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Ojalá despierte de una vezUn disparo certero. 100%
“Tú has sacado a mi chica de mi dormitorio —pensó—. Yo he sacado a la tuya de tu vida».
¿ El despertar de Dani?
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Ojalá despierte de una vezUn disparo certero. 100%
“Tú has sacado a mi chica de mi dormitorio —pensó—. Yo he sacado a la tuya de tu vida».
¿ El despertar de Dani?
Según entiendo, ya todos se han visto la picha, y sigue con su complejo. Quizás no la tiene pequeña, pero si es la más pequeña del grupo parece.Al final resulta que No la tiene tan pequeña y solo lo hacen para humillarlo.
Cristina le ha abierto los ojos y le ha hecho ver que el Valencia mucho y que no se debe dejar humillar.
La que tiene más que perder es Alba.
Y sin embargo, Cristina le reconoce que sus amigas van detrás de élSegún entiendo, ya todos se han visto la picha, y sigue con su complejo. Quizás no la tiene pequeña, pero si es la más pequeña del grupo parece.
jejejejeje.........Un disparo certero. 100%
“Tú has sacado a mi chica de mi dormitorio —pensó—. Yo he sacado a la tuya de tu vida».
¿ El despertar de Dani?
Este comentario Requiere una aclaración. La novela al completo tiene su influencia, la que has notado. Sin embargo, este capítulo en concreto, el 36, está "basado" en otro de los gRANDes, con numerosos guiños hacia uno de sus relatos en concreto.La referencia está clara y somos muchos los que esperamos su vuelta, sin requerir , sin presión, cuando se vea con fuerzas y ganas, entretanto agradecerle los buenos ratos que nos dio y recordar su relato. El tuyo es magnífico y le hace honor, ya había notado la influencia y me está encantando, muchas gracias!!
Buenas noches.Cristian
Subió despacio cada uno de los escalones hasta su cuarto. Simplemente lo hacía para comprobar que todo estaba bien. Aunque, a lo mejor era porque no podía dejar de ser un novio desconfiado. En cualquier caso, su adicción a torturarse con ella le tenía tan enganchado como un yonki a su droga.
Se plantó frente a la puerta del ático y pegó la oreja. Dentro se oían voces. Pudo distinguir la de Cristian por encima de la de Alba, pero solo como un susurro.
O un gemido.
Prestó atención y el gemido se repitió. Después otro más y otro en una cadencia dolorosa. Y la imagen del imberbe penetrándola se formó en su imaginación. Metiendo su pollón en el coño de ella. Su coño negro y húmedo como lo había visto en la piscina.
“Que sepas que todavía tengo ganas”, había dicho antes de subir hacia la habitación del ático.
Sin ser consciente, puso la mano en el pomo y lo giró. Empujó la puerta con una lentitud pasmosa hasta conseguir abrir una rendija por la que poder mirar. Lo primero que recibió de dentro, fue luz; tenue pero diáfana. Una cama de matrimonio ocupaba casi toda la estancia. Alba, en camiseta, estaba sentada en ella, con las piernas cruzadas como los indios. Llevaba el bikini por debajo por lo que sus piernas lucían desnudas. Cristian, en bañador, hacía abdominales en el suelo. Se levantó con el pecho brillante por el sudor.
—¿Lo ves? sin doblar la espalda.
Alba observaba divertida sus clases de calistenia improvisada.
—Ya me has convencido. Ahora a dormir, que con el pedal que llevo, voy a caer muerta en cero coma dos. Me quedo este lado de la cama.
Se apeó y comenzó a destapar la sobrecama de la almohada.
Dani soltó el aire. «Novio celoso —se dijo—. Vuelve a tu cuarto y deja de comerte la cabeza. Aquí no va a pasar nada».
—¿Dormir? ¿Pero qué dices? Hemos ganado el premio.
A ella se le congestionó el semblante. —¡No voy a follar contigo!—. Había saltado como un resorte.
—Ey, no te enfades —bromeó—. Te prometo que seré gentil.
Lo miró entre la diversión y el asco. —¿Pero qué dices, niñato? ¿Tú a mí? Anda, cállate y tómate el chupete—. Se volvió de espaldas. —Y apaga la luz que tengo sueño.
El calor de la noche no invitaba a meterse bajo las mantas. Alba se tendió por encima de la sobrecama. El perfil de su figura esbelta se recortaba a lo largo de todo su cuerpo, desde los hombros hasta sus pies desnudos. Unas curvas que no eran ajenas para Dani y, mucho menos, para Cristian que se quedó observando sus caderas.
—Venga, tía, ahora que por fin tienes carta blanca.
—Prfff, ¿Contigo? Antes muerta.
—Pues bien que me pediste para follar la otra noche en tu habitación.
—Estaba muy pedo. Y fue para hacerle una broma a Dani.
—Vaya mierda de broma si luego vas y le cuentas la verdad.
—No se lo conté todo, se lo prometí a Cristi y lo cumplí. Lamento que al final su padre se enterara.
Cristian se sentó en el borde de la cama.
—Se lo terminó contando ella. Dijo que estaba arrepentida y que ya lo había decepcionado bastante. Su padre no le habló en todo el día.
—Pues sí lo hubiera sabido, se lo habría contado yo también a mi novio. Se cogió un cabreo de tres pares —bufó.
Dani se dio cuenta de que empezaba a soltar el aire que llevaba tiempo aguantando. Si no había oído mal, fue Cristina a quien finalmente se folló su novio. Y ella no quería que nadie se enterara. Ahora entendía el mutismo de Alba.
Cristian apoyó la espalda en el cabecero y estiró las piernas a lo largo de la cama. Después, puso las manos detrás de la cabeza. Los músculos de los abdominales se le notaban bastante en esa posición.
—Estuvo bien. Es de lo más guarro que he hecho —dijo orgulloso.
—Estuvo de pena. Casi me cuesta la relación.
—Venga ya. Con lo bien que te lo pasaste.
—Fue un canteo, joder. Vosotros ahí dale que te pego y el pobre Dani emparanoiado creyendo que yo estaba… —Se llevó dos dedos a la sien—. ¿En qué estaría pensando?
—¡Ja! En Cris y yo follando en bolas, haciendo que tu novio se creyese un cornudo. ¿En qué si no?
—Dios, Cris, pobrecita. Cómo me arrepiento de haber sido tan pesada con la mierda de la broma.
—Bah, si se lo pasó de puta madre. No veas lo que disfrutó con tu novio ahí delante. Estaba que chorreaba cuando se la metí. —Se lo dijo en voz baja mientras se acercaba por detrás.
—Ay, pero qué guarro eres. Cállate, qué asco.
Cristian se pegó a ella, a centímetros de hacer la cucharita. Puso la mano sobre la cintura y susurró tras su nuca.
—Asco, sí. Pero menuda miradita nos echaste antes de salir, ¿eh? guapita.
—¿Pero qué dices, bobo? Y quita esa manita.
—¿Qué manita? ¿ésta?
Alba soltó una risotada cuando Cristian clavó con maestría sus dedos en su costado provocando unas cosquillas. Ella se revolvió y se giró boca arriba defendiéndose como una gata panza arriba, pero él aprovechó para cosquillear con ambas manos.
—Para. Ja, ja, ja, ¡para, joder!
Pero Cristian continuaba atacando mientras ella trataba inútilmente de apartarlo. Ahogándose por la risa de unas cosquillas que la anulaban por completo. Él se colocó sobre ella que no paraba de convulsionar hasta que soltó un grito. Dani volvía a estar con los nervios a flor de piel, viéndolo sobre ella, asaltándola.
—Que te quites. Joder ya. —Le dio un empujón, sacándoselo de encima, y se levantó de la cama, enfadada—. Y las manitas tan largas las guardas para tu novia.
—¡Qué! Solo son cosquillas.
—Sí, y lo que no son cosquillas también, listo. Que eres muy listo tú.
Cristian se rió como si hubiera hecho la mayor de las gracias. Alba lo miraba enfadada con los brazos cruzados. Él se sentó sobre sus talones, implorando perdón con las manos juntas.
