Capítulo 20
Otra vez había vuelto a jugar conmigo y yo caí en su trampa, dejándome engatusar de nuevo por la niñata de Marta. Me fastidiaba que me zorreara así y tenía que andarme con mucho ojo con ella después de lo que había pasado en el coche y sus posteriores acusaciones.
¡Es que no aprendía!
Pero es que estaba muy buena, y tenerla medio desnuda delante de mí todo el día en La Casona me ponía muy cachondo. Y además ahora, con el recuerdo de sus gemidos después del polvo que habían echado antes de comer.
Era increíble que con lo que llevaba encima, entre lo de Beatriz el miércoles y el jueves, y lo de Cayetana la noche anterior, todavía Martita fuera capaz de excitarme con esa facilidad. ¡Era una puta Lolita de manual!
Se paseaba por la casa con su culo de guarra, con esa voz ronca de zorrita consentida, con esos aires de superioridad, y no era más que una pijita niña de papá, a la que se follaba el pringao de Álex cuando le daba la gana.
Salí de la cocina enfadado conmigo mismo por haber entrado en su juego, pero sin poder bajar el empalme que tensionaba mis bermudas. Y al pasar por el salón, me encontré a la parejita acurrucados, y viendo la tele mientras Marta subía uno de sus muslos sobre el regazo de Álex.
Me tumbé en la hamaca bocabajo y desperté un rato más tarde con unas manos que masajeaban mi espalda. Al girarme vi a Cayetana echándome crema solar y se recostó sobre mí y me dio un beso en el hombro.
―Te estás abrasando ahí al sol... llevas un par de horas dormido...
―¡Gracias, Caye!
―Mi hermana y Álex acaban de irse al pueblo, me han dicho que tenían que comprar unas cosillas...
―Sí, algo me ha comentado Marta, nos querían invitar a cenar y tal...
―Ah, pues no lo sabía. Ya teníamos un par de pizzas en el congelador, no hacía falta que compraran nada.
―Pues llámala y díselo...
―Bah, paso, a ver si están un rato en el pueblo y nos dejan tranquilos ―dijo Cayetana sin dejar de masajearme.
Estaba de maravilla tomando el solito y sintiendo las manos de mi chica recorriendo mi espalda. Se había sentado sobre mis glúteos y clavó sus dedos en mi cuello.
―Estás muy tenso... tienes esta zona muy rígida, creo que yo estoy igual...
―Te pones así cuando estás con tu hermana, deberías relajarte...
―Ni que lo digas, y ya sabes cuál es la mejor manera de hacerlo ―suspiró moviendo las caderas de lado a lado.
―¿No me digas que te apetece ahora?
―Sí, pero prefiero no hacer nada, estos se han ido hace media hora y si solo bajan a comprar, no creo que tarden en volver. No quiero que nos pillen... ya sabes...
―A ellos les ha dado igual que estuviéramos o no en casa...
―Sí, pero nosotros no somos con ellos. Hay que tener un poco más de clase y educación.
―Pues es una pena, porque solo con tenerte así encima, me has “alegrado” el día...
―¡Idiota!, que me bajo, eh...
―No, noooo, sigue con el masajito...
Menos mal que no nos metimos en la habitación, porque Álex y Marta regresaron diez minutos más tarde. Traían doce latas de cerveza, un par de pizzas, tarta helada, patatas y una botellita de crema de orujo.
Cayetana ni se inmutó, y siguió sentada sobre mi espalda, metiéndome los dedos en el homoplato, cuando Álex y Marta salieron al patio con cuatro cervezas en la mano.
―Las hemos traído fresquitas... ―dijo Álex dejando dos a nuestro lado sin preguntarnos si nos apetecía.
No quisimos hacerles el feo y aprovechando los últimos rayos de sol del verano, me tocó cambiar de postura y me senté en la hamaca para tomarme la cervecita. Había salido un día fantástico y para estar a mediados de septiembre picaba bastante el sol.
En la hamaca de al lado, Marta estaba sentada detrás de su novio, otra vez se quedó en topless y acariciaba la espalda de su novio, que solo llevaba puestas las bermudas hasta las rodillas y su ridícula cadena al cuello. Parecían un chulo y su putita.
