A. Seneka
Miembro muy activo
- Desde
- 5 Nov 2023
- Mensajes
- 436
- Reputación
- 2,856
—¿Y vienes mucho por aquí?
—Di mi nombre de una vez, Gustavo.
—¿Sabes una cosa? —Sonrió como si no la hubiese oído—. Desde que te he visto he sabido que necesitaba conocerte.
—Di mi nombre —el tono no era el mismo.
—¿Y te tomarás algo conmigo… en otro local? —La chica había vuelto a posar el antebrazo en la barra de nuevo. Gustavo colocó su mano encima de la suya—. Conozco uno que te sorprenderá.
—Dilo de una vez —se notaba impaciente pero no retiró la mano.
—Prométemelo. Hazme esa pequeña concesión. Te aseguro que si acierto no te arrepentirás.
Miró, durante unos segundos, la mesa vacía donde había estado el chico del periódico y chasqueó la lengua. Después miró a Gustavo y sopesó su oferta.
—De acuerdo, dilo y acabemos de una vez.
Su sonrisa, amplia de por sí, aumentó otro poco más. La mantuvo hasta que la tensión se hizo insoportable. Al igual que había hecho antes, deslizó sus yemas sobre los dedos de ella desde las puntas hasta los nudillos. Esta vez no intentó profanarla sino que posó su palma sobre el dorso de ella.
—Estoy entre Istar y Diana —la chica sonrió de medio lado.
Entrecerró los ojos y comenzó a mover el dedo en el aire como si los nombres estuvieran dibujados a un lado y otro de su cara y dudara por cuál decantarse. La chica esperaba impaciente su nombre. Él sonreía como si supiera algo que ella desconociera.
—Dilo.
Cogió aire. Lo exhaló con lentitud, y lo dijo.
—Alba.
El rictus de la mujer cambió por completo. Sus facciones se congelaron y en sus ojos aparecieron signos de crispación. Retiró la mano como si la de Gustavo empezara a quemarle.
—¿He acertado? —preguntó Gustavo ingenuamente.
Por toda respuesta ella retrocedió irguiendo su cuerpo, desconfiando de un extraño que supiera su nombre. Quitó el codo de la barra y se rebulló sobre el asiento, intranquila.
—Vale, lo confieso —reconoció Gustavo levantando las palmas de las manos—. Sabía tu nombre antes de venir. Se lo oí a tu amiga cuando pasasteis junto a mí al entrar. No te asustes. De verdad que soy inofensivo, ya te lo dije.
—Entonces has hecho trampa.
—En el amor, al igual que en la guerra, todo vale. Sobre todo en el amor. Y el tuyo bien lo merece, Alba —le dio un poco de tiempo a la chica para que asimilara su victoria— ¿Vamos a otro local entonces?
Ella dudó. Miró la hora. —Se me hace tarde y espero a una amiga que no puede tardar.
—¿Amiga? vamos, aquí solo estamos tú y yo. Venga, vente. Te gustará. Me lo debes. Lo prometiste.
—Mira, no sé, no quiero que se me haga tarde.
—Está aquí al lado. En esta misma calle.
La chica pareció confundida. Miró hacia la salida por acto reflejo y frunció el ceño.
—En esta calle solo hay un hotel —dijo extrañada— ¿Me quieres llevar a un hotel? —Se puso rígida sobre el taburete.
—Ey, tranquila. Yo me refería al bar-restaurante que hay dentro. No te hagas películas raras.
La observó y examinó su reacción. En el fondo no parecía muy disgustada y su cuerpo emitía buenas vibraciones. Pareció que se relajaba un poco.
—Aunque por otra parte, ya que estamos allí… siempre podríamos…
—No, creo que no —atajó ella.
Gustavo sonrió por enésima vez y levantó las palmas claudicando.
—No me has dejado acabar. Quería decirte que podríamos cenar algo. Me encantaría invitarte.
