La propuesta

Siento la demora, así que os he dejado un par de capítulos. Quedan diez capítulos más que pienso publicar en el próximo mes para terminar este libro, así que a mediados de julio ya estará todo publicado.
Un abrazo!
Tendrás considerado...
publicar la continuación en una fecha cercana???
 
Siento la demora, así que os he dejado un par de capítulos. Quedan diez capítulos más que pienso publicar en el próximo mes para terminar este libro, así que a mediados de julio ya estará todo publicado.

Un abrazo!
Ha merecido la pena la espera, espero con ansia los próximos capítulos....
 
Siento la demora, así que os he dejado un par de capítulos. Quedan diez capítulos más que pienso publicar en el próximo mes para terminar este libro, así que a mediados de julio ya estará todo publicado.

Un abrazo!
No tienes que pedir disculpas, eres el dueño del relato y tienes el derecho de manejarlo como desees.
Al culo de la pija le quedan días, a la arquitecta se la va a seguir follando con el cornudo mirando y la choni el sabor del semen le va a repetir toda la semana.
Y con el peligro que le estalle todo en la cara.
 
Ufffff....!!!!!!! Que ganas tenía de leer la continuación; lo de Beatríz va avanzando y Cayetana por ñoña va a quedarse a dos velas y sin novio... :cool::cool::cool::cool: Veamos que sucede cuando Beatríz se quede embarazada y nadie de la familia sepa la verdad... :cool::cool::cool::cool::cool::cool:;););););););):unsure::unsure::unsure::unsure::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1:🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
Última edición:
Del primer capitulo, Beatriz lo ha disfrutado tanto, que está claro que va a volver a pasar y van a ir a más.
En cuanto al segundo capítulo, está claro que Marta siente algo por el novio de Cayetana y por eso se le ha antojado ir y veremos si no intenta algo.
 
Muchas gracias David.
Si no comento es porque yo ya lo he leido y tengo miedo de cometer spolier.
Un abrazo amigo
 
Capítulo 19



Nos despertamos tarde, sobre las diez. ¡Qué bien se dormía en el pueblo sin escuchar ni un solo ruido!, y aprovechamos la última mañana sin compañía para desayunar en el jardín y salir a dar una vuelta por los alrededores, haciendo una ruta en bici de una horita.

Después preparamos una ensaladilla rusa para los cuatro y antes de que llegaran Marta y Álex nos pegamos un baño en la piscina. Me sorprendió que Cayetana finalmente no llamara a su hermana para que le trajera los biquinis y me tocó lavar a conciencia el de Marta, para que se lo pudiera poner otra vez después de la corrida del día anterior.

―Paso de pedirle nada... por un día ya me aguanto y me quedo con este... ―me soltó cuando le pregunté al respecto.

Así que Cayetana volvió a ponerse el biquini negro de su hermana, con esa braguita brasileña que le quedaba tan bien. A la una apretaba el sol, a pesar de estar ya en septiembre y tuvimos que pegarnos un bañito para refrescarnos, después de la ruta en bici y luego nos recostamos en la tumbona.

No tardaron mucho en llegar Marta y Álex. Cayetana se puso una camiseta en cuanto escuchamos la moto del imberbe y salimos a recibirlos al porche. Nos saludamos los cuatro y fuimos hasta al patio, pues la parejita tenía ganas de pegarse un bañito antes de comer.

Marta ya llevaba puesto el biquini bajo la ropa y Álex lo mismo, venía en bermudas, aunque se le notaba el calzón por debajo. Eso no fue impedimento para que se quitara la camiseta de tirantes, y se tirara al agua. ¡Menudo cerdo!, por lo menos se podía haber ido a cambiar antes.

Ahora lucía una cadenita plateada en el cuello, lo que le daba todavía un aire más de macarra y se quedó mirando cómo su novia se quitaba la ropa. Primero sus mini shorts vaqueros y luego el top que no le tapaba ni el ombligo.

Uf, Marta venía muy potente con un minúsculo biquini blanco, que era todo de tiras, excepto un triangulito en la zona del coño y otros dos para tapar sus pequeños pechos. Se pasó todo el pelo por un hombro y después imitó a su novio lanzándose de cabeza.

No había hecho nada y Cayetana ya estaba de mala hostia con su hermana. Podía notarlo a través de sus gafas de sol cuando se quitó la camiseta antes de recostarse en la tumbona.

―Anda, ese biquini me suena ―dijo Marta desde el agua al ver a Cayetana con uno de sus trapitos.
―Sí, me dejé los míos en casa y esto es lo único que encontré decente en el armario...
―¿Y no te queda pequeño?, ese es de cuando tenía quince años o así...
―Pues no... es lo que tiene estar delgadita ―afirmó mi novia, lanzándole una puyita a su hermana.

Por supuesto que Marta no se dio por ofendida. Ella no estaba tan delgada como Caye, pero tenía un cuerpo perfectamente proporcionado, con muslos fibrosos, culo redondo y respingón y un vientre plano y definido sin apenas pecho.

¡Un cuerpazo fitness!

―Mmmmm, ¡no pienso hacer nada en todo el finde!, ¡estoy molida! ―anunció Marta saliendo del agua y quedándose tumbada en la orilla.
―¿Mucha fiesta ayer? ―pregunté yo.
―Demasiada, creo que llegamos a casa sobre las siete...

Se acercó nadando su novio hasta ella, pegó un salto y le dio un beso en el vientre antes de volver a meterse en el agua. Luego se quedó de pie, dentro de la piscina, mirándonos y Marta se sentó detrás de él, metiendo los pies en el agua, pasando los muslos por sus hombros y acariciando el pelo brócoli de Álex.

―¿Y vosotros qué tal por aquí? ―dijo Marta.
―Pues ayer fenomenal, solitos... ―intervino Cayetana sin tan siquiera mirar hacia ellos mientras tomaba el sol.
―¡Caye, vale ya! ―susurré en bajito para que no nos escucharan.
―También nos hubiéramos venido el viernes ―siguió Marta que no captó la ironía de su hermana―, pero ayer teníamos el cumple de un amigo y no podíamos faltar...
―¡Qué bien! ―exclamó Cayetana con sorna.

Me quedé mirando a Marta, cómo se echaba la melena mojada hacia atrás, en un gesto supererótico, y cuando terminó metió bien los dedos entre el poblado pelo del niñato, que se dejó hacer. El verano le había sentado de maravilla a mi cuñada, estaba morena como un tito, casi más que Cayetana, y se notaba que no tenía ni una marca en la parte de arriba. Seguro que en la playa o con sus amigos tomaba el sol en topless, y de repente fijó la vista en mí, mirándome fijamente mientras acariciaba a su chico.

Esos pequeños tatuajes por los brazos todavía le daban un aire más salvaje, llevaba alguna frase, un par de letras, fechas, una mariposa, una clave de sol, varios dibujitos pequeños... y subió una pierna, apoyando el pie en el borde, y abriendo la rodilla hacia fuera en una postura vulgar.

Si no hubiera tenido Álex la cabeza delante, y con lo minúsculo que era ese biquini, seguro que le hubiera visto hasta el coño desde mi posición. El masaje capilar le debía estar encantando a su novio, porque cerró los ojos y se dejó manosear unos minutos en los que no habló nadie. Yo no perdía detalle de cómo le tocaba y de vez en cuando le soltaba algún besito en la cabeza, y es que me sorprendía ver a mi cuñada tan encoñada con el capullo ese que no tenía ni dos dedos de frente.

―Bueno, ¿y qué vamos a hacer esta tarde? ―preguntó Marta.
―Lo mismo que ahora ―dijo Cayetana―, tomar el sol, y leer un rato.
―¡Jo, qué sosos!, habíamos pensado comprar unas cervecitas y jugar a algún juego de mesa por la noche... ¿os parece bien? ―insistió Marta.
―Sí, parece buen plan ―aseguré yo sin mucho entusiasmo.
―Ya veremos, ¡uf, qué calor hace! ―dijo Cayetana levantándose de la tumbona.

En ese momento todas las miradas se dirigieron a mi novia, que se acercó despacio a la piscina luciendo el biquini negro de su hermana pequeña.

