Cada oveja sin su pareja
Estaban en el dormitorio, deshaciendo la mochila y guardando las pocas prendas en los cajones. Alba seguía algo nerviosa, pero la tirantez entre ellos casi había desaparecido. El resto de sus amigos se habían quedado abajo, en el salón y parte del jardín, descansando. Marta les había propuesto quedarse a pasar allí el resto del día.
—Voy un momento al baño.
Alba salió del cuarto atravesando el pasillo. Segundos después, se oyó cerrarse la puerta del aseo. Dani continuó plegando su ropa cuando, de repente, descubrió el móvil de Alba sobre la colcha. Era una de las pocas veces que ella se alejaba de él en los últimos días. No dudó en aprovechar la ocasión.
Lo encendió y dibujó el patrón de desbloqueo. El breve instante que pasó hasta que apareció la imagen del fondo de pantalla casi le paraliza el corazón. «Esta vez, sí», pensó. Con los dedos temblando a causa de los nervios, inició la aplicación de mensajería instantánea. Los últimos chats aparecían en la parte superior. Y entonces surgió de nuevo la duda. «Dani, otra vez vas a violar su intimidad. Es inmoral y es delito. No te fías de tu novia y resulta que es ella quién no se puede fiar de ti». Cerró los ojos con ambos demonios discutiendo a cada lado de su cabeza.
Cuando los abrió, puso la vista en la pantalla repasando los contactos. Olga, su mejor amiga estaba entre los primeros. Su última conversación había sido de esa misma mañana. Si había alguien a quien Alba confiaría sus más oscuros secretos, sería a ella. Se mordió el labio por la comisura, lleno de remordimientos.
Tocó con el dedo sobre su nombre.
La conversación que le interesaba era la que hubieran podido hablar sobre la noche de la capucha, dos días atrás. El tiempo disponible antes de que su novia regresara era escaso, así que deslizó con fuerza para subir hasta ese momento.
El texto se detuvo en una frase que rezaba:
ALBA_
Que la he liao, tia. La he liao pero bien. Buf, q marron
OLGA_
Otra vez?? pero q????
ALBA_
Dani y yo hemos participado en un cuarto oscuro.
OLGA_
WTF !!!!!?????
ALBA_
Como t lo cuento, una sobrada. pero, mis amigos… ya sabes que se les va mucho la pinza. nos convencieron a dani y a mi y… en resumen, que la he cagado, tia. la he cagado mucho.
OLGA_
ufff, miedo me das. q has hecho?
ALBA_
Se los he puesto a Dani
Casi se le cae el móvil. Había retrocedido hasta el día después del cuarto oscuro. Se tuvo que sentar en la cama con la vista fija en esa frase. Alba le había puesto… ¿los cuernos? Eso lo ponía todo del revés. Un ruido llegó del pasillo. Sin tiempo antes de que Alba lo pillara, avanzó unas líneas intentando abreviar la conversación.
ALBA_
Total, que estoy allí, cogida de las manos con mis amigas, esperando con la luz apagada y, un momento después, tengo un mar de manos sobándome por todas partes. Abusada, sin saber quien lo hacía.
Y me quedo bloqueada!!!
OLGA_
Ya, es que… a ver. Es normal
ALBA_
si, pero… diferente, pq, alguien me soba las tetas en plan cerdo, me besa por el cuello y la boca, y yo… joder, no hago nada. Le dejo que me haga de todo. y sabes lo peor???
Q me pongo a cien.
Tia, q me estaba haciendo de todo!!!
OLGA_
Pues igual es por eso. No, rica?
ALBA_
Ay, tia, no me digas eso, q me sentía supermal por dani. Lo quería parar, t lo juro, pero, sabes eso q dices… un poco más y lo dejo?
OLGA_
Ay, madre. Q sé por dnd vas
ALBA_
Pues sí. Pq resulta q entre tanto lametazo, y tanto restregon, terminé por cogerle la polla. y…. era enorme. creo que era anibal. joder, casi me derrito.
OLGA_
no jodas. el adonis ese???
ALBA_
el mismo, y ya sabes como me pone. UFFFFFF. es q esta buenisimo. Desde q lo he vuelto a ver, es como una obsesion.
Dani cerró los ojos con fuerza y se mordió los labios. El peor de todos sus temores y lo último que deseaba ver. Le costó volver a abrirlos para seguir leyendo.
ALBA_
me chupaba el cuello, las tetas y no paraba de sobarme el coño. yo se la meneaba despacio desde los huevos hasta la punta, llenandome la mano con su polla. pq tendrias q ver q pedazo de polla tiene el cabron.
OLGA_
Tanto?
ALBA_
Pa verlo, t lo juro. Yo estaba supercaliente. sé q hacia mal y q le estaba traicionando a mi dani, pero cdo me quise dar cuenta, nos estabamos comiendo la boca, con su polla entre mis piernas
OLGA_
estabais follando !!!??????
ALBA_
Noooo, a ver, él me pasaba la polla por el hueco entre las piernas y el coño, deslizándola por debajo, pero sin meterla.
OLGA_
O sea, tú de pie, con la espalda en la pared y él delante pegado a ti, magreándoos, no?
ALBA_
eso. Y ahi fue cdo me di cuenta d q tenia q pararlo, pero… es q no era yo, t lo juro, y eso q lo intenté. Intenté apartarlo, pero él no se dejaba.
OLGA_
Q tampoco tu hacías mucha fuerza, vamos.
ALBA_
Es q estaba completamente ida. Estuvimos así… no sé, mucho rato. y cdo ya por fin me quise deshacer de él, va y se pone de rodillas y empieza a lamerme.
OLGA_
t comió el coño?? LE DEJASTE COMERTE EL COÑOOOO!!!??????
ALBA_
No, es decir, a ver, un poco, bueno, no sé, pq había perdido la nocion del tiempo y no sé cto rato estuvo, pero luego le aparté, o sea, yo veía q aquello se m estaba yendo del todo así q, con todo el esfuerzo de voluntad. Por q, no veas cómo estaba yo de caliente, me di la vuelta y me pegué a la pared. corté aquello de raíz. terminé con el manoseo, los lametazos y todo.
OLGA_
y t fuiste de allí
ALBA_
calla, que se pegó por detrás, aplastandome su pollón contra mi culo. uffff, q morbo me bada. Notaba su cuerpazo en mi espalda, sudoroso. y cdo me besó el cuello y me chupó la oreja… volví a perderme. Me metió la polla entre las piernas otra vez, deslizándola por debajo. Q con lo grande q es, debía llegar con la punta hasta la pared.
Una sensación de desasosiego le encogió el estómago y su autoestima cayó bajo mínimos. Apoyó la frente, perlada de sudor, sobre su mano; con el pulso a punto de hacer estallar el corazón. Los comentarios sobre la polla de Aníbal lo estaban matando y el recuerdo de su consolador le golpeó en el estómago con toda su fuerza.
OLGA_
Uala, tia, q fuerrrrte
ALBA_
Ahora, lo pienso y… bufff, me doy cuenta de lo boba q he sido, pero en ese momento… no podía reaccionar. Me decía, Alba, para esto YA. Dani te está esperando. Es tu novio, le quieres y él te quiere. Aníbal solo es un cabrón oportunista, un canalla de cara bonita, pero mi cuerpo no era mío. Solo podía apretar los puños y pegarme contra la pared. Y entonces pasó lo q pasó.
OLGA_
Buff, nena.
ALBA_
Me la metió, Olga. Me metió la polla. Hasta el fondo. La noté entrar. Despacito. Tenía la punta babeando y mi coño estaba que chorreaba. Normal q no le costara meterla. Y no solo una vez. Entró y salió, y volvió a entrar, y otra vez y otra. Yo la notaba muy dentro, donde pocas veces ha llegado nadie. Me hizo ver el cielo. Me moría de placer, aunque sabía q estaba mal y q a Dani le iba a destrozar.
A Dani se le cayó la mandíbula. No podía dar crédito.
OLGA_
T corriste?
ALBA_
No, eso no. Tuve un atisbo de cordura y lo aparté antes. Tuve que forcejear pq no se apartaba. A ver, es normal, le había cortado el polvo y el tío estaba q se subía por las paredes. Se puso violento. Me rompió hasta el coletero y todo. Al final, rodillazo en los huevos.
