La cena del Idiota

Cuando he empezado a leer... pensaba que se habia confundido de relato pero luego ya he visto que no. Me he quedado muy parado porque tal y como estaba la situacion, lo suyo hubiera sido continuar y no retroceder taaaannto en el tiempo. Si tenemos que esperar otros 7 ú 10 dias mas.... pacienciaaa....😐😐
Corrijo.

Aquí publico los jueves. Así que estará mañana.
 

Y se hizo de noche​


Los ojos de Eva, al borde de las lágrimas, ya no eran los mismos de antes; los de Dani, en cambio, expelían el mismo desprecio.

—¿Dónde está mi ropa? —siseó.

—Che, che, che. No corras tanto, Rayo McQueen —dijo Javier con voz engolada terminando de abrocharse el pantalón—. Primero tendrás que superar unas pruebas.

Dani se giró hacia él.

—Dónde. Está. Mi puta. Ropa.

—Ya te he dicho que tendrás que ganártela. —Se la tenía jurada desde el primer encuentro en la gasolinera y se iba a cebar con él—. Prenda a prenda.

Dani sabía muy bien cómo finalizar ese juego. Y lo iba a hacer en cuanto lo tuviera a menos de un guantazo de distancia. Era más alto que él, pero eso no suponía un problema en el estado que se encontraba. Retrasó una pierna y alineó los hombros. Después, fijó la vista en su mandíbula.

—A ver —comenzó Javier—, primera prueba.

Tensó el brazo cuando éste se acercó un poco más.

—¡Basta! —gritó Eva con voz histriónica—. Ya nos hemos reído bastante, ¿no?

Avanzó hasta uno de los cajones de un armario y sacó un hatillo de ropa que ofreció a su amigo. El resto comenzó a abuchear. Eva no tuvo tiempo de disculparse. Dani se lo arrancó de las manos y se encerró en el baño de un portazo.

Dejó el hatillo de ropa sobre el lavabo y se sujetó en él, respirando con fuerza e intentando contemporizar. Sus dedos apretaban la porcelana como si quisieran clavarse en ella.

«Recuerda lo importante —se dijo—. Recuerda tu objetivo».

El objetivo era encontrar a Alba antes de que Aníbal se la follara. Ya le daba igual si terminaban cortando o no. Al fin y al cabo, perderla también significaba dejar de sufrir. Pero no iba a dejar que aquella panda de majaderos se saliera con la suya. No le iban a convertir en un cornudo.

Poco a poco y, a medida que se vestía, sus pulsaciones fueron bajando de ritmo y los músculos de su cuerpo, destensando. Se mojó la cara antes de salir del baño, asió el pomo, apretó las mandíbulas y abrió la puerta.

Parado bajo el quicio, observó la habitación de un barrido.

No quedaba nadie. Todos habían desaparecido, excepto Eva, sentada en el borde de la cama, con cara triste y las manos cogidas entre las rodillas. Ni la miró cuando se dirigió a la puerta.

—Lo siento —dijo ella intentando detenerlo—. Lo siento mucho.

No contestó y alcanzó la salida. Ella se puso en medio.

—Me he dejado convencer. Iba a ser una broma graciosa. De verdad que no sopesé las consecuencias —lagrimeaba—. No te vayas, por favor.

—Enhorabuena, Eva —bufó—. A fuerza de querer ser lo que eres, has olvidado ser lo que eras. Ya eres una más de tus amigos pijos.

—Me vi obligada. Entiéndeme.

—Entiendo que pretendes ser como esos que nos hacían la vida imposible cuando éramos pequeños —escupió—. Aquellos de quienes nos escondíamos y a quienes odiábamos con toda nuestra fuerza. Entiendo que has jugado a dos bandas desde que llegué aquí. Que siempre has estado con ellos. Que te prestas a hacer todo lo que dice tu novio aunque lo haga para reírse de mí.

—Eso no es verdad.

—Como lo de jugar al cuarto oscuro —piafó—. Vamos, hombre. ¿Tú, a un cuarto oscuro? Lo haces porque te obliga tu novio. Allí solo entran parejas y tú eres el pase que le da acceso al resto de chicas.

—No, no. Enrico no se lía con otras chicas, solo conmigo. Si participamos es solo para…

Se cayó de súbito y apartó la cara arrepentida por haber hablado demasiado.

—¿Para qué? —preguntó intrigado—. ¿Para qué entráis allí? —Y añadió:— Si no es para follar con otros.

Ella abrió la boca para decir algo, pero se contuvo. Después, volvió a apartar la mirada, avergonzada y una mueca de arrepentimiento ensombreció su semblante. Dani, frunció el ceño.

—¿Qué pasa? ¿Qué me estoy perdiendo?

Estaba roja como un tomate. —Buff… Joder.

Dani llenó sus pulmones y expiró con la mayor calma que pudo. Algo le decía que había algo en ese cuarto que no le iba a gustar en absoluto. Eva se sentó en el borde de la cama. Se tapaba la cara con las manos comenzando a llorar. Dani hizo un repaso mental de aquella noche y lo sumó a lo que ya sabía desde que leyó el móvil de Alba.

Había contado cinco parejas. Dos en cada sofá y una en la pared del fondo. En un primer momento, cuando creía que su novia había estado gateando en busca de su coletero, pensó que las cuentas salían exactas. Ahora se daba cuenta de que, puesto que ella estuvo con Aníbal, debía haberse topado con la chica que estuviera desparejada. Sin embargo, allí no había nadie más, pese a que escudriñó toda la habitación concienzudamente. Algo no cuadraba.

—¿Eva?

Ella seguía llorando, negándose a mirarlo.

—¿Qué coño pasó en ese puto cuarto oscuro, Eva?

Se sentó a su lado intentando tranquilizarla para que desembuchara. Ella todavía tardó un buen rato en poder hablar.

—No es un cuarto oscuro —dijo al fin.


— · —


Le contó que lo utilizaban como un reclamo para que Aníbal, o algún otro amigo suyo, se follara a mujeres de incautos que llegaban engañados con la excusa del juego. En realidad, la gracia de esa mascarada, consistía en follarse a una chica, mientras su novio o marido se volvía loco dando vueltas por la habitación, intentando conseguir algo de sexo que nunca llegaba, en un juego de intercambio que no existía.

Casi todo el grupo estaba compinchado. Simulaban participar en un trueque a ciegas. En realidad, cada uno follaba con su propia pareja mientras Aníbal tenía vía libre con la novia del pobre infeliz que se hubiera atrevido a entrar a ciegas en aquella trampa.

—¿Las chicas también están metidas en el ajo?

—No, solo Gloria y Celia conocen el verdadero juego. Entre las dos, ayudan a que la novia de turno quede en una ubicación determinada cuando nos colocamos en la pared del fondo, esperando que entren los chicos. Ellas le cogen de las manos, una por cada lado y no la sueltan hasta que Aníbal haya llegado. Él solo tiene que elegir la segunda chica por la izquierda.

Dani apretaba las mandíbulas de rabia.

—Entonces, Martina y Lidia…

—No saben nada. Cada una cree que es la única que hace trampas para coincidir con su respectivo novio. En realidad, todas lo hacemos, incluida yo.

La cabeza de Dani era un hervidero, haciendo las cuentas rápidamente.

—Según eso, Celia debería quedar sola, desparejada por alguna parte de la habitación. ¿Dónde… dónde se mete?

—Simplemente, sale del cuarto. Como está a oscuras, nadie se entera, y el incauto puede pasarse horas dando vueltas buscándola.

—Como hice yo —recordó sintiéndose un auténtico bobo—. El bufón del grupo. Os lo pasaríais en grande, tus amigos y tú, riéndoos de mí.

—No, no lo pasé bien. Fue una angustia. El peor rato de mi vida, pero no podía hacer nada. Quico estaba todo el tiempo encima de mí.

—Y mientras, permitías que Aníbal estuviera encima de mi novia —siseó—. Mareándome entre todos para que ese cabrón se la pudiera cepillar a gusto.

A Eva se le congeló el semblante. Terminó agachando la cabeza.

—Esa… no es la parte más macabra del juego.

Dani cerró los ojos. Si todavía había más, iba a necesitar ese trago de ketamina que había tirado por el desagüe.

—A la chica… se la rifan entre Aníbal y un grupo de amigos —continuó ella—. Tienen un sorteo o algo así. El caso es que, en ocasiones… —Se pasó el pelo por detrás de la oreja, meditando lo que iba a decir—. La noche que participasteis Alba y tú… —Volvió a hacer una pausa. No sabía cómo decirlo—. Aquella vez, le tocaba follársela a Javier.

Dani se llevó la mano al pecho, compungido.

—Vi a Marcos discutir con él junto a la piscina. Había traído unas cervezas. Pero luego se piró de la fiesta —recordó.

Eva negó con la cabeza.

—Discutía porque no le traga. Aníbal le había llamado y a Marcos no le hizo gracia que fuera él quien se follara a Alba. En cualquier caso, terminó participando en aquel cuarto oscuro.

—¿Cómo, cómo, cómo? No entiendo nada. Javier no estaba con nosotros cuando entramos.

Eva cogió aire y le explicó la metodología habitual.

—Mientras todos nos desnudamos durante el tiempo que dura la primera canción, Javier (u otro de sus amigos que le haya tocado follarse a la chica de turno) espera en la planta superior, también sin ropa, aguardando a que finalice la música. Apagada la luz, solo tiene que bajar a tientas y entrar por la puerta, como uno más. Esa vez, Aníbal se queda fuera esperando a que Celia se reúna con él.

—Para que cuadren las parejas —corroboró con pesar—, en caso de que el pobre incauto las cuente mientras busca a la chica que debería estar con él.

—Exacto. Y cuando vuelve a sonar la canción de inicio, sale con rapidez y desaparece escaleras arriba. Celia regresa dentro, como si nunca hubiera salido de allí. Aníbal, simplemente continúa esperando a que volváis los demás y se haga la luz.

Dani apretó las mandíbulas y cerró los ojos inspirando y expirando varias veces, intentando no perder los nervios. Alba creyó que había sido Aníbal el que se había colado entre sus piernas. Ahora se daba cuenta de que había sido Javier. Su altura y su enorme polla le habían llevado a ese error.

—Por eso Marcos quiso pararlo —dijo—, porque sabía que se la iban a follar. Intentó avisarme.

Eva puso cara de extrañeza.

—No te equivoques con él. Si lo hizo no fue para avisarte ni evitar ningún mal. Él quería a Alba para sí mismo tanto como los demás. Lo que pasa es que no soporta a Javier y no aceptaba que se llevara el premio gordo. Al menos no antes que él.

Dani se quedó con la boca abierta. Eva continuó explicándose.

—Discutieron, y Aníbal le dijo que, si quería, podía saltar el turno y follársela él. —Eva mostró una sonrisa triste—. Pero eso supondría que otro disfrutaría de su novia. Y eso es algo que Marcos jamás iba a permitir.

Dani asintió sabiendo lo extremadamente celoso que era, además, quedaría como un cornudo a las puertas de su boda.

—Supongo que también es de los que espera arriba cuando le toca el turno. Pero sin su novia, y a escondidas.

—Así es —corroboró ella.

Dani no pudo evitar sentir un rencoroso placer al evocar la mamada de Martina. «Al menos no fui el único cornudo de esa sala —pensó—. Si tú supieras, puto cabrón». Y pensar que se había sentido mal por él cuando Martina se lo confesó. Entrelazó la punta de los dedos entre los cabellos, peinándolos hacia atrás.

—Y todo eso para follarse a Alba —dijo con pesar.

—No exactamente —dudó—. Es decir… sí, tu novia ha creado mucha expectación y se ha convertido en una obsesión para Aníbal y algún otro desde antes de llegar aquí. Sin embargo —inspiró con profundidad y soltó el aire despacio—, en ese juego, no es la chica lo que más les interesa —aclaró—, sino su pareja. Y si están casados, mejor. Para ellos, ese es el verdadero aliciente. Follarse a la esposa mientras él marido cornudo babea correteando infructuosamente por toda la habitación, como un perrito en celo, sin encontrar nada de nada.

Dani se quedó callado. Con los ojos cerrados. Lamentando lo que se habrían reído de él.

«Por lo menos —se consoló—, ese crápula de Javier se llevó un rodillazo en sus huevos hinchados».

—¿Sabes qué es lo más curioso? —preguntó Eva—. Siempre son los maridos o los novios los que quieren jugar a esto —explicó ella—. Intentando convencer a sus mujeres para participar. Tratando de hacerles creer que el juego es inocuo y que reavivará la pasión de la pareja. En realidad, los muy cretinos lo hacen porque quieren follar con alguna de nosotras.

»Aníbal y sus amigos se aprovechan de ellos para reírse en su cara. Disfrutan de esa crueldad. Y lo más triste —dijo moviendo la cabeza con pesar— es que ninguno de ellos se queja cuando sale. Pese a que no se han comido nada, y se han follado a su mujer bien follada.

—Porque está prohibido hablar de lo que cada uno ha hecho ahí dentro —constató Dani.

—Y por pura vergüenza. —Lo miró a los ojos—. Y no todos los amigos de Aníbal son tan agradables a la vista ni tan jóvenes como Javier.

Dani movía el mentón hacia un lado, mirándola fijamente.

—Las chicas, ¿cómo hacéis las trampas? Para coincidir entre vosotros, digo. Con vuestros respectivos novios.

—Nos ponemos siempre en el mismo sitio después de soltarnos de las manos. Yo, en el sofá de la derecha, al fondo. Sé que Martina y Marcos se ponen a mi lado. Y Lidia… Lidia, no sé.

No hacía falta ser un genio para saber que Eva era otra de las damnificadas junto con la chica foránea. Quico solo se quería a sí mismo, otro cerdo bocazas más de aquellos pijos sin escrúpulos. Para él, su novia solamente era carnaza que ofrecer a sus amigos. Estaba seguro de que el resto de colegas de Aníbal, había pasado por su coño más de una vez, intercambiando sus sitios. Pero no iba a ser él quien quitara la venda a su amiga. No había necesidad de hacerla una desgraciada. Además, tampoco ella le avisó de aquella trampa cuando pudo hacerlo.

Eva puso una mano en su pierna, intentando un acercamiento. Dani mantenía los puños apretados y los ojos cerrados.

—Nunca he querido engañarte, te lo juro. Pero estaba atada de pies y manos. Lo siento, perdóname. He intentado avisarte de todo cuando he podido.

Dani abrió los ojos de súbito.

—¿De todo? —preguntó con odio— ¿Como de que se quieren tirar a mi novia desde el primer día que llegamos aquí, por ejemplo? ¿Que sus putos juegos van siempre encaminados a emputecer a Alba y joderme a mí? ¿Que en esta cena, el idiota soy yo?

De nuevo los ojos de Eva se hundieron en lágrimas sin poder negar la verdad de lo evidente. Su labio inferior temblaba y el sentimiento de culpabilidad oscurecía su semblante.

—Por eso te has sorprendido tanto al verme aquí, ¿no? —preguntó—. Porque no debería estar en esta casa, sino con la rubia de bote del restaurante. Babeando por ella como un lelo, mientras Aníbal tiene vía libre para follarse a mi novia. —Acercó su cara a la de ella—. Y todos se mean de risa a mi costa. A costa del idiota de su novio. Como en el cuarto oscuro. Y como en todos sus putos juegos de mierda.

—Lo de esta noche no lo he sabido hasta hoy —lloraba—. Y creía que no vendríais. Martina había dicho que os volvíais a casa nada más salir del restaurante. Por eso no te dije nada. Porque pensaba que su juego se cancelaría. —Le tomó a su amigo de la mano—. No me culpes a mí, por favor. Yo estoy al margen de todo esto.

—No participar en un delito, conociéndolo, no es mantenerse al margen, sino ser cómplice de él.

—Pero… —se le agolpaba la congoja a medida que se le agotaban los argumentos.

—¿Dónde está? —preguntó de súbito—. ¿Dónde se mete Aníbal con mi novia?

—No tengo ni idea. Lo único que sé es que utilizan este sitio para hacer lo del Idiota, pero no sé cómo, ni dónde. Solo lo que oigo decir a Enrico cuando habla con León.

Dani volvía a cerrar los ojos y a masajear las sienes intentando pensar. Eva seguía lloriqueando arrepentida.

—Lo siento. Lo siento mucho. Todo. La he cagado, Dani. Y te he fallado. No he tomado buenas decisiones, pero no ha sido mi intención perjudicarte. Perdóname, te lo ruego.

Cuando Dani abrió los ojos no era perdón lo que se veía en ellos. La observó durante unos segundos, meditando.

—Necesito que me hagas un favor.

—Lo que sea —suplicó—. Lo que sea, Dani. Cualquier cosa.

Acercó su cara hasta casi tocarse con la punta de la nariz.

—Olvida que me has conocido —siseó—. Y si algún día nuestras vidas vuelven a cruzar sus caminos, por tu bien, cambia de acera.

La cara de Eva se contrajo a cámara lenta, arrugándose por completo hasta formar una mueca de sí misma. Sus ojos encharcados, se cerraron desconsolados cuando un torrente de lágrimas comenzó a desbordar por sus mejillas. Se cubrió con las manos a la vez que un gemido largo y lastimero llenaba su garganta.

Él se levantó y salió al pasillo. Giró a la derecha hasta llegar a otro pasillo que lo cruzaba y lo recorrió hasta el final. Por el camino iba abriendo las puertas que encontraba a su paso y cerrándolas de un portazo. Nada, ni rastro de Alba o Aníbal.

Salió a la terracita, sintiendo el frío de la noche, y se apoyó en la balaustrada. Estaba solo, más que nunca; solo contra todos. Hizo varias respiraciones profundas intentando rebajar las pulsaciones. Tratando de pensar con claridad sobre las posibilidades que se barajaban. La casa era grande y estaba llena de habitaciones y recovecos. Intentó pensar dónde se hubiera escondido él si quisiera intimidad.

Si quisiera estar solo, como se encontraba ahora. Solo contra el mundo.

…o el mundo en contra de él.

Dejó caer los hombros, abatido.

«¡Joder!», se dijo.

Volvió dentro y deshizo el camino hasta llegar al cuarto donde aún se encontraba Eva. Ella se levantó nada más verlo aparecer. Dani dio dos pasos y se plantó frente a ella. Respiraba agitado, pero estaba más tranquilo.

—Don Antonio siempre decía que todos los huérfanos llegábamos con taras. Y que esas taras son para toda la vida. —La cogió de los hombros y la abrazó—. La tuya es que no sabes reconocer a los que no te quieren. Y que eres incapaz de mantenerte alejada de ellos.

Eva se abrazó a él, desconsolada, llorando en su cuello como la niña de ocho años que nunca había dejado de ser. Dani la besó en la sien.

—Nunca podrás dejar de ser mi hermana pequeña.

—Y tú siempre serás mi héroe salvador —contestó moqueando.

Después, la besó en los labios. Un beso dulce, suave, largo. Muy largo. Cuando se separaron, la cogió de las mejillas, llenando sus manos.

—Tienes que quererte más, Eva. Si lo hicieras, no dejarías que te hicieran esto. No te voy a decir que dejes de hacer tonterías por amor. Pero sí por amor propio.

Ella asintió como una niña buena.

—Necesito encontrar a Alba. Como sea. Antes de que ese cabrón de Aníbal consiga follársela.

—Dani… —Eva se dirigió a él en un susurro, casi como pidiendo permiso—. Si no te fías de ella, a lo mejor es que no deberías buscarla.

—No me fío de él —bufó.

Eva asintió, transigiendo, y él se vio en la necesidad de explicarse menor.

—Alba está bastante bebida y quién sabe si algo peor. Ella y yo nos encontramos en mitad de una crisis que ya arrastrábamos desde antes de venir, además… —resopló—, además, no he sido el novio fiel que debería haber sido. Créeme, éste es el peor momento para quedarse a solas con un buitre corneador como Aníbal. Especialmente con él.

Eva asintió. Ahora sí, de manera sincera.

—Ella te quiere, Dani. Lo creas o no, las cosas que ha hecho, han sido siempre sin dejar de pensar en ti.

—¿Como lo que pasó en el albergue? —contestó dolido—. Porque hasta donde yo sé, se rifaba un polvo con ella. Y tengo serias dudas de que no se lo hayan cobrado.

Eva apartó la mirada.

—¿Qué pasó allí, Eva? Ahora ya me lo puedes contar.

Eva cerró los ojos e inspiró con profundidad antes de soltar el aire lentamente. —El albergue —dijo asintiendo con pesar.


Fin capítulo XLII
 
Pasado mañana, viernes, el siguiente capítulo.
Dentro de lo malo que ha sido esta espera (por descuido mío), la de ahora será más cortita. Solo dos días.
Antes de leer el siguiente episodio: quizá el título más adecuado sea “La cena de los HDLGP”
 
Antes de leer el siguiente episodio: quizá el título más adecuado sea “La cena de los HDLGP”
Y leído el capítulo, el antihéroe Dani se quita o se pone la máscara.
La tara…Dani flojea de remos….en un pantano infestado de HDLGP. Todos. No se salva nadie, ni mucho menos la Judas de Eva…su hermanita pequeña….
 
Última edición:

Pan mojado​



Los tragos se iban sucediendo uno tras otro mientras las risas (y la temperatura del ambiente) iban en aumento a medida que acababa el día al resguardo del albergue.

Enrico, con los ojos vidriosos por la bebida, sonreía detrás de su vaso. Los demás, repartidos alrededor de la gran mesa del comedor, estallaban en carcajadas y silbidos que no lo incomodaron en absoluto. Sin abandonar su sonrisilla, volvió a dar otro trago mientras amainaba la algarabía, esperando para matizar su respuesta.

—No os confundáis —increpó—. Las pajas saben mejor cuando es una mano ajena la que te la menea. Lo hicimos mirando la foto de la profesora de inglés. Era una vieja, pero tenía unas tetazas…

Las chicas, sin parar de reír, se tapaban la cara, rojas de vergüenza. No se podía ser más puerco.

—Siempre iba con escotazos que llegaban hasta el ombligo y, claro, a esa edad que estábamos tan salidos… —insistía él.

—¡Pero con otro tío! Joder, Quico —dijo Celia—. Qué mariconazo.

—Qué ladras, pava. Maricón es el que se la pela pensando en pollas. Nosotros teníamos los ojos puestos en las berzas de la profa guarrona.

—Yo no podría correrme si me la meneara la mano de otro hombre —espetó Aníbal metiéndose en la conversación.

—Todo depende de lo salido que estés y de lo bien que te lo hagan —insistía Quico.

—Eso es cierto —saltó Celia—. A mí no se me ha resistido ninguna polla, por muy mustia o blandengue que estuviera. Si hubiese un campeonato del mundo, yo sería medalla de oro de pajeadoras. —Chocó las palmas con Gloria.

—Ejem, ejem, ejem —carraspeó Alba, mostrando disconformidad—. De plata, querrás decir.

Risas de todos acompañadas de aplausos. Celia levantó una ceja y se cruzó de brazos. Alba sostuvo su mirada con una sonrisilla de autosuficiencia. Hubo un murmullo general mientras ambas amigas se observaban divertidas.

—No querrás apostar algo —dijo Celia.

—No tendrías nada que hacer contra mí.

—Vais muy sobradas vosotros dos, ¿no? —espetó Gloria metiéndose entre ellas—. Gonzalo, díselo.

—Chicas, lo siento —llamó su marido desde su esquina—. Gloria es la mejor pajeadora del mundo. Doy fe.

Nuevas carcajadas y nuevos tragos de bebida que llenaban los estómagos y nublaban la velada un poco más. Los comentarios se sucedían y las risas continuaban llenando la estancia. Hasta que, paulatinamente, el ambiente se fue relajando.

—Podríamos hacer un concurso de pajas —dijo Quico de repente.

Los chicos empezaron a aplaudir.

—Estaría bien —decían algunos—. Podría ser la siguiente prueba. ¿A quién le tocaba ahora?

—A Alba —dijo alguien.

—Che, che, che. Parad el carro que yo ya no juego —dijo ella—. Os lo he dicho antes. Ya voy bastante bebida y suficientes locuras he hecho ya como para apuntarme otra más.

—Un concurso entre las tres —insistió Celia—. Y así resolvemos quién es la mejor.

—Conmigo no contéis —protestó Gloria algo más seria—. Ésta la hacéis entre vosotras.

—Y conmigo tampoco —volvió a repetir Alba—. Ya he dicho antes que me apeaba del juego, y menos sin mi novio presente.

—Pues le llamamos —insistieron algunos.

Alba levantó las manos pidiendo calma.

—En primer lugar, no me voy a poner a hacer pajas a nadie. ¡Solo faltaba! Y en segundo, Dani no va a venir. Está medio muerto en su litera. Además, no le van nada estas movidas vuestras.

—No se lo has preguntado. Seguro que si le dices que se la vas a hacer un pajote, se recupera enseguida —bromeó Gonzalo.

—Ay, Dios, qué soez eres. —Alba arrugó la cara—. Y no, no hace falta que se lo pregunte. He estado con él antes y no puede ni con su alma.

—Has estado mucho tiempo dentro —dijo Gloria.

Alba sonrió con malicia y le guiñó un ojo, pero no añadió nada más.

—Yo le levantaría el alma y algo más —dijo Celia.

—¿Tú a Dani?, pffff —piafó—, ni de palo.

—Le haría correrse antes en su estado que tú a Aníbal en el suyo.

—Oye, tía —se quejó Aníbal— ¿De qué estado hablas?

Varias chicas se rieron. Gloria lo señaló con el dedo.

—Venga, no te hagas el ofendido. Que llevas medio empalmado toda la tarde.

Aníbal se removió en su asiento, pero terminó sonriendo. Después, se acomodó el paquete reconociendo su acusación.

—¿Por qué será? —preguntó enigmático.

Estaban sentados alrededor de una mesa alargada. Algunos como Marcos o Eva se encontraban algo más alejados, pero todos participaban de la misma conversación. Las risitas fueron acompañadas de miraditas hacia Alba.

—Venga, en serio, dile a tu novio que venga y jugamos todos —insistía Gloria.

—Qué obsesión tenéis con él. Dejadle en paz, que bastante tiene con sudar la fiebre que le habéis provocado.

—Obsesión la tuya por mantenerlo apartado de nosotros. —Celia volvía a tomar la palabra—. Seguro que si le dices a qué estamos jugando, se apunta de cabeza.

—¿Para que le haga una paja? Sí, corriendo —volvió a reírse.

—O para que se la haga yo, si tú no puedes hacer que llegue hasta el final.

Alba levantó una ceja. Esta vez, sí entró al trapo. Tenía los ojos colorados del alcohol.

—A Dani le hago llegar donde yo quiero y cuando yo quiero.

—Hecho. Tú con Dani y yo con… —Celia hizo como que escogía entre todos los chicos, señalando a cada uno con el dedo—. Aníbal.

Alba sonreía contenta. —No cuela. No estoy tan borracha. —Apoyó los codos sobre la mesa, echando el cuerpo hacia delante—. Celia: No. Voy. A hacer. Pajas. Delante. De nadie.

Celia no se amilanó e imitó su postura. Estaba frente a ella, así que cuando se apoyó sobre la mesa, ambas quedaron a escasos centímetros, cara a cara.

—Porque Dani no se correría. Ya nos ha quedado claro. —Acercó la cara un poquito más— ¿Y si tú se lo haces a Aníbal? Con lo cachondo que está, lo vas a hacer eyacular enseguida. No digas que no te doy ventaja.

—Se os va mucho la pinza, en serio. —Tras un cruce de brazos, recuperaba su posición, recostándose hacia atrás. Seguía sonriendo, pero la suya era una sonrisa de condescendencia—. Tía, que estás hablando de hacer una paja. ¡Una paja!

—¿A estas alturas nos vamos a escandalizar, Albita? —azuzó Aníbal.

—Tú lo que quieres es que te la menee alguna de nosotras, so listo. Haciendo el circo delante de los demás. Pues eso se lo pides a tu madre, rico.

Risas de todas que veían claras las intenciones del mayor beneficiado.

—Si es para ponerte a huevo lo que estás deseando —cizañó Aníbal—. Que no has dejado de mirarme el bulto toda la noche.

—¿Pero qué… —sacudió la cabeza— qué dices, payaso? —En contra de lo que se pudiera pensar, se ruborizó y se removió sobre el asiento—. Tú, chaval… —Se había quedado sin palabras—. Tú eres un creído.

—A ver, que todas lo hemos visto —malmetió Gloria—. Llevas toda la tarde alterada, desde que nos hemos bañado en bolas en La Sartén. Además del tonteo que os traéis durante todo el camino.

Alba la miró como el que mira lo que sale del culo de un perro.

—Eso te lo estás inventando.

—Es verdad —rebatió Celia—. Incluso lo hemos comentado entre nosotras. Que, desde que hemos salido, estabais un poco… tontitos. Y eso que tu novio venía detrás con Marcos.

Alba entrecerró los ojos sintiéndose observada por cada uno. Al parecer, todos eran de la misma opinión, incluida Martina que apartó la cara cuando cruzaron la vista.

Aníbal había dado vuelta a una silla, sentándose con el respaldo hacia adelante. Apoyaba los codos en él mientras escondía media sonrisa de complicidad. Los demás, tosían y disimulaban bebiendo pequeños sorbos.

—Reconócelo, Albita. Si lo sabe todo el mundo.

—¿El qué?

—Pues eso, las ganas que me tienes. Y ahora, con tu novio fuera de juego, lo tienes a huevo para darte el capricho.

