Capítulo 18
Cinco días llevaba sin ver a mi novia desde que había vuelto a la universidad y me apetecía un montón pasar el finde con ella. Pasé a recogerla impaciente con mi coche y tuve que entrar en el chalet de mis suegros a saludarlos. Cayetana apareció con una maleta pequeña de viaje y se despidió hasta el domingo.
Me saludó efusiva con un pico en los labios y yo me ofrecí a llevar su equipaje. Sus padres se quedaron viendo cómo salíamos con cara de pocos amigos, sobre todo su madre, pues aquello no era un viaje de estudios, sino más bien una escapada para estar a solas con su hija, y además, mi chica había elegido muy bien las fechas, ya que ellos no podía ir porque tenían un compromiso el sábado por la noche.
Así que íbamos a estar solísimos todo el finde.
Sin embargo, la cara de mi novia estaba muy seria, como si se hubiera enfadado, y yo conocía tan bien a Cayetana que ya sabía que algo le pasaba.
―¿Todo bien, Caye? ―pregunté en cuanto arranqué con el coche.
―De verdad que no ha sido cosa mía, te lo prometo...
―¿De qué estás hablando?
―Te dije que este finde era para nosotros solos, pero...
―No me fastidies, Caye, ¿otra vez Marta? ―solo podía ser ella la que nos jodiera el finde romántico.
―Sí, otra vez... ¡otra vez!, se enteró de que iba contigo en La Casona y le pidió permiso a mis padres para ir con nosotros... aunque, no son malas noticias del todo, vienen mañana por la mañana, así que al menos hoy podremos estar solos...
―Ni tan mal entonces... no sé cómo lo hace para fastidiarnos siempre los planes.
―Así es mi hermanita, Jorge... culo veo culo quiero, qué te voy a contar...
―Bueno, vamos a dejar de hablar de ella, que no nos amargue la escapada, mmmmm, eso significa que tenemos una noche para nosotros solos y la tenemos que aprovechar... ―dije poniendo una mano en su muslo―. Ahora al llegar nos damos un bañito, salimos a cenar por el pueblo y después...
―¿Tienes muchas ganas? ―preguntó Cayetana inclinándose para darme un beso en el cuello.
―Yo siempre tengo ganas de estar contigo... uf, para, mientras conduzco no ―y aparté su mano de mi pierna―, a ver si ahora te gustó lo de hacerlo en el coche, ja, ja, ja ―bromeé con mi chica.
―Sigo pensando igual, aunque reconozco que estuvo bien...
―¿Lo ves?, tienes que hacerme caso y seguir probando cosas nuevas. Para hoy se me han ocurrido un par de ideas...
―¿Más cosas nuevas?
―Sí...
―¿Todavía no tienes suficiente?
―Sabes que nunca voy a tener suficiente contigo, me excitas demasiado, Caye...
―¿Y vas a poder aguantar tanto tiempo?, como dices que primero nos vamos a bañar, luego ir a cenar al pueblo...
―Vaya, vaya, a ver si es eres tú la que hoy tiene más ganas...
Una hora más tarde llegamos a La Casona y dejamos las maletas en la habitación de la planta baja donde se solía quedar mi novia sola cuando iban sus padres. Pero como no estaban yo dormiría con ella, así que nos tocaba compartir la cama de 1,20.
Y mientras Cayetana se inclinaba para dejar la ropa bien doblada en el armario, llegué por detrás y puse las manos en su cintura. Levanté su vestido e hice como que la penetraba, con un ligero golpe de cadera.
―Mmmmm, me encanta ese vestidito blanco, aunque me gustarías más sin él...
―¡Jorge!, estate quieto ―me pidió zafándose de mí y recomponiendo su falda―. Dijiste que primero nos íbamos a bañar... así que venga, prepárate, ponte el bañador...
―¿Es que no te apetece después de toda la semana sin verme? ―y comencé a quitarme la camiseta, el pantalón corto y los calzones, quedándome completamente desnudo―. Ya estoy listo... ―anuncié levantando los brazos.
Y cuando mi novia se giró me encontró sin ropa y con la polla dura apuntando hacia el techo.
―¡Jorge!, ¿estás tonto?
―Hoy no hay nadie, no sé, podríamos bañarnos desnudos ―comenté avanzando hacia ella.
―Muy gracioso.
―Te lo estoy diciendo en serio.
―Ya lo veo...
―¿Qué problema hay en bañarnos desnudos?, dime un motivo para no hacerlo...
―Pues porque no... no sé, podría venir alguien.
―¿Y quién va a venir?, tus padres no y tu hermana hasta mañana no llega...
―Vete a saber, esta es capaz de adelantarse un día...
―Pero si esta noche tenía una fiesta en no sé dónde, sabes que vamos a estar solos...
―¡Ay, Jorge, no insistas!, ¡no me voy a bañar desnuda!
―¿Y te molesta que lo haga yo?