OLGA_
Uuuuuuu. Pero cómo t pasas. Y con las pelotas llenas. Me da penita el pobre.
ALBA_
Ya, bueno, pero es q no me dejaba ir y me puse nerviosa. El pobre dani tenía q estar desesperado. llevaba media hora solo.
OLGA_
Ay, dani. pobre.
ALBA_
Sabes q es lo peor? q lo he pagado con él. Le he montado un pollo al salir de la casa. Llevamos todo el día sin hablarnos. Ahora esta por ahí, solo.
OLGA_
Encima?? pero tú stas bien??
ALBA_
Es que… se lo había montado con la zorra de su amiga.
OLGA_
dani tambien !!!??? bueno, eso cambia mucho las cosas. Con quien, con la amiga del colegio, esa?
ALBA_
Sí. me estuvo buscando por toda la sala, a tientas, y la muy puta aprovechó para tirarselo. bueno…, mamarsela, o yo q sé
OLGA_
m dejas muerta. stas segura q fue ella?
ALBA_
Segurísima. He preguntado a cada una de mis amigas, discretamente. Ellas, nada. A ver, q a dani se le reconoce en cto se la coges. No tiene un pollón, precisamente.
OLGA_
Sí, ya me habias contado. Pobre.
ALBA_
Si vieras cómo le mira la pánfila esa cada vez q nos encontramos. Me pone celosísima. En cuanto la tía se topó con él, ni se lo pensó.
Cierto que él también guardaba sus dudas sobre Eva la noche de la mamada, pero veía altamente improbable que lo hiciera. Se habían criado como hermanos, por lo que sería toda una sorpresa que ella albergara esos sentimientos. Aunque, como decía Alba, era fácilmente identificable y dudaba mucho que ninguna de sus amigas se hubiera decidido a mamársela sabiendo que era él.
La puerta del baño del pasillo se abrió y a Dani casi se le cae el móvil del susto. Con los dedos temblorosos a causa de los nervios, pulsó retroceso repetidas veces hasta que apareció la pantalla principal. Después, apagó el teléfono y lo dejó donde estaba. Se agacho simulando hurgar en uno de los cajones de la mesilla. Alba entró en ese momento.
—¿Todavía sigues con eso? —preguntó al verlo.
—Estoy acabando. —La respuesta fue seca, sin girarse ni mirarle a la cara. Tampoco hubiera podido hacerlo sin empezar a discutir.
—Voy abajo, con los demás. ¿Vienes?
—Enseguida. —Mismo tono y misma actitud evasiva.
Alba se hizo con su móvil y lo sopesó en su mano. Se quedó observándolo unos segundos, aguardando tras él, sin apartar la vista de su nuca.
—Vale, te veo ahora.
Apretó los puños cuando se quedó solo. «Hija de puta», blasfemó por lo bajo. Había jugado con él desde el principio. Solo había sido cuestión de encontrar la ocasión oportuna para pegársela con Aníbal. Por eso tanto interés en lo del cuarto oscuro. «Se lo ha follado —pensó—. Ha follado con el puto Aníbal delante de mis propios morros».
Se levantó y comenzó a dar vueltas por la habitación intentando pensar con cordura. Necesitaba tranquilizarse. Tranquilizarse y pensar.
Según había leído, no había llegado hasta el final. Ella lo había parado antes de un rodillazo. «Además —se dijo— a ti te la chuparon y no lo detuviste. Eso no te deja en mejor lugar».
Y ahí estaba la clave, como un globo de agua helada estallando sobre su cabeza. Él no lo detuvo. Llevó su infidelidad hasta el final en una boca cualquiera, mientras que ella, echó el freno estando en el mismo borde del precipicio, con el tío por el que sentía pura obsesión; en el punto álgido del clímax. Ella salvó lo último de la fidelidad que él no supo mantener. Envueltos en la misma trampa, solo ella supo escapar indemne.
No obstante, que Aníbal se la follara, le revolvía el estómago. Se sentó en la cama y se mesó el pelo con ambas manos, metiendo los dedos entre los cabellos. «Era un cuarto oscuro —se dijo—. Tampoco tenía por qué ser él. Ella lo dedujo por su polla, pero bien podría haber sido Enrico o algún otro. Tú mismo no tuviste claro a quién pertenecían las tetas que sobaste durante todo el periplo de búsqueda».
Sacudió la cabeza y se levantó. Ya no había vuelta atrás. Se serenó y decidió bajar con los demás, disimulando lo mejor que pudiera para que Alba no sospechara la violación a su intimidad. Cuando llegó a la piscina, se encontró con todo el grupo al completo, incluido Cristian y su novia. «Por si éramos pocos», se dijo.
Cristina levantó la cabeza al verlo y le sostuvo la mirada mientras se acercaba. Tenía el mismo semblante que en la playa. Al pasar a su lado, la desvió de nuevo, rehuyéndolo y evitando el posible contacto.
Otra vez.
Puso los ojos en blanco. Ya se había cansado de tanta gilipollez adolescente. El tiempo de querer hablar con ella había pasado y el saludo de Cristina se perdió en el aire, así que, simplemente, pasó de largo. Caminó hasta el final de la piscina donde se encontraba Marcos y se sentó con él.
Estaba solo, en una de las esquinas, con los pies en el agua. Bebía un refresco. Martina, alejada de él, toqueteaba su móvil recostada en una tumbona, sola. Por la forma de mirarla, se adivinaba que entre ellos no iba todo bien.
—¿Qué pasa, tío?
Marcos lo miró algo sorprendido. —Ey, hola —hubo un choque de manos—. Ya era hora. Dijiste que solo ibas a deshacer la mochila.
Se quedaron hablando. Estar con él le producía tranquilidad. Tenía un carácter muy parecido al suyo y su conversación era siempre muy amena. Un rato después, Eva llegó, sumándose a la charla.
—¿Qué hacéis aquí tan solos? —dijo sentándose entre los dos.
—Estamos trazando un plan magnífico —contestó Dani.
—¿Y en qué consiste? —Acomodó el culo y hundió las piernas en el agua. La cara de dolor por el contraste entre el agua fría y su piel caliente hizo sonreír a ambos chicos.
—Utilizamos nuestro poder mental para conseguir que la gente se acerque y se tire al agua.
—¿Ah, sí? —preguntó sonriendo —¿Y funciona?
Sin previo aviso, la empujó del hombro haciendo que cayera dentro del agua. Eva dio un alarido antes de zambullirse por completo. Cuando sacó la cabeza, su cara era de puro dolor. Marcos soltó una carcajada por la ocurrencia de su amigo y levantó la palma para chocar manos.
Dani, con una sonrisa malévola, levantó la suya para corresponder, pero Marcos aprovechó para empujarlo a él, pillándolo desprevenido y haciéndolo correr la misma suerte que su amiga. Cuando emergió del agua, vio la cara sonriente de Eva, acechándolo. Antes de que pudiera reaccionar, saltó sobre él, rodeando su cuello con ambos brazos y hundiéndolo.
—Ahora verás.
Con las tetas de su amiga pegadas en la cara, notó cómo se sumergía hacia el fondo. La situación era la misma que en la playa nudista con Celia, pero en esta ocasión, no existía la sensación de agobio. Se abrazó a ella, pegándose a su cuerpo mientras la profundidad aumentaba paulatinamente. No hubo forcejeo ni pelea, simplemente se dejó caer, notando el calor de su piel.
Su espalda tocó el fondo. Tampoco ahí apareció la sensación de claustrofobia, sino de protección, la que emitía ella. Permanecieron así hasta que Eva aflojó su abrazo y se separó ligeramente, obteniendo, cada uno, la visión borrosa de la sonrisa del otro. Después, ella comenzó a emerger. Dani, cerró los ojos y se quedó en el fondo un poco más, notando sus latidos relajados. Había practicado esa terapia muchas veces.
—Pensaba que te quedabas a vivir ahí abajo —dijo Eva cuando le vio sacar la cabeza.
—Tengo mucho aguante —contestó respirando a bocanadas.
Junto a Marcos, se encontraba León, que se había acercado a ellos. Estaba ebrio y enseguida vio su oportunidad de malmeter.
—No es eso lo que se oye por ahí.
—Ey, tú, frena —cortó Marcos.