—Tú… no coordinas bien, ¿no? —Se echó hacia atrás como si del techo cayeran pegotes de mierda.

—Venga, sí. Hazte la sorprendida. Como si fueras una santa. —Gloria metía baza—. La manita con la que habéis venido cogidos casi todo el camino, las risitas a solas, los cuchicheos…

—Eso son bobadas —protestó melosa—. Estábamos de colegueo, jugando. Estás viendo visiones donde no hay nada.

—¿Y lo del chapuzón en el lago? —dijo Aníbal sin dar tregua—. ¿Todo el tonteo cuando estábamos en el agua? ¿O es que esto se me ha puesto así él solo?

—Eso ha sido para joderte. Que no parabas quieto con esas manitas tan largas. —apartó la mirada, ruborizada.

—¿Rodearme con las piernas y frotarte conmigo para ponérmela dura? Pues te ha salido bien.

Alba se puso roja.

—Eres idiota.

—Venga, tía —insistía él—, que llevamos con este teatro desde que llegaste de vacaciones. Deja de hacerte la sorprendida que parece que estemos jugando al escondite.

—Yo no juego a nada contigo. Eres tú, que ves visiones donde no hay nada. Estás tan acostumbrado a que las chicas se derritan ante ti, que luego te mareas si alguna no lo hace.

—Ya, ya, claro —contestó condescendiente—. Como cuando estábamos dentro del armario en casa de Gloria y Gonzalo.

Alba se puso roja y Aníbal continuó metiendo el dedo.

—¿Y cuando fuimos a la nudista la primera vez, el día que vino Dani? Tú y yo estábamos en el agua…

—¡Haciendo nada! —cortó Alba casi en un grito—. Estábamos hablando, uno al lado del otro. No lo quieras sacar de quicio, que te veo venir.

Aníbal se carcajeó, echando la cabeza para atrás en una mueca exagerada.

—Creo que no lo recordamos igual.

—Lo recuerdo —intervino Celia—. Estábamos peleando con Dani, haciéndole ahogadillas delante de vosotros. Saliste del agua con medio bikini metido por el culo. Dijiste que fue por una ola.

Aníbal calló, pero un guiño a Celia disparó las especulaciones. Todos sonrieron intrigados. Alba apartaba la mirada, azorada. Después, apretó las mandíbulas clavando la vista en él como si pudiera matarlo. Comenzó a tamborilear con los dedos en la mesa, rompiendo el tenso silencio. Nadie decía nada.

—Eres un manipulador y un intrigante —acusó ella—. Disfrutas ridiculizándome con tus historias, y lo haces para poder salirte con la tuya.

Aníbal apoyaba la barbilla sobre sus puños, sonriendo con malicia. Alba movía la cabeza a un lado y a otro, negando e hirviendo de rabia. Saltaban chispas en aquel duelo de miradas. Su mentón, que se movía a un lado y a otro, se quedó rígido a la vez que entrecerraba los ojos intentando atravesarlo como un láser.

Nadie sabía lo que estaría pasando por su cabeza, pero seguro que tenía que ver con Aníbal atravesando los cinco infiernos. Alguien carraspeó, incómodo previendo alguna salida de tono de aquella leona en forma de mujer.

Por fin, tras una tensa espera en la que más de uno estuvo conteniendo el aliento, Alba pareció relajarse.

—Vale, tú ganas, concurso de pajas. —Y tras unos segundos de pausa, añadió:—. Y yo voy contigo.

El asombro fue general. Todos se miraron entre sí, sin poder creerse lo que acababan de oír. Había accedido a pajearlo. Y lo iba a hacer delante del grupo.

—¿Le va a pajear? ¿En serio? —se oía decir a alguno en voz baja.

—No me jodas, lo flipo —contestaba otro en un susurró inaudible.

Enseguida empezaron las risas flojas. Excepto Martina y Eva, todos los demás cacareaban moviéndose de un sitio a otro, tomando posiciones para ver mejor. Hubo ruidos de mesas y bancos desplazándose para hacer sitio.

Aníbal la miraba con la duda impresa en la cara. Fruncía el ceño sin perder de vista al resto del grupo, tan atónito como él. Alba, que ahora aguardaba serena, no había perdido su mirada asesina.

—¿Y vas a dejar a tu novio conmigo? —preguntaba Celia escéptica—. ¿Estás segura? —Arrugó la frente, incrédula, pero divertida.

Ella se encogió de hombros confirmando su decisión.

—Alba —llamó Martina.

Ésta no hizo caso. En su lugar, mantuvo la mirada al frente, hacia Aníbal, con determinación y suficiencia, aguantando el pulso. Retándolo.

—Entro, le hago la paja, y salgo con un pañuelo lleno de lefa antes de que tú se la hayas puesto dura a Aníbal —dijo Celia.

Se acercó a la puerta del cuarto de las literas. Antes de entrar, se giró hacia atrás para asegurarse de que todo seguía en pie. Alba continuaba sin decir nada, mirando a Aníbal con el mismo odio contenido. Ella y Gloria intercambiaron una mirada. Ante el mutismo de su amiga, volvió a insistir.

—Si gano yo, tendrás que terminarle la paja con la boca. —Y añadió—. Y tragarte su lefa.

—Y si no —contestó Alba, por primera vez, sin apartar la vista del adonis—. Serás tú quien la tenga que lamer de mi mano.

Los murmullos corrían de boca en boca. La cosa se ponía caliente por momentos. Los codazos por lo bajo no tardaron en aparecer.

—Alba, prima. —Martina la llamaba de nuevo con semblante preocupado.

Pero tampoco esta vez la oyó. Con la vista fija en Aníbal y el mentón tenso como un cable.

—Empezamos en cuanto Celia cruce la puerta —intervino Gloria sin perder tiempo, retomando su papel de maestra de ceremonias—. Aníbal, tú te pones ahí.

Se colocó donde señalaba Gloria, apoyando su trasero en la mesa frente a Alba. Ella, sentada en su silla, estaba a escasos tres palmos de su bragueta. Se cruzó de brazos y sonrió con malicia cuando vio soltarse el primer botón del pantalón.

—¡Empezamos! —gritó Gloria.

Sin perder tiempo, Celia desapareció en el cuarto de literas, cerrando la puerta tras de sí. Alba se lo tomó con más calma, tanteando a Aníbal con una sugerente mirada. Él la observaba desde lo alto de su estatura, sonriente.

—¿Te la vas a sacar, o voy a hacerte la paja con la mirada? —se mofó ella.

—Pensaba que me la sacarías tú —contestó con aplomo chulesco.

Sin embargo, Alba no hizo amago de tocarlo y continuó cruzada de brazos. Si el adonis tenía pensado que ella se rebajaría a lanzarse a por su entrepierna, había errado el tiro. Al final, terminó por descubrirse él mismo, bajando sus pantalones y calzoncillos hasta los tobillos. Lo hizo de un tirón, con aire de presentador de circo. Volvió a apoyar su culo, ahora desnudo, sobre el borde de la mesa y las manos a cada lado.

Su polla apareció excelsa, larga, pendulante. Era igual de enorme que siempre o quizá algo más. Poco a poco, comenzó a enderezarse por la excitación del momento. Alba carraspeó y se llevó la mano al pecho. El resto de chicos se miraban entre sí, expectantes.

—Se te está poniendo grande —le dijo con voz sensual—. Mira que si al final tengo que chupártela…

Aníbal sonrió y levantó la cadera ligeramente haciendo que su polla se elevara. Alba volvió a carraspear.

—Si sigues tomándotelo con tanta calma, Celia te va a ganar —apresuró Aníbal.

Ella levantó la vista, cruzándola con la suya y, tras unos instantes, sonrió de medio lado. Después, le guiñó un ojo.

—Primero tendrá que convencerlo para que le deje acercarse a él.

Vio la sombra de la duda en la cara de Aníbal. De repente, él y los demás cayeron en algo que no habían tenido en cuenta hasta ahora. Dani no iba a permitir que Celia flirteara con él y, mucho menos, que le sobara la polla. Es más, si se le ocurría comentarle algo del juego, saldría como un torbellino a pararlo.

El desánimo y la frustración cayeron sobre el grupo como un yunque y comprendieron, de súbito, la estratagema de Alba. Aun así, Aníbal mantuvo la compostura. Tenía la polla al aire, delante de todos, que lo miraban entre la expectación y la decepción de la oportunidad perdida. No se tapó, aunque ya no estaba seguro de que Alba se la fuera a menear.

El tiempo pasaba y ella seguía sin reaccionar. Los demás, lo miraban a él esperando sin saber qué. Pronto empezó a convertirse en el centro de atención con su largo rabo al aire.

—Si no ibas a hacerlo, no sé para qué me haces sacar la polla. ¿Tal vez para alegrarte la vista por lo que no tienes en casa?

—Más bien… para ver cómo meneas el rabo como un perrito bueno. —Su sonrisa era de maldad.

Aníbal movió la cabeza con aire de fastidio y tiró de su pantalón para cubrirse sus partes. Alba saltó al instante.

—Eh, eh, eh, para, para. Estamos en mitad de la prueba. No puedes taparte. —Su tono era juguetón.

—Pero si no lo vas a hacer —protestó escéptico.

—¿Quién ha dicho eso? La prueba acabará cuando Celia salga del cuarto de literas. Mientras tanto, yo utilizo mi tiempo como quiera para hacerte la paja. —Levantó una mano señalándolo—. Así que… bájate los pantalones, putita.

Con los pantalones a medio poner, mantuvo una actitud de desconcierto. Apenas unos segundos después, recuperó parte del esplendor de su sonrisa y los volvió a dejar caer.

—Vale, tú ganas, disfrutas viéndome desnudo. Lo entiendo.

Alba sonrió, pero no entró al trapo. Gozaba haciéndolo sentir el centro de atención como espectáculo de circo. Precisamente el que no había querido hacer ella.

Y mientras soportaba estoico la situación de pie, desnudo en medio de todos, ella lo observaba tranquila, a la espera de que Celia volviera con las manos vacías y la humillación de un resultado estéril. El resto de amigos, se miraban unos a otros, abochornados por haber resultado tan pardillos y la decepción de un espectáculo que creían tener al alcance de su mano.

Martina, por el contrario, sonreía por la jugada de su prima. Ésta le guiñó un ojo, sabedora de su insultante victoria.

El cazador cazado.

Y así transcurrió el tiempo. Con Aníbal obscenamente expuesto a la vista de todos, manteniendo el tipo con el pundonor que caracteriza a un dandy como él. Sonriendo de medio lado, vencido en su propio juego, pero dueño de su propia derrota, aceptando el castigo de su oponente.

No fueron pocas las miradas que, presa del desánimo, comenzaron a apartarse, ruborizadas por tan ridículo resultado.

Sin embargo, todo se iba a torcer drásticamente en unos segundos.

Celia salió del cuarto de literas, cerrando la puerta tras de sí. Se acercó a ellos y lanzó algo sobre la mesa.

—No tenía pañuelo para recoger su semen. He utilizado esto.

La boca de Alba se abrió hasta casi tocar el esternón cuando vio unas bragas manchadas de semen que acababan de aterrizar frente a ella. La ovación no se hizo esperar y un sin fin de aplausos inundaron el salón.

—Nadie se resiste a éstas —dijo cogiéndose las tetas por debajo.

Sin dar crédito, Alba se hizo con ellas y tocó con dos dedos la sustancia viscosa y caliente que las inundaba. No había duda, era semen. Y Dani era la única persona a la que podía pertenecer.

—Creo que te toca acabar la paja con la boca —dijo Aníbal ufano.

Su polla volvía a tomar vigor y, de nuevo, apuntaba hacia ella. Los demás sonreían y volvían a susurrar entre ellos, atentos a que Alba cumpliera su palabra.

—No… no es posible —decía ella, aún incrédula.

—Lo es —insistía Celia—. Tu novio se ha puesto como una moto en cuanto le he puesto las tetas en la cara. Hay que ver lo rápido que reacciona. Ese chico lleva fuego en el cuerpo.

Aníbal separó el culo de la mesa y dio un paso hacia ella quedando su polla a un palmo de su cara. Ella seguía con las bragas de Celia en la mano, tocando una y otra vez el semen espeso de su novio.

—Cómo me va a gustar esto. —Aníbal se pasaba la lengua por los labios—. Y además, delante de todos. Mfffff, qué morbazo.

—Que… que no, que no… que no puede ser. —Ya no había rastro de la Alba risueña y juguetona.

—Sí que puede —decía Celia con sonrisa maledicente—. Y ahora te toca a ti cumplir.

Martina se levantó y se hizo con las bragas de la mano de Alba. Palpó el líquido viscoso con la misma cara de espanto que su prima, constatando con incredulidad que, efectivamente, era su semen. Una mirada lastimera fue lo único que pudo ofrecerle como gesto de consuelo.

—Pero… pero yo… —protestaba Alba.

—Venga, cógemela y… ¿Cómo era? —Hizo como que pensaba—. Ah, sí. Empieza a chupar… putita.

Alba lo miraba con ojos de cordero. Se masajeó las sienes intentando entender la situación de lo que pasaba y, sobre todo, de cómo había llegado a eso. El pollón de Aníbal se había enderezado un poco más. Él avanzó otro medio paso, haciendo que ella tensara la espalda para no tocarla con la cara.

—Estamos esperando —apremió Gloria—. Cuanto más tardes, será peor.

El resto también insistía. Quien más o quien menos, todos deseaban una mamada en directo.

—Tu novio se lo ha pasado bien —chinchaba Celia—. Por si te lo estás preguntando.

Alba parpadeaba escuchándola, como si estuviera hablando en chino, pero era evidente que no mentía. Su semen estaba allí, en aquellas bragas usadas. Dani se había corrido en ellas. Y ahora ella era presa de su palabra.

—Pero… si estaba de coña. No… no puedo.

—Venga ya, no empieces otra vez. No haber apostado. Y si no te gusta el resultado, cúlpale a tu novio, que él bien que ha recibido la paja.

El enfado era general. Todos protestando. Sobre todo Celia. No había excusa. Menos, si cabe, al haber cumplido ella con su parte. “Haberlo pensado antes”, le decían.

Solo Martina mantenía una actitud de empatía. Compungida por lo que su prima se veía obligada a hacer en su presencia. Eva, desde el fondo, observaba en silencio con horror y preocupación.

El alcohol nublaba su mente y sus reflejos eran cada vez más torpes. Todos espoleando y todos insistiendo y presionando para que cumpliera con su palabra. Al final, arrinconada y acosada por el grupo, dejó caer los hombros y terminó por alzar la mano hacia la polla de Aníbal que ya tenía frente a su cara.

Lo hizo como un autómata, tomándola por la base. En esa zona, sus dedos no abarcaban todo el diámetro.

—Joder —se dijo—. Es que…

—Abre la boquita, venga —animaba Aníbal—- Abrela y métete la polla. Solo la punta.

Alba volvió a pasarse la lengua por los labios. Los tenía resecos, igual que la garganta. Sin ser consciente, obedeció y los abrió ligeramente. Aníbal empujó la cadera acercando el glande peligrosamente.

Martina se llevó una mano a la boca, horrorizada por el esperpento que estaba a punto de presenciar.

—Se le va a chupar —susurró alguien—. Joder, se la va a chupar a Aníbal. Qué fuerte.

Hipnotizada y aún en shock, cerró los ojos. Aníbal puso una mano en su nuca y… empujó hacia él.

Sus labios lo tocaron justo cuando Martina apartaba la mirada para no verlo.

El contacto provocó que ella retrocediera. Aníbal, sin embargo, no la dejó zafarse al tenerla bien asida de la nuca, lo que obligó a que tuviese que abrir más la boca para evitar el roce de aquel pedazo de carne con sus labios. Su glande era enorme, así que tuvo que abrir su mandíbula bastante mientras éste, sin oposición, se introducía milímetro a milímetro.

—Joder, lo flipo —susurró alguien.

Aníbal se estaba deslizando dentro inexorablemente, con la resistencia de su cuello, tenso hacia atrás, pero sin apenas rozarla. La gente contenía el aliento. Algunos abrían la boca a cámara lenta acompañando el gesto, como esas madres que intentan meter la cuchara de papilla en la boquita de su bebé y esperan que éste las imite para que separe sus labios. La mano de ella seguía asida a su tronco.

Aníbal aumentó la presión sobre su nuca hasta que, paulatinamente, el glande al completo terminó desapareciendo de la vista. Alba apretaba los ojos con más fuerza y Aníbal soltó un gemido.

—Hummmmm.

Y entonces, como si despertara de un sueño, Alba se retiró como un muelle, zafándose de la mano de su nuca. Se levantó de su silla, separándose del grupo y levantó las manos pidiendo calma.

—No puedo. No puedo. De verdad que no puedo.

—Alba —llamó Celia—, yo he hecho mi parte. Cumple con la tuya.

—No puedo. No puedo —repetía una y otra vez—. Así no.

—Yo he pajeado a Dani. Estaba abierto de piernas como una rana mientras se la meneaba. ¿Sabes lo que hacía él? ¿Crees que se arrepentía o preguntaba por ti? —se encaraba con su amiga que seguía dando vueltas por la estancia—. No, bonita, no. Me sobaba las tetas, babeando.

Alba se paró en seco y se quedó mirándola, incrédula.

—Sí, Albita, sí. Me las sobaba. Porque es lo que les pasa a los tíos. Que se vuelven locos por éstas —dijo palpándose las tetas—. Y no te digo las lindezas que me dijo. Que hay que ver qué boquita tiene tu novio. Hasta preñarme quería. Y más cosas que no se pueden decir aquí.

Ella echaba fuego por los ojos. No se sabía si por culpa de Dani o de su amiga que no daba tregua.

—Ahora está dormido. Y te aseguro que se va a tirar roncando toda la noche del tirón. Le he dejado seco. Eso sí que ha sido sudar del esfuerzo y no por la fiebre esa.

La Alba asustada estaba dejando paso a la Alba guerrera que llevaba dentro. Cada vez más enfadada, quizás con Dani, quizás con su amiga o, quizás, con ella misma. En cualquier caso, había dejado de caminar de un lado a otro y se encaraba al grupo brazos en jarras.

—Me da igual lo que haya hecho Dani, lo que hayas hecho tú o lo que queráis hacer el resto. He dicho que no se la voy a chupar a nadie y punto.

—Eso no es justo —bramaron todos al unísono.

Los chicos se enfadaban y protestaban por lo que era la enésima promesa no cumplida. Gloria y Celia eran las más beligerantes. Alba los mandó callar de un bufido.

—Lo que no es justo es que se la tenga que chupar a uno de vosotros mientras el resto mira, como si fuera una puta barata. O como el payaso del circo del que todos se ríen.

—Eran las reglas. En eso hemos quedado —decía Celia—. Cúlpale a Dani. Que no se hubiera dejado pajear cuando me vio las tetas.

—Pues… pues… son una mierda de reglas. Pasara lo que pasara, yo siempre pierdo. Y ya estoy hasta el gorro de acabar siempre igual. —Apuntó con el dedo a Celia—. Si tú no hubieras tocado a Dani, que todavía estoy flipando de que hayas conseguido eso de él, por cierto, nada de esto pasaría, ni para ti ni para mí. Y esto se hubiera quedado en una tontería.

—Pues ya ves. Tu novio se ha dejado hacer en cuanto le he puesto la mano encima. Y no sufría muchos remordimientos que digamos. Ahora, cumple tu parte.

Alba respiraba agitadamente con los brazos en jarras. Mirándolos de uno en uno. Comenzó a negar con la cabeza.

—No… no puedo.

—Alba.

—Que no. En serio. Que no puedo. Lo siento chicos, pero tenéis que pensar en otra cosa. Que no puedo hacer esto, joder.

—Puedes —insistía Celia— y lo harás. Me lo debes.

Se quedó callada. Bloqueada. Pensando. Los demás, esperaban que entrara en razón.

—Es que… es que… ¡una mamada!

—Lo que hemos apostado, Albi —intercedía una Gloria más conciliadora—. Venga, tía, si es un juego. Lo pasamos bien y nos echamos unas risas.

—Mírame a mí. —Celia tomaba de nuevo la palabra—. Yo he hecho una paja y no ha sido para tanto.

Alba la fulminó con la mirada. Esa paja le estaba escociendo más de la cuenta.

Mucho más.

—Celia tiene razón, Albi. Ella ha hecho su parte sin protestar. Tal vez tú fueras de coña con la prueba, pero ella la ha hecho en serio. No es justo que ahora te rajes. Venga, tía. Te toca cumplir.

Caminaba de un lado a otro, cavilando. Su cabeza era un hervidero intentando salir de aquel atolladero. Los demás aguardaban con la esperanza de que entrara en razón. Dándole tiempo para asimilarlo. Gonzalo y Aníbal se miraron y se guiñaron un ojo.

—Si tengo que hacer una mamada, entonces nos la deberíamos rifar todos. No voy a ser la única que se juegue el tipo mientras los demás miran. —Hizo una pausa—. Así que, el que quiera verme mamando, va a tener que compartir el riesgo.

De nuevo se hizo el silencio en el que todos se miraban unos a otros mientras Alba mantenía la pose, enrocada en sí misma.

—Jugamos a la galleta empapada —dijo por fin—. Y lo hacemos todos.

—¡Y una mierda! —saltó Gonzalo que hablaba por primera vez.

—¡Qué! ¿Qué es eso? —preguntó León.

—O eso o nada —zanjó Alba.

—Has perdido la apuesta que has hecho con Celia —insistía él—. Te aguantas y cumples. No nos metas en tus mierdas.

—¿Pero qué es eso? —insistía León.

—Es que… —se lamentaba como una niña— hacer una paja a uno de vosotros me parece una sobrada, y una mamada… ni te cuento. Y encima con mi novio ahí dentro. Si vosotros no queréis esto, yo paso. —dijo cruzándose de brazos.

—Podría estar bien lo de la galleta. —Celia no parecía disgustada con la proposición de Alba—. Le daría un puntito caliente al juego.

—No entiendo nada —dijo Aníbal que parecía tan perdido como el resto—. ¿Qué es eso de la galleta empapada?

—Un juego de mierda que han inventado en Inglaterra —bramó Gonzalo—. Un grupo de tíos se pajean hasta eyacular encima de una galleta, el último en correrse, se la come.

—Buoooj —León imitó una arcada y, al igual que el resto, arrugó la cara de asco—. ¿Pero, por qué hacen eso?

—Yo qué sé. Porque son ingleses y gilipollas y se han aburrido de romperse las piernas saltando desde los balcones —respondió—. Yo no voy a participar.

—Me parece bien. Si tú no participas, yo tampoco la chupo —contestó Alba.

De nuevo se entabló una discusión. A algunos, la idea les parecía excitante. Otros, en cambio, se negaban en redondo a participar en una ruleta rusa como aquella. Insistiendo a Alba para que hiciera la mamada.

—Si la tengo que chupar, será porque uno de vosotros se va a comer la lefada de los demás.

Celia sonreía y animaba al resto a jugar a aquella locura. Aníbal, taciturno, escuchaba la conversación y las discusiones del grupo. Por fin rompió su silencio y lo que dijo, no dejó indiferente a nadie.

—Si voy a participar en eso, el premio será un polvo —dijo serio—. Si cambias las reglas, sube la apuesta.

Alba lo miró retadora.

—Hecho.

—Yo no quiero que mi novio eche un polvo con mi prima si gana —se quejó Martina con una vocecita y la cara mudada de incredulidad viendo los derroteros que estaba tomando la situación.

—Pues menéala con brío —bromeó León medio borracho.

Tal vez el exceso de alcohol o tal vez el calor del ambiente, pero varias parejas empezaban a tomar posiciones. Martina y Eva se quedaron solas protestando. El resto empezó a llamarlas para que se acercaran.

Al final, Alba se salió con la suya y las parejas se colocaron alrededor de una banqueta alta. Como no tenían galletas, utilizaron una rebanada de pan tierno que pusieron en el centro.

—Pan con crema —bromeó León—. ¿Quién se la comerá?

La imagen provocó malas caras y ceños fruncidos, pero enseguida, las risas flojas y los comentarios nerviosos fueron haciéndose dueños de la situación.

—Sois cinco parejas. El juego acaba cuando se corre el cuarto de vosotros. Ese es el que se come la rebanada de semen. El que queda sin correrse, es el que gana la prueba. —Hizo una pausa—. Si queda más de uno sin eyacular, se reparten la rebanada entre los que quedan, chicas incluidas, y la prueba se anula.

—El que gane —interrumpió Aníbal—, follará contigo encima de la litera de tu novio. También a él le va a caer lefa en la cara.

Alba tensó la mandíbula. Después, se volvió hacia Celia.

—Si vence Aníbal, la rebanada te la comes tú. Eres la única que no se juega nada. No vaya a ser que te tiente hacerle ganar.

Celia correspondió con una sonrisa y asintió con la cabeza —sin problema.

Las espadas estaban en todo lo alto.


— · —


—No me puedo creer que le esté haciendo una paja a mi novio delante de todos —decía Lidia conteniendo una risa avergonzada.

Estaba colorada como un tomate. Ella, junto a las demás, meneaba con rapidez la polla de su pareja con la esperanza de no tener que verlo acostándose con otra.

—Pues así es como queríais que estuviera yo —espetó Alba desde su rincón—. Mira tú por dónde.

Todos se pusieron tensos al darse cuenta de que, de nuevo, les había tomado el pelo y se salía con la suya. Ahora eran ellos los que se pajeaban y Alba la que miraba.

La situación había dado un giro de 180 grados y el cazador volvía a ser cazado.

Mientras tanto, ella permanecía de brazos cruzados observando a todos y cada uno. Poco a poco, el ambiente se fue relajando a la vez que la tensión de la situación les iba invadiendo. Los chicos, nerviosos por la inconfesable posibilidad de tirarse a un pibón como ella pese al riesgo de comerse lo más asqueroso que hubieran imaginado nunca; la chicas, pajeándolos desde atrás con rapidez, incapaces de imaginarse a sus novios acostándose con otra delante de sus narices.

—Más despacio, Lidia, joder —se sulfuraba León.

Los chicos se rieron al ver tan claras sus intenciones. Lidia, en cambio, aumentó la velocidad de la paja, sulfurada.

Había dos posibles objetivos entre los chicos. Uno era el de no perder, corriéndose cuanto antes para no tener que comerse una rebanada llena de semen caliente. Otro, mucho más arriesgado, era el de intentar ganar, ralentizando todo lo posible su orgasmo, lo que les acercaba al precipicio del todo o nada.

El que parecía más tranquilo era Aníbal. Su enorme pollón era recorrido por la mano de una experta Celia que daba pases en toda su longitud, con especial cuidado en la parte del glande. Todos se miraban entre sí, midiéndose con cara de póker. Tratando de emitir la imagen de ganador que haría mascar el polvo a cualquiera que intentara disputarle la victoria.

Llevaban un buen rato de postureo y trabajo masturbatorio que indicaba que la prueba iría para rato. Sin embargo, pronto uno de ellos iba a apearse de la apuesta.

—Jod-der, Lidia. Te he dicho que más despacio. —Puso los ojos en blanco y echó la cabeza para atrás.

Un chorro de semen salió a borbotones de su polla. Lidia se apresuró en apuntar hacia la rebanada para que todo el líquido quedara bien recogido. Todos se fijaron en el aspecto de aquel pan reblandecido y sus caras convulsionaron.

Respiraba a bocanadas, extenuado. Las últimas gotas de líquido blancuzco terminaban de caer de su polla.

—Bueno, por lo menos me he librado de comer esta mierda —se consoló.

Los cuatro restantes levantaron la mirada y la cruzaron entre ellos. Aníbal les sonrió seguro de sí mismo. Seguía erecto, pero con signos de estar muy lejos del límite.

—Creo que ya sé quién se la va a comer —dijo ufano.

Siguieron su mirada. Quico tenía los ojos cerrados y la boca medio abierta. Concentrado en sí mismo. Apretaba los puños mientras Eva le masajeaba lo mejor que sabía. El glande aparecía y desaparecía en su mano con cada sube y baja. Marcos sonrió y guiñó un ojo a Gonzalo que nadie vio.

A partir de ahí, la paja múltiple pareció congelarse en el tiempo. Nadie gemía, nadie respiraba llenando sus pulmones. Parecían haber conseguido entrar en algún tipo de estado contemplativo consigo mismos. Hasta que por fin…

—Mmmmmfffff.

Marcos soltó un gemido perdiendo la concentración. Seguidamente, sacudió la cabeza y volvió a recuperar su semblante hierático, intentando dar la imagen imperturbable que tenía Aníbal. Pero el fino sudor de su frente lo delataba.

—¿Qué haces? —preguntó enfadada Martina—. Córrete ya.

Hizo caso omiso y se negó a ceder presa de sus caricias. Casi se podía adivinar que su mente estaba a kilómetros de allí, intentando abstraerse de ella y de todos. Estaba claro, su objetivo era ganar.

Gloria, sin embargo, utilizó otra táctica con su marido.

—¿Te imaginas que ganas tú y te la follas? —susurró tras su nuca—. ¿Y que te corres dentro? Tiene los labios del coño oscuros, como a ti te gustan.

Gonzalo, al límite desde hacía rato, no pudo evitar formar la imagen en su cabeza. Al abrir los ojos, dio directamente con la estampa de Alba frente a él. Su polla no pudo aguantar más.

—Mierda… me corrooh.

Gloria, con una sonrisa de oreja a oreja, se encargó de que ni una gota de su semen cayera fuera de la rebanada. Entre él y León, habían dejado el pan bien cubierto. Cuando su mujer terminó de ordeñar hasta lo último de sus huevos, se quedó mirando el taburete, impresionado.