―Sí, idiota, haz el favor de ponerte el bañador...
―Joder, Caye, no seas así... yo pensé que este finde te ibas a soltar más...
―¿Ya empezamos?
―Tienes que pensar menos y disfrutar... ¿no te pondría que nos metiéramos juntos en el agua sin ropa?
―Sí, pero... ya sabes que me da apuro que me veas desnuda...
―¿Y en topless?
―¡Joooorge!
―¿Qué?, solo sería sin la parte de arriba, tampoco creo que esté pidiendo tanto...
―¡Mierda! ―exclamó de repente Cayetana rebuscando entre su maleta.
―¿Qué pasa?
―Que no sé dónde narices he puesto los biquinis, ¡ay, madre!, que los saqué para... ¡nooo, me los he dejado en casa! ―y se puso la mano en la cara negando con la cabeza.
―¿Ves?, ja, ja, ja, ¿no me digas que eso no es casualidad?, eso se llama destino, estamos hablando de esto y justo te olvidas los biquinis, si hoy algo te decía que te tenías que bañar desnuda.
―No me hace gracia, Jorge, encima este finde que daba muy bueno y es casi el último para poder aprovechar antes del otoño...
―Buuuueno, hoy no pasa nada, estamos en confianza ―aseguré situándome detrás de ella y besando su cuello.
―Creo que tenía alguno viejo en el armario, voy a ver... si me suena que... ―dijo rebuscando entre los cajones―. No, solo tengo este bañador blanco, pero está un poco pasado... ¡qué fastidio!
―¿Y esos de ahí?
―Estos son de Marta... son biquinis..., la mayoría de tanga y...
―Mejor que nada...
―No sé ni si me valdrían ―comentó cogiendo uno de los trapos que se solía poner su hermanita―. Si es que mira cómo son, ¿cómo me voy a poner esto? ―y estiró las tiras de uno de ellos.
Aquello no podía tener menos tela. Contemplé la escena sentando en la cama y fue imaginarme a Cayetana con un tanguita de su hermana pequeña y mi polla saltó como un resorte. ¡Joder, acababa de empalmarme como por arte de magia con solo visualizarlo.
¡Demasiado morboso!
―¿Es que tú nunca utilizas tanga?
―Sí, alguna vez, depende del vestido, para alguna celebración, pero en general no me gustan y menos para ir a la playa o la piscina, en público no me gusta estar así...
―Pero hoy no hay nadie, solo yo.
―¿Y quieres verme con esto puesto?
―Sí, por qué no, reconozco que tengo curiosidad por ver cómo te quedaría uno de esos en tu cuerpazo...
―¡No voy a ponerme esto! ―aseguró ojeando los cuatro o cinco modelitos que tenía allí su hermana de distintos colores.
―Entonces solo tienes cuatro opciones: O te bañas desnuda, o en braguitas y sujetador, o con tu bañador de vieja con la tela pasada o con un biquini de tu hermana...
―¡Menudas opciones!
Tuve que situarme de espaldas a ella para que no viera mi erección y me puse el bañador en unos segundos.
―Te espero fuera, junto a la piscina, a ver si me sorprendes... ―y me acerqué a ella metiendo las manos por debajo de su vestido―. Me encantaría ver cómo te cambias, pero no lo voy a hacer, así que espero que no aparezcas con esto en la piscina ―dije cogiendo su bañador blanco y lanzándolo a la cama.
Dejé la toalla en la hamaca y me metí al agua sin pensármelo. Es verdad que después de haberme follado dos veces a Beatriz el día anterior no estaba tan cachondo como de costumbre, o no hubiera salido de la habitación sin haberme corrido. A pesar de eso seguía teniendo muchas ganas de jugar con Cayetana, pero reprimí mis impulsos para darle un poco de tregua y me quedé a un lado de la piscina impaciente porque saliera mi novia.
Y entonces apareció con una camiseta larga que ocultaba todo su cuerpo y extendió su toalla en otra hamaca. La primera impresión fue decepcionante, pero en cuanto se quitó la camiseta me quedé a cuadros. ¡No me lo podía creer!
¡Se había puesto uno de los biquinis negros de su hermana!
Es verdad que no era uno de los más atrevidos, pero la braguita tipo brasileña, casi tanguita, se colaba entre los cachetes de su culo y en la parte de arriba al tener un poco más de pecho que su hermana, sus pequeñas tetas llenaban perfectamente el sujetador e incluso parecía que faltaba tela.
―¡Joder, Caye!
―Esto es lo más ponible que he encontrado... ¿te gusta?
―¿Que si me gusta?, ¡estás espectacular!, date la vuelta que quiero ver bien ese culo...
―¡Tonto!, no digas eso que me da vergüenza...
