La cena del Idiota

Alba no le conviene a Dani...
¿no será al revés?....
Creo que ninguno de los dos se conviene al otro
No, es como digo. La infiel va a ser ella...

Lo que parece un hecho es que Dani es un cornudo, o está por serlo, que lo consienta o no, es un asunto por verse.

Más aún, si lo llega a consentir, es importante saber si lo hace por propia opción de sentir placer, o por sentir un amor tan incondicional, que Alba manipula para coaccionarle.
 
Dani si es cornudo será porque no lo sabe, pero de consentidor no tiene absolutamente nada.
Tú puedes ser cornudo sin saberlo y eso se corta, una vez te enteras, rompes con tu pareja, estos son los que merecen todos mis respetos.
Pero insisto que no creo ni de coña que sea un consentidor y si se entera, dudo mucho que siga con ella.
Otra cosa es que se valore poco, que eso es corregible.
 
Dani si es cornudo será porque no lo sabe, pero de consentidor no tiene absolutamente nada.
Tú puedes ser cornudo sin saberlo y eso se corta, una vez te enteras, rompes con tu pareja, estos son los que merecen todos mis respetos.
Pero insisto que no creo ni de coña que sea un consentidor y si se entera, dudo mucho que siga con ella.
Otra cosa es que se valore poco, que eso es corregible.

Pero los hay, cornudos consentidores, que no lo disfrutan, se obligan a aceptarlo por temor al desapego de ese amor, sufriendo lo insufrible con tal de seguir junto a ella.

Generalmente, hombres con una pésima imagen de si mismos, inseguros, con baja autoestima, y cero amor propio.
 
Pero los hay, cornudos consentidores, que no lo disfrutan, se obligan a aceptarlo por temor al desapego de ese amor, sufriendo lo insufrible con tal de seguir junto a ella.

Generalmente, hombres con una pésima imagen de si mismos, inseguros, con baja autoestima, y cero amor propio.
Yo no es que sea precisamente seguro de mi mismo, pero desde luego jamás aceptaría que mi pareja me fuera infiel.
Más le valdría al tío no tenerlo cerca en el momento que lo descubriera.
 
Me encanta. Independientemente de que empecéis a posicionaros a favor de Dani o en contra de Alba (que viene a ser lo mismo), lo más importante para mí es haber conseguido provocar tantas emociones. No voy a decir nada del relato para no cometer el error de decir lo que no debo, pero veo que algunos ya van muy por delante de lo que llevo publicado.
Mil gracias por leerme y por hacerme partícipe de vuestras impresiones.
 
Tampoco voy a descartar que sea al revés y aunque me cuesta creerlo, que sea el quien sea infiel con la Prima o alguna familiar.
Hay que estudiar los dos escenarios, aunque yo creo que es ella la que va a caer con algún indeseable.
 
Para escribir este relato me inspiré en una lectura de Required (Perdiendo a Sara) que, junto con Randor, me han hecho pasar buenos momentos.

Aprovecho para agradecer los comentarios de Required, David Lovia, Gambito Danes, Binaria01 y Estrella de las nieves que tanto me han ayudado, en especial esta última (aunque quería pegarme fuego por el final que elegí).

Prólogo​


La chica intentaba abrir el compartimento del salpicadero sin apartar la vista de la carretera. El viaje estaba siendo muy largo y necesitaba saber que aún seguía allí, oculto a la vista. Lo palpó cerciorándose de que continuaba en el mismo sitio y seguidamente hurgó entre las chucherías de la bolsa que lo tapaba extrayendo un chicle de menta para disimular. «Perfecto», pensó. Pronto llegarían a su destino y quizá podría sacarlo si la cosa no se torcía demasiado. A Dani no le iba a hacer mucha gracia si se enteraba de que lo llevaba.

Dani era su novio y viajaba dormido en el asiento del copiloto. Ambos estaban cruzando el país hasta la otra punta para asistir a una boda.

Iba a ser un momento especial. No solo porque ella volvía a su pueblo paterno después de muchos años, sino porque así aprovechaban para pasar las vacaciones. Además sería una buena oportunidad para intentar solucionar los problemas de pareja por los que venían atravesando últimamente.

Estaba ilusionada pensando en el momento de presentar a su novio a sus tíos, primos y resto de amistades. Le había costado convencerlo para viajar hasta tan lejos, pero por fin él había aceptado conocerlos.

Un error del que Dani se arrepentiría durante toda su vida.


