Fin de Semana en Taüll

Married&Spicy

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19 Feb 2025
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Barcelona
50 años. Los dos el mismo día. 23 de abril. Casualidades de la vida, de esa vida que llevaban compartiendo desde que eran adolescentes, pero que estaba llena de pasión y de morbo, como desde el primer día.

Y era porque llegaban a ese medio siglo, que a veces da vértigo, por lo que se habían decido a dejar a los niños con los abuelos, y darse el capricho de pasar un fin de semana de pasión en un hotel del Pirineo Catalán, en un pueblo llamado Taüll.

Lo prepararon con la ilusión del morbo de lo poco habitual, de pensar en un fin de semana de pasión y de sexo, ese morbo que, por algún extraño motivo, crece cuando uno va a un hotel o algún sitio que no es su residencia habitual. Miraron de finalizar la jornada laboral del viernes pronto, ya que por sus trabajos lo podían combinar, y de salir desde Barcelona a su destino, mirando de no encontrar mucho tráfico en el trayecto de salida.

Él había pedido en el hotel que miraran de asignarles una habitación “de luxe”, y que incluyesen algunos extras como cava, bombones y una decoración con pétalos naturales de rosa sobre las sábanas blancas, y algunas velas para crear un ambiente mezcla de romanticismo y pasión.

Ya desde que se sentaron en el monovolumen para iniciar el trayecto, se palpaba la lascivia. Miradas, comentarios, nervios, excitación… iban a hacerse largos los casi 300km hasta el hotel! Algo de música animada, y planificando el fin de semana mientras los kilómetros iban cayendo. Llegando a Alfarràs decidieron que era hora de parar a tomar una café, a descansar un poco (son 50 años!) e ir al baño.

Ella bajó del coche antes, y él pudo contemplar ese cuerpo maduro, ese cuerpo del que conocía cada cm2 desde hacia más de 35 años, ese cuerpo que le volvía loco y que deseaba cada uno de todos los días que llevaban juntos. Era primavera y eso ayudaba… eso, y la falda, corta, corta, que ella llevaba puesta, junto con una camisa blanca, escotada, y unos zapatos de tacón negros, que resaltaban su figura. Para nada parecía tener 50 años. O por lo menos, a él no se lo parecía.

Tomaron un café con hielo y un cortado, disfrutando la vista de los campos floreciendo y las casas bajas que se divisaban desde la ventana, y aprovechando ese tiempo fuera del vehículo. A esa hora, las cuatro y media de la tarde, el bar de carretera estaba casi vacío, los clientes de menú ya habían marchado y solo quedaban dos o tres mesas con clientes tomando un café o cerveza.

Ella se levantó y, sabiéndose observada por su marido, fue hacía el baño. Al volver, traía una sonrisa pícara (él conocía perfectamente esa mirada!), pasó cerca de la mesa, dejó algo sobre ella y le susurró al oído: ahí están mis braguitas, te las dejo que estaban húmedas y me molestaban. Y siguió hacia el coche, contoneándose aún más si cabe. Él las tomó de encima de la mesa, perfectamente dobladitas, como ella las había dejado, y las fue abriendo como el niño que abre un regalo en Navidad, con esa mezcla de ilusión y nerviosismo. Eran unas braguitas de encaje, negras, muy sexys. Cuando estuvieron desplegadas, pudo ver una marca de humedad, esa humedad que tan bien conocía. Se las acercó a la cara, sin importar si los clientes de las mesas vecinas miraban. La olió, aspiro ese aroma que le volvía loco… y se las acercó a la boca, donde pudo saborear ese néctar que tan loco le volvía. El bulto de su pantalón delataba su tremenda erección, notaba su sexo húmedo. Aspiró fuertemente, y se dirigió de nuevo al auto, donde su esposa le esperaba, sentada en el asiento del acompañante, retocando el pintalabios rojo como si nada hubiese pasado.

Se sentó, la miró y se sonrieron. Pudo ver que la camisa blanca tenía otro botón desabrochado, agrandando el ya generoso escote. También pudo ver algo más: el sujetador ya no estaba, y la camisa marcaba eróticamente sus pezones.

*** Continuará ***
 
Hola, buenas noches.

La cosa promete diversión, para ellos... y para nosotros, supongo. A ver por donde sigue.

Saludos y gracias

Hotam
 
50 años. Los dos el mismo día. 23 de abril. Casualidades de la vida, de esa vida que llevaban compartiendo desde que eran adolescentes, pero que estaba llena de pasión y de morbo, como desde el primer día.

Y era porque llegaban a ese medio siglo, que a veces da vértigo, por lo que se habían decido a dejar a los niños con los abuelos, y darse el capricho de pasar un fin de semana de pasión en un hotel del Pirineo Catalán, en un pueblo llamado Taüll.

Lo prepararon con la ilusión del morbo de lo poco habitual, de pensar en un fin de semana de pasión y de sexo, ese morbo que, por algún extraño motivo, crece cuando uno va a un hotel o algún sitio que no es su residencia habitual. Miraron de finalizar la jornada laboral del viernes pronto, ya que por sus trabajos lo podían combinar, y de salir desde Barcelona a su destino, mirando de no encontrar mucho tráfico en el trayecto de salida.

Él había pedido en el hotel que miraran de asignarles una habitación “de luxe”, y que incluyesen algunos extras como cava, bombones y una decoración con pétalos naturales de rosa sobre las sábanas blancas, y algunas velas para crear un ambiente mezcla de romanticismo y pasión.

Ya desde que se sentaron en el monovolumen para iniciar el trayecto, se palpaba la lascivia. Miradas, comentarios, nervios, excitación… iban a hacerse largos los casi 300km hasta el hotel! Algo de música animada, y planificando el fin de semana mientras los kilómetros iban cayendo. Llegando a Alfarràs decidieron que era hora de parar a tomar una café, a descansar un poco (son 50 años!) e ir al baño.

Ella bajó del coche antes, y él pudo contemplar ese cuerpo maduro, ese cuerpo del que conocía cada cm2 desde hacia más de 35 años, ese cuerpo que le volvía loco y que deseaba cada uno de todos los días que llevaban juntos. Era primavera y eso ayudaba… eso, y la falda, corta, corta, que ella llevaba puesta, junto con una camisa blanca, escotada, y unos zapatos de tacón negros, que resaltaban su figura. Para nada parecía tener 50 años. O por lo menos, a él no se lo parecía.

