La noche más oscura
No se lo podía creer. O sea que Alba sí había follado, aunque no con Aníbal. Y todo propiciado por… Celia… y él mismo.
—Yo no sabía que era ella —musitaba—. Estaba oscuro. Tenía un ojo cerrado, fiebre y un dolor de cabeza horrible. —Daba vueltas por la habitación, incrédulo—. Se metió conmigo sin decir nada. ¡Se hizo pasar por Alba, JODER!
Ahora entendía los comentarios hirientes de Gloria del día siguiente. Eva, por su parte, también comenzó a comprender. Celia utilizó muy bien sus cartas, jugando al despiste con todos.
—El puto Quico. ¡Se la folló el puto Quico!
—Si te soy sincera, hasta el último momento pensé que no podría. Estaba muy borracho y le costaba mucho empalmar cuando le hice la paja.
—Me dijiste que Alba no me puso los cuernos.
—Y no lo hizo. Se tuvo que dejar, obligada. Fue víctima de las circunstancias. Ella no lo deseaba. No lo disfrutó. Eso no puede llamarse infidelidad.
—¡Tecnicismos! ¡Chorradas! —bufaba—. Javier, Quico y ahora Aníbal —dijo para sí—. Se la están follando todos. —Eva se cogía de las manos observándolo, entristecida. Dani se apoyó en el marco de la ventana, mirando al exterior.
—Putos degenerados de mierda. No van a dejar que Alba salga de aquí sin que vuelva bien follada. Y el puto Aníbal es el encargado de emputecerla el que más.
Llenó los pulmones y los vació lentamente. Lo repitió dos veces más. Cuanto más conocía a aquella gente, más los odiaba y detestaba tenerlos cerca. Pero si había algo que tuviera claro era que no iba a permitir a aquella panda se saliese con la suya. No a su costa. Se giró hacia su amiga y la tomó de los hombros.
—Escúchame. Ve a la planta de abajo y convence a alguien para que te saque de aquí. Cualquiera, mientras no sea Enrico. —Eva frunció el ceño y Dani levantó el dedo índice frente a su cara—. No le llames, no respondas si lo hace él y, sobre todo, mantente a kilómetros de distancia de él y de todos sus putos amigos.
Eva asintió aunque se veía que no estaba conforme.
—Eva, esta gente es tóxica para todos los que les rodean y hasta para sí mismos. Huye de ellos, hazme caso. —De nuevo su amiga asintió, y esta vez, de manera más convincente.
—Y otra cosa más. —Se acercó hasta colocarse a un palmo y dulcificó el rictus—. Mañana… o pasado, llama a Lidia y queda con ella. Para tomar un café, charlar, lo que sea. Pero hazte su amiga. Sé que os vais a llevar muy bien.
Salió al pasillo cogiéndola de la mano y se despidieron allí mismo. La observó mientras recorría la distancia que lo separaba de las escaleras que daban acceso a la primera planta. Rocho seguía apoyado en la barandilla, junto a los interruptores de la luz.
Desde su posición, observaba a la gente de la planta de abajo como si fuera el vigilante en una atalaya. O su ángel de la guarda. Un ángel oscuro y silencioso.
Sus miradas se cruzaron justo cuando bebía de su vaso. Al bajarlo, vio sus mofletes hinchados por el líquido. No tardaron en convertirse en una sonrisa de burla cuando el alcohol pasó a través de su garganta.
Quizás algún día tendría una charla para dejarle claro algunas cosas que parecía no entender. Le dio la espalda y volvió a recorrer el pasillo hacia la terracita exterior. En su camino, volvió a abrir y cerrar puertas mirando dentro.
Al llegar al otro pasillo, continuó inspeccionando habitaciones. La sorpresa llegó cuando encontró luz en una de ellas. La habitación estaba igual que la última vez que había pasado por allí. Era un dormitorio con una pequeña mesa de despacho sobre la que descansaba un ordenador portátil, una bandeja de papeles y un bote portalápices que contenía un único lápiz. Detrás, unas estanterías repletas de incunables añejos, llenaba la pared de parte a parte. Un pequeño taburete azul, camuflado en la esquina, debía servir para alcanzar los volúmenes de las últimas estanterías.
En el otro lado, a la izquierda de la puerta, alguien reposaba sobre una cama. Parecía estar profundamente dormido a tenor de su respiración rasposa.
Era Javier.
Cerró tras de sí y se acercó sigilosamente. Rodeó la cama hasta colocarse por el lado donde dormitaba, pegado al borde. En la mesilla había una botella de vodka y algunos vasos casi vacíos. Le tocó en el hombro y, como suponía, estaba frito. Apretó los puños sopesando la idea de despertarlo a tortazos, dándole hasta que las orejas fueran impares.
Pero se lo pensó mejor y, en su lugar, comenzó a palpar entre sus bolsillos hasta encontrar su móvil.
«Aquí está».
Lo encendió e inmediatamente apareció el mensaje de bloqueo que leyó en voz alta.
—Introduzca la huella dactilar del borracho que tiene bajo usted para saltar nuestro bloqueo de seguridad de mierda.
Tomó la mano de Javier y colocó la yema del dedo para acceder al teléfono. Tras eliminar la restricción para futuros accesos, se dirigió a la aplicación de mensajería instantánea.
Le llamó la atención que hubiera un grupo de WhatsApp llamado: LA CENA DEL IDIOTA. Levantó una ceja, suspicaz, y accedió dentro. Ahí se llevó la primera sorpresa.
Había multitud de imágenes colgadas. Prácticamente todas eran de su novia o de él mismo. Unas, mostraban a una Alba desnuda o en toples con comentarios de lo más soeces. Otras, mucho más hirientes para él, le mostraban con su polla en estado micro, posando junto a los demás en la playa nudista.
Quizás la peor fue aquella en la que aparecía junto a Aníbal en dolorosa comparación el día que le quitaron el bañador. León y Quico eran los más activos haciendo comentarios humillantes.
Había fotos de todos los días y de cada momento. La noche de la cena en el restaurante La Playa; la fiesta en casa de Rocho; el momento en que lo transportaban en el armario hacia la piscina de Gonzalo; multitud de desnudos en Arenas, incluida la foto en la que Alba aparecía con la polla de Javier en la boca.
La segunda sorpresa fue descubrir la fecha de creación de aquel chat. Databa de unos dos meses antes de llegar al pueblo. Fue algo después de la charla telefónica que Alba tuvo con Marta. Aquella en la que le proponía pasar las vacaciones con ella.
Dedujo que, en cuanto se supo que Alba y su novio vendrían a pasar unos días, su suerte estuvo echada, marcándolos como objetivo en aquel juego macabro de emputecerla a espaldas de su cornudo. Siendo Alba quien era, podía suponer que, para ellos, era caza mayor, altamente deseable.
Revisó la información de los participantes. Ahí llegó la tercera de las sorpresas. Nada menos que 21 personas formaban parte de aquel circo, todos hombres, incluidos los amigos de Alba.
Perplejo, repasó la lista uno a uno. Le llamó la atención, un tal “Fonso”. Recordó que Gonzalo llamó así a uno de sus amigos en el mini salón.
El último de los comentarios se había colgado hacía más de cuatro horas. Seguramente el tiempo que llevaba en aquella casa sin cobertura. Deslizó hacia arriba para hacer una búsqueda rápida de lo que decían y dio con una charla de Javier con el resto del grupo.
JAVI.GASOFA_
Siiiiiii, tios, la he dejado bien folladita. Y no veais como chupa la cabrona. despues d correrme en ella a 4 patas, me la ha mamado hasta dejarme los huevos secos. Ha hecho q me corra 2 veces. Se ve q su cornudo la tiene muy desatendida.
Dani levantó una ceja. La fecha era del día del cuarto oscuro. Evidentemente hablaba de Alba, pero, como buen machirulo, exageraba para que no supieran que, en realidad, se había ido con la polla a medio meter y dolor de huevos hinchados.
KIKO.RIKO_
cabron con suerte. si hubiera sido la vez anterior, me la habría follado yo. D todas formas, la novia de Leo sí q la chupa. Uff, q hambre de rabo tiene. Y se ha tragado todo. la proxima vuelvo a repetir con ella
LEO_
en cambio la tuya es como un palo seco. Bua, chaval, lo buena q esta eva y lo poco q se mueve. se queda quieta como una monja mientras le hago de todo. pa mi q esa no se corre.
ANÍBAL.CANIBAL_
Sera contigo porque cuando me toca a mi, la pava brinca q no veas. seguro q sabes follar?
Dani tensó la mandíbula. Tal y como pensaba, Enrico utilizaba a Eva como moneda de cambio. Lo que no había imaginado era que Lidia también lo fuera.
