Es como dices: ellas tienen las mismas ganas de pasarlo bien que los hombres, pero es posible, y hablo por lo que he vivido, que ellas mismas crean que no es así, debido a los roles y educación que se les han inculcado desde la infancia. Ahora quizá ya no tanto, pero ya veremos en el futuro.
Mi mujer siendo aún mi novia, cuando hablábamos de sexo me decía que para follar tenía que haber algo más. Algo más que ganas de follar o de sexo, se entiende. Un sentimiento de amor o algo parecido; algún vínculo. No como pensamos los hombres, en mayor o menor medida, de: mira qué buena está esa tía, si la tuviera a cuatro patas le daba bien duro.
Años más tarde, habiendo dado ya el paso de probar otros hombres como hotwife, con sus primeros chicos no sé hasta qué punto podría ella haber llegado a la conclusión de que cuando se animó a follar con cada uno de ellos existía ya ese "algo más" para poder hacerlo. Diría que, aparte de no haber reflexionado mucho sobre ese asunto, en su subconsciente pudo haber anidado la convicción de que el haber estado previamente chateando con ellos y haber creado cierto ambiente cómplice y divertido entre ambos podría haber convalidado eso que ella había denominado muchos años antes "algo más".
La prueba definitiva llegó cuando un día fuimos a conocer a uno y físicamente no le gustó. Ya no había ido muy convencida a aquella cita y el rechazo que la apariencia del chico le produjo pareció haber sentenciado definitivamente cualquier proyecto de llegar, ese día o posteriormente, a algo con él. Aún así se mostró amable y educada. Dado, además, que habíamos viajado cierto trecho en coche para aquel encuentro, nos quedamos tomando algo con él por el pueblo.
Con el paso de las horas, algún vinito, y cierta actitud como macho corneador mostrada por él, las cosas fueron tomando otro cariz. Al final llegamos a un momento y lugar en que se había desarrollado lo suficiente el morbo de la situación para ello y acabó metiéndole el rabo en un lugar discreto al aire libre. Culminamos la jornada los tres sentados en un banco, uno a cada lado de mi mujer, introduciéndole los dedos en su encharcado coño a petición de ella misma. - Metedme los dedos en el coño los dos a la vez. Nos había dicho.
Ya de regreso en el coche me confesó: - Hoy he aprendido que no se necesita atracción física para disfrutar del sexo. Tenía entonces 51 años. Le costó tiempo, pero llegó finalmente a la conclusión. Supongo que otras muchas mujeres no llegarán nunca a ella porque no tendrán ocasión de vivir alguna situación similar que les muestre la evidencia.
Tras esta experiencia hablamos en alguna ocasión sobre sexualidad y esas cosas. En una de esa ocasiones le dije que había abierto su mente y que podía ver el sexo como lo vemos los hombres. AHORA FOLLAS COMO UN HOMBRE.
La sentencia debió gustarle porque al ir a conocer a otro chico, al que por cierto, habíamos contactado o había yo buscado porque tras la cita anteriormente referida, estando al regreso desatada como estaba al haber visto la realidad de otra manera, me había dicho: - Creo que es momento de que me busques chicos nuevos para follar. Al poco rato de estar con este chico nuevo, estábamos sentados en una cafetería y le soltó: yo es que ahora follo como un hombre. Al tipo se le enarcaron las cejas al oír semejante confesión, pero no dijo nada

A partir de entonces ha tenido polvos en ambas variantes: como hombre y como mujer. Follar por follar porque en ese momento le apetece tener sexo y follar con tíos con los que, seguramente no amor, pero sí existía "algo más".