Di mi nombre​



Cuatro años antes…
Ella era de esas chicas que te hacen girar la cabeza al verlas pasar. No solo por su belleza espectacular o por esos ojos verdes como esmeraldas que te congelan los testículos al clavar la mirada cuando se enfada. Tampoco por su altura o su porte soberbio que hacía temblar las baldosas al caminar o por su coleta de caballo que se balanceaba a un lado y a otro a cada paso. Lo más destacable de ella eran sus tetas. Grandes, firmes, elevadas y bien formadas. Las mejores que nadie haya visto jamás. Dos tetas que ella se obstinaba en ocultar tras un hosco cruce de brazos.

Su amiga, otro bellezón aunque en otra categoría, cerraba el paso tras ella hasta que ambas llegaron a la barra del pub donde se acomodaron para pedir las consumiciones. Se sentaron al final, junto a la pared. Ella ocupaba el último taburete mientras la amiga le flanqueaba de pie, formando una barrera invisible ante los moscones nocturnos.
*​


Dani estaba sentado, con el codo apoyado hacia atrás en la barra del pub mientras sostenía la bebida con la otra mano. Junto a él, Rober, su mejor amigo, entretenía con su cháchara a las dos impresionantes chicas. No había tardado ni dos segundos en intentar algo con ellas en cuanto las vio colocarse a su lado, dejando al pobre Dani condenado al ostracismo, como tantas otras veces.

—Eh, Dani —susurró—, igual te dejo solo un rato. Creo que voy a dar una vueltilla con la de la izquierda.

Dani cerró los ojos y suspiró. No sabía ni por qué seguían quedando. Se había metido media hora en tren para salir de marcha con él y terminaba plantándolo por la primera chica que le hacía caso. Bebió de su vaso asintiendo a su amigo con la boca llena antes de tragar.

—Otra vez que me dejas solo —suspiró resignado—. Acuérdate de que me tienes que llevar a casa. Mañana tengo tema, así que no te retrases mucho, “cabroni”.

—Oye, que te dejo con ese pibón. Y esa es de las que te gustan a ti. —Señaló con el pulgar a la amiga.

—Paso.

—Dani, en serio. Mírala, es un “Primera Clase Especial”.

—Paso.

Rober sonrió y se mesó el pelo desde la frente hasta la nuca, entrelazando los dedos entre el cabello en un gesto que se había convertido en manía. Después se giró e intercambió algunas frases más con las dos amigas antes de abandonar el local de la mano de la chica “menos guapa”.

Se llamaba Olga. Era simpática y abierta, en contraposición con su compañera que apenas había abierto la boca durante el tiempo que Rober había desplegado su “cortejo”. De aspecto reservado y rictus contraído observó cómo su amiga la abandonaba relegándola al estatus de carabina, algo poco frecuente en ella, pero más típico en Dani, muy a su pesar.

Y aunque lo más normal hubiera sido que entre los dos se iniciara una conversación cuasi espontánea mientras esperaban la vuelta de los otros, el bellezón de ojos esmeralda no tardó en pasar de él ni cero coma dos segundos. Se giró en su taburete hacia la barra donde descansaba su consumición y regaló a Dani la imagen de su hombro izquierdo. Después, agachó la cabeza sobre la pantalla de su móvil y lo toqueteó sin parar, simulando estar ocupada. Entre los dos había quedado un taburete de distancia, justo el que acababa de dejar libre Rober. La chica ocupaba el último, junto a la pared.

A Dani se le iba a hacer muy larga la espera y, por lo visto, la chica parecía ser de su misma opinión en vista de su actitud áspera y defensiva. Por desgracia para él, su móvil llevaba una hora sin batería por lo que carecía de ese elemento como entretenimiento, así que buscó una solución alternativa para matar el tiempo. Se levantó, dio un paso hacia la chica para salvar la distancia que los separaba y levantó la mano para llamar su atención.

—Perdona…

—Ni lo intentes. No voy a follar contigo. Paso de tíos como tú.

La contestación de la chica fue cortante y categórica, con un tono un tanto enfadado. Ni siquiera había levantado los ojos del móvil. Le dejó sin palabras, con la mano en el aire. La reacción había sido de lo más hiriente, y eso sin haber abierto apenas la boca. Dani pensó que no merecía un desprecio como ese, por muy lejos que quedara de la liga en que jugaba aquella tía. Cerró los ojos durante el tiempo que dura un suspiro y se lo tomó con resignación.

—Gracias por la información, era necesaria. He estado a punto de derrochar una fortuna en condones y gracias a ti, no he cometido ese error. Pero verás, lo único que quería era que me dejaras alcanzar uno de los periódicos que tienes detrás.

La chica, desconcertada, siguió con la vista la dirección que marcaba con el dedo hasta donde se encontraban apilados varios ejemplares de prensa. Por acto reflejo se apartó ligeramente. Dani se estiró y se hizo con uno. Ella lo miró con expectación mientras él volvía a ocupar su asiento y lo abría sobre la barra, disponiéndose a leerlo. Se sorprendió de que no se tratara de un periódico deportivo.

