La cena del Idiota

Creo que Rafa tiene mucho que decir en esta historia, Alba ya le usó como a Dani, y si aparece puede abrir los ojos a Dani, y hacerle ver que los amigos de Alba son todos unos miserables que están haciendo el juego de Aníbal.
Alba está desencantada con su novio y se deja querer por sus amigos, le da palo humillarle así, pero no va a impedir que se folle a Aníbal.
Y Dani va a sufrir 💔 mucho, pero que mucho...
 
Creo que Rafa tiene mucho que decir en esta historia, Alba ya le usó como a Dani, y si aparece puede abrir los ojos a Dani, y hacerle ver que los amigos de Alba son todos unos miserables que están haciendo el juego de Aníbal.
Alba está desencantada con su novio y se deja querer por sus amigos, le da palo humillarle así, pero no va a impedir que se folle a Aníbal.
Y Dani va a sufrir 💔 mucho, pero que mucho...
Si que va a sufrir Dani, en eso conicidimos todos y de forma cruel pienso yo. Esta hipótesis del posible papel de Rafa ya ha sido comentada y no la descarto porque es muy válida. Por otro lado si que Anibal es un depredador en toda regla, observa, manipula ofreciendo su cara simpática para así ir acorralando a su deseada presa, es decir la gatita Alba....
No entiendo a Alba!
 
Un meteorito como en "your name" 😅
El final que propone Javieron sería un fina apoteosico!!
.....saliendo del pueblo en su coche chatarra, la mirada fija en la carretera, sin querer mirar atràs y cuando pasa por la gasolinera del pueblo y sin girar la cabeza, lanza un mechero zippo encendido...BOOOOMMM!!!!!!.....The End
 
Creo que Rafa tiene mucho que decir en esta historia, Alba ya le usó como a Dani, y si aparece puede abrir los ojos a Dani, y hacerle ver que los amigos de Alba son todos unos miserables que están haciendo el juego de Aníbal.
Alba está desencantada con su novio y se deja querer por sus amigos, le da palo humillarle así, pero no va a impedir que se folle a Aníbal.
Y Dani va a sufrir 💔 mucho, pero que mucho...
Realmente no sabemos lo que pasó con Rafa ….espero el escritor nos pueda contar la vereda de lo que pasó
 

Noche de juegos​


La casa de Gonzalo y Gloria era un casoplón. Nada que ver con la del gordo Rocho. Un edificio de dos plantas en primera línea de costa, por la que también se podía acceder a través del jardín trasero si se llegaba desde la playa, cruzando el paseo que la bordeaba. Dani no se podía encontrar más fuera de su lugar. No estaba acostumbrado a rodearse de gente de tanto nivel. Gonzalo era dueño de su propio negocio; había montado un pequeño bufete con ayuda de un compañero de universidad. Por lo que se veía le debía ir verdaderamente bien.

Antes de sentarse a la mesa, los anfitriones hicieron una tournée por la casa para enseñarla (o presumir de ella). Lo mejor o más llamativo era el salón en la planta baja. Amplio, luminoso y con grandes puertas acristaladas que conectaban con el jardín trasero donde, si se les antojaba, podían darse un chapuzón en su piscina.

Otra parte peculiar era un cuarto en una especie de semisótano. Gonzalo explicó que inicialmente funcionó como despacho hasta que abrió el nuevo con su socio en el centro de la ciudad. Desde entonces hacía las veces de centro secreto de reuniones varoniles.

—Es donde Gonzo se junta con sus amigotes para esconderse de mí —dijo Gloria—. Ya sabes, cosas de tíos a los que les gusta ver pelis de las suyas o hablar de chicas sin que nosotras les oigamos.

—Es que ya te vale, Gonzo. Qué mal marido eres —reprochó León en broma.

—Calla, que tú estás con él en todas —Lidia le soltó una colleja que le hizo encoger el cuello. Todos se echaron a reír—. Menudo peligro que tienen éstos. No sabes la de horas que meten aquí —le dijo a Dani.

—A ver —intervino Gonzalo—, esto es como un cuarto de entretenimiento. Lo mismo echamos unas partidas a la XBox o la Play; o nos vemos una peli en 3D; o nos metemos unos tragos de tranquis o… lo que sea.

—Sí, eso, lo que sea —corroboró su mujer Gloria con un gesto que Dani no sabría descifrar hasta días más tarde.

El cuarto era el sueño de todo adolescente. Videoconsolas, una pantalla plana enorme, altavoces para un sonido envolvente, torres repletas de DVD con películas y juegos…

—¿Y esa puerta de allí? —preguntó Dani señalando al fondo.

Gonzalo intercambió una mirada con su mujer y sonrió amable. —Esa puerta… bueno, hace mucho que no se usa.

