Fantasías sexuales de las españolas 2º parte

11





¿Dónde se esconde mejor un lobo?



Fermín se acerca a la mesa de la cafetera donde Mónica se sirve la enésima taza de café de esa mañana.

- Mala noche ¿eh?

- Asquerosa pero productiva ¿tan mala cara tengo?

-La misma que ponía mi ex mujer cuando me la chupaba y me corría sin avisarla.

- A ti no te han hecho una mamada hasta el final en la vida, así que no fardes ¿tienes el informe?

- Claro. No está muy pulido pero tiene todos los datos. Demasiado para haberlo hecho en media hora.

- Pues vamos, que la tropa espera.

Se sientan en la mesa donde ya la esperan la juez María Isabel y el resto de los compañeros.

- A ver, contadnos las novedades.

- Si señora. Como ha sido Mónica a la que se le ha encendido la lucecita dejo que empiece ella.

- Gracias Fermín. Como sabéis, bien hasta ahora la situación estaba así…

>> Cosas que sabíamos: Wkm presenta opacidad en sus cuentas, hay indicios que indican tramas de corrupción, tenemos facturas infladas, promociones dónde está entrando mucho dinero en B, recalificaciones de terrenos que le dejan muy buenos dividendos sin ni siquiera llegar a construir, etcétera. La estructura contable de la empresa y el entramado de cuentas que tienen relación con ella son las habituales en holdings que generan y lavan dinero negro. Tienen relación con cuentas en el extranjero y paraísos fiscales.

>> Lo que suponemos: que efectivamente hay tramas corruptas que están generando muchos ingresos, que estos se dirigen hacia paraísos fiscales y que luego retornan a cuentas en España una vez convertidos en fondos legales.

>> Lo que nos falta: podemos demostrar que generan dinero negro, Fermín está en ello y ya tenemos resultados, pero no tenemos pruebas de cuánto dinero ni de cómo lo sacan. El grueso de la pasta no aparece en ninguna de las cuentas. Tampoco sabemos cómo regresa ni a qué entidades o cuentas una vez lavado. Todo esto es fundamental para armar el caso. Si queremos que se caigan con todo el equipo no vale solo con acusarles de generar ingresos en B sin poder cuantificarlos. Hay que demostrar como llevan a cabo todo el ciclo.

>> Bien: esto estaba así hasta ayer noche. La verdad es que nos encontrábamos un poco atascados porque la monitorización de cuentas no nos proporcionaba pruebas concluyentes. De repente recordé un antiguo caso y, como dice Fermín, se me encendió la lucecita. Pensé que quizás el entramado de cuentas que tenían montado para asuntos menores, ya que por ahí no circulaba el grueso del capital, igual sólo era un señuelo para despistar si alguien los investigaba y ponerlos sobre aviso. Sí bloqueamos o intervenimos una de ellas salta la alarma. Esa es la alarma leve, aunque saben que alguien ha estado husmeando, la campana gorda todavía no ha sonado. Afortunadamente solo monitorizamos, con lo cual creen que aún tienen tiempo de reacción o que la cosa quizás no sea tan peligrosa.

>> Volviendo al tema de dónde está el dinero negro ¿Dónde se esconde mejor un lobo? Pues entre otros lobos. Las cuentas que hemos estado investigando tienen otra función aparte de actuar como señuelo y alarma, y es crear una nube donde el objetivo principal nos pase desapercibido. Estuve revisando anoche todas y cada una de estas cuentas, incluso las más pequeñas y con menos actividad, esperando que alguna de ellas mostrara algún indicio o me llevara a alguna parte y de repente recordé lo que había comentado Fermín relativo a los pagos a dos consultoras ¿Quieres seguir tú?

- De acuerdo, gracias. Bien, seguro que recordáis que hicimos mención a dos consultoras a las que Wkm le pagaba cantidades un poco extrañas porque eran demasiado elevadas para ser pura y simple consultoría de informes, aunque no lo suficiente como para constituir por sí misma una operación de lavado de dinero. En un principio las descartamos porque no era inusual que una promotora con grandes negocios invierta mucha pasta en informes técnicos, incluso puede ser una forma de comprar voluntades o de pagos a políticos corruptos, ya sabéis, la consultora presenta una factura abultada porque una parte de este dinero luego se deriva a pagar sobornos, pero esto no era nuestro principal objetivo. Le empezamos a dar vueltas y se nos ocurrió algo ¿Y si estas cantidades que cobraban en realidad eran un porcentaje, no por informes, sino por lavar el dinero? con este volumen de negocio los intermediarios te pueden cobrar entre un 10 y un 20% del dinero lavado. Si multiplicamos la facturación de las consultoras a Wkm y la aumentamos entre un 80 o un 90%, nos da ya unas cantidades que pueden cuadrar con el volumen de dinero negro obtenido. Así que nuestra nueva teoría es que estas dos consultoras son empresas pantalla que en realidad lo que hacen es recibir el pago a la organización, que se encargan de recibir el dinero negro depositado en paraíso fiscales, lavarlo y volverlo a reintroducir una vez limpio. Hemos pedido algunos favores a la Interpol y a la Policía fiscal en países amigos y solo con la información que nos han pasado sobre las consultoras, ya tenemos base para identificar algunas de las líneas por las cuales se mueve el dinero, tanto para salir como para volver a España. María Isabel, en cuanto nos consiga las correspondientes órdenes empezaremos a monitorizar.

- De acuerdo, buen trabajo. Pasadme la información y emitiremos las oportunas solicitudes tanto para España como para el extranjero. A ver si esta vez encontramos donde hincar el diente.






Mónica hace la llamada que tenía pendiente. Han dejado veinticuatro horas a Paloma para que hierva en su propio caldo y ahora falta saber cuál es el resultado del guiso. Como dijo la jueza, no hay que dejarla reposar demasiado. Si ha tomado la decisión correcta, cuanto antes se suba al carro mejor y, si ha tomado la incorrecta, no se le puede dar mucho tiempo vaya a ser que le dé por avisar y la empresa acelere el proceso de destrucción de documentos. Es un tema que le preocupa pero sorprendentemente todo parece tranquilo en Wkm. Salvo algunos de los movimientos que ya han realizado, no parece haber demasiado alboroto, así lo ha confirmado el confidente que asegura que la mayor parte de la documentación sigue estando disponible en caso de que hicieran un registro.

Paloma ve el número oculto con el que la llaman y por un momento piensa en no coger la llamada, no hay cosa que le cabree más que la llamen desde un número desconocido, pero ahora mismo no está la situación para ponerse exquisita. Decide que hay que atender cualquier llamada sea para bien o para mal. Si es una teleoperadora intentando venderle un seguro ya se encargará de mandarla a la mierda.

- ¿Dígame?

- Hola Paloma, soy Mónica Pedroso.

- Dime.

- No, dime tú. Esperábamos una respuesta a nuestra propuesta de colaboración.

- Yo preferiría hablar con la jueza.

- Doña Isabel Garriga está muy ocupada y yo me encargo de todos estos temas, puedes hablar conmigo con total confianza.

- De todas formas, no me importa esperar, dígale que me llame.

- Paloma, solo hay una respuesta que la jueza está interesada en oír. Si esa respuesta no es sí, no te molestes porque no te va a atender.

- En ese caso dígale que no puedo colaborar con ustedes. No hay ninguna información que yo tenga que pueda servirles de ayuda y no estoy dispuesta a hacer nada ilegal ni ir contra mi propia empresa.

- No te vamos a pedir que hagas nada ilegal. Todo lo contrario, te estamos pidiendo que colabores con la justicia. En cuanto a lo de ir contra tu propia empresa no te preocupes que ellos solos ya se buscan los problemas: están de mierda hasta el cuello.

- Usted no lo entiende.

- Pues explícamelo.

Paloma, en vista de que la otra ha decidida tutearla, decide apear el tratamiento y le habla directamente de tú a tú, que quizás así se entiendan mejor las cosas.

- Oye, tengo por fin un trabajo bien valorado laboral y económicamente, estoy en un buen momento y además tengo una reputación profesional. Ir contra mis mismos jefes no parece una buena idea.

- Es posible que tus jefes acaben a la cárcel.

- Entonces será su problema, yo no he hecho nada ilegal ni nada malo.

- Es posible que sí, pero te quedarás sin trabajo igualmente. Vamos a ir a por ellos y créeme que tenemos la investigación bien atada. Te conviene estar del lado ganador si tanto te interesa mantener tu reputación.

- Si voy en contra de la que se ha convertido en una de las principales promotoras y constructoras de la Comunidad de Madrid, mi reputación valdrá bien poco. Aunque esté del lado correcto ¿quién piensas que me va a dar trabajo?

- ¿De eso tienes miedo?

- Me ha costado mucho llegar a donde estoy.

- Paloma, pisas sobre suelo resbaladizo, ten cuidado de no caerte. Ya sabes cuál es mi consejo, pero si decides hacer otra cosa, adelante, incluso aunque tú creas que no has hecho nada nunca se sabe. Estar en una empresa donde se cometen delitos puede llegar a salpicarte.

- ¿Me estás amenazando?

- No, solo te advierto. Una vez más, te repito que lo que te doy es un consejo y tú decides.

- Dígale a la jueza que ya he decidido: no puedo ayudarles, no sabría cómo y lo único que podría hacer es estropear aún más las cosas.

- Si es tu última palabra…

- Lo es.

- Paloma ¿has hablado con alguien de esto?

- No, con nadie.

- Por tu bien espero que sea así, si no vas a ayudar cierra la boca y déjanos hacer nuestro trabajo o me ocuparé de encausarte por obstrucción a la justicia y colaboración con entidad criminal, y esto sí es una amenaza.

Mónica cuelga. Sabe que Paloma tiene su móvil y en caso de que recapacite la llamará. Marca el número de María Isabel Garriga.

- Dime Mónica.

- No quiere colaborar. No hay forma de que cambie de idea. Le he leído la cartilla y todavía puede arrepentirse y llamarme, pero yo no contaría con ello.

- ¿Por qué no?

- Ha alegado motivos de ética profesional. No quiere ir contra su propia empresa, aunque supongo que también está acojonada porque si testifica en contra de ellos o si saben que nos ha ayudado no encontrará trabajo. Esta gente parece estar muy bien relacionada.

- Podemos protegerla.

- Ya, pero no creo que ese sea el motivo, estoy convencida de que esta gente la tiene cogida de alguna manera. No sé si es cómplice o hay algún motivo por el cual, sabiendo que el barco se hunde, decide continuar con ellos.

- ¿Quizás algún tipo de chantaje?

- No lo sé, pero me ha dado esa impresión.

- En ese caso es posible que les vaya con el cuento, aunque creo que todavía no lo ha hecho y que se va a mantener al margen.

- Mejor así, ojalá no te equivoques, esta gente ya sabe que estamos detrás de ellos, no necesitan que Paloma le vaya con el cuento, de hecho, han empezado a moverse para eliminar rastros y si no han suprimido más, es porque tienen negocios entre manos y no pueden dejarlos a medias. Demasiados compromisos y demasiado dinero en juego, ahí es donde les vamos a pillar.

- Pues entonces a trabajar.
 
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¿Dónde se esconde mejor un lobo?



Fermín se acerca a la mesa de la cafetera donde Mónica se sirve la enésima taza de café de esa mañana.

- Mala noche ¿eh?

- Asquerosa pero productiva ¿tan mala cara tengo?

-La misma que ponía mi ex mujer cuando me la chupaba y me corría sin avisarla.

- A ti no te han hecho una mamada hasta el final en la vida, así que no fardes ¿tienes el informe?

- Claro. No está muy pulido pero tiene todos los datos. Demasiado para haberlo hecho en media hora.

- Pues vamos, que la tropa espera.

Se sientan en la mesa donde ya la esperan la juez María Isabel y el resto de los compañeros.

- A ver, contadnos las novedades.

- Si señora. Como ha sido Mónica a la que se le ha encendido la lucecita dejo que empiece ella.

- Gracias Fermín. Como sabéis, bien hasta ahora la situación estaba así…

>> Cosas que sabíamos: Wkm presenta opacidad en sus cuentas, hay indicios que indican tramas de corrupción, tenemos facturas infladas, promociones dónde está entrando mucho dinero en B, recalificaciones de terrenos que le dejan muy buenos dividendos sin ni siquiera llegar a construir, etcétera. La estructura contable de la empresa y el entramado de cuentas que tienen relación con ella son las habituales en holdings que generan y lavan dinero negro. Tienen relación con cuentas en el extranjero y paraísos fiscales.

>> Lo que suponemos: que efectivamente hay tramas corruptas que están generando muchos ingresos, que estos se dirigen hacia paraísos fiscales y que luego retornan a cuentas en España una vez convertidos en fondos legales.

>> Lo que nos falta: podemos demostrar que generan dinero negro, Fermín está en ello y ya tenemos resultados, pero no tenemos pruebas de cuánto dinero ni de cómo lo sacan. El grueso de la pasta no aparece en ninguna de las cuentas. Tampoco sabemos cómo regresa ni a qué entidades o cuentas una vez lavado. Todo esto es fundamental para armar el caso. Si queremos que se caigan con todo el equipo no vale solo con acusarles de generar ingresos en B sin poder cuantificarlos. Hay que demostrar como llevan a cabo todo el ciclo.

>> Bien: esto estaba así hasta ayer noche. La verdad es que nos encontrábamos un poco atascados porque la monitorización de cuentas no nos proporcionaba pruebas concluyentes. De repente recordé un antiguo caso y, como dice Fermín, se me encendió la lucecita. Pensé que quizás el entramado de cuentas que tenían montado para asuntos menores, ya que por ahí no circulaba el grueso del capital, igual sólo era un señuelo para despistar si alguien los investigaba y ponerlos sobre aviso. Sí bloqueamos o intervenimos una de ellas salta la alarma. Esa es la alarma leve, aunque saben que alguien ha estado husmeando, la campana gorda todavía no ha sonado. Afortunadamente solo monitorizamos, con lo cual creen que aún tienen tiempo de reacción o que la cosa quizás no sea tan peligrosa.

>> Volviendo al tema de dónde está el dinero negro ¿Dónde se esconde mejor un lobo? Pues entre otros lobos. Las cuentas que hemos estado investigando tienen otra función aparte de actuar como señuelo y alarma, y es crear una nube donde el objetivo principal nos pase desapercibido. Estuve revisando anoche todas y cada una de estas cuentas, incluso las más pequeñas y con menos actividad, esperando que alguna de ellas mostrara algún indicio o me llevara a alguna parte y de repente recordé lo que había comentado Fermín relativo a los pagos a dos consultoras ¿Quieres seguir tú?

- De acuerdo, gracias. Bien, seguro que recordáis que hicimos mención a dos consultoras a las que Wkm le pagaba cantidades un poco extrañas porque eran demasiado elevadas para ser pura y simple consultoría de informes, aunque no lo suficiente como para constituir por sí misma una operación de lavado de dinero. En un principio las descartamos porque no era inusual que una promotora con grandes negocios invierta mucha pasta en informes técnicos, incluso puede ser una forma de comprar voluntades o de pagos a políticos corruptos, ya sabéis, la consultora presenta una factura abultada porque una parte de este dinero luego se deriva a pagar sobornos, pero esto no era nuestro principal objetivo. Le empezamos a dar vueltas y se nos ocurrió algo ¿Y si estas cantidades que cobraban en realidad eran un porcentaje, no por informes, sino por lavar el dinero? con este volumen de negocio los intermediarios te pueden cobrar entre un 10 y un 20% del dinero lavado. Si multiplicamos la facturación de las consultoras a Wkm y la aumentamos entre un 80 o un 90%, nos da ya unas cantidades que pueden cuadrar con el volumen de dinero negro obtenido. Así que nuestra nueva teoría es que estas dos consultoras son empresas pantalla que en realidad lo que hacen es recibir el pago a la organización, que se encargan de recibir el dinero negro depositado en paraíso fiscales, lavarlo y volverlo a reintroducir una vez limpio. Hemos pedido algunos favores a la Interpol y a la Policía fiscal en países amigos y solo con la información que nos han pasado sobre las consultoras, ya tenemos base para identificar algunas de las líneas por las cuales se mueve el dinero, tanto para salir como para volver a España. María Isabel, en cuanto nos consiga las correspondientes órdenes empezaremos a monitorizar.

- De acuerdo, buen trabajo. Pasadme la información y emitiremos las oportunas solicitudes tanto para España como para el extranjero. A ver si esta vez encontramos donde hincar el diente.







Mónica hace la llamada que tenía pendiente. Han dejado veinticuatro horas a Paloma para que hierva en su propio caldo y ahora falta saber cuál es el resultado del guiso. Como dijo la jueza, no hay que dejarla reposar demasiado. Si ha tomado la decisión correcta, cuanto antes se suba al carro mejor y, si ha tomado la incorrecta, no se le puede dar mucho tiempo vaya a ser que le dé por avisar y la empresa acelere el proceso de destrucción de documentos. Es un tema que le preocupa pero sorprendentemente todo parece tranquilo en Wkm. Salvo algunos de los movimientos que ya han realizado, no parece haber demasiado alboroto, así lo ha confirmado el confidente que asegura que la mayor parte de la documentación sigue estando disponible en caso de que hicieran un registro.

Paloma ve el número oculto con el que la llaman y por un momento piensa en no coger la llamada, no hay cosa que le cabree más que la llamen desde un número desconocido, pero ahora mismo no está la situación para ponerse exquisita. Decide que hay que atender cualquier llamada sea para bien o para mal. Si es una teleoperadora intentando venderle un seguro ya se encargará de mandarla a la mierda.

- ¿Dígame?

- Hola Paloma, soy Mónica Pedroso.

- Dime.

- No, dime tú. Esperábamos una respuesta a nuestra propuesta de colaboración.

- Yo preferiría hablar con la jueza.

- Doña Isabel Garriga está muy ocupada y yo me encargo de todos estos temas, puedes hablar conmigo con total confianza.

- De todas formas, no me importa esperar, dígale que me llame.

- Paloma, solo hay una respuesta que la jueza está interesada en oír. Si esa respuesta no es sí, no te molestes porque no te va a atender.

- En ese caso dígale que no puedo colaborar con ustedes. No hay ninguna información que yo tenga que pueda servirles de ayuda y no estoy dispuesta a hacer nada ilegal ni ir contra mi propia empresa.

- No te vamos a pedir que hagas nada ilegal. Todo lo contrario, te estamos pidiendo que colabores con la justicia. En cuanto a lo de ir contra tu propia empresa no te preocupes que ellos solos ya se buscan los problemas: están de mierda hasta el cuello.

- Usted no lo entiende.

- Pues explícamelo.

Paloma, en vista de que la otra ha decidida tutearla, decide apear el tratamiento y le habla directamente de tú a tú, que quizás así se entiendan mejor las cosas.

- Oye, tengo por fin un trabajo bien valorado laboral y económicamente, estoy en un buen momento y además tengo una reputación profesional. Ir contra mis mismos jefes no parece una buena idea.

- Es posible que tus jefes acaben a la cárcel.

- Entonces será su problema, yo no he hecho nada ilegal ni nada malo.

- Es posible que sí, pero te quedarás sin trabajo igualmente. Vamos a ir a por ellos y créeme que tenemos la investigación bien atada. Te conviene estar del lado ganador si tanto te interesa mantener tu reputación.

- Si voy en contra de la que se ha convertido en una de las principales promotoras y constructoras de la Comunidad de Madrid, mi reputación valdrá bien poco. Aunque esté del lado correcto ¿quién piensas que me va a dar trabajo?

- ¿De eso tienes miedo?

- Me ha costado mucho llegar a donde estoy.

- Paloma, pisas sobre suelo resbaladizo, ten cuidado de no caerte. Ya sabes cuál es mi consejo, pero si decides hacer otra cosa, adelante, incluso aunque tú creas que no has hecho nada nunca se sabe. Estar en una empresa donde se cometen delitos puede llegar a salpicarte.

- ¿Me estás amenazando?

- No, solo te advierto. Una vez más, te repito que lo que te doy es un consejo y tú decides.

- Dígale a la jueza que ya he decidido: no puedo ayudarles, no sabría cómo y lo único que podría hacer es estropear aún más las cosas.

- Si es tu última palabra…

- Lo es.

- Paloma ¿has hablado con alguien de esto?

- No, con nadie.

- Por tu bien espero que sea así, si no vas a ayudar cierra la boca y déjanos hacer nuestro trabajo o me ocuparé de encausarte por obstrucción a la justicia y colaboración con entidad criminal, y esto sí es una amenaza.

Mónica cuelga. Sabe que Paloma tiene su móvil y en caso de que recapacite la llamará. Marca el número de María Isabel Garriga.

- Dime Mónica.

- No quiere colaborar. No hay forma de que cambie de idea. Le he leído la cartilla y todavía puede arrepentirse y llamarme, pero yo no contaría con ello.

- ¿Por qué no?

- Ha alegado motivos de ética profesional. No quiere ir contra su propia empresa, aunque supongo que también está acojonada porque si testifica en contra de ellos o si saben que nos ha ayudado no encontrará trabajo. Esta gente parece estar muy bien relacionada.

- Podemos protegerla.

- Ya, pero no creo que ese sea el motivo, estoy convencida de que esta gente la tiene cogida de alguna manera. No sé si es cómplice o hay algún motivo por el cual, sabiendo que el barco se hunde, decide continuar con ellos.

- ¿Quizás algún tipo de chantaje?

- No lo sé, pero me ha dado esa impresión.

- En ese caso es posible que les vaya con el cuento, aunque creo que todavía no lo ha hecho y que se va a mantener al margen.

- Mejor así, ojalá no te equivoques, esta gente ya sabe que estamos detrás de ellos, no necesitan que Paloma le vaya con el cuento, de hecho, han empezado a moverse para eliminar rastros y si no han suprimido más, es porque tienen negocios entre manos y no pueden dejarlos a medias. Demasiados compromisos y demasiado dinero en juego, ahí es donde les vamos a pillar.

- Pues entonces a trabajar.
Luis, excelente!!!
"Enganchado" esperando la continuación.
 
12



La redada.



Paloma llega a la sede de Wkm. Anoche recibió una llamada de Olga. Era extraño que la llamara tan tarde.

- Hola ¿qué pasa?

- Valentín quiere que vengas mañana a primera hora para una reunión.

- ¿Y eso? mañana tengo trabajo en la obra.

- Esto es urgente.

- ¿De qué va la reunión?

-No lo sé, solo sé que me ha pedido que convoque a los otros dos arquitectos y a la mayoría de gente del staff.

- ¿A qué hora?

- A las nueve y media.

- De acuerdo.

Paloma llega con casi diez minutos de antelación, saluda a Olga y esta le indica la sala de reuniones. Todavía falta gente, pero tampoco es la primera en llegar. Reconoce y saluda a otro de los arquitectos que trabajan con la promotora, al responsable de finanzas y a Jorge Trasmayo, adjunto a la gerencia, digamos que la mano derecha de Valentín Jurado.

- ¿De qué va esto? - le pregunta directamente.

- Ahora os informará Valentín. Tenemos una auditoría encima y parece que hay algunos problemas con las finanzas así que debemos coordinar nuestra estrategia como empresa para evitar problemas legales.

- ¿Auditoría interna o externa?

- Externa.

- Auditoría externa y problemas legales no suena demasiado bien todo junto.

- Bueno, a ver qué nos dice Valentín.

Paloma toma posesión de una silla dejando su bolso y gabán encima.

- Voy por un café - dice saliendo al pasillo.

Algo va a pasar, es consciente de ello, la reunión es del todo inusual y el tema que le han adelantado mucho más.


Valentín Jurado se muestra tranquilo al llegar a la oficina, aunque la procesión va por dentro. Su aparente serenidad externa se contradice con el bullir de su mente. Ha convocado a Santiago a una reunión presencial, necesita verlo en persona porque están pasando cosas raras a su alrededor y eso lo inquieta. Una de sus cuentas ha quedado bloqueada, una de las que (en teoría) nadie conoce y de las que utiliza para enviar dinero a New Jersey. El banco todavía no le ha dado respuesta, está intentando contactar con su asesor y este le ha dicho que va a enterarse a ver qué es lo que ha sucedido. Es extraño que una de esas cuentas sea bloqueada. La sombra de una orden emitida internacionalmente por el gobierno español lo inquieta, pero el asesor le ha dicho que puede ser debido a otras causas, que a veces por seguridad el banco congela esas cuentas, sobre todo si se producen movimientos extraños. Ha intentado contactar con su abogado, que curiosamente hoy tampoco le devuelve las llamadas. Quizás todo sea casualidad pero su instinto le dice que mejor asegurarse, de forma que pondrá a funcionar a Santiago a toda marcha. También debe consultar con el abogado el estado de finanzas y elaborar un plan de emergencia por si hay que disolver sociedades o mover el dinero. Se impone un parón técnico, que será el eufemismo con el que va a anunciar a arquitectos, técnicos de alto nivel de la promotora y personal directivo que detienen la actividad. Le jode echar el freno pero tiene que reconocer que Santiago tenía razón. La situación se puede volver inmanejable si realmente hay problemas. En caso de que sea una falsa alarma se pondrán en marcha de nuevo lo antes posible. Ya se encargará él de hablar con los inversores. Si no, es imprescindible saber si se enfrentan a algo grave o no, y actuar en consecuencia.

- Buenos días - lo saluda Olga al llegar – El señor Muguruza ha llamado. Me ha pedido que le diga que viene de camino.

- De acuerdo. Tenemos reunión a las 9:30 pero esperaremos a que llegue, tengo que hablar antes con él.

- Muy bien jefe.

- También espero a Santiago, le he citado en una hora, pero si cuando llegue estamos reunidos que me espere en mi despacho.

- De acuerdo.

Valentín se encierra en su oficina y se sirve un café de capsula. Va a ser un día muy intenso.


Fermín está en el coche como con Mónica. Están aparcados enfrente de la sede de Wkm que está situada en el tercer piso de un edificio de oficinas en el barrio de Chamartín. Les han dejado un coche camuflado del pull de la policía.

- ¿No estamos demasiado cerca?

- Aquí es donde había sitio y, además, no van a sospechar aunque nos vean. Esta gente no tiene pinta de reconocer a un policía ni aunque les pegue con la porra en la cabeza.

- ¿Por qué no entramos ya? ¿Falta alguien De los nuestros?

- No, de los nuestros no, todos están en su sitio. Falta alguien de la promotora. Queremos que esté dentro cuando iniciemos el registro.

- ¿Quién es?

- Ya lo verás.

- ¿A estas alturas aun no te fías de mí? Me rompes el corazón…

- Tranquilízate joder que eres un impaciente.

- A ver, es que es mi primera redada.

- Pues sería mejor que te quedaras en el coche y no estorbaras.

- No me lo pierdo por nada del mundo.

- Entonces no llames la atención demasiado y mantente en segundo plano. Vamos a molestar gente muy importante, cuanto menos se queden con tu cara mejor.

- Me la trae al fresco, para una vez que parece que picamos alto no me voy a conformar con que me lo cuentes luego. Si tú subes, yo voy también.

Mónica sonríe. Después de todo ha acabado por cogerle el puntito a Fermín y casi se podía decir que hasta le cae bien. Los acontecimientos se han precipitado. Les hubiese gustado reunir más pruebas pero las alarmas saltaron ayer cuando vieron movimientos en las cuentas. Se cancelaron dos de ellas tras transferir el dinero y en las demás hay meneos. Es evidente que las consultoras están plegando velas y eso solo significa que Wkm va a poner a salvo sus fondos y a destruir pruebas, de manera que nos les ha quedado más remedio que actuar.

- Ahí está - dice Mónica a través del walkie talkie poniéndose de repente seria y en tensión.

Un tipo de unos cuarenta y tantos años, con una incipiente calvicie, alto, razonablemente bien parecido, de complexión normal, vestido con traje y gabardina y portando un bolso para portátiles se acerca a la entrada. Ella mira hacia el frente siguiéndole con el rabillo del ojo y le da un golpe en la pierna a Fermín para que haga lo mismo.

- Está dentro, le damos diez minutos para que llegue a la oficina y subimos. Todos preparados.

Dejan pasar los minutos y luego salen del coche. El equipo, exceptuando a la juez, se reúne en la puerta de entrada. Llevan como apoyo dos agentes más de la UDEF, el secretario judicial que levantará acta de todo lo que encuentren en el registro y dos dotaciones de la Policía que se repartirán custodiando la entrada delantera y trasera del edificio, para evitar que alguien pueda huir o para comprobar si lanzan algo desde las ventanas de la oficina, así como para acompañarlos y vigilar que nadie destruya pruebas mientras hacen el registro. No esperan resistencia ni conflictividad, pero nunca se sabe.

- Todos a sus posiciones y los demás vamos para arriba. Ya sabéis lo que toca. Actuamos con rapidez y estamos vigilantes. En marcha.

Han tenido una reunión esta mañana a primera hora donde han planificado la operación. En una coreografía perfectamente estudiada, atraviesan rápidos el hall mientras uno de los policías uniformados se dirige al conserje que está en su mostrador, para avisarle de que va a haber una intervención policial y para evitar que ponga sobre aviso a nadie. Suben a la planta y se dirigen a las oficinas que ocupan buena parte de ella. Olga, la secretaria, se levanta al verlos entrar. Lo hace de forma automática como si un resorte la hubiera empujado.

- ¿Qué desean? - pregunta sin saber muy bien cómo reaccionar a ese desembarco.

- Policía: esto es un registro - le indica Paco Rubial mientras pone la orden judicial encima de su mesa.

- Avisaré al gerente.

- No, usted se va a quedar aquí quieta sin llamar a nadie y sin tocar nada. Ya la avisaremos si necesitamos su colaboración.

La unidad dispone de los planos de la oficina y sabe exactamente dónde está cada despacho. Paco se dirige al del Gerente, Valentín Jurado, acompañado de uno de los policías de uniforme y el secretario judicial y los otros miembros de la unidad, se reparten hacia otras oficinas mientras uno se queda coordinando desde el hall de entrada, vigilando la secretaria y por si alguien intenta entrar o salir. Mónica, con otro de los policías se dirige hacia un pasillo y camina hacia un ventanal.

- Ven conmigo - le dice a Fermín - pero estate callado, observa y aprende.

- Me encanta cuando te pones chula ¿a quién vamos a apiolar?

- A Rubén Muguruza el abogado de la compañía.

Mónica da un par de golpes en la puerta, sólo como cortesía porque no espera antes de entrar.

- Buenos días, policía. Por favor apártese del ordenador.

El abogado levanta las manos automáticamente y se echa para atrás empujando con los pies el sillón de su mesa de trabajo. No parece sorprendido, más bien resignado y ha obedecido rápidamente la orden, lo cual inquieta bastante a Mónica. Si lo hubieran pillado totalmente por sorpresa habría mostrado alguna resistencia. Han sido solo segundos desde que han entrado hasta que han llegado a su despacho, pero tienen la impresión de que de alguna manera se ha enterado que venían a por él. Mónica se asoma al portátil y ve que tiene la pantalla bloqueada.

- ¿Cuál es la clave?

- ¿Tienen una orden judicial?

- Por supuesto, está en la mesa de la secretaria.

- Este portátil me pertenece a mí, no a la empresa.

- Sr Muguruza le informo que usted va a ser interrogado en calidad de investigado, el registro de la sede de Wkm es aplicable también a su persona. Le ruego que deje aquí sus dispositivos, incluido el móvil y se dirija a la sala de reuniones con el resto del personal. Allí le leerán sus derechos y si lo desea podrá abstenerse de declarar hasta contar con un abogado.

- Ya, ya me sé la película - dice él mientras serio se levanta y se dirige a la sala escoltado por el policía.

Cuando llega a la sala de juntas ya está allí Paco con el resto del personal dando las órdenes pertinentes.

- Está prohibido utilizar el móvil. De momento no vamos a requisarlos, solo a aquellas personas que están siendo investigadas, pero tienen prohibido usarlo mientras dure el registro. Les ruego que permanezcan en silencio y sin hablar entre ustedes.

Deja al cargo a un miembro uniformado de la Policía y se reúne con el resto del equipo. La jueza acaba de llegar.

- ¿Cómo va todo?

- Bien, los tenemos en la sala de reuniones. Vamos a proceder a registrar la oficina y hacernos con los dispositivos móviles, ordenadores y con toda la información escrita que nos pueda ser útil.

- De acuerdo ¿Dónde están Muguruza y Jurado?

- El abogado con el resto en la sala de reuniones. A Valentín Jurado lo tenemos aislado en el despacho.

- Saca al abogado de la sala de reuniones y a Valentín de su despacho. Ponlos en sitios separados, la sala de fotocopias o el aseo si es preciso.

- Muy bien.

Inician el registro. La policía se distribuye por parejas y empiezan por el despacho de Valentín y de Muguruza tal y como ha indicado María Isabel. Mónica y Fermín están en la oficina del abogado confiscando el teléfono móvil y el portátil que han desbloqueado ya que el abogado ha colaborado. Hacen una captura del disco duro y revisan el dispositivo muy por encima, accediendo al correo. No parece haber nada raro pero encuentran mucha información.

- Todo esto habrá que mirarlo tranquilamente.

- Apenas se ha resistido, nos lo ha puesto incluso demasiado fácil, diría yo. Dudo que haya cosas comprometedoras.

- Pues es lo que tenemos y con esto hay que trabajar.

En ese momento entra la jueza.

- Me acaba de contactar el informante. Dice que busquemos un pendrive. Muguruza siempre lo lleva encima.

- Voy a registrarlo - responde Mónica - revisa todo aquí, su cartera, los cajones, armarios.

Cuando vuelve pregunta a Fermín:

- ¿Hay algo?

- Nada ¿y tú?

- No, está limpio.

- ¿Le has preguntado?

- Es un abogado con experiencia, no va a admitir que tiene un dispositivo con material comprometido y si aparece, negará que es suyo.

- ¿Dónde coño lo tiene? no le ha dado tiempo a esconderlo.

- Sí, sí que le ha dado - dice mientras da vueltas a ver dónde leches se les ha olvidado mirar.

- ¿Lo habrá tirado a la calle? Revisa la ventana.

- Es difícil de abrir, se necesita una manivela especial.

- ¿Se lo habrá tragado? - pregunta Fermín en tono jocoso.

- Como no aparezca soy capaz de mandarlo al hospital a una radiografía o a que le metan los dedos por el culo si es preciso - responde Mónica mientras saca todos los cajones de su sitio.

Lo ha dicho completamente seria, lo cual hace que el inspector tributario se quede un momento quieto, mirándola ¿Hablará en serio? la cree muy capaz, esta policía tiene ya más tiros pegados que la bandera de Nápoles y cuando está trabajando no amenaza en vano.

- ¿Qué haces ahí parado? ¡ponte a buscar, coño!

Tras diez minutos de registro el pendrive sigue sin aparecer. Incluso han palpado la gabardina a ver si tiene algún bolsillo secreto.

- ¿Alguna novedad? – pregunta la jueza Garriga, que asoma un momento la cabeza por el marco de la puerta. La inspectora niega resoplando cableada.

- Venga, que tenemos que encontrarlo. Os mando al secretario que vaya levantando acta mientras de lo demás.

- Hay que joderse - refunfuña Mónica impacientándose mientras observa hasta el último rincón del despacho.

Se dirige hacia el sofá. Los cojines están tirados por el suelo, los ha sacado para revisarlos. Ahora se dedica a abrirlos y a mirar en su interior.

- Esto no tiene sentido - murmura Fermín - No le ha podido dar tiempo a esconderlo en un sitio tan rebuscado. Y si no lo llevaba encima… ¡Fermín piensa!

Recorre por enésima vez la habitación con la vista, se pasea por ella a un lado y a otro hasta que por fin observa algo que le llamara atención: la lámpara que hay sobre la mesa. Un flexo dorado clásico que desentona un poco con los muebles de diseño de la oficina. Parece un poco ladeado. Se acerca y observa la base, una peana redonda que pesa bastante, preparada para sostener el brazo de la lámpara en cualquier ángulo o posición. Parece estar un poco desencajada, una línea blanca en forma de cuña de un extremo a otro deja ver el reborde interior.

- Esto parece que está despegado.

- ¿Como dices?

Fermín abre un cajón y encuentra una grapadora de mano. La utiliza para hacer palanca. No tiene que hacer mucha fuerza. Efectivamente la lámpara parece estar rota desde hace tiempo porque con un clac se suelta la base sin que salte ninguna esquirla de plástico o de pegamento. Algo suena dentro. Fermín termina de soltarlo empujando a la vez que hace fuerza en el sentido contrario. Una memoria USB cae sobre la mesa.