El ambiente del local no era discotequero, pero ver a alguien a esas horas leyendo un periódico en la barra era como ver a un viejo en chándal con un velocímetro.
Dani no pudo evitar sentir la mirada escrutadora de aquella chica en el cogote.

—Ya ves —dijo tocándose la frente con el índice y levantando ligeramente el periódico por uno de sus laterales—. Soy algo más que un cuerpo bonito y unas piernas preciosas.

La chica disimuló una sonrisa y, por primera vez, se fijó en él. No era feo. De complexión normal tirando a delgado aunque parecía fibroso. Tenía marcada una cicatriz en mitad de la ceja derecha que no le afeaba la cara, pero le daba un toque interesante. Otra pequeña cicatriz en la comisura de la boca remarcaba sus facciones al fruncir el labio concentrado como estaba en la lectura.

—Perdona —dijo con la boca pequeña y algo arrepentida—. Pensaba que eras otro pesado más que venía a molestarme dándoselas de supermacho. Ya veo que me he confundido.

Estuvo a punto de contestar, pero prefirió ignorarla y seguir con su lectura. Ella sabía perfectamente que era el compañero del ligue con el que acababa de irse su amiga. Así que, como excusa, era una mierda. Le dio un sorbo a su bebida.

—Eso de ahí… —exclamó ella— ¿Estás bebiendo un kas de limón en botellín con una pajita?

Dani contuvo un suspiro. El tono había sonado a burla. Y no era la primera vez que alguien se sorprendía de lo mismo.

—¿Por qué? ¿Qué pasa, te parece muy gay? Pues que sepas que tengo un montón de amigos machos y solemos juntarnos para hacer cosas de tíos —hizo una pausa—. De hecho, cuando venía hacia aquí, he soltado un eructo tan grande que los patos del parque han arrancado el vuelo a la vez.

La chica sonrió. No fue por lo que decía sino cómo lo decía. Parecía simpático de verdad, y gracioso. El chico volvió a su lectura desentendiéndose de ella otra vez. Ella lo siguió observando hasta que la pantalla de su teléfono se apagó, y eso le hizo recordar que su amiga todavía iba a tardar en volver. Lo guardó en su bolso y con tono amable se dirigió a él.

—Vale, oye, ¿y si me invitas a una copa?

—Paso.

Ahora la que se quedó de piedra fue ella. Al principio pensó que seguía bromeando pero pasaban los segundos y el chico seguía absorto en su periódico sin hacerle ni caso. No era habitual que ella obtuviera ese tipo de respuesta de un hombre, pero le pareció que lo había dicho de verdad.

Al final, él reaccionó al sentirse, de nuevo, observado y se giró hacia ella con gesto cansado.

—Solo esa camisa... —dijo señalándola con el dedo pero sin apartar la mirada de sus ojos— vale más que mi casa, por lo que tu nivel adquisitivo debe ser ostensiblemente mayor que el mío. Teniendo en cuenta eso y la caída de ese patriarcado machista contra el que las mujeres tanto habéis luchado, no me parece justo que sea yo quien pague la consumición. Además, lo de antes ha sido humillante. Yo también tengo mi autoestima ¿sabes? A pesar de que no sea tan guapo como tú.

Touché.

—Aunque me hayas ahorrado una fortuna en condones —añadió ahora sí, en tono de broma.

La tensión del ambiente se relajó un poco. Quizás se había confundido con ese chico al que había juzgado demasiado deprisa.

—Vale, perdona. Tienes razón —sonrió conciliadora—. He sido muy borde. Me he pasado tres pueblos ¿Puedo invitarte yo?

—Te lo agradezco de veras, pero acabo de empezar mi kas. Además no te conozco.

Dani volvió a meter su nariz en el periódico desentendiéndose de la chica que no podía salir de su perplejidad. No era para nada la reacción habitual de un chico. Al menos de uno que no fuera ciego profundo o disfuncional. Y la cosa es que parecía normal.

Se dio cuenta de que ella le seguía mirando en silencio. Cogió aire y suspiró. Esta vez giró su taburete para encararse a ella.

—Oye, no quiero ser maleducado y me gustaría que no te incomodara lo que voy a decir, pero no tienes por qué hablar conmigo por compromiso. Entiendo tu reacción de antes aunque me pillara desprevenido. Eres un bellezón que pasa de tíos como yo, y lo asumo. Por mi parte, soy feliz leyendo hasta que mi amigo Judas vuelva de mancillar a tu amiga cuando se acuerde de mí.

Dicho lo cual volvió a su lectura una vez más. Ella, lejos de incomodarse, sonrió el comentario del chico extraño. En serio este tío era peculiar de narices. Peculiar e interesante. Estiró el cuello para ver lo que leía.