Todos, incluidos Marcos y Martina habían apartado la mirada incómodos. Se dio cuenta de que esa no era una puerta cualquiera. Algo le decía que no iba a ser un mero almacén.

—¿Qué hay detrás? —insistió.

—¿De verdad lo quieres saber? —preguntó Gonzalo haciéndose el interesante.

—Solo preguntaba por curiosidad. —contestó encogiendo los hombros.

—Díselo, Gonzalo —dijo León sonriendo de oreja a oreja.

—Tal vez otro día —zanjó Gloria—. Ahora sigamos con el recorrido. Venga, que Alba todavía no ha visto la planta de arriba.

Todos la siguieron. Aquel cuarto y su puerta misteriosa quedaron abandonados donde los habían encontrado. El resto de la casa resultó todo lo interesante que puede ser una vivienda donde sobra el dinero para decorarla con buen gusto.

Dani descubrió que, tal y como habían dicho en la playa, la cena y la noche al completo la hacían en su honor. Lo trataron bien, lo agasajaron. Demasiado quizás. Tanto que comenzó a sentirse abrumado. El propio Aníbal, que a menudo ejercía de centro de atención, no dejaba de estar pendiente de él. Se preguntó si sabría que había recuperado las bragas de su bolsillo.

Alba estaba en su salsa, riendo y disfrutando con sus amigas. Él se refugió en la compañía de Eva. Terminaron descolgados del resto, charlando en un rincón.

—Gracias por no contar nada de lo que te dije —agradeció Eva—. Enrico me ha dicho que tu novia ha estado sonsacándole sobre mí.

—Pues he estado a punto de sacar el tema, no creas.

—No te obsesiones con eso. Esta gente no deja de hacer cosas de ese tipo. Para ellos, lo de anoche es más habitual de lo que crees.

—Para ellos, claro.

—Dani, en serio, déjalo. —Él asintió taciturno, pero su semblante decía que no lo iba a hacer. Ella lo tomó de la mano—. Me apuesto el cuello a que Alba no hizo nada. Menuda es para que la obliguen a algo.

Eso le hizo sonreír. En una sola noche su amiga ya la había calado.

—¿Te puedo dar un abrazo?

Eva lo recibió con la misma sonrisa y ambos se juntaron en uno solo, disfrutando del contacto y de tantos años sin verse. Quizás estuvieron más tiempo del necesario. Alba, que no les había quitado ojo, apartó la mirada cuando se separaron.

Gonzalo y Gloria instaron al grupo a moverse al salón y todos se fueron repartiendo entre los asientos disponibles. Dani fue a sentarse con su novia, pero ella se apartó de él yendo al borde del sofá y dejando a Martina entre ambos. En el sofá contiguo, junto a Alba, se encontraba Aníbal.

El grupo había pasado del fino tinto a otros licores más fuertes y, como de costumbre, Enrico les llevaba ventaja.

—Qué casualidad —dijo León con su carcajada permanente—. Nos hemos sentado exactamente igual que ayer. Cada uno donde estaba.

Dani miró a su novia que, en ese momento, susurraba con Aníbal en el sofá contiguo y le recorrió un escalofrío por la espalda. Alba, que había levantado la cabeza cuando oyó a León, escondió la mirada tras su vaso.

—Qué pena que no estuvieras, Dani —dijo Marcos—. Lo hubieras pasado bien.

—O a lo mejor no —rió Celia en un comentario con segundas intenciones.

Todos se carcajearon y él sonrió como el novato que no pilla la broma. Alba intercambió una mirada con Celia.

—Podríamos repetirlo —añadió Aníbal como si estuviera sincronizado.

Aunque había sido en broma, todos se rebulleron en sus asientos, nerviosos. Fue entonces cuando empezó a darse cuenta de que todas las miradas estaban puestas en él.

—A Dani no le gustan ese tipo de juegos —dijo Alba con rapidez.

—Depende de qué juegos —devolvió la mirada a su novia, retador.

—Los nuestros son inofensivos —intervino León dando un codazo a Lidia, su novia.

—Sí, mucho —contestó ella haciendo un mohín—. La mar de inofensivos.

—¿Los de anoche lo fueron? —Dani volvía a la carga.

—Sí, Dani, por completo. —Mirada de aviso de Alba—. ¿Contento?

—Qué bueno. Y entonces… ¿Me los podéis contar?

Alba, que no entendía la actitud de su novio, le clavó la mirada. Segundo aviso.

—Che, che, che, Danielito. No tan rápido. Lo que pasa en los juegos, se queda en los juegos. —dijo Celia sonriente—. Para saber lo que ocurre, hay que jugar en ellos.