Tomaron un café con hielo y un cortado, disfrutando la vista de los campos floreciendo y las casas bajas que se divisaban desde la ventana, y aprovechando ese tiempo fuera del vehículo. A esa hora, las cuatro y media de la tarde, el bar de carretera estaba casi vacío, los clientes de menú ya habían marchado y solo quedaban dos o tres mesas con clientes tomando un café o cerveza.

Ella se levantó y, sabiéndose observada por su marido, fue hacía el baño. Al volver, traía una sonrisa pícara (él conocía perfectamente esa mirada!), pasó cerca de la mesa, dejó algo sobre ella y le susurró al oído: ahí están mis braguitas, te las dejo que estaban húmedas y me molestaban. Y siguió hacia el coche, contoneándose aún más si cabe. Él las tomó de encima de la mesa, perfectamente dobladitas, como ella las había dejado, y las fue abriendo como el niño que abre un regalo en Navidad, con esa mezcla de ilusión y nerviosismo. Eran unas braguitas de encaje, negras, muy sexys. Cuando estuvieron desplegadas, pudo ver una marca de humedad, esa humedad que tan bien conocía. Se las acercó a la cara, sin importar si los clientes de las mesas vecinas miraban. La olió, aspiro ese aroma que le volvía loco… y se las acercó a la boca, donde pudo saborear ese néctar que tan loco le volvía. El bulto de su pantalón delataba su tremenda erección, notaba su sexo húmedo. Aspiró fuertemente, y se dirigió de nuevo al auto, donde su esposa le esperaba, sentada en el asiento del acompañante, retocando el pintalabios rojo como si nada hubiese pasado.

Se sentó, la miró y se sonrieron. Pudo ver que la camisa blanca tenía otro botón desabrochado, agrandando el ya generoso escote. También pudo ver algo más: el sujetador ya no estaba, y la camisa marcaba eróticamente sus pezones.

*** Continuará ***


Esta segunda parte del viaje prometía. Las feromonas ya habían hecho su parte, y lo que había empezado como pequeñas insinuaciones, ahora ya era una pasión desatada. Es cierto que de manera desigual: mientras Mar de vez en cuando acariciaba el miembro de su marido por encima del pantalón, Bruno solo podía comentarle lo excitado que estaba y decirle, textualmente, “eres una guarrilla”, ya que la carretera empezaba a estar llena de curvas por la proximidad al Pirineo, y él no podía dejar el volante para poder responderle de manera similar.

Puede que fuese por la excitación, que iba en aumento. Puede que fuese por la confianza que se tenían, que era máxima. O puede que fuese por la insistencia de Bruno, siempre preguntando por detalles de cuando ella había estado con otros hombres… Pero lo cierto es que seguramente una combinación de todo esto, Mar le empezó a contar…

Le empezó a contar que hace muchos años, cuando aún eran novios y jóvenes, acudió a una cena de excompañeros de clase de EGB. La cena se hizo en Mollet del Vallès, un pueblo cercano a Barcelona, donde estaba el colegio. Él recordaba vagamente que a veces ella asistía a ese tipo de cenas de excompañeros, pero le sorprendió que ahora, en ese momento, ella empezase a recordarle una de aquellas cenas en concreto.

Quedaron en Mollet, la mayoría fueron en tren, ya que casi ninguno tenía carnet de conducir, pero algunos fueron en coche. En aquella época no había tanta consciencia del “si bebes no conduzcas”, y algunos de aquellos chavales acudían con su coche, que les daba una mezcla de status y sensación de libertad. Era un local normal, típico para quedar alrededor de 20 personas, poder tomar unas tapas, recordar los años que compartieron juntos y las anécdotas sobre profesores, excompañeros o bromas, que ahora estarían más cerca de calificarse como Bullying que como bromas.

El ambiente era de alta tensión. En parte, por que hacía años que no se veían, y los compañeros que antes veían como niños, ahora eran ya adultos. Chicas con exuberantes curvas, escotes… chicos convertidos en hombres… En parte, también, por las sangrías que iban acompañando la cena. Después de muchas risas, la gran mayoría se dirigieron a la estación a tomar el tren de vuelta a Barcelona, mientras que siete u ocho, entre ellos Mar, fueron a una discoteca cercana.

Ella adoraba bailar, y lo cierto es que ella había sido una de las estrellas de la cena, ya que había pasado de ser una chica que pasaba desapercibida en clase, a ser una joven con un cuerpo espectacular, buen pecho, y muy atractiva. Por no hablar de la mini falda que llevaba. También es cierto que había un chico en la clase, Jordi, que para ella siempre había sido muy atractivo, pero que nunca le había hecho caso. Y Jordi, que también había mejorado con los años, había estado bastante por ella esa noche. Jordi iba a la discoteca también, lo que le daba un punto de morbo.

Ya en la discoteca, una vez superados los umbrales razonables del alcohol, estuvieron bailando juntos, bailes muy eróticos, desinhibidos. Él no tenía pareja, de hecho no había estado con muchas chicas. Mar sí, ya era novia de Bruno, pero a esas alturas de la noche, eso no parecía ser un impedimento para nada. Habían ido varios a la discoteca, pero ya cada uno iba por su lado: algunos habían encontrado conocidos por allí, otros simplemente habían hecho nuevos amigos… y ellos dos se quedaron solos. Iban los dos bastante bebidos, por lo que decidieron abandonar el local e ir para casa. Jordi era uno de los que había ido en coche, así que se acercaron a donde lo había aparcado. Ya era tarde, por lo que la zona donde había aparcado con dificultad por estar llena de vehículos, ahora parecía un desierto en medio del polígono.