JAVI.GASOFA_
A la q me gustaria catar es a la novia de marquitos. Q siempre la tiene atada como un moro. A ver si la compartes, q ya estoy hasta la polla de hacerme pajas con ella, jajaja
LEO_
Por lo menos participa en la movida. Menos es nada. Algun dia, hasta nos enseñará el conejo
ANÍBAL.CANIBAL_
pues espera sentado. En todos estos años no le he visto la almeja ni una sola vez. solo topless
MARCOS_
Q os jodan. Ni la vais a ver. Esa es la diferencia entre salir con una tia de verdad o con putas como las vuestras. Y por cierto, eva conmigo si se corre.
INVITADO2_
Contad q cara tenia el cornudo cuando salio. hay fotos???
ANIBAL.CANIBAL_
la cara, no se, pero la polla… pa mi que habia follao. la tenia flacida y humeda. no os fijasteis vosotros tambien?????
LEO_
yo si, pero con eva no fue, la tuve todo el tiempo debajo.
KIKO.RIKO_
Lidia tampoco
ANIBAL.CANIBAL_
y tampoco celia, estuvo conmigo fuera. Y glori me ha dicho que lo mismo. Seguro q t has follao a alba???, bocas, q eres un bocas.
JAVI.GASOFA_
Q si, coño. q se la llegue a meter cuando la tuve contra la pared. los 2 de pie ahi, gimiendo boca con boca
ANIBAL.CANIBAL_
pero no habias dicho q la pusiste a 4 patas!!!??? Pero Q puto trolas eres!!!!
INVITADO3_
poned una puta camara d vision nocturna de una vez, joder!!!
GONZALIN_
Ya os he dicho q ni d palo. Glori no quiere correr ningun riesgo. Si se filtrara un video de la concejala haciendo orgias, s monta la de dios.
LEO_
jajaja, tu glori t putea por haber puesto en las confesiones que le quieres lefar la cara despues de zumbarte a su madre
GONZALIN_
calla, mariconazo!!! a ver si cuento lo q pusiste tu
FONSO_
entonces, la tetas, esta sin follar!!??? TODAVIA!!??
Dani ardía de rabia viéndolos hablar así. Javier continuaba durmiendo la mona y la botella de Vodka seguía en la mesilla. La tomó del cuello, desenroscó el tapón y la vertió sobre su entrepierna.
La dermis en la zona de los genitales es enormemente sensible. El contacto de sustancias alcohólicas con esa región es tremendamente doloroso, produciendo una terrible quemazón imposible de aliviar. Algo parecido a lo que el gas pimienta hace a los ojos. No pasó mucho tiempo hasta que Javier empezó a despertar y a llevarse las manos a la zona dolorida.
—Mmmmmm, aaah… AAAAAAAHH.
Apenas empezó a enfocar la vista, el brazo de Dani describió un arco a gran velocidad, propinando un botellazo en la sien con toda su energía. El golpe fue tan fuerte que lo tiró del borde de la cama. Una vez en el suelo, inconsciente, le propinó una patada en los huevos.
—Mañana te dolerán un poquito más —le dijo—. Y algo me dice que, después de unas horas con eso abrasándote, tus pelotas no volverán a ser las mismas.
Volvió a deslizarse por el chat, avanzando en el tiempo. Se paró cuando vio un comentario de Aníbal. Cada vez que veía su nombre, su corazón daba un vuelco.
ANIBAL.CANIBAL_
otra vez q se me ha escapado, tios. y lo tenia hecho
GONZALIN_
pero si habias dicho q estabais subiendo a follar delante del cornudo
ANIBAL.CANIBAL_
Si, la habia convencido d q era una idea cojonuda. y estabamos casi en su habitacion, hasta q ha venido el puto andres. el cabron de jipi ha metido baza y la muy calientapollas se ha rajao
KIKO.RIKO_
El fumao del suegro de cristian es un hijoputa metomentodo. hay q tener cuidado con el. siempre nos esta jodiendo con chorradas de las suyas. y algo me dice q ya sabe de q palo vamos
JAVI.GASOFA_
Por lo menos, cristian consiguió follar delante de él. Se lo hizo con la hija del jipi cabron, como si fuera su novia
MARCOS_
me la sopla. A quien queremos ver botando es a Alba. Y dile a Cristian que deje de tocar los cojones. Esta metiendo ficha con Alba todo el puto rato y nos esta jodiendo
GONZALIN_
Ya, javi, tio, cortaos un poco. En Arenas, con vuestra chorrada de ponerle la polla en la boca lo jodisteis todo. Alba se cerró en banda ¡¡y ya no pudimos hacer nada!!
ANIBAL.CANIBAL_
ese lapas nos va a traer problemas. No se despega de nosotros ni pa dios. Y el capullo va a lo que va. Cortadle las alas de una puta vez
MARCOS_
no t habras ido de la lengua con ese niñato, no, cabron? Como se entere de algo, le va a faltar tiempo para ir con el cuento a Marta. Y T CORTO LOS COJONES
JAVI.GASOFA_
Q no, coño, q no sabe nada. Ademas, Cristian es de fiar.
Ahora comprendía que ese chaval estuviera tan bien informado. El gasolinero bocazas debía filtrarle a su amigo las cosas más suculentas que se cocían ahí dentro. Y el muy cretino no podía pasar sin restregárselo por la cara. Por eso, no todas las cosas del juego se quedaban en el juego. Apostaría algo a que fue él quien le envió las fotos de Arenas.
GONZALIN_
En fin, todavia nos queda la baza del albergue, pero es la penultima bala. Quién organiza esta vez?
MARCOS_
Yo me encargo, q para eso me toca a mi meter polla con Alba si pillamos otra bola como la del cuarto oscuro
ANIBAL.CANIBAL_
le puedo pedir al gordo de rocho que suba comida y toda la priva. La puede meter a litros. Ahora hay que buscarse algo para quitarse a dani de medio y poder jugar tranquilos a algo picante
KIKO.RIKO_
bien regada de alcohol y, sin su novio delante, cae fijo. Oye, el gordo ese q no se quede que nos corta el rollo. Mandale a su puta casa cuando suba todo.
ANIBAL.CANIBAL_
Tranquilo, q ese chupapollas hace lo q yo le diga
LEO_
Yo me encargo d poner al idiota fuera de juego. Hacemos la del año pasado. Va a pasar un poco d frio, jijijijijiji
Si seguía apretando los dientes con tanta fuerza, los iba a partir. Cerró los ojos y dejó escapar el aire. Avanzó con cuidado, fijándose en la fecha de cada comentario. Paró cuando encontró el primero de la mañana siguiente a la noche del albergue. Alguien preguntaba por Quico y su noche con Alba. Detrás venían más comentarios del resto en la misma línea. Avanzó hasta que vio la respuesta que les daba Quico.
KIKO.RIKO_
Polvazo. Me he corrido tanto, q creo q la he preñao 2 veces. Me lo va a tener q agradecer su cornudo. Y no veais cómo me gemía en el oido. Si es que…
No quiso leer más, no podía. Apagó el aparato y lo guardó en el bolsillo de atrás. Javier seguía en el suelo inconsciente. Empezaba a asomar un hematoma en la parte derecha de su cara. Le dio otra patada antes de abandonar el dormitorio y apagó la luz antes de salir.
«Pues Aníbal no se la va a follar».
Llegó a la terracita y descendió hasta el jardín trasero. En esta ocasión decidió rodear la casa por el lado contrario, por la izquierda. Quizás en ese lado encontrara algún refugio o cabaña donde pudieran estar metidos.
No había nada, ni un edificio, solo jardín. Sin embargo, al acercarse a la parte delantera, vio un bulto en el suelo. Bajo la barandilla del porche techado, en el borde de la casa, había alguien tumbado en el suelo.
Lo reconoció nada más llegar a él. Era León, y debía haberse caído desde la barandilla donde le había dejado apoyado. A su lado estaba la toalla totalmente impregnada de sangre. La borrachera, el frío y la escasez de oxígeno, habrían provocado su desvanecimiento, haciendo que se desplomara por el lateral.
Pensó que debía hacer algo con él.
La primera patada se la dio en las costillas. El dolor provocó que espabilara de su inconsciencia y se doblara hacia atrás, arqueando la espalda y comenzando a gemir de forma lastimera. Levantó la cabeza y trató de enfocar la vista en Dani al que a duras penas podía distinguir.
—Te has caído de la barandilla —le dijo a León que, con la lentitud de un oso perezoso, comenzaba a reaccionar—. Ha sido por culpa del alcohol. Deberías vomitarlo.
Una segunda patada, en el estómago, hizo que se doblara sobre sí mismo con un dolor horrible. Sus pulmones se quedaron sin aire. Acto seguido, una arcada vació parte del alcohol de su cuerpo.
—Más, expúlsalo todo, vamos. Tienes que limpiarte por dentro —animaba Dani propinándole otra nueva coz.