Acababa de ponerle la zanahoria delante del morro. Alba reaccionó enseguida. —Ya se lo habéis dejado claro. A ver, ¿no hay más bebida? Mi vaso está vacío.

Pero no coló. Celia, siempre atenta, había visto la oportunidad de volver a repetir lo de anoche. —Estuvimos confesando secretitos. —Escondió su risita detrás de su bebida—. Ahora sabemos más cosas de ti. Cosas cochinas.

—¿Sí?, ¿Qué cosas? —insistía pese al malestar de Alba por no dejarlo estar.

—Pues ya sabes. Esas cosas que se dicen cuando estas algo… borrachita. Y ayer íbamos todos muy perjudicados. Pero mucho, mucho. Tu novia también.

Alba volvió a negar con la cabeza. «Prometiste dejarlo», le estaba recordando, «déjalo». Debió haber hecho caso. Pero aquellas bragas quemaban demasiado.

—¿Y no habría una manera de conocerlas? —continuaba Dani.

—Sí, la hay.

Celia se levantó y se acercó a la mesa. Estaba repleta de botellas. Tomó una, la tumbó y la hizo girar. Había apartado el resto para hacer sitio.

—Eh, eh, para, bonita, para —dijo Alba viendo la jugada—. Yo no he dicho que quiera jugar.

—Pero tu novio sí. Y los demás estamos de acuerdo, ¿verdad?

Todos asintieron excepto Eva y Martina que miraban a sus respectivos novios con semblante inquisitivo.

—¿En serio que quieres, Dani? —espetó Alba intentando que reculara.

La botella se paró y la mirada de todos se clavó en él, esperando su beneplácito. Dani apretaba la mandíbula manteniendo un pulso con su novia. Sabía que si aceptaba jugar, ella se lo haría pagar.

…pero las bragas quemaban demasiado. Aníbal, por detrás de ella, tampoco le quitaba ojo.

—Hagámoslo —dijo taciturno.

Todos aplaudieron y silbaron en un torrente de alegría mientras Alba apartaba la mirada, dolida. El juego había empezado.

Y la botella apuntaba en su dirección.


— · —


Habían discutido un buen rato, pero por fin todos estaban de acuerdo en hacerlo por parejas. Alba había protestado enérgicamente cuando quisieron iniciar la primera ronda, se había mostrado evasiva durante la segunda y reía a carcajadas antes de terminar la tercera. El alcohol ayudaba bastante a que todos participaran solícitos.

La noche estaba resultando divertida. Gonzalo había subido uno de los juegos de mesa del cuarto de juegos del semisótano y lo había desplegado en el centro del salón. No era un juego normal, sino uno para adultos. Entre otras pruebas, constaba de una batería de preguntas para realizar en cada turno. Alba le había cogido tanto gusto que había acabado por coger las tarjetas y hacer ella misma las preguntas. Al final abandonaron el sistema de la botella y pasaron a otro más justo, saltando de pareja en pareja respetando los turnos.

—Venga, Celia, debes contestar —insistía Alba.

Ella se estaba tomando su tiempo, haciéndose la interesante. Agitaba su copa frente a su cara apreciando el líquido mientras terminaba de tragar el que tenía en la boca.

—Sí, claro que me he grabado haciéndolo. En varias ocasiones.

Ovación seguida de risas y aplausos. “¿Y podemos verlo?”, “¿tienes algún vídeo aquí?”, “¿con quién estabas?”, “¿se te ve la cara?”. La gente no paraba de hacer bromas a su costa que ella también reía.

—¿Y tú Aníbal? —Celia y él iban juntos al no disponer de pareja ninguno de los dos, así que debían contestar ambos a la pregunta. Sonrió detrás de su vaso.

—¿Tú qué crees?

—No importa lo que yo crea, guapito. Contesta —espetó Alba.

Al estar sentado en el sofá contiguo, a su derecha, prácticamente ambos quedaban el uno al lado del otro, separados por sendos reposabrazos y el espacio que quedaba entre ellos. Quizás era paranoia de Dani, pero le pareció ver un interés especial en conocer su respuesta.

—Puess… —La miró a los ojos fijamente—, pssí, alguna vez sí que me he grabado haciéndolo. —Hizo una pausa—. Varias, de hecho. Lo hago con aquellas chicas que no quiero olvidar. Y advierto, tengo alguno en el móvil.

Nueva ovación y aullido masculino general. Las chicas reían por lo bajo y se daban con el codo preguntándose quiénes habrían pasado por su cama. Cuando el jaleo perdió fuerza, Aníbal se adelantó y arrebató el taco de tarjetas a Alba. Después se sentó hacia atrás repantingándose en su sofá.

