Fantasías sexuales de las españolas 2º parte

A la mañana siguiente Paloma toma el primer café del día. Conforme a su costumbre, es la primera en aparecer, aún no ha llegado Sebas. A pesar de su buena forma tiene agujetas. Las posturas adoptadas ayer y el esfuerzo colgada, así como la tensión transmitida a sus músculos, hacen que se resienta.

Sin embargo está satisfecha: ¡vaya polvazo! Ayer se lo contó a sus amigas del foro y están que rabian.

- ¡Qué suerte tienes cabrona: menuda aventura y menudo semental te ha caído del cielo!

- Ya nos gustaría a nosotras probar todas esas cosas…

- Sí, pero ahora, una vez pasado el calentón, te arrepientes: no tengo el cuerpo ya para estas fiestas, que son cuarenta y cinco años.

- Ni de coña te arrepientes tú, zorra.

- Jajaja: es verdad - reconoce ella.

A pesar de su fantasía habitual con Ricardo, hasta hoy no se consideraba masoquista, pero es cierto: el juego la pone. No es que le guste que le peguen o que le den azotes, pero el morbo y la intensidad de la experiencia la ponen a mil. Como si el dolor pusiera el cuerpo en estado de alerta y por tanto (mucho más sensitivo), fuera capaz de multiplicar el placer.

En fin, que le gusta y está dispuesta a continuar. Afortunadamente, hasta dentro de un par de días no puede quedar con Stefano: una sesión de esas a diario la dejaría para el asilo. Se mira las muñecas y las frota. Mañana se va a apuntar a las clases de CrossFit en el gimnasio. No solo para estar más fuerte de cara a sus encuentros con Stefano y poder aguantar mejor, sino como coartada, porque tarde o temprano su marido acabará dándose cuenta de los moratones y arañazos. Su amante parece tener un cuidado exquisito en no dejar marcas, pero a veces alguna es inevitable. Las clases de CrossFit en su gimnasio son salvajes. Si su marido pregunta, solo tiene que llevarlo un día a ver como las chicas levantan ruedas de camión, suben por una soga o hacen flexiones arrastrándose por el suelo.

- Buenos días Paloma.

- Hombre Jaime ¿qué tal?

Méndez mira hacia fuera y aunque no hay nadie cierra la puerta.

- ¿Puedo hablar un momento contigo?

- Claro.

- Oye, respecto a tu expediente, he averiguado alguna cosa que te puede resultar interesante.

- Pues cuéntame...

- Bueno, resulta que tenías razón. La constructora ha trabajado en varias obras de envergadura. Y no solo con las tres empresas que mencionabas: hay dos más.

- ¿Dos más?

- Si. Lo que pasa es que no ha sido aquí sino en la provincia.

- ¡Vaya! esas no las tenía controladas.

- Ahora te paso los nombres pero eso no es lo más interesante. Entre la documentación que aportan ya sabes que debe estar la declaración de quiénes componen el consejo de administración o la Junta directiva. Se repiten algunos nombres...No todos ni en todas las empresas, pero hay al menos dos que sí: Fernando Muguruza y Gabriel Morales.

Paloma asiente.

- ¿No los apuntas?

- No hace falta: ya lo sabía.

- Vaya. Llego tarde.

- No te preocupes, te lo agradezco de todas formas.

- ¿Cuáles eran las empresas que actuaban en la provincia?

Jaime coge un boli y escribe dos nombres en un papel.

- Ahí las tienes, pero a menos que conozcas a alguien en los respectivos ayuntamientos, solo podrás acceder a la información que hay en la comunidad y ahí vas a encontrar poco.

- Ya, pero de todas formas gracias por la gestión.

- ¿Cómo lo llevas Paloma? ¿Tienes algo?

Ella duda un momento. Como si pensara hasta dónde puede contar y hasta donde no. Al final se decide: no quiere parecer descortés con un compañero que se está preocupando por ella. Y con este tipo de historias, es mejor tener a alguien que te eche una mano por si las cosas se complican.

- He cruzado datos, igual que supongo que has hecho tú. Y si, efectivamente hay algo que huele regular. Distintas promotoras consiguen adjudicaciones de parcelas en subasta pública. Los procedimientos son sospechosos porque al menos en un caso, se ha demostrado que posiblemente conocían de antemano que terrenos se le iban a conceder. Solo presentan documentación correcta y detallada para aquellas que finalmente les adjudican ¿Para qué molestarse en presentarla en aquellas que no les interesaban? y si realmente les interesaban ¿por qué no han sido igual de escrupulosos que con las demás?

- Porque están jugando al despiste. Quizá para no dar pistas sobre cuáles eran sus intenciones al resto de pujadores.

- O quizá para enmascarar un acuerdo de concesión amañado.

- Puede ser.

- El caso es que tenemos tres empresas (cinco según tu) que, aunque en teoría no tienen nada que ver entre ellas, utilizan este procedimiento extraño para hacerse con terrenos que han sido recalificados.

- Pero resulta que sí tienen que ver…

- Efectivamente: utilizan la misma constructora y además resulta que algunos de los cargos han ido emigrando de una a otra empresa ¿Por qué montar una promotora para cada proyecto?

- Nadie les impide hacerlo así.

- Venga Jaime, que los dos tenemos el culo pelado después de tantos años arrastrándolo por urbanismo.

- Tienes razón, esto huele extraño.

- Exactamente. Esta gente como mínimo contaba con información privilegiada o en el peor de los casos, estamos ante adjudicación a dedo. En cualquier caso suficiente para abrir una investigación.

- ¿Crees que con solo eso lo abrirán? Además, si estás en lo cierto debe haber implicado alguien de dentro. Y si tiene capacidad para adjudicar, no debe ser un funcionario de medio pelo. No te lo van poner fácil.

- Ya. Por eso debo investigar más.

- Y ¿dónde?

- A pie de obra. Claro. Seguramente si tenían tanta prisa habrán cometido errores. Están construyendo desde el primer día. Pediré facturas, albaranes, memorias de calidades

... que te apuestas a que se han adelantado tanto que ya tenían algo comprado y han firmado con subcontratas antes de la adjudicación. Además hay otro tema...

- ¿Cuál?

- Ese te lo cuento cuando lo tenga seguro - comenta Paloma bajando la voz, ha oído ruido fuera. Es el Sebas que acaba de llegar.

Méndez gira la cabeza hacia la puerta y tiene a bien cerrar igualmente el pico solo unos instantes antes de que el administrativo entre en el despacho. O más bien haga el intento de entrar porque al ver a Méndez allí se detiene en la entrada.

- Perdón, no sabía que estabais reunidos.

- No, nada Sebas, solo era una visita de cortesía ya me iba. Bueno Paloma hasta luego. Ya sabes: si hay algo en lo que te pueda echar una mano no tienes más que decírmelo.

- Gracias Jaime.

- ¿Que quería ese? - pregunta Sebastián nada más irse el inspector. Que Méndez aparezca tan temprano a hacerles una visita de cortesía le parece tan poco probable como que nieve en el desierto.

- Nada, solo estaba curioseando un poco. El expediente que llevamos ahora era suyo.

- Ya - Replica cruzándose de brazos - ¿Y porque le interesa ese expediente?

- Bueno, ya sabes cómo somos los inspectores, cuando nos echan un hueso no nos gusta que nos lo quiten.

- Pues me parece que tú estás escarbando mucho paro encontrar ese hueso. Y además no me dejas ayudarte.

- Sebas, me estás ayudando mucho: me quitas toda la morralla de en medio para que yo me pueda concentrar en hacer mi trabajo.

- Gracias por el cumplido pero nos conocemos, guapa. Tú confías demasiado en mis capacidades, que los dos sabemos que son muy buenas, como para tenerme haciendo trabajos de segundo nivel. No sé dónde andas metida pero me estás dejando a propósito al margen.

Ella no mueve ni una pestaña, ni altera un milímetro su sonrisa, la buena (no la sarcástica), que reserva solo a unos pocos íntimos.

- Sebas esto es un marrón y posiblemente de los buenos. No sé por dónde van a llover las hostias pero prefiero que de momento, hasta que lo tenga todo controlado, solo metamos mano los imprescindibles. Ya sabes, cuestión de rango.

Sebas se da cuenta perfecta de lo que trata de hacer. Lo está protegiendo. Paloma no duda ni un momento de su lealtad ni de las capacidades de su administrativo, de hecho, ha sido él el que la puso sobre la pista del primer indicio. Pero el tema se sale de la rutina del departamento y puede ser algo gordo, de esos que esparcen mierda en todas direcciones como cuando lanzas una cagarruta contra un ventilador y ella calcula que muy pocos están tan locos como para ir contra una o dos inspectores del departamento de urbanismo, pero si las cosas vienen mal dadas, un simple administrativo es carne de cañón.

- Mira bonita, ya soy mayorcito para cuidarme solo, que sepas que me ofendes.

- Ya se te pasará.