Llegaron al coche, y cuando él iba a abrir la puerta, Mar le empujó contra el coche, y buscó su boca como tantas veces había deseado cuando eran compañeros de clase. Las tornas habían cambiado: de niños, ella le deseaba pero era transparente para él. Ahora ella era una mujer espectacular, con bastante experiencia en el sexo (ya con Bruno, aún siendo jóvenes, había experimentado casi todo lo que se puede hacer en el sexo), y sabía que él, se lo había confesado en la discoteca, no había tenido prácticamente relación con chicas. Notaba como su lengua entraba en su boca, notaba el sabor de la cerveza, el sabor del Marlboro light… esa nueva mezcla de sabores, distinta a la de Bruno, le estaba excitando. Notaba sus braguitas empapadas, notaba como su clítoris estaba hinchado… y abrió la puerta trasera del Seat Ibiza, y continuó dentro. Jordi casi no le tocaba, Mar no sabía si fruto del alcohol o de su falta de experiencia con mujeres, pero ella sí tocaba su sexo mientras seguía saboreando su boca. Notaba como su bulto crecía debajo del pantalón. Notaba como ella llevaba en control y mandaba. Poco a poco desabrochó sus tejanos, bajó un poco su slip y empezó a tocar su polla. Estaba durísima, y notaba claramente como el líquido pre-seminal aparecía en la punta de su glande. Se acercó a su oído, le notaba totalmente dominado, y le susurró: ¿alguna vez te han hecho una mamada?. El titubeó, mezcla entre vergüenza y no saber muy bien cómo reaccionar, y finalmente contestó de manera negativa con un tenue hilo de voz. Ella volvió hacia su oído, me mordisqueó el lóbulo, y le susurró: pues hoy será la primera.

Bajó casi de manera violenta la cabeza hacia su regazó, lamió ese líquido pre-seminal que ya mojaba todo el glande, e introdujo su polla en su boca. Entera. Con esa sensación de poder de notarla toda dentro. Se sentía poderosa. Poco a poco lamió el tronco, de abajo a arriba, alternaba con movimientos en los que prácticamente la metía toda en su boca… se notaba empapada: empapada de sudor por el calor del momento y el coche, y empapada porque su sexo estaba ardiendo. Notó que él estaba a punto de acabar, y apretó aún más sus labios contra su glande. La verdad es que no aguantó mucho y emitió un gemido, señal de que iba a eyacular, y ella se aplicó para asegurar que ni una sola gota de semen escapaba de su boca. Solo había probado el semen de Bruno, y la verdad es que la situación de notar ese nuevo sabor en su boca le agradó y excitó a partes iguales. Se acercó a su boca y le besó, añadiendo al sabor de la cerveza y el Marlboro, ese sabor a semen que le inundaba las papilas gustativas. De nuevo, se acercó a su oído y le preguntó: ¿te ha gustado? De nuevo, él contestó con un tímido sí.

Pasaron al asiento de adelante, e iniciaron el camino de vuelta a la Ciudad Condal. Él prácticamente no hablaba, ni había estado muy activo en el asiento de atrás. Estaba perplejo. O superado. O una mezcla de todo. Ella estaba satisfecha, y encendida, por que él prácticamente ni la había tocado. Pero se sentía feliz, y sin ningún cargo de conciencia sobre lo que había pasado, siendo una mujer con pareja.

Cuando Mar acabó de contarle la historia a Bruno, este estaba asombrado. Asombrado por los años que ella había guardado el secreto. Excitado, no sabía bien bien por qué, pero el conocer esa historia, lejos de enfadarle o darle celos, le excitó de sobre manera. Según Mar había ido explicándole la historia, el notó como poco a poco sus mejillas se enrojecían. Le gustó esa sensación.

Estaban casi llegando a su destino, faltaba el último tramo de carretera de curvas para llegar, zona donde hay carriles de adelantamiento para poder adelantar a los números camiones que suben al valle. Y Bruno le dijo a Mar que tendría que pagar por lo que hizo. Le pidió que se desabrochase del todo la camisa blanca. Ella, obediente, así lo hizo. Era la penitencia que tendría que pagar. A Bruno le había gustado la sensación de saber a su mujer, novia por aquel entonces, estando con otro hombre. En uno de los últimos adelantamientos a un camión que debían quedar, en una recta larga, quedó en paralelo con un camión cisterna de leche, e hizo sonar el claxon. El conductor del camión se sorprendió por tener un vehículo adelantando y tocando el claxon, y miró hacia el monovolumen. Y pudo contemplar a Mar, con sus preciosos pechos a la vista, con su gran areola apuntado al frente, y los pezones de punta fruto de aire frío del aire acondicionado. Bruno pudo ver la cara del chico, un chico atractivo, con barba de dos días, como contemplaba el espectáculo. Y pudo también ver cómo Mar disfrutaba de sentirse deseada.

*** Continuará ***
 
Esta segunda parte del viaje prometía. Las feromonas ya habían hecho su parte, y lo que había empezado como pequeñas insinuaciones, ahora ya era una pasión desatada. Es cierto que de manera desigual: mientras Mar de vez en cuando acariciaba el miembro de su marido por encima del pantalón, Bruno solo podía comentarle lo excitado que estaba y decirle, textualmente, “eres una guarrilla”, ya que la carretera empezaba a estar llena de curvas por la proximidad al Pirineo, y él no podía dejar el volante para poder responderle de manera similar.

Puede que fuese por la excitación, que iba en aumento. Puede que fuese por la confianza que se tenían, que era máxima. O puede que fuese por la insistencia de Bruno, siempre preguntando por detalles de cuando ella había estado con otros hombres… Pero lo cierto es que seguramente una combinación de todo esto, Mar le empezó a contar…

Le empezó a contar que hace muchos años, cuando aún eran novios y jóvenes, acudió a una cena de excompañeros de clase de EGB. La cena se hizo en Mollet del Vallès, un pueblo cercano a Barcelona, donde estaba el colegio. Él recordaba vagamente que a veces ella asistía a ese tipo de cenas de excompañeros, pero le sorprendió que ahora, en ese momento, ella empezase a recordarle una de aquellas cenas en concreto.

Quedaron en Mollet, la mayoría fueron en tren, ya que casi ninguno tenía carnet de conducir, pero algunos fueron en coche. En aquella época no había tanta consciencia del “si bebes no conduzcas”, y algunos de aquellos chavales acudían con su coche, que les daba una mezcla de status y sensación de libertad. Era un local normal, típico para quedar alrededor de 20 personas, poder tomar unas tapas, recordar los años que compartieron juntos y las anécdotas sobre profesores, excompañeros o bromas, que ahora estarían más cerca de calificarse como Bullying que como bromas.

El ambiente era de alta tensión. En parte, por que hacía años que no se veían, y los compañeros que antes veían como niños, ahora eran ya adultos. Chicas con exuberantes curvas, escotes… chicos convertidos en hombres… En parte, también, por las sangrías que iban acompañando la cena. Después de muchas risas, la gran mayoría se dirigieron a la estación a tomar el tren de vuelta a Barcelona, mientras que siete u ocho, entre ellos Mar, fueron a una discoteca cercana.