- ¡Ét voila!

- ¡Mira tú el novato que potra tiene!

- El novato te pega veinte vueltas, guapa. Si no es por mí estos se van de rositas porque seguro que esto no lo han escondido aquí porque tenga fotos porno.

- Lo hubiera acabado encontrando yo misma…

- ¡Que te acuestes ya!

- ¿Cómo vais por aquí? - ahora es Paco el que pregunta.

- Vamos de puta madre. Creo que lo tenemos - dice Mónica poniendo una sonrisa de cocodrilo.


Una hora antes de que la UDEF irrumpa en las Oficinas de Wkm, Santiago se encuentra en la cafetería del hotel. No debería ir siempre al mismo, pero ese es un hotel discreto céntrico y dónde además de pasar desapercibido puede descansar muy bien. Se encuentra muy cerca de las oficinas de Wkm y prepara uno de los mejores desayunos de Madrid. Con los años no es que se haya vuelto descuidado, el sitio es fiable, poco llamativo y no suele ser frecuentado por nadie que le pueda comprometer, pero desea disfrutar de algunos de los pocos placeres que su trabajo le permite cuando viaja y este es uno de ellos. La tostada de pan de pueblo, el zumo de naranja natural y las mermeladas caseras junto con un excelente café, hacen una delicia arrancar el día allí. También es un lugar donde se ha permitido el lujo de invitar a más de una señorita, en ocasiones tirando de tarjeta, en otras simplemente tirando de estilo y clase. El edificio le evoca buenos recuerdos y le gusta, así que repite. De todas formas, cada vez viene menos a Madrid y en el futuro solo espera pisar la capital de España por diversión. Un futuro cercano que ya casi puede tocar con la mano, piensa mientras se relame pasando por el labio la lengua y capturando un pegote de mermelada de mora de zarza que se le ha quedado allí. Va a darle un sorbo al café, pero su instinto le dice que hay algo que no va bien. Detiene el gesto y deja la taza sobre el plato. Le basta levantar un poco la cabeza para comprobar que hay un elemento que no encaja en el cuadro. Una mujer ha entrado en la cafetería. Apenas se ha detenido un par de segundos en la puerta y ahora camina decidida hacia el interior, en este caso directamente hacia él. Enfoca la vista y no le cuesta nada para conocer a Paloma ¿Como narices sabe ella que se hospeda allí?

- Hola Santiago - lo saluda con una media sonrisa disfrutando de la sorpresa que le ha causado.

La mujer sabe que es difícil descolocarlo o pillarlo en un renuncio así que saborea el instante.

- Buenos días - dice mientras recupera la flema y le da ese trago al café.

Luego se limpia con la servilleta y se recuesta un poco hacia atrás en la silla mirándola fijamente.

- ¿Cómo sabes que me alojaba aquí?

- Eso no importa, lo que realmente importa es lo que te voy a decir a continuación.

Santiago se remueve inquieto, no le gusta la situación. No sabe que pinta allí Paloma, aunque pronto lo va a averiguar, y tampoco se siente cómodo con ella llevando la voz cantante.

- No te preocupes, te prometo que solo te robaré cinco minutos - dice ella fríamente.

Esa frase fue pronunciada años atrás por la persona que ahora la escucha. Un escalofrío recorre la espalda de Santiago. En su profesión no hay nada peor que un suceso imprevisible y si hay algo que no estaba ni de lejos en su orden del día, era esta entrada en escena de una Paloma que parece recién llegada del pasado. Pero rápidamente se recupera y se pone en modo alerta para lo que pueda venir. Tiene oficio y sabe que debe mantener la cabeza fría y no mostrar debilidad.

- ¿Qué quieres Paloma?

- Quiero hacerte un favor.

El hombre entorna los ojos y levanta la barbilla componiendo una especie de mueca burlona.

- Bueno, gracias a ti mi vida ha mejorado notablemente. Me facilitaste este trabajo, he ganado dinero y mi reputación sigue a salvo. Estamos en deuda ¿no?

- Por favor, no tengo tiempo para juegos.

- No tienes tiempo de nada, será mejor que cojas un taxi para el aeropuerto y te montes en el primer avión que salga para Italia. Incluso me permitiría recomendarte que salieras de la Unión Europea.

- Muy graciosa, pero eso no es posible: tengo trabajo aquí. De hecho, tengo una reunión en una hora.

- Si es con Valentín Jurado no vayas.

Santiago aprieta el puño y empuja la taza a un lado para juntar las manos. Su paciencia parece haber llegado al límite.

- Paloma, aunque no te lo parezca te he protegido. Podríamos haberte hecho trizas. Y otra cosa: siempre he sido claro contigo ¿Me vas a explicar qué haces aquí? Te doy dos minutos, luego me levantaré y quizás me replantee un cambio de actitud hacia ti.

- Me sobra uno de esos dos minutos. En estos momentos la policía está lista para entrar en nuestra oficina central con una orden de registro.

- ¿Como dices?

- Digo que no te interesa en absoluto ir a ninguna reunión ni tampoco hacer ninguna llamada. Te repito que lo mejor que puedes hacer es salir de España. La policía tiene monitorizadas las cuentas de Wkm, posee grabaciones de conversaciones telefónicas, hay una investigación en curso desde hace tiempo, dispone de un montón de gigas de datos y de información interna. Todo eso más lo que encuentren en la oficina. Hoy van a detener a alguna gente y no van a ser mindundis, posiblemente tu amigo Valentín sea uno de ellos.

- ¿Por qué sabes tú todo eso?

- Supongo que te lo imaginas, pero esa no es la cuestión.

Efectivamente, si lo que dice Paloma es cierto Santiago entiende que solo puede saberlo porque los ha traicionado. La cuestión es con qué información se ha podido hacer y como la ha conseguido. Suspira y mira alrededor. No detecta actividades extrañas ni movimientos raros y durante un minuto guarda silencio.

- No estoy grabando la conversación, no te preocupes. Ya te he dicho que he venido a hacerte un favor.

- No te creo. Si la policía estuviera ahora mismo registrando la sede me habrían llamado.

- Igual Valentín no ha tenido tiempo... - Dice ella burlona – No he dicho que estén registrándola, sino que están listos para hacerlo. Hemos sido convocados a una reunión todo el equipo. Parece que alguien se ha puesto nervioso y nos van a dar nuevas consignas. Me da que la policía esperará a que estemos todos para intervenir.

Santiago mira su móvil que está encima de la mesa.

- No te lo recomiendo. No te servirá de nada llamar a Valentín, ya es tarde. Si no se presenta lo detendrán en su casa o donde se encuentre. Y ese movimiento por tu parte invalidaría el trato que te voy a ofrecer y que te puede permitir salir con bien de esta.

- ¿Un trato? Si lo que dices es cierto, que es mucho suponer, puedo desaparecer. No te necesito.

- Quizás no sea necesario huir, solo irte de aquí hasta que se calmen un poco las cosas. La policía no sabe nada de ti y Valentín ya tiene bastante con la que le va a caer encima como para implicarte. Si no le preguntan por ti no abrirá la boca. Y si yo mantengo cerrada la mía acerca de cuál es tu verdadero papel en Wkm tienes muchas posibilidades de salir con bien de esta investigación policial. La gente que está detrás de esto solo busca delitos fiscales. Tú te libras pero los demás caen.

- ¿Me estás diciendo que te has chivado a la policía de todo pero que me vas a dejar al margen?

- Eso depende de ti y de si aceptas mi trato. Bueno, en realidad el tiempo de negociación ya pasó si es que alguna vez tuviste opción - dice ella arrastrando las palabras, tiene muy presente la escena vivida hace unos pocos años cuando el mundo se le cayó encima - Ahora se trata solo de poner tu culo a salvo.

- No hay ninguna prueba contra mí.

- Eso está por ver. Sobre todo, si convenzo a la policía de que eres una pieza clave en el entramado y le ofrecen a Valentín una salida si cuenta todo lo que sabe de ti. Ya sabes cómo va esto, una vez que tu nombre sale a relucir los demás se agarrarán a un clavo ardiendo para escapar lo mejor parados posibles. Seguramente no tengan para condenarte a cadena perpetua, pero sí lo suficiente para que pases un tiempo en el rincón de pensar, te queden antecedentes y tu nombre deje de ser anónimo ¡Vaya patinazo tan cerca de la jubilación! ¿verdad Santiago? Pero todavía puedo olvidarme de que existes, de dónde puede encontrar la policía datos que te incriminen, y en caso de que (por lo que quiera que sea) alguien preguntara, de desviar la atención de ti.

Santiago la mira escéptico. Ha jugado muchas veces a ese juego y sabe que las cosas no son tan fáciles. Pero también sabe que es bueno nadar y guardar la ropa. No puede confirmar en ese momento hasta qué punto lo de Paloma es un farol, pero tampoco puede descartar que vaya en serio. Decide ver a donde le conduce todo antes de hacer ningún movimiento.

- ¿Y qué es lo que quieres a cambio?

- ¿Qué pasó con los vídeos que me grabasteis?

- Tengo las copias.

- ¿Y quién más?

- Solo yo.

- Destrúyelas.

- ¿Sólo eso?

- Como tú me dijiste una vez, nadie puede estar seguro que se elimina un vídeo de este tipo. Siempre podrás guardarte un duplicado, pero he empezado a recuperar la fé en la humanidad así que estoy dispuesta a creerte si me garantizas que las harás desaparecer. Digamos que es una cuestión de confianza mutua porque yo también te garantizaré a ti no contar nada de lo que sé respecto a tu persona.

Santiago guarda silencio y eso le parece buena señal a Paloma que continúa.

- Pero tienes razón: hay más. En realidad, ni siquiera me preocupa demasiado que podáis publicar las imágenes, ya no. He cambiado y mi vida también. Podría soportar la humillación. Lo que realmente quiero es una información.

- ¿Qué información?

- Quiero saber el nombre real de una persona y como encontrarla.

El hombre entorna los parpados otra vez en su gesto característico hasta casi cerrarlos. Empieza a intuir por dónde va la cosa.


Santiago apura un tercer café. Ya debería estar en las oficinas de Wkm pero no se decide a levantarse de la cafetería del hotel donde Paloma lo ha sorprendido. Ha llamado a Valentín ya tres veces sin que le coja el teléfono. Empieza a inquietarse. No puede ser tan lista y tan cabrona, se dice para sí mismo, aunque en el fondo intuye que sí, que siempre ha sabido que esa mujer era peligrosa. Mira que se lo advirtió a Valentín, otra advertencia que su cliente en España ignoró. Una más que sumar a la lista de “ya te lo dije”. Pero a estas alturas no tiene sentido lamentarse, sino que lo que procede es saber si las amenazas de la arquitecta son ciertas o solo un farol muy bien montado. Y para eso tiene que averiguar qué está pasando. No es prudente ir a las oficinas hasta que no esté seguro, de modo que reprime una vez más su intención de acercarse. Suspira y con número oculto llama en esta ocasión a la secretaria Olga. Esta atiende el teléfono.

- Hola soy Santiago ¿esta Valentín?

- Señor no podemos atenderle en este momento, tendrá que llamar más tarde.

El tono agobiado de Olga, que ha hecho como si no lo conociera y las voces que oye alrededor le certifican que algo está pasando en la oficina.

- De acuerdo, gracias.

Se queda un momento callado tras colgar e intenta dar un último sorbo al café, pero lo que le sale es un:

- ¡Que hija de puta!

Lo dice bajito para no llamar la atención de los que le rodean, pero con sincera admiración. Luego, por fin, se termina el café y llama a la agencia para cambiar su billete por el primer avión que salga hacia Italia.


Paloma sale de la oficina. La policía se ha limitado a identificarla, preguntarle cuál es su puesto y función dentro de la empresa y advertirle que puede ser citada a declarar, lo mismo que a todos los demás, con excepción de Valentín y Rubén que se marchan a las oficinas de la UDEF detenidos. No tardaran en salir bajo fianza en calidad de acusados. Para alivio suyo, ninguno de los de la unidad se han dirigido a ella de forma distinta a los demás, o como si ya la conociesen. Solo alguna fugaz mirada irónica en el caso de Mónica o de interés, por parte de Fermín, como si quisiera asegurarse que se encuentra bien. Tampoco han decomisado su portátil ni su móvil, que una vez finalizado el registro le han devuelto. Nerviosa, se toca el pañuelo de cuello que suele llevar como amuleto en días que necesita una inyección de optimismo. La tela suave le insufla determinación. Todavía inquieta, toma la primera decisión después del mal trago en la oficina. Irá a la obra, no hay orden directa del gerente, pero ella no la necesita para saber que los trabajos deben pararse de inmediato hasta nuevo aviso. Eso implica comunicarlo a proveedores, personal operativo propio y también de contratas. A eso se dedica durante buena parte de la jornada, a organizar el cese de la actividad. Almuerza un sándwich que se hace traer y luego recibe la primera llamada, en este caso es de Olga.

- Hay novedades para ti – le espeta sin ni siquiera saludar. Aun se le nota nerviosa.

- Dime.

- Tengo órdenes del abogado de Valentín.

- ¿De Muguruza?

- No, él también está detenido. Es otro nuevo. Ha podido hablar con Valentín y quiere que paralicen todos los proyectos de forma inmediata, incluida tu promoción. Para eso era la reunión de esta mañana.

- Ya estoy en ello.

- Bien. También quiere que no habléis con nadie y mucho menos con la Policía. Si te citan a declarar tienes que contactar antes con él en el número que te voy a dar. Se llama Juan Casals, es penalista y no debes hacer nada hasta que no esté presente como tu representante legal. Tienes derecho a ello. Será lo mejor para todos.

“Lo mejor para todos” … Paloma no puede evitar sonreír al otro lado de la línea.

- Olga ¿puedo preguntarte que es lo que ha pasado hoy? ¿Qué hacia la Policía registrando nuestras oficinas?

- No lo sé, no puedo decirte nada más que lo que me han dicho que hagamos.

- De acuerdo.

Una nueva sonrisa cuando cuelga se pinta en su cara. Olga no ha resultado nada convincente alegando ignorancia. “Yo lo he hecho mucho mejor”, piensa Paloma.

Esa tarde, no vuelve directa a su domicilio. Tras aparcar en el garaje, sale de su edificio, cruza la calle y detiene a tomar un Bourbon en el bar que hay enfrente de su casa. Está en la terraza, evaluando lo que ha dado de sí el día y preguntándose si esa noche conseguirá dormir bien o necesitará alguna copa de más cuando el teléfono vuelve a sonar. Es la última llamada que va a recibir ese día y entra con número oculto ¿será la policía? Al otro lado una voz que suena un poco ronca.

- Soy Santiago. Hay trato.

- Estupendo – contesta mientras compone la también ultima sonrisa del día. Después de todo, no necesitará esa segunda copa.
 
12



La redada.



Paloma llega a la sede de Wkm. Anoche recibió una llamada de Olga. Era extraño que la llamara tan tarde.

- Hola ¿qué pasa?

- Valentín quiere que vengas mañana a primera hora para una reunión.

- ¿Y eso? mañana tengo trabajo en la obra.

- Esto es urgente.

- ¿De qué va la reunión?

-No lo sé, solo sé que me ha pedido que convoque a los otros dos arquitectos y a la mayoría de gente del staff.

- ¿A qué hora?

- A las nueve y media.

- De acuerdo.

Paloma llega con casi diez minutos de antelación, saluda a Olga y esta le indica la sala de reuniones. Todavía falta gente, pero tampoco es la primera en llegar. Reconoce y saluda a otro de los arquitectos que trabajan con la promotora, al responsable de finanzas y a Jorge Trasmayo, adjunto a la gerencia, digamos que la mano derecha de Valentín Jurado.

- ¿De qué va esto? - le pregunta directamente.

- Ahora os informará Valentín. Tenemos una auditoría encima y parece que hay algunos problemas con las finanzas así que debemos coordinar nuestra estrategia como empresa para evitar problemas legales.

- ¿Auditoría interna o externa?

- Externa.

- Auditoría externa y problemas legales no suena demasiado bien todo junto.

- Bueno, a ver qué nos dice Valentín.

Paloma toma posesión de una silla dejando su bolso y gabán encima.

- Voy por un café - dice saliendo al pasillo.

Algo va a pasar, es consciente de ello, la reunión es del todo inusual y el tema que le han adelantado mucho más.



Valentín Jurado se muestra tranquilo al llegar a la oficina, aunque la procesión va por dentro. Su aparente serenidad externa se contradice con el bullir de su mente. Ha convocado a Santiago a una reunión presencial, necesita verlo en persona porque están pasando cosas raras a su alrededor y eso lo inquieta. Una de sus cuentas ha quedado bloqueada, una de las que (en teoría) nadie conoce y de las que utiliza para enviar dinero a New Jersey. El banco todavía no le ha dado respuesta, está intentando contactar con su asesor y este le ha dicho que va a enterarse a ver qué es lo que ha sucedido. Es extraño que una de esas cuentas sea bloqueada. La sombra de una orden emitida internacionalmente por el gobierno español lo inquieta, pero el asesor le ha dicho que puede ser debido a otras causas, que a veces por seguridad el banco congela esas cuentas, sobre todo si se producen movimientos extraños. Ha intentado contactar con su abogado, que curiosamente hoy tampoco le devuelve las llamadas. Quizás todo sea casualidad pero su instinto le dice que mejor asegurarse, de forma que pondrá a funcionar a Santiago a toda marcha. También debe consultar con el abogado el estado de finanzas y elaborar un plan de emergencia por si hay que disolver sociedades o mover el dinero. Se impone un parón técnico, que será el eufemismo con el que va a anunciar a arquitectos, técnicos de alto nivel de la promotora y personal directivo que detienen la actividad. Le jode echar el freno pero tiene que reconocer que Santiago tenía razón. La situación se puede volver inmanejable si realmente hay problemas. En caso de que sea una falsa alarma se pondrán en marcha de nuevo lo antes posible. Ya se encargará él de hablar con los inversores. Si no, es imprescindible saber si se enfrentan a algo grave o no, y actuar en consecuencia.

- Buenos días - lo saluda Olga al llegar – El señor Muguruza ha llamado. Me ha pedido que le diga que viene de camino.

- De acuerdo. Tenemos reunión a las 9:30 pero esperaremos a que llegue, tengo que hablar antes con él.

- Muy bien jefe.

- También espero a Santiago, le he citado en una hora, pero si cuando llegue estamos reunidos que me espere en mi despacho.

- De acuerdo.

Valentín se encierra en su oficina y se sirve un café de capsula. Va a ser un día muy intenso.



Fermín está en el coche como con Mónica. Están aparcados enfrente de la sede de Wkm que está situada en el tercer piso de un edificio de oficinas en el barrio de Chamartín. Les han dejado un coche camuflado del pull de la policía.

- ¿No estamos demasiado cerca?

- Aquí es donde había sitio y, además, no van a sospechar aunque nos vean. Esta gente no tiene pinta de reconocer a un policía ni aunque les pegue con la porra en la cabeza.

- ¿Por qué no entramos ya? ¿Falta alguien De los nuestros?

- No, de los nuestros no, todos están en su sitio. Falta alguien de la promotora. Queremos que esté dentro cuando iniciemos el registro.

- ¿Quién es?

- Ya lo verás.

- ¿A estas alturas aun no te fías de mí? Me rompes el corazón…

- Tranquilízate joder que eres un impaciente.

- A ver, es que es mi primera redada.

- Pues sería mejor que te quedaras en el coche y no estorbaras.

- No me lo pierdo por nada del mundo.

- Entonces no llames la atención demasiado y mantente en segundo plano. Vamos a molestar gente muy importante, cuanto menos se queden con tu cara mejor.

- Me la trae al fresco, para una vez que parece que picamos alto no me voy a conformar con que me lo cuentes luego. Si tú subes, yo voy también.

Mónica sonríe. Después de todo ha acabado por cogerle el puntito a Fermín y casi se podía decir que hasta le cae bien. Los acontecimientos se han precipitado. Les hubiese gustado reunir más pruebas pero las alarmas saltaron ayer cuando vieron movimientos en las cuentas. Se cancelaron dos de ellas tras transferir el dinero y en las demás hay meneos. Es evidente que las consultoras están plegando velas y eso solo significa que Wkm va a poner a salvo sus fondos y a destruir pruebas, de manera que nos les ha quedado más remedio que actuar.

- Ahí está - dice Mónica a través del walkie talkie poniéndose de repente seria y en tensión.

Un tipo de unos cuarenta y tantos años, con una incipiente calvicie, alto, razonablemente bien parecido, de complexión normal, vestido con traje y gabardina y portando un bolso para portátiles se acerca a la entrada. Ella mira hacia el frente siguiéndole con el rabillo del ojo y le da un golpe en la pierna a Fermín para que haga lo mismo.

- Está dentro, le damos diez minutos para que llegue a la oficina y subimos. Todos preparados.

Dejan pasar los minutos y luego salen del coche. El equipo, exceptuando a la juez, se reúne en la puerta de entrada. Llevan como apoyo dos agentes más de la UDEF, el secretario judicial que levantará acta de todo lo que encuentren en el registro y dos dotaciones de la Policía que se repartirán custodiando la entrada delantera y trasera del edificio, para evitar que alguien pueda huir o para comprobar si lanzan algo desde las ventanas de la oficina, así como para acompañarlos y vigilar que nadie destruya pruebas mientras hacen el registro. No esperan resistencia ni conflictividad, pero nunca se sabe.

- Todos a sus posiciones y los demás vamos para arriba. Ya sabéis lo que toca. Actuamos con rapidez y estamos vigilantes. En marcha.

Han tenido una reunión esta mañana a primera hora donde han planificado la operación. En una coreografía perfectamente estudiada, atraviesan rápidos el hall mientras uno de los policías uniformados se dirige al conserje que está en su mostrador, para avisarle de que va a haber una intervención policial y para evitar que ponga sobre aviso a nadie. Suben a la planta y se dirigen a las oficinas que ocupan buena parte de ella. Olga, la secretaria, se levanta al verlos entrar. Lo hace de forma automática como si un resorte la hubiera empujado.

- ¿Qué desean? - pregunta sin saber muy bien cómo reaccionar a ese desembarco.

- Policía: esto es un registro - le indica Paco Rubial mientras pone la orden judicial encima de su mesa.

- Avisaré al gerente.

- No, usted se va a quedar aquí quieta sin llamar a nadie y sin tocar nada. Ya la avisaremos si necesitamos su colaboración.

La unidad dispone de los planos de la oficina y sabe exactamente dónde está cada despacho. Paco se dirige al del Gerente, Valentín Jurado, acompañado de uno de los policías de uniforme y el secretario judicial y los otros miembros de la unidad, se reparten hacia otras oficinas mientras uno se queda coordinando desde el hall de entrada, vigilando la secretaria y por si alguien intenta entrar o salir. Mónica, con otro de los policías se dirige hacia un pasillo y camina hacia un ventanal.

- Ven conmigo - le dice a Fermín - pero estate callado, observa y aprende.

- Me encanta cuando te pones chula ¿a quién vamos a apiolar?

- A Rubén Muguruza el abogado de la compañía.

Mónica da un par de golpes en la puerta, sólo como cortesía porque no espera antes de entrar.

- Buenos días, policía. Por favor apártese del ordenador.

El abogado levanta las manos automáticamente y se echa para atrás empujando con los pies el sillón de su mesa de trabajo. No parece sorprendido, más bien resignado y ha obedecido rápidamente la orden, lo cual inquieta bastante a Mónica. Si lo hubieran pillado totalmente por sorpresa habría mostrado alguna resistencia. Han sido solo segundos desde que han entrado hasta que han llegado a su despacho, pero tienen la impresión de que de alguna manera se ha enterado que venían a por él. Mónica se asoma al portátil y ve que tiene la pantalla bloqueada.

- ¿Cuál es la clave?

- ¿Tienen una orden judicial?

- Por supuesto, está en la mesa de la secretaria.

- Este portátil me pertenece a mí, no a la empresa.

- Sr Muguruza le informo que usted va a ser interrogado en calidad de investigado, el registro de la sede de Wkm es aplicable también a su persona. Le ruego que deje aquí sus dispositivos, incluido el móvil y se dirija a la sala de reuniones con el resto del personal. Allí le leerán sus derechos y si lo desea podrá abstenerse de declarar hasta contar con un abogado.

- Ya, ya me sé la película - dice él mientras serio se levanta y se dirige a la sala escoltado por el policía.

Cuando llega a la sala de juntas ya está allí Paco con el resto del personal dando las órdenes pertinentes.

- Está prohibido utilizar el móvil. De momento no vamos a requisarlos, solo a aquellas personas que están siendo investigadas, pero tienen prohibido usarlo mientras dure el registro. Les ruego que permanezcan en silencio y sin hablar entre ustedes.

Deja al cargo a un miembro uniformado de la Policía y se reúne con el resto del equipo. La jueza acaba de llegar.

- ¿Cómo va todo?

- Bien, los tenemos en la sala de reuniones. Vamos a proceder a registrar la oficina y hacernos con los dispositivos móviles, ordenadores y con toda la información escrita que nos pueda ser útil.

- De acuerdo ¿Dónde están Muguruza y Jurado?

- El abogado con el resto en la sala de reuniones. A Valentín Jurado lo tenemos aislado en el despacho.

- Saca al abogado de la sala de reuniones y a Valentín de su despacho. Ponlos en sitios separados, la sala de fotocopias o el aseo si es preciso.

- Muy bien.

Inician el registro. La policía se distribuye por parejas y empiezan por el despacho de Valentín y de Muguruza tal y como ha indicado María Isabel. Mónica y Fermín están en la oficina del abogado confiscando el teléfono móvil y el portátil que han desbloqueado ya que el abogado ha colaborado. Hacen una captura del disco duro y revisan el dispositivo muy por encima, accediendo al correo. No parece haber nada raro pero encuentran mucha información.

- Todo esto habrá que mirarlo tranquilamente.

- Apenas se ha resistido, nos lo ha puesto incluso demasiado fácil, diría yo. Dudo que haya cosas comprometedoras.

- Pues es lo que tenemos y con esto hay que trabajar.

En ese momento entra la jueza.

- Me acaba de contactar el informante. Dice que busquemos un pendrive. Muguruza siempre lo lleva encima.

- Voy a registrarlo - responde Mónica - revisa todo aquí, su cartera, los cajones, armarios.

Cuando vuelve pregunta a Fermín:

- ¿Hay algo?

- Nada ¿y tú?

- No, está limpio.

- ¿Le has preguntado?

- Es un abogado con experiencia, no va a admitir que tiene un dispositivo con material comprometido y si aparece, negará que es suyo.

- ¿Dónde coño lo tiene? no le ha dado tiempo a esconderlo.

- Sí, sí que le ha dado - dice mientras da vueltas a ver dónde leches se les ha olvidado mirar.

- ¿Lo habrá tirado a la calle? Revisa la ventana.

- Es difícil de abrir, se necesita una manivela especial.

- ¿Se lo habrá tragado? - pregunta Fermín en tono jocoso.

- Como no aparezca soy capaz de mandarlo al hospital a una radiografía o a que le metan los dedos por el culo si es preciso - responde Mónica mientras saca todos los cajones de su sitio.

Lo ha dicho completamente seria, lo cual hace que el inspector tributario se quede un momento quieto, mirándola ¿Hablará en serio? la cree muy capaz, esta policía tiene ya más tiros pegados que la bandera de Nápoles y cuando está trabajando no amenaza en vano.

- ¿Qué haces ahí parado? ¡ponte a buscar, coño!

Tras diez minutos de registro el pendrive sigue sin aparecer. Incluso han palpado la gabardina a ver si tiene algún bolsillo secreto.

- ¿Alguna novedad? – pregunta la jueza Garriga, que asoma un momento la cabeza por el marco de la puerta. La inspectora niega resoplando cableada.

- Venga, que tenemos que encontrarlo. Os mando al secretario que vaya levantando acta mientras de lo demás.

- Hay que joderse - refunfuña Mónica impacientándose mientras observa hasta el último rincón del despacho.

Se dirige hacia el sofá. Los cojines están tirados por el suelo, los ha sacado para revisarlos. Ahora se dedica a abrirlos y a mirar en su interior.

- Esto no tiene sentido - murmura Fermín - No le ha podido dar tiempo a esconderlo en un sitio tan rebuscado. Y si no lo llevaba encima… ¡Fermín piensa!

Recorre por enésima vez la habitación con la vista, se pasea por ella a un lado y a otro hasta que por fin observa algo que le llamara atención: la lámpara que hay sobre la mesa. Un flexo dorado clásico que desentona un poco con los muebles de diseño de la oficina. Parece un poco ladeado. Se acerca y observa la base, una peana redonda que pesa bastante, preparada para sostener el brazo de la lámpara en cualquier ángulo o posición. Parece estar un poco desencajada, una línea blanca en forma de cuña de un extremo a otro deja ver el reborde interior.

- Esto parece que está despegado.

- ¿Como dices?

Fermín abre un cajón y encuentra una grapadora de mano. La utiliza para hacer palanca. No tiene que hacer mucha fuerza. Efectivamente la lámpara parece estar rota desde hace tiempo porque con un clac se suelta la base sin que salte ninguna esquirla de plástico o de pegamento. Algo suena dentro. Fermín termina de soltarlo empujando a la vez que hace fuerza en el sentido contrario. Una memoria USB cae sobre la mesa.

- ¡Ét voila!

- ¡Mira tú el novato que potra tiene!

- El novato te pega veinte vueltas, guapa. Si no es por mí estos se van de rositas porque seguro que esto no lo han escondido aquí porque tenga fotos porno.

- Lo hubiera acabado encontrando yo misma…

- ¡Que te acuestes ya!

- ¿Cómo vais por aquí? - ahora es Paco el que pregunta.

- Vamos de puta madre. Creo que lo tenemos - dice Mónica poniendo una sonrisa de cocodrilo.



Una hora antes de que la UDEF irrumpa en las Oficinas de Wkm, Santiago se encuentra en la cafetería del hotel. No debería ir siempre al mismo, pero ese es un hotel discreto céntrico y dónde además de pasar desapercibido puede descansar muy bien. Se encuentra muy cerca de las oficinas de Wkm y prepara uno de los mejores desayunos de Madrid. Con los años no es que se haya vuelto descuidado, el sitio es fiable, poco llamativo y no suele ser frecuentado por nadie que le pueda comprometer, pero desea disfrutar de algunos de los pocos placeres que su trabajo le permite cuando viaja y este es uno de ellos. La tostada de pan de pueblo, el zumo de naranja natural y las mermeladas caseras junto con un excelente café, hacen una delicia arrancar el día allí. También es un lugar donde se ha permitido el lujo de invitar a más de una señorita, en ocasiones tirando de tarjeta, en otras simplemente tirando de estilo y clase. El edificio le evoca buenos recuerdos y le gusta, así que repite. De todas formas, cada vez viene menos a Madrid y en el futuro solo espera pisar la capital de España por diversión. Un futuro cercano que ya casi puede tocar con la mano, piensa mientras se relame pasando por el labio la lengua y capturando un pegote de mermelada de mora de zarza que se le ha quedado allí. Va a darle un sorbo al café, pero su instinto le dice que hay algo que no va bien. Detiene el gesto y deja la taza sobre el plato. Le basta levantar un poco la cabeza para comprobar que hay un elemento que no encaja en el cuadro. Una mujer ha entrado en la cafetería. Apenas se ha detenido un par de segundos en la puerta y ahora camina decidida hacia el interior, en este caso directamente hacia él. Enfoca la vista y no le cuesta nada para conocer a Paloma ¿Como narices sabe ella que se hospeda allí?

- Hola Santiago - lo saluda con una media sonrisa disfrutando de la sorpresa que le ha causado.

La mujer sabe que es difícil descolocarlo o pillarlo en un renuncio así que saborea el instante.

- Buenos días - dice mientras recupera la flema y le da ese trago al café.

Luego se limpia con la servilleta y se recuesta un poco hacia atrás en la silla mirándola fijamente.

- ¿Cómo sabes que me alojaba aquí?

- Eso no importa, lo que realmente importa es lo que te voy a decir a continuación.

Santiago se remueve inquieto, no le gusta la situación. No sabe que pinta allí Paloma, aunque pronto lo va a averiguar, y tampoco se siente cómodo con ella llevando la voz cantante.

- No te preocupes, te prometo que solo te robaré cinco minutos - dice ella fríamente.

Esa frase fue pronunciada años atrás por la persona que ahora la escucha. Un escalofrío recorre la espalda de Santiago. En su profesión no hay nada peor que un suceso imprevisible y si hay algo que no estaba ni de lejos en su orden del día, era esta entrada en escena de una Paloma que parece recién llegada del pasado. Pero rápidamente se recupera y se pone en modo alerta para lo que pueda venir. Tiene oficio y sabe que debe mantener la cabeza fría y no mostrar debilidad.

- ¿Qué quieres Paloma?

- Quiero hacerte un favor.

El hombre entorna los ojos y levanta la barbilla componiendo una especie de mueca burlona.

- Bueno, gracias a ti mi vida ha mejorado notablemente. Me facilitaste este trabajo, he ganado dinero y mi reputación sigue a salvo. Estamos en deuda ¿no?

- Por favor, no tengo tiempo para juegos.

- No tienes tiempo de nada, será mejor que cojas un taxi para el aeropuerto y te montes en el primer avión que salga para Italia. Incluso me permitiría recomendarte que salieras de la Unión Europea.

- Muy graciosa, pero eso no es posible: tengo trabajo aquí. De hecho, tengo una reunión en una hora.

- Si es con Valentín Jurado no vayas.

Santiago aprieta el puño y empuja la taza a un lado para juntar las manos. Su paciencia parece haber llegado al límite.

- Paloma, aunque no te lo parezca te he protegido. Podríamos haberte hecho trizas. Y otra cosa: siempre he sido claro contigo ¿Me vas a explicar qué haces aquí? Te doy dos minutos, luego me levantaré y quizás me replantee un cambio de actitud hacia ti.

- Me sobra uno de esos dos minutos. En estos momentos la policía está lista para entrar en nuestra oficina central con una orden de registro.

- ¿Como dices?

- Digo que no te interesa en absoluto ir a ninguna reunión ni tampoco hacer ninguna llamada. Te repito que lo mejor que puedes hacer es salir de España. La policía tiene monitorizadas las cuentas de Wkm, posee grabaciones de conversaciones telefónicas, hay una investigación en curso desde hace tiempo, dispone de un montón de gigas de datos y de información interna. Todo eso más lo que encuentren en la oficina. Hoy van a detener a alguna gente y no van a ser mindundis, posiblemente tu amigo Valentín sea uno de ellos.

- ¿Por qué sabes tú todo eso?

- Supongo que te lo imaginas, pero esa no es la cuestión.

Efectivamente, si lo que dice Paloma es cierto Santiago entiende que solo puede saberlo porque los ha traicionado. La cuestión es con qué información se ha podido hacer y como la ha conseguido. Suspira y mira alrededor. No detecta actividades extrañas ni movimientos raros y durante un minuto guarda silencio.

- No estoy grabando la conversación, no te preocupes. Ya te he dicho que he venido a hacerte un favor.

- No te creo. Si la policía estuviera ahora mismo registrando la sede me habrían llamado.

- Igual Valentín no ha tenido tiempo... - Dice ella burlona – No he dicho que estén registrándola, sino que están listos para hacerlo. Hemos sido convocados a una reunión todo el equipo. Parece que alguien se ha puesto nervioso y nos van a dar nuevas consignas. Me da que la policía esperará a que estemos todos para intervenir.

Santiago mira su móvil que está encima de la mesa.

- No te lo recomiendo. No te servirá de nada llamar a Valentín, ya es tarde. Si no se presenta lo detendrán en su casa o donde se encuentre. Y ese movimiento por tu parte invalidaría el trato que te voy a ofrecer y que te puede permitir salir con bien de esta.

- ¿Un trato? Si lo que dices es cierto, que es mucho suponer, puedo desaparecer. No te necesito.

- Quizás no sea necesario huir, solo irte de aquí hasta que se calmen un poco las cosas. La policía no sabe nada de ti y Valentín ya tiene bastante con la que le va a caer encima como para implicarte. Si no le preguntan por ti no abrirá la boca. Y si yo mantengo cerrada la mía acerca de cuál es tu verdadero papel en Wkm tienes muchas posibilidades de salir con bien de esta investigación policial. La gente que está detrás de esto solo busca delitos fiscales. Tú te libras pero los demás caen.