—Veamos, Albita. A ver qué pregunta te toca contestar.

A Dani no le gustó que solo se refiriera a ella en lugar de hacerlo a los dos. Aníbal dio la vuelta a la primera tarjeta del taco y la leyó para sí mismo. Arrugó la frente mientras lo hacía. Al final terminó por guardarla al fondo del taco.

—Ésta ya la hemos leído. A ver la siguiente.

Volvió a girar la nueva tarjeta y repitió la operación de leerla para sí mismo antes de hacerlo en voz alta. Cuando la leyó al completo, sonrió con malicia. Escondió la tarjeta al fondo y lanzó la pregunta de memoria.

—¿Tienes, o has tenido, fantasías eróticas con alguna de las personas que hay aquí ahora mismo? —Su sonrisa era toda una declaración de intenciones.

Alba se había puesto fingidamente seria. Movía el mentón hacia un lado y otro evaluando su respuesta. Su mirada estaba clavada en la de Aníbal que se la devolvía con la misma intensidad.

—Puede.

—Sí o no.

—Puede que sí.

—Sí o no, Albita. No juegues con las palabras. ¿Te pone o no te pone alguno de nosotros?

—Sí, claro —dijo al fin—. No soy de piedra.

Dani sonrió como uno más, intentando no exteriorizar sus emociones. Era solo un juego y, su respuesta, comprensible. Todos eran asquerosamente guapos, incluido el Adonis de Aníbal. En el resto de amigos no hubo vítores ni algarabías, pero sí algunos murmullos. Cuando levantó la vista se encontró con la de Alba, que lo observaba de manera furtiva sonriendo de manera maliciosa.

Lo castigaba por obligarla a participar en el juego, o quizás por verlo con Eva. Era así de vengativa. Él le devolvió la sonrisa en ese pulso invisible. La idea de jugar había empezado a no gustarle tanto.

—¡Dani!, que te toca a ti. Contesta.

Reaccionó con un sobresalto al oír la voz de Martina que estaba a su derecha, entre Alba y él. Todos lo miraban expectantes. Se paró a pensar.

—Venga —se lanzó Celia—, que a las chicas también nos interesa saber si te pones cachondo con alguna de nosotras. Eva y alguna otra sonrieron cómplices.

—O de nosotros —bromeó León.

Risas generales que incluso secundó Dani. Cuando acabaron contestó sonriente.

—Sí, me pone una de las chicas de aquí. Y mucho.

Al aullido general le acompañó una mirada gélida de Alba. Quizás no esperaba que en menos de un día ya encontrara atractiva a alguna de sus amigas. Por su mente ya se estaba cruzando quién sería la candidata. Sin embargo, Dani sonreía ufano, como si supiese algo que el resto desconocía.

—Un momento. —Celia levantó las manos pidiendo tiempo muerto para que las voces cesaran—. La pregunta no contempla a tu propia novia. Ella está excluida. Lo sabes, ¿no?

Sonrió con más fuerza como si lo hubiesen pillado en una travesura.

—No decía nada de eso. Solo si me gustaba alguien de los que están aquí, sin excepciones.

Levantó las cejas dos veces. El resto del grupo abucheó la pillería. Alba sonrió de medio lado, aliviada y orgullosa de su novio. Hubo quejas para que contestara sin tener en cuenta a su novia, pero no quiso dar su brazo a torcer.

—Es verdad, tiene razón —dijo Marcos saliendo en su auxilio—. La próxima vez especificad mejor las preguntas.

—Y si hubiera estado excluida ¿quién sería?

Celia seguía al ataque, intentando forzar una situación incómoda. Dani no entró al trapo y mantuvo la boca cerrada, pero cometió el error de mirar por una fracción de segundo a Martina. Fue un acto reflejo y solo porque estaba en línea con su novia a la que quería dirigir su atención. Apenas fue un flash que nadie vio… excepto Alba.

Su novia congeló el rictus y giró la cara al frente. Sin duda, de todas las respuestas posibles esa debía ser la peor. Dani lamentó el tropiezo y esperó a que volviera a mirarlo para intentar algún tipo de acercamiento pero en lugar de eso ella volvió al cuchicheo con Aníbal.

—Dame eso. Yo hago las preguntas mejor. —Le arrancó las tarjetas de la mano—. Ahora le toca a… Martina y Marcos. A ver —Giró la tarjeta superior y la observó antes de leerla en voz alta. Sonrió.

Su prima se enderezó en su asiento y puso una sonrisa nerviosa. —Que no sea chunga, ¿eh?

Alba no le prestó atención y se centró en la tarjeta. La levantó hasta ponerla a la altura de los ojos.

—¿Cuándo fue la última vez que te masturbaste y dónde?