Y Cayetana comenzó a bajar por la escalera, dándome la espalda y metiéndose al agua muy despacio. Fue una pena que la visión de su trasero con el tanguita de su hermana durara tan poco, pero fue lo suficiente para que volviera a empalmarme. Se acercó nadando hasta mí y nos fundimos en un morreo disfrutando de los últimos rayos del sol del verano y la comodidad de la piscina.
―¿Ya estás así? ―ronroneó al comprobar mi erección.
―¿Y cómo quieres que esté? ―dije sobando su culo por debajo del agua.
Me encantaba manosear esos glúteos, imaginando que la tela del biquini de Marta se perdía entre sus cachetes, pero Caye quería más que eso y rodeó mi cuerpo con sus largas piernas, pegándose a mí y comenzando a frotarse de arriba abajo.
Mi polla se amoldó perfectamente entre los labios vaginales de Cayetana y “follamos sin follar” de manera lenta y sensual. Mis manos no paraban de apretar sus cachetes y fui acercando uno de mis dedos hasta su ano, colándolo por debajo de la tele del biquini, esa tarde no había duda de que mi novia estaba bastante más cachonda que yo y gimió al sentir mi dedo corazón rozando su pequeño agujerito.
―Aaaaah, ¿qué haces?
―¿Quieres que te lo meta?
―Aaaaaah...
―Contesta.
―Me da vergüenza decir esas cosas...
―Me gustaría oírtelo decir.
―Tú hazlo y ya está, sabes que me gusta...
―Está bien, lo haré si haces lo que te pida ―susurré sin dejar de acariciarla con el dedo.
―Aaaaah, a ver, aaaaah, ¿ahora qué quieres?
―Quítate la parte de arriba del biquini...
―¿Solo eso?
―Sí...
Ni tan siquiera se lo pensó, tenía tantas ganas de que le clavara el dedo en el culo que echó las manos hacia atrás y se soltó el nudo del sujetador, que de repente apareció flotando en el agua.
―¿Satisfecho?
―No, desabróchame las bermudas...
―¿También?
―Sí.
Y se separó unos centímetros de mí, bajó las manos y de un tirón, aflojó el nudo desenredando la lazada, luego metió las manos por el elástico del bañador, y me lo fue quitando hasta desnudarme por completo.
―¿Así te parece bien? ―preguntó orgullosa volviéndome a rodear con sus piernas y sintiendo mi polla directamente en su coño.
―Muy bien, creo que te mereces tu premio ―y acerqué otra vez el dedo a su culo.
―Aaaaaah, aaaaah ―gimió Cayetana al sentir cómo volvía a acariciar esa zona tan delicada.
Apretaba con fuerza su cuerpo contra el mío, sintiéndola bien y restregándose a lo largo de toda mi polla, era increíble la presión que ejercía con sus muslos y apoyó la cabeza en mi hombro cuando mi dedo comenzó a entrar en su delicado ojete de pija.
―Aaaaaaah, Jorge, ¡qué rico, por diossss!
―¿Lo meto hasta el fondo?
―Sí, un poco más, aaaah ―me pidió frotándose más deprisa contra mí.
También me rodeó el cuello con los brazos, me tenía atrapado tanto por arriba como por abajo, y yo lo único que podía hacer era follarme su culo. Pensé que íbamos a llegar al orgasmo los dos a la vez, pero entonces Cayetana me jadeó al oído.
―¡No te corras, eh!
―¡¡¿Cómo?!!
―Sí, que no lo hagas bajo el agua, aaaaah, aaaaah...
―¿En serio?
―Eso es una cerdada, aguanta porfa, aaaaaah, aaaaah, te prometo que luego te lo compenso...
―Ya lo creo que me lo tienes que compensar y no prometo nada, eh, me estás volviendo loco con ese movimiento de cintura...
Sentía el tacto de sus labios esponjosos abrazando mi polla y los gemiditos de Cayetana en mi cuello me estaban poniendo cerdísimo. Y ahora me decía la muy cabrona que no me corriera en la piscina de sus papis, que eso era una guarrada.
¡Me lo podía haber dicho antes!
Por suerte ella no aguantó mucho, y con todo mi dedo corazón incrustado en su ano, se corrió en unos pocos segundos. Cada vez le gustaba más a Cayetana que jugara con su culo y eso hacía que alcanzara el orgasmo con muchísima facilidad.
―¡Aaaaaah, aaaaah, ya me viene, aaaaah, aaaaaah, yaaaa, yaaaaa, aaaaah, qué rico, aaaaaah, qué ricoooo, aaaaaah, diosssssss, sííííííí, síííííííí!
Esos segundos en los que sentí cómo su cuerpo temblaba tan abrazado a mí se me hicieron muy duros y tuve que apretar los muslos y tensar el culo, tratando de que no se me escapara nada. Y es que el orgasmo que acababa de tener Cayetana parecía que le había sabido a poco. Aflojó la tensión de sus muslos en mi cadera, pero seguía meciéndose, despacio, dándome besitos por el cuello y sintiendo mi dura polla contra su cuerpo.
