La cena del Idiota

Dime que me quede​


Por primera vez se despertó tarde, con la luz de la ventana castigando sus ojos. Al enfocar la vista, la vio a su lado. Ella, con un codo apoyado en la almohada, lo observaba con una sonrisa en los labios.

—No me habrás pintado algo en la cara —preguntó Dani.

—No, bobo —se carcajeó—. Simplemente me gusta verte dormir.

Dani se incorporó, apoyando la espalda en el cabecero. Se estiró y se desperezó.

—Gracias por no desistir conmigo, hacía mucho que no lo pasaba tan bien.

—Lo mismo digo. —Se acurrucó junto a él—. Ha sido genial. No sé por qué decías que me ibas a decepcionar.

—Bueno, ha sido fácil no hacerlo. Lo has hecho todo tú.

—Soy de las que les gusta llevar la iniciativa.

—Pues me ha gustado mucho. No era dueño de mí, me tuviste al borde del orgasmo un buen rato. Ya no sabía si me querías dar placer o torturarme.

—Las dos cosas. Aunque lo segundo se me da mejor.

—En ese caso, puedes maltratarme las veces que quieras.

Ella ronroneó y frotó su nariz con la de él. Después, miró su reloj. —Debería irme, mi turno empieza dentro de una hora. —Después, chupó el lóbulo de su oreja—. Aunque, si quieres que me quede…

—¿Y dejar que tus clientes queden sedientos por mi culpa? No le podría hacer eso al señor del bigote y a su amigo de la calva en forma de media luna.

Sonrió como un niño malo. Ella lo miró con odio fingido. —Y podríamos jugar a algo. —Se acercó a su oído y susurró—. Algo sucio.

—En plan… ¿que eres enfermera y me tienes que curar una herida en ese sitio tan delicado?

Ella imitó su mirada maliciosa. —O que soy tu mami y te ayudo con ese problema de erección que te acompleja tanto.

Sonrió de oreja a oreja cuando lo vio quedarse con la boca abierta. —O me puedes atar a la cama y hacerme cosas guarras “contra mi voluntad”.

Dani achinó los ojos. —Hummm.

—También me puedo poner ropa interior de otra chica y fingir que soy ella, si eso te pone. —Instintivamente, Dani se acordó de Rafa y se le congeló la sonrisilla—. Y me puedes llamar por su nombre —añadió ella—, si quieres.

—¿No te molestaría?

—Para nada. Una vez tuve un novio que me hacía poner las bragas de mi hermana cuando follábamos. Y lo hacíamos en su cama —matizó—. ¿Tu exnovia no tiene hermanas?

—Ahora que lo dices, tiene una prima que… —dijo entornando los ojos.

—¿Y no le has pedido nunca que se hiciera pasar por ella y llamarla por su nombre?

—Uffff, dudo que a ella le hubiera gustado que pensara en otra mientras follamos y, la verdad, no sé si a mí me gustaría que me pidiera lo mismo.

La camarera se puso de rodillas, sentada sobre sus talones. —¿En serio? ¿Nunca has fantaseado con otra en voz alta mientras follabais? —Él negó con la cabeza—. Entonces… tampoco habéis hecho un trío —Dani volvió a negar.

—¿Nunca? —Dani seguía girando el cuello a un lado y a otro.

Apoyó los codos en los hombros de Dani y las mejillas en sus manos, quedando ambos cara a cara.

—¿No te daría morbo ver a tu pareja comiéndole el coño a otra mujer? ¿O verla corriéndose en su boca mientras te la chupa?

—Si te digo la verdad —dijo él tragando saliva y acomodándose la polla que ya estaba completamente dura—, siempre he fantaseado con follar a cuatro patas con una desconocida que le está comiendo el coño a mi novia mientras ambas gritan de placer.

Ella mostró una sonrisa de delfín, mostrando dos filas de dientes blancos y perfectos.

—Alguna vecina con derecho a roce… no tienes a mano, ¿no?

Ambos se empezaron a reír a brazo partido. Y por primera vez en meses, Dani lo hizo con ganas. La chica era muy guapa, tremendamente simpática y graciosa a rabiar. Se encontraba muy a gusto a su lado.

Lo tiró sobre la cama quedando sobre él a horcajadas, agarrándole de las muñecas por encima de su cabeza. —¿Alguna vez te han follado con un arnés?

—Ufff, eso sí que no. Todavía soy demasiado machote.

—¿Nunca te han atado con los ojos vendados y te han hecho… cosas?

—Tengo miedo. ¿Quién eres?

Volvieron a reírse. Ella volvió a mirar su reloj. —En serio, tengo que irme —suspiró—. A menos que…

—Que te pida que te quedes a jugar conmigo. —Se tocó la barbilla con el índice—. No sé, no sé. Estoy pensando en esos pobres clientes con la cara pegada al cristal de tu cafetería al borde de la deshidratación. Bigotitos y Calva Lunar se matarían entre ellos peleando a zarpazos como dos gatos callejeros.

—No les importaría si supieran que tengo a un chico atado a la cama —insistió ella entre risas.

—Bueno, a ver… —carraspeó él— habíamos empezado con lo de fantasear con la prima de mi ex.

—Yo fantaseo con que seas tú quien entre a mi bar algún día y me pida que lo cierre con nosotros dentro.

—Si es para torturarme a tu manera, puede que lo haga.

Ella soltó una carcajada y le dio un beso profundo, largo y húmedo.

—Creo que llaman a la puerta —dijo cuando se separó.

—No he oído nada.

Se tumbó a su lado apoyada en un codo.

—Te espero aquí —dijo guiñando un ojo y con un rictus en sus labios que no anunciaba nada bueno.

Dani siguió su juego, se puso el pantalón de pijama y salió al pasillo, cerrando tras de sí y dejándola sola en la habitación.

«Miedo me das —se dijo—. Qué me encontraré al volver».

Fue hasta la entrada y abrió la puerta principal por si acaso. No fuera a ser verdad que había oído llamar. En cualquier caso, haría tiempo antes de volver a la cama con ella. Tiró del pomo para echar un ojo afuera. Se asustó al ver una figura de pie frente a él.

