luis5acont
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Bueno, fin del segundo relato, la semana que viene continuamos con Almudena.
Un saludo.
				
			Un saludo.
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Luis lo has repetidoIrene se despertó al amanecer con muchas ganas de mear, la boca pastosa y el cuerpo dolorido por haber dormido a medias sobre la colchoneta y a medias sobre el duro suelo, encima del saco de dormir. Coge su vestido y se lo pone. Va pegajosa, sudada, sucia, lleva las bragas en la mano, los muslos le rozan el coño. Nota el frescor del nuevo día y siente cosquillas al frotarse mientras anda. Llega a la tienda donde Ainara duerme. Toma su toalla, las cosas de aseo, una muda limpia, procurando no despertarla y luego se va a los baños, donde se da una ducha caliente y reparadora, lavándose a conciencia y permaneciendo bajo el chorro un buen rato. Después vuelve a la tienda y se acuesta.
Se despiertan tarde. Están desayunando cuando los chicos se acercan a su tienda y les proponen pillar algo del súper y comer en la playa. Excelente idea, reconocen, porque han desayunado muy tarde y así aprovechan mejor el día. Retozan en el arenal, se bañan, se espabilan, recuperan vitaminas tomando el sol… de momento evitan el alcohol y toman refrescos, agua y zumos. Almuerzan unos bocadillos y sestean bajo las sombrillas.
El día pasa plácido e indolente, recuperando fuerzas. Nadie habla de lo sucedido en la tienda de campaña esa noche, solo algunas miradas cómplices y divertidas, alguna vaga referencia. En el aire flota la intención de repetir aunque nadie lo dice. Los chicos fantasean con incorporar a Ainara a la fiesta nocturna. Ya envalentonados, quieren ampliar el trio a cuarteto pero, a pesar que lo han comentado en el desayuno, no se atreven a hacer ninguna propuesta a las chicas, ya veremos lo que da de sí la salida nocturna. Si ven que las circunstancias son adecuadas lanzaran la invitación.
En un momento dado, Gaby va a una cabina a hacer una llamada telefónica. Sus amigos ya han llegado, son las ocho de la tarde. Les proponen a las chicas que los acompañen a la cita con la pandilla de Torre del Mar. Ellas dudan, están a gusto como están ¿para qué quedar con más gente? pero no quieren parecer unas siesas y aceptan, saben que los andaluces son muy extrovertidos y hacen mucha vida social, de manera que no quieren disgustar a sus amigos nuevos. Al fin y al cabo, para sus conocidos sería hacerles un feo a los otros chicos de Córdoba puesto que ya habían quedado con ellos, ese era el plan.
Esa noche, todos se encuentran en un aparcamiento donde los jóvenes hacen botellón antes de salir de marcha. Ellos toman cerveza, las chicas refrescos exceptuando a Irene y Ainara que se apuntan al alcohol. El primer encuentro es un poco frío, queda en evidencia que parecen grupos de chicas poco compatibles. Las vascas más maduras, lanzadas, aventureras e hippies contrastan con unas dieciochoañeras más aniñadas, más pijitas, muy bien arregladas y pintadas. Son guapas, las cordobesas tienen fama merecida y físicamente las muchachas también valen mucho. Los cuatro amigos se muestran entusiasmados de encontrarse y ponerse al día. Hacen las presentaciones de las nuevas amigas y pronto forman un grupo que se desplaza por los sitios de ambiente para jóvenes que hay en Torre del Mar. Jorge y Gaby Parecen contentos con las nuevas chicas y se integran mejor que ellas, que se sienten más desplazadas. Un poco como el agua y el aceite, que están juntos pero no llegan a disolverse. No hay malos gestos ni malos rollos, todos se muestran amables, se ve que intentan pasárselo bien, pero simplemente es que las vascas no conectan, son de otro mundo. Las cordobesas son correctas, no es que derrochen simpatía pero se muestran amables aunque un poco pijas para su gusto.
Recorren sitios donde suena música pop que a ellas les parece más bien un poco ñoña. Cuando llegan a un lugar y le ponen a Hombres G, ellas salen a bailar entusiasmadas y eso es demasiado ya para Irene y Ainara, que no pueden contener la risa. Incluso es demasiado para Gaby que se encoge de hombros como diciendo: “a ver, es lo que hay”. Ellos no están tan versados en rock radical pero al menos sí que son más rockeros que las nenas. Es precisamente Gabriel quien se da cuenta de que ellas no acaban de estar pasándoselo bien, que están un poco desplazadas y se dedica a prestarles más atención, mientras que Jorge revolotea de un grupo a otro, al parecer muy interesado con una morena cordobesa delgada de pelo largo.
Las dos chicarronas del Norte deciden que prefieren acabar la noche por su cuenta y ponen como excusa que están muy lejos del camping y que conviene ir volviendo. Inmediatamente acompañadas de Gaby tirando de Jorge que, aunque se hace un poco el remolón, finalmente se repliega con ellos formando la misma pandilla de la noche anterior. Las cordobesas se recogerán pronto porque están allí con sus padres y tampoco les permiten andar hasta altas horas de la madrugada. Esto convence también a Jorge de que es mejor emprender la retirada con el grupo.