- ¿Me estás diciendo que te has chivado a la policía de todo pero que me vas a dejar al margen?

- Eso depende de ti y de si aceptas mi trato. Bueno, en realidad el tiempo de negociación ya pasó si es que alguna vez tuviste opción - dice ella arrastrando las palabras, tiene muy presente la escena vivida hace unos pocos años cuando el mundo se le cayó encima - Ahora se trata solo de poner tu culo a salvo.

- No hay ninguna prueba contra mí.

- Eso está por ver. Sobre todo, si convenzo a la policía de que eres una pieza clave en el entramado y le ofrecen a Valentín una salida si cuenta todo lo que sabe de ti. Ya sabes cómo va esto, una vez que tu nombre sale a relucir los demás se agarrarán a un clavo ardiendo para escapar lo mejor parados posibles. Seguramente no tengan para condenarte a cadena perpetua, pero sí lo suficiente para que pases un tiempo en el rincón de pensar, te queden antecedentes y tu nombre deje de ser anónimo ¡Vaya patinazo tan cerca de la jubilación! ¿verdad Santiago? Pero todavía puedo olvidarme de que existes, de dónde puede encontrar la policía datos que te incriminen, y en caso de que (por lo que quiera que sea) alguien preguntara, de desviar la atención de ti.

Santiago la mira escéptico. Ha jugado muchas veces a ese juego y sabe que las cosas no son tan fáciles. Pero también sabe que es bueno nadar y guardar la ropa. No puede confirmar en ese momento hasta qué punto lo de Paloma es un farol, pero tampoco puede descartar que vaya en serio. Decide ver a donde le conduce todo antes de hacer ningún movimiento.

- ¿Y qué es lo que quieres a cambio?

- ¿Qué pasó con los vídeos que me grabasteis?

- Tengo las copias.

- ¿Y quién más?

- Solo yo.

- Destrúyelas.

- ¿Sólo eso?

- Como tú me dijiste una vez, nadie puede estar seguro que se elimina un vídeo de este tipo. Siempre podrás guardarte un duplicado, pero he empezado a recuperar la fé en la humanidad así que estoy dispuesta a creerte si me garantizas que las harás desaparecer. Digamos que es una cuestión de confianza mutua porque yo también te garantizaré a ti no contar nada de lo que sé respecto a tu persona.

Santiago guarda silencio y eso le parece buena señal a Paloma que continúa.

- Pero tienes razón: hay más. En realidad, ni siquiera me preocupa demasiado que podáis publicar las imágenes, ya no. He cambiado y mi vida también. Podría soportar la humillación. Lo que realmente quiero es una información.

- ¿Qué información?

- Quiero saber el nombre real de una persona y como encontrarla.

El hombre entorna los parpados otra vez en su gesto característico hasta casi cerrarlos. Empieza a intuir por dónde va la cosa.



Santiago apura un tercer café. Ya debería estar en las oficinas de Wkm pero no se decide a levantarse de la cafetería del hotel donde Paloma lo ha sorprendido. Ha llamado a Valentín ya tres veces sin que le coja el teléfono. Empieza a inquietarse. No puede ser tan lista y tan cabrona, se dice para sí mismo, aunque en el fondo intuye que sí, que siempre ha sabido que esa mujer era peligrosa. Mira que se lo advirtió a Valentín, otra advertencia que su cliente en España ignoró. Una más que sumar a la lista de “ya te lo dije”. Pero a estas alturas no tiene sentido lamentarse, sino que lo que procede es saber si las amenazas de la arquitecta son ciertas o solo un farol muy bien montado. Y para eso tiene que averiguar qué está pasando. No es prudente ir a las oficinas hasta que no esté seguro, de modo que reprime una vez más su intención de acercarse. Suspira y con número oculto llama en esta ocasión a la secretaria Olga. Esta atiende el teléfono.

- Hola soy Santiago ¿esta Valentín?

- Señor no podemos atenderle en este momento, tendrá que llamar más tarde.

El tono agobiado de Olga, que ha hecho como si no lo conociera y las voces que oye alrededor le certifican que algo está pasando en la oficina.

- De acuerdo, gracias.

Se queda un momento callado tras colgar e intenta dar un último sorbo al café, pero lo que le sale es un:

- ¡Que hija de puta!

Lo dice bajito para no llamar la atención de los que le rodean, pero con sincera admiración. Luego, por fin, se termina el café y llama a la agencia para cambiar su billete por el primer avión que salga hacia Italia.



Paloma sale de la oficina. La policía se ha limitado a identificarla, preguntarle cuál es su puesto y función dentro de la empresa y advertirle que puede ser citada a declarar, lo mismo que a todos los demás, con excepción de Valentín y Rubén que se marchan a las oficinas de la UDEF detenidos. No tardaran en salir bajo fianza en calidad de acusados. Para alivio suyo, ninguno de los de la unidad se han dirigido a ella de forma distinta a los demás, o como si ya la conociesen. Solo alguna fugaz mirada irónica en el caso de Mónica o de interés, por parte de Fermín, como si quisiera asegurarse que se encuentra bien. Tampoco han decomisado su portátil ni su móvil, que una vez finalizado el registro le han devuelto. Nerviosa, se toca el pañuelo de cuello que suele llevar como amuleto en días que necesita una inyección de optimismo. La tela suave le insufla determinación. Todavía inquieta, toma la primera decisión después del mal trago en la oficina. Irá a la obra, no hay orden directa del gerente, pero ella no la necesita para saber que los trabajos deben pararse de inmediato hasta nuevo aviso. Eso implica comunicarlo a proveedores, personal operativo propio y también de contratas. A eso se dedica durante buena parte de la jornada, a organizar el cese de la actividad. Almuerza un sándwich que se hace traer y luego recibe la primera llamada, en este caso es de Olga.

- Hay novedades para ti – le espeta sin ni siquiera saludar. Aun se le nota nerviosa.

- Dime.

- Tengo órdenes del abogado de Valentín.

- ¿De Muguruza?

- No, él también está detenido. Es otro nuevo. Ha podido hablar con Valentín y quiere que paralicen todos los proyectos de forma inmediata, incluida tu promoción. Para eso era la reunión de esta mañana.

- Ya estoy en ello.

- Bien. También quiere que no habléis con nadie y mucho menos con la Policía. Si te citan a declarar tienes que contactar antes con él en el número que te voy a dar. Se llama Juan Casals, es penalista y no debes hacer nada hasta que no esté presente como tu representante legal. Tienes derecho a ello. Será lo mejor para todos.

“Lo mejor para todos” … Paloma no puede evitar sonreír al otro lado de la línea.

- Olga ¿puedo preguntarte que es lo que ha pasado hoy? ¿Qué hacia la Policía registrando nuestras oficinas?

- No lo sé, no puedo decirte nada más que lo que me han dicho que hagamos.

- De acuerdo.

Una nueva sonrisa cuando cuelga se pinta en su cara. Olga no ha resultado nada convincente alegando ignorancia. “Yo lo he hecho mucho mejor”, piensa Paloma.

Esa tarde, no vuelve directa a su domicilio. Tras aparcar en el garaje, sale de su edificio, cruza la calle y detiene a tomar un Bourbon en el bar que hay enfrente de su casa. Está en la terraza, evaluando lo que ha dado de sí el día y preguntándose si esa noche conseguirá dormir bien o necesitará alguna copa de más cuando el teléfono vuelve a sonar. Es la última llamada que va a recibir ese día y entra con número oculto ¿será la policía? Al otro lado una voz que suena un poco ronca.

- Soy Santiago. Hay trato.

- Estupendo – contesta mientras compone la también ultima sonrisa del día. Después de todo, no necesitará esa segunda copa.
Me ha encantado este capítulo. Mordiéndome las uñas.

El libro lo compro si o si. Pero quiero esperar un poco más. Si no, lo leo en un dia.
 
Me ha encantado este capítulo. Mordiéndome las uñas.

El libro lo compro si o si. Pero quiero esperar un poco más. Si no, lo leo en un día.
Pues todavía queda un poco. Hay que finalizar este relato y quedan 14 mas...si te gusta ir poco a poco y saborearlo es buena opción esperar

:)
 
13



Gilipollas del todo.



El ambiente es relajado en el restaurante asturiano donde Mónica y Fermín celebran el éxito de la redada. Hay alegría no exenta de alivio porque las cosas han salido razonablemente bien. Los datos (especialmente los del lápiz de memoria) y el material incautado son prometedores. Es más que probable que aporten pruebas concluyentes que puedan avalar su esquema de cómo funcionaba Wkm. Todavía hay mucho que analizar, pero como ha dicho en una primera impresión María Isabel Garriga, hay caso.

Fermín aún se muestra pletórico por todo lo ocurrido en su primera acción policial, aunque trata de contenerse ante una divertida Mónica, que se ríe de su euforia. Lo mira con suficiencia desde su veteranía pero evita cachondearse. El hombre se ha ganado el derecho a sentirse importante. El ambiente es propicio para intimar y tras vaciar la primera botella de vino y hacer un pacto de no hablar más de trabajo, el de Hacienda se atreve a preguntar.

- Bueno y ¿cuál es tu historia? ¿Naciste siendo inspectora? Tienes pinta de haber sido la más dura del patio del colegio.

- Pues no te lo vas a creer, pero fui una chica bien hasta los dieciocho años. Aplicada en los estudios, tímida, quienes me conocían dirían que incluso dulce. Seria, eso sí, nunca fui la alegría de la huerta, solo trataba de encajar en el papel que la sociedad me reservaba. Mi padre quería que estudiara medicina o farmacia y, en lo que a mí respecta, estaba dispuesta a esforzarme para conseguirlo. Una buena carrera por si hacía falta tirar de ella, aunque tampoco le importaba demasiado que el título se quedara colgado en una pared si la niña encontraba un buen partido y se casaba. Yo creía estar de acuerdo con todo eso. No me parecía mal. Él no quería de ninguna manera que yo entrara en la policía. Era inspector y hubiera querido llegar a comisario, cosa que no consiguió. Siempre sospeché que para llegar a ese puesto había que valer mucho o bien arrastrarse mucho, a menos que tuvieras las influencias adecuadas. Mi padre era un buen inspector, pero no tengo tan claro que hubiera sido un buen comisario y al parecer sus superiores pensaban igual. En lo que tocaba arrastrarse o a manejar influencias tampoco era de esos, con lo cual nunca consiguió su objetivo. El asunto se le atravesaba bastante lo cual degeneró en un resentimiento y en una cierta dosis de envidia hacia el escalafón y la gente que le rodeaba. Él no quería eso para mí, aparte de que consideraba que ser policía no era adecuado para una chica. Reconozco que era justo porque tampoco lo deseaba para sus hijos varones.

>> Así pues, nada más lejos de mi mente que seguir los pasos de mi padre, sino transitar más bien por el camino que habían diseñado para mí, que me parecía el correcto. También fui correcta al echarme el primer y único novio, Guillermo, un chaval pecoso, rubio y más bajito de que yo. Un poco regordete pero fuerte y guapo. Sus padres eran amigos de mi familia y habíamos coincidido desde pequeños cuando salían juntos e incluso en unas vacaciones. Después de mucho tiempo sin vernos, cuando nos reencontramos nos miramos con otros ojos. No ya como miras a un niño impertinente que quiere hacer rabiar a una chica. Ni como una cría callada y aburrida con la que no te puedes divertir porque no le gusta hacer el cafre ni mancharse el vestido. A mí me cayó bien que el chaval fuera simpático y que se mostrara amable. Tampoco estaba dispuesta a reconocerlo, pero que me mirara las tetas y el culo con deseo también influyó.

>> Yo era un poco ancha de caderas ya desde joven, pero no me consideraba en absoluto gorda. A pesar que tenía unos buenos y voluminosos muslos, estos eran firmes y prietos, puro músculo. No tenía entonces tanto pecho, pero sí muy erguido y con unos pezones que apuntaban al cielo, que se ponían duros y negros cuando me excitaba. Nunca había rebosado simpatía, por entonces era una chica más bien tímida y discreta a la que afectaban mucho las bromas de sus compañeras de clase, siempre dispuestas a alabar a las más guapas y hermosas y a criticar sin piedad o hacer luz de gas a las que no destacaban tanto, señalando cualquier defecto que pudieran tener. Por eso cuando vi el efecto que mi cuerpo ejercía sobre Guillermo me desaté.

>> Todavía era muy joven y muy pava y también muy inexperta, pero me puse al día muy rápido en lo que tocaba a mis obligaciones como novia – continua Mónica - Al principio poco placer físico. El gozo provenía más bien de ver el efecto que causaba en Guillermo. Esa aceleración del pulso, las pupilas dilatadas, la hiperventilación. Ese llegar a un punto donde el chaval perdía el control y acometía con deseo furioso, esos momentos en que parecía capaz de todo, de cualquier cosa con tal de poseerme, pero precisamente por eso, a la vez era tan vulnerable. Me se sentía empoderada, orgullosa, satisfecha de causar ese efecto en él. En principio porque creía que eso es lo que hacía una buena novia, pero luego me di cuenta que no que era por mí, sino por la sensación de poder, porque confirmaba era toda una mujer que nada tenía que envidiar a ninguna de las zorras que estudiaban conmigo y que me miraban con cierta superioridad, pensando que no era lo suficientemente guapa, o hermosa, o femenina, o lista. Así que mi placer consistió en jugar con el placer de mi novio y luego, ya más tarde, vino el placer físico. Pero para eso tuve que prepararme. Guillermo era demasiado convencional y también demasiado inexperto, me hacía más daño que otra cosa en sus intentos por acariciarme o de hacerme llegar al clímax. Yo le decía que estaba bien, incluso alguna vez llegué a fingir un orgasmo. Luego me satisfacía sola en casa con el subidón de recordar lo que había pasado, reconstruyendo las partes que me gustaban y modificando aquellas que resultaban incompletas o erróneas a mi antojo.

>> Ese fue mi primer sexo como mujer, con mi novio masturbándome o a solas post coito. Luego aprendí a disfrutar de esta forma, siempre ayudándome con los dedos y posteriormente conseguía (data mi capacidad mental de auto excitarme y también mi juventud, que las hormonas revueltas hacen milagros) llegar al orgasmo con la penetración.

>> ¿Te estoy escandalizando, Fermín? ¿Demasiado explicito para ti?

- No, no, está bien…me gusta que te desnudes de esa manera.

- Pero te veo inquieto…

- Pues supongo que será porque luego me tocará desvestirme a mí.

- No te preocupes, no te haré daño – responde Mónica con una sonrisa sarcástica.

La jodía es dura, pero eso hace que me atraiga más, piensa Fermín decidido a seguir el juego.

-Íbamos porque te gustaba el efecto que causabas en tu novio…

- Ese es mi fetiche sexual, el que se me quedó desde mis primeras experiencias. Ese ciego embestir de un hombre excitado por mis curvas, por el deseo que sabía que provocaba, me sanaba de los desprecios reales o sospechados que intuía en otras jóvenes. Era una forma de autoafirmarme, de adquirir seguridad en mí misma, de sentirme empoderada que dirían ahora. Y en definitiva, era algo que fuera como fuera, me provocaba placer, placer mental que era la antesala del placer físico. Y eso continuó en mis siguientes relaciones, era algo que siempre me ponía. Todo parecía ir perfecto, todo parecía que era lo correcto, pero a mí lo correcto me suponía simplemente una muesca en la que no encajaba demasiado bien.

Fermín casi la puede oír cavilar, está evocando recuerdos y parece que más que para él, cuenta la historia para ella misma. Tiene la prudencia de no interrumpir y no alterar los tiempos, respetando las pausas que Mónica hace mientras él mismo se sorprende pensando también para sí.

- En mi caso no fue una toma de conciencia ni un cambio gradual, fue todo de golpe.

- ¿Tuviste una iluminación?

- Pues sí, fue como un flash.

- Y ¿en qué consistió ese flash?

- Pues en que hasta entonces me había visto en esa vida, estudiando una carrera de chica bien, teniendo un novio formal, contentándolo a él, contentando a mis padres, contentando a toda la sociedad, ocupando el que se suponía que era mi lugar, pero mira tú por donde el sexo con mi novio lo cambió todo. Me gustaba provocarlo, me gustaba salirme del papel, ser mala, me gustaba… digamos el aspecto sucio del tema.

- Entiendo…

- No, no estoy muy segura de que entiendas - responde ella achinando un poco los ojos – Me veía en esa vida pero de pronto todo eso ya no me interesaba: ni un novio formal, ni estudiar farmacia, ni me parecía importante hacer lo que mis padres esperaban de mí. Digamos que dejó de motivarme.

- Tan de golpe ¿y eso por qué?

- Porque por primera vez pensé en lo que yo quería hacer y no en lo que las demás esperaban de mí. Hasta entonces no se me había ocurrido - dice ella mientras toma un sorbo de vino y mira con ojos ausentes hacia arriba y al fondo de la habitación, como si buscara allí respuestas.

- ¿Y no se te ocurrió otra cosa que entrar en la Policía?

- Pues sí. Un buen día me puse a pensar en serio en lo que sería mi vida y la foto que salió no me gustaba. En realidad me acojonaba, ya sabes, metida en la cocina de casa preparando magdalenas, con una niña pequeña escupiendo el puré encima de la mesa y con una barriga hasta la boca, esperando mi segundo hijo mientras mi marido trabajaba en la calle, bien situado y todo eso, trayendo un buen sueldo a casa pero sin tener que preocuparse de llevarla y con el atractivo panorama de ir a comer con mis suegros o con mis padres cada fin de semana. No entendía como hasta ahora había pensado siquiera que una cosa así podría gustarme, que podría ser mi futuro…

- Quizás porque hasta entonces no habías echado un polvo como Dios manda.

- Pues sí, te doy la razón, igual cualquier otra se hubiera asustado a ver a su novio tan frenético, pero a mí me ponía verlo de esa manera. Y no solo me abrió los ojos acerca de qué era lo que realmente me gustaba sino acerca de a dónde me encaminaba si no hacía algo. Es el lado salvaje, extremo, sórdido si quieres. Ese que me había hecho sentir viva por primera vez. Así que cuando pensé que me gustaría hacer de verdad, mandé a tomar por culo la tranquila vida de familia, el matrimonio de conveniencia y opté por aquello que me ponía, que era igualar o superar a mi padre. Siempre me habían atraído sus historias sobre el cuerpo, sobre que algún día llegaría a ser comisario, sobre sus logros como inspector. Las escuchaba y me encantaban porque claro, el muy cabrón nunca contaba la parte chunga del asunto, ni las mierdas que tenía que ver ni tragar a diario. Entonces sí. De repente lo vi claro. Hacer farmacia me motivaba y me apetecía tanto como que metieran una patada en el higo, pero lo de meterme a policía me pareció entonces la mejor idea del mundo, me ponía hasta cachonda solo de pensar en la cara que iba a poner mi padre cuando se lo dijera.

Mónica hace una pausa y bebe otro sorbo antes de continuar. Ya no duda. Quiere contarlo todo, le apetece soltarlo. Simplemente ordena el resto en su cabeza para darle estructura. No sabe por qué, pero le parece importante que Fermín, además de escucharla, la entienda.

- Nunca estuvo de acuerdo con mi decisión y siempre intentaba que la reconsiderara. Incluso cuando le manifesté que quería presentarme a inspectora.

- ¿Y tú nunca te lo pensaste? Lo de dejarlo, quiero decir.

- Solo cuando mi padre enfermó. Cáncer de páncreas, bastante fulminante. Le prometí que lo dejaría, que sentaría la cabeza, que me buscaría un buen marido y que llevaría una vida tranquila y le traería nietos a mi madre. Lo hice sabiendo que le mentía, pero sin tener ningún remordimiento por ello, simplemente como si estuviera en un interrogatorio con un detenido. Decía lo que había que decir para que las cosas salieran bien. Mi padre me creyó o fingió creerme, el caso es que eso ayudó a que muriera tranquilo.

- Cuando él murió ¿ya eras inspectora?

- No.

- Supongo que hubiera estado orgullosa de ti a pesar de todo.

- A mí también me gusta creerlo.

Fermín asiente. Entiende lo que ella quiere decir. Hay una mezcla de orgullo por haber ganado el desafío que le hizo a su padre, pero también de pesar por haberle llevado la contraria, por haber sido la hija díscola, cabezona, obstinada y mal encarada, demasiado parecida a él, tanto que quizás por eso nunca quiso que siguiera sus pasos. Cuando Mónica pronunció la palabra cáncer hizo un gesto involuntario, como si ella pudiera pensar que el que su padre desarrollara la enfermedad fuera consecuencia de haberse llevado un disgusto. Fermín es más de analizar números y no tanto de analizar personas, pero cree ver la batalla que orgullo, satisfacción, pesar y duelo libran en su interior.

- Bueno ¿y tú qué? que ya está bien hablar de mí.

- Vale, tú eres la policía: hazme un retrato robot.

Mónica entorna los ojos y parece concentrarse unos segundos, no demasiados, antes de contestar.

- Fermín ¡Joder, si es que hasta tienes nombre de inspector de Hacienda! Unos cuarenta años, buen profesional, metódico, insistente, exhaustivo y detallista. Todas cualidades que parece que no se aplican a tus relaciones personales. Me da la impresión de que follas menos que un caracol en un cristal. Toda tu seguridad a la hora de trabajar y toda tu iniciativa no se trasladan luego al plano sentimental. Sé que estás divorciado, supongo que sin hijos. Nunca te he oído hablar de ellos ni atender ninguna llamada del colegio, ni tampoco tienes fotos en tu escritorio. Se te notaba inquieto el otro día en el bar, no eres de los que hacen mucha vida social ni sales a menudo. Te cuesta hacer relaciones, por eso cuando estás con alguna chica te aferras a ella y no la sueltas. No creo que hayas tenido muchas novias, pero seguro que las que has tenido fueron rollos muy intensos, quizá tanto que acababas agobiándolas y terminaban por poner tierra de por medio.

Fermín parpadea incrédulo un par de veces poniéndose repentinamente serio.

- ¿Es eso lo que le pasó a tu mujer?

- ¡Joder con la poli! tiras con bala.

- Tío, yo me desnudado ahora te toca a ti.

- Mira, me jode reconocerlo, pero no te has equivocado demasiado. Eso sí, lo de mi divorcio no fue porque yo fuera muy intenso, más bien al contrario. Fue mi mujer la que se volvió insoportable.

- Algún motivo tendría…

- Claro que sí, que no bajaba la tapa después de mear no te fastidia…

- Venga hombre, no te pongas a la defensiva que solo estamos hablando. Es la primera conversación profunda que tenemos en todos los meses que llevamos juntos.

- No te precipites antes de pedir mi mano.

- Para eso todavía queda mucho, ni siquiera sé si follas bien.

Fermín mueve la cabeza y da un trago largo a la copa de vino. Lo que le jode no es lo mal hablada ni lo entrometida que pueda llegar a ser Mónica, al revés, eso le gusta. Lo que le jode es que es lista como el hambre y tiene razón en casi todo lo que dice.

- Qué quieres que te diga, supongo que tienes razón. Una ruptura no es solo cosa de uno. Yo no era como tú, no esquivaba una vida convencional, la buscaba. Me gusta mi trabajo y le dedico todas las energías. En casa solo pedía tranquilidad, que todo estuviera en orden, un sitio al que poder regresar y descansar.

- ¡Qué bonito! el descanso del guerrero y todas esas mierdas ¿no?

- A ver, que no es exactamente eso, no era de los que volvían a casa y exigían que todo estuviera limpio, tener un plato de comida caliente preparado y a mi mujer esperándome con las zapatillas. Ella no quería trabajar y a mí me parecía bien. Todas sus actividades, las reuniones con las amigas, el pilates, sus manías de redecorar la casa cada dos por tres, todos los entretenimientos que se buscaba… jamás le dije nada. Lo que pasa es que me parecía desproporcionado.

- ¿Desproporcionado?

- Sí, el que siempre me exigiera un esfuerzo y ella no se molestara por entenderme. Era yo constantemente el que tenía que acceder, el que tenía que alterar mis hábitos, el que tenía que ir a donde ella dijera, el que tenía que adecuar los planes y aun así nunca parecía satisfecha. No sé por qué, pero teniendo todo el tiempo libre del mundo parecía que se aburriera y lo que es peor, es que me culpaba a mí.

- A lo mejor lo único que quería era atención.

- Tenía toda la atención.

- Bueno, decirle que si a todo no significa necesariamente comprenderla ¿En la cama todo iba bien?

- Al principio sí, ya sabes, la novedad vuelve a uno más efusivo. Cuando empezamos teníamos veintitantos años, no éramos ya adolescentes pero si lo suficientemente jóvenes como para que se notara el subidón y las ganas. Luego, nuestra relación se volvió más convencional.

- ¿Quieres decir más aburrida?

- Llámalo como quieras, pero nosotros estábamos a gusto.

- Tú estabas a gusto, pero ¿le preguntaste a tu mujer?

- ¿Piensas que soy gilipollas, que no me enteraba de nada? a mí me importaba mi matrimonio.

- Disculpa, no quería ofenderte - dice ella y parece sincera, lo cual calma un poco a Fermín -Lo que sucede es que a veces os cuesta entendernos a las mujeres y nosotras no lo ponemos fácil porque no sabemos o no queremos explicarnos. Igual ella esperaba cosas de ti.

- ¿Qué cosas?

- No lo sé, cada una somos distintas. Yo lo que esperaba de mi novio era esa parte animal, casi bruta que era lo que realmente me ponía, pero nunca me atreví a confesárselo. Hacía como que lo que me importaba era tener una relación seria, formal, encajar en el cliché de buena novia y más adelante de buena esposa y madre. Él todavía no sabe después de tantos años por qué corté. Quizás si se lo hubiera pedido, si se lo hubiera dicho...

- Eso no hubiera cambiado nada, tu novio era como era y confesarle lo que realmente te gustaba quizás solo hubiera conseguido espantarlo y que hubiera sido él quien hubiera largado amarras.

Mónica sonríe.

- ¿Sabes qué?: que tienes razón. Pero volviendo al tema ¿qué crees que esperaba tu mujer de vuestra relación, por qué no se sentía a gusto?

- No lo sé, es posible que ni siquiera se sintiera a gusto consigo misma. Cuando intentábamos tener una conversación profunda ella solo repetía “no me entiendes” y “quiero”, “quiero”, “quiero” … Quiero tener más amigos, quiero cambiar de aires, quiero salir del círculo en el que estamos, quiero viajar… pero cuando hacíamos alguna de esas cosas siempre se quedaba insatisfecha.

- Es posible que el problema no estuviera en lo que os rodeaba sino en vosotros mismos.

- Quizás estés en lo cierto, quizás éramos una pareja demasiado convencional y eso mató nuestra relación.

- Cuando dices que eras demasiado convencional te imagino perfectamente porque supongo que actuabas como en la oficina, con la misma pulcritud, la misma parsimonia, el mismo sistema metódico… seguro que hasta tenías un Excel donde llevabas la contabilidad de los polvos que echabas.

- Qué graciosa…

La forma de decirlo, entre enfadado y avergonzado activa a Mónica.

- Tío, no jodas.

- No jodo.

- ¿En serio? ¿En serio que Llevabas la cuenta de los polvos que echabais?

- Yo no he dicho eso.

- Tampoco me estás diciendo lo contrario ¡venga ya! ¿en serio?

Mónica empieza a descojonarse llamando la atención de las mesas de alrededor. Se pone una servilleta en la boca hasta que se calma mientras Fermín aguanta el chaparrón.

- Fermín ¿de verdad? El caso es que te imagino perfectamente, anotando en las casillas, incluso valorando con colores si ha sido bueno, malo o regular.

- Hostia Mónica ¡Para ya!

- Coño pues cuéntamelo, que si no me voy a poner en lo peor.

- Que sí, que llevaba un recuento.

Ella aplaude riéndose de nuevo.

- Lo sabía, lo sabía.

- A ver, ya me conoces, soy metódico para todo y cuando discuto me gusta apoyarme en datos.

- Claro y tú usaste los datos para demostrarle que follabais poco.

- Yo nunca le recriminaba que folláramos ni poco ni mucho, lo único que no me gustaba es que usara argumentos falaces. Cuando yo decía que no lo hacíamos tanto como antes, ella contestaba que no, así que le presentaba los números que indicaban claramente una tendencia descendente.

- Coño, descendente, como la libido de tu mujer. Me imagino que no hay nada más excitante que tu marido te ponga delante las estadísticas de cuánto follas.

- ¡Qué graciosa eres! pero mira, no fue ese el motivo de nuestra ruptura - dice Fermín intentando cambiar de tercio para salir del embolado donde se ha metido - Simplemente es que no sentíamos ya nada. Me afectaba más un problema que tuviera cualquier compañero o compañera de trabajo de las cosas que ella me contaba al volver a casa. Sentía que todo me frustraba y me irritaba, de modo que me aislaba, y claro, ella respondía intentando llamar todavía más la atención. La cosa se volvió bastante insoportable hasta que decidimos de común acuerdo que lo mejor era separarnos.

- Me alegro de que fuera una separación civilizada…

- Es fácil cuando ya no hay sentimientos. Lo nuestro simplemente se apagó, no tenía sentido gastar energía en reproches, solo ponernos de acuerdo para salvar lo que se pudiera del desastre. Ella obtuvo un buen acuerdo, se quedó con el piso a cambio de asumir la parte de hipoteca que faltaba. Yo me quedé con el coche y poco más. No había hijos de por medio así que tampoco tuvimos que pelear por eso. Supongo que en tu caso fue más difícil.

- No es difícil si no quieres responsabilidades. Yo quería estar con mis hijos y mi marido también, pero sin ocuparse de ellos, así que me bastó con amagar concederle la custodia para que se aviniera a un acuerdo razonable. Cuando pasan una quincena juntos en vacaciones, los tres están locos porque se acabe. A veces les tengo que insistir para que no se vengan unos días antes.

Los dos ríen ante la ocurrencia.

- Y ¿cómo llevas tú el tema del sexo? tienes pinta de follar poco.

- Claro, yo no puedo ir poniéndole por ahí las esposas a nadie para atarlo a la cama como tú. Me voy apañando.

- ¿Eso significa que te masturbas como un mono?

- Casi igual que cuando era adolescente.

De nuevo vuelven a reír. El ambiente es distendido y se presta a confesiones.

- No, en serio, alguna aventurilla habrá.

- Sí, pero pocas, de esas que prefieres que no continúen.

- Habrás pagado alguna vez - dice con malicia.

- No me gusta pagar por eso – responde él poniéndose un poco serio.

- Pero lo has hecho ¿no?

- Alguna vez – consiente Fermín incómodo.

- ¿Y qué tal? ¿valió la pena?

- Deja un regusto amargo que no me agrada, igual que el vino picado.

Intercambian miradas y el funcionario creé detectar cierta aprobación en sus ojos.

- Supongo que tienes razón, pagar por eso no debe dejar buen sabor de boca.

- Para vosotras es fácil. Hasta una marimacho como tú, capaz de romper el brazo a un tipo con una llave de karate, puede follar cuando quiera. Sólo tenéis que tirar la caña y alguno seguro que cae.

- Claro, porque sois unos cabestros que con tal de meterla todo os da igual. No hace falta más que poneros un trapo rojo delante de la cara y envestís. Nosotras somos más selectivas. Pero que podamos follar cuando queramos no significa que podamos hacerlo con quien queremos.

- Vamos Mónica, no me digas que en más de una ocasión si te ha pillado un calentón no has decidido a liarte con lo que tenías a mano. No me creo que seas tan selectiva, al menos en todas y cada una de las ocasiones.

- ¿Qué te crees tú? tengo unos mínimos.

- Seguro que sí.

- Mira, contigo todavía no he follado, por ejemplo.

- Vaya, ese todavía me da esperanzas.

- Pues no te ilusiones demasiado que luego vienen las decepciones – contesta ella mientras vuelve a llenar las dos copas de vino.

Brindan entrechocando las copas. Quizá con demasiada fuerza aunque el cristal aguanta el embate, igual que Fermín, que apuesta por no amilanarse ante la inspectora.

- A ver si emborrachándote consigo algo.

- Tú no puedes emborracharme a mí. Para cuando empiece a darme vueltas la cabeza tú ya estarías en coma. Además, creí que yo no era tu tipo.

- Me gustas por tu forma de ser, yo también soy capaz de seleccionar ¿qué te has creído?

- Me gustas por tu forma de ser es una manera de decirme que no estoy buena ¡serás psicópata hijoputa!

- Joder, mira que eres difícil, no hay por donde entrarte.

- Eso forma parte de mi encanto.

- Ya lo creo.

Cuando terminan de cenar caminan hacia el parking donde tienen los coches. Unos veinte minutos de paseo con el fresco de la noche ayudando a disipar un poco los vapores del alcohol. Ahora marchan en silencio, no un silencio incómodo ni tampoco el silencio de los que ya no tienen nada que decirse, sino ese silencio en el que ambos sopesan posibilidades, analizan sentimientos, deseos, y también consecuencias. En las últimas semanas han estrechado lazos, han traspasado confianzas. El recelo mutuo y la rivalidad profesional de los primeros días dejó paso a una cooperación profesional inevitable y necesaria. Aprendieron a aceptarse y también a respetar, más allá de las bromas que se gastaban o de las pullas que se lanzaban como saetas cuando chocaban. Ahora casi podría decirse que se buscan, que son capaces de tocarse la fibra sensible, de contarse temas personales, de ofrecer el solaz de la escucha el uno al otro ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Que simplemente se encuentran bien en compañía o que están listos para buscar otro tipo de desahogo juntos? No es el estilo de Fermín, que solo pisa sobre seguro y no es de los que arriesgan a un malentendido o a una metedura de pata, pero esa noche es diferente, así que se sorprende a sí mismo haciendo la propuesta:

- ¿Quieres que vayamos a un sitio más tranquilo o ya es hora de recogerte?

Lo ha dicho para sorpresa de Mónica sin el tono de cachondeo que él suele emplear cuando se toman confianzas.

- ¿Recogerme? Yo no soy Cenicienta, aun no son ni las once ¿Qué me estás proponiendo exactamente Fermín?

De repente el inspector de hacienda es consciente de que pisa terreno resbaladizo y que no tiene claro cómo se va a tomar Mónica su arrebato, si con humor, o si le va a venir una negativa en forma de hostia con la mano abierta. Porque por la expresión que ha puesto parece que lo de aceptar va a ser que no. En realidad, Mónica está más sorprendida que enfadada. Hasta ahora no se había planteado en absoluto la posibilidad de meterse en la cama con Fermín porque no lo veía ni siquiera como un amante circunstancial. Simplemente no la ponía. Pero la cosa ha ido evolucionando favorablemente y ahora el tipo le cae bien. No tan bien como para tener fantasías sexuales con él, y mira que Mónica le echa fantasía al sexo cuando se auto consuela, pero es cierto que ha ganado muchos puntos. La verdad es que está un poco desconcertada. Quizás si hubiera tenido tiempo de pensarlo, de prepararse, de hacerse el cuerpo... No, la cosa todavía está muy verde, aunque no descarta que si sigue progresando adecuadamente considere su invitación. Pero ahora no es el momento. Y menos cuando su investigación está en este punto. Donde tengas la olla no metas la polla. Fermín se revuelve inquieto. Sospecha que ha metido la pata y finalmente rectifica:

- Oye, no quería molestarte, lo que he dicho ha sido una gilipollez, olvídalo.

- A mí no se me olvida nada.

- Pues entonces mejor hacemos como si no hubiera dicho nada, aunque lo haya dicho.

- De acuerdo, todavía tenemos mucho trabajo por delante así que vamos a centrarnos en lo importante.

- Claro.

Se despiden con un beso en la mejilla. Antes de dirigirse cada uno a su coche Fermín se gira:

- Mónica

- ¿Qué?

- Lo hemos pasado bien esta noche, espero no haberlo estropeado.

- Sí, lo hemos pasado bien - responde con una sonrisa - Hasta mañana.

- Hasta mañana.

Suficiente para desactivar la tensión. No obstante, Fermín masculla por lo bajo mientras se dirige a su vehículo:

- Eres gilipollas, Fermín, gilipollas del todo.
 