Otra nueva arcada, precedida de un sonoro quejido, encharcó el ya de por sí húmedo suelo. Lo hubiera matado a golpes, no le faltaban ganas. León se abrazaba por la cintura intentando contener un dolor que le hacía poner los ojos en blanco a la vez que boqueaba para coger aire que se negaba a entrar en sus pulmones. Dani lo observaba con los dientes apretados.
Lo vio retorcerse y clavar la cara contra la hierba. Tosiendo e intentando recuperar aliento con dificultad. Su cuerpo, en mangas de camisa, temblaba a causa del frío helador de esa noche. Se agachó, quedando en cuclillas frente a él.
—¿Dónde está Aníbal? ¿Dónde se esconde cuando haceis lo del idiota?
León, aún en semiinconsciencia, tiritaba desde los pies a la coronilla.
—Aníbal —insistía Dani zarandeando su hombro—. Dime dónde está.
Pero León no le oía. Solo gemía y se abrazaba a sí mismo sin poder frenar la temblequera que hacía vibrar su cuerpo cada vez más fuerte. Dani esperaba taciturno, pero, en su estado, iba a ser imposible que reaccionara a sus preguntas. Movió la cabeza, resignado, viéndolo sufrir.
—Si es que estás muerto de frío, joder.
Lanzó un suspiro y se puso de pie, tras él.
El chorro de orina recorrió la nuca y parte de la espalda con especial atención en su cuello, hombros y orejas. Aliviada la vejiga, se subió la bragueta y se acuclilló.
—¿Mejor? ¿Más calentito? —Un gemido fue todo lo que salió de su boca—. Eso debe ser un sí.
Sabía que no sacaría nada de él, así que pasó por encima y llegó al inicio de los escalones del porche. A lo lejos, en la zona de la piscina de salto, vislumbró una figura. Por su porte desgarbado supo quién era y caminó hacia él.
Enrico orinaba en la piscina desde el borde. Lo hacía sin manos, con los brazos a cada lado. Sostenía un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Dio una calada y sostuvo el humo en sus pulmones varios segundos antes de expulsarlo.
—Hola —dijo Dani.
No le había oído acercarse, lo que le hizo dar un bote, sobresaltado. —Joder, tío, qué susto me has dado. Arrastra los pies o algo mientras vienes —dijo girando la cabeza hacia atrás.
—Te pido perdón.
—Si es que… —Se desentendió de él y dio otra calada.
El chorro de orina volvió a fluir, haciendo que el sonido, al caer en el agua, retumbara en las paredes de la honda piscina. Dani se mantuvo tras él, en silencio. Quico, extrañado, giró la cabeza.
—¿Querías algo?
—Te pido perdón.
—Ya me lo has dicho. Pareces un loro.
Algo después, vaciada la vejiga, se giró, quedando de frente con las piernas obscenamente abiertas. Su pene continuaba colgando fuera del pantalón. Dio otra calada examinándolo, sin saber qué pretendía ahí plantado.
—Por el día de la excursión —aclaró Dani—, cuando recibí un golpe en el ojo. Me pediste que te pidiera perdón por acusarte.
—Claro, coño, te pasaste de listo.
Disfrutaba exhibiéndose, mostrando su intimidante miembro. Dani bajó la vista observándolo, sin rubor. Quico dibujó una sonrisa.
—Mola, ¿eh? Ésta sí que es una buena polla —dijo antes de dar otra calada—. Conozco a uno que la tenía más grande que yo. Se la cortó porque le tocaba los cojones.
Se rió de su propia gracia. Dani levantó la comisura de los labios por los bordes, mostrando una sonrisa fingida.
—Yo conocí a uno que le mearon encima y se quedó contento porque estaba caliente.
La carcajada de Quico fue mayor que la anterior. —¡JAA! Qué bobo.
Dio una nueva calada y se quedó observándole. Dani, simplemente sostenía su mirada en silencio. Pasaron los segundos, hasta que llegó un momento en que la situación comenzó a volverse embarazosa. Quico tenía el borde de la piscina tras sus talones y Dani estaba a penas un paso frente a él, lo que empezó a no gustarle demasiado.
Dio un paso a un lado, pero Dani imitó su movimiento como un espejo, haciendo que se mantuvieran las posiciones.
—Te pido perdón.
—Que sí, joder.
Estar con la polla fuera y las dos manos ocupadas delante de alguien con aquella mirada, quizás no fuera la mejor idea. Por si acaso, tiró la colilla de su cigarro de un pellizco y fue a subirse la cremallera.
Sus dedos no llegaron a tocarla.
La patada se la llevó en la punta de la polla y, por extensión, al resto de sus huevos que quedaron aplastados como dos monedas de chocolate. El impacto fue tan fuerte que sus talones se levantaron varios centímetros del suelo antes de caer de rodillas. Se llevó las manos a la entrepierna mientras todo el aire de sus pulmones abandonaba su cuerpo en un suspiro sordo. El dolor que subía desde sus ingles era insoportable.
—Uuuuuuuggggmmmmm.
El tintineo del vaso cayendo contra el suelo y los hielos desperdigándose, fueron lo único que rompió la quietud de la noche. Antes de que se desplomara hacia adelante, Dani lo sujetó del cuello con una mano. Después, acercó su cara hasta casi tocarse con la nariz.
—Y sin embargo fuiste tú —siseó—. Seguramente había una piedra dentro de aquel papel de aluminio.
Quico negó con la cabeza con la cara contraída por el dolor.
—León… —comenzó a decir dubitativo.
—No —cortó tajante.
Los calambres recorrían su cuerpo desde las ingles hasta la nuca, ahogándose en su garganta.
—Pudo ser cualquiera —corrigió en un susurro con un esfuerzo titánico.
Dani apretó su cuello para hacerlo callar.
—Todos conservaban el papel de su bocadillo cuando me acerqué. —Motas de saliva salían de su boca con cada golpe de voz—. Todos, menos tú. No me llevó ni tres segundos darme cuenta —espetó—. Ya ves, no eres muy listo.
Quico puso los ojos como platos. No había previsto ese detalle. Dani empujó su cuello haciendo que su cabeza (y su cuerpo) se desplazara hacia atrás. La punta de uno de sus pies se descolgó por el borde de la piscina.
—Espera… joder, espera —jadeaba.
—Me dejaste tuerto —siseó con voz grave—, me humillaste delante de todos. —Apretó su cuello un poco más—. Te follaste a mi novia.
Nueva cara de espanto.
—No… eso sí que no —decía entre gemidos de dolor—. No pude. En serio. Estaba muy borracho. No me empalmaba. No conseguí meterla. Lo juro.
Si había algo que Dani tuviera grande (más que los reflejos) eran sus manos. Apretó su cuello hasta casi ahogarlo mientras, con la otra, estrujaba su barbilla haciendo que sus labios se juntaran por los bordes.
—Prostituyes a mi amiga.
Los ojos de Quico se salieron de las cuencas, sorprendido de que conociera sus hábitos en el cuarto oscuro. Sin posibilidad de pronunciar palabra, intentó negarlo con la cabeza, pero Dani le tenía tan aprisionado que apenas podía moverla.
La punta del otro pie se descolgó del borde, haciendo que su cuerpo se deslizara hacia atrás peligrosamente sin oposición. Ambos sabían lo que suponía caer a la piscina sin escalerillas con la altura de aquellas paredes y más en aquella noche heladora.
—¿Dónde está Aníbal?
Aflojó lo justo para que pudiera contestar.
—No tengo ni puta idea.
—¿Dónde está? ¿Dónde está mi novia?
—Que no lo sé —pronunciaba como podía, soportando con dificultad, el dolor de sus huevos—. No está aquí. Se han pirado en cuanto te han perdido de vista. —Asomó una sonrisilla—. Jódete.
La patada en el pecho lo hizo volar hacia atrás. Cayendo en el aire como un escarabajo boca arriba. El sonido del chapuzón se hizo esperar a causa de la altura. Segundos después, sus gemidos llegaron con nitidez.
Con lentitud, recogió el vaso, y volvió a meter dentro los hielos y la rodaja de limón. También recogió una esquirla que se había desprendido del vidrio al golpear contra el suelo. Pasó el dedo por la base, notando el filo de la parte desportillada.
Se colocó en el borde de la piscina y levantó el vaso en el aire como un brindis a la luna. Calculó la distancia y lo soltó. No tardó en oírse el “CLOPPP” del vidrio golpeando contra la cabeza de Quico que se vislumbraba por encima de la superficie del agua verdosa.
Se hundió con un aullido sordo para aparecer un instante después. De su ceja salía un espeso reguero de color rojo. No tardó en llevarse la mano a la zona herida y lanzar un lastimero quejido. La escasa altura del agua hacía que pudiera hacer pie, consiguiendo que su barbilla sobresaliera a la superficie.
«Abrázate con fuerza, vas a pasar un poco más frío del que pasé yo aquella puta tarde», pensó con odio.
Al salir de la zona de la piscina, pasó por el aparcamiento. Quico había dicho que Aníbal se había ido con Alba, pero su superdeportivo seguía allí. Fue entonces cuando se le ocurrió una idea.
