La propuesta

Pero no os dais cuenta que es solo un sueño y para nada es real? No veis que aparece de repente Jorge y luego aparece Borja, su ex?. Es que es bastante claro que es un sueño que para nada tiene visos de realidad.
Además, entre Marta y Jorge va a haber tema pero de verdad nada de sueños ni tonterías.
Si Cayetana es tan tonta como para caer en las redes de un completo gilipollas y subnormal mono neuronal como Alex en la realidad, es que es tela de tonta.
Aquí el que se va a poner las botas es Jorge con las 3 mujeres.
 
Ufff todo normal hasta este último capitulo el 17, es un sueño? es real? Totalmente descolocado, Cayetana ha caído en las redes de Alex? Se me acaban de fundir los plomos porfa alguien lo tiene más claro?.
Gracias David por estás últimas entregas
Solo tienes que ver qué de repente aparece Jorge, luego aparece Borja y durante todo el sueño el mono neuronal de Alex.
Está claro que no ha pasado absolutamente nada.
 
Pero no os dais cuenta que es solo un sueño y para nada es real? No veis que aparece de repente Jorge y luego aparece Borja, su ex?. Es que es bastante claro que es un sueño que para nada tiene visos de realidad.
Además, entre Marta y Jorge va a haber tema pero de verdad nada de sueños ni tonterías.
Si Cayetana es tan tonta como para caer en las redes de un completo gilipollas y subnormal mono neuronal como Alex en la realidad, es que es tela de tonta.
Aquí el que se va a poner las botas es Jorge con las 3 mujeres.
Estoy deseando que se folle a Martita...
 
A mi lo que me mosquea es que notó a alguien en la puerta cuando estaba con Beatriz... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure:
Era Hans, seguro!! Mucho ha tardado en querer asomarse…
Con semejante mujeron se iba a quedar abajo bebiendo un whisky tan tranquilo?
 
Era Hans, seguro!! Mucho ha tardado en querer asomarse…
Con semejante mujeron se iba a quedar abajo bebiendo un whisky tan tranquilo?
Se supone que debe ser el, pero el bombazo hubiera sido si fuera Marta, aunque no es posible.
Lo que si creo es que Beatriz cada vez disfruta más y al final van a terminar teniendo sexo pero de verdad.
Y veremos a ver si Beatriz no empieza a sentir algo por Jorge, lo cual complicaría las cosas.
 
Se supone que debe ser el, pero el bombazo hubiera sido si fuera Marta, aunque no es posible.
Lo que si creo es que Beatriz cada vez disfruta más y al final van a terminar teniendo sexo pero de verdad.
Y veremos a ver si Beatriz no empieza a sentir algo por Jorge, lo cual complicaría las cosas.
Eso mismo pensé, cuando se corre, y se la vuelve a meter porque quedaba una gota de semen, Beatriz le dijo: “que haces?” Pero no se apartó ni se impidió.., como retirar la toalla
 
No les quiero bajar sus ansias, aunque lo deben saber ya, me siento obligado a compartir que este libro es una primera parte de una segunda muy esperada. :cool:
 
Un Relato de tanta calidad y por diversas razones como su redacción, su morbo tan presente, su suspense en cada capítulo, etc.etc., y el expediente del Autor con éxitos impresionantes, no debería ser juzgado. Y si es comentado, al menos, elogiar al autor para que continúe, por los esfuerzos que eso supone.
Felicidades David.
 
Yo lo compré en la plataforma. La verdad es que el relato engancha. Para mí el final algo inesperado.
 
Capítulo 17



En cuanto me levanté le mandé un mensaje a Hans para informarle que sobre las 21:00 me volvería a pasar por su casa y que el viernes no iba a poder ir porque había quedado con Cayetana, así que ese mes solo tendríamos dos encuentros.

Mentiría si dijera que aquella noche dormí como un bebé después de haberme follado a Beatriz. Más bien al contrario. El correrme no había calmado mi calentura, sino que me encontraba más excitado que el día anterior. Todavía podía sentir los dedos de Beatriz recorriendo mi espalda, su cadera acompasando mis movimientos, y sus dedos clavados en mi culo, empujando mi cuerpo contra el suyo para que llegara lo más profundo posible.

Había sido un lujazo follármela así, en esa cama tan grande, los dos entregados, desnudos de cintura para abajo y esta vez me parecía que ella había disfrutado sexualmente de ese encuentro. El objetivo de Beatriz estaba claro, quería quedarse embarazada, pero el mío, además de eso, era intentar que cada vez nos lo pasáramos mejor y conseguir que ella llegara a desinhibirse por completo y terminara abandonándose a la lujuria, como yo.

Para eso me quedaba mucho camino por recorrer, aunque los avances en tan solo tres citas habían sido considerables. Lo único que me inquietaba era esa sombra que había visto detrás de la puerta. ¿Qué hacía Hans espiando lo que sucedía en esa habitación? ¿Es que acaso era un pervertido mirón al que le gustaba ver cómo me follaba a su mujer?

No me cabía otra explicación.

Quizás yo solo un peón al que utilizaban a su antojo para sus juegos de ricos y todo eso del embarazo no era más que una burda excusa para que yo aceptara unirme a su plan. Quién sabe. Cualquier posibilidad era válida y no podía descartarla, pero yo aquella mañana no estaba para razonar con lucidez.

En mi cabeza solo tenía un pensamiento. Volver a penetrar a Beatriz y correrme dentro de ella. El momento en el que saqué mi polla pringosa de su interior, y después volví a metérsela, fue apoteósico. Y lo mejor fue la cara que puso. Una mezcla entre sorpresa y placer con la que me dieron ganas de embestirla a lo bestia.

Pero no quería dar un paso en falso. Yo sabía que si hacía las cosas bien, en poquito tiempo podría follarme a Beatriz a mi antojo. Y más desde que había descubierto que a su marido le gustara mirar cómo me acostaba con su mujercita.

No me hizo falta durante el día estimularme. Ya me había levantado cachondo perdido y tuve que salir a correr para desfogar y dejar de pensar en Beatriz por al menos unos minutos. Por la tarde comencé a organizar mi trabajo de grado, pero tenía la cabeza en otro sitio y desistí en menos de media hora. Me era imposible concentrarme y llamé un rato a Cayetana para preguntarle qué tal le había ido en la universidad.

También me apetecía mucho estar con ella, y el fin de semana teníamos La Casona para nosotros solos. Una vez liberado de la tensión de los encuentros con Beatriz, esperaba conseguir nuevos avances con mi novia y estaba decidido a tensar un poquito más la cuerda para comprobar hasta donde podía llegar.

Tanto a mis padres como a ella les dije que por la noche tenía un partido de pádel, así me cubría las espaldas por si surgía algo y sobre las ocho y media, ya no podía esperar más y salí con el coche hacia la mansión. Llegué cinco minutos antes de la hora prevista, pero no aguardé a las nueve, me presenté en la puerta con las pulsaciones a mil y llamé al timbre.

Salió a abrirme Hans, como siempre, me estrechó la mano de manera cordial, y como buen hombre de negocios, quiso tratar el tema económico antes de que subiera a la habitación con su mujer. Hizo que le acompañara al salón y tomó asiento en el sofá. Ya tenía un whisky preparado sobre la mesa y me fijé que había otro cóctel a medias, que posiblemente fuera de Beatriz.

Me los imaginé juntos en el sofá, esperando nerviosos mi llegada y en cuanto sonó el timbre su mujer se despediría de él con un beso en los labios y subiría por la escalera en braguitas mientras el alemán contemplaba su culo con una erección bajo los pantalones.

―Si te parece bien, para el mes que viene, si es que Beatriz no se queda embarazada, en vez de 9000 te pago 6000... e intentamos hacer los tres encuentros ―me dijo Hans sacándome de mis pensamientos.
―Eh, sí, claro, claro... haré todo lo posible por venir las tres veces...
―Bueno, pues nada más... cuando quieras, puedes subir.
―De acuerdo, hasta ahora...

Hubiera saltado por las escaleras de dos en dos, pero contuve mi euforia y me recreé en esos momentos previos, subiendo despacio y caminando lento por el pasillo hasta que llegué a la habitación.

Y allí estaba Beatriz. Sentada en la cama y a pesar de haber visto ya su desnudez un par de veces, se seguía cubriendo las piernas con una toalla blanca. Esta vez llevaba el pelo distinto, como si se lo hubiera cardado un poquito, luciendo su melena suelta y de manera salvaje e incluso se había maquillado con algo de colorete, sombra en los ojos y se había pintado los labios de un color rosa muy sutil, a juego con su ropa interior.