Ella adoraba bailar, y lo cierto es que ella había sido una de las estrellas de la cena, ya que había pasado de ser una chica que pasaba desapercibida en clase, a ser una joven con un cuerpo espectacular, buen pecho, y muy atractiva. Por no hablar de la mini falda que llevaba. También es cierto que había un chico en la clase, Jordi, que para ella siempre había sido muy atractivo, pero que nunca le había hecho caso. Y Jordi, que también había mejorado con los años, había estado bastante por ella esa noche. Jordi iba a la discoteca también, lo que le daba un punto de morbo.

Ya en la discoteca, una vez superados los umbrales razonables del alcohol, estuvieron bailando juntos, bailes muy eróticos, desinhibidos. Él no tenía pareja, de hecho no había estado con muchas chicas. Mar sí, ya era novia de Bruno, pero a esas alturas de la noche, eso no parecía ser un impedimento para nada. Habían ido varios a la discoteca, pero ya cada uno iba por su lado: algunos habían encontrado conocidos por allí, otros simplemente habían hecho nuevos amigos… y ellos dos se quedaron solos. Iban los dos bastante bebidos, por lo que decidieron abandonar el local e ir para casa. Jordi era uno de los que había ido en coche, así que se acercaron a donde lo había aparcado. Ya era tarde, por lo que la zona donde había aparcado con dificultad por estar llena de vehículos, ahora parecía un desierto en medio del polígono.

Llegaron al coche, y cuando él iba a abrir la puerta, Mar le empujó contra el coche, y buscó su boca como tantas veces había deseado cuando eran compañeros de clase. Las tornas habían cambiado: de niños, ella le deseaba pero era transparente para él. Ahora ella era una mujer espectacular, con bastante experiencia en el sexo (ya con Bruno, aún siendo jóvenes, había experimentado casi todo lo que se puede hacer en el sexo), y sabía que él, se lo había confesado en la discoteca, no había tenido prácticamente relación con chicas. Notaba como su lengua entraba en su boca, notaba el sabor de la cerveza, el sabor del Marlboro light… esa nueva mezcla de sabores, distinta a la de Bruno, le estaba excitando. Notaba sus braguitas empapadas, notaba como su clítoris estaba hinchado… y abrió la puerta trasera del Seat Ibiza, y continuó dentro. Jordi casi no le tocaba, Mar no sabía si fruto del alcohol o de su falta de experiencia con mujeres, pero ella sí tocaba su sexo mientras seguía saboreando su boca. Notaba como su bulto crecía debajo del pantalón. Notaba como ella llevaba en control y mandaba. Poco a poco desabrochó sus tejanos, bajó un poco su slip y empezó a tocar su polla. Estaba durísima, y notaba claramente como el líquido pre-seminal aparecía en la punta de su glande. Se acercó a su oído, le notaba totalmente dominado, y le susurró: ¿alguna vez te han hecho una mamada?. El titubeó, mezcla entre vergüenza y no saber muy bien cómo reaccionar, y finalmente contestó de manera negativa con un tenue hilo de voz. Ella volvió hacia su oído, me mordisqueó el lóbulo, y le susurró: pues hoy será la primera.

Bajó casi de manera violenta la cabeza hacia su regazó, lamió ese líquido pre-seminal que ya mojaba todo el glande, e introdujo su polla en su boca. Entera. Con esa sensación de poder de notarla toda dentro. Se sentía poderosa. Poco a poco lamió el tronco, de abajo a arriba, alternaba con movimientos en los que prácticamente la metía toda en su boca… se notaba empapada: empapada de sudor por el calor del momento y el coche, y empapada porque su sexo estaba ardiendo. Notó que él estaba a punto de acabar, y apretó aún más sus labios contra su glande. La verdad es que no aguantó mucho y emitió un gemido, señal de que iba a eyacular, y ella se aplicó para asegurar que ni una sola gota de semen escapaba de su boca. Solo había probado el semen de Bruno, y la verdad es que la situación de notar ese nuevo sabor en su boca le agradó y excitó a partes iguales. Se acercó a su boca y le besó, añadiendo al sabor de la cerveza y el Marlboro, ese sabor a semen que le inundaba las papilas gustativas. De nuevo, se acercó a su oído y le preguntó: ¿te ha gustado? De nuevo, él contestó con un tímido sí.

Pasaron al asiento de adelante, e iniciaron el camino de vuelta a la Ciudad Condal. Él prácticamente no hablaba, ni había estado muy activo en el asiento de atrás. Estaba perplejo. O superado. O una mezcla de todo. Ella estaba satisfecha, y encendida, por que él prácticamente ni la había tocado. Pero se sentía feliz, y sin ningún cargo de conciencia sobre lo que había pasado, siendo una mujer con pareja.

Cuando Mar acabó de contarle la historia a Bruno, este estaba asombrado. Asombrado por los años que ella había guardado el secreto. Excitado, no sabía bien bien por qué, pero el conocer esa historia, lejos de enfadarle o darle celos, le excitó de sobre manera. Según Mar había ido explicándole la historia, el notó como poco a poco sus mejillas se enrojecían. Le gustó esa sensación.

Estaban casi llegando a su destino, faltaba el último tramo de carretera de curvas para llegar, zona donde hay carriles de adelantamiento para poder adelantar a los números camiones que suben al valle. Y Bruno le dijo a Mar que tendría que pagar por lo que hizo. Le pidió que se desabrochase del todo la camisa blanca. Ella, obediente, así lo hizo. Era la penitencia que tendría que pagar. A Bruno le había gustado la sensación de saber a su mujer, novia por aquel entonces, estando con otro hombre. En uno de los últimos adelantamientos a un camión que debían quedar, en una recta larga, quedó en paralelo con un camión cisterna de leche, e hizo sonar el claxon. El conductor del camión se sorprendió por tener un vehículo adelantando y tocando el claxon, y miró hacia el monovolumen. Y pudo contemplar a Mar, con sus preciosos pechos a la vista, con su gran areola apuntado al frente, y los pezones de punta fruto de aire frío del aire acondicionado. Bruno pudo ver la cara del chico, un chico atractivo, con barba de dos días, como contemplaba el espectáculo. Y pudo también ver cómo Mar disfrutaba de sentirse deseada.