Ella cerró los ojos y suspiró de manera pesada. No contestó.
Volvió a mirarla fijamente con la cara apoyada en la mano y el codo en la barra. Cambió de táctica.
—¿Te he dicho que soy cirujano estético? Estoy en esta ciudad por una convención a la que asisto. Precisamente me hospedo en ese hotel, por eso conozco su bar y su restaurante.
Por norma general, esto le funcionaba como un bálsamo con las mujeres. La chica enarcó una ceja. No tenía pinta de médico, pero Gustavo no tenía intención de dejarla pensar mucho.
—¿Me dejas que te diga una cosa? Eres guapísima, de verdad. Pero si te tuviera tumbada en mi camilla de operaciones hay algo que cambiaría —La boca de ella se tornó en una línea recta y dura. Gustavo dejó que rumiara lo que acababa de decir. Sabía hacerse el interesante.
—La posición —dijo al fin. Y esperó a que ella pillara la gracia—. Seguro que eres de las que le gusta encima, dominando al macho.
La ceja de ella siguió enarcada pero el rictus de la boca formó una fina curva ascendente con aspecto maléfico. Gustavo se anotó tres puntos y devolvió la misma sonrisa ladina y cómplice. La batalla estaba ganada.
—Puedes llamar a tu amiga desde allí para que se acerque cuando llegue.
Ella posó la vista en sus ojos. Había que reconocer que el tío estaba de muerte y no pasaría nada por matar el tiempo tomando algo con un chico tan guapo y elegante aunque, por otra parte, no tenía pensado pasar la noche con nadie. Tamborileó con los dedos en la barra y lanzó un hondo suspiro.
—No sé, Gustavo. No tenía pensado volver tarde —dijo al fin—. Además, tengo novio.
Él volvió a mostrar su sonrisa perversa y se acercó a su oído para susurrarle. —Si fuera cierto, no hubieras salido con tu amiga sabiendo que podías quedarte solita.
—Es verdad, lo digo en serio —dijo a la defensiva. Pero era evidente que no la había creído—. Además, mi amiga llegará de un momento a otro y no puedo dejarla colgada.
—Venga, Alba. Sabes que tu amiga no va a volver. Está pasándoselo de miedo con su amigo mientras tú estás aquí esperando. Vente conmigo, anda. Solo vamos a charlar como buenos amigos.
—De verdad que no puedo. No debo.
—Por tu novio imaginario, ¿no? —Gustavo sonrió con la ceja levantada y Alba apartó la mirada avergonzada.
—Mira Gustavo, eres fascinante. Lo digo en serio. Quizás en otro momento tú y yo podríamos… no sé. Pero es que esta noche no me apetece liarme.
—Sí te apetece, lo que pasa es que te doy miedo.
Alba no picó y no entró al trapo. —Sí, será eso.
—Acompáñame hasta el hotel —concedió finalmente—. Si cuando lleguemos sigues pensando igual, nos despedimos en la puerta. Solo te pido eso. Al menos que sean tus ojos lo último que vea esta noche ¿No me lo vas a conceder?
Alba seguía dudando y sus dedos seguían tamborileando nerviosos en la barra. De pronto su móvil emitió el sonido característico de un whatsApp entrante. Lo encendió, desbloqueó la pantalla y abrió la aplicación de mensajería. Había un mensaje de Olga, por fin. Había llegado en el momento oportuno.
OLGA_
Tía, me vas a matar pero me quedo un rato más con éste, vale?
Perdona por no avisarte antes pero es que… ufff. Mañana te cuento

Si no te veo, mándame un was cdo llegues para saber que estás bien, ok?
Gustavo leía por encima de su hombro y no pudo evitar sonreír. Alba apagó el móvil y lo guardó en el bolso.
—¿Lo ves? Venga. ¿Qué me dices? —insistió—. Solo una copa.