Ella mismo me retiró la mano que tenía bajo su biquini y con un beso con lengua se me quedó mirando con una enorme sonrisa en la boca.
―Muchas gracias, uffff, ¡ha estado genial!, creo que lo necesitaba después empezar las clases el lunes... ya estaba muy tensa...
―Ya lo he visto, ya...
―Y ahora te toca a ti, ¿no? ―dijo separarando nuestros cuerpos y agarrándome la polla con la mano―. ¿Vamos a la habitación?
―No, espera, ven aquí ―e hice que se volteara frente al bordillo y la levanté para que se quedara suspendida con las piernas en la piscina, apoyándose tan solo con los brazos, y quedando su culo fuera del agua, delante de mi cara.
Besé sus glúteos y Cayetana miró sorprendida hacia atrás.
―¿Qué haces, Jorge?
―Nada, solo quiero besarte, pasar mis labios por esta piel tan suave, ver tu culito de cerca, tocarlo, saborearlo, mmmmm ―y aparté la tela que se perdía entre sus cachetes, y los abrí con las manos para ver su ano escondido.
Pasé la lengua por su rajita y Cayetana protestó, pero seguía en la misma posición, dejándose hacer.
―Para, Jorge, aaaaah, sabes que eso no me gusta...
―Sssssh, déjame, ahora déjame a mí, tú solo disfruta ―le pedí justo cuando mi lengua alcanzaba su sonrosado agujerito.
Tirando hacia fuera con las manos, abrí sus glúteos lo máximo que podía y hundí el hocico en su culo, luego liberé la presión y sus cachetes atraparon mi cara en ese oscuro lugar en el que comencé a jugar, tratando de penetrar su culo con mi lengua.
―Aaaaah, Jorge, joder, aaaaaah, ¿qué haces?
―¡Quiero comértelo, mmmmmm, está delicioso! ―dije soltando un lametazo desde el coño hasta la espalda y luego otro más centrándome sobre todo en su agujerito, que rodeé en círculos para luego introducir mi lengua.
Cayetana protestaba, pero se dejaba hacer y de repente sentí su mano en mi cabeza, aplastándome contra su cuerpo.
―Aaaaah, joder, Jorge, diosssss, ¡¡¿qué me estás haciendo?!!
―¿Quieres que pare? ―pregunté separando mi cabeza de ese precioso lugar unos segundos para coger aire.
―Noooo, aaaaaah, ni se te ocurra...
Me daba un morbazo tremendo comerle el culo a Cayetana con el biquini de Martita puesto. Sujetaba la tela, apartándola a un lado y me pregunté cuántas veces, esa misma tira habría estado metido en el culazo de su hermanita. Con un sonoro beso en su culo volví a penetrarla con la lengua, desde mi posición veía sus labios virginales abiertos, expuestos, e incluso su virginal coño reluciente, pidiendo a gritos que lo profanara.
Y no se me ocurrió otra cosa que soltarle un lametazo, buscando su clítoris desde atrás, pero Cayetana se revolvió de inmediato.
―¡¡Ahí no, aaaaah, sigueeee por detrás, sigueeeee por detrás!! ―me pidió agarrándome fuerte por el pelo y empotrando mi cara contra sus posaderas. Y de repente aparecieron sus dedos acariciando su entrepierna.
Debía ser una postura muy incómoda para ella, de espaldas a mí, con medio cuerpo fuera de la piscina, mientras yo desde dentro se lo comía, pero con el cuerpo hacia delante hizo la suficiente fuerza para mantenerse así, reposando la cara en el suelo y con la mano derecha se masturbó unos pocos segundos hasta llegar al orgasmo, meciendo su culo en mi cara de lado a lado.
―Aaaaaah, Jorge, aaaaah, aaaaaah, ¡¡me corroooo, me corroooooo!! ―chilló utilizando por primera vez esa expresión.
Mi lengua entraba y salía, entraba y salía y Cayetana se revolvía como una jodida serpiente, sin soltarme el pelo y aplastándome la cara contra su culo. ¡Menuda corrida se estaba pegando!
―¡¡Aaaaaah, Jorge!!, te dije que eso no me gusta, pero... uf, ¡ha estado muy bien!
―Sabía que te iba a gustar... ―afirmé besando su glúteo y luego dándole una pequeña cachetada, ayudándola a salir del todo de la piscina.
Y Cayetana se quedó tumbada a lo largo del bordillo, en topless, tomando el sol con una rodilla flexionada, recuperando la respiración con los ojos cerrados, como una jodida sirena.
¡Una imagen que se me iba a quedar en la rutina!
La observaba desde el agua satisfecho por haber hecho que se corriera dos veces en unos pocos minutos, pero eso conllevaba que me acababa de pillar un calentón importante y ahora Cayetana, mucho más relajada, no parecía tener prisa en satisfacerme.