―Hola, Beatriz... estás muy guapa hoy ―quise hacerle un cumplido y ella apretó los labios con el rostro serio y no me dio ni las gracias, como si no le hubiera gustado mi comentario.
―Cuando quieras empezamos ―dijo de manera seca y cortante y yo entendí que no había sido la mejor forma de presentarme ante ella.

Se tumbó en mitad de la cama y yo me senté a sus pies, comenzando a quitarme el pantalón vaquero y los calzoncillos, pero esta vez, en vez de dejar mi ropa en el suelo, la doblé con calma y me levanté para dejarla sobre la cómoda y después me saqué la camiseta, quedándome completamente desnudo.

Me acerqué a la puerta, mostrándole mi culo a Beatriz y la cerré antes de darme la vuelta. Quería que viera mi cuerpo atlético y cuando me giré ella se encontró con mis abdominales marcadas y mi polla erecta bamboléandose a cada paso que daba hasta la cama.

―¿Empiezo? ―pregunté por mera educación, pues no me parecía apropiado comenzar a pajearme como un mono sin consultárselo.

Era muy excitante estar de pie frente a ella, eso me hacía sentir poderoso y fue la primera vez que noté que era yo el que empezaba a tener el control y el dominio de la situación. Me ponía más cachondo si cabe llevar las riendas y mandar sobre una mujer tan espectacular como Beatriz.

Y es que ella se mostraba tímida y avergonzada, reprimiendo sus impulsos, o al menos seguía manteniendo las formas, pues Beatriz era una mujer de armas tomar, extrovertida, habladora, a la que le gustaba llevar la iniciativa, y ser el centro de atención, y sin embargo, conmigo se tumbaba con las piernas abiertas y cubría su entrepierna con esa toalla blanca sin decir nada.

Comencé a pajearme de pie, haciéndolo muy despacio y llevando la mano bien atrás en mi recorrido para que mi polla luciera grande y dura. Ya no iba a ocultarme y quería que este nuevo encuentro se le quedara marcado en la cabeza a Beatriz y fantaseara con él constantemente hasta el mes que viene, así que tenía que salir todo perfecto.

Miraba atentamente a Beatriz, intentando intimidarla y que me correspondiera, pero ella se mantenía con la cabeza girada hacia la ventana, ajena a mis movimientos masturbatorios, que seguían siendo muuuuuy lentos. No tenía ninguna prisa, aquello tenía que durar lo máximo posible, aunque fuera difícil retrasar la eyaculación en presencia de Beatriz Beguer.

Los nervios y esa tensión desbordada en mi cuerpo, no ayudaban a que me tranquilizara y viendo que aunque me estuviera pajeando despacito, no creo que durara más de cuatro o cinco minutos, avancé un paso y me puse de rodillas sobre la colcha. Beatriz volvió la cabeza al sentir que me subía en la cama y esta vez sí, no pudo evitar fijarse en mi mano deslizándose con suavidad por toda mi verga.

―¡Quítate las braguitas, por favor! ―jadeé acercándome todavía más a ella.

Me gustó que esta vez no se había puesto el lubricante. Eso era buena señal, y sin descubrirse, con la toalla tapando su estómago y la entrepierna, levantó la cadera y se sacó las braguitas tratando de que ocultarme su parte más íntima. Era absurdo que hiciera eso, pues en unos pocos segundos mi polla iba a estar dentro de ella, pero reconozco que me puso más cachondo al ver cómo Beatriz se seguía manteniendo pulcra y discreta, dentro de lo que cabía.

Se recompuso la toalla una vez que se había quitado las braguitas y estiró el brazo, dejándolas caer al suelo. Todavía no tenía la suficiente confianza para pedirle que me las pasara, pero me hubiera gustado tenerlas entre mis dedos, comprobar el tacto que tenían y descubrir si ya las había mojado.

Avancé otro pasito y me situé de rodillas entre sus piernas. Me sujeté la polla con firmeza y eché la piel hacia atrás, mostrándole orgulloso mi capullo hinchado a punto de reventar.

―Ya voy, prepárate... ―anuncié con la voz rota entre suspiros.
―Vale...

Apoyé una mano en su muslo y me dejé caer, retirando la toalla sin pedirle permiso. Mi glande golpeó con su pubis y yo se la restregué pasando por su agujerito, pero no se la metí y seguí hasta llegar a su ano. Beatriz tensó las caderas y recorrí el camino de vuelta para clavársela de un solo golpe de cadera en el coño.

―Aaaaah, joder, ¡qué bueno! ―exclamé de manera involuntaria.
―Mmmmm, ooooohhhhggg ―resopló Beatriz con la boca cerrada y expulsando el aire por la nariz.

Me deslicé hasta que mis huevos golpearon su culo y otra vez sentí las manos de Beatriz aferradas a mi espalda. Luego comencé a follármela lo más despacio que pude, pero asegurándome que mi polla hacía todo el recorrido hasta que asomaba mi capullo y después la volvía a hundir en su interior.

Beatriz ahogaba sus gemidos, y seguía respirando por la nariz, aunque yo sabía que cuando comenzara a follármela con dureza no iba poder resistirse y terminaría abriendo la boca buscando que le entrara un poco de aire. De momento podía mantener ese ritmo lento y pausado, disfrutando del maravilloso placer de hundirme en ella centímetro a centímetro, sintiendo el calor que desprendía el interior de Beatriz y la humedad de su coño.

Puse una mano en su mejilla, sujetando su cara y metí mi cabeza en su cuello, dejando allí los labios, pero no me atreví a comerle esa zona tan sensible y le gimoteé al oído, comenzando poco a poco a incrementar el ritmo de mis acometidas. Ella se resistía a darme el gusto de mostrarme que estaba empezando a sentir placer con todo aquello, así que sin que se lo esperara le solté una embestida fuerte y entonces sí, abrió la boca, soltando un gemido placentero.

―¡¡Aaaaaah, diossssss!!!

Me quedé dentro de ella, aplastando mis huevos contra su culo y moviéndome de lado a lado con todo mi falo hundido en su interior.

―Estoy a punto de correrme, Beatriz, aaaaah, no me queda mucho...
―Vale, cuando quieras...
―Aaaaaah, aaaaah, déjame un poquito más ―y le solté otra acometida violenta frenándome en seco cuando llegué al final.
―¡¡¡Aaaaaaaaaah!!!
―Asííííí... tomaaaa...
―¡¡¡Aaaaaaaaaah!!!
―Tomaaaaa, joderrrrrr...
―¡¡¡Aaaaaaaaaah!!! ―gimió acercándose cada vez más a un sonido agudo como si fuera un chillido.

Sus dedos arañaron mi espalda, al más puro estilo Instinto Básico y me puse muy tenso con los nervios crispados.

―Ten cuidado, no me dejes marca... ―y otra vez me dejé caer con una nueva embestida.
―¡¡¡¡Aaaaaaaaaah!!!
―¿Sigo más?
―¿¿¿¡¡¡Quééééé!!!????
―¿Que si quieres más?, mmmmm ―pregunté incrementando el ritmo de mi follada.

Beatriz no me contestó, pero no hizo falta, sus manos bajaron hasta mi culo como la noche anterior y me apretó con fuerza los glúteos guiando mis acometidas. Aquello ya era la hostia y esta vez sí, estaba tan cachondo que no me pude resistir y abrí la boca, comiéndome su cuello mientras me movía con energía delante y atrás.

No protestó e inclinó la cabeza, facilitándome la labor y gimiendo cada vez más alto. Eso ya no era un polvo para fecundarla, lo estábamos disfrutando como dos cabrones y bajé la mano con precaución, sobando uno de sus pechos por encima de la camiseta.

―¡¡¡¡Aaaaaah, aaaaaah, voy a correrme!!! ―jadeé con la cabeza hundida en su cuello.
―Sí, hazlo, hazlo, córrete, aaaaaah, ¡córrete! ―me pidió estrujando mis glúteos, y clavando sus dedos con fuerza.

Entonces giró la cabeza y nos miramos de frente, yo seguía sujetando su mejilla y la embestía sin piedad, cuando un temblor repentino me anunció mi orgasmo inminente. Acerqué mi cara a la suya, casi rozando nuestros labios y esperé que fuera ella la que tomara la iniciativa. No me besó, pero hizo un gesto que todavía me pareció más lascivo.

