Nunca he sido de follar y ya. He tenido más interés en conocer a la persona que en el sexo en sí (que también me gusta, ojo). El caso es que las mujeres que he conocido se han sentido con confianza para explorar tanto desde el punto de vista físico como de la imaginación y el deseo.
La conocí hace ocho años, era delgada, morena, con un pecho precioso que se cimbreaba con elegancia mientras me cabalgaba; dondolare, decía en italiano. Andaluza, con ese toque racial del sur y la piel tan morena que me vuelve loco. Era realmente inteligente, había estudiado una rama de esas de la medicina que son muy difíciles. Le encantaba leer, nos gustaban los mismos autores.
No estábamos solamente follando, queríamos conocernos, nos poníamos a prueba. Mirábamos al otro con admiración y calibrábamos la mercancía. Esa fase en que la química del cerebro es tan fuerte que no consigues ver nada malo, todo era ilusión, sonrisas y miradas de complicidad.
En la cama era buena. No la mejor en el plano puramente sexual, en el contacto. Pero era una guarra tremenda, una pervertida que no había salido del cascarón: había tenido parejas pero de las que son convencionales en el sexo. Yo vi su potencial desde el principio y le di cuerda, como siempre me gusta hacer. Nunca olvidaré la noche que me confesó su mayor fantasía. Quería follarse a su padre y a su hermano, pero especialmente a su padre. Quería ser la mujer de la casa, decía que eso le daría poder sobre su madre y el lugar preeminente en la familia que quería ostentar.
Era una familia normal, con sus tiras y afloja como la mayoría, pero lo que yo vi me pareció corriente. Esa fantasía y la forma en que la argumentaba me parecía muy erótica. El sexo como forma de ordenar la jerarquía. He pensado mucho sobre ello y creo que tenía razón.
Le gustaba también la sumisión, me pedía que la orinase y lamía mis manos y mis pies como una perra. Estuve enamorado de ella y la recuerdo con mucho cariño. A lo mejor era más mujer de lo que yo podía gestionar, siempre me quedaré con esa duda. Me consuela pensar que ella también debe acordarse de mí.
Salud doctora, y espero que seas feliz allá donde estés.