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Al regreso desde Dublín (Doblin que pronuncian los dublineses) a la residencia de unos familiares en las afueras, tomamos un taxi en la estación de Connolly.
Sonaban una tras otra las canciones de Denver. No puedo evitarlo, cuando una melodía me motiva, los dedos me bailan solos. De tal manera transcurrió el viaje.
Al llegar, el taxista, se asomó a la ventanilla.
–Disculpe señor, he comprobado que le gusta la música de John Denver.
Sin esperar respuesta, saco del lector el disco, lo enfundó...
-Para usted amigo…
Diez años han transcurrido. Mas, siempre que viajamos a Irlanda llevo consigo en la mochila el disco libreto de Amancio Prada "Canciones del alma" (sobre textos de San Juan de la cruz).
Busco por el aparcamiento de la estación con la ilusión de volver encontrarme con él y dejarle mi presente, agradecido.
Quizá suceda en otra ocasión.
Cuando escucho las canciones, y recuerdo, me emociono por partida doble.
Al regreso desde Dublín (Doblin que pronuncian los dublineses) a la residencia de unos familiares en las afueras, tomamos un taxi en la estación de Connolly.
Sonaban una tras otra las canciones de Denver. No puedo evitarlo, cuando una melodía me motiva, los dedos me bailan solos. De tal manera transcurrió el viaje.
Al llegar, el taxista, se asomó a la ventanilla.
–Disculpe señor, he comprobado que le gusta la música de John Denver.
Sin esperar respuesta, saco del lector el disco, lo enfundó...
-Para usted amigo…
Diez años han transcurrido. Mas, siempre que viajamos a Irlanda llevo consigo en la mochila el disco libreto de Amancio Prada "Canciones del alma" (sobre textos de San Juan de la cruz).
Busco por el aparcamiento de la estación con la ilusión de volver encontrarme con él y dejarle mi presente, agradecido.
Quizá suceda en otra ocasión.
Cuando escucho las canciones, y recuerdo, me emociono por partida doble.