—Joe, con la preguntita. Anda que… —Martina se quejaba en balde. Marcos sonreía orgulloso.

—Esta tarde, en la ducha —dijo él—. Mientras esperaba que llegara Martina para venir aquí.

Se apoyó todo ancho en su sillón. Las chicas pusieron cara de asco fingido y abuchearon en broma; los chicos rieron como si se tratara de una hombría digna de un héroe. Hubo hasta palmaditas en la espalda. Para su novia no resultó tan fácil la responder. Martina se frotaba las muñecas nerviosa sin atreverse a levantar la mirada. Sus mejillas estaban sonrosadas. Bebió de su copa hasta casi dejarla vacía.

—¿Y bien, primita? —Alba la picaba juguetona.

—Pues… a ver, que piense. —Se pasó la lengua por los labios—. Fue… ayer. Después de llegar de la playa. En la ducha también.

—Espera, espera —saltó León—. ¿Viniste a la cena recién pajeada? ¿Te puso cachonda que volviéramos a vernos?

Risas y ovación por todo lo alto. Las chicas reivindicaron su empoderamiento sexual por encima de los hombres a los que les hicieron burlas y alguna peineta. Los murmullos se alargaron durante mucho rato. Alba cogió de la mano a su prima y acarició su brazo en solidaridad mientras reía con el resto. Estaba roja como un tomate. Dani no pudo evitar imaginarla desnuda y con las piernas semiabiertas con el agua de la ducha empapándola de arriba abajo. Gimiendo de placer mientras movía frenéticamente su mano por su coño. Se preguntó si lo habría hecho metiéndose el dedo u otro objeto o era de las que disfrutaba frotándose el clítoris. Se empalmó en el acto y tuvo que acomodar su paquete intentando que nadie se diera cuenta.

—Bueno, pasad al siguiente, ¿no? —se quejó Martina azorada y con la frente perlada de sudor.

—A ver, la siguiente pareja es… —Alba salió al rescate—. Quico y Eva.

Enrico dejó de beber y levantó una ceja al oír su nombre. Eva se puso tiesa como un palo. Alba estaba leyendo la tarjeta con la frente arrugada.

—Esta pregunta es una mierda. Paso a la siguiente.

—Eh, no puedes hacer eso. La que toca, toca.

Era Eva la que se había quejado. Intuía que la pregunta que les tocaba era poco vergonzante. Alba no hizo caso.

—Aníbal también lo ha hecho, que lo hemos visto todos. Además, así es más interesante. —Pasó dos tarjetas más—. Ya está. Ésta. Y solo para Quico. Para ti ya buscaré otra que me guste más.

Eva quiso volver a protestar pero se vio sola. A todo el mundo le pareció buena idea que Alba eligiera las preguntas más comprometidas para cada participante incluido Enrico que parecía pasar de todo.

—¿Has tenido una relación secreta teniendo pareja? —Se lo preguntó a bocajarro.

—Sí.

No había dudado ni un segundo. Como si le diera igual lo que pensaran de él, incluida Eva que se quedó a cuadros.

—Pero conmigo no, ¿no? —susurró a su novio por lo bajo. Él ni le contestó. Se limitó a beber y a esperar que le preguntaran a otro.

Esta vez Alba tardó más de la cuenta en hacer la siguiente pregunta, dejando que las murmuraciones corrieran de boca en boca alcanzando todo tipo de especulaciones.

—Venga, vaaa —apremió Eva.

Pero Alba no reanudó la tarea hasta que decidió que había pasado suficiente tiempo.

—A ver… —pasó tarjeta tras tarjeta—. Aquí. Ésta es buena. —Levantó la tarjeta a la altura de sus ojos—. ¿Has fantaseado con alguna persona de tu mismo sexo?

—¿Eh?, no, no. Ni hablar, nunca. Yo… nada, nada. Solo con chicos.

Había contestado tan rápido y tan nerviosa que los demás no supieron si era por una exacerbada heterosexualidad o por miedo a que pensaran mal si mostraba alguna duda. Esta vez no hubo reacción de algarabía. Alba se la quedó mirando unos segundos antes de continuar con las preguntas.

—León.

Las risas y los murmullos no se hicieron esperar. Era el payaso del grupo y podía contestar cualquier burrada. Alba pasó tarjeta tras tarjeta hasta elegir una para él.

—¿Con quién de esta sala te gustaría tener sexo? Además de tu pareja —matizó.

—Me toca la más difícil. A ver que piense. —Lo dijo exageradamente con su eterno tono de broma.

Empezó a señalar a cada chica a la vez que levantaba los ojos al techo como si estuviera evaluándolas. Cuando llegó a Alba se puso a contar con los dedos como si en su caso hubiera múltiples opciones a tener en cuenta. Todos reían y esperaban expectantes su respuesta.

