La cena del Idiota

Al final resulta que No la tiene tan pequeña y solo lo hacen para humillarlo.
Cristina le ha abierto los ojos y le ha hecho ver que el Valencia mucho y que no se debe dejar humillar.
La que tiene más que perder es Alba.
 
Al final resulta que No la tiene tan pequeña y solo lo hacen para humillarlo.
Cristina le ha abierto los ojos y le ha hecho ver que el Valencia mucho y que no se debe dejar humillar.
La que tiene más que perder es Alba.
Según entiendo, ya todos se han visto la picha, y sigue con su complejo. Quizás no la tiene pequeña, pero si es la más pequeña del grupo parece.
 

Cristian​



Subió despacio cada uno de los escalones hasta su cuarto. Simplemente lo hacía para comprobar que todo estaba bien. Aunque, a lo mejor era porque no podía dejar de ser un novio desconfiado. En cualquier caso, su adicción a torturarse con ella le tenía tan enganchado como un yonki a su droga.

Se plantó frente a la puerta del ático y pegó la oreja. Dentro se oían voces. Pudo distinguir la de Cristian por encima de la de Alba, pero solo como un susurro.

O un gemido.

Prestó atención y el gemido se repitió. Después otro más y otro en una cadencia dolorosa. Y la imagen del imberbe penetrándola se formó en su imaginación. Metiendo su pollón en el coño de ella. Su coño negro y húmedo como lo había visto en la piscina.

“Que sepas que todavía tengo ganas”, había dicho antes de subir hacia la habitación del ático.

Sin ser consciente, puso la mano en el pomo y lo giró. Empujó la puerta con una lentitud pasmosa hasta conseguir abrir una rendija por la que poder mirar. Lo primero que recibió de dentro, fue luz; tenue pero diáfana. Una cama de matrimonio ocupaba casi toda la estancia. Alba, en camiseta, estaba sentada en ella, con las piernas cruzadas como los indios. Llevaba el bikini por debajo por lo que sus piernas lucían desnudas. Cristian, en bañador, hacía abdominales en el suelo. Se levantó con el pecho brillante por el sudor.

—¿Lo ves? sin doblar la espalda.

Alba observaba divertida sus clases de calistenia improvisada.

—Ya me has convencido. Ahora a dormir, que con el pedal que llevo, voy a caer muerta en cero coma dos. Me quedo este lado de la cama.

Se apeó y comenzó a destapar la sobrecama de la almohada.

Dani soltó el aire. «Novio celoso —se dijo—. Vuelve a tu cuarto y deja de comerte la cabeza. Aquí no va a pasar nada».

—¿Dormir? ¿Pero qué dices? Hemos ganado el premio.

A ella se le congestionó el semblante. —¡No voy a follar contigo!—. Había saltado como un resorte.

—Ey, no te enfades —bromeó—. Te prometo que seré gentil.

Lo miró entre la diversión y el asco. —¿Pero qué dices, niñato? ¿Tú a mí? Anda, cállate y tómate el chupete—. Se volvió de espaldas. —Y apaga la luz que tengo sueño.

El calor de la noche no invitaba a meterse bajo las mantas. Alba se tendió por encima de la sobrecama. El perfil de su figura esbelta se recortaba a lo largo de todo su cuerpo, desde los hombros hasta sus pies desnudos. Unas curvas que no eran ajenas para Dani y, mucho menos, para Cristian que se quedó observando sus caderas.

—Venga, tía, ahora que por fin tienes carta blanca.

—Prfff, ¿Contigo? Antes muerta.

—Pues bien que me pediste para follar la otra noche en tu habitación.

—Estaba muy pedo. Y fue para hacerle una broma a Dani.

—Vaya mierda de broma si luego vas y le cuentas la verdad.

—No se lo conté todo, se lo prometí a Cristi y lo cumplí. Lamento que al final su padre se enterara.

Cristian se sentó en el borde de la cama.

—Se lo terminó contando ella. Dijo que estaba arrepentida y que ya lo había decepcionado bastante. Su padre no le habló en todo el día.

—Pues sí lo hubiera sabido, se lo habría contado yo también a mi novio. Se cogió un cabreo de tres pares —bufó.

Dani se dio cuenta de que empezaba a soltar el aire que llevaba tiempo aguantando. Si no había oído mal, fue Cristina a quien finalmente se folló su novio. Y ella no quería que nadie se enterara. Ahora entendía el mutismo de Alba.

Cristian apoyó la espalda en el cabecero y estiró las piernas a lo largo de la cama. Después, puso las manos detrás de la cabeza. Los músculos de los abdominales se le notaban bastante en esa posición.

—Estuvo bien. Es de lo más guarro que he hecho —dijo orgulloso.

—Estuvo de pena. Casi me cuesta la relación.

—Venga ya. Con lo bien que te lo pasaste.

—Fue un canteo, joder. Vosotros ahí dale que te pego y el pobre Dani emparanoiado creyendo que yo estaba… —Se llevó dos dedos a la sien—. ¿En qué estaría pensando?

—¡Ja! En Cris y yo follando en bolas, haciendo que tu novio se creyese un cornudo. ¿En qué si no?

—Dios, Cris, pobrecita. Cómo me arrepiento de haber sido tan pesada con la mierda de la broma.

—Bah, si se lo pasó de puta madre. No veas lo que disfrutó con tu novio ahí delante. Estaba que chorreaba cuando se la metí. —Se lo dijo en voz baja mientras se acercaba por detrás.

—Ay, pero qué guarro eres. Cállate, qué asco.

Cristian se pegó a ella, a centímetros de hacer la cucharita. Puso la mano sobre la cintura y susurró tras su nuca.

—Asco, sí. Pero menuda miradita nos echaste antes de salir, ¿eh? guapita.

—¿Pero qué dices, bobo? Y quita esa manita.

—¿Qué manita? ¿ésta?

Alba soltó una risotada cuando Cristian clavó con maestría sus dedos en su costado provocando unas cosquillas. Ella se revolvió y se giró boca arriba defendiéndose como una gata panza arriba, pero él aprovechó para cosquillear con ambas manos.

—Para. Ja, ja, ja, ¡para, joder!

Pero Cristian continuaba atacando mientras ella trataba inútilmente de apartarlo. Ahogándose por la risa de unas cosquillas que la anulaban por completo. Él se colocó sobre ella que no paraba de convulsionar hasta que soltó un grito. Dani volvía a estar con los nervios a flor de piel, viéndolo sobre ella, asaltándola.

—Que te quites. Joder ya. —Le dio un empujón, sacándoselo de encima, y se levantó de la cama, enfadada—. Y las manitas tan largas las guardas para tu novia.

—¡Qué! Solo son cosquillas.

—Sí, y lo que no son cosquillas también, listo. Que eres muy listo tú.

Cristian se rió como si hubiera hecho la mayor de las gracias. Alba lo miraba enfadada con los brazos cruzados. Él se sentó sobre sus talones, implorando perdón con las manos juntas.

—Perdoona. No ha sido con mala intención. Se me habrá ido la mano. A ver, estábamos jugando.

«Vete ya», se decía Dani. Pero ella seguía en la misma pose irritada. Tamborileaba con los dedos sobre su brazo, contemplándolo como al niño rebelde que alborota la clase.

—A mí no me vengas con chorradas, que te cruzo la cara. Esto no es lo que hemos hablado.

—¿Y qué quieres? Si es que tengo las hormonas a tope, joder —se justificó él—. Además, con esas tetas que tienes…

—Ya está, decidido. Me voy a mi cuarto.

Rodeó la cama y se colocó las chancletas en cada pie. «Por fin», pensó Dani. Estuvo a punto de salir de allí, saltando como un gamo las escaleras hacia su cuarto. Pero Cristian se levantó de un salto interponiéndose entre ella y la puerta.

—Vaaale, venga. Me he pasado. Lo siento. —Levantaba las palmas de sus manos hacia adelante formando un muro imaginario, intentando que se detuviera. Alba esperó con el mismo rictus a que se apartase—. Vengaaa, tíaaa. Vuelve a la cama. Que solo era una broma. Prometo no pasarme.

Se lo quedó mirando con el ceño fruncido y respirando por la nariz de manera agitada.

—Ni una más, ¿eh?, o te juro que me doy el piro y aquí te quedas. Que no sé ni por qué he subido. —Volvió tras sus pasos y puso el culo en el borde de la cama, sin dejar de mirar a Cristian que ahora se encontraba por el otro lado—. A mí me respetas y, de paso, también a tu novia.

—Estoy cachondo, entiéndelo. Había ganado yo y pensaba que el premio era follar con la tía más buena del país. Y resulta que luego vas y me dices que nanai.

Alba sonrió con malicia.

—Bueno, la segunda más buena estará esperándote con los brazos abiertos. Podrías bajar a hablar con ella.

—¿Con esa loca? ¿Después de cómo se ha puesto? Paso, prefiero dormir aquí contigo. —Se tiró en su lado de la cama haciendo que Alba botara en su lado del colchón.

—Yo creo que te consiente demasiado. No deberías hablar así.

Cristian movió la cabeza a un lado.

—Tenemos una relación abierta. Ella me deja hacer este tipo de cosas. ¿Tu novio a ti no?

Dani se permitió una sonrisa. «Mañana te vas a llevar una sorpresa, cabrón».

—Yo creo que lo hace porque está enamorada —Se tumbó boca arriba con las manos en el vientre.

—Enamoradísima, por eso no le quita ojo a tu novio. No creas que no me entero de esas cosas. —Alba lo miró extrañada—. En la piscina, no dejaba de mirarlo. Y no me digas que no te has dado cuenta porque te he visto que te ha cabreado.

—Eso no ha sido así. Dani y yo habíamos discutido porque, por su culpa, he terminado participando en el puto juego.

—Venga ya, si a ti te va este rollo. No dejáis de organizar movidas de éstas tus amigos y tú. Llevabas toda la tarde cachonda y te has puesto a cien cuando ha salido lo del juego.

—¿Pero qué ladras, chaval?

—Todos hemos visto cómo tenías los pezones cuando te has quitado el bikini. Se podían exprimir limones.

Se puso un poco colorada. —Eso era… por mi novio. Movidas nuestras.

—Y una mierda. —Se incorporó y se apoyó en un codo, encarándose a ella—. Estabas así desde que nos has pillado a Cristi y a mí en tu cuarto. Reconócelo.

—¿Qué? ¿Pero qué? Anda, calla.

—Mucho mostrar sorpresa, y mucho “perdonad chicos”, pero has tardado un huevo en cerrar la puerta, como la otra vez, cuando lo de la broma de tu novio. Y los dos sabemos a dónde se te iban los ojos.

Alba puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Lo que tú digas.

—Sí, hazte la loca, pero bien que te ha gustado verla en directo en la piscina —insistió él. Ella mantuvo la misma expresión—. Más que un concurso de pajas, era un concurso de pollas. —A Alba le asomó una sonrisa por la comisura y Cristian se dio cuenta—. Más de una ha flipado con el par de trompas de elefante que hemos quedado al final.

Ella intentaba no reír, pero se le terminó escapando una carcajada. —Parecíais un par de búfalos resoplando. Con las pollas como estacas y la cara colorada—. Cristian se rió con ella, compartiendo la confidencia.

—Es que, ninguno queríamos perder, siendo el premio el que era. —Alba sonrió coqueta como si le hubiera halagado el comentario—. Y seguro que vosotras también tendríais vuestra favorita. —Hizo una pausa—. De pollas, me refiero. —Alba le miró con un brillo en los ojos, pero no contestó—. La mía era la más bonita. Reconócelo.

—No está mal —concedió, juguetona—, pero… me quedo con la otra.

—¿Ah, sí? ¿O sea que con Aníbal sí hubieras follado?

—He dicho que su polla me gusta más que la tuya, no que me lo fuera a tirar.

—¿Y por qué no?

—Pues porque no. Porque paso de liarme con nadie por un estúpido juego, porque no me apetece y porque tengo novio.

Alba se giró hacia su lado y golpeó la almohada, ahuecándola antes de apoyar la cabeza con fuerza.

«Gracias por ser la tercera de las excusas», pensó Dani, inquieto. Cristian se estaba mostrando demasiado embaucador.

—Y ahora me enseñas el culo. Uff, es que me pongo malo.

Alba, con los ojos cerrados y una mano bajo la almohada, sonrió.

—Duérmete, Cristian.

—Si es que no puedo, no me dejas. —Se acercó a ella y posó con suavidad una mano sobre su cadera. Después, deslizó la punta de los dedos a lo largo de su pierna—. Qué piel tan suave. ¿Qué haces para tenerla así?

—Crema depilatoria —respondió somnolienta—. ¿Y qué hemos dicho de esa manita?

—Pues me encanta esa crema depilatoria. —Se pegó más a ella—. ¿Y la echas por todo el cuerpo?

Alba volvió a sonreír al captar segundas intenciones.

—Ya sabes que no.

—Sí, es verdad. Lo tienes negro, negro. —Acercó sus labios al oído de Alba—. Me pone —susurró—. Y a ti, ¿te pone cómo lo tengo yo?

—Me estás respirando en la oreja.

Él ya estaba plegado tras ella. Haciendo la cucharita en toda la longitud de su cuerpo. Los dos casi hacían uno. No apartó los labios de su oído.

—Claro que te pone. Disfrutas viéndola y notándola cerca, muy cerca. —Apretó la cadera hacia adelante, encajando el paquete entre los glúteos, haciendo que ella notara el calor de su polla.

—No, Cristian, no me pone nada. —El tono ya no era somnoliento—. Y sácame eso de ahí. No me gusta.

—¿En serio? Pues tus pezones transparentan a través de la camiseta. Están como piedras.

—Por el frio, idiota, tengo mojado el bañador. —Había reaccionado rápidamente tirando de la camiseta, ahuecándola por delante.

—Aquí no hace frío. Estamos sudando.

—Pues será del calor. A ti se te está transparentando la polla en el bañador ese de marica que llevas —resopló consolada.

—Es de nadador. ¿Lo quieres ver de cerca?

—Paso.

—Para que te pongas más cachonda.

—No me he puesto cachonda por ti, so creído. —Se giró boca arriba encarándose a él. Cristian quedó con medio cuerpo sobre ella. La mano que tenía en su cadera, se había colado por dentro de la camiseta alojándose en su vientre.

Se quedaron en esa posición, midiéndose. Ella con un brillo en los ojos que, a cualquiera que la conociera, le haría temer algo malo. Él, con media sonrisa del que sabe algo que el otro desconoce. Dani, a punto de entrar a partirle la cara.

—Yo creo que sí querías follar. Lo que te pasa es que, cuando le has visto las orejas al lobo, has reculado. Te has rajado por el qué dirán, no por tu Dani.

Ella había detenido el avance de su mano bajo la camiseta, poniendo la suya por encima, justo en el nacimiento de su teta. No sonreía, no respiraba tranquila y su mentón se apretaba marcando los músculos de la mandíbula.

—Date una ducha fría, anda. Antes de que pierda los nervios.

Cristian vio el peligro, pero, llegado a ese punto, se resistía a retroceder.

—¿Y qué me darás a cambio?

Alba puso los ojos en blanco.

—Apártate, Cristian. Te lo digo en serio.

«Apártate ya, Cristian. Te lo dice en serio». Mandíbula apretada.

—Un masaje. Relajante. Para poder dormir como un bebe. Y me quito.

Alba volvió a resoplar.

—Ay, de verdad. No me apetece. Quítate, anda, que me das calor.

—Cuando me pediste un favor, yo te lo hice. Y ahora que te lo pido yo…

Alba saltó como un muelle. —Y te lo pagué, tal y como te prometí. Me hiciste desfilar delante de tus amigos en tetas. Joder, qué vergüenza pasé delante de aquellos salidos. Y con la braga del bikini toda movida. Que se me veía hasta… yo qué sé.

—Venga, tía. Me has dejado sin premio gordo y eso después de ganarme un cabreo de Cris. Y con la ilusión que tenía contigo. Concédeme esto por lo menos, ¿no? —Pero Alba seguía sin claudicar—. Venga, vaa. Un masajito de espalda ¿Qué te cuesta?

Para sorpresa de Dani, Alba comenzó a pensárselo. Movió el mentón a un lado, cavilando.

—¿Y me dejarás dormir?

—Te lo prometo. —Sonrisa roedora—. Palabrita de niño Jesús.

Alba movió la cabeza a un lado y a otro.

—Bueno, por la bronca que te ha costado con Cris. Pero luego a dormir, ¿eh?

Cristian no podía estar más contento. Dani, no podía estar más frustrado. Con las ganas que tenía de que ese tonteo finalizara de una vez.

—Me doy una ducha rápida.

Bajó de la cama de un salto y se metió en el cuarto de baño de la habitación. Ella, nada más verlo desaparecer, se incorporó y se sentó sobre sus talones. Se palpó el bikini, notando la humedad que traspasaba por fuera de la camiseta, y miró hacia los lados buscando algo que pudiera ponerse en sustitución. Aparte de unos calzoncillos de Cristian, no había nada que le sirviera.

Dani sopesó la idea de entrar y hablar con ella, pero para qué. Ya habían quedado en que pasaría la noche aquí. Seguramente lo único que conseguiría sería que ella se obcecara más. Lo mejor sería que se fuera e intentara dormir.

Cristian tardó un rato en salir. Llevaba anudada una toalla a la cintura. Se sentó en su lado de la cama y se estiró boca abajo. Sostenía un bote en la mano que le ofrecía a Alba hacia atrás.

—Leche de almendras —dijo él—. Me hidrata la piel y la deja suave. Si no, ¿de qué iba yo a tener esta dermis tan tersa?

Ella se carcajeó y se hizo con el bote. Eso hizo que se relajara. A Dani, en cambio, no le hizo maldita la gracia. Cristian se estaba mostrando como un embaucador y estaba consiguiendo que ella dejara de ponerse a la defensiva cuando lo que tenía que hacer era detestarlo.

—Ouuuumm, tía, tienes unas manos de la hostia —dijo Cristian al notar el tacto de sus dedos—. Si me hubieras hecho tú la paja en la piscina, me hubiese corrido el primero.

—De eso puedes estar seguro —se carcajeó.

Se había subido a horcajadas sobre su trasero y lo frotaba desde el nacimiento del culo hasta los hombros. Desde su posición, Dani veía la sonrisa lobuna de aquel crápula.

—Cuando me dijiste el otro día que querías que follara delante de tu novio, pensaba que iba a ser contigo. —Se quedó en silencio, esperando que Alba dijera algo, pero ella se limitó a seguir masajeando. Giró la cabeza hacia atrás hasta conectar con sus ojos—. Hubiera estado bien. Tú y yo follando delante de tu novio, haciéndole un cornudo de verdad.

—Hubiera estado bien para ti.

—Y para ti, reconócelo. No me digas que no te pone follar con otro a espaldas de tu novio.

Volvió a quedarse en silencio. Dando pasadas largas sobre la espalda de Cristian, cada vez más lentas. —Tiene su morbo—. Concedió por fin.

—Claro que lo tiene. Te puso a cien tenerlo atado; sabiendo que no se iba a mover de allí. —Alba lo escuchaba, masajeando con cadencia mecánica—. Mientras tú estabas corneándolo con Andrés.

—Eres muy bobo —se rió—. Solo estuvimos hablando.

—Ya, claro, solo hablando, con Andrés el Polla Larga. Y yo me lo creo.

—Cree lo que te dé la gana. Es un buen tío y me gusta estar con él. —Clavó los nudillos en un costado y los deslizó hacia arriba. Cristian hizo una mueca muda provocada por el dolor—. Te jodes —bromeó ella.

Pero no impidió que volviera a la carga.

—¿Es cierto que tiene un tatuaje por debajo de la polla que solo se le ve cuando se empalma?

—No lo sé. Dímelo tú que sales con su hija. A lo mejor le has visto alguna mañana que se haya levantado tontorrón.

—¿Te imaginas? Tú follando con Andrés y yo tirándome a su hija delante de tu novio.

—No, no me imagino, y no me gusta.

—Pues a tu novio sí. —Giró la cabeza hacia atrás, todo lo que su cuello le permitía hasta conseguir encararla de nuevo—. La noche de la broma, cuando lo encapuchaste, estaba empalmadísimo mientras follábamos delante de él.

—No creo. —Volvió a clavar los nudillos provocando una nueva mueca de dolor en él y una sonrisa en ella. Después, volvió a las andadas.

—Es verdad. No veas cómo se le notaba la polla bien dura a través del calzoncillo. Y más gorda cuanto más gemía Cris.

Dani recordó aquella mano furtiva que lo estuvo pajeando y por la que tuvo que hacer enormes esfuerzos para no correrse pese a lo dramático de la situación. Supo que Cristian no vio lo que su novia hizo bajo su bóxer.