—¿Actualidad? —preguntó a su espalda.

—Economía. Estaba mirando si por fin también les va mal a los chinos. Los odio a muerte.

—Por su sistema productivo parasitario, supongo.

—Y por su mirada. Parece que estén tramando algo.

La chica soltó una risotada y se giró completamente hacia él en su asiento. Fue a decir algo cuando, justo en ese momento, alguien se sentó en el taburete que quedaba entre ellos. Un tipo alto, musculoso y con el porte de un pijo o un camarero de alto standing. Solo su corte de pelo costaba más que toda la ropa de Dani. El tipo era tremendamente guapo y se dirigió hacia el bellezón de ojos verdes que, en ese momento, se le antojaba plato de su gusto. Se veía que el hombre se gustaba y sabía gustar.

—Hola, perdona mi atrevimiento, pero te he visto aquí sola y no he podido resistirme a conocerte. ¿Puedo invitarte a algo?

El buen humor de la chica desapareció en el acto.

—Ya estaba tomando algo. Además, estoy acompañada.

—¿En serio? Yo no veo a nadie —hizo un ademán mostrando el espacio de alrededor—. Me llamo Gustavo, por cierto.

Ofreció su mano pero ella no llegó ni a mirarla. Le enfadó que ese individuo viniera a estorbar su conversación con el chico del periódico y el kas de limón justo cuando mejor se ponía.

Dani, oculto tras la espalda de aquella torre de perfume Christian Dior y atuendo prêt-à-porter de lujo, sintió una pequeña punzada de dolor. No porque pensara que le había levantado a la chica. No había nada entre ellos dos y además para él era una borde de las que se hace la simpática según la situación. Con una tía de ese calibre, los que eran como él nunca pasaban más allá de amigo pagafantas.

Lo que le había fastidiado era la forma en que se había metido por medio, como si no existiera. Como si fuera un paria o un estorbo. La tía estaba hablando con él, debería haberse cortado un poco.

Para su desgracia, aquel era el tipo de hombre idóneo para ella. Guapísimo y con un cuerpo de gimnasio de quitar el hipo.

—Oye, mira, de verdad —seguía insistiendo ella—, no me interesas. Y te aseguro que estoy acompañada.

—Vamos mujer, deja al menos que te invite a algo. Dame ese capricho. Solo una copa ¿vale?

—Te digo que ya estoy servida.

Pero aquel hombre era corredor de fondo, de los que no se caen al primer traspié. No era la primera ni sería la última vez que una hembra como aquella negaba con obstinación y terminaba gritando horas después en su cama. La miró de arriba abajo deteniéndose lo necesario en el par de tetas que se adivinaban bajo su ropa.

—Vale, de acuerdo, tú ganas —dijo por fin levantando las palmas de las manos a modo de fingida rendición, regalando su mejor sonrisa—. Dime tu nombre, al menos, antes de irme.

La chica endureció la mirada, acostumbrada como estaba a tratar con cansinos como aquel. Giró su taburete hacia la barra, sacó su móvil y simuló consultarlo condenando al Adonis al ostracismo.

—Eres muy mala conmigo, ¿sabes? Me rompes mi corazoncito.

La chica ni se inmutó. Gustavo mantuvo la posición aguantando su mutismo. De paso aprovechó para inspeccionar la forma de su trasero que ahora quedaba en mejor posición para su vista. Ella continuaba enfrascada en su móvil, toqueteando la pantalla. Con toda seguridad lo hacía solo para disimular. Él, sonrió seguro de que se estaba haciendo la dura.

Volvió a la carga.

—¿Ves aquellos tipos de allí? —Señaló algún lugar del establecimiento que la chica ni se molestó en mirar— son mis amigos. Les he dicho que conseguiría tomarme algo contigo y ahora me vas a dejar mal. ¿No puedo saber al menos el nombre de la mujer que me va a hacer volver como un panoli?

El tecleo en el móvil era incesante. Gustavo no lo sabía, pero ella estaba escribiendo a su amiga para que volviese cuanto antes.

—Vamos, mujer, no seas tan dura conmigo. Te aseguro que soy inofensivo. ¿No puedo saber cómo te llamas?

Dani le escuchaba cortejarla y lo comparó con Rober y su manera de ligar. La de aquel tipo podría definirse como táctica de acoso y derribo o bien, derribo por extenuación. Había una diferencia más entre los dos, este tío era realmente guapo. No le iba a hacer falta ni la mitad de tiempo que a su amigo para conseguir lo mismo, pero con una tía más buena.

—Entonces te lo diré yo. Seguro que lo adivino. Una belleza como tú tiene que tener nombre acorde con su hermosura.

La chica puso los ojos en blanco y después, en un ademán de aburrimiento, miró tras él, al chico del periódico.