—A ver, tengo una duda. ¿Puedo dar múltiples respuestas? Cinco, en concreto.

Lidia le soltó una colleja en broma mientras el resto de chicas lo abucheaba. No pararon de caerle comentarios censuradores.

—Pero qué guarro eres, Leo. Anda qué… menudo salido. —decía uno.

—Ya te digo. Es que tú haces a todas —comentaba otra.

Celia fue la que pidió silencio para que diera una respuesta sincera. Esperó hasta que todos se callaron. —Debes decir solo una de nosotras.

—O de nosotros —bromeó Gonzalo. Risas.

León se pellizcó el labio y volvió a mirarlas. Esta vez todos sabían que daría el nombre de la que más le ponía. Debía decir la verdad y sabían que él, en ese tipo de cosas, no se iba a cortar. Había comenzado a mirarlas de una en una hacia la izquierda, empezando desde su propia novia. Lidia, Celia, Eva, Martina, Alba, Gloria. Dejó la vista en esta última unos segundos antes de revelar la respuesta.

—Alba —dijo rotundo—. Sí, follaría contigo.

Nueva ovación, nuevas risas y aplauso general. Dani sonreía sabedor de ser el novio del premio gordo de aquel grupo que ese palurdo nunca podría tener. Alba se tapaba la cara riendo a carcajada limpia, al igual que las demás. Martina se apoyó en el hombro de Dani sujetándose la tripa. Tenía los ojos llorosos por la risa y por el exceso de alcohol. León hacía sus gracietas desde su sofá con Lidia mirándolo con media sonrisa.

—Va, Lidia. Te toca a ti —dijo Alba cuando las risas se fueron apagando—. Tengo una buena preparada. —Levantó la tarjeta y leyó en voz alta—. ¿Con qué pareja de las que estamos aquí harías un trío? Elige una.

“¡BUUOOOOOO! “. Exclamación general.

—Anda que… —dijo Lidia—, te gusta hacer sangre a ti, ¿eh?

—Venga, venga, confiesa —León apremiaba a su novia de la que ahora esperaba burlarse él.

Ella se tomó su tiempo. Se pellizcó el labio pensando mientras los miraba uno a uno. También ella había bebido bastante.

—A ver, por eliminación, ¿vale? y porque tengo que decir una pareja entre las que hay. —Posó la vista en Dani y descartó con la mano—. Dani y Alba no.

Lo dijo sin paños fríos ni explicaciones y sin dudarlo ni un segundo. Era el primer descarte, lo que sobra, y lo había hecho casi sin mirar. Como cuando eligen al último en el patio, al paria. Alba en cambio, estalló en carcajadas.

—Eso lo dices para no darle el gusto a tu novio que fantasea como un mono conmigo. Qué lista.

—Sí, eso también —contestó ella acompañando su risa.

—Con los demás tengo duda —dijo Lidia siguiendo con sus descartes—. Pero creo que… Aníbal. Sí, los elijo a él y a Celia.

A Aníbal se le escapó una miradita hacia Alba que se la devolvió retadora. Celia, sentada junto a Lidia, levantó los brazos a modo de victoria y la abrazó entre carcajadas.

—Gracias por ser tu mejor opción —decía a su amiga—. Y te prometo que te lo dejaría todo para ti. —En referencia a Aníbal. Lidia asintió riendo juntas, como si se hubieran leído el pensamiento.

Alba pidió calma para seguir con el juego. Levantó una tarjeta y esperó a que se hiciera el silencio.

—Todavía faltan Gloria y Gonzalo. Primero tú, Gloria. ¿Preparada? —Hizo una pausa—. ¿Qué es lo más raro que has hecho o te han pedido en la cama? Y vale cualquier chico, no solo Gonzalo.

En contra de lo que pudiera parecer, Gonzalo levantó las cejas como si ya supiera la respuesta. Envió una mirada de asentimiento a su mujer para que lo dijera.

—Pues, fue un chico con el que salí hace mogollón —dijo ella—. Cuando lo hacíamos en su casa me pedía que me hiciera pasar por su madre y que le dijera guarradas mientras se corría.

Gonzalo asentía y se reía a la vez. Los demás se llevaban las manos al estómago y la boca amagando un vómito.

—Pero… ¿y le seguías el rollo? —preguntó la gente.

—A ver, yo era una cándida, y el chaval estaba bien. No sé, tampoco es que me lo planteara mucho.

—A lo mejor era colega de León y Celia —dijo Gonzalo.

Todos se echaron a reír y a señalarlos a ambos. Martina le susurró a Dani la explicación de tanta chufla.