—Hola, Dani.

Se quedó helado.

—¿Alba?

—Perdona que me presente así, pero tenía que hablar contigo —arrancó ella—. Aunque hayamos acabado lo nuestro, creo que ambos necesitamos poner un punto final.

Hizo esfuerzos para no arrugar la cara y, a duras penas, aguantó sin cerrar los ojos, apesadumbrado. «Punto final», pensó dolido. Era como tenía que ser y lo mejor para ambos, pero le iba a tocar acostumbrarse.

—¿Puedo pasar?

No podía haber elegido peor momento. Por instinto miró dentro de la casa, hacia su cuarto.

—Pues…

Un ruido se oyó desde el interior de su dormitorio. En mitad del pasillo se podían distinguir unas zapatillas de mujer. Alba adivinó lo que pasaba al instante.

—Ah, estás… —dudó—. Lo siento. He venido en mal momento. —Se había puesto colorada.

—Espera, no es lo que… —Se rascó la cabeza intentando no dar una explicación estúpida.

—No pasa nada —atajó Alba azorada—. No tienes que excusarte.

—Ya, pero… no es eso. Ella no es… no es mi… —Ni él sabía lo que era. ¿El principio de algo? ¿El rollo de una noche?

—Dani —interrumpió ella—, yo estoy intentando rehacer mi vida. No tienes que excusarte por rehacer la tuya. Solo quería aclarar unas cosas para que podamos volver a vernos sin apartar la mirada. —Dio un paso atrás—. Ya hablaremos en otro momento.

Se dio la vuelta, hacia las escaleras.

—Espera —consiguió verbalizar en el último instante—, no te vayas.

Salió al descansillo, entornando la puerta tras él. Solo llevaba el pantalón del pijama por lo que su delgadez se remarcaba de manera muy gráfica bajo la claridad que entraba por el gran tragaluz del bloque. Se quedaron mirando durante unos segundos. Si Alba quería un punto final, se lo daría, y lo haría bien, sin reproches estériles. Era lo que se debían y lo mejor para él si quería seguir su vida sin tenerla como un lastre. Cogió aire y lo expulsó con lentitud.

—Siento mucho cómo acabamos las vacaciones —empezó diciendo—. Me fui dolido, pero yo también hice mucho daño. El cuarto oscuro, Cristina… —Tragó saliva—. Y Martina… —chasqueó la lengua—. Arruiné su boda. Espero que pueda perdonarme algún día.

Alba hizo un mohín y apartó la vista.

—Ya no se va a casar, lo han dejado.

—Vaya, ha sido por mi culpa.

Alba se encogió de hombros.

—Quizás sea mejor así. Marcos no pudo explicar por qué apareció despeñado en aquel lugar.

Dani concluyó que sí lo hizo, y lo más probable es que no gustara lo que contó. Se lo imaginó haciendo malabarismos para justificar su presencia por aquel camino de cabras, pero cada explicación habría traído más preguntas, y cada una más difícil de contestar que la anterior. Sintió una enorme sensación de alivio por Martina, no merecía un marido como él.

—Tus amigos…

—Ya no tengo relación con ellos. —Se encogió de hombros—. Dejé de verlos cuando mi prima y Marcos cortaron.

Confirmado, Marcos no fue el único que se despeñó aquella noche. A saber qué versión habría llegado a oídos de Alba, pero seguro que ninguna de su agrado ni del de su prima.

—Por lo visto tenían una especie de apuesta o algo así —aclaró ella—. A espaldas de Martina… —hizo una pausa— y de mí.

—León comentó algo cuando lo saqué a la calle —dijo cuidando sus palabras.

—¿Por eso le partiste las costillas?

—No, eso se lo haría él solo. —Mintió, pero no vio la necesidad de ofrecer una versión más violenta de sí mismo que la que ya tenía—. Le dejé sentado en la barandilla del porche. Se caería desde allí más tarde, borracho como una cuba. —Hizo una pausa—. Al que sí aticé fue a Enrico. No dejaba de burlarse y de decir que te había follado en el albergue. Perdí los papeles.

—No lo hizo, Dani —contestó apresuradamente—. Te aseguro que no llegó a pasar nada. Aposté y perdí, como te dije. Tenía que ir con él, pero… no pasó nada.

—¿Y entonces por qué accediste al chantaje de Cristian? ¿Por qué no afrontaste la verdad de aquella noche conmigo en lugar de hacerle una paja… y de matarme?

Lo preguntó tranquilo, sin levantar la voz ni mostrar enojo. Alba puso los ojos como platos, sorprendida por que conociera un secreto que pensaba enterrado en el dormitorio de aquel desván.

—Es lo que pasa cuando, al que se la meneas, es un niñato bocazas —explicó él.

Lo dijo sin acritud, pero dejando veladamente, que fuera ese chico quien cargara con la culpa de la filtración.

Alba arrugó la cara y cerró los ojos, seguramente odiando a Cristian tanto como lo odió él cuando le chivó lo suyo con Cristina. Después, asintió con la cabeza, asumiendo la crueldad de sus propias acciones y sus dolorosas consecuencias. Cuando le devolvió la vista, sus ojos estaban hundidos.

—Me pilló por sorpresa —reconoció—. Había visto la cara más oscura de ese crío y me asusté sabiendo hasta dónde sería capaz de llegar con su manera perversa de retorcer las cosas. —Su mirada de ojos tristes era de súplica—. Yo sabía que Enrico estaba tan borracho que apenas podría mantenerse despierto cuando me tumbara con él. De hecho, lo único que pudo hacer fue moverse sobre mí de forma torpe, intentando meter su polla flácida, sin darse cuenta de que no me había quitado ni la ropa.

»Pero ese niñato pervertido te hubiera hecho ver que solo fui una puta que se dejó follar sobre tu litera; abierta de piernas para un borracho a quien detestabas; ofreciéndome libremente para que te hiciera un cornudo delante de todo el grupo, mientras pasabas una fiebre horrible que ellos mismos habían provocado. —Ahogó un lamento y se pasó la mano por la frente—. Y lo peor es que no hubiese podido negarlo. En ese momento sentí tanto miedo de que si te iba con el cuento, tú…

Dejó la frase en el aire sin atreverse a continuarla o como si la temiera decir en voz alta. Dani se dio cuenta entonces de que sabía cómo acababa. De hecho, lo había sabido siempre. Miró al suelo unos instantes y asintió igual que lo había hecho ella.