Pues todavía queda un poco. Hay que finalizar este relato y quedan 14 mas...si te gusta ir poco a poco y saborearlo es buena opción esperar

:)
Jaja.
Seguro que no aguanto. Después de este relato compraré el libro (imposible esperar los otros 14) Y si lo compro lo leo seguro. Es tontería engañarme que voy a ir leyendo poco a poco. 😂😂😂😂😂

Me pasaré por aquí a leer comentarios y poner me gusta. Comentaré alguna cosilla sin hacer spoiler 😀😀
 
Última edición:
Ni que hablar de hacerme con los dos tomos.

También me haré con, más que un libro, una obra de arte 😀😀😀😀, TERAPIA DE GRUPO.

La obra más genial, para mi gusto, que he leído en TR o FP

La forma que tiene Luis de cambiar de registro cuando habla una choni a cuando habla una persona culta es genial y muy muy real.
 
ufffffffffff. Acabo de cometer una infidelidad hacia Sexting. 🥲🥲🥲🥲🥲

Que me perdonen Jorge y Sonia (bueno también Magda)

Luis todavía no te perdono (😂😂😂😂😂) que Jorge y Sonia no se quedaran juntos.

Tenías muchas formas de hacerlo. Que duro fuiste. 🥲🥲🥲
 
Última edición:
14​





¿Sabe usted quién soy yo?



Marta levanta un poco el culo, lo suficiente para que sin perder el contacto con la verga de su piloto encare la entrada a su vagina. Está mojada, muy caliente, pero ha usado gel lubricante porque es el pene más grande que se ha introducido hasta ahora. Solo ha visto otra mayor, la de un chico de color en una fiesta que se montó con sus amigas. El chico no le gustaba, pero le impresionó el tamaño de su miembro y muchas veces ha soñado cómo sería tener sexo con alguien así. Ahora tiene el pack completo: un hombre que sí le gusta, mayor que ella, experto, guapo, con buen cuerpo y además de uniforme ¿qué más puede pedir? pues eso, que esté bien dotado y que cumpla su fantasía. Vamos a ver si lo que ha soñado se corresponde con la realidad aunque no está de más tomar alguna precaución. Es una chica delgada y menuda, su vagina es más bien estrecha, aunque por propia experiencia sabe que puede dilatar lo suficiente como para no tener problemas con aquel miembro, pero hay que ir paso a paso, con cuidado, así que, a pesar de su calentura y su deseo irrefrenable, trata de contenerse y juega con la punta pasándola por sus labios, rozando su clítoris, probando a meterla y a sacarla despacito, concentrándose en el canal de su coño, notando como va dilatando. Sufre un poco de molestia y algo de escozor, pero eso no la va a detener.

El hombre la deja hacer, aferrado a sus muslos, acariciándole los glúteos. Ella lleva una mano a sus pechos menudos y puntiagudos.

- Pellízcame - le pide.

Necesita algo más contundente, necesita volverse loca para que ya no le importe nada, ni el roce ni las molestias, para concentrarse en el placer. Y al final lo consigue. Cabalga lentamente, notando como por dentro se abre paso y trata de acomodarse aquel trozo de carne caliente, húmedo, resbaladizo, que ocupa hasta el último centímetro del interior de su vagina.

- Ahora sí, ahora sí – piensa.

O tal vez lo grita mientras aumenta el ritmo y tensa los muslos contra él. Sus labios vaginales atrapan el falo intentando estrujarlo. Su sexo se contrae y se expande como si estuviera latiendo. El clímax le llega de golpe, rápido, casi inesperado a pesar de que se venía anunciando. Se retuerce de gusto mientras nota pinchazos al fondo de su vagina. Su matriz le envía ondas de placer. El orgasmo es tremendo, como siempre que ella pone a jugar sus fantasías, como siempre que lo espera con ganas. Esta vez es incluso mejor.

Marta se queda empalada, con la boca abierta, mirando hacia el techo con los ojos perdidos, clavándose todavía aquel mástil, reacia a que abandone su interior. Aun la recorren los espasmos dando coletazos de gusto, placer que será el último que reciba ese día y en mucho tiempo porque a partir de ese instante se van a torcer las cosas.

La puerta de la habitación se abre. Un empleado del hotel se queda un instante clavado en el umbral, con la tarjeta maestra todavía en la mano contemplando absorto la escena. Es apartado de un empujón y rápidamente entran dos Carabinieri y otro tipo de paisano que tiene toda la pinta de mando policial. Desde la puerta, un hombre mayor, bien trajeado, observa con expresión seria. Marta da un grito y se echa a un lado de la cama. Se tapa rápidamente con la sábana intentando protegerse no sabe muy bien todavía de qué. El susto y los nervios le provocan una ventosidad vaginal. Se la ha sacado demasiado rápido. Se vuelve hacia su amante buscando apoyo y refugio en él, tal vez incluso una explicación a lo que está pasando. La expresión que lee en su cara no le gusta. Es de sorpresa también, pero con un deje de fatalidad inesperado. Como si lo que está sucediendo fuera una posibilidad que alguna vez hubiera entrado en sus cálculos.

- Niccolò ¿qué pasa? - alcanza a preguntarle asustada mientras el otro permanece rígido, sin mover un dedo.

Niccolò, también conocido como Pietro, Luigi o Stefano en otros momentos de su vida y en otros trabajos, hace un rápido cálculo de las posibilidades de salir con bien de aquello, que son pocas. Desnudo en una cama de habitación de hotel, con tres policías y personal de seguridad del mismo en el pasillo, la huida no parece una opción viable. Seguramente, esté ya identificado, con lo cual salir corriendo tampoco le serviría de mucho. Ahora debe concentrarse en cerrar la boca, no hablar y aprovechar bien la llamada a la que tiene derecho cuando llegue a comisaría.

- Señor, no se mueva de la cama - indica uno de los carabinieri dirigiendo la mano a la cintura y apoyándola en la culata de su pistola, mientras que el otro hace lo mismo aferrando una guardia que lleva también colgada.

La situación parece estar clara, no es necesario usar la violencia estando allí la chica, pero en caso necesario lo harán. El otro abre los brazos como dando a entender que no está dispuesto a ofrecer resistencia y ni tan siquiera intenta tapar su desnudez.

- Señorita, acompáñenos por favor.

- Pero ¿qué quieren ustedes?

- Estamos aquí para ayudarla. Cúbrase y recoja sus cosas, puede vestirse en la habitación de enfrente.

Marta sigue sin entender y permanece bloqueada, hasta que su amante le hace un gesto con la cabeza indicándole que colabore.

- Ve, es mejor.

Se envuelve en una sábana que sostiene con una mano. Con la otra recoge sus prendas y bolso. Cuando sale por la puerta, tras echar una última mirada dentro, se queda helada.

- ¿Papá?

El hombre mayor con traje caro la mira con un gesto de profundo disgusto. La toma del brazo y la conduce a la habitación de enfrente.

- Vístete.

- Papá ¿pero de qué va esto? ¿has ordenado seguirme? Estás loco ¿por qué has llamado a la policía?

Su padre la empuja dentro de la habitación.

- Déjame. No tienes derecho, soy mayor y puedo hacer lo que quiera.

- ¡Cállate estúpida! ¿Es que no te das cuenta? Te están utilizando. La habitación está llena de cámaras. Me iban a chantajear. Quieren cargarse mi carrera política y tú se lo has puesto en bandeja.

Marta se queda con la boca abierta.

- No es cierto.

- Si lo es. Espero que hayamos llegado a tiempo y que ninguna imagen haya salido del hotel. La policía me informará en cuanto registren la habitación.

Marta se queda sobre la cama abrazando la sábana que la cubre sin saber qué hacer. Empieza a intuir que su fantasía ha podido costarle muy cara. Mario sale al pasillo, ya vestido y esposado. Le han leído sus derechos y aún no le han informado de todo lo que se le acusa porque eso dependerá de lo que de sí el registro. Al salir observa un pañuelo todavía anudado al pomo de la puerta de la habitación. Se queda un momento parado, observándolo. Es un pañuelo de cuello que le resulta vagamente familiar. De hecho, es muy similar a los que ha regalado a alguna de sus víctimas. Rápidamente, gira la vista hacia el padre de Marta que acaba de salir de la otra habitación. No pronuncia una palabra pero con la mirada se lo dice todo. Mario se estremece. En condiciones normales no estaría tan preocupado, ninguno de sus delitos supone una pena muy larga y la organización para la que trabaja tiene buenos abogados y buenos contactos. Posiblemente no llegara ni a pisar prisión. Pero esta vez se trata de uno de los tipos más poderosos de Italia. Y de su hija. La tarifa en esta ocasión era muy alta pero también conllevaba riesgos elevados. Y la acaba de cagar, no sabe cómo, pero la operación ha sido desarticulada y a él le han pillado en medio. Ese tipo no se va a conformar con poco. Está jodido y lo sabe.

El hombre espera que se lo lleven sin apartar la mirada de él, quiere que lo recuerde de esa manera, clavándole los ojos para que cada minuto que pase a partir de ahora sepa que va a dedicar parte de su tiempo y de su fortuna a hacerle la vida imposible. Luego da unas cuantas órdenes. Llevar a su hija a casa es la primera. Después habla con la policía y les pide que lo mantengan al día de sus investigaciones a través de su abogado, agradeciéndoles la rápida actuación. A continuación, da una generosa propina al responsable de recepción. Resulta que posee un buen paquete de acciones de esa cadena hotelera y el gerente lo ha puesto enseguida a sus órdenes. Le da las gracias por buena su disposición. Se detiene un momento en la puerta viendo trabajar al equipo de la policía que acaba de llegar.

- ¿Puedo llevarme esto? - dice tomando el pañuelo de la puerta.

El policía asiente. Entonces, él baja por el ascensor y se dirige hacia el hall de entrada. En un extremo, sentada en uno de los sofás, una mujer degusta una taza de café. Hace unos pocos minutos sus ojos han seguido debajo de la pamela que porta, ocultos tras un leve velo, a Stefano que era sacado por la policía italiana del recinto. Estaba desenfilada y él no ha podido verla, pero Paloma le ha reconocido sin ninguna duda. Mario le devuelve el pañuelo:

- Quédeselo, no me trae muy buenos recuerdos - le dice ella - Parece que acerté con la habitación. La información era correcta.

- Sí señora, estaban donde usted me dijo. No sé cómo agradecerle lo que ha hecho por mí y por mi hija.

El tipo habla bien el español, con un ligero toque de levante, aprendido en sus muchos veraneos en Mallorca donde dispone de una mansión y un amarre para su yate.

- No tiene nada que agradecerme, tenía una deuda pendiente con ese tipo y usted la ha saldado por mí.

-No obstante, habrá algo que pueda hacer por usted – insiste.

- Gracias no necesito nada más.

Para sorpresa del hombre eso parece ser todo. Ella se da la vuelta y se aleja en dirección a la salida.

- Señora… - la interrumpe Mario alcanzándola. No puede dejarla ir sin más, aquello no puede resultar tan simple. Y a él no le gusta dejar cabos sueltos - ¿sabe usted quién soy yo?

- Sí, me he informado, es usted una persona muy popular que no pasa desapercibida, incluso para alguien que suele estar ajena a las noticias como yo.

- ¿Y no quiere pedirme nada? supongo que habrá alguna forma de compensarla por todas las, digamos… molestias - le dice lanzándole una mirada inquisitiva, dando pie a que Paloma continue. En el mundo en que se desenvuelve nadie hace un favor de este tipo si no espera algo a cambio. Ahora vendrá la petición de la contraprestación.

- Estaría bien que dejará de hablarme de usted, me gusta más que me llamen por mi nombre, Paloma. El tratamiento oficial me hace sentir mayor.

- Muy bien, Paloma entonces.

- Y pensándolo bien...

- Usted dirá.

- Ocúpese de que pase en la cárcel el mayor tiempo posible y asegúrese de que nunca sepa que he sido yo quien lo he denunciado.

- Será un placer complacerla en ese aspecto. Ya tiene mi contacto y si algún día necesita cualquier cosa solo tiene que llamarme. Por cierto ¿va a quedarse mucho tiempo en Roma?

- Tenía pensado visitar la ciudad, he estado un par de veces, pero nunca he tenido tiempo de verla adecuadamente.

- En ese caso por favor permítame que la aloje en uno de mis hoteles favoritos y que le recomiende algunos de los mejores restaurantes. Alguien se pondrá en contacto con usted para ponerse a su servicio y enseñarle todo lo que desee conocer. Durante su estancia aquí todos los gastos corren de mi cuenta.

- Gracias, muy amable.

Hace una pausa mientras mira con sus ojos penetrantes e inteligentes al italiano. El otro le devuelve la mirada y sonríe, parece que empiezan a entenderse.

- Mario ¿le gusta el bourbon?

El otro sonríe de nuevo, esta vez más ampliamente, ya no la observa como lo hace alguien poderoso a quien le debe un trabajo pero con quien mantiene la distancia, sino que la mira como una igual y eso le gusta a Paloma.

- Mi bodega está muy bien surtida y es amplia. El bourbon no es mi especialidad pero seguro que puedo sorprenderla. Si no tiene prisa en volver a España me gustaría invitarla a conocerla.

- Dispongo de un par de días.

- En ese caso la llamaré pronto, una vez que resuelva este enojoso asunto.

- Claro.

Ella le tiende la mano y él se la estrecha manteniéndola cogida unos segundos más de lo que el buen protocolo marca.

- Hasta luego entonces.

- Hasta luego Mario.

Mientras el italiano se marcha, Paloma apura el café, un café intenso, bueno, de esos que te espabilan por dentro. Hay veces que la vida es perfecta, piensa mientras sonríe para sí misma, pocas veces, pero las hay.


- Dame un toque cuando salgas de la terminal, he venido a recogerte.

Paloma lee el whatsapp, acaba de activar el móvil quitando el modo avión. Se dirige hacia la puerta de salida y allí envía un mensaje a su hija. Diez minutos después ella la recoge con su coche.

- No tendrías que haber venido, ya hubiera cogido yo un taxi.

- No pasa nada, tampoco tenía otra cosa que hacer. Además, estaba impaciente por saber cómo te ha ido en Italia.

- Ya te lo dije, muy bien. En realidad, más que bien.

- Pero yo quiero detalles…

- Bueno, pues ya que has venido a recogerme podemos ir a cenar al Pataya y allí te cuento con tranquilidad.

- Estupendo. Por cierto, me ha vuelto a llamar la inspectora.

- ¿Qué quiere?

- Quiere conocerme para darme las gracias. Dice que sin mí no habrían podido pillar a nadie.

- De eso nada, es más, vamos a dar de baja la tarjeta prepago. Hay que cortar toda conexión y largar amarras.

- Oye, pues a mí me apetecía conocerla y quién sabe, igual hasta nos dan una recompensa y todo.

- No nos van a dar nada, lo único que quiere es camelarte porque necesita una testigo y una vez que sepa tu identidad llegarán a mí. Les hemos hecho la puñeta a gente muy poderosa Estefanía, más vale que permanezcamos en el anonimato.

- Ya lo sé joder, que estaba de coña - dice guiñándole el ojo - Por cierto ¿te ha llamado tu abogado?

- No es mi abogado. Y no, no me ha llamado.

- Y con ese ¿qué vas a hacer?

- Ya lo he hecho: le dije que mejor que no nos volviéramos a ver.

- ¿Y cómo se lo ha tomado?

- Como se lo toman siempre los hombres: al principio con incredulidad, se creen que te tienen loca, luego se ponen un poco ariscos porque cuando se dan cuenta que vas en serio se sienten heridos en su orgullo. Pero es lo que hay.

- ¿Crees que te dará problemas?

- No lo creo. De hecho, si no me ha llamado estos días es porque tiene bastante de lo que ocuparse.

- ¿Sabes cómo va su imputación?

- No. Ni me importa.

- Podría preguntarle a la Policía.

- No preguntes nada, no podemos demostrar interés en nadie en concreto. Eso podía llevarlos hasta nosotras.

- Me refería a una pregunta más genérica tipo “me gustaría saber cómo va el caso” …

- Lo que hemos dicho, cortamos amarras y dejamos que Wkm siga su deriva. Ya está tocada y pronto estará hundida – insiste.

- Sí, pero esas ratas siempre salen a flote.

- Por lo menos ahora son ratas mojadas - contesta Paloma con una sonrisa.

Su hija también ríe la gracia. Ella era el topo, al menos sobre el papel, porque se encargaba de contactar con la policía y pasarles la información que Paloma obtenía. Tiene otra pregunta para su madre pero decide guardársela. Quiere preguntarle si su relación con el abogado de Wkm fue a propósito para obtener información o también porque le gustaba. Quizá fuera por las dos cosas, aunque sospecha más de la primera, pero considera que no es cuestión para plantear ahora y (en todo caso) la respuesta no cambia nada y tampoco es cosa suya. Su madre sabe lo que hace.

Paloma se echa para atrás en el asiento, relajada, estirando la espalda dolorida tras el vuelo. Se siente tranquila y satisfecha. En su cabeza siempre había estado vengarse de Stefano y de quienes lo contrataron, pero sabía que no podía enfrentarse directamente a ellos y que era mejor dejar pasar el tiempo y fingir que se había integrado en la empresa, e incluso que estaba contenta con el cambio. Pero hasta que no conoció a Rubén Muguruza, el abogado de Valentín Jurado y también de la empresa, su plan no dio inicio. Aparte de sospechas o certezas sin pruebas no podía ofrecer mucho más, pero ella sabía que todo lo importante en la empresa (tanto si era legal como ilegal) pasaba por Rubén, así que meterse en su cama era casi como metérselo a él en el bolsillo. Alguna indicación, algún secreto contado en confianza e incluso la posibilidad de acceder a documentos… sí, escenarios llenos de posibilidades aparecieron en su cabeza. Y de repente todo se puso a su favor. Le bastó coquetear un poco para que el tipo mostrara interés. No estaba mal físicamente y con el dinero que manejaba no le resultaba nada difícil buscarse mujeres voluptuosas y guapas, pero no hay nada como la vanidad, como el creer eres tú el que atrae a una mujer. A ella le bastó mostrar interés y picardía cuando coincidieron en una fiesta para que él se relamiera satisfecho, pensando que había hecho una captura. Ese fue el golpe de suerte del destino, encontrárselo en una de las veladas que organizaba esa pareja que conocía del Círculo Cultural de Miraflores, el local liberal de la Jet madrileña. Al final decidió aceptar su invitación y mira por dónde, entre los invitados estaba él, sorprendido de verla allí y por supuesto molesto por encontrarse a alguien conocido donde solo esperaba disfrutar de vicio anónimo. Pero ella supo aprovechar la oportunidad y darle la vuelta al asunto, llamar su atención, atraer su interés a base de descaro y una buena dosis de morbo.

El siguiente golpe de suerte fue constatar que Rubén compartía con ella el gusto por ciertos fetiches y juegos sexuales no convencionales. Lo que podía haber sido solo un encuentro de una noche se convirtió en una relación en la que se veían con cierta frecuencia y daban rienda suelta a su imaginación. Paloma no se niega a sí misma que disfrutó de algunos de estas citas, aunque el abogado estaba muy lejos de cumplir sus expectativas y colmar su deseo por un hombre. La verdad es que sus intereses estaban en otro sitio. En pegar la oreja a sus conversaciones telefónicas cuando ella estaba presente, sonsacarle como quien no quiere la cosa datos que confirmaban los negocios poco claros de Wkm, y por último, darse cuenta de que no era especialmente cuidadoso con sus contraseñas, ni en la Tablet que solía llevar con él al trabajo ni en su móvil. Solo tuvo que observar disimuladamente un par de veces para hacerse con el patrón de desbloqueo que además era el mismo para los dos dispositivos. No le fue difícil encontrar una ocasión, porque cuando podía quedar era siempre recién salido del trabajo y cargaba en su cartera con todo el equipo. Rubén era un hombre casado y tenía que buscar sus oportunidades. A Paloma no le resultó complicado encontrar información en internet de cómo enviar una copia de los archivos e incluso del correo a un disco duro virtual en la nube. Simplemente accediendo a un enlace web que luego podías eliminar del historial, te sacaba un duplicado de aquello que tú tuvieras programado para copiar.

La primera ocasión fue jugando, esta vez ella el papel de dominatrix. Lo dejó un buen rato esposado a la cama boca abajo, con un consolador introducido en su ano. Era el tipo de juego que a él le gustaba además de travestirse poniéndose la ropa íntima de Paloma. Lo dejó sufrir un rato mientras ella iba a tomar una copa y a refrescarse. Eso le dijo, aunque en realidad aprovechó para copiar su Tablet. En otra ocasión hizo lo mismo con el teléfono, sacando una imagen de sus conversaciones de WhatsApp y de sus mensajes. El teléfono resultó tener un contenido mucho más suculento, al menos para ella, porque los archivos y los datos copiados había que interpretarlos y descifrarlos y era complicado para alguien como Paloma. Si no estabas en el ajo era difícil. De todas formas, sabía que esos datos obtenidos mediante el robo constituían un delito en sí mismo y además no serían aceptados por ningún tribunal. También que si se los facilitaba a la policía o si llegaban a hacerse públicos, el abogado en seguida sabría que habían salido de su dispositivo y sospecharían de ella. Pero otra cosa eran las conversaciones y los mensajes de WhatsApp. Ahí sí que hablaba con más propiedad y de forma más entendible. Incluso ella podía interpretar claramente las ilegalidades a las que se hacía referencia y que salían en alguna que otra conversación. Ese fue el material que le filtró a la policía, orientándolos sobre los negocios fraudulentos, los movimientos de cuentas o las posibles corrupciones. Después empezó a perder el interés en Rubén, aunque él no lo perdía en ella. Darle puerta habría sido demasiado evidente así que todavía continuó saliendo un tiempo con él hasta que al final decidió cortar. No sospechaba nada y es posible que no sepa por dónde le ha venido el golpe. De todas formas, Paloma ha aprendido malas artes a base de sufrirlas, así que también tiene imágenes comprometedoras del abogado. Le gustaba el vicio pero no la publicidad. Lo último que querría es un divorcio de su esposa, de modo que no cree que esté lo más mínimamente interesado en que se conozca su relación. Ese era un tema que preocupaba a Paloma. La situación dentro de la empresa era delicada y una indiscreción y que se supiera que ambos estaban viéndose podía dar lugar a sospechas, pero Muguruza siempre fue muy discreto, su matrimonio le iba en ello y era consciente.

- Mamá, hay una cuestión a la que le estoy dando vueltas... ¿Como supiste lo del pendrive? el día de la intervención me refiero. Todavía no me explico cómo pudiste avisarme en medio de una redada.

- Estaba en la sala de reuniones cuando llegaron. Entonces vi pasar a la inspectora Mónica y al tipo de Hacienda al tal Fermín. Te puse el mensaje tan rápido como pude, cuando entró la policía en la sala de reuniones apenas me había dado tiempo a borrarlo de mi chat. Nos pidieron que pusiéramos encima de la mesa los móviles y no los usáramos, me adelanté por segundos.

- Ya, pero ¿cómo sabías lo del pendrive? Teníamos copia de su portátil y también de su teléfono, incluidos los chats de WhatsApp, pero yo no sabía nada de que hubiera un lápiz de memoria.

- No te lo dije porque en el momento no lo consideré importante. Ya teníamos la copia de su disco duro y de su teléfono, pero una de las últimas veces que me encontré con él le hicieron una llamada. Era frecuente que nos interrumpieran, lo llamaban a todas horas, lo que pasa es que cuando estaba conmigo la mayor parte de las veces no cogía el teléfono. Pero esa vez sí, era una llamada de Valentín. Le pidió algo algunos datos así que cogió el portátil lo abrió y se conectó. Lo vi sacar un USB de su bolso y enchufarlo. Le facilitó un par de números de cuenta y unas cantidades y luego colgó y volvió a guardar el pendrive.

- ¿Lo hizo delante de ti?

- Sí, lo hizo delante de mí. No me pareció demasiado sospechoso, pensé que simplemente llevaba ahí alguna información que necesitaba transportar fuera del PC. No lo consideré demasiado importante pero luego empecé a pensar en ello porque cuando analizamos el disco duro vimos que tampoco había tanta información comprometedora, más bien poca. En el chat del teléfono (si recuerdas) sí que hacían alusión a determinadas movimientos y a cosas ilegales, pero no teníamos las pruebas. Entonces se me ocurrió pensar que, o bien estaban en la nube y él accedía conectándose, o tal vez llevaba la información reservada en un dispositivo aparte, posiblemente encriptado. Se me hizo la luz acordándome de algunas de las obras en las que he participado donde no tenemos conexión a Internet y donde había poca o ninguna cobertura. Muchas veces yo me llevaba los datos en un disco duro portátil y lo utilizaba para volcar archivos entre mi portátil y el PC de sobremesa. Pensé que quizá él hacía algo parecido, usar un lápiz de memoria, por si perdía el portátil o alguien accedía a él que no pudiera tener la información reservada.

- Fuiste rápida de reflejos.

- Sí, no paraba de darle vueltas a lo del puto pendrive y cuando entró la policía se me encendió la bombilla y lo primero que se me ocurrió fue escribirte para que se lo comentaras.

- Pues fue todo un éxito, no le dio tiempo a deshacerse del lápiz…

Quizás sí, se dice, quizás todo haya sido un éxito y pueda culminar su venganza y salir de indemne de todo esto.

- ¿En qué piensas? - le pregunta su hija.

Ella le pone la mano en el brazo y le sonríe.

- Pienso en que ya es hora de descansar y de empezar una nueva vida, estoy un poco harta de todo, incluso de mí misma.

- Con esa sonrisa de cocodrilo que se te ha puesto deduzco que estarás cansada pero que también estás satisfecha. Oye y el millonario ese que has conocido ¿entra en esa nueva vida?

- Anda cotilla, vamos a cenar y a bebernos una botella de buen vino, lo demás ya iremos viendo.
 
15​



Hacemos lo que podemos.





Paloma y Estefanía no son las únicas que celebran esa noche. Mónica y Fermín también cenan juntos. El caso ha finalizado y ya está en manos de la jueza, es la colaboración más fructífera que han tenido hasta ahora y en el ambiente flota que hay un antes y un después de esta investigación, tanto en su relación profesional como personal.

- El bacalao es excelente.

- Receta portuguesa. El oporto le da un gusto exquisito.

El restaurante donde Mónica y Fermín cenan es recogido, apenas una decena de mesas, tranquilo y acogedor. La música suave de un fado contribuye a mantener las conversaciones en voz baja, en contraste con el bullicio de cualquiera de las tabernas cercanas a la plaza mayor, en cuyos alrededores se encuentran. Parece que efectivamente estén en otro país y no en el corazón de Madrid.

- Tengo que reconocer que me has sorprendido gratamente.

- ¿Tan poca confianza tienes en mí?

- La verdad es que sí, que te tengo confianza, algo me decía que hoy te ibas a explayar. Solo falta que me invites a la cena y ya lo haces redondo.

- Bueno ya que estamos de celebración igual me estiro un poco y te pago luego una copa.

- Venga hombre, no seas inspector de Hacienda.

- ¿Y eso qué quiere decir?

- Que tenéis fama de agarrados.

- Eso no es verdad.

- Claro que no, te acepto la invitación a la cena entonces.

- Que no he dicho que te vaya a invitar. Yo he tenido la idea pero la cuenta la pagamos a medias.

- ¿Ves cómo eres un agarrado?

- Celebramos un triunfo común ¿no? pues entonces pagamos a medias.

- Vale, pero las copas luego los pones tú, todas las copas que sea capaz de beberme. Te advierto que te va a salir más caro al final.

- ¿No te cansas de incordiar?

- No. Me divierto haciéndote la puñeta, es que te mosqueas muy fácil ¡Venga hombre! tú mismo lo has dicho: estamos de celebración. Hemos pillado a los malos y hemos acabado con un caso que nos traía de cabeza.

- Yo no tengo tan claro que tengamos mucho que celebrar en ninguna de las dos cosas.

- ¿Y eso?

- Respecto a Wkm no sé, dímelo tú ¿qué noticias hay de la jueza?

- Valentín Jurado y Rubén Muguruza ya están en libertad provisional con cargos. Que yo sepa no se ha inculpado a nadie más pero todavía queda mucha instrucción.

- ¿Y qué hay de los inversores que ponían la pasta y de los políticos que les hacían los favores?

- De momento la jueza va despacio. Ya veremos qué pasa.

- Igual pasa que no pasa nada, como siempre.

- María Isabel es una buena jueza, hará bien su trabajo.

- Aun así…

- Escúchame, si no le ha metido mano a nadie más todavía es porque quiere asegurarse. No sirve de nada llevar a alguien ante un tribunal si luego no hay pruebas para condenarle.

- Están hasta el culo todos y tenemos los datos.

- Eso vale para una inspección de Hacienda y para poner una multa, pero estamos hablando de derecho penal, hay que demostrar que sabían lo que estaba pasando y que eran cómplices.

- Lo más probable es que Valentín y Rubén se coman el marrón y disculpen a los demás. Para esos dos encontrarán sustituto. Lo que han hecho no es posible sin una red de clientes, sin políticos corruptos y sin funcionarios que miran para otro lado. Si no hay un buen escarmiento la infraestructura seguirá en pie y pronto habrá otro Valentín en un despacho muy parecido al que registramos el otro día, haciendo lo mismo.

- ¿Y qué te esperabas que iba a pasar, Fermín? ¿Que íbamos a arreglar el mundo? Hacemos lo que podemos que ya es bastante.

- No es suficiente.

- No es nuestro problema, nosotros nos curramos nuestra parte y lo hacemos bien. Hemos ganado - insiste mientras le coge la mano y se la aprieta en un gesto que él no esperaba - Escucha, les hemos puteado el negocio. De momento las obras están paralizadas y veremos a ver si se acaban. Hay gente que va a perder mucha pasta. A esos que le den por culo. A los políticos corruptos no les hace nada bien la publicidad aunque no podamos juzgarlos, que igual alguno sí que cae. Y lo mismo vale para los funcionarios que han hecho la vista gorda y han sido sobornados. Igual alguno pierde su trabajo y en cualquier caso quedarán señalados. Es un revés. No hacemos milagros, pero les hemos jodido, Fermín. De eso que no te quepa duda.

Mónica le mantiene cogida la mano mientras deja que cale el mensaje. Como una suave anestesia que lenta, pero inexorablemente, adormece el cabreo de Fermín.

- ¿Pedimos una última copa de Verdejo?

- Por mí vale – consiente él, mientras levanta el brazo contrario para llamar al camarero, evitando soltar la mano de su compañera en un gesto que no le pasa desapercibido a ella - Respecto a eso de que por fin hemos finalizado con el caso... tampoco tengo claro que sea buena noticia. Corren rumores de que se acaba la colaboración. Quizás cierren lo que queda de mi unidad.

- Cuando hacen eso suele haber ascensos para tapar bocas. Quién sabe, igual acabas de jefe de negociado.

- Entonces dejaríamos de trabajar juntos.

Mónica arquea las cejas.

- Uy ¿te me estás poniendo triste? No lo esperaba en un curtido inspector de Hacienda de esos que se supone que no tienen corazón.

- A ver, si es que al final se te coge cariño, cabrona.

- Lo de cabrona en tu boca suena bien.

- Uy ¿te me estás poniendo tontorrona?

- Tal vez - dice ella componiendo un gesto que a la vez es un esbozo pícaro pero duro.

- Lo que pasa es que te has venido arriba entre el vino y que te coges vacaciones. Y también que al mencionar lo del ascenso te has puesto cachonda.

- Tal vez – repite, esta vez ya con una especie de carcajada contenida.

Da otro trago al vino.

- Pero Fermín, no te entusiasmes que todavía queda mucha noche.

- Bueno, yo sigo intentándolo ¿qué puedo perder?

- A lo mejor lo que te ganas es una hostia.

- No me va el sado maso, pero mira, me arriesgaré, quizás sea nuestra última noche juntos así que de perdidos al río.

Será el vino, será el calor, será el color verde de tus ojos de ciencia ficción, o algo así que decía la canción de Amaral, pero lo cierto es que Mónica tiene que reconocer que la idea de perder de vista a Fermín tampoco le agrada. Y que bien mirado (y ella lleva mirándolo mucho tiempo), ese brillo que se le pone últimamente en sus ojos verdes cuando tontean gastándose bromas subidas de tono, es cierto que la pone cachonda. No estaría mal averiguar de que material está hecho el inspector de Hacienda. Hay hombres que dan sorpresas cuando se meten en la cama. Se descubre a sí misma queriendo averiguarlo. No fantaseando como ha hecho en las últimas semanas, adaptando el personaje a sus fetiches y deseos. No, ahora lo que quiere es ver lo que hay en realidad, aunque lo que encuentre no le guste. Que también es una posibilidad.

Fermín la mira entre serio y cauto. También se da cuenta que aquellos comentarios que pretendían ser hirientes para marcar distancias entre ambos y que luego se volvieron divertidos y confiados, ahora tienen un nuevo trasfondo. Lo que hay tras la neblina no alcanza a adivinarlo, pero como él mismo ha dicho y esta vez no iba en broma, está dispuesto a atravesar la bruma para ver lo que hay en la otra orilla aunque se tenga que arriesgar a un malentendido. Por su carácter, lo de arriesgar no lo tiene muy controlado, pero ya ha dejado pasar demasiadas oportunidades en su vida. Aun así, no se atreve todavía a plantear las cosas claramente, a atacar de frente. La última vez tuvo que batirse en retirada. Su mirada se cruza con la de Mónica que parece esperar. Imposible saber solo por sus ojos sí va a fintar y darle de tacón, o si por el contrario en esta ocasión le va a dar alguna oportunidad. Así que balón atrás y aguantar hasta la prórroga.

- ¿Postre?

- Vale, pero no aquí, sé de un sitio que pone unos helados geniales.

- Pues estamos tardando.

Media hora después Mónica lanza a una papelera la tarrina de helado vacía.

- Ya era hora guapa, te ha faltado rebañarla con la lengua como un gato una lata de foie gras.

- Este sitio pone unos helados buenísimos. No sé cómo has tenido los santos cojones de pedirte una horchata.

- Coño, pues porque me apetece.

- Eres un triste.

- Bueno, es lo que hay ¿Vamos a por la droga dura? ¿un whisky? ¿un cóctel? ¿un ron?

- Pues sí, me apetece una copa.

- ¿Dónde vamos?

- ¿Tu casa pilla cerca?

Fermín se detiene y la mira intentando averiguar si está de broma. Mónica se encoge de hombros.

- A ver, es que te veo un poco parado así que mejor que me lance yo...

- ¿Hablas en serio?

- Anda, vamos antes de que me arrepienta.


Fermín decide levantarse. Lleva ya un buen rato revisando el techo de la habitación con la mirada, sin atreverse a pensar lo que puede significar tener a su compañera de caso desnuda en la cama, respirando profundamente, la piel levemente erizada por el frescor de la mañana y al contrario que él, desconectada del mundo. No ha dormido mucho, pero a pesar de ello no consigue volver a conciliar el sueño, de manera que opta por ir preparando el desayuno para cuando se despierte Mónica. Se pone en pie con cuidado y se echa encima un batín. La luz se filtra por las cortinas y le permite observar el cuerpo que yace boca abajo, con una pierna levantada sobre uno de los cojines de la cama. La mujer se ha destapado, seguramente acalorada. Ahora corre algo de fresco pero anoche pasaron calor, especialmente mientras copulaban. El recuerdo del sexo reciente le provoca una erección matutina. Lo que parecía que iba a ser un polvo apresurado con más ganas que maña, se convirtió en una sucesión de mimos, penetraciones e incluso sexo oral que se prolongaron durante buena parte de la noche. Con una Mónica tomando un papel muy activo en los primeros combates y luego dejándose querer, recibiendo y exigiendo caricias, tomándose su tiempo, ronroneando como una gata con los masajes que él le daba, indicándole lo que deseaba en cada momento. Fermín no puede apartar la mirada del cuerpo tibio que ahora reposa en la cama. Esos muslos que terminan en unas caderas anchas, ese culo que parece no tener final y que ayer por fin pudo acariciar, recorrer con la lengua, aferrar con los dedos. La espalda fuerte, los hombros musculosos. No puede ver los pechos, que él esperaba más pequeños pero que luego ha podido comprobar grandes y turgentes. Los pezones color rosado con grandes aureolas. Casi puede sentir en los labios su sabor salado por el sudor cuando los besó. Desde atrás, puede observar cómo asoma su sexo no depilado del todo, aunque se ha tomado la molestia de recortarlo, quizás porque ya planeaba como podía acabar la cita, algo de pelo negro donde termina la raja que divide en dos sus generosas nalgas. Se había preguntado cómo sería el sexo con ella y la realidad ha igualado sus más generosas apuestas. Es un poco como ella misma: crudo, directo, sin florituras, pero intenso. Eficiente es otra palabra que se le ocurre pero se la guarda para él, no vaya a ser que se le escape y Mónica lo oiga. En su boca es un cumplido, pero igual ella no lo entiende así. La encuentra hermosa, incluso bella, allí en su cama, en esa postura y se sorprende pensando que sería genial encontrarla de esa forma cada día que se despertara. Prepara café, exprime un poco de zumo de naranja para cada uno y pone a tostar pan. El olor de la cafetera y la tostadora pronto compiten por invadir la cocina. Oye tirar de la cisterna. Espera a ver si aparece Mónica, pero no lo hace, ha debido acostarse de nuevo. Va hacia su cuarto y la encuentra en la cama. Ha cambiado de postura. Se halla boca arriba, tapada hasta la cintura y tiene los pechos al aire.