―Te queda muy bien, Caye, ¡si lo quieres te lo regalo! ―gritó Marta sin dejar de acariciar a Álex, que se quedó con la vista clavada fijamente en mi novia.

No me extrañaría que ya estuviera empalmado bajo el agua, porque el masajito de Marta tenía pinta de ser muy placentero y el muy cabrón se mordió los labios cuando Cayetana se dio la vuelta y comenzó a bajar lentamente por la escalera. Chequeó su culo de arriba abajo, con la complicidad de su novia, que sonreía divertida al ver a Álex embobado con Cayetana. Estaba claro que no tenía ningún tipo de celos de su hermana mayor e incluso me parecía que ella se encontraba muy al tanto de las pasiones que despertaba Caye en su chico.

Los dos se quedaron en la misma posición mientras Cayetana nadaba de lado a lado en la piscina de diez metros, Álex seguía con la vista a mi novia, como si fuera un juez de silla de tenis y Marta no dejaba de mirarme fijamente.

―¿No te metes al agua, Jorge?
―Sí, sí, ahora...
―Venga, podíamos hacer una lucha de parejas, a ver quién aguanta más ―comentó avanzando un poco y sentándose sobre los hombros de Álex, que sujetó a Marta por las piernas―. ¿O no quieres volver a perder contra mí?

Justo terminó de nadar Cayetana, que se situó a un lado de la piscina, aunque no había escuchado la propuesta de su hermana.

―Caye, nos están retando estos dos... ―dije levantándome con energía de la tumbona.
―Yo paso...
―De eso nada, vamos a demostrarles a estos que no les tenemos ningún miedo ―y me lancé al agua decidido en dirección a Cayetana.

Nadé hasta ella y me zambullí para situar mi cabeza entre sus piernas.

―Jorge, que te he dicho que...
―Ssssssh, calla ―y la levanté con facilidad, girándome hacia la parejita que nos esperaban en el centro de la piscina.

De cinco o seis pasos llegamos a la mitad y tras un segundo de respiro se desataron las hostilidades. Las dos hermanas chocaron las manos y comenzaron a forcejear zarandeándose mutuamente de lado a lado. Sujeté con más fuerza a Cayetana por los muslos, por nada del mundo quería perder contra esos dos niñatos, aunque mi chica estuvo a punto de caer un par de veces. La cabrona de Marta era el triple de competitiva que mi novia y tenía bastante más potencia y energía.

Con otro paso avancé hasta quedarme a medio metro de Álex, las dos hermanas ya no solo se agarraban las manos, tiraban de los brazos, de los hombros y tras un par de minutos de lucha, escuché resoplar a mi contrincante.

―¡Joder, no puedo más! ―exclamó Álex liberando unos segundos la presión que hacía sobre las piernas de Marta.

Y acto seguido mi cuñada se desequilibró tratando de sujetar por el pelo a su novio, pero no pudo hacer nada más y con un empujón a dos manos de Cayetana cayó hacia atrás, soltando un grito de desesperación.

―¡Noooo, putaaaa!
―¡Ja, ja, ja, ciao, ciao, hermanita!
―¡Mierda, quiero la revancha! ―dijo Marta con un saltito, subiéndose de nuevo a los hombros de Álex.
―Me duelen ya los brazos y los hombros de sujetarte ―quiso advertirle su novio, pero Marta era demasiado orgullosa, y cuando me quise dar cuenta, las dos hermanas ya estaban de nuevo enzarzadas.

Me encantaba contemplar los muslos de mi cuñada tan de cerca, ese cuerpo definido y atlético me ponía mucho y los pequeños gruñiditos que emitía mientras peleaba con su hermana todavía me gustaban más, pero al parecer no era el único que se fijaba en la chica de enfrente, pues Álex tenía la mirada fija en las largiruchas piernas de Cayetana.

Era quizás su único aliciente a seguir sufriendo. Su rostro denotaba el esfuerzo que estaba haciendo por sujetar los fibrados muslos de Marta y yo sabía que en unos pocos segundos iba a ceder de nuevo. Me confié tanto que subestimé a mi cuñadita, que estuvo a punto de tirar a Cayetana, por lo que tuve que atrapar sus muslos con fuerza, aunque yo también tenía ya los hombros cargados.

Arriba ya valía todo, y lo que empezó como un juego se había convertido en una lucha a vida o muerte, incluso me pareció que Cayetana le rozaba la cara a su hermana, que rabiosa le pegó un medio guantazo a mi chica justo cuando Álex cerraba los ojos y se dejaba ir.

―¡¡No, ¿qué haces?!! ―preguntó Marta agachando la cabeza―. No me sueltes...

Pero era demasiado tarde, y Cayetana empujó con ganas a su hermana, que viendo la derrota de cerca se dejó caer hacia delante, intentando derribarnos mientras ella cedía. Sentí la rodilla de Marta en mis labios y después de un tremendo impacto mi cuñada terminó en el agua.

Resultado, Cayetana terminó con un arañazo en la cara y yo con el labio medio partido. Los dos sangrando, pero de pie.

―¡Me has hecho sangre! ―dijo Cayetana tocándose la cara―. ¡Eres una picada!

Y de repente Marta saltó por mi espalda y con una fuerza asombrosa tiró de mí hacia atrás, haciendo que cayera su hermana al agua también.

―¿Pero tú estás bien de la cabeza?, te fastidia que te haya ganado, eh, ¡pues te aguantas! ―insistió mi novia, retando a su hermana con la mirada.

Luego Marta salió del agua, malhumorada, con un enfado tremendo y se echó la mano a la espalda, desaflojando el sujetador, antes de tumbarse en la hamaca con cara de mala hostia. Solo pude disfrutar de sus glúteos unos segundos, sin embargo, Marta se quedó con la parte de arriba de la mano y lo lanzó contra el suelo.

Flexionó una pierna y se quedó así, como si nada, haciendo topless delante de nosotros con sus tetitas al aire. Las mini tiras de su tanga era lo único que impedía que estuviera desnuda del todo. Álex y yo nos quedamos callados, mirando la escena y después abracé a mi novia por detrás, dándole un beso en el hombro para que se tranquilizara.

―Déjala ―susurré en su oído―. Ya sabes que es muy competitiva... disfruta de la victoria.
―Pero esta, ¿qué narices hace?, y ahora se quita el biquini también... ―dijo Cayetana y al girarse me encontró con la mano en la cara―. Joder, Jorge, te ha partido el labio... anda vamos fuera, que te curo o lo vas a llenar todo de sangre...

Habíamos pagado un precio muy alto por ese pequeño triunfo, y quizás Cayetana debiera haber sonreído al pasar al lado de su hermana, saboreando y restregándole la dulce victoria, eso le hubiera fastidiado más, sin embargo, volvieron a enzarzarse en otra discusión.

―¿Te parece normal lo que haces? ―le preguntó Cayetana, delante de ella, con las manos en las caderas.
―Pues sí, ¿por qué lo dices?, ¿por estar tomando el sol?, no me gustan las marcas del biquini...
―Cuando estés delante de mi novio te tapas, chica ―le soltó Cayetana, que amenazó con lanzarse a por ella.
―Seguro que a él no le importa y al mío ya te digo que tampoco, así que tú eres la única ofendidita...
―Bueno, lo que me faltaba por oír...

Tuve que tirar del brazo de mi novia o hubieran vuelto a engancharse en otra pelea.

―Déjala, no entres al trapo ―e intenté llevármela para dentro de la casa, mirando de reojo los pechos de mi cuñada.
―¡Amargada! ―escuché que soltaba Marta por detrás de mi espalda. Menos mal que no lo escuchó mi novia.

Me llevó al baño y con una gasa me curó el labio, que no dejaba de sangrar. Habían sido demasiadas emociones en poco tiempo y yo le eché un poco de agua oxigenada en el arañazo que tenía en la cara. Tampoco era mucho.

Tuvimos que entrar en nuestra habitación y calmarnos antes de la comida. Apenas llevaban una hora en La Casona y Cayetana ya estaba de los nervios. Cuando volvimos a salir al patio para poner la mesa no se encontraban en la piscina, ni Álex ni Marta, y enseguida nos llegó un gemido desde su cuarto, en la planta alta.