—Qué asco me está dando. Menos mal que yo ya no me la como.

Se retiró hacia atrás, dejando el hueco para que los otros tres estuvieran menos apretados. Su mujer y él se besaron divertidos y se sentaron a ver el espectáculo.

Martina se estaba impacientando con su novio.

—Marcos, joder. Déjate ir y acaba esto ya. Parece que quieres ganar un polvo con mi prima.

Pero Marcos estaba en modo Mute, abstrayéndose para poder vencer, pese a las consecuencias con su inminente futura mujer. Aníbal se daba cuenta y sonreía.

—Dejadlo ya, chavales, sabéis que yo soy el que tiene más aguante.

Sin embargo, la tensión de su cuello y el sudor cada vez más profuso de su frente lo delataban. Ninguno de los tres estaba lejos de correrse. Para empeorar las cosas, Celia aumentó el ritmo y, con la otra mano, atrapó sus huevos. La sonrisa chulesca de su cara desapareció en el acto.

—Celia, joder, ¿qué haces?

—¿Tú qué crees? No me voy a comer esa guarrada.

Cierto, si Aníbal ganaba, ella pagaría el pato de la rebanada. Así, las tres chicas tenían motivos suficientes para que su pareja no fuera el último en correrse.

—Hostia, pero los huevos…

No pudo terminar la frase y se mordió los labios aguantando un acceso de placer que acababa de recorrerle la espalda hasta la nuca. No volvió a sonreír. Celia, que aceleraba la paja, había impregnado la palma con abundante saliva haciendo que el goce en cada recorrido se multiplicara.

—No llevo bragas —le decía para complicarle las cosas—. Y si me las volviera a poner, estarían llenas de semen.

Aníbal la odió en silencio. Intentando abstraerse de la imagen tan obscena como morbosa. El aplomo de antaño había desaparecido y, en su lugar, aparecía una frente perlada de sudor y arrugada por el esfuerzo.

No pasó inadvertido para los otros dos que notaron su glande babear en los dedos de Celia. Aníbal clavó los ojos en ellos y levantó la barbilla recuperando el aplomo.

—¿Te imaginas —atacaba Celia— que al final eres tú el que te follas a Alba sobre la litera de su novio?

No respondió, impermeable a sus palabras, manteniendo su imagen imperturbable, sin apartar la vista de sus contrincantes.

—Alba y tú lo habéis pasado bien en La Sartén, ¿eh?, jugando en bolas en el agua.

Cerró los ojos un segundo. —Para —ordenó.

—Hay que ver lo buena que está desnuda, ¿verdad? —susurraba en su nuca—. Y tan cerca.

—Celia, para —volvió a ordenar. En esta ocasión mantuvo los ojos cerrados durante más tiempo a la vez que apretaba los labios intentando deshacer la obscena imagen que acababa de evocar. —¡Joder!

Cuando volvió a posar la vista en sus oponentes, ya no estaba tan relajado y sus ojos echaban fuego de rabia.

—¿Qué ha pasado debajo del agua? Se os veía muy juguetones —insistía—. ¿Por qué Alba ha salido tan rápido?

El tono meloso de su pajeadora humedecía su mente todavía más. Derribando, una por una, todas sus defensas contra ella.

Aníbal crispó la cara. Inmediatamente después, recuperó su semblante ganador relajando las mejillas y cerrando de nuevo los ojos

…para que nadie le viera ponerlos en blanco.

Y así, con toda su chulería y con su porte de dandy conquistador; con aquella serenidad que tan seguro le hacía parecer, comenzó a derramar chorros de blanco y espeso semen sobre la rebanada de pan tierno ya de por sí saturado. Cuando acabó de eyacular, tenía los ojos desencajados, incapaz de creer que hubiera perdido con tanta facilidad.

Celia se esmeró en vaciar por completo sus ya enormes pelotas con una sonrisa entre la suficiencia y la satisfacción de la victoria, la suya. Acabada la tarea, se apartó y tomó asiento junto a la pared a disfrutar del desenlace.

Después, ya solo, Aníbal se fue subiendo los pantalones poco a poco mientras se retiraba, dejando que los otros dos ocuparan el hueco que acababa de dejar. Permitiendo que ellos coparan la atención mientras se escabullía lo más honorablemente que podía.

Marcos sonrió al ver caer a otro rival. Quizás el más fuerte de todos. Quico seguía con la boca semiabierta y la frente perlada de sudor, con los ojos idos de puro éxtasis.

—Te me has vuelto a escapar —dijo un sonriente Aníbal a Alba, sentándose junto a ella—. Aunque sé que lo lamentas, por mucho que intentes disimular.

Ella sonrió de medio lado, sin mirarlo. —Te lo tienes muy creído. Ya te lo he dicho varias veces.

—¿Te das cuenta de que te vas a dejar follar por uno de esos dos perdedores por no querer hacerme una paja? —susurró para ella—. O mejor, la mamada que tanto estás deseando.

Eva giró la cabeza hacia ellos. Fue solo un momento. En su cara se veía la angustia que estaba soportando.

—Ya veremos —contestó Alba—. Si ninguno se corre, ambos pierden, y yo me libro.

Tenía la vista fija en sus penes. El de Quico estaba flácido a causa de la cantidad de alcohol que llevaba ingiriendo toda la tarde. Marcos, simplemente se abstraía tanto que estaba consiguiendo inhibir la excitación del premio y de la paja de su novia.

—Lo tenías a huevo, Alba —insistía él con su matraca—. Podríamos habernos metido en el cuarto pequeño si no querías hacerlo delante de todos. Tu novio nunca se habría enterado, si tanto te preocupa.

—No sé de qué me estás hablando —replicó.

—Hablo del tonteo que te traes conmigo desde que has llegado a este pueblo. El mismo con el que terminamos hace cuatro años y que todavía te reconcome. Por eso no dejas de montar toda esta… pavada de tus remordimientos y tu Dani.

—Para ya, Aníbal, que te estás haciendo una película que no es. Ya lo hablamos aquel día mientras encerrasteis a mi novio en el puto armario y creo que te lo dejé clarito. Dani no es Rafa y lo que pasó hace cuatros años es agua pasada. Y respecto al tonteo, tiene más que ver con Dani que contigo. Son movidas mías y tú solo eres un oportunista idiota que no se entera.

Aníbal se acercó al oído de Alba.

—Yo creo que el idiota que no se entera es el cornudo de tu novio. Como lo de esta tarde en el lago. Joder, que me la has estado cascando debajo del agua. Me he pasado toda la tarde empalmado por tu culpa. Si no fuera por eso, esta paja la hubiera ganado yo de calle.

—Estábamos de cachondeo, igual que Marcos y la mujer de Gonzalo, salpicándonos y pasándolo bien los cuatro, pero tú no parabas quieto con esas puñeteras manitas tan largas. Lo de la paja ha sido para joderte y que no pudieras salir del agua.

Aníbal levantó una ceja, escéptico.

—Yo creo que ha sido porque no has podido aguantarte a tocármela. Y si no llega a ser porque esos dos estaban al lado, nos lo hubiéramos acabado haciendo. Por eso tenías los pezones como los tenías cuando has salido del agua.

—¿Ves? Ya estás. Con tu mente calenturienta. Eso era por el frío. Gloria estaba igual que yo.

—No, no lo era, y lo de Gloria tampoco. Marcos y ella jugaban a lo mismo que tú y yo.

—¿Gloria y Marcos? Por favor, que es la mujer de su mejor amigo.

Aníbal se rió de ella. Alba soltó un bufido y se apartó de él, volviendo a concentrarse en los dos pajeados. Para ambos finalistas, se jugaba el todo o nada. Uno de ellos follaría con la buenorra del grupo; el otro se iba a comer una rebanada de pan completamente empapada de semen. Se encontraban frente a frente, retándose con la mirada. Sus novias, tras ellos, empezaban a dar muestras de fatiga.

Eva, que no había dejado de mirar a Alba mientras hablaba con Aníbal, ya había cambiado de mano varias veces. Martina se había escupido la palma y se concentraba en la punta mientras masajeaba los huevos con la otra.

—Marcos, joder, ¿qué tratas de hacer? que es mi prima.

Pero Marcos no contestaba. Alba tampoco era ajena a aquel inusitado interés del que creía que era amigo de toda la vida.

Eva también se lamentaba, pero lo hacía para sí misma. Sabía que a Quico le daba igual cómo le hiciera sentir que deseara a otra por encima de ella. No obstante, ponía el mismo empecinamiento que las demás. No iba a dejar que su novio se tirara a otra en sus narices, y menos a esa.

—Quico —llamó Marcos en un susurro.

Enrico posó lentamente sus ojos vidriosos en él. Seguía con la boca semiabierta y la frente empapada.

Marcos hizo un gesto para indicarle que claudicara y se dejara llevar. Por toda respuesta, su amigo sonrió como un lelo, dejando claro que deseaba la victoria tanto como él. Marcos se enfureció.

—Quico, joder.

Nuevo gesto amenazador que esta vez no tuvo respuesta. Enrico, simplemente cerró los ojos intentando abstraerse de aquella paja. Marcos se puso más nervioso.

—Quico. Quico, mírame. ¡Quico!

Martina le hubiera apretado los huevos hasta hacerle gritar de dolor si no fuera porque eso iba contra sus intereses. Dolida por la actitud tan obstinada y descarada de su novio con su prima, tomó la decisión de cambiar de estrategia.

Acercó los labios a la nuca de su novio y le susurró.

—Alba se ha bañado en pelotas en el lago con vosotros. Con todo al aire. Las tetas, el coño… todo.

La lúbrica imagen de Alba se formó en la mente de Marcos. Sus pupilas se dilataron al comprender lo que pretendía su novia. Sacudió la cabeza deshaciéndose de ella e intentó concentrarse en un punto de la pared.

—Y menudos pezones tiene, como a ti te gustan, grandes y oscuros. ¿Te fijaste si los tenía duros?

Apretó las mandíbulas, odiándola. Quico sonrió. Él también recordaba haberla visto así. Pero inmediatamente, al igual que Marcos, se deshizo de la imagen lo más rápido que pudo.

—Estábais saltando y haciendo posturas. Seguro que se le ha visto mucho más de lo que quería enseñar. —Acercó los labios a su nuca—. Pero mucho mucho.

Movió la cabeza a un lado y a otro intentando no oírla. Quico tampoco fue ajeno a sus palabras pese a que hablaba en voz queda. Se pasó la lengua por los labios resecos y tragó saliva. Parecía evidente que hubo panorámicas dignas de un catálogo porno que no habían pasado desapercibidas para nadie.

—¿Qué ha pasado cuando estabais con Aníbal en el agua? —preguntó Martina con voz sensual. Acto seguido, besó su cuello y lo lamió hasta debajo de la oreja.

Tal y como pretendía, provocó que su novio se desconcentrara. Su mente volvió a aquel lago, recreando la imagen de los cuatro. Salpicones, tetas botando y juegos no tan inocuos bajo el agua.

—Mierda, mierda. —Agarró la banqueta por los costados y sacudió la cabeza, intentando deshacerse de los pensamientos tan sucios—. Martina, por favor, Martina…

Pero había cruzado el punto de no retorno y ya no hubo marcha atrás. Su cara se crispó y un ahogado gemido involuntario se escapó de su garganta cuando sintió un espasmo recorriendo su cuerpo desde sus testículos hasta la punta de su pene. Lo siguiente fue notar un chorro de semen saliendo disparado de su polla.

—No. NOOO. Me la tenía que follar yo. ¡JODEEER! —bramó en un aullido ahogado, con los ojos en blanco y la cabeza hacia atrás.

Los espasmos de placer se repitieron inexorables uno detrás de otro, haciendo vaciar sus huevos hasta quedar secos. Se mordió los labios y apretó los ojos con fuerza, arrepentido, y con la desesperanza como única compañera.

Se le vino el mundo encima cuando miró hacia abajo constatando la realidad. El primer chorro de lefa había cruzado la rebanada de lado a lado. Las siguientes eyaculaciones habían seguido el mismo camino a ambos lados de la primera. Martina había dirigido con diligencia la polla para que no se derramara ninguna gota de semen fuera del pan. Le ordeñó con la angustia contenida de la última media hora.

—¡Y ahora te la comes! —rugió de rabia.

La explosión de júbilo no se hizo esperar. Contentos al ver el final de la prueba, como el pitido final de un partido de fútbol. Todos felices y todos nerviosos por ver cómo los dos grandes protagonistas, Marcos y Alba, iban a cumplir con su respectivo castigo.

Su suerte estaba echada.

Martina se metió en el cuarto de literas como un vendaval, cerrando tras de sí. La noche había acabado para ella. Eva continuaba pajeando a su novio en un intento, ya estéril, por no verlo follar con otra. Soltó un sollozo cuando su novio le apartó la mano.

Alba permanecía en su sitio, hierática, sin exteriorizar sus emociones. Observando expectante la rebanada de pan tierno sobre el taburete. Marcos se había subido los pantalones y se había apartado. Estaba completamente colorado y no solo por el esfuerzo.

—Tengo que hablar con Martina —dijo.

—Claro, claro. Es normal. —León se había puesto a su lado—. Estará enfadadísima. Al fin y al cabo, te querías tirar a su prima en su puta cara. Se te ha visto el plumero muy descarado.

Colocó el taburete frente a él. —Pero primero te comes esto. Lleva parte de mí y lo mejor de los demás.

Marcos lo miró con rabia, tensando la mandíbula y se acercó a su cara para que nadie pudiera oírlo. —León, joder, no seas cabrón.

Sin embargo, éste, soltó una carcajada sonora y levantó la voz casi al grito. —¡El pavo este se quiere escaquear!

Marcos lo fulminó con la mirada. —Pero, pero… a ver. Lo de la galleta empapada, era una forma de hacer el juego. Lo de comérsela, no iba en serio. Solo es una forma de…

León se partía de la risa. —Ni hablar, colega. No te pases de listo. Tú te comes la rebanada; Alba folla.

—Por mí, que no se la coma —intervino Gonzalo—. La gracia estaba en ver quién conseguía ganar lo de las pajas.

—Me parece bien —dijo Alba tranquila—, yo tampoco cumplo castigo.

—Pues que se la coma. —Quico, borracho como una cuba, terminaba de abrocharse el pantalón.

Hubo más quejas. Casi un cuarto de hora de discusión entre Marcos y los demás para que se la comiera. Alba se mantuvo todo el tiempo apartada, observando. Al final, Marcos claudicó y tomó la rebanada entre sus manos.

—Date prisa que eso frío no vale nada —bromeaba León—. Se van a oxidar las vitaminas.


— · —


Daba hondas respiraciones cuando se la acercó a la boca, como si hiperventilara. Al final, espoleado por todos que coreaban “come, come, come”, se la metió a la boca de golpe, inflando los mofletes. Tuvo que ayudarse con los dedos, apretando para meterla por completo.

Comenzó a masticar con los ojos cerrados con fuerza, amagando arcadas. En uno de los tosidos, una gotita blanca asomó por la nariz. Las chicas giraron la cabeza para no ver aquel esperpento. Todas con la cara contraída, incluso Celia, que se reía sin parar.

Cuando Marcos terminó de tragar, se lanzó a por una cerveza y se la bebió entera, intentando eliminar el sabor del semen de su boca. Después, la tiró con fuerza.

—Yo ya he cumplido. Ahora que cumpla la siguiente.

Dicho esto, desapareció en el cuarto de literas. Le tocaba hacer mucha terapia con Martina.

Ausentado Marcos, el silencio invadió el salón. Todos esperando a Alba. Enrico, tras un trago de cerveza, clavaba la vista en ella, salivando por lo que estaba a punto de saborear.

—Quico, perdóname la apuesta, porfa. —Ponía ojitos tiernos intentando ablandarlo.

—Eres la tía más buena que he conocido jamás. No perdonaría esta oportunidad contigo ni por todo el oro del mundo. —Le costaba pronunciar con coherencia cada palabra.

Alba volvió a insistir. —Venga, Quico. No le puedo hacer esto a Dani. Te lo pido por favor.

—Me pides demasiado. Además, el pobre Marcos se ha tenido que comer la lefa de todos. Si mañana se entera de que tú no has cumplido tu parte…

—Piensa en tu novia. ¿Es eso lo que quieres para ella, hacerle una cornuda por follarme a mí?

Enrico miró hacia su novia antes de volver a beber. Movió la cabeza a un lado y a otro sopesando lo que iba a decir.

—¿Quieres saber qué puse en mi confesión la noche de los juegos en casa de Gonzalo? —Dio un nuevo sorbo para aumentar la expectación—. Follar con Alba hasta hacerle gritar como una perra —confesó orgulloso.

Varios de ellos miraron a Aníbal. Habían creído que fue él quien lanzó aquella frase. Ahora se destapaba una faceta de Quico que no imaginaban. Aníbal sonrió a Alba sabedor de que ella también lo había pensado.

—Y por fin lo voy a hacer realidad —decía con voz engolada—. Y además, encima de tu novio. Uffff, que dura se me está poniendo.

—No lo dirás en serio. Venga, hombre. Que somos amigos.

—Pues por eso, Alba. Porque somos amigos. Solo va a ser un polvo. Una follada entre dos personas que se conocen. Sin compromisos ni movidas raras. Solo sexo entre colegas. —Se quedó mirándola—. ¿Sabes la de pajas que me he hecho contigo?

—Para mí no va a ser nada de eso. Y encima con Dani debajo. Joder, menudo canteo. Venga, va. Ya encontraré la forma de compensarte.

—Que no, tía, que no. No me he jugado comerme la mierda esa para quedarme ahora con el rabo tieso y dos palmos de narices. Te toca follar y me lo pienso pasar de puta madre.

Alba le mantuvo la mirada, pero Enrico no dio el brazo a torcer e incluso se permitió pasarse la lengua por los labios resecos evocando el momento.

—Eres un cabrón. —Arrugó la nariz, asqueada.

—Sí, pero un cabrón con suerte. Y voy a follar con la buenorra de Alba. —Se pasó la mano por la frente—. No sabes las ganas que tengo de sobarte y correrme dentro de ti. Me van a faltar manos para agarrarte esas tetazas.

Se puso tiesa como un palo, apretando las mandíbulas de frustración.

—Te espero en la cama —susurró él acercándose a su oído.

Permaneció más tiempo del necesario a milímetros de su mejilla, haciendo que ella masticara su aliento mientras aprovechaba a oler su perfume. Cuando se fue a retirar, ella le sujetó de la pechera reteniéndolo unos instantes. Ahora fue Alba quien se pegó peligrosamente a su oído. —No me toques las tetas, no me beses, no me hables y, sobre todo, no me eches tu puto aliento de borracho.

—Entendido —respondió sonriendo—. Solo meter polla.

La gente ya había entrado para coger sitio. Celia fue de las últimas en pasar a su lado de camino a las literas.

—Que lo pases igual de bien que tu novio conmigo.

—Todavía no sé qué has hecho para que Dani te deje pajearlo —respondió, pero sigo pensando que hay algo que no huele bien.

—Pregúntaselo a tu novio mañana, y, de paso, le cuentas todo lo de esta noche.

Solo quedaba por entrar Aníbal. Tras él estaba Eva que parecía desolada. Él puso la mano en la pared para impedir que Alba avanzara.

—Al final vas a dejarte follar por ese borracho por no dar el brazo a torcer y desquitarte conmigo. Sigues siendo igual de soberbia que hace cuatro años.

—Y tú igual de creído. No hago nada de esto por ti.

—Ya, como la última vez con tu ex —sonrió—. Venga, Alba. Si lo sabemos todos. Te mueres por hacértelo conmigo. Por tenerme entre tus piernas. Pero tu orgullo y el puto pedestal en el que tú sola te has subido te impide reconocerlo —susurró en su oído.

Ella giró levemente la cara hasta quedar frente a su boca, a escasos centímetros y sonrió.

—Creo recordar que la última vez fuiste tú el que viniste con el rabo entre las piernas desde tu pedestal de machito rompebragas.

—¿Eso es lo que quieres?, ¿que te suplique? —acercó los labios un poco más—. ¿Para dejar claro que eres tú la que tiene el control?

Alba no contestó. En su lugar se mantuvo firme aguantando su mirada. Aníbal se acercó un poco más a ella, casi rozando con sus labios la comisura de los de ella.

—Dile a Quico que lo deje —dijo Alba por fin—. Es amigo tuyo. A ti te hará caso si se lo pides.

Aníbal meneó la cabeza, dudando.

—Podría conseguir que te perdone el polvo. —Hizo una pequeña pausa que utilizó para deslizar su boca por su mejilla hasta alcanzar el lóbulo que atrapó con suavidad entre sus labios—. Me debe algún favor que todavía no me he cobrado. —Besuqueó su cuello con suavidad—. Y se me ocurre cómo podrías agradecérmelo. —Se separó de ella, rozándola con la punta de sus labios en su recorrido de vuelta hasta su boca. Después, la besó con un pico—. Pero no va a ser hoy.

La dejó allí plantada mientras se adentraba en la oscuridad de las literas.


— · —


Tanteó hasta encontrar la escalera que ascendía al segundo nivel de camas. Subió por la litera de Dani y se encontró a Quico que ya estaba desnudo. Su polla larga se veía con la nitidez que daba la escasa luz de alguno de los móviles que aún permanecían encendidos. Cogió aire y se tumbó junto a él.

Abajo, en la litera de Alba, Eva se había colocado junto a Dani, lamentando lo que sus respectivas parejas iban a hacer sobre sus cabezas. Sobre todo sintió lástima por él, que había permanecido ajeno a todo aunque, en gran parte, había sido responsable. Nunca hubiera esperado que hubiese cedido a sus instintos a espaldas de su novia, y menos con Celia.

Pronto el traqueteo en la litera superior comenzó a balancear ambas camas. Dani se removió y Eva no pudo reprimir la tentación de abrazarlo, rogando por que no se enterara de nada.

Al menos no hubo gemidos obscenos por parte de su novio que todavía continuó un buen rato con el mete-saca.

Esa noche, Eva no durmió.

Fin capítulo XLIII
 
Última edición:
De flipar, si una tía no quiere follar con un tío, por mucha apuesta que haya perdido, pues no folla y punto.

Y si por eso dejan de hablarte pues te suda el coño.

Esto lo único que hace es demostrar que siendo una zorra o no siendolo, desde luego lo que no tiene es ni un poquito de madurez, ni de personalidad.

Y ahora cada uno que saque sus conclusiones.

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De flipar, si una tía no quiere follar con un tío, por mucha apuesta que haya perdido, pues no folla y punto.
Exacto.
Alba apuesta, casi siempre fuerte y pierde. Con la boca pequeña dice que no quiere cumplir pero, cumple y traga, nunca mejor dicho.
¿Y qué decir de Eva? ¿ Está enamora de su defensor?
¿Aún así le traiciona constantemente?ohhhhh je suis desolée!
Taimada Eva, haciendo honor a tu primera predecesora.
¿Se libra alguien?
 
Última edición:
Hola, buenas noches.

Bueno, que decir de este relato... es... complicado.

Cierto es que está muy bien hilado y que no tiene fallos, pero ufff, que cosas más raras.

Dejando a parte los errores que Alba o Dani pueden cometer, hay una cosa que no entiendo: esa manía de llevar los juegos hasta el final, como decía un compañero arriba, si no quieres, no vas... esa manía (sobre todo de Alba) por llevar esos estúpidos retos hasta el final... No, no y no.

Lo de los amigos de Alba... sólo diré que teniendo amigos así, ¿quién necesita enemigos?

Gracias al autor por el trabajo y la constancia. Veremos por donde van las cosas

Saludos

Hotam
 
Hola, buenas noches.

Bueno, que decir de este relato... es... complicado.

Cierto es que está muy bien hilado y que no tiene fallos, pero ufff, que cosas más raras.

Dejando a parte los errores que Alba o Dani pueden cometer, hay una cosa que no entiendo: esa manía de llevar los juegos hasta el final, como decía un compañero arriba, si no quieres, no vas... esa manía (sobre todo de Alba) por llevar esos estúpidos retos hasta el final... No, no y no.
Son situaciones que, uno como lector, no sabemos como tomarlo.

Como dices, todo está bien escrito, redacción correcta, etc, pero de repente te encuentras con que un personaje comienza a volar de la nada o que le salgan 4 brazos y los demás personajes lo toman como si se tropezara en la calle.

No sé, quizás es como dicen, el papel aguanta todo.
 

La noche más oscura​


No se lo podía creer. O sea que Alba sí había follado, aunque no con Aníbal. Y todo propiciado por… Celia… y él mismo.

—Yo no sabía que era ella —musitaba—. Estaba oscuro. Tenía un ojo cerrado, fiebre y un dolor de cabeza horrible. —Daba vueltas por la habitación, incrédulo—. Se metió conmigo sin decir nada. ¡Se hizo pasar por Alba, JODER!

Ahora entendía los comentarios hirientes de Gloria del día siguiente. Eva, por su parte, también comenzó a comprender. Celia utilizó muy bien sus cartas, jugando al despiste con todos.

—El puto Quico. ¡Se la folló el puto Quico!

—Si te soy sincera, hasta el último momento pensé que no podría. Estaba muy borracho y le costaba mucho empalmar cuando le hice la paja.

—Me dijiste que Alba no me puso los cuernos.

—Y no lo hizo. Se tuvo que dejar, obligada. Fue víctima de las circunstancias. Ella no lo deseaba. No lo disfrutó. Eso no puede llamarse infidelidad.

—¡Tecnicismos! ¡Chorradas! —bufaba—. Javier, Quico y ahora Aníbal —dijo para sí—. Se la están follando todos. —Eva se cogía de las manos observándolo, entristecida. Dani se apoyó en el marco de la ventana, mirando al exterior.

—Putos degenerados de mierda. No van a dejar que Alba salga de aquí sin que vuelva bien follada. Y el puto Aníbal es el encargado de emputecerla el que más.

Llenó los pulmones y los vació lentamente. Lo repitió dos veces más. Cuanto más conocía a aquella gente, más los odiaba y detestaba tenerlos cerca. Pero si había algo que tuviera claro era que no iba a permitir a aquella panda se saliese con la suya. No a su costa. Se giró hacia su amiga y la tomó de los hombros.

—Escúchame. Ve a la planta de abajo y convence a alguien para que te saque de aquí. Cualquiera, mientras no sea Enrico. —Eva frunció el ceño y Dani levantó el dedo índice frente a su cara—. No le llames, no respondas si lo hace él y, sobre todo, mantente a kilómetros de distancia de él y de todos sus putos amigos.

Eva asintió aunque se veía que no estaba conforme.

—Eva, esta gente es tóxica para todos los que les rodean y hasta para sí mismos. Huye de ellos, hazme caso. —De nuevo su amiga asintió, y esta vez, de manera más convincente.

—Y otra cosa más. —Se acercó hasta colocarse a un palmo y dulcificó el rictus—. Mañana… o pasado, llama a Lidia y queda con ella. Para tomar un café, charlar, lo que sea. Pero hazte su amiga. Sé que os vais a llevar muy bien.

Salió al pasillo cogiéndola de la mano y se despidieron allí mismo. La observó mientras recorría la distancia que lo separaba de las escaleras que daban acceso a la primera planta. Rocho seguía apoyado en la barandilla, junto a los interruptores de la luz.

Desde su posición, observaba a la gente de la planta de abajo como si fuera el vigilante en una atalaya. O su ángel de la guarda. Un ángel oscuro y silencioso.

Sus miradas se cruzaron justo cuando bebía de su vaso. Al bajarlo, vio sus mofletes hinchados por el líquido. No tardaron en convertirse en una sonrisa de burla cuando el alcohol pasó a través de su garganta.

Quizás algún día tendría una charla para dejarle claro algunas cosas que parecía no entender. Le dio la espalda y volvió a recorrer el pasillo hacia la terracita exterior. En su camino, volvió a abrir y cerrar puertas mirando dentro.

Al llegar al otro pasillo, continuó inspeccionando habitaciones. La sorpresa llegó cuando encontró luz en una de ellas. La habitación estaba igual que la última vez que había pasado por allí. Era un dormitorio con una pequeña mesa de despacho sobre la que descansaba un ordenador portátil, una bandeja de papeles y un bote portalápices que contenía un único lápiz. Detrás, unas estanterías repletas de incunables añejos, llenaba la pared de parte a parte. Un pequeño taburete azul, camuflado en la esquina, debía servir para alcanzar los volúmenes de las últimas estanterías.

En el otro lado, a la izquierda de la puerta, alguien reposaba sobre una cama. Parecía estar profundamente dormido a tenor de su respiración rasposa.

Era Javier.

Cerró tras de sí y se acercó sigilosamente. Rodeó la cama hasta colocarse por el lado donde dormitaba, pegado al borde. En la mesilla había una botella de vodka y algunos vasos casi vacíos. Le tocó en el hombro y, como suponía, estaba frito. Apretó los puños sopesando la idea de despertarlo a tortazos, dándole hasta que las orejas fueran impares.

Pero se lo pensó mejor y, en su lugar, comenzó a palpar entre sus bolsillos hasta encontrar su móvil.

«Aquí está».

Lo encendió e inmediatamente apareció el mensaje de bloqueo que leyó en voz alta.

—Introduzca la huella dactilar del borracho que tiene bajo usted para saltar nuestro bloqueo de seguridad de mierda.

Tomó la mano de Javier y colocó la yema del dedo para acceder al teléfono. Tras eliminar la restricción para futuros accesos, se dirigió a la aplicación de mensajería instantánea.