«Ya estaba tardando en llegar —pensó Dani—. Con lo tranquilo que estaba». Tuvo la impresión de que, lo de anoche con Alba, había sido más público de lo que pensaba. No le hizo caso y se giró hacia Eva. La cogió por las piernas y la elevó en el agua haciendo que cayera con estrépito de espaldas. Ella emergió riendo.
—Eh, Marcos, ¿juegas conmigo a “Piedra, Papel o Tijeras”? —preguntó León con la lengua de trapo.
Comenzó a golpear en la palma de su mano mientras canturreaba en alto cada una de las tres opciones. Sin embargo, la mano que debía mostrar cada uno de los objetos, solo golpeaba con la forma de “piedra”. Repetido una y otra vez, parecía que simulara hacer una paja en el aire.
—¿De qué vas, tío? —Marcos le tomó de la muñeca y tiró con brusquedad para que parase su broma—. ¿Por qué no te cortas un poco?
Dani interrogó a Eva con la mirada. Ella se encogió los hombros, pero su mirada lacrimógena le heló el corazón. No había sido sincera con él. La paja a Aníbal no había terminado como le había contado. Cerró los ojos y exhaló un suspiro.
—Ay, que haces daño —protestó León debido a los tirones de Marcos que trataba de apartarlo. Después, se dirigió a Dani y Eva—. ¿Puedo meterme con vosotros?
—Claro, entra —contestó Dani.
León saltó a la piscina en el momento en el que él salía del agua. Se alejó sin dirigirle la mirada. «Estúpido», pensó.
—¿Te vas? —preguntó León, confundido.
No le contestó. Continuó caminando, chorreando agua con un objetivo en mente.
— · —
Martina continuaba recostada en una de las tumbonas, bajo la alargada sombra del atardecer. Estaba sola, con su móvil como única compañía. Dani se sentó a su lado. Ella levantó la vista lo justo antes de devolverla a su pantalla. Se quedó observándola unos segundos.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
La pilló desprevenida y tardó un poco en responder. —Eh… sí, claro.
—¿Qué pasó ayer?
Lo lanzó a bocajarro, precisamente con la intención de provocar la cara de sorpresa que estaba poniendo. Era obvio que lo de anoche no había sido una fiesta cualquiera. Martina bajó la mirada y trató de disimular. —¿Ayer? Nada. No sé.
Continuó observándola, clavando los ojos, hasta que en silencio se hizo demasiado incómodo. Martina, que ya empezaba a ponerse nerviosa, levantó la vista de nuevo. —¿Por qué lo preguntas?
—Todos me miráis raro. Más de la cuenta, quiero decir. Y tú no te hablas con Marcos.
—Ah, eso. No, nada. Cosas de pareja. Ya sabes.
Dani se pellizcó el labio inferior, cavilando con el ceño fruncido, como si sus palabras representasen un enigma a resolver. Asintió levemente con la cabeza.
—No me lo quieres decir. Entiendo.
—No, no es eso. Es que… no pasó nada, de verdad.
Se había puesto muy nerviosa y no estaba siendo capaz de sostenerle la mirada. Supo que, de allí, no iba a obtener información. Bien porque quería protegerlo o bien porque, a quien quería proteger, era a su prima. Se levantó y le cogió ambas manos como en un gesto sentido, acercando su cara a la de ella.
—Entendido, no me lo quieres decir. Me enteraré por mi cuenta. Gracias de todas formas.
Se fue, dejándola con cara de circunstancias. Al menos, había conseguido remover su conciencia. En cualquier caso, esa solo era la primera parte del plan.
— · —
—Hola, Marcos. ¿Ya se ha ido ese?
Marcos le había visto llegar caminando desde donde estaba su novia. Se apartó para dejar sitio y que se sentara junto a él.
—Sí, ya ves —contestó—. En cuanto pierde la atención para sus gracietas, se aburre y se pira a donde le hagan caso.
Eva también había abandonado el lugar. Había vuelto con Enrico y su sempiterno vaso de bebida.
—Martina me ha estado contando lo de ayer —Tanteó. Su cara era la de alguien preocupado. Semblante serio y ceño fruncido.
Marcos abrió la boca, sorprendido. —¿Cómo que lo de ayer?
—Sí, lo del juego. Lo de las pajas y eso. —Movió el mentón a un lado—. Dice que prefiere que los detalles me los des tú.
Lo había dicho en tono imperativo. Marcos parpadeó atónito y desvió la mirada por encima de su hombro, hacia Martina. Ésta, se había erguido en su tumbona y los miraba atenta, frotándose el dorso de la mano, nerviosa. Los ojos de Marcos iban de Dani a su novia una y otra vez. Los de ella, no se apartaban de él.
—Dice que quiere que seas TÚ —insistió remarcando la última sílaba y señalando con el dedo— el que me los cuente.
Marcos cerró los ojos como el que recibe una mala noticia. Después, se frotó la frente. —¿Eso ha dicho?
Dani asintió con una caída de ojos.
—A ver, es… es complicado. —Se había puesto muy nervioso—. Ya sabes que cuando bebemos se nos va un poquito la olla. Eso quiere decir que… a veces… o sea… no siempre hacemos cosas con las que estamos de acuerdo, es decir… que seguimos el juego. Pero por el bien del juego… no porque yo quiera.
—Creo que la versión de tu novia no va por ahí. —No tenía ni repajolera idea de lo que estaba diciendo, pero ese tipo de acicates siempre funcionaba muy bien para aflojar la lengua.
—Ya, ¡pero eso es porque ella solo ve lo que quiere ver! —estalló.
Dani asintió como si comprendiera; como si supiera de qué demonios estaba hablando. —Resúmeme la parte de Alba.
—Eso… eso es lo que trato de decir. O sea. ¡Era el juego!
—¿Tú, con ella…?
—No, no, tío. Yo con ella, nada —braceó en el aire—. Es lo que trato de explicar.
Dani meditó un momento. Tenía mil interrogantes, pero debía hacer preguntas exactas para no destaparse.
—¿Y a quién pajeó Alba?
Marcos puso cara de extrañeza. Pregunta equivocada.
—Cuando perdió la apuesta, me refiero —insistió Dani—. ¿A quién le tuvo que hacer la paja?
Solo quería corroborar que no la hizo. Que, al final, en el último momento, se retiró dignamente pese a las protestas de todos, tal y como dijo Eva, y que la gracieta de León era solo eso, una gracieta de mierda.
—¿Pajear? —Marcos lo miraba confundido—. No, las pajas no eran la apuesta, eran parte de la prueba. La apuesta era follar. —Se quedó pensando—. Pero… eso ya te lo ha contado Martina, ¿no?
La cara de Dani era todo un poema. Con los ojos abiertos como platos y la mandíbula desencajada. Marcos lo observaba confundido antes de desviar la vista hacia su novia. Ella seguía erguida en su tumbona, sin dejar de mirarlos a ambos con el cuello estirado, vigilante.
Marcos ató cabos al instante.
—Qué-cabrito-eres.
— · —
Nunca bebía, pero en aquella ocasión se le ocurrió tratar de pasar el mal trago precisamente con uno bueno. Incluso había quién decía que ayudaba a pensar con lucidez. En mitad del jardín había una mesa llena de bebidas y cosas para picar. Sin pensarlo demasiado, se dirigió hacia allí.
El tiempo decidiría que no sería una buena idea.
Se pasó un buen rato en las tumbonas. Haciendo como que se entretenía con el móvil. Aprovechando para divagar sobre lo que acababa de descubrir. «¿De verdad el pago de la apuesta había sido follar? y, en ese caso, ¿con quién? ¿Aníbal?».
Los dos ya habían follado en el cuarto oscuro y había dejado a Alba más caliente que un clavo ardiendo. La apuesta era la excusa perfecta para materializar su fantasía hasta el final.
Recordó que, esa noche en la litera superior, alguien no paró de moverse, como si estuviera follando. Y el que la ocupaba era… ¡Quico! Desechó la idea de inmediato. «No, Alba se pegó a mí por detrás cuando eso ocurría». Entonces, ¿cuándo? ¿Fuera, en el salón-comedor delante de todos? Imposible, Alba nunca lo permitiría.