*** Continuará ***
Deseando saber cómo continúa
 
Buffff madre mía, que buena historia compañero, deseando estoy leer la continuación!! Sois un espectáculo pareja!!
Ojalá algún día me cruce con vosotros en la Ciudad Condal!!
 
Esta segunda parte del viaje prometía. Las feromonas ya habían hecho su parte, y lo que había empezado como pequeñas insinuaciones, ahora ya era una pasión desatada. Es cierto que de manera desigual: mientras Mar de vez en cuando acariciaba el miembro de su marido por encima del pantalón, Bruno solo podía comentarle lo excitado que estaba y decirle, textualmente, “eres una guarrilla”, ya que la carretera empezaba a estar llena de curvas por la proximidad al Pirineo, y él no podía dejar el volante para poder responderle de manera similar.

Puede que fuese por la excitación, que iba en aumento. Puede que fuese por la confianza que se tenían, que era máxima. O puede que fuese por la insistencia de Bruno, siempre preguntando por detalles de cuando ella había estado con otros hombres… Pero lo cierto es que seguramente una combinación de todo esto, Mar le empezó a contar…

Le empezó a contar que hace muchos años, cuando aún eran novios y jóvenes, acudió a una cena de excompañeros de clase de EGB. La cena se hizo en Mollet del Vallès, un pueblo cercano a Barcelona, donde estaba el colegio. Él recordaba vagamente que a veces ella asistía a ese tipo de cenas de excompañeros, pero le sorprendió que ahora, en ese momento, ella empezase a recordarle una de aquellas cenas en concreto.

Quedaron en Mollet, la mayoría fueron en tren, ya que casi ninguno tenía carnet de conducir, pero algunos fueron en coche. En aquella época no había tanta consciencia del “si bebes no conduzcas”, y algunos de aquellos chavales acudían con su coche, que les daba una mezcla de status y sensación de libertad. Era un local normal, típico para quedar alrededor de 20 personas, poder tomar unas tapas, recordar los años que compartieron juntos y las anécdotas sobre profesores, excompañeros o bromas, que ahora estarían más cerca de calificarse como Bullying que como bromas.

El ambiente era de alta tensión. En parte, por que hacía años que no se veían, y los compañeros que antes veían como niños, ahora eran ya adultos. Chicas con exuberantes curvas, escotes… chicos convertidos en hombres… En parte, también, por las sangrías que iban acompañando la cena. Después de muchas risas, la gran mayoría se dirigieron a la estación a tomar el tren de vuelta a Barcelona, mientras que siete u ocho, entre ellos Mar, fueron a una discoteca cercana.

Ella adoraba bailar, y lo cierto es que ella había sido una de las estrellas de la cena, ya que había pasado de ser una chica que pasaba desapercibida en clase, a ser una joven con un cuerpo espectacular, buen pecho, y muy atractiva. Por no hablar de la mini falda que llevaba. También es cierto que había un chico en la clase, Jordi, que para ella siempre había sido muy atractivo, pero que nunca le había hecho caso. Y Jordi, que también había mejorado con los años, había estado bastante por ella esa noche. Jordi iba a la discoteca también, lo que le daba un punto de morbo.

Ya en la discoteca, una vez superados los umbrales razonables del alcohol, estuvieron bailando juntos, bailes muy eróticos, desinhibidos. Él no tenía pareja, de hecho no había estado con muchas chicas. Mar sí, ya era novia de Bruno, pero a esas alturas de la noche, eso no parecía ser un impedimento para nada. Habían ido varios a la discoteca, pero ya cada uno iba por su lado: algunos habían encontrado conocidos por allí, otros simplemente habían hecho nuevos amigos… y ellos dos se quedaron solos. Iban los dos bastante bebidos, por lo que decidieron abandonar el local e ir para casa. Jordi era uno de los que había ido en coche, así que se acercaron a donde lo había aparcado. Ya era tarde, por lo que la zona donde había aparcado con dificultad por estar llena de vehículos, ahora parecía un desierto en medio del polígono.

Llegaron al coche, y cuando él iba a abrir la puerta, Mar le empujó contra el coche, y buscó su boca como tantas veces había deseado cuando eran compañeros de clase. Las tornas habían cambiado: de niños, ella le deseaba pero era transparente para él. Ahora ella era una mujer espectacular, con bastante experiencia en el sexo (ya con Bruno, aún siendo jóvenes, había experimentado casi todo lo que se puede hacer en el sexo), y sabía que él, se lo había confesado en la discoteca, no había tenido prácticamente relación con chicas. Notaba como su lengua entraba en su boca, notaba el sabor de la cerveza, el sabor del Marlboro light… esa nueva mezcla de sabores, distinta a la de Bruno, le estaba excitando. Notaba sus braguitas empapadas, notaba como su clítoris estaba hinchado… y abrió la puerta trasera del Seat Ibiza, y continuó dentro. Jordi casi no le tocaba, Mar no sabía si fruto del alcohol o de su falta de experiencia con mujeres, pero ella sí tocaba su sexo mientras seguía saboreando su boca. Notaba como su bulto crecía debajo del pantalón. Notaba como ella llevaba en control y mandaba. Poco a poco desabrochó sus tejanos, bajó un poco su slip y empezó a tocar su polla. Estaba durísima, y notaba claramente como el líquido pre-seminal aparecía en la punta de su glande. Se acercó a su oído, le notaba totalmente dominado, y le susurró: ¿alguna vez te han hecho una mamada?. El titubeó, mezcla entre vergüenza y no saber muy bien cómo reaccionar, y finalmente contestó de manera negativa con un tenue hilo de voz. Ella volvió hacia su oído, me mordisqueó el lóbulo, y le susurró: pues hoy será la primera.

Bajó casi de manera violenta la cabeza hacia su regazó, lamió ese líquido pre-seminal que ya mojaba todo el glande, e introdujo su polla en su boca. Entera. Con esa sensación de poder de notarla toda dentro. Se sentía poderosa. Poco a poco lamió el tronco, de abajo a arriba, alternaba con movimientos en los que prácticamente la metía toda en su boca… se notaba empapada: empapada de sudor por el calor del momento y el coche, y empapada porque su sexo estaba ardiendo. Notó que él estaba a punto de acabar, y apretó aún más sus labios contra su glande. La verdad es que no aguantó mucho y emitió un gemido, señal de que iba a eyacular, y ella se aplicó para asegurar que ni una sola gota de semen escapaba de su boca. Solo había probado el semen de Bruno, y la verdad es que la situación de notar ese nuevo sabor en su boca le agradó y excitó a partes iguales. Se acercó a su boca y le besó, añadiendo al sabor de la cerveza y el Marlboro, ese sabor a semen que le inundaba las papilas gustativas. De nuevo, se acercó a su oído y le preguntó: ¿te ha gustado? De nuevo, él contestó con un tímido sí.