Paró su masaje y se mantuvo con la espalda recta. Había dejado de sonreír. Dani supo que en su mente se acababa de formar la imagen de su polla tiesa que palpó cuando volvió con él.

—Tu novio es de esos que les gusta mirar. Un cornudo consentido. Disfruta viendo a su novia empalada por una polla como la mía.

Alba seguía en la misma posición. Cavilando en su mente febril. Atando los cabos que Cristian le tendía de manera sibilina.

—Y a ti te gusta follar a sus espaldas —insistía él—. Así que, blanco y en botella. Ocasión como ésta no vas a tener nunca. —Volvió a girar la cabeza hacia atrás hasta conectar visualmente—. Con un yogurín como yo.

El último comentario arrancó una sonrisa en ella. —Te equivocas. No disfruto en absoluto follando a espaldas de mi novio—. Empujó la cara de Cristian, volteándola hacia la almohada. —Y menos a yogurines.

—Pues dicen que ayer en el albergue os estuvisteis rifando un polvo entre vosotros. Y tu novio no estaba delante.

Alba, que había retomado el masaje, se volvió a quedar de piedra, con la espalda rígida. Dani sintió una descarga estomacal.

—¿Qué coño sabes tú de eso?

—Se oyen cosas.

—En primer lugar, lo que pasó en el albergue, no es de tu incumbencia. —Cristian levantó la cara de la almohada sonriendo y se giró para encararla. Ella volvió a empujarlo a su posición inicial de un manotazo—. Y en segundo lugar, si se hubiera rifado un polvo, tú serías el último en saberlo. —Acto seguido, lo descabalgó, quedando sentada sobre sus talones—. Bueno, masaje terminado. ¿Contento?

Cristian se giró, quedando tumbado bocarriba con las manos detrás de la nuca. El bulto bajo su toalla era más que evidente. Una empalmada de campeonato elevaba la toalla en esa zona.

—Contentísimo.

—¿Qué? ¿Pero qué? —Se llevó la mano a la boca disimulando una mueca entre el disgusto y la risa.

—Ya ves cómo me pones solo por un masaje. Así que imagínate lo triste que estoy por dejarme a dos velas.

—Eres lo peor. —Seguía intentando contener su mueca—. Pero ahora a dormir.

—¿Pero qué dices, tía? ¿Me vas a dejar así? ¿No te doy pena?

—Para nada. —Se le escapó una carcajada—. Venga, aparta que tengo sueño.

Cristian ocupaba el centro de la cama, pero lo único que apartó fue la toalla que cubría su erección. Su polla, completamente dura, apareció como una estaca enhiesta. Alba se quedó con la boca abierta. Dani también. Maldijo por dentro y rezó porque ella cumpliera su palabra de largarse. Lo más doloroso era que la polla de aquel imberbe era enorme.

—¿¡Pero de qué vas!?

—De qué vas tú, pava. Mira cómo me has dejado. Harás algo con esto, ¿no?

A Alba le cortocircuitaron los cables. Levantó las manos pidiendo calma y retrocedió como si le pegara la peste.

—A ver, chaval, que te estás columpiando. Hemos hecho un trato y ya te estás pasando.

—Pero mírame. Esto es por tu culpa. Ibas a darme un masaje relajante, pero lo has hecho superguarro. Lo suyo es que te encargues de bajarlo.

—Ni de coña —se rió—. Te la meneas tú solito mañana en el baño. —Había cruzado los brazos y movía la cabeza negando.

Dani, desde su escondrijo, blasfemaba por dentro. «Niñato cabrón». Apretó los puños con fuerza. Si no entraba a cogerle del cuello era porque el mayor perjudicado sería él.

—Sí, hombre, Mañana —rezongó—. Venga, mujer. Me he quedado a las puertas de correrme en la piscina. Tengo los huevos a tope. Si ahora no descargo, me van a reventar.

Relajó el rictus y, sin dejar de cruzar los brazos, mostró media sonrisa maliciosa.

—Mira qué preocupada estoy.

—Joder, pava.

—He dicho que no.

—Pero mírame. Si me voy a correr enseguida. Y no te cuesta nada. —Alba apartó la mirada, desentendiéndose, pero Cristian siguió insistiendo—. He ganado el juego, Iba a follar contigo y resulta que ahora me voy a tirar toda la noche con dolor de pelotas por ti. Por tu culpa. Por no querer follar. ¿Y no me haces una triste paja?

Por la cara que tenía Alba, parecía que comprendía lo que estaba diciendo. Desde su punto de vista, no le faltaba razón. Echó una leve miradita a su polla, dura como una piedra. Después, cerró los ojos y negó levemente con la cabeza.

—Si ya no es por mí. Es por mi novio. Sería un canteo. Está ahí abajo, en nuestro cuarto. No le puedo hacer eso.

—Joder, no es justo. Habérmelo dicho antes de discutir con Cris. Hemos tenido un pollo de la hostia para nada. No es muy ético lo tuyo. ¿Sabes?

Alba agachó la cabeza y movió el mentón a un lado. Señal de que lo sentía por el chaval o se lo estaba pensando. Se quedaron unos segundos en silencio en el que a Dani se le paró el corazón a la espera de lo que hiciera ella. «Recuerda el trato. Ya tenías que haberte pirado de aquí. Ese cabrón hace rato que ha cruzado la línea que hemos hablado». Como la viera elevar la mano, iba a entrar y parar aquello a guantazos. Alba, sin levantar los ojos, movió la cabeza negativamente. —Lo siento.

—Pues entonces, me la hago yo. Con esto así, no puedo dormir. Y menos a tu lado.

Por instinto, Alba dirigió la mirada al baño. Cristian arrugó la frente.

—No, tía, me la hago aquí, delante de ti. Al menos, me debes eso.

Ella fue a abrir la boca, pero la terminó cerrando y asintiendo con la cabeza. —Vale, pero acaba pronto, que esto ya está yendo demasiado lejos.

—Bua, ya verás. Con lo que me pones, no voy a durar ni cero coma dos.

Sufrió el amargor de ver a su novia claudicar. Ese crápula había conseguido meneársela delante de ella.

—Me da mogollón de morbo, ¿sabes? Que me mires. Como cuando nos has pillado hoy en tu cuarto. —Empezó a sobarse la polla, de arriba a abajo, en toda su longitud—. Porque bien que me mirabas.

—No te miraba a ti, so creído.

—A mí, a mi polla… —Se masajeaba el capullo.

Alba se puso tensa, con la espalda recta.

—Venga, reconócelo. Todos te hemos visto en la piscina. Tenías el coño chorreando. Y no me vayas a decir que era por el alcohol.

—Dios, qué desagradable eres —Había puesto una mueca de asco que le arrugaba la cara—. Y no estaba excitada, idiota

Cristian levantó una ceja, incrédulo y enseñó una sonrisa maliciosa. Dani, desde su escondrijo, recordó haber visto sus pezones como piedras y su coño húmedo. Nadie en aquella piscina había podido dejar de mirarlo.

—Era por mi novio —reconoció como una niña.

Seguía pajeándose con la misma expresión de autosuficiencia.

—Ya, claro. Por tu novio.

—Pues sí, listo. —Había cruzado los brazos y levantado el mentón.

Cristian amplió la sonrisa, lo que la enfadó aún más. Se lo quedó mirando a los ojos, manteniendo un pulso por la veracidad de sus palabras. Algo después, terminó dejando caer los hombros.

—Me pone cuando está, digamos… a mi merced—. Bajó la mirada a la polla del adolescente por primera vez. —A él no le gusta estar desnudo delante de la gente y yo había provocado que las chicas le arrancaran el bañador. —Se le aceleró la respiración—. Me excita ver su cara en ese momento.

Dani recordaba el brillo de su mirada. Había dudado de si había sido de excitación sexual o de sadismo.

—En ese momento lo quiero más que nunca y lo deseo como no te puedes imaginar. Me dan ganas de achucharlo. —Cogió aire y lo soltó lentamente—. Y de follármelo allí mismo. Delante de todos.

Se le volvían a notar los pezones contra la camiseta. Volvía a estar excitada. Y Cristian estaba delante. Clavó la vista en su verga y se mordió el labio inferior.

—Uff, joder. Cómo me pone que me mires la polla. Venga, cógemela.

Alba sonrió con picardía, pero no se movió. Cristian aceleró la paja.

—Sabes que deberías hacérmela. —Misma respuesta de ella—. Eres mala, ¿sabes? Me haces sufrir, como a tu novio. Enséñame al menos las tetas. Eso sí puedes. —Esta vez ella se quedó pensando. Hizo un amago de palparse el pecho con ambas manos, pero la volvió a bajar. Cristian chasqueó la lengua.

—Ya te las tengo vistas, y así me ayudarás a que acabe antes. Venga, solo las tetas.

«Que te jodan», masculló Dani. Pero ella se lo volvió a pensar. Su sonrisa perenne podía significar cualquier cosa. Al final, cruzó los brazos y se llevó las manos a la cintura. —Solo porque tengo el bikini húmedo y así se secará antes. Confórmate con esto.

Se sacó la camiseta por la cabeza y se la lanzó a la cara, quedándose en bikini, lo que le hacía un canalillo tremendo. Él la cogió con la mano libre y se la llevó a la nariz. Dani cerró los ojos, conteniendo un lamento. Ella no se daba cuenta, pero cada vez estaba un pasito más cerca de ceder por completo ante ese crápula.

—Uff, qué bien huele. A hembra —dijo Cristian.

Alba se carcajeó. —Pero qué bobo eres—. Juntó los brazos haciendo que las tetas se apretujaban entre ellas. Después, se las cogió con ambas manos, una cada una y las movió de manera obscena.

—Vamos, acaba ya. —Apretaba una cada vez, exprimiéndolas ligeramente.

La visión hizo que acelerara la paja. Tensó el cuello y abrió ligeramente la boca. —Cómo me ponen las tetonas, pero sobre todo, las que las tienen tan bien formadas como tú—. Abrió más las piernas, dejando los huevos bien expuestos. Para Alba, no pasaron desapercibidos. Se movían al compás de la mano. —Quítate la parte de arriba— pidió él.

Alba sonrió de nuevo, pero como única concesión, continuó sobándose ligeramente. Cristian comenzaba a mostrar la frente perlada de sudor.

—Si ya te las he visto mil veces. Venga, no seas cabrona. Sácatelo. Quiero ver tus pezones oscuros otra vez. Si los vuelvo a ver duros, me corro aquí mismo.

—Pues te vas a quedar con las ganas, niño-polla, porque ni están duros, ni te los voy a enseñar. Así que vete terminando. —Se reía coqueta.

—Quítatelo, joder. Me lo debes. —Estaba colorado, con sus piernas completamente abiertas. Sus pies colgaban por cada lado de la cama y su mano subía y bajaba como un percutor, machacando su polla a punto de reventar. Alba no dejaba de mirarla y de mirarlo a él. Cristian no parecía relajarse.

—Si Cris y tu novio hubieran ganado, ahora estarían follando, te lo aseguro. —Alba levantó una ceja y sonrió de medio lado. Cristian le devolvió la sonrisa, pero la suya era la de alguien que sabe algo que el otro no conoce—. ¿Crees que me lo invento? ¿Que voy de farol? —Se pasó la lengua por los labios resecos—. ¿Sabes por qué estábamos follando en vuestra cama en lugar de subir aquí, a la nuestra? —El semblante de Alba cambió ligeramente, como si ya se hubiera hecho esa pregunta antes—. Cristi se empeña en hacerlo ahí por Dani. Fantasea con él, con follárselo.

La cara de ella se quebró un instante, antes de reponerse de nuevo, lo justo para recordar la noche de los chupitos en casa de Andrés y la atención que ésta le prestaba a su novio. Sonrió como si no le creyese.

—Yo consiento porque también fantaseo contigo —insistía—. Así que los dos hacemos como que no sabemos lo que piensa el otro, pero en realidad, ambos jugamos a lo mismo. Follamos con vosotros.

Alba se pasó un mechón por detrás de la oreja y movió el mentón. La idea del intercambio estaba removiendo algo por dentro. Cristian seguía con su paja.

—Yo imagino que es tu coño el que follo. Y tus labios, y tu lengua la que tengo en mi boca. Y sé que ella hace lo mismo porque la he pillado susurrando el nombre de tu novio más de una vez.

El pecho de Alba subía y bajaba y Dani se preguntó si se lo estaría creyendo. Era él, era ese malnacido el que se empeñaba en llevarla a su cama, se lo había dicho Cris. Y ahora confirmaba lo que ya sabía. Que fantaseaba con ella, con follársela desde el primer día. «¿A qué esperas para largarte de ahí?».

—Y mientras yo le meto mi polla una y otra vez, ella imagina que es tu novio quien se la folla. Poniéndote los cuernos con él. Joder, tía. ¿No te das cuenta de que Cris no perdería la oportunidad de follárselo si pudiera?

Alba seguía mirándolo con ese brillo en los ojos que Dani conocía tan bien. Sus pezones seguían abultados bajo el bikini. Su mirada iba de su polla a su cara y, otra vez de vuelta a su polla, cada vez más húmeda.

—¿Te cuento una cosa de la noche que estuvisteis en casa de su padre bebiendo chupitos? Es sobre Cris y tu novio; y no te va a gustar, te lo advierto. —El ritmo de la paja era frenético. Su frente estaba empapada de sudor. Se mordía el labio inferior y no dejaba de mirar sus tetas—. Pero me las tienes que enseñar.

Dani acababa de quedar paralizado. «Cris le había confesado la mamada». Si ahora él se lo contaba a Alba, estaría acabado. Ella no se lo perdonaría. Máxime, cuando le había mentido descaradamente, diciéndole que esa noche solo se había pajeado en su cara. Se llevó la mano a la frente. «Se acabó. Es la segunda vez que se entera de que te hacen una mamada a sus espaldas, y de que le mientes mirándole a los ojos».

Alba, con la lentitud justa para pensarse su propuesta, tomó la prenda por la parte inferior de cada copa y tiró de ella, pero en lugar de quitársela, la ajustó, comprobando que estuviera perfectamente colocada. Repasó también las tiras superiores en un amago continuo que sacó de quicio a Cristian.

—Enséñamelas de una puta vez, joder. Y deja de zorrear conmigo.

Quizás Cristian se arrepintiera más tarde, pero en ese momento, la poca sangre que regaba su cerebro había terminado por colapsarlo. Alba serenó el semblante por completo. Cesó su coqueteo y se tapó con las manos como si acabara de descubrir que estuviera desnuda.

—Vale, se acabó. Ya has tenido bastante. —Se hizo con la camiseta para colocársela de nuevo—. Que te estás poniendo muy tonto.

Cristian, con la polla a punto de estallar, estaba completamente fuera de sí.

—No es justo, mierda. Al puto Andrés le pajeaste hasta vaciarle los huevos. —Se había incorporado ligeramente sin ralentizar su paja—. Y a mí, que teníamos que estar follando, no me dejas verte ni las tetas, puta zorra.

—¿Qué coño has dicho, niñato? —La cara de Alba se había congelado y en su frente empezaron a aparecer arrugas que antes no estaban.

—Lo que oyes. Que con otros eres bien puta, pero a mí, que me debes un polvo, no me enseñas ni las tetas.

—¿Qué sabrás tú lo que hago o dejo de hacer? —Había tardado bastante en responder.

—Lo que me cuenta Cris, qué voy a saber. Le estuviste sobando la polla a su viejo mientras él te pajeaba el coño la noche que encapuchaste a tu novio.

Alba se quedó con la boca abierta, pero no lo desmintió. A Dani, que lo estaba oyendo, también se le cayó la mandíbula. Cristian ralentizó su paja hasta convertirla en un suave sobeteo. Se incorporó en la cama y se pasó la lengua por los labios.

—Ya ves, guapita. Cris me lo cuenta todo. Lo hace porque es mi novia —sonrió ladino—. ¿Tú no le cuentas todo a tu novio?

Alba se puso tensa, pero, de nuevo, tampoco tuvo respuesta. Dani sintió su silencio.

—Ya veo —continuó él—. Mucho hablar de cuánto te pone y lo enamorada que estás, pero, a la hora de la verdad, le dejas atado a la cama mientras corres a buscar la polla de otro. Para pajearos juntos.

—No me pajeé con él, imbécil —respondió, por fin.

—Sí lo hiciste. Le pajeaste y él te pajeó a ti.

—Eso no fue así. —Le temblaba algo la voz—. Estuvimos hablando y le pedí que me la enseñara. Es cierto que se la toqué, pero no le hice una paja.

—Claro, claro, por tu novio, ¿no? Por respeto y eso. Luego le dejaste que te tocara el coño, pero solo un poco. Por respeto también. —La mano seguía moviéndose despacio, pero su polla no disminuía un ápice—. Y tu novio ¿qué dice?

Dani, tras la puerta, no daba crédito. Andrés y ella… Cerró los ojos con fuerza e intentó respirar con calma. El día había empezado mal y cada vez se ponía peor. La necesidad de saber más, le mantuvo pegado a aquella rendija. Cristian continuaba a la carga.

—No lo sabe, vaya. —La miraba fijamente. Él, con cara de enfado; ella, intentando no perder la compostura—. Me pregunto cómo se lo tomará cuando se lo cuente.

—No le vas a contar nada. —Silabeó cada palabra. Sus ojos echaban chispas—. Y vas a cerrar esa bocaza para que esto no salga de aquí.

Sin perder su porte ofensivo y, con las piernas aún completamente abiertas, dejó de masturbarse y colocó las manos a cada lado de su cuerpo. La polla seguía erecta como un mástil. Parecía que fuera lo único que se interpusiera entre los dos.

—Pues habrá que hacer algo para que siga sin enterarse.

Ella abrió los ojos como platos durante unos segundos antes de ponerlos en blanco como si acabase de masticar caca de gato. Dani no podía estar más cabreado con la chulería de aquel niñato cabrón. «No lo hagas. Ni se te ocurra».

—¿Que yo. Te haga. Una paja. A ti? —Le estaba costando no escupirle en la cara—. ¿A un niñato como tú? ¿Pero cuántos años tienes, chaval?

—Los suficientes, nena. Y ya no quiero una paja. Me haces una buena mamada, que me la merezco. —Acercó su cara y silabeo como ella—. O le cuento todo al cornudo de tu novio.

Sentada sobre sus talones, en medio de las piernas abiertas de Cristian, no dejaba de pasar la mirada de su polla a su cara y de nuevo a ésta. El miembro del adolescente no era como el de Dani. Podría llegar a la campanilla y todavía quedaría parte de polla fuera. Respiraba con profundidad, inflando y desinflando los pulmones. Se llevó tres dedos al puente de la nariz y cerró los ojos.

Dani, sin darse cuenta, estaba apretando con tanta fuerza el pomo que sus nudillos se habían vuelto blancos por la presión. No podía odiar más a aquel maldito niñato. Con el corazón encogido, observaba a su novia que no dejaba de mover el mentón sin apartar la mirada de su polla. No la creía capaz de rebajarse a chupársela. No obstante, contenía el aliento, pegado a aquella rendija. Alba se lo estaba pensando.

Aguantaba inmóvil mientras caían los segundos. Ya no era por celos, sino por saber si ella llegaría tan lejos. Si sería capaz de traicionarlo por mantener a resguardo aquel secreto entre ella y Andrés.

—Tú has visto muchas películas, ¿no? —dijo con el desprecio que solo se le puede hacer a un retrasado mental—. No te la voy a chupar solo para que no le digas que se la he tocado al padre de Cris.

Cristian borró la sonrisa, pero solo un instante. —Pero a lo mejor sí lo haces para que no le cuente que fuiste tú la que tuvo que pagar con un polvo en el juego del albergue. Al parecer, tu novio no sabe nada. Claro, como no le cuentas las cosas…

Alba puso unos ojos como platos. Ahora sí se había asustado de verdad. Tras unos segundos de duda, miró instintivamente hacia la mesilla, donde descansaba su móvil. Cristian adivinó sus pensamientos.

—Tranquila, no he fisgado tu teléfono, no soy de esos. Me lo ha dicho un pajarito.

Ella echaba fuego por los ojos, pero no se movió ni hizo amago de abandonar la habitación. Permaneció en su posición, en silencio. Y con ello quedó patente que, aunque no le tenía miedo, la tenía atrapada.

Dani estaba consternado. Y, de nuevo, la duda: «¿Qué. Cojones. Pasó. En el albergue». Estaba claro que eso de que “Lo que pasa ahí dentro, se queda ahí dentro”, no se aplicaba para todos. Cristian sabía cosas que no debería conocer. Ahora Alba, pagaba las consecuencias.

Su mente febril no dejaba de buscar una salida honrosa que no llegaba, aguantando estoica delante de un Cristian que disfrutaba de lo lindo su estatus de poder. Excitándose con ella y con la inminente posibilidad de tenerla lamiendo entre sus piernas.