Ella seguía dudando, pero al final giró su taburete hacia él y le devolvió una tímida sonrisa a modo de cortesía después de soltar otro suspiro.
—Vale. Tú ganas. Nos tomamos una en el bar del hotel. Solo eso —advirtió ella—. No va a pasar nada más.
—Claro, claro, solo tomar algo, ya te lo he dicho. Lo único que quiero es que charlemos en un sitio mejor que este tugurio donde podamos estar tranquilos y a gusto y me dejes conocerte. Te va a gustar, ya lo verás.
—Te lo digo en serio, Gustavo. Solo una copa —amenazó—. Y que quede claro que eres mi plan B, no te hagas ilusiones.
—Por supuesto.
Se levantó del asiento y esperó a que ella hiciera lo mismo. Observó cómo recolocaba las cosas de su bolso con parsimonia cuando alguien se colocó junto a él, a su derecha.
—Perdona —dijo una voz conocida—. ¿Os importa si dejo esto ahí?
Gustavo vio con estupor la presencia de Dani sosteniendo un periódico en la mano. Por su parte ella, que aún no se había levantado del asiento, sonrió al verlo y se inclinó apartándose lo justo para que pudiera alcanzar la pila donde se acumulaba el resto de la prensa. Dani se estiró metiendo su cuerpo entre ambos, tocando el pecho de Gustavo con la espalda.
Gustavo no se movió ni un ápice como si fuera una montaña y esperó a que Dani se largara por donde había venido. Tensó los músculos de los brazos y apretó la mandíbula. Todavía estaba aguantando la respiración esperando verlo desaparecer cuando oyó a Alba interpelarlo.
—¿Lo has leído entero?
—Nah, solo he mirado los dibujos —contestó hacia atrás.
La sonrisa que le regaló la chica casi le arranca un suspiro. Sería una borde, pero era bonita de verdad, incluso le pareció más guapa que antes. Sus ojazos verdes parecían más brillantes. Tampoco pudo evitar fijarse en Gustavo. Ese chulo pedante y sus musculitos de gimnasio que lo miraba con cara de asco.
Dio unos pasos más y entonces se paró de nuevo. En su semblante se podía leer que estaba rumiando algo. Gustavo se dio cuenta de lo que iba a intentar aquel pagafantas y se desplazó a un costado interponiéndose entre los dos con su corpachón, anulando la conexión visual de Dani con ella.
—Bueno, ¿nos vamos, Alba?
Había posado una mano sobre su cintura invitándola a levantarse y de paso enviando un mensaje de propiedad. Su mano casi circundaba la cintura de la chica.
Y entonces ocurrió algo que no entraba ni en el peor de los escenarios contemplados por Gustavo. Dani lo rodeó y ocupó el taburete que había dejado libre, colocándose frente a ella para, posteriormente, hablarle con todo el descaro.
—Me llamo Dani. Quizás no hayamos empezado de la mejor manera —dijo de corrido—. Pero si todavía está en pie la invitación de antes, me gustaría aceptarla.
—Ella está conmigo —interrumpió Gustavo afectadamente molesto—. Además, ya nos íbamos.
—Ve yendo tú —cortó ella—. Yo te sigo ahora.
—¿Y dejarte aquí sola? —bromeó alegre—. Ni hablar. Vamos preciosa. Hemos dejado algo a medias y te he prometido que te iba a sorprender. —Alargó el abrazo para rodear su cintura por completo y de paso la pegó contra su cuerpo haciendo que ésta notara la dureza de su complexión.
Por toda respuesta ella clavó sus ojos en los de él en lo que podría considerarse una mirada de advertencia. Apartó la mano de su espalda con un gesto sutil pero autoritario.
—Prefiero quedarme aquí, ¿vale?
—No me digas eso, bonita. Hemos dicho…
—Que eras mi plan B, y además —añadió—, ya te he dicho que estaba acompañada.
Por primera vez en toda la noche, Gustavo intentó sonreír sin conseguirlo. En su lugar ofreció la mueca patética de un perdedor.