Tal y como suponía, no estaba cerrado. Se sentó dentro y desbloqueó el freno de mano. No fue fácil, esos coches no llevan palanca de freno y hay que pulsar una serie de botones en el salpicadero junto con el pedal para liberarlos.
La pequeña pendiente hizo que el coche comenzara a desplazarse hacia atrás, cada vez más rápido. Si sus cálculos no fallaban, iba a empotrarse contra un coche que tenía la alarma conectada.
Esperaba que el ruido hiciera salir a los dueños o, al menos, a uno de ellos. Ya se encargaría él de encontrar a Aníbal. Con un poco de suerte, sería de esos que amaba más a su coche que a su propia familia. Eso le haría asomar la cabeza de donde quiera que se hubiese metido. Allí estaría Alba.
Por desgracia, no todo pasó exactamente como había planeado.
El coche comenzó a describir una curva, cada vez más pronunciada, que lo desviaba lejos del objetivo y lo dirigía hacia la misma entrada. Para su consternación, pasó limpiamente entre las verjas metálicas, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
El flamante coche de superlujo de Aníbal se iba a despeñar montaña abajo, convirtiéndose en una bola de chatarra. Blasfemó en alto y pateó el suelo. Ni eso le salía bien. Decidió abandonar el plan y volver al proyecto inicial de encontrarla por su propia mano.
Se dirigió a la casa. Al subir los escalones que daban acceso al porche techado, se encontró con el vaso de bicarbonato sódico que había utilizado a modo de señuelo de gin tonic y le dio un pequeño sorbo. Le venía bien para calmar la acidez que ese sitio le estaba provocando.
Un ruido le alertó y se acercó a mirar al borde del porche, el que doblaba hacia el lado derecho de la casa. Una figura se acercaba entre las sombras que proyectaban las minimalistas farolas exteriores.
Llegaba desde la parte trasera, caminando con sigilo sobre la fina gravilla caliza que separaba el cobertizo de la casa principal. Dani se ocultó tras uno de los gruesos postes de madera que sostenían la cumbrera del porche. Cuando la figura llegó a la puerta del cobertizo, miró hacia los lados y se introdujo dentro.
Aquella chica era Gloria, y que se metiera en un habitáculo sin luz le hizo sospechar que, en realidad, ese cobertizo no era otra cosa que un medio de entrada a su “cuarto de juegos” al que se entraría a través de algún acceso oculto. Bajó los escalones y caminó hacia allí con la intención de dar de una vez por todas con su novia.
Apenas avanzó dos pasos por la gravilla, se paró en seco al descubrir una segunda figura a contraluz, bordeando la parte trasera de la casa, dirigiéndose en su dirección. Con el máximo sigilo, caminó hacia atrás, retrocediendo hasta alcanzar el primer escalón y se quedó quieto intentando que no lo viera, oculto en la penumbra.
Marcos caminaba con la misma cautela que Gloria, mirando hacia atrás con disimulo. Fue entonces cuando Dani se dio cuenta de que había errado en sus deducciones. Aquel cobertizo no era un pasadizo secreto a ningún escondite. Ese habitáculo, apartado y oscuro, no era otra cosa que el lugar donde los dos amantes se escondían para encontrarse a espaldas de sus respectivas parejas. «Con la mujer de tu mejor amigo —pensó—. A las puertas de tu boda».
Llegaba pisando la gravilla con cuidado. Sin embargo, antes de llegar a la altura de la puerta, descubrió a Dani entre las sombras. Dio un pequeño sobresalto y viró ligeramente su rumbo para disimular, como si quisiera pasar de largo.
—Ah, hola, Dani. ¿Qué haces aquí?
Se quedó mirándolo, con aire tranquilo, sin prisa por responder.
—Me estaba relajando. Ahí dentro me agobiaba. —Levantó su copa de bicarbonato a modo de brindis.
Marcos se acercó y se puso frente a él, apoyando el hombro en el poste contiguo. Puso un pie sobre el primer escalón.
—¿No has encontrado a Alba todavía?
No le contestó. En su lugar dio un trago a su copa y apartó la vista, eludiéndolo. Se quedaron en silencio. Ambos examinándose sin saber qué decir. Marcos metió las manos en los bolsillos y encogió los hombros, notando el frío.
—Ese Aníbal —comenzó a decir Dani— es un pedazo de cabrón.
Marcos lo miró sin dar muestras de sorpresa. Apenas una sonrisa que podía significar cualquier cosa. Después, se mantuvo a la espera. Dani dio otro sorbo a su copa.
—¿Sabes dónde está? —indagó.
Su amigo se encogió de hombros indicando su desconocimiento. Dani asintió con un movimiento de cabeza. Después, miró dentro de su vaso.
—Un día le van a dar una paliza.
Marcos frunció el ceño como si le sorprendiera. Como si no supiera por qué decía eso. Dani continuó hablando.
—Te hace creer que eres su amigo. Que formas parte de su entorno. Y todo para que te confíes y no veas venir la hostia que te va a dar.
Marcos permanecía atento con semblante neutro.
—Monta una cena —continuó Dani—. Te hace creer que estás entre amigos, que te lo estás pasando bien. Te pone un señuelo para que te separes de tu novia a la que se lleva lejos de ti. Para tener vía libre para follársela mientras estás entretenido. Y lo llama la cena del idiota. —Nuevo trago—. Del cornudo, más bien.
Volvió a mirarlo fijamente. —Y lo peor es que todos los que crees que son tus amigos le ayudan a conseguirlo.
Había puesto las cartas sobre la mesa y dejado caer la máscara. Marcos cavilaba, decidiendo qué camino tomar. Al final, decidió dejar caer su máscara también. Inspiró con profundidad y habló con semblante sentido.
—No es nada personal. Solo es un juego donde nadie debía salir perjudicado. De hecho, tú no deberías estar aquí ni enterarte de nada. —Hizo una pausa para que Dani lo mirara fijamente—. No te lo tomes a mal, mañana Alba te seguirá queriendo tanto como te ha querido siempre.
Dani arrugó la cara sin comprender. —¿Alba? —Sacudió la cabeza—. No estaba hablando de mí.
—Pero si me acabas de decir… —Se quedó callado, intentando resolver la confusión. Dani le dio el tiempo necesario para que atara cabos—. Espera, espera. ¿No pensarás…? —Comenzó a sonreír, burlón—. ¿Crees que el idiota… soy yo? ¿Que es a Martina a quien se va a tirar? —Soltó una carcajada.
—Tú lo dijiste. Le van las casadas, y la tuya está a punto de serlo. Qué mejor tesoro que ella, en el día de su despedida.
Marcos negó con la cabeza sin dejar de sonreír.
—La han separado de ti, te han puesto un señuelo para tenerte controlado —insistió Dani.
—Es a ti a quien han puesto un señuelo.
—¿Seguro? No soy yo el que iba a entrar en un cuarto sin luz que se atranca desde fuera —contestó sin perder la compostura. Después, señaló a la puerta del cobertizo con un golpe de mentón— ¿Qué hay dentro para que hayas decidido entrar?
Marcos se encogió de hombros manteniendo la expresión. —No tengo ni idea. Solo venía de paso. Ya te lo he dicho.
Dani frunció el ceño y asintió taciturno. —Es curioso, porque me dijeron que aguardara aquí hasta que alguien entrara por esa puerta. Debía cerrar desde fuera y marcharme. No sabía que ibas a ser tú.
Marcos mantuvo la sonrisa. —No cuela. Esta vez no me vas a engañar con tus mentiras. Vas de mosquito muerto, pero ya te he calado. —Comenzó a subir los escalones para alejarse—. Martina está a kilómetros de aquí, bien lejos de Aníbal.
—Sí, me lo dijiste. En un taxi que la llevaba a… su casa, ¿no?
Dejó de ascender, quedándose quieto por un momento. Después, con paso menos seguro, continuó subiendo peldaños, uno a uno. —Lo que tú digas. Suerte con la búsqueda.
—Dime una cosa —dijo cuando Marcos estaba casi en el último escalón—. ¿No crees que después de haberme bebido dos de estos, ya debería estar en el quinto sueño? —Apuró su copa hasta vaciarla bajo la atenta mirada de Marcos, incluido uno de los hielos que alojó en un moflete.
Ahora sí le cambió la cara. Gonzalo y él le habían suministrado dos copas con anestésico suficiente como para tumbar una vaca. Con tal cantidad ya debería estar en estado comatoso.
—¿Preparaste las copas personalmente, o te las pasaron ya servidas? —Elevó la barbilla y escupió el hielo, lanzándolo lejos.
El cubito cayó sobre los escalones con un ruido característico. Después, rodó por todos ellos, rebotando hasta caer a la gravilla. Marcos se quedó con la vista fija en él, dudando demasiado tiempo. Sabía que había sido Gonzalo y eso generó la desconfianza. Pero de nuevo, tras unos momentos de vacilación, se pasó la mano por el pelo y recuperó parte del aplomo.