En el albergue había un cuarto pequeño lleno de trastos. Era una antigua habitación de literas. Y si…
Sacudió la cabeza. «Déjalo de una puta vez, Dani. Eva te ha dicho que ella lo paró, que no cumplió la apuesta. Qué más da que sea una paja, un polvo o una mamada de polla sucia. Lo importante es que no lo hizo, ¿no?».
Miró hacia el grupo. Lo estaban pasando genial, Alba y Aníbal incluidos. Ambos charlaban en una actitud que parecía completamente normal. Sin miraditas ni risitas por lo bajo, como si ayer no hubiera pasado nada y tampoco hubieran follado como un par de cabrones en el cuarto oscuro unos días antes.
El resto de la tarde pasó en un ambiente relativamente tranquilo. Su novia, por su parte, no había dejado de cotorrear y reír con sus amigas. A veces, alguno se tiraba a la piscina y salía chorreando en busca de alguna víctima a la que torturar con un abrazo helado. Eran un grupo alegre con ganas de pasárselo bien.
Sintió que alguien se sentaba con él, en la misma tumbona. Era Alba.
—Llevas mucho rato aquí solo. ¿Te pasa algo?
—No, ¿qué me iba a pasar?
Ella se tumbó todo lo largo, acoplando su cuerpo al de él. Alojando la cabeza en su cuello y abrazándolo parcialmente.
—Ya sé que he estado rara contigo todo el día, pero… que sepas que yo tampoco quiero que me separes de tu lado, ¿vale? Aunque a veces yo tampoco merezca que me quieras.
La abrazó y ella se acurrucó contra él.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Dani al cabo de un rato. Alba esperó paciente— ¿Te gusta Aníbal?
Levantó la cabeza, extrañada. Midiendo las aristas de sus facciones. Se tomó su tiempo en contestar.
—Está buenísimo. Y tiene un cuerpazo de la hostia. Todas las chicas de por aquí se lo quieren follar.
Alba, sin dejar de mirarlo, comenzó a sonreír de medio lado. Dani se había confundido de plano si lo que pretendía era pillarla por sorpresa.
—Me encanta cuando te pones así —dijo ella—. Tan vulnerable que me dan ganas de besarte hasta morir.
Apartó la mirada, turbado. Y ella volvió a acomodar la cabeza en su cuello.
—No sé a qué viene esa pregunta. ¿Te has puesto celoso viéndolo bailar con nosotras? —Hizo una pausa— Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Me encanta tenerte junto a mí. —Apretó su entrepierna contra él—. Y también dentro.
Dani rozó una teta y enseguida su pezón abultó bajo la prenda.
—Mmm, esta noche, igual… —susurró ella.
—Esta noche, al paso que llevamos todos, vamos a acabar durmiendo la mona en mitad de la piscina.
Ella se carcajeó. —Es verdad. Menudo pedal llevo. Me vuelvo con las chicas. ¿Te vienes? Íbamos a cambiar de música.
—Luego, si eso. Me gusta estar aquí tranquilo.
Alba deslizó la mano desde el pecho hasta su paquete y lo besó en el cuello. —Pero no te relajes mucho, ¿vale?
Estaba extrañamente cariñosa. Se preguntó si no se debería al arrepentimiento por lo de ayer, aunque, por otro lado, no se había puesto nerviosa por la pregunta de Aníbal.
La tarde cayó por completo y encendieron las luces del exterior. Las chicas, al otro lado de la piscina, junto a la casa, bailaban al son de la melodía que sonaba en alto en aquel guateque particular. Todas ebrias y todas felices, excepto Alba, que no estaba con ellas. Estiró la cabeza intentando localizarla. La vio llegar desde dentro de la casa y unirse al resto de chicas, comenzando a bailar al compás de las otras. Retozando como una cría de coneja que acaba de descubrir la fuerza de sus cuartos traseros.
Los chicos, muy machos ellos, cumplían con la función propia de su sexo: Beber con un codo apoyado hacia atrás. Una de las chicas, la más lanzada, decidió dar una vuelta de tuerca a la fiesta.
—¡Fuera sujetador!
Gloria se quitó la parte de arriba de su bikini y se la tiró hacia su marido. Él y Marcos estaban sentados en una de las mesas largas. La prenda se quedó alojada en la cabeza de Marcos, tapándole un ojo, justo cuando echaba un trago. Dejó de beber, pero no se deshizo de ella. En su lugar se dirigió a Gonzalo.
—Tu mujer está cogiendo la mala costumbre de taparme la cara con sus trapos. Dile que un día me va a encontrar.
Gonzalo se carcajeó, pero no le hizo caso. En su lugar cogió la prenda por las tiras y las ató debajo de su barbilla. El resto de chicos se partieron de risa. Dani, en la distancia, también sonrió.
—Díselo tú, que la tienes ahí —contestó Gonzalo.
—Buff, tía —resopló Marcos—. En cuanto se me pase la borrachera, te vas a enterar.
Nuevas risas de todos que se vieron acrecentadas cuando Celia, desde detrás, bajó la braga del bikini de Gloria, dejándola completamente desnuda. Ésta, pegó un grito e intentó hacerse con la prenda, pero Celia ya se la había sacado y la había lanzado lejos. Alba la cogió al vuelo e inmediatamente se convirtió en el blanco de todos.
Echó a correr con el brazo en alto sin parar de reír. Ondeando la prenda como un banderín. Los que iban por detrás, intentaban atraparla para soltar su bikini, tal y como había hecho Celia. Alba, una auténtica pantera a la carrera, bordeó la piscina a una velocidad increíble. Al llegar a la altura de Dani, se la lanzó a su regazo.
—Tú la llevas —gritó mientras se alejaba sin parar de reír.
Inmediatamente se vio acechado por una jauría ebria con ganas de chufla que llegaba en manada con la intención de despelotarlo. «Mierda, no puedo correr, voy como una cuba», pensó. Hizo lo único que podía hacer. Cubrió la escasa distancia que lo separaba de la piscina y se lanzó al agua, braceando todo lo rápido que podía para alejarse del borde.
Pero si pensaba que con esto iba a permanecer a salvo, estaba confundido. Todos al completo (los que habían salido corriendo) se lanzaron a la piscina tras él. Por suerte, la borrachera de algunos, hizo que nadaran en direcciones aleatorias. Celia, en cambio, tenía muy claro su objetivo y recortaba distancias a pasos agigantados. Aquella arpía iba a intentar desnudarlo irremisiblemente, y sabía muy bien que la cosa no quedaría ahí. Tenía que hacer algo rápido.
Dejó de nadar y se giró a la espera de su llegada. En cuanto la tuvo a menos de dos brazos de distancia, le lanzó la prenda a la cara, cegándola momentáneamente. Ella se paró y se apartó la prenda.
—Tú la llevas —gritó Dani señalándola.
De nada sirvió que Celia protestara y tratara de zafarse. Un mar de manos cubrió su cuerpo y comenzaron a despelotarla de arriba a abajo. La cosa degeneró y, en un momento, todos se estaban intentando quitar las prendas unos a otros, en una guerra de todos contra todos. Dani se alejó de la algarabía, sujetándose en el borde, a salvo. Sintió los pasos de unos pies desnudos llegar hasta él.
—Qué listo eres —dijo una sonriente Alba—. Nunca dejas de sorprenderme. No podría estar más enamorada de ti.
Lo miraba desde las alturas, con ese brillo en los ojos que solo veía en las noches más húmedas. Su respiración era agitada y no precisamente por la carrera. Por sus ojos vidriosos, se dio cuenta de que iba bastante perjudicada a causa del alcohol y eso, en Alba, siempre era peligroso. Se llevó las manos detrás de la espalda. Dani tragó saliva cuando vio que se deshacía de la parte superior, mostrando sus dos enormes tetas, con los pezones duros como piedras.
—Tú la llevas —gritó tirándole la prenda a la cara.
Inmediatamente se vio rodeado de toda la gente de la piscina en un Walking Dead alcoholizado. No iba a poder escapar y, si lo intentara, Alba, juguetona, lo atraparía sin dudar y lo empujaría de vuelta. Se sujetó en el borde y la miró a los ojos mientras las primeras manos se cernían sobre él. Casi pudo sentir su excitación al verlo atacado, vulnerable.