—Me habría marchado de allí, sin ti —corroboró acabando su frase—. Y no me hubiera conformado solamente con hacerle perder la visión de un ojo y provocarle una hipotermia a ese pijo imbécil.

—Lamento no habértelo dicho, y lamento mucho más lo que le hice a ese puto crío por mantenerlo en secreto. Me arrepentí nada más terminarle la paja. Por eso te confesé lo del albergue cuando me lo preguntaste en nuestro dormitorio. —Hizo una mueca de disgusto—. Aunque omitiera las partes escabrosas para que no vieras lo realmente estúpida que puedo ser.

Se hizo el silencio en el que ninguno supo cómo continuar y eso le recordó una cosa.

—El que sí folló fui yo, con Celia, pero te juro que pensaba que eras tú. No la reconocí —atajó—. Estaba hecho polvo por el resfriado y deseaba tanto cumplir contigo que solo estaba concentrado en…

—Lo sé, Dani, lo sé. Me lo ha contado Martina. Me dijo que su hermana había estado aquí, contigo. Y, en cualquier caso, toda la culpa fue mía. —Nuevo suspiro—. Me pasé de lista por culpa de mi soberbia y mi puto orgullo y propicié que se metiera en tu cama. No imaginé que esa arpía…

Hubo un nuevo silencio que nadie supo cómo romper durante un buen rato. Dani no preguntó por los demás. Si ya no se hablaba con ellos, poco importaría lo que les hubiera pasado. Y apostaría su vida a que el grupo estaba completamente roto. Con todo lo que había sucedido, la desconfianza entre ellos se tornaría moneda de cambio y no dejarían de acusarse mutuamente de los males de cada uno. Prácticamente todos habían acabado bastante mal cuando se los cruzó aquella fatídica noche.

Excepto Aníbal.

Según había dicho Gloria, había sido el último en llegar al grupo. Un chico genial, con un cuerpo escultural y unas ideas sobre la vida y el sexo fascinantes. Sin embargo, ahora que todo era del color de la mierda, estaba seguro de que no opinarían lo mismo.

En un juego en el que todos pierden, es muy difícil alegrarse por quien se ha llevado el premio gordo a expensas del sufrimiento de los demás. Y, los que ayer eran sus colegas, hoy no lo serían tanto. No hay peor enemigo que uno que ha dejado de ser amigo por las bravas y él había cosechado más de uno. A estas alturas, pocas amistades debían quedarle ya en el pueblo.

—Fue una noche de mierda —dijo él por fin—. No te voy a engañar, no siento lo que hice mientras intentaba dar contigo, pero sí lamento haberme ido de aquella manera.

Alba lo miró con ojos tristes.

—Desapareciste. Me dejaste sola.

—Habías estado con Aníbal, follando. Lo elegiste a él por encima de mí —contestó—. Me mataste.

—Metí la pata hasta el fondo, la cagué. La cagué mucho, sí. ¿Pero acaso no merezco que me escuches después de tantos años juntos? Quería explicarte cosas, pedirte perdón. Y tú no me diste ni eso. —Empezaron a asomar las primeras lágrimas—. Lo podría haber compensado de alguna manera, joder.

Se pasó un pañuelo por la cara, limpiándose los ojos.

—Y no lo elegí a él —dijo elevando la voz—. Había bebido y reconozco que estaba cachonda. Cachonda, sí. Ese tío me ponía y el tonteo me encendía más. Pero se me fue de las manos. —La voz se le quebraba—. Yo no quería que pasara aquello.

—Sí lo querías, Alba. Lo buscaste, no sucedió porque sí —respondió tranquilo—. Permitiste la escapada con Aníbal. Querías follar con él a solas, a mis espaldas. Es lo que te pone, ¿no?, la infidelidad, el morbo de la traición.

—Pero solo como fantasía —protestó—. Y solo en mi cabeza. Es como cuando follamos tú y yo; a veces imagino que eres otro y que me lo estoy haciendo a tus espaldas, en nuestra propia cama. Pero, ¿acaso tú nunca has hecho lo mismo? ¿Ninguna vez has fantaseado con que yo soy… no sé, una amiga, la vecina, o cualquier otra? ¿Y que te estas corriendo en su coño en vez de en el mío?

Ahogó un lamento y se limpió la cara de nuevo.

—Tener fantasías es morboso, pero sano; hacerlas realidad es cruel —gimió—. Tonteé, lo llevé al límite y la cagué, pero no quise que pasara, lo juro. —Se sorbió los mocos—. Me ponía la idea de esconderme con él a solas. Jugar a ser mala, tontear, algún besuqueo y, como mucho, alguna mano que termina donde no debe. Después de lo tuyo con Cristina, pensé que me lo merecía. —Nuevas lágrimas acudían a sus ojos—. Nunca pensé en llegar tan lejos y traicionarte de aquella manera, lo juro. Pero iba más bebida de lo que pensaba y no supe medir lo que estaba haciendo, no fui consciente de la realidad hasta que fue muy tarde. ¿Crees que no me sentí mal? Pues te equivocas, me sentí peor que tú.

Dani vivía una de esas situaciones en las que se tiene mucho que decir, pero no se sabe cómo hacerlo. Todas sus conversaciones imaginarias con ella, todos los agravios enumerados en una lista que echarle en cara, aparecían como líneas borrosas en una libreta mojada.

—Y cuando llego a casa… tú… o sea, tú… —la congoja le impedía hablar—. No estabas. Habías desaparecido junto con todas tus cosas —lloró—. Me habías bloqueado y te habías cerrado para mí. ¿Es que tan poco significaba lo nuestro que no merecía la pena ni discutir conmigo?

—Es lo mismo que pensé yo, Alba —dijo calmado—. Tan poco significaba para ti que me traicionabas con ese… lameorejas.