—Que te vaya bien. —Terminó de subir al porche y se dirigió a la entrada—. Y recuerda que no es nada personal.
—Mira por dónde, al final va a ser Aníbal el que se va a comer la mariposa.
Eso le hizo frenar en seco, girándose lentamente sobre los talones hasta encarar de nuevo a Dani.
—¿Qué has dicho?
—¿Yo? Nada.
Pero Marcos ya no podía disimular los nervios y caminó de nuevo hacia él.
—¿Por qué coño has dicho eso?
—¿El qué?
—Eso, lo de la mariposa. —Sonó como una acusación.
—No sé. Es un tatuaje como otro cualquiera —Se encogió de hombros.
Marcos puso los ojos como platos y Dani decidió aguijonear un poco más.
—A ver, hay fotos.
Eso le cortocircuitó el cerebro y, por fin, le empezó a corroer la certeza sobre quién era en realidad el idiota de aquella cena.
—¿Cómo que hay fotos? ¿Qué fotos?
Dani simuló ponerse nervioso y levantó las palmas a la defensiva. —Ey, tranqui. No quiero problemas, que yo paso de estos rollos. No sé ni por qué he accedido a participar en esta mierda. —Subió los últimos peldaños y se colocó junto a él que ya empezaba a hiperventilar.
—Mira, tú eres un buen tío. Y me caes bien, de verdad. Siempre te has portado bien conmigo y has sido como un amigo, haciendo que me sintiera cómodo y preocupándote por mí en todo momento. Si llego a saber que eras tú el que iba a entrar ahí, no hubiese dicho que sí a ese capullo de Aníbal.
Marcos lo miraba con esa sensación de quien no quiere dejarse convencer de lo evidente.
—¿Sabes dónde está ahora? —preguntó Dani con cautela.
Eso lo hizo reaccionar, separándose de él como si fuera el demonio que buscase su alma. Recuperó su semblante seguro y mostró una sonrisa de odio. —No cuela. Eres un puto intrigante y un manipulador. —Resopló asqueado—. Aníbal está donde tiene que estar. Le he visto hace media hora con Alba, con tu novia. Y el cornudo de esta cena vas a ser tú.
—Media hora. —Dani se pellizcó la barbilla—. Qué curioso, porque es justo el tiempo que hace que le he visto irse en su coche, con Javier y algún otro.
Marcos, instintivamente, giró el cuello en dirección al aparcamiento, apoyándose en la balaustrada. Desde donde estaban, gracias a la altura del porche elevado, se veían todos los coches y el hueco donde debería estar el de Aníbal. Su cara se volvió blanca en el acto.
—No me jodas —susurró para sí.
Con manos nerviosas, sacó el móvil del bolsillo y lo encendió. Se quedó mirando la pantalla, embobado.
—No hay cobertura. —Levantó el móvil y lo movió en el aire intentando captar las ondas—. ¡Joder, no hay cobertura!
—Ya —contestó como una obviedad.
Miró su reloj y luego a Dani. Ya no había rastro de la seguridad de antaño y el pánico empezaba a apoderarse de él. —¡Son las dos y media y todavía no hay cobertura!
Ese dato lo descolocó ligeramente, pero no dio muestras de notarlo. Marcos, volvía a insistir.
—Joderrrr ¡Que ya son las dos y media!
Le observaba moverse mientras intentaba adivinar el porqué de tanta preocupación por la cobertura telefónica. Marcos, en su mundo, refrescaba una y otra vez la pantalla de su móvil.
—No puede ser, no puede ser —se decía—. Pero, pero… —Cuando levantó la cabeza, sus ojos estaban desencajados—. ¿A qué hora es la emisión?
Calambrazo en el estómago de Dani que cada vez entendía menos. Aun así, no dio muestras de no estar enterándose de nada. —Ah, no, quita, quita. A mí no me preguntes— disimuló.
—Venga, joder. ¿¡A qué hora es la puta emisión!?
Le tomó de los hombros y lo zarandeó. Dani se dejó hacer mientras improvisaba una respuesta.
—Vale, tío, vale. Solo sé que iba a ser antes de las tres. Para ya.
—¿¡Antes de las tres!? Pero… pero… eso puede ser en cualquier momento. ¡No me jodas!
Dani lo miraba extrañado. Iban a emitir algo. ¿Tal vez…? Cerró los ojos y rezó porque no fuera lo que estaba pensando. ¿Serían capaces de grabar a Aníbal follándose a Alba?
—¿Dónde va a ser? —Marcos le sacó de su ensoñación.
—No lo sé. Eso no me lo han dicho.
—DIME DESDE DÓNDE SE VA A EMITIR, HOSTIAAA.
—Que no lo sé, Marcos. Me han pasado la ubicación, pero no tengo ni idea de dónde está. Ni la he mirado.
Se lo estaba inventando todo con el fin de ganar tiempo y enterarse de lo que pudiera. Marcos estaba fuera de sí, totalmente creído de que el verdadero idiota de aquella noche iba a ser él.
—Pásamela.
—¿Eh? No puedo.
—¿¡Cómo que no!?
—Es que… —pensó con rapidez— no hay cobertura.
—Pues por bluetooth, infrarrojos, lo que sea, pero venga, pásame esa puta ubicación —hiperventilaba—. Rápido, joder.
Encendió su teléfono con parsimonia. No sabía qué le iba a pasar. Navegó por la carpeta de ubicaciones guardadas y se fijó en la última. Era la que tomó el día que se quedó colgado en el camino infernal hacia Arenas de Sal.
—¿Qué… qué coño? —dijo Marcos cuando vio situado el punto rojo en medio de una zona verde inhóspita en la pantalla de su Smartphone—. ¿Dónde coño está esto?
—Que no me preguntes. Que yo paso de vuestras mierdas. Solo me he quedado a lo de la puerta, y tampoco es que me hiciera ninguna gracia encerrar a nadie.
Marcos empezó a caminar con prisa hacia su coche con el teléfono en la oreja, intentando un contacto que no llegaba.
—Martina, Martina, por Dios —rogaba ante el mutismo de su móvil.
Dani lo siguió hasta su vehículo, notando sus nervios. Nada más llegar, abrió la puerta y ocupó el asiento del conductor.
Colocó el móvil en el salpicadero y buscó las llaves entre sus bolsillos. Los nervios hacían que no acertara con ellas y, cuando lo hizo, le costó meterla en el contacto.
—Dime una cosa —dijo Dani apoyándose en la ventanilla abierta. Marcos lo miró un instante, con la mano en el contacto a punto de arrancar—. ¿Qué te duele más, la traición de tu novia o la de los que creías que eran tus amigos?
Se le congeló la cara. Lentamente, fue mutando hacia un semblante de rabia y odio.
—Que te jodan —escupió—. ¡QUE OS JODAN A TODOS! —gritó a pleno pulmón.
Aceleró a tope haciendo que el vehículo saliera derrapando
—CABRONEEEEEES —chilló hacia la casa mientras maniobraba con celeridad en dirección a la enorme verja metálica.
—No te preocupes, hombre —gritó cuando ya se alejaba—. Si Martina te va a seguir queriendo igual mañana por la mañana.
«Idiota de mis cojones».
Cuando desapareció, dio media vuelta en dirección al cobertizo. Gloria llevaba un buen rato dentro esperando a Marcos y ya tenía ganas de oír lo que pudiera contar.
— · —
Cerró la puerta tras de sí y pegó la espalda contra ella. Se quedó en silencio, intentando acomodar la vista a la oscuridad casi absoluta de aquel habitáculo. Antes de que pudiera darse cuenta, unas manos lo cogieron del cuello. Inmediatamente, lo rodearon, abrazándolo y una lengua se coló en su boca, llenándola por completo. Notó el sabor del alcohol obturando sus sentidos.
—Cuánto has tardado. Un poco más y me quedo frita —dijo con voz engolada.
Lo había confundido con Marcos y Dani decidió aprovecharlo aunque no podía hablar sin que lo reconociera. Gloria volvió a llenarle la boca con su lengua.
—Venga, tócame, joder —pedía ella.
Dudó, pero, al final pasó sus manos por delante de su cuerpo, repasando todas las curvas de su anatomía y amasando donde éstas se hacían más pronunciadas. Ella gimió como una gata.
Antes de que pudiera darse cuenta, la parte delantera de ella estaba completamente abierta y sus manos amasaban la piel tersa y suave de sus tetas. Sus pezones duros, se colaban entre sus dedos.
Gloria tampoco perdía el tiempo. Se estaba dedicando a hacerle un pijama de saliva, empezando por el cuello.
Con tanto magreo se estaba poniendo como una moto a una velocidad que no podía controlar. En cuanto ella soltó su pantalón y lo bajó arrastrando los calzoncillos, su polla saltó como un resorte. Se le escapó el aire cuando se metió su polla en la boca y empezó a chupar. Su cuerpo se paralizó y sus ojos se pusieron en blanco.