Sacó la lengua con elegancia y me la pasó hacia arriba, acariciando con ella mi labio superior, para luego volver a girar la cabeza y dejar que babeara su cuello justo cuando comenzaba a correrme. Apreté sus dos tetas por encima de la camiseta y comencé a descargar en su interior.

El mundo se detuvo para mí.

¡¡¡¡AAAAAAH, BEATRIZ, ME CORROOOOO, AAAAAH!!!!

Sentía ese dolor placentero de sus uñas arañándome el culo, lo que intensificaba todavía más mi placer, y mi semen salió disparado de manera descontrolada, emitiendo un gruñido que no me preocupé en ocultar. Estaba sacando fuera toda esa tensión que llevaba acumulada. No pude verlo, pero no hacía falta para saber que le acababa de dejar el coño inundado de semen caliente.

Quitó las manos inmediatamente de mi culo y las dejó extendidas a los lados de la cama, como si ahora se arrepintiera de tocarme así, pero me permitió que siguiera gimoteando en su cuello y acariciando sus bonitos pechos por encima de la camiseta interior.

―Lo siento, disculpa ―dije apartando mis manos de ella, pero quedándome unos segundos más en la misma postura.

Después me retiré de manera lenta, me jodía tener que sacarla porque si por mí fuera, podría pasarme horas y horas con mi polla dentro de ella, pero me recompensaba ver su coño rebosante de mi esperma, que salía más blanco y espeso de lo normal.

¡Aquella visión era la hostia!

Y no solo era su entrepierna. Me encantaba esa carita de recién follada que tenía Beatriz, con el pelo revuelto y las mejillas encendidísimas, quedándose otra vez a medias y a punto de correrse, porque yo estaba convencido de que ella no había llegado al orgasmo.

―¡Uf, se te está saliendo todo! ―comenté apoyando mi polla justo entre sus dos agujeritos y recogiendo parte del semen que se le escurría para volverlo a subir hasta su coño―. Es una pena que se desperdicie... ―y sin que se lo esperara, se la metí de nuevo.
―¡¡¡¡Aaaaaaaaahhh!!! ―gimió Beatriz tensando las caderas y saliendo al encuentro de las mías.

Solo lo hice como algo puntual. Mi intención era meterla y sacarla, pero Beatriz se me quedó mirando, jadeando, suplicante, con las piernas abiertas.

¡La muy zorra quería más!

―He echado mucho, pero, ¿sabes una cosa?, podría volver a hacerlo otra vez y eso aumentaría las posibilidades de embarazo, ¿no crees?
―¿Cuándo?, ¿¿¡¡ahora!!??
―Sí, claro...
―¿Pu... puedes hacerlo dos veces seguidas?
―Sí, me vaciaría del todo hasta el mes que viene, como mañana ya no vamos a quedar... ¿te parece buena idea? ―pregunté acercándome e introduciéndosela lentamente―. Pero vamos, como tú me digas... ¿o prefieres que lo haga con la mano y cuando esté a punto...? ―y retiré mi polla dejándola extendida lo largo de sus labios vaginales.
―Lo que tú quieras...
―Yo por mí, prefiero meterla...
―Está bien... ―afirmó sin titubeos bajando la mano y agarrándomela ella misma para ponerla a la entrada de su coño.

Solo tuve que dejarme caer y mi polla desapareció dentro del coño de Beatriz. ¡No me creía que en tan solo tres encuentros aquella mujer ya estaba como loca porque me la follara!

No fue un polvo lento en el que fui incrementando el ritmo de manera paulatina, como me gustaba hacer. Desde el principio embestí a Beatriz todo lo duro que pude, a la máxima velocidad que mi cuerpo me permitía y no le di tregua ni un solo segundo. Tan concentrado estaba en follármela que ni me di cuenta cuando un par de minutos después su cuerpo convulsionó y Beatriz se agarró con fuerza a mis brazos.

Miré hacia abajo y me deleité con el preciso momento en el que ella alcanzaba el clímax al ritmo de mis embestidas. ¡No me lo podía creer!

¡Beatriz Beguer se estaba corriendo!

No dijo ninguna frase ni una sola palabra, solo abrió la boca y me mordió despacio el hombro, sofocando su gemido por no soltar un grito de placer, y yo seguí taladrando su coño, destrozándola, prolongando su orgasmo. Ni tan siquiera dejé que se recuperara y por unos momentos ella soltó mis brazos y se dejó hacer, como una muñeca inerte, permitiendo que me la follara a mi antojo.

Luego bajé el ritmo y miré su cara, Beatriz tenía la boca abierta y volvió a pasar las manos por mi espalda. Apoyé mi frente en la suya, y sin dejar de mirarnos comencé a mecerme con movimientos ondulatorios, sin ser tan directo ni agresivo, deslizando mi polla en su coño, metiéndola y sacándola con suavidad, sin llegar a embestirla cuando llegaba hasta el fondo.

Era otra manera más sutil de follármela, y para mi sorpresa, los gemidos de Beatriz fueron a más y cerró los ojos dejándose llevar con ese ritmo más caribeño y unos segundos más tarde sentí sus manos en mi culo, apretándome contra su cuerpo.

―¡¡Aaaaaaah, no voy a tardar mucho en correrme!!
―No pasa nada, hazlo cuando quieras...

Tiré de su camiseta hacia arriba y desnudé su torso, quería ver cómo eran sus tetas y me deleité en ellas antes de estrujárselas sin ningún tipo de delicadeza. Me encantaban esos pechos pequeñitos, y como no podía ser de otra manera, sus tetas eran preciosas, acordes a su cuerpo esbelto, y me recordaron en cierta manera a las de mi novia Cayetana. Me hubiera gustado chupárselas y comprobar su sabor, jugar con esos pezoncitos oscuros, morderlas, pero no llegaba en la postura del misionero y para eso tendría que sacársela.

Y yo no estaba dispuesto a eso.

Quería seguir con mi polla dentro de Beatriz durante horas. Que aquello durara más. Lo máximo posible. Eternamente. Y me volvió a poner cachondísimo cuando ella abrió más las piernas, tirando de sus rodillas hacia atrás y sacando las caderas, pero sin dejar de clavarme los dedos en el puto culo.

Eso hizo que comenzara a acelerar el ritmo de nuevo, de menos a más, chocando nuestros cuerpos, primero tímidamente y luego haciendo que sonaran a cada embestida.

―¡¡Aaaaaah, Diossssss!! ―exclamó Beatriz en un susurro y después me mordió otra vez el hombro, intentando ahogar sus gemidos de nuevo.

Pero yo ya no me iba a detener, notaba la humedad de Beatriz en mis huevos cada vez que chocaba contra ella, y se aferró con fuerza a mis glúteos. Eso es que quería que me la follara todavía más duro.

Aquel polvo estaba siendo la hostia, ya debíamos llevar unos quince minutos, con un orgasmo por el medio de Beatriz y los dos sabíamos que se aproximaba el final. Tener así a Beatriz, tan entregada, me ponía cerdísimo, y en cuanto aceleré mis acometidas entendí que ya no había vuelta atrás.

―¡¡Aaaaah, me encanta, me encanta, voy a correrme!! ―le dije a Beatriz.
―Aaaaaah, valeeeee, aaaaaaah, aaaaaah, ¡hazlo, hazlo!
―¿Quieres un poquito más?
―Aaaaaah, aaaaah, aaaaah... joderrrr, otra vez, aaaaaah... ―y noté que su cuerpo temblaba descontrolado.

Agaché la cabeza y vi su rostro desencajado de placer, y entonces no me lo pensé dos veces, busqué su boca, y esta vez le metí la lengua decidido entre los labios. Para mi sorpresa, Beatriz no solo me correspondió el morreo, sino que cruzó sus piernas en mi espalda, permitiendo que todavía llegara más profundo y en esa postura, follándomela a toda velocidad, nos corrimos los dos prácticamente a la vez.

Seguro que no eché tanta cantidad de semen, pero para mí fue igual de intenso o incluso más que el primer polvo, sintiendo cómo Beatriz convulsionaba debajo de mí y comiéndonos la boca de manera apasionada.

―¡¡Aaaaaaah, joder...!! ―murmuró Beatriz cuando pudimos tomar un poco de aire―. Nos hemos pasado, Jorge, esto esta mal, no es lo que habíamos acordado... ―dijo en una especie de ataque de moralidad repentino, bajándose la camiseta para cubrirse los pechos.

Me pareció gracioso que me soltara eso, porque mi polla seguía escurriendo hasta la última gota dentro de ella y notaba las caderas de Beatriz meciéndose con suavidad, saboreando ese segundo orgasmo.