- O igual te mando a tomar viento a la Farola de Málaga y pido el traslado.

- Cuando quieras te lo tramito.

- Eres insoportable ¿sabes?

- Mientras te ofendes ¿me podrías preparar un café?

- Prepáratelo tú que no soy tu criada.

Paloma sonríe: ya tiene que estar cabreado Sebas para no hacerle un café. Él, que presume de darle el toque exacto a la maquinita de cápsulas. El mejor café de todo el departamento, se suele vanagloriar cada vez que, sin necesidad de que ella se lo pida y como si le estuviera leyendo el pensamiento, le acerca una taza en el momento adecuado.

Diez minutos después, recoge y sale provista de su mochila de campo.

- ¿Dónde vas? - pregunta Sebastián.

- A hacer mi trabajo. Luego te traigo pastas.

- No me apetecen, gracias.

- Ya veremos - dice ella antes de salir. Sabe que el enfado le durará toda la mañana pero no mucho más. Sebas no puede estar dos días seguidos sin hablarle. La quiere demasiado aunque no sea capaz de decírselo.

Sale contenta y agradece la brisa matutina en el rostro, que aclara y disuelve los malos pensamientos. Está alegre porque después de muchos días haciendo trabajo de rata de oficina, hoy por fin pisa calle, que es lo que a ella le gusta. Lástima que no pueda quedar con Stefano. En quince días han tenido unos cinco encuentros y todos han sido emocionantes e intensos como el primero. Siempre metiendo alguna innovación, yendo un poquito más allá, dejándose manipular y poseer por su joven amo.

Espera ansiosa el siguiente encuentro y posiblemente podría ser mañana. Stefano le ha confirmado su disponibilidad. Es único problema es que tiene el día muy complicado: por la mañana hay reunión con el jefe de departamento y no puede escaquearse. Lo cual traslada el problema a la tarde noche. Su marido podría hacerse cargo de la niña sin dificultades, no es un día que tenga nada planeado salvo sorpresa de última hora. La cuestión es si no sospechará otra excusa.

Afortunadamente, a veces el destino se alía con nosotros y en vez de llevarnos la contraria, nos tiende un puente de plata a nuestros deseos y tal vez a nuestra perdición. Pero ¡qué perdición más rica! piensa Paloma cuando la llama su jefe.

- ¿Dónde estás? he pasado por tu oficina.

- Salgo a visitar unos solares, ya sabes, el trabajito ese que me encargaste que no podía esperar.

- Vale, perfecto ¿cómo lo llevas?

- Progreso adecuadamente, como los niños en el cole… pronto tendré un informe preliminar.

- Muy bien, en cuanto lo tengas me llamas, no hacen más que darme la tabarra con esto.

“Pues ya verás cuando el teniente de alcalde y quien quiera que esté medrando en este tema lo lean”… piensa Paloma aunque se abstiene de adelantar nada. Bastante follón tendrá ya con la que se va a liar, como para poner sobre aviso a todos los que pueden ponerse nerviosos con este tema y que le anden tocando los ovarios a todas horas. O peor aún, que la retiren del caso, que por otro lado no le parece mala idea. Por primera vez casi que echa de menos la rutina, bendita rutina que le permite concentrarse en lo que ahora le interesa: en su aventura con ese chico caído del cielo. Ha rejuvenecido veinte años de una tacada.

- Paloma ¿estás ahí?

Joder, su jefe, que se le ha ido la cabeza a otros lares.

- Sí, sí, dime.

- Que te comentaba lo del acto de mañana.

- ¿Mañana? ¿A qué hora?

- A las seis de la tarde, una pequeña recepción con empresarios, cargos del ayuntamiento, de la comunidad, etcétera, lo típico. Ya sabes lo que les gusta a los políticos dejarse ver.

- ¿Y porque tengo que ir yo?

- Porque el teniente de alcalde ha insistido en que esté urbanismo y que yo vaya con mi equipo en representación del área. Y si me toca joderme a mí y ponerme traje y peinarme, pues vosotros igual, todos los inspectores jefe a desfilar.

- Yo no cobro tanto como para aguantar pelmazos fuera de mi horario laboral.

- Está casi dentro de tu horario laboral. Además, no seas sosa. Te van a invitar a merendar, a una copa y vas a conocer gente interesante.

- Abrevia y no me vendas la moto ¿es una orden?

- Tú verás Paloma…

- Vale, veo que es una orden: ahí estaré, pero me debes una.

- Muchas gracias por tu comprensión. Mañana tráete algo bonito puesto y no olvides sonreír aunque sea un poquito.

- ¿Le vas a decir lo mismo al resto de inspectores o esto solo es válido para la única que lleva falda?

- A esos no necesito decirles nada: ya mueven la cola solos cuando les ladro, a ti es que te tengo un cariño especial.

- Jefe, con todos mis respetos: ¡vete al carajo!

- ¡Que tengas buen día tú también!

Al principio, Paloma se sube al coche cabreada. Odia que le cambien el ritmo y que la hagan asistir a ese tipo de eventos estúpidos. Mucha gomina, mucho aprovechado, mucho lameculos y poco seso. Ya lleva suficiente tiempo allí como para saber que alguien como ella lo tiene difícil para medrar en este tipo de reuniones. No es así como se ha ganado el puesto. Pero luego, su mente se pone a funcionar y de repente se da cuenta de que tiene ya una excusa perfecta, porque además es verdadera, para escaparse mañana por la tarde. Dos horas como mucho de fiesta. Posiblemente pueda escurrir el bulto una vez que se haya dejado ver, su jefe esté contento y ella haya estrechado unas cuantas manos, tras estar un rato disponible por si alguien le quiere preguntar cualquier cosa. Si su superior la quiere exhibir como la inspectora más cabrona de su departamento, tampoco le cuesta darle un poco de gusto. Y luego a ver a Stefano.

Pone en marcha el coche y llama a Javier.

- ¿Javier?

- Dime.

- Mañana tarde tengo jaleo, me acaba de llamar Marcial. Una recepción a políticos y empresarios y quieren que vayamos los inspectores de urbanismo.

- Vaya por Dios.

- ¿Tienes planes o busco niñera?

- No, que yo sepa no tengo nada.

- Oye ¿y no te apetecería venir conmigo? - Paloma le echa un órdago para apuntalar bien su coartada.

- ¿Y qué pinto yo allí? ¡Menudo coñazo!

Javier ya la ha acompañado en otras ocasiones y se ha aburrido soberanamente. Un sitio donde tienes bebida gratuita pero no puedes beber hasta coger el punto, porque te miran raro, a menos que seas un mandamás, claro.

- Dímelo a mí.

- Bueno esta noche nos vemos.

- Ok.

Mira tú por dónde se le acaba de arreglar el día, piensa satisfecha. Ya tiene coartada para mañana.
 
Recuerdo la serie, también yo era muy pequeño y como dato anecdótico: Sandokan fue el primer libro que leí por propia voluntad, antes todo eran cómics y relatos ilustrados. Desde ese momento me pasé a los libros y hasta hoy. Emilio Salgari fue uno de mis autores de referencia de juventud, junto con Alberto Vázquez Figueroa y otros, pero Salgari fue el primero...

Los primeros míos fueron de Julio Verne,

Estaba obsesionado con Vázquez Figueroa. Creo recordar que el primero que leí de él fue La Iguana.

Ay ay ay COSMOS de Carl Sagan. Tengo el libro como oro en paño y leído y releído, 😀😀😀😀
 
Los primeros míos fueron de Julio Verne,

Estaba obsesionado con Vázquez Figueroa. Creo recordar que el primero que leí de él fue La Iguana.

Ay ay ay COSMOS de Carl Sagan. Tengo el libro como oro en paño y leído y releído, 😀😀😀😀
Carl Sagan es un referente en pensamiento lógico y escéptico y uno de los mejores divulgadores que yo haya visto jamas. Es un GRANDE!!!!

De Vázquez Figueroa yo creo que me lo he leído todo. Ya no lo sigo tanto pero en mi juventud me bebía sus novelas y libros de viajes. Creo que el primero que leí fue "El Perro", pero me impresionó Tuareg y también Anaconda, su autobiografía.

Submarinista, aventurero, corresponsal de guerra y escritor, todo lo que en aquella época yo hubiera querido ser.
 
Al día siguiente Paloma toma una copa de vino mientras observa el panorama. Solo lleva media hora de recepción y ya está hasta el coño. Aparte de hacer acto de presencia y cerrar filas en torno a su jefe, se confirma que no pinta nada allí. Aquello es terreno para correveidiles, medradores y pescadores a río revuelto, pero se consuela pensando que en un par de horas estará en la habitación del hotel con Stefano.

¡Que no habrán visto a esas cuatro paredes en tan solo quince días y lo que todavía les queda por ver! piensa con una sacudida de gusto.