—Porque fui una idiota. Una listilla que se dejó cegar como la luz a las polillas y se quemó. ¿No te quemaste tú en el cuarto oscuro, o con Cristina la noche de los chupitos? —casi gritó—. Y yo te perdoné. TE PERDONÉ, DANI, y tiré para adelante.

Agachó la cabeza y se odió más de lo que pudiera haberle odiado ella.

—Igual que lo hice cuando pensé que te habías montado una escapadita con tu compañera de trabajo.

—Respecto a eso…

—Lo sé —cortó ella—. También me lo contó Martina. —Cogió aire y se recompuso—. Pero por aquel entonces no lo sabía, y aun así preferí mirar a otro lado, a convencerme de que no había sido más que un tonteo, algo sin importancia, aunque todas las pruebas decían que sí lo era. Me carcomía por dentro y lo aguanté. Y sin embargo tú… tú… cuando soy yo la que… —Se tapó la cara con las manos y soltó un sollozo.

—¿Lo aguantaste, Alba? ¿En serio? —Buscó su mirada que no encontró—. Los desplantes, las escapadas, las humillaciones de tus amigos. —Levantó su barbilla con dos dedos—. Me odiabas como a tu peor enemigo. Empezaste a ir por libre, pasando de mí.

—Porque tenía el corazón roto, joder —casi gritó—. Te amaba con toda mi alma y me sentía traicionada, no podía hacerme a la idea de que hubieras estado con otra a mis espaldas. —Se sorbió los mocos—. ¿Tú, o sea, tú, que eras mi mundo y en el que confiaba más que en mi propia vida? Me parecía imposible y te odiaba por ello. —Nuevo sollozo—. Y, aun así, no quería perderte.

Cogió un poco de aire e intentó serenarse.

—Nunca se me pasó, ni por lo más remoto, alejarte de mí. Pero cada vez que te veía mirando a otra, como a la amiguita mona esa tuya o a mi prima, que no le quitabas ojo, me moría de celos. Volvía la imagen de ti con Estrella, entrando en su coche entre risitas, disfrutando a mis espaldas y llegando a casa oliendo a ella. —Nuevo sollozo—. Me llevaban los demonios y en mi fuero interno quería pagarte con la misma moneda. Hacer que lo pasaras tan mal como lo estaba pasando yo y que sufrieras.

—Se acercó ligeramente a él—. Te odiaba, sí, te odiaba mucho, pero aun así, te juro que nunca quise que pasara aquello.

—No solo aquello, Alba; era todo. En cada ocasión aprovechabas para desmadrarte y llevar todo al límite. Como la noche que me encapuchaste y me esposaste haciéndome creer que te follaban.

Ensombreció el semblante y agachó la cabeza.

—Sí, me pasé tres pueblos —reconoció—. Pero te aseguro que en aquel momento, con el pedal que llevaba con tanto brebaje de Andrés, me pareció que era solo una travesura picante. Pero para putearte en plan suave como cuando jugamos en casa, no para joderte como una sádica cabrona.

Dani levantó una ceja con cierto recelo.

—Tampoco lo planeé mucho —explicó—. Había visto la nota que me dejaste en el bolso y estaba subiendo a buscarte para hablar de lo del cuarto oscuro cuando Aníbal me paró en las escaleras. Nos quedamos hablando y salió el tema de hacerte una broma. En ese momento me pareció una idea cojonuda hacer como si él me follara sobre ti, así que me hice con las esposas de Marta y fuimos a donde estabas tú.

Dani recordó lo que leyó en el móvil de Javier y asintió.

—No llegamos a entrar —aclaró ella—. Andrés apareció llevando a Marta en brazos, borracha como una cuba, y me la dejó para que me hiciera cargo de ella. La llevé a su cuarto, la desnudé y la metí en la cama. Me costó un huevo acostarla y cuando salí, me encontré con Cristina y su novio que subían a su dormitorio. —Entornó las cejas—. Por lo visto, Aníbal había estado hablando con Andrés y se había ido a su casa. —Le miró de reojo—. Pero yo seguía con ganas de jugar contigo, así que les convencí para que lo hicieran ellos; que simularan follar como si fuera yo.

—Cristina y el niñato —repitió Dani.

—Perdona por no decírtelo entonces. A su padre no le hace ninguna gracia que su hija haga ese tipo de cosas y me hizo jurar que quedaría en secreto.

Se quedó en silencio, frotándose las manos, nerviosa.

—Pasó algo más. —Esperó una reacción de Dani que no llegó, simplemente la miraba taciturno—. Te lo cuento porque quiero que lo sepas todo.

Él asintió, despacio.

—Cuando bajé al salón, mientras hacía tiempo, me quedé hablando con Andrés; en plan bien, ya sabes. Es fácil congeniar con ese hombre y acabé haciendo terapia con él. El alcohol te suelta la lengua y enseguida terminé contándole mi vida. Hizo de pañuelo de lágrimas. Le hablé del cuarto oscuro, de lo que pasó y de las movidas que teníamos antes de venir. —Se encogió de hombros—. Terminó saliendo el tema de su polla. Que era grande y que me llamaba la atención. —Hizo una pausa—. Y que me gustaba, vamos. Le confesé que habíamos fantaseado con ella una noche, mientras follábamos.

Le miró con ojos lastimeros por lo que iba a decir.

—Le pedí que me la enseñara —explicó con una voz casi inaudible—. Tenía mucha curiosidad por verla completamente dura. —Dudó unos instantes—. Y lo hizo. Se bajó los pantalones y se mostró, con su pene. Laxo, pero imponente, formidable… obsceno.

Volvió a hacer una pausa, midiendo bien sus palabras.

—Me dejó tocarle para que se empalmara —confesó—. Le acaricié las pelotas y se las agarré; me llené la mano con ellas. Son grandes, de toro, igual que su polla. Se la puse completamente dura en pocos segundos. Era tan enorme como pensaba o más. Y gorda.

»No me voy a excusar con el alcohol. En el fondo sabía que lo que hacía no estaba bien, pero, después de lo del cuarto oscuro, pensé que era una tontería en comparación.