Miramos hacia arriba, extrañados, tenían la ventana medio abierta y de repente ese traqueteo inequívoco de la cama, acompañados de los jadeos de los dos. ¡No me lo podía creer!

¡Estaban follando y no se cortaban un pelo!

La parte de arriba del biquini seguía tirada en el suelo y la cara de incredulidad de Cayetana pasó en pocos segundos a un enfado monumental con su hermana pequeña. La situación era ridícula, los dos con los platos y cubiertos en la mano, poniendo la mesa para comer y en la planta alta, Álex y Marta follando como dos salvajes.

―¡Ya lo que faltaba!, por esto sí que no paso, ¡ni una más, eh, ni una más!, ¡es una descarada y una sinvergüenza!, no pienso volver con ella en la vida... si quiere venir aquí con su novio para esto y utilizarnos a nosotros de tapadera con mis padres, que se vaya olvidando...

Yo no sabía ni qué hacer, entré en casa y cogí el recipiente donde estaba la ensaladilla rusa. Corté el pan y saqué un par de cervezas con limón y unas aceitunas como aperitivo. Cuando iba a volver a salir al patio me encontré con Cayetana, que se metía al interior.

―¿Dónde vas?, había preparado una tapita para...
―¿Fuera? ¿en la piscina?, sí, con música de ambiente, si quieres tomamos el vermut mientras los escuchamos...
―A mí no me importa, ellos son los que se tenían que cortar un poquito... a ver si por su culpa no vamos a poder ni tomar una cerveza...
―Pues también tienes razón, y ¿sabes lo que te digo?, que después nos ponemos a comer, me da igual sin vienen o no, de hecho, no me apetece nada comer con ellos...

Abrimos una lata de cerveza con limón para compartir y nos sentamos en la mesa a la sombra. Ya estaban puestos los cuatro platos y la ensaladilla rusa en el centro. No sé cómo describir esa situación tan surrealista, Cayetana intentaba aparentar normalidad, pero los gritos de placer de su hermana le debían estar volando la cabeza.

Y a mí ni te digo. Llevaba una empalmada brutal bajo las bermudas.

Se la debía estar follando a cuatro patas, porque ese ruido de los cuerpos al chocar era inconfundible y yo me imaginé a Álex embistiendo con su pollón a Martita desde atrás, contemplando su duro trasero y rebotando su pubis contra él.

¡Eso debía ser la hostia!

Y encima, el cabrón tenía aguante. Yo pensando que era un flojo y de repente se había transformado en un jodido fucker. Se me escapó la risa, fue un acto reflejo e intenté que no se me notara, pero Cayetana se dio cuenta y me pasó la lata de cerveza.

―¿Te hace gracia?
―No..., bueno sí, no sé, creo que tenías razón y deberíamos haber tomado el vermut dentro de la casa...

Entonces escuchamos a Álex.

―¡¡Aaaah, joder, me voy a correr!! ―y después un gruñido precediendo su eyaculación.
―Sí, sí, aaaah, no te corras dentro, échamelo todo por encima, mmmmm, ¡¡sabes que eso me encanta!! ―gimoteó Marta con su particular voz de zorra.

Me palpitó la polla cuando escuché esas palabras y Cayetana no lo pudo soportar más y se levantó de mala hostia, metiéndose dentro de la casa. Yo me quedé allí, saboreando la respiración agitada de los dos después de terminar y los besos que sonaron nítidos y profundos en el eco del patio.

Tuve que esperar a que se me bajara la erección antes de entrar a buscar a Cayetana y después salimos los dos a comer solos al patio. Cinco minutos más tarde, apareció la parejita, Álex con una camiseta de tirantes y bermudas y Marta con un top blanco, que dejaba al descubierto su ombligo y el tanguita del biquini.

Ni tan siquiera se había tomado la molestia de peinarse y apareció con el pelo revuelto y un moño mal hecho. Sin decir una palabra, abrazó a su hermana por detrás, y pegó la cara a su cabeza, cerrando los ojos con cara de pena.

―¡Lo siento, Caye!, antes me he pasado mucho, no quería hacerte daño, perdóname, bueno, y tú también, Jorge...
―No pasa nada ―intervine yo―. Asunto olvidado, vamos a pasarlo bien este finde los cuatro.
―¿En serio me perdonáis?, ¿Caye?
―Claro... no te preocupes ―dijo mi novia en un tono bastante seco, y después Marta vino hacia mí y me dio otro abrazo, pegando sus pezones en mi espalda, que me provocaron un escalofrío.
―Joder, Jorge, perdona, te he dejado el labio hecho un cuadro...
―Mmmm, está buenísima esta ensaladilla rusa... ―dijo Álex ajeno a las disculpas de su novia, sirviéndose la ensaladilla para él solo y dejando el plato de Marta vacío.

Menuda patán. Era una polla con patas. La mayoría del tiempo pasaba completamente de Marta, solo le importaba el móvil y follársela cuando se le ponía dura, que por lo que parecía era con bastante frecuencia.

Las sinceras disculpas de mi cuñada rebajaron bastante la tensión en la comida, e incluso nos terminamos riendo del incidente y de la lucha que habíamos tenido en la piscina. Después de comer, Álex se levantó sin tan siquiera recoger el plato y se metió en La Casona para tumbarse en el sofá. Entre los tres limpiamos la mesa y luego me quedé con Marta en la cocina, fregando los cacharros, mientras Cayetana se recostaba en la hamaca del patio con un libro en la mano.

Reconozco que era muy incómodo para mí estar en el mismo espacio que Marta, que me mostraba su cuerpazo sin ningún pudor y es que a cualquier sitio donde miraba, solo veía su culo, sus piernas, sus brazos o su ombligo.

Yo fregaba y ella aclaraba a mi lado, rozando nuestras manos, y de vez en cuando me echaba una miradita, acompañada de una sonrisa que me dejaba descolocado. Y yo no podía dejar de pensar en que estaba recién folladita, oliendo a sexo, y eso me daba un morbazo terrible.

¡Es que la niñata de Martita estaba demasiado buena!

―No sé dónde había un trapo para secar esto ―dijo dándome la espalda y agachándose de manera descarada, rebuscando en un cajón, para mostrarme el culo en todo su esplendor.

Y cuando se levantó me encontró allí, con la mirada fija en su trasero y una empalmada imposible de disimular.

―Eh, eh..., creo que ahí en la silla ahí uno ―tartamudeé bajando la cabeza.
―Lo podías haber dicho antes... ―y se acercó a mí con el trapo de cocina en la mano―. Siento mucho lo del labio, aunque te queda bien, ja, ja, ja, ¡estás muy mono con ese corte!, pareces un tipo duro... ―susurró pasando un dedo cerca de mi boca e inclinándose sobre mí para darme un beso en la mejilla, casi rozando mis labios.
―Gracias.

De manera instintiva me dejé hacer y apoyé una mano en su cintura desnuda. Después nos miramos a los ojos y sentí el cálido aliento de Marta golpeando mi rostro.

―¿Se nos ha escuchado mucho antes?
―¿Perdona?
―Sí, antes de comer, ya sabes ―dijo levantando las cejas―. Álex se ha puesto un poco pesadito y bueno... al final no me ha quedado más remedio, aunque a mí me daba un poco de corte sabiendo que estabais en el patio...
―Pues se os escuchaba bastante, sí, tu hermana se ha pillado un buen rebote...
―¿Y tú?
―A mí me da igual lo que hagáis...
―¿Seguro?
―Sí, ¿por qué?

Ella sonrió y me pasó el trapo, estrellándolo contra mi estómago, dejándolo allí unos segundos, con sus dedos peligrosamente cerca de mi paquete.

―¿Deberíamos terminar alguna vez, no?
―¿El qué...?
―Pues lo de recoger la cocina, ¿qué va a ser...?
―Sí, sí, claro...
―Esta noche queríamos invitaros a cenar, por lo de la comida y también por lo de... bueno, ya sabes, que me he pasado un poco... así que Álex y yo habíamos pensado bajar al pueblo y comprar unas pizzas y unas cervecitas, ¿te parece bien?
―Sí, aunque no quiero acostarme muy tarde ni beber alcohol, mañana había pensado levantarme pronto para salir a correr...
―Siempre tan formalito, me encanta..., ¿y puedo acompañarte?, hace tiempo que no salgo a trotar...
―Me da igual, pero te advierto que voy a madrugar y quiero ir rápido, no sé si me vas a aguantar el ritmo...
―Lo mismo eres tú el que no me aguanta el ritmo y te va a tocar ir detrás, ja, ja, ja, aunque eso seguro que te gusta... bueno, anda, voy a ver una peli con Álex y tú, no sé, quizás deberías relajarte...