Salí del agua completamente desnudo, empalmado y cogí el móvil que tenía sobre la hamaca. Sin que ella se diera cuenta, a unos cuatro metros de distancia, le hice unas cuantas fotos y después me acerqué y me tumbé a su lado.
―¡Es una pena que no podamos estar todo el finde así!, mmm, esto es una pasada... ―dijo Cayetana.
―Ni que lo digas...
―Y ahora te toca a ti ―susurró bajando la mano sin tan siquiera mirarme y me agarró la polla.
En esa postura, bajo el sol, dejé que me masturbara y terminé corriéndome sobre mi propio estómago, luego me pasó los dedos por el abdomen y esparció mi semen por él, como si fuera crema solar.
―Mmmmm, ¡me ha encantado hacerte llegar!, ha sido muy fácil...
―Es que ya me tenías muy cachondo, oye, ¿qué te parece si nos quedamos así?
―¿Así?
―Sí, desnudos todo el día, me encanta verte con ese biquini...
―¿En serio?, pero si este debía de ser de Marta de cuando tenía 15 o 16 años como mucho...
―Pues te queda genial, deberías comprarte uno...
―Ah, por cierto, tengo que llamar a Marta para que mañana me traiga los biquinis que me dejé olvidados en casa...
―¿Y por qué no te quedas con ese puesto todo el finde?
―No quiero que me vean así, ni Marta y menos el capullo de su novio, no me gusta cómo me mira... y no me quiero pasear con el culo al aire delante de él...
―Ooooh, pues es una pena, porque a mí me encanta.
Cayetana se dio media vuelta y se quedó bocabajo, apoyándose sobre los codos.
―¿Te gusta cuando se los pone Marta?, está muy buena, tampoco me extrañaría, pocas chicas he visto que tengan un culo igual que mi hermana...
―No, a mí me gusta el tuyo ―dije estirando el brazo y sobando su trasero.
―Hoy te has puesto muy cachondo, y seguro que este biquini tiene algo que ver...
―Lo mismo podría decirte, ¡te has corrido dos veces casi seguidas!, y sigues teniendo ganas de más, estás tan guapa así, bajo el solo con el pelo mojado..., pero si te parece mejor prefiriría verte completamente desnuda ―y de un hábil salto me puse sobre ella, apoyando mi polla en su culo y tirando del nudo de su braguita brasileña―. Mmmmm, me ha encantado comértelo, a partir de ahora pienso hacerlo más veces... ―aseguré apretando sus nalgas y clavando mis dedos en ellas.
―Será si te lo permito...
―Espero que sí...
―Ssssssh, déjamelo puesto... no me quites la parte de abajo... no quiero que...
―¿Por qué?, quiero que estemos los dos desnudos, me encanta esto ―y de un tirón me quedé con sus braguitas de la mano.
Restregué mi polla a lo largo de su culo mientras comprobaba el tacto de la tela, pasando los dedos por ese biquini que tantas veces había llevado mi cuñada puesto. Hice una pequeña pelota con la braguita y la escondí en mi puño, moviéndome delante y detrás, como si me estuviera follando el culo de Cayetana.
―¿Quieres a correrte otra vez?, aaaaah ―me preguntó Cayetana con voz sensual.
Allí estábamos los dos desnudos, restregándonos al lado de la piscina, y me puso tan cachondo deslizar mi polla entre sus glúteos que no se me ocurrió otra cosa que sujetármela y ponerla a la entrada de su culo, simulando que quería penetrarla.
Apoyé la mano cerrada en su hombro y ella se dio cuenta que escondía las braguitas, entonces se giró y me besó los dedos, haciendo que abriera el puño, pero yo las sostuve con dos dedos y la tela se extendió, cayendo sobre su hombro.
―¿Quieres que me lo vuelva a poner? ―susurró sacando las caderas hacia atrás.
Hice un poco de presión y por unos segundos hasta llegué a hacerme la ilusión de que mi novia quería que la sodomizara. Movía las caderas de lado a lado y mi capullo seguía en contacto con su ano, así que solo por probar presioné ligeramente y Cayetana, al ver mis intenciones, bajó la mano y me apartó la polla de su entrada.
―No hagas el tonto..., aaaaah... dime, ¿quieres que me lo vuelva a poner? ―insistió mirando hacia atrás y haciendo que las braguitas rozaran su cara.
No sé a que venía tanta insistencia por parte de Cayetana, si es que no quería estar desnuda para evitar tentaciones o es porque realmente le ponía cachonda llevar el tanguita de su hermana. Siempre han sido muy competitivas entre ellas y me pregunté si mi chica no tendría celos del culazo de Marta y ahora quería llevarme al límite con el suyo y mostrarme que ella también podía calentarme con su culo.
Extendí la tela de la braguita y se la pasé por la mejilla hasta que llegué a sus labios. Me hubiera gustado que sacara la lengua para lamerlo, o incluso metérselo en la boca, pero Cayetana no estaba dispuesta a eso y me lo quitó de la mano apartando la cara.