—Joder, el morbo que me das —dijo moviendo la cadera una vez arriba y abajo. Haciendo que su polla subiera y bajara como si se la acabara de clavar—. Con el rollo ese que te traes de tía peligrosa. Y con esa cara de mala hostia que se te pone a veces. Uffff, cómo me va a gustar correrme en tu boca.

—Mi prima te va a echar a patadas de esta casa en cuanto se lo cuente.

—Y tu novio se va a ir por la misma puerta que yo cuando se sepa todo. Voy a disfrutar viendo su cara cuando se lo diga. Seguro que no le va a hacer ni puta gracia.

Alba apretó la mandíbula hasta que los músculos de su cuello quedaron tensos como cuerdas de guitarra.

—No te va a gustar ver a mi novio enfadado, te lo aseguro.

—Uy, qué miedo. ¿Me va a pegar?

—Es más listo que eso. —Sonrisa de odio y negación de cabeza—. Ponle a prueba.

Se encogió de hombros. —Merecerá la pena si al final me haces una buena mamada—. No tenía prisa, sabía que era cuestión de tiempo. —He ganado el juego y tenías que follar. Me estoy conformando con mucho menos.

Alba agachó la cabeza y se miró las manos en una señal que se podía interpretar de derrota. Aun así, seguía sin dar el brazo a torcer.

—Tengo una buena polla que no dejas de mirar y tú un coño que todavía no me has dejado ni tocar, a diferencia de otros —sonrió—. En el fondo ardes de ganas, te mueres por follar conmigo. No sé porque te resistes tanto a chupármela.

—Que tengas una polla grande no implica que quiera follar contigo, niño engreído.

—¿Y eso de espiarnos cuando follamos en tu cuarto? ¿Me lo invento yo también? Tanta casualidad que siempre nos pilles.

—Tengo que entrar constantemente. ¿Qué esperas?

—¿A todas horas? Venga ya. Dime si no has fantaseado alguna vez con la imagen de Cris y yo…

—No te voy a responder a eso.

—Sí, mejor. No vaya a ser que tengas que reconocer que follas con tu novio pensando en mí. —Volvió a acercar la cara a la de ella—. Y que a ti también te gusta que te mire, como la noche que saliste completamente en pelotas del baño y dejaste que te viera a base de bien. Sí, recuerdo tus mejillas encendidas cuando se me puso dura. ¿Por qué no quisiste hacértelo allí conmigo?

Dani tenía ese recuerdo vívido en su mente. Habían tenido una de las mejores sesiones de sexo, pero, cuando volvió, lo que quedó fue una de las peores noches de insomnio. Y, de nuevo, por culpa de aquel niñato cabrón que no perdió la oportunidad con Alba en cuanto la tuvo a tiro.

—Se te olvida que tengo novio.

—O sea, que si no tuvieras novio…

—Yo no he dicho eso —cortó tajante—. Y además, no follo con niños.

—Pues esta noche nadie habla de follar. Solo de hacerme una mamada que, reconócelo, estás deseando. Tú verás cómo quieres que acabe esta noche. —Apoyó las manos por detrás de la cabeza, dando opción a Alba a elegir si largarse o ceder.

Alba puso los ojos en blanco, negando en una profunda decepción. Al final, dejó caer los hombros, vencida.

—Te hago la puta paja, pero te juro por Dios que, como le cuentes a Dani algo de esto, te corto las pelotas.

Cristian echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada muda en un ademán de triunfo. —Vale, está bien, me conformo con un pajote, pero tendrás que hacerlo muy bien si quieres que cumpla con mi palabra—. Después, se quedaron mirando. Ella, odiándolo; él, disfrutando de su victoria, a la espera de que comenzara su tarea.

Bufó, pero por fin, dobló la espalda y colocó su mano alrededor de aquel tronco carnoso. Las facciones de Cristian se relajaron al notar el tacto de sus dedos.

Dani, en shock, contempló a su novia sobajarse ante aquel niñato que parecía estar jugando con todos. Consiguiendo una paja reservada solo para él; de su novia; de su Alba. La Alba inalcanzable para hombres mucho mejores que aquel infame del tres al cuarto. Sopesó entrar y pararlo todo. Arrearle en toda la cara hasta perder el conocimiento.

Mala idea.

Discutiría con Alba, gritarían, se caerían las máscaras y se destaparía todo, incluida la mamada de Cristina. Y lo peor era que lo harían delante de Cristian, regalándole una magnífica y bochornosa escena de ruptura. Aquel niñato iba a conseguir que rompieran delante de él.

Y por él.

Y era una victoria que no pensaba regalar. Contó hasta diez. «Es solo una paja —se dijo—. Lo tuyo con Cristina fue mucho peor».

Alba ya lo estaba pajeando con rapidez. Por la punta de la polla, empezaba a asomar cierto líquido blancuzco, apenas una pequeña muestra de espuma de habérsela machacado tanto hasta ahora.

—Joder, lo que tuvo que disfrutar ese viejo cabrón —decía éste sin deja de mirar su mano subiendo y bajando—. Hmmmmm.

—Que no le hice una paja, ya te lo he dicho. Tenía curiosidad por verla completamente dura. Se la acaricié hasta que se empalmó del todo. Punto.

—Mientras él te tocaba el coño, sí. Todo muy lógico. Uffffff, sigue.

—Me lo pidió él. —Alba suspiró—. Era lo uno por lo otro. Le dejaba tocarme durante el tiempo que le tocaba yo. No hubo paja, ni orgasmo ni semen.

—Uff, joder, qué morbazo me da. Sobándoos el uno al otro. ¿Te quitaste las bragas? ¿O te metió mano con ellas puestas?

Alba calló.

—Oye, y lo del tatuaje que tiene por debajo del rabo, ¿es verdad?

—Sí. —Le había costado contestar, como si se avergonzara de conocer ese dato.

—Ooooh, ooooh, ¿Y qué pone?

Alba le miró fijamente sin dejar de pajearlo con rapidez.

—Pregúntaselo a Cris, que te lo cuenta todo.

Cristian se carcajeó y volvió a estirar el cuello notando el placer que le llegaba por todo el cuerpo.

—Sé buena y acaríciame las pelotas, anda. Mmmmmmfff.

—Los huevos, te los tocas tú solito. Te hago una paja y punto.

Se removió, acomodando la cadera para que sus pelotas quedaran más expuestas.

—Si me las acaricias, seguro que me corro antes.

Alba puso cara de hastío, pero para consternación de Dani, avanzó la otra mano hasta hacerse con sus huevos. Seguramente quería acabar aquello cuanto antes.

Seguramente.

Cristian tuvo que morderse los labios soportando la nueva oleada de placer. Al menos, como buena noticia, dejó de hablar.

La mala, era que, aun con el masaje testicular, no terminaba de eyacular de una vez. Alba tuvo que cambiar de mano, y no era la primera vez.

—Joder, Cristian. ¿Te quieres correr ya?

Terminó tumbándose junto a él para tener mejor posición, apoyándose en un codo, pero colocada de manera inversa. Es decir, formando una especie de 69 donde la cadera de ella quedaba junto a los hombros de él y viceversa.

—Si te quitas el bikini —jadeaba—, seguro que me corro antes.

—Ya te he dicho que no. Concéntrate en otra cosa.

—Solo la parte de arriba, para que te vea las tetas. Venga, si te las he visto mil veces. Mmmf, joder, estoy a punto y necesito dosis extra de excitación.

De nuevo sufrió un sobresalto cuando vio que su novia se llevaba las manos hacia atrás y la prenda terminaba cayendo. Debía estar muy impaciente por que se corriera rápido. Apretó las mandíbulas, enfadado. Ya solo quedaba la braga del bikini.

—Ufff, qué bufas. Es que no termino de acostumbrarme.

Un chasquido resonó en la habitación. Cristian puso cara de dolor fingido y movió una mano en el aire. Alba había dejado de pajearlo y le señalaba con un dedo.

—No se tocan. Y la próxima te la suelto en la cara.

—Ay, primita, cómo te pones por nada —dijo en tono meticón—. No me puedo creer que a ese viejo le dejaras meterte mano en el coño y a mí no me dejes darte un pellizquito en el pezón.

Alba retomó la paja. Estaba apoyada en un codo. En esa posición, sus tetas se bamboleaban libres a la vista de todos y Cristian no despegaba la vista de ellas.

—La noche que le ataste a la cama, te debió poner muy cachonda. Tenerlo allí, como un esclavo, mientras tú hacías esto con el viejo.

Ella apenas levantó los ojos un momento sin dejar de pajear. Su mano parecía pequeña agarrando aquel tronco. No le contestó.

—Recuerdo la cara que tenías cuando entramos. Estabas coloradísima —sonrió—, y no era solo por lo que bebimos. Te debe calentar mucho putear a tu novio. —Hizo una pausa—. Y a él, que le hagas un cornudo.

—Tengo tus huevos en mi mano. No me cabrees. —Cristian no replicó, pero su sonrisa se amplió de oreja a oreja, como si su enfado confirmara la respuesta—. Le até porque me gustó que estuviera a mi merced —confesó por fin—. Me dio morbo tenerlo para mí. —Sonaba a lamento—. En aquel momento, iba como una cuba de tanto beber el licor ese de Andrés. No era mi intención putearle. Le quiero con toda mi alma, no como tú a Cristina.

—Yo creo que sí te gusta. Te pone saber que estaba jodido mientras tú… —hizo una pausa aguantando un jadeo—, jodías con otro.

—Ya te he dicho que solo se la toqué. La cogí en mi mano y la acaricié unos segundos. Nada más.

—Porque querías verla completamente dura, claro. —Se pasó la lengua por los labios—. ¿Y qué, se puso tan grande como pensabas?

—Sí —reconoció en un susurro.

—Pues ahora… Oooooh, oooooh… ya puedes compararla con la mía.

Alba se ruborizó y apartó la vista, posándola de nuevo en la polla que no había dejado de menear.

—Es más grande que la de tu novio, ¿eh? —En referencia a la suya propia.

Nueva mirada de odio y nuevo mutismo. Dani no podía aborrecer más a aquel impresentable que, de nuevo, le hizo sentir pequeño en todos los sentidos. Agachó la cabeza imaginando las comparaciones que pudiera estar haciendo Alba.

—¿Por qué sales… con un tío… con la polla enana? —Espaciaba cada palabra por el placer.

—¿Y por qué Cris sale con uno que es gilipollas?

—Porque este gilipollas la tiene bien atendida y no hay noche que no la haga gritar de placer. Hmmm, oooooh. ¿Dani te hace gritar? —Alba se enfurruñó y mantuvo la boca cerrada—. Dime, ¿te llena con su polla? ¿Te deja satisfecha? —Soplaba intentando contener el placer—. ¿Cuánto le mide? Venga, dime. Oooooh. Comparada con la mía.

Puso una mano en la cadera de Alba y la deslizó hasta llegar al culo. Ella dejó de pajearlo y colocó la mano sobre la suya con rapidez, frenando el avance. Le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de quitársela con brusquedad.

—Esa es zona prohibida.

—Es que, como no dices nada… Intentaba buscar el extra de excitación que me falta para conseguir correrme.

Alba volvió a su paja, retomando el sube y baja frenético. La polla parecía haber perdido algo de vigor. Estuvo segura de que él se alegró por ese balón de oxígeno.

—La mitad —dijo ella por fin.

—Joder, es una polla de niño —sonrió recuperando el aliento—. ¿Por eso te gusta tanto la de Andrés?

No contestó.

—Yo creo que es porque te gustan las pollas grandes. Por eso mirabas tanto la de Aníbal en la piscina y por eso no dejas de mirar la mía.

Eso era cierto. Su enorme consolador era prueba de ello. Además no le había quitado ojo durante toda la paja. Puede que se la estuviera meneando obligada, pero era indudable que se sentía atraída por aquella polla. “Que sepas que todavía tengo ganas”, recordó Dani. Su frente estaba perlada de sudor y no estaba seguro de que fuera solo por el esfuerzo.

—¿Por qué te enfadaste con Aníbal en la piscina, cuando hacíais las inmersiones?

—Yo no me he enfadado con él.

—¡Joder que no! —se rió Cristian—. Lo hemos visto todos, hasta tu novio. —Se mordió el labio notando su excitación volver a su punto álgido.

Alba hizo un mohín. Si pensaba que no se habían dado cuenta, estaba equivocada. Cristian volvió a poner una mano en su cadera. —Venga, dime. ¿Qué pasó debajo del agua? Y no te preocupes, hmmmm, no se lo voy a decir a tu novio—. Ella se lo pensó unos segundos.

—No dejaba de sobarme el culo. De arriba abajo —reconoció en un susurro—. Y algo más.

—Uuuuu, qué morbazo. Y con tu novio ahí, delante de vosotros. Hostia, cómo me pone. —Arrugó la cara sintiendo la oleada de placer al recrear la imagen. Alba aprovechó para masajear el glande lleno de baba preseminal con el pulgar—. Así, así, ooooh, ooooh —animó Cristian con los ojos en blanco.

Abrió más las piernas, extasiado. Su mano volvió a posarse sobre la cadera de ella y apretó los dedos atrapando media nalga. Alba soltó un gemido que Dani interpretó como molestia o cansancio. Su mano martilleaba con rapidez.

—Quita esa mano. Ahora mismo.

—Si solo hago lo mismo que Aníbal. Oooooh, oooooh, sigue, sigueee, ya casi está. —Su frente estaba empapada de sudor. Se mordió los labios intentando retrasar el orgasmo lo máximo posible para alargar la paja.

Alba, sin apartar la vista del falo empapado en su propia baba preseminal, no daba tregua, intentando lo contrario, acelerarlo cuanto antes. Cristian giraba la cabeza a un lado y a otro, empezando a perder el control. Y Alba martilleaba sin cesar.

—Cristian, que quites la mano, ya.

Su mano amasaba suavemente la nalga al completo. Pero la punta de sus dedos había desaparecido entre los glúteos, por debajo de la braga del bikini.

—Uuuugghh, preciosa, ¿Así te tocaba Aníbal?

Nuevo gemido de ella, pero no le apartó la mano ni cesó su paja. En su lugar movió la cadera hacia delante, apretando los glúteos, para impedir que él avanzara hacia su interior. Levantó la cabeza con los ojos cerrados por el efecto del esfuerzo y la volvió a bajar.

—Cristian, joder, sácame esa puta mano.

Ella volvió a gemir, pero esta vez Dani no supo si era por el cansancio. Tenía la cara hacia abajo y los ojos fuertemente cerrados. Un escalofrío recorrió la espalda de Dani. En ocasiones, él solía meterle un dedo en el momento preciso para acelerar o incrementar su orgasmo. Su criptonita con la que Cristian iba a toparse si nadie lo remediaba.

—Oooooh, oooooh, joder. Sigue, puta, sigue. —Gimió de manera sonora—. Hazlo con la lengua. Oooooh, mmmm, venga, chúpala. ¡CHÚPAMELAAA!

Alba había abierto la boca respirando a bocanadas, quizás por el esfuerzo.

Quizás.

La mano de Cristian se movía rítmicamente acariciando y amasando. Dani puso toda su atención, parpadeando sin dar crédito. La punta de sus dedos seguían por debajo de la tela.

Alba pajeaba con rapidez desde la base hasta el glande, al que masajeaba en cada pase con el pulgar. Con la otra mano, sobaba sus huevos, llenándosela con ellos. Sus gemidos eran cada vez más sonoros.

Los dedos de Cristian se deslizaban cada vez más adentro. Manoseando más a rápido y cada vez más a fondo.

Gemía, y ella también. Lo hacía muy pegada a su polla. Empapando el glande con su aliento. Si sacara la lengua, se la llegaría a tocar con la punta. Cristian también lo veía.

—Saca la lengua —ordenó—. Solo un poco. Venga, ooooh, ooooh, sácala.

Alba asomó la punta de la lengua por su boca abierta. Dani, asolado, contuvo la respiración. Se pasó la mano por la frente. En cuanto Alba se metiera aquella polla en la boca, él se lanzaría a comerle el coño y ya no habría vuelta atrás. Lo siguiente sería dejarse follar, y no le iba a costar gran cosa.

—Lo tremenda que estás y las ganas que dan de follarte. Aaaaah, oooooh —Estaba al límite, completamente colorado, con el cuello en tensión.

Alba seguía con su lengua a centímetros de su glande y cada vez se acercaba más. Preparada para recibir su descarga. Tenía una cara de viciosa como Dani no había visto nunca.

Y Cristian tampoco.

—Quiero que me folles y quiero que me llenes el coño con tu semen —dijo ella.

El aliento golpeó contra su glande y Cristian parpadeó, incrédulo. Lo había oído bien. Se la iba a follar. Alba se iba a dejar follar por él. Su cerebro convulsionó cuando recreó la escena e, inmediatamente, estalló de placer.

—Ooouuuugggmmmm.

El primer chorro manchó la mejilla y las tetas. Alba maniobró con rapidez para que los siguientes fueran hacia el pecho de él. Gran parte, se escurrió por su mano.

Cuando acabó, Alba se incorporó y, de un manotazo, apartó la mano que Cristian tenía metida entre sus glúteos. Acto seguido, se recompuso la prenda y se levantó como un resorte recuperando su ropa.

—Ya tienes tu puta paja. Ahora muérete. —Entró al baño de un portazo, pero volvió a salir enseguida—. Y como se entere mi novio de algo de esto, te juro por Dios que te vas a acordar de mí para toda tu puta vida, niñato de mierda. —Volvió a desaparecer dentro de otro portazo.

Dani, casi sin pulsaciones, cerró la puerta con cuidado y pegó la espalda a la pared. Todavía permaneció en aquella posición un buen rato antes de que pudiera reaccionar. Bajó los escalones uno a uno, avanzando sin ganas hasta llegar a su cuarto. Su maleta asomaba por debajo de la cama. Estaba casi hecha, lista para partir con ella en cualquier momento. Sin desvestirse, se tumbó en la cama, por encima de la colcha. Necesitaba pensar. En ocasiones, uno se levanta con el pie izquierdo y, durante el día, todo le sale mal. Ese, había sido uno de esos días de mierda.

Fin capítulo XXXVI
Este capítulo rinde homenaje a un gran escritor que muchos habréis recordado el leerlo.
Si la suerte hiciera que leyera esto, me gustaría decirle que vuelva.
 
La referencia está clara y somos muchos los que esperamos su vuelta, sin requerir 😉, sin presión, cuando se vea con fuerzas y ganas, entretanto agradecerle los buenos ratos que nos dio y recordar su relato. El tuyo es magnífico y le hace honor, ya había notado la influencia y me está encantando, muchas gracias!!
 
La referencia está clara y somos muchos los que esperamos su vuelta, sin requerir 😉, sin presión, cuando se vea con fuerzas y ganas, entretanto agradecerle los buenos ratos que nos dio y recordar su relato. El tuyo es magnífico y le hace honor, ya había notado la influencia y me está encantando, muchas gracias!!
Este comentario Requiere una aclaración. La novela al completo tiene su influencia, la que has notado. Sin embargo, este capítulo en concreto, el 36, está "basado" en otro de los gRANDes, con numerosos guiños hacia uno de sus relatos en concreto.

No obstante, debo decir, que es a ambos a quien echo de menos. Uno para que acabe lo que empezó; el otro para que continúe haciendo lo que mejor sabe.
 

Cristian​



Subió despacio cada uno de los escalones hasta su cuarto. Simplemente lo hacía para comprobar que todo estaba bien. Aunque, a lo mejor era porque no podía dejar de ser un novio desconfiado. En cualquier caso, su adicción a torturarse con ella le tenía tan enganchado como un yonki a su droga.

Se plantó frente a la puerta del ático y pegó la oreja. Dentro se oían voces. Pudo distinguir la de Cristian por encima de la de Alba, pero solo como un susurro.

O un gemido.

Prestó atención y el gemido se repitió. Después otro más y otro en una cadencia dolorosa. Y la imagen del imberbe penetrándola se formó en su imaginación. Metiendo su pollón en el coño de ella. Su coño negro y húmedo como lo había visto en la piscina.

“Que sepas que todavía tengo ganas”, había dicho antes de subir hacia la habitación del ático.

Sin ser consciente, puso la mano en el pomo y lo giró. Empujó la puerta con una lentitud pasmosa hasta conseguir abrir una rendija por la que poder mirar. Lo primero que recibió de dentro, fue luz; tenue pero diáfana. Una cama de matrimonio ocupaba casi toda la estancia. Alba, en camiseta, estaba sentada en ella, con las piernas cruzadas como los indios. Llevaba el bikini por debajo por lo que sus piernas lucían desnudas. Cristian, en bañador, hacía abdominales en el suelo. Se levantó con el pecho brillante por el sudor.

—¿Lo ves? sin doblar la espalda.

Alba observaba divertida sus clases de calistenia improvisada.