Gustavo se apoyó en la barra interponiéndose en la visión del bellezón. Al hacerlo golpeó el brazo derecho de Dani que tenía apoyado en la barra y que terminó por retirar, resignado.

—Veamos, tú debes llamarte… —hizo una pausa innecesariamente larga simulando buscar el nombre perfecto entre miles de nombres perfectos— Afrodita. Era la diosa griega del amor y la belleza.

Gustavo sonrió con dulzura regalando su mejor pose. La chica exhaló un suspiro y movió su cuerpo hacia el otro lado intentando de nuevo encontrar visual con el chico del periódico.

—Haces como que te aburro, pero en el fondo te gusta. Lo veo en tus ojos —acusó Gustavo por fin—. Juegas conmigo. Eres muy mala.

Al decirlo, se movió sentándose más atrás y estirando la espalda, empujando el hombro de Dani que tuvo que inclinarse como la torre de pisa. Éste miró al Hércules que invadía su espacio, tan extrañado como molesto. Por su parte, la chica seguía sin responder a sus intentos y además empezó a ponerse nerviosa. Su talón empezó a moverse inquieto en el reposapiés del taburete.

—Te propongo una cosa —dijo seductor—. Si adivino tu nombre te tomas algo conmigo.

Por fin, la chica se dirigió a él. No lo hizo enfadada, más bien en tono neutro.

—¿Y si fallas?

—Me iré en paz por donde he venido. Humillado, pero contento de haberte conocido —dijo apoyando el codo sobre la barra y su cara sobre la mano. La penetraba con sus ojos color miel, embriagado de su propia belleza.

Al apoyarse sobre la barra golpeó la bebida de Dani que estuvo a punto de caer. Aprovechó también para echarse hacia atrás de nuevo. Su corpachón volvía a ocupar el espacio vital de Dani que se vio empujado, otra vez, por aquella espalda tamaño frontón.

La chica sopesó la oferta y evaluó al hombre de peso welter. Además de su sonrisa encantadora tenía un pelo perfectamente peinado hacia atrás hasta llegar a la parte alta de su nuca, dándole un toque moderno, algo largo, pero sin ser ostentoso. Su musculatura quedaba definida bajo la camisa ajustada sin caer en el error de llevarla apretada. Remataba su atuendo con una muy elegante chaqueta. Por no obviar la belleza de su rostro y la mirada penetrante de sus ojos.

—Vale, tienes una oportunidad —se giró hacia él y apoyó el brazo derecho a lo largo de la barra a la espera de su intentona—. Si fallas me dejas tranquila —El hombre sonrió ladino. Punto para él.

—Veamos… —Se tocó el mentón—. Tu nombre tiene que hacer honor a lo que se lee de ti.

Aspiró el aire simulando inspirarse con el aroma de la mujer. Sonrió complacido. Siempre sonreía, conocedor de su mejor arma.

—Esos ojos te dan un aire de pantera negra, lo que me dicen que tu nombre representa algo salvaje —una leve mueca de agrado surgió de la comisura de los labios de la chica—. Tu cuerpo felino me dice que además debe ser sensual, como yo.

Ella no se inmutó pero un ligero rubor subió a sus mejillas.

—He visto cómo te mueves. Tus gestos, elegantes pero delicados; tu forma de vestir. Tu nombre no puede ser algo corriente.

La chica lo miraba expectante. Dani sentía curiosidad por saber qué nombre se le ocurriría al lechuguino pedante que tenía junto a él.

Gustavo la miraba y dejaba que ella lo mirara a él. Al igual que el dulce que espera en la cola del supermercado y que dice cómeme mientras esperas a ser atendido. Haciendo que la tentación sea cada vez mayor hasta sucumbir. Ella no lo sabía pero él estaba ganando la partida.

—¿Y bien?

—Lo tengo —dijo él—. Solo estoy saboreándolo antes de mancillar este silencio tan encantador que compartimos.

Dani sufrió un mareo y estuvo a punto de soltar una arcada. Ese tío era un empalagoso de campeonato. Lo que le molestaba de verdad, lo que verdaderamente le dolía, era que idiotas como ese se llevaran a las mejores chicas soltando ñoñeces como esa. Se lamentó de que ese pedazo de pibón, la tía más buena que hubiera visto en mucho tiempo, se fuera a terminar yendo con aquel individuo.

La chica forzó una sonrisa por la pedante adulación de su interlocutor y, girando la cabeza, desvió la mirada de nuevo tras él.