Notó bajar su bañador hasta sus tobillos y tirar de él hasta sacarlo por los pies. Sentir la desnudez, siempre era una sensación extraña y vergonzante. Una de las chicas se abrazó desde atrás pegando su cuerpo con el suyo mientras gritaba extasiada, era Gloria.
Le rodeó con brazos y piernas e intentó zambullirlo hacia atrás. No lo consiguió, estaba muy bien agarrado al borde. Sin embargó, con tanto restriego, consiguió que se le empezara a poner dura. Sus piernas no paraban de tocarle la polla cada vez que ella tiraba de él hacia atrás. Si se diera cuenta, se iba a mofar de él, lo que unido a lo de esa mañana, no le hacía sentirse cómodo. Por suerte, Alba notó su angustia y tomó cartas.
—Glori, rica, que me lo vas a desgastar. Córtate un poco, guapa.
Con los brazos en jarras, lo miraba con media sonrisa de bruja traviesa. Su novio estaba completamente desnudo y, con su embriaguez, hacía que disfrutara el doble de su pudorosa turbación. Excitándose a su costa. Su pecho subía y bajaba y sus pezones no podían estar más duros.
La amiga dejó de dar tirones, pero se resistió a soltarlo inmediatamente. Lo abrazó, pegándose a él por completo y sonrió con malicia. Su cara asomaba junto a la de Dani, mejilla con mejilla.
—A otras, bien que las dejas —protestó.
Se apartó a un lado, pegando la espalda al borde. Dani vio cruzar una sombra en el ceño de Alba. Hubiera querido explicar que su chapuzón con Eva no tenía nada que ver con lo que estaba pensando.
Y de repente, la braga de su bikini bajó hasta los tobillos, mostrando su coño negro, salvaje y brillante.
Muy brillante.
La mirada de todos se había quedado fija y, antes de que Alba tuviera tiempo de taparse, su cuerpo se elevó por los aires. Aníbal la había levantado por la cintura, desde atrás, atrapando los brazos de ella en los costados. Caminó tres pasos hasta el borde de la piscina con su enorme cipote pendulando tras ella. No estaba erecta, pero sí había adquirido una indecorosa horizontalidad.
Alargada y gruesa horizontalidad.
Ambos cuerpos cayeron al agua de medio lado unidos por un abrazo de oso, con la espalda de ella pegada al pecho de él y la polla de él al culo de Alba. La imagen de ambos en el cuarto oscuro le golpeó como un letrero en el casco de un motorista.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que sus cabezas emergieron a la superficie, posiblemente siglos. Primero fue la de ella, después salió él. Alba cogió aire para, seguidamente, soltar una carcajada. Aníbal, sonreía triunfal.
—Tú te crees muy listo —dijo ella antes de saltar a por él como una gata.
Lo abrazó por el cuello y rodeó su cuerpo con las piernas haciendo que, con la inercia, él cayera hacia atrás, hundiéndolo. De nuevo unidos en un abrazo, pero esta vez de frente, con las tetas de ella pegadas a su torso.
Y la polla de él a su coño.
Tardaron otro siglo en emerger y, cuando lo hicieron, seguían abrazados, con sus bocas más cerca que antes. Nadie quitaba ojo a aquella pareja y, mucho menos, Dani que, de nuevo, volvía a recordar su chapuzón con Eva. «No es el mismo juego», se dijo. Aníbal hizo dos respiraciones profundas y después cogió aire con fuerza indicando que iba a sumergirse. Alba llenó sus pulmones antes de que la arrastrara. Desaparecieron y, esta vez, el tiempo se midió en eones.
En realidad, permanecieron bajo el agua algo menos, casi medio minuto. Treinta segundos haciendo Dios sabe qué. Desde fuera, no se veía nada. Ya se había metido la noche y las luces del jardín tampoco dejaban ver el fondo. A Dani no le gustaba ese juego, y menos con Aníbal, con sus cuerpos tocándose más de lo necesario donde no debían.
Por fin, la cabeza de Alba apareció unos instantes antes que la de Aníbal. Ya no estaban unidos. Él se reía a brazo partido mientras ella se alejaba de él.
—Venga, otra vez más —gritaba él.
—Paso —contestaba de espaldas.
—Si lo estamos pasando bien. —La tomó de la muñeca atrayéndola hacia él.
—¡Ay! quita. Eres idiota. —Se zafó con brusquedad y se separó de él.
Dani temió lo que hubiera provocado esa reacción.
…y cuantas veces.
La cabeza llevaba un rato dándole vueltas, y no solo por culpa del alcohol que ya estaba haciendo estragos en su sentido de la percepción. Mucha información en las últimas horas y toda en la misma dirección. La sensación era la de tonto que no se entera.
Marcos y Martina no terminaban de hacer las paces. Quizás por eso, su novio no había parado de beber y se encontraba sentado tras una de las mesas. El resto de la gente, había acabado en el agua.
Alba se colocó junto a Dani, en el borde. Seguía excitada, pero ahora, su escarceo con Aníbal se reducía a un juego de miradas en la distancia. Ella, se hacía la dura; él, el interesante.
—Podríamos jugar a algo —dijo León.
Todos se giraron. Hubo multitud de miraditas hacia Dani, o quizás hacia Alba. Se hizo el silencio durante unos incómodos segundos.
—Ja, estaría guapo —acompañó Quico desde fuera de la piscina. Estaba desnudo. Había salido a coger una lata y se encontraba junto a Marcos—. Algo como lo de ayer, ¿eh, tú?
Se lo había dicho a Marcos. Éste se puso blanco y miró a su novia.
—Sí, justo como lo de ayer —escupió Martina clavando sus ojos en él.
—Entonces, ¿qué, repetimos? —insistió León.
Marcos lo fulminó con la mirada. Martina, que lo tenía a su lado, le soltó una colleja.
—Cállate, anda.
Hubo alguna que otra risa contenida que Dani no fue capaz de interpretar, pero supo que tenía que ver con la apuesta de ayer. ¿Y si Marcos y Alba…? Se masajeó las sienes y desechó la idea. Empezaba a desbarrar demasiado.
—¿Y a ti, Dani? ¿Te apetece jugar?
—No, no le apetece —saltó Alba—. Y déjalo ya.
Varios chicos se sonrieron. Las chicas, se miraron entre ellas. Y de nuevo le invadió la sensación de novio que no se entera.
—A lo mejor sí —dijo Dani en voz alta.
Sentirse el centro de atención le encogía el estómago, pero ser el bufón del que todos se ríen se lo encogía más. Alba dio un respingo.
—¿De qué va? —preguntó Dani—. El juego de ayer, me refiero.
León sonrió de oreja a oreja a la vez que un murmullo general comenzaba a elevar el volumen. Algunos ya empezaban a acercarse y hacer corro.
—No vamos a jugar a nada. Ya vale de juegos —zanjó Alba.
—¿Por qué? —quiso saber Dani—. A lo mejor a mí me apetece.
No le apetecía ni por lo más remoto, pero estaba harto de ir a remolque.
—Pues a mí no —rebatió ella en tono más firme. Enfadado, más bien—. Y déjalo ya, ¿vale? —susurró esto último.
—Nunca quieres jugar cuando estoy yo. ¿Es porque te molesto? ¿O porque no puedes zorrear a gusto?
La temperatura bajó diez grados. Alba, con el semblante congelado, lo miraba perpleja. Parpadeando sin dar crédito a lo que acababa de oír.
—¿Qué-coño-has-dicho? —siseó.
—Pues eso, que si prefieres que me vaya para que puedas zorrear libremente.
Él no bajaba la voz, por lo que el comentario fue doblemente hiriente. Las caras de los demás iban desde la incredulidad hasta las muecas de risa contenida. A Alba le empezó a salir humo por las orejas. Apretó las mandíbulas antes de escupir lo que iba a decir.
—Eres gilipollas, de verdad.
—Y tú una… —Se arrepintió de decirlo incluso antes de cerrar la boca, pero ya era tarde.
Alba no terminaba de salir de su asombro. Pronto su cara mutó en un gesto de enfado soberano.
—¿Una qué?
Le hubiera gustado pedir perdón; que estaba muy bebido y su cabeza no funcionaba a ritmo normal; que enterarse de que había follado con Aníbal en el cuarto oscuro lo estaba volviendo loco, sabiendo que llevaba fantaseando con él desde antes de conocerse, pajeándose con un consolador que era una réplica exacta de su polla.