—Ya me has convencido. Ahora a dormir, que con el pedal que llevo, voy a caer muerta en cero coma dos. Me quedo este lado de la cama.

Se apeó y comenzó a destapar la sobrecama de la almohada.

Dani soltó el aire. «Novio celoso —se dijo—. Vuelve a tu cuarto y deja de comerte la cabeza. Aquí no va a pasar nada».

—¿Dormir? ¿Pero qué dices? Hemos ganado el premio.

A ella se le congestionó el semblante. —¡No voy a follar contigo!—. Había saltado como un resorte.

—Ey, no te enfades —bromeó—. Te prometo que seré gentil.

Lo miró entre la diversión y el asco. —¿Pero qué dices, niñato? ¿Tú a mí? Anda, cállate y tómate el chupete—. Se volvió de espaldas. —Y apaga la luz que tengo sueño.

El calor de la noche no invitaba a meterse bajo las mantas. Alba se tendió por encima de la sobrecama. El perfil de su figura esbelta se recortaba a lo largo de todo su cuerpo, desde los hombros hasta sus pies desnudos. Unas curvas que no eran ajenas para Dani y, mucho menos, para Cristian que se quedó observando sus caderas.

—Venga, tía, ahora que por fin tienes carta blanca.

—Prfff, ¿Contigo? Antes muerta.

—Pues bien que me pediste para follar la otra noche en tu habitación.

—Estaba muy pedo. Y fue para hacerle una broma a Dani.

—Vaya mierda de broma si luego vas y le cuentas la verdad.

—No se lo conté todo, se lo prometí a Cristi y lo cumplí. Lamento que al final su padre se enterara.

Cristian se sentó en el borde de la cama.

—Se lo terminó contando ella. Dijo que estaba arrepentida y que ya lo había decepcionado bastante. Su padre no le habló en todo el día.

—Pues sí lo hubiera sabido, se lo habría contado yo también a mi novio. Se cogió un cabreo de tres pares —bufó.

Dani se dio cuenta de que empezaba a soltar el aire que llevaba tiempo aguantando. Si no había oído mal, fue Cristina a quien finalmente se folló su novio. Y ella no quería que nadie se enterara. Ahora entendía el mutismo de Alba.

Cristian apoyó la espalda en el cabecero y estiró las piernas a lo largo de la cama. Después, puso las manos detrás de la cabeza. Los músculos de los abdominales se le notaban bastante en esa posición.

—Estuvo bien. Es de lo más guarro que he hecho —dijo orgulloso.

—Estuvo de pena. Casi me cuesta la relación.

—Venga ya. Con lo bien que te lo pasaste.

—Fue un canteo, joder. Vosotros ahí dale que te pego y el pobre Dani emparanoiado creyendo que yo estaba… —Se llevó dos dedos a la sien—. ¿En qué estaría pensando?

—¡Ja! En Cris y yo follando en bolas, haciendo que tu novio se creyese un cornudo. ¿En qué si no?

—Dios, Cris, pobrecita. Cómo me arrepiento de haber sido tan pesada con la mierda de la broma.

—Bah, si se lo pasó de puta madre. No veas lo que disfrutó con tu novio ahí delante. Estaba que chorreaba cuando se la metí. —Se lo dijo en voz baja mientras se acercaba por detrás.

—Ay, pero qué guarro eres. Cállate, qué asco.

Cristian se pegó a ella, a centímetros de hacer la cucharita. Puso la mano sobre la cintura y susurró tras su nuca.

—Asco, sí. Pero menuda miradita nos echaste antes de salir, ¿eh? guapita.

—¿Pero qué dices, bobo? Y quita esa manita.

—¿Qué manita? ¿ésta?

Alba soltó una risotada cuando Cristian clavó con maestría sus dedos en su costado provocando unas cosquillas. Ella se revolvió y se giró boca arriba defendiéndose como una gata panza arriba, pero él aprovechó para cosquillear con ambas manos.

—Para. Ja, ja, ja, ¡para, joder!

Pero Cristian continuaba atacando mientras ella trataba inútilmente de apartarlo. Ahogándose por la risa de unas cosquillas que la anulaban por completo. Él se colocó sobre ella que no paraba de convulsionar hasta que soltó un grito. Dani volvía a estar con los nervios a flor de piel, viéndolo sobre ella, asaltándola.

—Que te quites. Joder ya. —Le dio un empujón, sacándoselo de encima, y se levantó de la cama, enfadada—. Y las manitas tan largas las guardas para tu novia.

—¡Qué! Solo son cosquillas.

—Sí, y lo que no son cosquillas también, listo. Que eres muy listo tú.

Cristian se rió como si hubiera hecho la mayor de las gracias. Alba lo miraba enfadada con los brazos cruzados. Él se sentó sobre sus talones, implorando perdón con las manos juntas.

—Perdoona. No ha sido con mala intención. Se me habrá ido la mano. A ver, estábamos jugando.

«Vete ya», se decía Dani. Pero ella seguía en la misma pose irritada. Tamborileaba con los dedos sobre su brazo, contemplándolo como al niño rebelde que alborota la clase.

—A mí no me vengas con chorradas, que te cruzo la cara. Esto no es lo que hemos hablado.

—¿Y qué quieres? Si es que tengo las hormonas a tope, joder —se justificó él—. Además, con esas tetas que tienes…

—Ya está, decidido. Me voy a mi cuarto.

Rodeó la cama y se colocó las chancletas en cada pie. «Por fin», pensó Dani. Estuvo a punto de salir de allí, saltando como un gamo las escaleras hacia su cuarto. Pero Cristian se levantó de un salto interponiéndose entre ella y la puerta.

—Vaaale, venga. Me he pasado. Lo siento. —Levantaba las palmas de sus manos hacia adelante formando un muro imaginario, intentando que se detuviera. Alba esperó con el mismo rictus a que se apartase—. Vengaaa, tíaaa. Vuelve a la cama. Que solo era una broma. Prometo no pasarme.

Se lo quedó mirando con el ceño fruncido y respirando por la nariz de manera agitada.

—Ni una más, ¿eh?, o te juro que me doy el piro y aquí te quedas. Que no sé ni por qué he subido. —Volvió tras sus pasos y puso el culo en el borde de la cama, sin dejar de mirar a Cristian que ahora se encontraba por el otro lado—. A mí me respetas y, de paso, también a tu novia.

—Estoy cachondo, entiéndelo. Había ganado yo y pensaba que el premio era follar con la tía más buena del país. Y resulta que luego vas y me dices que nanai.

Alba sonrió con malicia.

—Bueno, la segunda más buena estará esperándote con los brazos abiertos. Podrías bajar a hablar con ella.

—¿Con esa loca? ¿Después de cómo se ha puesto? Paso, prefiero dormir aquí contigo. —Se tiró en su lado de la cama haciendo que Alba botara en su lado del colchón.

—Yo creo que te consiente demasiado. No deberías hablar así.

Cristian movió la cabeza a un lado.

—Tenemos una relación abierta. Ella me deja hacer este tipo de cosas. ¿Tu novio a ti no?

Dani se permitió una sonrisa. «Mañana te vas a llevar una sorpresa, cabrón».

—Yo creo que lo hace porque está enamorada —Se tumbó boca arriba con las manos en el vientre.

—Enamoradísima, por eso no le quita ojo a tu novio. No creas que no me entero de esas cosas. —Alba lo miró extrañada—. En la piscina, no dejaba de mirarlo. Y no me digas que no te has dado cuenta porque te he visto que te ha cabreado.

—Eso no ha sido así. Dani y yo habíamos discutido porque, por su culpa, he terminado participando en el puto juego.

—Venga ya, si a ti te va este rollo. No dejáis de organizar movidas de éstas tus amigos y tú. Llevabas toda la tarde cachonda y te has puesto a cien cuando ha salido lo del juego.

—¿Pero qué ladras, chaval?

—Todos hemos visto cómo tenías los pezones cuando te has quitado el bikini. Se podían exprimir limones.

Se puso un poco colorada. —Eso era… por mi novio. Movidas nuestras.

—Y una mierda. —Se incorporó y se apoyó en un codo, encarándose a ella—. Estabas así desde que nos has pillado a Cristi y a mí en tu cuarto. Reconócelo.

—¿Qué? ¿Pero qué? Anda, calla.

—Mucho mostrar sorpresa, y mucho “perdonad chicos”, pero has tardado un huevo en cerrar la puerta, como la otra vez, cuando lo de la broma de tu novio. Y los dos sabemos a dónde se te iban los ojos.

Alba puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Lo que tú digas.

—Sí, hazte la loca, pero bien que te ha gustado verla en directo en la piscina —insistió él. Ella mantuvo la misma expresión—. Más que un concurso de pajas, era un concurso de pollas. —A Alba le asomó una sonrisa por la comisura y Cristian se dio cuenta—. Más de una ha flipado con el par de trompas de elefante que hemos quedado al final.

Ella intentaba no reír, pero se le terminó escapando una carcajada. —Parecíais un par de búfalos resoplando. Con las pollas como estacas y la cara colorada—. Cristian se rió con ella, compartiendo la confidencia.

—Es que, ninguno queríamos perder, siendo el premio el que era. —Alba sonrió coqueta como si le hubiera halagado el comentario—. Y seguro que vosotras también tendríais vuestra favorita. —Hizo una pausa—. De pollas, me refiero. —Alba le miró con un brillo en los ojos, pero no contestó—. La mía era la más bonita. Reconócelo.

—No está mal —concedió, juguetona—, pero… me quedo con la otra.

—¿Ah, sí? ¿O sea que con Aníbal sí hubieras follado?

—He dicho que su polla me gusta más que la tuya, no que me lo fuera a tirar.

—¿Y por qué no?

—Pues porque no. Porque paso de liarme con nadie por un estúpido juego, porque no me apetece y porque tengo novio.

Alba se giró hacia su lado y golpeó la almohada, ahuecándola antes de apoyar la cabeza con fuerza.

«Gracias por ser la tercera de las excusas», pensó Dani, inquieto. Cristian se estaba mostrando demasiado embaucador.

—Y ahora me enseñas el culo. Uff, es que me pongo malo.

Alba, con los ojos cerrados y una mano bajo la almohada, sonrió.

—Duérmete, Cristian.

—Si es que no puedo, no me dejas. —Se acercó a ella y posó con suavidad una mano sobre su cadera. Después, deslizó la punta de los dedos a lo largo de su pierna—. Qué piel tan suave. ¿Qué haces para tenerla así?

—Crema depilatoria —respondió somnolienta—. ¿Y qué hemos dicho de esa manita?

—Pues me encanta esa crema depilatoria. —Se pegó más a ella—. ¿Y la echas por todo el cuerpo?

Alba volvió a sonreír al captar segundas intenciones.

—Ya sabes que no.

—Sí, es verdad. Lo tienes negro, negro. —Acercó sus labios al oído de Alba—. Me pone —susurró—. Y a ti, ¿te pone cómo lo tengo yo?

—Me estás respirando en la oreja.

Él ya estaba plegado tras ella. Haciendo la cucharita en toda la longitud de su cuerpo. Los dos casi hacían uno. No apartó los labios de su oído.

—Claro que te pone. Disfrutas viéndola y notándola cerca, muy cerca. —Apretó la cadera hacia adelante, encajando el paquete entre los glúteos, haciendo que ella notara el calor de su polla.

—No, Cristian, no me pone nada. —El tono ya no era somnoliento—. Y sácame eso de ahí. No me gusta.

—¿En serio? Pues tus pezones transparentan a través de la camiseta. Están como piedras.

—Por el frio, idiota, tengo mojado el bañador. —Había reaccionado rápidamente tirando de la camiseta, ahuecándola por delante.

—Aquí no hace frío. Estamos sudando.

—Pues será del calor. A ti se te está transparentando la polla en el bañador ese de marica que llevas —resopló consolada.

—Es de nadador. ¿Lo quieres ver de cerca?

—Paso.

—Para que te pongas más cachonda.

—No me he puesto cachonda por ti, so creído. —Se giró boca arriba encarándose a él. Cristian quedó con medio cuerpo sobre ella. La mano que tenía en su cadera, se había colado por dentro de la camiseta alojándose en su vientre.

Se quedaron en esa posición, midiéndose. Ella con un brillo en los ojos que, a cualquiera que la conociera, le haría temer algo malo. Él, con media sonrisa del que sabe algo que el otro desconoce. Dani, a punto de entrar a partirle la cara.

—Yo creo que sí querías follar. Lo que te pasa es que, cuando le has visto las orejas al lobo, has reculado. Te has rajado por el qué dirán, no por tu Dani.

Ella había detenido el avance de su mano bajo la camiseta, poniendo la suya por encima, justo en el nacimiento de su teta. No sonreía, no respiraba tranquila y su mentón se apretaba marcando los músculos de la mandíbula.

—Date una ducha fría, anda. Antes de que pierda los nervios.

Cristian vio el peligro, pero, llegado a ese punto, se resistía a retroceder.

—¿Y qué me darás a cambio?

Alba puso los ojos en blanco.

—Apártate, Cristian. Te lo digo en serio.

«Apártate ya, Cristian. Te lo dice en serio». Mandíbula apretada.

—Un masaje. Relajante. Para poder dormir como un bebe. Y me quito.

Alba volvió a resoplar.

—Ay, de verdad. No me apetece. Quítate, anda, que me das calor.

—Cuando me pediste un favor, yo te lo hice. Y ahora que te lo pido yo…

Alba saltó como un muelle. —Y te lo pagué, tal y como te prometí. Me hiciste desfilar delante de tus amigos en tetas. Joder, qué vergüenza pasé delante de aquellos salidos. Y con la braga del bikini toda movida. Que se me veía hasta… yo qué sé.

—Venga, tía. Me has dejado sin premio gordo y eso después de ganarme un cabreo de Cris. Y con la ilusión que tenía contigo. Concédeme esto por lo menos, ¿no? —Pero Alba seguía sin claudicar—. Venga, vaa. Un masajito de espalda ¿Qué te cuesta?

Para sorpresa de Dani, Alba comenzó a pensárselo. Movió el mentón a un lado, cavilando.

—¿Y me dejarás dormir?

—Te lo prometo. —Sonrisa roedora—. Palabrita de niño Jesús.

Alba movió la cabeza a un lado y a otro.

—Bueno, por la bronca que te ha costado con Cris. Pero luego a dormir, ¿eh?

Cristian no podía estar más contento. Dani, no podía estar más frustrado. Con las ganas que tenía de que ese tonteo finalizara de una vez.

—Me doy una ducha rápida.

Bajó de la cama de un salto y se metió en el cuarto de baño de la habitación. Ella, nada más verlo desaparecer, se incorporó y se sentó sobre sus talones. Se palpó el bikini, notando la humedad que traspasaba por fuera de la camiseta, y miró hacia los lados buscando algo que pudiera ponerse en sustitución. Aparte de unos calzoncillos de Cristian, no había nada que le sirviera.

Dani sopesó la idea de entrar y hablar con ella, pero para qué. Ya habían quedado en que pasaría la noche aquí. Seguramente lo único que conseguiría sería que ella se obcecara más. Lo mejor sería que se fuera e intentara dormir.

Cristian tardó un rato en salir. Llevaba anudada una toalla a la cintura. Se sentó en su lado de la cama y se estiró boca abajo. Sostenía un bote en la mano que le ofrecía a Alba hacia atrás.

—Leche de almendras —dijo él—. Me hidrata la piel y la deja suave. Si no, ¿de qué iba yo a tener esta dermis tan tersa?

Ella se carcajeó y se hizo con el bote. Eso hizo que se relajara. A Dani, en cambio, no le hizo maldita la gracia. Cristian se estaba mostrando como un embaucador y estaba consiguiendo que ella dejara de ponerse a la defensiva cuando lo que tenía que hacer era detestarlo.

—Ouuuumm, tía, tienes unas manos de la hostia —dijo Cristian al notar el tacto de sus dedos—. Si me hubieras hecho tú la paja en la piscina, me hubiese corrido el primero.

—De eso puedes estar seguro —se carcajeó.

Se había subido a horcajadas sobre su trasero y lo frotaba desde el nacimiento del culo hasta los hombros. Desde su posición, Dani veía la sonrisa lobuna de aquel crápula.

—Cuando me dijiste el otro día que querías que follara delante de tu novio, pensaba que iba a ser contigo. —Se quedó en silencio, esperando que Alba dijera algo, pero ella se limitó a seguir masajeando. Giró la cabeza hacia atrás hasta conectar con sus ojos—. Hubiera estado bien. Tú y yo follando delante de tu novio, haciéndole un cornudo de verdad.

—Hubiera estado bien para ti.

—Y para ti, reconócelo. No me digas que no te pone follar con otro a espaldas de tu novio.

Volvió a quedarse en silencio. Dando pasadas largas sobre la espalda de Cristian, cada vez más lentas. —Tiene su morbo—. Concedió por fin.

—Claro que lo tiene. Te puso a cien tenerlo atado; sabiendo que no se iba a mover de allí. —Alba lo escuchaba, masajeando con cadencia mecánica—. Mientras tú estabas corneándolo con Andrés.

—Eres muy bobo —se rió—. Solo estuvimos hablando.

—Ya, claro, solo hablando, con Andrés el Polla Larga. Y yo me lo creo.

—Cree lo que te dé la gana. Es un buen tío y me gusta estar con él. —Clavó los nudillos en un costado y los deslizó hacia arriba. Cristian hizo una mueca muda provocada por el dolor—. Te jodes —bromeó ella.

Pero no impidió que volviera a la carga.

—¿Es cierto que tiene un tatuaje por debajo de la polla que solo se le ve cuando se empalma?

—No lo sé. Dímelo tú que sales con su hija. A lo mejor le has visto alguna mañana que se haya levantado tontorrón.

—¿Te imaginas? Tú follando con Andrés y yo tirándome a su hija delante de tu novio.

—No, no me imagino, y no me gusta.

—Pues a tu novio sí. —Giró la cabeza hacia atrás, todo lo que su cuello le permitía hasta conseguir encararla de nuevo—. La noche de la broma, cuando lo encapuchaste, estaba empalmadísimo mientras follábamos delante de él.

—No creo. —Volvió a clavar los nudillos provocando una nueva mueca de dolor en él y una sonrisa en ella. Después, volvió a las andadas.

—Es verdad. No veas cómo se le notaba la polla bien dura a través del calzoncillo. Y más gorda cuanto más gemía Cris.

Dani recordó aquella mano furtiva que lo estuvo pajeando y por la que tuvo que hacer enormes esfuerzos para no correrse pese a lo dramático de la situación. Supo que Cristian no vio lo que su novia hizo bajo su bóxer.

Paró su masaje y se mantuvo con la espalda recta. Había dejado de sonreír. Dani supo que en su mente se acababa de formar la imagen de su polla tiesa que palpó cuando volvió con él.

—Tu novio es de esos que les gusta mirar. Un cornudo consentido. Disfruta viendo a su novia empalada por una polla como la mía.

Alba seguía en la misma posición. Cavilando en su mente febril. Atando los cabos que Cristian le tendía de manera sibilina.

—Y a ti te gusta follar a sus espaldas —insistía él—. Así que, blanco y en botella. Ocasión como ésta no vas a tener nunca. —Volvió a girar la cabeza hacia atrás hasta conectar visualmente—. Con un yogurín como yo.

El último comentario arrancó una sonrisa en ella. —Te equivocas. No disfruto en absoluto follando a espaldas de mi novio—. Empujó la cara de Cristian, volteándola hacia la almohada. —Y menos a yogurines.

—Pues dicen que ayer en el albergue os estuvisteis rifando un polvo entre vosotros. Y tu novio no estaba delante.

Alba, que había retomado el masaje, se volvió a quedar de piedra, con la espalda rígida. Dani sintió una descarga estomacal.

—¿Qué coño sabes tú de eso?

—Se oyen cosas.

—En primer lugar, lo que pasó en el albergue, no es de tu incumbencia. —Cristian levantó la cara de la almohada sonriendo y se giró para encararla. Ella volvió a empujarlo a su posición inicial de un manotazo—. Y en segundo lugar, si se hubiera rifado un polvo, tú serías el último en saberlo. —Acto seguido, lo descabalgó, quedando sentada sobre sus talones—. Bueno, masaje terminado. ¿Contento?

Cristian se giró, quedando tumbado bocarriba con las manos detrás de la nuca. El bulto bajo su toalla era más que evidente. Una empalmada de campeonato elevaba la toalla en esa zona.

—Contentísimo.

—¿Qué? ¿Pero qué? —Se llevó la mano a la boca disimulando una mueca entre el disgusto y la risa.

—Ya ves cómo me pones solo por un masaje. Así que imagínate lo triste que estoy por dejarme a dos velas.

—Eres lo peor. —Seguía intentando contener su mueca—. Pero ahora a dormir.