—Perdoona. No ha sido con mala intención. Se me habrá ido la mano. A ver, estábamos jugando.
«Vete ya», se decía Dani. Pero ella seguía en la misma pose irritada. Tamborileaba con los dedos sobre su brazo, contemplándolo como al niño rebelde que alborota la clase.
—A mí no me vengas con chorradas, que te cruzo la cara. Esto no es lo que hemos hablado.
—¿Y qué quieres? Si es que tengo las hormonas a tope, joder —se justificó él—. Además, con esas tetas que tienes…
—Ya está, decidido. Me voy a mi cuarto.
Rodeó la cama y se colocó las chancletas en cada pie. «Por fin», pensó Dani. Estuvo a punto de salir de allí, saltando como un gamo las escaleras hacia su cuarto. Pero Cristian se levantó de un salto interponiéndose entre ella y la puerta.
—Vaaale, venga. Me he pasado. Lo siento. —Levantaba las palmas de sus manos hacia adelante formando un muro imaginario, intentando que se detuviera. Alba esperó con el mismo rictus a que se apartase—. Vengaaa, tíaaa. Vuelve a la cama. Que solo era una broma. Prometo no pasarme.
Se lo quedó mirando con el ceño fruncido y respirando por la nariz de manera agitada.
—Ni una más, ¿eh?, o te juro que me doy el piro y aquí te quedas. Que no sé ni por qué he subido. —Volvió tras sus pasos y puso el culo en el borde de la cama, sin dejar de mirar a Cristian que ahora se encontraba por el otro lado—. A mí me respetas y, de paso, también a tu novia.
—Estoy cachondo, entiéndelo. Había ganado yo y pensaba que el premio era follar con la tía más buena del país. Y resulta que luego vas y me dices que nanai.
Alba sonrió con malicia.
—Bueno, la segunda más buena estará esperándote con los brazos abiertos. Podrías bajar a hablar con ella.
—¿Con esa loca? ¿Después de cómo se ha puesto? Paso, prefiero dormir aquí contigo. —Se tiró en su lado de la cama haciendo que Alba botara en su lado del colchón.
—Yo creo que te consiente demasiado. No deberías hablar así.
Cristian movió la cabeza a un lado.
—Tenemos una relación abierta. Ella me deja hacer este tipo de cosas. ¿Tu novio a ti no?
Dani se permitió una sonrisa. «Mañana te vas a llevar una sorpresa, cabrón».
—Yo creo que lo hace porque está enamorada —Se tumbó boca arriba con las manos en el vientre.
—Enamoradísima, por eso no le quita ojo a tu novio. No creas que no me entero de esas cosas. —Alba lo miró extrañada—. En la piscina, no dejaba de mirarlo. Y no me digas que no te has dado cuenta porque te he visto que te ha cabreado.
—Eso no ha sido así. Dani y yo habíamos discutido porque, por su culpa, he terminado participando en el puto juego.
—Venga ya, si a ti te va este rollo. No dejáis de organizar movidas de éstas tus amigos y tú. Llevabas toda la tarde cachonda y te has puesto a cien cuando ha salido lo del juego.
—¿Pero qué ladras, chaval?
—Todos hemos visto cómo tenías los pezones cuando te has quitado el bikini. Se podían exprimir limones.
Se puso un poco colorada. —Eso era… por mi novio. Movidas nuestras.
—Y una mierda. —Se incorporó y se apoyó en un codo, encarándose a ella—. Estabas así desde que nos has pillado a Cristi y a mí en tu cuarto. Reconócelo.
—¿Qué? ¿Pero qué? Anda, calla.
—Mucho mostrar sorpresa, y mucho “perdonad chicos”, pero has tardado un huevo en cerrar la puerta, como la otra vez, cuando lo de la broma de tu novio. Y los dos sabemos a dónde se te iban los ojos.
Alba puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. —Lo que tú digas.
—Sí, hazte la loca, pero bien que te ha gustado verla en directo en la piscina —insistió él. Ella mantuvo la misma expresión—. Más que un concurso de pajas, era un concurso de pollas. —A Alba le asomó una sonrisa por la comisura y Cristian se dio cuenta—. Más de una ha flipado con el par de trompas de elefante que hemos quedado al final.
Ella intentaba no reír, pero se le terminó escapando una carcajada. —Parecíais un par de búfalos resoplando. Con las pollas como estacas y la cara colorada—. Cristian se rió con ella, compartiendo la confidencia.
—Es que, ninguno queríamos perder, siendo el premio el que era. —Alba sonrió coqueta como si le hubiera halagado el comentario—. Y seguro que vosotras también tendríais vuestra favorita. —Hizo una pausa—. De pollas, me refiero. —Alba le miró con un brillo en los ojos, pero no contestó—. La mía era la más bonita. Reconócelo.
—No está mal —concedió, juguetona—, pero… me quedo con la otra.
—¿Ah, sí? ¿O sea que con Aníbal sí hubieras follado?
—He dicho que su polla me gusta más que la tuya, no que me lo fuera a tirar.
—¿Y por qué no?
—Pues porque no. Porque paso de liarme con nadie por un estúpido juego, porque no me apetece y porque tengo novio.
Alba se giró hacia su lado y golpeó la almohada, ahuecándola antes de apoyar la cabeza con fuerza.
«Gracias por ser la tercera de las excusas», pensó Dani, inquieto. Cristian se estaba mostrando demasiado embaucador.
—Y ahora me enseñas el culo. Uff, es que me pongo malo.
Alba, con los ojos cerrados y una mano bajo la almohada, sonrió.
—Duérmete, Cristian.
—Si es que no puedo, no me dejas. —Se acercó a ella y posó con suavidad una mano sobre su cadera. Después, deslizó la punta de los dedos a lo largo de su pierna—. Qué piel tan suave. ¿Qué haces para tenerla así?
—Crema depilatoria —respondió somnolienta—. ¿Y qué hemos dicho de esa manita?
—Pues me encanta esa crema depilatoria. —Se pegó más a ella—. ¿Y la echas por todo el cuerpo?
Alba volvió a sonreír al captar segundas intenciones.
—Ya sabes que no.
—Sí, es verdad. Lo tienes negro, negro. —Acercó sus labios al oído de Alba—. Me pone —susurró—. Y a ti, ¿te pone cómo lo tengo yo?
—Me estás respirando en la oreja.
Él ya estaba plegado tras ella. Haciendo la cucharita en toda la longitud de su cuerpo. Los dos casi hacían uno. No apartó los labios de su oído.
—Claro que te pone. Disfrutas viéndola y notándola cerca, muy cerca. —Apretó la cadera hacia adelante, encajando el paquete entre los glúteos, haciendo que ella notara el calor de su polla.
—No, Cristian, no me pone nada. —El tono ya no era somnoliento—. Y sácame eso de ahí. No me gusta.
—¿En serio? Pues tus pezones transparentan a través de la camiseta. Están como piedras.
—Por el frio, idiota, tengo mojado el bañador. —Había reaccionado rápidamente tirando de la camiseta, ahuecándola por delante.
—Aquí no hace frío. Estamos sudando.
—Pues será del calor. A ti se te está transparentando la polla en el bañador ese de marica que llevas —resopló consolada.
—Es de nadador. ¿Lo quieres ver de cerca?
—Paso.
—Para que te pongas más cachonda.
—No me he puesto cachonda por ti, so creído. —Se giró boca arriba encarándose a él. Cristian quedó con medio cuerpo sobre ella. La mano que tenía en su cadera, se había colado por dentro de la camiseta alojándose en su vientre.
Se quedaron en esa posición, midiéndose. Ella con un brillo en los ojos que, a cualquiera que la conociera, le haría temer algo malo. Él, con media sonrisa del que sabe algo que el otro desconoce. Dani, a punto de entrar a partirle la cara.
—Yo creo que sí querías follar. Lo que te pasa es que, cuando le has visto las orejas al lobo, has reculado. Te has rajado por el qué dirán, no por tu Dani.