Y después soltó el trapo que reposaba en mi vientre, se quedó colgando por el medio, justo en toda mi erección, como si fuera una especie de toallero.

―Luego nos vemos, ja. Ja, ja, y cálmate un poquito... ―murmuró con una sonrisa lujuriosa acercándose de nuevo a mi boca, y dándome otro beso de despedida, esta vez rozando el exterior de mis labios.

Me giré hacia ella viendo cómo salía de la cocina y la zorra se colocó la tira del tanguita que se perdía entre sus cachetes. Ella ni se volvió, no hacía falta.

Sabía de sobra dónde tenía puesta la mirada.
 
Capítulo 20



Otra vez había vuelto a jugar conmigo y yo caí en su trampa, dejándome engatusar de nuevo por la niñata de Marta. Me fastidiaba que me zorreara así y tenía que andarme con mucho ojo con ella después de lo que había pasado en el coche y sus posteriores acusaciones.

¡Es que no aprendía!

Pero es que estaba muy buena, y tenerla medio desnuda delante de mí todo el día en La Casona me ponía muy cachondo. Y además ahora, con el recuerdo de sus gemidos después del polvo que habían echado antes de comer.

Era increíble que con lo que llevaba encima, entre lo de Beatriz el miércoles y el jueves, y lo de Cayetana la noche anterior, todavía Martita fuera capaz de excitarme con esa facilidad. ¡Era una puta Lolita de manual!

Se paseaba por la casa con su culo de guarra, con esa voz ronca de zorrita consentida, con esos aires de superioridad, y no era más que una pijita niña de papá, a la que se follaba el pringao de Álex cuando le daba la gana.

Salí de la cocina enfadado conmigo mismo por haber entrado en su juego, pero sin poder bajar el empalme que tensionaba mis bermudas. Y al pasar por el salón, me encontré a la parejita acurrucados, y viendo la tele mientras Marta subía uno de sus muslos sobre el regazo de Álex.

Me tumbé en la hamaca bocabajo y desperté un rato más tarde con unas manos que masajeaban mi espalda. Al girarme vi a Cayetana echándome crema solar y se recostó sobre mí y me dio un beso en el hombro.

―Te estás abrasando ahí al sol... llevas un par de horas dormido...
―¡Gracias, Caye!
―Mi hermana y Álex acaban de irse al pueblo, me han dicho que tenían que comprar unas cosillas...
―Sí, algo me ha comentado Marta, nos querían invitar a cenar y tal...
―Ah, pues no lo sabía. Ya teníamos un par de pizzas en el congelador, no hacía falta que compraran nada.
―Pues llámala y díselo...
―Bah, paso, a ver si están un rato en el pueblo y nos dejan tranquilos ―dijo Cayetana sin dejar de masajearme.

Estaba de maravilla tomando el solito y sintiendo las manos de mi chica recorriendo mi espalda. Se había sentado sobre mis glúteos y clavó sus dedos en mi cuello.

―Estás muy tenso... tienes esta zona muy rígida, creo que yo estoy igual...
―Te pones así cuando estás con tu hermana, deberías relajarte...
―Ni que lo digas, y ya sabes cuál es la mejor manera de hacerlo ―suspiró moviendo las caderas de lado a lado.
―¿No me digas que te apetece ahora?
―Sí, pero prefiero no hacer nada, estos se han ido hace media hora y si solo bajan a comprar, no creo que tarden en volver. No quiero que nos pillen... ya sabes...
―A ellos les ha dado igual que estuviéramos o no en casa...
―Sí, pero nosotros no somos con ellos. Hay que tener un poco más de clase y educación.
―Pues es una pena, porque solo con tenerte así encima, me has “alegrado” el día...
―¡Idiota!, que me bajo, eh...
―No, noooo, sigue con el masajito...

Menos mal que no nos metimos en la habitación, porque Álex y Marta regresaron diez minutos más tarde. Traían doce latas de cerveza, un par de pizzas, tarta helada, patatas y una botellita de crema de orujo.

Cayetana ni se inmutó, y siguió sentada sobre mi espalda, metiéndome los dedos en el homoplato, cuando Álex y Marta salieron al patio con cuatro cervezas en la mano.

―Las hemos traído fresquitas... ―dijo Álex dejando dos a nuestro lado sin preguntarnos si nos apetecía.

No quisimos hacerles el feo y aprovechando los últimos rayos de sol del verano, me tocó cambiar de postura y me senté en la hamaca para tomarme la cervecita. Había salido un día fantástico y para estar a mediados de septiembre picaba bastante el sol.

En la hamaca de al lado, Marta estaba sentada detrás de su novio, otra vez se quedó en topless y acariciaba la espalda de su novio, que solo llevaba puestas las bermudas hasta las rodillas y su ridícula cadena al cuello. Parecían un chulo y su putita.

Cayetana pasó de decirle nada a su hermana porque estuviera medio desnuda, y se controló antes de tener otra bronca con ella. El ambiente en la piscina era relajado y dejó que Marta tomara el sol con sus pequeñas tetas al aire. Total, yo ya se las había visto y no ganaba nada con decirle que se tapara. Solo tener otro discusión. Y yo, sentado detrás de Cayetana, aproveché y me fijé en el cuerpo de Marta sin que mi novia pudiera verme.

Ambos nos miramos y ella levantó las cejas con una sonrisilla maliciosa, para luego besar el hombro de su novio y pasar las manos hacia delante, acariciando su abdomen. Los dedos de Marta recorriendo los abdominales de Álex le provocaron una erección instantánea, y al mierdecilla no se le ocurrió otra cosa que recostarse hacia atrás, haciendo más patente la empalmada que llevaba.

La facilidad que tenía Marta para levantar pollas era todo un don.

Y cuando Cayetana, con la lata de cerveza en la mano, miró a la derecha, se encontró con el tremendo bulto que marcaba Álex recostado en la hamaca. ¡Era exageradísimo!, aunque esta vez no pareció importarle, incluso se recreó con esas vistas unos segundos más de la cuenta. Yo imité a Marta y masajeé su espalda y su ombligo, y para mi sorpresa, Cayetana se dejó hacer.

―¿Nos damos un baño? ―preguntó Marta a su novio.
―Sí, vamos...
―Espera, cógeme ―y cuando los dos se pusieron de pie, Marta pegó un brinco y se enganchó a la espalda de su novio, que la llevó a burro hasta el agua.

Forcejearon en la piscina, nos deleitaron con una pequeña lucha y terminaron comiéndose la boca ajenos a nuestras miradas.

―¡Muy bien, Cayetana! ―le susurré en el oído a mi chica.
―Muy bien, ¿por qué?
―Por no haber dicho nada y por estar tranquilita, ¡qué hagan lo que quieran!
―Sí, he decidido no enfadarme, ¿qué quiere estar en tetas como una zorra?, pues me da igual, aunque no me gusta que lo haga delante de ti.
―Por mí no te preocupes, prefiero las tuyas mil veces, ja, ja, ja...
―¡Muy gracioso!
―Aunque a lo mejor el que se tiene que poner celoso soy yo, ¿o te crees que no me he dado cuenta de cómo le has mirado el paquete al premio Nobel?
―Sí, buffff, no he podido resistirlo, es que está tan buenorro, y con esa cadena, mmmm, me derrito, ¡menudo guaperas!, ¡nos tiene a todas loquitas!, ja, ja, ja...
―Ja, ja, ja, sí, sí, muchas bromas, pero tiene pinta de ser un buen cabronazo...
―Eso no te lo discuto... y míralos, ya solo les falta ponerse a follar también en la piscina.
―¡Calla, no les des ideas!
―No creo que lo hagan, ¿no?, buaggh, ¡menudo asco!, ya no me volvería a meter al agua...
―Pues tal y como están, no creo que les falte mucho... parece que está a punto de metérsela...
―¿Tú crees?
―Joder, mira cómo se agarra tu hermana a su cuello, yo creo que sí...
―Tírate al agua o acércate para que se separen o se corten un poco, estoy aguantando bastante, pero esto ya no, eh...
―Paso, paso, ¡qué vergüenza!
―¡Rajado! ―y Cayetana terminó la cerveza y se levantó en dirección a la piscina.
―¿Vas a meterte, hermanita?
―Sí, hace mucho calor ―dijo mi chica, que al ver que la parejita se separaba se giró hacia mí y me guiñó el ojo.