- ¿Qué haces?

- El desayuno ¿quieres que lo traiga a la cama o prefieres levantarte?

Ella se destapa. Está abierta de piernas, entre sus muslos el bulto de su pubis, un matojo de pelo negro que muestra un sexo apetecible y húmedo. Ayer enterró la cara entre esas piernas y ella le dirigió órdenes que se fueron tornando en jadeos hasta que llegó al orgasmo. Le exigió que se mantuviera allí sin parar hasta los últimos coletazos de placer. La volvió a penetrar después, sintiendo como todo era calor y placer. La promesa de estar otra vez dentro le hace subir de nuevo la erección que ya se le había bajado. Mónica lo nota. No sonríe ni hace bromas simplemente dice:

- Ven. El desayuno puede esperar.

Fermín no puede estar más de acuerdo. Se quita el batín y se arrastra entre sus piernas, besándole el empeine, la pantorrilla, sacando la lengua cuando llega a su muslo y dejando un rastro de saliva hasta que sus labios tocan la vulva de Mónica, que abre bien los muslos y le pone la mano sobre el pelo mientras él comienza a lamer.
 
16



Las gatas siempre caen de pie.



Fermín llama a la puerta del despacho donde figura serigrafiado el nombre de su jefe, Jesús Carretero. No suele visitarle mucho en su guarida, apenas un par de veces en el último año. Entra sin esperar respuesta, según un protocolo establecido desde hace ya tiempo por el cual Fermín se pasa por el forro la etiqueta. El otro lo mira de reojo como haciéndose el sorprendido cuando en realidad es él mismo quien lo acaba de llamar.

- ¡Hombre Fermín! Pasa - dice levantándose y tendiéndole la mano en otra muestra impostada de aparente afecto. “Como si el muy hijo de puta se alegrara de verme de verdad” piensa el inspector que, no obstante, le aprieta la mano y le devuelve otra sonrisa que le cuesta componer.

Esas hipocresías le tocan los huevos, pero forma parte del ritual entre funcionarios con diferencia de grado y no será Fermín el que se salga del guión.

- Siéntate, tengo que felicitarte por los resultados obtenidos en la colaboración con la UDEF del caso Wkm. Me han pedido desde arriba que te transmita la más efusiva enhorabuena por tu trabajo.

Sí, seguro que desde arriba están entusiasmados” piensa Fermín, aunque se abstiene de soltar la ironía y se limita a asentir con la cabeza.

- Gracias.

- Fermín, tienes una gran trayectoria dentro de la unidad y nada me gustaría más qué promocionarte, pero me temo que no va a poder ser posible.

“Primero la palmadita de la espalda y ahora viene la patada en el culo”, piensa el inspector.

- Vamos a sufrir nuevas reestructuraciones. El departamento prácticamente se disuelve. La gerencia considera que hay que optimizar recursos y centrarnos en la inspección puramente fiscal, que es lo que nos compete, dejando en manos de la UDEF la investigación penal.

- Pero ¿no se trataba de dar apoyo precisamente a la UDEF con expertos de nuestro ministerio?

- Ese apoyo se seguirá prestando, pero digamos que a demanda de la policía, sin necesidad de mantener una unidad operativa entera.

El inspector pone cara de boniato sin poder evitarlo.

- A ver Fermín, yo lo siento tanto como tú. Eres el primero al que adelanto la noticia. Esto no será inmediato, puedes continuar en la unidad un poco más si quieres y luego volver a tu actividad como inspector normal. La otra opción es solicitar un cambio de departamento. Con tu buen desempeño se considerará como prioritaria ¿Hay algún sitio al que te gustaría ir?

“Al coño de tu madre” piensa Fermín, pero una vez más se muerde la lengua.

- Tendría que pensarlo. No tenía nada previsto.

- Pues venga, a darle una vuelta, todavía hay tiempo. Eres un tío competente seguro que cualquier departamento que solicites estará encantado de añadirte a la tripulación.

- ¿Y tú?

- Yo ¿qué?

- Si cierran esto....

- Ah bueno, me han ofrecido una jefatura en el ministerio. Adjunto al departamento de auditorías e informes.

Un chiringuito como la copa de un pino”, piensa Fermín. El muy cabrón se ha buscado un puesto en el que seguramente estará él, una secretaria para ponerle café y un informático para hacer el poco trabajo que le encarguen. La noticia mala es que posiblemente desde ahí ya no subirá más; la buena es que se va a tocar los huevos a dos manos ganando incluso más que donde está ahora. Pase lo que pase, los pelotas y los arrastrados siempre saben colocarse.

- Bueno, pues enhorabuena, si no te importa me vuelvo a mi puesto. Le voy a dar una vuelta al tema del cambio de acoplamiento.

- Claro, dime algo cuando lo sepas.

Fermín sale bufando del despacho. Le gotea el colmillo y si pudiera aplicaría fuego purificador con un lanzallamas dentro de la oficina del gerente.

- ¿Qué pasa, malas noticias?

Se vuelve sorprendido. Mónica está echada en la pared, brazos cruzados, blusa pegada al talle y vaqueros ajustados.

- Vaya, al fin te dignas aparecer por aquí.

- He estado ocupada.

- Seguro que sí.

- ¿Qué ha pasado ahí dentro?

- Todo buenas noticias…

- Pues venga: ponme al día.

- La investigación ha sacado a la luz los trapicheos de la Comunidad y de varios ayuntamientos con Wkm. Por ahí arriba no están demasiado contentos. A los responsables del partido no les gusta que les saquen los colores, así que posiblemente esta sea la última vez que nos dejan hacer nuestro trabajo. Disuelven la unidad.

- Eso ya lo sabía ¿y tú?

- Supongo que los pocos que quedamos vamos a hacer trabajo de inspector raso. Eso sí, me han dado a elegir donde quiero ir a aburrirme. Es su forma de felicitarme. ¿Y a ti? ¿te han dado la enhorabuena, inspectora Pedroso?

- Comisaria Pedroso si no te importa.

- Hay que joderse ¿Estás de broma no?

- En absoluto.

A Fermín se le escapa una sonrisa de cocodrilo, entre admirativa y aparentemente agraviada.

- Las gatas como tú siempre caen de pie ¿no es cierto? Vamos, necesito tomarme un chupito del orujo que guardas en la taquilla.

- Pues venga que estoy metiendo mis cosas en una caja.

Mónica no bromea, sobre su mesa hay una caja donde está guardando todo lo que ha sacado de los cajones y su armario. Toma de la taquilla una botella de licor de hierbas y pone un dedo en dos vasitos de plástico.

- Por la nueva comisaria. Se ve que has tenido más suerte que yo.

- María Isabel me ha dado un buen empujón, ha entregado unos informes excelentes sobre todos nosotros.

- Pues el mío se ve que no ha llegado.

- El tuyo también ha llegado, lo que pasa es que tus jefes son unos gilipollas.

- Mis jefes y los tuyos son los mismos, dependen de responsables políticos que no están nada contentos con que hagamos nuestra labor. La única diferencia es que a ti te quitan de enmedio mediante un ascenso y a mí, simplemente me apartan mandándome a revisar declaraciones. Porque te apartan ¿no?

- No del todo. Sigo en la UDEF y me voy a ocupar de la división de delitos fiscales asociados a evasión de capitales. Tengo que coordinar un nuevo equipo ¿Te apetece venir como asesor?

- Nuestro departamento se liquida y ya no podemos colaborar.

- Existe la posibilidad de colaboración puntual. Podemos reclamar un inspector que nos ayude y podemos reclamarlo con nombre y apellidos. Tenemos tajo, de modo que si pides el traslado dile a tu nuevo jefe que igual va a estar un tiempo sin verte. Eso suponiendo que te quieras venir…

- No sé por qué querría trabajar contigo. No has vuelto a llamarme desde que cenamos juntos.

- Mira que eres rencoroso. He estado ocupada pero estoy dispuesta a cenar de nuevo contigo y a invitar esta vez yo.

- Había pensado en cocinar algo para ti en mi apartamento.

- Suena bien, pero eso eleva las expectativas. Si fallas en la comida igual te quedas sin follar después.

- Me arriesgaré, contigo hay que jugar fuerte. Oye esos vaqueros te hacen culazo.

Mónica se ríe y levanta el vaso de plástico ofreciendo chocar con el de Fermín.

- Entonces ¿te vienes con nosotros?

- No hay mucho que pensar ¿no te parece? - responde mientras brinda.


Sebas está sirviéndose un café. No es que lo entusiasme mucho la máquina de cápsulas que tienen en la oficina, pero al menos es mejor que la que hay en el pasillo, auténtica agua sucia con polvos según su criterio. Se lleva la taza a la nariz y lo huele como un perro perdiguero un rastro, arrugando un poco el morro. En fin, parece decir y con un suspiro le da un sorbo. Últimamente se le hace cuesta arriba el trabajo. Demasiada rutina, demasiado aburrimiento y demasiado imbécil alrededor. Echa de menos a la gente con la que ha trabajado y ya no está. Ahora pareciera que solo quedaran idiotas al mando y funcionarios grises y apagados a su alrededor. Ni el ambiente ni el trabajo se han vuelto muy motivantes.

- ¿Todavía tomas esa mierda?

Sebas se queda con la taza en los labios, sorprendido porque esa voz es de una de las personas que más echa de menos y a la que hace mucho tiempo que no ve. Reconoce al instante a Paloma y antes de darse la vuelta murmura:

- A ver jefa, esto es lo que hay, desde que tú te has ido nadie me saca a desayunar como Dios manda.

- Pues venga, escupe ese veneno que nos vamos a tomar un buen café.

- ¿En serio?

- Claro. Me alegro de verte Sebas.

- Y yo a ti reina.

Los dos se funden en un sentido abrazo que dura bastantes segundos, más de lo que se consideraría formal.

- Oye como aprietas ¿no te habrás ha vuelto heterosexual?

- Eso nunca, pero por una vieja amiga hago un esfuerzo.

- Pues venga, vamos a desayunar antes de que te empalmes.

- Eso podría suceder porque el cuerpo es el cuerpo, pero jamás me llevarás a tu terreno guapa. Cada día que pasa me gustan más los hombres. Eso cuando los encuentro, que últimamente el mercado está fatal.

- Tienes toda la razón, a ese mercado voy yo también y ya no quedan señores como los de antes.

- Alguno habrás pillado, te veo cara de satisfecha ¿Algo que contar?

- Algo hay.

- Pues vamos que entonces ya tenemos tema de conversación.

- Tú también me tienes que poner al día de cómo está esto.

- Esto está cada vez peor, me aburro como una ostra ¿por qué quieres saberlo?

- Hombre, me acabo de incorporar. Tengo que saber cómo está el patio.

Sebas se detiene y la mira fijamente. Paloma detecta un brillo en sus ojos que va desde la incredulidad al deseo que sea cierto.

- No me lo creo ¿La arquitecta de éxito incorporándose a un puesto de vulgar funcionaria...? Creía que esa etapa de tu vida ya la habías superado ¿no estabas instalada en el éxito?

- El éxito es una mierda como un piano de grande, Sebas. Se vive más tranquila entre gente normal, créeme.

- Jamás estaremos de acuerdo en eso, mona, pero a mí, mientras me invites a café, te daré la razón en todo.

- Oye, me han puesto con Pepe Villa. Le he dicho que te quiero como asistente. Espero que no te importe un traslado.

- Bueno, podría hacer como que me resisto un poco pero ya sabes que contigo soy fácil. Además ¿quién te va a aguantar si no yo?

- Pues claro Sebas - dice ella feliz mientras se coge de su brazo y lo aprieta con cariño - ¿Quién si no tú?


FIN
 
16



Las gatas siempre caen de pie.



Fermín llama a la puerta del despacho donde figura serigrafiado el nombre de su jefe, Jesús Carretero. No suele visitarle mucho en su guarida, apenas un par de veces en el último año. Entra sin esperar respuesta, según un protocolo establecido desde hace ya tiempo por el cual Fermín se pasa por el forro la etiqueta. El otro lo mira de reojo como haciéndose el sorprendido cuando en realidad es él mismo quien lo acaba de llamar.

- ¡Hombre Fermín! Pasa - dice levantándose y tendiéndole la mano en otra muestra impostada de aparente afecto. “Como si el muy hijo de puta se alegrara de verme de verdad” piensa el inspector que, no obstante, le aprieta la mano y le devuelve otra sonrisa que le cuesta componer.

Esas hipocresías le tocan los huevos, pero forma parte del ritual entre funcionarios con diferencia de grado y no será Fermín el que se salga del guión.

- Siéntate, tengo que felicitarte por los resultados obtenidos en la colaboración con la UDEF del caso Wkm. Me han pedido desde arriba que te transmita la más efusiva enhorabuena por tu trabajo.

Sí, seguro que desde arriba están entusiasmados” piensa Fermín, aunque se abstiene de soltar la ironía y se limita a asentir con la cabeza.

- Gracias.

- Fermín, tienes una gran trayectoria dentro de la unidad y nada me gustaría más qué promocionarte, pero me temo que no va a poder ser posible.

“Primero la palmadita de la espalda y ahora viene la patada en el culo”, piensa el inspector.

- Vamos a sufrir nuevas reestructuraciones. El departamento prácticamente se disuelve. La gerencia considera que hay que optimizar recursos y centrarnos en la inspección puramente fiscal, que es lo que nos compete, dejando en manos de la UDEF la investigación penal.

- Pero ¿no se trataba de dar apoyo precisamente a la UDEF con expertos de nuestro ministerio?

- Ese apoyo se seguirá prestando, pero digamos que a demanda de la policía, sin necesidad de mantener una unidad operativa entera.

El inspector pone cara de boniato sin poder evitarlo.

- A ver Fermín, yo lo siento tanto como tú. Eres el primero al que adelanto la noticia. Esto no será inmediato, puedes continuar en la unidad un poco más si quieres y luego volver a tu actividad como inspector normal. La otra opción es solicitar un cambio de departamento. Con tu buen desempeño se considerará como prioritaria ¿Hay algún sitio al que te gustaría ir?

“Al coño de tu madre” piensa Fermín, pero una vez más se muerde la lengua.

- Tendría que pensarlo. No tenía nada previsto.

- Pues venga, a darle una vuelta, todavía hay tiempo. Eres un tío competente seguro que cualquier departamento que solicites estará encantado de añadirte a la tripulación.

- ¿Y tú?

- Yo ¿qué?

- Si cierran esto....

- Ah bueno, me han ofrecido una jefatura en el ministerio. Adjunto al departamento de auditorías e informes.

Un chiringuito como la copa de un pino”, piensa Fermín. El muy cabrón se ha buscado un puesto en el que seguramente estará él, una secretaria para ponerle café y un informático para hacer el poco trabajo que le encarguen. La noticia mala es que posiblemente desde ahí ya no subirá más; la buena es que se va a tocar los huevos a dos manos ganando incluso más que donde está ahora. Pase lo que pase, los pelotas y los arrastrados siempre saben colocarse.

- Bueno, pues enhorabuena, si no te importa me vuelvo a mi puesto. Le voy a dar una vuelta al tema del cambio de acoplamiento.

- Claro, dime algo cuando lo sepas.

Fermín sale bufando del despacho. Le gotea el colmillo y si pudiera aplicaría fuego purificador con un lanzallamas dentro de la oficina del gerente.

- ¿Qué pasa, malas noticias?

Se vuelve sorprendido. Mónica está echada en la pared, brazos cruzados, blusa pegada al talle y vaqueros ajustados.

- Vaya, al fin te dignas aparecer por aquí.

- He estado ocupada.

- Seguro que sí.

- ¿Qué ha pasado ahí dentro?

- Todo buenas noticias…

- Pues venga: ponme al día.

- La investigación ha sacado a la luz los trapicheos de la Comunidad y de varios ayuntamientos con Wkm. Por ahí arriba no están demasiado contentos. A los responsables del partido no les gusta que les saquen los colores, así que posiblemente esta sea la última vez que nos dejan hacer nuestro trabajo. Disuelven la unidad.

- Eso ya lo sabía ¿y tú?

- Supongo que los pocos que quedamos vamos a hacer trabajo de inspector raso. Eso sí, me han dado a elegir donde quiero ir a aburrirme. Es su forma de felicitarme. ¿Y a ti? ¿te han dado la enhorabuena, inspectora Pedroso?

- Comisaria Pedroso si no te importa.

- Hay que joderse ¿Estás de broma no?

- En absoluto.

A Fermín se le escapa una sonrisa de cocodrilo, entre admirativa y aparentemente agraviada.

- Las gatas como tú siempre caen de pie ¿no es cierto? Vamos, necesito tomarme un chupito del orujo que guardas en la taquilla.

- Pues venga que estoy metiendo mis cosas en una caja.

Mónica no bromea, sobre su mesa hay una caja donde está guardando todo lo que ha sacado de los cajones y su armario. Toma de la taquilla una botella de licor de hierbas y pone un dedo en dos vasitos de plástico.

- Por la nueva comisaria. Se ve que has tenido más suerte que yo.

- María Isabel me ha dado un buen empujón, ha entregado unos informes excelentes sobre todos nosotros.

- Pues el mío se ve que no ha llegado.

- El tuyo también ha llegado, lo que pasa es que tus jefes son unos gilipollas.

- Mis jefes y los tuyos son los mismos, dependen de responsables políticos que no están nada contentos con que hagamos nuestra labor. La única diferencia es que a ti te quitan de enmedio mediante un ascenso y a mí, simplemente me apartan mandándome a revisar declaraciones. Porque te apartan ¿no?

- No del todo. Sigo en la UDEF y me voy a ocupar de la división de delitos fiscales asociados a evasión de capitales. Tengo que coordinar un nuevo equipo ¿Te apetece venir como asesor?

- Nuestro departamento se liquida y ya no podemos colaborar.

- Existe la posibilidad de colaboración puntual. Podemos reclamar un inspector que nos ayude y podemos reclamarlo con nombre y apellidos. Tenemos tajo, de modo que si pides el traslado dile a tu nuevo jefe que igual va a estar un tiempo sin verte. Eso suponiendo que te quieras venir…

- No sé por qué querría trabajar contigo. No has vuelto a llamarme desde que cenamos juntos.

- Mira que eres rencoroso. He estado ocupada pero estoy dispuesta a cenar de nuevo contigo y a invitar esta vez yo.

- Había pensado en cocinar algo para ti en mi apartamento.

- Suena bien, pero eso eleva las expectativas. Si fallas en la comida igual te quedas sin follar después.

- Me arriesgaré, contigo hay que jugar fuerte. Oye esos vaqueros te hacen culazo.

Mónica se ríe y levanta el vaso de plástico ofreciendo chocar con el de Fermín.

- Entonces ¿te vienes con nosotros?

- No hay mucho que pensar ¿no te parece? - responde mientras brinda.



Sebas está sirviéndose un café. No es que lo entusiasme mucho la máquina de cápsulas que tienen en la oficina, pero al menos es mejor que la que hay en el pasillo, auténtica agua sucia con polvos según su criterio. Se lleva la taza a la nariz y lo huele como un perro perdiguero un rastro, arrugando un poco el morro. En fin, parece decir y con un suspiro le da un sorbo. Últimamente se le hace cuesta arriba el trabajo. Demasiada rutina, demasiado aburrimiento y demasiado imbécil alrededor. Echa de menos a la gente con la que ha trabajado y ya no está. Ahora pareciera que solo quedaran idiotas al mando y funcionarios grises y apagados a su alrededor. Ni el ambiente ni el trabajo se han vuelto muy motivantes.

- ¿Todavía tomas esa mierda?

Sebas se queda con la taza en los labios, sorprendido porque esa voz es de una de las personas que más echa de menos y a la que hace mucho tiempo que no ve. Reconoce al instante a Paloma y antes de darse la vuelta murmura:

- A ver jefa, esto es lo que hay, desde que tú te has ido nadie me saca a desayunar como Dios manda.

- Pues venga, escupe ese veneno que nos vamos a tomar un buen café.

- ¿En serio?

- Claro. Me alegro de verte Sebas.

- Y yo a ti reina.

Los dos se funden en un sentido abrazo que dura bastantes segundos, más de lo que se consideraría formal.

- Oye como aprietas ¿no te habrás ha vuelto heterosexual?

- Eso nunca, pero por una vieja amiga hago un esfuerzo.

- Pues venga, vamos a desayunar antes de que te empalmes.

- Eso podría suceder porque el cuerpo es el cuerpo, pero jamás me llevarás a tu terreno guapa. Cada día que pasa me gustan más los hombres. Eso cuando los encuentro, que últimamente el mercado está fatal.

- Tienes toda la razón, a ese mercado voy yo también y ya no quedan señores como los de antes.

- Alguno habrás pillado, te veo cara de satisfecha ¿Algo que contar?

- Algo hay.

- Pues vamos que entonces ya tenemos tema de conversación.

- Tú también me tienes que poner al día de cómo está esto.

- Esto está cada vez peor, me aburro como una ostra ¿por qué quieres saberlo?

- Hombre, me acabo de incorporar. Tengo que saber cómo está el patio.

Sebas se detiene y la mira fijamente. Paloma detecta un brillo en sus ojos que va desde la incredulidad al deseo que sea cierto.

- No me lo creo ¿La arquitecta de éxito incorporándose a un puesto de vulgar funcionaria...? Creía que esa etapa de tu vida ya la habías superado ¿no estabas instalada en el éxito?

- El éxito es una mierda como un piano de grande, Sebas. Se vive más tranquila entre gente normal, créeme.

- Jamás estaremos de acuerdo en eso, mona, pero a mí, mientras me invites a café, te daré la razón en todo.

- Oye, me han puesto con Pepe Villa. Le he dicho que te quiero como asistente. Espero que no te importe un traslado.

- Bueno, podría hacer como que me resisto un poco pero ya sabes que contigo soy fácil. Además ¿quién te va a aguantar si no yo?

- Pues claro Sebas - dice ella feliz mientras se coge de su brazo y lo aprieta con cariño - ¿Quién si no tú?


FIN
Final redondo. Venganza de Paloma con el italiano. Y reencuentro con su asistente Sebas.

Un placer leerte.

Pero……

Jajaja. Vamos a decir que este relato mas que Marta es una continuación de Paloma, que me a encantado. Me quedó mal sabor de boca como terminó Paloma en su primer relato.
 
Final redondo. Venganza de Paloma con el italiano. Y reencuentro con su asistente Sebas.

Un placer leerte.

Pero……

Jajaja. Vamos a decir que este relato mas que Marta es una continuación de Paloma, que me a encantado. Me quedó mal sabor de boca como terminó Paloma en su primer relato.
Sí, si, lo avisé. Este es continuación de Paloma y el ultimo a publicar continuación de Esther. Es cierto que la aparición de Marta básicamente encaja en el relato como hilo introductor y cierre de la fantasía nº1, pero mi idea era hacer una continuación de Paloma, que junto al relato de Esther es de los que mas me habían pedido una segunda parte.

Gracias wolverine y también a los que habéis comentado y dado me gusta. Animo a todos los demás a dejar también su opinión antes de continuar, hay mas de 7000 visitas pero no se si ha gustado o no.

Un saludo.
 
Irene (delineante, 37 años): “Una de mis fantasías de los últimos meses es tener un trío con mis dos últimos ex. Me entrego a ellos por igual sin hacer comparaciones después de que estuve mucho tiempo comparándoles. Y también siento que ellos dejan de comportarse con celos después de que siempre estuvieran compitiendo por mí. Me excita y, a la vez, me deja con la conciencia tranquila”.
 
Irene


Irene camina de prisa. Va tarde a su cita (no mucho, un cuarto de hora quizá), pero es de esos encuentros a los que no le gusta faltar ni retrasarse. Llega por fin a la terraza con vistas a la ría donde ha quedado con su amiga Ainara. Todos los jueves por la tarde quedan para charlar y tomar algo desde hace ni se sabe. Prácticamente desde que se echaron novio y dejaron de salir juntas los fines de semana.


- ¿Puede hacer diez años ya? - se pregunta Irene – ¡Ostia puta! ¡cómo pasa el tiempo!


Antes iban juntas a todos lados, inseparables compañeras de fiestas y aventuras, amigas desde la infancia, íntimas. Aunque la vida las ha llevado a cada una por su camino se las arreglan para mantener el contacto, para llamarse, para verse aunque sea una vez a la semana. Su cita para tomar un café, una merienda o una copa, es como la misa del domingo para una beata. Imperdible.


Irene pasea la vista por las mesas hasta que descubre a Ainara en una esquina llamando su atención con la mano.


- ¡Kaixo Irene! creí que no venías.


- La cosa se ha complicado en el curro. Alfredo quería que echara horas porque vamos hasta arriba y lo he tenido que mandar a tomar por culo.


- Tú sigue mandando a tomar por culo a tu jefe que cualquier día te veo en el paro.


- Alfredo no podría vivir sin mí, puedo hacer con él lo que quiera, incluso cagarme en sus muertos si me hace salir tarde el día de nuestra cita.


Ainara se ríe con ganas. Su amiga es explícita pero lo que hace gracia no es eso, lo que le hace gracia es que está segura que se lo ha dicho de verdad.


- La última vez que te hizo salir tarde le llamaste gilipollas: veo que vas progresando.


- Se ahoga en un vaso de agua. Tampoco es para tanto, mañana entro una hora antes y lo pongo todo al día - responde Irene dando por concluido el tema que para ella carece de importancia, sólo es una anécdota. Sabe que su jefe, a pesar de lo guerrera que es y de lo mal hablada, la estima y la valora como trabajadora. Tendría que hacer algo muy gordo para que prescindiera de ella.


- Venga, ahora pasemos a lo que nos interesa ¿cómo va el joven Ibai? - dice mientras le toca el abultado vientre.


Ainara se pone de pie para que ella pueda abrazarla bien y palpar la barriga en toda su extensión.


- ¡Dios qué barrigón! juraría que estás todavía más ancha que la semana pasada.


- He puesto más gramos, se ve que ahora también retengo líquidos o algo…


- Tía ¿te das cuenta que por primera vez desde que nos conocemos estas más gorda que yo?


- Eso no te lo crees ni tú. Aún preñada de ocho meses sigo estando más delgada.


- ¡Ala a mamarla! ¡Te digo que tú estás más gorda!


- ¡Qué más quisieras!


Ainara se ríe y se levanta para llamar al camarero.


- ¿De qué vas hoy? ¿De tranqui o quieres tomarte un copazo ya de entrada?


- Con una cerveza me conformo, si tú no me acompañas no es lo mismo.


Mientras esperan la cerveza Ainara remueve su infusión. Ha tomado asiento de nuevo, pero poniendo la silla al lado de la de Irene, para que esta pueda acariciarle la curva prominente de su abdomen.


- Ya te queda poco ¿tienes miedo?


- No, no al parto al menos. Igual luego cuando me vea en el quirófano me cago, pero ahora mismo eso no me quita el sueño. Me preocupa más todo lo que viene después. Una vez que tienes un hijo ya no hay retorno.


- Habértelo pensado, guapa.


- Lo he pensado muy bien, lo que pasa es que me cuesta hacerme a la idea de que se me van a acabar muchas cosas.


- Buscaremos la forma, ostia. Nos podemos ir de chiquitos al parque infantil.


- No seas bruta.


- A ver, que podemos seguir viéndonos más de tranquis…


- Me da a mí que tranquilidad no me va a sobrar ¡Hostia puta, Irene! es que es muy fuerte. ¡Cómo nos va a cambiar la vida!


- A mí no, a ti.


- Ya te llegará el momento, ya…


- Al paso que voy... Para quedarme preñada primero tendría que tener novio y lo segundo, ganas de que me hicieran un bombo. Pero hija, desde que no salimos juntas los tíos se me dan fatal. Tú siempre me has traído suerte.


- Claro coño, yo los atraía y tú te los follabas.


- Tú podías haber follado todo lo que quisieras ¡haber espabilado!


Las dos se ríen con ganas. Se pueden tirar todas las puyas que quieran, son íntimas y no hay nada que no se hayan dicho ya. Ainara se pone un poco seria. Detecta cierto pesar en su amiga y no es solo porque su próxima maternidad le obligue a cambiar el paso, esto ya sucedió cuando las dos se echaron novio. Las aventuras por ahí solas se acabaron. Seguirán divirtiéndose de otra manera, eso ya lo tienen asumido. Más de tranquis, como ha dicho hace un momento, pero se da cuenta que Irene no está del todo bien. Y cree saber la razón.


- ¿Qué tal la cita del fin de semana pasado?


La otra se encoge de hombros.


- Pschee….


- Y eso ¿qué quiere decir? - pregunta, aunque sabe que solo puede significar una cosa.


- Nada, no hubo suerte. El chico parecía majo pero no acabamos de conectar.


- ¿Te lo follaste?


- No, qué va. Que si hubiera querido cae ¡eh! Pero eso: que no conectamos…


Ainara toma un sorbo mientras el camarero le sirve la cerveza a Irene.


- ¿Todavía lo echas de menos?


Le cuesta contestar. Eso indica que la respuesta es sí.


- Joder, claro que lo echo de menos. A ver, que no es que me haya quedado pillada ni nada, le di puerta y bien está, pero había cosas buenas.


- A ti lo que te pasa es que te has quedado a dos velas y estas que no te aguantas.


- Pues mira sí, no te lo voy a negar. Yo ya me he acostumbrado a mi polvo diario y ahora me tengo que aguantar las ganas, pero no era solo eso. Ainara, tú tienes ya tu vida, tu estabilidad y yo con veinticuatro años todavía estoy dando tumbos.


- ¡Uy! No me digas que Irene la aventurera tiene pelusa de mí y quiere sentar la cabeza.


- Con sentar el corazón me hubiera bastado. No me apetece seguir buscando plan por ahí. Me gustaría que las cosas fueran más fáciles, tener algo estable, ya sabes.


- Fíjate a lo que lleva tener algo estable - dice ella riéndose mientras se da palmaditas en la barriga. Bueno, oye ¿no estarás pensando envolver con Fran?


Ella se encoge de hombros. En realidad no sabe en que está pensando. No tiene un plan concreto.


- No sé lo que quiero. Ese es también el puto problema, que no me aclaro.


- No te aclaras porque lo quieres todo y eso no puede ser, hay que elegir, y cuando eliges hay cosas buenas y cosas malas. A ti te cuesta mucho entender eso.


- Es que soy poco conformista, ya sabes.


- No se trata de ser conformista sino de aceptar la realidad. Osti Irene, que yo tampoco me conformo con cualquier cosa, pero si vas buscando el chaval perfecto igual te mueres soltera.


Se producen unos momentos de silencio que ambas respetan, hasta que Ainara hace la pregunta:


- Entonces ¿has vuelto a llamar a Fran?


- No, ni pienso hacerlo.


- ¿Todavía te gusta?


- Si, pero no me conviene. Por eso lo dejé aunque me gustaba y por eso voy a cerrar el capítulo aunque me cueste. Es egoísta e inmaduro. No puedo seguir teniendo una relación con él.


Su amiga cabecea ligeramente mientras le toma la mano. Es su forma de darle la razón.


- ¿Por qué los tíos serán tan capullos?


- Porque son tíos. Y nosotras somos tontas porque pensamos que los vamos a hacer cambiar pero nunca cambian. Pensé que él podría ser un poquito como Asier y al principio lo fue, solo un poco, pero luego, cuando te tienen segura, vuelven a su posición inicial como si fueran un muelle.


- Hostia tía, no vuelvas a lo mismo. No empieces otra vez a compararlos. Lo que te comentaba de aceptar la realidad hace un momento ¿recuerdas? cada uno era distinto y tenían sus cosas buenas y sus cosas malas.


Ella acepta la regañina de su amiga. Tiene toda la razón. Asier fue su primer novio formal. Un chico bueno, bruto pero delicado con ella, formal hasta no poder más. Le gustaba, le daba tranquilidad, era un gran compañero y amigo pero le faltaba chispa. Con él era todo bueno, bonito y previsible. La Irene de veintiún años necesitaba más movimiento, un poquito más de vida canalla. Ya tendría tiempo para hacer vida formal el resto de su existencia. Lo que no hagas con esa edad ya no lo haces nunca. Asier era maleable, se dejaba llevar. Siempre delicado en la cama y allí también la dejaba tomar la iniciativa. Curiosamente era él el que tenía prisa por casarse, por establecerse, por traer hijos.


- ¡Qué rápido vais! ¿No? - le comentaba su amiga Ainara.


Y ella le contestaba que sí con una sonrisa divertida, pero en el fondo esa cuestión le provocaba un cierto resquemor e incertidumbre. Ella quería ir rápido, como correspondía a una joven, pero no en esa dirección. Tanto que se sintió agobiada y le pidió un tiempo a su novio. Asier no entendía nada, pero (como siempre) aceptó su voluntad. Fue en ese paréntesis cuando apareció Fran. La oportunidad encontró su momento más adecuado para presentarse. “El zapato que encuentra el pedal…parece que anda suelto Satanás”, que diría Aute. Le llamó la atención por chulo y por bocazas. Pensó que era un imbécil, un imbécil guapo y con buen tipo. Un imbécil que la ponía cachonda. Un imbécil experimentado muy distinto a Asier, que supo leerla bien para incidir en sus deseos y sus carencias. Fue todo impulsivo, brutalmente impulsivo, gozosamente impulsivo.


Irene no es una chica llamativa por su físico, al menos en el sentido en el que una chica suele ser llamativa para un hombre. Así, que un joven de los que van de macho alfa por la vida, descarado, ocurrente y lanzado fijara en ella su atención, le revolvió las hormonas. Entre ellos hubo una pelea de perros por ver quien se imponía al otro, por ver quién tomaba las riendas incluso antes de que aquello se convirtiera en una relación. Entonces solo parecía una travesura que Irene se decía a sí misma que no llegaría a ningún sitio, porque solo se trataba de jugar, hasta que se vio atrapada. La pelea era divertida al principio, excitante después y finalmente resultó inevitable que acabarán acostados. Fran tenía todo lo que ella había echado de menos en su relación con Asier: morbo, aventura y pasión. Se dejó llevar, aquello era demasiado atractivo como para darle la espalda. No estaba dispuesta a encerrarse en una relación sin antes haber probado el pecado.


El sexo con Fran era una batalla campal de la que ambos salían victoriosos ganara quien ganara. Al tercer encuentro ya tuvo claro que no podía seguir engañando a Asier, que aquello era algo más que un capricho o una aventura. Así que se lo confesó. Le dijo que había conocido a otro hombre, obviando el detalle de que para entonces habían follado ya en tres ocasiones. Tampoco era necesario hacer sufrir de más al chico, al que seguía queriendo sinceramente.


Rompieron. Para ella no fue fácil, pero para Asier fue peor. Se negó a aceptarlo y más cuando supo de quién se trataba. Bilbao es una ciudad aparentemente grande pero no tanto como para que al final no averigües quién es quién. Durante bastante tiempo Irene tuvo que aguantar cómo Asier le recriminaba a haberse ido con el tal Fran. No perdió ocasión de señalar sus defectos y de explicarle que con él no sería feliz. Incluso más allá de la esperanza de que volvieran a estar juntos, cuando ya lo daba todo por perdido, siguió intentando que rompiera con su nuevo amante. Estaba convencido de que sería posible y era lo mejor para ella. Fran adoptaba una actitud chulesca que se tornaba en cabreo cuando los reproches desesperados y a lo loco por parte del ex novio, fueron adquiriendo puntería, tornándose precisos y fundamentados con el tiempo. A eso respondió malhumorado, buscando hacer sangre y señalando a Asier como alguien incapaz de darle a Irene lo que ella de verdad necesitaba: placer sin límite y pasión.