Cerró los ojos y agachó la cabeza.

—Él también me tocó —confesó al fin—. Era el trato. Estábamos de pie, el uno frente al otro, y me había puesto la mano en el coño. Por encima del pantaloncito —se apresuró a explicar—. Deslizando las yemas por la tela, pero sin pasar de ahí. —Lanzó un suspiro—. Aunque reconozco que me puse a cien con tanto toqueteo.

De nuevo clavó su mirada en los ojos de Dani.

—No hubo más. Me separé, él se subió los pantalones y yo subí, caliente como una perra, a acabar con la broma de mierda y a follarte hasta que se me derritiera el coño. —Hizo un mohín—. Luego… tú me bajaste los pies a la tierra y… al día siguiente, con la resaca, me sentí fatal y no pude ni mirarte a la cara.

—Le sobaste la polla a Andrés.

—Los huevos —matizó ella—, pero sí, le sobé. Lo siento.

—¿Habrías follado con él?

—De ninguna manera —contestó con rapidez—. Eso no.

—¿Y con Aníbal? Cuando subiste con él, me refiero.

—¿Qué? No, claro que no. —Puso cara de espanto—. ¿Y contigo delante? Ni hablar.

—¿Seguro? No parabais de tontear el uno con el otro, de buscar ocasiones, de haceros manitas. Te buscaba, le buscabas. —Suspiró con semblante resignado—. Flirteabais a vuestra manera sin importar que yo estuviera delante.

Ella se ruborizó y congestionó la cara. Después, encogió levemente los hombros.

—Pensaba que si tú te permitiste un capricho con Estrella a mis espaldas, ¿por qué yo no? Aníbal me ponía y el tonteo con él me gustaba. —Volvió a apartar la mirada—. Pero solo era eso, tonteo, jugar a ser mala. —Hizo un pequeño mohín—. Y luego también que…

Dani la inquirió arqueando las cejas, conminándola a seguir. Ella movió el mentón a un lado como si no se atreviera a decirlo o como si no estuviera orgullosa.

—Pues que Aníbal es un chulo y un calientabragas, acostumbrado a que todas se meen por él. El muy… creído. Un machito con ínfulas de golfo canalla que se folla a toda la que se le antoja, como si fueran sus putas. —Miró de reojo a Dani—. Me gustaba tenerlo comiendo de mi mano, humillarlo; sentir ese poder, calentándolo hasta hacerle perder los nervios. —Agachó la vista—. Dominarle, dando lo justo para que creyera que el que dominaba era él.

»Y que solo recibe migajas.

—¿Como sobarte el culo mientras tus amigas me ahogaban en la nudista?

—Tú te estabas dando el lote con las tetas de Celia en tu cara y una empalmada de campeonato. Y que conste que no le dejé ir más lejos y me salí.

—Pero sí dejaste que te comiera el coño en el cuarto oscuro… y que te la metiera.

Intentaba hablar en tono moderado. No era un reproche y no quería que sonara como tal. Alba, por su parte, puso cara de espanto, sorprendida de que también conociera ese pasaje tan escabroso como privado.

—Cristian —acusó Dani de nuevo, volviendo a cargarlo con la responsabilidad del chivatazo.

Ya había demostrado estar bien informado de todo lo que pasaba dentro del grupo y se había jactado de ello, por lo que no era difícil creer en ese gañán como el delator del chismorreo. En esta ocasión no lo había sido, pero tampoco le importó.

Alba cerró los ojos y espiró lentamente, contemporizando. Si el odio se pudiera transmitir a distancia, aquel chico debería estar ardiendo por combustión espontánea en esos instantes. Cuando los abrió, no puso excusas y asintió con la cabeza gacha.

—Es cierto, con el calentón se me fue de las manos y la lie, dejándome abusar igual que una… puta calentorra —reconoció—. Y luego, por si fuera poco, la tomé contigo como una zorra hipócrita.

—Y en La Sartén —continuó—, os estuvisteis magreando debajo del agua. Os sobasteis a base de bien. Y al día siguiente, en la piscina, Aníbal y tú os lo hicisteis delante de mis narices.

Saltó como un resorte.

—No, Dani, en la sartén solo fueron migajas. Apenas un sobeteo para tenerlo con el rabo tieso; y en la piscina no lo hicimos. Lo paré, me aparté de él y lo paré.

—Pero solo porque yo estaba delante. Y fuiste tú la que inició el juego al echarte sobre él y rodearlo con las piernas, completamente desnudos. Sexo contra sexo.

—Tú te habías corrido con Celia, y también yo estaba delante.

—¡Porque creía que eras tú!

—Lo sé, ahora lo sé, pero entonces, no. Y además, yo estaba cachondísima perdida con tanto nudismo y tanto alcohol y jueguecito. Y Aníbal será un gilipollas y un chulo de mierda, pero me atraía como una loca. —Cogió aire y clavó los ojos en los suyos—. Te habías corrido en el cuarto de las literas con mi amiga, prácticamente delante de mí, y te veo revolcándote con Eva. —Puso una mano en su brazo—. Yo quería lo mismo, y aun así y todo lo detuve. Aunque me moría de ganas por follar con él, y de correrme, igual que habías hecho tú.

—¿Qué pasó debajo del agua?

Alba negó con la cabeza y encogió los hombros.

—Algo sí pasó.

Se hizo la remolona, pero terminó confesando.

—Me tenía atrapada, sujeta de brazos contra él. Me la metió… no sé… dos, tres, cuatro veces, sujetándome de las caderas con toda su fuerza. Clavándomela hasta el fondo y matándome de placer. —Le miró de reojo, auscultándole—. Pero me revolví, me deshice de un empujón y salí a la superficie. —Puso ojos de gatito herido—. No quise que llegara a eso y tampoco fue consentido, si es lo que piensas.

Dani movía el mentón a uno y otro lado, pensando y sopesando.

—Nunca lo puse por delante de ti —insistía ella—. Para mí, Aníbal solo era un juguete que compensaba lo tuyo con Estrella y con el que disfrutaba puteándolo. Flirteaba y me dejaba gustar, pero nada más.