Me gustó ver a Cayetana acercándose a la piscina con el biquini de su hermana, y Álex hasta salió del agua, sentándose en el bordillo, para verla bien. Marta se quedó debajo de él, y mi chica finalmente cambió de opinión y solo se pegó una ducha. Los tres nos recreamos en ese instante, con el agua cayendo por el pelo de Cayetana, que echó la cabeza hacia atrás y refrescó su cuerpazo durante un minuto, ante la atenta mirada de todos.

Volvió conmigo y me arrebató la lata, vaciándola de un par de tragos antes de sentarse otra vez delante de mí. No solía ser muy normal que Cayetana bebiera alcohol, en alguna fiesta con sus amigos, pero de manera muy ocasional, y nunca en familia, yo apenas le había visto dos o tres veces un poco contentilla.

Y aquella tarde es verdad que invitaba a tomar una cerveza, pegaba fuerte el calor en la piscina, y Cayetana abrió las piernas y se recostó hacia atrás.

―Te toca ahora a ti el masaje ―me pidió.

Mis manos fueron inmediatamente a sus hombros y le di un beso en la mejilla.

―Me encanta esta Cayetana, has pasado de ellos y ahora tu hermana está que rabia al ver que no te molesta que esté sin la parte de arriba del biquini ni enrollándose con su novio en la piscina...
―¿Tú crees?
―Seguro.

Marta se levantó y pasó delante de nosotros en dirección a la casa.

―¿Queréis otra?
―¿Una a medias? ―me preguntó Cayetana.
―Sí, perfecto.
―A nosotros tráenos una para los dos ―le dijo a Marta.
―Ok...

No tardó en volver su hermana con tres latas más y dos cuencos con patatas, frutos secos y unas banderillas, que dejó en una mesita que había entre las dos hamacas. Ella se acercó a la piscina a llevarle la cerveza a su novio y Cayetana levantó las cejas al ver el comportamiento de su hermana.

―Me están sorprendiendo... no me esperaba estos detalles ―comentó―. Han traído la cena, una tarta...
―Sí... ―y no pude decir nada más porque Marta regresó enseguida, sentándose en la hamaca de al lado.

Yo continué con el masaje a Cayetana, que cerró los ojos dándole un trago a la cerveza de vez en cuando, mientras Marta nos observaba con detenimiento. Era muy morboso acariciar a mi chica cruzando la mirada con su hermana pequeña, a la que tenía medio desnuda a apenas un par de metros.

Y la cabrona coqueteaba conmigo con una sonrisa perversa. Jugaba con el pelo mojado pasándoselo por delante de los hombros para taparse los pequeños pechos, pero luego se lo retiraba, de manera casual, y erguía la espalda, mostrándome sus tetas y los pezones erectos.

―¡Mmmmm, qué maravilla! ―ronroneó Cayetana, ajena al juego de miraditas que me traía con su hermana, que dejó la cerveza en la mesa y se tumbó bocabajo, luciendo su trasero.

Yo sabía que lo hacía para provocarme y caía en su trampa, una y otra vez, pues me era imposible no mirar aquel culo. El ronroneo de mi novia, que se dejaba manosear, junto con el calor que hacía y el exhibicionismo de mi cuñada comenzaron a alterarme más de lo que me habría gustado.

Necesitaba un tiempo muerto.

―Voy un momentito al baño...

La temperatura dentro de La Casona bajaba unos cuantos grados, era lo que necesitaba y antes de aliviarme, me asomé a la ventana del salón que daba a la piscina, viendo cómo Álex se acercaba a las dos hermanas. Me quedé allí como un voyeur y el chico comenzó a echarle crema solar a Marta por todo el cuerpo, recorriendo su espalda, las piernas y deteniéndose finalmente en su culo, que manoseó aplastando sus glúteos en todas direcciones.

Cayetana se quedó parada, sin poder reaccionar, viendo a Álex sobar a su hermanita delante de sus narices, y yo permanecí unos instantes más en la ventana, contemplando atónito el manoseo del culazo de Marta. Entonces Álex se levantó con la crema en la mano y una empalmada terrible, dijo algo que no llegué a entender, y aunque Cayetana negó con la cabeza, eso no detuvo a Álex, que se sentó detrás de ella, ocupando mi lugar.

¿Qué cojones hacía ese tío?

No tardé en comprobarlo, se echó crema solar en la manos y se relamió antes de posarlas en la espalda de Cayetana, que sorprendentemente se dejó hacer. No se la veía cómoda del todo, y Álex inclinó el cuerpo de mi novia hacia delante, posando una mano en su hombro, y extendió bien el resto por la parte baja de su espalda, demasiado cerca de su culo, cuyo nacimiento debía estar viendo desde su posición.

Salí de mi escondite como alma que lleva el diablo, y me presenté delante de ellos con un carraspeo.

―Perdona, tío ―se disculpó Álex al ver que me quedaba allí de pie con los brazos cruzados―. Se estaba quemando Caye, mira qué rojos tiene los hombros...
―Ya le dije que no pasaba nada, que ahora venías tú ―quiso excusarse mi chica, que parecía sobrepasada por la situación.
―Disculpa ―y se levantó dejándome el sitio mojado, eso sí, con la erección igual de pronunciada o incluso más que antes de sentarse junto a mi chica―. Vamos a pegarnos un baño ―le dijo a Marta.
―Noooo, acabas de echarme la protección...
―Veeeenga ―insistió tirando de ella, ante lo que cedió mi cuñada sin mucha resistencia.

Se la llevó a la piscina y por el camino le soltó un azotazo en la nalga derecha que sonó de manera celestial. El glúteo de Marta ni se inmutó, duro como una piedra, pero la manaza de Álex se grabó a fuego casi al instante.

―¡Qué hijo de puta! ―murmuré entre dientes, aunque Cayetana lo escuchó.

Y en cuanto entraron al agua, comenzaron a besarse a lo bestia, como si estuvieran solos, el salido de Álex iba pasadísimo y Marta se dejó comer el cuello, envolviendo la cintura de su chico con las piernas.

―¡Se la va a follar! ―anuncié a Cayetana, que seguía sentada en la hamaca con las piernas abiertas y la espalda recta mirando hacia la piscina.

Apreté con los dedos en su hombro y se le escapó un pequeño gemido sin dejar de mirar la escena, quería hacerse la indignada con la parejita, pero no le salía, y me di cuenta de que mi novia, posiblemente a causa de la cerveza, también estaba cachondilla. Y es que en la piscina, Álex y Marta habían dado riendo suelta a sus instintos y se morreaban de una manera vulgar, sacando las lenguas y pasándoselas por los labios, la cara y el cuello, mientras las manos del chico acariciaban los dos glúteos de mi cuñada.

―No se atreverán a hacerlo aquí, ¿no? ―preguntó Cayetana.
―Lo mismo hasta se la ha metido ya, joderrrr...
―Mmmmmm ―murmuró mi novia, ladeando la cabeza hacia un lado, disfrutando del masaje que le hacía―. ¿En serio?, ¿tú crees que lo van a hacer?, ya es lo que me faltaba... ¡son unos impresentables!

La parejita no dejaba de forcejear y me pareció que Álex se la quería meter, pero Marta se resistía a hacerlo delante de nosotros. Aun así, se seguían besando y manoseando y me encantaba como mi cuñadita le acariciaba la cabeza, enredando los dedos en el frondoso pelo de su chico. Casi se podían escuchar los gemiditos que emitían ambos, que unido al ronroneo casi imperceptible de Cayetana, hizo que yo también me empezara a calentar.