Fin primera parte...
—Di mi nombre de una vez, Gustavo.
—¿Sabes una cosa? —Sonrió como si no la hubiese oído—. Desde que te he visto he sabido que necesitaba conocerte.
—Di mi nombre —el tono no era el mismo.
—¿Y te tomarás algo conmigo… en otro local? —La chica había vuelto a posar el antebrazo en la barra de nuevo. Gustavo colocó su mano encima de la suya—. Conozco uno que te sorprenderá.
—Dilo de una vez —se notaba impaciente pero no retiró la mano.
—Prométemelo. Hazme esa pequeña concesión. Te aseguro que si acierto no te arrepentirás.
Miró, durante unos segundos, la mesa vacía donde había estado el chico del periódico y chasqueó la lengua. Después miró a Gustavo y sopesó su oferta.
—De acuerdo, dilo y acabemos de una vez.
Su sonrisa, amplia de por sí, aumentó otro poco más. La mantuvo hasta que la tensión se hizo insoportable. Al igual que había hecho antes, deslizó sus yemas sobre los dedos de ella desde las puntas hasta los nudillos. Esta vez no intentó profanarla sino que posó su palma sobre el dorso de ella.
—Estoy entre Istar y Diana —la chica sonrió de medio lado.
Entrecerró los ojos y comenzó a mover el dedo en el aire como si los nombres estuvieran dibujados a un lado y otro de su cara y dudara por cuál decantarse. La chica esperaba impaciente su nombre. Él sonreía como si supiera algo que ella desconociera.
—Dilo.
Cogió aire. Lo exhaló con lentitud, y lo dijo.
—Alba.
El rictus de la mujer cambió por completo. Sus facciones se congelaron y en sus ojos aparecieron signos de crispación. Retiró la mano como si la de Gustavo empezara a quemarle.
—¿He acertado? —preguntó Gustavo ingenuamente.
Por toda respuesta ella retrocedió irguiendo su cuerpo, desconfiando de un extraño que supiera su nombre. Quitó el codo de la barra y se rebulló sobre el asiento, intranquila.
—Vale, lo confieso —reconoció Gustavo levantando las palmas de las manos—. Sabía tu nombre antes de venir. Se lo oí a tu amiga cuando pasasteis junto a mí al entrar. No te asustes. De verdad que soy inofensivo, ya te lo dije.
—Entonces has hecho trampa.
—En el amor, al igual que en la guerra, todo vale. Sobre todo en el amor. Y el tuyo bien lo merece, Alba —le dio un poco de tiempo a la chica para que asimilara su victoria— ¿Vamos a otro local entonces?
Ella dudó. Miró la hora. —Se me hace tarde y espero a una amiga que no puede tardar.
—¿Amiga? vamos, aquí solo estamos tú y yo. Venga, vente. Te gustará. Me lo debes. Lo prometiste.
—Mira, no sé, no quiero que se me haga tarde.
—Está aquí al lado. En esta misma calle.
La chica pareció confundida. Miró hacia la salida por acto reflejo y frunció el ceño.
—En esta calle solo hay un hotel —dijo extrañada— ¿Me quieres llevar a un hotel? —Se puso rígida sobre el taburete.
—Ey, tranquila. Yo me refería al bar-restaurante que hay dentro. No te hagas películas raras.
La observó y examinó su reacción. En el fondo no parecía muy disgustada y su cuerpo emitía buenas vibraciones. Pareció que se relajaba un poco.
—Aunque por otra parte, ya que estamos allí… siempre podríamos…
—No, creo que no —atajó ella.
Gustavo sonrió por enésima vez y levantó las palmas claudicando.
—No me has dejado acabar. Quería decirte que podríamos cenar algo. Me encantaría invitarte.
Ella cerró los ojos y suspiró de manera pesada. No contestó.