Va vestida elegante, con vestido corto (no muy corto) y chaqueta abierta. Lo de menos es la ropa que luce porque como dice Stefano, para lo que le va a durar puesta... No obstante hoy está juguetona y ella también quiere sorprenderlo. Se ha traído un gabán que la cubre hasta casi los tobillos. De corte elegante y ceñido a la cintura. Tiene pensado cambiarse en el coche y presentarse la habitación solo con la lencería. Paloma saborea el vino. Si se toma un par de copas de más se atreverá a... Mueve la cabeza incrédula ¿de verdad está pensando eso? Se le acaba de ocurrir que ¿por qué lencería? ¿Por qué no presentarse totalmente desnuda? Se imagina la cara de Stefano cuando se abra el gabán y lo deje caer a sus pies y vea que no lleva nada debajo.

- Paloma ¿sabes quién es aquel?

Ella vuelve rápidamente a la realidad, Méndez le está hablando.

- ¿Quién?

- El que está con Padilla. Es uno de los empresarios que han invitado, fíjate tú por dónde, el gerente de Wkm.

- ¿Has hablado con él?

- No, no tengo el placer de conocerle ¿quieres que nos presentemos?

- ¿Sabe quién lleva su expediente?

- No debería…

- Ya, no debería… - repite sarcástica Paloma que no se fía de nadie - Espérate un momento aquí, Jaime, que voy a reconocer el terreno.

Paloma se acerca y finge que va a coger un canapé de la mesa dónde están situados los dos empresarios.

- Perdón ¿me disculpa? me encantan los crepes de salmón.

- Por supuesto, están deliciosos. Yo ya he probado media bandeja - responde el gerente - Soy Juan Pedro Ruiz, de la promotora WKM - dice el tipo, animándose ante una de las pocas mujeres presentes en el evento.

- Paloma Gálvez, inspectora de urbanismo.

- Encantado de conocerla.

Durante diez minutos intercambian conversación. El tal Juan Pedro no reacciona a su nombre ni a su imagen. Ni siquiera a su puesto como inspectora: todo el interés parece centrado en impresionarla y quizá en investigar si hubiera una posibilidad de tirarle los tejos. O aquel tipo es el mejor actor del mundo o no tiene ni idea que es ella la que lleva su expediente.

“Bueno, pues mejor que siga siendo así” piensa y luego, con un requiebro educado pero firme, abandona el campo volviendo a dejar solos a los dos hombres.

¿Dónde se habrá metido Méndez? Lo busca con la mirada y no lo ve. Debe haber ido al servicio o quizás le haya cogido la delantera a la hora de escaquearse de la reunión. Su mirada se detiene en su jefe, Marcial, que está haciendo relaciones públicas con el teniente de alcalde y dos tipos que no conoce, pero que sin duda deben ser empresarios influyentes. El jefe se da cuenta que los mira y le hace una señal para que se acerque.

“Vaya tela” - piensa ella – “¿para qué me habré fijado? ya va a exhibirme este capullo.

Efectivamente, aterriza en medio de cuatro miradas que van desde la sonrisa bobalicona de Marcial, a la de tiburón de los dos empresarios, pasando por la indiferente del teniente de alcalde.

- Esta es Paloma Gálvez, una de nuestras mejoras inspectoras.

- Y de las peores: soy la única mujer del equipo - afirma ella, lo que provoca la risa de todos.

- No tiene usted pinta de ser de las malas - afirma uno de ellos presentándose - Valentín Jurado - dice ofreciéndole la mano.

El otro también se presenta aunque con menos entusiasmo. Otros tres minutos de charla en los que el tal Valentín muestra interés por ella y por su trabajo. Pregunta demasiado y de forma demasiado incisiva. Este es de los que no pierden el tiempo: quiere saber quién es quién en urbanismo. El teniente de alcalde le habla con cierto respeto y bastante deferencia: el tipo debe ser un pez gordo. Paloma contrataca preguntándole a qué se dedica. Responde que a consultoría de empresas.

- ¿Qué empresas?

- Digamos que soy un freelance.

Marcial le echa una mirada reprobadora, como diciéndole: “no te pases Paloma que este y el teniente de alcalde parece que son pedo y culo, y están en situación de darle una hostia a urbanismo en cualquier momento. Así que tranquilita que te conozco, guárdate la ironía y vuelve a enfundar el colmillo que está goteando veneno… con estos no se juega”.

Muy bien, Paloma ya tiene pues excusa para iniciar su retirada. Mira el reloj: ya ha pasado una hora y cuarto.

- Marcial ¿te importa si me voy ya? temas de logística en casa. Tengo que recoger a la cría, con tan poco tiempo no he podido organizar quién se quede con ella – miente.

- Claro, claro, gracias por haber venido.

- Ha sido un placer.

Valentín le vuelve a tender la mano:

- Encantado de haberla conocido, señora.

- Igual digo - afirma Paloma.

Se marcha lentamente, despidiéndose de algunos de sus compañeros. Pero cuando llega a las escaleras sus piernas parecen cobrar prisa. Ahora solo tiene una cosa en la cabeza y son las próximas tres horas que va a pasar con su amante. Es el margen de tiempo que se pone, una recepción en el ayuntamiento no da para mucho más y no quiere estirar la cuerda diciéndole a su marido que continúan la juerga fuera, como el día de la jubilación.
 
Cuando llega al parking del hotel, abre la guantera y saca un pequeño estuche. Un regalo de Stefano. Lo abre y comprueba que dentro están los tres dildos metálicos con los que jugaron en la última sesión. El estómago se le contrae y un relámpago cruza su columna vertebral desde el coxis hasta el cuello. Las imágenes acuden vívidas a su mente y su vello se eriza poniéndole la piel de gallina, como si estuviera allí de nuevo. Casi puede oler a Stefano y el suave olor a lavanda que desprenden las sábanas: huele a sexo y flores. Está con dos esposas una en cada mano y cogidas a cada extremo del cabecero. Las piernas también las tiene atadas, en este caso con las vendas que habitualmente utilizan. Igualmente, cada una a un extremo, formando un aspa sobre la cama. Abierta y expuesta a merced de su amante. Una situación que le sigue provocando un intenso morbo cada vez que se repite. La única variante, es que esta vez ella está boca abajo.

Los dedos expertos de su amante la recorren y su lengua llega a recovecos que parecen imposibles en aquella postura. Cuando ya la considera preparada, Stefano le enseña el estuche y lo abre, mostrándole los tres consoladores plateados. El pequeño apenas un plug, uno mediano (del tamaño de un dedo, algo más grueso y no mucho más largo) y el tercero del tamaño de un pene normal, por supuesto, nada parecido a lo que le cuelga a Stefano entre las piernas.

Nota como el metal le recorre las nalgas, los muslos y luego, la raja del culo, deteniéndose un momento en su ano.

- ¿Tu marido te ha follado alguna vez el culo? - pregunta Stefano.

- No, nunca - responde ella con la boca seca por la tensión sexual a la que la está sometiendo su amante.

- Pues eso habrá que remediarlo - murmura mientras distribuye una capa de lubricante. Juguetea con el agujero e incluso introduce un poquito el dedo para asegurarse de que ella lo admite – Relájate, estás muy tensa.

Luego, toma el más pequeño y a la vez que con una mano la masturba desde atrás, presiona y se lo introduce en el culo.

Entra sin dificultad arrancándole a Paloma un gruñido que no está claro si es de satisfacción o de sorpresa. Stefano comprueba satisfecho como se va excitando y también como se humedece. Buen observador, se da cuenta de que su sexo ahora reacciona mejor que en los primeros encuentros, segregando más flujo. Parece que el aumento del deseo y de la actividad sexual, ha reactivado su cuerpo aletargado después de muchos años de rutina.

Selecciona el segundo dildo y lo pasa por su coño. Juega con él y apenas necesita lubricarlo para que entre. Una vez acomodado, comienza una estimulación simultánea de ano y vagina que acaba llevando a Paloma al orgasmo. Stefano siempre le proporciona al menos uno distinto cada vez que se encuentran. A ella le gusta repetir con su lengua, es un auténtico experto y también suele reservar otro para la penetración. Tener aquel gran trozo de carne dentro puede ser a veces molesto o incluso doloroso pero Paloma, se siente dueña del chico cuando lo tiene en su interior. Aunque sea él, el que la esté poseyendo, aunque la tenga sometida y atada a su merced. Cuando la penetra, tarde o temprano acaba llegando un momento en que el chico pierde el control y embiste furiosamente. En ese instante sabe que es suyo que lo tiene atrapado. El orgasmo que entonces la asalta, es el más intenso y más bonito todos.

Lo cierto es que el muchacho se preocupa y no deja de innovar, introduciendo al menos cada vez una forma diferente de hacerla llegar al clímax. Cuando se despidieron, limpió con cuidado, casi con ceremonia los cilindros y devolviéndolos a la caja cuál si fueran ornamentos religiosos o sagrados, se la entregó.