Y cuando menos nos lo esperábamos, los dos salieron del agua. El pollón de Álex apuntaba hacia arriba y se le marcaba el contorno perfectamente a través de la tela mojada de sus bermudas. ¡Para lo delgado que estaba menuda cacho de verga tenía!

¡Era hasta desproporcionada!

Agarró de la cintura a Marta y sin despedirse de nosotros, enfilaron el camino a la entrada de la casa. La hermana de Caye tiró de su tanguita, subiéndolo por los laterales lo más arriba que pudo, incrustándoselo bien en el coño y entre sus glúteos y Álex volvió a azotarla antes de perderlos de vista.

―¡Otra vez se van a follar! ―afirmé yo, todavía relamiéndome de la visión celestial que acababa de tener y acariciando a Cayetana el ombligo.
―¡Vaya dos!, ¡están enfermos!..., ey, ¿qué haces? ―susurró mi novia.
―Nada, ¿por...?
―Sigue con la espalda...
―Como prefieras.

En esos minutos previos hasta que los sentimos en su habitación, en la planta alta, se hizo un silencio entre Cayetana y yo, los dos sabíamos que en breve íbamos a comenzar a escuchar sus gemidos y nos tenía a los dos extrañamente nerviosos... y excitados. Besé su hombro y bajé una mano para acariciar su culo antes de volverla a pasar hacia delante, pasando los dedos por su abdomen hasta que llegué a las braguitas de su biquini.

Se oyó con nitidez el primer gemido de Marta. Teníamos la ventana justo encima de nosotros y el cabrón de Álex se la acababa de meter hasta los huevos. Toda esa polla enorme dentro del coñito de mi cuñada, que comenzó a jadear al ritmo de las embestidas de su chico.

―¿Vamos dentro? ―le pregunté a Cayetana descendiendo con mis dedos y posándolos en su coño.
―Creo que se me han subido las cervezas... ―murmuró sin venir a cuento, justificando su repentino calentón.

Hice una ligera presión y hundí los dedos entre la tela, acariciando en círculos y con mucha suavidad, los labios vaginales de Cayetana, que echó la cabeza hacia atrás y me permitió que la manoseara.

―¡Qué cabrón!, ¡menuda follada le está pegando a tu hermana!, si te molesta vamos dentro...

Echó la mano por su espalda, y Caye me agarró la polla, comprobando que yo también la tenía dura, me pegó un par de sacudidas y abrió las piernas, para que pudiera acariciarla mejor.

―¿Quieres ir a la habitación? ―la pregunté.

Los gemidos de su hermana eran escandalosos a más no poder, y Álex bufaba como un toro, destrozando a su novia, sin importarle que la vieja cama de su habitación crujiera como si se fuera a partir en dos. Un tremendo azote, ¡PLAS!, se escuchó con nitidez, seguido de un gritito de dolor de Marta, que inmediatamente le pidió “más y más”.

Seguí masturbando a Caye en la hamaca, ella se reclinó hacia atrás, sacando las caderas para que mis dedos llegaran con más facilidad hasta su coño, y cuando los fui a colar por debajo de la tela ella me lo impidió.

―No, eso no... aaaaaah ―suspiró―. Déjame a mí ―y ella misma se metió los dedos comenzando a tocarse directamente el clítoris.

Se esforzaba en pajearme, recorriendo mi falo por encima de las bermudas, pero desde su posición era muy difícil y a punto de correrse, me cogió una mano y la situó debajo de su culo.

―Tócame un poquito ahí, aaaaah, aaaaah ―me pidió.

Me acababa de aplastar la mano con sus glúteos, sentándose encima de mí, y yo apenas podía apretar su trasero, entonces aparté su biquini y saqué un dedo, poniéndolo en posición vertical y buscando su entrada trasera. Al primer contacto Cayetana gimió y la muy zorra buscó acomodar su ano en mi dedo.

¡Quería que se lo metiera por el culo!

―¡Hijo de puta!, ¡la va a reventar! ―dije para calentar todavía más a Cayetana, que levantó la cadera y se fue dejando caer muy despacio, penetrándose analmente con mi dedo.
―¡¡¡¡Aaaaaah, qué rico!!!!!
―Te gusta esto, eeeeh, me pregunto qué pensarían tus padres si os vieran ahora a las dos, tu hermanita follando arriba y tú dejándote meter un dedo por el ojete, ¡menudas dos guarras estáis hechas!
―¡Aaaaaah, cállate, idiota, que estoy a punto de correrme!
―¡Pues hazlo!, ¡te pone cachondísima escuchar cómo gimen!, ¿verdad?
―Aaaaah, mueve el dedo, aaaaah, me encanta que me lo metas así, aaaaah, aaaaah... ―y de repenté Cayetana fue la primera en llegar al orgasmo―. ¡¡¡¡AAAAAH, QUÉ RICO, AAAAAH, AAAAAH, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!!!

Era increíble el aguante que tenía Álex, que no parecía bajar el ritmo y seguía embistiendo a Marta con potencia. Al ritmo de sus gemidos se corrió Cayetana, bajando y subiendo la caderas de la hamaca y cuando terminó se sacó la mano de las braguitas, apoyándola en mi muslo. Después echó el brazo hacia atrás y buscó mi polla de nuevo.

―Mmmmm, ha estado muy bien, ¿quieres terminar tú? ―me preguntó con la voz temblorosa.

Todavía tenía el dedo incrustado en su culo, que unido a los gritos de placer de Marta, hacían que mi polla estuviera bien dura. Y Cayetana me la sacó de las bermudas, sin mirarme, y se dispuso a pajearme a toda velocidad, meciendo sus caderas de lado a lado y subiendo y bajando, penetrándose con mi dedo. Mi chica quería más y un solo orgasmo parecía que le había sabido a poco.

―¿Quieres que lo saque?
―Aaaaah, como quieras...
―Me apetece ir a la habitación y restregarla contra tu culo, hacer como que te follo y correrme encima de ti...
―No podemos hacer eso...
―¿Por qué?
―Porque no nos vamos a poner a su nivel... no vamos a ir a la habitación, así que termina ya, antes de que bajen...

Y Cayetana se levantó, haciendo que mi dedo saliera de su interior y se dio la vuelta, sentándose frente a mí, con las piernas sobre mis muslos. Me agarró la polla y me la machacó con fuerza, mirando hacia abajo, comprobando cómo goteaba mi glande y lo hinchado que tenía el capullo. Me besó con ternura, pero a la vez de una manera muy erótica, pasándome la lengua por los labios secos y humedeciéndolos.

―¿Cómo crees que se la estará follando?, ¿a cuatro patas?
―Cállate y termina... ¡me da igual lo que estén haciendo!, ¡no me interesa!
―Suena como si se la estuviera follando desde atrás, ¿verdad?, ¿se la habrá metido por el culo?, la tiene demasiado grande para eso...
―¡Que te calles!
―¡Uf, voy a correrme, Cayetana, voy a correrme!, quería hacerlo a la vez que ellos, pero ufffff, ¡no puedo aguantarme más!, aaaah, aaaah, aaaaah, Caye ―y un primer lefazo salió volando, impactándome en el pecho.

Marta le pidió “más” y después anunció con un chillido de placer que se corría. Yo seguía eyaculándome encima y disfruté esos últimos momentos de orgasmo, deleitándome con los gemidos de Marta, mientras Cayetana me la meneaba muy despacio, escurriendo los últimos restos.

Nos metimos rápido a la casa para limpiarnos y cuando volvimos a salir cinco minutos más tarde, Álex debía haber terminado también, porque ya no se escuchaba nada en la planta alta. Tardaron bastante en bajar y cuando lo hicieron ya se estaba metiendo el sol. Nosotros habíamos aprovechado para darnos otro baño y de repente apareció la parejita con unas amplias sonrisas adornando sus caras.

Álex se quedó en la hamaca, satisfecho y vacío y Marta se acercó a la piscina. Se había tapado sus pechos con una camiseta negra de tirantes con la que nos enseñaba el ombligo y se sentó a la orilla remojándose los pies. Me encantó esa carita de recién follada, con los ojos semicerrados y el pelo suelto y despeinado, se acababa de pegar un buen chutazo de placer y no podía disimularlo.

