Hola. Hace unos días os conté nuestra primera experiencia exhibicionista con un invitado con el que habíamos quedado para jugar expresamente a eso. Pues hoy voy a continuar relatando un poco lo que fue aconteciendo a continuación.
Después de los nervios iniciales que hacían que mis manos y las manos del invitado temblaran como las de unos bebés (y eso se notaba cuando cogíamos nuestros respectivos vasos) lo que hacía que mi mujer se descojonara de la risa porque la hacía sentirse segura de sí misma; después de comprobar que el invitado sabía estar, sabía comportarse y sabía mantener el adecuado respeto; después de mantener una buena conversación, normal, de varios temas incluido el tema que teníamos ante nuestros ojos; después de la desinhibición que va inundando el ambiente poco a poco gracias a las cervezas...es mi mujer la que propone dar un paseo por las calles de la población en la que estábamos y hacernos unas fotos para archivar en mi fototeca particular (porque sabe que me encanta y además a eso habíamos ido).
Y ahí llega la siguiente sorpresa para el invitado y para mi...
La soltura de mi esposa, su atrevimiento, su naturalidad, abriéndose de piernas para cada pose cual si de una actriz erótica se tratara, dejando ver su sexo totalmente abierto a escasos centímetros de los ojos del invitado que, lógicamente, veía mucho más de lo que él se había imaginado antes de iniciar el viaje para la cita. Es importante que recordéis que las tetas se le veían sin problema ya que llevaba una camisa totalmente transparente.
Yo, por mi parte, aprovechaba a disparar fotos a lo loco, sin darme tiempo a mi mismo ni siquiera a enfocar debido a los nervios, lo que hizo que gran parte de las fotos salieran movidas (si os fijáis, se ve claramente el desenfoque en alguna).
Mi mujer consiguió transmitirme una sensación totalmente contradictoria. Por un lado estaba regalándome un espectáculo exhibicionista tal y como lo habíamos hablado muchas veces y yo había soñado como una gran fantasía que nunca pensé pudiera llegar a hacerse realidad y, por otra parte, estaba haciéndome sentir envidia del invitado, de la suerte que tenía. Me hubiera gustado en aquel momento poder estar leyendo sus pensamientos y sus sensaciones.
En definitiva, fue algo tan emocionante que no encuentro las palabras adecuadas para poder trasmitir en este relato lo que sentí.
Por su parte, el invitado, con el que seguimos en contacto, me contó que la experiencia fue tremendamente positiva y mucho más de lo que se esperaba.
Y mi mujer se sintió bien y muy satisfecha de haberme regalado un sueño. Y los sueños ni son fáciles de regalar ni tienen por qué tener punto final porque pueden tener continuación...
Y, como siempre, ahí os dejo el documento gráfico. Ojalá os guste todo esto.