Cayetana pasó de decirle nada a su hermana porque estuviera medio desnuda, y se controló antes de tener otra bronca con ella. El ambiente en la piscina era relajado y dejó que Marta tomara el sol con sus pequeñas tetas al aire. Total, yo ya se las había visto y no ganaba nada con decirle que se tapara. Solo tener otro discusión. Y yo, sentado detrás de Cayetana, aproveché y me fijé en el cuerpo de Marta sin que mi novia pudiera verme.
Ambos nos miramos y ella levantó las cejas con una sonrisilla maliciosa, para luego besar el hombro de su novio y pasar las manos hacia delante, acariciando su abdomen. Los dedos de Marta recorriendo los abdominales de Álex le provocaron una erección instantánea, y al mierdecilla no se le ocurrió otra cosa que recostarse hacia atrás, haciendo más patente la empalmada que llevaba.
La facilidad que tenía Marta para levantar pollas era todo un don.
Y cuando Cayetana, con la lata de cerveza en la mano, miró a la derecha, se encontró con el tremendo bulto que marcaba Álex recostado en la hamaca. ¡Era exageradísimo!, aunque esta vez no pareció importarle, incluso se recreó con esas vistas unos segundos más de la cuenta. Yo imité a Marta y masajeé su espalda y su ombligo, y para mi sorpresa, Cayetana se dejó hacer.
―¿Nos damos un baño? ―preguntó Marta a su novio.
―Sí, vamos...
―Espera, cógeme ―y cuando los dos se pusieron de pie, Marta pegó un brinco y se enganchó a la espalda de su novio, que la llevó a burro hasta el agua.
Forcejearon en la piscina, nos deleitaron con una pequeña lucha y terminaron comiéndose la boca ajenos a nuestras miradas.
―¡Muy bien, Cayetana! ―le susurré en el oído a mi chica.
―Muy bien, ¿por qué?
―Por no haber dicho nada y por estar tranquilita, ¡qué hagan lo que quieran!
―Sí, he decidido no enfadarme, ¿qué quiere estar en tetas como una zorra?, pues me da igual, aunque no me gusta que lo haga delante de ti.
―Por mí no te preocupes, prefiero las tuyas mil veces, ja, ja, ja...
―¡Muy gracioso!
―Aunque a lo mejor el que se tiene que poner celoso soy yo, ¿o te crees que no me he dado cuenta de cómo le has mirado el paquete al premio Nobel?
―Sí, buffff, no he podido resistirlo, es que está tan buenorro, y con esa cadena, mmmm, me derrito, ¡menudo guaperas!, ¡nos tiene a todas loquitas!, ja, ja, ja...
―Ja, ja, ja, sí, sí, muchas bromas, pero tiene pinta de ser un buen cabronazo...
―Eso no te lo discuto... y míralos, ya solo les falta ponerse a follar también en la piscina.
―¡Calla, no les des ideas!
―No creo que lo hagan, ¿no?, buaggh, ¡menudo asco!, ya no me volvería a meter al agua...
―Pues tal y como están, no creo que les falte mucho... parece que está a punto de metérsela...
―¿Tú crees?
―Joder, mira cómo se agarra tu hermana a su cuello, yo creo que sí...
―Tírate al agua o acércate para que se separen o se corten un poco, estoy aguantando bastante, pero esto ya no, eh...
―Paso, paso, ¡qué vergüenza!
―¡Rajado! ―y Cayetana terminó la cerveza y se levantó en dirección a la piscina.
―¿Vas a meterte, hermanita?
―Sí, hace mucho calor ―dijo mi chica, que al ver que la parejita se separaba se giró hacia mí y me guiñó el ojo.
Me gustó ver a Cayetana acercándose a la piscina con el biquini de su hermana, y Álex hasta salió del agua, sentándose en el bordillo, para verla bien. Marta se quedó debajo de él, y mi chica finalmente cambió de opinión y solo se pegó una ducha. Los tres nos recreamos en ese instante, con el agua cayendo por el pelo de Cayetana, que echó la cabeza hacia atrás y refrescó su cuerpazo durante un minuto, ante la atenta mirada de todos.