Gustavo se recostó otra vez más en su asiento, ocupando más si cabe el espacio de Dani que ya lo tenía continuamente pegado a su costado, golpeándole con cada movimiento. Al final decidió claudicar. Era imposible leer con aquel hombre molestando sin parar. Además, escucharlo le provocaba náuseas. «Toda tuya, campeón». Se levantó con su bebida y el periódico y se fue hasta una mesa elevada que se encontraba a cierta distancia. Ocupó una de las sillas altas. La chica lo siguió con la vista mientras su interlocutor continuaba con su acoso.

—Veamos. Conozco el nombre de una diosa de la guerra y del amor. Y hemos dicho que debes tener nombre de diosa. Istar es como se llama. —Gustavo extendió la mano hasta tocar la suya. Ella no la retiró.

—¿Es esa tu respuesta? —dijo mostrando una enigmática sonrisa.

—¿Te gustaría que lo fuera?

Las yemas de los dedos de Gustavo comenzaron a acariciar el dorso de su mano desde las puntas de los dedos hasta la muñeca pasando por cada falange y cada nudillo. Ella no movió la mano tampoco esta vez.

—O quizás debería ser el de una diosa nocturna. Una diosa que gobernara la noche. La diosa romana Diana protegía la naturaleza y la luna. Quizá te llames así, Diana. ¿Será ese tu nombre?

Una mueca de malicia adornó las comisuras de la chica y Gustavo se anotó otro punto. Le estaba siguiendo el juego. Decidió continuar con sus caricias utilizando únicamente el dedo corazón. Y lo hizo de forma sutil pero con un mensaje implícito. Su yema comenzó a deslizarse entre los dedos anular y corazón arriba y abajo por toda la abertura que quedaba entre ambos. Una abertura alargada y vertical.

—¿Es Diana el nombre que eliges para mí?

—Quizás, no sé, esos rasgos salvajes y felinos me hacen dudar. ¿Te he dicho que nunca he visto a nadie como tú?

Intentó no poner cara de hastío y desvió sin querer la mirada hacia el chico del kas que ahora ocupaba una mesa en el fondo del local.

El dedo de Gustavo presionó ligeramente entre la separación de los dedos corazón y anular de ella hasta introducirse con suavidad entre ambos. Primero la yema, después la primera falange y después la siguiente. Como si fuera un pene entre los labios de una vagina.

Y entonces la chica reaccionó como un resorte retirando la mano como si hubiese tocado mierda. Estaba ruborizada y simuló buscar algo en su bolso. En realidad solo estaba ganando tiempo.

—¿Me perdonas un momento? —dijo ella—. Voy al baño.
*​


Dani leía absorto su periódico en una zona no muy bien iluminada del local. El pub era un sitio agradable y tranquilo, algo alejado del centro neurálgico de la ciudad donde se encontraba todo el ambiente más discotequero, ruidoso y nocturno. La clientela era, por regla general, gente que acudía a tomar alguna copa antes de retirarse a su casa. Pero a partir de cierta hora, y para acoger al tipo de cliente más trasnochador, bajaban la luminosidad con el objetivo de conseguir ese ambiente nocturno tan característico de las zonas de copas. Ya era la segunda vez que disminuían la potencia lumínica por lo que debía forzar algo la vista para conseguir leer. Echado sobre la mesa y con la cara casi pegada al papel, notó cómo alguien se colocaba a su lado.

—Hola, tío. ¿Cómo te va?

Levantó la vista y vio a Gustavo. Extrañado, buscó a la chica con la mirada, pero no estaba con él ni en su taburete.

—Ha ido al baño un momento —aclaró Gustavo adivinando sus pensamientos.

La barra, al igual que el pub, tenía forma de L mayúscula tumbada. Los baños se encontraban al final de ella, en el lugar opuesto de donde estaba su taburete, doblando a la derecha para llegar a ellos. Dani se había alejado con su periódico hasta la pared del fondo, en mitad del palo largo de la L, cerca de la entrada.

El Adonis sonreía conciliador. Tenía una mano en un bolsillo de su pantalón y la otra apoyada en la mesa, junto al periódico. De cerca, y teniéndolo de pie, acojonaba un poco. No solo por su tamaño sino también por la imagen de chulo.

—Oye, ¿conoces a esa tía, la de las tetas? —Preguntó.

Por acto reflejo Dani dirigió su mirada de nuevo al taburete vacío y posteriormente a la zona de los aseos. Decidió no contestar por cautela.

—Dime, ¿sois amigos o algo? —Insistió Gustavo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Verás —se pellizcó el mentón desde la mandíbula hasta la barbilla—, a esa tía la tengo a punto de caramelo, ¿entiendes? Ella no lo sabe todavía, pero antes de que se dé cuenta, tendré sus tetazas botando en mi cara mientras grita como una perra. Lo que pasa es que tu presencia no deja de… —buscó una manera agradable de decir lo que tenía en mente— ponerla nerviosa. ¿Me entiendes?

—Creo que no —respondió incómodo.