Volvió a mirarla fijamente con la cara apoyada en la mano y el codo en la barra. Cambió de táctica.
—¿Te he dicho que soy cirujano estético? Estoy en esta ciudad por una convención a la que asisto. Precisamente me hospedo en ese hotel, por eso conozco su bar y su restaurante.
Por norma general, esto le funcionaba como un bálsamo con las mujeres. La chica enarcó una ceja. No tenía pinta de médico, pero Gustavo no tenía intención de dejarla pensar mucho.
—¿Me dejas que te diga una cosa? Eres guapísima, de verdad. Pero si te tuviera tumbada en mi camilla de operaciones hay algo que cambiaría —La boca de ella se tornó en una línea recta y dura. Gustavo dejó que rumiara lo que acababa de decir. Sabía hacerse el interesante.
—La posición —dijo al fin. Y esperó a que ella pillara la gracia—. Seguro que eres de las que le gusta encima, dominando al macho.
La ceja de ella siguió enarcada pero el rictus de la boca formó una fina curva ascendente con aspecto maléfico. Gustavo se anotó tres puntos y devolvió la misma sonrisa ladina y cómplice. La batalla estaba ganada.
—Puedes llamar a tu amiga desde allí para que se acerque cuando llegue.
Ella posó la vista en sus ojos. Había que reconocer que el tío estaba de muerte y no pasaría nada por matar el tiempo tomando algo con un chico tan guapo y elegante aunque, por otra parte, no tenía pensado pasar la noche con nadie. Tamborileó con los dedos en la barra y lanzó un hondo suspiro.
—No sé, Gustavo. No tenía pensado volver tarde —dijo al fin—. Además, tengo novio.
Él volvió a mostrar su sonrisa perversa y se acercó a su oído para susurrarle. —Si fuera cierto, no hubieras salido con tu amiga sabiendo que podías quedarte solita.
—Es verdad, lo digo en serio —dijo a la defensiva. Pero era evidente que no la había creído—. Además, mi amiga llegará de un momento a otro y no puedo dejarla colgada.
—Venga, Alba. Sabes que tu amiga no va a volver. Está pasándoselo de miedo con su amigo mientras tú estás aquí esperando. Vente conmigo, anda. Solo vamos a charlar como buenos amigos.
—De verdad que no puedo. No debo.
—Por tu novio imaginario, ¿no? —Gustavo sonrió con la ceja levantada y Alba apartó la mirada avergonzada.
—Mira Gustavo, eres fascinante. Lo digo en serio. Quizás en otro momento tú y yo podríamos… no sé. Pero es que esta noche no me apetece liarme.
—Sí te apetece, lo que pasa es que te doy miedo.
Alba no picó y no entró al trapo. —Sí, será eso.
—Acompáñame hasta el hotel —concedió finalmente—. Si cuando lleguemos sigues pensando igual, nos despedimos en la puerta. Solo te pido eso. Al menos que sean tus ojos lo último que vea esta noche ¿No me lo vas a conceder?
Alba seguía dudando y sus dedos seguían tamborileando nerviosos en la barra. De pronto su móvil emitió el sonido característico de un whatsApp entrante. Lo encendió, desbloqueó la pantalla y abrió la aplicación de mensajería. Había un mensaje de Olga, por fin. Había llegado en el momento oportuno.
OLGA_
Tía, me vas a matar pero me quedo un rato más con éste, vale?
Perdona por no avisarte antes pero es que… ufff. Mañana te cuento
Si no te veo, mándame un was cdo llegues para saber que estás bien, ok?
Gustavo leía por encima de su hombro y no pudo evitar sonreír. Alba apagó el móvil y lo guardó en el bolso.
—¿Lo ves? Venga. ¿Qué me dices? —insistió—. Solo una copa.
Ella seguía dudando, pero al final giró su taburete hacia él y le devolvió una tímida sonrisa a modo de cortesía después de soltar otro suspiro.