—¿Pero qué dices, tía? ¿Me vas a dejar así? ¿No te doy pena?

—Para nada. —Se le escapó una carcajada—. Venga, aparta que tengo sueño.

Cristian ocupaba el centro de la cama, pero lo único que apartó fue la toalla que cubría su erección. Su polla, completamente dura, apareció como una estaca enhiesta. Alba se quedó con la boca abierta. Dani también. Maldijo por dentro y rezó porque ella cumpliera su palabra de largarse. Lo más doloroso era que la polla de aquel imberbe era enorme.

—¿¡Pero de qué vas!?

—De qué vas tú, pava. Mira cómo me has dejado. Harás algo con esto, ¿no?

A Alba le cortocircuitaron los cables. Levantó las manos pidiendo calma y retrocedió como si le pegara la peste.

—A ver, chaval, que te estás columpiando. Hemos hecho un trato y ya te estás pasando.

—Pero mírame. Esto es por tu culpa. Ibas a darme un masaje relajante, pero lo has hecho superguarro. Lo suyo es que te encargues de bajarlo.

—Ni de coña —se rió—. Te la meneas tú solito mañana en el baño. —Había cruzado los brazos y movía la cabeza negando.

Dani, desde su escondrijo, blasfemaba por dentro. «Niñato cabrón». Apretó los puños con fuerza. Si no entraba a cogerle del cuello era porque el mayor perjudicado sería él.

—Sí, hombre, Mañana —rezongó—. Venga, mujer. Me he quedado a las puertas de correrme en la piscina. Tengo los huevos a tope. Si ahora no descargo, me van a reventar.

Relajó el rictus y, sin dejar de cruzar los brazos, mostró media sonrisa maliciosa.

—Mira qué preocupada estoy.

—Joder, pava.

—He dicho que no.

—Pero mírame. Si me voy a correr enseguida. Y no te cuesta nada. —Alba apartó la mirada, desentendiéndose, pero Cristian siguió insistiendo—. He ganado el juego, Iba a follar contigo y resulta que ahora me voy a tirar toda la noche con dolor de pelotas por ti. Por tu culpa. Por no querer follar. ¿Y no me haces una triste paja?

Por la cara que tenía Alba, parecía que comprendía lo que estaba diciendo. Desde su punto de vista, no le faltaba razón. Echó una leve miradita a su polla, dura como una piedra. Después, cerró los ojos y negó levemente con la cabeza.

—Si ya no es por mí. Es por mi novio. Sería un canteo. Está ahí abajo, en nuestro cuarto. No le puedo hacer eso.

—Joder, no es justo. Habérmelo dicho antes de discutir con Cris. Hemos tenido un pollo de la hostia para nada. No es muy ético lo tuyo. ¿Sabes?

Alba agachó la cabeza y movió el mentón a un lado. Señal de que lo sentía por el chaval o se lo estaba pensando. Se quedaron unos segundos en silencio en el que a Dani se le paró el corazón a la espera de lo que hiciera ella. «Recuerda el trato. Ya tenías que haberte pirado de aquí. Ese cabrón hace rato que ha cruzado la línea que hemos hablado». Como la viera elevar la mano, iba a entrar y parar aquello a guantazos. Alba, sin levantar los ojos, movió la cabeza negativamente. —Lo siento.

—Pues entonces, me la hago yo. Con esto así, no puedo dormir. Y menos a tu lado.

Por instinto, Alba dirigió la mirada al baño. Cristian arrugó la frente.

—No, tía, me la hago aquí, delante de ti. Al menos, me debes eso.

Ella fue a abrir la boca, pero la terminó cerrando y asintiendo con la cabeza. —Vale, pero acaba pronto, que esto ya está yendo demasiado lejos.

—Bua, ya verás. Con lo que me pones, no voy a durar ni cero coma dos.

Sufrió el amargor de ver a su novia claudicar. Ese crápula había conseguido meneársela delante de ella.

—Me da mogollón de morbo, ¿sabes? Que me mires. Como cuando nos has pillado hoy en tu cuarto. —Empezó a sobarse la polla, de arriba a abajo, en toda su longitud—. Porque bien que me mirabas.

—No te miraba a ti, so creído.

—A mí, a mi polla… —Se masajeaba el capullo.

Alba se puso tensa, con la espalda recta.

—Venga, reconócelo. Todos te hemos visto en la piscina. Tenías el coño chorreando. Y no me vayas a decir que era por el alcohol.

—Dios, qué desagradable eres —Había puesto una mueca de asco que le arrugaba la cara—. Y no estaba excitada, idiota

Cristian levantó una ceja, incrédulo y enseñó una sonrisa maliciosa. Dani, desde su escondrijo, recordó haber visto sus pezones como piedras y su coño húmedo. Nadie en aquella piscina había podido dejar de mirarlo.

—Era por mi novio —reconoció como una niña.

Seguía pajeándose con la misma expresión de autosuficiencia.

—Ya, claro. Por tu novio.

—Pues sí, listo. —Había cruzado los brazos y levantado el mentón.

Cristian amplió la sonrisa, lo que la enfadó aún más. Se lo quedó mirando a los ojos, manteniendo un pulso por la veracidad de sus palabras. Algo después, terminó dejando caer los hombros.

—Me pone cuando está, digamos… a mi merced—. Bajó la mirada a la polla del adolescente por primera vez. —A él no le gusta estar desnudo delante de la gente y yo había provocado que las chicas le arrancaran el bañador. —Se le aceleró la respiración—. Me excita ver su cara en ese momento.

Dani recordaba el brillo de su mirada. Había dudado de si había sido de excitación sexual o de sadismo.

—En ese momento lo quiero más que nunca y lo deseo como no te puedes imaginar. Me dan ganas de achucharlo. —Cogió aire y lo soltó lentamente—. Y de follármelo allí mismo. Delante de todos.

Se le volvían a notar los pezones contra la camiseta. Volvía a estar excitada. Y Cristian estaba delante. Clavó la vista en su verga y se mordió el labio inferior.

—Uff, joder. Cómo me pone que me mires la polla. Venga, cógemela.

Alba sonrió con picardía, pero no se movió. Cristian aceleró la paja.

—Sabes que deberías hacérmela. —Misma respuesta de ella—. Eres mala, ¿sabes? Me haces sufrir, como a tu novio. Enséñame al menos las tetas. Eso sí puedes. —Esta vez ella se quedó pensando. Hizo un amago de palparse el pecho con ambas manos, pero la volvió a bajar. Cristian chasqueó la lengua.

—Ya te las tengo vistas, y así me ayudarás a que acabe antes. Venga, solo las tetas.

«Que te jodan», masculló Dani. Pero ella se lo volvió a pensar. Su sonrisa perenne podía significar cualquier cosa. Al final, cruzó los brazos y se llevó las manos a la cintura. —Solo porque tengo el bikini húmedo y así se secará antes. Confórmate con esto.

Se sacó la camiseta por la cabeza y se la lanzó a la cara, quedándose en bikini, lo que le hacía un canalillo tremendo. Él la cogió con la mano libre y se la llevó a la nariz. Dani cerró los ojos, conteniendo un lamento. Ella no se daba cuenta, pero cada vez estaba un pasito más cerca de ceder por completo ante ese crápula.

—Uff, qué bien huele. A hembra —dijo Cristian.

Alba se carcajeó. —Pero qué bobo eres—. Juntó los brazos haciendo que las tetas se apretujaban entre ellas. Después, se las cogió con ambas manos, una cada una y las movió de manera obscena.

—Vamos, acaba ya. —Apretaba una cada vez, exprimiéndolas ligeramente.

La visión hizo que acelerara la paja. Tensó el cuello y abrió ligeramente la boca. —Cómo me ponen las tetonas, pero sobre todo, las que las tienen tan bien formadas como tú—. Abrió más las piernas, dejando los huevos bien expuestos. Para Alba, no pasaron desapercibidos. Se movían al compás de la mano. —Quítate la parte de arriba— pidió él.

Alba sonrió de nuevo, pero como única concesión, continuó sobándose ligeramente. Cristian comenzaba a mostrar la frente perlada de sudor.

—Si ya te las he visto mil veces. Venga, no seas cabrona. Sácatelo. Quiero ver tus pezones oscuros otra vez. Si los vuelvo a ver duros, me corro aquí mismo.

—Pues te vas a quedar con las ganas, niño-polla, porque ni están duros, ni te los voy a enseñar. Así que vete terminando. —Se reía coqueta.

—Quítatelo, joder. Me lo debes. —Estaba colorado, con sus piernas completamente abiertas. Sus pies colgaban por cada lado de la cama y su mano subía y bajaba como un percutor, machacando su polla a punto de reventar. Alba no dejaba de mirarla y de mirarlo a él. Cristian no parecía relajarse.

—Si Cris y tu novio hubieran ganado, ahora estarían follando, te lo aseguro. —Alba levantó una ceja y sonrió de medio lado. Cristian le devolvió la sonrisa, pero la suya era la de alguien que sabe algo que el otro no conoce—. ¿Crees que me lo invento? ¿Que voy de farol? —Se pasó la lengua por los labios resecos—. ¿Sabes por qué estábamos follando en vuestra cama en lugar de subir aquí, a la nuestra? —El semblante de Alba cambió ligeramente, como si ya se hubiera hecho esa pregunta antes—. Cristi se empeña en hacerlo ahí por Dani. Fantasea con él, con follárselo.

La cara de ella se quebró un instante, antes de reponerse de nuevo, lo justo para recordar la noche de los chupitos en casa de Andrés y la atención que ésta le prestaba a su novio. Sonrió como si no le creyese.

—Yo consiento porque también fantaseo contigo —insistía—. Así que los dos hacemos como que no sabemos lo que piensa el otro, pero en realidad, ambos jugamos a lo mismo. Follamos con vosotros.

Alba se pasó un mechón por detrás de la oreja y movió el mentón. La idea del intercambio estaba removiendo algo por dentro. Cristian seguía con su paja.

—Yo imagino que es tu coño el que follo. Y tus labios, y tu lengua la que tengo en mi boca. Y sé que ella hace lo mismo porque la he pillado susurrando el nombre de tu novio más de una vez.

El pecho de Alba subía y bajaba y Dani se preguntó si se lo estaría creyendo. Era él, era ese malnacido el que se empeñaba en llevarla a su cama, se lo había dicho Cris. Y ahora confirmaba lo que ya sabía. Que fantaseaba con ella, con follársela desde el primer día. «¿A qué esperas para largarte de ahí?».

—Y mientras yo le meto mi polla una y otra vez, ella imagina que es tu novio quien se la folla. Poniéndote los cuernos con él. Joder, tía. ¿No te das cuenta de que Cris no perdería la oportunidad de follárselo si pudiera?

Alba seguía mirándolo con ese brillo en los ojos que Dani conocía tan bien. Sus pezones seguían abultados bajo el bikini. Su mirada iba de su polla a su cara y, otra vez de vuelta a su polla, cada vez más húmeda.

—¿Te cuento una cosa de la noche que estuvisteis en casa de su padre bebiendo chupitos? Es sobre Cris y tu novio; y no te va a gustar, te lo advierto. —El ritmo de la paja era frenético. Su frente estaba empapada de sudor. Se mordía el labio inferior y no dejaba de mirar sus tetas—. Pero me las tienes que enseñar.

Dani acababa de quedar paralizado. «Cris le había confesado la mamada». Si ahora él se lo contaba a Alba, estaría acabado. Ella no se lo perdonaría. Máxime, cuando le había mentido descaradamente, diciéndole que esa noche solo se había pajeado en su cara. Se llevó la mano a la frente. «Se acabó. Es la segunda vez que se entera de que te hacen una mamada a sus espaldas, y de que le mientes mirándole a los ojos».

Alba, con la lentitud justa para pensarse su propuesta, tomó la prenda por la parte inferior de cada copa y tiró de ella, pero en lugar de quitársela, la ajustó, comprobando que estuviera perfectamente colocada. Repasó también las tiras superiores en un amago continuo que sacó de quicio a Cristian.

—Enséñamelas de una puta vez, joder. Y deja de zorrear conmigo.

Quizás Cristian se arrepintiera más tarde, pero en ese momento, la poca sangre que regaba su cerebro había terminado por colapsarlo. Alba serenó el semblante por completo. Cesó su coqueteo y se tapó con las manos como si acabara de descubrir que estuviera desnuda.

—Vale, se acabó. Ya has tenido bastante. —Se hizo con la camiseta para colocársela de nuevo—. Que te estás poniendo muy tonto.

Cristian, con la polla a punto de estallar, estaba completamente fuera de sí.

—No es justo, mierda. Al puto Andrés le pajeaste hasta vaciarle los huevos. —Se había incorporado ligeramente sin ralentizar su paja—. Y a mí, que teníamos que estar follando, no me dejas verte ni las tetas, puta zorra.

—¿Qué coño has dicho, niñato? —La cara de Alba se había congelado y en su frente empezaron a aparecer arrugas que antes no estaban.

—Lo que oyes. Que con otros eres bien puta, pero a mí, que me debes un polvo, no me enseñas ni las tetas.

—¿Qué sabrás tú lo que hago o dejo de hacer? —Había tardado bastante en responder.

—Lo que me cuenta Cris, qué voy a saber. Le estuviste sobando la polla a su viejo mientras él te pajeaba el coño la noche que encapuchaste a tu novio.

Alba se quedó con la boca abierta, pero no lo desmintió. A Dani, que lo estaba oyendo, también se le cayó la mandíbula. Cristian ralentizó su paja hasta convertirla en un suave sobeteo. Se incorporó en la cama y se pasó la lengua por los labios.

—Ya ves, guapita. Cris me lo cuenta todo. Lo hace porque es mi novia —sonrió ladino—. ¿Tú no le cuentas todo a tu novio?

Alba se puso tensa, pero, de nuevo, tampoco tuvo respuesta. Dani sintió su silencio.

—Ya veo —continuó él—. Mucho hablar de cuánto te pone y lo enamorada que estás, pero, a la hora de la verdad, le dejas atado a la cama mientras corres a buscar la polla de otro. Para pajearos juntos.

—No me pajeé con él, imbécil —respondió, por fin.

—Sí lo hiciste. Le pajeaste y él te pajeó a ti.

—Eso no fue así. —Le temblaba algo la voz—. Estuvimos hablando y le pedí que me la enseñara. Es cierto que se la toqué, pero no le hice una paja.

—Claro, claro, por tu novio, ¿no? Por respeto y eso. Luego le dejaste que te tocara el coño, pero solo un poco. Por respeto también. —La mano seguía moviéndose despacio, pero su polla no disminuía un ápice—. Y tu novio ¿qué dice?

Dani, tras la puerta, no daba crédito. Andrés y ella… Cerró los ojos con fuerza e intentó respirar con calma. El día había empezado mal y cada vez se ponía peor. La necesidad de saber más, le mantuvo pegado a aquella rendija. Cristian continuaba a la carga.

—No lo sabe, vaya. —La miraba fijamente. Él, con cara de enfado; ella, intentando no perder la compostura—. Me pregunto cómo se lo tomará cuando se lo cuente.

—No le vas a contar nada. —Silabeó cada palabra. Sus ojos echaban chispas—. Y vas a cerrar esa bocaza para que esto no salga de aquí.

Sin perder su porte ofensivo y, con las piernas aún completamente abiertas, dejó de masturbarse y colocó las manos a cada lado de su cuerpo. La polla seguía erecta como un mástil. Parecía que fuera lo único que se interpusiera entre los dos.

—Pues habrá que hacer algo para que siga sin enterarse.

Ella abrió los ojos como platos durante unos segundos antes de ponerlos en blanco como si acabase de masticar caca de gato. Dani no podía estar más cabreado con la chulería de aquel niñato cabrón. «No lo hagas. Ni se te ocurra».

—¿Que yo. Te haga. Una paja. A ti? —Le estaba costando no escupirle en la cara—. ¿A un niñato como tú? ¿Pero cuántos años tienes, chaval?

—Los suficientes, nena. Y ya no quiero una paja. Me haces una buena mamada, que me la merezco. —Acercó su cara y silabeo como ella—. O le cuento todo al cornudo de tu novio.

Sentada sobre sus talones, en medio de las piernas abiertas de Cristian, no dejaba de pasar la mirada de su polla a su cara y de nuevo a ésta. El miembro del adolescente no era como el de Dani. Podría llegar a la campanilla y todavía quedaría parte de polla fuera. Respiraba con profundidad, inflando y desinflando los pulmones. Se llevó tres dedos al puente de la nariz y cerró los ojos.

Dani, sin darse cuenta, estaba apretando con tanta fuerza el pomo que sus nudillos se habían vuelto blancos por la presión. No podía odiar más a aquel maldito niñato. Con el corazón encogido, observaba a su novia que no dejaba de mover el mentón sin apartar la mirada de su polla. No la creía capaz de rebajarse a chupársela. No obstante, contenía el aliento, pegado a aquella rendija. Alba se lo estaba pensando.

Aguantaba inmóvil mientras caían los segundos. Ya no era por celos, sino por saber si ella llegaría tan lejos. Si sería capaz de traicionarlo por mantener a resguardo aquel secreto entre ella y Andrés.

—Tú has visto muchas películas, ¿no? —dijo con el desprecio que solo se le puede hacer a un retrasado mental—. No te la voy a chupar solo para que no le digas que se la he tocado al padre de Cris.

Cristian borró la sonrisa, pero solo un instante. —Pero a lo mejor sí lo haces para que no le cuente que fuiste tú la que tuvo que pagar con un polvo en el juego del albergue. Al parecer, tu novio no sabe nada. Claro, como no le cuentas las cosas…

Alba puso unos ojos como platos. Ahora sí se había asustado de verdad. Tras unos segundos de duda, miró instintivamente hacia la mesilla, donde descansaba su móvil. Cristian adivinó sus pensamientos.

—Tranquila, no he fisgado tu teléfono, no soy de esos. Me lo ha dicho un pajarito.

Ella echaba fuego por los ojos, pero no se movió ni hizo amago de abandonar la habitación. Permaneció en su posición, en silencio. Y con ello quedó patente que, aunque no le tenía miedo, la tenía atrapada.

Dani estaba consternado. Y, de nuevo, la duda: «¿Qué. Cojones. Pasó. En el albergue». Estaba claro que eso de que “Lo que pasa ahí dentro, se queda ahí dentro”, no se aplicaba para todos. Cristian sabía cosas que no debería conocer. Ahora Alba, pagaba las consecuencias.

Su mente febril no dejaba de buscar una salida honrosa que no llegaba, aguantando estoica delante de un Cristian que disfrutaba de lo lindo su estatus de poder. Excitándose con ella y con la inminente posibilidad de tenerla lamiendo entre sus piernas.

—Joder, el morbo que me das —dijo moviendo la cadera una vez arriba y abajo. Haciendo que su polla subiera y bajara como si se la acabara de clavar—. Con el rollo ese que te traes de tía peligrosa. Y con esa cara de mala hostia que se te pone a veces. Uffff, cómo me va a gustar correrme en tu boca.

—Mi prima te va a echar a patadas de esta casa en cuanto se lo cuente.

—Y tu novio se va a ir por la misma puerta que yo cuando se sepa todo. Voy a disfrutar viendo su cara cuando se lo diga. Seguro que no le va a hacer ni puta gracia.

Alba apretó la mandíbula hasta que los músculos de su cuello quedaron tensos como cuerdas de guitarra.

—No te va a gustar ver a mi novio enfadado, te lo aseguro.

—Uy, qué miedo. ¿Me va a pegar?

—Es más listo que eso. —Sonrisa de odio y negación de cabeza—. Ponle a prueba.

Se encogió de hombros. —Merecerá la pena si al final me haces una buena mamada—. No tenía prisa, sabía que era cuestión de tiempo. —He ganado el juego y tenías que follar. Me estoy conformando con mucho menos.

Alba agachó la cabeza y se miró las manos en una señal que se podía interpretar de derrota. Aun así, seguía sin dar el brazo a torcer.

—Tengo una buena polla que no dejas de mirar y tú un coño que todavía no me has dejado ni tocar, a diferencia de otros —sonrió—. En el fondo ardes de ganas, te mueres por follar conmigo. No sé porque te resistes tanto a chupármela.

—Que tengas una polla grande no implica que quiera follar contigo, niño engreído.

—¿Y eso de espiarnos cuando follamos en tu cuarto? ¿Me lo invento yo también? Tanta casualidad que siempre nos pilles.

—Tengo que entrar constantemente. ¿Qué esperas?

—¿A todas horas? Venga ya. Dime si no has fantaseado alguna vez con la imagen de Cris y yo…

—No te voy a responder a eso.

—Sí, mejor. No vaya a ser que tengas que reconocer que follas con tu novio pensando en mí. —Volvió a acercar la cara a la de ella—. Y que a ti también te gusta que te mire, como la noche que saliste completamente en pelotas del baño y dejaste que te viera a base de bien. Sí, recuerdo tus mejillas encendidas cuando se me puso dura. ¿Por qué no quisiste hacértelo allí conmigo?