Pasaron al asiento de adelante, e iniciaron el camino de vuelta a la Ciudad Condal. Él prácticamente no hablaba, ni había estado muy activo en el asiento de atrás. Estaba perplejo. O superado. O una mezcla de todo. Ella estaba satisfecha, y encendida, por que él prácticamente ni la había tocado. Pero se sentía feliz, y sin ningún cargo de conciencia sobre lo que había pasado, siendo una mujer con pareja.

Cuando Mar acabó de contarle la historia a Bruno, este estaba asombrado. Asombrado por los años que ella había guardado el secreto. Excitado, no sabía bien bien por qué, pero el conocer esa historia, lejos de enfadarle o darle celos, le excitó de sobre manera. Según Mar había ido explicándole la historia, el notó como poco a poco sus mejillas se enrojecían. Le gustó esa sensación.

Estaban casi llegando a su destino, faltaba el último tramo de carretera de curvas para llegar, zona donde hay carriles de adelantamiento para poder adelantar a los números camiones que suben al valle. Y Bruno le dijo a Mar que tendría que pagar por lo que hizo. Le pidió que se desabrochase del todo la camisa blanca. Ella, obediente, así lo hizo. Era la penitencia que tendría que pagar. A Bruno le había gustado la sensación de saber a su mujer, novia por aquel entonces, estando con otro hombre. En uno de los últimos adelantamientos a un camión que debían quedar, en una recta larga, quedó en paralelo con un camión cisterna de leche, e hizo sonar el claxon. El conductor del camión se sorprendió por tener un vehículo adelantando y tocando el claxon, y miró hacia el monovolumen. Y pudo contemplar a Mar, con sus preciosos pechos a la vista, con su gran areola apuntado al frente, y los pezones de punta fruto de aire frío del aire acondicionado. Bruno pudo ver la cara del chico, un chico atractivo, con barba de dos días, como contemplaba el espectáculo. Y pudo también ver cómo Mar disfrutaba de sentirse deseada.

*** Continuará ***
Qué morbo!!!! Esperando saber...... :love:
Cuidado con la carretera. ;)
 
Esta segunda parte del viaje prometía. Las feromonas ya habían hecho su parte, y lo que había empezado como pequeñas insinuaciones, ahora ya era una pasión desatada. Es cierto que de manera desigual: mientras Mar de vez en cuando acariciaba el miembro de su marido por encima del pantalón, Bruno solo podía comentarle lo excitado que estaba y decirle, textualmente, “eres una guarrilla”, ya que la carretera empezaba a estar llena de curvas por la proximidad al Pirineo, y él no podía dejar el volante para poder responderle de manera similar.

Puede que fuese por la excitación, que iba en aumento. Puede que fuese por la confianza que se tenían, que era máxima. O puede que fuese por la insistencia de Bruno, siempre preguntando por detalles de cuando ella había estado con otros hombres… Pero lo cierto es que seguramente una combinación de todo esto, Mar le empezó a contar…

Le empezó a contar que hace muchos años, cuando aún eran novios y jóvenes, acudió a una cena de excompañeros de clase de EGB. La cena se hizo en Mollet del Vallès, un pueblo cercano a Barcelona, donde estaba el colegio. Él recordaba vagamente que a veces ella asistía a ese tipo de cenas de excompañeros, pero le sorprendió que ahora, en ese momento, ella empezase a recordarle una de aquellas cenas en concreto.

Quedaron en Mollet, la mayoría fueron en tren, ya que casi ninguno tenía carnet de conducir, pero algunos fueron en coche. En aquella época no había tanta consciencia del “si bebes no conduzcas”, y algunos de aquellos chavales acudían con su coche, que les daba una mezcla de status y sensación de libertad. Era un local normal, típico para quedar alrededor de 20 personas, poder tomar unas tapas, recordar los años que compartieron juntos y las anécdotas sobre profesores, excompañeros o bromas, que ahora estarían más cerca de calificarse como Bullying que como bromas.

El ambiente era de alta tensión. En parte, por que hacía años que no se veían, y los compañeros que antes veían como niños, ahora eran ya adultos. Chicas con exuberantes curvas, escotes… chicos convertidos en hombres… En parte, también, por las sangrías que iban acompañando la cena. Después de muchas risas, la gran mayoría se dirigieron a la estación a tomar el tren de vuelta a Barcelona, mientras que siete u ocho, entre ellos Mar, fueron a una discoteca cercana.

Ella adoraba bailar, y lo cierto es que ella había sido una de las estrellas de la cena, ya que había pasado de ser una chica que pasaba desapercibida en clase, a ser una joven con un cuerpo espectacular, buen pecho, y muy atractiva. Por no hablar de la mini falda que llevaba. También es cierto que había un chico en la clase, Jordi, que para ella siempre había sido muy atractivo, pero que nunca le había hecho caso. Y Jordi, que también había mejorado con los años, había estado bastante por ella esa noche. Jordi iba a la discoteca también, lo que le daba un punto de morbo.

Ya en la discoteca, una vez superados los umbrales razonables del alcohol, estuvieron bailando juntos, bailes muy eróticos, desinhibidos. Él no tenía pareja, de hecho no había estado con muchas chicas. Mar sí, ya era novia de Bruno, pero a esas alturas de la noche, eso no parecía ser un impedimento para nada. Habían ido varios a la discoteca, pero ya cada uno iba por su lado: algunos habían encontrado conocidos por allí, otros simplemente habían hecho nuevos amigos… y ellos dos se quedaron solos. Iban los dos bastante bebidos, por lo que decidieron abandonar el local e ir para casa. Jordi era uno de los que había ido en coche, así que se acercaron a donde lo había aparcado. Ya era tarde, por lo que la zona donde había aparcado con dificultad por estar llena de vehículos, ahora parecía un desierto en medio del polígono.