Pero no podía. En ese momento no se veía capaz de pedir de ella otra cosa que no fuera una explicación. Su corazón latía como una máquina de vapor.
—¿Una qué, Dani? —repitió en tono más firme, silabeando cada golpe de voz.
De nuevo, la callada por respuesta. Los murmullos aumentaron de volumen y, con ellos, las caras de sorpresa y regocijo.
—Muy bien. Quieres jugar —dijo visiblemente herida—, Vale, juguemos. —Levantó un brazo para llamar la atención del resto—. Dani y yo nos apuntamos. ¿Quién pone las reglas?
No tardaron en llegar los aplausos. Aníbal, que había estado expectante, comenzó a sonreír. León y Gonzalo, chocaron las palmas. Las chicas, en cambio, no parecían tan contentas. Dani cerró los ojos. No había sido una buena jugada.
—Chicos contra chicas —intervino Celia tomando las riendas—. Al juego lo vamos a llamar… “CADA OVEJA SIN SU PAREJA”. Y lo primero, chicos: Pollitas al aire.
Excepto Marcos, no había ni uno solo que no estuviera ya completamente desnudo. No obstante, oírlo decir de su boca resultó retadoramente obsceno.
Celia y Gloria empezaron a silbar. Animando a los chicos que ya empezaban a acercarse. Alba, con los brazos cruzados, no dejaba de mirar a Dani. “Esto es lo que querías”, parecía decir.
—Las chicas pajean a sus novios —continuaba Celia—. Gana la primera que consiga hacer que se corra su pareja. Y, de los chicos, gana el último en eyacular. —Hizo una pausa—. Los vencedores, duermen esta noche en la misma habitación. Con derecho para follar.
—Me parece bien —dijo Alba.
A Dani se le cayó la mandíbula.
—Yupiii —aplaudió Gloria.
—Los chicos se pueden sentar en ese borde. Nosotras nos pondremos delante.
Celia señaló el lateral de la piscina donde el bordillo formaba media circunferencia. Era la zona que menos cubría.
—Este juego sí que está bien —dijo León—, y no como el de ayer que había que andar comiendo porquerías. —Algunos de los chicos soltaron risas flojas. Por sus caras se adivinaba que debieron ser asquerosas.
—Alba —llamó Dani, pero no le hizo caso.
Para no variar, Quico y su novia discutían. Él no dejaba de señalar el lugar donde se reunían los demás mientras ella negaba con la cabeza. Marcos, bebía. Martina salió del agua y se reunió con él. No iban a participar. Los demás, se iban sentando uno por uno en el borde semicircular de la piscina. Dani no podía dejar de mirar sus pollas alargadas que pronto estarían tiesas como mástiles.
—Yo no juego —dijo en tono sereno.
—Dani no juega —repitió su novia en voz alta—. ¿Alguno quiere ir conmigo?
Cerró los ojos. No lo podía decir en serio. Instintivamente se fijó en Aníbal. Éste, con su mirada lobuna, se frotaba el mentón, cavilante.
—Yo mismo —gritó alguien desde atrás.
El voluntario no se había hecho esperar. Cristian se acercaba por el agua hacia ella con una sonrisa de oreja a oreja. Cristina, tras él, se le había quedado la misma cara que debía tener Dani en ese momento.
—Ni de coña —retó Dani.
Miró a su novia esperando que dijera algo, pero, como ya se temía, se mantuvo a la espera de que ocupara su lugar.
—Alba —volvió a llamar Dani. Esta vez en tono autoritario.
Pero ella estaba en modo asestar y matar, y no iba a tener piedad, por muy novio suyo que fuera. Dani se pasó la mano por la cara, intentando despertar del mal sueño. Lo más doloroso de todo era la cara de suficiencia de Cristian.
Poco a poco los participantes se fueron sentando en el semicírculo, entre risas y bromas. Jugaban todos, menos Martina y Marcos que observaban desde fuera. Dani no podía creer que fueran a pajearse unos delante de otros. Era lo más pornográfico que nunca hubiera podido imaginar. Totalmente desinhibidos por culpa de tanto alcohol.
—Celia, ¿Tú vas conmigo? —se oyó preguntar el vozarrón de Aníbal.
—Que empiece ya —dijo León—. Tengo tantas ganas que si no arrancamos pronto voy a perder antes de que Lidia me la toque. Se movía con torpeza y, por la forma de hablar, se notaba que iba bien cargado.
Hubo multitud de risas nerviosas. No era poco lo que se jugaban. Alguno de los chicos, vería a su novia follar con uno de sus amigos. Y lo mismo pasaba a las chicas. Pero el premio era tan jugoso. Y la adrenalina, tan adictiva.
—¿Quién da la salida? —Cristian metía prisa. No dejaba de mirar a Alba. En el peor de los casos, aquel pibón inalcanzable, le iba a hacer una paja. Dani cerró los ojos.
—Cuando queráis —instó Celia.
Dani no sabía qué hacer ni cómo pararlo. Cristina le devolvía la mirada con ojos de gatito malherido. Meneó la cabeza, negando. Esto se iba de madre.
Estaban todos sentados con las piernas semiabiertas. El agua llegaba hasta el borde, dejando visible todo su cuerpo desde las rodillas. Algunos, como León o Gonzalo, ya estaban empalmados. Seis chicos contra sus seis chicas, en una pelea donde todos querían ganar y ninguno estaba dispuesto a perder.
Porque había mucho que perder.
El principal aliciente de los chicos era no correrse el primero. Eso haría a su chica vencedora y, por tanto, tendrían que verla pasar la noche con otro. El de las chicas, no ser la última en hacer eyacular a su novio por el mismo motivo.
—Si ganas tú —le dijo Celia a Alba—, ¿vas a cumplir con la apuesta?
Ella se tomó su tiempo en contestar.
—Igual que cumplí ayer —dijo por fin.
Y de nuevo, la imagen de ella y Aníbal le golpeó con dolor. Volvió su mirada hacia Eva, preguntándose si no le habría mentido por un extraño sentido de la compasión. En ese momento, ella se colocaba delante de su novio. Alba lo hacía delante de Cristian. Era la última en ocupar su sitio.
Gloria sonreía. Algunas pajearían a su pareja para ganar. Otras, en cambio, para no dejar que su novio se acostara con otra. Ella era de las primeras. Hubo un guiño entre Celia y Aníbal que nadie vio.
Cristina se colocó junto a Dani con el mismo semblante suplicante. Se agarraba de los codos quedando sus tetas ocultas. En esa parte de la piscina el agua cubría por la cintura. Celia dio la señal. Empezaba el juego.
—Para —gritó Dani—. Yo también participo. Tú, quita de ahí —dijo a Cristian.
—Ya están hechas las parejas —protestó el imberbe.
Alba miró a su novio, traviesa. —¿Estás seguro? —preguntó sin hacer caso a Cristian.
Se adelantó e hizo levantar al muchacho del sitio. Éste se alejó, no sin quejarse. Después, apoyó las manos hacia atrás e izó su cuerpo, acomodando el culo y mostrando su pene laxo. La comparación con el resto en semierección, era humillante. Se sintió más desnudo que nunca, incapaz de creer que se fuera a participar en aquella locura. Todos con las pollas al aire, preparados para ser pajeados delante de los demás.
León, a su lado, abrió las piernas presumiendo de su miembro enhiesto y le tocó con el codo. —Eh, Dani, ¿Qué te parece?
—Me parece que te estás quedando calvo. Yo, esas entradas de ahí, no las tengo.
Se le borró la sonrisa y las ganas de hacer gracietas por un tiempo. Acto seguido, se pasó la mano por el pelo.
Cristian, que no quería quedarse fuera del espectáculo, se sentó en el otro extremo, junto a Aníbal. Hizo señas a su novia para que se acercara, pero ésta rehusó. Tuvo que levantarse a convencerla. Al final, Cristina aceptó y se colocó frente a él. Otro que mostraba un pollón enorme.
Pero la polla que más le llamó la atención era la de Aníbal. Enorme y exactamente igual que su molde hiperrealista, incluida la forma de los huevos. Cerró los ojos recordando la de veces que lo había tenido en sus manos e incluso en su boca y sintió un regusto amargo. Una mano se pasó en cada rodilla. Era Alba indicando que estaba preparada.
