Epílogo
Se sentó en el borde de la cama. Al volver al dormitorio se había encontrado a la camarera completamente desnuda, atada de manos al cabecero con su ropa interior y los ojos vendados con una camiseta de él.
—No confesaré —dijo ella al notar la presencia de Dani—. Por mucho que me tortures con tu dura polla.
Su blanca sonrisa iluminaba su cara y toda la habitación. Dani sonrió de igual manera. Aquella muchacha era todo alegría. Por no hablar de su voluptuoso cuerpo juvenil. Se mordió el labio y tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse encima de ella y poseerla como un jabalí en un barrizal.
—En ese caso tendré que sonsacarte a base de azotes.
—¿Con tu dura polla también? No sé si aguantaré.
Acarició su piel desde su vientre hasta uno de sus pechos que circundó con las yemas de sus dedos. Su pezón se endureció con el tacto y lo pellizcó con suavidad.
—Diossss, cabrónnn. Eres más cruel de lo que pensaba. Ufff, estate quieto o gritaré como una perra.
—Asustarás a mi vecina. La pobre es viuda y vive sola.
—Pues tendrás que amordazarme con algo —amenazó—. Algo duro, largo y húmedo como… ahora no sé me ocurre nada.
Dani se carcajeó sin dejar de admirarla. No podía haber en el mundo un ser más lleno de alegría. Sus dedos llegaron a la parte baja del cuello y de ahí hasta la mejilla que acarició con el dorso.
Después, se mantuvieron en silencio. Él, acariciándola; ella, sintiéndolo a él, disfrutándolo. Aquella chica había conseguido sacarle del pozo del cual él mismo se negaba a salir. Y había bastado bien poco para hacerlo, solo una noche de cariño y comprensión.
No era su media naranja y ambos lo sabían, pero sí un buen punto de partida para una excelente relación de algo más que amistad duradera. Tomó aire, llenando los pulmones y espiró lentamente.
—Mi exnovia está en el salón.
La chica se incorporó, apoyando la espalda en el cabecero y se quitó la venda de los ojos.
—Joder, eso es más guarro de lo que pensaba. Me pone.
Dani acompañó su sonrisa, agradecido por su buen humor.
—Bueno, en realidad ha salido un momento, pero volverá enseguida.
—¿Lo hacemos fuerte para que nos oiga chingar cuando llegue o el plan es que no se entere de que estamos ñiqui-ñiqui? —bromeó sin perder su vena más traviesa.
Ambos carcajearon, después, se quedaron mirando, agradecidos el uno con el otro por lo que había sido un placentero camino de corto recorrido.
—Se va a quedar en mi casa un par de días mientras arregla unas cosas con su actual pareja.
La chica arrugó la frente.
—No estoy diciendo que vayamos a volver —matizó con rapidez—. Es solo un periodo de tregua. Me ha rogado que le conceda un poco de tiempo. —La camarera levantó una ceja, suspicaz—. No es lo que estás pensando, este periodo es solo para restañar heridas. Además… —suspiró— he puesto algunas condiciones.
—¿Como, por ejemplo, que no vuelva a follar a tus espaldas con machos empotradores?
Dani sonrió con ternura y asintió comprensivo.
—Está muy arrepentida de lo que hizo y no deja de pedirme perdón. —Bajó la vista un momento antes de posarla en sus ojos—. Vamos a hablar profundamente de todo, desde el principio, y será completamente sincera. Aníbal, Rafa, las escapadas… todo. Responderá a todas las preguntas sin excepción, incluida cualquier parte de su vida, con la promesa de que no habrá enfados sea lo que sea lo que cuente. No más secretos, ni más arrebatos. Nunca, jamás, volverá a haber un enfado sin antes hablarlo. Y esto vale para los dos. Y me reservo el derecho de encontrar una reparación justa por todo lo que pasó.
Ella hizo una mueca y entornó los ojos.
—Creo que eres demasiado bueno —dijo acariciando su mejilla con el dorso de la mano—, o demasiado tonto.
—Ya te he dicho que la Alba de aquellos días no tiene nada que ver con la que compartí los mejores años de mi vida. —Ella lo miró comprensiva y él continuó explicándose—. Quizás por eso yo también desee esa tregua. Necesito saber si todo el tiempo que pasé con ella, incluido el de aquellas puñeteras vacaciones, ha merecido la pena.
Ella sonrió y acarició su pelo. —Me visto enseguida —dijo compasiva—. ¿Sabe que estoy aquí?
Asintió con una caída de ojos. —Sí, le he hablado de ti.
—¿Y de las cochinadas que hemos hecho también?
—No ha hecho falta —se ruborizó—. El olor a sexo llega hasta el pasillo. Se habrá imaginado lo peor.