Fue una pugna que duró casi un par de años y que hizo que ella misma estuviera todo el rato comparando a sus dos novios, o mejor dicho a su novio y su ex novio, buscando pros y contras como si todavía pudiera echar atrás su decisión y aun pudiera elegir cuál de los dos se quedaba en su cama. Pero no podía. Su cuerpo le pedía a Fran a pesar de todo y su entrepierna resolvió por ella. Ainara lo resumía muy bien con una de sus acertadas sentencias:


- Siempre decides con el coño.


Cuando por fin asumió su decisión vino un período en el que estuvo tranquila y feliz. La vida con Fran no era un camino de rosas, pero ese punto de pasión, de aventura, esa ilusión lo compensaba todo. Como alguien dijo, hay veces que uno vive un momento feliz, pero no te preocupes que no dura.


Ella seguía sintiendo lo mismo por Fran que el primer día, aunque la convivencia les iba desgastando. No era una persona fácil y fue él, el primero que se aburrió. Se ve que necesitaba novedades para mantener viva la llama. Era un hombre al que la rutina lo mataba y las novedades tenían nombre, y tetas, y culo, y piernas largas. Le decía a Irene que solo la quería a ella, pero la verdad es que no entendía ese tipo de amor que necesita poner los cuernos para continuar. Al principio lo toleró porque pensó que fue un tema excepcional, y también porque ella misma le había sido infiel a Asier y trataba de ponerse en el lugar de Fran. Sus propósitos de enmienda no duraron mucho, ni sus promesas de fidelidad tampoco y eso deterioró aún más la convivencia.


Espoleada por Ainara acabó dándole un ultimátum cuando ya se dio cuenta que las cosas no cambiaban, que simplemente se había vuelto más cuidadoso y era más difícil pillarlo. Podía aceptar que ella fuese la que se tenía que ocupar de todo en casa, de la intendencia, la comida, la limpieza…. podía aceptar sus cambios de humor que lo impulsaban a romper la planificación y a irse de viaje cuando no tocaba, a salir cuando tenían previsto descansar o a postergar tareas necesarias. Podía soportar sus chiquilladas. Pero no podía aguantar sabiendo que picoteaba en cama ajena porque eso supondría que cualquier día simplemente desaparecería de la suya. La relación no tenía futuro así que cuanto antes cortaran, mejor. Le costó porque seguía siendo fruta prohibida y un buen amante. Le costó porque no quería dejar esa droga, ese veneno. Todavía se pregunta si no sería posible volver, si no sería posible cambiarlo, aunque en el fondo sabe que no. Una mujer se une a un hombre pensando que puede hacerlo cambiar. Cuando ve que no puede, se desengaña.


- Irene ¿no estarás pensando en quedar con él?


¡Qué jodía su amiga! es capaz de leer dentro de su cabeza.


- No, no voy a quedar con él.


- Bien, mantente alejada de ese, no te conviene.


- ¿Sabes? es curioso.


- ¿Qué es curioso?


- Últimamente tengo una fantasía.


- ¿Una fantasía?


- Sí, una fantasía sexual.


- A ver cuenta - dice Ainara divertida, esperándose cualquier cosa.


- Es que me acuerdo de Asier…


- No, no, mal, muy mal, la solución para quitártelo de la cabeza no es enrollarte con otro ex...


- Que no me voy a enrollar boba, que solo es una fantasía. Y además, no es solo Asier. Mi fantasía es que los dos dejan de pelearse. Se odian y siempre han estado a la greña por mí, ya lo sabes. Pero lo que sucede es que llamo a Asier y él se pone muy contento de que haya dejado a Fran. Quedo con él y (mira por dónde) cuando estamos bebiendo cerveza, aparece Fran y nos pilla juntos. Veo como los celos se le suben a los ojos y no puede evitar acercarse. “¿Estáis otra vez juntos?” me pregunta y yo le digo que no, que somos solo amigos, pero que me lo voy a follar porque esa noche me apetece volver a estar con él. Los dos se quedan de piedra porque ninguno se lo espera… pero más fríos todavía se quedan cuando lo invito a él a unirse a la fiesta.


- También te puedes venir tú, si eres capaz de comportarte.


<< Los dos quieren estar conmigo y por una vez hacen las paces y se toleran. No hacen el cafre y me siguen como dos corderitos hasta mi apartamento. Allí nos emborrachamos y acabamos haciendo un trio. Follamos toda la noche, me cojo a uno y luego al otro. Me van soltando y tomando alternativamente y al final acabamos los tres juntos, enredados, hechos una bola en la cama. Los tengo a mi lado y por primera vez ya no los comparo ni tengo que decidir cuál me gusta más, sino que tomo lo que quiero de cada uno de ellos. Eso me pone muy cachonda y me paso la noche fornicando y teniendo orgasmos, hasta que me duermo por fin rendida y agotada.


- Un pedazo de fantasía, amiga.


- Ya te digo - sonríe Irene satisfecha - Y ¿sabes lo mejor de todo?: que por fin me quedo con la conciencia tranquila. Eso me da mucha paz, tengo un sueño profundo y me despierto satisfecha, con la cabeza y el corazón despejado ¡Qué bonito es el mundo cuando lo imaginamos nosotras! ¿Verdad? Luego llegan los tíos y lo estropean.


- Demasiada testosterona, es pedirles demasiado. Me parece que tu fantasía no se va a cumplir.


- ¿Por qué no?


- Oye, que te veo venir. Tú te estás acordando de aquel verano... ¡Ah coño! ¡Claro, de ahí te viene la fantasía, seré tonta!


- Pues mira, no te lo negaré. Últimamente me acuerdo mucho de aquello.


- Pues con estos dos no se va a repetir así que quítatelo de la cabeza. Asier y Fran son distintos y la situación también.


- Bueno tía, pero soñar es gratis.


- Si eso sí. Y darte gustito tú sola también... ¿Cuántos dedos han caído con ese trío que nunca va a suceder...?


- Unos pocos. No tantos como los que me he hecho recordando Torre del Mar, pero unos pocos…


Ainara suelta una carcajada alta y limpia que contagia a Irene. Las mesas de alrededor miran sorprendidas mientras que ellas no pueden aguantar la risa. Continúan así hasta que Ainara se lleva la mano al vientre.


- Demasiadas contracciones - dice mientras trata de calmarse. Estos ratos con su amiga son lo mejor de la semana. La tarde no da para mucho, esta vez toca recogerse pronto.


- Cuando tengas al niño tenemos que establecer una noche al mes para salir de parranda. Se lo endiñas a tu marido y nosotras nos vamos un viernes o un sábado por ahí.


- Uff, ya veremos…


- Ni ya veremos ni hostias, está más cerca de lo que te imaginas. En un mes estás ya parida y antes de que te quieras acordar tienes al nene medio criado.


Se separan con un abrazo e Irene vuelve a su apartamento, ahora solitario. Demasiado pronto para cenar, demasiado tarde para una copa. Bueno ¿por qué es demasiado tarde? se pregunta. Se sirve un vaso de vino y se tiende en el sofá junto con un cuenco lleno de patatas fritas. El vino es bueno, las patatas no, saben un poco rancias. Va a poner la tele pero desiste, prefiere descansar la vista. Su trabajo de delineante la obliga a forzar mucho. Cierra los ojos y una sonrisa le viene a la cara cuando rememora aquel verano con su amiga, hace catorce años ya.
 
Irene y Ainara han terminado de montar la tienda. Es una canadiense de dos plazas y aprovechan los picos para tender una lona hasta la furgoneta. Ya tienen práctica, llevan medio mes de viaje y han pasado por bastantes campings y zonas de acampada. Se coordinan bien para montar su parcela de forma que lo tengan todo a mano y sea lo más confortable posible. En Málaga el sol pega más fuerte que en Valencia.

Hace exactamente dieciséis días que salieron de Bilbao. La aventura de sus vidas, el primer viaje que hacen juntas y solas. Desde que cumplieron los dieciocho y lo tienen organizado y planeado, pero han tenido que pasar dos años más hasta que a sus padres no les quedó más remedio que dejarlas ir. Las dos trabajaban ya y además se habían ido a vivir a un apartamento. No les quedó otra que claudicar porque si no, se hubieran marchado de todas formas.

Las dos chicas celebraban su independencia saliendo juntas los fines de semana, compartiendo aquel cutre estudio donde apenas tenían sitio para ambas y yendo a conciertos y a todas las movidas que se les ocurrían. En aquella época la vida era difícil pero emocionante y feliz. Y ahora tenían un mes por delante para recorrer España. Habían decidido ir hasta Valencia evitando parar en Madrid y desde allí recorrer la costa hasta Málaga, para subir a Sevilla y volver a Bilbao por la ruta de la Plata. La mayor parte del tiempo intentarían pasarlo en la costa haciendo paradas desde Valencia hasta Málaga. Sol, playa, movida, música, chicos... Un mundo de posibilidades esperándolas allá afuera. Y hasta ahora las previsiones se han cumplido en casi todo. Kilómetros de carretera dormitando, charlando sin parar, deteniéndose a repostar, a buscar comida, planeando donde hacer noche… El Mediterráneo, tan tranquilo en comparación con el Cantábrico, tan soleado, tan latino. Días de playa, de borrachera, de agua, de turismo, de música. Y también de alguna que otra pastilla en las discotecas valencianas, que han ido cambiando por su porro de hachís una vez que llegaron a Almería.

Todo ha ido bien menos el tema de chicos. No han tenido suerte. Demasiado desfase, demasiados tíos entrando a saco, demasiado colocadas a veces para arriesgarse a irse con desconocidos, demasiado sobrias otras como para poner el listón un poquito más alto de lo que se encontraban. Irene más decidida, Ainara más cortada. Ha dejado un medio novio en Bilbao con el que no tiene las cosas muy claras. Ella dice que sí, que si le surge la oportunidad y se les presenta un chaval aparente, que estaría dispuesta. Han hecho planes mucho tiempo y no parece muy por la labor de descabalgar de esa fantasía, pero lo cierto es que a veces la encuentra pensativa y melancólica. Puede que esté más pillada por el chico de Bilbao de lo que ella está dispuesta a aceptar.

- Esta va a ser nuestra ocasión definitiva, aquí sí que vamos a triunfar - comenta Irene divertida y optimista.

Es su última parada en la costa antes de dirigirse de nuevo hacia el norte por el interior. Piensa realmente que todavía les quedan tres o cuatro días en los que pueden encontrar algún chico que ponga el broche a aquel viaje, que les dé lo que lo único que han echado en falta. Ella más que su amiga. En Bilbao será distinto. Allí hay ojos que las vigilan y lenguas que las delatan. No es que vuelvan a una vida de monjas, siempre han hecho lo que han querido, pero incluso dos chicas tan lanzadas y alocadas como ellas tienen límites que las constriñen. De ahí la idea también de hacer un viaje, de ir donde nadie las conozca y de ser libres para hacer lo que les dé la gana. Fue un salto al vacío que durará algo más de un mes y que recordarán para siempre. Esa es la idea. Y de momento va todo bien, solo queda el tema de los chicos. Un buen polvo con un chaval apañado, quién sabe si un romance de playa, no piden mucho y lo piden todo. Son dos jóvenes vascas comiéndose el verano.

Tras tomar un refrigerio en su nueva parcela, observan satisfechas que todo está en orden. Ahora pueden relajarse. Se meten en la tienda y se ponen los bañadores. Irene es corpulenta, alta, maciza. Su amiga le dice que parece una levantadora de piedras. Brazos anchos, hombros fornidos, espalda también amplia; cabeza cuadrada, pelo corto que no llega a los hombros, cejas negras y pobladas; cintura ancha que le hace parecer más gorda de lo que realmente está; las piernas son fuertes y tiene un buen culo que reserva sorpresas. Está firme igual que sus pechos, no muy grandes para lo que se podía suponer en una chica de su envergadura, pero bien levantados hacia el cielo y con unos pitones que vuelven loco a cualquier chaval que haya tenido la fortuna de poder disfrutarlos. A pesar de su volumen no hay un exceso de grasa en ella, solo carne dura y firme bajo la piel. Su rostro destaca en la cabeza cuadrada. Sus facciones son simétricas. Bajo las pobladas cejas, dos grandes ojos almendrados, nariz recta y armoniosa. La boca queda dibujada por dos labios de pecado. Es guapa, aunque su cuerpo no acompañe, como ella misma reconoce. Con paso fuerte y pesado no le cuesta moverlo, lo hace con facilidad y muy desenvuelta, capaz de ofrecer sus redondeces a la vista, a pesar que la primera impresión para muchos chicos es desestimarla. Al menos no pasa desapercibida, se suele consolar.

Ainara es distinta. Es lo único en que se parecen es en que son morenas, en las cejas anchas y los ojos marrones. Un poco más alta que su amiga, su carta de presentación son sus pechos largos y por tanto algo caídos, pero voluptuosos, que cuando se los recoge en un sostén atraen la atención de todos los hombres. Pezones redondos y morenos casi perfectos. El vientre plano y piernas de atleta con muslos largos y prietos complementan el conjunto, junto con un monte de Venus abultado que se marca con el bañador, perdiéndose sus bordes entre las ingles. El culo en forma de pera, con dos cachetes que se mueven armoniosamente, también voluptuosos, que se comen la tela del bikini quedando casi enterrado entre ellos a poco que se mueve en el agua o anda por la playa. Su cuerpo no es que tenga medidas perfectas y posiblemente con la edad cambie. En su casa dicen que es un calco de su tía Maru de joven. Su tía era un bombón a los veinte años, según ha podido ver por fotos y saber por lo que ella misma le ha contado. Ahora, sus redondeces con cuarenta y tantos años y varios hijos encima están algo caídas, su cintura más ancha y sus pechos más abatidos. Su amiga le dice con bastante mala leche para cabrearla, que ella estará así con su edad, pero ¿quién piensa en eso cuando tiene veinte años y lo tiene todo tan bien puesto que sabe que en cuanto salga de la tienda de campaña, empezará a atraer inevitablemente las miradas de los chicos? La boca más fina, menos carnosa, la cara más angulosa, una nariz ganchuda y un poco desviada, la afean en comparación con el rostro simétrico, suave y rollizo de Irene.

En el barrio, cuando eran adolescentes y ya formaban pareja, algunos chicos mal intencionados y no pocas amigas cabronas se referían a ellas como la fea y la gorda. Siempre a sus espaldas, claro, porque aunque prudentes (como buenas chicas vascas) también tenían el pronto radical de la juventud de los años ochenta en Euskadi. Una mirada de Ainara podía derretirte igual que los ojos de Mazinger Z y una hostia bien dada de Irene, era capaz de mandar tres metros para atrás a cualquier chaval de su estatura. Ellas prefieren llamarse la guapa y la hermosa.

- Los chavales vienen por tu cuerpo, pero luego se quedan por mi cara - le suele decir Irene para hacerla rabiar.

A sus veintiún años ninguna de las dos es virgen. Tras pasar una etapa adolescente donde ambas todavía creían que su príncipe azul estaba por llegar, decidieron que ya estaba bien de esperar y que por si acaso no venía, ya era hora de hacer algo más que consolarse con los dedos o los blancos almohadones de la cama. La primera fue Irene. Bajo su aspecto de chica fuerte y decidida aleteaba la inseguridad de una chica que se sabía físicamente no demasiado atractiva. Pensó que esperar al amor perfecto era estúpido y que eso no iba a llegar jamás, así que fue la primera en dar el paso. Oportunidades no le faltaron como no le faltan a ninguna muchacha decidida y que tampoco sea muy exquisita eligiendo. Pero ella no quiso saber nada de chicos guapos y chulos, de los que iban de sobrados y mucho menos de aquellos dispuestos a burlarse de chicas con su físico. Con todos los tíos con los que ha estado, la condición imprescindible era que le mostrasen respeto, que no la mirasen como un bicho raro o como un premio de consolación. Con eso bastaba. Si era buen mozo, pues mejor, pero las únicas condiciones necesarias eran respeto y tacto.

Al final se decidió por un hombre bastante mayor que ella. Su madurez y su seguridad la cautivaron al instante. Fue en unas fiestas en un pueblo del interior. También pensó que un hombre con experiencia era lo más indicado para que todo fuera bien la primera vez. Ella decidió sobre la marcha que ese iba a ser el hombre y también que esa iba a ser la noche en la que abriera las puertas al sexo con mayúsculas. Hubo alcohol, euforia y también cierto miedo. Acabaron en un prado haciéndolo sobre la hierba. Si hubiera habido luna, el cuadro habría quedado perfecto. Pero lo cierto es que no guarda un recuerdo especial de ese día. Solo que se quitó el precinto de ahí abajo, como le suele decir a Ainara cuando recuerdan sus experiencias. Hubo nervios, excitación, algo de dolor y poco placer, todo fue muy rápido y ella no se atrevió a reclamar más atenciones de aquel desconocido. Volvieron casi enseguida a la fiesta. Un puro trámite, le dijo a su amiga, así es como lo considera. No es una remembranza especial. Más adelante sí, se sucedieron en su vida varios chicos, y ya más relajada y con más experiencia, consiguió dirigir los encuentros de forma satisfactoria para ella.

Ainara tardó más. Siempre era más enamoradiza, más segura de sí misma y más consciente de que podía atraer a muchos chicos que le gustaban, por lo que tardaba en decidirse. Pero al final se echó un noviete que se llevó el premio gordo. Creía estar enamorada de modo que, aunque desde el punto de vista del placer físico no fue nada del otro mundo, un poco como le pasó a ella misma, todo lo compensaba el pensar que estaba con el chico definitivo. El placer sentimental que complementa el goce corporal cuando este no llega a donde tiene que llegar. Pero a partir de ahí la cosa mejoró: su amiga también adquirió experiencia y el sexo fue mucho mejor. Desde entonces Irene fue de aventura en aventura sin llegar a enamorarse y Ainara de enamoramiento en enamoramiento sin llegar a encontrar el verdadero amor. Siempre le parecía que el siguiente era el bueno pero solía desengañarse pronto. Y ahora estamos en las mismas. Hay un chico que le gusta y ni siquiera están saliendo en serio, pero ella se plantea muy seriamente no explayarse al nivel que Irene le propone esas vacaciones porque se supone que él está esperando su vuelta para iniciar una relación estable.

En fin. Ella lo ve de otra manera. Si todavía no hay compromiso hay carta blanca para divertirse. No cree que el nuevo amigo de Ainara este guardándole fidelidad absoluta a la espera de que ella vuelva. Pero Ainara es Ainara y conviene no presionarla porque se vuelve más cabezona. Si tiene que pasar algo pasará y si no, pues volverán a Bilbao sin haberse comido una rosca.

Salen las dos con el bañador puesto, una bolsa de playa y una sombrilla. Llevan algo de agua y dinero por si deciden tomarse algo en el chiringuito. Al pasar camino de la puerta del camping observan a dos chicos que están montando su propia tienda. Se cruzan miradas sin decirse nada e Irene sonríe provocadora a su amiga.

- Vamos a la playa a ver cómo está por aquí el ganado.

La playa es una mezcla de arena y chinos. Un poco basta para su gusto, pero apetece el calor y el baño. El agua está más fría que en Valencia y Almería, les recuerda a las playas de su tierra. Ellas agradecen el contraste de temperatura y se ríen de las mujeres que las rodean y que gritan ¡que helada está! La falta de costumbre. Habría que verlas meterse en el Cantábrico.

La mañana pasa perezosa entre baños de sol y de mar, mientras ellas dormitan el cansancio sobre la toalla. Se ven jóvenes en pandillas mixtas de chicos y chicas y también algunos que pasan sueltos, pero pocos les prestan atención. Hay mezcla de acentos con uno que llama la atención. Pegan el oído a las conversaciones de alrededor y se dan cuenta que hay mucho cordobés en esa playa. Parece ser que es uno de sus lugares de veraneo predilectos. Justo cuando se van para el camping se cruzan por el camino de tablas con los dos chicos que estaban montando su tienda. Ellos también las reconocen. Nuevo intercambio en miradas y un leve saludo con la cabeza.

- Ya vais tarde. Vaya horas para ir a la playa - les comenta Irene, descarada.

Ellos se encogen de hombros y sonríen como diciendo “¿que se le va a hacer? es lo que hay”. Las dos amigas les han echado la radiografía. La interna y la externa. Uno delgado, alto, fibroso, bastante moreno. Quizás demasiada nariz. Ojos oscuros. Está bastante potable, aunque no le vendría mal un poco más de músculo, a Irene le gustan los chicos tochos y fuertes, pero el chaval tiene un pase.

- No es guapo – dice.

- Pero tampoco feo - contesta a Ainara.

- Pues pon una x. Como en la quiniela. Ni para ti ni para mí.

El otro es más blanco de piel, más bajito, compacto, ancho de hombros y de caderas. En realidad, da un aire a Irene, pero en hombre. Como ella, es más grueso pero también más guapo. Pelo castaño. Ojos claros. Físicamente le pone más. La radiografía interna se ve incompleta porque apenas han hablado con ellos. No tienen pinta chulesca ni son de los que van a saco, como algunos se han encontrado en las discotecas o fiestas de playa. Parecen tranquilos y simpáticos.

- Apúntalos en la lista por si acaso - comenta Ainara.

- Mira tú la que no se animaba ¡Venga hija! a ver si me das una alegría, que nos vamos a volver para Bilbo sin mojar.

- Pero mira que eres bruta…

- Soy práctica ¿Que mejor oportunidad que esta para pasárnoslo bien? ¿Quién se va a enterar de lo que hagamos aquí? Nosotras y ya está, que para eso somos amigas. No me hagas tener que volver el año que viene.

- No sé... Es que... Evaristo...

- ¿Pero tú estás segura que ese quiere rollo contigo?

- Hombre, yo creo que sí.

- No me refiero a ese tipo de rollo. Que quiere follarte está claro, lo mismo que cualquier chaval al que le pongas esas tetas por delante y le menees un poco el culo. Estás buena tía ¿qué pavo no iba a querer darse un revolcón contigo? ¿Pero tú estás segura de que quiere algo más?

-Pues tendré que comprobarlo ¿no?

- Mira, yo solo te digo que estas historias, si la cogen a una bien desahogada piensa mejor. Todavía estamos a tiempo y de encontrar un par de mozos que merezcan la pena y que nos quiten las telarañas de ahí debajo. Además ¿qué tiene que ver que ahora nos lo pasemos bien para que luego cuando vuelvas le tires la caña a ver qué pasa? Hija, que ni sois novios formales ni nada. Nos pegamos nuestro buen revolcón y luego volvemos como dos hermanitas de Santa Clarisa, como si hubiéramos estado haciendo el camino de Santiago y durmiendo en hospederías de monjitas

<< ¿No te gustaría trincarte a uno de esos en la playa? ¿Un buen revolcón entre la arena a la luz de la luna? Venga, di que sí.

- Mira que eres cabrona.

- ¿Porque le pongo voz a lo que tú no dices?

- Porque eres muy bruta.

- Otra vez por la misma cantinela ¡que estamos en bucle tía! ¡Que ya te he dicho que no soy bruta, que soy práctica! Pero bueno, si tu conciencia te va a impedir ponerle los cuernos a un tío que ni siquiera es tu novio, que ni siquiera sabes si quiere algo contigo, tú te lo pierdes. Eres capaz de llegar a casa y ponerte a gritar a los cuatro vientos ¡Soy culpable! ¡He follado en mis vacaciones! Si vas a hacer eso mejor estate quieta, ahí te doy la razón. Lo malo es que estoy viendo que yo también me voy a quedar a dos velas.

- A ver, si es que tampoco nos hemos encontrado a Robert Redford por aquí.

- Eso ayudaría ¿verdad?

- Pues claro.

Las amigas se ríen mientras caminan hacia el camping. Almuerzan tranquilas, se echan una buena siesta y luego vuelven a la playa. Hacen planes para por la noche. No conocen muy bien aquello, pero el pueblo es pequeño y casi seguro que todo el ambiente se centra en torno al paseo marítimo, de manera que no tendrán dificultades para encontrar las zonas de marcha. Han visto mucha gente joven así que garitos tiene que haber. Tras un rato de playa, se van al chiringuito. Han decidido que no hacen cena, se tomarán los típicos espetos malagueños, alguna ración de pescaíto y luego volverán al camping para ducharse y arreglarse.

En el chiringuito, sacudiéndose la arena sobre las tablas polvorientas y oliendo todavía a sal y mar, buscan con la mirada una mesa libre.

- Mira quiénes están allí.

Los dos chavales con los que se han cruzado antes ocupan una mesa al fondo, prácticamente sobre la arena. Ellas se hacen las interesantes y disimulan como si no los hubieran visto, pero pueden darse cuenta de cómo ellos las siguen con la mirada. Parecen discutir, como si estuvieran decidiendo algo o poniéndose de acuerdo. Finalmente, el más delgado se levanta y se acerca a la barra dónde están apoyadas.

- Hola.

- Hola.

- Mi amigo y yo estamos sentados allí al fondo. Hay sitio en nuestra mesa por si os apetece tomaros una cerveza con nosotros.

El chaval parece inseguro, ha recitado todo el párrafo de carretilla como si temiera atascarse en la mitad por culpa de los nervios, o tal vez, como si temiera que a ellas lo cortasen en medio de la propuesta. Se queda allí plantado mirándolas con una sonrisa un poco boba. Aguantando el chaparrón. Ellas se miran y permanecen en silencio todavía unos segundos, disfrutando de hacerlo sufrir. Un breve intercambio de miradas les ha bastado para ponerse de acuerdo. Se lo han dicho todo con los ojos.

- ¿Qué hacemos? - parecía preguntar Ainara.

- Pues qué coño, sentarnos con ellos a tomarnos esa cerveza y luego ya veremos - parecía contestarle Irene.

El chaval sigue ahí de pie, haciendo su guardia, inquieto como un pavo comprobando que ya es diciembre. No parece haber sabido interpretar sus gestos porque aún espera sentencia. Hay que tener mucha sintonía y muchos años de amistad para saber hablarse solo con la mirada como hacen ellas. Y hay que ser muy espabilado para interpretar ese idioma y el chico no lo parece. O quizás es que esté demasiado nervioso para interpretar nada, parece estar queriendo decir: “mandadme a la mierda ya si no queréis nada y dejad que me vaya tranquilo, al menos con la satisfacción de haberlo intentado”.

El otro no pierde detalle desde el fondo mientras conserva la posición. Tiene cara de estar defendiendo la trinchera para acoger a su amigo en retirada cuando este vuelva con un no. Irene relaja entonces la tensión y compone una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Pues claro que nos tomamos esa cerveza! Aúpa, vamos.

De camino hacia la mesa, Irene comprueba algo que le gusta: no son las únicas chicas que están por allí. Hay bastante movimiento. La mayoría andaluzas de distintos dejes: malagueñas, alguna granadina y muchas con acento cordobés. Entre todas, estos dos parecían estar esperándolas. Solo cuando han entrado ellas se han decidido a invitarlas. A ver, que igual ya han tirado ya la caña a todo lo que se movía, pero no, no parece. Estos tienen pinta de no haber levantado la cabeza de la cerveza en todo el rato, solo se han activado al verlas y eso le gusta… le gusta y le pone.

- Bueno, yo me llamo Gabriel pero me podéis decir Gaby, todo el mundo me llama así. Y este es mi amigo Jorge.

- Muy bien, nosotras somos Irene y aquí mi amiga la Ainara. Somos del norte, de Bilbao.

- Se os nota un montón el acento.

- Y a vosotros. No sois de Málaga ¿verdad?

- No, de Córdoba.

- Hay mucho cordobés por aquí.

- Claro, Málaga es la playa de los cordobeses, la mayoría tiramos para esta zona. Es lo que nos pilla más cerca.

Ellos le explican entre cerveza y cerveza que muchos cordobeses tienen allí segunda vivienda y que prefieren pueblos como Fuengirola, Torre del Mar o Torrox. En verano le llaman a aquello la playa del sobaco moreno porque estás todo el día levantando la mano para saludar. Te encuentras a toda Córdoba allí. Las chicas ríen el chiste. Les comentan que han venido para pocos días. Jorge estudia carrera de ingeniería, ahora está de vacaciones hasta septiembre. Gaby trabaja y el lunes por la mañana tiene que estar de vuelta. Han decidido hacer una escapada de tres días a la playa y han elegido Torre del Mar porque tienen un par de amigos que veranean aquí, emperchados con sus padres. También trabajan y llegan el viernes por la noche. Parece ser que se conocen bien el ambiente del pueblo y han formado grupito con unas pocas chavalas de por aquí, así que a ambos le ha parecido buena idea venirse en vez de tirar para otro sitio.

Se interesan por Irene y Ainara y por su viaje. Muestran asombro y admiración al comprobarlas capaces de irse las dos solas en una vieja furgoneta a recorrer España de punta a punta. Ellas se muestran contentas por la atención despertada y no pueden evitar exagerar un poco los pequeños tropiezos que han tenido en su aventura, ni la diversión que han disfrutado.

A Irene le gustan físicamente. Le ha llamado más la atención Jorge, pero le da la impresión de que va a conectar mejor con Gaby. Un poco paradetes, inseguros, van a tientas con ellas, casi temiendo molestar o decir alguna inconveniencia que les haga levantar el vuelo. Pero Gaby parece ser menos tímido y a lo largo de la conversación se va soltando y adquiriendo confianza.

Al final son tres rondas de cervezas las que caen más un par de raciones para cenar. Vuelven juntos al camping y se separan en una de sus intersecciones, cada uno a su calle y a su tienda, pero con una cita cerrada para esa noche. Saldrán los cuatro a descubrir lo que tiene que ofrecerles Torre del Mar. Ellas cenan algo, dos chicarronas del Norte no se conforman solo con un par de raciones compartidas. Luego van a los baños y se pegan una buena ducha. En la tienda se peinan y se arreglan, no han traído ropa muy elegante pero se las apañan para tener una pinta decente. Ainara con blusa anudada al estómago y pantalón short ceñido. Irene vestido corto pero vaporoso.

- Eso te hace más ancha - le dice Ainara.

- Sí, pero es más cómodo por si acabamos en la playa. Con este vestido me pueden meter mano por todos sitios. Además, realza las tetas, que no todas estamos tan bien dotadas como tú y de paso enseño muslamen...

- Qué bruta eres.

- Bruta pero práctica.

- Esta noche no vayas tan rápido que no conocemos a estos y no sabemos cómo son.

- Vale, vamos despacito. Pero también te digo una cosa: que son nuestros últimos días en la costa y no estamos para desaprovechar oportunidades, que al final nos vamos a ir para arriba tan frescas como vinimos.

Han quedado en la puerta del camping. Cuando salen ya es de noche. Empiezan dando una vuelta por el paseo marítimo y luego van a un par de locales que les recomendaron sus amigos. Mucha juventud, bastante ambiente y una mierda de música. Canciones pachanga del verano, suena hasta Georgie Dann. Luego ponen algo de pop, pero cuando suenan Hombres G las amigas empiezan a descojonarse, es demasiado para todos, así que deciden buscar otro sitio donde suene algo de rock. Ellas les hablan de algunos grupos de rock radical y descubren sorprendidas que los chavales conocen a Kortatu e incluso Gabriel, es capaz de tararear algunos versos en euskera del Zu atrapatu arte. Encuentran un garito con pinta de peña motera. Gente demasiado mayor para ellos, chupas de cuero, camisetas sin mangas y fotos de motos chopper en las paredes. Pero al menos ponen rock clásico. Suenan Deep Purple y Scorpions.

Ellos van de birras y ellas siguen de calimocho. La temperatura sube y la desinhibición hace su efecto. Irene se muestra descarada, sonríe divertida. Los chavales ríen abiertamente. Se ha roto el hielo y todo parece posible.

Ellos no parecen decidirse. A los dos les gusta Ainara, está claro que está más buena, pero el descaro de Irene le hace ganar muchos puntos. Ella no se ofende por la atención que despierta su amiga, está acostumbrada, además lo suele usar en su favor porque una vez que ha atraído la atención de los muchachos ella juega la baza de su frescura. Sobre todo Gaby, que al principio intentó un mayor acercamiento a su amiga pero ahora parece dudar entre las dos. De alguna forma Irene le hace pensar que es una apuesta segura, mientras que percibe todavía cierta reticencia de Ainara. Chico listo, prefiere apostar sobre seguro. Jorge es más cortado. Mira sin disimulo a Ainara, pero al menos no se muestra desconsiderado con Irene. Le ríe las gracias y también le sigue el juego. Ahora ella también duda pero pronto decide dejarse de indecisiones: cualquiera de los dos le apetece y le vale para un buen revolcón.

Acaban en la arena de la playa compartiendo un porro y un cubalitro de ron. Las luces y la música de la ciudad a sus espaldas, la luna al frente reflejada en el mar que está tranquilo y plano. Todo va perfilándose. Hay tres apuestas decididas por el sexo esa noche y una duda, Ainara, que a ratos parece mostrarse interesada y otros piensa dar un paso atrás, indecisa y titubeante.

- Vamos a mear - le dice Irene tirándole de la mano. Se sacuden el culo de arena y andan unos metros por la orilla hasta perderse en la oscuridad.

No necesitan irse tan lejos, de hecho, a Irene no le hubiera importado orinar al lado de los chicos para provocarlos. Tiene ese puntito gracioso y gamberro que su amiga identifica en el brillo de ojos.

- Tú vas muy salida hoy ¿no?

- Y tú no acabas de entrar.

Se han alejado lo justo porque tienen que hablar, más que porque les dé reparo mear delante de los chicos.

- Tía, venga ya, no lo fastidies ¡Joder Ainara! ¡Los chavales merecen la pena!

- Están muy salidos.

- Como todos, hostia, pero estos parecen buena gente y no son unos gilipollas. Además ¿Quién te dice que yo no esté también salida? ¿Y tú? que te veo las ganas…

- No sé...

- No sé, no sé, no sé… siempre con la misma cantinela, pues hija ¡sigue diciéndote no sé hasta que te encuentres de una puta vez!

Irene resopla impaciente. Su amiga a veces la desquicia. O quizás sea ella la que esta noche está un poco perturbada porque siente que se le van las vacaciones y las oportunidades. Trata de calmarse y propone conciliadora:

- Venga, te dejo a elegir, coge el que más te guste ¡tú primera!

Ainara suspira, duda y finalmente niega con la cabeza sin que ella misma se dé cuenta que está negando.

- Sigues pensando en ese ¿no? pues venga hija, a comerte las ganas hasta que vuelvas. Espero que merezca la pena y no sea otro gilipuertas, pero yo esta noche no duermo sola, ya te aviso.

- No me metas a nadie en la tienda.

- Ya me buscaré yo la vida - contesta un poco desabrida, volviendo donde los chicos.

Todavía permanecen en la playa media hora más, en la que los dos cordobeses empiezan a tantear ya la posibilidad de establecer parejas, animados por el descaro de una y la aparente indiferencia de la otra que ellos toman por permisividad. Adelantan con el lenguaje los intentos de acariciar o de besar para probar el terreno. Encuentran eco en Irene y silencio en Ainara. No un silencio oscuro y ofendido, sino más bien un silencio que dispersa como ácido las propuestas sin llegar a dejar que éstas se materialicen en acciones. No es cuestión de seguir bebiendo, fumando y soportando el relente, sino de volver a la comodidad de la tienda. Entonces, Gaby se atreve a hacer la propuesta. Trata de que resulte divertida, no ofensiva, pero al fin se convence de que alguien tiene poner las cartas boca arriba o cualquier posibilidad se les va a esfumar entre los dedos.

- Podríamos continuar la fiesta en la tienda, allí se está calentito y si no hablamos muy alto podemos quedarnos toda la noche.

- La tienda es pequeña - le contesta Ainara.

- Bueno, repartimos, dos en una y dos en otra...

- Por mí vale - se apresura a contestar Irene.

- Y ¿quién con quién?

- Las chicas eligen: vosotras poneros de acuerdo y nosotros aceptamos lo que digáis.

- Por mí perfecto - contesta divertida Irene mientras que Ainara pone cara de circunstancias.