―Sí, lo siento, me he dejado llevar... pensé que... ―me disculpé sin saber muy bien qué decir.
―Esto no puede volver a repetirse.
―Sí, claro... ―y me salí de ella, quedándome de rodillas entre sus piernas, apoyando las manos en sus piernas, todavía con la respiración acelerada y dejando mi polla entre sus labios vaginales.

Ya no estaba erecta del todo, pero se mantenía hinchada y grande a pesar de haberme corrido dos veces. Sentía los latidos de su corazón a través del coño, que le palpitaba con intensidad y Beatriz apartó la cabeza, quedándose con la mirada perdida hacia un lateral.

―Espera, levanta ―me ofrecí a ayudarla introduciendo un cojín bajo sus caderas y Beatriz se quedó unos instantes así, con las piernas abiertas y su intimidad expuesta delante de mí.
―Pásame la toalla, por favor ―me pidió y yo mismo la cogí del suelo y tapé su entrepierna en un gesto educado por mi parte.

Era un poco absurdo, porque ya había visto todo su cuerpo desnudo y me la acababa de follar dos veces seguidas, sin embargo, Beatriz seguía tratando de ponerle un poco de cordura y que aquello no se le fuera de las manos todavía más.

Me vestí con calma, sentado en la cama, a sus pies, ninguno de los dos decía nada y cuando terminé de ponerme los pantalones, Beatriz se dirigió a mí.

―Jorge...
―¿Sí?
―Perdona lo de antes, quizás he sido un poco brusca...
―No te preocupes, lo entiendo perfectamente.
―Vamos a esperar este mes, a ver si conseguimos algún resultado, en caso contrario tenemos concertada una cita con un ginecólogo de Madrid para que analice mi situación.
―De acuerdo, yo lo que vosotros me digáis...
―Te iremos informando... y bueno, gracias por todo. Sé que para ti esto tampoco tiene que ser fácil...
―No, de hecho cuando me lo pidió Hans... ―empecé a hablar sentándome en la cama a su lado, pero al ver la cara de tristeza de Beatriz entendí que era mejor no decir nada más, pues para ella tenía que ser una situación muy jodida rebajarse de esa manera ante un chico como yo―. Nah, da igual, yo solo quiero que estés a gusto conmigo, y tengas confianza para pedirme cualquier cosa que necesites...
―¡Eres muy buena persona!, tiene mucha suerte Cayetana contigo... ―y me hizo una ligera caricia en la pierna―. Será mejor que te vayas... es un poco tarde.
―Sí, claro, ya me vais informando con lo que sea. Adiós, Beatriz, y espero que tengamos suerte.

No quise agacharme a darle un beso en la mejilla, así que me despedí de ella con un roce de mi mano en su hombro. Y al salir de la habitación me acordé de Hans, había sido el encuentro más largo, y con diferencia, que había tenido con su mujer, casi una hora encerrado en la habitación con Beatriz, seguro que el alemán se estaría preguntando por qué habíamos tardado tanto tiempo, cuando las otras veces apenas había durado quince minutos escasos.

No pareció sorprenderse cuando me vio bajar por las escaleras, se le veía tranquilo y al verme se incorporó y vino hacia mí.

―¿Todo bien, Jorge? ―preguntó mirando su reloj.
―Sí, sí...
―En un par de semanas te informo con lo que sea...
―De acuerdo, Hans ―y estrechamos las manos.

Salí de su mansión contento, relajado y eufórico. Me acababa de follar a Beatriz Beguer y en ese instante me dio un poco igual si se quedaba embarazada o no. Yo ya me daba por satisfecho después de los dos polvazos que acabábamos de echar. Por supuesto que quería seguir acostándome con ella y ganando pasta, pero si al final conseguía mi objetivo de preñar a Beatriz ya me habría quitado esa espinita.

Solo tenía que esperar dos semanas para saber si nos seguiríamos viendo en el futuro o no, y mientras tanto era el momento de pensar otra vez en Cayetana. Al día siguiente nos íbamos a pasar el fin de semana a La Casona y era el sitio perfecto para continuar avanzando en nuestra “pulcra y casta” vida sexual...
 
Capítulo 18



Cinco días llevaba sin ver a mi novia desde que había vuelto a la universidad y me apetecía un montón pasar el finde con ella. Pasé a recogerla impaciente con mi coche y tuve que entrar en el chalet de mis suegros a saludarlos. Cayetana apareció con una maleta pequeña de viaje y se despidió hasta el domingo.

Me saludó efusiva con un pico en los labios y yo me ofrecí a llevar su equipaje. Sus padres se quedaron viendo cómo salíamos con cara de pocos amigos, sobre todo su madre, pues aquello no era un viaje de estudios, sino más bien una escapada para estar a solas con su hija, y además, mi chica había elegido muy bien las fechas, ya que ellos no podía ir porque tenían un compromiso el sábado por la noche.

Así que íbamos a estar solísimos todo el finde.

Sin embargo, la cara de mi novia estaba muy seria, como si se hubiera enfadado, y yo conocía tan bien a Cayetana que ya sabía que algo le pasaba.

―¿Todo bien, Caye? ―pregunté en cuanto arranqué con el coche.
―De verdad que no ha sido cosa mía, te lo prometo...
―¿De qué estás hablando?
―Te dije que este finde era para nosotros solos, pero...
―No me fastidies, Caye, ¿otra vez Marta? ―solo podía ser ella la que nos jodiera el finde romántico.
―Sí, otra vez... ¡otra vez!, se enteró de que iba contigo en La Casona y le pidió permiso a mis padres para ir con nosotros... aunque, no son malas noticias del todo, vienen mañana por la mañana, así que al menos hoy podremos estar solos...
―Ni tan mal entonces... no sé cómo lo hace para fastidiarnos siempre los planes.
―Así es mi hermanita, Jorge... culo veo culo quiero, qué te voy a contar...
―Bueno, vamos a dejar de hablar de ella, que no nos amargue la escapada, mmmmm, eso significa que tenemos una noche para nosotros solos y la tenemos que aprovechar... ―dije poniendo una mano en su muslo―. Ahora al llegar nos damos un bañito, salimos a cenar por el pueblo y después...
―¿Tienes muchas ganas? ―preguntó Cayetana inclinándose para darme un beso en el cuello.
―Yo siempre tengo ganas de estar contigo... uf, para, mientras conduzco no ―y aparté su mano de mi pierna―, a ver si ahora te gustó lo de hacerlo en el coche, ja, ja, ja ―bromeé con mi chica.
―Sigo pensando igual, aunque reconozco que estuvo bien...
―¿Lo ves?, tienes que hacerme caso y seguir probando cosas nuevas. Para hoy se me han ocurrido un par de ideas...
―¿Más cosas nuevas?
―Sí...
―¿Todavía no tienes suficiente?
―Sabes que nunca voy a tener suficiente contigo, me excitas demasiado, Caye...
―¿Y vas a poder aguantar tanto tiempo?, como dices que primero nos vamos a bañar, luego ir a cenar al pueblo...
―Vaya, vaya, a ver si es eres tú la que hoy tiene más ganas...

Una hora más tarde llegamos a La Casona y dejamos las maletas en la habitación de la planta baja donde se solía quedar mi novia sola cuando iban sus padres. Pero como no estaban yo dormiría con ella, así que nos tocaba compartir la cama de 1,20.

Y mientras Cayetana se inclinaba para dejar la ropa bien doblada en el armario, llegué por detrás y puse las manos en su cintura. Levanté su vestido e hice como que la penetraba, con un ligero golpe de cadera.

―Mmmmm, me encanta ese vestidito blanco, aunque me gustarías más sin él...
―¡Jorge!, estate quieto ―me pidió zafándose de mí y recomponiendo su falda―. Dijiste que primero nos íbamos a bañar... así que venga, prepárate, ponte el bañador...
―¿Es que no te apetece después de toda la semana sin verme? ―y comencé a quitarme la camiseta, el pantalón corto y los calzones, quedándome completamente desnudo―. Ya estoy listo... ―anuncié levantando los brazos.

Y cuando mi novia se giró me encontró sin ropa y con la polla dura apuntando hacia el techo.