¡Estaba radiante!

Y su novio nos miraba desde la hamaca, recostado con el torso desnudo, y con una cerveza en la mano. El cabrón se había quedado bien a gusto. Más o menos lo mismo que nosotros y el resto del día lo pasamos muy bien los cuatro, cenando pizza en el patio, degustando la tarta y tomando unos chupitos con varios juego de mesa, con los que nos dieron casi la una de la mañana.

No parecía que Cayetana se hubiera tomado mal lo que había pasado por la tarde y eso me gustaba. Yo creo que ese finde nació una nueva Cayetana, y aunque todavía no se había soltado del todo, esa parte morbosa que se dejaba entrever prometía mucho. Además, ya no se cortaba en pedirme que jugara con su culo, y sabía que con un poquito más de paciencia iba a ser ella misma la que terminara suplicándome que la enculara.

Pero antes todavía teníamos que disfrutar del último día en La Casona junto a “la parejita”...
 
Siento la demora, así que os he dejado un par de capítulos. Quedan diez capítulos más que pienso publicar en el próximo mes para terminar este libro, así que a mediados de julio ya estará todo publicado.

Un abrazo!
Muchas gracias por tu aportacion. Yo por mi parte, después de leer la primera parte, espero impaciente la segunda:
Un cordial saludo
 
No soporto a Alex. De los personajes que más asco me dan desde el minuto 1. Me parece un gilipollas nivel Top.
Insisto en que Marta no va a parar hasta calzarse al novio de su hermana... :cool: Y esperando noticias de Beatriz, a ver si por fin se ha quedado o no... :rolleyes:

Sin duda, Álex y Marta son tal para cual, sólo conectados por sus hormonas, que piensen todo el día en sexo no se vería tan exagerado si no fuera por que en la vereda del frente sucede todo lo contrario, dónde técnicamente entre Cayetana y Jorge no hay sexo, la dinámica va de morreos y algunos avances que podrían acercarse bastante, y aún así sigue siendo inmensa la distancia entre ambas parejas a la hora de manejar el sexo.

Lo que no sería un escollo tan complicado de sobrepasar para nuestra pareja protagonista sino fuera por la torturante circunstancia de ser testigos de cada calentura que sacian sus ocasionales partners, no pudiendo ser totalmente inmunes a la excitación que naturalmente eso les genera, lo que ha llevado a Jorge a un constante estado de ansiedad sexual, que bien sabemos con quien desahoga, y aunque Cayetana aparenta no tener ese problema, vale preguntarse hasta dónde habría permitido a Álex con el pretexto de la crema solar, incursionar en su cuerpo antes que llegara Jorge. :rolleyes:;):cool:
 
En cualquier caso pase lo que pase, si es que pasa, entre Cayetana y ese imbécil, aquí el triunfador se ve que va a ser Jorge, que no solo tiene una buena novia aunque un poquito antigua, si no que se ve de lejos que Marta está loca por tener sexo con el y, además está la prima Beatriz, que ya se sabe que del roce nace el cariño y va a terminar sintiendo algo por él.
 
En cualquier caso pase lo que pase, si es que pasa, entre Cayetana y ese imbécil, aquí el triunfador se ve que va a ser Jorge, que no solo tiene una buena novia aunque un poquito antigua, si no que se ve de lejos que Marta está loca por tener sexo con el y, además está la prima Beatriz, que ya se sabe que del roce nace el cariño y va a terminar sintiendo algo por él.
Sin duda Jorge es el "capo di tutti capi" en esta historia, gozando de un ejemplar de mujer como Beatriz, ya Cayetana y Marta pasan a ser su bono por cumplimiento de metas.:D;):cool:
 
Capítulo 21



El domingo por la mañana puse el despertador para salir a correr a las ocho y media. Me apetecía perderme un poco por el campo y respirar aire puro. Antes de acostarme quedé con Martita, pero me dormí con la tranquilidad de que después de las cervezas y los chupitos de crema de orujo que se había metido la tarde/noche anterior, ella no se iba a levantar ni de coña.

Cayetana ronroneó unas palabras y se dio media vuelta para seguir durmiendo cuando sonó la alarma. Me puse el pantalón corto y una camiseta, miré la hora y eran justo las 8:45, y entonces escuché que alguien bajaba de la planta alta. Marta llevaba un pantalón corto Nike, camiseta blanca de tirantes deportiva, y unas viejas zapatillas.

―¡Mira, qué pintas! ―me dijo ella que estaba acostumbrada a unos outfit a la última moda.
―Buenos días, pensé que no te ibas a levantar...
―Llevo sin salir a correr un par de meses y hoy es buen día para retomar.
―¿Un cafelito rápido y salimos?
―Yo voy en ayunas...
―Pues yo también, para que luego no digas que tengo ventaja...

Yo sabía que Marta salía a correr con frecuencia, de hecho había practicado atletismo hasta los quince años, pero yo estaba en muy buena forma, y aunque prefería el fútbol, también podía acabar una media maratón a 4:15 el kilómetro. Salimos a la carretera y me puse a tirar a un ritmo lento, sobre 5:30 para ir despertando los músculos y comprobar qué nivel tenía mi cuñada.

Después del primer kilómetro aceleré y bajé a 5, Marta seguía detrás de mí y parecía que me aguantaba con facilidad hasta que entramos ya por pista de tierra. Conocía de sobra lo competitiva que era mi cuñada, pero de momento no conseguía despegarla, así que comencé a darle fuerte, sobre 4:30, 4:15, y ahí ya notaba su respiración acelerada a mi espalda, pero la cabrona era dura y aguantaba.

Así cuatro, cinco, seis, siete kilómetros, hasta que llegamos a un camino que terminaba en un mirador sobre una pequeña cima, era una subida de unos 800 metros con un desnivel del 6% y le pregunté a Marta si se atrevía a llegar hasta allí.

―Venga, tira ―dijo jadeando y sin parar cogimos el desvío.

Con las pulsaciones a tope fui regulando el ritmo para no pinchar y Marta seguía pegadísima a mí, así no iba a poder delcolgarla, miré hacia atrás y ella aguantaba como una titana ya poniendo cara de mucho esfuerzo, apenas quedaban cien metros y aceleré antes de llegar a la cima, pero ella se resistió viendo mis intenciones y a cincuenta metros del final se puso a mi lado y nos picamos en un sprint hasta arriba.

Apreté los dientes y tiré al máximo que pude, pero las resistentes piernas de Marta me adelantaron unos metros y cuando quise forzar más el isquiotibial me dijo basta y noté un pinchazo fortísimo que me dejó seco y tuve que frenar, cediendo la victoria a mi cuñada.

Llegué arriba cojeando, con la respiración acelerada y Marta se recuperaba inclinada con las manos en las rodillas, cogiendo todo el aire que podía. Miró hacia mí y sonrió.

―¿Qué te ha pasado?
―Creo que me he roto...
―¡No me fastidies!, anda ven aquí, y luego decíais que yo era competitiva, eh, pues anda que tú...
―No sabía que eras tan buena...
―Fui campeona de 3000 unas cuantas veces en la Comunidad, y llegué a quedar cuarta de España sub15...
―Joder...

Fuimos hasta el mirador y después de contemplar las vistas, Marta me pidió que me recostara en una especie de claro con césped.

―Déjame ver, túmbate y flexiona la pierna, apóyala en el suelo...
―Da igual, Marta, ha sido un tirón.
―Ven aquí, por si acaso te has roto, también tengo varios curso de fisio, tranquilo, estás en buenas manos...
―Joder, Marta, no dejas de sorprenderme...
―Eso me dicen todos ―dijo comenzando a masajear la cara interna de mis muslos―. Hay que amasar un poco para drenar la sangre, así muy suavecito, no tiene que doler, eh, si te duele me lo dices...
―Vale...

Las manos de Marta eran mágicas y tiraban de la parte de atrás del muslo como si estuviera amasando pan, lo hacía con mucha delicadeza, sentada a mi lado, metiendo una de sus piernas por debajo de las mías.