- ¡Venga Ainara! ¿Cuál te gusta a ti? ¿A quién te pides? - la presiona ella con evidente cachondeo.

- No sé si quiero dormir acompañada esta noche.

- Mira tía, pues tú te lo pierdes, si tú no quieres a ninguno me los pido yo a los dos.

Todos ríen, hasta que se dan cuenta de que la vasca podría estar hablando en serio. Son conscientes de ello cuando llegan a la intersección del camping y ella no hace ademan de continuar hacia su tienda sino que se planta. Su amiga tira del brazo y le dice “vamos” pero Irene parece muy decidida y contesta:

- Me voy un rato a su tienda.

Ainara bufa, no lo hace ni puta gracia que se vaya sola, pero ella se reafirma.

- En un rato vuelvo.

- Tú misma - le dice un poco cabreada. Está cansada, tiene sueño después de la paliza del viaje y preferiría no tener en la cabeza la preocupación de cómo le pueda estar yendo a su amiga. Mira a los chavales que se encogen de hombros y le hacen un gesto dando a entender que esté tranquila, que no se preocupe. No somos mala gente, parecen querer decir. Mientras, su amiga se coge de sus brazos y los arrastra en dirección a su parcela.

- Anda y que te den - piensa y se gira para irse, aunque a los cuatro o cinco metros se vuelve otra vez y le dice:

- Ten cuidado Irene.

- No te preocupes, estos me van a cuidar.

- Más les vale.

Llegan a la tienda y dejan parte de la tela de entrada abierta para que entre el fresco. Cruzan las piernas y Jorge desentierra una botella de una de las mochilas. Sus últimos chupitos que deberían servir para romper los últimos bloqueos, si es que los hubiera, que no parece el caso. Irene está encendida, las mejillas blancas de color sangre. Los ojos oscuros adquieren profundidad. Pronto sienten calor e incluso empiezan a sudar. El alcohol hace su efecto y los chicos permanecen a la expectativa. Es Irene la que toma la iniciativa besando a Gaby. Un contacto largo, húmedo, enroscando las lenguas que le saben a alcohol y tierra. Luego se gira y busca la boca de Jorge. También busca su lengua y en este caso es ella la que la mete en su boca porque el chico parece algo más parado, con menos iniciativa. Le ha gustado más el primer beso, pero se dice a sí misma que no tiene por qué dar exclusividad a ninguno, que puede disfrutar de los dos. Algo habrá que sepa hacer mejor Jorge y, además, el simple hecho de tener a dos chavales solo para ella le nubla la mente y la invade de deseo: jamás se ha visto en una situación así. Lejos de echarse atrás, su determinación crece y el apetito también lo hace parejo. Es ella la que lleva la iniciativa en todo momento mientras que los dos chicos avanzan con cautela, sin dar un paso hasta estar seguros. Demasiado cautela para ella que no entiende porque no atacan ya de una vez. Le toma la mano a Jorge y la lleva a sus pechos que libera del escote. Restriega su culo mientras recibe la caricia contra Gaby y también le toma la mano, metiéndola bajo el vestido para que acaricie su muslo. Los chicos se centran en los regalos que le ofrece. Uno acariciando, pellizcando y finalmente lamiéndole los pechos. El otro recorre su muslo arriba y abajo acariciando, apretando, perdiéndose entre sus grandes nalgas, rozando la tela de su braga sin atreverse a profundizar más, hasta que es ella misma la que una vez más le toma el brazo y dirige sus dedos directamente a su vulva. Gaby acaricia por encima de la braga y nota que está empapada. Luego se introduce por debajo y se abre paso entre el pelo rizado y fuerte de la chica para alcanzar los labios. Ella se abre de piernas facilitándole el trabajo y los dedos toman contacto ya directamente con un su sexo. Nota una humedad pastosa que la lubrica y facilita la caricia. Los dedos resbalan pegajosos por entre los labios mayores, juegan a buscar el clítoris, a mimar, a llegar hasta la misma entrada de la vagina. Gaby tiene experiencia acariciando, de hecho, ha tenido más sexo manual que de otra clase. No es virgen y ya ha follado, pero la mayoría de sus aventuras han transcurrido entre caricias y masturbaciones sin llegar al coito y eso le da cierto conocimiento y experiencia que aplica en este caso. A ella le gusta la caricia íntima. Levanta el culo para facilitar el trabajo e incluso detiene un momento el sobeteo que tiene con Jorge para quitarse las bragas y así dejar vía libre. Los dedos del chico vuelven al trabajo y ahora ya sí, entran con suavidad, primero uno, luego otro, en una masturbación lenta, pausada, conteniéndose para no hacer ningún movimiento brusco ni causar daño a Irene. La está poniendo caliente, muy caliente. Dentro de la tienda, a pesar de ser madrugada y de la brisa fresca que llega de la playa, hay humedad, calor, olor a sudor, a sexo, a saliva que huele a alcohol. Ella mueve el vientre impaciente para que las caricias se vuelvan estímulos más rápidos, más fuertes, quiere llegar al orgasmo.

Gabriel sigue explorando con los dedos, separa los labios mayores, carnosos, gruesos, y recorre las aletas de los labios menores totalmente ya húmedos y resbaladizos, tocando sus pliegues, siguiéndolos hasta el punto donde convergen en una protuberancia carnosa que acaricia, descubriendo un bultito que asoma y emite vibraciones cada vez que lo roza. Introduce un dedo, luego otro, mientras con el pulgar frota la prominencia. Desde adentro presiona hacia arriba, notando la elasticidad de la vagina. Lo hace con cuidado pero de forma intensa. Irene responde moviendo su cintura, intentando acomodarse a la caricia y presentar el ángulo más adecuado para obtener el mayor placer posible. Libera la verga de Jorge y comienza a masturbarla y a chuparla. Está encendida. Pronto las caricias se le quedan cortas, Gabriel no atina a dar con el ritmo adecuado y Jorge está a punto de correrse en su boca, demasiado excitado para aguantar.

Irene para un poco y le pide que le siga lamiendo los pezones mientras se despatarra y tira de Gaby hacia ella. Este deja el juego de dedos y empieza a lamer los muslos de forma ascendente. Va a llegar a su vulva, ella respira jadeante deseando que los labios arriben al puerto de su coño, que sustituyan a los dedos, que le succionen el clítoris, que le den lametones por cada pliegue de su vulva. Su sexo es todo un charco que debe oler a flujo, a Dios sabe qué, pero el chico no pone ninguna pega. La caricia es todavía mejor que la de sus dedos (o eso le parece a ella), que nota como su clítoris se hincha e irradia calambres. Está a punto de llegar al orgasmo, Jorge ha dejado de chupar y ella está agarrada a su verga. Lo masturba y una gota de líquido transparente asoma por su glande.

¡Joder! ya necesita algo más fuerte ¿Por qué van tan lentos estos dos? ¿Es que no se deciden? Hasta el día siguiente no se lo aclararán. Es entonces cuando Gabriel le explicará que estaban un poco preocupados y no querían estropearlo. Temían que a ella en algún momento se le bajara el subidón y se arrepintiera de estar allí, a solas con las dos. Por eso iban tan lento, para no hacer nada que pudiera incomodarla o asustarla, esperando que ella respondiera a cada paso o que incluso lo pidiera. Tampoco querían que se espantara. Pensaban que, en un momento dado, podría tener conciencia de lo que hacía allí y como todos habían bebido mucho, provocar alguna situación incómoda. Dos chicos con una chica en la tienda, era algo que igual no resultaba fácil de explicar si venía alguien de seguridad del camping o si algún vecino protestaba. Por nada del mundo querían que ni ella, ni nadie, pudiera pensar que la estaban forzando o aprovechándose, que aquello pareciera lo que no era.

Ahora ya saben que todo era vana preocupación, pero claro, es que tampoco estaban muy acostumbrados a que una muchacha les propusiera un trío en serio.

- Pero ¿qué les pasa a estos chicos?

Esa era la pregunta que Irene tenía en ese momento en cabeza y que tardaría en ser contestada unas horas, pero en esa situación, no entendía por qué no se empleaban hasta el fondo que era lo que les estaba demandando. Ella sí que lo tenía claro. De manera que deja de masturbar a Jorge y tira de Gabriel, desabrochándole el cinturón y bajándole los pantalones casi con ansia.

- Hostia, tengo aquí dos pollas y ninguna dentro ¡Necesito que alguien me la meta ya!

¡Qué bruta y qué directa! pensará al día siguiente, pero es que… ¡para qué andar con rodeos si eso es lo que quería!

Esta vez los chavales lo entienden perfectamente: no se puede ser más explícita ni decirlo más claro. Y tan cortados e inseguros no son como para no darse cuenta que si ahí ya no responden, van defraudar a la chica.

Es Gaby el primero que se pone el preservativo y se introduce entre sus piernas. Ella tiene la sensación de que si la penetra Jorge no durará ni dos minutos. En la postura del misionero, Gaby se da un atracón de carne. Golpea contra los muslos grandes y anchos, la verga entra hasta el fondo y es abrazada por unos labios que se cierran sobre ella, intentando mantenerla dentro de la vagina húmeda y caliente. No puede dejar de mirar la mata negra de pelo que cubre sus ingles. Con cada embestida se mueve su barriga y sus pechos botan desincronizados. Irene lleva la mano derecha a su sexo y empieza a masturbarse con los ojos casi en blanco del placer, mientras con la otra mano busca la polla de Jorge y la aferra como si estuviera agarrada a la manilla del autobús para no caerse. El mismo vaivén en que la empuja con golpes en su interior, hace que se mueva atrás y adelante y que deslice su mano por la verga resbaladiza de saliva. Curiosamente, Jorge es el que menos aguanta de los tres. Lo que está viendo, las caricias previas y el masaje intenso y fuerte de la mano recia de Irene, hace que eyacule sin poderse contener. Ella percibe los impulsos del esperma abriéndose paso para salir disparado como si fueran ráfagas. Una de ellas cruza su pecho llenándola de gotas de semen y todavía aprieta más, consiguiendo ordeñarlo y permitiendo que gruesos goterones caigan sobre sus tetas.

El sudor, el olor a sexo, a feromonas, a flujo, se combina con el olor a semen y por lo que sea, aquel calor intenso, aquella humedad y aquellos tufillos ponen todavía más caliente a Irene, que por fin alcanza su orgasmo retorciéndose de gusto mientras se masturba, pidiéndole a Gabriel que empuje y la deje lo más dentro que pueda. Usa la mano libre que ya ha soltado la verga para pellizcarse un pezón mientras nota que el brazo arrastra semen de su pecho y se pone perdida. Gabriel aguanta, empujando hasta que se queda rendida, abierta de piernas, con la verga dentro y el coño chorreando de flujo. El chaval retoma la penetración para conseguir también sus clímax. Irene lo mira con ojos nublados, con cara de cansancio pero a la vez de vicio, notando todavía algún coletazo postrero de placer. El chico se corre después de varias embestidas con un último empujón que parece querer taladrarla, buscando con la punta de su pene el final de su vagina, si es que pudiera llegar.

Después de tanto contenerse y después de tanto juego y morbo, se vacía tanto que al salir el falo, el preservativo se le queda dentro lleno de semen. Gaby mete un dedo y lo recupera tirando. Lo mira con ojo que pretende ser experto y la tranquiliza echándose a su lado:

- No te preocupes, se ha quedado todo dentro del condón.

Eso a ella en este momento no le importa: está como en una nube. Tiene la vulva muy sensible y le hace cosquillas. Como ya bien sabe por la costumbre, justo después de correrse lo tiene tan sensitivo que prefiere que ni se lo toquen. A veces se queda tan caliente y tan a gusto que quiere repetir cuando ha tratado de encadenar un buen orgasmo con otro, después de una corrida épica de las que solo ella sabe producirse, pero sabe que tienen que pasar unos minutos porque el sexo está tan sensible que no puede ni rozarlo con la yema de los dedos.

Los chicos también descansan, no le meten prisa, pero la tensión sexual todavía es alta, no están tan agotados como para echarse a dormir. Todos están satisfechos y cansados pero siguen en tensión por dentro. Jorge se pone un pantalón corto y una camiseta. Calzándose, sale de la tienda y al rato vuelve con una botella llena de litro y medio de agua que tanto Irene como Gabriel se beben casi de una sentada entre los dos. La chica se limpia con una toalla como puede. Hablan poco y se limitan a descansar uno a cada lado de ella, como escoltándola. Pronto, sus manos aferran una verga y también la otra, masturbando a ambos a la vez. Gaby empalma casi de inmediato. A Jorge le cuesta un poco más. Ella se vuelve y comienza a chupársela. Es casi igual de larga que la de Gabriel, pero más gruesa. Irene la atrapa entre sus labios y chupetea la punta con la lengua. Luego desciende poco a poco para no provocarse arcadas hasta la mitad, una, dos, tres veces, lo más profundo que puede. No llega a metérsela entera, hay que estar muy entrenada para eso y ella no chupa pollas con tanta frecuencia como para adquirir la habilidad de no provocarse náuseas con aquel trozo de carne metido más allá de la campanilla. Ahora está entre las piernas de Jorge, de rodillas, y nota como Gabriel se sitúa detrás. Le acaricia el culo separando las nalgas y se da un festín con su carne, palpando, rozando su verga contra la raja, juguetea con su sexo probando a meterla. Se la enchufa a pelo, un poquito, solo la punta. Empuja y entra como una cuchara en la gelatina. Se la mete otro poquito, hasta la mitad, y luego hasta el fondo. Ella gime de placer ¡qué diferencia a con el preservativo! ¡Como la nota en esa postura!

El deja de juguetear y la saca. Se pone un condón y empieza a darle suave, sin prisa. Irene lo recibe mientras sigue chupando. Esta otra vez muy caliente. Su coño se vuelve a empapar y el clítoris asoma como un pequeño prepucio, hinchándose de nuevo. Lo busca con la mano bajo su vientre y lo toca provocando unos pinchazos de placer. Se saca la verga de la boca y encierra la cara entre las piernas y los muslos de Jorge mientras jadea.

- Quiero follar contigo, quiero probarla.

No sabe si lo ha pensado o lo ha dicho. Seguramente esas palabras se hayan escapado de sus labios porque el chico rompe el envoltorio de un preservativo y se lo pone. Ella se sube encima y lo cabalga. Apenas ha pasado un instante desde que ha sacado del coño la verga de Gabriel y se ha introducido la de Jorge, así que está dilatada y entra sin ninguna dificultad.

Su cuerpo macizo cae a plomo sobre el abdomen del chico, dando sentadas que suenan como los pasos húmedos cuando va descalza por el piso. El chaval no se queja, está demasiado excitado viendo como ella se enfunda su verga en la vagina como para protestar por ninguna incomodidad que pueda sentir. Aguanta el tirón y soporta ese desparrame de carne temblorosa que se mueve sobre él. La presión es más intensa cada vez y el roce más acusado. El placer se dispara. Gaby contribuye arrullándole desde un costado los pechos, pero Irene no quiere caricias, quiere que se los apriete, que se los junte, que le pellizque los pezones con fuerza, que le deje marca si es preciso. Y lo hace ella misma, llevando su mano al pecho izquierdo. Viéndola, el muchacho toma ejemplo, se da cuenta de lo que quiere y se emplea a fondo con ellos, alternando los pellizcos y los tirones con la saliva sanadora de su lengua cuando ella se queja. Irene llega a sorprendentemente rápido a un nuevo orgasmo. Mueve la pelvis adelante y atrás buscando el frote y la penetración más profunda y apenas tiene que tocarse. Su placer y su clímax se descargan en forma de squirt, empapando el vientre del chico, sus huevos, su pubis, haciendo que sus muslos chapoteen en el líquido pegajoso. Se queda ahí subida, apoyándose un poco más en las rodillas para reducir el peso sobre el chico, esperando que su vulva deje de irradiar calambres y cosquillas. Cualquier roce ahora le provoca una pequeña descarga eléctrica que es más molesta que placentera.

Cuando finalmente se desacoplan, se deja caer de lado. Mientras Jorge aprovecha para quitarse el preservativo y limpiarse los restos húmedos de la corrida, Gaby se sitúa estratégicamente a su espalda pegándose a ella. La acaricia, le besa el cuello, sus dedos recorren la espalda fuerte y dura. Irene se deja hacer complacida, acompasando su respiración, relajándose, ahora sí nota cansancio. Y también percibe el falo erecto del chico rozando su culo. Se echa un poco hacia atrás para establecer contacto. Gabriel pasa la mano hacia delante tocándole un pecho hasta que la caricia se endurece. Ella se queja levemente pero no rechaza el contacto. La mano baja, se pasea por su vientre y desaparece debajo de él, buscando su monte de Venus carnoso y abultado. Irene todavía lo tiene muy sensible y cuando las yemas se acercan a su raja, le toma la mano y la retira depositándola en su muslo. Gaby lo soba durante unos minutos propiciando que ella se relaje. El chico parece que tiene la verga a punto de estallar, la restriega por sus cachetes abriéndose paso por la raja de su culo y haciendo sándwich con sus nalgas. Poco a poco, el sexo de Irene va aceptando el juego hasta que permite que la punta entre. La entrada de su vagina está mojada, muy húmeda. Desde atrás, el muchacho frota sus labios mayores, juega con ellos, se introduce un poco y vuelve a salir mientras ella ronronea de gusto. El roce sin el preservativo es muy placentero. Irene piensa que follar con funda es como comerse un caramelo con el envoltorio. Mucho mejor así, dónde va a parar. Pega el culo hacia atrás en un gesto imprevisto que, coincidiendo con el empuje del chico, hace que se la meta entera. Un gemido de placer sale de sus labios mientras que Gabriel emite un bronco rugido. Incapaz de contenerse más, la folla de costado, dándole vergazos fuertes que hacen sonar sus nalgas y salpican flujo. Está caliente y tan encendido que por un momento piensa que se va a correr dentro. En el último instante la saca y la entierra entre sus muslos. La parte de arriba roza con su sexo pero sin llegar a entrar. La carne dura y prieta abraza el pene que empieza a derramar semen a borbotones.

Quedan así, enganchados de lado y enlazados. El cansancio los vence, el sudor se enfría y tiran de unas toallas para cubrirse. En el otro extremo, Jorge apaga la linterna y pronto caen en un sueño profundo, el sueño del ángel, el sueño de los que ya están saciados y pueden dormir a pierna suelta. Ninguno de los tres se da cuenta, pero un rato después, una preocupada Ainara que no puede conciliar el sueño se acerca a la tienda. A la mañana siguiente se lo contará a su amiga desayunando.

- Estaba preocupada porque no tenía noticias de ti y no sabía si todo iba bien, de modo que me acerqué a mirar. Metí la linterna en la tienda y no os disteis ni cuenta, estabais los tres en pelotas, el Gaby abrazado a ti y tú con una cara de felicidad que no veas, así que me fui a dormir.
 
Irene se despertó al amanecer con muchas ganas de mear, la boca pastosa y el cuerpo dolorido por haber dormido a medias sobre la colchoneta y a medias sobre el duro suelo, encima del saco de dormir. Coge su vestido y se lo pone. Va pegajosa, sudada, sucia, lleva las bragas en la mano, los muslos le rozan el coño. Nota el frescor del nuevo día y siente cosquillas al frotarse mientras anda. Llega a la tienda donde Ainara duerme. Toma su toalla, las cosas de aseo, una muda limpia, procurando no despertarla y luego se va a los baños, donde se da una ducha caliente y reparadora, lavándose a conciencia y permaneciendo bajo el chorro un buen rato. Después vuelve a la tienda y se acuesta.

Se despiertan tarde. Están desayunando cuando los chicos se acercan a su tienda y les proponen pillar algo del súper y comer en la playa. Excelente idea, reconocen, porque han desayunado muy tarde y así aprovechan mejor el día. Retozan en el arenal, se bañan, se espabilan, recuperan vitaminas tomando el sol… de momento evitan el alcohol y toman refrescos, agua y zumos. Almuerzan unos bocadillos y sestean bajo las sombrillas.

El día pasa plácido e indolente, recuperando fuerzas. Nadie habla de lo sucedido en la tienda de campaña esa noche, solo algunas miradas cómplices y divertidas, alguna vaga referencia. En el aire flota la intención de repetir aunque nadie lo dice. Los chicos fantasean con incorporar a Ainara a la fiesta nocturna. Ya envalentonados, quieren ampliar el trio a cuarteto pero, a pesar que lo han comentado en el desayuno, no se atreven a hacer ninguna propuesta a las chicas, ya veremos lo que da de sí la salida nocturna. Si ven que las circunstancias son adecuadas lanzaran la invitación.

En un momento dado, Gaby va a una cabina a hacer una llamada telefónica. Sus amigos ya han llegado, son las ocho de la tarde. Les proponen a las chicas que los acompañen a la cita con la pandilla de Torre del Mar. Ellas dudan, están a gusto como están ¿para qué quedar con más gente? pero no quieren parecer unas siesas y aceptan, saben que los andaluces son muy extrovertidos y hacen mucha vida social, de manera que no quieren disgustar a sus amigos nuevos. Al fin y al cabo, para sus conocidos sería hacerles un feo a los otros chicos de Córdoba puesto que ya habían quedado con ellos, ese era el plan.

Esa noche, todos se encuentran en un aparcamiento donde los jóvenes hacen botellón antes de salir de marcha. Ellos toman cerveza, las chicas refrescos exceptuando a Irene y Ainara que se apuntan al alcohol. El primer encuentro es un poco frío, queda en evidencia que parecen grupos de chicas poco compatibles. Las vascas más maduras, lanzadas, aventureras e hippies contrastan con unas dieciochoañeras más aniñadas, más pijitas, muy bien arregladas y pintadas. Son guapas, las cordobesas tienen fama merecida y físicamente las muchachas también valen mucho. Los cuatro amigos se muestran entusiasmados de encontrarse y ponerse al día. Hacen las presentaciones de las nuevas amigas y pronto forman un grupo que se desplaza por los sitios de ambiente para jóvenes que hay en Torre del Mar. Jorge y Gaby Parecen contentos con las nuevas chicas y se integran mejor que ellas, que se sienten más desplazadas. Un poco como el agua y el aceite, que están juntos pero no llegan a disolverse. No hay malos gestos ni malos rollos, todos se muestran amables, se ve que intentan pasárselo bien, pero simplemente es que las vascas no conectan, son de otro mundo. Las cordobesas son correctas, no es que derrochen simpatía pero se muestran amables aunque un poco pijas para su gusto.

Recorren sitios donde suena música pop que a ellas les parece más bien un poco ñoña. Cuando llegan a un lugar y le ponen a Hombres G, ellas salen a bailar entusiasmadas y eso es demasiado ya para Irene y Ainara, que no pueden contener la risa. Incluso es demasiado para Gaby que se encoge de hombros como diciendo: “a ver, es lo que hay”. Ellos no están tan versados en rock radical pero al menos sí que son más rockeros que las nenas. Es precisamente Gabriel quien se da cuenta de que ellas no acaban de estar pasándoselo bien, que están un poco desplazadas y se dedica a prestarles más atención, mientras que Jorge revolotea de un grupo a otro, al parecer muy interesado con una morena cordobesa delgada de pelo largo.

Las dos chicarronas del Norte deciden que prefieren acabar la noche por su cuenta y ponen como excusa que están muy lejos del camping y que conviene ir volviendo. Inmediatamente acompañadas de Gaby tirando de Jorge que, aunque se hace un poco el remolón, finalmente se repliega con ellos formando la misma pandilla de la noche anterior. Las cordobesas se recogerán pronto porque están allí con sus padres y tampoco les permiten andar hasta altas horas de la madrugada. Esto convence también a Jorge de que es mejor emprender la retirada con el grupo.

La situación vuelve a ser tranquila. La tropa reconecta en un garito donde hacen una escala a medio camino y después vuelven a acabar de la playa con un Cuba litro en la mano y encendiendo un nuevo petardo. Parece una repetición de la noche anterior aunque las fichas parecen haberse movido un poco, solo un poco, no lo suficiente para que el resultado sea distinto.

Irene ha tenido tiempo de pensar sobre lo sucedido y no encuentra motivos para arrepentirse, es más, desea una nueva noche de sexo intenso. Los chavales se han portado bien, no se han peleado entre ellos, no han sido desconsiderados, se han preocupado por ella y ha conseguido obtener placer, mucho placer, en una situación en la que además se ha sentido protagonista, algo no muy habitual. Está acostumbrada a las miradas burlonas o condescendientes debido a su físico o a que, precisamente por no estar entre las más deseadas, que los chicos sean bruscos con ella cuando le proponen relaciones. Estos dos se han comportado tanto en la cama como fuera de ella. Nota que conecta y cree que lo de ayer no fue casualidad, salió bien porque los tres pusieron de su parte. Es una buena receta para volver a cocinar un buen pastel, piensa divertida y esperanzada. Sí, lo de ayer le pareció fuerte y todavía le está dando vueltas a como tuvo que estar, no ya para participar, sino para ser la propia impulsora de todo aquello. Lo que ha bebido esta noche le vuelve a dar envite y confianza. Se siente capaz y dispuesta a reclamarles otra noche de atención para ella sola, otra noche de morbo y de sexo. Con cada sorbo que le da al Cuba libre o con cada calada al porro se envalentona todavía más y su euforia crece. Está decidida a repetir.

Observa a Gaby. Su actitud no ha cambiado. Lo ve sentado, conversando con Ainara, pero también dirigiéndole a ella miradas de complicidad. Sabe qué está pensando lo mismo, en repetir esa noche y parece relamerse ante la perspectiva. Si ayer tenía sus dudas (según le ha explicado porque temía que la muchacha se echara atrás, que algo la incomodara o que las cosas pudieran salir mal), hoy ya se le han debido a disipar porque con cada chupito le brillan un poco más los ojos y ella cree saber por qué. Jorge parece algo más distante y también cree adivinar la razón. Es esa morena cordobesa con coleta, pechos pequeños pero firmes, delgada y atractiva. No hay nadie en la pandilla que no se haya dado cuenta de cómo la miraba y de la cara de bobo que se le ponía cuando hablaban. No ha tenido tiempo de comentarlo con Ainara pero su diagnóstico es que se va a comer una mierda como un piano de cola. A la chavala le gusta ser el centro de atención y que se fijen en ella, pero no lo mira a él con el mismo interés. La chica no parece mala gente, pero está segura que solo juega a dejarse querer. De hecho, las pocas miradas de interés que ha tenido iban dirigidas a uno de los dos amigos cordobeses de Gabriel y Jorge. Con él parece congeniar bien, ahí sí podría haber una esperanza de que hubiera tema, pero no con Jorge, concluye. Pero claro, eso él no lo sabe o no se ha dado cuenta y ahora mismo está con ellas, pero con la cabeza en otro sitio.

Luego está Ainara. Se la ve también contenta y distraída, más pizpireta que ayer. Por un momento piensa que quizás se atreva a dar el paso y que esta noche le reclame uno de sus dos amantes para ella, pero sabe que no, la conoce demasiado bien y que esté más tranquila y desenvuelta significa que ya ha tomado una decisión: esta noche se mantendrá al margen y también todas las noches hasta que vuelva a Bilbao. Hasta que no resuelva lo del chico de allí no se acostará con nadie, no han necesitado hablarlo entre ellas para que Irene sepa que esta ha sido su decisión. Así que amiga, vía libre para volver a darte un festín esta noche, piensa divertida. Vamos a cocinar nuevo un sándwich y tú vas a ser la parte más sabrosa. No alcanzan el punto de colocón de la noche anterior, entre otras cosas porque no solo no es necesario ya romper el hielo, sino porque además podría ser contraproducente y todos convienen en retirarse a las tiendas algo más temprano.

Irene acompaña a Ainara a la suya y, previsora esta vez, se lleva artículos de higiene y una muda, así como su esterilla y su saco de dormir. Cuando llega los chicos han despejado la tienda apilando sobre las esquinas lo que pudiera estorbar y montando con sacos y esterillas el tatami donde van a pelear los tres. De repente son conscientes de que la fiesta va a empezar y se quedan repentinamente cortados, silenciosos, sin saber qué decir hasta que una risa contagiosa (la de Gaby) rompe el silencio y los tres acaban riendo.

- Vaya momento para sentir vergüenza ¿no? Después de todo lo de anoche…

Pues sí, vaya momento para cortarse, piensa Irene que antes que esa pequeña situación de vergüenza vaya a más, decide tirar por la directa y sacarse la camiseta. Sus pechos votan fuera, ha dejado el sujetador en su tienda, para qué llevarlo si solo va a estorbar. Las miradas de los chicos, solo las miradas, hacen ya que los pezones se le pongan en punta. Son pezones como pequeñas falanges que cuando se le erizan parecen las ubres de una pequeña ternera. No son redondos y aplastados sino largos y oscuros.

Gabriel, siempre más espabilado y rápido, se hace con ellos chupándolos y enterrando la cara entre las tetas mientras las masajea. Como ya hay confianza, de ahí pasa al cuello y a comerle la boca. No con suaves besos de prueba, a ver qué pasa y cómo reacciona, sino directamente metiéndole la lengua y mordiéndole un labio. Ella responde encendida. Esta vez necesitan menos preliminares, no hay hielo que romper y el solo recuerdo de la noche anterior hace que los tres estén tan dispuestos que puedan pasar directamente a la acción. Irene se saca las bragas dejándose todavía puesta la minifalda vaquera sin dejar de morrearse con Gaby. A tientas, busca a Jorge y tira de su brazo para que meta la mano entre sus muslos. Este lo hace y comprueba que la chica está muy mojada. Sus caricias son algo más torpes y causan alguna molestia a Irene que recuerda que Gaby tenía más experiencia y sabía jugar mejor. Así que, aprovechando un descanso en los besos para poder respirar, le pide que se baje al pilón. Quiere que sea él quien la acaricie íntimamente. Gaby no se enfada, al contrario, se lo toma como un cumplido y se introduce entre sus piernas como la noche anterior para hacerle un masaje con sus dedos, introducirlos, presionar desde dentro y desde fuera y frotar hasta que la chica pone los ojos en blanco. Sigue después con su lengua. Se abre paso entre los labios ascendiendo hasta que llega a su protuberancia de carne que se enrolla alrededor del botón de placer. Cada lengüetazo es una descarga que recorre la espalda y el vientre de Irene ¡Por Dios, qué cosa más rica y que bien lo hace el canalla! Tan rica que no se puede contener y empieza a retorcerse. Esta mojadísima, nota palpitaciones, como si su corazón bombeara desde la vagina y no desde el pecho. Se le agudizan unos sentidos mientras que pierde otros, porque la vista se le oscurece algo y se deforma como si tuviera astigmatismo, las sienes le laten con fuerza y sabe que el orgasmo está al caer. No se contiene, quiere llegar así, es tan rico, tan fuerte, tan intenso…

- No te pares, no te pares, sigue, sigue…- le suplica.

Y el chico cumple, con la boca enterrada en su coño, los dedos dentro y los labios aprisionándole su clítoris hasta que ella estalla. Un grito ronco sale de su garganta, sus piernas se tensan, sus muslos se cierran, levanta el culo como si estuviera poseída, la saliva sale de su boca con otro gemido incontenible, como si le estuvieran dando un electroshock. Luego queda temblorosa, intentando recobrar el control de su cuerpo. Los chicos la dejan reposar entre sorprendidos e incrédulos. Nunca han visto una chica correrse de esa manera. Gaby tiene los dedos y la boca empapados como si le hubieran meado en la cara.

La risa va brotando poco a poco, intentando contenerse, pero luego es una carcajada limpia que los recorre mientras que Irene intenta contenerse y no sumarse hasta que no puede evitarlo.

- Cabrones, no me hagáis reír que lo tengo todo muy sensible.

Después de tanto tiempo, Irene no recuerda muy bien cómo fue la coreografía de esa noche. O mejor dicho, si lo recuerda, pero no la sucesión exacta de posturas y de orgasmos. A pesar de haber bebido menos todo fue como más oscuro, tenían la mente en lo que la tenían y era todo como un sueño en el que se entremezclaban la imaginación y la realidad. Hay cosas de las que está bastante segura. Pero es curioso porque mientras la primera noche lo recuerda todo en sucesión, en la segunda la línea temporal es más difusa. Recuerda sexo más intenso, posturas más atrevidas. Ella a cuatro practicando sexo oral a Gaby mientras Jorge la penetra. Ella arriba llevando el ritmo con la verga de Jorge en su boca. Haciendo el misionero. Tumbada boca abajo mientras la follan desde atrás, la mano bajo su vientre masturbándose. A la vez que se da placer puede tocar la verga que la penetra. Su aullido suena descarnado cuando Jorge se corre y la saca dejándola a medias, pero inmediatamente lo acalla un gemido de satisfacción cuando la verga de Gaby la sustituye ocupando de nuevo su vagina, retomando el placer para llegar ella misma al orgasmo.

Cuando ya están satisfechos y agotados, decide pasar por las duchas, asearse e irse a la tienda con Ainara para amanecer allí. Ella la oye entrar y se limita a echarle una ojeada somnolienta. No necesita preguntar si todo ha ido bien, la cara de cansancio pero a la vez de satisfacción de su amiga lo dice todo, de modo que se da la vuelta, se enrosca en su saco y sigue durmiendo. Mañana será otro día.
 
Irene se despertó al amanecer con muchas ganas de mear, la boca pastosa y el cuerpo dolorido por haber dormido a medias sobre la colchoneta y a medias sobre el duro suelo, encima del saco de dormir. Coge su vestido y se lo pone. Va pegajosa, sudada, sucia, lleva las bragas en la mano, los muslos le rozan el coño. Nota el frescor del nuevo día y siente cosquillas al frotarse mientras anda. Llega a la tienda donde Ainara duerme. Toma su toalla, las cosas de aseo, una muda limpia, procurando no despertarla y luego se va a los baños, donde se da una ducha caliente y reparadora, lavándose a conciencia y permaneciendo bajo el chorro un buen rato. Después vuelve a la tienda y se acuesta.

Se despiertan tarde. Están desayunando cuando los chicos se acercan a su tienda y les proponen pillar algo del súper y comer en la playa. Excelente idea, reconocen, porque han desayunado muy tarde y así aprovechan mejor el día. Retozan en el arenal, se bañan, se espabilan, recuperan vitaminas tomando el sol… de momento evitan el alcohol y toman refrescos, agua y zumos. Almuerzan unos bocadillos y sestean bajo las sombrillas.

El día pasa plácido e indolente, recuperando fuerzas. Nadie habla de lo sucedido en la tienda de campaña esa noche, solo algunas miradas cómplices y divertidas, alguna vaga referencia. En el aire flota la intención de repetir aunque nadie lo dice. Los chicos fantasean con incorporar a Ainara a la fiesta nocturna. Ya envalentonados, quieren ampliar el trio a cuarteto pero, a pesar que lo han comentado en el desayuno, no se atreven a hacer ninguna propuesta a las chicas, ya veremos lo que da de sí la salida nocturna. Si ven que las circunstancias son adecuadas lanzaran la invitación.

En un momento dado, Gaby va a una cabina a hacer una llamada telefónica. Sus amigos ya han llegado, son las ocho de la tarde. Les proponen a las chicas que los acompañen a la cita con la pandilla de Torre del Mar. Ellas dudan, están a gusto como están ¿para qué quedar con más gente? pero no quieren parecer unas siesas y aceptan, saben que los andaluces son muy extrovertidos y hacen mucha vida social, de manera que no quieren disgustar a sus amigos nuevos. Al fin y al cabo, para sus conocidos sería hacerles un feo a los otros chicos de Córdoba puesto que ya habían quedado con ellos, ese era el plan.

Esa noche, todos se encuentran en un aparcamiento donde los jóvenes hacen botellón antes de salir de marcha. Ellos toman cerveza, las chicas refrescos exceptuando a Irene y Ainara que se apuntan al alcohol. El primer encuentro es un poco frío, queda en evidencia que parecen grupos de chicas poco compatibles. Las vascas más maduras, lanzadas, aventureras e hippies contrastan con unas dieciochoañeras más aniñadas, más pijitas, muy bien arregladas y pintadas. Son guapas, las cordobesas tienen fama merecida y físicamente las muchachas también valen mucho. Los cuatro amigos se muestran entusiasmados de encontrarse y ponerse al día. Hacen las presentaciones de las nuevas amigas y pronto forman un grupo que se desplaza por los sitios de ambiente para jóvenes que hay en Torre del Mar. Jorge y Gaby Parecen contentos con las nuevas chicas y se integran mejor que ellas, que se sienten más desplazadas. Un poco como el agua y el aceite, que están juntos pero no llegan a disolverse. No hay malos gestos ni malos rollos, todos se muestran amables, se ve que intentan pasárselo bien, pero simplemente es que las vascas no conectan, son de otro mundo. Las cordobesas son correctas, no es que derrochen simpatía pero se muestran amables aunque un poco pijas para su gusto.