La situación vuelve a ser tranquila. La tropa reconecta en un garito donde hacen una escala a medio camino y después vuelven a acabar de la playa con un Cuba litro en la mano y encendiendo un nuevo petardo. Parece una repetición de la noche anterior aunque las fichas parecen haberse movido un poco, solo un poco, no lo suficiente para que el resultado sea distinto.
Irene ha tenido tiempo de pensar sobre lo sucedido y no encuentra motivos para arrepentirse, es más, desea una nueva noche de sexo intenso. Los chavales se han portado bien, no se han peleado entre ellos, no han sido desconsiderados, se han preocupado por ella y ha conseguido obtener placer, mucho placer, en una situación en la que además se ha sentido protagonista, algo no muy habitual. Está acostumbrada a las miradas burlonas o condescendientes debido a su físico o a que, precisamente por no estar entre las más deseadas, que los chicos sean bruscos con ella cuando le proponen relaciones. Estos dos se han comportado tanto en la cama como fuera de ella. Nota que conecta y cree que lo de ayer no fue casualidad, salió bien porque los tres pusieron de su parte. Es una buena receta para volver a cocinar un buen pastel, piensa divertida y esperanzada. Sí, lo de ayer le pareció fuerte y todavía le está dando vueltas a como tuvo que estar, no ya para participar, sino para ser la propia impulsora de todo aquello. Lo que ha bebido esta noche le vuelve a dar envite y confianza. Se siente capaz y dispuesta a reclamarles otra noche de atención para ella sola, otra noche de morbo y de sexo. Con cada sorbo que le da al Cuba libre o con cada calada al porro se envalentona todavía más y su euforia crece. Está decidida a repetir.
Observa a Gaby. Su actitud no ha cambiado. Lo ve sentado, conversando con Ainara, pero también dirigiéndole a ella miradas de complicidad. Sabe qué está pensando lo mismo, en repetir esa noche y parece relamerse ante la perspectiva. Si ayer tenía sus dudas (según le ha explicado porque temía que la muchacha se echara atrás, que algo la incomodara o que las cosas pudieran salir mal), hoy ya se le han debido a disipar porque con cada chupito le brillan un poco más los ojos y ella cree saber por qué. Jorge parece algo más distante y también cree adivinar la razón. Es esa morena cordobesa con coleta, pechos pequeños pero firmes, delgada y atractiva. No hay nadie en la pandilla que no se haya dado cuenta de cómo la miraba y de la cara de bobo que se le ponía cuando hablaban. No ha tenido tiempo de comentarlo con Ainara pero su diagnóstico es que se va a comer una mierda como un piano de cola. A la chavala le gusta ser el centro de atención y que se fijen en ella, pero no lo mira a él con el mismo interés. La chica no parece mala gente, pero está segura que solo juega a dejarse querer. De hecho, las pocas miradas de interés que ha tenido iban dirigidas a uno de los dos amigos cordobeses de Gabriel y Jorge. Con él parece congeniar bien, ahí sí podría haber una esperanza de que hubiera tema, pero no con Jorge, concluye. Pero claro, eso él no lo sabe o no se ha dado cuenta y ahora mismo está con ellas, pero con la cabeza en otro sitio.
Luego está Ainara. Se la ve también contenta y distraída, más pizpireta que ayer. Por un momento piensa que quizás se atreva a dar el paso y que esta noche le reclame uno de sus dos amantes para ella, pero sabe que no, la conoce demasiado bien y que esté más tranquila y desenvuelta significa que ya ha tomado una decisión: esta noche se mantendrá al margen y también todas las noches hasta que vuelva a Bilbao. Hasta que no resuelva lo del chico de allí no se acostará con nadie, no han necesitado hablarlo entre ellas para que Irene sepa que esta ha sido su decisión. Así que amiga, vía libre para volver a darte un festín esta noche, piensa divertida. Vamos a cocinar nuevo un sándwich y tú vas a ser la parte más sabrosa. No alcanzan el punto de colocón de la noche anterior, entre otras cosas porque no solo no es necesario ya romper el hielo, sino porque además podría ser contraproducente y todos convienen en retirarse a las tiendas algo más temprano.
Irene acompaña a Ainara a la suya y, previsora esta vez, se lleva artículos de higiene y una muda, así como su esterilla y su saco de dormir. Cuando llega los chicos han despejado la tienda apilando sobre las esquinas lo que pudiera estorbar y montando con sacos y esterillas el tatami donde van a pelear los tres. De repente son conscientes de que la fiesta va a empezar y se quedan repentinamente cortados, silenciosos, sin saber qué decir hasta que una risa contagiosa (la de Gaby) rompe el silencio y los tres acaban riendo.
- Vaya momento para sentir vergüenza ¿no? Después de todo lo de anoche…
Pues sí, vaya momento para cortarse, piensa Irene que antes que esa pequeña situación de vergüenza vaya a más, decide tirar por la directa y sacarse la camiseta. Sus pechos votan fuera, ha dejado el sujetador en su tienda, para qué llevarlo si solo va a estorbar. Las miradas de los chicos, solo las miradas, hacen ya que los pezones se le pongan en punta. Son pezones como pequeñas falanges que cuando se le erizan parecen las ubres de una pequeña ternera. No son redondos y aplastados sino largos y oscuros.