Ella había detenido el avance de su mano bajo la camiseta, poniendo la suya por encima, justo en el nacimiento de su teta. No sonreía, no respiraba tranquila y su mentón se apretaba marcando los músculos de la mandíbula.
—Date una ducha fría, anda. Antes de que pierda los nervios.
Cristian vio el peligro, pero, llegado a ese punto, se resistía a retroceder.
—¿Y qué me darás a cambio?
Alba puso los ojos en blanco.
—Apártate, Cristian. Te lo digo en serio.
«Apártate ya, Cristian. Te lo dice en serio». Mandíbula apretada.
—Un masaje. Relajante. Para poder dormir como un bebe. Y me quito.
Alba volvió a resoplar.
—Ay, de verdad. No me apetece. Quítate, anda, que me das calor.
—Cuando me pediste un favor, yo te lo hice. Y ahora que te lo pido yo…
Alba saltó como un muelle. —Y te lo pagué, tal y como te prometí. Me hiciste desfilar delante de tus amigos en tetas. Joder, qué vergüenza pasé delante de aquellos salidos. Y con la braga del bikini toda movida. Que se me veía hasta… yo qué sé.
—Venga, tía. Me has dejado sin premio gordo y eso después de ganarme un cabreo de Cris. Y con la ilusión que tenía contigo. Concédeme esto por lo menos, ¿no? —Pero Alba seguía sin claudicar—. Venga, vaa. Un masajito de espalda ¿Qué te cuesta?
Para sorpresa de Dani, Alba comenzó a pensárselo. Movió el mentón a un lado, cavilando.
—¿Y me dejarás dormir?
—Te lo prometo. —Sonrisa roedora—. Palabrita de niño Jesús.
Alba movió la cabeza a un lado y a otro.
—Bueno, por la bronca que te ha costado con Cris. Pero luego a dormir, ¿eh?
Cristian no podía estar más contento. Dani, no podía estar más frustrado. Con las ganas que tenía de que ese tonteo finalizara de una vez.
—Me doy una ducha rápida.
Bajó de la cama de un salto y se metió en el cuarto de baño de la habitación. Ella, nada más verlo desaparecer, se incorporó y se sentó sobre sus talones. Se palpó el bikini, notando la humedad que traspasaba por fuera de la camiseta, y miró hacia los lados buscando algo que pudiera ponerse en sustitución. Aparte de unos calzoncillos de Cristian, no había nada que le sirviera.
Dani sopesó la idea de entrar y hablar con ella, pero para qué. Ya habían quedado en que pasaría la noche aquí. Seguramente lo único que conseguiría sería que ella se obcecara más. Lo mejor sería que se fuera e intentara dormir.
Cristian tardó un rato en salir. Llevaba anudada una toalla a la cintura. Se sentó en su lado de la cama y se estiró boca abajo. Sostenía un bote en la mano que le ofrecía a Alba hacia atrás.
—Leche de almendras —dijo él—. Me hidrata la piel y la deja suave. Si no, ¿de qué iba yo a tener esta dermis tan tersa?
Ella se carcajeó y se hizo con el bote. Eso hizo que se relajara. A Dani, en cambio, no le hizo maldita la gracia. Cristian se estaba mostrando como un embaucador y estaba consiguiendo que ella dejara de ponerse a la defensiva cuando lo que tenía que hacer era detestarlo.
—Ouuuumm, tía, tienes unas manos de la hostia —dijo Cristian al notar el tacto de sus dedos—. Si me hubieras hecho tú la paja en la piscina, me hubiese corrido el primero.
—De eso puedes estar seguro —se carcajeó.
Se había subido a horcajadas sobre su trasero y lo frotaba desde el nacimiento del culo hasta los hombros. Desde su posición, Dani veía la sonrisa lobuna de aquel crápula.
—Cuando me dijiste el otro día que querías que follara delante de tu novio, pensaba que iba a ser contigo. —Se quedó en silencio, esperando que Alba dijera algo, pero ella se limitó a seguir masajeando. Giró la cabeza hacia atrás hasta conectar con sus ojos—. Hubiera estado bien. Tú y yo follando delante de tu novio, haciéndole un cornudo de verdad.
—Hubiera estado bien para ti.
—Y para ti, reconócelo. No me digas que no te pone follar con otro a espaldas de tu novio.
Volvió a quedarse en silencio. Dando pasadas largas sobre la espalda de Cristian, cada vez más lentas. —Tiene su morbo—. Concedió por fin.
—Claro que lo tiene. Te puso a cien tenerlo atado; sabiendo que no se iba a mover de allí. —Alba lo escuchaba, masajeando con cadencia mecánica—. Mientras tú estabas corneándolo con Andrés.
—Eres muy bobo —se rió—. Solo estuvimos hablando.
—Ya, claro, solo hablando, con Andrés el Polla Larga. Y yo me lo creo.
—Cree lo que te dé la gana. Es un buen tío y me gusta estar con él. —Clavó los nudillos en un costado y los deslizó hacia arriba. Cristian hizo una mueca muda provocada por el dolor—. Te jodes —bromeó ella.
Pero no impidió que volviera a la carga.
—¿Es cierto que tiene un tatuaje por debajo de la polla que solo se le ve cuando se empalma?
—No lo sé. Dímelo tú que sales con su hija. A lo mejor le has visto alguna mañana que se haya levantado tontorrón.
—¿Te imaginas? Tú follando con Andrés y yo tirándome a su hija delante de tu novio.
—No, no me imagino, y no me gusta.
—Pues a tu novio sí. —Giró la cabeza hacia atrás, todo lo que su cuello le permitía hasta conseguir encararla de nuevo—. La noche de la broma, cuando lo encapuchaste, estaba empalmadísimo mientras follábamos delante de él.
—No creo. —Volvió a clavar los nudillos provocando una nueva mueca de dolor en él y una sonrisa en ella. Después, volvió a las andadas.
—Es verdad. No veas cómo se le notaba la polla bien dura a través del calzoncillo. Y más gorda cuanto más gemía Cris.
Dani recordó aquella mano furtiva que lo estuvo pajeando y por la que tuvo que hacer enormes esfuerzos para no correrse pese a lo dramático de la situación. Supo que Cristian no vio lo que su novia hizo bajo su bóxer.
Paró su masaje y se mantuvo con la espalda recta. Había dejado de sonreír. Dani supo que en su mente se acababa de formar la imagen de su polla tiesa que palpó cuando volvió con él.
—Tu novio es de esos que les gusta mirar. Un cornudo consentido. Disfruta viendo a su novia empalada por una polla como la mía.
Alba seguía en la misma posición. Cavilando en su mente febril. Atando los cabos que Cristian le tendía de manera sibilina.
—Y a ti te gusta follar a sus espaldas —insistía él—. Así que, blanco y en botella. Ocasión como ésta no vas a tener nunca. —Volvió a girar la cabeza hacia atrás hasta conectar visualmente—. Con un yogurín como yo.
El último comentario arrancó una sonrisa en ella. —Te equivocas. No disfruto en absoluto follando a espaldas de mi novio—. Empujó la cara de Cristian, volteándola hacia la almohada. —Y menos a yogurines.
—Pues dicen que ayer en el albergue os estuvisteis rifando un polvo entre vosotros. Y tu novio no estaba delante.
Alba, que había retomado el masaje, se volvió a quedar de piedra, con la espalda rígida. Dani sintió una descarga estomacal.
—¿Qué coño sabes tú de eso?
—Se oyen cosas.
—En primer lugar, lo que pasó en el albergue, no es de tu incumbencia. —Cristian levantó la cara de la almohada sonriendo y se giró para encararla. Ella volvió a empujarlo a su posición inicial de un manotazo—. Y en segundo lugar, si se hubiera rifado un polvo, tú serías el último en saberlo. —Acto seguido, lo descabalgó, quedando sentada sobre sus talones—. Bueno, masaje terminado. ¿Contento?
