Así que sin más preámbulos, le dije que se abriera de piernas que me apetecía clavársela de golpe como a una zorra.
Cosa que hizo inmediatamente con cara de pícara, a sabiendas que le iba a entrar mi polla como un ariete.
Mientras le succionaba las tetas y la besaba, puse mi capullo en su chocharro y con la lubricación de mi glande y de su coño, que le iba entrando suavemente poco a poco, y sacándola un poquito para volver a meter más profundamente y gozar más.
En lo que mi amigo el cornudo marido, ya llevaba un rato atizándose un pajote contemplando la follada que le estaba metiendo a su mujer.
Ella le dijo que se pusiera al lado y que le sirviera de almohada, para estar más a gusto, mientras yo me la follaba sin misericordia.
Tal y como venía de salido y con los huevos llenos de lefa, solo pude atizarle unos cuantos pollazos más, ya que mirándo la cara de golfa folladora viciosa que ponía con mis embestidas, y el gusto que me daba, le solté el chorro de semen en su coño… y se lo llené con toda la lefa que llevaba en mis huevos, mientras miraba sonriente a mi amigo, el esposo… que tuvo la suerte de que su puta mujer le mamase un poco el capullito, mientras contemplaba como su esposa estaba siendo salvajemente follada por mí.
La sacudí los últimos pollazos antes de sacarla, para que el marido pudiera ver toda mi lefa saliendo del chocharro de su puta esposa, que le ordenó al sumiso que lamiera golosamente bien toda el esperma y los jugos de la follada que le estaban resbalando por los labios del coño, a lo que como buen marido cornudo y sumiso accedió gustoso hasta tragarse toda la lefa que la había soltado y dejarle el chochón bien limpito y sonrosadito
Y así… pasamos el finde… de manera que termine más hecho polvo que si hubiera ascendido un pico de seis mil metros.
Pero eso sí, feliz y relajado, como el séptimo cielo… Y es que la esposa de mi amigo el cornudo sumiso… es mucha mujerona y una magnífica putaza, con la cualquier macho puede morir feliz y satisfecho después de haberla follado sin descanso.