Dani tenía ese recuerdo vívido en su mente. Habían tenido una de las mejores sesiones de sexo, pero, cuando volvió, lo que quedó fue una de las peores noches de insomnio. Y, de nuevo, por culpa de aquel niñato cabrón que no perdió la oportunidad con Alba en cuanto la tuvo a tiro.

—Se te olvida que tengo novio.

—O sea, que si no tuvieras novio…

—Yo no he dicho eso —cortó tajante—. Y además, no follo con niños.

—Pues esta noche nadie habla de follar. Solo de hacerme una mamada que, reconócelo, estás deseando. Tú verás cómo quieres que acabe esta noche. —Apoyó las manos por detrás de la cabeza, dando opción a Alba a elegir si largarse o ceder.

Alba puso los ojos en blanco, negando en una profunda decepción. Al final, dejó caer los hombros, vencida.

—Te hago la puta paja, pero te juro por Dios que, como le cuentes a Dani algo de esto, te corto las pelotas.

Cristian echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada muda en un ademán de triunfo. —Vale, está bien, me conformo con un pajote, pero tendrás que hacerlo muy bien si quieres que cumpla con mi palabra—. Después, se quedaron mirando. Ella, odiándolo; él, disfrutando de su victoria, a la espera de que comenzara su tarea.

Bufó, pero por fin, dobló la espalda y colocó su mano alrededor de aquel tronco carnoso. Las facciones de Cristian se relajaron al notar el tacto de sus dedos.

Dani, en shock, contempló a su novia sobajarse ante aquel niñato que parecía estar jugando con todos. Consiguiendo una paja reservada solo para él; de su novia; de su Alba. La Alba inalcanzable para hombres mucho mejores que aquel infame del tres al cuarto. Sopesó entrar y pararlo todo. Arrearle en toda la cara hasta perder el conocimiento.

Mala idea.

Discutiría con Alba, gritarían, se caerían las máscaras y se destaparía todo, incluida la mamada de Cristina. Y lo peor era que lo harían delante de Cristian, regalándole una magnífica y bochornosa escena de ruptura. Aquel niñato iba a conseguir que rompieran delante de él.

Y por él.

Y era una victoria que no pensaba regalar. Contó hasta diez. «Es solo una paja —se dijo—. Lo tuyo con Cristina fue mucho peor».

Alba ya lo estaba pajeando con rapidez. Por la punta de la polla, empezaba a asomar cierto líquido blancuzco, apenas una pequeña muestra de espuma de habérsela machacado tanto hasta ahora.

—Joder, lo que tuvo que disfrutar ese viejo cabrón —decía éste sin deja de mirar su mano subiendo y bajando—. Hmmmmm.

—Que no le hice una paja, ya te lo he dicho. Tenía curiosidad por verla completamente dura. Se la acaricié hasta que se empalmó del todo. Punto.

—Mientras él te tocaba el coño, sí. Todo muy lógico. Uffffff, sigue.

—Me lo pidió él. —Alba suspiró—. Era lo uno por lo otro. Le dejaba tocarme durante el tiempo que le tocaba yo. No hubo paja, ni orgasmo ni semen.

—Uff, joder, qué morbazo me da. Sobándoos el uno al otro. ¿Te quitaste las bragas? ¿O te metió mano con ellas puestas?

Alba calló.

—Oye, y lo del tatuaje que tiene por debajo del rabo, ¿es verdad?

—Sí. —Le había costado contestar, como si se avergonzara de conocer ese dato.

—Ooooh, ooooh, ¿Y qué pone?

Alba le miró fijamente sin dejar de pajearlo con rapidez.

—Pregúntaselo a Cris, que te lo cuenta todo.

Cristian se carcajeó y volvió a estirar el cuello notando el placer que le llegaba por todo el cuerpo.

—Sé buena y acaríciame las pelotas, anda. Mmmmmmfff.

—Los huevos, te los tocas tú solito. Te hago una paja y punto.

Se removió, acomodando la cadera para que sus pelotas quedaran más expuestas.

—Si me las acaricias, seguro que me corro antes.

Alba puso cara de hastío, pero para consternación de Dani, avanzó la otra mano hasta hacerse con sus huevos. Seguramente quería acabar aquello cuanto antes.

Seguramente.

Cristian tuvo que morderse los labios soportando la nueva oleada de placer. Al menos, como buena noticia, dejó de hablar.

La mala, era que, aun con el masaje testicular, no terminaba de eyacular de una vez. Alba tuvo que cambiar de mano, y no era la primera vez.

—Joder, Cristian. ¿Te quieres correr ya?

Terminó tumbándose junto a él para tener mejor posición, apoyándose en un codo, pero colocada de manera inversa. Es decir, formando una especie de 69 donde la cadera de ella quedaba junto a los hombros de él y viceversa.

—Si te quitas el bikini —jadeaba—, seguro que me corro antes.

—Ya te he dicho que no. Concéntrate en otra cosa.

—Solo la parte de arriba, para que te vea las tetas. Venga, si te las he visto mil veces. Mmmf, joder, estoy a punto y necesito dosis extra de excitación.

De nuevo sufrió un sobresalto cuando vio que su novia se llevaba las manos hacia atrás y la prenda terminaba cayendo. Debía estar muy impaciente por que se corriera rápido. Apretó las mandíbulas, enfadado. Ya solo quedaba la braga del bikini.

—Ufff, qué bufas. Es que no termino de acostumbrarme.

Un chasquido resonó en la habitación. Cristian puso cara de dolor fingido y movió una mano en el aire. Alba había dejado de pajearlo y le señalaba con un dedo.

—No se tocan. Y la próxima te la suelto en la cara.

—Ay, primita, cómo te pones por nada —dijo en tono meticón—. No me puedo creer que a ese viejo le dejaras meterte mano en el coño y a mí no me dejes darte un pellizquito en el pezón.

Alba retomó la paja. Estaba apoyada en un codo. En esa posición, sus tetas se bamboleaban libres a la vista de todos y Cristian no despegaba la vista de ellas.

—La noche que le ataste a la cama, te debió poner muy cachonda. Tenerlo allí, como un esclavo, mientras tú hacías esto con el viejo.

Ella apenas levantó los ojos un momento sin dejar de pajear. Su mano parecía pequeña agarrando aquel tronco. No le contestó.

—Recuerdo la cara que tenías cuando entramos. Estabas coloradísima —sonrió—, y no era solo por lo que bebimos. Te debe calentar mucho putear a tu novio. —Hizo una pausa—. Y a él, que le hagas un cornudo.

—Tengo tus huevos en mi mano. No me cabrees. —Cristian no replicó, pero su sonrisa se amplió de oreja a oreja, como si su enfado confirmara la respuesta—. Le até porque me gustó que estuviera a mi merced —confesó por fin—. Me dio morbo tenerlo para mí. —Sonaba a lamento—. En aquel momento, iba como una cuba de tanto beber el licor ese de Andrés. No era mi intención putearle. Le quiero con toda mi alma, no como tú a Cristina.

—Yo creo que sí te gusta. Te pone saber que estaba jodido mientras tú… —hizo una pausa aguantando un jadeo—, jodías con otro.

—Ya te he dicho que solo se la toqué. La cogí en mi mano y la acaricié unos segundos. Nada más.

—Porque querías verla completamente dura, claro. —Se pasó la lengua por los labios—. ¿Y qué, se puso tan grande como pensabas?

—Sí —reconoció en un susurro.

—Pues ahora… Oooooh, oooooh… ya puedes compararla con la mía.

Alba se ruborizó y apartó la vista, posándola de nuevo en la polla que no había dejado de menear.

—Es más grande que la de tu novio, ¿eh? —En referencia a la suya propia.

Nueva mirada de odio y nuevo mutismo. Dani no podía aborrecer más a aquel impresentable que, de nuevo, le hizo sentir pequeño en todos los sentidos. Agachó la cabeza imaginando las comparaciones que pudiera estar haciendo Alba.

—¿Por qué sales… con un tío… con la polla enana? —Espaciaba cada palabra por el placer.

—¿Y por qué Cris sale con uno que es gilipollas?

—Porque este gilipollas la tiene bien atendida y no hay noche que no la haga gritar de placer. Hmmm, oooooh. ¿Dani te hace gritar? —Alba se enfurruñó y mantuvo la boca cerrada—. Dime, ¿te llena con su polla? ¿Te deja satisfecha? —Soplaba intentando contener el placer—. ¿Cuánto le mide? Venga, dime. Oooooh. Comparada con la mía.

Puso una mano en la cadera de Alba y la deslizó hasta llegar al culo. Ella dejó de pajearlo y colocó la mano sobre la suya con rapidez, frenando el avance. Le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de quitársela con brusquedad.

—Esa es zona prohibida.

—Es que, como no dices nada… Intentaba buscar el extra de excitación que me falta para conseguir correrme.

Alba volvió a su paja, retomando el sube y baja frenético. La polla parecía haber perdido algo de vigor. Estuvo segura de que él se alegró por ese balón de oxígeno.

—La mitad —dijo ella por fin.

—Joder, es una polla de niño —sonrió recuperando el aliento—. ¿Por eso te gusta tanto la de Andrés?

No contestó.

—Yo creo que es porque te gustan las pollas grandes. Por eso mirabas tanto la de Aníbal en la piscina y por eso no dejas de mirar la mía.

Eso era cierto. Su enorme consolador era prueba de ello. Además no le había quitado ojo durante toda la paja. Puede que se la estuviera meneando obligada, pero era indudable que se sentía atraída por aquella polla. “Que sepas que todavía tengo ganas”, recordó Dani. Su frente estaba perlada de sudor y no estaba seguro de que fuera solo por el esfuerzo.

—¿Por qué te enfadaste con Aníbal en la piscina, cuando hacíais las inmersiones?

—Yo no me he enfadado con él.

—¡Joder que no! —se rió Cristian—. Lo hemos visto todos, hasta tu novio. —Se mordió el labio notando su excitación volver a su punto álgido.

Alba hizo un mohín. Si pensaba que no se habían dado cuenta, estaba equivocada. Cristian volvió a poner una mano en su cadera. —Venga, dime. ¿Qué pasó debajo del agua? Y no te preocupes, hmmmm, no se lo voy a decir a tu novio—. Ella se lo pensó unos segundos.

—No dejaba de sobarme el culo. De arriba abajo —reconoció en un susurro—. Y algo más.

—Uuuuu, qué morbazo. Y con tu novio ahí, delante de vosotros. Hostia, cómo me pone. —Arrugó la cara sintiendo la oleada de placer al recrear la imagen. Alba aprovechó para masajear el glande lleno de baba preseminal con el pulgar—. Así, así, ooooh, ooooh —animó Cristian con los ojos en blanco.

Abrió más las piernas, extasiado. Su mano volvió a posarse sobre la cadera de ella y apretó los dedos atrapando media nalga. Alba soltó un gemido que Dani interpretó como molestia o cansancio. Su mano martilleaba con rapidez.

—Quita esa mano. Ahora mismo.

—Si solo hago lo mismo que Aníbal. Oooooh, oooooh, sigue, sigueee, ya casi está. —Su frente estaba empapada de sudor. Se mordió los labios intentando retrasar el orgasmo lo máximo posible para alargar la paja.

Alba, sin apartar la vista del falo empapado en su propia baba preseminal, no daba tregua, intentando lo contrario, acelerarlo cuanto antes. Cristian giraba la cabeza a un lado y a otro, empezando a perder el control. Y Alba martilleaba sin cesar.

—Cristian, que quites la mano, ya.

Su mano amasaba suavemente la nalga al completo. Pero la punta de sus dedos había desaparecido entre los glúteos, por debajo de la braga del bikini.

—Uuuugghh, preciosa, ¿Así te tocaba Aníbal?

Nuevo gemido de ella, pero no le apartó la mano ni cesó su paja. En su lugar movió la cadera hacia delante, apretando los glúteos, para impedir que él avanzara hacia su interior. Levantó la cabeza con los ojos cerrados por el efecto del esfuerzo y la volvió a bajar.

—Cristian, joder, sácame esa puta mano.

Ella volvió a gemir, pero esta vez Dani no supo si era por el cansancio. Tenía la cara hacia abajo y los ojos fuertemente cerrados. Un escalofrío recorrió la espalda de Dani. En ocasiones, él solía meterle un dedo en el momento preciso para acelerar o incrementar su orgasmo. Su criptonita con la que Cristian iba a toparse si nadie lo remediaba.

—Oooooh, oooooh, joder. Sigue, puta, sigue. —Gimió de manera sonora—. Hazlo con la lengua. Oooooh, mmmm, venga, chúpala. ¡CHÚPAMELAAA!

Alba había abierto la boca respirando a bocanadas, quizás por el esfuerzo.

Quizás.

La mano de Cristian se movía rítmicamente acariciando y amasando. Dani puso toda su atención, parpadeando sin dar crédito. La punta de sus dedos seguían por debajo de la tela.

Alba pajeaba con rapidez desde la base hasta el glande, al que masajeaba en cada pase con el pulgar. Con la otra mano, sobaba sus huevos, llenándosela con ellos. Sus gemidos eran cada vez más sonoros.

Los dedos de Cristian se deslizaban cada vez más adentro. Manoseando más a rápido y cada vez más a fondo.

Gemía, y ella también. Lo hacía muy pegada a su polla. Empapando el glande con su aliento. Si sacara la lengua, se la llegaría a tocar con la punta. Cristian también lo veía.

—Saca la lengua —ordenó—. Solo un poco. Venga, ooooh, ooooh, sácala.

Alba asomó la punta de la lengua por su boca abierta. Dani, asolado, contuvo la respiración. Se pasó la mano por la frente. En cuanto Alba se metiera aquella polla en la boca, él se lanzaría a comerle el coño y ya no habría vuelta atrás. Lo siguiente sería dejarse follar, y no le iba a costar gran cosa.

—Lo tremenda que estás y las ganas que dan de follarte. Aaaaah, oooooh —Estaba al límite, completamente colorado, con el cuello en tensión.

Alba seguía con su lengua a centímetros de su glande y cada vez se acercaba más. Preparada para recibir su descarga. Tenía una cara de viciosa como Dani no había visto nunca.

Y Cristian tampoco.

—Quiero que me folles y quiero que me llenes el coño con tu semen —dijo ella.

El aliento golpeó contra su glande y Cristian parpadeó, incrédulo. Lo había oído bien. Se la iba a follar. Alba se iba a dejar follar por él. Su cerebro convulsionó cuando recreó la escena e, inmediatamente, estalló de placer.

—Ooouuuugggmmmm.

El primer chorro manchó la mejilla y las tetas. Alba maniobró con rapidez para que los siguientes fueran hacia el pecho de él. Gran parte, se escurrió por su mano.

Cuando acabó, Alba se incorporó y, de un manotazo, apartó la mano que Cristian tenía metida entre sus glúteos. Acto seguido, se recompuso la prenda y se levantó como un resorte recuperando su ropa.

—Ya tienes tu puta paja. Ahora muérete. —Entró al baño de un portazo, pero volvió a salir enseguida—. Y como se entere mi novio de algo de esto, te juro por Dios que te vas a acordar de mí para toda tu puta vida, niñato de mierda. —Volvió a desaparecer dentro de otro portazo.

Dani, casi sin pulsaciones, cerró la puerta con cuidado y pegó la espalda a la pared. Todavía permaneció en aquella posición un buen rato antes de que pudiera reaccionar. Bajó los escalones uno a uno, avanzando sin ganas hasta llegar a su cuarto. Su maleta asomaba por debajo de la cama. Estaba casi hecha, lista para partir con ella en cualquier momento. Sin desvestirse, se tumbó en la cama, por encima de la colcha. Necesitaba pensar. En ocasiones, uno se levanta con el pie izquierdo y, durante el día, todo le sale mal. Ese, había sido uno de esos días de mierda.

Fin capítulo XXXVI
Este capítulo rinde homenaje a un gran escritor que muchos habréis recordado el leerlo.
Si la suerte hiciera que leyera esto, me gustaría decirle que vuelva.
Buenas noches.
En primer lugar felicidades al autor.
Cuantos capitulos quedan aún ?. Mas que nada es porque como sean muchos rsta Alba se va a follar hasta las amigas y primas... cada capitulo nos enteramos que va teniendo lios xon Anibal, Andrés, con Cristian y no sé yo si con el gasolinero.... y luego se enfada con Dani porque le han chupado la polla en el cuarto oscuro cuando ella ya venia de ser muy magreada.
Yo soy Dani y al segundo dia me marcho. Y el amago que hizo de marchar no tenia que haberse arrepentido.
Esperando el desenlace de esta historia que llegue ya lo antes posible.. jeje.
Un saludoo...
 
Buenas noches.
En primer lugar felicidades al autor.
Cuantos capitulos quedan aún ?. Mas que nada es porque como sean muchos rsta Alba se va a follar hasta las amigas y primas... cada capitulo nos enteramos que va teniendo lios xon Anibal, Andrés, con Cristian y no sé yo si con el gasolinero.... y luego se enfada con Dani porque le han chupado la polla en el cuarto oscuro cuando ella ya venia de ser muy magreada.
Yo soy Dani y al segundo dia me marcho. Y el amago que hizo de marchar no tenia que haberse arrepentido.
Esperando el desenlace de esta historia que llegue ya lo antes posible.. jeje.
Un saludoo...
Todos somos Dani...:dancer1:
 
En mi caso.... a pesar de ser una prepotente, empoderada, mentirosa, manipuladora, egoista,.......no puede evitar sentir lo que siente por Dani.
Por tanto ....¿se merece que todos vayan contra ella?, la contestacción es sí, pero yo la veo de otra forma.......demasiada fé en el género humano?, tal vez.....
 
Señores a ver si nos ponemos las pilas, que ella no tiene ninguna culpa de nada, que la culpa la tiene él, que está viendo lo que pasa y se lo come con patatas, dicho de otro modo CONSIENTE.

Si fuese un tío como debe de ser, en lugar de andar con duditas y con come comes, habría tomado una decisión, la que fuese, pero una decisión, y no andaría como un gilipollas todo el día deshojando la margarita.

Se merece cada centímetro de cuerno que le hacen crecer.

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Última edición:
Señores a ver si nos ponemos las pilas, que ella no tiene ninguna culpa de nada, que la culpa la tiene él, que está viendo lo que pasa y se lo come con patatas, dicho de otro modo CONSIENTE.

Si fuese un tío como debe de ser, en lugar de andar con duditas y con come comes, habría tomado una decisión, la que fuese, pero una decisión, y no andaría como un gilipollas todo el día deshojando la margarita.

Se merece cada centímetro de cuerno que le hacen crecer.

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Consiente…claro… si Alba no fuese una diosa diva manipuladora despotrica pérfido malvada no ocurriría.
Que conste y lo he manifestado sobradamente que Dani lo traga. Su fortaleza se quedó en el periódico y el kas del primer capítulo.
Alba es carne de machos alfas malotes, despóticos y nada recomendables. La versión masculina de ella. Nada nuevo bajo el sol de la realidad… para todo lo demás, los machos beta o inferiores en gama.
 

Y te seguiré queriendo​


Oyó cómo se abría y cerraba la puerta. Segundos después, Alba se tumbaba a su lado, con suavidad, como si no quisiera despertarlo, haciendo la cucharita por detrás. Olía a almendras y hierba fresca, señal de la ducha que acababa de darse para limpiarse el olor a polla de Cristian y el sudor de su cuerpo. Lo abrazó, colocando la palma sobre su pecho y se quedó así un buen rato.

—Sé que no estás dormido —dijo por fin—, lo noto en tu respiración.

Dani inspiró con profundidad y soltó el aire lentamente.

—No he conseguido coger el sueño —dijo en tono apagado—. Pensaba que ibas a pasar toda la noche con él. —Sonaba cansado, sin ganas.

—Se ha puesto muy pesado. Prefiero pasar la noche contigo.

—Pesado —repitió él.

—Sí, pesado, impertinente. Tiene el pavo muy subido y estaba un poco tonto.

Dani mantuvo la misma posición fetal. El pavo subido de Cristian le había conseguido una paja y casi hasta una mamada.

—¿Sigues enfadado conmigo? —preguntó con cautela.

—¿Por qué? Ya lo habíamos hablado, ¿no?

—Sí, y habíamos quedado en que no tenías nada de lo que preocuparte.

—Porque le cortabas el rollo en cuanto se pusiera pesado —corroboró.

—Así es. —En esta ocasión le costó un poco más responder—. Y porque te quiero.

Se quedaron en silencio, con el único sonido de sus respiraciones. Alba apretó ligeramente su abrazo. —Dime que me quieres —rogó.