Cristian se giró, quedando tumbado bocarriba con las manos detrás de la nuca. El bulto bajo su toalla era más que evidente. Una empalmada de campeonato elevaba la toalla en esa zona.
—Contentísimo.
—¿Qué? ¿Pero qué? —Se llevó la mano a la boca disimulando una mueca entre el disgusto y la risa.
—Ya ves cómo me pones solo por un masaje. Así que imagínate lo triste que estoy por dejarme a dos velas.
—Eres lo peor. —Seguía intentando contener su mueca—. Pero ahora a dormir.
—¿Pero qué dices, tía? ¿Me vas a dejar así? ¿No te doy pena?
—Para nada. —Se le escapó una carcajada—. Venga, aparta que tengo sueño.
Cristian ocupaba el centro de la cama, pero lo único que apartó fue la toalla que cubría su erección. Su polla, completamente dura, apareció como una estaca enhiesta. Alba se quedó con la boca abierta. Dani también. Maldijo por dentro y rezó porque ella cumpliera su palabra de largarse. Lo más doloroso era que la polla de aquel imberbe era enorme.
—¿¡Pero de qué vas!?
—De qué vas tú, pava. Mira cómo me has dejado. Harás algo con esto, ¿no?
A Alba le cortocircuitaron los cables. Levantó las manos pidiendo calma y retrocedió como si le pegara la peste.
—A ver, chaval, que te estás columpiando. Hemos hecho un trato y ya te estás pasando.
—Pero mírame. Esto es por tu culpa. Ibas a darme un masaje relajante, pero lo has hecho superguarro. Lo suyo es que te encargues de bajarlo.
—Ni de coña —se rió—. Te la meneas tú solito mañana en el baño. —Había cruzado los brazos y movía la cabeza negando.
Dani, desde su escondrijo, blasfemaba por dentro. «Niñato cabrón». Apretó los puños con fuerza. Si no entraba a cogerle del cuello era porque el mayor perjudicado sería él.
—Sí, hombre, Mañana —rezongó—. Venga, mujer. Me he quedado a las puertas de correrme en la piscina. Tengo los huevos a tope. Si ahora no descargo, me van a reventar.
Relajó el rictus y, sin dejar de cruzar los brazos, mostró media sonrisa maliciosa.
—Mira qué preocupada estoy.
—Joder, pava.
—He dicho que no.
—Pero mírame. Si me voy a correr enseguida. Y no te cuesta nada. —Alba apartó la mirada, desentendiéndose, pero Cristian siguió insistiendo—. He ganado el juego, Iba a follar contigo y resulta que ahora me voy a tirar toda la noche con dolor de pelotas por ti. Por tu culpa. Por no querer follar. ¿Y no me haces una triste paja?
Por la cara que tenía Alba, parecía que comprendía lo que estaba diciendo. Desde su punto de vista, no le faltaba razón. Echó una leve miradita a su polla, dura como una piedra. Después, cerró los ojos y negó levemente con la cabeza.
—Si ya no es por mí. Es por mi novio. Sería un canteo. Está ahí abajo, en nuestro cuarto. No le puedo hacer eso.
—Joder, no es justo. Habérmelo dicho antes de discutir con Cris. Hemos tenido un pollo de la hostia para nada. No es muy ético lo tuyo. ¿Sabes?
Alba agachó la cabeza y movió el mentón a un lado. Señal de que lo sentía por el chaval o se lo estaba pensando. Se quedaron unos segundos en silencio en el que a Dani se le paró el corazón a la espera de lo que hiciera ella. «Recuerda el trato. Ya tenías que haberte pirado de aquí. Ese cabrón hace rato que ha cruzado la línea que hemos hablado». Como la viera elevar la mano, iba a entrar y parar aquello a guantazos. Alba, sin levantar los ojos, movió la cabeza negativamente. —Lo siento.
—Pues entonces, me la hago yo. Con esto así, no puedo dormir. Y menos a tu lado.
Por instinto, Alba dirigió la mirada al baño. Cristian arrugó la frente.
—No, tía, me la hago aquí, delante de ti. Al menos, me debes eso.
Ella fue a abrir la boca, pero la terminó cerrando y asintiendo con la cabeza. —Vale, pero acaba pronto, que esto ya está yendo demasiado lejos.
—Bua, ya verás. Con lo que me pones, no voy a durar ni cero coma dos.
Sufrió el amargor de ver a su novia claudicar. Ese crápula había conseguido meneársela delante de ella.
—Me da mogollón de morbo, ¿sabes? Que me mires. Como cuando nos has pillado hoy en tu cuarto. —Empezó a sobarse la polla, de arriba a abajo, en toda su longitud—. Porque bien que me mirabas.
—No te miraba a ti, so creído.
—A mí, a mi polla… —Se masajeaba el capullo.
Alba se puso tensa, con la espalda recta.
—Venga, reconócelo. Todos te hemos visto en la piscina. Tenías el coño chorreando. Y no me vayas a decir que era por el alcohol.
—Dios, qué desagradable eres —Había puesto una mueca de asco que le arrugaba la cara—. Y no estaba excitada, idiota
Cristian levantó una ceja, incrédulo y enseñó una sonrisa maliciosa. Dani, desde su escondrijo, recordó haber visto sus pezones como piedras y su coño húmedo. Nadie en aquella piscina había podido dejar de mirarlo.
—Era por mi novio —reconoció como una niña.
Seguía pajeándose con la misma expresión de autosuficiencia.
—Ya, claro. Por tu novio.
—Pues sí, listo. —Había cruzado los brazos y levantado el mentón.
Cristian amplió la sonrisa, lo que la enfadó aún más. Se lo quedó mirando a los ojos, manteniendo un pulso por la veracidad de sus palabras. Algo después, terminó dejando caer los hombros.
—Me pone cuando está, digamos… a mi merced—. Bajó la mirada a la polla del adolescente por primera vez. —A él no le gusta estar desnudo delante de la gente y yo había provocado que las chicas le arrancaran el bañador. —Se le aceleró la respiración—. Me excita ver su cara en ese momento.
Dani recordaba el brillo de su mirada. Había dudado de si había sido de excitación sexual o de sadismo.
—En ese momento lo quiero más que nunca y lo deseo como no te puedes imaginar. Me dan ganas de achucharlo. —Cogió aire y lo soltó lentamente—. Y de follármelo allí mismo. Delante de todos.
Se le volvían a notar los pezones contra la camiseta. Volvía a estar excitada. Y Cristian estaba delante. Clavó la vista en su verga y se mordió el labio inferior.
—Uff, joder. Cómo me pone que me mires la polla. Venga, cógemela.
Alba sonrió con picardía, pero no se movió. Cristian aceleró la paja.
—Sabes que deberías hacérmela. —Misma respuesta de ella—. Eres mala, ¿sabes? Me haces sufrir, como a tu novio. Enséñame al menos las tetas. Eso sí puedes. —Esta vez ella se quedó pensando. Hizo un amago de palparse el pecho con ambas manos, pero la volvió a bajar. Cristian chasqueó la lengua.
—Ya te las tengo vistas, y así me ayudarás a que acabe antes. Venga, solo las tetas.
«Que te jodan», masculló Dani. Pero ella se lo volvió a pensar. Su sonrisa perenne podía significar cualquier cosa. Al final, cruzó los brazos y se llevó las manos a la cintura. —Solo porque tengo el bikini húmedo y así se secará antes. Confórmate con esto.
Se sacó la camiseta por la cabeza y se la lanzó a la cara, quedándose en bikini, lo que le hacía un canalillo tremendo. Él la cogió con la mano libre y se la llevó a la nariz. Dani cerró los ojos, conteniendo un lamento. Ella no se daba cuenta, pero cada vez estaba un pasito más cerca de ceder por completo ante ese crápula.
—Uff, qué bien huele. A hembra —dijo Cristian.
Alba se carcajeó. —Pero qué bobo eres—. Juntó los brazos haciendo que las tetas se apretujaban entre ellas. Después, se las cogió con ambas manos, una cada una y las movió de manera obscena.