—Con la diferencia de que yo no te hacía lamer un molde de su coño.

Abrió unos ojos como platos.

—¿Lo sabes?

—Me lo dijo tu prima. Me lo restregó por la cara, más bien.

—No es lo que piensas —dijo asustada—. No tiene nada que ver con él, sino conmigo misma. Es… una fantasía que tengo. Me pone imaginarte comiéndote la polla con otro tío. —Dani levantó una ceja—. Es igual que vosotros con las tías, os pone vernos haciéndolo entre nosotras. Seguro que tú también has imaginado algo parecido conmigo, follando o comiéndome el coño con otra, a lo mejor a mi prima Martina o Eva —especuló—. Para mí era un fetiche inocente. —Puso una mano en su pecho—. Yo… no sabía que era un molde suyo, lo juro.

—Lo sabías cuando estuvimos allí, y también me la hiciste chupar.

Quiso contestar a eso, pero de su boca no salieron palabras. Terminó agachando la cabeza, abochornada.

—Supongo que, en esos momentos, me pudo la excitación, pensando solo en mí, sin importarme cómo te pudieras sentir.

—¿Para qué lo llevaste? ¿Para compensar mi escasez? ¿Para consolarte con un sucedáneo de Aníbal?

—No, no, eso nunca —ojos como platos—. Si lo llevé fue por mi prima, que es una lianta. Yo… quería devolverle la moneda.

Dani esperó taciturno. Alba se frotaba las manos, indecisa.

—Pensé que podría camelar a Mario, su pareja, para que se lo regalara en su cumpleaños. Iba a intentar convencerlo de que a Marta le iba a encantar usarlo con él. La idea era que ella no supiera que había sido yo quien estaba detrás. Ni tampoco que aquel dildo era el mismo que me envió a mí. Quería que Mario la follara con la polla de Aníbal, igual que ella hizo conmigo.

»Si el plan no se torcía demasiado, podría sacarlo de su escondite sin que nadie se enterara, incluido tú, y encasquetarle el puñetero consolador. Lo malo fue que Mario no se encontraba allí. Luego tú lo descubriste y… bueno, pasó lo que pasó.

—Que Aníbal volvió a nuestra cama.

—No, Aníbal, no. Para mí solo era una polla de goma con la que jugar. Como cuando inventamos lo de Caballo. —Apretó ligeramente su brazo—. Una polla de fantasía, sin dueño y con mil caras. Siento no haber sido sincera. Te lo iba a contar pero, cuando me ofreciste volver a jugar con él… juntos.

—¿Sabes el asco que me da saber que me he metido su rabo hasta la garganta? Y más después de…

Ella movió la cabeza sin poder levantar la vista, arrepentida.

—Lo siento, fui una egoísta, pero lo hubiera compensado de alguna manera —dijo al fin.

—Dudo mucho que hubieras podido compensar todo. —Seguía con el tono contenido—. Las escapadas, los desplantes, las humillaciones; como el juego de las pajas en la piscina o la bajada de pantalones en la nudista, exhibido delante de todos, el bufón de la polla enana. ¿Sabes cómo me dolió que me dejaras solo? ¿Cómo me dolieron las miradas y los cuchicheos de tus amigos? ¿Sus bromas? ¿Sus putadas? —Hizo una pausa—. ¿Las tuyas?

Ella volvió a limpiarse las lágrimas de los ojos.

—Te las hice pasar canutas sin razón, te puteé, vale. Pues haz tú lo mismo, ¿no? Cabréate, discute conmigo, pero dime algo. No te lo tragues todo y desaparezcas de mi vida como si no significara nada. ¿Acaso tú lo hiciste todo bien?

De nuevo las mamadas del cuarto oscuro y de Cristina. Dani volvió a odiarse, pero esta vez por no saber responder. Se habían quedado callados y solo se escuchaban los sollozos contenidos de Alba.

—No sé qué responder a eso —arrancó por fin él—. Tampoco sé cómo podría arreglar todo lo que hice mal. Pero, si tengo algo claro, es que nunca hubiera sido capaz de hacerte el daño que tú me hacías día tras día, ni de verte sufrir. Por eso reaccioné como lo hice contra tus amigos. —Cogió aire—. Si me fui solo, no fue porque no significaras nada para mí, sino porque yo había dejado de significar algo para ti. —Encogió los hombros—. Quise que te sintieras tan sola como lo estaba yo.

Ella levantó la cabeza de golpe, como el perro que oye un ruido extraño tras la puerta de su casa.

—Mis amigos —dijo dubitativa—. ¿Reaccionaste contra ellos porque no querías verme sufrir?

En su rostro se notaba que algo no cuadraba, algo que había venido rumiando desde el inicio de su conversación o quizás, desde que saliera del pueblo. Su mentón se movía a un lado y a otro, cavilando.

—León —dijo al cabo de un rato—. Antes has dicho que comentó algo de la apuesta que tenían entre ellos. ¿Qué fue lo que dijo?

Dani comenzó a coger aire, llenando sus pulmones mientras escogía las palabras con cuidado para no destapar más de lo necesario. Al final, decidió encogerse de hombros y negar con la cabeza como si no supiera la respuesta o, como si ésta, careciera de importancia.

Pero ella le conocía muy bien.

—¿Tan grave es que no me lo puedes contar?

Tampoco respondió a su pregunta, limitándose a mirarla con el mismo rictus indolente. —No lo recuerdo —dijo restando importancia—, sería alguna tontería de las suyas.

No le creyó. Y su mente empezó a trabajar a doble velocidad.

—No se cayó de la barandilla —concluyó—. Le golpeaste tú, igual que a Quico, Gloria y Javier —su cabeza era un hervidero—; como a Marcos y a Gonzalo, que acabaron en el hospital por sendos accidentes cuya razón solo tú conoces.

Dani seguía sin decir nada.

—No los apaleaste para vengarte de mí —susurró para sí misma—, sino para defenderme de ellos, de su apuesta, o de su juego, o lo que fuera que se trajesen entre manos.