Gloria, borracha perdida, gemía de placer mientras se la chupaba y le masajeaba los huevos. —Mmmm, qué ganas tenía de que llegara esto —decía ella—. ¿Te gusta? ¿Te gusta así?
Dani contestaba con gemidos. «Zorra. Puta zorra», pensó. Gonzalo iba a tener razón en eso de que su mujer era la mejor pajeadora del mundo. Y chupadora también, daba fe.
Apenas podía distinguir su cabeza moviéndose rítmicamente adelante y atrás. Echó mano del móvil de Javier que conservaba en uno de sus bolsillos y lo encendió. Pulsó sobre el icono de GRABAR VÍDEO. La luz de la cámara se activó automáticamente, iluminando la cara de Gloria que quedó deslumbrada. Chupaba con todo el esmero y la dedicación que sabía. Lamiendo, masajeando y paseando su lengua arriba y abajo. A Dani le costaba enfocar sin que le temblase el pulso.
Todavía grabó un poco más antes de apagar la cámara. Al hacerlo, la luz frontal se apagó y la pantalla quedó como único foco luminiscente. Eso hizo que Gloria viera su cara y saltara como un resorte hacia atrás, haciendo que cayera de culo.
—¡DANI, JODER! —gritó—. ¿Pero qué… coño haces?
—Podría preguntar lo mismo, pero creo que a ninguno nos hace falta responder a eso —contestó mientras se subía los pantalones y recuperaba el resuello.
—Yo… pensaba…
—Me envía Marcos —cortó—. Me ha dicho que si entraba aquí, una chica se lo haría conmigo. No sabía que ibas a ser tú.
La tenue luz de la pantalla, iluminaba sus rostros. Ambos se examinaban el uno al otro. Gloria, que en un primer momento había puesto los ojos como platos y cara de espanto, pronto empezó a arrugar su frente y a negar ligeramente con la cabeza.
—No es verdad.
—Estaba con Aníbal. Los dos han insistido en que viniera.
Esta vez, un atisbo de sonrisa, asomó por una de sus comisuras. —Eso sí que no.
Se quedaron en silencio. Dani esperaba que ella dijera algo. Ya había hablado demasiado y Gloria parecía no habérselo tragado.
—Marcos jamás te enviaría conmigo —siseó—. Y menos a ti. Y en cuanto a Aníbal… —agrandó la sonrisa— es imposible que te haya dicho nada. Ya no está en la fiesta.
Aguantó sin inmutarse aunque la noticia le había sentado como un jarro de agua fría.
—¿Dónde está?
—Lejos —y tras una pausa, añadió—. Con Alba. Follándosela.
Se quedó callado, dudando si matarla a palos o a golpes contra la pared.
—¿Por qué hacéis esto? —Apretaba los dientes— ¿Por qué os comportáis como una panda de hijos de puta?
—¿Y por qué no? —contestó chulesca.
—Alba es vuestra amiga. Tu amiga —contestó incrédulo.
—Es una creída —saltó—. Eso es lo que es. Una diva que disfruta siendo el centro de atención de los chicos. Llevándoselos a todos de calle —dijo con rabia—. Que le laman el culo como si fuera una diosa mientras nos mira a las demás desde su pedestal, como una reinona.
La miraba sin poder creérselo, sin dar crédito a que hubiera tanto odio oculto en la que creía que era su amiga de la infancia. Sus amigas. Gloria se acercó a él hasta que casi le podía oler el aliento.
—¿Sabes lo que es estar tan enamorada de alguien que duele?, ¿y que no sepa ni que existes porque solo tiene ojos para ella? ¿Sabes lo que es verlo sufrir porque no puede conseguirla? ¿Y que su sufrimiento sea también el tuyo? Porque lo quieres, porque quieres verlo feliz, aun sin ti. Aunque él no te mire, y aunque termine eligiendo a otra como segundo plato en lugar de a mí, porque esa otra es una fotocopia suya.
—Martina —se dijo Dani.
—Otra pijita de culo prieto que ahora no se atreve a enseñar el coño porque es demasiado fina para las demás.
Gloria estaba desatada y siguió escupiendo su mierda.
—¿Sabes lo que he llorado porque uno solo de los chicos que me gustaban se fijara en mí cuando estaba con ella? ¿En lugar de babear por su cara bonita, y por sus tetas?
—Ella no tiene la culpa.
—¡Sí que la tiene! —gritó—. Lo busca, le excita. Y no para hasta conseguir que los ojos de todos los tíos se claven en ella. Hasta tener a todos babeando. Como la última vez. La muy zorra.
La última vez. Hacía cuatro años que Alba había salido de allí y todavía no conocía la historia.
—¿Por eso participas en todo este tinglado, por celos? Te alías con tu marido y sus amigos que quieren emputecerla —constató en voz baja—. ¿Y Celia? ¿Qué tiene ella en su contra?
—¿Celia? —Achinó los ojos a la vez que las venas de su cuello se tensaban—. A ella le gustaba Rafa. Llevaba detrás de él mucho tiempo, y cuando por fin parecía que le hacía caso, apareció Alba.
No hacía falta que explicara más. Aun así, Gloria continuó hablando.
—Fue verla y el universo desapareció para él. Alba fue como una obsesión y Celia dejó de existir en su mundo. La pobre tuvo que verlos juntos todos los días mientras duró lo suyo.
Dani empezaba a comprender. Celos de ellas, frustración de ellos. Y si a eso se le suman perversiones, obsesiones sexuales…
—Igual que Aníbal —añadió Gloria—. El día que llegó al grupo fue como un soplo de aire fresco para nosotros. Nos lo presentó Marcos, se habían hecho amigos y enseguida nos cayó bien. Con él las tardes eran diferentes. Mucha fiesta, muchas risas. Y nosotras, imagínate. El tío está cañón. Andábamos como gallinas cluecas. —Gloria ensombreció el semblante— ...hasta que apareció Alba.
Con su lengua de trapo por la borrachera, había abierto el dique de las confesiones.
—Al principio, ella y Rafa no venían con nosotros, pasaban el tiempo juntos, a su bola. Así que, durante una temporada, digamos que lo pasamos felices y en paz. Pero el día que la vio, todo cambió. El mundo se detuvo y Aníbal ya solo tuvo ojos para ella.
—Eso no es culpa de Alba.
—¡Sí lo es! —estalló—. Tonteaba, se dejaba querer. Siempre a su forma, con su estilo de chica imposible que enseña lo justo para que te hagas ilusiones. En su pedestal de reina de la primavera. Y todo en las narices de su novio. Y DE NOSOTRAS —gritó.
Gloria se pasó los dedos entre los cabellos, mesando su melena desde las sienes hasta la nuca.
—Rafa perdió los papeles. Era muy celoso y, con Aníbal cerca, enseguida comenzó a volverse violento. Tenían broncas cada dos por tres, incluso le prohibió venir con el grupo. Un día casi llega a las manos con Aníbal porque pensaba que habían estado juntos.
—¿Por eso lo dejó con él, por violento?
Gloria sonrió. Una sonrisa triste de quien lamenta hechos pasados. Negó sutilmente con la cabeza antes de responder.
—No —escupió—, al muy estúpido no se le ocurrió otra cosa que intentar ponerla celosa con otra. Para castigarla con la misma moneda, ya sabes. —Hizo una pausa para recibir toda la atención de Dani—. Pero se le fue de las manos y terminó follando con la chica que iba a utilizar en su plan.
—¿Qué chica?
—Una cualquiera. Eso no importa.
—¿Ágata?
Gloria se lo quedó mirando, intrigada. —¿Quién?
—La rubia platino del restaurante ¿Fue ella la chica con la que se acostó su ex? ¿El caramelo que apareció en el momento oportuno?
Seguía con el ceño fruncido, sin comprender. —Puede, no lo sé. —Se quedó cavilando un instante—. En cualquier caso, da igual, Alba no le vio la cara, solo a él moviendo el culo en la parte de atrás de su coche entre las piernas de otra.
—Pero Alba no cayó en los brazos de Aníbal como una novia despechada, ¿verdad? Eso debió de joderle mucho al adonis rompebragas del grupo.
La sonrisa ladina de Gloria volvió de nuevo. —Caerá ahora.
—Y vosotras podréis resarciros. Un montón de tíos disfrutando de un espectáculo porno a su costa. Va a ser la puta de todos. La de pajas que van a caer con ella, ¿no es eso?
—Puede —corroboró Gloria con una sonrisilla de suficiencia.
—¿Aunque le jodáis la vida; y la mía; y la de todos los novios a los que engañáis en vuestros juegos de mierda?
La sonrisilla volvió a desaparecer en el acto. —Tú solo eres otro lelo que se mea por sus tetas.