Le llamó la atención que hubiera un grupo de WhatsApp llamado: LA CENA DEL IDIOTA. Levantó una ceja, suspicaz, y accedió dentro. Ahí se llevó la primera sorpresa.

Había multitud de imágenes colgadas. Prácticamente todas eran de su novia o de él mismo. Unas, mostraban a una Alba desnuda o en toples con comentarios de lo más soeces. Otras, mucho más hirientes para él, le mostraban con su polla en estado micro, posando junto a los demás en la playa nudista.

Quizás la peor fue aquella en la que aparecía junto a Aníbal en dolorosa comparación el día que le quitaron el bañador. León y Quico eran los más activos haciendo comentarios humillantes.

Había fotos de todos los días y de cada momento. La noche de la cena en el restaurante La Playa; la fiesta en casa de Rocho; el momento en que lo transportaban en el armario hacia la piscina de Gonzalo; multitud de desnudos en Arenas, incluida la foto en la que Alba aparecía con la polla de Javier en la boca.

La segunda sorpresa fue descubrir la fecha de creación de aquel chat. Databa de unos dos meses antes de llegar al pueblo. Fue algo después de la charla telefónica que Alba tuvo con Marta. Aquella en la que le proponía pasar las vacaciones con ella.

Dedujo que, en cuanto se supo que Alba y su novio vendrían a pasar unos días, su suerte estuvo echada, marcándolos como objetivo en aquel juego macabro de emputecerla a espaldas de su cornudo. Siendo Alba quien era, podía suponer que, para ellos, era caza mayor, altamente deseable.

Revisó la información de los participantes. Ahí llegó la tercera de las sorpresas. Nada menos que 21 personas formaban parte de aquel circo, todos hombres, incluidos los amigos de Alba.

Perplejo, repasó la lista uno a uno. Le llamó la atención, un tal “Fonso”. Recordó que Gonzalo llamó así a uno de sus amigos en el mini salón.

El último de los comentarios se había colgado hacía más de cuatro horas. Seguramente el tiempo que llevaba en aquella casa sin cobertura. Deslizó hacia arriba para hacer una búsqueda rápida de lo que decían y dio con una charla de Javier con el resto del grupo.

JAVI.GASOFA_
Siiiiiii, tios, la he dejado bien folladita. Y no veais como chupa la cabrona. despues d correrme en ella a 4 patas, me la ha mamado hasta dejarme los huevos secos. Ha hecho q me corra 2 veces. Se ve q su cornudo la tiene muy desatendida.

Dani levantó una ceja. La fecha era del día del cuarto oscuro. Evidentemente hablaba de Alba, pero, como buen machirulo, exageraba para que no supieran que, en realidad, se había ido con la polla a medio meter y dolor de huevos hinchados.

KIKO.RIKO_
cabron con suerte. si hubiera sido la vez anterior, me la habría follado yo. D todas formas, la novia de Leo sí q la chupa. Uff, q hambre de rabo tiene. Y se ha tragado todo. la proxima vuelvo a repetir con ella

LEO_
en cambio la tuya es como un palo seco. Bua, chaval, lo buena q esta eva y lo poco q se mueve. se queda quieta como una monja mientras le hago de todo. pa mi q esa no se corre.

ANÍBAL.CANIBAL_
Sera contigo porque cuando me toca a mi, la pava brinca q no veas. seguro q sabes follar?
Dani tensó la mandíbula. Tal y como pensaba, Enrico utilizaba a Eva como moneda de cambio. Lo que no había imaginado era que Lidia también lo fuera.

JAVI.GASOFA_
A la q me gustaria catar es a la novia de marquitos. Q siempre la tiene atada como un moro. A ver si la compartes, q ya estoy hasta la polla de hacerme pajas con ella, jajaja

LEO_
Por lo menos participa en la movida. Menos es nada. Algun dia, hasta nos enseñará el conejo

ANÍBAL.CANIBAL_
pues espera sentado. En todos estos años no le he visto la almeja ni una sola vez. solo topless

MARCOS_
Q os jodan. Ni la vais a ver. Esa es la diferencia entre salir con una tia de verdad o con putas como las vuestras. Y por cierto, eva conmigo si se corre.

INVITADO2_
Contad q cara tenia el cornudo cuando salio. hay fotos???

ANIBAL.CANIBAL_
la cara, no se, pero la polla… pa mi que habia follao. la tenia flacida y humeda. no os fijasteis vosotros tambien?????

LEO_
yo si, pero con eva no fue, la tuve todo el tiempo debajo.

KIKO.RIKO_
Lidia tampoco

ANIBAL.CANIBAL_
y tampoco celia, estuvo conmigo fuera. Y glori me ha dicho que lo mismo. Seguro q t has follao a alba???, bocas, q eres un bocas.

JAVI.GASOFA_

Q si, coño. q se la llegue a meter cuando la tuve contra la pared. los 2 de pie ahi, gimiendo boca con boca

ANIBAL.CANIBAL_
pero no habias dicho q la pusiste a 4 patas!!!??? Pero Q puto trolas eres!!!!

INVITADO3_
poned una puta camara d vision nocturna de una vez, joder!!!

GONZALIN_
Ya os he dicho q ni d palo. Glori no quiere correr ningun riesgo. Si se filtrara un video de la concejala haciendo orgias, s monta la de dios.

LEO_
jajaja, tu glori t putea por haber puesto en las confesiones que le quieres lefar la cara despues de zumbarte a su madre

GONZALIN_
calla, mariconazo!!! a ver si cuento lo q pusiste tu

FONSO_
entonces, la tetas, esta sin follar!!??? TODAVIA!!??


Dani ardía de rabia viéndolos hablar así. Javier continuaba durmiendo la mona y la botella de Vodka seguía en la mesilla. La tomó del cuello, desenroscó el tapón y la vertió sobre su entrepierna.

La dermis en la zona de los genitales es enormemente sensible. El contacto de sustancias alcohólicas con esa región es tremendamente doloroso, produciendo una terrible quemazón imposible de aliviar. Algo parecido a lo que el gas pimienta hace a los ojos. No pasó mucho tiempo hasta que Javier empezó a despertar y a llevarse las manos a la zona dolorida.

—Mmmmmm, aaah… AAAAAAAHH.

Apenas empezó a enfocar la vista, el brazo de Dani describió un arco a gran velocidad, propinando un botellazo en la sien con toda su energía. El golpe fue tan fuerte que lo tiró del borde de la cama. Una vez en el suelo, inconsciente, le propinó una patada en los huevos.

—Mañana te dolerán un poquito más —le dijo—. Y algo me dice que, después de unas horas con eso abrasándote, tus pelotas no volverán a ser las mismas.

Volvió a deslizarse por el chat, avanzando en el tiempo. Se paró cuando vio un comentario de Aníbal. Cada vez que veía su nombre, su corazón daba un vuelco.

ANIBAL.CANIBAL_
otra vez q se me ha escapado, tios. y lo tenia hecho

GONZALIN_
pero si habias dicho q estabais subiendo a follar delante del cornudo

ANIBAL.CANIBAL_
Si, la habia convencido d q era una idea cojonuda. y estabamos casi en su habitacion, hasta q ha venido el puto andres. el cabron de jipi ha metido baza y la muy calientapollas se ha rajao

KIKO.RIKO_
El fumao del suegro de cristian es un hijoputa metomentodo. hay q tener cuidado con el. siempre nos esta jodiendo con chorradas de las suyas. y algo me dice q ya sabe de q palo vamos

JAVI.GASOFA_
Por lo menos, cristian consiguió follar delante de él. Se lo hizo con la hija del jipi cabron, como si fuera su novia

MARCOS_
me la sopla. A quien queremos ver botando es a Alba. Y dile a Cristian que deje de tocar los cojones. Esta metiendo ficha con Alba todo el puto rato y nos esta jodiendo

GONZALIN_
Ya, javi, tio, cortaos un poco. En Arenas, con vuestra chorrada de ponerle la polla en la boca lo jodisteis todo. Alba se cerró en banda ¡¡y ya no pudimos hacer nada!!

ANIBAL.CANIBAL_
ese lapas nos va a traer problemas. No se despega de nosotros ni pa dios. Y el capullo va a lo que va. Cortadle las alas de una puta vez

MARCOS_
no t habras ido de la lengua con ese niñato, no, cabron? Como se entere de algo, le va a faltar tiempo para ir con el cuento a Marta. Y T CORTO LOS COJONES

JAVI.GASOFA_
Q no, coño, q no sabe nada. Ademas, Cristian es de fiar.


Ahora comprendía que ese chaval estuviera tan bien informado. El gasolinero bocazas debía filtrarle a su amigo las cosas más suculentas que se cocían ahí dentro. Y el muy cretino no podía pasar sin restregárselo por la cara. Por eso, no todas las cosas del juego se quedaban en el juego. Apostaría algo a que fue él quien le envió las fotos de Arenas.

GONZALIN_
En fin, todavia nos queda la baza del albergue, pero es la penultima bala. Quién organiza esta vez?

MARCOS_
Yo me encargo, q para eso me toca a mi meter polla con Alba si pillamos otra bola como la del cuarto oscuro

ANIBAL.CANIBAL_
le puedo pedir al gordo de rocho que suba comida y toda la priva. La puede meter a litros. Ahora hay que buscarse algo para quitarse a dani de medio y poder jugar tranquilos a algo picante

KIKO.RIKO_
bien regada de alcohol y, sin su novio delante, cae fijo. Oye, el gordo ese q no se quede que nos corta el rollo. Mandale a su puta casa cuando suba todo.

ANIBAL.CANIBAL_
Tranquilo, q ese chupapollas hace lo q yo le diga

LEO_
Yo me encargo d poner al idiota fuera de juego. Hacemos la del año pasado. Va a pasar un poco d frio, jijijijijiji


Si seguía apretando los dientes con tanta fuerza, los iba a partir. Cerró los ojos y dejó escapar el aire. Avanzó con cuidado, fijándose en la fecha de cada comentario. Paró cuando encontró el primero de la mañana siguiente a la noche del albergue. Alguien preguntaba por Quico y su noche con Alba. Detrás venían más comentarios del resto en la misma línea. Avanzó hasta que vio la respuesta que les daba Quico.

KIKO.RIKO_
Polvazo. Me he corrido tanto, q creo q la he preñao 2 veces. Me lo va a tener q agradecer su cornudo. Y no veais cómo me gemía en el oido. Si es que…


No quiso leer más, no podía. Apagó el aparato y lo guardó en el bolsillo de atrás. Javier seguía en el suelo inconsciente. Empezaba a asomar un hematoma en la parte derecha de su cara. Le dio otra patada antes de abandonar el dormitorio y apagó la luz antes de salir.

«Pues Aníbal no se la va a follar».

Llegó a la terracita y descendió hasta el jardín trasero. En esta ocasión decidió rodear la casa por el lado contrario, por la izquierda. Quizás en ese lado encontrara algún refugio o cabaña donde pudieran estar metidos.

No había nada, ni un edificio, solo jardín. Sin embargo, al acercarse a la parte delantera, vio un bulto en el suelo. Bajo la barandilla del porche techado, en el borde de la casa, había alguien tumbado en el suelo.

Lo reconoció nada más llegar a él. Era León, y debía haberse caído desde la barandilla donde le había dejado apoyado. A su lado estaba la toalla totalmente impregnada de sangre. La borrachera, el frío y la escasez de oxígeno, habrían provocado su desvanecimiento, haciendo que se desplomara por el lateral.

Pensó que debía hacer algo con él.

La primera patada se la dio en las costillas. El dolor provocó que espabilara de su inconsciencia y se doblara hacia atrás, arqueando la espalda y comenzando a gemir de forma lastimera. Levantó la cabeza y trató de enfocar la vista en Dani al que a duras penas podía distinguir.

—Te has caído de la barandilla —le dijo a León que, con la lentitud de un oso perezoso, comenzaba a reaccionar—. Ha sido por culpa del alcohol. Deberías vomitarlo.

Una segunda patada, en el estómago, hizo que se doblara sobre sí mismo con un dolor horrible. Sus pulmones se quedaron sin aire. Acto seguido, una arcada vació parte del alcohol de su cuerpo.

—Más, expúlsalo todo, vamos. Tienes que limpiarte por dentro —animaba Dani propinándole otra nueva coz.

Otra nueva arcada, precedida de un sonoro quejido, encharcó el ya de por sí húmedo suelo. Lo hubiera matado a golpes, no le faltaban ganas. León se abrazaba por la cintura intentando contener un dolor que le hacía poner los ojos en blanco a la vez que boqueaba para coger aire que se negaba a entrar en sus pulmones. Dani lo observaba con los dientes apretados.

Lo vio retorcerse y clavar la cara contra la hierba. Tosiendo e intentando recuperar aliento con dificultad. Su cuerpo, en mangas de camisa, temblaba a causa del frío helador de esa noche. Se agachó, quedando en cuclillas frente a él.

—¿Dónde está Aníbal? ¿Dónde se esconde cuando haceis lo del idiota?

León, aún en semiinconsciencia, tiritaba desde los pies a la coronilla.

—Aníbal —insistía Dani zarandeando su hombro—. Dime dónde está.

Pero León no le oía. Solo gemía y se abrazaba a sí mismo sin poder frenar la temblequera que hacía vibrar su cuerpo cada vez más fuerte. Dani esperaba taciturno, pero, en su estado, iba a ser imposible que reaccionara a sus preguntas. Movió la cabeza, resignado, viéndolo sufrir.

—Si es que estás muerto de frío, joder.

Lanzó un suspiro y se puso de pie, tras él.

El chorro de orina recorrió la nuca y parte de la espalda con especial atención en su cuello, hombros y orejas. Aliviada la vejiga, se subió la bragueta y se acuclilló.

—¿Mejor? ¿Más calentito? —Un gemido fue todo lo que salió de su boca—. Eso debe ser un sí.

Sabía que no sacaría nada de él, así que pasó por encima y llegó al inicio de los escalones del porche. A lo lejos, en la zona de la piscina de salto, vislumbró una figura. Por su porte desgarbado supo quién era y caminó hacia él.

Enrico orinaba en la piscina desde el borde. Lo hacía sin manos, con los brazos a cada lado. Sostenía un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Dio una calada y sostuvo el humo en sus pulmones varios segundos antes de expulsarlo.

—Hola —dijo Dani.

No le había oído acercarse, lo que le hizo dar un bote, sobresaltado. —Joder, tío, qué susto me has dado. Arrastra los pies o algo mientras vienes —dijo girando la cabeza hacia atrás.

—Te pido perdón.

—Si es que… —Se desentendió de él y dio otra calada.

El chorro de orina volvió a fluir, haciendo que el sonido, al caer en el agua, retumbara en las paredes de la honda piscina. Dani se mantuvo tras él, en silencio. Quico, extrañado, giró la cabeza.

—¿Querías algo?

—Te pido perdón.

—Ya me lo has dicho. Pareces un loro.

Algo después, vaciada la vejiga, se giró, quedando de frente con las piernas obscenamente abiertas. Su pene continuaba colgando fuera del pantalón. Dio otra calada examinándolo, sin saber qué pretendía ahí plantado.

—Por el día de la excursión —aclaró Dani—, cuando recibí un golpe en el ojo. Me pediste que te pidiera perdón por acusarte.

—Claro, coño, te pasaste de listo.

Disfrutaba exhibiéndose, mostrando su intimidante miembro. Dani bajó la vista observándolo, sin rubor. Quico dibujó una sonrisa.

—Mola, ¿eh? Ésta sí que es una buena polla —dijo antes de dar otra calada—. Conozco a uno que la tenía más grande que yo. Se la cortó porque le tocaba los cojones.

Se rió de su propia gracia. Dani levantó la comisura de los labios por los bordes, mostrando una sonrisa fingida.

—Yo conocí a uno que le mearon encima y se quedó contento porque estaba caliente.

La carcajada de Quico fue mayor que la anterior. —¡JAA! Qué bobo.

Dio una nueva calada y se quedó observándole. Dani, simplemente sostenía su mirada en silencio. Pasaron los segundos, hasta que llegó un momento en que la situación comenzó a volverse embarazosa. Quico tenía el borde de la piscina tras sus talones y Dani estaba a penas un paso frente a él, lo que empezó a no gustarle demasiado.

Dio un paso a un lado, pero Dani imitó su movimiento como un espejo, haciendo que se mantuvieran las posiciones.

—Te pido perdón.

—Que sí, joder.

Estar con la polla fuera y las dos manos ocupadas delante de alguien con aquella mirada, quizás no fuera la mejor idea. Por si acaso, tiró la colilla de su cigarro de un pellizco y fue a subirse la cremallera.

Sus dedos no llegaron a tocarla.

La patada se la llevó en la punta de la polla y, por extensión, al resto de sus huevos que quedaron aplastados como dos monedas de chocolate. El impacto fue tan fuerte que sus talones se levantaron varios centímetros del suelo antes de caer de rodillas. Se llevó las manos a la entrepierna mientras todo el aire de sus pulmones abandonaba su cuerpo en un suspiro sordo. El dolor que subía desde sus ingles era insoportable.

—Uuuuuuuggggmmmmm.

El tintineo del vaso cayendo contra el suelo y los hielos desperdigándose, fueron lo único que rompió la quietud de la noche. Antes de que se desplomara hacia adelante, Dani lo sujetó del cuello con una mano. Después, acercó su cara hasta casi tocarse con la nariz.

—Y sin embargo fuiste tú —siseó—. Seguramente había una piedra dentro de aquel papel de aluminio.

Quico negó con la cabeza con la cara contraída por el dolor.

—León… —comenzó a decir dubitativo.

—No —cortó tajante.

Los calambres recorrían su cuerpo desde las ingles hasta la nuca, ahogándose en su garganta.

—Pudo ser cualquiera —corrigió en un susurro con un esfuerzo titánico.

Dani apretó su cuello para hacerlo callar.

—Todos conservaban el papel de su bocadillo cuando me acerqué. —Motas de saliva salían de su boca con cada golpe de voz—. Todos, menos tú. No me llevó ni tres segundos darme cuenta —espetó—. Ya ves, no eres muy listo.

Quico puso los ojos como platos. No había previsto ese detalle. Dani empujó su cuello haciendo que su cabeza (y su cuerpo) se desplazara hacia atrás. La punta de uno de sus pies se descolgó por el borde de la piscina.

—Espera… joder, espera —jadeaba.

—Me dejaste tuerto —siseó con voz grave—, me humillaste delante de todos. —Apretó su cuello un poco más—. Te follaste a mi novia.

Nueva cara de espanto.

—No… eso sí que no —decía entre gemidos de dolor—. No pude. En serio. Estaba muy borracho. No me empalmaba. No conseguí meterla. Lo juro.

Si había algo que Dani tuviera grande (más que los reflejos) eran sus manos. Apretó su cuello hasta casi ahogarlo mientras, con la otra, estrujaba su barbilla haciendo que sus labios se juntaran por los bordes.

—Prostituyes a mi amiga.

Los ojos de Quico se salieron de las cuencas, sorprendido de que conociera sus hábitos en el cuarto oscuro. Sin posibilidad de pronunciar palabra, intentó negarlo con la cabeza, pero Dani le tenía tan aprisionado que apenas podía moverla.

La punta del otro pie se descolgó del borde, haciendo que su cuerpo se deslizara hacia atrás peligrosamente sin oposición. Ambos sabían lo que suponía caer a la piscina sin escalerillas con la altura de aquellas paredes y más en aquella noche heladora.

—¿Dónde está Aníbal?

Aflojó lo justo para que pudiera contestar.

—No tengo ni puta idea.

—¿Dónde está? ¿Dónde está mi novia?

—Que no lo sé —pronunciaba como podía, soportando con dificultad, el dolor de sus huevos—. No está aquí. Se han pirado en cuanto te han perdido de vista. —Asomó una sonrisilla—. Jódete.

La patada en el pecho lo hizo volar hacia atrás. Cayendo en el aire como un escarabajo boca arriba. El sonido del chapuzón se hizo esperar a causa de la altura. Segundos después, sus gemidos llegaron con nitidez.

Con lentitud, recogió el vaso, y volvió a meter dentro los hielos y la rodaja de limón. También recogió una esquirla que se había desprendido del vidrio al golpear contra el suelo. Pasó el dedo por la base, notando el filo de la parte desportillada.

Se colocó en el borde de la piscina y levantó el vaso en el aire como un brindis a la luna. Calculó la distancia y lo soltó. No tardó en oírse el “CLOPPP” del vidrio golpeando contra la cabeza de Quico que se vislumbraba por encima de la superficie del agua verdosa.

Se hundió con un aullido sordo para aparecer un instante después. De su ceja salía un espeso reguero de color rojo. No tardó en llevarse la mano a la zona herida y lanzar un lastimero quejido. La escasa altura del agua hacía que pudiera hacer pie, consiguiendo que su barbilla sobresaliera a la superficie.

«Abrázate con fuerza, vas a pasar un poco más frío del que pasé yo aquella puta tarde», pensó con odio.

Al salir de la zona de la piscina, pasó por el aparcamiento. Quico había dicho que Aníbal se había ido con Alba, pero su superdeportivo seguía allí. Fue entonces cuando se le ocurrió una idea.

Tal y como suponía, no estaba cerrado. Se sentó dentro y desbloqueó el freno de mano. No fue fácil, esos coches no llevan palanca de freno y hay que pulsar una serie de botones en el salpicadero junto con el pedal para liberarlos.

La pequeña pendiente hizo que el coche comenzara a desplazarse hacia atrás, cada vez más rápido. Si sus cálculos no fallaban, iba a empotrarse contra un coche que tenía la alarma conectada.

Esperaba que el ruido hiciera salir a los dueños o, al menos, a uno de ellos. Ya se encargaría él de encontrar a Aníbal. Con un poco de suerte, sería de esos que amaba más a su coche que a su propia familia. Eso le haría asomar la cabeza de donde quiera que se hubiese metido. Allí estaría Alba.

Por desgracia, no todo pasó exactamente como había planeado.

El coche comenzó a describir una curva, cada vez más pronunciada, que lo desviaba lejos del objetivo y lo dirigía hacia la misma entrada. Para su consternación, pasó limpiamente entre las verjas metálicas, desapareciendo en la oscuridad de la noche.

El flamante coche de superlujo de Aníbal se iba a despeñar montaña abajo, convirtiéndose en una bola de chatarra. Blasfemó en alto y pateó el suelo. Ni eso le salía bien. Decidió abandonar el plan y volver al proyecto inicial de encontrarla por su propia mano.

Se dirigió a la casa. Al subir los escalones que daban acceso al porche techado, se encontró con el vaso de bicarbonato sódico que había utilizado a modo de señuelo de gin tonic y le dio un pequeño sorbo. Le venía bien para calmar la acidez que ese sitio le estaba provocando.

Un ruido le alertó y se acercó a mirar al borde del porche, el que doblaba hacia el lado derecho de la casa. Una figura se acercaba entre las sombras que proyectaban las minimalistas farolas exteriores.

Llegaba desde la parte trasera, caminando con sigilo sobre la fina gravilla caliza que separaba el cobertizo de la casa principal. Dani se ocultó tras uno de los gruesos postes de madera que sostenían la cumbrera del porche. Cuando la figura llegó a la puerta del cobertizo, miró hacia los lados y se introdujo dentro.

Aquella chica era Gloria, y que se metiera en un habitáculo sin luz le hizo sospechar que, en realidad, ese cobertizo no era otra cosa que un medio de entrada a su “cuarto de juegos” al que se entraría a través de algún acceso oculto. Bajó los escalones y caminó hacia allí con la intención de dar de una vez por todas con su novia.

Apenas avanzó dos pasos por la gravilla, se paró en seco al descubrir una segunda figura a contraluz, bordeando la parte trasera de la casa, dirigiéndose en su dirección. Con el máximo sigilo, caminó hacia atrás, retrocediendo hasta alcanzar el primer escalón y se quedó quieto intentando que no lo viera, oculto en la penumbra.

Marcos caminaba con la misma cautela que Gloria, mirando hacia atrás con disimulo. Fue entonces cuando Dani se dio cuenta de que había errado en sus deducciones. Aquel cobertizo no era un pasadizo secreto a ningún escondite. Ese habitáculo, apartado y oscuro, no era otra cosa que el lugar donde los dos amantes se escondían para encontrarse a espaldas de sus respectivas parejas. «Con la mujer de tu mejor amigo —pensó—. A las puertas de tu boda».

Llegaba pisando la gravilla con cuidado. Sin embargo, antes de llegar a la altura de la puerta, descubrió a Dani entre las sombras. Dio un pequeño sobresalto y viró ligeramente su rumbo para disimular, como si quisiera pasar de largo.

—Ah, hola, Dani. ¿Qué haces aquí?

Se quedó mirándolo, con aire tranquilo, sin prisa por responder.

—Me estaba relajando. Ahí dentro me agobiaba. —Levantó su copa de bicarbonato a modo de brindis.

Marcos se acercó y se puso frente a él, apoyando el hombro en el poste contiguo. Puso un pie sobre el primer escalón.

—¿No has encontrado a Alba todavía?

No le contestó. En su lugar dio un trago a su copa y apartó la vista, eludiéndolo. Se quedaron en silencio. Ambos examinándose sin saber qué decir. Marcos metió las manos en los bolsillos y encogió los hombros, notando el frío.

—Ese Aníbal —comenzó a decir Dani— es un pedazo de cabrón.

Marcos lo miró sin dar muestras de sorpresa. Apenas una sonrisa que podía significar cualquier cosa. Después, se mantuvo a la espera. Dani dio otro sorbo a su copa.

—¿Sabes dónde está? —indagó.

Su amigo se encogió de hombros indicando su desconocimiento. Dani asintió con un movimiento de cabeza. Después, miró dentro de su vaso.

—Un día le van a dar una paliza.

Marcos frunció el ceño como si le sorprendiera. Como si no supiera por qué decía eso. Dani continuó hablando.

—Te hace creer que eres su amigo. Que formas parte de su entorno. Y todo para que te confíes y no veas venir la hostia que te va a dar.

Marcos permanecía atento con semblante neutro.

—Monta una cena —continuó Dani—. Te hace creer que estás entre amigos, que te lo estás pasando bien. Te pone un señuelo para que te separes de tu novia a la que se lleva lejos de ti. Para tener vía libre para follársela mientras estás entretenido. Y lo llama la cena del idiota. —Nuevo trago—. Del cornudo, más bien.

Volvió a mirarlo fijamente. —Y lo peor es que todos los que crees que son tus amigos le ayudan a conseguirlo.

Había puesto las cartas sobre la mesa y dejado caer la máscara. Marcos cavilaba, decidiendo qué camino tomar. Al final, decidió dejar caer su máscara también. Inspiró con profundidad y habló con semblante sentido.

—No es nada personal. Solo es un juego donde nadie debía salir perjudicado. De hecho, tú no deberías estar aquí ni enterarte de nada. —Hizo una pausa para que Dani lo mirara fijamente—. No te lo tomes a mal, mañana Alba te seguirá queriendo tanto como te ha querido siempre.

Dani arrugó la cara sin comprender. —¿Alba? —Sacudió la cabeza—. No estaba hablando de mí.

—Pero si me acabas de decir… —Se quedó callado, intentando resolver la confusión. Dani le dio el tiempo necesario para que atara cabos—. Espera, espera. ¿No pensarás…? —Comenzó a sonreír, burlón—. ¿Crees que el idiota… soy yo? ¿Que es a Martina a quien se va a tirar? —Soltó una carcajada.

—Tú lo dijiste. Le van las casadas, y la tuya está a punto de serlo. Qué mejor tesoro que ella, en el día de su despedida.

Marcos negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

—La han separado de ti, te han puesto un señuelo para tenerte controlado —insistió Dani.

—Es a ti a quien han puesto un señuelo.

—¿Seguro? No soy yo el que iba a entrar en un cuarto sin luz que se atranca desde fuera —contestó sin perder la compostura. Después, señaló a la puerta del cobertizo con un golpe de mentón— ¿Qué hay dentro para que hayas decidido entrar?

Marcos se encogió de hombros manteniendo la expresión. —No tengo ni idea. Solo venía de paso. Ya te lo he dicho.

Dani frunció el ceño y asintió taciturno. —Es curioso, porque me dijeron que aguardara aquí hasta que alguien entrara por esa puerta. Debía cerrar desde fuera y marcharme. No sabía que ibas a ser tú.

Marcos mantuvo la sonrisa. —No cuela. Esta vez no me vas a engañar con tus mentiras. Vas de mosquito muerto, pero ya te he calado. —Comenzó a subir los escalones para alejarse—. Martina está a kilómetros de aquí, bien lejos de Aníbal.

—Sí, me lo dijiste. En un taxi que la llevaba a… su casa, ¿no?

Dejó de ascender, quedándose quieto por un momento. Después, con paso menos seguro, continuó subiendo peldaños, uno a uno. —Lo que tú digas. Suerte con la búsqueda.

—Dime una cosa —dijo cuando Marcos estaba casi en el último escalón—. ¿No crees que después de haberme bebido dos de estos, ya debería estar en el quinto sueño? —Apuró su copa hasta vaciarla bajo la atenta mirada de Marcos, incluido uno de los hielos que alojó en un moflete.

Ahora sí le cambió la cara. Gonzalo y él le habían suministrado dos copas con anestésico suficiente como para tumbar una vaca. Con tal cantidad ya debería estar en estado comatoso.

—¿Preparaste las copas personalmente, o te las pasaron ya servidas? —Elevó la barbilla y escupió el hielo, lanzándolo lejos.