—Vamos, acaba ya. —Apretaba una cada vez, exprimiéndolas ligeramente.
La visión hizo que acelerara la paja. Tensó el cuello y abrió ligeramente la boca. —Cómo me ponen las tetonas, pero sobre todo, las que las tienen tan bien formadas como tú—. Abrió más las piernas, dejando los huevos bien expuestos. Para Alba, no pasaron desapercibidos. Se movían al compás de la mano. —Quítate la parte de arriba— pidió él.
Alba sonrió de nuevo, pero como única concesión, continuó sobándose ligeramente. Cristian comenzaba a mostrar la frente perlada de sudor.
—Si ya te las he visto mil veces. Venga, no seas cabrona. Sácatelo. Quiero ver tus pezones oscuros otra vez. Si los vuelvo a ver duros, me corro aquí mismo.
—Pues te vas a quedar con las ganas, niño-polla, porque ni están duros, ni te los voy a enseñar. Así que vete terminando. —Se reía coqueta.
—Quítatelo, joder. Me lo debes. —Estaba colorado, con sus piernas completamente abiertas. Sus pies colgaban por cada lado de la cama y su mano subía y bajaba como un percutor, machacando su polla a punto de reventar. Alba no dejaba de mirarla y de mirarlo a él. Cristian no parecía relajarse.
—Si Cris y tu novio hubieran ganado, ahora estarían follando, te lo aseguro. —Alba levantó una ceja y sonrió de medio lado. Cristian le devolvió la sonrisa, pero la suya era la de alguien que sabe algo que el otro no conoce—. ¿Crees que me lo invento? ¿Que voy de farol? —Se pasó la lengua por los labios resecos—. ¿Sabes por qué estábamos follando en vuestra cama en lugar de subir aquí, a la nuestra? —El semblante de Alba cambió ligeramente, como si ya se hubiera hecho esa pregunta antes—. Cristi se empeña en hacerlo ahí por Dani. Fantasea con él, con follárselo.
La cara de ella se quebró un instante, antes de reponerse de nuevo, lo justo para recordar la noche de los chupitos en casa de Andrés y la atención que ésta le prestaba a su novio. Sonrió como si no le creyese.
—Yo consiento porque también fantaseo contigo —insistía—. Así que los dos hacemos como que no sabemos lo que piensa el otro, pero en realidad, ambos jugamos a lo mismo. Follamos con vosotros.
Alba se pasó un mechón por detrás de la oreja y movió el mentón. La idea del intercambio estaba removiendo algo por dentro. Cristian seguía con su paja.
—Yo imagino que es tu coño el que follo. Y tus labios, y tu lengua la que tengo en mi boca. Y sé que ella hace lo mismo porque la he pillado susurrando el nombre de tu novio más de una vez.
El pecho de Alba subía y bajaba y Dani se preguntó si se lo estaría creyendo. Era él, era ese malnacido el que se empeñaba en llevarla a su cama, se lo había dicho Cris. Y ahora confirmaba lo que ya sabía. Que fantaseaba con ella, con follársela desde el primer día. «¿A qué esperas para largarte de ahí?».
—Y mientras yo le meto mi polla una y otra vez, ella imagina que es tu novio quien se la folla. Poniéndote los cuernos con él. Joder, tía. ¿No te das cuenta de que Cris no perdería la oportunidad de follárselo si pudiera?
Alba seguía mirándolo con ese brillo en los ojos que Dani conocía tan bien. Sus pezones seguían abultados bajo el bikini. Su mirada iba de su polla a su cara y, otra vez de vuelta a su polla, cada vez más húmeda.
—¿Te cuento una cosa de la noche que estuvisteis en casa de su padre bebiendo chupitos? Es sobre Cris y tu novio; y no te va a gustar, te lo advierto. —El ritmo de la paja era frenético. Su frente estaba empapada de sudor. Se mordía el labio inferior y no dejaba de mirar sus tetas—. Pero me las tienes que enseñar.
Dani acababa de quedar paralizado. «Cris le había confesado la mamada». Si ahora él se lo contaba a Alba, estaría acabado. Ella no se lo perdonaría. Máxime, cuando le había mentido descaradamente, diciéndole que esa noche solo se había pajeado en su cara. Se llevó la mano a la frente. «Se acabó. Es la segunda vez que se entera de que te hacen una mamada a sus espaldas, y de que le mientes mirándole a los ojos».
Alba, con la lentitud justa para pensarse su propuesta, tomó la prenda por la parte inferior de cada copa y tiró de ella, pero en lugar de quitársela, la ajustó, comprobando que estuviera perfectamente colocada. Repasó también las tiras superiores en un amago continuo que sacó de quicio a Cristian.
—Enséñamelas de una puta vez, joder. Y deja de zorrear conmigo.
Quizás Cristian se arrepintiera más tarde, pero en ese momento, la poca sangre que regaba su cerebro había terminado por colapsarlo. Alba serenó el semblante por completo. Cesó su coqueteo y se tapó con las manos como si acabara de descubrir que estuviera desnuda.
—Vale, se acabó. Ya has tenido bastante. —Se hizo con la camiseta para colocársela de nuevo—. Que te estás poniendo muy tonto.
Cristian, con la polla a punto de estallar, estaba completamente fuera de sí.
—No es justo, mierda. Al puto Andrés le pajeaste hasta vaciarle los huevos. —Se había incorporado ligeramente sin ralentizar su paja—. Y a mí, que teníamos que estar follando, no me dejas verte ni las tetas, puta zorra.
—¿Qué coño has dicho, niñato? —La cara de Alba se había congelado y en su frente empezaron a aparecer arrugas que antes no estaban.
—Lo que oyes. Que con otros eres bien puta, pero a mí, que me debes un polvo, no me enseñas ni las tetas.
—¿Qué sabrás tú lo que hago o dejo de hacer? —Había tardado bastante en responder.
—Lo que me cuenta Cris, qué voy a saber. Le estuviste sobando la polla a su viejo mientras él te pajeaba el coño la noche que encapuchaste a tu novio.
Alba se quedó con la boca abierta, pero no lo desmintió. A Dani, que lo estaba oyendo, también se le cayó la mandíbula. Cristian ralentizó su paja hasta convertirla en un suave sobeteo. Se incorporó en la cama y se pasó la lengua por los labios.
—Ya ves, guapita. Cris me lo cuenta todo. Lo hace porque es mi novia —sonrió ladino—. ¿Tú no le cuentas todo a tu novio?
Alba se puso tensa, pero, de nuevo, tampoco tuvo respuesta. Dani sintió su silencio.
—Ya veo —continuó él—. Mucho hablar de cuánto te pone y lo enamorada que estás, pero, a la hora de la verdad, le dejas atado a la cama mientras corres a buscar la polla de otro. Para pajearos juntos.
—No me pajeé con él, imbécil —respondió, por fin.
—Sí lo hiciste. Le pajeaste y él te pajeó a ti.
—Eso no fue así. —Le temblaba algo la voz—. Estuvimos hablando y le pedí que me la enseñara. Es cierto que se la toqué, pero no le hice una paja.
—Claro, claro, por tu novio, ¿no? Por respeto y eso. Luego le dejaste que te tocara el coño, pero solo un poco. Por respeto también. —La mano seguía moviéndose despacio, pero su polla no disminuía un ápice—. Y tu novio ¿qué dice?
Dani, tras la puerta, no daba crédito. Andrés y ella… Cerró los ojos con fuerza e intentó respirar con calma. El día había empezado mal y cada vez se ponía peor. La necesidad de saber más, le mantuvo pegado a aquella rendija. Cristian continuaba a la carga.
—No lo sabe, vaya. —La miraba fijamente. Él, con cara de enfado; ella, intentando no perder la compostura—. Me pregunto cómo se lo tomará cuando se lo cuente.
—No le vas a contar nada. —Silabeó cada palabra. Sus ojos echaban chispas—. Y vas a cerrar esa bocaza para que esto no salga de aquí.