―¡Jorge!, ¿estás tonto?
―Hoy no hay nadie, no sé, podríamos bañarnos desnudos ―comenté avanzando hacia ella.
―Muy gracioso.
―Te lo estoy diciendo en serio.
―Ya lo veo...
―¿Qué problema hay en bañarnos desnudos?, dime un motivo para no hacerlo...
―Pues porque no... no sé, podría venir alguien.
―¿Y quién va a venir?, tus padres no y tu hermana hasta mañana no llega...
―Vete a saber, esta es capaz de adelantarse un día...
―Pero si esta noche tenía una fiesta en no sé dónde, sabes que vamos a estar solos...
―¡Ay, Jorge, no insistas!, ¡no me voy a bañar desnuda!
―¿Y te molesta que lo haga yo?
―Sí, idiota, haz el favor de ponerte el bañador...
―Joder, Caye, no seas así... yo pensé que este finde te ibas a soltar más...
―¿Ya empezamos?
―Tienes que pensar menos y disfrutar... ¿no te pondría que nos metiéramos juntos en el agua sin ropa?
―Sí, pero... ya sabes que me da apuro que me veas desnuda...
―¿Y en topless?
―¡Joooorge!
―¿Qué?, solo sería sin la parte de arriba, tampoco creo que esté pidiendo tanto...
―¡Mierda! ―exclamó de repente Cayetana rebuscando entre su maleta.
―¿Qué pasa?
―Que no sé dónde narices he puesto los biquinis, ¡ay, madre!, que los saqué para... ¡nooo, me los he dejado en casa! ―y se puso la mano en la cara negando con la cabeza.
―¿Ves?, ja, ja, ja, ¿no me digas que eso no es casualidad?, eso se llama destino, estamos hablando de esto y justo te olvidas los biquinis, si hoy algo te decía que te tenías que bañar desnuda.
―No me hace gracia, Jorge, encima este finde que daba muy bueno y es casi el último para poder aprovechar antes del otoño...
―Buuuueno, hoy no pasa nada, estamos en confianza ―aseguré situándome detrás de ella y besando su cuello.
―Creo que tenía alguno viejo en el armario, voy a ver... si me suena que... ―dijo rebuscando entre los cajones―. No, solo tengo este bañador blanco, pero está un poco pasado... ¡qué fastidio!
―¿Y esos de ahí?
―Estos son de Marta... son biquinis..., la mayoría de tanga y...
―Mejor que nada...
―No sé ni si me valdrían ―comentó cogiendo uno de los trapos que se solía poner su hermanita―. Si es que mira cómo son, ¿cómo me voy a poner esto? ―y estiró las tiras de uno de ellos.

Aquello no podía tener menos tela. Contemplé la escena sentando en la cama y fue imaginarme a Cayetana con un tanguita de su hermana pequeña y mi polla saltó como un resorte. ¡Joder, acababa de empalmarme como por arte de magia con solo visualizarlo.

¡Demasiado morboso!

―¿Es que tú nunca utilizas tanga?
―Sí, alguna vez, depende del vestido, para alguna celebración, pero en general no me gustan y menos para ir a la playa o la piscina, en público no me gusta estar así...
―Pero hoy no hay nadie, solo yo.
―¿Y quieres verme con esto puesto?
―Sí, por qué no, reconozco que tengo curiosidad por ver cómo te quedaría uno de esos en tu cuerpazo...
―¡No voy a ponerme esto! ―aseguró ojeando los cuatro o cinco modelitos que tenía allí su hermana de distintos colores.
―Entonces solo tienes cuatro opciones: O te bañas desnuda, o en braguitas y sujetador, o con tu bañador de vieja con la tela pasada o con un biquini de tu hermana...
―¡Menudas opciones!

Tuve que situarme de espaldas a ella para que no viera mi erección y me puse el bañador en unos segundos.

―Te espero fuera, junto a la piscina, a ver si me sorprendes... ―y me acerqué a ella metiendo las manos por debajo de su vestido―. Me encantaría ver cómo te cambias, pero no lo voy a hacer, así que espero que no aparezcas con esto en la piscina ―dije cogiendo su bañador blanco y lanzándolo a la cama.

Dejé la toalla en la hamaca y me metí al agua sin pensármelo. Es verdad que después de haberme follado dos veces a Beatriz el día anterior no estaba tan cachondo como de costumbre, o no hubiera salido de la habitación sin haberme corrido. A pesar de eso seguía teniendo muchas ganas de jugar con Cayetana, pero reprimí mis impulsos para darle un poco de tregua y me quedé a un lado de la piscina impaciente porque saliera mi novia.

Y entonces apareció con una camiseta larga que ocultaba todo su cuerpo y extendió su toalla en otra hamaca. La primera impresión fue decepcionante, pero en cuanto se quitó la camiseta me quedé a cuadros. ¡No me lo podía creer!

¡Se había puesto uno de los biquinis negros de su hermana!

Es verdad que no era uno de los más atrevidos, pero la braguita tipo brasileña, casi tanguita, se colaba entre los cachetes de su culo y en la parte de arriba al tener un poco más de pecho que su hermana, sus pequeñas tetas llenaban perfectamente el sujetador e incluso parecía que faltaba tela.

―¡Joder, Caye!
―Esto es lo más ponible que he encontrado... ¿te gusta?
―¿Que si me gusta?, ¡estás espectacular!, date la vuelta que quiero ver bien ese culo...
―¡Tonto!, no digas eso que me da vergüenza...

Y Cayetana comenzó a bajar por la escalera, dándome la espalda y metiéndose al agua muy despacio. Fue una pena que la visión de su trasero con el tanguita de su hermana durara tan poco, pero fue lo suficiente para que volviera a empalmarme. Se acercó nadando hasta mí y nos fundimos en un morreo disfrutando de los últimos rayos del sol del verano y la comodidad de la piscina.

―¿Ya estás así? ―ronroneó al comprobar mi erección.
―¿Y cómo quieres que esté? ―dije sobando su culo por debajo del agua.

Me encantaba manosear esos glúteos, imaginando que la tela del biquini de Marta se perdía entre sus cachetes, pero Caye quería más que eso y rodeó mi cuerpo con sus largas piernas, pegándose a mí y comenzando a frotarse de arriba abajo.

Mi polla se amoldó perfectamente entre los labios vaginales de Cayetana y “follamos sin follar” de manera lenta y sensual. Mis manos no paraban de apretar sus cachetes y fui acercando uno de mis dedos hasta su ano, colándolo por debajo de la tele del biquini, esa tarde no había duda de que mi novia estaba bastante más cachonda que yo y gimió al sentir mi dedo corazón rozando su pequeño agujerito.

―Aaaaah, ¿qué haces?
―¿Quieres que te lo meta?
―Aaaaaah...
―Contesta.
―Me da vergüenza decir esas cosas...
―Me gustaría oírtelo decir.
―Tú hazlo y ya está, sabes que me gusta...
―Está bien, lo haré si haces lo que te pida ―susurré sin dejar de acariciarla con el dedo.
―Aaaaah, a ver, aaaaah, ¿ahora qué quieres?
―Quítate la parte de arriba del biquini...
―¿Solo eso?
―Sí...

Ni tan siquiera se lo pensó, tenía tantas ganas de que le clavara el dedo en el culo que echó las manos hacia atrás y se soltó el nudo del sujetador, que de repente apareció flotando en el agua.

―¿Satisfecho?
―No, desabróchame las bermudas...
―¿También?
―Sí.

Y se separó unos centímetros de mí, bajó las manos y de un tirón, aflojó el nudo desenredando la lazada, luego metió las manos por el elástico del bañador, y me lo fue quitando hasta desnudarme por completo.

―¿Así te parece bien? ―preguntó orgullosa volviéndome a rodear con sus piernas y sintiendo mi polla directamente en su coño.
―Muy bien, creo que te mereces tu premio ―y acerqué otra vez el dedo a su culo.
―Aaaaaah, aaaaah ―gimió Cayetana al sentir cómo volvía a acariciar esa zona tan delicada.

Apretaba con fuerza su cuerpo contra el mío, sintiéndola bien y restregándose a lo largo de toda mi polla, era increíble la presión que ejercía con sus muslos y apoyó la cabeza en mi hombro cuando mi dedo comenzó a entrar en su delicado ojete de pija.

―Aaaaaaah, Jorge, ¡qué rico, por diossss!
―¿Lo meto hasta el fondo?
―Sí, un poco más, aaaah ―me pidió frotándose más deprisa contra mí.

También me rodeó el cuello con los brazos, me tenía atrapado tanto por arriba como por abajo, y yo lo único que podía hacer era follarme su culo. Pensé que íbamos a llegar al orgasmo los dos a la vez, pero entonces Cayetana me jadeó al oído.