El cubito cayó sobre los escalones con un ruido característico. Después, rodó por todos ellos, rebotando hasta caer a la gravilla. Marcos se quedó con la vista fija en él, dudando demasiado tiempo. Sabía que había sido Gonzalo y eso generó la desconfianza. Pero de nuevo, tras unos momentos de vacilación, se pasó la mano por el pelo y recuperó parte del aplomo.

—Que te vaya bien. —Terminó de subir al porche y se dirigió a la entrada—. Y recuerda que no es nada personal.

—Mira por dónde, al final va a ser Aníbal el que se va a comer la mariposa.

Eso le hizo frenar en seco, girándose lentamente sobre los talones hasta encarar de nuevo a Dani.

—¿Qué has dicho?

—¿Yo? Nada.

Pero Marcos ya no podía disimular los nervios y caminó de nuevo hacia él.

—¿Por qué coño has dicho eso?

—¿El qué?

—Eso, lo de la mariposa. —Sonó como una acusación.

—No sé. Es un tatuaje como otro cualquiera —Se encogió de hombros.

Marcos puso los ojos como platos y Dani decidió aguijonear un poco más.

—A ver, hay fotos.

Eso le cortocircuitó el cerebro y, por fin, le empezó a corroer la certeza sobre quién era en realidad el idiota de aquella cena.

—¿Cómo que hay fotos? ¿Qué fotos?

Dani simuló ponerse nervioso y levantó las palmas a la defensiva. —Ey, tranqui. No quiero problemas, que yo paso de estos rollos. No sé ni por qué he accedido a participar en esta mierda. —Subió los últimos peldaños y se colocó junto a él que ya empezaba a hiperventilar.

—Mira, tú eres un buen tío. Y me caes bien, de verdad. Siempre te has portado bien conmigo y has sido como un amigo, haciendo que me sintiera cómodo y preocupándote por mí en todo momento. Si llego a saber que eras tú el que iba a entrar ahí, no hubiese dicho que sí a ese capullo de Aníbal.

Marcos lo miraba con esa sensación de quien no quiere dejarse convencer de lo evidente.

—¿Sabes dónde está ahora? —preguntó Dani con cautela.

Eso lo hizo reaccionar, separándose de él como si fuera el demonio que buscase su alma. Recuperó su semblante seguro y mostró una sonrisa de odio. —No cuela. Eres un puto intrigante y un manipulador. —Resopló asqueado—. Aníbal está donde tiene que estar. Le he visto hace media hora con Alba, con tu novia. Y el cornudo de esta cena vas a ser tú.

—Media hora. —Dani se pellizcó la barbilla—. Qué curioso, porque es justo el tiempo que hace que le he visto irse en su coche, con Javier y algún otro.

Marcos, instintivamente, giró el cuello en dirección al aparcamiento, apoyándose en la balaustrada. Desde donde estaban, gracias a la altura del porche elevado, se veían todos los coches y el hueco donde debería estar el de Aníbal. Su cara se volvió blanca en el acto.

—No me jodas —susurró para sí.

Con manos nerviosas, sacó el móvil del bolsillo y lo encendió. Se quedó mirando la pantalla, embobado.

—No hay cobertura. —Levantó el móvil y lo movió en el aire intentando captar las ondas—. ¡Joder, no hay cobertura!

—Ya —contestó como una obviedad.

Miró su reloj y luego a Dani. Ya no había rastro de la seguridad de antaño y el pánico empezaba a apoderarse de él. —¡Son las dos y media y todavía no hay cobertura!

Ese dato lo descolocó ligeramente, pero no dio muestras de notarlo. Marcos, volvía a insistir.

—Joderrrr ¡Que ya son las dos y media!

Le observaba moverse mientras intentaba adivinar el porqué de tanta preocupación por la cobertura telefónica. Marcos, en su mundo, refrescaba una y otra vez la pantalla de su móvil.

—No puede ser, no puede ser —se decía—. Pero, pero… —Cuando levantó la cabeza, sus ojos estaban desencajados—. ¿A qué hora es la emisión?

Calambrazo en el estómago de Dani que cada vez entendía menos. Aun así, no dio muestras de no estar enterándose de nada. —Ah, no, quita, quita. A mí no me preguntes— disimuló.

—Venga, joder. ¿¡A qué hora es la puta emisión!?

Le tomó de los hombros y lo zarandeó. Dani se dejó hacer mientras improvisaba una respuesta.

—Vale, tío, vale. Solo sé que iba a ser antes de las tres. Para ya.

—¿¡Antes de las tres!? Pero… pero… eso puede ser en cualquier momento. ¡No me jodas!

Dani lo miraba extrañado. Iban a emitir algo. ¿Tal vez…? Cerró los ojos y rezó porque no fuera lo que estaba pensando. ¿Serían capaces de grabar a Aníbal follándose a Alba?

—¿Dónde va a ser? —Marcos le sacó de su ensoñación.

—No lo sé. Eso no me lo han dicho.

—DIME DESDE DÓNDE SE VA A EMITIR, HOSTIAAA.

—Que no lo sé, Marcos. Me han pasado la ubicación, pero no tengo ni idea de dónde está. Ni la he mirado.

Se lo estaba inventando todo con el fin de ganar tiempo y enterarse de lo que pudiera. Marcos estaba fuera de sí, totalmente creído de que el verdadero idiota de aquella noche iba a ser él.

—Pásamela.

—¿Eh? No puedo.

—¿¡Cómo que no!?

—Es que… —pensó con rapidez— no hay cobertura.

—Pues por bluetooth, infrarrojos, lo que sea, pero venga, pásame esa puta ubicación —hiperventilaba—. Rápido, joder.

Encendió su teléfono con parsimonia. No sabía qué le iba a pasar. Navegó por la carpeta de ubicaciones guardadas y se fijó en la última. Era la que tomó el día que se quedó colgado en el camino infernal hacia Arenas de Sal.

—¿Qué… qué coño? —dijo Marcos cuando vio situado el punto rojo en medio de una zona verde inhóspita en la pantalla de su Smartphone—. ¿Dónde coño está esto?

—Que no me preguntes. Que yo paso de vuestras mierdas. Solo me he quedado a lo de la puerta, y tampoco es que me hiciera ninguna gracia encerrar a nadie.

Marcos empezó a caminar con prisa hacia su coche con el teléfono en la oreja, intentando un contacto que no llegaba.

—Martina, Martina, por Dios —rogaba ante el mutismo de su móvil.

Dani lo siguió hasta su vehículo, notando sus nervios. Nada más llegar, abrió la puerta y ocupó el asiento del conductor.

Colocó el móvil en el salpicadero y buscó las llaves entre sus bolsillos. Los nervios hacían que no acertara con ellas y, cuando lo hizo, le costó meterla en el contacto.

—Dime una cosa —dijo Dani apoyándose en la ventanilla abierta. Marcos lo miró un instante, con la mano en el contacto a punto de arrancar—. ¿Qué te duele más, la traición de tu novia o la de los que creías que eran tus amigos?

Se le congeló la cara. Lentamente, fue mutando hacia un semblante de rabia y odio.

—Que te jodan —escupió—. ¡QUE OS JODAN A TODOS! —gritó a pleno pulmón.

Aceleró a tope haciendo que el vehículo saliera derrapando

—CABRONEEEEEES —chilló hacia la casa mientras maniobraba con celeridad en dirección a la enorme verja metálica.

—No te preocupes, hombre —gritó cuando ya se alejaba—. Si Martina te va a seguir queriendo igual mañana por la mañana.

«Idiota de mis cojones».

Cuando desapareció, dio media vuelta en dirección al cobertizo. Gloria llevaba un buen rato dentro esperando a Marcos y ya tenía ganas de oír lo que pudiera contar.


— · —


Cerró la puerta tras de sí y pegó la espalda contra ella. Se quedó en silencio, intentando acomodar la vista a la oscuridad casi absoluta de aquel habitáculo. Antes de que pudiera darse cuenta, unas manos lo cogieron del cuello. Inmediatamente, lo rodearon, abrazándolo y una lengua se coló en su boca, llenándola por completo. Notó el sabor del alcohol obturando sus sentidos.

—Cuánto has tardado. Un poco más y me quedo frita —dijo con voz engolada.

Lo había confundido con Marcos y Dani decidió aprovecharlo aunque no podía hablar sin que lo reconociera. Gloria volvió a llenarle la boca con su lengua.

—Venga, tócame, joder —pedía ella.

Dudó, pero, al final pasó sus manos por delante de su cuerpo, repasando todas las curvas de su anatomía y amasando donde éstas se hacían más pronunciadas. Ella gimió como una gata.

Antes de que pudiera darse cuenta, la parte delantera de ella estaba completamente abierta y sus manos amasaban la piel tersa y suave de sus tetas. Sus pezones duros, se colaban entre sus dedos.

Gloria tampoco perdía el tiempo. Se estaba dedicando a hacerle un pijama de saliva, empezando por el cuello.

Con tanto magreo se estaba poniendo como una moto a una velocidad que no podía controlar. En cuanto ella soltó su pantalón y lo bajó arrastrando los calzoncillos, su polla saltó como un resorte. Se le escapó el aire cuando se metió su polla en la boca y empezó a chupar. Su cuerpo se paralizó y sus ojos se pusieron en blanco.

Gloria, borracha perdida, gemía de placer mientras se la chupaba y le masajeaba los huevos. —Mmmm, qué ganas tenía de que llegara esto —decía ella—. ¿Te gusta? ¿Te gusta así?

Dani contestaba con gemidos. «Zorra. Puta zorra», pensó. Gonzalo iba a tener razón en eso de que su mujer era la mejor pajeadora del mundo. Y chupadora también, daba fe.

Apenas podía distinguir su cabeza moviéndose rítmicamente adelante y atrás. Echó mano del móvil de Javier que conservaba en uno de sus bolsillos y lo encendió. Pulsó sobre el icono de GRABAR VÍDEO. La luz de la cámara se activó automáticamente, iluminando la cara de Gloria que quedó deslumbrada. Chupaba con todo el esmero y la dedicación que sabía. Lamiendo, masajeando y paseando su lengua arriba y abajo. A Dani le costaba enfocar sin que le temblase el pulso.

Todavía grabó un poco más antes de apagar la cámara. Al hacerlo, la luz frontal se apagó y la pantalla quedó como único foco luminiscente. Eso hizo que Gloria viera su cara y saltara como un resorte hacia atrás, haciendo que cayera de culo.

—¡DANI, JODER! —gritó—. ¿Pero qué… coño haces?

—Podría preguntar lo mismo, pero creo que a ninguno nos hace falta responder a eso —contestó mientras se subía los pantalones y recuperaba el resuello.

—Yo… pensaba…

—Me envía Marcos —cortó—. Me ha dicho que si entraba aquí, una chica se lo haría conmigo. No sabía que ibas a ser tú.

La tenue luz de la pantalla, iluminaba sus rostros. Ambos se examinaban el uno al otro. Gloria, que en un primer momento había puesto los ojos como platos y cara de espanto, pronto empezó a arrugar su frente y a negar ligeramente con la cabeza.

—No es verdad.

—Estaba con Aníbal. Los dos han insistido en que viniera.

Esta vez, un atisbo de sonrisa, asomó por una de sus comisuras. —Eso sí que no.

Se quedaron en silencio. Dani esperaba que ella dijera algo. Ya había hablado demasiado y Gloria parecía no habérselo tragado.

—Marcos jamás te enviaría conmigo —siseó—. Y menos a ti. Y en cuanto a Aníbal… —agrandó la sonrisa— es imposible que te haya dicho nada. Ya no está en la fiesta.

Aguantó sin inmutarse aunque la noticia le había sentado como un jarro de agua fría.

—¿Dónde está?

—Lejos —y tras una pausa, añadió—. Con Alba. Follándosela.

Se quedó callado, dudando si matarla a palos o a golpes contra la pared.

—¿Por qué hacéis esto? —Apretaba los dientes— ¿Por qué os comportáis como una panda de hijos de puta?

—¿Y por qué no? —contestó chulesca.

—Alba es vuestra amiga. Tu amiga —contestó incrédulo.

—Es una creída —saltó—. Eso es lo que es. Una diva que disfruta siendo el centro de atención de los chicos. Llevándoselos a todos de calle —dijo con rabia—. Que le laman el culo como si fuera una diosa mientras nos mira a las demás desde su pedestal, como una reinona.

La miraba sin poder creérselo, sin dar crédito a que hubiera tanto odio oculto en la que creía que era su amiga de la infancia. Sus amigas. Gloria se acercó a él hasta que casi le podía oler el aliento.

—¿Sabes lo que es estar tan enamorada de alguien que duele?, ¿y que no sepa ni que existes porque solo tiene ojos para ella? ¿Sabes lo que es verlo sufrir porque no puede conseguirla? ¿Y que su sufrimiento sea también el tuyo? Porque lo quieres, porque quieres verlo feliz, aun sin ti. Aunque él no te mire, y aunque termine eligiendo a otra como segundo plato en lugar de a mí, porque esa otra es una fotocopia suya.

—Martina —se dijo Dani.

—Otra pijita de culo prieto que ahora no se atreve a enseñar el coño porque es demasiado fina para las demás.

Gloria estaba desatada y siguió escupiendo su mierda.

—¿Sabes lo que he llorado porque uno solo de los chicos que me gustaban se fijara en mí cuando estaba con ella? ¿En lugar de babear por su cara bonita, y por sus tetas?

—Ella no tiene la culpa.

—¡Sí que la tiene! —gritó—. Lo busca, le excita. Y no para hasta conseguir que los ojos de todos los tíos se claven en ella. Hasta tener a todos babeando. Como la última vez. La muy zorra.

La última vez. Hacía cuatro años que Alba había salido de allí y todavía no conocía la historia.

—¿Por eso participas en todo este tinglado, por celos? Te alías con tu marido y sus amigos que quieren emputecerla —constató en voz baja—. ¿Y Celia? ¿Qué tiene ella en su contra?

—¿Celia? —Achinó los ojos a la vez que las venas de su cuello se tensaban—. A ella le gustaba Rafa. Llevaba detrás de él mucho tiempo, y cuando por fin parecía que le hacía caso, apareció Alba.

No hacía falta que explicara más. Aun así, Gloria continuó hablando.

—Fue verla y el universo desapareció para él. Alba fue como una obsesión y Celia dejó de existir en su mundo. La pobre tuvo que verlos juntos todos los días mientras duró lo suyo.

Dani empezaba a comprender. Celos de ellas, frustración de ellos. Y si a eso se le suman perversiones, obsesiones sexuales…

—Igual que Aníbal —añadió Gloria—. El día que llegó al grupo fue como un soplo de aire fresco para nosotros. Nos lo presentó Marcos, se habían hecho amigos y enseguida nos cayó bien. Con él las tardes eran diferentes. Mucha fiesta, muchas risas. Y nosotras, imagínate. El tío está cañón. Andábamos como gallinas cluecas. —Gloria ensombreció el semblante— ...hasta que apareció Alba.

Con su lengua de trapo por la borrachera, había abierto el dique de las confesiones.

—Al principio, ella y Rafa no venían con nosotros, pasaban el tiempo juntos, a su bola. Así que, durante una temporada, digamos que lo pasamos felices y en paz. Pero el día que la vio, todo cambió. El mundo se detuvo y Aníbal ya solo tuvo ojos para ella.

—Eso no es culpa de Alba.

—¡Sí lo es! —estalló—. Tonteaba, se dejaba querer. Siempre a su forma, con su estilo de chica imposible que enseña lo justo para que te hagas ilusiones. En su pedestal de reina de la primavera. Y todo en las narices de su novio. Y DE NOSOTRAS —gritó.

Gloria se pasó los dedos entre los cabellos, mesando su melena desde las sienes hasta la nuca.

—Rafa perdió los papeles. Era muy celoso y, con Aníbal cerca, enseguida comenzó a volverse violento. Tenían broncas cada dos por tres, incluso le prohibió venir con el grupo. Un día casi llega a las manos con Aníbal porque pensaba que habían estado juntos.

—¿Por eso lo dejó con él, por violento?

Gloria sonrió. Una sonrisa triste de quien lamenta hechos pasados. Negó sutilmente con la cabeza antes de responder.

—No —escupió—, al muy estúpido no se le ocurrió otra cosa que intentar ponerla celosa con otra. Para castigarla con la misma moneda, ya sabes. —Hizo una pausa para recibir toda la atención de Dani—. Pero se le fue de las manos y terminó follando con la chica que iba a utilizar en su plan.

—¿Qué chica?

—Una cualquiera. Eso no importa.

—¿Ágata?

Gloria se lo quedó mirando, intrigada. —¿Quién?

—La rubia platino del restaurante ¿Fue ella la chica con la que se acostó su ex? ¿El caramelo que apareció en el momento oportuno?

Seguía con el ceño fruncido, sin comprender. —Puede, no lo sé. —Se quedó cavilando un instante—. En cualquier caso, da igual, Alba no le vio la cara, solo a él moviendo el culo en la parte de atrás de su coche entre las piernas de otra.

—Pero Alba no cayó en los brazos de Aníbal como una novia despechada, ¿verdad? Eso debió de joderle mucho al adonis rompebragas del grupo.

La sonrisa ladina de Gloria volvió de nuevo. —Caerá ahora.

—Y vosotras podréis resarciros. Un montón de tíos disfrutando de un espectáculo porno a su costa. Va a ser la puta de todos. La de pajas que van a caer con ella, ¿no es eso?

—Puede —corroboró Gloria con una sonrisilla de suficiencia.

—¿Aunque le jodáis la vida; y la mía; y la de todos los novios a los que engañáis en vuestros juegos de mierda?

La sonrisilla volvió a desaparecer en el acto. —Tú solo eres otro lelo que se mea por sus tetas.

—Y tú una puta que se la pega a su marido con cualquiera. Y no hablo solo de Marcos. Sé que te dejas meter mano en el cuarto oscuro a sus espaldas. Por eso no quieres ninguna grabación de lo que pasa ahí dentro. Yo mismo hubiera podido follarte aquella noche cuando te tenía cogida por las caderas con la polla en la entrada de tu coño.

Gloria saltó a por él como un muelle, lanzando un guantazo al aire que Dani esquivó en el último momento.

—Que te jodan. Tú no tienes ni puta idea. La casa es mía, la cena la organizo yo y hago lo que me sale del coño. Tú solo eres un puto cornudo.

—Llámame suspicaz, pero creo que yo soy tan cornudo como tú puta.

Gloría volvió a saltar, lanzando otro tortazo, pero él ya lo esperaba y se apartó con rapidez.

—Te jode cuando Marcos participa en ese cuarto oscuro para follarse a la mujer de otro. ¿A que sí? Por eso te resarces dejando que su cornudo te folle a ti.

—Cállate, cállate.

—Igual que me ibas a dejar a mí, a causa de la rabia que te dio que tu amorcito confesara que su mayor fantasía era follar con la prima de su novia en lugar de con la mujer de su mejor amigo, ¿verdad?

—Cállate, cállate, ¡CÁLLATE!

Y por eso estabas tan pegajosa conmigo, para darle celos a tu Marquitos. —hizo una pausa—. Y todo a espaldas del cornudo de tu marido. Tu puto cornudo que fantasea con follarse a tu madre.

Gloria, que ardía de ira, se lanzó de nuevo a por él, dando un manotazo con toda su fuerza. Dani lo paró de un revés y la cogió del cuello, empujándola hacia atrás y obligándola a trastabillar de espaldas para no perder el equilibrio.

—Suéltame. Me haces daño —gritó—. Suéltame ya, pelele. Eres un mierda y un pichacorta. Teníamos que haberte dejado en el armario la noche que viniste a mi casa.

Cuando su espalda tocó la pared, acercó su cara a la de ella hasta que sus narices se tocaron.

—El armario —escupió con rabia entre dientes—, el puto armario y la piscina.

Levantó la vista barriendo la estancia a su alrededor. El móvil había caído al suelo, pero la luz de la pantalla seguía ofreciendo una tenue perspectiva del recinto. Puso los ojos en un mueble vacío de la pared opuesta que tenía las puertas abiertas.

Tiró de ella sin dar opción a defenderse, la empujó dentro y la cerró. Después, volcó el mueble hacia adelante. Era una especie de arcón alto que quedó tumbado sobre la puerta. Gloria empezó a chillar exigiendo que la sacara.

—Así sabrás lo que sintió este lelo ahí dentro.

Recogió el móvil y salió al exterior cerrando tras de sí y girando la llave. Desde fuera, ya no se oían sus gritos que quedaban amortiguados dentro de aquel mueble.

Tenía el corazón desbocado. Todo, desde el principio, había sido un continuo intento por conseguir emputecer a su novia. Por ponerla en bandeja a un Aníbal despechado y obsesionado con ella. Una mascarada ideada por el grupo de chicos al completo.

Subió las escaleras del porche sin ideas de qué hacer o a dónde dirigirse. Aníbal ya no estaba en la fiesta por lo que sus opciones de encontrarlo se habían desvanecido. Y sin él de por medio, Alba estaba a su merced.

Nada más acercarse a la casa, el móvil de su mano comenzó a vibrar y a emitir un montón de pitidos. El icono del wifi marcaba cuatro rayas de cobertura.

Los whatsApps entraban en cascada y todos en el mismo chat de LA CENA DEL IDIOTA.

PPUCIO_
joder, pero va a empezar esto de una puta vez o q???

INVITADO2_
q coño pasa ??

GLANDER_
ya tengo ganas d ver a esa zorra moviendo el culo y gritando como una perra. Hasta ahora solo habeis pasado fotos mal enfocadas

GONZALIN_
yo lo que tengo, son ganas de verla chupando polla. Con ese trabuco q tiene anibal se la va a meter hasta la garganta


No continuó leyendo. El resto de comentarios eran del mismo estilo, pero él se había quedado con la vista fija en el de Gonzalo. Casi rompe el móvil en su mano. Con los músculos de su cuello tensos como cuerdas de guitarra abrió la galería de imágenes. Eligió el último archivo, el vídeo que acababa de grabar con su mujer mamándosela, y pulsó compartir. La reacción no tardó en llegar.

JAVI.GASOFA_
video WMA020230815025325

INVITADO1_
HOSSSSTIAS, pero si es Gloria. Su puta madre, como chupa

CARNERO_
puto javier, pero q cabron estas hecho, JAJAJAJAJA. Como lo has conseguido con la mujer de Gonzo???

GLANDER_
gonzalo, cabron. Haber dicho q compartias


Apenas hubo más comentarios. De lo que dedujo que el resto de contactos del grupo de WhatsApp estaban junto a él. Haciendo sus gracietas en viva voz o, quizás, susurrándolas entre risitas mientras le ofrecían sus más sentidos lamentos.

Imaginó la cara que debía tener Gonzalo. Sintiéndose el centro de atención de sus amigotes mientras sufría el bochorno. Sabiendo que disfrutaban de su cornudez. Probando su propia medicina.

«Jódete», pensó para sí.

Avanzó hasta la entrada y se sentó en los escalones, abatido. Esa pequeña venganza no resarcía su angustia. Aquella panda de pijos consentidos le habían causado bastante daño desde que llegó. Ahora, en el momento crucial, su suerte estaba echada y todo lo que pasara dependía de Alba.

Ella, su novia, estaba despechada por lo de Cristina, con bastante alcohol en el cuerpo y acompañada del adonis que humedecía sus sueños.

Pensó en volver a casa, solo, y no comerse la cabeza. Si le quería, si de verdad ella no iba a tener en cuenta lo de Cristina, como le dijo, sería fiel y no haría nada que le dañara.

Pero Aníbal era otra cosa. Era un depredador obsesionado con su novia y no iba a perder su última y mejor oportunidad. Gloria se lo había dejado claro: “Cuando la vio por primera vez, el mundo se detuvo y ya solo tuvo ojos para ella”. Permaneció en aquellos escalones un buen rato tratando de decidir hacía dónde dirigir sus pasos.

Hasta que, de pronto, la puerta principal se abrió de golpe tras él. De dentro salió Gonzalo a la carrera que casi se lo lleva por delante. Llevaba una borrachera notable y se le veía muy nervioso.

—¡Dani! —dijo casi cuando estaba encima, a punto de comérselo.

—Ey, Gonzalo —contestó con desgana a modo de saludo.

—¿Has visto a Javier? —preguntó de sopetón con la respiración agitada.

Supuso que lo había estado buscando por toda la casa sin éxito. Recordó haberlo dejado tirado en la alfombra en el lado opuesto de la cama en la habitación donde lo abandonó, oculto a la vista, y sonrió para sus adentros.

—Se ha ido hace rato, con Aníbal y los otros —dijo señalando el aparcamiento.

A Gonzalo casi se le cae la mandíbula cuando enfocó la vista donde se apreciaban los huecos de los coches de Aníbal y Marcos.

—¿Qué… qué otros?

—Pues Marcos, Quico, León… y algún otro que no conocía.

—Pero… eso, no puede ser. —Se llevó las manos a la cabeza, pasando los dedos entre los cabellos. Debía estar flipando en colores.

—Alba y yo nos piramos también —dijo Dani—. En cuanto vuelva de hacer pis.

—¿Alba… está contigo? —No podía estar más asustado.

—En el cobertizo ese, meando. ¿Quieres que te llevemos? Vas un poco pedo para conducir.

Gonzalo parpadeaba sin dar crédito. Le miraba a él y luego miraba en la dirección que estaba señalando, el lugar donde su mujer debía estar medio afónica de tanto gritar pidiendo auxilio.

—¿Alba está ahí?

—Sí, vuelve enseguida —dijo mirando su reloj—. ¿Te llevamos o qué?

Gonzalo boqueaba y respiraba con celeridad sin dejar de mirar el cobertizo.

—Joder, joder, joder. No puede ser.

—¿El qué? ¿Qué no puede ser? ¿Qué pasa?

Gonzalo daba pasos en círculos. —El puto Javier —se lamentaba—. Y Aníbal. Qué cabrones. Qué cabrones.

Dani sintió la satisfacción de la dulce venganza. Aquel fariseo probaba en sus carnes lo que había deseado para él.

—Es una putada cuando el idiota de la cena eres tú. ¿Verdad?

Gonzalo se quedó boquiabierto.

—¿¡Qué dices, so payaso!? ¿¡Qué coño sabes tú!?

—Marcos me lo ha contado todo antes de venir. —Hizo una pausa para que Gonzalo fuera asimilando y uniendo cabos—. ¿Por qué crees que he conseguido llegar con mi coche pese a que me has dado esquinazo? ¿O por qué no estoy dormido con la cantidad de keta que me has suministrado en las copas?

Gonzalo se pasó la mano por la frente, asustado por las evidencias, pero negándose a creer lo que le insinuaba. Dani se frotó el mentón.

—No sabía quién iba a ser el idiota de esta cena. Resulta que eres tú. Por eso se han ido todos con Gloria, ¿verdad? Para follársela.

—¡Cállate! Cállate, hijoputa. Tú eres el cornudo. Tú eres el PUTO cornudo al que su novia se la iba a pegar con Aníbal. —Se tapó la cara con ambas manos conteniendo un sollozo—. No tenías que estar aquí, joder.

Dani seguía sentado. Arqueó la espalda y apoyó las manos hacia atrás.

—¿Dónde han ido? ¿Desde dónde están grabando?

Gonzalo puso los ojos como platos cuando cayó en la cuenta. —Joder. Mierda, joder. La emisión.

—Dime, por curiosidad —insistió—. ¿Desde dónde emiten?

Pero Gonzalo había entrado en bucle y solo se escuchaba a sí mismo.

—El puto Javier, el muy baboso. Y Aníbal. Cómo me la han jugado. Qué cabrones. Pero qué cabrones.

—Ya, tío. Te aparta de tu mujer y te pone un caramelo para entretenerte, para que te hagas ilusiones y estés tranquilito. Te dice que vas a ver una peli porno con la tía buena del grupo. Y, mientras tanto, el muy cabrón, te la está liando. ¿Y sabes qué es lo peor? Que los que crees que son tus amigos, se alían contra ti y se ríen en tu cara. ¿Te lo puedes creer? —Se levantó y se colocó junto a él—. Venga, vamos a buscarlos. Todavía estamos a tiempo.

Le puso una mano en el hombro. Gonzalo, tras unos momentos de duda, y con la lentitud de un borracho, le dio un empujón.

—Quita, no me toques. Tú tenías que ser el cornudo, no yo. Es Alba, ¡ALBA! a la que se quiere follar Aníbal. ALBAAAA.

—Y sin embargo es a Gloria a la que le están abriendo las piernas, igual que en el cuarto oscuro. —Lo decía sin inmutarse. Con la tranquilidad del que se está controlando para no hundirle los morros de un puñetazo. Gonzalo lo miró sin comprender y Dani siguió disparando.

—¿A que no sabes por qué tu mujer no deja poner cámaras allí? ¿A que no adivinas qué es lo que no quiere que veas? —Se acercó a su oído—. ¿Y a que no sabes quién fue la chica que Javier se estuvo cepillando en la oscuridad de aquella habitación? Te doy una pista. No fue Alba.

Nueva cara de espanto. —Tú… ¿¡sabías lo de Javier!? —boqueó.

Parpadeaba sin terminar de entender del todo, intentando atar cabos con la lentitud de un cerebro bañado en alcohol. Poco a poco sus neuronas iban enlazando las ideas inconexas que formaba su mente.

—Qué. Zorra —musitó atónito por el descubrimiento y demasiado borracho para pensar con claridad—. Lo sabía. Me olía algo. Qué zorra.