Sin perder su porte ofensivo y, con las piernas aún completamente abiertas, dejó de masturbarse y colocó las manos a cada lado de su cuerpo. La polla seguía erecta como un mástil. Parecía que fuera lo único que se interpusiera entre los dos.
—Pues habrá que hacer algo para que siga sin enterarse.
Ella abrió los ojos como platos durante unos segundos antes de ponerlos en blanco como si acabase de masticar caca de gato. Dani no podía estar más cabreado con la chulería de aquel niñato cabrón. «No lo hagas. Ni se te ocurra».
—¿Que yo. Te haga. Una paja. A ti? —Le estaba costando no escupirle en la cara—. ¿A un niñato como tú? ¿Pero cuántos años tienes, chaval?
—Los suficientes, nena. Y ya no quiero una paja. Me haces una buena mamada, que me la merezco. —Acercó su cara y silabeo como ella—. O le cuento todo al cornudo de tu novio.
Sentada sobre sus talones, en medio de las piernas abiertas de Cristian, no dejaba de pasar la mirada de su polla a su cara y de nuevo a ésta. El miembro del adolescente no era como el de Dani. Podría llegar a la campanilla y todavía quedaría parte de polla fuera. Respiraba con profundidad, inflando y desinflando los pulmones. Se llevó tres dedos al puente de la nariz y cerró los ojos.
Dani, sin darse cuenta, estaba apretando con tanta fuerza el pomo que sus nudillos se habían vuelto blancos por la presión. No podía odiar más a aquel maldito niñato. Con el corazón encogido, observaba a su novia que no dejaba de mover el mentón sin apartar la mirada de su polla. No la creía capaz de rebajarse a chupársela. No obstante, contenía el aliento, pegado a aquella rendija. Alba se lo estaba pensando.
Aguantaba inmóvil mientras caían los segundos. Ya no era por celos, sino por saber si ella llegaría tan lejos. Si sería capaz de traicionarlo por mantener a resguardo aquel secreto entre ella y Andrés.
—Tú has visto muchas películas, ¿no? —dijo con el desprecio que solo se le puede hacer a un retrasado mental—. No te la voy a chupar solo para que no le digas que se la he tocado al padre de Cris.
Cristian borró la sonrisa, pero solo un instante. —Pero a lo mejor sí lo haces para que no le cuente que fuiste tú la que tuvo que pagar con un polvo en el juego del albergue. Al parecer, tu novio no sabe nada. Claro, como no le cuentas las cosas…
Alba puso unos ojos como platos. Ahora sí se había asustado de verdad. Tras unos segundos de duda, miró instintivamente hacia la mesilla, donde descansaba su móvil. Cristian adivinó sus pensamientos.
—Tranquila, no he fisgado tu teléfono, no soy de esos. Me lo ha dicho un pajarito.
Ella echaba fuego por los ojos, pero no se movió ni hizo amago de abandonar la habitación. Permaneció en su posición, en silencio. Y con ello quedó patente que, aunque no le tenía miedo, la tenía atrapada.
Dani estaba consternado. Y, de nuevo, la duda: «¿Qué. Cojones. Pasó. En el albergue». Estaba claro que eso de que “Lo que pasa ahí dentro, se queda ahí dentro”, no se aplicaba para todos. Cristian sabía cosas que no debería conocer. Ahora Alba, pagaba las consecuencias.
Su mente febril no dejaba de buscar una salida honrosa que no llegaba, aguantando estoica delante de un Cristian que disfrutaba de lo lindo su estatus de poder. Excitándose con ella y con la inminente posibilidad de tenerla lamiendo entre sus piernas.
—Joder, el morbo que me das —dijo moviendo la cadera una vez arriba y abajo. Haciendo que su polla subiera y bajara como si se la acabara de clavar—. Con el rollo ese que te traes de tía peligrosa. Y con esa cara de mala hostia que se te pone a veces. Uffff, cómo me va a gustar correrme en tu boca.
—Mi prima te va a echar a patadas de esta casa en cuanto se lo cuente.
—Y tu novio se va a ir por la misma puerta que yo cuando se sepa todo. Voy a disfrutar viendo su cara cuando se lo diga. Seguro que no le va a hacer ni puta gracia.
Alba apretó la mandíbula hasta que los músculos de su cuello quedaron tensos como cuerdas de guitarra.
—No te va a gustar ver a mi novio enfadado, te lo aseguro.
—Uy, qué miedo. ¿Me va a pegar?
—Es más listo que eso. —Sonrisa de odio y negación de cabeza—. Ponle a prueba.
Se encogió de hombros. —Merecerá la pena si al final me haces una buena mamada—. No tenía prisa, sabía que era cuestión de tiempo. —He ganado el juego y tenías que follar. Me estoy conformando con mucho menos.
Alba agachó la cabeza y se miró las manos en una señal que se podía interpretar de derrota. Aun así, seguía sin dar el brazo a torcer.
—Tengo una buena polla que no dejas de mirar y tú un coño que todavía no me has dejado ni tocar, a diferencia de otros —sonrió—. En el fondo ardes de ganas, te mueres por follar conmigo. No sé porque te resistes tanto a chupármela.
—Que tengas una polla grande no implica que quiera follar contigo, niño engreído.
—¿Y eso de espiarnos cuando follamos en tu cuarto? ¿Me lo invento yo también? Tanta casualidad que siempre nos pilles.
—Tengo que entrar constantemente. ¿Qué esperas?
—¿A todas horas? Venga ya. Dime si no has fantaseado alguna vez con la imagen de Cris y yo…
—No te voy a responder a eso.
—Sí, mejor. No vaya a ser que tengas que reconocer que follas con tu novio pensando en mí. —Volvió a acercar la cara a la de ella—. Y que a ti también te gusta que te mire, como la noche que saliste completamente en pelotas del baño y dejaste que te viera a base de bien. Sí, recuerdo tus mejillas encendidas cuando se me puso dura. ¿Por qué no quisiste hacértelo allí conmigo?
Dani tenía ese recuerdo vívido en su mente. Habían tenido una de las mejores sesiones de sexo, pero, cuando volvió, lo que quedó fue una de las peores noches de insomnio. Y, de nuevo, por culpa de aquel niñato cabrón que no perdió la oportunidad con Alba en cuanto la tuvo a tiro.
—Se te olvida que tengo novio.
—O sea, que si no tuvieras novio…
—Yo no he dicho eso —cortó tajante—. Y además, no follo con niños.
—Pues esta noche nadie habla de follar. Solo de hacerme una mamada que, reconócelo, estás deseando. Tú verás cómo quieres que acabe esta noche. —Apoyó las manos por detrás de la cabeza, dando opción a Alba a elegir si largarse o ceder.
Alba puso los ojos en blanco, negando en una profunda decepción. Al final, dejó caer los hombros, vencida.
—Te hago la puta paja, pero te juro por Dios que, como le cuentes a Dani algo de esto, te corto las pelotas.
Cristian echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada muda en un ademán de triunfo. —Vale, está bien, me conformo con un pajote, pero tendrás que hacerlo muy bien si quieres que cumpla con mi palabra—. Después, se quedaron mirando. Ella, odiándolo; él, disfrutando de su victoria, a la espera de que comenzara su tarea.
Bufó, pero por fin, dobló la espalda y colocó su mano alrededor de aquel tronco carnoso. Las facciones de Cristian se relajaron al notar el tacto de sus dedos.
Dani, en shock, contempló a su novia sobajarse ante aquel niñato que parecía estar jugando con todos. Consiguiendo una paja reservada solo para él; de su novia; de su Alba. La Alba inalcanzable para hombres mucho mejores que aquel infame del tres al cuarto. Sopesó entrar y pararlo todo. Arrearle en toda la cara hasta perder el conocimiento.
Mala idea.
Discutiría con Alba, gritarían, se caerían las máscaras y se destaparía todo, incluida la mamada de Cristina. Y lo peor era que lo harían delante de Cristian, regalándole una magnífica y bochornosa escena de ruptura. Aquel niñato iba a conseguir que rompieran delante de él.