―¡No te corras, eh!
―¡¡¿Cómo?!!
―Sí, que no lo hagas bajo el agua, aaaaah, aaaaah...
―¿En serio?
―Eso es una cerdada, aguanta porfa, aaaaaah, aaaaah, te prometo que luego te lo compenso...
―Ya lo creo que me lo tienes que compensar y no prometo nada, eh, me estás volviendo loco con ese movimiento de cintura...

Sentía el tacto de sus labios esponjosos abrazando mi polla y los gemiditos de Cayetana en mi cuello me estaban poniendo cerdísimo. Y ahora me decía la muy cabrona que no me corriera en la piscina de sus papis, que eso era una guarrada.

¡Me lo podía haber dicho antes!

Por suerte ella no aguantó mucho, y con todo mi dedo corazón incrustado en su ano, se corrió en unos pocos segundos. Cada vez le gustaba más a Cayetana que jugara con su culo y eso hacía que alcanzara el orgasmo con muchísima facilidad.

―¡Aaaaaah, aaaaah, ya me viene, aaaaah, aaaaaah, yaaaa, yaaaaa, aaaaah, qué rico, aaaaaah, qué ricoooo, aaaaaah, diosssssss, sííííííí, síííííííí!

Esos segundos en los que sentí cómo su cuerpo temblaba tan abrazado a mí se me hicieron muy duros y tuve que apretar los muslos y tensar el culo, tratando de que no se me escapara nada. Y es que el orgasmo que acababa de tener Cayetana parecía que le había sabido a poco. Aflojó la tensión de sus muslos en mi cadera, pero seguía meciéndose, despacio, dándome besitos por el cuello y sintiendo mi dura polla contra su cuerpo.

Ella mismo me retiró la mano que tenía bajo su biquini y con un beso con lengua se me quedó mirando con una enorme sonrisa en la boca.

―Muchas gracias, uffff, ¡ha estado genial!, creo que lo necesitaba después empezar las clases el lunes... ya estaba muy tensa...
―Ya lo he visto, ya...
―Y ahora te toca a ti, ¿no? ―dijo separarando nuestros cuerpos y agarrándome la polla con la mano―. ¿Vamos a la habitación?
―No, espera, ven aquí ―e hice que se volteara frente al bordillo y la levanté para que se quedara suspendida con las piernas en la piscina, apoyándose tan solo con los brazos, y quedando su culo fuera del agua, delante de mi cara.

Besé sus glúteos y Cayetana miró sorprendida hacia atrás.

―¿Qué haces, Jorge?
―Nada, solo quiero besarte, pasar mis labios por esta piel tan suave, ver tu culito de cerca, tocarlo, saborearlo, mmmmm ―y aparté la tela que se perdía entre sus cachetes, y los abrí con las manos para ver su ano escondido.

Pasé la lengua por su rajita y Cayetana protestó, pero seguía en la misma posición, dejándose hacer.

―Para, Jorge, aaaaah, sabes que eso no me gusta...
―Sssssh, déjame, ahora déjame a mí, tú solo disfruta ―le pedí justo cuando mi lengua alcanzaba su sonrosado agujerito.

Tirando hacia fuera con las manos, abrí sus glúteos lo máximo que podía y hundí el hocico en su culo, luego liberé la presión y sus cachetes atraparon mi cara en ese oscuro lugar en el que comencé a jugar, tratando de penetrar su culo con mi lengua.

―Aaaaah, Jorge, joder, aaaaaah, ¿qué haces?
―¡Quiero comértelo, mmmmmm, está delicioso! ―dije soltando un lametazo desde el coño hasta la espalda y luego otro más centrándome sobre todo en su agujerito, que rodeé en círculos para luego introducir mi lengua.

Cayetana protestaba, pero se dejaba hacer y de repente sentí su mano en mi cabeza, aplastándome contra su cuerpo.

―Aaaaah, joder, Jorge, diosssss, ¡¡¿qué me estás haciendo?!!
―¿Quieres que pare? ―pregunté separando mi cabeza de ese precioso lugar unos segundos para coger aire.
―Noooo, aaaaaah, ni se te ocurra...

Me daba un morbazo tremendo comerle el culo a Cayetana con el biquini de Martita puesto. Sujetaba la tela, apartándola a un lado y me pregunté cuántas veces, esa misma tira habría estado metido en el culazo de su hermanita. Con un sonoro beso en su culo volví a penetrarla con la lengua, desde mi posición veía sus labios virginales abiertos, expuestos, e incluso su virginal coño reluciente, pidiendo a gritos que lo profanara.

Y no se me ocurrió otra cosa que soltarle un lametazo, buscando su clítoris desde atrás, pero Cayetana se revolvió de inmediato.

―¡¡Ahí no, aaaaah, sigueeee por detrás, sigueeeee por detrás!! ―me pidió agarrándome fuerte por el pelo y empotrando mi cara contra sus posaderas. Y de repente aparecieron sus dedos acariciando su entrepierna.

Debía ser una postura muy incómoda para ella, de espaldas a mí, con medio cuerpo fuera de la piscina, mientras yo desde dentro se lo comía, pero con el cuerpo hacia delante hizo la suficiente fuerza para mantenerse así, reposando la cara en el suelo y con la mano derecha se masturbó unos pocos segundos hasta llegar al orgasmo, meciendo su culo en mi cara de lado a lado.

―Aaaaaah, Jorge, aaaaah, aaaaaah, ¡¡me corroooo, me corroooooo!! ―chilló utilizando por primera vez esa expresión.

Mi lengua entraba y salía, entraba y salía y Cayetana se revolvía como una jodida serpiente, sin soltarme el pelo y aplastándome la cara contra su culo. ¡Menuda corrida se estaba pegando!

―¡¡Aaaaaah, Jorge!!, te dije que eso no me gusta, pero... uf, ¡ha estado muy bien!
―Sabía que te iba a gustar... ―afirmé besando su glúteo y luego dándole una pequeña cachetada, ayudándola a salir del todo de la piscina.

Y Cayetana se quedó tumbada a lo largo del bordillo, en topless, tomando el sol con una rodilla flexionada, recuperando la respiración con los ojos cerrados, como una jodida sirena.

¡Una imagen que se me iba a quedar en la rutina!

La observaba desde el agua satisfecho por haber hecho que se corriera dos veces en unos pocos minutos, pero eso conllevaba que me acababa de pillar un calentón importante y ahora Cayetana, mucho más relajada, no parecía tener prisa en satisfacerme.

Salí del agua completamente desnudo, empalmado y cogí el móvil que tenía sobre la hamaca. Sin que ella se diera cuenta, a unos cuatro metros de distancia, le hice unas cuantas fotos y después me acerqué y me tumbé a su lado.

―¡Es una pena que no podamos estar todo el finde así!, mmm, esto es una pasada... ―dijo Cayetana.
―Ni que lo digas...
―Y ahora te toca a ti ―susurró bajando la mano sin tan siquiera mirarme y me agarró la polla.

En esa postura, bajo el sol, dejé que me masturbara y terminé corriéndome sobre mi propio estómago, luego me pasó los dedos por el abdomen y esparció mi semen por él, como si fuera crema solar.

―Mmmmm, ¡me ha encantado hacerte llegar!, ha sido muy fácil...
―Es que ya me tenías muy cachondo, oye, ¿qué te parece si nos quedamos así?
―¿Así?
―Sí, desnudos todo el día, me encanta verte con ese biquini...
―¿En serio?, pero si este debía de ser de Marta de cuando tenía 15 o 16 años como mucho...
―Pues te queda genial, deberías comprarte uno...
―Ah, por cierto, tengo que llamar a Marta para que mañana me traiga los biquinis que me dejé olvidados en casa...
―¿Y por qué no te quedas con ese puesto todo el finde?
―No quiero que me vean así, ni Marta y menos el capullo de su novio, no me gusta cómo me mira... y no me quiero pasear con el culo al aire delante de él...
―Ooooh, pues es una pena, porque a mí me encanta.

Cayetana se dio media vuelta y se quedó bocabajo, apoyándose sobre los codos.

―¿Te gusta cuando se los pone Marta?, está muy buena, tampoco me extrañaría, pocas chicas he visto que tengan un culo igual que mi hermana...
―No, a mí me gusta el tuyo ―dije estirando el brazo y sobando su trasero.
―Hoy te has puesto muy cachondo, y seguro que este biquini tiene algo que ver...
―Lo mismo podría decirte, ¡te has corrido dos veces casi seguidas!, y sigues teniendo ganas de más, estás tan guapa así, bajo el solo con el pelo mojado..., pero si te parece mejor prefiriría verte completamente desnuda ―y de un hábil salto me puse sobre ella, apoyando mi polla en su culo y tirando del nudo de su braguita brasileña―. Mmmmm, me ha encantado comértelo, a partir de ahora pienso hacerlo más veces... ―aseguré apretando sus nalgas y clavando mis dedos en ellas.
―Será si te lo permito...
―Espero que sí...
―Ssssssh, déjamelo puesto... no me quites la parte de abajo... no quiero que...
―¿Por qué?, quiero que estemos los dos desnudos, me encanta esto ―y de un tirón me quedé con sus braguitas de la mano.