—Aníbal las tiene loquitas a todas. Y tu Glori no es una excepción. Se la está follando, Gonzalo. Se la está follando desde hace mucho. Él y Javier. Me lo ha dicho Marcos, pero ahora lo van a ver todos en pantalla grande. Tenemos que pararlo.

—Pero… Aníbal se ha ido.

—Sí, con Javier.

—Sí, Javier también. Él se encarga de la emisión y el wifi. Si no está aquí, entonces… entonces no sé dónde están.

Eso no se lo esperaba. —¿Y dónde deberían estar?

—Me voy a casa. Gloria tiene que estar allí.

—Espera. ¿Dónde se supone que deberían grabar si no se hubieran marchado? ¿Aquí, en esta casa? ¿O hay algún edificio cerca? ¿Aníbal tiene un bunker o algo?

Gonzalo no le oía. Había empezado a correr hacia su coche. No lo hacía en línea recta y Dani tuvo que sujetarlo para que no cayera de bruces al suelo. Sacó las llaves e intentó abrir la cerradura cuando llegó hasta su vehículo. Dani se las arrebató.

Gonzalo se enfadó con él, tratando de recuperarlas. Intentó por dos veces golpearlo, por lo que Dani zanjó el asunto de la manera más efectiva. Hundió el puño en la boca de su estómago de un golpe seco haciendo que cayera de rodillas. Una arcada de líquido rojizo inundó el suelo.

—Vete a la mierda —dijo cuando pudo hablar—. Eres un cabrón pueblerino. Un pelele. Tú tenías que ser el cornudo, no yo. No mereces una novia como Alba.

—En cambio, tú sí mereces una mujer como Gloria —dijo apretando las mandíbulas.

Gonzalo respiraba con dificultad. Tosiendo cada vez que recuperaba el resuello. Dani intentó un nuevo acercamiento.

—Mira, Gonzalo, tú eres un buen tío. Y me caes bien, de verdad. Siempre te has portado bien conmigo y has sido como un amigo. Haciendo que me sintiera cómodo y preocupándote por mí en todo momento. Si llego a saber que eras tú al que iban a hacer un cornudo, te hubiese avisado. Venga, levanta. Acompáñame al lugar donde graban esos cabrones.

Para su sorpresa, Gonzalo se levantó con una agilidad fuera de lo normal y empezó a correr entre los coches. Iba apoyándose en cada uno para no perder el equilibrio. Lo siguió a paso lento. No tardaría en alcanzarlo.

Pero de nuevo le sorprendió al introducirse en uno de ellos y cerrarse por dentro. Tenía las llaves puestas y, antes de que pudiera echarse sobre él, ya arrancaba y maniobraba para salir de allí. El coche terminó saliendo por la barrera a trompicones.

Maldijo en voz alta. Gonzalo conducía de noche y borracho como una cuba. No es que le importara lo que le pasase, pero sí le preocupaba lo que le podría suceder al inocente que se cruzara en su camino.

«¡JODER!»

Se quedó mirando a la oscuridad, cavilando sobre lo que había sacado en claro de Gonzalo. Momentos después, chasqueó la lengua y volvió a la casa en busca de la única pista de la que disponía:

Javier se encargaba de la emisión y el wifi.

Decidió visitar el cuarto donde lo abandonó, recordó haber visto un portátil. Tal vez y solo tal vez…

Al entrar en la casa comprobó que el ambiente no había variado. La gente seguía bailando y bebiendo, ajena a todo. Algunos, en cambio, ya empezaban a dar muestras de cansancio. Grupos de chicos y chicas ocupaban los sofás donde charlaban o, simplemente, descansaban de tanta fiesta. Atravesó el vestíbulo hasta el fondo donde se encontraban las escaleras y las subió. Al llegar arriba volvió a cruzarse con Rocho. En todo este tiempo no había abandonado su lugar.

Estaba apoyado con ambos codos en la balaustrada, observando como en una atalaya a la gente de la planta baja. Al ver llegar a Dani, se irguió y dio un paso hacia él, marcando territorio. La actitud era claramente desafiante. Con los brazos cruzados, las piernas muy separadas y la barbilla en alto. Dani lo observó apenas un instante y se llevó tres dedos al puente de la nariz.

«No se puede ir peor preparado a una pelea —pensó—. Se ata de brazos y se abre de piernas para que le parta los huevos de una patada».

Pero no quería problemas con él. Tenía cosas más importantes que hacer. Así que continuó su camino hasta alcanzar el cuarto de Javier. Le llamó la atención que la luz estuviera encendida.

Javier no se había movido ni un ápice. Se encontraba tirado en la misma posición que cuando lo abandonó. El hematoma en el lateral de su frente ya era perfectamente visible. Y el ojo hinchado no tenía mejor pinta.

«No quiero ni pensar cómo tendrás los huevos».

Se dirigió hacia la pared contraria, donde estaba el escritorio con el portátil. Ahí llegó la segunda sorpresa.

La tapa estaba ligeramente levantada. O, más bien, era como si alguien la hubiera bajado para que no se viera lo que había en la pantalla. Rodeó la mesa y se sentó frente a ella, en el sillón.

Al hacerlo, descubrió un Router en un lateral del escritorio. Los leds verdes de su frontal, parpadeaban sin cesar.

«Así que desde aquí han conectado el wifi», pensó.

Por eso Javier se encontraba en esa habitación. Gonzalo había dicho que él era el encargado de la emisión. Seguramente estaba descansando antes de ponerse “manos a la obra” a la hora prefijada. La irrupción de Dani había roto sus planes. Aun así, alguien había hecho su trabajo por él y había conectado el aparato. De paso, también había encendido el ordenador.

Levantó la pantalla y por fin pudo ver a Aníbal.

Alba estaba con él.

Tenía su polla en la mano.

Fin capítulo XLIV
 
Buenooo.... por fin muestra el lado oscuro Dani. Muy interesante este capitulo, cargado de sorpresitas pero muy bien resueltas jejee.
A pesar de como ha cambiado la situacion sigo pensando que deberia arreglar un par de cositas con alguno/a y salir de ahí sin Alba. Una mujer que no para de beber y perder la cabeza para irse con unos u otros, no la merece Dani. No le ha hecho ni puto caso en todos los dias que llevan en ese lugar.

Que les dé una " leccion" y se vayaa...
 

Infiel​


Tuvo que parpadear varias veces para estar seguro de lo que veía. Por desgracia, sus ojos no le engañaban. Alba masajeaba la enorme polla erecta de Aníbal mientras éste sonreía complacido.

Estaban de pie, uno frente al otro. Ella, con la espalda en la pared, tenía una mano en el pecho de él mientras lo pajeaba con la otra. Bajo su vestido, podían apreciarse unos pezones duros como piedras.

—Eres un cabrón —dijo con suavidad, sin dejar de pajearlo.

Aníbal la besó y ella se dejó llenar la boca antes de separarlo para recuperar la distancia.

—Sigue, que lo haces muy bien —instaba él.

—Habíamos venido a que me enseñaras tu estudio.

Sus mofletes colorados daban buena cuenta de su estado de excitación. Aníbal volvió a besarla. En esta ocasión, con sobada de teta incluida. Ella se dejó hacer, volviendo a abandonar su boca tras un rato más largo que el anterior. Respiraba agitada, como el que recupera el resuello tras una inmersión.

—Hemos venido a esto —contestó él—. Basta ya de jugar al ratón y al gato. Y te recuerdo que todavía me debes una mamada. ¿Por qué te pusiste tan terca en el albergue?

—¡No te la iba a chupar delante de todos! —exclamó risueña.

—Si era por eso, podríamos habernos ido a otro cuarto. Nadie nos iba a ver.

—Es lo mismo, todos lo sabrían. Y encima mi novio sudando la fiebre en la habitación de las literas. Menudo canteo.

—No le debías nada. Dejó que Celia lo pajeara. Y buena corrida que se pegó con ella, por cierto. Yo diría que hasta se la folló.

—Ay, mira, no sé. Fue muy raro todo eso. Y además, que no. O sea, que no quería liarme contigo, y encima delante de los demás.

—¿Y en La Sartén, cuando nos bañamos en bolas? ¿Crees que nadie se dio cuenta de lo que pasaba debajo del agua?

—Estábamos jugando, idiota —dijo melosa—. Igual que todos.

—Igualito, sí. Pero tú y yo casi nos lo hacemos allí mismo. Me tenías atrapado entre tus piernas. —Acarició su cuello con la nariz—. Pero eres una chica muy mala. No me dejaste meterla.

—Ya me la metiste el día siguiente, en la piscina.

—Solo la puntita. Pero chafaste el momento. —Puso morritos.

—Y qué querías, joder. Dani estaba allí mismo. Menuda cara se le puso. Anda que, ya te vale.

La cara de Dani de aquel día no fue ni la mitad de horrorosa que la que tenía en ese momento. «En mis narices —se dijo con odio—. Y se resistió solo porque estaba yo delante». La conclusión era clara, de haber tenido oportunidad, habrían follado sin importarle su existencia.

Aníbal pasó una mano por detrás de ella, bajo el vestido. Ella soltó un gemido, como una gata y cerró los ojos.

—También estaba delante el día de la playa nudista, cuando chapoteaba en el agua con tus amigas —susurró—. Te metí mano y te sobé el culo. —Besó su mejilla—. Te lo sobé a placer. —Nuevo beso. Alba soltó un nuevo gemidito, como si notara algo adentrándose en ella—. Con la mano llena, mientras nos miraban.

—No miraban, estaban jugando a lo suyo. Y si te dejé fue porque no quería montar el espectáculo. —Se mordió el labio inferior—. Hummm, para.

—Te dejaste porque te gustaba, porque lo deseabas, como ahora. Por eso saliste del agua con los pezones como piedras. Si no llegas a huir, hubieras terminado follando conmigo allí mismo.

La mano trasera de Aníbal comenzó a moverse bajo el vestido.

—Hummm, cabrón.

Dani cerró los ojos. Su corazón iba a estallar en cualquier momento. Recordaba haberla visto salir del agua, cruzada de brazos y con medio bikini metido por el culo. Ahora retomaban la tarea interrumpida. «Hijos de puta», pensó.

La pantalla mostraba la imagen de ellos dos desde una cámara situada a media altura. Se podía ver prácticamente toda la habitación. Era una especie de estudio de dimensiones reducidas y el techo muy bajo. Todo forrado de madera, contenía una mesa de escritorio, baldas llenas de objetos decorativos, un sofá y, cómo no, una cama de tamaño considerable.

Aparentemente, no había ventanas, por lo que supuso que debía ser alguna especie de sótano. «Pero en la casa no puede estar, no he dejado hueco sin mirar», pensó.

A excepción de los pantalones bajados de Aníbal, ambos conservaban su ropa, señal de que todavía no habían llegado más lejos, con la salvedad de la paja y la mano en el culo.

Se fijó en el programa de emisión. Según el contador situado en la esquina inferior, la señal no llevaba reproduciéndose mucho tiempo. Quien lo iniciara, debió haberlo hecho más tarde de que él hubiera enviado el vídeo de Gloria chupándosela.

La aplicación se llamaba “VID.i”, escribiendo la última letra en alfabeto griego (iota). Así, se podía conseguir el juego de palabras “VID. iota”. «Qué original —pensó Dani con hastío—. El video del idiota».

En un lateral había un chat para los participantes. Reconoció el nombre de varios de los contactos de WhatsApp de “LA CENA DEL IDIOTA”:

FONSO_: uuuuu, q fuerte, por fin empieza
CARNERO_: joder, q ha pasado esta vez? Puto javier, ya era hora
PPUCIO_: esta es la mejor pava q voy a ver follarse anibal de largo. la d pajas q me voy a hacer con ella
INVITADO2_: A mí no me llega bien el vídeo. A ver el puto moderador, q refresque la imagen o q reinicie. Me va a saltos, JODERRRRR
INVITADO5_: Pues yo lo estoy viendo en el movil, q es tamaño mini. Asi q no te quejes, no me van a caber sus tetazas en la pantalla JAJAJAJA


Con total seguridad, varios de ellos se encontrarían a cientos de kilómetros de distancia, sentados en sus cómodos sofás frente a una pantalla plana de mil pulgadas y una caja de clínex tamaño familiar.

Junto a los nombres de Marcos y Gonzalo había una bolita en rojo, señal de que no estaban conectados. Lo mismo ocurría con León y Quico.

—Ésta sí es una polla de verdad, ¿eh? No como la de tu novio —dijo Aníbal a centímetros de la boca de Alba—. Venga, hazlo ya. Lo estás deseando.

Ella se mordió el labio inferior. Su respiración continuaba agitada. Bajó la vista hasta el enorme miembro que sostenía en su mano. En la punta podía apreciarse cierto brillo, señal de que ya llevaba rato en plena excitación. Pasó el pulgar, esparciendo el líquido lubricante y lo miró a los ojos, desafiante; negándose a obedecer o quizás, para hacerlo sufrir un poco más.

—Qué cabrona eres —susurró meloso—. Te encanta putearme. En cambio, al cabrón de Enrico bien que le dejaste follarte.

—No me folló, no pudo. Iba como una cuba.

Aníbal levantó una ceja, inquisitivo, y movió el mentón a un lado.

—Hubo mucho movimiento en vuestra litera —rebatió suspicaz.

—Se puso nervioso porque no conseguía empalmar. Se movía como un poseso intentando metérmela. Ni se dio cuenta de que aún llevaba las bragas puestas. Casi hasta me dio pena. Fue patético.

Una mueca de satisfacción apareció en la cara del adonis.

—Lo sabía —sonrió ladino—. Y seguro que tú ya contabas con ello. Estaba medio beodo antes de empezar lo de la galleta. Siempre un paso por delante, qué lista eres. Y qué zorra.

Alba le devolvió la sonrisa con un brillo en los ojos. —Que no hubiese apostado contra mí.

Dani no se molestó en leer la cantidad de comentarios que comenzaron a desfilar, pero ninguno dejaba a Enrico en buen lugar. Incluso hubo quienes comenzaron a despotricar contra todo lo que se había dicho en el chat de WhatsApp sobre Alba y él mismo.

—Pobre Quico, con las ganas que te tenía.

—Como que tú no.

—No lo niego. Ya ves cómo me has puesto.

La volvió a besar y, de nuevo, Alba se dejó hacer; saboreando su lengua y empapándose la boca con ella. Uno de los tirantes del vestido cayó al costado haciendo que una de las tetas asomara espléndida. Aníbal no tardó en hacerse con ella y llevársela a la boca.

—Joder, qué tetazas tienes. Las ganas que tenía de lamerlas.

Alba lo separó con suavidad, elevando el brazo para recomponer el tirante a su sitio y recolocar la teta bajo la prenda. La saliva empapó la tela haciendo que su pezón quedara pegado a ella.

—No, eso no. No quiero que mi novio note tus babas cuando vuelva.

—¿Igual que notaste tú las de Cristina cuando se la folló él? ¿O las de Eva?

Dani puso los ojos como platos. Eso era mentira, pero el muy cerdo intentaba manipularla. Alba ensombreció el semblante, pero no lo rebatió. Aníbal continuó malmetiendo.

—Sabes que se las ha follado a las dos. Sobre todo a su amiguita Eva, con esa pollita que tiene. Se tienen ganas desde siempre. Recuerda la noche de juegos, las confesiones de cada uno. Hay que ser muy cerdo para poner lo que escribieron ellos.

—Y tú… —había arrugado el gesto— ¿qué pusiste aquella noche? ¿Cuál fue tu confesión?

Aníbal besó su cuello y fue subiendo hacia su lóbulo, haciéndose el remolón. Después recorrió su mejilla con los labios. —No lo sé —contestó juguetón—. Ya no me acuerdo. —Intentó besarla, pero esta vez ella rehuyó el contacto.

—Dime, ¿qué pusiste?

—Alguna tontería, seguro. —Sus labios seguían a milímetros de los de ella.

—Eso seguro —dijo respirando su aliento—. ¿Qué tontería?

Él movió el mentón, sopesando su respuesta. Al final, arqueó las cejas como disculpándose por lo que iba a decir.

—Lo primero que se me ocurrió. —Hizo una pausa para crear expectación. Después, sonrió como un chico malo—. “Chupársela a Aníbal delante de mi novio y después follar con él a solas”.

Alba achinó los ojos. —¿Por qué pusiste eso? —Estaba seria, casi enfadada.

—No sé. Se me ocurrió sin más. Ya te he dicho que fue una tontería.

—Marta, ¿no? Ahora mi prima te chismorrea mis fantasías.

Aníbal volvió a mostrar la radiante blancura de su sonrisa. —No se lo tengas en cuenta. Hemos hecho mucha amistad últimamente. Y, a veces, ya sabes, en la intimidad de la conversación…

—Lo sabía. Esa lianta. No sé ni por qué le cuento nada. Dani pensó que lo había escrito yo. Joder, menudo canteo.

—Malas noticias, bonita: Todos lo pensaron.

—Lo pasé fatal.

—Sí, seguro que te fastidió un montón. Por eso estabas tan caliente cuando estuvimos en el armario donde me diste tus bragas. Menudo magreo me pegaste cuando te puse la polla por detrás.

—Eso fue para joderte. Para que salieras empalmado por cerdo. —Tiró de su polla y la soltó, haciendo que golpeara contra su vientre como un resorte. Aníbal acompañó el gesto con una sonrisa cómplice.

—Saliste más caliente que una gata en celo, reconócelo. Y tu novio esperándote afuera, sin saber que me la habías estado meneando.

—Eso fue una tontería entre tú y yo. Tonteos que no significaban nada. Ya lo hablamos después y creo que dejé ese tema zanjado.

—¿Y esto? ¿Tampoco significa nada? A solas, escondidos de él mientras te lo montas conmigo. —Volvió a destapar la teta y llevársela a la boca. Alba cerró los ojos y gimió de placer.

En el borde de la pantalla, las líneas de comentarios se sucedían sin cesar. Los contactos estaban fieramente activos con el espectáculo.

—Hummm, para. Dani…

—Olvídate ya de tu puto novio. Solo lo utilizas como excusa para putearme.

Alba abrió los ojos y los fijó en los suyos. —¿Y tú con Celia, qué? ¿Cómo quieres que me lo tome?

Aníbal sonrió de oreja a oreja. —¿Te pone celosa?

—Pues no, imbécil, pero no entiendo por qué no paras de tontear con todas las que se te ponen por delante.

—Lo hago por ti. Por qué va a ser. Para que te decidas de una vez.

—¿Ah, sí? Pues ahora verás lo que decido.

Lo empujó con fuerza, haciendo que cayera de espaldas sobre la cama con las piernas abiertas. La polla cimbreó como un mástil. Se arrodilló frente a él y la tomó entre sus dedos.

Masajeó con una mano mientras acariciaba sus huevos con la otra, lo que hizo que Aníbal soltara varias bocanadas de aire. Sus labios se acercaron al glande donde escupió algo de saliva que inmediatamente repartió por el resto del falo.

—A ver si te hace ella lo mismo que yo.

Alba estaba de espaldas a la cámara, por lo que sólo se podía ver su nuca. Aníbal miró por encima de su cabeza hacia el objetivo, oculto en algún lugar de la pared, y guiñó un ojo cómplice.

Estaba orgulloso de sí mismo, pero no por ligarse a aquel bellezón; no por conseguir embaucarla hasta llevarla allí, sino porque ese bellezón pertenecía a otro. Se la robaba. Profanaba un santuario que no era suyo.

En un lado de la habitación había un gran espejo que daba una perspectiva lateral de la cama, por lo que los espectadores tenían una visual completa de lo que pasaba encima de esa cama.

El chat del programa de vídeo se volvió loco. Las líneas de comentarios se sucedían sin cesar como los créditos de una película a doble velocidad.

Dani tomó el ratón y seleccionó cada uno de los miembros. Después, colocó el cursor sobre el botón de expulsar de la sala. Sin embargo, se lo pensó mejor y antes decidió hacer otra cosa.

Cogió el móvil de Javier, entró en el grupo de WhatsApp y escribió:

JAVI.GASOFA_
tios, tios, tios, MOVIDON !!!!!!!
Troyano. Uno de los miembros de la sala es de la poli. estan investigando las IPs. mi colega me acaba de pasar la info.
Fonso, cabrón, que has hecho, tio!!!???


La consecuencia fue inmediata. La mitad de los participantes, presos del miedo, salieron de la sala en desbandada. Otros tardaron un poco más. En unos momentos apenas quedaron unos pocos que no dejaban de preguntar por la estampida. Dani los seleccionó y los expulsó de la sala.

Lo mismo ocurrió en el grupo de whatsapp. Casi todos se dieron de baja a excepción del grupo de amigos de Alba. Hubo muchos insultos y amenazas contra el tal Fonso antes de desaparecer del chat. Dani supuso que le iba a tocar dar muchas explicaciones a gente muy enfadada.

«Con un poco de suerte, esta noche, tampoco vosotros vais a poder dormir», se dijo con resignación. Ya sin público, la reproducción seguía en la pantalla del portátil. Dani permanecía atento con el corazón en un puño.

Y entonces, pasó algo que le descorazonó todavía más.

Alba se bajó el vestido de un tirón hasta la cintura haciendo que sus tetas rebotaran hacia a arriba lo que le hizo sufrir de angustia al ver lo fácil que su novia se plegaba ante Aníbal. Colocó la polla entre sus tetas y comenzó a pajearlo con ellas.

—A que Celia no te hace esto.

—Mmmfff, no —dijo apretando los labios de placer—. Ella no tiene tus tetas. —Y luego añadió— Ni esa boquita de chupadora de pollas.

Alba sonrió divertida y sacó la lengua, haciendo que la punta casi tocara su glande. Aníbal levantó la cadera para conseguir el contacto, pero ella se retiró a tiempo y le guiñó un ojo, juguetona. La polla se deslizaba abajo y arriba a gran velocidad.

Lo que más le dolía a Dani era ver el tamaño de su miembro que nunca terminaba de desaparecer entre sus tetas. Era un tronco largo y grueso. La suya apenas asomaba la punta con cada pase.

—Mmmfff, qué zorra —dijo apretando los labios de placer—. No me extraña que tu novio se corriera tan rápido en la piscina la noche del concurso de pajas.

—Ya te hubiera gustado haber sido tú.

—Pues sí, joder. Y si no hubiera pasado lo que pasó debajo del agua cuando nos sumergíamos, no me hubiera corrido antes que el niñato de Cristian.

—Te corriste porque eres un cerdo y porque dejaste que Celia te la meneara.

—Venga ya, Albita. Eso fue culpa tuya. Haber ido conmigo de pareja. A ti también te hubiera gustado. No lo niegues.

Alba no dijo nada y, en su lugar, ralentizó la cubana para torturarlo.

—Reconócelo. Tu novio no quería jugar y, hasta que Cristian no abrió la bocaza, fantaseaste conmigo. Podríamos haber ido juntos.

—Delante de él, ni de coña. —Había tardado en contestar.

—Follar conmigo, a solas, en las narices de tu novio —le recordó—. Era el juego perfecto para los dos. Lo teníamos a huevo y tú lo pensaste igual que yo. Pero fue otra ocasión perdida. —Se apoyó sobre los codos, incorporándose—. Dime que no te morías por pajearme aquella noche delante de él. O de echar un polvo en vuestra habitación, con su consentimiento de perdedor del juego.

A Alba se le incendiaron las mejillas. Miró la polla que sobresalía de sus tetas, clavando la mirada en ella.

—Claro que me hubiera gustado.

—¿Pues entonces?

—Ya te lo he dicho. No iba a hacerle eso.

—Pues ahora no se va a enterar. Estamos tú y yo solos. Y además —bajó la voz y habló en tono grave—. No le debes nada.

«Cristina otra vez —pensó Dani—. Cabrón manipulador».

Alba se quedó dudando. Había dejado de pajearlo y movía el mentón a un lado y a otro. Al final, agachó la cabeza y pasó la lengua por la punta recorriendo todo su glande. A Dani le costó no cerrar los ojos.

Aníbal se quedó quieto. Sin atreverse a mover un músculo para no romper el momento. Dani tampoco se movía, conteniendo la respiración. Alba volvió a repetir la operación, pero esta vez de forma más lenta y profunda. Después otra más, hasta que se encontró metiéndose la polla de Aníbal hasta la garganta a la vez que subía y bajaba la cabeza sobre él. Dani dejó caer los hombros.

—Mmm, si no fuera porque tienes esta polla. —Volvió a introducirla hasta el fondo y se mantuvo ahí antes de sacarla para coger aire—. Casi no me cabe entera.

—A Celia sí que le cabe.

—Cállate, idiota. Ella no te la ha chupado todavía. No te pases de listo —dijo retomando la tarea.

—Yo no estaría tan segura. Ya has visto cómo me pajea y lo bien que me conoce. Hemos pasado mucho tiempo juntos desde que has estado fuera.

—Pero qué fantasma eres. Te lo estás inventando todo.

—Lo que tú digas.

Pero tras unos segundos, agachó la cabeza y la deslizó más abajo que las veces anteriores. Se ayudó con las manos tirando de la cadera de Aníbal. El tronco entero desapareció dentro de su boca.

Le estaba haciendo una garganta profunda.

Estuvo un rato largo moviéndose sobre él antes de incorporarse. La polla apareció llena de babas. Alba tomó una bocanada de aire.

—¿Así te lo hace ella? ¿O también te lame las pelotas mientras la tiene dentro?

Sin dar tregua, comenzó a pajearlo con brío para que no perdiera la rigidez mientras lamía su glande. Su mano deslizaba con ayuda de toda la saliva que impregnaba su miembro. Aníbal estaba casi más sorprendido que Dani que no llegaba a comprender que se mostrara tan puta.

Entendía que estuviera dolida por lo de Cristina y que, para más INRI, tuviera delante al adonis que humedecía sus sueños más oscuros; el que había sido su obsesión desde hacía años. Pero lo que estaba haciendo no era comparable. Lo suyo fue un desliz fruto de la situación y de un acoso incesante. Lo de ella, estaba siendo totalmente premeditado y provocado por sí misma.

Aníbal alargó la mano hasta hacerse con una de sus tetas. Sonreía satisfecho. —¿Te gusta? ¿Te gusta chupármela?

—Ya sabes que sí.

—¿Más que a tu novio?

—Eres bobo, de verdad —dijo entre mamada y mamada.

—Venga, responde. A que te gusta más que la de él.

—Pues claro. —Pasó el pulgar por el glande—. Pero porque tú solo eres una polla.

Se rió a carcajadas. —Sí, pero una muy grande que te tiene de rodillas frente a ella.

Alba no replicó y continuó su mamada. Su cara de placer apuñalaba a Dani que la veía cerrar los ojos de gusto con cada pase que daba.

—Mmmfff, no voy a poder aguantar mucho. Como se nota que tienes mucha práctica. Claro, te pasas las noches practicando con mi consolador.

Alba hizo una pequeña parada, pero continuó chupando inmediatamente como si no hubiera oído. Aníbal amplió su sonrisa.

—¿Notas mucha diferencia con la de goma?

—No sé de qué me hablas.

—Vamos Albita, que ya sé que la utilizas a menudo. —Hizo una pequeña pausa—. La réplica de la que tienes en la boca. Sobre todo cuando estás con tu novio el flojito.

Dejó de chupar.

—Mi prima, ¿no? Otra vez ella. ¿Lo hacéis para putearme? ¿Es que te cuenta todos mis secretos?

—Solo los más cochinos.

Pero la broma había sido un paso en falso. Ella se había puesto seria de verdad y había abandonado su mamada. Ahora, sus manos reposaban en los muslos de él y sus labios formaban una línea recta que no auguraba nada bueno.

—No sé para que te tiene que contar nada, joder. Ya has jodido el momento. Y que sepas que he traído conmigo tu puto consolador para devolvérselo.

—No te enfades, mujer. Si me encanta que lo uses pensando en mí. Para eso se lo di a tu prima.

—No se lo diste, listo. Ella te lo cogió de tu casa. Te habías hecho varios moldes y te robó uno sin que te dieras cuenta.

—¿Eso te dijo? —Se carcajeó—. Solo me hice uno y fue por consejo suyo. Me aseguró que, si veías mi polla a tamaño real, vendrías a mí corriendo.

La cara de Alba era de desconcierto. Al parecer no compartían la misma versión de la historia. Movía la cabeza a un lado y a otro, sin terminar de creerle.

—No, Marta lo cogió. Tú no tenías ni puta idea de que me lo había dado a mí.

Se quedaron en silencio, mirándose. Dejando pasar los segundos y que cada uno eligiera su versión preferida. Alba cerró los ojos, negando con la cabeza y apretando las mandíbulas.

—Qué cabrona. Pero qué cabrona. Me lo envió por correo cuando me fui de aquí. Dijo que lo compró en un sex shop, en plan coña, como consolación por lo de Rafa. Hace dos meses me cuenta que en realidad es un molde tuyo y que te lo había robado no sé cómo. Ahora tú me dices que todo es una puta mentira y que fue idea de los dos —bufó hecha una furia—. Si lo hubiese sabido desde el principio, lo hubiera tirado a tomar por el culo el primer día. —Se incorporó y enderezó la espalda. Ahora sus manos habían retrocedido hasta sus rodillas—. ¿Habéis estado confabulando los dos contra mí? ¿Qué más cosas te ha dicho? A ver.

Aníbal actuó rápido viendo que la situación se torcía. Se sentó y la tomó de la cara con una mano por debajo de la barbilla.

