El silencio en la habitación se hizo pesado cuando el agua cesó. Durante varios minutos, solo se escucharon los sonidos provenientes del baño, el zumbido del secador, el clic de los frascos de cosméticos al abrirse y cerrarse. Cada sonido era un recordatorio de la meticulosa preparación que estaba teniendo lugar al otro lado de la puerta.
"Se está tomando su tiempo," comenté, rompiendo el silencio.
El macho asintió lentamente, sin apartar la vista de la puerta. "Sé que la última vez te dejó marcado," dijo con voz calmada pero firme. "Los celos te atacaron durante mucho tiempo. Pero esta noche, eso no va a cambiar cómo voy a disfrutar de tu mujer. Voy a llevarla hasta el límite, como se merece. Para eso la has traído y tendrás que aguantarlo".
Antes de que pudiera responder, el ruido la puerta acabó con la conversación y nos quedamos los dos mirando fijamente esperando ver salir a la absoluta protagonista.
Ella aparición como una diosa. Su cabello, ondulado y aún húmedo en las puntas, caía sobre sus hombros enmarcando un rostro transformado por el maquillaje. Sus ojos, profundamente delineados y sombreados, parecían más grandes, más intensos. Un suave rubor coloreaba sus mejillas, y sus labios, pintados de un rojo intenso, destacaban. El conjunto transparente que vestía se adhería a su cuerpo, revelando cada curva, la línea de sus senos, la cintura que se estrechaba y las caderas que se curvaban. Sus uñas, pintadas de un rojo combinado con sus labios, completaban la imagen de una hembra preparada para una noche de placer.
El macho me miro y después se la acercó con movimientos seguros. Sin titubear, sus manos se posaron en ella mientras, con dedos expertos, comenzó a desabrochar el picardías. Separó lentamente la gasa transparente, dejando que cayera a los lados como un telón que revela un tesoro.
"Joder, qué buenas tetas, son brutales y qué cuerpazo tiene tú madura" murmuró, y su voz sonaba áspera por el deseo contenido.
Ella esbozó una sonrisa tímida pero llena de complicidad, sus ojos brillando con una mezcla de nerviosismo y excitación.
"Entonces no te contengas," respondí, sintiendo cómo las palabras salían con una mezcla de posesividad y aceptación.
"Empecemos," dijo él, guiándola hacia la cama con manos firmes.
Cuando estuvo tumbada sobre las sábanas, se arrodilló entre sus piernas. Comenzó besando la piel interior de sus muslos, ascendiendo con lentitud deliberada. Luego se detuvo, cambiando de dirección para tomar uno de sus pezones en su boca. Chupó, lamió y mordisqueó con pericia, y pude ver cómo se ponían erectos completamente y humedecidos por la atención experta del macho.
Estaban rosados, brillantes y tensos como fresones, puntas de placer que parecían buscar más la boca de nuestro invitado.
En ese momento, ella buscó mi mirada. Sus ojos me encontraron desde la cama, y en ellos pude leer una mezcla de placer y vulnerabilidad que me hizo contener la respiración. Verla así, entregada al placer que otro hombre le proporcionaba, despertaba en mí una sensación extraña: una punzada de celos que se transformaba inmediatamente en una excitación profunda al ver su entrega total, esa sensación ya me resultaba familiar.
Cada vez que su cuerpo se arqueaba respondiendo a la boca del macho, yo sentía una mezcla de posesividad y complicidad que me recorría como una corriente eléctrica.
Sus contorneos, cada vez más profundos, resonaban en mi propio cuerpo, y el espectáculo de su sumisión me producía una excitación y tensión tan intensa como contradictoria.
Finalmente, sus manos buscaron la cinturilla del tanga. Con un movimiento suave, se lo quitó, deslizándolo por sus pierna, ella le ayudó a hacerlo con un movimiento suave elevando su cadera.
Al posicionarse entre sus muslos abiertos, su boca encontró su sexo con precisión absoluta.
Ella disfrutaba en silencio al principio, su cuerpo respondiendo con temblores y arqueos, mientras sus manos se aferraban a las sábanas. Pero a medida que la intensidad aumentaba, los pequeños gemidos ahogados comenzaron a escapar de sus labios. Sus caderas empezaron a moverse con un ritmo involuntario, siguiendo el compás con la boca, que el macho marcaba.
El chico continuaba con su tarea cada vez a más velocidad y mi mujer miraba al techo fijamente, una mirada perdida que sólo reflejaba el placer que estaba sintiendo, mientras su cuerpo de manera involuntaria dada espasmos y se arqueaba. ,
Finalmente ya entregada totalmente, el organismo la alcanzó más rápido de lo normal en ella lo que demostraba la pericia del chico en ese arte. Fue con una serie de gemidos contenidos, profundos y guturales, que parecían salir de lo más hondo de su ser. Su cuerpo se tensó como un arco, ofreciendo sus senos al techo, antes de desplomarse en las sábanas, exhausta y completamente derretida de placer.
Yo desde mi butaca, sentía cómo cada una de sus reacciones de placer me sacudían de excitación y asombro ante esos, los primeros momentos y me hacían presagiar lo que quedaba por venir.
El macho apartó la.cabeza de entre las piernas de ella que yacía inmóvil y jadeante, mientras en su boca saboreaba toda la esencia que había sacado de su trabajo.m
Se puso de pie y bajo la toalla se veía claramente que estaba preparado para cobrarse el buen trabajo que había hecho, y que era el momento de reclamar que se lo devolvieran.
Ahora le toca a ella pensé y como si el chico me hubiera leído el pensamiento, nuestra mirados se cruzaron mientras dibujaba una sonrisa, presagio de lo que sabía que iba a disfrutar.
Seguimos otro día.