- Toma, tienes que usarlos al menos una vez al día. Empieza por el más pequeño. Lubrícalos y ve con cuidado, no quiero que te hagas daño. Una herida ahí sería contraproducente y a partir de ahora, tu culo me pertenece. Solo quiero que tu ano se vaya adaptando y vaya cogiendo elasticidad. Pronto lo intentaremos y si has hecho bien los deberes, me derramare dentro de ti.

La sola mención de su amante a eyacular en su culo enardece a Paloma. Su clítoris se tensa. Ha recibido la leche de Stefano en su boca, en su piel, pero nunca dentro de ella sin el condón. Se imagina ese miembro escupiendo semen, marcándoseles las venas con cada pulsación y complementando el placer que ella siente cuando él se descontrola al eyacular en su interior, vaciándose para ella y en ella.

Aprovecha ese momento de subidón para poner en marcha una pequeña picardía que se le ha ocurrido. Ya tienen repartidos los roles de amo y sumisa pero eso no implica que ella no pueda sorprender a Stefano. También tiene iniciativa, es de las que le gusta tomar el control y dirigir su propia nave, en este caso, su propio placer, manipulando también el de su amante. Es hora de que ella tome algo de protagonismo en el juego, así que ha decidido darle una pequeña sorpresa.

Abre el estuche y selecciona el dildo mediano. El plug es demasiado pequeño, apenas supone una declaración de intenciones y el otro es demasiado grande para andar con él sin que ella parezca un pato mareado o que va estreñida. El mediano tiene el tamaño justo, piensa mientras coge un poco de gel lubricante y lo embadurna. Mira a un lado y al otro: el parking está desierto y oscuro. Echa los asientos atrás y levanta las piernas poniendo los tacones en el salpicadero. Aparta a un lado la braga y respira tratando de relajarse. Se toca con el dedo central, pasando la yema sobre su clítoris que reacciona inmediatamente. Se relame con los ojos entrecerrados, anticipando el momento en que la monte Stefano.

El dildo se desliza sin encontrar demasiada oposición, solo la que una postura un tanto incómoda le provoca. Se imagina que es la verga de su amante aunque sabe que no hay comparación ni en tamaño, ni en grosor. Curiosamente, eso la hace mojarse un poco más en vez de preocuparla. El final del consolador que forma una protuberancia plateada, topa con su esfínter. Un leve gemido se escapa de los labios de Paloma que tiene que hacer un esfuerzo para no seguir masturbándose.

“Paciencia, paciencia”, se dice mientras encoge las rodillas y recupera la postura vertical. Trata de colocarse la braga en su sitio pero se engancha con el consolador. Cuando lo consigue, coge su bolso y sale del coche.

Se sube un momento la falda, tras comprobar que nadie la ve y se coloca bien la braga. Luego se quita la falda y la tira al asiento. La blusa y el sujetador siguen el mismo camino mientras se coloca rápidamente el gabán. Hubiese preferido ir desnuda del todo bajo la prenda, pero no confía en que se le salga el dildo sin las bragas para contenerlo y se le caiga por el pasillo, a la vista de alguien.

Ahora sí, cavila mientras contenta se dirige al ascensor. Camina despacio, intentando que su ano no expulse el juguete. Aprovecha el espejo de la cabina para repasarse el lápiz de labios con un tono rojo mucho más intenso. Se ve guapa y sonríe. Ella también tiene sus sorpresas y sus secretos. Stefano cree que es virgen de culo pero no es cierto. No le mintió cuando le preguntó, lo que sucede es que él planteo mal la cuestión.

- ¿Tu marido te ha follado el culo?

- No, nunca - eso es verdad. Pero eso no quiere decir que no haya practicado sexo anal.

Recuerda que fue con su segundo novio cuando se estrenó. Con el primero no llego ni a fornicar. Apenas unos besos y unos toqueteos fugaces y torpes. Pero con Enrique fue diferente. En su momento le pareció bruto y torpe, pero ahora (como suele suceder con los recuerdos), solo evoca la parte buena. A veces idealizamos el pasado igual que construimos el futuro con nuestra imaginación, eliminando de nuestras fantasías todo aquello que estorba o molesta.

Enrique no tenía muchas luces pero era guapo y ella demasiado joven para fijarse en otra cosa. Era insaciable y no atendía a razones cuando le daba el calentón, cosa que sucedía casi siempre que encontraban la oportunidad de quedarse a solas. Más de una vez volvió Paloma a casa con las bragas rotas o un tirante descosido. El chico se limitaba embestir como un potro. Se cegaba ante la visión de sus pechos, sus muslos, el tacto de su piel o el olor de su sexo. La pérdida de la virginidad no fue un momento agradable, pero pronto, Paloma fue capaz de dirigirlo y controlarlo lo justo para obtener también su placer. Su energía desaforada y la locura transitoria cuando podía disponer del cuerpo de la chica, la enardecía. La ponía sumamente cachonda: reminiscencias de juventud que quizás expliquen sus fantasías actuales.

El problema es que Enrique no atendía a razones y tras unos primeros polvos en los que inevitablemente la llenaba de leche, Paloma entendió que tenía un problema. No había forma de que se pusiera el condón una vez que empezaba a follarla. Era casi una pelea de la que ella quería zafarse, pero no podía al principio y luego se rendía llevada por el placer y la locura, dejándose hacer y recibiéndolo en su interior mientras ella misma se corría. Otras veces conseguía llegar a tiempo e incluir algún preliminar: generalmente engañándolo con una buena chupada podía lograr que se pusiera el preservativo, aunque estaba claro que no era plato de su gusto.

En fin, que pasada la novedad, Paloma se planteó muy seriamente que aquello había que darle una solución y como él no colaboraba, la única posibilidad que se le ocurrió fue cambiar de agujero. Había oído a una compañera de clase confesar que ella lo hacía con su novio. Solo de vez en cuando, para tenerlo contento y así conseguía que de forma habitual se pusiera condón, dándole ese premio alguna que otra vez.

El día que decidió ponerlo en práctica no las tenía todas consigo pero la experiencia resultó satisfactoria. Enrique no tenía una gran verga, más bien era pequeñita y curvada y eso ayudó. En medio del polvo, en un frenesí en el que Paloma ya estaba por dejarlo correrse de nuevo de lo cachonda que se ponía al sentirlo embestir con todas sus fuerzas, ella lo detuvo y se arrodillo para chuparle la polla. La verga sabía a su coño, a su flujo. Después, se giró y le ofreció su trasero. El no entendió y fue directo a su almeja, pero ella tomo la polla y apunto a su culito. Enrique entendió y sorprendido por el ofrecimiento empujó, metiéndole del tirón el capullo, arrancándole un grito a Paloma que le pidió cuidado.

Esa vez, su ex se comportó y la penetró poco a poco, dilatándola hasta que llegó un momento en que la contención fue demasiado pedirle y comenzó a follarle el culo con la misma desesperación que le follaba el coño. Pero para entonces Paloma ya estaba dilatada y pudo aguantar aquello, que pronto dejo de dolerle y salvo un escozor que no se le iba, la molestia se fue convirtiendo en placer. La sensación era distinta porque la verga que normalmente le bailaba en su vagina, si se ajustaba en grosor a su culo. Era algo diferente y excitante. Ese día se corrió así, de pie, inclinada adelante, con una mano en la pared y con la otra masturbándose. Pidiéndole a Enrique que no se saliera de su culo a pesar de haber eyaculado.

Estuvo dolorida unos días, tanto que decidió darle descanso su trasero, pero a partir de entonces, aquella práctica fue habitual y aceptada de buen gusto por su novio, al que la estrechez de su culito parecía darle más placer y acabo prefiriendo follarla por ahí a por el coño.

Ella podía relajarse porque una vez deslechado, el chico se dejaba manejar. Se dejaba poner el preservativo o si Paloma estaba lo suficientemente caliente, aguantaba sin correrse follándosela pelo hasta que ella llegaba al orgasmo. Inolvidables polvos de juventud, trufados del aroma a primeras veces y descubrimientos. Y que se quedaron grabados a fuego en aquella parte de su mente que Paloma reserva para el morbo. Posiblemente, como sucede con las fantasías, no todo fuera en realidad tan excitante ni tan bonito, pero ella ha construido sobre aquellos cimientos forjando su deseos.

Luego vinieron otros novios que apenas duraban y otros polvos de circunstancias. Con Javier fue distinto. Hubo sintonía y también cariño, todo aderezado con momentos puntuales de pasión. Pasaron por todas las fases habituales en una pareja hasta llegar al punto de la rutina y (a veces), del desencuentro. En las pocas ocasiones en que trataron de innovar Paloma le propuso practicar sexo anal, llevándose para su sorpresa una negativa. Javier miraba con desagrado esa práctica. Le parecía sucia y peligrosa. Así que ella no insistió. Tentada estuvo más de una vez de contarle que no había peligro, que su anterior novio se la folló por detrás casi más veces que por delante y que con la adecuada higiene todo iría bien. Pero desistió de ello: no parecía muy buena idea contarle a su marido las guarrerías que hacía con su ex.