—Es que ayer dijeron que les daba morbo hacerlo en la cama de sus padres. —Era la primera vez que se dirigía a él en toda la noche, y lo hacía en tono confidente. Dani sintió un gran alivio. Desde el incidente en casa de su hermana, había sentido que le detestaba. Sabía que el alcohol había sido el responsable de que se soltara la lengua, pero lo agradeció igualmente.

—Y me veis allí, con el tío, haciendo como que era su madre —contaba Gloria entre carcajadas—, animándolo por ser un niño bueno y ofreciéndole mi cuerpo como premio.

El grupo de amigos se desternillaba con el teatro de Gloria. Marcos y algún otro palmeaban la espalda de Gonzalo que también participaba de su relato añadiendo detalles que conocía para adornarlo.

Cuando el momento álgido empezó a decaer, Alba vio su oportunidad para continuar el juego.

—Ya solo falta Gonzalo. Prepárate.

Comenzó a seleccionar tarjetas. Ninguna era de su gusto por lo que pasaba una tras otra con el ceño fruncido.

—Las preguntas que quedan son una mierda —dijo ella—. Lo siento pero tendrás que contestar a más de una.

Protestó, pero a los demás les pareció tan buena idea que al final a Gonzalo no le quedó más remedio que aceptar. Eso sí, con una condición.

—Contestaré si Dani lo hace también. Que bien que se ha ido sin responder su pregunta cuando le ha tocado su turno.

Ahora fue éste el que no tuvo opción a réplica por mucho que se quejó. Alba fue la más beligerante contra él. Al menos le consoló saber que las preguntas iban a ser igual de incómodas para ambos.

—Primera —empezó Alba—. Contestas tú primero, Gonzo.

Se hizo un silencio y Dani tuvo esa sensación de que todos los ojos estaban puestos en ellos. Se secó el sudor de la frente. Esto podría ser muy vergonzoso. Menos mal que su novia era la que elegía las preguntas.

—¿Has tenido fantasías sexuales con alguna de las personas de aquí? Excluida tu pareja, por supuesto.

Miró a Dani al decir la última frase. Éste se quedó con la boca abierta. Alba no había leído la pregunta. Simplemente se había limitado a repetir la que les había tocado responder a ellos al principio de la última ronda. Aquella de la que se había escaqueado. Todos se incorporaron en sus asientos y prestaron atención a las dos respuestas que vendrían a continuación.

—Bueno, no lo voy a negar —comentó Gonzalo—. Mirad lo guapas que habéis sido siempre. ¿Quién no habría tenido alguna fantasía con alguna de vosotras alguna vez?

Todas se sintieron halagadas. Había sido una respuesta muy caballerosa. Gonzalo había hecho el triple mortal y había caído de pie. Ahora le tocaba a Dani. Todos giraron sus cabezas hacia él, como en las películas en las que todo un batallón apunta su arma al malo recién descubierto.

—A ver, yo solo llevo aquí un día y medio. Todavía no me ha dado tiempo a fijarme en nadie. Para mí seguís siendo prácticamente extraños, así que… la respuesta es “no”.

Se abstuvo de comentar su belleza o cualquier otro halago que pudiera dejarlo en una posición delicada frente a Alba. Ella levantó la ceja e hizo la siguiente pregunta. No había pasado ninguna tarjeta.

—¿A quién de esta sala, aparte de tu pareja, elegirías para tener sexo?

Era la pregunta que le había hecho a León. La muy puñetera todavía se acordaba de la miradita a su prima y aprovechaba para oírlo confesar.

—Bueno —comenzó Gonzalo—, no voy a negar que tú siempre has sido una de las chicas más guapas de este pueblo pero, por otra parte, te conozco desde hace mucho y te he cogido mucho cariño, casi como una hermana. Y lo mismo me pasa con las demás. Eva en cambio, que también es una chica de bandera y lleva con nosotros menos de un año, no ha llegado a despertar en mí esos sentimientos fraternales que frenan mi lívido. Así que diré… Eva.

La elegida se puso roja de vergüenza pero muy orgullosa por el halago. El resto de chicas aplaudieron la maniobra tan inteligente de Gonzalo. Dani tragó saliva. Ahora le tocaba a él.

—Por eliminación y porque tengo que decir una entre los que estamos. —Posó la vista en Lidia y la descartó con la mano—. Lidia no, por razones obvias.

No sabía cuáles serían esas razones tan obvias pero le pareció una buena manera de pagarle con la misma moneda, como había hecho con él. La chica se quedó con cara de desconcierto mirando a un lado y a otro. «Jódete», pensó Dani.