Y entonces, con unos ojos como platos y unas lágrimas que de nuevo acudían en torrente, se llevó la mano a la boca y soltó un gemido de angustia, como si acabara de golpearse, en toda la frente, contra algo oculto que siempre tuvo delante. Un secreto grande y doloroso que aparecía con la fuerza de un camión sin frenos y que ponía patas arriba las ideas preconcebidas a su salida del pueblo.

—¡Me estabas salvando de ellos!, como cuando te pusiste delante de aquel león en el zoo. Te partiste la cara por mí mientras yo estaba… estaba…

La mirada de Dani no cambió, ni confirmando ni desmintiendo, pero ella ya era un manojo de lágrimas, llorando desconsolada, tapándose el rostro en un intento por contener la pena.

O de no morir en ella.

—Dios, has debido odiarme tanto.

—Con toda mi alma —reconoció—, y aun así, nunca pude dejar de quererte, ni de pensar en ti.

Levantó su barbilla con suavidad.

—Mírame —continuó, abriendo ligeramente los brazos—. He perdido varios kilos por culpa de la pena y me he arrepentido cada día de no haberte esperado en casa; de no haber tenido esa bronca al llegar tú y de no haber sabido mirar más allá de aquella noche.

El lloro de Alba se hizo más fuerte.

—Quise buscarte, pero reaccioné tarde y no te encontré. No estabas en casa y en tu trabajo me dijeron que ya no volvías más. Pensé que me odiabas tanto que habías preferido mantenerte alejada de mí.

—¿Odiarte? Me fui de casa porque se me caía encima. Me moría sin ti —sollozó—. Me lo merecía por lo que te hice, por ser tan cabrona, y egoísta, y haberte traicionado de aquella manera. —Nuevo sollozo—. Eso era lo más duro de todo, lo zorra que fui. Y cuando me enteré de lo de estrella —congestionó el gesto— y el anillo que compraste para mí. —Se llevó de nuevo las manos a la cara, arrancando un lánguido lamento que salió de lo más hondo—. ¡Dioss! me quería morir. Si tú supieras cómo me sentí en aquel momento, si supieras lo que lloré. —El torrente de lágrimas era irrefrenable—. No me podía soportar, los remordimientos me mataban pensando en cuánto deberías detestarme. Me pasé noches y noches sin dormir, llorando, incluso en el trabajo; me escondía en el baño para que no me vieran. El resto de la jornada no daba pie con bola y hasta dejé de comer.

Sacó un nuevo pañuelo y se limpió la cara, aprovechando para intentar serenarse un poco y sonarse. Se tomó su tiempo en recuperar parte de la compostura.

—Hasta que un amigo terminó por ofrecerme su casa. Decidí irme con él por unos días —dijo con la voz entrecortada—. Me vino bien para desahogarme y no hundirme en la mierda. Después pedí traslado de oficina porque quedaba más cerca de su vivienda.

—El chico con el que estabas ayer —constató.

—Sí.

—¿Estáis viviendo juntos?

Alba no contestó, no le salía la voz. Simplemente asintió con la cabeza gacha y Dani ató cabos con rapidez.

—¿Vais en serio?

Nuevo asentimiento que le provocó una mueca de disgusto. No podía negar que le dolía que hubiera encontrado sustituto tan pronto. Cogió aire hasta llenar los pulmones y lo soltó lentamente, contemporizando. Lo repitió otra vez más y, curiosamente, se sintió mejor consigo mismo. Así era como debía ser.

—¿Puedo darte un abrazo? —dijo al fin.

Éste era su punto final. Sin odios ni rencores y con el ánimo necesario para volver a mirarse a la cara si se volvían a cruzar en otra ocasión.

Alba apoyó la cabeza en su hombro notando los brazos de él rodeándola. Dani aspiró el olor de su pelo y se resistió a tomarla de la barbilla para besarla. Aguantaron así mucho rato aunque para ambos solo fueron segundos.

—Me tengo que ir —dijo ella con la voz rota—. He venido a por algunas cosas de casa. Me está esperando abajo.

Se percató por primera vez de una maleta de ruedas junto a la pared. Supo que ese “Me tengo que ir” era definitivo y muy lejano. En esta ocasión no pudo impedir a sus lágrimas inundar sus ojos por primera vez en más de veinte años, aunque sabía que era lo mejor para ambos.

—Vale —fue lo único que pudo salir de su garganta.

Se quedó estático mientras ella se acercaba a las escaleras que bajaría para no volver jamás. Alba, en pie junto al primer escalón, rompió a llorar cuando llegó a la misma conclusión. Las miró un buen rato antes de volverse a él.

—Pídeme que me quede.


Fin capítulo XLVIII
 
Jajajaj...Seneka no pudiste resistirte a un final Disney... la veta romántica que intentas reprimir afloró al final...(y);)(y)
 
Sé que han sido innumerables las decepciones que Alba le ha provocado a Seneka, y de lo mucho que ella se ha aprovechado de su responsabilidad como creador para que él la defienda incondicionalmente, incluso llevándolo a modificar el relato para esconder sus verdades.;)

Yo sabía que Enrico estaba tan borracho que apenas podría mantenerse despierto cuando me tumbara con él. De hecho, lo único que pudo hacer fue moverse sobre mí de forma torpe, intentando meter su polla flácida, sin darse cuenta de que no me había quitado ni la ropa.

Pero Alba le sigue mintiendo a todos hasta el final, a Dani, a Seneka, a nosotros, en su intento de quitarle importancia a lo que pudo suceder durante ese episodio de las literas, no le dice la verdad a Dani.
Sabemos que Enrico la espera desnudo en la litera sobre Dani, y ella le sigue arriba, pero en realidad se quita todo, INCLUYENDO LAS BRAGAS, para luego acostarse con él con las piernas semiabiertas...

Tanteó hasta encontrar la escalera que ascendía al segundo nivel de camas. Subió por la litera de Dani y se encontró a Quico que ya estaba desnudo. Su polla larga y morcillona se veía con la nitidez que daba la escasa luz de alguno de los móviles que aún
permanecían encendidos. Cogió aire y se tumbó junto a él. Acto seguido, se quitó las bragas y se quedó con las piernas semiabiertas. Capítulo XLIII original.
 