Apoyó su antebrazo en el respaldo de la silla que ocupaba Dani y acercó su cara a la de él. Junto con la mano apoyada en la mesa, daba la impresión de abrazarlo parcialmente. La pose podía ser de intimidad o de intimidación.

—A ver cómo te lo digo para que no te hagas películas raras —miró hacia lo lejos como buscando una nueva inspiración a su palabras—. Necesito que te pires.

—¿Cómo dices?

—Mira, tú y yo sabemos que no tienes nada que hacer con ella. No sé de qué la conoces y de verdad que no me importa, en serio. Entiendo que te guste, es normal, no hay más que ver qué pedazo de pibón y las tetazas que gasta, pero ahora estoy yo con ella y tu presencia la está molestando.

Dani lo escuchaba atónito. Miró hacia los lados por si alguien estuviera oyendo la conversación tan surrealista. Gustavo siguió hablando.

—Pareces buena gente. Y seguro que eres mejor persona, pero los dos sabemos que esa tía no es para ti. Te queda muy lejos. Mírate, mira tus pintas.

Dani se miró de arriba abajo. No sabía a qué pintas se refería. Vestía normal. No al nivel de ese modelo de pasarela gay, pero sí al del resto de humanos que se levantan cada mañana a trabajar por un sueldo digno.

Si pensaba que no había nada más humillante que la reacción de la chica al intentar coger el periódico esto lo superaba con creces.

—Mira, colega —le pasó el brazo por el hombro—, te invito a una ronda de lo que quieras. ¿Conoces el club Dante? Está aquí cerquita. Tengo un colega que trabaja en la barra. Dile que vas de mi parte, que te envía Gustavo, del gimnasio Gym21. Tómate lo que quieras, corre de mi cuenta.

Dani miró hacia la salida por donde acababa de señalar Gustavo. Después consultó su reloj y se tomó su tiempo en contestar. Se irguió para parecer algo más grande y carraspeó para agravar su voz.

—El caso es que estoy esperando a un amigo. He quedado aquí con él. Además ya estoy servido, gracias.

El rictus de Gustavo se tensó. Giró la cabeza hacia algún lugar del pub nervioso y volvió a la carga.

—Te lo estoy pidiendo como amigo. Vamos colega, somos tíos. A estas alturas no vamos a pisarnos entre nosotros, ¿no? Hoy por ti y mañana por mí.

El brazo del hombro se deslizó hasta quedar su mano a la altura de la nuca. Sintió una presión en ella. La situación empezaba a complicarse. Sin comerlo ni beberlo se estaba metiendo en un problema con alguien que le sacaba una cabeza y media. Levantó las manos a modo de rendición.

—Oye, mira. Esa tía no me interesa. No la conozco y no tengo nada con ella. Solo quiero leer mientras espero a mi amigo. En cuanto llegue me piraré con él. Te agradezco la invitación, pero va a ser que no.

Justo en ese momento llegaron por detrás tres hombretones como tres armarios. Se colocaron alrededor de Dani y Gustavo.

—Ey, Gustaki, ¿qué pasa? —Se saludaron con un choque de manos—. ¿Cómo va todo?

Cada uno de ellos era una copia del otro. Y todos sonreían conciliadores alrededor de Dani. Una sonrisa de lobo. Vestían elegantemente con ropa cara, sin ser ostentosa. Las horas de gimnasio quedaban patentes en sus figuras cinceladas. Gustavo se relajó al verlos y sonrió a cada uno como si se los acabara de encontrar, como si no hubieran estado en un rincón del pub, vigilando.

—Estos son mis colegas —presentó con amabilidad—. Son buena gente, como tú. ¿Por qué no vas con ellos a tomar esa ronda? Estás invitado a la primera. Lo vas a pasar de puta madre. Te lo garantizo. ¿Verdad, chicos?

—Claro —dijo uno pasando una mano por su hombro—. Vente con nosotros.

La silla de Dani era de talla alta. De las que debes subir el culo para posarlo. Aun así, tenía que mirar hacia arriba como si fuera un enano rodeado de trolls, tan sorprendido como estupefacto. Preguntándose si le estaba pasando esto de verdad.

—No, gracias. Estoy bien aquí leyendo —tragó saliva.

—Venga, anímate. Ya verás, te vamos a presentar a unas pavas que vas a flipar —dijo otro de ellos.

La situación empezaba a superarlo. Gustavo, que ya no sonreía, lo miraba con expectación. Le estaba pidiendo con la mirada que aceptara la oferta de sus colegas. Se lo exigía, más bien. De vez en cuando echaba una mirada en dirección a los baños. La chica de las tetas grandes y el culo perfecto no tardaría en volver y era evidente que no quería que lo viera hablando con él.