―Esto deberías hacerlo tú de ocho a diez días y luego ir a un fisio...
―Vale...
―Eso te pasa por querer ganarme, ja, ja, ja...
―Ya, ya me he dado cuenta de que eres muy buena, otro día quedaremos para la revancha.
―Cuando quieras...
―Oye, Marta, me alegra que ayer lo pasáramos tan bien, me gusta que estés así con tu hermana y no todo el santo día discutiendo.
―A mí también... y últimamente no está tan seria, eso seguro que es por tu culpa, no sé, hasta la veo más radiante y todo.
―Gracias, sí, ¿verdad?
―Hasta Álex me lo ha dicho...
―¿Qué te ha dicho tu novio?
―Pues que Cayetana le parece muy guapa, aunque ya me había dado cuenta de cómo la mira... no hace falta que me lo dijera.
―¿Y no te molesta que a Álex le guste tu hermana?
―Ja, ja, ja, no... ni me molesta ni me preocupa..., quizás debería preocuparte más a ti... ―me soltó de repente.
―¿A mí?, ¿por qué?
―Mira, estamos bien juntos, me gusta follar con él y quién sabe en un futuro lo que puede pasar, pero sé que es un cabronazo y le gustan mucho las chicas, seguro que hasta ya me ha engañado con otras cuando sale con sus amiguitas...
―¿Entonces?
―Ten cuidado con él, aunque no parece muy listo, bueno no lo es, ja, ja, ja, tiene algo que gusta mucho a las chicas... y no, no me refiero a lo que tiene entre las piernas, que también, es guapo y llama la atención, no puedo describirlo con palabras, pero es atractivo... y desprende mucha energía sexual... y eso lo notamos las chica y Cayetana también...
―No, ya, de eso me he dado cuenta, porque ayer os pasasteis un poco..., ¿y por qué dices que tenga cuidado con él?
―Joder, Jorge, pues porque se ha encaprichado de Cayetana y si le surgiera la oportunidad ni lo dudes que haría algo con ella... y ya cuando le comenté que era virgen, bueno, eso le voló la cabeza, porque todavía no lo habéis hecho, ¿no?
―Eso es privado y por lo otro no te preocupes, creo que tu hermana no tiene el menor interés en Álex, de hecho tiene una opinión bastante negativa de él...
―Ya lo sé, le mira como si fuera un puto retrasado... también me he dado cuenta...

Y allí en medio del campo, a las nueve y media de la mañana, solos en aquel paraje y con Marta manoseando mis muslos, pasando sus dedos a veces demasiado cerca de mis huevos, no lo pude evitar y tuve una erección involuntaria, que se hizo demasiado evidente.

―¿Estás bien? ―me preguntó.
―Yo creo que por hoy basta ―le pedí a Marta.
―Espera, déjame un par de minutos más, te vendrá bien... ¡uf, no sé cómo lo puedes aguantar!
―No me duele, estoy bien...
―No me refería a la lesión, sino a lo de no acostarte con Caye... yo no podría y más sabiendo que tendría que esperar tantos años...
―Bueno, tengo mis compensaciones...
―No me extraña que se te ponga así a la más mínima ―dijo señalando mi paquete con la mirada.
―Para ya, Marta...

Intenté levantarme, pero ella me lo impidió y me pidió que siguiera en la misma postura. A mí me daba mucho corte que me viera así, y de repente sentí sus dedos colándose por el pantalón corto hasta que llegaron a mi polla, posando una mano justo allí, por encima del calzón.

―¡¡Ey, ey, ey, Marta!!, ¡¡¿qué haces?!!

Abrió la palma de la mano y abarcó mi paquete, palpando también los huevos, para luego cerrar el puño y apretarme todo el tronco.

―Esto es por lo del coche... ―susurró comenzando a mover la mano arriba y abajo.
―No, no, Marta, ya te dije que aquello fue un malentendido... lo siento..., por favor, para, para...
―Sí, sí, ya, un malentendido ―y se acercó a mí, pegando su cara a la mía.

Noté su aliento cálido en mi mejilla y mi cabeza me martilleaba sin parar, pidiéndome que no me dejara hacer eso, que aquello solo podía traerme problemas y muchos. Solo estábamos ella y yo, en medio del campo y negué con la cabeza, rogándole a Marta que se detuviera, y hasta bajé la mano aprisionando la suya contra mi polla.

―No, no, Marta, esto no está bien...
―Es una tontería, solo te estoy aliviando tu lesión, será nuestro pequeño secreto, bueno, el segundo más bien...
―No, no, para, estate quieta...
―¿No me vas a dejar? ―preguntó estrangulándome la polla con más fuerza y volviendo a subir la mano.
―Aaaaah, para, joder, paraaaaa ―le pedí soltándola y recostándome en el suelo―. No, joder, Marta, no me hagas esto...

Y sentí su mano subiendo y bajando por todo mi falo, pajeándome por encima del calzón con delicadeza, con una maestría impropia de su edad, y yo gimoteé implorando que se detuviera, se lo rogué muchas veces, pero ella sonreía de manera perversa, con su coleta de Lolita y los coloretes encendidos por el esfuerzo de la carrera.

―¿Ya estás mejor?
―Noooo, noooo, joderrrr, aaaaah, paraaaa, paraaaaa...
―¿Qué te pasa, Jorge?, ¿es que no te gusta?... pues yo creo que sí... ―y me la apretó para comprobar lo dura que la tenía.

Miré hacia ella y vi su muslo desnudo colándose por debajo de mi pierna y no lo pude evitar, se lo acaricié con timidez, comprobando lo firme que estaba y la piel tan suave que tenía, ella cerró los ojos y se le puso la carne de gallina y me la estranguló con más fuerza, incrementando el ritmo de su paja. Yo subía y bajaba la mano por su pierna hasta que llegué a su coño, y entonces se lo toqué por encima del pantalón, pero Marta me retiró el brazo, haciendo que reposara mis dedos en su muslo.

―Sssssh, déjame a mí...
―¡Marta, Marta, mmmmm!

Aceleró la velocidad con la que abría y cerraba su puño, centrándose ahora sobre todo en mi capullo, y cuando sintió que estaba a punto de eyacular bajó la mano y me la estranguló por la base, frenando en seco mi inminente corrida, pero poniéndomela más dura si cabe.

―Te dije que me debías una por la del coche... ―y la muy zorra sacó la mano de mi entrepierna dejándome a medias―. Encima de que llegas lesionado, no quiero que vuelvas a casa con todo empapado, ja, ja, ja...
―¡Joder! ―resoplé echando la cabeza hacia atrás.

Marta volvió a masajearme un poco la parte posterior del muslo y me fastidió mucho su mueca sonriente de niñata consentida después de haber dejado su paja a medias. Cinco minutos más tarde reanudamos la marcha a casa, andando muy despacio y nos costó casi un par de horas recorrer los ocho kilómetros hasta La Casona. Por el camino yo fui en silencio, cabreado conmigo mismo por haberme dejado engatusar por Marta y por mi nulo autocontrol.

Otra vez había vuelto a caer en su juego y eso que estaba sobreaviso después de lo que sucedió en el coche, pero es que mi cuñada me ponía muchísimo, y ese cuerpo tan atlético era una jodida tentación. Y encima el resto del día tuve que soportar sus miradas burlonas y ver cómo zorreaba con su novio, dejándose manosear, comiéndose la boca con él y exhibiéndose en topless en la piscina, aunque el domingo no subieron a la habitación a follar.

Bastante tenía ya con lo de Beatriz, como para encima estar preocupado con Marta. Mi cuñada era ahora más peligrosa y debía andarme con mucho ojo para que no se enfadara conmigo y saliera a la luz nuestro pequeño secreto.

Después de comer, nos fuimos los cuatro de La Casona, y aunque lo de Marta había sido una gran cagada por mi parte, llegué a casa de mis padres contento por el gran cambio que estaba pegando Cayetana.

Al día siguiente me llamó Hans, ¡buenas noticias para mí!, Beatriz no se había quedado embarazada, lo que me provocó una euforia interna que intenté contener para que no se me notara por teléfono las ganas que tenía de volver a follarme a su mujer. Eso significaba tres nuevos encuentros con Beatriz Beguer, lo que no me imaginaba es que a partir de ese mes, los acontecimientos ya se precipitaron de una manera vertiginosa...



PARTE 4
 

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