Restregué mi polla a lo largo de su culo mientras comprobaba el tacto de la tela, pasando los dedos por ese biquini que tantas veces había llevado mi cuñada puesto. Hice una pequeña pelota con la braguita y la escondí en mi puño, moviéndome delante y detrás, como si me estuviera follando el culo de Cayetana.

―¿Quieres a correrte otra vez?, aaaaah ―me preguntó Cayetana con voz sensual.

Allí estábamos los dos desnudos, restregándonos al lado de la piscina, y me puso tan cachondo deslizar mi polla entre sus glúteos que no se me ocurrió otra cosa que sujetármela y ponerla a la entrada de su culo, simulando que quería penetrarla.

Apoyé la mano cerrada en su hombro y ella se dio cuenta que escondía las braguitas, entonces se giró y me besó los dedos, haciendo que abriera el puño, pero yo las sostuve con dos dedos y la tela se extendió, cayendo sobre su hombro.

―¿Quieres que me lo vuelva a poner? ―susurró sacando las caderas hacia atrás.

Hice un poco de presión y por unos segundos hasta llegué a hacerme la ilusión de que mi novia quería que la sodomizara. Movía las caderas de lado a lado y mi capullo seguía en contacto con su ano, así que solo por probar presioné ligeramente y Cayetana, al ver mis intenciones, bajó la mano y me apartó la polla de su entrada.

―No hagas el tonto..., aaaaah... dime, ¿quieres que me lo vuelva a poner? ―insistió mirando hacia atrás y haciendo que las braguitas rozaran su cara.

No sé a que venía tanta insistencia por parte de Cayetana, si es que no quería estar desnuda para evitar tentaciones o es porque realmente le ponía cachonda llevar el tanguita de su hermana. Siempre han sido muy competitivas entre ellas y me pregunté si mi chica no tendría celos del culazo de Marta y ahora quería llevarme al límite con el suyo y mostrarme que ella también podía calentarme con su culo.

Extendí la tela de la braguita y se la pasé por la mejilla hasta que llegué a sus labios. Me hubiera gustado que sacara la lengua para lamerlo, o incluso metérselo en la boca, pero Cayetana no estaba dispuesta a eso y me lo quitó de la mano apartando la cara.

―No me importa ponérmelas si eso te excita, aaaaah ―gimió al sentir mi polla que seguía deslizándose entre los cachetes de su culo.
―Deja que te las ponga yo... ―y le volví a arrebatar las braguitas brasileñas a Cayetana.

Me puse de rodillas a sus pies y ella se colocó a cuatro patas para que pudiera ir subiendo la tela por sus piernas. Cuando terminé ella hizo el gesto de volver a tumbarse, pero le pedí que se quedara así unos segundos. Quería retener esa imagen en la cabeza.

¡Cayetana a cuatro patas al borde la piscina, en topless y con la braguita brasileña de su hermana puesta! ¡¡Tremendo!!

―¡Dios mío, Caye!, ¡estás increíble!, ¡menudas vistas tengo desde aquí atrás ―dije dejando caer la mano y soltando una pequeña palmadita en su glúteo derecho para después tirar de la braguita hacia arriba e incrustarle la tela en el coño.
―¡¡Aaaaah, joder!!, ¿qué haces? ―gritó mirando hacia atrás.

Sujeté sus caderas y pegué mi cuerpo al suyo, sin dejar de tensar la tela y con un solo golpe de cadera simulé que la penetraba. Era como si estuviera montando un caballo, pero en vez de las riendas agarraba sus braguitas. Y a la siguiente embestida se le escapó un gemido a Cayetana, que volvió a mirar hacia atrás.

―¡¡Aaaaah, aaaaaah, ¿qué estás haciendo?!!, ¡¡¡AAAAAHHHGGG!! ―bramó cuando tiré más fuerte de las braguitas, metiéndolas cada vez más entre los labios de su coño.

La situación era muy excitante, lo malo es que no podía frotarme contra ella, solo golpear su culo, y así era imposible que me corriera, aunque me encantaba simular que me la estaba follando y Cayetana gemía con cada impacto de nuestros cuerpos. Ese sonido de mi pubis chocando contra sus glúteos era adictivo, y lo acompañaba los suspiritos de mi novia, que no dejaba de mirar hacia atrás, sorprendida por lo que estábamos haciendo, pero sin dejar de ofrecerme su culo para “ser follado”.

Y de repente me agaché, apartando sus braguitas y volví a meter la cara entre sus cachetes, y después un dedo, penetrando su culo y dilatándolo a la vez que lo lubricaba con mi saliva.

―Aaaaaah, Jorge, aaaaaah, ¡qué rico!, sigueeee un poquito más, aaaaah...

Yo no pensaba detenerme y alternaba las caricias con el dedo y después con la lengua, intentando abrir ese pequeño agujero tan estrecho. Tiraba de sus paredes hacia fuera cuando colaba uno de los dedos y cada vez lo iba metiendo más y más profundo, hasta que se lo clavé en el fondo. Entonces se me ocurrió probar con un segundo dedo e hice una ligera presión para penetrarla, pero el culo de Cayetana se mantenía firme y cerrado.

Solté un salivazo en todo su ojete y aquello ya me lo empecé a tomar como un desafío. Ese segundo dedo tenía que entrar por mis cojones. Cayetana se había recostado sobre los codos, y con la cadera levantada protestaba en una especie de gimoteo que me ponía cada vez más cachondo.

―¡¡¡Aaaaaah, Jorge, me hace un poco de daño!!!
―Ssssss, relájate, ya está entrando...
―¿Qué haces?
―Tú solo disfruta, déjame a mí... ―y saqué el dedo para que se relajara unos segundos acariciando el perímetro con la lengua.

Nunca había visto su culo tan abierto y volví a penetrarla con un dedo, tirando un poquito más fuerte y haciendo círculos, tratando de dilatar su esfínter, y cuando se lo clavé hasta el fondo lo saqué de nuevo y al siguiente intento lo acompañé de un segundo dedo. El culito de Cayetana se los tragó con dificultad, apenas un centímetro, los retiré de nuevo, otro salivazo, una caricia con mi lengua, metiéndosela lo más profundo que pude y de nuevo los dos dedos, avanzando otro centímetro, con toda la paciencia del mundo.

―Aaaaaah, Jorge, me duele, aaaaah, me dueleeee, pero, es muy rico, sigue haciendo eso, pero muy despacito, por favor, aaaaaah...

Aquella frase me calentó de verdad y me animó a seguir jugando hasta cumplir mi objetivo. Ya estaba muy cerca, y al siguiente empujón mis dos dedos desaparecieron por completo en el culo de Cayetana.

Se le escapó otro grito, pero cuando comencé a follármela, sus lamentos pasaron a gemidos en muy poco espacio de tiempo. No podía creerme que Cayetana me estuviera dejando hacer eso, y en ese momento vislumbré, que si jugaba bien mis cartas, no iba a tardar mucho en poder sustituir los dedos por mi polla.

Había descubierto que Cayetana se ponía muy cachonda cuando jugaba con su ano y lo tenía que aprovechar sí o sí. Ahora conocía su punto débil y eso me iba facilitar mucho el camino hasta llegar a mi propósito de acostarme con ella.

Si no podía ser por el coño tendría que ser por detrás. Por el culo. Sí, estaba decidido a encular a Cayetana.

Pero no podía precipitarme, tenía que hacer las cosas con mucha calma y paciencia. Por supuesto que en ese momento me hubiera encantado situarme de rodillas detrás de ella, agarrar su cintura y penetrarla. Quizás Cayetana me hubiera dejado, aunque lo más seguro es que me dijera que no. Ya había esperado dos años.

¿Qué más me daba un poquito más?

Los gritos de placer de Cayetana y cómo meneaba el trasero delante de mi cara ya eran suficiente recompensa por ese día. Y entonces vi sus dedos apareciendo de nuevo entre sus piernas. La muy zorra se iba a pajear otra vez delante de mis narices y sin que se lo esperara retiré los dedos de su culo y me puse firme detrás de ella.

