiendo que está sufriendo, yo...
- Tranquila, os queréis mucho, todo se arreglará
- No lo sé, Cris, no lo sé, no sé si esto es buena idea o es un arrebato estúpido, quizás mejor me quedo y…
- ¡¡NO!! perdona, no, mejor vas y habláis, estáis los dos fatal, esto tenéis que arreglarlo ya
Silvia me cogió las manos con una media sonrisa y luego se fue. Corriendo llamé a Héctor, que aún pasaba las noches con Carlos. En cuanto se puso, le dije:
- Héctor, amor, Silvia va para allá
- Oh ¿Y eso es bueno o malo?
- Es bueno, creo, pero no le digas nada a Carlos
- Ehhh, vale
- Pero déjales solos, sal de la casa con alguna excusa y déjalos que hablen entre ellos
- Vale, salgo ya ¿No?
- Sí
- ¿Quieres que vaya contigo?
- Síii, por favor, vente un ratito
Colgamos tras despedirnos y me noté el corazón bombeando sin parar. Esperaba que todo fuera bien entre ellos.
Carlos
Escuché el timbre de la puerta y me levanté con trabajo. Me sentía fatal, me costaba moverme, estaba muy bajo de ánimo aunque la llamada de Gema me había ilusionado muchísimo, Silvia me había dejado hablar con ella y había estado llorando todo el rato, emocionado y agradecido, pero intentando que Gema no se diera cuenta.
Abrí la puerta sin mirar quien era, pensando que sería Héctor que me había dicho que tenía que ir a su coche a coger algo. Tanto él como Cris se estaban portando de maravilla. No me gustaba hacerles perder el tiempo así, pero sabía que Silvia necesitaba compañía en estos momentos, y, por mi parte, podría estar solo pero agradecía un montón la compañía de Héctor, que me distraía contándome ideas, planes,… Era un chico con mucha iniciativa e ideas, me recordaba a mí con su edad, aunque él tenía la suerte de haber encontrado a su media naranja.
Mientras abría la puerta, dije:
- Te has dejado las llav…
Y me quedé con la boca abierta al ver a Silvia.
Silvia
Durante el trayecto en taxi no había parado de pensar en qué le diría a Carlos. Ya no tenía claro si seguía enfadada con él o no, si le perdonaría o no, pero al escucharlo con Gema me había dado cuenta de lo muchísimo que le echaba de menos, y como siempre me había apoyado incondicionalmente, sin pedirme nada a cambio, y se me había revuelto todo por dentro al recordar lo que le había dicho de que no quería volver a verle. Ahora tenía claro que no había maldad en su decisión pero no sabía que hacer, la confianza era importantísima para mí y él me había fallado. Lo de Antonio era mucho peor pero él era mi marido y padre de mi hija, y era en lo que tenía que pensar ahora, no en un amigo que me había fallado, pero me estaba engañando a mí misma, Carlos no solo era un amigo, esa era la realidad.
Respiré hondo y llamé a la puerta. Y cuando lo vi, me dio un vuelco al corazón. Carlos parecía haber envejecido 10 años, y eso era por mí, por su preocupación por mí, por lo que le había dicho en mi arrebato, y rompí a llorar.
Carlos
Silvia empezó a llorar y conseguí reaccionar:
- Silvia, perdóname, por favor, te he fallado y lo sé, y no sabes cuanto lo siento, no debería haberte fallado, yo…
Entonces Silvia dio unos pasos y me abrazó, hundiendo su cabeza en mi pecho sin parar de llorar. La abracé mientras seguía pidiéndole perdón, y ella lloraba sin consuelo posible, también repitiendo “perdóname, perdóname”.
Cerré la puerta y nos quedamos así un buen rato, abrazados mientras ella me apretaba fuerte sin dejar de llorar. Cuando consiguió calmarse, pero sin dejar de abrazarme, dijo entre sollozos:
- Todo… todo esto es por mi culpa
- ¿Qué? No digas eso, Silvia
- Me lo advertiste, que le hiciera más caso a Antonio, que nos fuéramos juntos de fin de semana, pero yo no…
- No, Silvia, tú no…
- Soy una histérica, una intransigente, inaguantable, déspota, he dejado de lado a mi marido y ha buscado lo que yo no le daba en otra y te he echado la culpa de todo, y te dije cosas horribles y tú no te mereces eso, soy yo, todo es por mí, por mi forma...
Cogí y aparté a Silvia de mi lado para sujetarla por los hombros y que me mirara:
- Silvia, tú no tienes culpa de lo que ha hecho Antonio, él es el culpable, las cosas no se hacen así, debería haberlo hablado contigo y…
- No le hacía caso
- Silvia, no, no te eches la culpa, tú te has desvivido por tu familia, siempre has pensado en ellos antes que en ti, lo sabes perfectamente
- Pero…
- Nosotros te hemos fallado, no tú a nosotros, nosotros somos los culpables de esta situación
Estuvimos casi una hora hablando. Luego, me vestí y la llevé a su casa. Antes de salir del coche me dijo:
- Carlos, no sé que hacer con mi vida, no lo sé, no sé si volver con Antonio o no, no sé si podré volver a confiar en él, necesito tiempo…
- Claro
- Pero sé que no quiero que salgas de mi vida, eso sí lo sé, siento muchísimo haberte dicho eso, no estaba en mis cabales, pero dame tiempo, dame espacio, necesito pensar, aclararme
- Por supuesto, Silvia
Nos miramos. Tenía los ojos rojos de tanto llorar. Entonces dijo:
- Mañana ven a ver a Gema, te echa mucho de menos y está hecha un lío con todo esto
- Gracias, Silvia, gracias
Silvia medio sonrió al ver mi emoción y salió de coche.