—Si gana la puta de tu novia —le dijo a Dani con rencor—, la verás follar con otro.
Sus ojos vidriosos delataban su estado de embriaguez. Ahora lamentaba haberle echado ese pulso.
—¿Has pensado que te pueda salir el tiro por la culata? —contestó en tono relajado.
Alba giró la cabeza. Eva y Cristina lo estaban mirando. Los músculos de su cuello se tensaron. No era muy buena idea echarle pulsos, y menos, enfadada y con bastante alcohol encima, pero no había podido evitarlo.
—A ver, chicas, ¿preparadas? —Celia tomaba el mando—. ¡Ahora!
Pronunció la última palabra como si fueran dos. Inmediatamente, todas se lanzaron a las pollas de sus parejas. Perder, era una catástrofe. Alba, se tomó su tiempo. Conocía muy bien a su novio y sabía cómo manejarlo.
Deslizó las manos desde las rodillas hasta su polla, sin tocarla… todavía. Dani, con las piernas semiabiertas, la observaba tranquilo
…todavía.
A su lado, Lidia había empezado el sube y baja vertical. Su novio, León, estaba plenamente excitado. La comparación entre ambas pollas era considerable. Humillante, tal vez y eso, en ese momento, era un punto a favor para los intereses de Dani.
Alba deslizó la punta de los dedos bajo los huevos y los atrapó en su mano. El resultado fue inmediato, y eso que aún no le había tocado la polla. Se los masajeó, con cuidado, despacio. Poco a poco, su miembro, fue adquiriendo volumen. Cada vez mayor, cada vez más duro y cada vez más vertical. En poco tiempo, su polla estaba en todo su esplendor. Y entonces la colocó entre sus tetas, el mayor de los placeres de Dani.
—Eh, eh, eh. Eso es trampa. Habíais dicho una paja —protestó él.
—Esto es una paja. Una paja cubana —respondió maliciosa.
La polla quedaba enterrada entre sus tetazas. Apenas se veía la punta en cada vaivén. Lidia, que no había perdido ojo, la imitó, colocando la polla de su novio entre las suyas. De nuevo se estableció una odiosa comparación que su amiga no tardó en hacer notar.
—La polla de León sobresale más que la tuya —le dijo Lidia con un guiño.
Puyita que Dani no exteriorizó. En cambio, León soltó una risotada.
—Con esas tetas no me extraña —contraatacó Alba.
Tanto Lidia como León borraron sus sonrisas de inmediato. Dani, asomó la suya. Pero una cosa era defender a su novio y otra que se hubiera acabado la guerra entre ellos.
—Si mi novio pusiera su polla entre tus tetas, también le sobresaldría. ¿Verdad, amor?
Dani no entendió qué pretendía, pero enseguida se lo iba a dejar claro.
—¿Te imaginas que la pones entre las tetas de ella? Seguro que quedaría un buen trozo de polla fuera.
Dani estaba lejos de llegar al éxtasis, pero, aun así, se negó a formar la imagen en su cabeza, no quería arriesgar.
—Incluso te podría chupar la punta. —Sacó la lengua y rozó el glande con suavidad.
—Si León gana —atacó Lidia—, a lo mejor la que se la chupa eres tú.
León sí que formó la imagen de Alba en su mente y sus ojos fueron directamente a sus tetas bamboleantes. Resopló intentando aplacar su deseo. Después, arrepentido por caer en su trampa, cerró los ojos y sacudió la cabeza.
Dani intentaba controlar su respiración que cada vez iba más deprisa. Apartó la vista de su novia que no paraba de hacer gestos obscenos con la lengua. Pero cometió el error de mirar hacia donde estaba Eva.
Ésta, se esmeraba en pajear a su novio para impedir a toda costa que tuviera carta blanca para follar con otra. Sus tetas se bamboleaban dentro y fuera del agua. Algo cruzó por su mente y un latigazo sacudió su entrepierna.
Asustado por el acelerón que acababa de sufrir, apartó la vista. Por desgracia, fue a posarla sobre las de Cristina. Sus tetas eran grandes, firmes y puntiagudas. Unas tetazas de adolescentes que ni el mejor calendario de lolitas podría publicar.
Se movían la una contra la otra haciendo que sus pezones vibraran entre sí. De nuevo apartó la vista espantado por el efecto que estaban produciendo en él y miró a su novia, asustado. Ella percibió su sobresalto y supo la causa. Su polla empezó a dar pequeñas contracciones y Alba olió el miedo.
—¿Qué te pasa? ¿Qué has visto que te ha puesto así? ¿Han sido las tetitas de tu amiga?
—Calla.
—Sí, seguro que es eso. Sus tetitas gordas. Seguro que te encantaría chuparlas, ¿verdad? —Hizo una pausa—. Cómo te gustaría lamer sus pezones rosas. ¿A que sí? Meterlos en la boca como si fueran chupetes dulces. Y su coñete, que también es rosa. Se lo lamerías hasta ponerla bien cachonda, porque ella se pone cachonda contigo cada vez que la miras. Y después te la follarías. Le meterías tu polla húmeda en su coño hasta correrte dentro.
—Para. —Tenía la frente completamente empapada de sudor.
Alba paró, pero solo para sacarse la polla de las tetas y cogerla con la mano y masajearla en toda su extensión. Dejó caer algo de saliva para lubricar la zona y aumentar el placer sin dejar de masajear los huevos hinchados.
—Porque te encantaría correrte dentro. ¿A qué sí? Y llenarla de semen. De tu semen. En su coño rosa de niña buena. Porque ella es una niña buena a la que te quieres tirar. Y te correrías mientras amasas sus tetazas y le metes un dedo por el culo. Un dedo que entraría y saldría de su culo virgen.
—Joder, Alba. —Se mordía los labios y cerraba los ojos con fuerza.
—Y yo miraría cómo lo haces. Porque te dejaría follártela delante de mí. ¿Te gustaría? Hmmm, dime, ¿te gustaría que te mirara? Y a lo mejor podría meterme con vosotros, y comerle la boca… y el coño. Y ella a mí.
Sacudió la cabeza otra vez. La cosa se había puesto realmente difícil. Le pajeaba tan bien y tan rápido que no iba a aguantar mucho tiempo. Giró la cabeza para comprobar cómo estaba el resto.
León, que había cometido el error de escuchar, estaba en el mismo punto de no retorno que él. Gonzalo tampoco era una excepción, apoyado en los codos hacia atrás con la cara contraída. Más allá, Quico se mordía los labios y bronqueaba a Eva para que redujera el ritmo. Su cara estaba colorada y llena de sudor. Para Dani, verlos así, fue un globo de oxígeno. Solo debía aguantar un poco más y alguno de ellos acabaría explotando antes que él.
Alba, que había seguido su mirada, llegó a la misma conclusión.
Aumentó el ritmo y abrió ligeramente la boca. Se acercó a su polla y se mantuvo ahí dando a entender que, si se corriese, su semen mancharía toda su cara. Otro punto débil de Dani. Pero León, también lo había visto y esa misma imagen ya se estaba formando en su mente. Soltó un pequeño gemido.
—¿Sabías que Martina se hace pajas contigo? —susurró en su polla, de la manera más húmeda que pudo. Hablando como si fuera un micrófono. Haciendo que notara su aliento contra su glande—. ¿Te la imaginas, con las piernas abiertas gimiendo tu nombre?
Alba tiraba de todos los hilos. Era juego sucio. Pero dio resultado. Martina, frotando su coño tatuado, se coló en su cabeza, mirándolo fijamente mientras pronunciaba su nombre para que se la follara. Y la imagen de su polla entrando en ella obró la desgracia.
El primer chorro atravesó la cara hasta el ojo, el segundo se quedó en su totalidad en la mejilla y labios. El resto, fue descargando en barbilla, tetas y parte de su torso.
Había perdido.
Y Alba había ganado.
Detrás de aquel rostro mancillado de lefa, mostraba una sonrisa pletórica. La señal del triunfo. En contraste, Dani tenía el semblante desencajado. Sus amigos gritaban y se reían pero él no tenía ni idea de lo que decían. Estaba paralizado, consciente de lo que aquello suponía. Su novia iba a pasar la noche con otro y, mucho se temía, iba a volver bien follada.