Llegaron al coche, y cuando él iba a abrir la puerta, Mar le empujó contra el coche, y buscó su boca como tantas veces había deseado cuando eran compañeros de clase. Las tornas habían cambiado: de niños, ella le deseaba pero era transparente para él. Ahora ella era una mujer espectacular, con bastante experiencia en el sexo (ya con Bruno, aún siendo jóvenes, había experimentado casi todo lo que se puede hacer en el sexo), y sabía que él, se lo había confesado en la discoteca, no había tenido prácticamente relación con chicas. Notaba como su lengua entraba en su boca, notaba el sabor de la cerveza, el sabor del Marlboro light… esa nueva mezcla de sabores, distinta a la de Bruno, le estaba excitando. Notaba sus braguitas empapadas, notaba como su clítoris estaba hinchado… y abrió la puerta trasera del Seat Ibiza, y continuó dentro. Jordi casi no le tocaba, Mar no sabía si fruto del alcohol o de su falta de experiencia con mujeres, pero ella sí tocaba su sexo mientras seguía saboreando su boca. Notaba como su bulto crecía debajo del pantalón. Notaba como ella llevaba en control y mandaba. Poco a poco desabrochó sus tejanos, bajó un poco su slip y empezó a tocar su polla. Estaba durísima, y notaba claramente como el líquido pre-seminal aparecía en la punta de su glande. Se acercó a su oído, le notaba totalmente dominado, y le susurró: ¿alguna vez te han hecho una mamada?. El titubeó, mezcla entre vergüenza y no saber muy bien cómo reaccionar, y finalmente contestó de manera negativa con un tenue hilo de voz. Ella volvió hacia su oído, me mordisqueó el lóbulo, y le susurró: pues hoy será la primera.

Bajó casi de manera violenta la cabeza hacia su regazó, lamió ese líquido pre-seminal que ya mojaba todo el glande, e introdujo su polla en su boca. Entera. Con esa sensación de poder de notarla toda dentro. Se sentía poderosa. Poco a poco lamió el tronco, de abajo a arriba, alternaba con movimientos en los que prácticamente la metía toda en su boca… se notaba empapada: empapada de sudor por el calor del momento y el coche, y empapada porque su sexo estaba ardiendo. Notó que él estaba a punto de acabar, y apretó aún más sus labios contra su glande. La verdad es que no aguantó mucho y emitió un gemido, señal de que iba a eyacular, y ella se aplicó para asegurar que ni una sola gota de semen escapaba de su boca. Solo había probado el semen de Bruno, y la verdad es que la situación de notar ese nuevo sabor en su boca le agradó y excitó a partes iguales. Se acercó a su boca y le besó, añadiendo al sabor de la cerveza y el Marlboro, ese sabor a semen que le inundaba las papilas gustativas. De nuevo, se acercó a su oído y le preguntó: ¿te ha gustado? De nuevo, él contestó con un tímido sí.

Pasaron al asiento de adelante, e iniciaron el camino de vuelta a la Ciudad Condal. Él prácticamente no hablaba, ni había estado muy activo en el asiento de atrás. Estaba perplejo. O superado. O una mezcla de todo. Ella estaba satisfecha, y encendida, por que él prácticamente ni la había tocado. Pero se sentía feliz, y sin ningún cargo de conciencia sobre lo que había pasado, siendo una mujer con pareja.

Cuando Mar acabó de contarle la historia a Bruno, este estaba asombrado. Asombrado por los años que ella había guardado el secreto. Excitado, no sabía bien bien por qué, pero el conocer esa historia, lejos de enfadarle o darle celos, le excitó de sobre manera. Según Mar había ido explicándole la historia, el notó como poco a poco sus mejillas se enrojecían. Le gustó esa sensación.

Estaban casi llegando a su destino, faltaba el último tramo de carretera de curvas para llegar, zona donde hay carriles de adelantamiento para poder adelantar a los números camiones que suben al valle. Y Bruno le dijo a Mar que tendría que pagar por lo que hizo. Le pidió que se desabrochase del todo la camisa blanca. Ella, obediente, así lo hizo. Era la penitencia que tendría que pagar. A Bruno le había gustado la sensación de saber a su mujer, novia por aquel entonces, estando con otro hombre. En uno de los últimos adelantamientos a un camión que debían quedar, en una recta larga, quedó en paralelo con un camión cisterna de leche, e hizo sonar el claxon. El conductor del camión se sorprendió por tener un vehículo adelantando y tocando el claxon, y miró hacia el monovolumen. Y pudo contemplar a Mar, con sus preciosos pechos a la vista, con su gran areola apuntado al frente, y los pezones de punta fruto de aire frío del aire acondicionado. Bruno pudo ver la cara del chico, un chico atractivo, con barba de dos días, como contemplaba el espectáculo. Y pudo también ver cómo Mar disfrutaba de sentirse deseada.

*** Continuará ***

Llegaron al hotel. Estaban cansados del viaje. Aunque no había sido un viaje para nada aburrido, las horas sentados en el coche les animaban a salir y estirar las piernas.

Era un hotel rural, rústico, muy bonito por fuera. Justo lo que esperaban. Hicieron el check-in, y quizás fue el aire fresco de la primavera pirenaica, se sintieron más “relajados”. Subieron a la habitación, y quedaron gratamente sorprendidos. A pesar de que había visto las fotos en la web al realizar la reserva, lo cierto es que la combinación del exterior rústico, y el interior moderno, con todas las comodidades, les encantó. Habitación grande, cama King-size, baño con jacuzzi grande y una ventana grande que daba a la habitación, y una terraza, no muy grande, con dos hamacas y espectaculares vistas hacia Aigüestortes.

Decidieron darse una ducha rápida y salir a dar un paseo por el pueblo, para conocer un poco el entorno y localizar los típicos lugares de interés: oficina de turismo, bares, etc….