Tanteó hasta encontrar la escalera que ascendía al segundo nivel de camas. Subió por la litera de Dani y se encontró a Quico que ya estaba desnudo. Su polla larga y morcillona se veía con la nitidez que daba la escasa luz de alguno de los móviles que aún
permanecían encendidos. Cogió aire y se tumbó junto a él. Acto seguido, se quitó las bragas y se quedó con las piernas semiabiertas. Capítulo XLIII original.
Esa es la versión que da Eva de los hechos a Dani. En esa misma versión, Dani (y Eva) cree que Alba le fue infiel y nosotros sabemos que no pasó (por lo que hablan Alba y Aníbal).

Me parece que esa versión es de un narrador no fiable en toda regla.
 
Hola me acabo de leer el relato y me ha encantado, aunque esto no pasaría en el mundo real, pero para eso las fantasías no? acabo de darme de alta en el foro pero iba leyéndolo desde antes.

Pero esto ha acabado así? o hay más? qué pasa con la chica que se tenía que ir a trabajar y sigue en la habitación? y el que está esperando abajo? Alba no sabrá al final que la grabaron en vídeo y que cientos de personas vieron como Anibal se la follaba? Dani va a ser tan patético que va a volver con ella? es que por mucho que diga ella, no usa el mismo baremo, ella ha hecho todo lo que ha hecho para putearle vale, pero todo tiene un limite, y ella se ha pasado 20 pueblos.

Se me ha ocurrido meter la descripción de Alba en uno de estos generadores de Ai (el Sexy AI), y después de unas pequeñas correcciones para que no me saliesen tres brazos ni una teta en el culo, me ha sacado esta imagen, que creo representa muy bien a Alba. vosotros qué opináis. (Perdón Seneka por la libertad que me he tomado)
 

Archivos adjuntos

  • alba.jpg
Última edición:
Esa es la versión que da Eva de los hechos a Dani. En esa misma versión, Dani (y Eva) cree que Alba le fue infiel y nosotros sabemos que no pasó (por lo que hablan Alba y Aníbal).
Me parece que esa versión es de un narrador no fiable en toda regla.
Que no follaron no se discute, sólo que es muy diferente que una mujer se pegue a tu cuerpo desnudo sobándose con las bragas puestas que sin ellas, que por muy borracho, la posibilidad de encajarla es mucho más alta, y por eso ella no reconoce no llevarlas puestas, que eso sería ir a todas, predispuesta a la contingencia de ser follada, cuidando su "reputación" ni a Aníbal ni a Dani dice la verdad.;):cool:
 
Hola me acabo de leer el relato y me ha encantado, aunque esto no pasaría en el mundo real, pero para eso las fantasías no? acabo de darme de alta en el foro pero iba leyéndolo desde antes.

Pero esto ha acabado así? o hay más? qué pasa con la chica que se tenía que ir a trabajar y sigue en la habitación? y el que está esperando abajo? Alba no sabrá al final que la grabaron en vídeo y que cientos de personas vieron como Anibal se la follaba? Dani va a ser tan patético que va a volver con ella? es que por mucho que diga ella, no usa el mismo baremo, ella ha hecho todo lo que ha hecho para putearle vale, pero todo tiene un limite, y ella se ha pasado 20 pueblos.

Se me ha ocurrido meter la descripción de Alba en uno de estos generadores de Ai (el Sexy AI), y después de unas pequeñas correcciones para que no me saliesen tres brazos ni una teta en el culo, me ha sacado esta imagen, que creo representa muy bien a Alba. vosotros qué opináis. (Perdón
alba.jpg
Seneka por la libertad que me he tomado)
Esas mismas preguntas de que pasa con la camarera y el amigo, las iba a hacer , pero haciendolas tu.... esperaremos la respuesta en el proximo capitulo... jeje
 
Que no follaron no se discute, sólo que es muy diferente que una mujer se pegue a tu cuerpo desnudo sobándose con las bragas puestas que sin ellas, que por muy borracho, la posibilidad de encajarla es mucho más alta, y por eso ella no reconoce no llevarlas puestas, que eso sería ir a todas, predispuesta a la contingencia de ser follada, cuidando su "reputación" ni a Aníbal ni a Dani dice la verdad.;):cool:
Como Eva puede saber con 100% de seguridad que pasó en esa cama si ya sabemos que ella se equivoca en algo? (Ella cree que Alba y Enrico tuvieron sexo)
 
Hola me acabo de leer el relato y me ha encantado, aunque esto no pasaría en el mundo real, pero para eso las fantasías no? acabo de darme de alta en el foro pero iba leyéndolo desde antes.

Pero esto ha acabado así? o hay más? qué pasa con la chica que se tenía que ir a trabajar y sigue en la habitación? y el que está esperando abajo? Alba no sabrá al final que la grabaron en vídeo y que cientos de personas vieron como Anibal se la follaba? Dani va a ser tan patético que va a volver con ella? es que por mucho que diga ella, no usa el mismo baremo, ella ha hecho todo lo que ha hecho para putearle vale, pero todo tiene un limite, y ella se ha pasado 20 pueblos.

Se me ha ocurrido meter la descripción de Alba en uno de estos generadores de Ai (el Sexy AI), y después de unas pequeñas correcciones para que no me saliesen tres brazos ni una teta en el culo, me ha sacado esta imagen, que creo representa muy bien a Alba. vosotros qué opináis. (Perdón
alba.jpg
Seneka por la libertad que me he tomado)
No vas muy desencaminado @luisra, ya que el propio Seneka, dejo una foto de como se imaginaba a Alba
 

Archivos adjuntos

El tema que pocos apuntan, es que la infidelidad ya pasó a un segundo plano, ya casi no tiene importancia.

El maltrato, desplantes y falta de respeto son los verdaderos protagonistas de esta historia. Y las reacciones de los personajes a esto es de locos.

Bueno, quizás soy yo que me hago un mundo tratando de llevar a la vida real las historias que leo.
 
Atrás
Top Abajo