―No me importa ponérmelas si eso te excita, aaaaah ―gimió al sentir mi polla que seguía deslizándose entre los cachetes de su culo.
―Deja que te las ponga yo... ―y le volví a arrebatar las braguitas brasileñas a Cayetana.
Me puse de rodillas a sus pies y ella se colocó a cuatro patas para que pudiera ir subiendo la tela por sus piernas. Cuando terminé ella hizo el gesto de volver a tumbarse, pero le pedí que se quedara así unos segundos. Quería retener esa imagen en la cabeza.
¡Cayetana a cuatro patas al borde la piscina, en topless y con la braguita brasileña de su hermana puesta! ¡¡Tremendo!!
―¡Dios mío, Caye!, ¡estás increíble!, ¡menudas vistas tengo desde aquí atrás ―dije dejando caer la mano y soltando una pequeña palmadita en su glúteo derecho para después tirar de la braguita hacia arriba e incrustarle la tela en el coño.
―¡¡Aaaaah, joder!!, ¿qué haces? ―gritó mirando hacia atrás.
Sujeté sus caderas y pegué mi cuerpo al suyo, sin dejar de tensar la tela y con un solo golpe de cadera simulé que la penetraba. Era como si estuviera montando un caballo, pero en vez de las riendas agarraba sus braguitas. Y a la siguiente embestida se le escapó un gemido a Cayetana, que volvió a mirar hacia atrás.
―¡¡Aaaaah, aaaaaah, ¿qué estás haciendo?!!, ¡¡¡AAAAAHHHGGG!! ―bramó cuando tiré más fuerte de las braguitas, metiéndolas cada vez más entre los labios de su coño.
La situación era muy excitante, lo malo es que no podía frotarme contra ella, solo golpear su culo, y así era imposible que me corriera, aunque me encantaba simular que me la estaba follando y Cayetana gemía con cada impacto de nuestros cuerpos. Ese sonido de mi pubis chocando contra sus glúteos era adictivo, y lo acompañaba los suspiritos de mi novia, que no dejaba de mirar hacia atrás, sorprendida por lo que estábamos haciendo, pero sin dejar de ofrecerme su culo para “ser follado”.
Y de repente me agaché, apartando sus braguitas y volví a meter la cara entre sus cachetes, y después un dedo, penetrando su culo y dilatándolo a la vez que lo lubricaba con mi saliva.
―Aaaaaah, Jorge, aaaaaah, ¡qué rico!, sigueeee un poquito más, aaaaah...
Yo no pensaba detenerme y alternaba las caricias con el dedo y después con la lengua, intentando abrir ese pequeño agujero tan estrecho. Tiraba de sus paredes hacia fuera cuando colaba uno de los dedos y cada vez lo iba metiendo más y más profundo, hasta que se lo clavé en el fondo. Entonces se me ocurrió probar con un segundo dedo e hice una ligera presión para penetrarla, pero el culo de Cayetana se mantenía firme y cerrado.
Solté un salivazo en todo su ojete y aquello ya me lo empecé a tomar como un desafío. Ese segundo dedo tenía que entrar por mis cojones. Cayetana se había recostado sobre los codos, y con la cadera levantada protestaba en una especie de gimoteo que me ponía cada vez más cachondo.
―¡¡¡Aaaaaah, Jorge, me hace un poco de daño!!!
―Ssssss, relájate, ya está entrando...
―¿Qué haces?
―Tú solo disfruta, déjame a mí... ―y saqué el dedo para que se relajara unos segundos acariciando el perímetro con la lengua.
Nunca había visto su culo tan abierto y volví a penetrarla con un dedo, tirando un poquito más fuerte y haciendo círculos, tratando de dilatar su esfínter, y cuando se lo clavé hasta el fondo lo saqué de nuevo y al siguiente intento lo acompañé de un segundo dedo. El culito de Cayetana se los tragó con dificultad, apenas un centímetro, los retiré de nuevo, otro salivazo, una caricia con mi lengua, metiéndosela lo más profundo que pude y de nuevo los dos dedos, avanzando otro centímetro, con toda la paciencia del mundo.
―Aaaaaah, Jorge, me duele, aaaaah, me dueleeee, pero, es muy rico, sigue haciendo eso, pero muy despacito, por favor, aaaaaah...
Aquella frase me calentó de verdad y me animó a seguir jugando hasta cumplir mi objetivo. Ya estaba muy cerca, y al siguiente empujón mis dos dedos desaparecieron por completo en el culo de Cayetana.
Se le escapó otro grito, pero cuando comencé a follármela, sus lamentos pasaron a gemidos en muy poco espacio de tiempo. No podía creerme que Cayetana me estuviera dejando hacer eso, y en ese momento vislumbré, que si jugaba bien mis cartas, no iba a tardar mucho en poder sustituir los dedos por mi polla.