—Ey, ey, ey, que te estaba vacilando de broma. Me encanta que la uses. —Agarró una de sus tetas y la sobó, lo que provocó que ella cerrara los ojos recordando por qué estaba allí—. Anda que no me he hecho pajas contigo durante todos estos años. ¿O crees que yo no guardo cosas tuyas para meneármela pensando en ti?

—Como las bragas que me quité la primera noche de fiesta como prenda, ¿no? Te las llevaste tú. —Arrugó la frente—. Dani las encontró en tus pantalones. No veas el rebote que cogió conmigo.

—¿Y qué? Si es lo que te pone. Hacer estas cosas a espaldas de tu novio.

Se quedó mirándolo con detenimiento. Aníbal sonrió malicioso, como el que esconde un secreto. Casi se podían contar los segundos cayendo como gotas en un charco. —Por eso quedas con tu exnovio Rafa. ¿A que sí? Para jugar con él. —Guiñó un ojo y susurró—. A espaldas de tu novio, claro.

Quedó congelada. Con la mirada entre el calentón y el odio contenido.

—Eres imbécil. —Era más una protesta que un insulto.

Aníbal se carcajeó con sonoridad y la volvió a traer hacia sí. Esta vez apretando la polla contra sus tetas y encajándola entre ellas mientras volvía a meter la lengua en su boca. Alba se resistió pero, tras unos segundos, terminó dejándose hacer.

—Te juro que cuando llegue a casa voy a matar a esa cabrona de Marta —dijo sin despegar sus labios de los de él.

Aníbal volvió a reírse. —Y dime, ¿habéis follado ya?

—Dímelo tú, que sabes más de mí que yo misma.

Él se echó hacia atrás, apoyándose en los codos. En esa posición, su polla se alzaba como un mástil entre sus tetas. Movía la cabeza como si la estuviera juzgando.

—No es justo. Quedas con tu ex para hacer cochinadas y en cambio a mí me puteas todas las vacaciones.

Se lo pensó unos instantes, pero terminó posando la vista en su falo, lo agarró y empezó a pajearlo con suavidad. Él gimió de placer y ella sonrió traviesa. —Rafa no ha obtenido de mí nada que no hayas obtenido tú. —Al decirlo acaricio su glande con la lengua y terminó circundándolo con los labios dejándolo brillante por efecto de la saliva.

Dani abrió la boca, estupefacto. Incluso Aníbal había levantado las cejas, sorprendido.

—¿¡Se la has chupado!? —preguntó con los ojos como platos.

—No, idiota —dijo divertida—. Me refería a quedarse con mis bragas.

Dani sintió un enorme desasosiego. «Qué zorra», pensó. En el semblante de Aníbal se percibía cierto gesto de triunfo.

—Nunca pensé que quisieras volver con ese saco de músculo. —Pellizcó un pezón provocando que Alba se mordiera el labio inferior.

—Y no quería. Se presentó en mi trabajo de improviso. No me apetecía montar un espectáculo, así que, bueno, le dejé que me invitara a comer. Al fin y al cabo, nos debíamos una charla desde lo de nuestra ruptura.

Volvió a su tarea. Chupando y masajeando con lentitud. Disfrutando de la polla con la que tanto había fantaseado. Se hizo un silencio que para Dani fue demoledor.

—Me pidió perdón —dijo cuando se la sacó de la boca—, que se arrepentía de la cagada que hizo; que me echaba de menos y todas esas cosas que se dicen después de tanto tiempo. Restañamos las heridas de aquel verano y pudimos colocar, por fin, un punto final a una relación difícil. —Hizo una pausa antes de continuar—. Quizás por eso dejé que me invitara otro día.

En la cara de Aníbal apareció una sonrisa maledicente. Alba se vio en la obligación de explicarse.

—Volvió a presentarse en mi trabajo. No voy a negar que, de algún modo, me gustó estar de nuevo con él. —Se encogió de hombros—. Fue como hacer un paréntesis dejando fuera los malos momentos que vivimos cuando salíamos.

Dani cerró los ojos. «Por segunda vez», pensó.

Volvió a meterse la polla en la boca y a lamerla con lentitud. Dani no sabía si le dolía más verla chupando o la espera a que ella confesara su felonía.

—Hablamos de nosotros y de nuestras actuales vidas. Sin rencores y con las cosas claras; en plan bien, ya sabes. Él está saliendo con una chica. O medio saliendo, y me estuvo hablando de ella. Que están muy pillados el uno con el otro y todo eso. El caso es que… me contó que fantasean conmigo mientras follan. Lo hacen juntos, a ella también le gusta que yo aparezca en sus juegos. —Le miró a los ojos y soltó la bomba—. Por eso me pidió mis bragas.

A Dani se le cayó la mandíbula. Aníbal sonrió de oreja a oreja.

—Cochinote hijo de puta —dijo éste—. Para que se las ponga ella mientras le folla el coño. No me puedo creer que se las dieras.

Alba se puso colorada y bajó la mirada.

—Me dio morbo —reconoció—. A ver, es como… si me follara a mí… pero sin follarme. O sea, saber que está pensando en mí cuando lo hacen, y que ella lo consienta.

—¿Y qué más hicisteis?

—Nada más. Hablamos del tema, nos pusimos calientes, y luego, cada uno de vuelta a su hogar, a desfogarse con lo que tiene en casa. —Dio un lametón a su glande—. No estoy orgullosa de perder mis bragas en el baño de un restaurante. Después, pasado el calentón, me sentí fatal. No volví a hacerlo.

—¿Nunca más? ¿No volvisteis a quedar?

Alba negó con la cabeza mientras volvía a meterse la polla en la boca.

—Lo corté de raíz —dijo cuando la sacó para coger aire—. Paso de obsesos que no saben dónde está el límite. Al muy idiota no se le ocurrió otra cosa que tatuarse mi nombre en el pubis y venir a enseñármelo. ¡A mi trabajo! —Lanzó un bufido sonoro.

«Por tercera vez», contó Dani.

—Qué… cabrón, puto loco. —Tenía la frente perlada de sudor y mucha culpa tenía el morbo de lo que Alba le contaba—. Se lo tendrías que contar a tu novio.

—Ni loca, vamos ¿Para hacerle daño?

—Ufff, nena. Es que… darle tus bragas a tu ex… para que se folle a su novia con ellas —Aníbal apretaba los puños, haciendo esfuerzos por ralentizar el orgasmo—. Dios, cómo me pone.

—Fue una equivocación. Un calentón que luego me dejó un cargo de conciencia del copón. Además, Dani también tiene sus secretos y yo me los trago en silencio.

Dani dio un puñetazo en la mesa. «Venga ya —bufó por dentro—. ¿¡Pero qué secretos ni qué mierdas!? ¿Así justificas lo de Rafa?». Se levantó y dio vueltas por la habitación. «Está claro que la mamada de Cristina te ha venido de puta madre. Así ya puedes follar a gusto con tu puñetero Aníbal sin cargo de conciencia».

—Joder, nena… despacio… más despacio. Ufff.

—Córrete ya —instó meneándola con la mano y golpeando la punta contra su lengua—. Llevamos mucho rato aquí. Dani tiene que estar preocupándose.

—No lo creo —contestó entre jadeos—. Ya verás como lo encontramos dormido en algún lugar de la casa. Además, todavía no te he dado lo tuyo.

—Yo ya tengo lo que quería. Estoy cumpliendo mi fantasía —dijo con la vista puesta en su enorme falo y sus pelotas bamboleantes que amasaba con la otra mano.

—¿La de follar conmigo?

—No, bobo —se carcajeó—. La de probar esa polla que tienes. Y, de paso, tú ya has conseguido la mamada que te debía. Venga, córrete que se hace tarde.

—Nunca es tarde para un buen polvo. Mmmfff, nenahh.

Había vuelto a meterse la polla en la boca hasta la garganta y tuvo que sacarla entera para contestar. —Me reservo para mañana. Es un día especial y quiero darle una sorpresa a mi novio.

«Ya me la estás dando —gruñó Dani para sí—. Pero en todas las pelotas».

Para su asombro, Aníbal tomó a Alba de las axilas y la volteó sobre la cama, colocándose sobre ella, entre sus piernas.

—Basta de jugar conmigo. Ahora te toca disfrutar a ti.

—Para —se carcajeaba ella—. ¡Para!

Aníbal le hacía cosquillas mientras la inmovilizaba. Y, mientras ella trataba de zafarse sin éxito, él aprovechó para levantar su vestido hasta la cintura.

—Pero, qué tenemos aquí. Yo conozco estas braguitas.

Dani vio, con pesadumbre, las iniciales A.D, grabadas en las bragas azules que llevaba puestas. Las reconoció al instante.

—Son las que llevabas el primer día. Las que perdiste en la apuesta. —Sonrió malicioso—. Entiendo. Las has traído para devolvérmelas.

—Suelta eso, so creído —dijo bajando el vestido de un tirón y apretando la tela contra las piernas—. Ha sido casualidad. He cogido las primeras que he pillado del cajón.

Dani sabía que con Alba no existían las casualidades. Temió que el desenlace de esa noche estuviera predestinado desde que salieron a la cena.

—Vale, ya te las puedes sacar —instó.

—Te he dicho que de eso nada, y quítate de encima que me estás aplastando, gordinflas.

Las tetas seguían descubiertas. Aníbal llevó sus manos a ellas y las amasó a placer. Después, lamió cada una, haciendo que cada pezón y toda la areola desapareciera un su boca. Ella seguía apretando su vestido.

—Eres cruel —decía entre lametón y lametón—. Muy cruel. ¿Me vas a dejar así?

—Ya tienes lo que te debía. La mamada del albergue…

—Sabes que no es una mamada lo que yo quiero —dijo sacándose un pezón de la boca—. Ni tú tampoco.

Alba se mordía el labio inferior. Al final, terminó por coger su cara con ambas manos y apartarla para cesar los lametones. —Humm, para. Te he dicho que no quiero que me dejes tus babas. Dani…

No acabó la frase. El adonis coló las manos por debajo de su vestido y tiró de sus bragas haciendo que éstas salieran limpiamente por sus pies. De su garganta salió un grito de sorpresa.

—Mías. Y esta vez, no las voy a perder.

Alba lo miraba con los mofletes sonrosados y la respiración agitada. Sujetaba de nuevo su vestido contra sus piernas intentando mantenerlas lo más cerradas posible.

—Vale ya. Esto está yendo demasiado lejos. Quítate de encima. —Lo miraba con ojos de gatito herido—. Por favor.

Él apoyó una mano a cada lado de su cabeza y acercó su cara hasta notar su aliento. Pese a que ella seguía con las manos protegiendo sus partes, acomodó la cadera entre sus muslos.

—¿Por qué no te quedaste conmigo aquella noche? La de Rafa.

Al decirlo, se apretó contra su entrepierna, haciendo que ella notara su dureza. Alba reprimió un gemido.

—Acababa de verle con otra en su coche, follándosela. No tenía el cuerpo para fiestas.

—Razón de más para haber echado un polvo a su salud.

—No iba a echar un polvo por venganza —contestó con suavidad—. Si hubiera follado aquella noche contigo, hubiera sido por mí, no por él. Y ya te he dicho que estaba dolida.

—Te fuiste sin decir nada. Te estuve esperando toda la noche, pero no volviste. Desapareciste para siempre.

—Creo recordar que estabas acompañado —dijo al cabo de unos segundos—. No se te haría tan dura la espera al lado de esa teñida de bote.

—Te lo he dicho mil veces, no estábamos juntos.

—Vi sus bragas en el baño.

Aníbal sonrió como un niño malo al que le pillan en una mentira.

—Una noche tonta, nada serio entre nosotros. No sé por qué las dejaría allí.

Alba seguía respirando a bocanadas. —Te agradezco que vinieras a buscarme y me sacaras de allí. Y me encantó que hicieras de paño de lágrimas, pero… —tomó aire—, si hubiera pasado… habría quedado como un mal polvo.

—Eso es porque no me conoces.

Bajó con rapidez hasta su entrepierna, apartando sus manos y destapando el vestido, haciendo que quedara alojado en su cintura. Esta vez, ella no hizo amago de taparse. Aníbal abrió ligeramente sus muslos, sobreexponiendo el negro coño a la vista de Dani que ahogó un lamento. Ella lo miró expectante.

Y lo siguió mirando cuando lo recorrió con la lengua de abajo arriba, entreteniéndose en su clítoris.

—Joder, Aníbal, para. Eso no. Hummm, ooooh —dijo cerrando los ojos.

—Lo deseas.

—No. No quiero. Para… para… Aummmm.

—Solo te devuelvo el placer que me has dado a mí —jugaba con su lengua como un profesional.

—Te lo pido por favor. Dani…

—Tu Dani se ha follado a su compañera la rubia. Tú misma lo has dicho. Así que no le debes nada.

—No… no lo sé… solo les he visto juntos… oooooh, Aníbal, joder… para…

—Juntos, para ir a follar. Venga, solo estás compensando su escapadita.

Masajeó en el punto exacto con la lengua mientras amasaba sus tetas con ambas manos. Ella trató de impedirlo sin convicción. Terminó arqueando la espalda y ahogando un gemido. Al cabo de un tiempo que a Dani se le hizo eterno, Aníbal comenzó a besar su vientre de camino a su ombligo.

—En serio. Para de una vez. Mi novio… —sus ojos seguían cerrados.

—El cornudo de tu novio está durmiendo la mona. Relájate, preciosa. Tú también tienes derecho a disfrutar como disfrutó ella en sus brazos.

Sus besos siguieron ascendiendo hasta alcanzar de nuevo sus pezones. Alba se mordía los labios intentando reprimir sus gemidos. Dani observaba abatido la espalda ancha y trabajada de Aníbal. Su novia quedaba oculta bajo su corpachón a excepción de sus piernas que sobresalían por cada lado.

Ya no decía nada, no forcejeaba. Su respiración era agitada y su cuerpo estaba empapado. Su única oposición estaba siendo cerrar los ojos y girar la cara.

Aníbal acomodó la cadera entre sus piernas. En la pantalla se podían ver sus huevos y su polla pegados al negro coño de ella. La punta de su falo tocó sus labios.

«No se lo des —gimoteó al portátil—. Por favor, no lo hagas».

—Para —dijo ella por fin abriendo los ojos—. Esto ha ido muy lejos. No quiero. —Lo cogió de la cara con ambas manos—. Te lo pido por favor.

—Claro, preciosa, claro. —Cerró sus labios con un beso y movió la cadera hacia delante —Lo que tú digas.

Ella lo sintió entrar, igual que Dani que lo notó como un puñal atravesando sus entrañas. Alba cerró los ojos, abrió la boca y exhaló un suspiro. Aníbal repitió el movimiento. Al principio despacio, después más rápido. Sin cesar, sin descanso.

—Qué buena estás, joder. Mira que ofrecerle al puto Enrico esto antes que a mí. Alba empezó a gemir, cada vez más fuerte. Abrazó a su amante del culo y clavó sus dedos en él. Dani miraba la pantalla, inerte.

—Voy a hacer que te corras.

Ella no dijo nada, solo gemía. —Oooooh, oooooh, hummmmm.

—¿Me oyes? Voy a hacer que te corras como nunca te has corrido con el cornudo de tu novio. Y te voy a llenar de mí. De mi semen.

—No —contestó en un susurro—. No quiero, oooooh.

Pero Aníbal había empezado a moverse con una cadencia constante que la mataba de placer. Pronto su ritmo aceleró hasta golpear como un martillo percutor y Alba pasó a ser como un pasajero en un balancín mecánico.

—Mmmmm, oooooh —gimió ella—. Eres un cabrón. Aníbal, joder.

—Sí, un cabrón con la polla muy grande. Como las que a ti te gustan. No como la de tu novio —decía excitado. La follada era monumental—. ¿Te folla así él? ¿Te folla así tu novio?

—Oooooh, no —respondió excitadísima—. Él… no…

—Claro que no, joder —insistía con inquina—. Yo te follo mucho mejor. A que sí.

Alba amasaba su culo a manos llenas.

—Dilo. Di que te follo mejor que él.

—Si… tú… mejor.

—Porque te gusta mi polla.

—Mmmmsssí.

—¿Y por qué? —jadeaba—. ¿Por qué te gusta más?

Alba cerraba los ojos con fuerza mientras sus tetas bamboleaban arriba y abajo con cada envite.

—Dímelo —insistía Aníbal—, quiero oírtelo decir.

—Porque tu polla es mucho más grande que la suya, joder. OOOOOH, AAAAAAH. Mucho más grande.

La tapa del portátil se cerró con suavidad. Aníbal lo había conseguido. Oficialmente ya era un cornudo. El idiota del que todos se reían en la cena. Lástima que no quedara nadie para ver cómo lo humillaba.

…o con ganas de reír.

Porque de eso se trataba, de humillarlo. El juego, el motivo de toda aquella parafernalia, no era follar con una chica inalcanzable, sino con la chica de otro. Robársela, profanar su santuario más sagrado. Él había sido siempre el objetivo y Alba el camino para conseguirlo. Todos ganaban y todos conseguían su premio. Aníbal, follarse a la mujer con la que estaba obsesionado; los demás, su cruel película porno, llena de degradación y vergüenza. Con el morbo de la humillación como guión macabro.

Salió al pasillo y desde ahí, caminó hacia la salida, abatido, pero sereno. Se volvía a casa, solo, para siempre. Al refugio de los suyos, con el corazón roto y en un estado frágil… pero invulnerable.

Encontró a Rocho donde lo había dejado, apoyado en la pared junto a las escaleras. Y fue en ese momento cuando supo dónde estaba Alba. Dónde había estado escondida todo este tiempo. Lejos de la fiesta y apartada de la vista, pero al alcance de todos.


Fin capítulo XLV
 
Dani ya se ha enterado de todo lo que los demás sabiamos... Por fin!!!!!. Y ahora que tambien sabe donde está.... deberia entrar y decirles adios .. sin más para que sepa que lo sabe todo. Vengarse de Anibal... no hace falta, su coche a saber como ha quedado.. jeje.
Por cierto... Sr. Seneka... esto está muy emocionante, si puede, no nos haga esperar una semana mas y como regalo de Navidad, cuelgue otro capitulo ... 😉😉😊😊
 

Infiel​


Tuvo que parpadear varias veces para estar seguro de lo que veía. Por desgracia, sus ojos no le engañaban. Alba masajeaba la enorme polla erecta de Aníbal mientras éste sonreía complacido.

Estaban de pie, uno frente al otro. Ella, con la espalda en la pared, tenía una mano en el pecho de él mientras lo pajeaba con la otra. Bajo su vestido, podían apreciarse unos pezones duros como piedras.

—Eres un cabrón —dijo con suavidad, sin dejar de pajearlo.

Aníbal la besó y ella se dejó llenar la boca antes de separarlo para recuperar la distancia.

—Sigue, que lo haces muy bien —instaba él.

—Habíamos venido a que me enseñaras tu estudio.

Sus mofletes colorados daban buena cuenta de su estado de excitación. Aníbal volvió a besarla. En esta ocasión, con sobada de teta incluida. Ella se dejó hacer, volviendo a abandonar su boca tras un rato más largo que el anterior. Respiraba agitada, como el que recupera el resuello tras una inmersión.

—Hemos venido a esto —contestó él—. Basta ya de jugar al ratón y al gato. Y te recuerdo que todavía me debes una mamada. ¿Por qué te pusiste tan terca en el albergue?

—¡No te la iba a chupar delante de todos! —exclamó risueña.

—Si era por eso, podríamos habernos ido a otro cuarto. Nadie nos iba a ver.

—Es lo mismo, todos lo sabrían. Y encima mi novio sudando la fiebre en la habitación de las literas. Menudo canteo.

—No le debías nada. Dejó que Celia lo pajeara. Y buena corrida que se pegó con ella, por cierto. Yo diría que hasta se la folló.

—Ay, mira, no sé. Fue muy raro todo eso. Y además, que no. O sea, que no quería liarme contigo, y encima delante de los demás.

—¿Y en La Sartén, cuando nos bañamos en bolas? ¿Crees que nadie se dio cuenta de lo que pasaba debajo del agua?

—Estábamos jugando, idiota —dijo melosa—. Igual que todos.

—Igualito, sí. Pero tú y yo casi nos lo hacemos allí mismo. Me tenías atrapado entre tus piernas. —Acarició su cuello con la nariz—. Pero eres una chica muy mala. No me dejaste meterla.

—Ya me la metiste el día siguiente, en la piscina.

—Solo la puntita. Pero chafaste el momento. —Puso morritos.

—Y qué querías, joder. Dani estaba allí mismo. Menuda cara se le puso. Anda que, ya te vale.

La cara de Dani de aquel día no fue ni la mitad de horrorosa que la que tenía en ese momento. «En mis narices —se dijo con odio—. Y se resistió solo porque estaba yo delante». La conclusión era clara, de haber tenido oportunidad, habrían follado sin importarle su existencia.

Aníbal pasó una mano por detrás de ella, bajo el vestido. Ella soltó un gemido, como una gata y cerró los ojos.

—También estaba delante el día de la playa nudista, cuando chapoteaba en el agua con tus amigas —susurró—. Te metí mano y te sobé el culo. —Besó su mejilla—. Te lo sobé a placer. —Nuevo beso. Alba soltó un nuevo gemidito, como si notara algo adentrándose en ella—. Con la mano llena, mientras nos miraban.

—No miraban, estaban jugando a lo suyo. Y si te dejé fue porque no quería montar el espectáculo. —Se mordió el labio inferior—. Hummm, para.

—Te dejaste porque te gustaba, porque lo deseabas, como ahora. Por eso saliste del agua con los pezones como piedras. Si no llegas a huir, hubieras terminado follando conmigo allí mismo.

La mano trasera de Aníbal comenzó a moverse bajo el vestido.

—Hummm, cabrón.

Dani cerró los ojos. Su corazón iba a estallar en cualquier momento. Recordaba haberla visto salir del agua, cruzada de brazos y con medio bikini metido por el culo. Ahora retomaban la tarea interrumpida. «Hijos de puta», pensó.

La pantalla mostraba la imagen de ellos dos desde una cámara situada a media altura. Se podía ver prácticamente toda la habitación. Era una especie de estudio de dimensiones reducidas y el techo muy bajo. Todo forrado de madera, contenía una mesa de escritorio, baldas llenas de objetos decorativos, un sofá y, cómo no, una cama de tamaño considerable.

Aparentemente, no había ventanas, por lo que supuso que debía ser alguna especie de sótano. «Pero en la casa no puede estar, no he dejado hueco sin mirar», pensó.

A excepción de los pantalones bajados de Aníbal, ambos conservaban su ropa, señal de que todavía no habían llegado más lejos, con la salvedad de la paja y la mano en el culo.

Se fijó en el programa de emisión. Según el contador situado en la esquina inferior, la señal no llevaba reproduciéndose mucho tiempo. Quien lo iniciara, debió haberlo hecho más tarde de que él hubiera enviado el vídeo de Gloria chupándosela.

La aplicación se llamaba “VID.i”, escribiendo la última letra en alfabeto griego (iota). Así, se podía conseguir el juego de palabras “VID. iota”. «Qué original —pensó Dani con hastío—. El video del idiota».

En un lateral había un chat para los participantes. Reconoció el nombre de varios de los contactos de WhatsApp de “LA CENA DEL IDIOTA”:

FONSO_: uuuuu, q fuerte, por fin empieza
CARNERO_: joder, q ha pasado esta vez? Puto javier, ya era hora
PPUCIO_: esta es la mejor pava q voy a ver follarse anibal de largo. la d pajas q me voy a hacer con ella
INVITADO2_: A mí no me llega bien el vídeo. A ver el puto moderador, q refresque la imagen o q reinicie. Me va a saltos, JODERRRRR
INVITADO5_: Pues yo lo estoy viendo en el movil, q es tamaño mini. Asi q no te quejes, no me van a caber sus tetazas en la pantalla JAJAJAJA


Con total seguridad, varios de ellos se encontrarían a cientos de kilómetros de distancia, sentados en sus cómodos sofás frente a una pantalla plana de mil pulgadas y una caja de clínex tamaño familiar.

Junto a los nombres de Marcos y Gonzalo había una bolita en rojo, señal de que no estaban conectados. Lo mismo ocurría con León y Quico.

—Ésta sí es una polla de verdad, ¿eh? No como la de tu novio —dijo Aníbal a centímetros de la boca de Alba—. Venga, hazlo ya. Lo estás deseando.

Ella se mordió el labio inferior. Su respiración continuaba agitada. Bajó la vista hasta el enorme miembro que sostenía en su mano. En la punta podía apreciarse cierto brillo, señal de que ya llevaba rato en plena excitación. Pasó el pulgar, esparciendo el líquido lubricante y lo miró a los ojos, desafiante; negándose a obedecer o quizás, para hacerlo sufrir un poco más.

—Qué cabrona eres —susurró meloso—. Te encanta putearme. En cambio, al cabrón de Enrico bien que le dejaste follarte.

—No me folló, no pudo. Iba como una cuba.

Aníbal levantó una ceja, inquisitivo, y movió el mentón a un lado.

—Hubo mucho movimiento en vuestra litera —rebatió suspicaz.

—Se puso nervioso porque no conseguía empalmar. Se movía como un poseso intentando metérmela. Ni se dio cuenta de que aún llevaba las bragas puestas. Casi hasta me dio pena. Fue patético.

Una mueca de satisfacción apareció en la cara del adonis.

—Lo sabía —sonrió ladino—. Y seguro que tú ya contabas con ello. Estaba medio beodo antes de empezar lo de la galleta. Siempre un paso por delante, qué lista eres. Y qué zorra.

Alba le devolvió la sonrisa con un brillo en los ojos. —Que no hubiese apostado contra mí.

Dani no se molestó en leer la cantidad de comentarios que comenzaron a desfilar, pero ninguno dejaba a Enrico en buen lugar. Incluso hubo quienes comenzaron a despotricar contra todo lo que se había dicho en el chat de WhatsApp sobre Alba y él mismo.

—Pobre Quico, con las ganas que te tenía.

—Como que tú no.

—No lo niego. Ya ves cómo me has puesto.

La volvió a besar y, de nuevo, Alba se dejó hacer; saboreando su lengua y empapándose la boca con ella. Uno de los tirantes del vestido cayó al costado haciendo que una de las tetas asomara espléndida. Aníbal no tardó en hacerse con ella y llevársela a la boca.

—Joder, qué tetazas tienes. Las ganas que tenía de lamerlas.

Alba lo separó con suavidad, elevando el brazo para recomponer el tirante a su sitio y recolocar la teta bajo la prenda. La saliva empapó la tela haciendo que su pezón quedara pegado a ella.

—No, eso no. No quiero que mi novio note tus babas cuando vuelva.

—¿Igual que notaste tú las de Cristina cuando se la folló él? ¿O las de Eva?

Dani puso los ojos como platos. Eso era mentira, pero el muy cerdo intentaba manipularla. Alba ensombreció el semblante, pero no lo rebatió. Aníbal continuó malmetiendo.

—Sabes que se las ha follado a las dos. Sobre todo a su amiguita Eva, con esa pollita que tiene. Se tienen ganas desde siempre. Recuerda la noche de juegos, las confesiones de cada uno. Hay que ser muy cerdo para poner lo que escribieron ellos.

—Y tú… —había arrugado el gesto— ¿qué pusiste aquella noche? ¿Cuál fue tu confesión?

Aníbal besó su cuello y fue subiendo hacia su lóbulo, haciéndose el remolón. Después recorrió su mejilla con los labios. —No lo sé —contestó juguetón—. Ya no me acuerdo. —Intentó besarla, pero esta vez ella rehuyó el contacto.

—Dime, ¿qué pusiste?

—Alguna tontería, seguro. —Sus labios seguían a milímetros de los de ella.

—Eso seguro —dijo respirando su aliento—. ¿Qué tontería?

Él movió el mentón, sopesando su respuesta. Al final, arqueó las cejas como disculpándose por lo que iba a decir.

—Lo primero que se me ocurrió. —Hizo una pausa para crear expectación. Después, sonrió como un chico malo—. “Chupársela a Aníbal delante de mi novio y después follar con él a solas”.

Alba achinó los ojos. —¿Por qué pusiste eso? —Estaba seria, casi enfadada.

—No sé. Se me ocurrió sin más. Ya te he dicho que fue una tontería.

—Marta, ¿no? Ahora mi prima te chismorrea mis fantasías.

Aníbal volvió a mostrar la radiante blancura de su sonrisa. —No se lo tengas en cuenta. Hemos hecho mucha amistad últimamente. Y, a veces, ya sabes, en la intimidad de la conversación…

—Lo sabía. Esa lianta. No sé ni por qué le cuento nada. Dani pensó que lo había escrito yo. Joder, menudo canteo.

—Malas noticias, bonita: Todos lo pensaron.

—Lo pasé fatal.

—Sí, seguro que te fastidió un montón. Por eso estabas tan caliente cuando estuvimos en el armario donde me diste tus bragas. Menudo magreo me pegaste cuando te puse la polla por detrás.

—Eso fue para joderte. Para que salieras empalmado por cerdo. —Tiró de su polla y la soltó, haciendo que golpeara contra su vientre como un resorte. Aníbal acompañó el gesto con una sonrisa cómplice.

—Saliste más caliente que una gata en celo, reconócelo. Y tu novio esperándote afuera, sin saber que me la habías estado meneando.

—Eso fue una tontería entre tú y yo. Tonteos que no significaban nada. Ya lo hablamos después y creo que dejé ese tema zanjado.

—¿Y esto? ¿Tampoco significa nada? A solas, escondidos de él mientras te lo montas conmigo. —Volvió a destapar la teta y llevársela a la boca. Alba cerró los ojos y gimió de placer.