Y por él.
Y era una victoria que no pensaba regalar. Contó hasta diez. «Es solo una paja —se dijo—. Lo tuyo con Cristina fue mucho peor».
Alba ya lo estaba pajeando con rapidez. Por la punta de la polla, empezaba a asomar cierto líquido blancuzco, apenas una pequeña muestra de espuma de habérsela machacado tanto hasta ahora.
—Joder, lo que tuvo que disfrutar ese viejo cabrón —decía éste sin deja de mirar su mano subiendo y bajando—. Hmmmmm.
—Que no le hice una paja, ya te lo he dicho. Tenía curiosidad por verla completamente dura. Se la acaricié hasta que se empalmó del todo. Punto.
—Mientras él te tocaba el coño, sí. Todo muy lógico. Uffffff, sigue.
—Me lo pidió él. —Alba suspiró—. Era lo uno por lo otro. Le dejaba tocarme durante el tiempo que le tocaba yo. No hubo paja, ni orgasmo ni semen.
—Uff, joder, qué morbazo me da. Sobándoos el uno al otro. ¿Te quitaste las bragas? ¿O te metió mano con ellas puestas?
Alba calló.
—Oye, y lo del tatuaje que tiene por debajo del rabo, ¿es verdad?
—Sí. —Le había costado contestar, como si se avergonzara de conocer ese dato.
—Ooooh, ooooh, ¿Y qué pone?
Alba le miró fijamente sin dejar de pajearlo con rapidez.
—Pregúntaselo a Cris, que te lo cuenta todo.
Cristian se carcajeó y volvió a estirar el cuello notando el placer que le llegaba por todo el cuerpo.
—Sé buena y acaríciame las pelotas, anda. Mmmmmmfff.
—Los huevos, te los tocas tú solito. Te hago una paja y punto.
Se removió, acomodando la cadera para que sus pelotas quedaran más expuestas.
—Si me las acaricias, seguro que me corro antes.
Alba puso cara de hastío, pero para consternación de Dani, avanzó la otra mano hasta hacerse con sus huevos. Seguramente quería acabar aquello cuanto antes.
Seguramente.
Cristian tuvo que morderse los labios soportando la nueva oleada de placer. Al menos, como buena noticia, dejó de hablar.
La mala, era que, aun con el masaje testicular, no terminaba de eyacular de una vez. Alba tuvo que cambiar de mano, y no era la primera vez.
—Joder, Cristian. ¿Te quieres correr ya?
Terminó tumbándose junto a él para tener mejor posición, apoyándose en un codo, pero colocada de manera inversa. Es decir, formando una especie de 69 donde la cadera de ella quedaba junto a los hombros de él y viceversa.
—Si te quitas el bikini —jadeaba—, seguro que me corro antes.
—Ya te he dicho que no. Concéntrate en otra cosa.
—Solo la parte de arriba, para que te vea las tetas. Venga, si te las he visto mil veces. Mmmf, joder, estoy a punto y necesito dosis extra de excitación.
De nuevo sufrió un sobresalto cuando vio que su novia se llevaba las manos hacia atrás y la prenda terminaba cayendo. Debía estar muy impaciente por que se corriera rápido. Apretó las mandíbulas, enfadado. Ya solo quedaba la braga del bikini.
—Ufff, qué bufas. Es que no termino de acostumbrarme.
Un chasquido resonó en la habitación. Cristian puso cara de dolor fingido y movió una mano en el aire. Alba había dejado de pajearlo y le señalaba con un dedo.
—No se tocan. Y la próxima te la suelto en la cara.
—Ay, primita, cómo te pones por nada —dijo en tono meticón—. No me puedo creer que a ese viejo le dejaras meterte mano en el coño y a mí no me dejes darte un pellizquito en el pezón.
Alba retomó la paja. Estaba apoyada en un codo. En esa posición, sus tetas se bamboleaban libres a la vista de todos y Cristian no despegaba la vista de ellas.
—La noche que le ataste a la cama, te debió poner muy cachonda. Tenerlo allí, como un esclavo, mientras tú hacías esto con el viejo.
Ella apenas levantó los ojos un momento sin dejar de pajear. Su mano parecía pequeña agarrando aquel tronco. No le contestó.
—Recuerdo la cara que tenías cuando entramos. Estabas coloradísima —sonrió—, y no era solo por lo que bebimos. Te debe calentar mucho putear a tu novio. —Hizo una pausa—. Y a él, que le hagas un cornudo.
—Tengo tus huevos en mi mano. No me cabrees. —Cristian no replicó, pero su sonrisa se amplió de oreja a oreja, como si su enfado confirmara la respuesta—. Le até porque me gustó que estuviera a mi merced —confesó por fin—. Me dio morbo tenerlo para mí. —Sonaba a lamento—. En aquel momento, iba como una cuba de tanto beber el licor ese de Andrés. No era mi intención putearle. Le quiero con toda mi alma, no como tú a Cristina.
—Yo creo que sí te gusta. Te pone saber que estaba jodido mientras tú… —hizo una pausa aguantando un jadeo—, jodías con otro.
—Ya te he dicho que solo se la toqué. La cogí en mi mano y la acaricié unos segundos. Nada más.
—Porque querías verla completamente dura, claro. —Se pasó la lengua por los labios—. ¿Y qué, se puso tan grande como pensabas?
—Sí —reconoció en un susurro.
—Pues ahora… Oooooh, oooooh… ya puedes compararla con la mía.
Alba se ruborizó y apartó la vista, posándola de nuevo en la polla que no había dejado de menear.
—Es más grande que la de tu novio, ¿eh? —En referencia a la suya propia.
Nueva mirada de odio y nuevo mutismo. Dani no podía aborrecer más a aquel impresentable que, de nuevo, le hizo sentir pequeño en todos los sentidos. Agachó la cabeza imaginando las comparaciones que pudiera estar haciendo Alba.
—¿Por qué sales… con un tío… con la polla enana? —Espaciaba cada palabra por el placer.
—¿Y por qué Cris sale con uno que es gilipollas?
—Porque este gilipollas la tiene bien atendida y no hay noche que no la haga gritar de placer. Hmmm, oooooh. ¿Dani te hace gritar? —Alba se enfurruñó y mantuvo la boca cerrada—. Dime, ¿te llena con su polla? ¿Te deja satisfecha? —Soplaba intentando contener el placer—. ¿Cuánto le mide? Venga, dime. Oooooh. Comparada con la mía.
Puso una mano en la cadera de Alba y la deslizó hasta llegar al culo. Ella dejó de pajearlo y colocó la mano sobre la suya con rapidez, frenando el avance. Le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de quitársela con brusquedad.
—Esa es zona prohibida.
—Es que, como no dices nada… Intentaba buscar el extra de excitación que me falta para conseguir correrme.
Alba volvió a su paja, retomando el sube y baja frenético. La polla parecía haber perdido algo de vigor. Estuvo segura de que él se alegró por ese balón de oxígeno.
—La mitad —dijo ella por fin.
—Joder, es una polla de niño —sonrió recuperando el aliento—. ¿Por eso te gusta tanto la de Andrés?
No contestó.
—Yo creo que es porque te gustan las pollas grandes. Por eso mirabas tanto la de Aníbal en la piscina y por eso no dejas de mirar la mía.
Eso era cierto. Su enorme consolador era prueba de ello. Además no le había quitado ojo durante toda la paja. Puede que se la estuviera meneando obligada, pero era indudable que se sentía atraída por aquella polla. “Que sepas que todavía tengo ganas”, recordó Dani. Su frente estaba perlada de sudor y no estaba seguro de que fuera solo por el esfuerzo.
—¿Por qué te enfadaste con Aníbal en la piscina, cuando hacíais las inmersiones?
—Yo no me he enfadado con él.
—¡Joder que no! —se rió Cristian—. Lo hemos visto todos, hasta tu novio. —Se mordió el labio notando su excitación volver a su punto álgido.