Volvió conmigo y me arrebató la lata, vaciándola de un par de tragos antes de sentarse otra vez delante de mí. No solía ser muy normal que Cayetana bebiera alcohol, en alguna fiesta con sus amigos, pero de manera muy ocasional, y nunca en familia, yo apenas le había visto dos o tres veces un poco contentilla.
Y aquella tarde es verdad que invitaba a tomar una cerveza, pegaba fuerte el calor en la piscina, y Cayetana abrió las piernas y se recostó hacia atrás.
―Te toca ahora a ti el masaje ―me pidió.
Mis manos fueron inmediatamente a sus hombros y le di un beso en la mejilla.
―Me encanta esta Cayetana, has pasado de ellos y ahora tu hermana está que rabia al ver que no te molesta que esté sin la parte de arriba del biquini ni enrollándose con su novio en la piscina...
―¿Tú crees?
―Seguro.
Marta se levantó y pasó delante de nosotros en dirección a la casa.
―¿Queréis otra?
―¿Una a medias? ―me preguntó Cayetana.
―Sí, perfecto.
―A nosotros tráenos una para los dos ―le dijo a Marta.
―Ok...
No tardó en volver su hermana con tres latas más y dos cuencos con patatas, frutos secos y unas banderillas, que dejó en una mesita que había entre las dos hamacas. Ella se acercó a la piscina a llevarle la cerveza a su novio y Cayetana levantó las cejas al ver el comportamiento de su hermana.
―Me están sorprendiendo... no me esperaba estos detalles ―comentó―. Han traído la cena, una tarta...
―Sí... ―y no pude decir nada más porque Marta regresó enseguida, sentándose en la hamaca de al lado.
Yo continué con el masaje a Cayetana, que cerró los ojos dándole un trago a la cerveza de vez en cuando, mientras Marta nos observaba con detenimiento. Era muy morboso acariciar a mi chica cruzando la mirada con su hermana pequeña, a la que tenía medio desnuda a apenas un par de metros.
Y la cabrona coqueteaba conmigo con una sonrisa perversa. Jugaba con el pelo mojado pasándoselo por delante de los hombros para taparse los pequeños pechos, pero luego se lo retiraba, de manera casual, y erguía la espalda, mostrándome sus tetas y los pezones erectos.
―¡Mmmmm, qué maravilla! ―ronroneó Cayetana, ajena al juego de miraditas que me traía con su hermana, que dejó la cerveza en la mesa y se tumbó bocabajo, luciendo su trasero.
Yo sabía que lo hacía para provocarme y caía en su trampa, una y otra vez, pues me era imposible no mirar aquel culo. El ronroneo de mi novia, que se dejaba manosear, junto con el calor que hacía y el exhibicionismo de mi cuñada comenzaron a alterarme más de lo que me habría gustado.
Necesitaba un tiempo muerto.
―Voy un momentito al baño...
La temperatura dentro de La Casona bajaba unos cuantos grados, era lo que necesitaba y antes de aliviarme, me asomé a la ventana del salón que daba a la piscina, viendo cómo Álex se acercaba a las dos hermanas. Me quedé allí como un voyeur y el chico comenzó a echarle crema solar a Marta por todo el cuerpo, recorriendo su espalda, las piernas y deteniéndose finalmente en su culo, que manoseó aplastando sus glúteos en todas direcciones.
Cayetana se quedó parada, sin poder reaccionar, viendo a Álex sobar a su hermanita delante de sus narices, y yo permanecí unos instantes más en la ventana, contemplando atónito el manoseo del culazo de Marta. Entonces Álex se levantó con la crema en la mano y una empalmada terrible, dijo algo que no llegué a entender, y aunque Cayetana negó con la cabeza, eso no detuvo a Álex, que se sentó detrás de ella, ocupando mi lugar.
¿Qué cojones hacía ese tío?
No tardé en comprobarlo, se echó crema solar en la manos y se relamió antes de posarlas en la espalda de Cayetana, que sorprendentemente se dejó hacer. No se la veía cómoda del todo, y Álex inclinó el cuerpo de mi novia hacia delante, posando una mano en su hombro, y extendió bien el resto por la parte baja de su espalda, demasiado cerca de su culo, cuyo nacimiento debía estar viendo desde su posición.