—A Eva la quiero como una hermana así que también la descarto. —Eva sonrió halagada—. Y Martina… ella es la prima de mi novia, por lo tanto es como si lo fuera también mía.

Observó la reacción de su novia. Alba levantó la ceja y lo miró circunspecta, con cierto rictus de extrañeza. No se lo había tragado.

—Me quedan entonces Celia y Gloria. —Se llevó los dedos a los labios—. Es una decisión difícil. —Tardó unos eternos segundos en elegir a la candidata. Lo hacía a posta—. A Celia la conozco algo más de la cena así que, bueno, la elijo a ella.

Celia sonrió, pero no hizo ninguna celebración. Tampoco es que Dani la esperase, pero hubiera estado bien que hubiera mostrado algún entusiasmo. Aníbal cuchicheó algo con Alba. Luego ésta se giró hacia Gonzalo sin esperar más reacciones.

—¿Lo has hecho alguna vez en el trabajo?

—Sí, claro. —Gloria y él rieron juntos.

—¿Y con alguien del trabajo?

—¿Con mi socio? Ni hablar. Y la secre… bufff, nada, imposible. Es como mi abuela.

—¿Con alguien al margen de la relación?

Gonzalo se quedó algo cortado por la rapidez de las preguntas y la inquina con que las hacía. Disparaba como una ametralladora y, además, no estaba leyendo las tarjetas.

—Eeeh, no, nunca. Bueno, una vez, pero no sé si se podría llamar relación. No tendría ni dieciséis años.

—¿Y tú Dani? ¿Lo has hecho en el trabajo?

La pregunta de Alba vino de sopetón. Casi ni se la esperaba. Dudó un instante.

—No, no, claro.

Le miraba tan fijamente que no sabía si se lo preguntaba o lo estaba afirmando.

—¿Y con alguien del trabajo?

—No, tampoco.

—¿Nunca, mientras estabas conmigo? —Lo más preocupante era su tono adusto.

—¿Cómo contigo? No, nunca. Ni contigo ni sin ti.

—¿Nunca has tenido una relación secreta a mis espaldas?

La temperatura de la estancia había bajado diez grados. No entendía qué le pasaba a Alba. ¿Lo estaba acusando de infidelidad? Todo el grupo al completo guardaba silencio y atendía a las preguntas y respuestas como si fuera un partido de tenis.

—No, por supuesto, nunca. Pero…

—Dani, nunca, repito, ¿NUNCA has estado con otra mientras salíamos juntos?

Rictus serio, ceño fruncido, labios contraídos. No lo estaba preguntando. Lo afirmaba. Lo afirmaba enfadada.

—Pero… ¿qué dices, Alba? No, nunca, jamás. ¿Por qué preguntas eso?

No entendía nada. Alba le estaba montando una escena de celos y desengaño delante de todos. Miraba a su alrededor y solo veía rostros serios y carraspeos incómodos. Quizás alguien le había contado algo sobre él que no era cierto. Se quedó mirándola con la boca abierta.

—Evidentemente, para saber si me has puesto los cuernos, bobo. —Sonrió de oreja a oreja en un gesto de triunfo y le sacó la lengua—. Casi te meas.

Empezó a partirse de risa al igual que el resto. Martina volvió a poner una mano sobre el hombro de Dani para sujetarse mientras se doblaba por la cintura carcajeándose.

—Si llegas a decir que sí, les digo a mis amigos que te maten —se burlaba ella.

La cabrona le había dado un susto de muerte. Se le había olvidado lo peligrosa que era cuando se emborrachaba y todavía no le había perdonado por hacerle jugar.

—Hubiera estado bien oírte confesar, ¿eh? —dijo Martina entre espasmos de risa.

—Esa sería buena, que cada uno confesara algo turbio —dijo Aníbal que de pronto se le había ocurrido la idea—. Estaría bien como juego. Venga, Dani, empieza tú y escupe algo que sea muy cochino.

Empezaron los aplausos a coro pidiendo confesión.

—CON-FE-SIÓN, CON-FE-SIÓN, CON-FE-SIÓN —gritaban todos al unísono.

fin capítulo XIII
 
—Esa sería buena, que cada uno confesara algo turbio —dijo Aníbal que de pronto se le había ocurrido la idea—. Estaría bien como juego. Venga, Dani, empieza tú y escupe algo que sea muy cochino.

Empezaron los aplausos a coro pidiendo confesión.

—CON-FE-SIÓN, CON-FE-SIÓN, CON-FE-SIÓN —gritaban todos al unísono.


¿Que confesará Alba cuando le toque? ¿Que le regaló las bragas a Anibal?

¿O confesará que pasó en el pasado?

Pero eso creo que ya lo saben todos, menos Dani.

¿Confesará algo que nadie sabe?
 
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