Para estar en primavera y a 1.500 metros sobre el nivel del mar, no hacía mucho frío. Iban arreglados pero informales. Bruno con un pantalón de lino claro, camisa azul y zapatos. Mar, con una falda larga negra, una blusa blanca, unos zapatos negros con un tacón considerable, y una chaqueta de punto para cuando refrescase. Estaban a punto de salir de la habitación, cuando Bruno la tomó del brazo y la paró. Se agachó frente a ella, como aquel que fuese a pedirle matrimonio. Pero no fue matrimonio lo que le pidió, si no que poco a poco bajó sus braguitas de encaje recién puestas, y le dijo: “no las necesitas”. En vez de un anillo, le ofreció un pequeño huevo vibrador, de color rosa, y le dijo “póntelo”. Ella obedeció, le encantaba el juego de sentirse sumisa. Lo metió en su boca, lo llenó de saliva para facilitar la entrada, y con una facilidad digna de mención, lo introdujo en su vagina, asegurando que entrase lo suficiente para que no le molestase al caminar.

Les encantaba pasear por pueblos del Pirineo, sentir el silencio, la paz, lejos del bullicio de la Ciudad Condal, oliendo a montaña, oliendo a verde. Pero también les encantaba el morbo de saber que iba sin sus braguitas, nadie lo sabía, solo ellos, pero ya era motivo de morbo y excitación.

Se acercaron a la oficina de turismo, cerraba pronto, así que tuvieron que acelerar el paso para poder llegar. Querían preguntar algunas dudas sobre el acceso a Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. No parecía una ruta muy difícil, pero querían asegurarse, antes de subir el sábado, de la duración y la dificultad. La oficina estaba a punto de cerrar, pero pudieron entrar para pedir la información. Mar era la encargada de preguntar las dudas, así que se acercó al mostrador, donde un chico joven, de unos 25 años y muy fibrado, le daba la bienvenida al Valle. Bruno se quedó algo rezagado, mirando el móvil, mientras Mar preguntaba las cuatro cosas que quería saber. De pronto, dio un pequeño brinco. Notó como algo en su interior empezaba a vibrar. Notó como el huevo que su amado marido le había pedido que se pusiese, empezaba a hacer de las suyas. Le costó disimular, lo justo para poder girarse y mirar a Bruno, que a unos metros estaba con el móvil en la mano, sin duda, controlando el diabólico juguete que vibraba dentro de ella. El chico del mostrador notó que algo pasaba, pero muy profesional, siguió con las explicaciones de la ascensión a Aigüestortes. Ella, mientras tanto, hacías esfuerzos por guardar la compostura, apretando las piernas fuertemente como si tuviese miedo a que saliese, mordiendo su labio inferior, y fingiendo interés por las explicaciones del muchacho.

No podría describir cuanto tiempo pasó, pero por fin notó que el aparato paró. Sintió un gran alivio. Por fin sus sentidos se volvieron poder centrar en el pobre chico, que le explicaba con esmero las indicaciones en el mapa.

Agradeció al chico por sus detalladas explicaciones y por la atención recibida y se dirigió a la puerta, dando la espalda tanto al muchacho como a Bruno. Cuanto estaba casi a punto de llegar a la puerta, se giró para dirigirse de nuevo al chico: “Disculpa, como te llamas? Que no te he preguntado” le preguntó. Mientras se giraba, se aseguró que la enorme raja de su falda quedara alineada con su pierna, y sujetó su bolso junto a la tela de su falda, de tal manera que ésta subió tanto, que solo faltaban unos centímetros para que su pubis quedase al descubierto. El chico no pudo dejar de fijar su vista en tremendo espectáculo y quedar con la boca abierta, para balbucear “Xavi”. Ella, sabiéndose protagonista, le respondió con un “Gràcies Xavi”, y salió del local. Bruno, que estaba casi igual de sorprendido que el pobre muchacho, le miró y se encogió de hombros, mientras se despedía de él y salía también de nuevo a la calle.

Ya en la calle se miraron y sonrieron. Bruno la abrazó y le dio un apasionado beso, degustando de nuevo el sabor de ella. Notó que ella hacía un movimiento extraño: Mar había acercado sus dedos índice y corazón de la mano derecha hacia su empapado sexo, los había untado bien, y los había interpuesto entre sus bocas, donde Bruno pudo comprobar lo empapada que estaba, y de nuevo ese sabor que tanto le gustaba.

Siguieron paseando por el pueblo, disfrutando del paisaje e intentando apaciguar su calentura, haciendo tiempo para volver de nuevo al hotel y cenar.

El hotel tenía pocas habitaciones, por lo que era bastante acogedor. El comedor no era muy grande, pero las mesas estaban bastante separadas, lo que hacía que pudiesen hablar tranquilamente. Una vez finalizados los postres, tomaron sus copas de vino blanco (lo poco que quedaba de la botella, y que hacía que tuviesen esa leve sensación de mareo) para acabar de tomarlas en la planta de arriba, una especie de sala enorme con unos sofás para los huéspedes, y una enorme biblioteca que cubría todas las paredes. Era lugar mágico, lleno de libros de todo tipo, con lámparas de mesa de época, que lo hacían singular. Más tarde supieron que el dueño del hotel era un verdadero fan de los libros, y que ese era un espacio que él había creado para satisfacer su pasión.

Se acercaron a uno de los sofás. Era un espacio amplio, y solo había dos personas allí, tomando también una copa. Se sentaron, contemplando cada una de las estanterías de libros perfectamente ordenadas, cada detalle de mesitas, lámparas, alfombras… Mar era una gran amante de los libros, se levantó para ir mirando qué tipo de libros había, si localizaba algunas de sus novelas favoritas… localizó “El amor en los tiempos del cólera”, una sus favoritas. La sacó como el que trata un objeto valioso. Siguió el mismo ritual con “Jane Eyre”, con “50 Sombras de Grey”, con “Millennium” y casi sin darse cuenta, se encontró a escasos metros de esas dos personas, que resultaron ser una pareja. No se había dado cuenta de lo cerca que estaban, por inercia levantó la vista de los libros para mirarles a la cara. Notó como su rostro se tornaba rojo, como ardía. Notó un nudo en el estómago. Notó como su sexo ardía de nuevo. ¿Cómo podía ser posible? Ella conocía ese rostro masculino. Ella conocía esa sonrisa. Estaba a escasos metros del chico atractivo que, unas horas antes, había sonreído a través de la ventana de su camión mientras contemplaba su busto desnudo.


*** Continuará ***
 
Dios mío bendito!! La cosa se pone interesante…el conductor ataca de nuevo…impaciente estoy por saber cómo ese conductor no se lanzó sobre Mar…
 
Yo también, en el coche (estacionado, claro). La polla dura y mancha de precorrida..... Ufff..
Siempre imaginando tu cuerpo..... 😍👍🏼
 

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