Gabriel, siempre más espabilado y rápido, se hace con ellos chupándolos y enterrando la cara entre las tetas mientras las masajea. Como ya hay confianza, de ahí pasa al cuello y a comerle la boca. No con suaves besos de prueba, a ver qué pasa y cómo reacciona, sino directamente metiéndole la lengua y mordiéndole un labio. Ella responde encendida. Esta vez necesitan menos preliminares, no hay hielo que romper y el solo recuerdo de la noche anterior hace que los tres estén tan dispuestos que puedan pasar directamente a la acción. Irene se saca las bragas dejándose todavía puesta la minifalda vaquera sin dejar de morrearse con Gaby. A tientas, busca a Jorge y tira de su brazo para que meta la mano entre sus muslos. Este lo hace y comprueba que la chica está muy mojada. Sus caricias son algo más torpes y causan alguna molestia a Irene que recuerda que Gaby tenía más experiencia y sabía jugar mejor. Así que, aprovechando un descanso en los besos para poder respirar, le pide que se baje al pilón. Quiere que sea él quien la acaricie íntimamente. Gaby no se enfada, al contrario, se lo toma como un cumplido y se introduce entre sus piernas como la noche anterior para hacerle un masaje con sus dedos, introducirlos, presionar desde dentro y desde fuera y frotar hasta que la chica pone los ojos en blanco. Sigue después con su lengua. Se abre paso entre los labios ascendiendo hasta que llega a su protuberancia de carne que se enrolla alrededor del botón de placer. Cada lengüetazo es una descarga que recorre la espalda y el vientre de Irene ¡Por Dios, qué cosa más rica y que bien lo hace el canalla! Tan rica que no se puede contener y empieza a retorcerse. Esta mojadísima, nota palpitaciones, como si su corazón bombeara desde la vagina y no desde el pecho. Se le agudizan unos sentidos mientras que pierde otros, porque la vista se le oscurece algo y se deforma como si tuviera astigmatismo, las sienes le laten con fuerza y sabe que el orgasmo está al caer. No se contiene, quiere llegar así, es tan rico, tan fuerte, tan intenso…
- No te pares, no te pares, sigue, sigue…- le suplica.
Y el chico cumple, con la boca enterrada en su coño, los dedos dentro y los labios aprisionándole su clítoris hasta que ella estalla. Un grito ronco sale de su garganta, sus piernas se tensan, sus muslos se cierran, levanta el culo como si estuviera poseída, la saliva sale de su boca con otro gemido incontenible, como si le estuvieran dando un electroshock. Luego queda temblorosa, intentando recobrar el control de su cuerpo. Los chicos la dejan reposar entre sorprendidos e incrédulos. Nunca han visto una chica correrse de esa manera. Gaby tiene los dedos y la boca empapados como si le hubieran meado en la cara.
La risa va brotando poco a poco, intentando contenerse, pero luego es una carcajada limpia que los recorre mientras que Irene intenta contenerse y no sumarse hasta que no puede evitarlo.
- Cabrones, no me hagáis reír que lo tengo todo muy sensible.
Después de tanto tiempo, Irene no recuerda muy bien cómo fue la coreografía de esa noche. O mejor dicho, si lo recuerda, pero no la sucesión exacta de posturas y de orgasmos. A pesar de haber bebido menos todo fue como más oscuro, tenían la mente en lo que la tenían y era todo como un sueño en el que se entremezclaban la imaginación y la realidad. Hay cosas de las que está bastante segura. Pero es curioso porque mientras la primera noche lo recuerda todo en sucesión, en la segunda la línea temporal es más difusa. Recuerda sexo más intenso, posturas más atrevidas. Ella a cuatro practicando sexo oral a Gaby mientras Jorge la penetra. Ella arriba llevando el ritmo con la verga de Jorge en su boca. Haciendo el misionero. Tumbada boca abajo mientras la follan desde atrás, la mano bajo su vientre masturbándose. A la vez que se da placer puede tocar la verga que la penetra. Su aullido suena descarnado cuando Jorge se corre y la saca dejándola a medias, pero inmediatamente lo acalla un gemido de satisfacción cuando la verga de Gaby la sustituye ocupando de nuevo su vagina, retomando el placer para llegar ella misma al orgasmo.
Cuando ya están satisfechos y agotados, decide pasar por las duchas, asearse e irse a la tienda con Ainara para amanecer allí. Ella la oye entrar y se limita a echarle una ojeada somnolienta. No necesita preguntar si todo ha ido bien, la cara de cansancio pero a la vez de satisfacción de su amiga lo dice todo, de modo que se da la vuelta, se enrosca en su saco y sigue durmiendo. Mañana será otro día.





Se me fue el dedoLuis lo has repetido

A veces la pagina temporiza mientras inserta el mensaje y parece que no sube pero sí...debí darle por segunda vez pasados unos segundos.Se me fue el dedo
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