Dani inspiró con profundidad. No se podía quitar de la cabeza la paja que su novia acababa de hacer a Cristian en su cama pero, después de tantas vueltas, había decidido que no la iba a culpar. Él había propiciado el juego así que no se podía quejar de ser presa de las consecuencias. Además, Alba, bajo chantaje, no había cedido a todas las pretensiones de aquel crápula. Aunque le doliera haberla visto pajeándolo.

Sin embargo, que se hubiera rebajado a meneársela en vez de afrontar lo que había pasado en el albergue, alimentaba sus dudas sobre lo que pasó de verdad y, la sospecha de lo peor, lo estaba matando por dentro.

Se giró, colocándose bocarriba, y rodeó con su brazo el cuello de ella que apoyó la cabeza en su hombro.

—Quiero hacerte una pregunta. Y necesito que seas completamente sincera.

Alba se mantuvo en silencio esperando a que la hiciera o, a lo mejor, temiéndosela.

—Te prometo que, sea cual sea la respuesta —continuó él—, no me voy a enfadar.

Ella se removió, abrazándolo parcialmente. Posó su mano sobre su pecho, pero continuó en silencio. Él puso otra sobre la suya.

—Y te seguiré queriendo tanto como te quiero ahora.

Ella cerró los ojos y enterró la cara en su cuello que frotó con la punta de la nariz. Después, nuevo silencio que nadie rompió hasta que Dani, por fin, dijo lo que tenía en mente.

—¿Qué pasó ayer en el albergue, mientras estaba pasando la fiebre?

Alba había apretado la mano del pecho, sintiendo su corazón latir. Tensó la mandíbula antes de contestar.

—Tu amiga, ¿no? Te lo ha dicho ella.

Dani la cogió por la barbilla con dos dedos y la elevó con suavidad para que lo mirara a los ojos. —Eva dice que no pasó nada. Y no para de repetírmelo. —Cogió aire y lo expiró con lentitud—. Los otros, en cambio… Sus bromas, sus comentarios cada vez que me acerco…

—¿Por eso estabas tan raro hoy? ¿Y por eso te has enfadado conmigo en la piscina?

—Todos cuchichean algo de unas pajas y de que tuviste que follar.

Alba asintió lentamente, dándose tiempo para elegir las palabras adecuadas.

—Nos habíamos pasado la noche riendo y bebiendo. Haciendo juegos cada vez más subidos. Yo no participaba. Pasaba de pringarme otra vez con esas mierdas, pero… —suspiro—, no sé, me liaron, o me lie yo. El caso es que estaba enfadadísima contigo por lo que acababa de pasar en el cuarto. Que fue culpa mía, por cierto, por mucho que me duela reconocer. Yo lo provoqué. —Nuevo suspiro—. Total, que me vi con la obligación de tener que hacerle una paja a Aníbal.

Dani cerró los ojos y contuvo un lamento.

—No se la hice —se apresuró a decir—. Es decir, llegué a tenerla en mi mano, pero… te juro que no fue a más. No pude, no lo hice, me negué.

—¿Y por eso tuviste que follar? —preguntó con toda la calma que pudo.

Nueva pausa y gesto congestionado de ella. —No exactamente, pero se puede decir que, por culpa de eso y una serie de malas decisiones, me tocó dejarme follar delante de todos.

Otra pausa que él soportó en silencio, esperando con el corazón en un puño.

—Pero tampoco lo hice, no follé, Dani. Créeme.

Y la creyó. Porque era lo que quería hacer y porque la quería con él; o porque era un idiota enamorado; o simplemente un idiota. La abrazó y la besó y ella le devolvió el beso, y la quiso, y se quisieron. Y lo siguiente fueron sus cuerpos desnudos. La de ella sobre él, a horcajadas, galopándolo con toda la tensión acumulada de los últimos días.

La cadera de ella se movía con tanta fuerza que el cabecero empezó a golpear contra la pared. Alba estaba fuera de sí, con el cuerpo empapado en sudor.

Levantaba la cabeza hacia el techo con los ojos cerrados, señal de que su mente no estaba con él. Seguramente evocando los momentos del cuarto oscuro, o quizás con Andrés y su polla de caballo, fantaseando con su suavidad y tamaño. O puede que todavía no hubiera salido del dormitorio de Cristian y su enorme polla que no había dejado de pajear. Su semen había profanado su cara y sus tetas, puede que ahora lo estuviera haciendo también en su mente.

Le tranquilizó notar el calor entre sus piernas, abrasarlo. Estaba excitada de verdad. Lo que le hacía pensar que era causa de tantos días al límite, sin llegar a culminar con Aníbales, Andreses o los Cristians de turno.

Se apoyó sobre los codos para llegar a las tetas y poder chupar cada pezón. Ella soltó un gemido y sujetó su cabeza contra sí, quién sabe si concentrada en Aníbal y en la paja que no le hizo.

Para Dani, no estaba siendo tan placentero. Su cabeza seguía anclada en varios lugares fuera de allí. Probablemente los mismos que ella. El cuarto oscuro y la eterna imagen de Aníbal penetrándola como un salvaje, dándole, con su enorme polla, ese placer que él no conseguía.

Otro era Andrés y la supuesta caricia sexual. Quería creer que ella había dicho la verdad y que las lagunas de él, eran solo eso, lagunas causadas por el alcohol.

Por último, el niñato de Cristian. Apuntó mentalmente matarlo con sus propias manos cuando tuviera ocasión, ahorcándolo con sus intestinos.

Los gritos de Alba le sacaron de su ensoñación. No se cortaba en sacar todo el partido a su garganta y, junto al fuerte golpeteo del cabecero, debían tener a toda la casa en vilo. Cuando cesó, se quedó tendida sobre él, exhausta.

—Joder, Dani, qué pasada. Ha sido increíble ¡Hay que ver cómo estás hoy!

Y estaba, pero en otro mundo. Pensando en que ella no hubiera follado con él y que se hubiera estado resarciendo de las situaciones sexuales de los últimos días. Él, bocarriba, la abrazaba contra su cuerpo consolándose con que, al menos en ese momento, había sido suya. Ella le tocó la polla notando su dureza. La cogió y la meneó suavemente, pajeándolo. Cuando Dani bajó la vista, comparó aquella imagen con la de Cristian. Con el imberbe, la mano de Alba parecía mucho más pequeña.

—No te has corrido todavía. —Levantaba una ceja, divertida—. Hmmm, vamos a tener que discutir más a menudo, visto el buen resultado que da. —Se mordió el labio inferior, cavilando, con ese brillo en los ojos que tan bien conocía.

Dani intentó corresponder, pero no había brillo en sus ojos, ni en su sonrisa.

—Ey, ¿qué pasa? ¿Sigues preocupado por lo del albergue?, ¿o es por lo de la piscina? Venga, ya te he dicho que lo siento.

—No es solo por eso. Es por todo. Por este sitio, por tus amigos, por sus putos juegos… por mí. —Movió la cabeza a un lado y a otro—. Me quiero ir a casa, Alba. Y me quiero ir ya.

—Pero, ¿y la boda? Solo faltan tres días.

—Diles que no me encuentro bien, o que me ha dado no sé qué. Invéntate algo y ponme de excusa, pero vámonos de este sitio cuanto antes, por favor.

Alba ensombreció el rostro. —No podemos hacer eso. Sería muy feo. —El tono era conciliador.

Dani no dijo nada y, por toda respuesta, dejó caer la cabeza hacia atrás, en la almohada. Ella pegó su frente a la de él, lamentando el estado de ánimo de su novio.

—Joe, es que… es la boda de mi prima. Entiéndelo.

Asintió, apesadumbrado.

—Claro, es tu prima la que se casa. Y son tus amigas.

Se quedaron en silencio. Ella seguía acariciando su pecho. Dani no dejaba de rumiar algo que le llevaba quemando los últimos días y que le estaba costando sacar. Apretó su frente contra la de ella y le habló con dolor.

—Tengo la maleta casi hecha. Ya he metido toda la ropa de los cajones. Mañana salgo de vuelta.

No podía más. Bastante había cedido hasta ahora, y no solo a ella o a su familia, sino a sí mismo. Además, en ese pueblo, terminaría por perderla irremisiblemente. Tal vez lejos de ella, su novia conseguiría verlo de diferente manera y no como al extraño en el que se había convertido. A Alba le cambió el semblante.

—Pero… ¿Lo dices en serio?

—No aguanto más. Me voy. No encajo en este lugar. No pinto nada entre toda esta gente. Tu prima, tus amigas, sus novios…

—Ay, amor, lo siento. Estaba tan contenta de estar aquí, que no pensaba… —Puso una mano en su pecho—. ¿Tan solo te sientes?

Lo abrazó por el cuello y se quedaron en silencio. Alba cavilaba sintiendo la tristeza de su novio a través de su piel.

—Espera a la cena de mañana, ¿vale? Nos presentamos, cenamos con ellos y, cuando empiecen con las copas, nos despedimos y salimos para casa. Juntos.

Acudir a la cena con todos. Sopesó la idea. No sabía si podría aguantar un solo minuto. No estaba en terreno conocido, no tenía a ninguno de sus amigos con él. Y, lo peor, no le gustaba aquello. «Acudir a la cena —se repitió—. Solo un día más».

—Y nos vamos pitando —repitió él—. Juntos.

—Te lo prometo.

Ahora sí sonrió y el brillo de sus ojos volvió a hacerlos chispear. Ella lo percibió y sonrió satisfecha. Le dio un pico en la punta de los labios y volvió a deslizar la mano hasta su polla. Seguía dura y se mordió el labio inferior.

—Se me ocurre una cosa.

Giró el cuerpo, estirándose hasta alcanzar el cajón de la mesilla de donde sacó un objeto cilíndrico y alargado. Después, se volvió a pegar a él, rozando el lóbulo de su oreja con la punta de sus labios.

—¿Me lo haces con esto, porfi? —dijo colocándoselo en el pecho—. Y tú, mientras, me puedes follar por atrás, por el culo. —Le chupó el lóbulo—. A tu ritmo, hasta acabar dentro. Como polvo de despedida de esta casa.

Lo dijo en voz baja, como si eso hiciera menos oscura su perversión. Sonreía como una niña mala. Compartiendo con él, el momento de tan íntima confidencia. Dani también alegró el gesto, pero, con el molde de la polla de Aníbal en la mano, la suya volvía a ser una sonrisa triste.

El Adonis aparecía de nuevo en forma de falo, para follársela como tantas veces desde que empezaron su relación. Una fantasía que casi había hecho realidad unas noches atrás.

«Solo es una fantasía».

Alba se giró y dejó una pierna semilevantada, esperando que Dani se colocara tras ella. Él dudó. Le pedía ser follada por Aníbal a través de sus propias manos. Una vez más. Ella continuó esperándolo, deseosa de recibir la gran polla del hombre del que iban a ver por última vez mañana.

«Y salimos pitando», se dijo.

Ya no veía de la misma manera a ese aparato desde que conocía su origen. Aun así, tras unos segundos, se pegó por detrás y tanteó con el dildo realista por la parte de delante, entre sus labios.

—Espera —dijo ella entonces—. Lubrícala primero.

De espaldas a él, pero con medio cuerpo girado, esperaba a que Dani se metiera el falo en la boca y lo lubricara con su lengua. Aguardaba impaciente, con la respiración agitada y la boca a medio abrir. Esta vez, para él, no hubo dudas. Si nunca se había sentido a gustó chupando aquella polla, mucho menos lo iba a hacer ahora que sabía que era el propio Aníbal. Ella, viendo su pasividad, terminó tomando la iniciativa. Se encaró a él, acercó sus labios y se la introdujo en la boca. Lo hizo de manera lasciva, como si fuera de verdad. Y, lo peor, mirándole a los ojos. Como si se la chupara delante de él.

—Me pone —reconoció.

Dani asintió, ya lo sabía. Ahora todo era mucho más revelador. Ella lo besó, llenando su boca con su lengua; húmeda, caliente. Después, volvió a chupar el falo, pero esta vez lo introdujo hasta la garganta, como una felación real y profunda. Lo repitió varias veces sin quitar la vista de sus ojos.

La confesión de “Chupársela a Aníbal delante de mi novio”, volvió a flotar en su mente y se preguntó si realmente ella le confesó la verdad la tarde del cuarto oscuro. Cuando la extrajo de su boca, estaba tan excitada como si el adonis hubiera estado allí mismo.

—Ahora, así, métemela.

Volvió a tumbarse de medio lado. Dani tomó la polla de Aníbal por la base. La imagen de Celia meneándola unas horas antes le sobrevino a la mente y una sensación extraña le invadió revolviéndose el estómago.

«Y salimos pitando», se repitió. Y acto seguido recordó El Plan. Su objetivo de sacarla de allí a toda costa antes de que todo se rompiera entre ellos.

Se colocó tras ella en la misma posición de antes. Después, apuntó con su polla entre las nalgas, justo en el agujero de aquel culo maravilloso y apretó suavemente. Entró con facilidad, mediante pequeños envites hasta penetrarla por completo. Acto seguido, buscó con la punta del dildo entre los labios del coño hasta encontrar el hueco.

Comenzó a follarla con ambos penes.

Y mientras el gran falo entraba y salía una y otra vez de su coño, él penetraba aquel culo con su polla, recordando cómo Cristian intentó mancillarlo en su dormitorio. Alba, con la cara levantaba y la boca abierta por el placer, disfrutaba con los ojos cerrados.

—Mmmmsssíííí, sí, síííííííí.

Se apoyaba en un codo. La otra mano, la había pasado hacia atrás, hasta coger la nuca de Dani que besaba su cuello mientras la penetraba con fuerza por ambos lados. Los gritos de antes, eran susurros comparados con los que lanzaba ahora, acompañados de algún que otro improperio.

—Joder! Sigue, mi amor. Sigue, SIGUE, SIGUEEEEE!!!!!

Sabía que, quién la follaba por delante, era el macho Aníbal y se preguntó si, el que la follaba por detrás, sería el dedo de Cristian, que se había paseado demasiado cerca. O puede que el gasolinero guaperas que le puso su polla en la boca en la playa de Arenas.

Minutos después, terminó cayendo exhausta y, de nuevo, Dani permaneció abrazado, plegado en toda su longitud. Alba llevó una mano hacia atrás, hasta su polla, palpándola tan dura como antes. Seguía sin haberse corrido. Y es que no tenía el ánimo para alcanzar donde otras veces llegaba sin querer.

Alba giró la cabeza y, después, medio cuerpo hasta encontrarse con sus labios. —Joder, no te reconozco—. Su sonrisa era de felicidad plena. Dani, con la respiración todavía desbocada por el esfuerzo, solo pudo asentir y dejar caer su cabeza en la almohada.

Ella colocó su cuerpo sobre el de él. —Pues no vas a salir de aquí sin disfrutar lo tuyo.

Reptó hasta colocar sus tetas sobre su polla, pero él la tomó de las axilas para que volviera a subir. —Déjalo, la paja de la piscina me ha dejado seco. Ya he tenido bastante.

A Alba le cambió la cara. Le conocía muy bien como para saber que eso no era cierto.

—¿Qué te pasa, amor?

—Nada. Solo que… bueno, ha sido un día raro. Creo que no estoy en mi mejor momento.

Cerró los ojos apesadumbrada. —Sigues dolido por lo de la piscina, ¿no? Es eso. —Esperó una reacción que no llegó—. ¿O es por Cristian?

—Es que… me da asco ese puto chaval. Cuando te has ido con él…

—Ya, es un gilipollas —reconoció.

Se quedaron en silencio, mirando al techo. Alba, con la cabeza contra su hombro, acariciaba su pecho.

—Se creía que íbamos a follar. Se puso pesado insistiendo e intentando convencerme. Malmetiendo y… bueno, ya sabes.

Sí, ya sabía. Le habían quedado bien claras las artes de aquel Judas. —No sé cómo Cris sale con ese cretino —bufó.

Alba se tensó al oír el nombre de Cristina. Ambos se volvieron a quedar en silencio, de nuevo con la mirada al techo y, de nuevo, con las cavilaciones propias de cada uno.

—Dani, ¿te puedo hacer una pregunta? —Hizo una pausa—. Y te prometo que, sea cual sea la respuesta —continuó—, tampoco yo me voy a enfadar.

Un mal presentimiento hizo que sintiera una descarga en el estómago. No se movió, como si con ello pudiera pasar desapercibido. Cerró los ojos y cogió aire intentando no ponerse nervioso.

Ella levantó la cabeza para encararlo. —Y te seguiré queriendo tanto como te quiero ahora —insistió.

Tampoco ahora se movió. Temiendo que algo malo se cernía contra él, como un autobús sin frenos.

—¿Es verdad que Cristina te hizo una mamada?

No hizo falta que contestara. Cerró los ojos y se mordió los labios conteniendo un lamento. Se odió, pero odió más a aquel chaval repelente. Al final se lo había contado. No contento con la paja, había tenido que joderle donde más le dolía.

—Lo siento —dijo.

Alba cerró los ojos cuando éstos se llenaron de lágrimas. Giró levemente la cabeza, como queriendo mirar a otro lado; como si con ello pudiera no haberle oído.

—Fue la noche de los chupitos. —Hablaba en un susurro—. Salimos con el calentón del juego ese. Íbamos bastante bebidos. —Ella sintió, todavía con los ojos cerrados y la cara contraída por la congoja—. No me estoy excusando, solo cuento lo que pasó.

Se tumbó sobre él, recuperando la posición. Su cabeza volvía a reposar sobre su hombro. Se sorbió los mocos y pasó el dorso de la mano bajo su párpado.

—Te juro que intenté pararlo —se lamentó él—. Lo intenté, en serio.

Alba volvió a sorber otra vez. —¿Y pudiste haberlo hecho? ¿Haberlo parado?

Suspiró. —Sí —Quiso reconocer con firmeza, pero salió como un susurro.

—Pero no lo hiciste.

—Y me arrepiento desde el primer momento. Cada minuto que pasa. Y cada vez que te miro a los ojos.

Se volvieron a quedar en silencio.

—Cuando tu prima me vio, pensaba que romperías conmigo —reconoció—. Luego, cuando hablamos al día siguiente y pensabas que me había pajeado delante de ti, no fui capaz de confesar la verdad.

Ella se quedó pensando, sin mover un músculo. Dani sufrió su silencio.

—Perdóname. Por favor.

—Ya te he dicho que iba a aceptar la respuesta, fuera cual fuese. —Inspiró hondo—. Y que te seguiré queriendo.

«Pero la confianza —pensó con pesar—, esa ya se ha perdido para siempre».

Ella se giró, quitándose de encima. Él se pegó a ella por detrás, acoplado a su cuerpo en toda su longitud. Pegó la frente a su nuca y la abrazó. Ella tomó su mano que apretó contra su pecho. Después, mucho después, se quedaron dormidos.

Fin capítulo XXXVII
 
Pues digo yo, que ya que han confesado algoo.... estaria bien que Alba le contara todo y así no esperar a otra noche de sufrimiento y humillacion.
Despues del polvo ,Dani debeeia pensar en como la ha dejado de satisfecha y hacer lo mismo en el siguiente... si lo hubiera... jejee.
 

Salimos pitando​


Llevaba un buen rato ojeando su móvil, bajo la sombra del toldo que cubría la mesa del jardín, mirando nada en especial. Había dejado a Alba durmiendo en la habitación. En realidad, la había dejado a solas, con sus pensamientos. Ella le había dicho que se quedaba un rato más a descansar, aunque los dos sabían lo que pasaba.

Cristian apareció a través de la puerta acristalada. Toqueteaba su inseparable móvil mientras caminaba hacía la mesa. Se sentó frente a él. Delante, tenía un cola-cao preparado con una bandeja de galletas. Cuando levantó la vista de la pantalla, dejó el aparato sobre la mesa, plantando la mirada en Dani.

—Hola, primo —dijo llevándose la taza a la boca y dando un buen trago.

Dani levantó los ojos lo justo para apreciar su bigote de cacao que terminó limpiando con la lengua.

—Estas galletas no son las que me suele poner Marta. —A Dani le dio bastante igual lo que le pusiera la novia de su padre para desayunar—. Pero con el hambre que tengo esta mañana…

Sonrisilla maledicente que Dani captó a la primera. Volvió a comprobar la pantalla de su móvil antes de volver a la carga. —Vaya pasada lo de ayer, ¿eh? Lo de la piscina, digo. —Escondió su sonrisa detrás de otro trago.

Nuevo mutismo.

—Menuda suerte que tienes con tu novia. Es la hostia haciendo pajas.

Ahora sí levantó la vista para clavarla en él.

—Eres gilipollas.

—Ey, tranqui. Que lo digo por lo del juego —sonreía—. Es tan buena que te hizo perder. —Lo miraba por encima de su taza.