—En ese caso debe quererte con mucha fuerza —se carcajeó.
Dani arqueó las cejas e inspiró hasta llenar sus pulmones.
—Sí —dijo vaciando todo el aire—, ama y odia con la misma intensidad. Sin saber cuándo está haciendo lo uno, lo otro o las dos cosas a la vez.
Se abrazaron y la chica lo besó en la mejilla. —Al menos ahora comenzarás a alimentarte mejor.
—Y a hacer algo de ejercicio.
—Entiendo por dónde vas. —Comenzó a mover la cadera a toda velocidad como si estuviera follando en el aire—. Ug, ug, ug.
Dani se carcajeó y ella le acompañó en la risa.
—No, no va a haber sexo. Es una tregua, no un punto y seguido. La cocina será lo único que compartiremos hasta que vuelva a su casa. Han sido unos meses de mucha angustia y tengo que replantearme alguna cosa. No está siendo fácil superar la humillación de verla relegándome por debajo de un individuo a quien detesto en lo más profundo. Necesito mi tiempo.
Alguien tocó en la puerta y, acto seguido, Alba asomó la cabeza.
—Perdona, ¿Dani? ¿Puedo entrar?
Se quedó helada al ver a la camarera completamente desnuda junto a él e hizo amago de salir.
—Espera, no te vayas —contestó ella viéndola recular—. Entra, por favor, yo ya me iba.
Se colocó la camiseta de tiras para cubrir su desnudez. Alba observó con detenimiento a aquella chica de los tatuajes. Exudaba sexualidad por cada poro de su piel lo que le hizo sentir un pequeño regusto de celos.
—¿Cómo estás? Yo soy… bueno, una simple amiga que conoció ayer —dijo avanzando hacia ella. Sus tetas, firmes y enhiestas, se bamboleaban bajo la camiseta con cada paso. Su pubis apenas se veía por la parte inferior—. Tú debes ser Alba.
Le ofreció la mano que estrechó con cierto rubor. Quizás por encontrarse fuera de lugar en una casa que ahora le resultaba extraña, o bien porque esa exuberante joven había disfrutado de un tesoro que, hasta no mucho tiempo atrás, había sido de su exclusiva propiedad.
—Ya he hablado con él —dijo a Dani.
Dani, que se había puesto en pie, asintió con semblante sentido. —¿Cómo se lo ha tomado?
—Mejor de lo que pensaba —dijo encogiendo ligeramente los hombros—. Ya sospechaba que podía pasar esto. Ha insistido mucho en venir a recogerme cuando le he llamado para decirle que pasaría por tu casa —explicó—. Y casi llega antes que yo. Seguramente intentaba impedir que subiera. —Hizo un mohín—. El móvil no ha dejado de vibrar mientras hablaba contigo —suspiró—. Creo que le he hablado demasiado de ti.
—Mientras no le hayas llamado por su nombre mientras follábais —dijo la camarera, risueña, señalando a Dani con el pulgar.
Alba se puso colorada como un tomate y bajó la vista, Dani quiso fulminarla con la mirada. La joven, en cambio, sonrió traviesa viendo la cara que ponía cada uno.
—Seguramente, uno de esos días, nos tomemos un café bien largo —dijo Alba para romper el hielo.
—Claro, es normal —asintió—. Lo siento por él, parece un buen chico.
—Lo es. Quizás debería presentárselo a mi prima Martina —dijo con resignación—. Desde lo de Marcos, está hecha polvo y casi no sale de casa. Harían buena pareja.
—¿Esa es la prima con la que hemos fantaseado hacer un trío? —preguntó la camarera.
Se había puesto las bragas y estaba sentada en la cama colocándose un calcetín. Dani, rojo como un tomate, giró la cabeza a cámara lenta estrangulándola con la mirada. La muchacha le guiñó un ojo. Alba, que se había ruborizado también, intervino enseguida.
—No pasa nada, está bien. Ya sé que te gusta mucho, y es normal, es un bellezón. Además, puedes tener fantasías con quien quieras, ya no somos pareja. —Dudó unos instantes en los que miró a Dani de reojo—. También tú le gustas a ella.
Dani levantó las cejas, sorprendido por oírlo de sus labios. La camarera miraba a uno y a otro, alegre por la revelación.
—No puedo negar que tu prima me gusta más de lo que quisiera reconocer. Y que he fantaseado con ella como un adolescente pajillero. Me llamó la atención desde el primer momento que la vi, fue… —dudó— como una especie de atracción pasional a primera vista. Y no lo podía comprender, porque eso solo me ha pasado una vez. —Hizo una pausa y cogió aire—. Lo entendí mucho después —dijo clavando los ojos en los suyos—. Ella es igual que tú, como una versión de ti misma. Así que, en realidad, lo que ocurrió fue que me enamoré de ti por segunda vez.