Tuvo que esperar a la aventura con Ricardo para desempolvar aquellos recuerdos y volver a sentir una verga en su ano. Como era de esperar, el chico no le puso ninguna pega, entraba dentro de ese porcentaje amplio de hombres que fantaseaba cómo penetrarle el culo a su pareja. A Paloma le provocó una especial placer complacerlo ya que él aseguraba que jamás ninguna chica había accedido a darle su trasero. Fue muy morboso ser la protagonista de su primer anal.

Y ahora estaba allí, frente a la puerta de la habitación, preguntándose si hoy tendría premio. Y también si podría con él. La polla de Stefano se salía de todas las medidas de cualquier cosa que ella hubiese intentado introducirse por detrás. La posibilidad la ponía cachonda pero era consciente de que tendría que ir con mucho cuidado porque su elasticidad tenía un límite. Stefano, de todas formas, parecía muy experto y sabía lo que hacía. Seguro que no daría un paso en falso, pensó tranquilizándose.

Unos golpes suaves con los nudillos, sin hacer apenas ruido, suficiente para que el hombre que la espera detecte su presencia y le abra la puerta con una sonrisa en la boca ¡qué guapo está el cabrón! Stefano la aguarda con un pantalón negro liso, zapatos a juego y una camisa blanca abierta. Tiene una copa en la mano, parece que hoy toca champagne.

- Hola preciosa.

- Hola - contesta Paloma cerrando la puerta y situándose en el centro de la habitación - ¿me has echado de menos?

- Siempre.

Como premio al cumplido ella se abre el gabán, lo echa hacia atrás y deja que se escurra hasta el suelo. Se queda solo con los tacones y las bragas, mirando con un punto desafiante a Stefano. Satisfecha, lo ve esbozar una nueva sonrisa aprobadora.

- ¿Has hecho las tareas?

- Compruébalo tú mismo - afirma retadora.

Él se acerca, la toma por la cintura y la besa en la boca. Un beso húmedo y apasionado que es el prólogo en todos sus encuentros. El reconocimiento de cuanto le gusta ella y de lo necesitado que está de tenerla a su lado. La única concesión al cariño y al sentimentalismo antes de que la cosa se ponga dura de verdad. Luego, si la sesión ha sido satisfactoria (y hasta ahora todas lo han sido), vendrá otro momento dulce en declaración a lo bien que se ha portado. Son los instantes, además, en los que Paloma deja de obedecer para tomar el control. Poco a poco quiere ir siendo más protagonista: aquello de la sumisión es muy morboso y excitante pero a ella también le gustaría dar con el látigo de vez en cuando. En fin, poco a poco, piensa satisfecha: tienen todo un mundo por delante.

Las manos de Stefano se deslizan desde su espalda hasta sus caderas. Se arrodilla frente a ella y le baja las bragas. Su lengua da un lametazo en la parte de arriba de su coño, buscando su clítoris. Los dedos acarician las nalgas y se pierden entre su raja hasta que detectan la base del dildo. El chico se detiene y le lanza una mirada cargada de vicio. Sus labios vuelven a cerrarse sobre su clítoris y tratan de presionarlo, escondiendo esta vez la lengua. Cuando ya empieza a suspirar, Stefano se levanta y se dirige a coger una caja que hay sobre la cama. ¿Qué será esta vez? se pregunta la mujer mientras siente mariposas en el estómago.

- Quítate los tacones. Te quiero totalmente desnuda.

Ella obedece y mientras, él se acerca con algo en la mano. Es un collar de perro. Bueno no exactamente de perro, está preparado para no dejar marcas ni resultar molesto. Está claro que es un artículo dirigido a personas pero la función es la misma, como comprueba ella cuando se lo ciñe al cuello y Stefano lo engancha a un extremo de la cadena.

- ¡A cuatro patas perra! - le ordena.

Ella cumple la orden y Stefano, cogiendo en corto la cadena, la obliga a pasear en círculos por la habitación. Observa fascinado como se mueven sus glúteos con el dildo todavía dentro. Luego, le suelta un poco más la cadena y tira de ella hacia el cuarto de baño. En el suelo, junto al lavabo, hay un pequeño bol con agua. Le ordena que beba. Paloma lo hace como si efectivamente fuera una perra: sin usar las manos, solo metiendo los labios. Cuando acaba, tiene toda la cara y la barbilla mojada.

- Hoy vas a ser mi perra. Si quieres beber tendrá que ser así, si quieres mear tendrás que mear en el suelo del baño, si quieres follar tendrás que aceptar que te monte como si fuéramos animales...

Luego tira forzándola a girar el cuello y a seguirlo otra vez hasta el dormitorio. Paloma emite un gemido al notar que le tiran del cuello y se tropieza un momento, pero luego se recupera y va a cuatro patas siguiendo a su amante. En su interior anticipa parte de lo que va a suceder y se moja solo de pensarlo. No obstante, decide provocar a Stefano, tensar un poco la cuerda: cuando lo provoca, siempre es mejor.

- ¿Y qué sucedería si no quiero, si me niego actuar como una perra?

- En ese caso tendría que castigarte. A lo mejor te saco así al pasillo y te doy una vuelta por el rellano.

- No voy a dejar que me pasees y que me graben las cámaras o alguien me pueda ver así.

- Por eso no hay problema, aquí tengo todo un juego de vendas, máscaras y antifaces para ponerte.

- Aun así, no te lo permitiré.

- Entonces tendrás que pronunciar la palabra stop y ya sabes lo que eso supone.

Ella guarda silencio: no, no quiere que aquello acabe.

- Solo tienes esas dos alternativas: castigo o retirada... Y ahora dime ¿te portaras bien?

- Sí.

- Dime que serás mi perra y que puedo hacer contigo todo lo que quiera.

- Voy a ser tu perra y haré todo lo que tú me pidas – dice mientras nota como su sexo empieza a palpitar.

- Bien, así me gusta - Stefano se desviste. Esta vez tiene ya la verga totalmente erecta y Paloma la mira fascinada. Él se sienta al borde de la cama y tira de la cadena atrayéndola directamente a su miembro. Cuando llega a su altura, la coge del pelo con una mano y con la otra apunta a sus labios. Ella la toma y empieza a chupar como siempre por partes, es incapaz de metérsela entera en la boca. Trabaja su falo de arriba abajo, chupándole los huevos.

Stefano da un pequeño tirón hacia atrás de la cadena, forzándola a retirarse de su miembro. La coloca sobre sus rodillas como si fuera una niña pequeña, o más bien, como un cachorrito. Paloma siente la caricia en sus nalgas seguida de una palmada. Repite la operación varias veces golpeando cada vez más fuerte hasta que ella siente picor, seguramente debe tener los cachetes colorados. Entonces, con mucho cuidado, la estimula desde atrás metiendo la mano y tocando su sexo mientras que con la otra retira poco a poco el dildo. Los golpes han aumentado la sensibilidad de Paloma que ahora se retuerce de placer.

Alarga el brazo: ha tenido la precaución de dejar la caja con los consoladores al alcance de su mano y toma el más grueso de todos. Se lo pasa por los labios a Paloma y en esa postura, echada sobre sus rodillas, la obliga a chuparlo mientras le introduce un dedo en la vagina. Luego otro y finalmente un tercero. La combinación del consolador en su boca y el fisting en su coño, enardece a la mujer que culebrea al ritmo de las embestidas.

El chico se detiene justo cuando aquello empieza a coger una pendiente pronunciada hacia el orgasmo. No todavía, se ve que la va a hacer sufrir un poco más. Prefiere orgasmos fuertes, intensos y prolongados a fáciles. Nada de fast food sexual, aquí se sirve producto de primera calidad.

Ella se remueve enfadada: su conejo echa de menos las caricias, el dildo abandona su boca, el morbo parece desvanecerse en el punto más álgido. Stefano le da una palmada y la obliga a ponerse a cuatro patas en el suelo. Luego, coge el consolador y lo lanza a una esquina de la habitación.

- Tráemelo - le ordena desenganchándole la cadena - pero como las perras, recuerda que no puedes utilizar las manos.

Paloma gatea hasta el juguete. Se siente un poco ridícula, pero la mirada de su amante fija en su culo mientras se mueve le hace olvidar cualquier tipo de reparo. Lo toma con la boca y se lo trae depositándolo en su mano.

- Muy bien perrita. Te mereces un premio. Apoya las patas en la cama...

Ella pone los brazos sobre la cama y permanece de rodillas con el culo en pompa. Siente cómo Stefano lo manipula, no sabe que está haciendo aunque sospecha que lo está lubricando. Efectivamente, al poco nota como le abre las nalgas con las manos y la punta del consolador presiona sobre su culo. Despacio, sin prisas y comprobando sus reacciones lo va introduciendo.

Paloma mueve las nalgas buscando la penetración: desea gritarle que se lo meta ya del todo, que en esos días que no se han visto se lo ha introducido a diario, que su culo puede con eso y con más, que ya han andado por ahí otros dos chicos antes que él y que ella desea que se lo folle, es el único agujero de su cuerpo que aún no ha recibido a Stefano.