—Y tú una puta que se la pega a su marido con cualquiera. Y no hablo solo de Marcos. Sé que te dejas meter mano en el cuarto oscuro a sus espaldas. Por eso no quieres ninguna grabación de lo que pasa ahí dentro. Yo mismo hubiera podido follarte aquella noche cuando te tenía cogida por las caderas con la polla en la entrada de tu coño.
Gloria saltó a por él como un muelle, lanzando un guantazo al aire que Dani esquivó en el último momento.
—Que te jodan. Tú no tienes ni puta idea. La casa es mía, la cena la organizo yo y hago lo que me sale del coño. Tú solo eres un puto cornudo.
—Llámame suspicaz, pero creo que yo soy tan cornudo como tú puta.
Gloría volvió a saltar, lanzando otro tortazo, pero él ya lo esperaba y se apartó con rapidez.
—Te jode cuando Marcos participa en ese cuarto oscuro para follarse a la mujer de otro. ¿A que sí? Por eso te resarces dejando que su cornudo te folle a ti.
—Cállate, cállate.
—Igual que me ibas a dejar a mí, a causa de la rabia que te dio que tu amorcito confesara que su mayor fantasía era follar con la prima de su novia en lugar de con la mujer de su mejor amigo, ¿verdad?
—Cállate, cállate, ¡CÁLLATE!
Y por eso estabas tan pegajosa conmigo, para darle celos a tu Marquitos. —hizo una pausa—. Y todo a espaldas del cornudo de tu marido. Tu puto cornudo que fantasea con follarse a tu madre.
Gloria, que ardía de ira, se lanzó de nuevo a por él, dando un manotazo con toda su fuerza. Dani lo paró de un revés y la cogió del cuello, empujándola hacia atrás y obligándola a trastabillar de espaldas para no perder el equilibrio.
—Suéltame. Me haces daño —gritó—. Suéltame ya, pelele. Eres un mierda y un pichacorta. Teníamos que haberte dejado en el armario la noche que viniste a mi casa.
Cuando su espalda tocó la pared, acercó su cara a la de ella hasta que sus narices se tocaron.
—El armario —escupió con rabia entre dientes—, el puto armario y la piscina.
Levantó la vista barriendo la estancia a su alrededor. El móvil había caído al suelo, pero la luz de la pantalla seguía ofreciendo una tenue perspectiva del recinto. Puso los ojos en un mueble vacío de la pared opuesta que tenía las puertas abiertas.
Tiró de ella sin dar opción a defenderse, la empujó dentro y la cerró. Después, volcó el mueble hacia adelante. Era una especie de arcón alto que quedó tumbado sobre la puerta. Gloria empezó a chillar exigiendo que la sacara.
—Así sabrás lo que sintió este lelo ahí dentro.
Recogió el móvil y salió al exterior cerrando tras de sí y girando la llave. Desde fuera, ya no se oían sus gritos que quedaban amortiguados dentro de aquel mueble.
Tenía el corazón desbocado. Todo, desde el principio, había sido un continuo intento por conseguir emputecer a su novia. Por ponerla en bandeja a un Aníbal despechado y obsesionado con ella. Una mascarada ideada por el grupo de chicos al completo.
Subió las escaleras del porche sin ideas de qué hacer o a dónde dirigirse. Aníbal ya no estaba en la fiesta por lo que sus opciones de encontrarlo se habían desvanecido. Y sin él de por medio, Alba estaba a su merced.
Nada más acercarse a la casa, el móvil de su mano comenzó a vibrar y a emitir un montón de pitidos. El icono del wifi marcaba cuatro rayas de cobertura.
Los whatsApps entraban en cascada y todos en el mismo chat de LA CENA DEL IDIOTA.
PPUCIO_
joder, pero va a empezar esto de una puta vez o q???
INVITADO2_
q coño pasa ??
GLANDER_
ya tengo ganas d ver a esa zorra moviendo el culo y gritando como una perra. Hasta ahora solo habeis pasado fotos mal enfocadas
GONZALIN_
yo lo que tengo, son ganas de verla chupando polla. Con ese trabuco q tiene anibal se la va a meter hasta la garganta
No continuó leyendo. El resto de comentarios eran del mismo estilo, pero él se había quedado con la vista fija en el de Gonzalo. Casi rompe el móvil en su mano. Con los músculos de su cuello tensos como cuerdas de guitarra abrió la galería de imágenes. Eligió el último archivo, el vídeo que acababa de grabar con su mujer mamándosela, y pulsó compartir. La reacción no tardó en llegar.
JAVI.GASOFA_
video WMA020230815025325
INVITADO1_
HOSSSSTIAS, pero si es Gloria. Su puta madre, como chupa
CARNERO_
puto javier, pero q cabron estas hecho, JAJAJAJAJA. Como lo has conseguido con la mujer de Gonzo???
GLANDER_
gonzalo, cabron. Haber dicho q compartias
Apenas hubo más comentarios. De lo que dedujo que el resto de contactos del grupo de WhatsApp estaban junto a él. Haciendo sus gracietas en viva voz o, quizás, susurrándolas entre risitas mientras le ofrecían sus más sentidos lamentos.
Imaginó la cara que debía tener Gonzalo. Sintiéndose el centro de atención de sus amigotes mientras sufría el bochorno. Sabiendo que disfrutaban de su cornudez. Probando su propia medicina.
«Jódete», pensó para sí.
Avanzó hasta la entrada y se sentó en los escalones, abatido. Esa pequeña venganza no resarcía su angustia. Aquella panda de pijos consentidos le habían causado bastante daño desde que llegó. Ahora, en el momento crucial, su suerte estaba echada y todo lo que pasara dependía de Alba.
Ella, su novia, estaba despechada por lo de Cristina, con bastante alcohol en el cuerpo y acompañada del adonis que humedecía sus sueños.
Pensó en volver a casa, solo, y no comerse la cabeza. Si le quería, si de verdad ella no iba a tener en cuenta lo de Cristina, como le dijo, sería fiel y no haría nada que le dañara.
Pero Aníbal era otra cosa. Era un depredador obsesionado con su novia y no iba a perder su última y mejor oportunidad. Gloria se lo había dejado claro: “Cuando la vio por primera vez, el mundo se detuvo y ya solo tuvo ojos para ella”. Permaneció en aquellos escalones un buen rato tratando de decidir hacía dónde dirigir sus pasos.
Hasta que, de pronto, la puerta principal se abrió de golpe tras él. De dentro salió Gonzalo a la carrera que casi se lo lleva por delante. Llevaba una borrachera notable y se le veía muy nervioso.
—¡Dani! —dijo casi cuando estaba encima, a punto de comérselo.
—Ey, Gonzalo —contestó con desgana a modo de saludo.
—¿Has visto a Javier? —preguntó de sopetón con la respiración agitada.
Supuso que lo había estado buscando por toda la casa sin éxito. Recordó haberlo dejado tirado en la alfombra en el lado opuesto de la cama en la habitación donde lo abandonó, oculto a la vista, y sonrió para sus adentros.
—Se ha ido hace rato, con Aníbal y los otros —dijo señalando el aparcamiento.
A Gonzalo casi se le cae la mandíbula cuando enfocó la vista donde se apreciaban los huecos de los coches de Aníbal y Marcos.
—¿Qué… qué otros?
—Pues Marcos, Quico, León… y algún otro que no conocía.
—Pero… eso, no puede ser. —Se llevó las manos a la cabeza, pasando los dedos entre los cabellos. Debía estar flipando en colores.
—Alba y yo nos piramos también —dijo Dani—. En cuanto vuelva de hacer pis.
—¿Alba… está contigo? —No podía estar más asustado.
—En el cobertizo ese, meando. ¿Quieres que te llevemos? Vas un poco pedo para conducir.
Gonzalo parpadeaba sin dar crédito. Le miraba a él y luego miraba en la dirección que estaba señalando, el lugar donde su mujer debía estar medio afónica de tanto gritar pidiendo auxilio.
—¿Alba está ahí?
—Sí, vuelve enseguida —dijo mirando su reloj—. ¿Te llevamos o qué?
Gonzalo boqueaba y respiraba con celeridad sin dejar de mirar el cobertizo.
—Joder, joder, joder. No puede ser.
—¿El qué? ¿Qué no puede ser? ¿Qué pasa?
Gonzalo daba pasos en círculos. —El puto Javier —se lamentaba—. Y Aníbal. Qué cabrones. Qué cabrones.
Dani sintió la satisfacción de la dulce venganza. Aquel fariseo probaba en sus carnes lo que había deseado para él.
—Es una putada cuando el idiota de la cena eres tú. ¿Verdad?
Gonzalo se quedó boquiabierto.
—¿¡Qué dices, so payaso!? ¿¡Qué coño sabes tú!?
—Marcos me lo ha contado todo antes de venir. —Hizo una pausa para que Gonzalo fuera asimilando y uniendo cabos—. ¿Por qué crees que he conseguido llegar con mi coche pese a que me has dado esquinazo? ¿O por qué no estoy dormido con la cantidad de keta que me has suministrado en las copas?