Había descubierto que Cayetana se ponía muy cachonda cuando jugaba con su ano y lo tenía que aprovechar sí o sí. Ahora conocía su punto débil y eso me iba facilitar mucho el camino hasta llegar a mi propósito de acostarme con ella.
Si no podía ser por el coño tendría que ser por detrás. Por el culo. Sí, estaba decidido a encular a Cayetana.
Pero no podía precipitarme, tenía que hacer las cosas con mucha calma y paciencia. Por supuesto que en ese momento me hubiera encantado situarme de rodillas detrás de ella, agarrar su cintura y penetrarla. Quizás Cayetana me hubiera dejado, aunque lo más seguro es que me dijera que no. Ya había esperado dos años.
¿Qué más me daba un poquito más?
Los gritos de placer de Cayetana y cómo meneaba el trasero delante de mi cara ya eran suficiente recompensa por ese día. Y entonces vi sus dedos apareciendo de nuevo entre sus piernas. La muy zorra se iba a pajear otra vez delante de mis narices y sin que se lo esperara retiré los dedos de su culo y me puse firme detrás de ella.
―Aaaaah, aaaaah, eeeeeh..., ¿por qué has parado?
―Tú sigue acariciándote ―y apoyé una mano en la parte baja de su espalda y busqué su ojete con el dedo pulgar.
Embestí con mi cuerpo, chocando contra sus nalgas y mi dedo gordo la penetró por detrás.
―Aaaaah, aaaaah, joder, ¡qué bueno, Jorge! ―murmuró Cayetana cediendo la presión de sus brazos y apoyando la mejilla en el borde la piscina.
Ya era mía y acompasé los movimientos de mi cadera, simulando que me la follaba, con el mete y saca del pulgar en su ano. ¡Era como si me la estuviera follando por el culo!, y los dedos de Cayetana volvieron a aparecer entre sus muslos, frotándose el coño por encima de las braguitas.
Entonces agarré la tela y tiré hacia arriba, incrustándosela entre los labios vaginales mientras que con la otra mano no paraba de sodomizarla con el puto pulgar. Los chillidos de Cayetana me incitaban a embestirla más fuerte, sujetando las riendas y dominando la situación. Golpes duros y secos, chocando nuestros cuerpos que hacían bambolear mi polla arriba y abajo, hasta azotar con ella su entrepierna
―Joder, Cayetana, ¡pareces una guarra con esa tanguita puesto!, ¡eso es lo que se ponen las chonis para ir a la playa! ―le solté de repente.
―¡AAAAAH, AAAAAAH! ―jadeó moviendo los dedos a toda velocidad.
―Te gusta que te folle así, ¿eh?, ¿vas a correrte?, hay que ser muy guarra para correrse mientras te dan por el culo...
―¡¡AAAAAH, SÍÍÍÍ, VOY A CORRERME, AAAAAH, SÍÍÍÍÍÍ, AAAAAH, SIGUEEE!!
―¿Te pone que te diga que eres una guarra? ―pregunté inclinándose sobre su espada y buscando su boca.
Cayetana se giró y sacó la lengua, correspondiéndome el beso, ella misma se movía buscando que mi dedo entrara todavía más profundo, aunque ya se lo tenía bien clavado hasta el fondo, y tiré tan fuerte de la braguita brasileña que cuando me quise dar cuenta se deshizo el nudo y me quedé con el trapito de la mano.
¡Ahora tenía a Cayetana completamente desnuda a cuatro patas delante de mí!
Al borde del orgasmo eso no pareció importarle y sus dedos ya acariciaron directamente su sensible clítoris, farfulló algo que no entendí y agachó la cabeza, ya solo preocupada de su propio placer.
―¡¡AAAAAH, SÍÍÍÍÍ, soy una guarra, soy una guarra!!, ¡¡¡AAAAAH, ME CORROOOO, ME CORROOO!!! ―jadeó aunque llegué a entender lo que se decía.
Y de un golpe de cadera hacia atrás, mi pulgar se quedó metido en las profundidas de su culo y Cayetana tembló, alcanzando un nuevo orgasmo mientras se corría patas abajo con un chillido.
―¡Vamos, eso es!, ¡¡córrete como una choni, eso es!!, ¡¡pareces una puta poligonera!!
―¡¡¡AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH!!!, ¡ME CORROOO, JODERRRR, AAAAAH, ME CORROOO!
Tan asombrado estaba contemplando el espectáculo inusual que me brindaba Cayetana, que ni caí en la cuenta de mi propio placer. Allí seguía detrás de ella con la polla dura y esperé a que terminara, dejándose caer hacia delante y mi dedo salió de su culo con un plop. Contemplé su estrecho ano abierto, palpitando, lleno de saliva, enrojecido, mientras Cayetana seguía gimoteando.