—Puedes seguir leyendo afuera, si quieres —dijo el tercero de ellos y al decirlo arrastró el periódico de las manos de Dani e hizo como que lo leía un instante. Después, lo cerró con cuidado y se lo puso debajo del brazo—. ¿Te vienes entonces?

El que había puesto su mano en el hombro tiró de él sin opción a rechistar. Fue un tirón amigable, pero enérgico. Los otros dos lo flanquearon en cuanto puso los pies en el suelo. Cuando se quiso dar cuenta, estaba caminando hacia la calle. El que le había pasado el brazo por el hombro no dejaba de hablarle.

—¿Y cómo dices que te llamas?

—Daniel —carraspeó dubitativo—. Dani para los amigos.

Sopesaba sus opciones de camino a la salida y las siguió sopesando mientras caminaban por la acera, cada vez más lejos del pub. Él no quería irse y ellos no tenían derecho a echarlo, sin embargo eso es lo que estaban haciendo. Y todo por una tía con la que no tenía la mínima oportunidad. El que llevaba el periódico lo metió en una papelera y comenzó a hablar en susurros con el que iba a su lado. Ambos se carcajeaban por lo bajo, seguramente de él.

Ir de fiesta con unos maromos que no conocía, le repugnaba, pero la idea de que no fueran a ir precisamente de fiesta le repelía aún más. Pensó en plantarles cara. Uno contra tres mascachapas inflados a esteroides. Otra opción era deshacerse del abrazo del que iba a su lado y salir corriendo. Quizá no pudiera competir con ellos levantando gimnasios, pero a la carrera era como un gamo. El ambiente se iba volviendo cada vez más tenso y todos eran conscientes de ello aunque intentaban disimular.

—Por curiosidad, esa cicatriz que tienes en la ceja... —dijo el que lo abrazaba por el cuello— ¿Cómo te la hiciste?

Su tono seguía pareciendo amigable y conciliador. En otra situación hasta podrían haberse hecho buenos amigos.

—Fue de una vez que había una docena de tíos metiéndose con alguien indefenso. Tuve que darles una paliza.

Las risas de todos no se hicieron esperar. Sonaban huecas, histéricas. Como si escondieran algo debajo.

—¡JA!, muy buena —dijo el del abrazo—. Y supongo que sería una damisela en apuros, ¿no?

—¿Importa eso?

Los tres se miraron entre sí. Debía parecerles gilipollas.

—Claro, claro, haz el bien y no mires a quién, ¿verdad?

Las risas contenidas eran cada vez mayores. Mientras caminaban, a Dani se le ocurrió una tercera opción: la negociación. Pero la desechó de inmediato, no iban a entrar en razones. No le dejarían volver.

Suspiró y maldijo su mala suerte. Él solo quería matar el tiempo en el pub, leyendo tranquilamente hasta que llegara Rober. Sin embargo, se encontraba caminando con tres tiparracos sin saber si se dirigían a un punto en concreto, solo caminaban. Cogió aire, suspiró y se santiguó mentalmente a su manera.

«Papá, mamá...».

Fin primera parte...
Empecé ya en la La Otra Orilla porque promete y mucho este relato. Siempre me fuío por expertos sabios comentaristas que comentan muy hàbilment estosfantasticos relatos. Gracias autor y comentaristas
 
Empecé ya en la La Otra Orilla porque promete y mucho este relato. Siempre me fuío por expertos sabios comentaristas que comentan muy hàbilment estosfantasticos relatos. Gracias autor y comentaristas
La verdad es que es un placer cuando la gente se mete tanto en el relato de uno.
Ver la controversia que genera no tiene precio.
 
todavia no ha salido pero ¿podria haber artes marciales o algo asi?
de todas maneras está estupenda la historia
 
A mí me está encantando la historia, y pensar que se pueda parecer a las que ha indicado el autor ya me hace sufrir/disfrutar.



Solo espero que no caracterice a Daniel como un pelele de los que abundan en algunos de los relatos de este tipo.



Por cierto, lo de publicarlo cada semana para mí es un bajón.



Es decir, por supuesto que el autor es dueño de su relato y su publicación, pero teniéndolo hecho, la publicación cada semana corta mucho el rollo y hasta el flujo de los comentarios.

Creo que si, por ejemplo, en esta Semana Santa (donde la gente en general tiene algo más de tiempo para leer, etc) se hubiera publicado algunas partes cada 2 o 3 días, lo hubiese dado mucha vida.



Pero ojo, esto es solo mi opinión personal.





Y luego ya una chorrada. El título creo que no atrapa nada.

Claro está que los que lo estamos leyendo ya vamos a seguirlo y con mucho interés, pero con ese nombre seguro que hay alguien que se lo pasa de largo.



En fin, cosas mías.



Muchas gracias al autor.
 
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