Salí de mi escondite como alma que lleva el diablo, y me presenté delante de ellos con un carraspeo.
―Perdona, tío ―se disculpó Álex al ver que me quedaba allí de pie con los brazos cruzados―. Se estaba quemando Caye, mira qué rojos tiene los hombros...
―Ya le dije que no pasaba nada, que ahora venías tú ―quiso excusarse mi chica, que parecía sobrepasada por la situación.
―Disculpa ―y se levantó dejándome el sitio mojado, eso sí, con la erección igual de pronunciada o incluso más que antes de sentarse junto a mi chica―. Vamos a pegarnos un baño ―le dijo a Marta.
―Noooo, acabas de echarme la protección...
―Veeeenga ―insistió tirando de ella, ante lo que cedió mi cuñada sin mucha resistencia.
Se la llevó a la piscina y por el camino le soltó un azotazo en la nalga derecha que sonó de manera celestial. El glúteo de Marta ni se inmutó, duro como una piedra, pero la manaza de Álex se grabó a fuego casi al instante.
―¡Qué hijo de puta! ―murmuré entre dientes, aunque Cayetana lo escuchó.
Y en cuanto entraron al agua, comenzaron a besarse a lo bestia, como si estuvieran solos, el salido de Álex iba pasadísimo y Marta se dejó comer el cuello, envolviendo la cintura de su chico con las piernas.
―¡Se la va a follar! ―anuncié a Cayetana, que seguía sentada en la hamaca con las piernas abiertas y la espalda recta mirando hacia la piscina.
Apreté con los dedos en su hombro y se le escapó un pequeño gemido sin dejar de mirar la escena, quería hacerse la indignada con la parejita, pero no le salía, y me di cuenta de que mi novia, posiblemente a causa de la cerveza, también estaba cachondilla. Y es que en la piscina, Álex y Marta habían dado riendo suelta a sus instintos y se morreaban de una manera vulgar, sacando las lenguas y pasándoselas por los labios, la cara y el cuello, mientras las manos del chico acariciaban los dos glúteos de mi cuñada.
―No se atreverán a hacerlo aquí, ¿no? ―preguntó Cayetana.
―Lo mismo hasta se la ha metido ya, joderrrr...
―Mmmmmm ―murmuró mi novia, ladeando la cabeza hacia un lado, disfrutando del masaje que le hacía―. ¿En serio?, ¿tú crees que lo van a hacer?, ya es lo que me faltaba... ¡son unos impresentables!
La parejita no dejaba de forcejear y me pareció que Álex se la quería meter, pero Marta se resistía a hacerlo delante de nosotros. Aun así, se seguían besando y manoseando y me encantaba como mi cuñadita le acariciaba la cabeza, enredando los dedos en el frondoso pelo de su chico. Casi se podían escuchar los gemiditos que emitían ambos, que unido al ronroneo casi imperceptible de Cayetana, hizo que yo también me empezara a calentar.
Y cuando menos nos lo esperábamos, los dos salieron del agua. El pollón de Álex apuntaba hacia arriba y se le marcaba el contorno perfectamente a través de la tela mojada de sus bermudas. ¡Para lo delgado que estaba menuda cacho de verga tenía!
¡Era hasta desproporcionada!
Agarró de la cintura a Marta y sin despedirse de nosotros, enfilaron el camino a la entrada de la casa. La hermana de Caye tiró de su tanguita, subiéndolo por los laterales lo más arriba que pudo, incrustándoselo bien en el coño y entre sus glúteos y Álex volvió a azotarla antes de perderlos de vista.
―¡Otra vez se van a follar! ―afirmé yo, todavía relamiéndome de la visión celestial que acababa de tener y acariciando a Cayetana el ombligo.
―¡Vaya dos!, ¡están enfermos!..., ey, ¿qué haces? ―susurró mi novia.
―Nada, ¿por...?
―Sigue con la espalda...
―Como prefieras.