Gonzalo se pasó la mano por la frente, asustado por las evidencias, pero negándose a creer lo que le insinuaba. Dani se frotó el mentón.
—No sabía quién iba a ser el idiota de esta cena. Resulta que eres tú. Por eso se han ido todos con Gloria, ¿verdad? Para follársela.
—¡Cállate! Cállate, hijoputa. Tú eres el cornudo. Tú eres el PUTO cornudo al que su novia se la iba a pegar con Aníbal. —Se tapó la cara con ambas manos conteniendo un sollozo—. No tenías que estar aquí, joder.
Dani seguía sentado. Arqueó la espalda y apoyó las manos hacia atrás.
—¿Dónde han ido? ¿Desde dónde están grabando?
Gonzalo puso los ojos como platos cuando cayó en la cuenta. —Joder. Mierda, joder. La emisión.
—Dime, por curiosidad —insistió—. ¿Desde dónde emiten?
Pero Gonzalo había entrado en bucle y solo se escuchaba a sí mismo.
—El puto Javier, el muy baboso. Y Aníbal. Cómo me la han jugado. Qué cabrones. Pero qué cabrones.
—Ya, tío. Te aparta de tu mujer y te pone un caramelo para entretenerte, para que te hagas ilusiones y estés tranquilito. Te dice que vas a ver una peli porno con la tía buena del grupo. Y, mientras tanto, el muy cabrón, te la está liando. ¿Y sabes qué es lo peor? Que los que crees que son tus amigos, se alían contra ti y se ríen en tu cara. ¿Te lo puedes creer? —Se levantó y se colocó junto a él—. Venga, vamos a buscarlos. Todavía estamos a tiempo.
Le puso una mano en el hombro. Gonzalo, tras unos momentos de duda, y con la lentitud de un borracho, le dio un empujón.
—Quita, no me toques. Tú tenías que ser el cornudo, no yo. Es Alba, ¡ALBA! a la que se quiere follar Aníbal. ALBAAAA.
—Y sin embargo es a Gloria a la que le están abriendo las piernas, igual que en el cuarto oscuro. —Lo decía sin inmutarse. Con la tranquilidad del que se está controlando para no hundirle los morros de un puñetazo. Gonzalo lo miró sin comprender y Dani siguió disparando.
—¿A que no sabes por qué tu mujer no deja poner cámaras allí? ¿A que no adivinas qué es lo que no quiere que veas? —Se acercó a su oído—. ¿Y a que no sabes quién fue la chica que Javier se estuvo cepillando en la oscuridad de aquella habitación? Te doy una pista. No fue Alba.
Nueva cara de espanto. —Tú… ¿¡sabías lo de Javier!? —boqueó.
Parpadeaba sin terminar de entender del todo, intentando atar cabos con la lentitud de un cerebro bañado en alcohol. Poco a poco sus neuronas iban enlazando las ideas inconexas que formaba su mente.
—Qué. Zorra —musitó atónito por el descubrimiento y demasiado borracho para pensar con claridad—. Lo sabía. Me olía algo. Qué zorra.
—Aníbal las tiene loquitas a todas. Y tu Glori no es una excepción. Se la está follando, Gonzalo. Se la está follando desde hace mucho. Él y Javier. Me lo ha dicho Marcos, pero ahora lo van a ver todos en pantalla grande. Tenemos que pararlo.
—Pero… Aníbal se ha ido.
—Sí, con Javier.
—Sí, Javier también. Él se encarga de la emisión y el wifi. Si no está aquí, entonces… entonces no sé dónde están.
Eso no se lo esperaba. —¿Y dónde deberían estar?
—Me voy a casa. Gloria tiene que estar allí.
—Espera. ¿Dónde se supone que deberían grabar si no se hubieran marchado? ¿Aquí, en esta casa? ¿O hay algún edificio cerca? ¿Aníbal tiene un bunker o algo?
Gonzalo no le oía. Había empezado a correr hacia su coche. No lo hacía en línea recta y Dani tuvo que sujetarlo para que no cayera de bruces al suelo. Sacó las llaves e intentó abrir la cerradura cuando llegó hasta su vehículo. Dani se las arrebató.
Gonzalo se enfadó con él, tratando de recuperarlas. Intentó por dos veces golpearlo, por lo que Dani zanjó el asunto de la manera más efectiva. Hundió el puño en la boca de su estómago de un golpe seco haciendo que cayera de rodillas. Una arcada de líquido rojizo inundó el suelo.
—Vete a la mierda —dijo cuando pudo hablar—. Eres un cabrón pueblerino. Un pelele. Tú tenías que ser el cornudo, no yo. No mereces una novia como Alba.
—En cambio, tú sí mereces una mujer como Gloria —dijo apretando las mandíbulas.
Gonzalo respiraba con dificultad. Tosiendo cada vez que recuperaba el resuello. Dani intentó un nuevo acercamiento.
—Mira, Gonzalo, tú eres un buen tío. Y me caes bien, de verdad. Siempre te has portado bien conmigo y has sido como un amigo. Haciendo que me sintiera cómodo y preocupándote por mí en todo momento. Si llego a saber que eras tú al que iban a hacer un cornudo, te hubiese avisado. Venga, levanta. Acompáñame al lugar donde graban esos cabrones.
Para su sorpresa, Gonzalo se levantó con una agilidad fuera de lo normal y empezó a correr entre los coches. Iba apoyándose en cada uno para no perder el equilibrio. Lo siguió a paso lento. No tardaría en alcanzarlo.
Pero de nuevo le sorprendió al introducirse en uno de ellos y cerrarse por dentro. Tenía las llaves puestas y, antes de que pudiera echarse sobre él, ya arrancaba y maniobraba para salir de allí. El coche terminó saliendo por la barrera a trompicones.
Maldijo en voz alta. Gonzalo conducía de noche y borracho como una cuba. No es que le importara lo que le pasase, pero sí le preocupaba lo que le podría suceder al inocente que se cruzara en su camino.
«¡JODER!»
Se quedó mirando a la oscuridad, cavilando sobre lo que había sacado en claro de Gonzalo. Momentos después, chasqueó la lengua y volvió a la casa en busca de la única pista de la que disponía:
Javier se encargaba de la emisión y el wifi.
Decidió visitar el cuarto donde lo abandonó, recordó haber visto un portátil. Tal vez y solo tal vez…
Al entrar en la casa comprobó que el ambiente no había variado. La gente seguía bailando y bebiendo, ajena a todo. Algunos, en cambio, ya empezaban a dar muestras de cansancio. Grupos de chicos y chicas ocupaban los sofás donde charlaban o, simplemente, descansaban de tanta fiesta. Atravesó el vestíbulo hasta el fondo donde se encontraban las escaleras y las subió. Al llegar arriba volvió a cruzarse con Rocho. En todo este tiempo no había abandonado su lugar.
Estaba apoyado con ambos codos en la balaustrada, observando como en una atalaya a la gente de la planta baja. Al ver llegar a Dani, se irguió y dio un paso hacia él, marcando territorio. La actitud era claramente desafiante. Con los brazos cruzados, las piernas muy separadas y la barbilla en alto. Dani lo observó apenas un instante y se llevó tres dedos al puente de la nariz.
«No se puede ir peor preparado a una pelea —pensó—. Se ata de brazos y se abre de piernas para que le parta los huevos de una patada».
Pero no quería problemas con él. Tenía cosas más importantes que hacer. Así que continuó su camino hasta alcanzar el cuarto de Javier. Le llamó la atención que la luz estuviera encendida.
Javier no se había movido ni un ápice. Se encontraba tirado en la misma posición que cuando lo abandonó. El hematoma en el lateral de su frente ya era perfectamente visible. Y el ojo hinchado no tenía mejor pinta.
«No quiero ni pensar cómo tendrás los huevos».
Se dirigió hacia la pared contraria, donde estaba el escritorio con el portátil. Ahí llegó la segunda sorpresa.
La tapa estaba ligeramente levantada. O, más bien, era como si alguien la hubiera bajado para que no se viera lo que había en la pantalla. Rodeó la mesa y se sentó frente a ella, en el sillón.
Al hacerlo, descubrió un Router en un lateral del escritorio. Los leds verdes de su frontal, parpadeaban sin cesar.
«Así que desde aquí han conectado el wifi», pensó.
Por eso Javier se encontraba en esa habitación. Gonzalo había dicho que él era el encargado de la emisión. Seguramente estaba descansando antes de ponerse “manos a la obra” a la hora prefijada. La irrupción de Dani había roto sus planes. Aun así, alguien había hecho su trabajo por él y había conectado el aparato. De paso, también había encendido el ordenador.
Levantó la pantalla y por fin pudo ver a Aníbal.
Alba estaba con él.
Tenía su polla en la mano.
Fin capítulo XLIV