En el borde de la pantalla, las líneas de comentarios se sucedían sin cesar. Los contactos estaban fieramente activos con el espectáculo.

—Hummm, para. Dani…

—Olvídate ya de tu puto novio. Solo lo utilizas como excusa para putearme.

Alba abrió los ojos y los fijó en los suyos. —¿Y tú con Celia, qué? ¿Cómo quieres que me lo tome?

Aníbal sonrió de oreja a oreja. —¿Te pone celosa?

—Pues no, imbécil, pero no entiendo por qué no paras de tontear con todas las que se te ponen por delante.

—Lo hago por ti. Por qué va a ser. Para que te decidas de una vez.

—¿Ah, sí? Pues ahora verás lo que decido.

Lo empujó con fuerza, haciendo que cayera de espaldas sobre la cama con las piernas abiertas. La polla cimbreó como un mástil. Se arrodilló frente a él y la tomó entre sus dedos.

Masajeó con una mano mientras acariciaba sus huevos con la otra, lo que hizo que Aníbal soltara varias bocanadas de aire. Sus labios se acercaron al glande donde escupió algo de saliva que inmediatamente repartió por el resto del falo.

—A ver si te hace ella lo mismo que yo.

Alba estaba de espaldas a la cámara, por lo que sólo se podía ver su nuca. Aníbal miró por encima de su cabeza hacia el objetivo, oculto en algún lugar de la pared, y guiñó un ojo cómplice.

Estaba orgulloso de sí mismo, pero no por ligarse a aquel bellezón; no por conseguir embaucarla hasta llevarla allí, sino porque ese bellezón pertenecía a otro. Se la robaba. Profanaba un santuario que no era suyo.

En un lado de la habitación había un gran espejo que daba una perspectiva lateral de la cama, por lo que los espectadores tenían una visual completa de lo que pasaba encima de esa cama.

El chat del programa de vídeo se volvió loco. Las líneas de comentarios se sucedían sin cesar como los créditos de una película a doble velocidad.

Dani tomó el ratón y seleccionó cada uno de los miembros. Después, colocó el cursor sobre el botón de expulsar de la sala. Sin embargo, se lo pensó mejor y antes decidió hacer otra cosa.

Cogió el móvil de Javier, entró en el grupo de WhatsApp y escribió:

JAVI.GASOFA_
tios, tios, tios, MOVIDON !!!!!!!
Troyano. Uno de los miembros de la sala es de la poli. estan investigando las IPs. mi colega me acaba de pasar la info.
Fonso, cabrón, que has hecho, tio!!!???


La consecuencia fue inmediata. La mitad de los participantes, presos del miedo, salieron de la sala en desbandada. Otros tardaron un poco más. En unos momentos apenas quedaron unos pocos que no dejaban de preguntar por la estampida. Dani los seleccionó y los expulsó de la sala.

Lo mismo ocurrió en el grupo de whatsapp. Casi todos se dieron de baja a excepción del grupo de amigos de Alba. Hubo muchos insultos y amenazas contra el tal Fonso antes de desaparecer del chat. Dani supuso que le iba a tocar dar muchas explicaciones a gente muy enfadada.

«Con un poco de suerte, esta noche, tampoco vosotros vais a poder dormir», se dijo con resignación. Ya sin público, la reproducción seguía en la pantalla del portátil. Dani permanecía atento con el corazón en un puño.

Y entonces, pasó algo que le descorazonó todavía más.

Alba se bajó el vestido de un tirón hasta la cintura haciendo que sus tetas rebotaran hacia a arriba lo que le hizo sufrir de angustia al ver lo fácil que su novia se plegaba ante Aníbal. Colocó la polla entre sus tetas y comenzó a pajearlo con ellas.

—A que Celia no te hace esto.

—Mmmfff, no —dijo apretando los labios de placer—. Ella no tiene tus tetas. —Y luego añadió— Ni esa boquita de chupadora de pollas.

Alba sonrió divertida y sacó la lengua, haciendo que la punta casi tocara su glande. Aníbal levantó la cadera para conseguir el contacto, pero ella se retiró a tiempo y le guiñó un ojo, juguetona. La polla se deslizaba abajo y arriba a gran velocidad.

Lo que más le dolía a Dani era ver el tamaño de su miembro que nunca terminaba de desaparecer entre sus tetas. Era un tronco largo y grueso. La suya apenas asomaba la punta con cada pase.

—Mmmfff, qué zorra —dijo apretando los labios de placer—. No me extraña que tu novio se corriera tan rápido en la piscina la noche del concurso de pajas.

—Ya te hubiera gustado haber sido tú.

—Pues sí, joder. Y si no hubiera pasado lo que pasó debajo del agua cuando nos sumergíamos, no me hubiera corrido antes que el niñato de Cristian.

—Te corriste porque eres un cerdo y porque dejaste que Celia te la meneara.

—Venga ya, Albita. Eso fue culpa tuya. Haber ido conmigo de pareja. A ti también te hubiera gustado. No lo niegues.

Alba no dijo nada y, en su lugar, ralentizó la cubana para torturarlo.

—Reconócelo. Tu novio no quería jugar y, hasta que Cristian no abrió la bocaza, fantaseaste conmigo. Podríamos haber ido juntos.

—Delante de él, ni de coña. —Había tardado en contestar.

—Follar conmigo, a solas, en las narices de tu novio —le recordó—. Era el juego perfecto para los dos. Lo teníamos a huevo y tú lo pensaste igual que yo. Pero fue otra ocasión perdida. —Se apoyó sobre los codos, incorporándose—. Dime que no te morías por pajearme aquella noche delante de él. O de echar un polvo en vuestra habitación, con su consentimiento de perdedor del juego.

A Alba se le incendiaron las mejillas. Miró la polla que sobresalía de sus tetas, clavando la mirada en ella.

—Claro que me hubiera gustado.

—¿Pues entonces?

—Ya te lo he dicho. No iba a hacerle eso.

—Pues ahora no se va a enterar. Estamos tú y yo solos. Y además —bajó la voz y habló en tono grave—. No le debes nada.

«Cristina otra vez —pensó Dani—. Cabrón manipulador».

Alba se quedó dudando. Había dejado de pajearlo y movía el mentón a un lado y a otro. Al final, agachó la cabeza y pasó la lengua por la punta recorriendo todo su glande. A Dani le costó no cerrar los ojos.

Aníbal se quedó quieto. Sin atreverse a mover un músculo para no romper el momento. Dani tampoco se movía, conteniendo la respiración. Alba volvió a repetir la operación, pero esta vez de forma más lenta y profunda. Después otra más, hasta que se encontró metiéndose la polla de Aníbal hasta la garganta a la vez que subía y bajaba la cabeza sobre él. Dani dejó caer los hombros.

—Mmm, si no fuera porque tienes esta polla. —Volvió a introducirla hasta el fondo y se mantuvo ahí antes de sacarla para coger aire—. Casi no me cabe entera.

—A Celia sí que le cabe.

—Cállate, idiota. Ella no te la ha chupado todavía. No te pases de listo —dijo retomando la tarea.

—Yo no estaría tan segura. Ya has visto cómo me pajea y lo bien que me conoce. Hemos pasado mucho tiempo juntos desde que has estado fuera.

—Pero qué fantasma eres. Te lo estás inventando todo.

—Lo que tú digas.

Pero tras unos segundos, agachó la cabeza y la deslizó más abajo que las veces anteriores. Se ayudó con las manos tirando de la cadera de Aníbal. El tronco entero desapareció dentro de su boca.

Le estaba haciendo una garganta profunda.

Estuvo un rato largo moviéndose sobre él antes de incorporarse. La polla apareció llena de babas. Alba tomó una bocanada de aire.

—¿Así te lo hace ella? ¿O también te lame las pelotas mientras la tiene dentro?

Sin dar tregua, comenzó a pajearlo con brío para que no perdiera la rigidez mientras lamía su glande. Su mano deslizaba con ayuda de toda la saliva que impregnaba su miembro. Aníbal estaba casi más sorprendido que Dani que no llegaba a comprender que se mostrara tan puta.

Entendía que estuviera dolida por lo de Cristina y que, para más INRI, tuviera delante al adonis que humedecía sus sueños más oscuros; el que había sido su obsesión desde hacía años. Pero lo que estaba haciendo no era comparable. Lo suyo fue un desliz fruto de la situación y de un acoso incesante. Lo de ella, estaba siendo totalmente premeditado y provocado por sí misma.

Aníbal alargó la mano hasta hacerse con una de sus tetas. Sonreía satisfecho. —¿Te gusta? ¿Te gusta chupármela?

—Ya sabes que sí.

—¿Más que a tu novio?

—Eres bobo, de verdad —dijo entre mamada y mamada.

—Venga, responde. A que te gusta más que la de él.

—Pues claro. —Pasó el pulgar por el glande—. Pero porque tú solo eres una polla.

Se rió a carcajadas. —Sí, pero una muy grande que te tiene de rodillas frente a ella.

Alba no replicó y continuó su mamada. Su cara de placer apuñalaba a Dani que la veía cerrar los ojos de gusto con cada pase que daba.

—Mmmfff, no voy a poder aguantar mucho. Como se nota que tienes mucha práctica. Claro, te pasas las noches practicando con mi consolador.

Alba hizo una pequeña parada, pero continuó chupando inmediatamente como si no hubiera oído. Aníbal amplió su sonrisa.

—¿Notas mucha diferencia con la de goma?

—No sé de qué me hablas.

—Vamos Albita, que ya sé que la utilizas a menudo. —Hizo una pequeña pausa—. La réplica de la que tienes en la boca. Sobre todo cuando estás con tu novio el flojito.

Dejó de chupar.

—Mi prima, ¿no? Otra vez ella. ¿Lo hacéis para putearme? ¿Es que te cuenta todos mis secretos?

—Solo los más cochinos.

Pero la broma había sido un paso en falso. Ella se había puesto seria de verdad y había abandonado su mamada. Ahora, sus manos reposaban en los muslos de él y sus labios formaban una línea recta que no auguraba nada bueno.

—No sé para que te tiene que contar nada, joder. Ya has jodido el momento. Y que sepas que he traído conmigo tu puto consolador para devolvérselo.

—No te enfades, mujer. Si me encanta que lo uses pensando en mí. Para eso se lo di a tu prima.

—No se lo diste, listo. Ella te lo cogió de tu casa. Te habías hecho varios moldes y te robó uno sin que te dieras cuenta.

—¿Eso te dijo? —Se carcajeó—. Solo me hice uno y fue por consejo suyo. Me aseguró que, si veías mi polla a tamaño real, vendrías a mí corriendo.

La cara de Alba era de desconcierto. Al parecer no compartían la misma versión de la historia. Movía la cabeza a un lado y a otro, sin terminar de creerle.

—No, Marta lo cogió. Tú no tenías ni puta idea de que me lo había dado a mí.

Se quedaron en silencio, mirándose. Dejando pasar los segundos y que cada uno eligiera su versión preferida. Alba cerró los ojos, negando con la cabeza y apretando las mandíbulas.

—Qué cabrona. Pero qué cabrona. Me lo envió por correo cuando me fui de aquí. Dijo que lo compró en un sex shop, en plan coña, como consolación por lo de Rafa. Hace dos meses me cuenta que en realidad es un molde tuyo y que te lo había robado no sé cómo. Ahora tú me dices que todo es una puta mentira y que fue idea de los dos —bufó hecha una furia—. Si lo hubiese sabido desde el principio, lo hubiera tirado a tomar por el culo el primer día. —Se incorporó y enderezó la espalda. Ahora sus manos habían retrocedido hasta sus rodillas—. ¿Habéis estado confabulando los dos contra mí? ¿Qué más cosas te ha dicho? A ver.

Aníbal actuó rápido viendo que la situación se torcía. Se sentó y la tomó de la cara con una mano por debajo de la barbilla.

—Ey, ey, ey, que te estaba vacilando de broma. Me encanta que la uses. —Agarró una de sus tetas y la sobó, lo que provocó que ella cerrara los ojos recordando por qué estaba allí—. Anda que no me he hecho pajas contigo durante todos estos años. ¿O crees que yo no guardo cosas tuyas para meneármela pensando en ti?

—Como las bragas que me quité la primera noche de fiesta como prenda, ¿no? Te las llevaste tú. —Arrugó la frente—. Dani las encontró en tus pantalones. No veas el rebote que cogió conmigo.

—¿Y qué? Si es lo que te pone. Hacer estas cosas a espaldas de tu novio.

Se quedó mirándolo con detenimiento. Aníbal sonrió malicioso, como el que esconde un secreto. Casi se podían contar los segundos cayendo como gotas en un charco. —Por eso quedas con tu exnovio Rafa. ¿A que sí? Para jugar con él. —Guiñó un ojo y susurró—. A espaldas de tu novio, claro.

Quedó congelada. Con la mirada entre el calentón y el odio contenido.

—Eres imbécil. —Era más una protesta que un insulto.

Aníbal se carcajeó con sonoridad y la volvió a traer hacia sí. Esta vez apretando la polla contra sus tetas y encajándola entre ellas mientras volvía a meter la lengua en su boca. Alba se resistió pero, tras unos segundos, terminó dejándose hacer.

—Te juro que cuando llegue a casa voy a matar a esa cabrona de Marta —dijo sin despegar sus labios de los de él.

Aníbal volvió a reírse. —Y dime, ¿habéis follado ya?

—Dímelo tú, que sabes más de mí que yo misma.

Él se echó hacia atrás, apoyándose en los codos. En esa posición, su polla se alzaba como un mástil entre sus tetas. Movía la cabeza como si la estuviera juzgando.

—No es justo. Quedas con tu ex para hacer cochinadas y en cambio a mí me puteas todas las vacaciones.

Se lo pensó unos instantes, pero terminó posando la vista en su falo, lo agarró y empezó a pajearlo con suavidad. Él gimió de placer y ella sonrió traviesa. —Rafa no ha obtenido de mí nada que no hayas obtenido tú. —Al decirlo acaricio su glande con la lengua y terminó circundándolo con los labios dejándolo brillante por efecto de la saliva.

Dani abrió la boca, estupefacto. Incluso Aníbal había levantado las cejas, sorprendido.

—¿¡Se la has chupado!? —preguntó con los ojos como platos.

—No, idiota —dijo divertida—. Me refería a quedarse con mis bragas.

Dani sintió un enorme desasosiego. «Qué zorra», pensó. En el semblante de Aníbal se percibía cierto gesto de triunfo.

—Nunca pensé que quisieras volver con ese saco de músculo. —Pellizcó un pezón provocando que Alba se mordiera el labio inferior.

—Y no quería. Se presentó en mi trabajo de improviso. No me apetecía montar un espectáculo, así que, bueno, le dejé que me invitara a comer. Al fin y al cabo, nos debíamos una charla desde lo de nuestra ruptura.

Volvió a su tarea. Chupando y masajeando con lentitud. Disfrutando de la polla con la que tanto había fantaseado. Se hizo un silencio que para Dani fue demoledor.

—Me pidió perdón —dijo cuando se la sacó de la boca—, que se arrepentía de la cagada que hizo; que me echaba de menos y todas esas cosas que se dicen después de tanto tiempo. Restañamos las heridas de aquel verano y pudimos colocar, por fin, un punto final a una relación difícil. —Hizo una pausa antes de continuar—. Quizás por eso dejé que me invitara otro día.

En la cara de Aníbal apareció una sonrisa maledicente. Alba se vio en la obligación de explicarse.

—Volvió a presentarse en mi trabajo. No voy a negar que, de algún modo, me gustó estar de nuevo con él. —Se encogió de hombros—. Fue como hacer un paréntesis dejando fuera los malos momentos que vivimos cuando salíamos.

Dani cerró los ojos. «Por segunda vez», pensó.

Volvió a meterse la polla en la boca y a lamerla con lentitud. Dani no sabía si le dolía más verla chupando o la espera a que ella confesara su felonía.

—Hablamos de nosotros y de nuestras actuales vidas. Sin rencores y con las cosas claras; en plan bien, ya sabes. Él está saliendo con una chica. O medio saliendo, y me estuvo hablando de ella. Que están muy pillados el uno con el otro y todo eso. El caso es que… me contó que fantasean conmigo mientras follan. Lo hacen juntos, a ella también le gusta que yo aparezca en sus juegos. —Le miró a los ojos y soltó la bomba—. Por eso me pidió mis bragas.

A Dani se le cayó la mandíbula. Aníbal sonrió de oreja a oreja.

—Cochinote hijo de puta —dijo éste—. Para que se las ponga ella mientras le folla el coño. No me puedo creer que se las dieras.

Alba se puso colorada y bajó la mirada.

—Me dio morbo —reconoció—. A ver, es como… si me follara a mí… pero sin follarme. O sea, saber que está pensando en mí cuando lo hacen, y que ella lo consienta.

—¿Y qué más hicisteis?

—Nada más. Hablamos del tema, nos pusimos calientes, y luego, cada uno de vuelta a su hogar, a desfogarse con lo que tiene en casa. —Dio un lametón a su glande—. No estoy orgullosa de perder mis bragas en el baño de un restaurante. Después, pasado el calentón, me sentí fatal. No volví a hacerlo.

—¿Nunca más? ¿No volvisteis a quedar?

Alba negó con la cabeza mientras volvía a meterse la polla en la boca.

—Lo corté de raíz —dijo cuando la sacó para coger aire—. Paso de obsesos que no saben dónde está el límite. Al muy idiota no se le ocurrió otra cosa que tatuarse mi nombre en el pubis y venir a enseñármelo. ¡A mi trabajo! —Lanzó un bufido sonoro.

«Por tercera vez», contó Dani.

—Qué… cabrón, puto loco. —Tenía la frente perlada de sudor y mucha culpa tenía el morbo de lo que Alba le contaba—. Se lo tendrías que contar a tu novio.

—Ni loca, vamos ¿Para hacerle daño?

—Ufff, nena. Es que… darle tus bragas a tu ex… para que se folle a su novia con ellas —Aníbal apretaba los puños, haciendo esfuerzos por ralentizar el orgasmo—. Dios, cómo me pone.

—Fue una equivocación. Un calentón que luego me dejó un cargo de conciencia del copón. Además, Dani también tiene sus secretos y yo me los trago en silencio.

Dani dio un puñetazo en la mesa. «Venga ya —bufó por dentro—. ¿¡Pero qué secretos ni qué mierdas!? ¿Así justificas lo de Rafa?». Se levantó y dio vueltas por la habitación. «Está claro que la mamada de Cristina te ha venido de puta madre. Así ya puedes follar a gusto con tu puñetero Aníbal sin cargo de conciencia».

—Joder, nena… despacio… más despacio. Ufff.

—Córrete ya —instó meneándola con la mano y golpeando la punta contra su lengua—. Llevamos mucho rato aquí. Dani tiene que estar preocupándose.

—No lo creo —contestó entre jadeos—. Ya verás como lo encontramos dormido en algún lugar de la casa. Además, todavía no te he dado lo tuyo.

—Yo ya tengo lo que quería. Estoy cumpliendo mi fantasía —dijo con la vista puesta en su enorme falo y sus pelotas bamboleantes que amasaba con la otra mano.

—¿La de follar conmigo?

—No, bobo —se carcajeó—. La de probar esa polla que tienes. Y, de paso, tú ya has conseguido la mamada que te debía. Venga, córrete que se hace tarde.

—Nunca es tarde para un buen polvo. Mmmfff, nenahh.

Había vuelto a meterse la polla en la boca hasta la garganta y tuvo que sacarla entera para contestar. —Me reservo para mañana. Es un día especial y quiero darle una sorpresa a mi novio.

«Ya me la estás dando —gruñó Dani para sí—. Pero en todas las pelotas».

Para su asombro, Aníbal tomó a Alba de las axilas y la volteó sobre la cama, colocándose sobre ella, entre sus piernas.

—Basta de jugar conmigo. Ahora te toca disfrutar a ti.

—Para —se carcajeaba ella—. ¡Para!

Aníbal le hacía cosquillas mientras la inmovilizaba. Y, mientras ella trataba de zafarse sin éxito, él aprovechó para levantar su vestido hasta la cintura.

—Pero, qué tenemos aquí. Yo conozco estas braguitas.

Dani vio, con pesadumbre, las iniciales A.D, grabadas en las bragas azules que llevaba puestas. Las reconoció al instante.

—Son las que llevabas el primer día. Las que perdiste en la apuesta. —Sonrió malicioso—. Entiendo. Las has traído para devolvérmelas.

—Suelta eso, so creído —dijo bajando el vestido de un tirón y apretando la tela contra las piernas—. Ha sido casualidad. He cogido las primeras que he pillado del cajón.

Dani sabía que con Alba no existían las casualidades. Temió que el desenlace de esa noche estuviera predestinado desde que salieron a la cena.

—Vale, ya te las puedes sacar —instó.

—Te he dicho que de eso nada, y quítate de encima que me estás aplastando, gordinflas.

Las tetas seguían descubiertas. Aníbal llevó sus manos a ellas y las amasó a placer. Después, lamió cada una, haciendo que cada pezón y toda la areola desapareciera un su boca. Ella seguía apretando su vestido.

—Eres cruel —decía entre lametón y lametón—. Muy cruel. ¿Me vas a dejar así?

—Ya tienes lo que te debía. La mamada del albergue…

—Sabes que no es una mamada lo que yo quiero —dijo sacándose un pezón de la boca—. Ni tú tampoco.

Alba se mordía el labio inferior. Al final, terminó por coger su cara con ambas manos y apartarla para cesar los lametones. —Humm, para. Te he dicho que no quiero que me dejes tus babas. Dani…

No acabó la frase. El adonis coló las manos por debajo de su vestido y tiró de sus bragas haciendo que éstas salieran limpiamente por sus pies. De su garganta salió un grito de sorpresa.

—Mías. Y esta vez, no las voy a perder.

Alba lo miraba con los mofletes sonrosados y la respiración agitada. Sujetaba de nuevo su vestido contra sus piernas intentando mantenerlas lo más cerradas posible.

—Vale ya. Esto está yendo demasiado lejos. Quítate de encima. —Lo miraba con ojos de gatito herido—. Por favor.

Él apoyó una mano a cada lado de su cabeza y acercó su cara hasta notar su aliento. Pese a que ella seguía con las manos protegiendo sus partes, acomodó la cadera entre sus muslos.

—¿Por qué no te quedaste conmigo aquella noche? La de Rafa.

Al decirlo, se apretó contra su entrepierna, haciendo que ella notara su dureza. Alba reprimió un gemido.

—Acababa de verle con otra en su coche, follándosela. No tenía el cuerpo para fiestas.

—Razón de más para haber echado un polvo a su salud.

—No iba a echar un polvo por venganza —contestó con suavidad—. Si hubiera follado aquella noche contigo, hubiera sido por mí, no por él. Y ya te he dicho que estaba dolida.

—Te fuiste sin decir nada. Te estuve esperando toda la noche, pero no volviste. Desapareciste para siempre.

—Creo recordar que estabas acompañado —dijo al cabo de unos segundos—. No se te haría tan dura la espera al lado de esa teñida de bote.

—Te lo he dicho mil veces, no estábamos juntos.

—Vi sus bragas en el baño.

Aníbal sonrió como un niño malo al que le pillan en una mentira.

—Una noche tonta, nada serio entre nosotros. No sé por qué las dejaría allí.

Alba seguía respirando a bocanadas. —Te agradezco que vinieras a buscarme y me sacaras de allí. Y me encantó que hicieras de paño de lágrimas, pero… —tomó aire—, si hubiera pasado… habría quedado como un mal polvo.

—Eso es porque no me conoces.

Bajó con rapidez hasta su entrepierna, apartando sus manos y destapando el vestido, haciendo que quedara alojado en su cintura. Esta vez, ella no hizo amago de taparse. Aníbal abrió ligeramente sus muslos, sobreexponiendo el negro coño a la vista de Dani que ahogó un lamento. Ella lo miró expectante.

Y lo siguió mirando cuando lo recorrió con la lengua de abajo arriba, entreteniéndose en su clítoris.

—Joder, Aníbal, para. Eso no. Hummm, ooooh —dijo cerrando los ojos.

—Lo deseas.

—No. No quiero. Para… para… Aummmm.

—Solo te devuelvo el placer que me has dado a mí —jugaba con su lengua como un profesional.

—Te lo pido por favor. Dani…

—Tu Dani se ha follado a su compañera la rubia. Tú misma lo has dicho. Así que no le debes nada.

—No… no lo sé… solo les he visto juntos… oooooh, Aníbal, joder… para…

—Juntos, para ir a follar. Venga, solo estás compensando su escapadita.

Masajeó en el punto exacto con la lengua mientras amasaba sus tetas con ambas manos. Ella trató de impedirlo sin convicción. Terminó arqueando la espalda y ahogando un gemido. Al cabo de un tiempo que a Dani se le hizo eterno, Aníbal comenzó a besar su vientre de camino a su ombligo.

—En serio. Para de una vez. Mi novio… —sus ojos seguían cerrados.

—El cornudo de tu novio está durmiendo la mona. Relájate, preciosa. Tú también tienes derecho a disfrutar como disfrutó ella en sus brazos.

Sus besos siguieron ascendiendo hasta alcanzar de nuevo sus pezones. Alba se mordía los labios intentando reprimir sus gemidos. Dani observaba abatido la espalda ancha y trabajada de Aníbal. Su novia quedaba oculta bajo su corpachón a excepción de sus piernas que sobresalían por cada lado.

Ya no decía nada, no forcejeaba. Su respiración era agitada y su cuerpo estaba empapado. Su única oposición estaba siendo cerrar los ojos y girar la cara.

Aníbal acomodó la cadera entre sus piernas. En la pantalla se podían ver sus huevos y su polla pegados al negro coño de ella. La punta de su falo tocó sus labios.

«No se lo des —gimoteó al portátil—. Por favor, no lo hagas».

—Para —dijo ella por fin abriendo los ojos—. Esto ha ido muy lejos. No quiero. —Lo cogió de la cara con ambas manos—. Te lo pido por favor.

—Claro, preciosa, claro. —Cerró sus labios con un beso y movió la cadera hacia delante —Lo que tú digas.

Ella lo sintió entrar, igual que Dani que lo notó como un puñal atravesando sus entrañas. Alba cerró los ojos, abrió la boca y exhaló un suspiro. Aníbal repitió el movimiento. Al principio despacio, después más rápido. Sin cesar, sin descanso.

—Qué buena estás, joder. Mira que ofrecerle al puto Enrico esto antes que a mí. Alba empezó a gemir, cada vez más fuerte. Abrazó a su amante del culo y clavó sus dedos en él. Dani miraba la pantalla, inerte.

—Voy a hacer que te corras.

Ella no dijo nada, solo gemía. —Oooooh, oooooh, hummmmm.

—¿Me oyes? Voy a hacer que te corras como nunca te has corrido con el cornudo de tu novio. Y te voy a llenar de mí. De mi semen.

—No —contestó en un susurro—. No quiero, oooooh.

Pero Aníbal había empezado a moverse con una cadencia constante que la mataba de placer. Pronto su ritmo aceleró hasta golpear como un martillo percutor y Alba pasó a ser como un pasajero en un balancín mecánico.

—Mmmmm, oooooh —gimió ella—. Eres un cabrón. Aníbal, joder.

—Sí, un cabrón con la polla muy grande. Como las que a ti te gustan. No como la de tu novio —decía excitado. La follada era monumental—. ¿Te folla así él? ¿Te folla así tu novio?

—Oooooh, no —respondió excitadísima—. Él… no…

—Claro que no, joder —insistía con inquina—. Yo te follo mucho mejor. A que sí.

Alba amasaba su culo a manos llenas.

—Dilo. Di que te follo mejor que él.

—Si… tú… mejor.

—Porque te gusta mi polla.

—Mmmmsssí.

—¿Y por qué? —jadeaba—. ¿Por qué te gusta más?

Alba cerraba los ojos con fuerza mientras sus tetas bamboleaban arriba y abajo con cada envite.

—Dímelo —insistía Aníbal—, quiero oírtelo decir.

—Porque tu polla es mucho más grande que la suya, joder. OOOOOH, AAAAAAH. Mucho más grande.

La tapa del portátil se cerró con suavidad. Aníbal lo había conseguido. Oficialmente ya era un cornudo. El idiota del que todos se reían en la cena. Lástima que no quedara nadie para ver cómo lo humillaba.

…o con ganas de reír.

Porque de eso se trataba, de humillarlo. El juego, el motivo de toda aquella parafernalia, no era follar con una chica inalcanzable, sino con la chica de otro. Robársela, profanar su santuario más sagrado. Él había sido siempre el objetivo y Alba el camino para conseguirlo. Todos ganaban y todos conseguían su premio. Aníbal, follarse a la mujer con la que estaba obsesionado; los demás, su cruel película porno, llena de degradación y vergüenza. Con el morbo de la humillación como guión macabro.

Salió al pasillo y desde ahí, caminó hacia la salida, abatido, pero sereno. Se volvía a casa, solo, para siempre. Al refugio de los suyos, con el corazón roto y en un estado frágil… pero invulnerable.

Encontró a Rocho donde lo había dejado, apoyado en la pared junto a las escaleras. Y fue en ese momento cuando supo dónde estaba Alba. Dónde había estado escondida todo este tiempo. Lejos de la fiesta y apartada de la vista, pero al alcance de todos.


Fin capítulo XLV
Ella quería más esa polla que al propio Dani…estoy convencido que ella quiere hacerlo antes de irse …..
 
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