No sabe por qué esa práctica la pone tan cachonda. Quizá porque le trae recuerdos de juventud y de sus primeras veces; quizás porque evoca recuerdos del amante perdido; a lo mejor es por la transgresión de las normas, por el morbo que produce hacer algo que se sale de lo común y que su propio marido no le practica. Darle su culo al amante es entregarle algo que ella da en exclusividad, quizás por eso la excite tanto. Pero Stefano sigue a lo suyo, con cuidado, con paciencia, sin precipitarse, la penetra hasta introducirlo completamente. Espera a ver como lo tolera y con satisfacción, comprueba que lo mantiene dentro sin aparentes molestias.

Stefano se escurre en el suelo y con tirones de la cadena, la fuerza a ponerse inversa a él. La idea parece que es hacer un 69. Paloma obedece y golosa, se abalanza sobre su miembro. Su coñito pronto es asaltado por la experta lengua de su amante, que juega con sus labios mayores y menores, bebiendo sus jugos, antes de centrarse en su nódulo. Las contracciones de su vagina tienen eco en el falo metálico que llena su ano, haciendo de caja de resonancia del placer.

- Date la vuelta.

Paloma se gira y su rajita chorreante toma contacto con el pollón de Stefano, también convenientemente lubricado por su saliva.

- Toma mi verga y métetela, perra.

Un estremecimiento la recorre entera. La escena no está desarrollándose como ella pensaba, pero la promesa de una doble penetración la seduce hasta el punto que el muchacho tiene que pedirle tranquilidad. El glande hinchado resbala dos o tres veces hasta que da con el camino adecuado. Nota como su vagina se dilata para engullir aquel trozo de carne tibio y vibrante. Pero esta vez es especial, con el dildo ocupando su ano, el espacio en la vagina parece que se reduce, no pudiendo estirar por esa parte, provocando una sensación de estrechez que a la vez molesta y da más gusto. Stefano le ha cedido el control, ella arriba, para que pueda gestionar bien el tiempo y el modo de empalarse. Chico listo. La mente de Paloma va más rápido de lo que su cuerpo admite.

Finalmente lo consigue. Se siente tan llena que apenas puede moverse. Le cuesta follarse a Stefano, así que sustituye el vaivén de las caderas y de la verga entrando y saliendo, por el toque de sus dedos en el clítoris mientras la mantiene dentro. Ahora sí, el orgasmo es inevitable y ella se abandona, no es capaz de contenerse. Un jadeo ascendente que estalla en un grito desgarrador. Con Stefano ha aprendido a no contenerse como hace con su marido en casa…la niña, los vecinos, el propio Javier que sin duda la miraría como a una loca…aquí puede mandarlo a la mierda todo y potenciar su corrida con sus chillidos y las más guarras expresiones. El placer es tan agudo que se dobla sobre sí misma, contrayendo el estómago y quedándose sin aire. Intenta seguir chillando para liberar toda la presión pero no puede, el orgasmo la rompe de gusto y la ahoga a la vez. Finalmente, se deja caer hacia delante, sobre el pecho de su amante, lo que hace que al menos un buen trozo de polla salga de su coño, bajando la coerción en sus entrañas y produciéndole cierto alivio. Acaba por expulsarla entera. Luego lleva la mano a su culo y se saca el consolador, para acabar arrebujándose sobre Stefano, buscando sus caricias como una perrita haría con su dueño. Está agotada y apenas puede hacer otra cosa que recuperar la respiración. La mano de su amante se desliza por su columna dibujando arabescos en su espalda. Su aliento se acompasa con los latidos de su corazón, que puede percibir piel contra piel. Todo se obscurece a su alrededor mientras sus parpados bajan el telón para un breve descanso antes del segundo acto.

Joder, momentos como ese valen toda una vida, piensa.
 
Carl Sagan es un referente en pensamiento lógico y escéptico y uno de los mejores divulgadores que yo haya visto jamas. Es un GRANDE!!!!

De Vázquez Figueroa yo creo que me lo he leído todo. Ya no lo sigo tanto pero en mi juventud me bebía sus novelas y libros de viajes. Creo que el primero que leí fue "El Perro", pero me impresionó Tuareg y también Anaconda, su autobiografía.

Submarinista, aventurero, corresponsal de guerra y escritor, todo lo que en aquella época yo hubiera querido ser.
Después de Sagan, en divulgación, me encontré con Asimov y a disfrutar 😀😀😀😀😢
El documental COSMOS también está muy bien. Pero el libro fue una catarsis.

Creo que tengo todo lo de Asimov en novela y algo menos de divulgación científica, que también tiene cosas muy buenas.

Que joven era uno 😀😀😀😀😀
 
Por cierto no comento nada sobre paloma. Hay muchos y muy buenos comentarios en TR cuando lo publicaste en su dia.

Pobre Paloma, una mujer echa a sí misma. Y ……….

Por si alguien lo está leyendo ahora, no voy a hacer spoiler
 

Paloma​



Paloma se despierta revuelta: ha vuelto a soñar con lo mismo. Es un sueño recurrente, que de vez en cuando vuelve para agitar su descanso nocturno, la última vez, hace un par de días. Con distintas variantes, pero siempre los mismos protagonistas. El de hoy ha sido especialmente vívido, tanto que aún en duermevela, su cuerpo sigue reaccionando aunque su mente ya ha despertado. Siente un hormigueo que le recorre las piernas, nota sus pezones en punta y una humedad pegajosa moja su sexo.

Si cierra los ojos, todavía puede ver la imagen de su muñeca derecha esposada al cabecero, que se mueve con cada embestida del chico que la penetra con dureza. Ella misma da con la coronilla en la madera con cada empujón. Mira hacia el joven y puede ver sus ojos oscuros, debajo del pelo rizado que enmarca su carita de guapo. Casi de niño bien, que engaña, porque el chico tiene más vicio que cualquier de los novios que Paloma hubiera tenido en su juventud. Los chavales de hoy van muy por delante. Ella siente que le viene el orgasmo, la polla empuja fuerte hasta el fondo pero no le molesta porque su vagina está encharcada de flujo. Gira la cabeza hacia la izquierda y ve la otra mano esposada. Junto a ella, colgado, el látigo con el que Ricardo le ha azotado previamente el culo y cuyo mango le ha pasado por los muslos hasta confluir en su coño. Por un momento ha temido que intente penetrarla, el astil es demasiado grueso y en la punta tiene una protuberancia aún más gorda. Lo ha temido, pero la sola idea la ha puesto todavía más cachonda. Cuando le ha frotado su clítoris con él, ha sentido una descarga eléctrica y más aún cuando tras un rato de jugar, le ha puesto el mango delante de los ojos, todo mojado de sus fluidos manchando el cuero negro.

- Lámelo hasta dejarlo limpio - le ha ordenado.

Obediente, lo hace y al terminar, lo cuelga a su derecha. Ella ya está tan humedecida y deseosa que solo ha podido suplicarle que la folle. El chico se lo ha hecho repetir tres o cuatro veces, hasta que al final una suplicante Paloma puede sentir la verga deslizarse en su interior y luego poco a poco, Ricardo ha empezado a follarla con toda la pasión y la energía de sus veintiséis años.

Paloma ha tenido un orgasmo brutal, con su cuerpo haciendo un intento de arquearse y sus muslos aferrados a las caderas de su amante, retorciéndose las muñecas e intentando arrancar las esposas en una lucha que ella ya sabe perdida de antemano, y quizás por eso, le resulta aún más excitante.

Se encuentra todavía un poco estremecida pero prolonga el momento. Está sola en la cama, su marido se ha ido hace como media hora porque entra muy temprano a trabajar. En otras ocasiones se levanta y aprovecha para tomar un café y arreglarse tranquilamente, e incluso dejar hecha ya alguna tarea de la casa. Su horario en el ayuntamiento comienza más tarde. Pero hoy no: hoy le apetece esa hora más de cama. Lleva la mano a su entrepierna y toca su pubis por encima de la tela de la braga. La nota húmeda. La aparta un lado y su dedo acaricia su clítoris. Luego baja hacia su vagina y lo introduce sin demasiada dificultad: sigue mojada. Paloma gruñe de satisfacción y se quita las bragas. De dos patadas echa el edredón hacia abajo y comienza a masturbarse, mientras con la mano izquierda se agarra un pecho y pellizca su pezón.

Aprovecha que su cuerpo aún está más en el sueño que en la realidad, listo para el placer y su mente trata de volver a las imágenes oníricas. No tarda mucho en alcanzar el orgasmo y se queda con la mano entre las piernas, retorciendo estas con los muslos cerrados, como si la estuvieran en verdad penetrando y no quisiera dejar escapar el falo de sus entrañas. El placer ha sido muy intenso, de las mejores pajas que recuerda haberse hecho en los últimos tiempos.