Pero, pasados unos segundos, la sonrisa de ella se fue apagando, quizás porque los efectos desinhibidores del alcohol se iban diluyendo y, por primera vez, empezó a ser consciente de lo que acababa de suceder.
Alguien gimió a su lado. León, que no era inmune a la imagen de Alba llena de lefa, descargó sus huevos en un volcán de semen. Gonzalo, con la misma imagen obscena de Alba, fue el siguiente. Y Quico, que ya había desistido de discutir con Eva para que ralentizara su paja, fue detrás. Cayendo como fichas de dominó.
Alba abrió la boca para decir algo, quizás una disculpa, pero Dani se apartó de ella y su intento de acercamiento quedó en el aire. Ya no sonreía. Le puso la mano en el hombro antes de que se alejase, pero él no se detuvo, por lo que su gesto volvió a caer en la nada.
Al otro lado, Aníbal y Cristian competían por el premio gordo. Con sus parejas pajeando sendos pollones; enormes y gruesos; sobre todo el de Aníbal.
Celia podía cogerlo con dos manos y aun así, sobraría miembro por ambos lados. En ese momento, lo tenía asido por la base. Cerró los ojos volviendo a rememorar la de veces que él lo había cogido así mientras jugaba con Alba, y la de veces que se lo había llevado a la boca para ensalivarlo. Cuando los abrió, se dio cuenta de que todas las chicas tenían la vista puesta en aquel enorme pene.
Los chicos animaban a las felatrices. Y mientras que Cristina ponía todo su empeño, Celia no se daba mucho arte en su masaje masturbatorio. Quizá por eso Aníbal sonrió tanto cuando vio acercarse a Alba entre el grupo que hacían corro para ver el desenlace del espectáculo. Se sabía ganador.
Sin embargo, para su sorpresa, Celia aceleró de manera visible su paja a la vez que comenzó a acariciarle los huevos. De vez en cuando, se movía haciendo que la punta de su glande rozara un pezón
—¿Qué haces? —susurró él.
Por toda respuesta, ella le guiño un ojo. Puede que hubieran pactado hacerle ganador antes de empezar la prueba, pero con Alba de por medio, la batalla de Celia iba por otro camino. Cristian, con los ojos fuertemente cerrados, resoplaba intentando abstraerse de todo.
Pronto la frente de Aníbal se cubrió de tanto sudor como la de Cristian y su sonrisa terminó mutando en una mueca de sufrimiento. Ambos con los puños apretados y ambos con sus pollas a punto de explotar.
Aníbal miraba suplicante a Celia para que respetara el trato. Ella sonreía, maliciosa, lo que hacía que empezara a ponerse nervioso.
—Vamos, niñato cabrón, córrete —bronqueó Aníbal viendo peligrar su premio.
Cristian empezó a resoplar.
Dani, apartado del grupo, observaba la escena. Alba, seria y taciturna, mantenía los ojos fijos en los del Adonis. Ambos con sus miradas conectadas. La de ella, impertérrita; la de él, triunfal. Follándose en la distancia a través de sus ojos.
A Cristian se le escapó un gemido y Aníbal se vio más cerca de la victoria. Sonrió, enviando un mensaje claro: “Vas a ser mía”. Alba, elevando la comisura de sus labios para mostrar una sonrisa imperceptible, negó sutilmente con la cabeza.
Aníbal, retador, pasó un par de veces la lengua por el labio superior, humedeciéndolo, en un velado mensaje de comida de coño que quedaba entre ellos dos. Ella, volvió a negar.
Cristian, por su parte, aguantaba como un jabato, aunque los esfuerzos por no correrse, eran titánicos. Las venas de su cuello se marcaban por la tensión.
—Qué ganas tengo de follar contigo, joder —dijo el imberbe al borde del orgasmo.
Alba, inmutable, seguía mirando a Aníbal que cada vez veía más cerca su premio. Los gemidos de Cristian se hicieron más sonoros y Aníbal sonrió sin tapujos, pero esta vez, en una expresión lobuna. Las cartas estaban echadas.
Y Dani, con el agua por la cintura, empezando a notar el frío, seguía esperando, sin saber muy bien a qué.
Alba, todavía con la vista en Aníbal, abrió ligeramente la boca y se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos en un círculo. Después, empujó con la punta de la lengua una de las comisuras, ahuecando el moflete como si tuviera una polla en la boca.
Su polla.
Y Aníbal formó la imagen en su cabeza, y su sonrisa se borró. Celia seguía masajeando sus huevos con una mano mientras le pajeaba con la otra. Lo hacía rápido, lo hacía suave, pero sobre todo, lo hacía bien. Su glande no dejaba de rozar contra su pezón. Y Alba, seguía con ese moflete abultado que evocaba a su polla entre sus labios.
Y sus ojos se pusieron en blanco mientras empezaba a eyacular. Uno tras otro, choros de semen brotaban de su polla. Bajó la vista derrotado. Ni tan siquiera se atrevió a protestar.
Cristian había ganado.
La explosión de aplausos y risas ensordecieron el lugar. Los comentarios no se hicieron esperar. Algunos, como León o Gonzalo cuchicheaban a costa de Alba.
Para Dani, el mundo dejó de existir, el juego había terminado, había dos ganadores y un gran perdedor. O quizás dos. La cara de Cristina no era muy diferente de la que debía estar poniendo él. Ya no oía los gritos y risas de los amigos que se carcajeaban. No tenía ni idea de lo que decían. Gritaban y se reían pero él estaba paralizado.
Alba se alejó del grupo y se acercó, pero él se dio la vuelta y salió del agua. Los bañadores y bikinis estaban tirados por el borde de la piscina. Dani se hizo con el suyo y desapareció de aquel jardín. La algarabía de voces quedó amortiguada cuando atravesó la portezuela hacia la playa.
— · —
Lo encontró junto a las rocas que daban acceso a la zona nudista. Le había llevado un buen rato dar con él. Se sentó a su lado, en silencio. Dani no se movió ni hizo amago de recibirla.
—Lo siento —dijo ella al fin.
—Sí, seguro.
—De verdad que sí. Se me ha ido la pinza. No calculé las consecuencias.
—Claro, las consecuencias. Tú nunca mides las consecuencias.
—No quería esto, de verdad. —Agachó la cabeza, dolida—. Te juro que se me ha ido la pinza. —Chasqueó la lengua—. Estaba muy cabreada. Joder, pero es que también tú…
Llamar puta a su novia delante de todo el mundo no había sido muy ético, pero sobre todo, no había sido nada inteligente. Aun así, tampoco era excusa.
—Al final… tampoco es para tanto. Solo vamos a pasar la noche —intentó aplacar.
—Con Cristian —escupió él.
—Ya sé que no te cae bien.
—Con el estúpido de Cristian.
—Venga, va. Solo voy a dormir en su cuarto.
—No es dormir lo que él pretende.
Alba sonrió de medio lado. Una sonrisa triste, pero maliciosa. —Tranquilo, sé cómo manejar a niños como ese.
—No, si tranquilo, estoy. Tranquilísimo. ¿No se me ve?
Ella se acercó más, hasta tocar sus sienes. —Si se pone pesado, me vuelvo a nuestro cuarto.
Dani se resistía a dar su brazo a torcer. Ya no era solo por Alba, sino por ver al niñato de Cristian saliéndose con la suya. “Robándole” a su novia. Ella entrelazó los dedos con los suyos en un gesto que él apenas correspondió.
—Como intente sacarse la polla o tocarte un pelo, te piras.
—Si intenta tocarme, aunque solo sea la goma del bikini, le cruzo la cara.
Alba buscó su boca que no encontró. Por tres veces intentó acercarse a él, pero estaba demasiado cabreado. Permanecieron juntos, en silencio, cada uno al lado del otro. Al final lo convenció para volver y, al levantarse, consiguió por fin un pico. Antes de llegar a las rocas, éste se convirtió en un beso con el que terminaron empapándose la boca.
—Y que sepas que todavía tengo ganas —dijo ahuecando el pecho para que se remarcaran los pezones a través de la tela—. Así que coge fuerzas esta noche, nene.
Fin capítulo XXXIV