—Vale. Tú ganas. Nos tomamos una en el bar del hotel. Solo eso —advirtió ella—. No va a pasar nada más.
—Claro, claro, solo tomar algo, ya te lo he dicho. Lo único que quiero es que charlemos en un sitio mejor que este tugurio donde podamos estar tranquilos y a gusto y me dejes conocerte. Te va a gustar, ya lo verás.
—Te lo digo en serio, Gustavo. Solo una copa —amenazó—. Y que quede claro que eres mi plan B, no te hagas ilusiones.
—Por supuesto.
Se levantó del asiento y esperó a que ella hiciera lo mismo. Observó cómo recolocaba las cosas de su bolso con parsimonia cuando alguien se colocó junto a él, a su derecha.
—Perdona —dijo una voz conocida—. ¿Os importa si dejo esto ahí?
Gustavo vio con estupor la presencia de Dani sosteniendo un periódico en la mano. Por su parte ella, que aún no se había levantado del asiento, sonrió al verlo y se inclinó apartándose lo justo para que pudiera alcanzar la pila donde se acumulaba el resto de la prensa. Dani se estiró metiendo su cuerpo entre ambos, tocando el pecho de Gustavo con la espalda.
Gustavo no se movió ni un ápice como si fuera una montaña y esperó a que Dani se largara por donde había venido. Tensó los músculos de los brazos y apretó la mandíbula. Todavía estaba aguantando la respiración esperando verlo desaparecer cuando oyó a Alba interpelarlo.
—¿Lo has leído entero?
—Nah, solo he mirado los dibujos —contestó hacia atrás.
La sonrisa que le regaló la chica casi le arranca un suspiro. Sería una borde, pero era bonita de verdad, incluso le pareció más guapa que antes. Sus ojazos verdes parecían más brillantes. Tampoco pudo evitar fijarse en Gustavo. Ese chulo pedante y sus musculitos de gimnasio que lo miraba con cara de asco.
Dio unos pasos más y entonces se paró de nuevo. En su semblante se podía leer que estaba rumiando algo. Gustavo se dio cuenta de lo que iba a intentar aquel pagafantas y se desplazó a un costado interponiéndose entre los dos con su corpachón, anulando la conexión visual de Dani con ella.
—Bueno, ¿nos vamos, Alba?
Había posado una mano sobre su cintura invitándola a levantarse y de paso enviando un mensaje de propiedad. Su mano casi circundaba la cintura de la chica.
Y entonces ocurrió algo que no entraba ni en el peor de los escenarios contemplados por Gustavo. Dani lo rodeó y ocupó el taburete que había dejado libre, colocándose frente a ella para, posteriormente, hablarle con todo el descaro.
—Me llamo Dani. Quizás no hayamos empezado de la mejor manera —dijo de corrido—. Pero si todavía está en pie la invitación de antes, me gustaría aceptarla.
—Ella está conmigo —interrumpió Gustavo afectadamente molesto—. Además, ya nos íbamos.
—Ve yendo tú —cortó ella—. Yo te sigo ahora.
—¿Y dejarte aquí sola? —bromeó alegre—. Ni hablar. Vamos preciosa. Hemos dejado algo a medias y te he prometido que te iba a sorprender. —Alargó el abrazo para rodear su cintura por completo y de paso la pegó contra su cuerpo haciendo que ésta notara la dureza de su complexión.
Por toda respuesta ella clavó sus ojos en los de él en lo que podría considerarse una mirada de advertencia. Apartó la mano de su espalda con un gesto sutil pero autoritario.
—Prefiero quedarme aquí, ¿vale?
—No me digas eso, bonita. Hemos dicho…
—Que eras mi plan B, y además —añadió—, ya te he dicho que estaba acompañada.
Por primera vez en toda la noche, Gustavo intentó sonreír sin conseguirlo. En su lugar ofreció la mueca patética de un perdedor.
Fin primera parte...