Mira el reloj y todavía faltan 20 minutos para que suene la alarma. Decide regalárselos y adopta una cómoda posición fetal abrazando el almohadón. No consigue entrar en sueño profundo pero está a gusto y relajada, lo que le permite dormitar unos minutos más.

Una hora después, Paloma, estaciona en el parking municipal que hay junto al ayuntamiento y donde ella dispone de una plaza gratuita como funcionaria. Ventajas de estar en urbanismo y tener el rango de inspectora. Paloma no se considera una privilegiada: todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso. La carrera de arquitectura la hizo a base de becas que exigían unas notas mínimas. Aprobó todos los cursos con una clasificación media de notable y sobresaliente. Tras dos o tres años trabajando en varios estudios, se dio cuenta que no tenía muchas posibilidades de hacer sus propios diseños y que hacerse un nombre como arquitecta, era endiabladamente complicado a no ser que tuvieras muy buenos contactos, mucho dinero o fueras hija de... La pasta llama a la pasta y aquellos que disponían de suficiente cash para diseñarse una casa, una oficina o una vivienda de lujo, no solían confiar en principiantes por muy brillantes que parecieran.

Así que parecía condenada a hacer el trabajo grueso de los demás, cobrando como la que menos. En la práctica, como la abogado que hace de pasante del letrado famoso y bien situado, pero en versión arquitecto. De forma que decidió hacerle caso a su padre: ya que de todas formas tenía complicado que llegara su oportunidad, para acabar revisando o haciendo el trabajo de los demás, mejor funcionaria, que por lo menos es un puesto seguro y para toda la vida y tampoco te matas.

Se preparó las oposiciones al ayuntamiento y consiguió entrar. A partir de ahí veinte años de puesto en puesto, donde finalmente, de ejercer como arquitecta creativa poco, pero de los entresijos de la administración bastante y además haciendo un buen trabajo. Dos oposiciones internas más aprobadas, diversos ascensos y al final, un despacho propio en urbanismo con su propia secretaria (secretario en este caso), y su correspondiente plaza de garaje. No, no le han regalado nada. No ha llegado donde ha llegado por peloteo o por enchufe. Así que ella pisa fuerte por sus dominios sin esquivarle la mirada a nadie.

Abre el maletero y saca su maletín con el portátil y la documentación de mano necesaria. A un lado, unas botas reforzadas, un chaleco reflectante y el casco. Hoy no tiene previsto visitar ninguna obra, pero por si acaso siempre lleva el kit en el coche. Luego sale del edificio y cruza la calle. Deja a un lado la puerta principal del ayuntamiento y tras girar en la esquina, entra por un acceso lateral. Antes de entrar a la oficina, pasa por la zona de descanso y se saca un café de la máquina.

En su recorrido se cruza con varios funcionarios, aunque solo cosecha un par de buenos días en contraposición a cuatro o cinco miradas vacías de interés, que hacen como que no la ven. Paloma tiene fama de ser exigente en el trabajo y seca en el trato, lo que no la hace muy popular entre los demás funcionarios. Pero ella no sufre por eso: no está allí para hacer amigos. Se considera a sí misma una profesional y le gusta cada cosa en su ámbito. Allí está para trabajar y no ha llegado a donde ha llegado acomodándose, ni haciendo política de pasillo. Y tampoco le gusta la gente que remolonea o que considera que, por el hecho de haber aprobado una oposición y tener un sueldo público pagado entre todos, puede levantar las manos y no ganarse el jornal que cobra.

- Buenos días Sebas.

- Buenos días - le contesta su administrativo - Marcial quiere verte, ha preguntado por ti hace diez minutos.

“¿Qué querrá ese tan temprano?”, se pregunta Paloma. Marcial es su inmediato superior, el responsable del equipo de inspectores de urbanismo. Y no es habitual que a primera hora se haya puesto las pilas ni venga con prisas. No, más bien es de los que te dan por culo al terminar la jornada, cuando ya estás recogiendo para irte y te llama con gilipolleces de última hora, que normalmente se dividen en dos categorías: las que a pesar de haber tenido toda la mañana, te las dice cuando estas ya con un pie en la calle, y las que se podrían dejar perfectamente para el día siguiente porque no son urgentes.

Paloma entra, se quita la chaqueta y la cuelga. Deja su bolso encima de la mesa y saca con tranquilidad el portátil, además de poner en marcha el equipo de sobremesa que tiene en la oficina. Una vez que está todo funcionando y conectada a la red corporativa llama a su jefe.

- Marcial, ya estoy aquí ¿qué querías?

- Por teléfono no.

- Me acerco a tu despacho.

- No, ya voy yo.

- Vale - se encoge de hombros la arquitecta mientras se toma el café.

- Paloma ahí va eso – anuncia sin dar siquiera los buenos días y depositando un carpeta en la mesa. Ella mira la portada, luego, la abre y ojea los primeros documentos.

- Pero ¿esto no lo llevaba Méndez?

- Méndez no puede, te toca a ti: órdenes del jefe.

- ¿Cómo que Méndez no puede? Cuando yo no puedo me jodo, nadie me echa una mano.

- Oye el teniente de alcalde ha presionado: esto tiene que estar resuelto en menos de un mes, si no, van a rodar cabezas. Así que te ha tocado a ti. Es un caso excepcional: no podemos aparcarlo hasta que Méndez pueda atenderlo. Tiene una agenda que es más complicada de cambiar que la tuya. Si tienes que dejar algo, déjalo y prioriza esto.

- Vaya una mierda…

- Bienvenida a urbanismo y obras públicas, guapa, que parece que acabas de llegar…

Y la deja allí con el expediente.

Paloma coge el legajo. En la portada aparece un número que teclea en la base de datos de urbanismo. Como sospechaba, el poco ancho de la carpeta resulta engañoso. Pocos documentos en papel pero en el sistema las columnas de archivos forman una compacta maraña. Trabajo para dar y regalar. Y además, incompatible con todo lo que está llevando en ese momento.

Suspira decepcionada: odia que le cambien el paso. Tras unos segundos de reflexión sale del sistema informático y coge sus cosas.

- Sebas, voy a salir. Volveré sobre la una. Vete buscándome información de esta promotora y de su histórico de expedientes y solicitudes - comenta dejando la carpeta encima de la mesa. El otro la mira y compone una mueca de pasmo. Toda la conversación anterior con Marcial se ha desarrollado con la puerta abierta y no necesita que lo pongan al día.

- Pero... ¿No tendrías que ponerte ya con esto?

- Tengo una visita que hacer... Me queda uno de los loft del barrio Salamanca.

- Pero Marcial...

- ¡De Marcial me ocupo yo! - le corta ella echándole la mirada de “haz lo que yo te diga”, que él tan bien conoce. Pero la relación con su secretario es buena, así que Paloma tiene a bien dejar caer una explicación.

- Solo me ocupará media mañana y no voy a dejar todo este expediente empantanado por ahorrarme una visita. Podemos darle carpetazo hoy, que ya va siendo hora - Paloma está cabreada por la injerencia del jefe en su plan de trabajo y el marrón que le ha caído, está dispuesta a obedecer, como no puede ser de otra manera, y a dejar parada todo lo que está haciendo menos ese expediente. Le falta solo una visita para acabarlo, así que está resuelta a terminarlo antes de ponerse con lo otro. Es su pequeña venganza y su forma de protesta. “Que sí, que Marcial es mi jefe, pero que para chulo mi pirulo (léase mi coño moreno)”, es lo que Sebas interpreta. Bastante acertadamente, por cierto.

- Tú misma - se rinde sabiendo que no hay nada que hacer, haciendo un gesto con la mano como diciendo que él se quita del medio, y que no quiere saber nada de la discusión sobre quién tiene los huevos más gordos allí.

- Vale, prepara los resúmenes y los documentos para darle salida al tema del barrio de Salamanca en cuanto yo vuelva y pon en pausa todo lo demás.

- De acuerdo.

- Hasta luego.

- Hasta luego jefa.

Paloma se dirige de nuevo al aparcamiento. Conoce un sitio cerca del loft que tiene que visitar donde puede desayunar. Bien, empezará por ahí. Gestión y luego un buen desayuno para ponerle buena cara al mal tiempo, es lo que ella necesita.

Una hora y media después está en la Mallorquina de la calle Velázquez, dando cuenta de un buen croissant con un café con leche descafeinado. Ha comprado unas pastas para llevarse (que piensa compartir con Sebas) y su humor ha mejorado bastantes enteros.

Revisa en el portátil los planos del loft que acaba de visitar. Coge algunas medidas y las va trasladando al informe. Aquello le va a suponer otros quince minutos, pero prefiere hacerlo allí, contenta de haberse escapado de la oficina. Eficiente como ella sola, se lo mandará por correo a Sebas para que pueda ir tramitándolo mientras vuelve. Así, cuando llegue, podrá zambullirse directamente en el nuevo expediente.

- ¿Arquitecta?