―¡¡Aaaah, qué daño me ha hecho, pero... qué rico, por favor, uf, qué rico!!
Me dejé caer sobre ella, los dos bocabajo y situé mi polla entre sus dos glúteos, Cayetana dejó que me frotara con energía, agarrando sus pequeños pechos. Seguía manteniendo la braguita brasileña en la mano que caía sobre su hombro y ella al darse cuenta cogió la tela y me la restregó por la cara.
―¿Esto te gusta? ―me preguntó acercándomela a los labios como había hecho yo antes.
―Sí, aunque me gustaba más cuando lo llevabas puesto..., ¿por qué me lo acercas tanto?, ¿es que acaso quieres que lo chupe?
―No tengo ninguna duda de que lo harías...
Saqué la lengua y Cayetana situó la tela entre mis labios. Aquello era demasiado morboso ya, y seguí deslizando mi polla sobre su culo mientras ella me ofrecía el biquini de su hermana pequeña para que lo lamiera.
―¡Eres un cerdo! ―suspiró Cayetana―. ¿Vas a terminar ya?
―Sí, te lo voy a echar todo por la espalda, ¿quieres?
―Sí...
―¿Quieres que me corra encima de ti?
―¡Sí, hazlo, cerdo! ―exclamó viendo cómo chupaba el trapito con la lengua fuera como si fuera un puto perro.
―Joder, ¡¡¡no puedo más, no puedo más!!!
―¡Córrete encima de mí! ―exclamó Cayetana.
Me incorporé deprisa, quedándome erguido detrás de ella con la braguita brasileña en la mano y envolví con ella mi polla justo antes de eyacular. Solo tuve que pegarme unas pocas sacudidas y mi semen salió disparado contra la espalda desnuda de mi novia.
―¡¡¡Aaaaaah, toma, joderrrrr, aaaaaaah!!!
No puedo decir que fuera una gran corrida, porque después de los dos orgasmos de la noche anterior más los otros dos de ahora, estaba casi seco, pero un par de buenos lefazos sí que le solté a Cayetana, que se giró para ver cómo derramaba mi semen caliente sobre su cuerpo con mi polla envuelta en el biquini de su hermana.
Terminé exhausto, dejándome caer sobre ella, besando su hombro, acariciando su pelo, y no se me ocurrió otra cosa que limpiar el semen de su espalda con la tela de la braguita.
―¡No me puedo creer lo que has hecho! ―dijo Cayetana.
―Ni yo tampoco, pero no me digas que no ha sido una pasada, joder, nunca te había visto así, te he... te he follado con el dedo ―y le pasé el pulgar por la mejilla―. No sé, no se nos había ocurrido hasta ahora y quizás podíamos...
―Ey, para, para, que ya sé por dónde vas... ni se te ocurra pensar que vas a metérmela por detrás, vamos, lo llevas tú claro...
―No me digas que no te ha gustado cuando te lo he comido, o lo del pulgar, simulando que te follaba, ¡¡joder, Caye, estabas fuera de sí!!
―Sí, sí, ha estado muy bien, pero una cosa es el dedo y otra muy distinta, ehhhh..., que no, que no, ¡que no vas a darme por el culo! ¡NI DE COÑA!
―¿Eso también es de guarras y de chonis?
―Más o menos, vamos, no creo que ninguna de mis amigas lo haga, ¡es demasiado vulgar y obsceno!
―Te sorprendería lo que hacen tus amigas en privado, créeme...
Era gracioso que Cayetana hablara así, cuando unos minutos antes se dejaba embestir a cuatro patas simulando que era sodomizada y se frotaba el coño para correrse, pero ya estaba acostumbrado a esos ataques de moralidad de mi novia, por lo que en ese momento no quise rebatirla. Yo sé lo que había visto y lo que acabábamos de hacer y estaba convencido de que más pronto que tarde ese culo iba a ser mío.
Tan solo tenía que esperar mi oportunidad.
El resto del día lo pasamos más tranquilo, sobre las siete y media se fue metiendo el sol y después de otro bañito, nos pegamos una ducha, nos cambiamos y bajamos al pueblo a cenar. Terminamos la noche en el patio de La Casona, escuchando el ruido de los grillos, y tumbados en la hamaca mirando hacia la piscina.
Al día siguiente se acababa la tranquilidad. Antes de comer iban a venir a pasar el finde con nosotros Marta y Álex. Solo esperaba que al menos las dos hermanas se llevaran bien y no discutieran, como de costumbre.
Era lo único que pedía.
También me inquietaba un poco en qué plan vendría Marta conmigo. Las últimas semanas había estado muy borde por lo sucedido en el coche, y aunque ya lo habíamos hablado, y más o menos las redecillas con mi cuñada parecían aparcadas, podía esperarme cualquier cosa de ella. Un día era la más simpática y al otro una auténtica niñata insoportable.
Y es que Marta era una fuente de sorpresas inagotable...