En esos minutos previos hasta que los sentimos en su habitación, en la planta alta, se hizo un silencio entre Cayetana y yo, los dos sabíamos que en breve íbamos a comenzar a escuchar sus gemidos y nos tenía a los dos extrañamente nerviosos... y excitados. Besé su hombro y bajé una mano para acariciar su culo antes de volverla a pasar hacia delante, pasando los dedos por su abdomen hasta que llegué a las braguitas de su biquini.
Se oyó con nitidez el primer gemido de Marta. Teníamos la ventana justo encima de nosotros y el cabrón de Álex se la acababa de meter hasta los huevos. Toda esa polla enorme dentro del coñito de mi cuñada, que comenzó a jadear al ritmo de las embestidas de su chico.
―¿Vamos dentro? ―le pregunté a Cayetana descendiendo con mis dedos y posándolos en su coño.
―Creo que se me han subido las cervezas... ―murmuró sin venir a cuento, justificando su repentino calentón.
Hice una ligera presión y hundí los dedos entre la tela, acariciando en círculos y con mucha suavidad, los labios vaginales de Cayetana, que echó la cabeza hacia atrás y me permitió que la manoseara.
―¡Qué cabrón!, ¡menuda follada le está pegando a tu hermana!, si te molesta vamos dentro...
Echó la mano por su espalda, y Caye me agarró la polla, comprobando que yo también la tenía dura, me pegó un par de sacudidas y abrió las piernas, para que pudiera acariciarla mejor.
―¿Quieres ir a la habitación? ―la pregunté.
Los gemidos de su hermana eran escandalosos a más no poder, y Álex bufaba como un toro, destrozando a su novia, sin importarle que la vieja cama de su habitación crujiera como si se fuera a partir en dos. Un tremendo azote, ¡PLAS!, se escuchó con nitidez, seguido de un gritito de dolor de Marta, que inmediatamente le pidió “más y más”.
Seguí masturbando a Caye en la hamaca, ella se reclinó hacia atrás, sacando las caderas para que mis dedos llegaran con más facilidad hasta su coño, y cuando los fui a colar por debajo de la tela ella me lo impidió.
―No, eso no... aaaaaah ―suspiró―. Déjame a mí ―y ella misma se metió los dedos comenzando a tocarse directamente el clítoris.
Se esforzaba en pajearme, recorriendo mi falo por encima de las bermudas, pero desde su posición era muy difícil y a punto de correrse, me cogió una mano y la situó debajo de su culo.
―Tócame un poquito ahí, aaaaah, aaaaah ―me pidió.
Me acababa de aplastar la mano con sus glúteos, sentándose encima de mí, y yo apenas podía apretar su trasero, entonces aparté su biquini y saqué un dedo, poniéndolo en posición vertical y buscando su entrada trasera. Al primer contacto Cayetana gimió y la muy zorra buscó acomodar su ano en mi dedo.
¡Quería que se lo metiera por el culo!
―¡Hijo de puta!, ¡la va a reventar! ―dije para calentar todavía más a Cayetana, que levantó la cadera y se fue dejando caer muy despacio, penetrándose analmente con mi dedo.
―¡¡¡¡Aaaaaah, qué rico!!!!!
―Te gusta esto, eeeeh, me pregunto qué pensarían tus padres si os vieran ahora a las dos, tu hermanita follando arriba y tú dejándote meter un dedo por el ojete, ¡menudas dos guarras estáis hechas!
―¡Aaaaaah, cállate, idiota, que estoy a punto de correrme!
―¡Pues hazlo!, ¡te pone cachondísima escuchar cómo gimen!, ¿verdad?
―Aaaaah, mueve el dedo, aaaaah, me encanta que me lo metas así, aaaaah, aaaaah... ―y de repenté Cayetana fue la primera en llegar al orgasmo―. ¡¡¡¡AAAAAH, QUÉ RICO, AAAAAH, AAAAAH, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!!!
Era increíble el aguante que tenía Álex, que no parecía bajar el ritmo y seguía embistiendo a Marta con potencia. Al ritmo de sus gemidos se corrió Cayetana, bajando y subiendo la caderas de la hamaca y cuando terminó se sacó la mano de las braguitas, apoyándola en mi muslo. Después echó el brazo hacia atrás y buscó mi polla de nuevo.