―Aaaaah, aaaaah, eeeeeh..., ¿por qué has parado?
―Tú sigue acariciándote ―y apoyé una mano en la parte baja de su espalda y busqué su ojete con el dedo pulgar.

Embestí con mi cuerpo, chocando contra sus nalgas y mi dedo gordo la penetró por detrás.

―Aaaaah, aaaaah, joder, ¡qué bueno, Jorge! ―murmuró Cayetana cediendo la presión de sus brazos y apoyando la mejilla en el borde la piscina.

Ya era mía y acompasé los movimientos de mi cadera, simulando que me la follaba, con el mete y saca del pulgar en su ano. ¡Era como si me la estuviera follando por el culo!, y los dedos de Cayetana volvieron a aparecer entre sus muslos, frotándose el coño por encima de las braguitas.

Entonces agarré la tela y tiré hacia arriba, incrustándosela entre los labios vaginales mientras que con la otra mano no paraba de sodomizarla con el puto pulgar. Los chillidos de Cayetana me incitaban a embestirla más fuerte, sujetando las riendas y dominando la situación. Golpes duros y secos, chocando nuestros cuerpos que hacían bambolear mi polla arriba y abajo, hasta azotar con ella su entrepierna

―Joder, Cayetana, ¡pareces una guarra con esa tanguita puesto!, ¡eso es lo que se ponen las chonis para ir a la playa! ―le solté de repente.
―¡AAAAAH, AAAAAAH! ―jadeó moviendo los dedos a toda velocidad.
―Te gusta que te folle así, ¿eh?, ¿vas a correrte?, hay que ser muy guarra para correrse mientras te dan por el culo...
―¡¡AAAAAH, SÍÍÍÍ, VOY A CORRERME, AAAAAH, SÍÍÍÍÍÍ, AAAAAH, SIGUEEE!!
―¿Te pone que te diga que eres una guarra? ―pregunté inclinándose sobre su espada y buscando su boca.

Cayetana se giró y sacó la lengua, correspondiéndome el beso, ella misma se movía buscando que mi dedo entrara todavía más profundo, aunque ya se lo tenía bien clavado hasta el fondo, y tiré tan fuerte de la braguita brasileña que cuando me quise dar cuenta se deshizo el nudo y me quedé con el trapito de la mano.

¡Ahora tenía a Cayetana completamente desnuda a cuatro patas delante de mí!

Al borde del orgasmo eso no pareció importarle y sus dedos ya acariciaron directamente su sensible clítoris, farfulló algo que no entendí y agachó la cabeza, ya solo preocupada de su propio placer.

―¡¡AAAAAH, SÍÍÍÍÍ, soy una guarra, soy una guarra!!, ¡¡¡AAAAAH, ME CORROOOO, ME CORROOO!!! ―jadeó aunque llegué a entender lo que se decía.

Y de un golpe de cadera hacia atrás, mi pulgar se quedó metido en las profundidas de su culo y Cayetana tembló, alcanzando un nuevo orgasmo mientras se corría patas abajo con un chillido.

―¡Vamos, eso es!, ¡¡córrete como una choni, eso es!!, ¡¡pareces una puta poligonera!!
―¡¡¡AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH!!!, ¡ME CORROOO, JODERRRR, AAAAAH, ME CORROOO!

Tan asombrado estaba contemplando el espectáculo inusual que me brindaba Cayetana, que ni caí en la cuenta de mi propio placer. Allí seguía detrás de ella con la polla dura y esperé a que terminara, dejándose caer hacia delante y mi dedo salió de su culo con un plop. Contemplé su estrecho ano abierto, palpitando, lleno de saliva, enrojecido, mientras Cayetana seguía gimoteando.

―¡¡Aaaah, qué daño me ha hecho, pero... qué rico, por favor, uf, qué rico!!

Me dejé caer sobre ella, los dos bocabajo y situé mi polla entre sus dos glúteos, Cayetana dejó que me frotara con energía, agarrando sus pequeños pechos. Seguía manteniendo la braguita brasileña en la mano que caía sobre su hombro y ella al darse cuenta cogió la tela y me la restregó por la cara.

―¿Esto te gusta? ―me preguntó acercándomela a los labios como había hecho yo antes.
―Sí, aunque me gustaba más cuando lo llevabas puesto..., ¿por qué me lo acercas tanto?, ¿es que acaso quieres que lo chupe?
―No tengo ninguna duda de que lo harías...

Saqué la lengua y Cayetana situó la tela entre mis labios. Aquello era demasiado morboso ya, y seguí deslizando mi polla sobre su culo mientras ella me ofrecía el biquini de su hermana pequeña para que lo lamiera.

―¡Eres un cerdo! ―suspiró Cayetana―. ¿Vas a terminar ya?
―Sí, te lo voy a echar todo por la espalda, ¿quieres?
―Sí...
―¿Quieres que me corra encima de ti?
―¡Sí, hazlo, cerdo! ―exclamó viendo cómo chupaba el trapito con la lengua fuera como si fuera un puto perro.
―Joder, ¡¡¡no puedo más, no puedo más!!!
―¡Córrete encima de mí! ―exclamó Cayetana.

Me incorporé deprisa, quedándome erguido detrás de ella con la braguita brasileña en la mano y envolví con ella mi polla justo antes de eyacular. Solo tuve que pegarme unas pocas sacudidas y mi semen salió disparado contra la espalda desnuda de mi novia.

―¡¡¡Aaaaaah, toma, joderrrrr, aaaaaaah!!!

No puedo decir que fuera una gran corrida, porque después de los dos orgasmos de la noche anterior más los otros dos de ahora, estaba casi seco, pero un par de buenos lefazos sí que le solté a Cayetana, que se giró para ver cómo derramaba mi semen caliente sobre su cuerpo con mi polla envuelta en el biquini de su hermana.

Terminé exhausto, dejándome caer sobre ella, besando su hombro, acariciando su pelo, y no se me ocurrió otra cosa que limpiar el semen de su espalda con la tela de la braguita.

―¡No me puedo creer lo que has hecho! ―dijo Cayetana.
―Ni yo tampoco, pero no me digas que no ha sido una pasada, joder, nunca te había visto así, te he... te he follado con el dedo ―y le pasé el pulgar por la mejilla―. No sé, no se nos había ocurrido hasta ahora y quizás podíamos...
―Ey, para, para, que ya sé por dónde vas... ni se te ocurra pensar que vas a metérmela por detrás, vamos, lo llevas tú claro...
―No me digas que no te ha gustado cuando te lo he comido, o lo del pulgar, simulando que te follaba, ¡¡joder, Caye, estabas fuera de sí!!
―Sí, sí, ha estado muy bien, pero una cosa es el dedo y otra muy distinta, ehhhh..., que no, que no, ¡que no vas a darme por el culo! ¡NI DE COÑA!
―¿Eso también es de guarras y de chonis?
―Más o menos, vamos, no creo que ninguna de mis amigas lo haga, ¡es demasiado vulgar y obsceno!
―Te sorprendería lo que hacen tus amigas en privado, créeme...

Era gracioso que Cayetana hablara así, cuando unos minutos antes se dejaba embestir a cuatro patas simulando que era sodomizada y se frotaba el coño para correrse, pero ya estaba acostumbrado a esos ataques de moralidad de mi novia, por lo que en ese momento no quise rebatirla. Yo sé lo que había visto y lo que acabábamos de hacer y estaba convencido de que más pronto que tarde ese culo iba a ser mío.

Tan solo tenía que esperar mi oportunidad.

El resto del día lo pasamos más tranquilo, sobre las siete y media se fue metiendo el sol y después de otro bañito, nos pegamos una ducha, nos cambiamos y bajamos al pueblo a cenar. Terminamos la noche en el patio de La Casona, escuchando el ruido de los grillos, y tumbados en la hamaca mirando hacia la piscina.

Al día siguiente se acababa la tranquilidad. Antes de comer iban a venir a pasar el finde con nosotros Marta y Álex. Solo esperaba que al menos las dos hermanas se llevaran bien y no discutieran, como de costumbre.

Era lo único que pedía.

También me inquietaba un poco en qué plan vendría Marta conmigo. Las últimas semanas había estado muy borde por lo sucedido en el coche, y aunque ya lo habíamos hablado, y más o menos las redecillas con mi cuñada parecían aparcadas, podía esperarme cualquier cosa de ella. Un día era la más simpática y al otro una auténtica niñata insoportable.

Y es que Marta era una fuente de sorpresas inagotable...
 

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