Paloma vuelve la vista a su lado derecho, de donde proviene la pregunta, entre contrariada por la interrupción y sorprendida por el acierto al adivinar su profesión.

Un joven moreno, alto, melena corta e impecablemente cortada y peinada y ojos color miel, la observa sonriente. Un traje, de corte al parecer italiano (igual que su acento), le da un aspecto algo serio pero muy elegante. Al principio, Paloma no le devuelve la sonrisa ni le contesta, todavía lo está evaluando. “Vaya tipo más impertinente” es su primer pensamiento, molesta porque la están distrayendo de su desayuno y de su trabajo.

“Impertinente pero elegante” piensa después.

“Impertinente pero elegante y guapo”, concluye devolviéndole una sonrisa muy a su pesar, porque ella no es de las que pone las cosas fáciles ni regala gestos a extraños.

- Sí, soy arquitecta. Es usted muy observador.

- Por favor, no me hables de usted. Soy Stefano - Añade sin perder la sonrisa y alargando de forma decidida su mano.

- Paloma - responde mientras la estrecha sin apenas apretar, un poco incómoda por la osadía del joven, pero demasiado sorprendida para negarle el saludo.

- ¿Sus bocetos?

- ¿Perdón?

- Los planos esos que estaba mirando en el ordenador…

- ¡Ah, no! yo no diseño, en realidad me dedico a...- Paloma hace una pausa. No sabe muy bien si acabar la frase o no ¿Por qué tiene ella que darle explicaciones e información de sí misma a un desconocido por muy guapo y educado que parezca?

Él parece darse cuenta de que está siendo demasiado indiscreto y trata de replegarse.

- Perdón, te estoy molestando. No era mi intención interrumpir tu trabajo.

Un ligero parpadeo de aquellos adorables ojos marrones y de nuevo la sonrisa que rasga su rostro, sonrisa que Paloma aún anda decidiendo si tiene más de inocente o de canalla.

- No interrumpes, no te preocupes. Ya prácticamente había acabado - se sorprende ella contestando mientras le quita hierro al asunto.

- Hagamos una cosa Paloma: si acierto a que te dedicas exactamente, me dejas que te invite al desayuno.

Ella levanta las cejas: eso sí que no se lo esperaba. Está un poco desconcertada pero muy intrigada ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Un tío jugando a hacer magia? ¿Intentando ligar con ella? o ¿tomándole el pelo?

- Vale, prueba a ver – lo reta.

- Eres funcionaria. Ya que estás mirando planos, yo diría que del ayuntamiento, posiblemente de urbanismo. Para ser más exactos, incluso diría que tienes pinta de inspectora. Una inspectora muy guapa, por cierto, si me permites decirlo.

- ¿De qué va esto? - Pregunta forzándose a sonreír también, aunque con un tono algo más seco e irritado que el anterior.

Stefano levanta las palmas de las manos en un gesto conciliador y pone expresión algo compungida. Es consciente de que está estirando demasiado la cuerda con una mujer a la que no le gusta que jueguen con ella, ni las sorpresas desconcertantes.

- Vale, vale, no te enfades conmigo. Te lo explico todo ahora mismo pero ¿he acertado?

- Bastante.

- Muy bien entonces me tienes que dejar que te invite al desayuno y mientras nos acabamos el café, te lo cuento.

Ella asiente y Stefano se levanta. Es un chico alto y una vez puesto de pie, el traje le queda aún mejor que sentado. Un chaval con clase para su edad, que debe ser de ¿29? calcula Paloma.

Se sienta a su lado y un agradable perfume llega hasta ella. El chico deposita la taza de café junto a la suya. Tiene oportunidad de fijarse en sus manos, cuidadas y sin cicatrices. Dedos largos de pianista, sin anillos y un Omega Sea Master en la muñeca. El muchacho sabe gastar y no escatima, concluye. Y no lleva alianza.

- He estado en el loft de Velázquez 57 un momento antes que tú.

- ¿Cómo?

- Soy diplomado en administración de empresas y me dedico a la consultoría. Abrimos sede aquí en Madrid y yo me voy a hacer cargo.

- ¿Abrimos?

- Una empresa familiar… en realidad es mi padre el que gana suficiente dinero para que ninguno tengamos que trabajar, pero a mí no me gusta estar a la sombra de nadie, ni que me regalen nada. Así que le he pedido una oportunidad de volar solo y ganarme la paga. Si es lejos de su sombra, mejor, no lo quiero detrás dirigiendo mis pasos. Así que esta es mi oportunidad.

- Muy bien, pues buena suerte pero ¿qué tiene esto que ver con el loft y conmigo?

- Ya tenemos local para la empresa, pero yo estaba buscando un sitio para instalarme. Y el loft ese me ha encantado. Céntrico pero tranquilo. Discreto y pequeño pero luminoso. A tiro de piedra de dónde voy a trabajar. En cuanto Rafael Gómez me lo ha enseñado esta mañana me he enamorado de él. Estaba dispuesto a firmar un año de alquiler con opción a compra pero...

- Pero… - repite ella empezando a entender por dónde va el asunto.

- El dueño ha sido sincero conmigo. Parece ser que ha surgido algún problema con la remodelación del edificio y los loft de los áticos, incluido el que me gusta. No se puede comprometer a alquilarlo hasta que no cuente con los permisos. Precisamente esta mañana estaba previsto que pasara la inspección a visitarlo. Tú no te has dado cuenta, pero nos hemos cruzado en el portal. Cuando te he visto he apostado a que eras la inspectora y cuando has salido y te has despedido de Rafael en la puerta, lo he tenido más claro todavía.

- ¿Me has seguido hasta aquí?

- En realidad venía a desayunar: ha sido una coincidencia que lleváramos el mismo camino. Cuando he visto que entrabas, no he podido resistir la tentación de sentarme a tu lado y de hablar contigo. Además, si voy a vivir cerca, tenía que probar los famosos cruasanes de la Mallorquina. Porque ¿voy a vivir cerca? – Ella arruga la nariz en un gesto de contrariedad que Stefano advierte enseguida - Paloma, no quiero incomodarte: si no puedes adelantarme nada no lo hagas, no pretendo crearte problemas.

- ¿Te manda Raphael? - pregunta ella.

- A Rafael lo acabo de conocer esta mañana. Antes solo hemos tenido un par de conversaciones por teléfono para interesarme por el ático. No, no me manda él. Me gusta el apartamento, eso es todo. Cuando lo he visto esta mañana he tenido claro que esa va a ser mi casa. Y cuando algo me gusta voy a por ello.

- Ya veo, incluso molestando a una funcionaria municipal.

- ¿Te estoy molestando? Cielos, entonces además del desayuno tendré que compensarte con algo más ¿Quizás una cena? ¿Quieres que me corte una oreja cómo Van Gogh? Dímelo que estoy dispuesto a lo que sea.

- Jajaja - ríe ella ante el descaro de Stefano - No dramaticemos.

- Bien, pues entonces lo dejamos en la cena...

- No ceno con extraños. Respecto a lo otro, no hay problema, no es ningún secreto oficial ni incumplo ninguna normativa si te adelanto que el informe va a ser positivo. La vivienda cumple los requisitos. Si la documentación que ha aportado Rafael está en regla, en un par de días tendrá el permiso. Ya se lo he dicho esta mañana: te podías haber ahorrado seguirme y el desayuno con solo haberlo llamado.

- Pero entonces no te habría conocido - Otra vez la media sonrisa canalla ¿Canalla? Sí, esta vez Paloma está segura. El chaval pisa seguro de sí mismo, le echa huevos a la vida. Parece que va a tener razón: cuando algo le gusta va de frente a buscarlo. Un momento ¿ella le gusta? Por un instante le cuesta mantener la compostura. El joven es una perita en dulce.

- No creo que un chico como tú tenga problemas para conocer muchachas aquí en Madrid.

- Nos acabamos de conocer, pero creo que ya sabes de mí lo suficiente para darte cuenta que cuando algo me llama la atención voy a por ello. A lo mejor yo no quiero conocer chavalas, prefiero mujeres.

Ella le sostiene la mirada unos instantes y luego se levanta y recoge sus cosas.

- Stefano, encantada de haberte conocido pero tengo trabajo.

- Claro.

Paloma hace una seña camarera pero el chico insiste.

- Por favor, déjame compensarte aunque sea con el desayuno, por haberte robado el tiempo y por cualquier molestia que haya podido causarte.

Ella consiente. Cuando se va a ir oye de nuevo su voz que la llama.

- Paloma - Ella se gira y Stefano le tiende una tarjeta - Te sigo debiendo una cena: gracias por dar el visto bueno a mi futura vivienda.

- Estaba todo en regla, solo hago mi trabajo. No me debes nada.

- Por favor coge la tarjeta. Si te lo piensas y te apetece una cena sin ningún otro compromiso, llámame. En caso contrario, puedes tirarla a la primera papelera que te encuentres nada más salir.
Que interesante esta esto. :adorar1:
 
Atrás
Top Abajo