―Mmmmm, ha estado muy bien, ¿quieres terminar tú? ―me preguntó con la voz temblorosa.
Todavía tenía el dedo incrustado en su culo, que unido a los gritos de placer de Marta, hacían que mi polla estuviera bien dura. Y Cayetana me la sacó de las bermudas, sin mirarme, y se dispuso a pajearme a toda velocidad, meciendo sus caderas de lado a lado y subiendo y bajando, penetrándose con mi dedo. Mi chica quería más y un solo orgasmo parecía que le había sabido a poco.
―¿Quieres que lo saque?
―Aaaaah, como quieras...
―Me apetece ir a la habitación y restregarla contra tu culo, hacer como que te follo y correrme encima de ti...
―No podemos hacer eso...
―¿Por qué?
―Porque no nos vamos a poner a su nivel... no vamos a ir a la habitación, así que termina ya, antes de que bajen...
Y Cayetana se levantó, haciendo que mi dedo saliera de su interior y se dio la vuelta, sentándose frente a mí, con las piernas sobre mis muslos. Me agarró la polla y me la machacó con fuerza, mirando hacia abajo, comprobando cómo goteaba mi glande y lo hinchado que tenía el capullo. Me besó con ternura, pero a la vez de una manera muy erótica, pasándome la lengua por los labios secos y humedeciéndolos.
―¿Cómo crees que se la estará follando?, ¿a cuatro patas?
―Cállate y termina... ¡me da igual lo que estén haciendo!, ¡no me interesa!
―Suena como si se la estuviera follando desde atrás, ¿verdad?, ¿se la habrá metido por el culo?, la tiene demasiado grande para eso...
―¡Que te calles!
―¡Uf, voy a correrme, Cayetana, voy a correrme!, quería hacerlo a la vez que ellos, pero ufffff, ¡no puedo aguantarme más!, aaaah, aaaah, aaaaah, Caye ―y un primer lefazo salió volando, impactándome en el pecho.
Marta le pidió “más” y después anunció con un chillido de placer que se corría. Yo seguía eyaculándome encima y disfruté esos últimos momentos de orgasmo, deleitándome con los gemidos de Marta, mientras Cayetana me la meneaba muy despacio, escurriendo los últimos restos.
Nos metimos rápido a la casa para limpiarnos y cuando volvimos a salir cinco minutos más tarde, Álex debía haber terminado también, porque ya no se escuchaba nada en la planta alta. Tardaron bastante en bajar y cuando lo hicieron ya se estaba metiendo el sol. Nosotros habíamos aprovechado para darnos otro baño y de repente apareció la parejita con unas amplias sonrisas adornando sus caras.
Álex se quedó en la hamaca, satisfecho y vacío y Marta se acercó a la piscina. Se había tapado sus pechos con una camiseta negra de tirantes con la que nos enseñaba el ombligo y se sentó a la orilla remojándose los pies. Me encantó esa carita de recién follada, con los ojos semicerrados y el pelo suelto y despeinado, se acababa de pegar un buen chutazo de placer y no podía disimularlo.
¡Estaba radiante!
Y su novio nos miraba desde la hamaca, recostado con el torso desnudo, y con una cerveza en la mano. El cabrón se había quedado bien a gusto. Más o menos lo mismo que nosotros y el resto del día lo pasamos muy bien los cuatro, cenando pizza en el patio, degustando la tarta y tomando unos chupitos con varios juego de mesa, con los que nos dieron casi la una de la mañana.
No parecía que Cayetana se hubiera tomado mal lo que había pasado por la tarde y eso me gustaba. Yo creo que ese finde nació una nueva Cayetana, y aunque todavía no se había soltado del todo, esa parte morbosa que se dejaba entrever prometía mucho. Además, ya no se cortaba en pedirme que jugara con su culo, y sabía que con un poquito más de paciencia iba a ser ella misma la que terminara suplicándome que la enculara.
Pero antes todavía teníamos que disfrutar del último día en La Casona junto a “la parejita”...