—No, en serio, eres muy gilipollas. —Lo decía calmado, sin rastro de enojo—. Alba y yo lo habíamos hablado. Ella iba a dejar que la follaras si jugabas bien tus cartas y vas y te pones a hacerle chantaje.

Cristian se quedó con la boca abierta y la taza a medio camino del siguiente sorbo.

—No es que le gustara demasiado que hubieras ganado tú, pero, como premio de consolación… —atacaba.

Cristian posó la taza sobre el platillo. No terminaba de entender lo que estaba escuchando.

—Bajó hecha una furia —continuó él—. Dijo que ibas medio bien hasta que sacaste el tema de Andrés. Aun así, te siguió la corriente y te pajeó a ver si encauzabas la cosa. —Arrugó el ceño—. Pero parece que eres gilipollas integral y te dio por ponerte violento.

—¿Te ha contado eso? —Su cara era un poema. Entre el desconcierto y la decepción por la oportunidad perdida.

—¿A ti dónde te han enseñado a ligar, en el KGB?

Cristian intentaba asimilar lo que estaba oyendo. ¿Dani y Alba… liberales? Poco a poco comenzó a recomponer su semblante de suficiencia y, de nuevo, su sonrisilla de niño sabelotodo comenzó a asomar, pero esta vez de una forma menos segura. Sonreía con los labios, pero no con los ojos.

—Paso de ti. Te estás tirando el moco.

Dani puso los ojos en blanco y negó con la cabeza mostrando decepción. Después, se enfrascó en sus asuntos, olvidándose de él al que dejó que siguiera rumiando. A Cristian se le había borrado la sonrisa y, aunque hacía como que se entretenía con su móvil, no dejaba de levantar la vista escudriñándolo.

—En serio —insistió—, no cuela.

Dani levantó la vista, cavilante. Movía el mentón a un lado como si dudara decir algo. Terminó por apoyar los codos sobre la mesa y se echó hacia adelante, bajando la voz.

—¿Es verdad lo que dice Alba? —susurró—. ¿Que te metiste en el baño para hacerte una paja porque eres eyaculador precoz y no querías hacer el ridículo?

—No, no, de eso nada —saltó—. Fue… me di una ducha.

Soltó una carcajada sonora como si hubiera sonado a confirmación vergonzosa. —¿En serio? ¿Un tío tan grande como tú?

—Que no, chaval. Que no fue así. —Se empezó a poner colorado. Se recostó en su silla y se pasó una mano por la frente—. Era para que me diera el masaje.

Dani ya había vuelto a dejar de hacerle caso, bajando la vista hacia su móvil. Cristian se revolvía en su silla.

—¿En serio quería follar?

—Bébete el cola-cao, anda, niño —dijo sin mirarle.

—¿Dónde está ella? ¿Está arriba?

—Que te bebas tu cola-cao. Eres la puta decepción. Tan grande y tan tonto.

—Pero… si ella… —Le cortocircuitaban los cables—. Ella me dijo…

—Ella pasa de ti, idiota. Igual que tu novia.

Cristian se puso tenso como un cable. Volvió a ojear la pantalla de su móvil que, a estas alturas, ya parecía un tic nervioso.

—Qué, ¿no te responde? —cizañó Dani señalando el aparato con el mentón.

Lo escondió entre sus manos. Ya no quedaba rastro de la tranquilidad con la que había llegado. Miró a la casa y luego a él. Nervioso, y sin saber dónde colocar las manos, volvió a dejarlo en la mesa. Dani siguió metiendo tralla.

—¿Te cuento un secreto? —Esperó a que le prestara atención—. Pero te advierto, no te va a gustar —sonrió—. Y tiene que ver con esos mensajes que no te llegan.

El adolescente permaneció atento. Paseando la mirada de su móvil a Dani y viceversa. Éste señaló su taza con un ademán de cabeza. —Tómate el cola-cao, anda, que te va a hacer falta.

No hizo caso y mantuvo el pulso, cruzando los brazos.

—¿Qué secreto?

Dani, sin perder su semblante de suficiencia, tamborileó con los dedos en la mesa a la espera de que se tomara su desayuno como un niño obediente.

Cristian continuó en su obstinación, repantigándose en el respaldo en una especie de protesta pasivo agresiva bastante patética. Sin embargo, visto el mutismo de Dani y, sobre todo, la sonrisita que estaba poniendo, terminó por claudicar azuzado por la intriga, apurando hasta el último sorbo.

Antes de tragar la última gota, mientras levantaba la taza por encima de su barbilla, sufrió un pequeño atragantamiento y dejó de beber al instante, echándose hacia adelante como si sufriera un espasmo.

De entre sus labios, sacó algo dorado y alargado. Tenía una chapita con una fecha.

—¿Qué coño…?

—Cristina me dijo que te la hiciera tragar. —Chasqueó la lengua—. No ha habido suerte.

—¿Qué mierdas dices tú de Cris? —Lo miraba con ojos como platos sin llegar a comprender lo que estaba pasando. O sin querer hacerlo.

—¿Ah, no te lo dijo? Estuvo conmigo. Follando, digo. Mientras tú mendigabas por una pajilla. Pensaba que ya lo sabías. Como Alba y yo nos contamos todo…

A Cristian se le salían los ojos de las cuencas. Miraba la pulserita y después a él, sin dar crédito. Hasta que Dani alzó su móvil y le enseñó la pantalla. La foto posando juntos, enseñando una teta y con la lengua a modo de burla, lo terminó de matar.

—Hijo… de puta. —Quiso arrancarle el móvil, pero Dani lo retiró con rapidez.

Después, se hizo con el suyo y se alejó unos pasos, dándole la espalda. Toqueteó en la pantalla y se lo llevó a la oreja. Un segundo, dos segundos, tres segundos… Nadie descolgó al otro lado.

—¡Joder! ¡JODER! —gritó—. Tú, TÚÚÚ —acusó en la distancia con un dedo en alto—. Eres un cabrón. Y tu novia una zorra.

Se carcajeó con sonoridad. —Y eso que todavía no te he contado el secreto. —Después, se puso serio, casi enfadado, silabeando cada palabra—. Y ya te he dicho que no te va a gustar.

Se daba golpecitos con el móvil en la mano. Cristian ya era un manojo de nervios, pulsando teclas y llevándoselo al oído una y otra vez con el mismo mudo resultado. Un montón de frases, enviadas desde primera hora, se acumulaban sin el doble check.

Dani, de pie, separado de él por la mesa, levantó su móvil y lo mostró en alto. Cristian tuvo que acercarse para ver la imagen. Era un vídeo, y lo que aparecía en primer plano era su taza de cola-cao. Inmediatamente después, una polla erecta asomaba por la parte inferior del plano y eyaculaba dentro.

Cristian se llevó las manos a la boca y sofocó una arcada. Quiso dar un manotazo al móvil, pero de nuevo, Dani fue más rápido.

—¿¡Pero cómo eres tan cabrón!? PUTO CORNUDO PICHA CORTA.

Amagó unas arcadas intentando provocar el vómito.

—Puto asco. Puto cerdo —insultó—. Uuogggh, uuuugggh.

Presa de la rabia, rodeó la mesa, pero Dani ya lo esperaba. Se había apartado dos pasos a un lado para tener sitio. Echó un pie atrás y alineó los hombros. Cuando Cristian llegó a su altura, agachó ligeramente la barbilla. «Un metro —se dijo—. Acércate a menos de un metro y no vas a ver llegar la hostia que te voy a dar».

La bravuconería de Cristian se quedó a algo más de esa distancia, parado frente a él con los ojos echando fuego y con los brazos abiertos como dos paréntesis.

—Eres un cabrón hijo puta. Y tu novia una zorra a la que se van a follar. —Pequeñas motitas de saliva salían despedidas de su boca.

Dani se lo tomó con calma. —Siempre me he preguntado qué tendríais en común Cristina y tú. Ahora ya lo sé. —Una leve sonrisa asomó a sus labios—. Los dos habéis tragado mi semen.

Cristian bufó y amagó otra arcada de asco. A punto estuvo de lanzarse a por él. Sin embargo, algo le decía que no iba a ser buena idea meterse en una pelea (estando solo). Terminó dando un paso hacia atrás, luego otro y otro hasta llegar a la puerta del jardín que daba a la calle.

«A partir de ahora, cada vez que pienses en mí, o en tu exnovia, no podrás evitar recordar que tragaste mi semen, so lerdo», pensó.

El adolescente, que ya salía por la puerta, tenía el teléfono pegado a su oído. —Cris, contesta al puto teléfono cuando oigas esto, joder.

Pero Dani sabía que nunca más la volvería a ver.

Cuando Cristian desapareció, ocupó de nuevo su silla. Ese niñato lo hubiera pasado realmente mal de haberse conocido en su colegio. Cogió el platillo donde reposaba la taza vacía de Cristian y tiró de ella, deslizándola hasta colocarla delante de él. Después hizo lo mismo con la bandeja de galletas.

Marta salió casi al instante. Llevaba una bandeja con un cola-cao y unas galletas.

—¿Y Cristian? ¿No está contigo? Creía haberlo visto levantarse.

—Ha dicho que tenía que ir a delinquir con sus colegas.

Marta levantó una ceja, sin saber si lo decía en serio o estaba bromeando. —¿Has acabado con lo tuyo?

—Claro, te lo puedes llevar si quieres. —Le pasó el platillo con la taza y la bandejita—. Estaba muy rico, por cierto.

—Si tú lo dices. Solo era un cola-cao.

Cuando Marta se volvió a meter en la casa, Dani salió a la calle y enfiló hacia el pueblo. Había algo que necesitaba hacer antes de volver a ver a Alba.


— · —


Andrés no estaba en su puesto. Llamó a la puerta, pero dentro tampoco se oían voces. A esa hora ya debería estar colocando objetos para la venta o fabricando alguna de sus pulseras a la vista de los viandantes. No era normal que se ausentara hasta bien entrada la tarde. Se preguntó dónde podría encontrarlo. Caminó hasta la playa y, una vez allí, se dirigió hasta la zona nudista. Al cruzar las rocas que lo separaban de la textil, dudó un instante, pero se quitó todo.

Con la camiseta en el hombro y las chanclas y el bañador en una mano caminó todo a lo largo. La gente con la que se cruzaba, apenas se fijaba en él. Enseguida vio a la señora de las tetorras y el coño negro. Su marido, junto a ella, leía el periódico, como de costumbre. Se saludaron con una sonrisa cómplice y un leve movimiento del mentón. Empezaba a encontrarse cómodo en aquel sitio.

Pronto descubrió lo que buscaba. Andrés, en la posición de loto, se mantenía erguido mientras meditaba o, simplemente, tomaba el sol a su manera.

Su toalla estaba colocada paralela a la orilla del mar. Él ocupaba uno de los laterales, como si la otra parte estuviera reservada para otra persona. Dani la ocupó en silencio. Intentando no hacerse notar para no interrumpir su momento de meditación trascendental.

Estiró las piernas y se apoyó con las manos hacia atrás. El contraste entre ambos, no podía ser mayor. Y no solo por el enorme y ganchudo cipote que colgaba inerte sobre sus huevos. «Hasta a mí me darían ganas de cogérsela», pensó con resignación. Una chica pasó caminando y los miró a ambos con desinterés antes de pasar de largo.

—Hola, mi joven amigo —dijo sin mover un solo músculo y sin abrir los ojos.

—¿Cómo has sabido que soy yo? ¿Tienes un sexto sentido?

Andrés, todavía con los ojos cerrados y con la lentitud de un camaleón, se llevó el dedo índice a la nariz y se dio dos toques en el tabique. —Me basta con uno de los otros cinco. Tu olor a hierba recién cortada, te precede. —Mostró una sonrisa amplia—. El de Alba, es de frutas dulces.

Asintió sorprendido por su agudeza y se mantuvo a la espera. Había llegado con la necesidad imperiosa de obtener respuesta a lo que no había dejado de rondar en su cabeza.

—Hay algo que te preocupa, ¿verdad?

—¿Eso también lo has olido?

El hippy sonrió. —Te mueves nervioso. Demasiado.

—Ya, bueno, eso… sí, quizás busco alguna respuesta.

—Si tiene que ver con tu novia, o con algo que ocurrió la otra noche, será mejor que lo hables con ella. No soy yo quien debe aclararte cómo está tu relación. —Andrés se lo quedó mirando por primera vez—. Muchacho, yo no soy de los que va buscando lo que es de otros, ni intento quedarme con lo que no me quieren dar. —Inspiró hondo—. Nunca me meto en puertas ajenas, pero —hizo una pequeña pausa— la mía siempre está abierta para quien quiera entrar.

Agachó la cabeza sabiendo que Andrés había llegado hasta donde su novia le había permitido. O, mejor dicho, que Alba había llegado hasta donde ella había querido. Ni un paso más, pero tampoco ni uno menos. Quiso pensar que esa sobada de polla había sido tal y como Alba había contado.

—¿Puedo hacerte una pregunta? En confianza.

El hippy volvió a su posición con los ojos cerrados y respiró hondo.

—No te garantizo que la respuesta te vaya a gustar.

Dani asintió, meditabundo. El sol, que empezaba a quemarle la piel, le obligaba a entrecerrar los ojos para no quedar ciego. Andrés, volviendo a su posición como si fuera una estatua de sal, parecía ajeno a sus rayos. Frente a ellos, hombres y mujeres de todas las edades completamente desnudos, paseaban por la arena de un lado a otro de la playa. En ocasiones, alguno los miraba de soslayo deteniéndose fugazmente en lo que ambos mostraban entre las piernas. Dani, cavilante, observó a su amigo con curiosidad y movió el mentón a un lado.

—¿Qué llevas tatuado en la polla?

El hippy soltó una carcajada tan grande que le hizo perder la concentración. —¿Cómo te has enterado?

Dani, por toda respuesta, se llevó un dedo a la nariz y se dio dos toques en el tabique con media sonrisa. Andrés también sonrió admirado por su agudeza. Le dio una palmada en la espalda y, después, se puso serio

—No estoy orgulloso de ese tatuaje —reconoció—. Fue un capricho de la madre de Cris. —Inspiró de nuevo y expiró con lentitud—. Es una línea que va desde la punta del prepucio hasta el nacimiento de los testículos.

Dani asintió, extrañado.

—Está graduada con pequeñas rayitas transversales —aclaró el hombretón—, de forma que cuando la tengo en completa erección, forma una especie de vara de medir.

Dani frunció el ceño. No le cuadraba con la imagen que tenía de él.

—Ya te he dicho que no estoy orgulloso —aclaró el hippy—. Son cosas que se hacen cuando tienes veinte años y crees que vas a pasar el resto de tu vida con la mujer que tiene una aguja en una mano y un bote de tinta en la otra. Cuando ella me dejó, mi alma quedó vacía pero el tatuaje continuó conmigo.

—Debió de ser duro.

—Sí, claro. Todas las rupturas lo son.

—Me refiero al tatuaje. No me suelo levantar con ganas de que me claven agujas en el forro de las pelotas por amor a la estética.

Andrés no pudo evitar soltar unas carcajadas con las que terminó perdiendo la compostura. —En serio, chico, me caes bien. No me extraña que a Cris le hayas gustado tanto.

—Sí, la buena de Cris. ¿No está por aquí?

—Se ha ido esta mañana. Estará fuera una temporada. Creo que ha cortado con su novio.

Dani no pudo resistir sentirse bien sabiendo que Cristian no daría con ella.

—Es un gilipollas, si no te molesta que te lo diga.

—Lo es, no me molesta. Pero me alegra que hayan salido juntos.

Dani volvió a poner cara extrañada. Andrés, que lo observaba, ya esperaba su reacción.

—Se aprende de lo malo, chico. Es necesario conocer gente mala cuando eres joven, para que sepas apreciar la buena cuando seas mayor. —Se tocó la sien con un dedo, indicando que esa era una idea inteligente.

—Entiendo —corroboró—, de la misma manera que uno debe pasar por malos momentos para saber disfrutar de los buenos. —Y después, ya para sí mismo y entre dientes— Y quedarte con lo que te hace feliz.


— · —


Llegó a casa tarde, después de la siesta. Alba se estaba preparando frente al espejo y se colocó tras ella para observarla, apoyado en el marco de la puerta. Estaba realmente exuberante con aquel vestido veraniego que le remarcaba las tetas en toda su extensión. Estaba, como se suele decir, para romper.

El tema de Cristina flotaba en el ambiente, pero nadie se atrevía a pronunciarlo en voz alta, como si estuviera enterrado en alguna parte de aquellas extrañas vacaciones.

—¿No te preparas? —preguntó ella mirándolo a través del espejo.

Dani apartó la mirada. Ella había intentado ser amable, pero se notaba su tono contenido.

—Claro, tengo la ropa encima de la cama. No tardo nada.

Volvió a concentrarse en sí misma y su reflejo, dejando a Dani a kilómetros de ella. Él se dio la vuelta y se dirigió a su cuarto, en silencio, arrastrando los pies. Cuando entró, llenó los pulmones y espiró lentamente. Su maleta seguía bajo la cama, casi lista para salir con ella.

La cena de esa noche sería algo informal, con el grupo al completo, como la del primer día de bienvenida. Después, seguirían la fiesta en los bares y pubs del pueblo. Sería la última cena en soltería y lo harían juntos, chicas y chicos. Nada de despedidas salvajes, separados, con stripers o boys semidesnudos.

A Dani no le apetecía volver a coincidir con ellos después de lo de la piscina de ayer. Y mucho menos con Aníbal. Dio un toque con el pie a la maleta.

«Y salimos pitando», se repitió.


— · —


El viaje hasta el aparcamiento cerca del restaurante, lo hicieron en silencio. Fueron en el coche de Alba con Dani de copiloto y la constante losa de la mamada de Cristina aplastándolos.

Sabía cómo funcionaba la mente de su novia. Para Alba, su desliz en el cuarto oscuro, fue algo que ella detuvo con gran fuerza de voluntad. Lo hizo con un esfuerzo titánico. Algo de lo que sentirse muy orgullosa. Y el mismo razonamiento utilizaría en el resto de situaciones en los que la noche se había descontrolado: La cena del primer día, el albergue, la sobada de polla de Andrés, la paja de Cristian bajo chantaje…

Dani, en cambio, había sucumbido a sus instintos, nada menos que dos veces. Dejándose llevar cuando pudo haberlo pararlo. Para Alba, ella se había mantenido fiel mientras que su novio había cedido a sus deseos más básicos.

Ahora, temía que ella no pusiera freno en caso de que se presentara una nueva ocasión con Aníbal. Marta ya se lo había dejado caer cuando esperaba con ella en el salón de su casa mientras Alba terminaba de prepararse.


—· —


—No te veo muy animado para ir a La cena del idiota —había dicho Marta.

—¿Por qué lo llamáis así? Creo que le oí a Marcos referirse de la misma manera.

—Porque se hace en honor del idiota que va a dejar la soltería. Por lo de perder su libertad y la condena que supone el matrimonio. Ya me entiendes.

Para él era una manera como otra cualquiera de referirse a la unión de dos personas que creen que se querrán para siempre. Marta lo había mirado con ojos suspicaces.

—En esas cenas hay mucho peligro. Todo el mundo bebe sin control. Y ya sabes lo que pasa cuando la gente se emborracha —había dicho ella.

—Que no pronuncia la “erre”.

—Eso también —sonrió—, pero sobre todo, que siendo un día tan especial, aprovechan para dar rienda suelta a sus fantasías y se desinhiben más de la cuenta.

—Vale, gracias por avisar, lo tendré en cuenta para no hacer ninguna locura. No quisiera traer un tatuaje en una de mis nalgas.

Marta se carcajeó, pero la suya fue una carcajada forzada, de cortesía.

—Me refería más bien… a las de Alba. Tengo entendido que también va Aníbal.

«Ya empezamos —pensó Dani—. No se puede ser más cabrona».

—No entiendo por qué. Tiene novio. Yo, ¿recuerdas?

—Sí, sí, claro —había dicho fingiendo un desafortunado lapsus—. Solo que… nada, es que como a ella le vuelven loca las pollas grandes…


—· —


Dani tenía claras dos cosas. La primera era no hacer nada que enfadara a Alba e hiciera saltar su frágil relación por los aires antes de llevársela de allí. La segunda, y no menos importante, evitar que la estancia con sus amigos se prolongara más allá de la cena.

Y salir pitando.

Fin capítulo XXXVIII
 
Capítulo muy triste y muy revelador, esta pareja tiene menos futuro que Thouameni en el Madrid. Bueno la parte de la humillación a Cristian me encantó.
 
Capítulo muy triste y muy revelador, esta pareja tiene menos futuro que Thouameni en el Madrid. Bueno la parte de la humillación a Cristian me encantó.
Pues que se venga al Sevilla, que aquí hasta Perico el de los Palotes, Willy Fogg, Tico o Rigodón mejora el equipillo que tenemos.
 
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