Alba hizo un mohín. Si pensaba que no se habían dado cuenta, estaba equivocada. Cristian volvió a poner una mano en su cadera. —Venga, dime. ¿Qué pasó debajo del agua? Y no te preocupes, hmmmm, no se lo voy a decir a tu novio—. Ella se lo pensó unos segundos.
—No dejaba de sobarme el culo. De arriba abajo —reconoció en un susurro—. Y algo más.
—Uuuuu, qué morbazo. Y con tu novio ahí, delante de vosotros. Hostia, cómo me pone. —Arrugó la cara sintiendo la oleada de placer al recrear la imagen. Alba aprovechó para masajear el glande lleno de baba preseminal con el pulgar—. Así, así, ooooh, ooooh —animó Cristian con los ojos en blanco.
Abrió más las piernas, extasiado. Su mano volvió a posarse sobre la cadera de ella y apretó los dedos atrapando media nalga. Alba soltó un gemido que Dani interpretó como molestia o cansancio. Su mano martilleaba con rapidez.
—Quita esa mano. Ahora mismo.
—Si solo hago lo mismo que Aníbal. Oooooh, oooooh, sigue, sigueee, ya casi está. —Su frente estaba empapada de sudor. Se mordió los labios intentando retrasar el orgasmo lo máximo posible para alargar la paja.
Alba, sin apartar la vista del falo empapado en su propia baba preseminal, no daba tregua, intentando lo contrario, acelerarlo cuanto antes. Cristian giraba la cabeza a un lado y a otro, empezando a perder el control. Y Alba martilleaba sin cesar.
—Cristian, que quites la mano, ya.
Su mano amasaba suavemente la nalga al completo. Pero la punta de sus dedos había desaparecido entre los glúteos, por debajo de la braga del bikini.
—Uuuugghh, preciosa, ¿Así te tocaba Aníbal?
Nuevo gemido de ella, pero no le apartó la mano ni cesó su paja. En su lugar movió la cadera hacia delante, apretando los glúteos, para impedir que él avanzara hacia su interior. Levantó la cabeza con los ojos cerrados por el efecto del esfuerzo y la volvió a bajar.
—Cristian, joder, sácame esa puta mano.
Ella volvió a gemir, pero esta vez Dani no supo si era por el cansancio. Tenía la cara hacia abajo y los ojos fuertemente cerrados. Un escalofrío recorrió la espalda de Dani. En ocasiones, él solía meterle un dedo en el momento preciso para acelerar o incrementar su orgasmo. Su criptonita con la que Cristian iba a toparse si nadie lo remediaba.
—Oooooh, oooooh, joder. Sigue, puta, sigue. —Gimió de manera sonora—. Hazlo con la lengua. Oooooh, mmmm, venga, chúpala. ¡CHÚPAMELAAA!
Alba había abierto la boca respirando a bocanadas, quizás por el esfuerzo.
Quizás.
La mano de Cristian se movía rítmicamente acariciando y amasando. Dani puso toda su atención, parpadeando sin dar crédito. La punta de sus dedos seguían por debajo de la tela.
Alba pajeaba con rapidez desde la base hasta el glande, al que masajeaba en cada pase con el pulgar. Con la otra mano, sobaba sus huevos, llenándosela con ellos. Sus gemidos eran cada vez más sonoros.
Los dedos de Cristian se deslizaban cada vez más adentro. Manoseando más a rápido y cada vez más a fondo.
Gemía, y ella también. Lo hacía muy pegada a su polla. Empapando el glande con su aliento. Si sacara la lengua, se la llegaría a tocar con la punta. Cristian también lo veía.
—Saca la lengua —ordenó—. Solo un poco. Venga, ooooh, ooooh, sácala.
Alba asomó la punta de la lengua por su boca abierta. Dani, asolado, contuvo la respiración. Se pasó la mano por la frente. En cuanto Alba se metiera aquella polla en la boca, él se lanzaría a comerle el coño y ya no habría vuelta atrás. Lo siguiente sería dejarse follar, y no le iba a costar gran cosa.
—Lo tremenda que estás y las ganas que dan de follarte. Aaaaah, oooooh —Estaba al límite, completamente colorado, con el cuello en tensión.
Alba seguía con su lengua a centímetros de su glande y cada vez se acercaba más. Preparada para recibir su descarga. Tenía una cara de viciosa como Dani no había visto nunca.
Y Cristian tampoco.
—Quiero que me folles y quiero que me llenes el coño con tu semen —dijo ella.
El aliento golpeó contra su glande y Cristian parpadeó, incrédulo. Lo había oído bien. Se la iba a follar. Alba se iba a dejar follar por él. Su cerebro convulsionó cuando recreó la escena e, inmediatamente, estalló de placer.
—Ooouuuugggmmmm.
El primer chorro manchó la mejilla y las tetas. Alba maniobró con rapidez para que los siguientes fueran hacia el pecho de él. Gran parte, se escurrió por su mano.
Cuando acabó, Alba se incorporó y, de un manotazo, apartó la mano que Cristian tenía metida entre sus glúteos. Acto seguido, se recompuso la prenda y se levantó como un resorte recuperando su ropa.
—Ya tienes tu puta paja. Ahora muérete. —Entró al baño de un portazo, pero volvió a salir enseguida—. Y como se entere mi novio de algo de esto, te juro por Dios que te vas a acordar de mí para toda tu puta vida, niñato de mierda. —Volvió a desaparecer dentro de otro portazo.
Dani, casi sin pulsaciones, cerró la puerta con cuidado y pegó la espalda a la pared. Todavía permaneció en aquella posición un buen rato antes de que pudiera reaccionar. Bajó los escalones uno a uno, avanzando sin ganas hasta llegar a su cuarto. Su maleta asomaba por debajo de la cama. Estaba casi hecha, lista para partir con ella en cualquier momento. Sin desvestirse, se tumbó en la cama, por encima de la colcha. Necesitaba pensar. En ocasiones, uno se levanta con el pie izquierdo y, durante el día, todo le sale mal. Ese, había sido uno de esos días de mierda.
Fin capítulo XXXVI
Este capítulo rinde homenaje a un gran escritor que muchos habréis recordado el leerlo.
Si la suerte hiciera que leyera esto, me gustaría decirle que vuelva.
Todos somos Dani...Buenas noches.
En primer lugar felicidades al autor.
Cuantos capitulos quedan aún ?. Mas que nada es porque como sean muchos rsta Alba se va a follar hasta las amigas y primas... cada capitulo nos enteramos que va teniendo lios xon Anibal, Andrés, con Cristian y no sé yo si con el gasolinero.... y luego se enfada con Dani porque le han chupado la polla en el cuarto oscuro cuando ella ya venia de ser muy magreada.
Yo soy Dani y al segundo dia me marcho. Y el amago que hizo de marchar no tenia que haberse arrepentido.
Esperando el desenlace de esta historia que llegue ya lo antes posible.. jeje.
Un saludoo...
Yessss..... Todos con Dani!!!Todos somos Dani...
¿No sería … todos contra Alba?Yessss..... Todos con Dani!!!
Consiente…claro… si Alba no fuese una diosa diva manipuladora despotrica pérfido malvada no ocurriría.Señores a ver si nos ponemos las pilas, que ella no tiene ninguna culpa de nada, que la culpa la tiene él, que está viendo lo que pasa y se lo come con patatas, dicho de otro modo CONSIENTE.
Si fuese un tío como debe de ser, en lugar de andar con duditas y con come comes, habría tomado una decisión, la que fuese, pero una decisión, y no andaría como un gilipollas todo el día deshojando la margarita.
Se merece cada centímetro de cuerno que le hacen crecer.
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Pues que se venga al Sevilla, que aquí hasta Perico el de los Palotes, Willy Fogg, Tico o Rigodón mejora el equipillo que tenemos.Capítulo muy triste y muy revelador, esta pareja tiene menos futuro que Thouameni en el Madrid. Bueno la parte de la humillación a Cristian me encantó.
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