Recorren sitios donde suena música pop que a ellas les parece más bien un poco ñoña. Cuando llegan a un lugar y le ponen a Hombres G, ellas salen a bailar entusiasmadas y eso es demasiado ya para Irene y Ainara, que no pueden contener la risa. Incluso es demasiado para Gaby que se encoge de hombros como diciendo: “a ver, es lo que hay”. Ellos no están tan versados en rock radical pero al menos sí que son más rockeros que las nenas. Es precisamente Gabriel quien se da cuenta de que ellas no acaban de estar pasándoselo bien, que están un poco desplazadas y se dedica a prestarles más atención, mientras que Jorge revolotea de un grupo a otro, al parecer muy interesado con una morena cordobesa delgada de pelo largo.

Las dos chicarronas del Norte deciden que prefieren acabar la noche por su cuenta y ponen como excusa que están muy lejos del camping y que conviene ir volviendo. Inmediatamente acompañadas de Gaby tirando de Jorge que, aunque se hace un poco el remolón, finalmente se repliega con ellos formando la misma pandilla de la noche anterior. Las cordobesas se recogerán pronto porque están allí con sus padres y tampoco les permiten andar hasta altas horas de la madrugada. Esto convence también a Jorge de que es mejor emprender la retirada con el grupo.

La situación vuelve a ser tranquila. La tropa reconecta en un garito donde hacen una escala a medio camino y después vuelven a acabar de la playa con un Cuba litro en la mano y encendiendo un nuevo petardo. Parece una repetición de la noche anterior aunque las fichas parecen haberse movido un poco, solo un poco, no lo suficiente para que el resultado sea distinto.

Irene ha tenido tiempo de pensar sobre lo sucedido y no encuentra motivos para arrepentirse, es más, desea una nueva noche de sexo intenso. Los chavales se han portado bien, no se han peleado entre ellos, no han sido desconsiderados, se han preocupado por ella y ha conseguido obtener placer, mucho placer, en una situación en la que además se ha sentido protagonista, algo no muy habitual. Está acostumbrada a las miradas burlonas o condescendientes debido a su físico o a que, precisamente por no estar entre las más deseadas, que los chicos sean bruscos con ella cuando le proponen relaciones. Estos dos se han comportado tanto en la cama como fuera de ella. Nota que conecta y cree que lo de ayer no fue casualidad, salió bien porque los tres pusieron de su parte. Es una buena receta para volver a cocinar un buen pastel, piensa divertida y esperanzada. Sí, lo de ayer le pareció fuerte y todavía le está dando vueltas a como tuvo que estar, no ya para participar, sino para ser la propia impulsora de todo aquello. Lo que ha bebido esta noche le vuelve a dar envite y confianza. Se siente capaz y dispuesta a reclamarles otra noche de atención para ella sola, otra noche de morbo y de sexo. Con cada sorbo que le da al Cuba libre o con cada calada al porro se envalentona todavía más y su euforia crece. Está decidida a repetir.

Observa a Gaby. Su actitud no ha cambiado. Lo ve sentado, conversando con Ainara, pero también dirigiéndole a ella miradas de complicidad. Sabe qué está pensando lo mismo, en repetir esa noche y parece relamerse ante la perspectiva. Si ayer tenía sus dudas (según le ha explicado porque temía que la muchacha se echara atrás, que algo la incomodara o que las cosas pudieran salir mal), hoy ya se le han debido a disipar porque con cada chupito le brillan un poco más los ojos y ella cree saber por qué. Jorge parece algo más distante y también cree adivinar la razón. Es esa morena cordobesa con coleta, pechos pequeños pero firmes, delgada y atractiva. No hay nadie en la pandilla que no se haya dado cuenta de cómo la miraba y de la cara de bobo que se le ponía cuando hablaban. No ha tenido tiempo de comentarlo con Ainara pero su diagnóstico es que se va a comer una mierda como un piano de cola. A la chavala le gusta ser el centro de atención y que se fijen en ella, pero no lo mira a él con el mismo interés. La chica no parece mala gente, pero está segura que solo juega a dejarse querer. De hecho, las pocas miradas de interés que ha tenido iban dirigidas a uno de los dos amigos cordobeses de Gabriel y Jorge. Con él parece congeniar bien, ahí sí podría haber una esperanza de que hubiera tema, pero no con Jorge, concluye. Pero claro, eso él no lo sabe o no se ha dado cuenta y ahora mismo está con ellas, pero con la cabeza en otro sitio.

Luego está Ainara. Se la ve también contenta y distraída, más pizpireta que ayer. Por un momento piensa que quizás se atreva a dar el paso y que esta noche le reclame uno de sus dos amantes para ella, pero sabe que no, la conoce demasiado bien y que esté más tranquila y desenvuelta significa que ya ha tomado una decisión: esta noche se mantendrá al margen y también todas las noches hasta que vuelva a Bilbao. Hasta que no resuelva lo del chico de allí no se acostará con nadie, no han necesitado hablarlo entre ellas para que Irene sepa que esta ha sido su decisión. Así que amiga, vía libre para volver a darte un festín esta noche, piensa divertida. Vamos a cocinar nuevo un sándwich y tú vas a ser la parte más sabrosa. No alcanzan el punto de colocón de la noche anterior, entre otras cosas porque no solo no es necesario ya romper el hielo, sino porque además podría ser contraproducente y todos convienen en retirarse a las tiendas algo más temprano.

Irene acompaña a Ainara a la suya y, previsora esta vez, se lleva artículos de higiene y una muda, así como su esterilla y su saco de dormir. Cuando llega los chicos han despejado la tienda apilando sobre las esquinas lo que pudiera estorbar y montando con sacos y esterillas el tatami donde van a pelear los tres. De repente son conscientes de que la fiesta va a empezar y se quedan repentinamente cortados, silenciosos, sin saber qué decir hasta que una risa contagiosa (la de Gaby) rompe el silencio y los tres acaban riendo.

- Vaya momento para sentir vergüenza ¿no? Después de todo lo de anoche…

Pues sí, vaya momento para cortarse, piensa Irene que antes que esa pequeña situación de vergüenza vaya a más, decide tirar por la directa y sacarse la camiseta. Sus pechos votan fuera, ha dejado el sujetador en su tienda, para qué llevarlo si solo va a estorbar. Las miradas de los chicos, solo las miradas, hacen ya que los pezones se le pongan en punta. Son pezones como pequeñas falanges que cuando se le erizan parecen las ubres de una pequeña ternera. No son redondos y aplastados sino largos y oscuros.

Gabriel, siempre más espabilado y rápido, se hace con ellos chupándolos y enterrando la cara entre las tetas mientras las masajea. Como ya hay confianza, de ahí pasa al cuello y a comerle la boca. No con suaves besos de prueba, a ver qué pasa y cómo reacciona, sino directamente metiéndole la lengua y mordiéndole un labio. Ella responde encendida. Esta vez necesitan menos preliminares, no hay hielo que romper y el solo recuerdo de la noche anterior hace que los tres estén tan dispuestos que puedan pasar directamente a la acción. Irene se saca las bragas dejándose todavía puesta la minifalda vaquera sin dejar de morrearse con Gaby. A tientas, busca a Jorge y tira de su brazo para que meta la mano entre sus muslos. Este lo hace y comprueba que la chica está muy mojada. Sus caricias son algo más torpes y causan alguna molestia a Irene que recuerda que Gaby tenía más experiencia y sabía jugar mejor. Así que, aprovechando un descanso en los besos para poder respirar, le pide que se baje al pilón. Quiere que sea él quien la acaricie íntimamente. Gaby no se enfada, al contrario, se lo toma como un cumplido y se introduce entre sus piernas como la noche anterior para hacerle un masaje con sus dedos, introducirlos, presionar desde dentro y desde fuera y frotar hasta que la chica pone los ojos en blanco. Sigue después con su lengua. Se abre paso entre los labios ascendiendo hasta que llega a su protuberancia de carne que se enrolla alrededor del botón de placer. Cada lengüetazo es una descarga que recorre la espalda y el vientre de Irene ¡Por Dios, qué cosa más rica y que bien lo hace el canalla! Tan rica que no se puede contener y empieza a retorcerse. Esta mojadísima, nota palpitaciones, como si su corazón bombeara desde la vagina y no desde el pecho. Se le agudizan unos sentidos mientras que pierde otros, porque la vista se le oscurece algo y se deforma como si tuviera astigmatismo, las sienes le laten con fuerza y sabe que el orgasmo está al caer. No se contiene, quiere llegar así, es tan rico, tan fuerte, tan intenso…

- No te pares, no te pares, sigue, sigue…- le suplica.

Y el chico cumple, con la boca enterrada en su coño, los dedos dentro y los labios aprisionándole su clítoris hasta que ella estalla. Un grito ronco sale de su garganta, sus piernas se tensan, sus muslos se cierran, levanta el culo como si estuviera poseída, la saliva sale de su boca con otro gemido incontenible, como si le estuvieran dando un electroshock. Luego queda temblorosa, intentando recobrar el control de su cuerpo. Los chicos la dejan reposar entre sorprendidos e incrédulos. Nunca han visto una chica correrse de esa manera. Gaby tiene los dedos y la boca empapados como si le hubieran meado en la cara.

La risa va brotando poco a poco, intentando contenerse, pero luego es una carcajada limpia que los recorre mientras que Irene intenta contenerse y no sumarse hasta que no puede evitarlo.

- Cabrones, no me hagáis reír que lo tengo todo muy sensible.

Después de tanto tiempo, Irene no recuerda muy bien cómo fue la coreografía de esa noche. O mejor dicho, si lo recuerda, pero no la sucesión exacta de posturas y de orgasmos. A pesar de haber bebido menos todo fue como más oscuro, tenían la mente en lo que la tenían y era todo como un sueño en el que se entremezclaban la imaginación y la realidad. Hay cosas de las que está bastante segura. Pero es curioso porque mientras la primera noche lo recuerda todo en sucesión, en la segunda la línea temporal es más difusa. Recuerda sexo más intenso, posturas más atrevidas. Ella a cuatro practicando sexo oral a Gaby mientras Jorge la penetra. Ella arriba llevando el ritmo con la verga de Jorge en su boca. Haciendo el misionero. Tumbada boca abajo mientras la follan desde atrás, la mano bajo su vientre masturbándose. A la vez que se da placer puede tocar la verga que la penetra. Su aullido suena descarnado cuando Jorge se corre y la saca dejándola a medias, pero inmediatamente lo acalla un gemido de satisfacción cuando la verga de Gaby la sustituye ocupando de nuevo su vagina, retomando el placer para llegar ella misma al orgasmo.

Cuando ya están satisfechos y agotados, decide pasar por las duchas, asearse e irse a la tienda con Ainara para amanecer allí. Ella la oye entrar y se limita a echarle una ojeada somnolienta. No necesita preguntar si todo ha ido bien, la cara de cansancio pero a la vez de satisfacción de su amiga lo dice todo, de modo que se da la vuelta, se enrosca en su saco y sigue durmiendo. Mañana será otro día.
 
Amanece en Torre del Mar y efectivamente el día siguiente depara novedades. No ven a los chicos en la playa. Parece ser que tenían previsto quedar con la pandilla de Córdoba. Ellas se sitúan en la parte que está justo al lado del camping, como todos los días, y siguen sus rutinas de tomar el sol y bañarse. Hasta el mediodía no aparecen los chavales. Enseguida se dan cuenta que algo no anda bien. Gaby viene serio y Jorge un poco cortado, como con vergüenza. Parece evidente que los chicos han discutido. Los detalles los conocerá después por Gaby, pero resulta que la pandilla de Córdoba había quedado otra vez para por la noche y ellos eran conscientes de que las chicas no iban a querer repetir. De buenas maneras y sin malos rollos, pero así se lo habían indicado la noche anterior. Entre ellos hay discusión. Gaby quiere irse con las vascas y Jorge con el grupo de Córdoba. No ha dejado de pensar en la chica que conoció ayer y considera que la aventura con las otras dos está ya agotada, mañana se van y no volverán a verlas. Sin embargo, con las de Córdoba hay posibilidad de quedar cuando vuelvan de vacaciones y él tiene esperanzas con esta chica. Gaby, sin embargo, prefiere pájaro en mano. Con Irene ya sabe que hay tema seguro y además se lo han pasado genial, le parece como una pequeña traición dejarlas tiradas. Opina que pueden volver a ver a las de Córdoba más adelante pero que es la última noche y deben compartirla con ellas. Jorge le ha insistido, no sabe si la pandilla de Córdoba interpretará su ausencia como que no les gustan o son segundo plato. Igual eso les dificulta luego el que les permitan quedar en Córdoba. Tiene esperanzas incluso de que esa noche la chica le dé su teléfono. Gaby es escéptico. Es más espabilado y se huele que estos son rollos de verano y que las chicas no van a querer saber nada de ellos en Córdoba porque allí tienen su propio ambiente. Muy bien se le tiene que dar la cosa para que se lo monte esta noche y consiga algo su amigo. Pero oye, cada uno es libre de hacer lo que quiera, así que al final deciden repartirse. Jorge dice que tiene un compromiso con la pandilla y que lo siente, que no se lo tomen a mal. Gaby dice que él sí saldrá con ellas si les parece bien. Las chicas no ponen pegas, cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero se nota cierta tensión, sobre todo Irene que aunque no lo expresa se muestra algo decepcionada.

Esa noche, Gaby se encuentra con las dos amigas en la puerta del camping donde han quedado. Los tres visten informales en contraste con Jorge, al que Gaby ha despedido un rato antes y que va todo lo peripuesto que puede. Dentro de las posibilidades yendo de mochileros, ha tratado de arreglarse lo más posible. Quiere causar buena impresión. Su amigo lo ve irse meneando la cabeza, cree que se equivoca. Bien, el caso es que quedan los tres, otro trío distinto al que Irene imaginaba para esa noche pero al que se le puede sacar partido. Deciden quedarse por la zona y la única escapada que tienen planteada es al bar donde ponen la música cañera que tanto les gustó la primera noche. Luego probaran a ir a la playa o si están muy animados, a entrar en la discoteca que hay junto al camping. No necesitan irse muy lejos para estar bien y, además, no desean encontrarse con la pandilla. Les agrada estar juntos y Gaby e Irene planean también tener su noche de pasión, la última.

La noche transcurre bien, como las anteriores, aunque nadie habla de Jorge ni saca el tema. Como si no hubiera estado antes. Gaby consigue con sus ocurrencias crear un buen ambiente y que no echen falta a Jorge, que al fin y al cabo era el más callado y serio de los cuatro. En el ambiente flota un aire nostálgico a fin de verano. Pronto la melancolía los va invadiendo. El lunes es la vuelta al trabajo para Gaby pero ellas tardarán algo más. Miran al futuro con ilusión, ya están casi independizados y parece que trabajo no les va a faltar. Las perspectivas no son malas, pero son jóvenes y les gustaría que su vida fuera un eterno verano donde la música, las copas, la diversión y el sexo estuvieran siempre presentes y ¿por qué no? también encontrar el amor.

La hora de recogerse llega y la señala el primer bostezo de Ainara. Irene y Gaby se ponen de acuerdo en que desean apurar una noche más juntos. Se plantea entonces un problema de logística. Irse a la tienda de las chicas no procede. Volver a su tienda tampoco, porque Gaby sabe que a las chicas de la pandilla de Córdoba sus padres las obligan a recogerse como muy tarde a la una. Así que lo más probable es que Jorge vuelva pronto, si es que no está ya en la tienda. La situación resultaría incómoda y tensa porque Irene ya no quiere compartir cama con él. Se plantea la posibilidad de mandarlo a la playa a dormir, pero ¿y si no quiere? Decide no arriesgarse y coger unas toallas para irse con Irene a la arena. Ella no pone pegas, también prefiere esa solución, hace buena noche y no le importa estar a la intemperie. Quedan en la puerta del camping. En quince minutos aparece ella, se ha echado un vestido largo por encima. Gaby puede ver con satisfacción, que sus pechos botan tan libres debajo y que el vestido fino se le pega al cuerpo haciéndole dudar si lleva bragas. Una toalla grande de playa y dos esterillos completan el ajuar. Él ha traído otra toalla grande, algo de bebida y material para aliñar un porro. Caminan juntos y no tienen que irse muy lejos. A pocos metros del camping la oscuridad reina sobre la arena. Observan que también hay otras parejas salpicadas que han ido allí buscando intimidad, un poco más lejos del paseo marítimo y cerca de la discoteca. Colocan los esterillos y dejan la toalla a mano por si hay que taparse. Gaby propone encender un cigarro pero ella le dice que luego, que han venido a lo que han venido. Ya es la tercera noche que tienen sexo así que van bastante sobre seguro. Conocen los cuerpos, lo que les gusta a cada uno y aunque hoy no hay el morbo del trío, sí nota como Gaby se muestra un poco exaltado, quizás es porque hoy la tiene para él solo. Está impaciente y deseando y ella se contagia, aunque esta noche estaba un poco melancólica. Las manos recorren su cuerpo por encima del vestido y luego por debajo, sin prisa. Es ella misma la que se saca las bragas dejando su sexo al descubierto y se baja los tirantes para que sus pechos queden al aire. El vestido se remanga con facilidad, así que se lo deja puesto por si alguien aparece. Con un simple tirón hacia abajo y otro hacia arriba se puede cubrir.

Sus muslos se abren señalándole al chico que tiene vía libre e indicándole la ruta a seguir. Una mano resbala por ellos, despacio, acariciando, entreteniéndose por el camino hasta llegar a su objetivo. Los dedos tocan, se introducen, acarician, pellizcan…. Se comen la boca, un resto de saliva va quedando en su cuello y también sobre sus pechos dándose un atracón de carne trémula. Los dedos se curvan hacia arriba y el chico percibe como ella se remueve y su vagina se humedece. Todo va como a cámara lenta. No parecen tener prisa, incluso pareciera que se han puesto de acuerdo para retrasar lo más intenso, lo más fuerte, para que así gane en intensidad cuando llegue.

Irene se separa un momento. El chaval está tumbado sobre el esterillo y ella aprovecha para quitarle la camiseta y tirar del pantalón corto hacia abajo. Libera la polla y la masturba acompañando el movimiento de la mano con su boca, acariciándola con sus labios, introduciéndosela un poco y arrancándole un rugido de placer al chico. Sigue lamiendo, ahora evita chupar. Para impedir que se corra tan pronto, se la pasa por los pechos, recorre desde los huevos hasta el prepucio con su pezón haciéndole cosquillas, provocándolo. Nota como sus venas se hinchan y como el pene cabecea por la tensión, duro como como un dedo de mármol. Gatea por él, roza su vientre con su sexo, sus grandes muslos acarician el costado de Gaby, los pelos del coño le hacen cosquillas en la barriga. Llega hasta su cabeza y la entierra entre sus piernas con cuidado, para no asfixiarlo. Demasiada carne, demasiado coño, piensa. Cuando Irene está abajo, el chico puede marcar el ritmo y tomar distancia, es más cómodo comérselo, pero estando ella arriba lo sofoca, le falta el aire, no puede mover bien la lengua. Aun así, le gusta estar encima de su boca y se mueve presentando sus partes más sensibles para que haga el trabajo con la lengua, procurando agobiarlo lo menos posible. A pesar de que le resulta incómodo, le gusta y aguanta allí un buen rato en el que la muchacha aprovecha la posición para separar con sus dedos los labios de su coño y presentarle el interior, así como para tocarse el clítoris mientras él lame e introduce la lengua. Tira de los pliegues de piel descubriéndolo para que él lo lama a placer. La hace encogerse y estirarse alternativamente, empieza a desencadenarse el orgasmo pero no acaba de llegar porque la postura es incómoda y el chico no puede mantener un ritmo regular. Se está asfixiando así que ella finalmente se retira mientras él coge varias bocanadas de aire. Culea hacia atrás porque se ha quedado sobre su pecho y al chico le cuesta inspirar ¡vaya paliza que le está dando al chaval! pero en ese momento no está para arrepentimientos ni consideraciones, está encendida y a no ser que él le pida expresamente que pare, está decidida a seguir buscando el placer como más le gusta. Echa el culo para atrás y va bajando mientras su coño y sus tetas se arrastran por el cuerpo de Gabriel, dejando a su paso humedades y olores que impregnan su piel. Su sexo entra finalmente en contacto con la verga del chaval que se desliza entre sus labios abriéndolos. Ella mueve la cintura y se masturba con el falo, mojándolo, poniéndolo chorreando. Se mueve sinuosa y lentamente adelante y atrás, lo recorre una y otra vez mientras sus labios se apartan y la punta juega con la entrada a su agujero para resbalar un poco más adelante y frotar el clítoris. Luego vuelve hacia atrás, paseándose de nuevo por su raja. Topa con la entrada de su vagina y se la mete un poquito, notando cómo se escurre y luego sigue, hasta que da con su perineo. El chaval hace intención de empujar y se escurre hacia sus nalgas, penetrando entre sus cachetes y rozando su ano. Repiten esto varias veces hasta que Irene se decide y empinándose un poco busca la postura para clavársela. Lo hace despacito, poco a poco, metiéndola hasta la mitad, sacándola y luego volviendo a metérsela hasta el fondo. Comienza a cabalgarlo paulatinamente, sintiéndola bien dentro a la vez que se frota con los dedos. Pone los ojos en blanco, levanta la cabeza hacia el cielo oscuro, se muerde un labio. Sincroniza su ritmo con el de las olas, juega a encajarla y justo cuando rompe la ola, da unas sentadas y se la mete de golpe hasta el fondo.

¡Dios! ¡Que diferente es follar sin condón! Pronto, Gaby la avisa. La cosa está yendo demasiado lejos y él no puede aguantar más.

- Me voy a correr - le anuncia entre jadeos.

Pero ella sigue, sus palabras la enardecen aún más, tiembla por dentro y por fuera. Los dedos aumentan el roce y la intensidad de la caricia sobre su clítoris.

- Tía, que me corro - lanza él, esclavo del placer, anunciando lo inevitable aunque sin hacer el intento de zafarse del peso de Irene que continúa aumentando el ritmo y la intensidad de la cópula.

- No pasa nada, no te salgas - consigue articular con voz ronca y grave.

Finalmente Gaby se deja ir. Exhala un quejido profundo y bronco mientras se vacía. Irene nota como el semen caliente la llena por dentro. No es la primera vez que folla a pelo, pero si es la primera que un chico se corre dentro de ella sin protección. Una especie de frenesí la invade, un calor y un mareo que la hace perder por un momento el equilibrio hasta que aprieta los muslos y se reafirma en la posición, mientras continúa tocándose a la vez que muy lentamente se eleva y se deja caer follándose al chico. Algo muy fuerte y muy intenso crece en su sexo y se transmite al interior de la vagina dándole punzadas, y también por su vientre. Gaby no permanece inactivo, aunque tiene la mirada en otro mundo. Sus manos aferran las nalgas y las aprietan hasta casi hacerle daño. La mano libre de Irene se le va a un pecho. Tiene el pezón súper sensible y lo oprime. Ahora ella es la que descarga en un monumental orgasmo que parece querer vaciarla de flujo, de pensamientos, de energía. Es una chica muy activa, muy intensa, pero por primera vez se nota lacia. Se inclina hacia adelante, los pechos cuelgan, el pelo da en la cara a Gabriel. Se abrazan sudorosos a pesar del relente. Sus sexos continúan unidos, notan el pubis pegajoso, aún caliente y temblón.

Gaby aguanta un buen rato su peso. Le acaricia la espalda todavía unido a ella, la mano va hacia la nalga, traza círculos y luego baja por el muslo hasta su tobillo.

- Oye, no te mosquees conmigo, pero ¿podías echarte un lado? Necesito respirar.

Irene ríe, consciente de su corpulencia. Si fuera Jorge podría aguantarla mejor pero Gabriel es más delgado. Se desplaza hacia un costado, él acompañando como queriendo permanecer dentro, pero no puede evitar que su polla salga de la vagina. El capullo da en los muslos de la muchacha, todavía esparciendo semen pegajoso. Permanecen muy juntos, casi abrazados. Ahora que puede respirar mejor, Gaby se lo agradece dándole un beso en la boca, largo, húmedo, enredando las lenguas, lujuria pura. Ella lo saborea satisfecha. Si fuera una gata en ese momento estaría ronroneando. Sin embargo, el muchacho muestra un gesto preocupado.

- Oye ¿seguro que no pasa nada?

Ella al principio no lo pilla y pone cara de interrogación.

- Ya sabes... Lo hemos hecho sin protección...

- Ah bueno... Estoy convencida de que no estoy ovulando. Acababa de terminar de la regla cuando llegamos a Málaga. Es imposible que...

Es cierto, no lo dice solo para tranquilizar al chico. Ella ha jugado con cartas marcadas. Si estuviese en sus días fértiles o hubiera tenido dudas, a pesar del calentón no le habría permitido correrse dentro. Él pone cara de alivio y ya no pregunta más. Se pegan uno al otro y se reparten caricias. Permanecen un rato juntos, la brisa enfría el sudor, así que se abrazan y se echan una toalla por encima. No tienen prisa ni urgencias. Ella nota como pasado un rato, él vuelve a tener una erección. El pene duro contra su barriga. Sonríe. Se baja por dentro de la toalla y atrapa la verga con su boca haciéndole una felación lenta, pausada, recreándose. La entrepierna le huele a sudor y le sabe a esperma reciente pero no le importa. Golosa, saborea el sexo del chico que se deja hacer, no tan rápido ni tan intenso como para provocarle la eyaculación, pero sí lo suficiente para que él se muera de gusto. Juega a calentarlo hasta que Gabriel no puede más, tira de ella casi con brusquedad, la pone boca arriba, le separa las piernas y con ímpetu de casi novato a estas alturas, intenta penetrarla. Ella nota los pollazos en su vulva y las ganas del chico la ponen caliente de nuevo. Se abre bien y tomándola con la mano la dirige hacia el sitio correcto. Los dos emiten a la vez un suspiro cuando la verga entra en su carne como si fuera un cuchillo en la mantequilla, deslizándose sin dificultad, abriéndose paso entre los restos del orgasmo anterior y haciendo tope con sus huevos en el perineo cuando penetra entera y hasta el fondo.

Ahora ya nadie pregunta por el preservativo, solo se concentran uno en empujar y la otra en recibir, aunando latidos hasta que son un solo corazón. Consiguen otra vez que el orgasmo sea casi simultáneo, con Irene corriéndose de nuevo mientras él empuja con furia para meterla bien dentro y dejarla allí mientras ella se retuerce de placer. Apenas ha culminado y con su clítoris irradiando calambres y cosquillas, él vuelve a follarla, apenas dos o tres movimientos hasta que de nuevo la llena de esperma. Rebosa de su vagina con cada golpe que da, empapándole los labios mayores, los muslos, cayendo por su perineo y pegándose a los huevos del chaval que golpean contra él. Aquello es bestial, animal, aquello es otro nivel. Para de empujar y simplemente se quedan así, enganchados como dos perros. A Irene no le importa el peso del muchacho, es más, lo agradece. Le gusta sentirlo sobre ella a la vez que dentro.

El tiempo no pasa y los dos continúan fusionados como si fueran uno solo. Las luces del cercano paseo proyectan la sombra de una palmera sobre la arena mientras jirones de nubes cruzan por el cielo a la luz de la luna. Junto con el sonido de las olas es la imagen que siempre recordará una Irene satisfecha. Cuando él la descabalga se tapan con la toalla y se arrullan, consiguiendo quedarse dormidos. No saben el tiempo que ha pasado cuando despiertan, solo que se dan calor uno al otro el otro, que están sucios, pegajosos, con arena adherida por todos lados. Todavía faltan algunas horas para el amanecer, están cansados y tienen sueño, de modo que deciden volver al camping. Lo hacen cogidos de la cintura como si fueran dos novios. A Irene le gusta. No está enamorada ni mucho menos del chico, pero se siente cómoda, le gusta la sensación de pertenencia a alguien y también de posesión. No hay amor pero hay muy buena conexión, muy buen rollo que decían en la época y también algo parecido al cariño que no ha experimentado con ningún chico antes. La mayoría de las veces ha soñado despierta y el sueño se rompe cuando llegan a la cama, generalmente para decepcionarla. Si no en el plano físico sí en el sentimental. Pero con este ha sido diferente. Como si el roce se hubiera hecho cariño.

Les cuesta despedirse, preferirían dormir juntos. Por un momento, Irene piensa en decirle que se venga a su tienda solo para dormitar. Pero no es buena idea, sabe que tendrían que contenerse y eso no va a ser fácil. No obstante, se lo propone y el chico acepta. Ainara la oye llegar pero no se percata de que viene acompañada, simplemente se da la vuelta y sigue durmiendo del otro lado. Irene le toca el hombro con suavidad.

- ¿Qué?

- Que se ha venido el Gaby, solo a dormir - enfatiza a ella.

- Vale, déjame tranquila joder que es muy tarde.

Los dos los dos se acurrucan en un lado uno haciendo la cucharita. Irene está a gusto, se deja acariciar el pecho y nota los muslos del chaval y su pubis pegándose a los suyos y a su culo. Está cansada, sucia y llena de arena pero se duerme muy a gusto y diría que casi feliz. La mañana le sorprende bien avanzada. Ahora es Ainara la que la despierta a ella.

- Voy a las duchas y a desayunar.

- Vale en un momento voy yo también y desayunamos juntas.

Espera a que la amiga se marche y entonces despierta a Gaby. Le va a proponer ir a asearse y luego comer los tres juntos pero antes de que pueda decir nada la besa en la boca. Ese beso le aviva de nuevo la libido de una forma rápida y brutal, aún no han acabado de despertarse y ya está montada encima. Intenta metérsela, se siente húmeda por dentro pero por fuera los labios de su coño están un poco secos. Se escupe en la mano y pajea al chaval hasta ponérsela resbaladiza. Luego se la mete en la concha follándolo con furia. Como si fuera una prueba contrarreloj, busca el orgasmo más rápido posible y lo consigue. No ha tardado ni cinco minutos en correrse. Le escuece un poco el sexo pero está satisfecha. Tira de su clítoris para arriba un par de veces, todavía tienen calambres así que opta por no tocarse. El chico todavía no ha llegado por lo que descabalga, se tumba y se abre para que la se la meta y pueda culminar también. En la postura del misionero los pubis rozan y el clítoris súper sensible le provoca cosquillas e irritación. Le empuja suavemente con la mano para que se salga y se da la vuelta poniéndose a cuatro patas. Él la busca desde atrás y consigue metérsela. Se la folla despacito para que no sienta molestia pero la calentura va a más y pronto empieza a darle fuerte. Ella agacha la cabeza y empina el culo para recibirlo sin quejarse, no le da placer, aunque tampoco le duele, solo siente el coño un poco irritado por el trajín de tantos polvos seguidos y seguramente porque hay pequeños granitos de arena de playa haciendo de las suyas entre los pliegues. La postura es muy buena para el chico así que cuando ella echa para atrás el culo para que las embestidas lleguen más al fondo, no tarda en correrse aferrado a sus glúteos, que se mueven como la gelatina en un plato cada vez que él le pega un empujón. Se quedan enganchados hasta que ella se echa hacia adelante y se deja caer boca abajo. Mira hacia atrás y lo ve con la verga tiesa, brillante y con restos de semen.

- Uff, vaya tres días - piensa Irene - han valido por todas unas vacaciones.

Ahí han concentrado todas las experiencias que habían imaginado tener a lo largo de un mes, ahora sí puede decir que vuelve satisfecha a Bilbao. Se echa un vestido por encima, se limpia el sexo con una toalla, coge útiles de aseo y va a reunirse con su amiga. Cuando llega, Ainara ya se ha duchado y la espera fuera, intentando secarse el pelo. No se dicen nada, solo se sonríen mientras Irene se mete a las duchas. Al rato llega Gaby. Se ha pasado por su tienda y también ha cogido una muda limpia. Mientras él se ducha las dos amigas ya reunidas se dan el parte.

- Tienes una pinta de no haber dormido que no veas.

- Bueno, estos se van ahora cuando desayunen así que tenemos todo un día para descansar hasta que mañana nos toque irnos a nosotras.

- Me da miedo preguntarte, tienes escrito en la cara que te has desfogado bien.

- Uf, tenemos todo el día para contártelo, déjame que desayune y que se me asiente un poco el cuerpo...

- ¿Ahora también habéis...?

- A ver hija, el último, como despedida…

Ainara mueve la cabeza divertida.

- Madre mía, prefiero no preguntar.

- Solo te digo que tengo lo de ahí abajo como un bebedero de patos. Ya me está pidiendo descanso.

- Pues para cansarte a ti hay que darte mucha caña. Te vas a acordar bien de Torre del Mar.

Desayunan los tres juntos y luego Gaby se va a ayudar a Jorge a terminar de desmontar el campamento. Cuando los chicos parten con las mochilas hacia la estación de autobuses ellas acuden a despedirse. Lo hacen también de Jorge, que parece un poco cortado, pero no hay malos rollos en la despedida, ya no.

Gaby insiste en que modifiquen su itinerario, pasen por Córdoba y se queden allí un par de días. Ellas prometen pensárselo, aunque más tarde decidirán que les pilla muy a desmano porque tienen que modificar toda la ruta que tienen planeada. Irene está por la labor, pero Ainara la convence. Si tiran para Córdoba lo suyo es que luego vuelvan por Madrid y no les apetece. Pasan de hacerse la Mancha y Madrid, quieren conocer Extremadura y salir por Salamanca o León. Así que deciden no modificar sus planes. De todas formas, a Gaby lo pillan trabajando y él les ha ofrecido su casa donde hay poco sitio para invitados. Tendrían que dormir las dos juntas en su habitación y él en un colchón en el salón. Con sus padres y su hermana también en el piso no parece que vaya a haber mucha oportunidad de enrollarse, así que al final deciden que ahí acaba su aventura con los de Córdoba.

La vuelta por Extremadura se les hace larga y pesada. Las carreteras muchas veces son un tormento y aunque pasan por sitios muy bonitos y espectaculares, el cuerpo ya les dice que van de retirada. No caminan con la misma ilusión que cuando empezaron las vacaciones, ya están también cansadas de tantos kilómetros, de tanta pausa y de tanto camping. Al final vuelven un día antes de lo previsto porque se saltan alguna que otra parada. Pero el recuerdo de ese verano y en concreto, de las cuatro noches que pasaron en Torre del Mar no se les va a olvidar en la vida, sobre todo a Irene. Poco más tarde tendrá su primera relación seria cuando conozca a Asier y estará con él hasta que llegue la ruptura y el terremoto que provocó Fran en su vida.

Ainara no llegó finalmente a cuajar con el chico, estuvieron saliendo unos meses pero la cosa no prosperó. Pasó por otros novios y también alguna que otra aventura rápida hasta dar con el que luego sería su marido. Irene ha dado un repaso a todo esto mientras se acaricia en la cama. En general buenos recuerdos que la han llevado a donde está ahora. Le apetece un orgasmo así que se masturba recordando a aquellas noches en la tienda de campaña con los dos chicos, cambiando rostros y cuerpos por los de Asier y Fran. Se imagina que son ellos los que forman con ella un ballet sexual. Los que coordinan sus movimientos para no estorbarse, los que le dan placer poniéndola por delante de sus diferencias, preocupándose solo de hacerla feliz, sin discutir, sin enfrentarse.

- Joder ¡qué fantasía más buena! - piensa mientras le llega el gusto e intensifica la paja.

Los dos hombres de su vida volcados sólo en su goce. Ese solo pensamiento la pone a mil. Se los imagina dándole gusto a la vez, haciendo de todo con ella, se imagina incluso una doble penetración y eso la acaba de volver loca. Le llega un gran orgasmo que la deja fuera de combate. Cierra las piernas, se echa el edredón por encima y se acurruca feliz mientras se duerme, sintiendo todavía cosquillas en su sexo. Lo tiene tan sensible ahora mismo que cualquier roce le provoca un espasmo. Cierra los ojos y parece que el mundo desaparece alrededor de ella y con él todos sus problemas.


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