A Alba le brillaron los ojos, emocionada, y tuvo que parpadear para que no se le inundaran.
La camarera abrió la boca, obnubilada por un piropo tan bonito y simuló hacerse una paja por encima de las bragas con cara de orgasmo.
—Igual debería decírselo —dijo por fin Alba—, le levantaría el ánimo. Últimamente hemos hablado mucho, haciendo terapia juntas —aclaró—. Las dos lo hemos pasado mal y nos hemos apoyado mucho.
Se hizo un silencio incómodo que nadie se atrevió a romper. Dani conocía muy bien por lo que habían pasado.
—Me contó que te robó un beso en el baño la noche de la cena y que fue ella la que escribió que quería una noche de sexo contigo.
Dani asintió, afectado, pero sereno.
—También me confesó lo del cuarto oscuro —dijo de sopetón—. Que fue ella quien te la chupó a sabiendas de que eras tú.
La camarera abrió la boca hasta el esternón. Había cruzado las piernas, como los indios, quedando sentada sobre la cama. Movió la cabeza sin dar crédito, simulando dar tres aplausos mudos.
—Me dijo que quisiste retirarte, pero te sostuvo hasta que consiguió que te corrieras en su boca. —Dani asintió de nuevo, también con aire afectado—. Dijo que… —hizo una mueca— había empezado a obsesionarse contigo y te hubiera follado allí mismo de haber podido.
Dani agachó la cabeza. No debió ser agradable para ella escuchar eso de su propia prima.
—No me molesta, en serio. Al menos, ya no. No tengo ese derecho —reconoció ella—. Es más, ahora, visto desde la distancia, lo prefiero. Compensa un poco lo mío con Aníbal y hace que me sienta menos despreciable.
La camarera afirmó con una caída de ojos y aire sentido. Apoyaba la mandíbula en las palmas de sus manos y los codos en las rodillas, mirando a uno y a otro como si fuera una función de teatro. Dani no supo qué decir, aunque no estaba seguro de si eso compensaba sus problemas o solo servía para aumentar los agravios de cada uno.
Nuevo silencio y nuevas caras largas mirando a ningún sitio. Hasta que, de nuevo, Alba cogió aire y arrancó a hablar.
—Respecto a eso, lo de Aníbal y lo que dije de que podía compensarlo… —dudó— o, al menos, intentarlo…
Se rascó la parte superior de la frente, en el nacimiento del cabello. Tenía los ojos cerrados y se veía el esfuerzo que le costaba decir lo que tenía en mente.
—Ya sé que hemos dicho que éste es un periodo de reflexión; que no somos pareja y que cada uno va a estar en su casa, pero… quizás… no hoy ni mañana. Tampoco el mes que viene, pero… un día, si tú quieres… y ella quiere —en referencia a la chica de los tatuajes— podríamos jugar… los tres.
La camarera dio un respingo y puso la espalda recta. Su rostro se había iluminado con una amplia sonrisa de delfín.
Dani no estaba muy seguro de comprender lo que quería decir, mirando a una y a otra, dubitativo. Cuando lo hizo, comenzó a mover el mentón a un lado y a otro, pensando y sopesando. Casi se podían oír caer los segundos. La garganta de Alba se movió arriba y abajo cuando tragó saliva. Dani, con extrema lentitud, levantó un dedo señalando a la camarera.
—¿Y… ella se haría pasar por Martina?
Por una fracción de segundo, a Alba se le congeló el rictus, constatando que la suya había sido una oferta que había esperado ver rechazada, pero, tras unos segundos de angustia, se recompuso y recuperó parte de su aplomo.
—Mejor que eso —concedió resignada—. Yo seré Martina. Ella puede ser tu amiga Eva.
A Dani le apareció una sonrisa tierna en la cara, y no fue por la fantasía que su novia consentía hacer, sino porque, de nuevo, asomaba la Alba del principio. Aquella que renunciaba a todo con tal de verlo feliz. Haciéndoselo con una mujer, pese a que no le gustaban; consintiendo que fantaseara con su prima, pese que le humillaba y; viendo a su novio follar con otra, pese a que le mataba de celos.
Se acercó a ella y tomó su cara entre sus manos.
—Eva no me atrae, es como una hermana para mí. Y me gusta que tú, seas tú. Pero se me ocurre otra cosa mejor.
Fin del Epílogo y de LA CENA DEL IDIOTA.
Próxima novela en construcción…
MENSAJE POR ERROR
Un mensaje que llega a quien no debe, un secreto que deja de serlo, una obsesión adolescente por la nueva mujer de su padre.
Una historia de mentiras, celos e infidelidad.